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Colección Erótica

Temporada 1
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Nota del autor:
Antes de empezar quiero aclarar que todos los personajes que están en actos sexuales tienen más de 18 años
y que no tienen ninguna relación familiar.
Libros
8 Historias Románticas y Eróticas
8 Historias Románticas y Eróticas
10 Historias Románticas y Eróticas
5 Historias Románticas y Eróticas
8 Historias Románticas y Eróticas

Algo más que un beso

Este verano pasado, uno de mis compañeros de trabajo se despidió de


nosotros porque se trasladaba a otra ciudad. Se llama Jaime, es un
chico muy agradable y simpático. Le gustaba "tirarme los tejos", ya
sabes, con piropos y frases como "que guapa estás hoy", "eres la chica
más guapa de la oficina", "quién fuera tu novio", "vaya cuerpo más
lindo", "tienes unos ojos preciosos", etc. Yo le dije en varias ocasiones
que desistiera de intentar ligarme, que yo tenía novio y que él estaba
casado. También es verdad que me encanta oír halagos y frases
bonitas de mis compañeros de trabajo y de mis jefes. Además Jaime
nunca me dijo nada obsceno, siempre piropos bonitos. Lo cierto es
que aquel hombre, de unos 35 años me parecía muy atractivo, fuerte,
alto y con unos ojos oscuros muy bonitos, pero se puede decir que
simplemente me gustaba, como otros muchos y nada más. El día de su
despedida, yo llevaba puesto un vestido estampado sin mangas cortito
que enseñaba bastante mis piernas, con un gran escote que mostraba
el "canalillo" y unos zapatos con algo de tacón. Abrimos unas botellas
de cava y le hicimos una especie de fiesta al acabar el trabajo con
pasteles y todo. Jaime no dejó de mirarme en toda la celebración. Yo
sabía que le gustaba mucho y no me importaba que se me quedara
mirando, en el fondo eso me halagaba. Buscó la manera de acercarse
hacia mí y con cierto disimulo lo consiguió. Yo estaba sentada sobre mi
mesa de trabajo y él se acercó y se sentó junto a mí. Así permanecimos
un buen rato charlando y comentando cosas sin importancia y
sirviéndonos más copas de cava. Él se fue animando y me dedicó varias
de sus frases :
- Qué bien te queda ese vestido -me dijo.
- - Gracias -le sonreí agradecida.
- - Eres la rubia más hermosa de la Tierra -insistió.
- - Hombre, yo creo que exageras un poco -le contesté riendo.
- - No, yo creo que no exagero nada. Tienes una cara preciosa y un
cuerpo divino. Creo que físicamente eres perfecta...
- - Yo creo que te has pasado, me vas a poner colorada...
Después de todas sus hermosas frases, la fiesta de despedida acabó,
pero Jaime quería continuar con su fiesta particular. Se acercó a mí y
me dijo al oído :
- ¿Me darás un beso de despedida?
- - ¡Claro! -le dije amablemente.
Le di dos besos en las mejillas. Él cerro los ojos para captarlos con toda
su intensidad, pero no era exactamente lo que él quería.
- Quisiera un beso más recordado. Quiero tener un recuerdo del sabor
de tus labios. Quiero besarte en la boca -me dijo.
Yo le aclaré amablemente que eso no podía ser, pero el insistía una y
otra vez rogándome.
- No Jaime, no seas tonto -le increpé.
Pero el insistió una vez más:
- Vamos... sólo un beso... Un besito...
Volví a negarme diciendo que no estaba bien, que yo le apreciaba
mucho, que me gustaba, que éramos dos personas comprometidas y
no era cuestión de darse un morreo.
- Solo un beso, te lo suplico...
- - No Jaime, no insistas, por favor.
- - Solo quiero saber como besan esos grandes labios que siempre he
soñado.
Me rogó tanto y en vista de que no se rendía fácilmente, quise quitarle
importancia al asunto y quizá algo desinhibida por las copas de cava
que me tomé, tampoco era para tanto y accedí a dárselo. Pero claro allí
mismo no podíamos porque había gente. Me dio la mano y fuimos
hasta el trastero donde se guardan los productos de limpieza, las
escobas y todo eso. Sacó la llave de su bolsillo.
- ¿Qué haces? -le pregunté.
- - Aquí no nos molestará nadie.
- Oye, pero solo nos íbamos a dar un beso ¿no?
- - Sí claro, pero aquí es mucho más discreto, ¿no te parece? -me
aclaró él.
Sacó la llave, abrió el cuartito, entramos, encendimos la luz de aquel
reducido espacio y cerramos la puerta tras nosotros. Aquel lugar, algo
sórdido y estrecho, tiene un olor característico a productos de
limpieza, una mezcla de lejía y detergentes. Hoy es el día que cada vez
que entro en ese trastero vienen a mi mente los recuerdos de ese día,
incluso su olor me trae recuerdos.
Bueno, sigo...
Debo reconocer que nada más cruzar la puerta de aquel cuartito, mi
corazón palpitaba a todo meter y estaba algo nerviosa por la situación.
Me agarró por la cintura y mirándome tiernamente me dijo:
- Cómo me gustas. Me tienes loco. Qué pena que no te vuelva a ver...
- - Pero Jaime....
No me dejó continuar hablando, me puso dos de sus dedos sobre mis
labios y me sonrió con dulzura. Nos miramos durante un rato a los
ojos. Él es poco más alto que yo, me apretó contra su cuerpo y
sujetando mi cintura posó sus labios en los míos. Pasados unos
segundos, yo me separé de su boca, pero volvió a apretar su cuerpo
contra el mío y siguió besándome. Lo que iba a ser un simple besito se
convirtió en un prolongado y ardiente besazo que yo no rechacé, más
bien todo lo contrario. Puse mis manos sobre sus hombros, abrimos
nuestras bocas y empezamos a "juguetear" con ellas mordiéndonos
con los labios en un beso más que frenético. Me sentía muy a gusto
sintiendo cómo nuestros labios se mordían y se saboreaban con ganas.
