Está en la página 1de 4

Antropocentrismo, desde siempre el planeta tierra al servicio humano.

¿Son los seres humanos el centro del universo y dueños del planeta tierra?

La especie humana desde los albores de las civilizaciones ha tenido una relación tirante y
de poder con su entorno. Diversas culturas antiguas dan cuenta de esto a través de
petroglifos, textos, y arte rupestre de características variadas que justamente exponían las
actividades y aprovechamiento de especies animales y recursos naturales por parte del
homo sapiens. Estas figuras y escritos eran plasmados y tallados con detenido cuidado por
los hombres primigenios y antecesores de nuestra civilización actual en cavernas pretéritas,
en rocas ancestrales y en papiros antiguos.

Es también constatable que desde los primeros indicios de la escritura, (cuyo propósito fue
dejar a la posteridad la expresión de los pensamientos, sucesos y maneras de actuar de la
cultura de quien consignaba sus epístolas y memorias), el humano ha demarcado la relación
de poder ejercida y deseada para con su entorno natural. Bien lo expresaba el texto del
escenario uno, el cual afirmaba que la única especie capaz de transformar su entorno a tan
grandes proporciones en el planeta tierra, es la especie humana.

La utilización del ambiente y los recursos existentes para proveer energía, protección y
demás necesidades no es una característica exclusivamente de las personas, muchas
especies de animales no humanos también usan su entorno y rasgos biológicos para
aprovechar al máximo y de manera eficiente su hábitat. Pero al respecto, hay una
particularidad diferencial en cuanto al sapiens se refiere; púes la transformación a gran
escala y la explotación de los recursos que el hombre ejerce en el planeta es insostenible y
ha sido practicada y llevada a cabo desde siempre, con la salvedad, que el número de
individuos en las civilizaciones y culturas antiguas era ínfimo comparado con las tasas de
sobre población mundial que existen en la actualidad, con el desarrollo tecnológico, la
voracidad del consumismo y el auge del capitalismo.

El hombre es una maquina biológica altamente sofisticada capaz de adaptar su medio


ambiente a placer y de aprovechar los materiales y recursos existentes desde tiempos y
culturas pretéritas; no obstante, el surgimiento de creencias monoteístas, la aparición de
nuevas formas de mercadeo y consumo, además del advenimiento de tecnologías,
combinadas con la ostensible proliferación de individuos, asentamientos, pueblos y
ciudades: transformaron más que paulatinamente los territorios, y por ende sus recursos
naturales y la biodiversidad de los ecosistemas en toda la tierra.

El hecho de que el hombre se considerase por sí mismo concebido como superior a las
demás especies a causa de su intelecto aparentemente más evolucionado y de su particular
capacidad adaptativa, indudablemente denotó un camino de explotación exagerada y
aprovechamiento de recursos naturales para el beneficio mercantil y económico. Las
personas a lo largo y ancho del globo terráqueo vieron en el apropiamiento y utilización de
las fuentes de materias primas, recursos hidrológicos y energéticos, una oportunidad para
monetizar cada ápice de la naturaleza que representase algún valor. Esta práctica de
utilitarismo para con el medio ambiente ha sido una constante histórica, y en el transcurrir
de los años el incremento poblacional agudizó las necesidades y la demanda imperante de
hallar nuevas formas de aprovechamiento de los entornos y sus recursos.

Con la llegada y desarrollo de la revolución industrial iniciada aproximadamente en los


años 1750 y 1760, cuyas características, por mencionar algunas fueron: la aplicación de la
energía a la industria, la mejora de los medios de transporte, las mejora de los medios de
comunicación, el aumento del dominio del capitalismo, el crecimiento económico de las
potencias industrializadas y el gran desarrollo tecnológico. El mundo, si bien en veloz
cambio, y la naturaleza, aprovechada y explotada al máximo por los seres humanos; tuvo
una acelerada transformación que trajo consigo el agotamiento de un gran porcentaje de los
recursos ambientales, además de la extinción de cientos de especies animales, cifra que año
tras año aumenta desenfrenadamente.

El planeta tierra ha experimentado un mayor declive en cuanto a biodiversidad se refiere


desde entonces. No obstante a la utilización que las personas han hecho de la naturaleza y
sus medios desde las primeras civilizaciones, a partir del auge en el crecimiento industrial y
poblacional, es notorio y documentable el incremento de grandes zonas desérticas y
estériles, además del cambio climático desencadenado a raíz de los vejámenes y de la
desenfrenada utilización de los medios naturales y especies de animales para el beneficio
humano.

