Está en la página 1de 1

El lápiz, arma noble tallada con sensatez, deseaba y reclamaba ser manoseado, restregado contra

el suave terciopelo que deslumbraba con blancura meliflua, ocultando aquellos destellos con
oscuro carbón de fricción desenfrenada de lujuria y pasión. Desgarrando las venas de deseos
carentes de sensible compasión, sin remedio, sin retraso y sin contrición. Su paso de tinieblas
marchitaba luces inmaculadas, impolutas y libres de cualquier decisión, que ahora este impío
desvirtúa para dar sentido a tan pesada oquedad, que lo acongoja sin saber desde mismo día en
que la luz no vio nacer.

También podría gustarte