¡Qué beso más rico! Lo hacía muy bien, como pocas veces me han
besado. Después mi boca fue invadida por su lengua en busca de la
mía que la recibió con ganas. Seguíamos abrazados y pegados el uno
al otro.
De pronto una de sus manos acarició mi culo y yo se la quité y me
aparté de él. Se me quedó mirando un poco extrañado.
- Habíamos quedado en darnos un beso y eso es todo -le aclaré algo
enojada, aunque con una gran excitación, pues los besos que nos
dimos fueron alucinantes.
Sin contestarme volvió a besarme y a abrazarme. Otra vez me dejé
llevar y mis uñas y mis dedos acariciaban su cabeza mientras me
concentraba con los ojos cerrados en otro fantástico beso. Su
habilidosa lengua succionaba la mía mientras que sus labios mordían
una y otra vez los míos. Me besó tan bien que me calentó un montón.
De nuevo su mano "tonta" bajó hasta mi culo y empezó a acariciarlo.
Volví a quitarle la mano, pero esta vez sin dejar de besarnos. De nuevo
volvió sobre mi culo y aunque me estaba poniendo muy caliente quise
cortarle:
- Jaime, mejor no continuar porque nos podríamos arrepentir. Los dos
estamos comprometidos y esto lleva camino de ir mucho más lejos.
Me lanzó una tierna sonrisa y me guiñó un ojo. Volvió una vez más a
apretarse contra mí y a besarme. Perdí totalmente la cabeza cuando su
mano volvió al ataque, pero esta vez metiéndose por debajo del
vestido, subiendo por detrás de mi muslo, introduciéndose bajo mis
braguitas y tocándome directamente la piel de mi nalga derecha. Su
otra mano hizo lo mismo con mi otro "cachete", todo esto unidos en el
largo beso que no interrumpimos en toda esa operación. Para
entonces yo estaba totalmente entregada.
Me separó de él unos centímetros, lo suficiente para acariciarme los
pechos por encima del vestido, cosa que consiguió ponerme a cien.
Con sus manos apretaba y manoseaba mis tetas y con su dedo pulgar
acariciaba el dibujo de mi sostén y mis duros pezones. Yo cerraba los
ojos captando sus dulces caricias. Acercó su boca a mi oído y en una
especie de susurro me dijo:
- Quiero pedirte otro favor...
- - - ¿Cuál? -le pregunté intrigada.
- - - ¿Me regalarías la ropa interior que llevas puesta?
- - - ¿Cómo? -pregunté algo asustada. - No, no creas que soy un tío
raro ni un fetichista. Solo quisiera tener algo tuyo, algo que ha estado
pegado a tu piel, algo que esté impregnado de tu olor. ¿No me harías
ese regalo?
- - - ¿Y me vas a dejar sin nada debajo del vestido?
- - - Vamos, por favor...
Me quedé un poco pensativa, pero quizás sus palabras y la mezcla de
alcohol y excitación hicieron que cediera a su petición.
- Claro que te haré ese regalo -le dije sonriendo.
Me desabroché los corchetes de mi sostén, me solté los tirantes y,
sacándomelo por el escote, se lo entregué. Era un sujetador color
turquesa, muy bonito por cierto. Se lo llevó a la cara y estuvo oliéndolo
como si fuera una rosa recién cortada. No pude evitar reírme de la
situación, que al mismo tiempo me producía un placer extraño.
Siguiendo con la operación, metí mis manos bajo el corto vestido y
lentamente, con mucha sensualidad, bajé mis braguitas, del mismo
color que el sostén, deslizándolas por mis piernas, sin dejar de mirar
sus desorbitados ojos, hasta que me las saqué por completo. Hice lo
mismo que con mi otra prenda y se las entregué diciendo:
- Están algo mojaditas, porque has conseguido ponerme muy
cachonda ¿sabes?
- - - ¡Mejor aún! -suspiró mientras se llevaba la prenda a su nariz y la
olía con deleite. Se acercó a mi y volvió a repetir:
- Eres mi sueño...
Esta vez me lancé yo y agarrándole por el cuello le pasé mi lengua por
la comisura de sus labios. Luego pasé a su oreja y le dediqué unos
buenos lametones, cosa que pareció gustarle mucho ya que notaba
como su vello se erizaba. Mientras besaba mi cuello, acariciaba mi
espalda por encima de mi vestido, pero esta vez sin que mi ropa
interior fuera un estorbo. La fina tela del vestido hacía mucho más
excitantes sus caricias. De mi espalda bajó hasta mi culo que sobó con
fuerza por encima de la tela. Después, subió por mis caderas y acarició
mis tetas. Yo gemía y le mordía en el cuello. Me estaba matando de
gusto... Sus caricias continuaron pero esta vez por debajo del vestido.
Mis muslos, mis caderas, mi culo, el vello de mi pubis.
Siguió con la operación de caricias y me desabrochó los botones del
vestido uno a uno. Le ayudé a despojarme de él y cayó al suelo. Me
quedé desnuda. Nos separamos, agarrándonos de las manos. Me
observó detenidamente, siguiendo mi silueta desnuda, mis tetas, mis
piernas, mi ombligo, mi sexo...
- ¡ Me gustas tanto ! -suspiró- Eres aún más hermosa de lo que
imaginé. Estás buenísima...
Acarició mis tetas con fuerza mientras metía su cabeza entre ellas y
chupaba por todos lados, poniendo especial atención en mis duros
pezones. Yo estaba muy muy caliente....
Le ayudé a despojarse de su camisa, quitándole los botones mientras
besaba su tórax y sus hombros. La prenda cayó al suelo, solté su
cinturón bajé la cremallera y... pude notar su empalmada a través del
slip. Regresamos a nuestros besos y caricias. Su empalmada verga se
apretaba contra mí, deseosa de participar en el juego.
Al rato, él extendió su ropa en el suelo y me tumbó. Abrió mis piernas
y admirándolas acariciaba con suavidad mis caderas, después la cara
interior de mis muslos y mi sexo, que pareció emanar más líquidos
cuando posó su mano en él. Con su larga lengua comenzó a chupar
mis tobillos, después mis pantorrillas, mis muslos, subiendo por mis
caderas. Chupó y besó con suavidad mis pechos, llegó hasta mi boca y