El nacimiento del siglo XX trae implícito un inmenso avance de la voracidad de poder y de


riquezas por parte del hombre. El juego del monopolio entre países había dejado la estela de
la primera gran guerra y por supuesto, ésta, dejó cicatrices en la configuración del mundo y
por ende, en los recursos naturales cada vez más sobreexplotados. El avance industrial
seguía a toda marcha y las locomotoras del capitalismo asentaban y engranaban cada vez
más su maquinaria, amparados en el aprovechamiento y utilización de los contextos
naturales y sus materias primas.

Con el estallido de la segunda gran guerra en el año 1939 se acentuaron de manera visible
las dinámicas que constituían la vivencia del planeta como un medio de provisión de
riqueza y recursos más que como el hogar de la especie humana y de las demás especies
existentes. El crecimiento científico y el desarrollo de nuevas tecnologías usadas para el
conflicto y para el crecimiento de las grandes potencias conllevaron a profundizar la crisis
ambiental en todo el mundo.

Es bastante notorio que en la historia conocida por la humanidad, la explotación inadecuada


y desmesurada del medio ambiente ha estado presente desde tiempos remotos. La
incapacidad del hombre (aun en su inteligencia) para hallar maneras sostenibles de convivir
y aprovechar los recursos que ofrece la tierra es bastante reducida y pone en la actualidad
en jaque a la misma vida en el mundo conocido.

La forma antropocéntrica con que nuestra especie ha labrado su devenir histórico pone en
evidencia que las riquezas que nuestro planeta ofrece son limitadas, no basta con ser la
especie con más éxito evolutivo y con mayor domino territorial en el mundo, pues el
consumo de energías, de tecnologías, de productos y de recursos han llevado a la tierra a un
punto de no retorno en cuento a lo ambiental se refiere. El hombre es el centro del universo,
el dueño y amo del planeta tierra; no cabe duda que esa sea la concepción que la clase
dominante y los seres y naciones más poderosas en el planeta han profesado y practicado
desde que la memoria colectiva existe, desde que los registros históricos existen.

Mirarse a sí mismos como dueños de cuanto pueda ser menester de apropiamiento y


aprovechamiento parece ser una configuración de los mismos genes y rasgos humanos. La
grandeza aparente del intelecto, proporcionado por un cerebro con las configuraciones y
evolución que posee el encéfalo del homo sapiens, ha hecho observar a los demás vecinos
planetarios, llámese especies animales, vegetales y recursos no renovables, como simples
medios para el fin máximo del humano. Este fin, no es más que la ilusoria estadía
placentera y cómoda en un periodo de tiempo verdaderamente efímero sobre la faz de
nuestro mundo.
El ser humano está convencido de su superioridad, y en su orgullo ciego desconoce que la
vida de los individuos es un absurdo viaje cuyo propósito excede los límites del
pensamiento. Es realmente irrisorio como las obtusas existencias de quienes llevan el timón
de las naciones y las potencias mundiales sigan empeñadas en destruir lo que sustenta la
vida misma. El hombre es lobo para el hombre como lo dijo Hobbes en su obra El Leviatán
del año1651; más me atrevo a decir, que el hombre es lobo para el hombre y para la vida en
la tierra. Muy a pesar de la conciencia que millones de personas tienen acerca de la
magnitud del problema ambiental y la amenaza que ello implica, el mundo humano
difícilmente girará hacia nuevos horizontes guiados por la convivencia sostenible con su
hogar y sus vecinos planetarios. El hombre y su antropocentrismo son uno solo, y han de
pasar millares de catástrofes y sucesos terribles para que en alguna distante época, esta
concepción sea reevaluada y modificada para bien de la vida, no solo la del humano sino
para la vida en el planeta tierra.

Referencias

- Fontamara.Horta, Ó. (2009). El cuestionamiento del antropocentrismo: distintos


enfoques normativos. Revista de bioética y derecho, (16), 36-39.
- Junges, J. R. (2001). ÉTICA ECOLÓGICA: ANTROPOCENTRISMO OU
BIOCENTRISMO?. Perspectiva Teológica, 33(89), 33.
- Schmitt, C. (2008). El Leviatán en la doctrina del Estado de Thomas Hobbes.
- Suárez, E., Salazar, M. E., Hernández, B., & Martín, A. M. (2007). ¿ Qué motiva la
valoración del medio ambiente? La relación del ecocentrismo y del
antropocentrismo con la motivación interna y externa. Revista de Psicología
social, 22(3), 235-243.
- Rozzi, R. (1997). Hacia una superación de la dicotomía biocentrismo-
antropocentrismo. Ambiente y desarrollo, 13(3), 80-89.

También podría gustarte