mis labios fueron de nuevo devorados por los suyos. Bajó otra vez a
mis piernas. Su cara se metió entre mis muslos, besándome las ingles,
haciéndome desear que me comiera el coño. Hacía círculos con su
lengua alrededor de mi monte de Venus y yo le suplicaba:
- Qué gusto me das... Chúpame, cómeme... Ya no puedo más...
Alzó la mirada , me sonrió y no me hizo esperar más. Sus labios
rozaron mi rajita y su dedo acariciaba mis ingles, mi culo... Su lengua se
abrió camino en mis labios vaginales en busca de mi "botoncito". Me
estaba dando un placer enorme chupando mi húmedo chochito,
llenándome con sus besos, sus caricias y sus chupeteos. Cuando su
lengua llegó al clítoris, hizo que mi cuerpo se estremeciera de gusto. A
partir de ahí una y otra vez sentía el palpitar de mi corazón
acentuándose en mi sexo y él no dejaba de chuparme. Le agarré la
cabeza y apretando mis piernas contra su cara, comencé un
movimiento acompasado de mis caderas hacia su cara sintiendo cómo
me estaba comiendo el coño... Tuve un orgasmo intenso, alucinante.
Después de haberme corrido, él no dejó de chuparme, lo que seguía
produciendo en mí un gran placer. Le sonreí. Nos besamos de nuevo.
- Mi turno -le dije cambiando de posición, colocándole tumbado en el
suelo sobre su ropa.
Aún no había visto su polla y estaba impaciente por tenerla entre mis
labios. Me arrodillé frente a él, tumbado como estaba en el suelo y
lentamente le saqué los calzoncillos. Su pene erecto como el palo de
una bandera botó frente a mi cara. Lo agarré por la base y con la punta
de mi nariz comencé a subir por aquel falo rozándole muy suavemente
desde los huevos hasta el glande. Eché su piel hacia atrás y le di un
besito en la punta. Jaime dio un pequeño gemido y yo le solté
haciéndole esperar ansioso el momento de comerle su polla. Me
levanté y me quedé observando su cuerpo. El tío estaba muy bueno,
con un cuerpo bien cuidado. Allí estaba, tumbado, completamente a
mi merced y estaba esperando que yo actuase. De pie como estaba me
contoneé acariciando mis caderas y apretando mis pechos entre mis
manos al tiempo que mojaba mis labios. Aquel espectáculo le gustaba
y empezó a masturbarse. Me agaché y cambié su mano por la mía
haciéndole un lento masaje en la piel de su pene. Le abrí las piernas y
con mis tetas empecé a rozar sus pies, sus muslos, rocé suavemente su
polla y subí con mis pezones dibujando su cuerpo hasta ponerle las
tetas en la cara. Después saqué mi lengua y, empezando por la frente,
fui de vuelta hacia abajo lamiendo su cara, sus labios, su cuello, su
pecho, su ombligo, el interior de sus muslos hasta llegar a sus tobillos,
de regreso a sus huevos que lamí suavemente y recorrí aquel falo.
- ¿Qué haces? -me preguntó alarmado.
- - - ¡Chssssss! -le contesté llevando mi dedo índice a los labios.
Me coloqué de pie con las piernas abiertas, sobre él, a los dos lados de
su cintura y comencé a hacerle un baile sensual agachándome hasta
casi rozar su erecto pene, pero sin tocarlo, cosa que le volvía loco, pues
estaba deseoso de follarme. Sudaba y temblaba con una enorme
excitación. Me coloqué en cuclillas sobre él, le agarré por la base del
pene y con la punta hice dibujos entre mis muslos. Él cerraba los ojos y
me suplicaba.
- Quiero follarte. Vamos, vamos, quiero metértela ya...
Yo le hice rabiar un poco más y volví a levantarme. Me di la vuelta y,
con las piernas abiertas como antes, bajé ofreciéndole mi espalda y
con mi culo rocé su polla. Con mis afiladas uñas arañaba suavemente
sus muslos. Yo me iba calentando más y más. Me volví de nuevo sobre
él y lentamente acerqué la punta de su pene a mi rajita siguiendo por
mi vello púbico, por mis ingles... Era el momento de la penetración
pues Jaime estaba desesperado y su cuerpo se arqueaba. Su cara y sus
palabras lo suplicaban. Puse su tenso miembro a la entrada de mi
chochito y lentamente, arrodillándome con suavidad, me lo introduje
por completo. Los dos gemimos y él incluso soltó un pequeño grito.
Puse mis manos sobre sus hombros y, flexionando las caderas con
suavidad, empecé a meter y a sacar aquella hermosa polla dentro de
mí.
- ¡Qué bien, qué gusto...! -decía yo una y otra vez.
Él solo alcanzaba a abrir los ojos de vez en cuando para ver cómo su
miembro se colaba en mi húmedo coño. Mis tetas botaban al compás
de aquel magnífico polvo...
Mojé mis labios, pues mi garganta se quedaba sin saliva. El ritmo se
fue acelerando poco a poco. Su glande casi salía por completo de mi
sexo y de repente volvía a entrar hasta el fondo. Mi culo chocaba
contra sus muslos. Nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos y su
polla entraba y salía con un ritmo más acelerado dentro de mi
chochito. Se paró de pronto y nos dimos la vuelta, poniéndome yo
debajo de él. Le abracé la cintura con mis piernas y él clavó su pelvis
contra mi sexo, perforándome de nuevo. Sus duras embestidas no
tardaron en darme un nuevo orgasmo, llegando a insultarle como
válvula de escape por el gusto que me estaba dando. Al oír mis
palabras y fruto de una gran excitación, se corrió con ganas en mi
interior inundándome con su leche. Yo notaba el calor de su semen
chocando contra las paredes de mi vagina. Nos quedamos abrazados
unos minutos y unidos.
- ¡Nunca olvidaré esto! - dijo
- - - Ha sido bonito ¿verdad? - contesté yo.
Continuamos abrazados, guardando esas sensaciones de placer en
nuestros ardientes cuerpos en lo que empezó siendo un simple beso.
Desde entonces no nos hemos vuelto a ver, pero guardaremos el
recuerdo de ese día para siempre.

Tácticas de venta

Hace aproximadamente unos tres años, yo me dedicaba a la venta de


productos informáticos para empresas, por lo que tenía que hacer a
diario visitas personalmente a fábricas, almacenes y oficinas de mi
ciudad. No es un trabajo especialmente agradable, ya que te pateas
todas las empresas del mundo y la mayoría de los días, como se suele
decir "no se vende una escoba" . Sin embargo, a veces se pueden
utilizar trucos y tácticas de venta muy útiles como la persuasión, la
seducción, el engaño, el chantaje, etc... Dicen que todo vale a la hora
de vender. Yo prefería por entonces utilizar mis propias armas de
mujer.

Me explicaré: Siempre me ha gustado llamar la atención a la hora de


vestirme, pero además para este tipo de trabajo era un "buen gancho"
el ponerse lo más sexy posible. Imagínate, yo por entonces tenía 21
años, muy llamativa, rubia, de pelo largo, ojos verdes, boca sensual,
buenas tetas, cintura estrecha, culo redondo, piernas largas... y hoy
intento conservar ese tipo, que bastantes sacrificios me cuesta , a base
de comer bastante poco (¡con lo que me gustan los dulces!) y de hacer
mucho ejercicio. En cierta ocasión, en una de mis visitas yo vestía con
mi atuendo sexy: una blusita brillante, ajustada, de color verde botella
con buen escote, una faldita corta de cuero negro que enseñaba
bastante mis muslos y unos zapatos de tacón. Me presenté a la
secretaria de recepción de una fábrica de cableado, me acompaño
hasta el despacho del jefe de informática y allí esperé a que me
atendiera el responsable, un tal Sr. Hernández.

La verdad es que el tío me hizo esperar más de una hora, porque al


parecer estaba en una reunión y eso que le había pedido cita con
antelación. Me entretuve ojeando alguna revista de informática y de
economía que había sobre una mesita, leyendo los diplomas que tenía
colgados en la pared, observando la foto de su mujer y sus dos hijas
que tenía sobre la mesa, y contando los adornos que tenía distribuidos
por aquella habitación. El despacho estaba en general bien decorado y
era bastante amplio, con un gran ventanal y muchos libros en una gran
estantería, un pequeño sofá, una mesa grande de despacho con dos
ordenadores y dos sillones frente al sillón principal. Me senté en uno
de ellos y encendí un cigarrillo.

Al rato (bastante rato) entró él, era un hombre de una edad


incalculable a simple vista, yo le echaba unos cuarenta años o quiza
más, ya que las chicas que aparecían en la foto aparentaban unos 16 o
18 años. Era fuerte, alto, moreno, con bigote y llevaba gafas. No era
excesivamente atractivo, pero... si lo que yo llamo un hombre
interesante. Vestía una chaqueta color canela, unos pantalones azules y
una corbata de jirafas entrelazadas, demasiado modernilla para su
edad. A pesar de que podía ser casi mi padre, aquel hombre me atrajo
desde el primer momento. Yo también le atraía porque nada más
verme se le ilumnaron los ojos, también es verdad que la minifalda
ayudaba bastante y su mirada fue más bien dirigida a mis piernas que
yo mantenía entrecruzadas. Me levanté para saludarle. Él se quedó un
poco sorprendido al verme. Su voz era cálida y agradable.

- Perdóneme señorita, he estado en una reunión y no he podido


atenderla antes, cuanto siento haberla hecho esperar.

- No se preocupe, estoy acostumbrada. - le contesté cortesmente.


- Por favor, siéntese y si no le importa ¿nos podemos tutear?.

- Encantada, a mi me resulta mucho más fácil si nos tuteamos.

- Estupendo, pues sientate, por favor. - me dijo señalando la silla que


estaba frente a él.

Despues de desnudarme con la mirada, se sentó en su sillón y yo hice


lo mismo en el mío. El caso es que fuimos conversando al principio de
cosas sin importancia, como el tiempo y esas cosas, me ofreció un
refresco, luego un cigarrillo y al rato me pidió que le fuera enseñando
los productos de mi empresa. Me levanté, cogí mi cartera y me situé de
pie a su lado, nada más hacerlo , de reojo "inspeccionaba" toda mi
silueta, deteniéndose en mi escote y mis piernas que yo movía
sensualmente con intención de provocarle. Saqué los catálogos y
empecé a enseñarle las fotografías de todos los productos que
pretendía venderle. Los productos en cuestión eran desde filtros
protectores, alfombrillas, ratones, kits de limpieza, etc., hasta
ordenadores, impresoras, y todo eso. Fui mostrándole todos los
productos página por página y comentando sus características y
precios. Yo seguía haciéndole algun movimiento sensual de los míos,
para que fuese poniendose más "alegre" y asi poderle vender más
cosas. Ya sé que esta táctica de ventas es un poco a traición, pero es
muy efectiva y muchas mujeres deberían aprovecharla mejor para dar
mayores beneficios a sus empresas. Solo es cuestión de ponerse
atractiva, hacer cuatro o cinco movimientos sensuales y "echarle
morro".

Mientras me agachaba a coger de mi maletín otro folleto, me dijo:

- Oye, perdona... ¿sabes que eres una preciosidad?

- Gracias. - respondí con una sonrisa de agradecimiento.


De pie como estaba, yo movía las piernas cambiando de postura y él
sudaba observándome y aguantandose por no meterme mano en
algún momento. Volvió al ataque:

- Perdona, pero es que te estoy mirando y tienes un cuerpo


maravilloso...

- Vamos, veamos las fotos. - contesté intentando disuadirle, aun


sabiendo que él no se iba a rendir facilmente.

Llegó un momento en el que se le veía más excitado, incluso podía


notar su erecto pene a través del pantalón.

Le puse más a prueba y le dije:

- Si no te importa, me voy a sentar en la mesa, para estar más cómoda,


y mientras te voy enseñando los catálogos, porque de pie es algo
incomodo...

- No, no, claro. - contestó él muy contento.

Asi que me senté sobre la mesa prácticamente frente a él, crucé las
piernas a pocos centímetros de su cara, hice mis movimientos super
sexys y le sonreí , pero ya os podéis imaginar : la postura de una joven
sexy en minifalda, sentada sobre su mesa al alcance de su mano, pudo
más que él, y tan acalorado como estaba, no se pudo resistir más y me
acarició una de las piernas desde la rodilla hasta el muslo. Le tenía en
el bote.

- ¡ Oye ! ¿que haces? - protesté yo enfadada mientras le retiraba la


mano.

- Perdona... - se disculpó él - pero fue un arranque de locura...

Seguimos viendo fotos de los productos en sus distintas categorías y


formas. De nuevo me miró las piernas y el escote y me preguntó:

- Tu te llevarás una buena comisión por todo esto ¿no?

- Bueno, eso depende del volumen de venta. - le contesté .

- Yo te haría un pedido, pero claro, tus precios son más elevados que
los de la competencia, si no me ofreces algun descuento o alguna
ventaja... - comentó con ironía.

Sin apenas darse cuenta estaba cayendo en la trampa. Con cara de


inocente le dije:

- Descuento no puedo ofrecerte, ya que los precios son muy ajustados,


y ventaja... no se me ocurre...

- Bien... - dijo él cortándome- yo tengo en la empresa unos 90 ó 100


equipos a los que les haría falta unos filtros protectores para
monitores....sería un buen pedido ¿no crees?

Hizo una pausa. Se arrascó la cabeza y siguió:

- ...quizas por 90 ó 100 filtros...

- Por 90 ó 100 filtros ¿que? - pregunté con impaciencia.

- Pues que si....¿me enseñarías tus braguitas? - preguntó de repente.

Le mire con cara de sorprendida.

- ¿Como?. Vas muy directo ¿no? - le dije.

- Bueno... tu sacarías beneficio y yo lo sacaré viendote a ti.

- Para nada, olvidate de ello. - contesté rotunda.


- Anímate chica, recuerda la comisión...

- No , yo no hago ese tipo de cosas, me parece una pasada.

Estaba muy excitado y cada vez más empalmado, su "bulto" quería


salirse del pantalón a toda costa.

- Recuerda, son 90 ó 100 filtros... - insistió.

Yo me estaba poniendo excesivamente dura con él.

- No me parece buena idea, además, podría entrar alguien... - le dije.

- No hay nadie, se han ido todos a comer, estamos solos. Solo está el
vigilante y no nos molestará - contestó rotundo.

- Me da vergüenza - insistí de nuevo muy recatada.

- ¡ Vamos bonita ! - me animó - recuerda que sacaras una buena


comisión...

Me hice un poco la remolona, pero seguí su juego que al fin y al cabo


era el mío, total la cosa no podía acabar muy lejos, o al menos eso
creía yo.

- ¡ Esta bien ! , tomaré nota de 100 filtros. - respondía yo mientras


apuntaba el pedido en cuestión.

Ya no le hice esperar más y 100 filtros me parecía justo por verme solo
las bragas, asi que me levanté de la mesa, me solté los botones de la
falda, me la bajé lentamente y me la saqué por completo. Se quedó
boquiabierto al verme con mis braguitas de encaje negro que eran
bastante pequeñitas con un lacito en el centro y lanzó sus manos hacia
mis caderas.
- ¡ Las manos quietas ! - le increpé.

- Esta bien. Veo que me va a costar caro, ¿por 100 alfombrillas y 100
ratones nuevos podría ver tu sostén?

- No sé... - comenté yo.

- Vamos mujer, que te haré un buen pedido, ya veras...

- De acuerdo. Pero solo eso ¿eh?

Asi lo hice, me solté los botones de mi blusa y a través de mi escote le


enseñé mi sosten igualmente negro, igualmente sexy e igualmente
ajustado y diminuto, con su lacito en el centro.

- Venga, sácate la blusa - me rogó bastante nervioso.

No quise hacerle esperar mucho más y me quité la blusa por completo


quedándome en ropa interior frente a aquel hombre que se iba
poniendo cada vez mas nervioso.

- 100 alfombrillas y 100 ratones... - comentaba yo mientras tomaba


nota del nuevo pedido.

Se quedó observandome de arriba a abajo durante un buen rato.


Estaba claro que lo que más le interesaba en ese momento era
desnudarme más que la compra de cualquier cosa.

- ¡ Que cosa más linda ! - me soltó con admiración que yo agradecí


con una inclinación de cabeza y con un sonrisa.

Hice un giro.

- ¿ Te gusto? - le pregunté con carita de niña buena.


- Me encantas... Dime ¿Que tengo que comprar por quitarte esa ropa
interior ? - me preguntó.

- ¿Por quitarmelo todo? - le pregunté alarmada.

- Si, amor... dime, ¿cuanto me costaría que te desnudara?

- ¡ No! De eso ni hablar. Creo que eso ya es demasiado. Mejor lo


dejamos asi... - dije yo , consiguiendo impacientarle, mientras recogía
mi blusa dispuesta a ponermela.

- Vamos, sabes que estoy en tus manos. Por favor, dime ¿Cual es el
pedido por quitarte yo mismo ese bonito conjunto negro?

Me quedé pensativa, intentando averiguar hasta donde llegaría todo


aquello. Lo cierto es que nunca me había lanzado tanto, pero la
situación aparte de haber llegado bastante lejos me iba excitando cada
vez más, me apetecía mucho darle ese gusto, además de cobrarme una
buena comisión,... como esa hasta entonces ninguna otra.

- Yo no me desnudo así como así, delante de nadie. - dije rotunda


negando con la cabeza.

- Pero mi vida, tu pones el precio. Puede ser mucho dinero para tu


empresa, lo que significará mucho dinero para ti.

- ¿Seguro? - pregunté

- Si, venga, ¿que tengo que pedir por desnudarte?

Volví a pensar mirando hacia el techo.

- ¡ Esta bien ! - dije - El precio son : ¡ 50 impresoras láser !


- ¿Como? - preguntó asustado.

- Pues eso... ¡ 50 impresoras !.

- Cariño, creo que te has pasado.

- No, no me he pasado. Ese es el precio para que me quites la ropa, asi


que... tu mismo.

- Mejor lo dejamos en 30 impresoras... - me dijo.

- 40 y cerramos el trato. - respondí.

No lo dudó por mucho tiempo y asintiendo con la cabeza, dejó que


tomara nota del nuevo pedido y nos colocamos en pie el uno frente al
otro. Se pasó la lengua por los labios relamiéndose de gusto,
preparado para despojarme de mi conjunto negro. Primero me bajó
los tirantes del sujetador y con maestria lo desató por completo en un
"visto y no visto". Mis tetas se le aparecieron redondas duras y con los
pezones erectos. Las admiró durante un rato como si fuera un pastel
en un escaparate.

Algo más nervioso, se arrodilló ante mí y metiendo sus manos en los


elasticos de mis braguitas, fue bajando estas por mis muslos hasta
sacarmelas por completo, admirando mis piernas a medida que
avanzaba hacia mis pies.

Toda desnudita me quedé frente a él. Con sus ojos recorría mi cuerpo
por entero y muy especialmente en mi sexo que estaba muy
recortadito con una linea de vello negro alrededor de la rajita.

- ¡ Pareces un sueño ! - dijo. ¡ Eres preciosa !

Esas palabras me hicieron sentir un escalofrío de gusto que recorrió


todo mi cuerpo, sintiendo como mi chochito se humedecía.
- ¿ Que te parece si aumentamos el pedido en otras 40 impresoras de
chorro de tinta a color ? - le pregunté mientras me pasaba la lengua
por los labios y acariciaba mis pechos, mi cintura y mis caderas con
toda la sensualidad del mundo.

- ¿ A cambio de que?- preguntó intrigado

- Pues te desnudo yo a tí y dejaré que me acaricies. ¿Te parece caro?

- Me parece que estoy soñando. Toma nota y empieza ya. - dijo él muy
excitado.

Le saqué la chaqueta y sus manos agarraron suavemente mi cintura,


tenía las manos frías y sudorosas, acariciaba con sus manos mis
caderas, luego le solté la corbata y me acarició la espalda, le solté el
cinturón y los botones de la camisa mientras sus manos acariciaban
mis pechos como si estuviera haciendo una masa de harina. Se le veía
muy nervioso. Le quité la camisa y le baje los pantalones. Me arrodillé
frente a él y muy despacito fui bajandole los calzoncillos poniendose
frente a mi cara una gran polla tiesa como un arbol. Le empujé hasta
su sillón y se sentó, yo continuaba de rodillas y comencé a hacerle
caricias por sus piernas, por sus muslos, por su ombligo, sus pechos,
sus brazos, rozaba sus ingles... a cada una de mís caricias su pene daba
un bote deseoso de participar en el juego.

Pude observar como se concentraba en mi masaje y cerraba los ojos.


Seguí acariciándole. Tenía un cuerpo bonito, bien proporcionado y
cuidado, seguramente practicaba deporte habitualmente, ya que tenía
una buena musculatura. Por otro lado estaba muy bien dotado con un
pene que sobrepasaba la media. Le agarré su erguida verga por la base
y con una sonrisa malévola le pregunté.

- ¿Te gustaría que te comiera la polla?


Me sonrió.

- ¿Estas de broma?, es lo que más deseo en estos momentos. -


respondió con la voz temblorosa.

- Te costará... 25 ordenadores portátiles.

Ni siquiera discutió el precio ni la cantidad. Apunté el pedido, volví a


arrodillarme frente a él que seguía sentado en el sillón. Le agarré su
tieso miembro y suavemente empecé a chuparle los huevos, con mi
lengua fui subiendo por todo su polla, notando como brotaban sus
primeras gotas por la punta, las relami, notando su dulce sabor.
Aquella polla fue creciendo a medida que mi lengua trabajaba sobre
ella, primero chupaba el glande por la base, luego metía la puntita en
mi boca, luego le chupaba de nuevo a lo largo de todo el pene y volvía
a la punta sin llegar a metermela entera.

- ¡Cómemela ya ! - me gritaba desesperado.

Quise darle más gusto haciéndole desear ese momento de


introducirme toda su polla en mi boca. Seguí acariciandole los muslos
mientras mi lengua recorría su dura verga. Iba una y otra vez desde la
punta hasta la base y viceversa recorriendo aquel pene con la punta de
mi lengua. Él me acariciaba el pelo, las cejas, las mejillas. Se le veía muy
excitado. Su polla seguía emanando sus fluidos por el glande y yo los
degustaba todos. Era un sabor rico, entre dulce y amargo.

Decidí no hacerle esperar mucho más y me metí todo el glande en la


boca. Su respiración paso de ser acelerada a casi fatigada. Apreté
fuertemente los labios notando todo su perímetro entrando en mi
boca. Empecé a bajar y a subir hasta la mitad del erguido falo,
guardándome el resto para el final. Seguí apretando mis labios para
ofrecerle el mayor placer posible. Me lo agradeció una y otra vez.

- ¡ Que maravilla, que gusto me das !... Nunca me lo habían hecho así.
Seguí en mi labor de entrar y salir hasta la mitad de su miembro, pero
noté como estaba a punto de eyacular y decidí entrar y salir pero más
a fondo, como si fuera ganando terreno cada vez más. Yo notaba
como aquello le producía un gusto enorme, por fin metí todo aquel
trozo de su cuerpo en mi boca, notando el glande en mi paladar y fue
el momento en el que no pudo aguantar más y se corrió con fuerza en
mi boca. Noté chocar todo su semen en mi garganta, mis dientes y mi
lengua. Practicamente llenó mi boca con toda su leche. No pude
tragármelo todo porque se me desparramaba alguna gota por la
barbilla y el cuello. Me relamí los labios por si pudiera quedar algún
resquicio en ellos de ese mágico fluido. Después terminé de limpiarle
todo su miembro con mis labios. Me incorporé de pie y abrí las piernas
dejandole a la vista mi coño. Se quedó observando toda mi desnudez.
Le pregunté:

- ¿Te ha gustado?

- ¿Que si me ha gustado? . Ha sido... ¡ Memorable ! - me dijo con


admiración.

Me sentí halagada. Volví a pasar la lengua por mis labios recogiendo


las ultimas gotas y le contesté sonriendo:

- Gracias.

Siguió observándome.

- ¿Completamos el lote y te como ese precioso coño...? - dijo eufórico


señalando a mi ardiente sexo.

- Apuntaré 10 ordenadores completos con CD-ROM. - comenté


tomando nota en mi bloc del nuevo pedido.

Me tumbé sobre la mesa poniendo mi coñito en el borde, mientras


abría las piernas. Acercó su sillón de ruedas y puso su cara a unos
centímetros de mi húmedo sexo. Se quedó un buen rato mirándolo,
observando cada centímetro, explorando cada curva, cada pelito,
olisqueándome... Luego posó una de sus manos en mi monte de
venus, rozando con su pulgar mi vello. Sentí un escalofrío y al mismo
tiempo mi chochito soltaba los jugos del placer.

Mientras acariciaba mis zapatos de tacón negros como si fueran de


cristal, con su lengua recorría lentamente una de mis piernas, desde el
tobillo hasta el muslo, volviendo a bajar por la otra pierna en sentido
contrario, volvía a la otra, haciendome unas medias con su saliva, hasta
llegar a mis ingles depiladas, donde yo no pude reprimir un gemido,
que el agradeció acariciando suavemente mis tetas con unas caricias
que rodeaban los pezones que se endurecían entre sus dedos y mi
sexo no dejaba de emanar más y más líquidos, hasta que puso sus
labios casi pegados en mi coño, por un momento creí que le hablaba
porque le oía decir cosas extrañas, de pronto pegó sus labios en mi
rajita y con su lengua recogió el flujo que yo no dejaba de emanar, me
miraba a los ojos con ternura y me sonreía, volvía una y otra vez con su
lengua y yo sentía dentro de mi un placer intenso, notaba como me
bombeaba el corazón con fuerza y notaba mis pulsaciones en el
clítoris, con sus ardientes labios me comió literalmente todo el coño
restregando su nariz contra mis pelitos y moviendo la cabeza como si
fuera un hambriento, yo le agarré por la cabeza para sentirlo contra mí,
su lengua empezó a acaricar mis labios vaginales de arriba a abajo,
luego de abajo a arriba y cada vez, mas profundamente, intruduciendo
su lengua en mi vagina y notando todo su aliento sobre mi excitado
clitoris que reaccionó y noté como mis pulsaciones se aceleraban y
como todo mi cuerpo comenzaba a sudar hasta que llegué a un
orgasmo que recorrió todo mi interior.

- ¡ Mmmmmmmm !, ¡ que gusto!, ¡ que rico ! - gemía yo.

Fue todo muy rápido, pero él no dejó de chuparme y de acariciarme


por todo el cuerpo, sus manos pasaban por mis muslos, por mis tetas,
por mis caderas y por mi cara y al mismo tiempo no dejaba de
lanzarme frases de admiración. Todo aquello provocó en mi un
segundo orgasmo que aunque con menos intensidad, fue tambien
maravilloso.

Me quedé con los ojos cerrados durante un rato.

- ¿Que tal? - me preguntó, aun sabiendo que me había hecho gozar


como a una loba.

- ¡Fantástico! - respondí satisfecha.

- ¿Seguimos? - preguntó con ganas de completar la faena.

Yo sabía que aquello no se iba a quedar así, pero quise ponerle aun
más cachondo y excitarle a tope.

- No. Creo que ha sido suficiente - le dije mientras me incorporaba e


iba recogiendo mi ropa.

- ¡Vamos muñeca!, apunta 30 o 40 aparatos más o lo que tu quieras


pero yo te tengo que follar.

Mientras me decía esto, su miembro iba creciendo alegrándose de las


palabras de deseo de su dueño.

- No, lo siento, yo solo dejo que me folle mi novio. - le mentí, ya que


por entonces yo no tenía pareja.

Me dirijí hasta una de las sillas colocándome el sostén, haciéndoselo


desear de veras. Se abalanzó sobre mi y practicamente me arrancó el
sujetador llegando a romper los corchetes. Me agarró con fuerza por
los brazos y me empujó contra la librería que tenía al fondo de aquella
habitación.
- ¡ No me vas a dejar así, puta ! - me gritó.

Yo gozaba viéndole fuera de sus casillas y me había dado tanto gusto


al comerme el chochito que estaba como loca por que me penetrara.
Pero aun así me hice la dura.

- ¡ No por favor ! - le decía mientras intentaba zafarme de él.

Me agarró por las manos y las subió por encima de mi cabeza mientras
su boca comenzó a morderme las tetas, dándome mucho gusto y al
mismo tiempo algo de daño. Me sentó en una de las baldas de la
librería que casualmente situaba a la misma altura nuestros
chorreantes sexos. Me abrió las piernas. Yo seguía empujándole y
arañándole sin apretar demasiado, cosa que le hizo enloquecer aún
más, se agarró su duro pene por la base y colocó su punta en mi coño,
al hacer esto sentí un gusto increíble humedeciéndome a tope.
Entonces le agarré por el culo e hice que se metiera dentro de mí. Se
coló sin problemas y yo notaba como la largura de aquella preciosa
verga se introducía en mí. Los dos empezamos a gemir y a acariciar
nuestros cuerpos, yo su espalda, su cuello, su culo, sus muslos y él mis
caderas, mis tetas, mis piernas. Permaneció unos segundos con toda su
polla dentro de mi, tensando su musculatura. Comenzamos con un
ritmo acompasado, primero lentamente y luego acelerado, volvíamos a
frenar el "bamboleo" y luego volvíamos a acelerar. ¡Que gusto! ¡ Que
bien me estaba follando aquel tío! ¡ Que hermosa polla tenía dentro de
mí ! ¡Deseaba que aquello no acabara nunca!... Nuestros cuerpos
sudaban envueltos en un maravilloso polvo. Apreté los músculos para
apretar ese falo en mi interior.

¡ Que bien me follas cabrón !. ¡ Como te siento dentro de mí !.

Mis propias palabras y lo bien que me estaba jodiendo aquel hombre


hicieron que tuviera un orgasmo fantástico que hizo que soltara
gemidos y gritos como si fuera una gata en celo. Notaba como la boca
se me quedaba seca, como los pezones se me endurecían, y como mi
coñito se estremecía de placer.

Mis gemidos hiceron que él llegase al climax y poniendo los ojos en


blanco se corrió en mi interior como un chaval. Sacó su pene
chorreante de mi cueva y esparció la leche que le quedaba por mis
muslos y por mi pubis.

Nos abrazamos y nos entregamos en un dulce y profundo beso que


entrelazó nuestros labios y nuestras lenguas.

Me quedé observándole y sonriendo le dije:

- No es necesario que hagas este pedido, he disfrutado como pocas


veces, ha sido realmente excitante...

- De ninguna manera, ese pedido está hecho y te lo has ganado


preciosa, tú si que me has hecho gozar, follas de maravilla

Nos vestimos y después de hacerlo nos fumamos un cigarrillo,


terminamos con otro ardiente beso y nos despedimos con un cordial
apretón de manos.

Aquella táctica de venta me sirvió para hacer una buena venta y al


mismo tiempo para sentir una explosión de placer....

Tú y yo

Esta vez no he tenido que esperar otra semana para verte y... no sé si
por azar, porque me has seguido o porque el destino asi lo ha querido,
pero nos hemos vuelto a encontrar.
Yo estaba mirando en el mercadillo artesanal alguna pieza de
porcelana para hacerle un regalo a una de mis mejores amigas, Esther,
que se casa dentro de unos días. De pronto noté como un pinchazo en
el pecho, podía detectar tu presencia sin nisiquiera haberte visto, pero
sabía que estabas cerca. Destilabas un olor o una electricidad que mi
cuerpo y mi mente capturaban. Me volví y alli estabas, cuatro o cinco
puestos más atras que yo. Disimulaste, pues no esperabas mi reacción,
aparté la vista de tí un momento y no pude evitar soltar una pequeña
carcajada, mezcla de los nervios y de la situación.
Seguí dándote la espalda, imaginando como seguías con tu vista mi
silueta: mi blusa blanca estampada, mi cintura al aire, mis pantalones
color marron, muy ceñidos y unos zapatos de plataforma con tacon.
Sin poder evitarlo nos perseguíamos entre los tenderetes, como esa
historia de amantes en Marruecos, que se encuentran entre los puestos
del zoco.
Tu llevabas un pantalon vaquero que te sentaba de maravilla,
marcando tu culo y una camisa de cuadros con las mangas
remangadas, dejando al descubierto tus fuertes brazos.
De nuevo, mi corazón parecía salirse de mi pecho, pues mis
pulsaciones se aceleraban continuamente, mis manos sudaban, mi
vello se erizaba y mi sexo se humedecía y palpitaba, deseoso de
sentirte.
Como me gustaría que las cosas fueran más fáciles y poder expresarte
cuanto te deseo, como estoy de loca por ti, cuanto quiero sentirte,
abrazarte, besarte, chuparte... pero algo nos frena a los dos, quizás el
miedo al rechazo del otro, quizás pudor, quizás al engaño a nuestras
respectivas parejas, aunque en ese momento todo se vuelva turbio,
todo es secundario, todo es borroso, menos tu y yo.
Te acercaste mucho más a mi, yo esperaba ansiosa tus palabras, queria
oirte decir cosas como: "nena, quiero poseerte", "quiero follarte",
"quiero que nuestros cuerpos se fundan"... pero tus palabras no
salieron de tu boca, aunque se que lo pensabas o asi quería yo que
fuera.
Preguntaste por el precio de algo al vendedor del puesto en el que yo
estaba y por primera vez oí tu voz, cálida, transparente, varonil y que
yo sentí sensual.
Otra vez me observaste, te miré y te sonreí como diciendo "¿que
hacemos aqui?", "vayamos a un hotel y hagámoslo"... Tampoco esas
palabras salieron de mi boca.
De nuevo nos perdimos entre la gente.
Llegué a casa muy excitada, tanto que me metí en la ducha con la
intención de rebajar mi acaloramiento, pero desnuda como estaba,
imaginaba tus manos recorriendo mi cuerpo y tu lengua saboreando
mi piel. Mientras mis dedos se introducían en mi ardiente sexo,
imaginaba que era tu polla la que lo hacía, imaginando como tu
glande se pasaba por mis labios vaginales y como me besabas y
mordías los pezones, tuve un orgasmo profundo que sentí maravilloso
y tu no te apartabas de mi mente.
Creo que soy víctima de una hipnosis o algo parecido, quiero quitarte
de mi cabeza, pero no puedo...
........................
Después de nuestro encuentro en el mercadillo, empezaba a ver claro
que aquello era más que casualidad. Cuando comenzaste a alejarte,
rodeé los puestos sin perderte de vista. No vivías muy lejos de allí.
Vi como entrabas al portal, y esperé hasta que vi luz en una ventana.
No iba a ser dificil saber cual era tu puerta.
Volví a casa, y tras intentar leer un libro sin éxito, me metí en la ducha,
tan excitado como el día anterior. Toda esa tarde, y el día siguiente, lo
pasé esperando que llegase el atardecer, imaginando tu cuerpo
desnudo, como podría ser acariciarte, besarte recorriendo todo tu
cuerpo hasta llegar a tu coñito, que imaginaba muy recortadito,
deslizar la lengua por sus labios, sintiendo su sabor ligéramente
salado.
Al atardecer, llegué a tu casa, y me colé en el portal. Si no había
calculado mal, en el segundo piso estaba tu casa,y como sólo había
una puerta, no podía equivocarme. Me senté en el rellano, en la parte
superior, a esperar. Sabía que era una chiquillada, y que podía estar
esperando durante días, que podías vivir con alguien, que me podía
meter en un lío... pero merecía la pena.
Después de dos horas que me parecieron dos días, pude escuchar
pasos en la escalera. Una sola persona. Efectivamente, eras tú. Metiste
la llave en la cerradura, mientras yo contemplaba tus piernas largas,
perfectas, y como la blusa blanca, atravesada por la luz de la ventana
de la escalera, transparentaba tu sujetador, y marcaba la cintura,
envolviendote al mismo tiempo en un halo dorado. Pensé que lo
último que podías ser era un ángel, eso seguro. Abriste la puerta
cuando te saludé.
-Hola...
Diste un pequeño respingo, pero volviste la cabeza despacio. Por la
forma en la que me mirabas, habías reconocido mi voz. No llevabas las
gafas de sol, y por primera vez podía contemplar tus ojos, verdes, que
me miraban intentando aparentar indiferencia o sorpresa, aunque un
brillo en el fondo te delataba.
-¿Qué haces ahí?
- Te esperaba.
- ¿Qué quieres?
- Contemplarte un poco más. El autobús y el mercadillo me han sabido
a poco.
Tal como estabas, apoyandote con un brazo en el marco de la puerta,
con las piernas cruzadas, y la luz dandote de medio perfil, resultabas
absolutamente irresistible. Por la forma en la que sonreías, vi que te
sentías halagada.
- Ah, muy bien. ¿Y qué esperas, que me quede aquí parada toda la
tarde para que tu me contemples? No soy una estatua de las del
parque. ¿Crees que soy como ellas?
- No puedo saberlo, las estatuas del parque están desnudas, no puedo
comparar en igualdad de condiciones.
Ibas a replicar, cuando bajaste la mirada al suelo durante un instante, y
después volviste a mirarme, con un brillo ambiguo.
- Qué estás insinuando... ¿Estás loco? Ni siquiera te conozco, ni siquiera
se como te llamas. Debería meterme en casa y cerrar la puerta de una
vez.
- Puedes hacerlo...o puedes....
- Estás loco, definitivamente...
Te giraste para entrar, abriendo la puerta del todo. Cuando ya estabas
dentro, te diste la vuelta lentamente. Vi que calculabas que en
cualquier momento podías cerrar la puerta antes de que yo llegase
hasta donde estabas. Y me miraste...no puedo olvidar esa mirada. A
veces me parece que era muy dulce, como si quisieras besarme, y al
mismo tiempo salvaje, de animal en celo. Lentamente, dejaste caer el
bolso al suelo. Muy despacio, te desabrochaste la minifalda, que cayo
al suelo sin hacer ruido. Te acariciabas las piernas, sonriendome con
complicidad, haciendo oscilar las caderas, moviendote despacio, como
al ritmo de una música que sólo escuchabas tú. Giraste hasta darme la
espalda, levantando los brazos por encima de la cabeza, y dejandome
ver unas braguitas negras que se adherían al culito más bonito que
había visto en mi vida. Sin darte la vuelta, giraste la cabeza, supongo
que para comprobar el efecto que estabas haciendo en mí.
Metiste la mano por debajo de la blusa, y sin quitartela, te
desprendiste del sujetador, que cayó al lado del bolso y la minifalda.Te
volviste hacia mí, poniendo las manos sobre el pecho, como
cubriendote las tetas, deslizandolas despacio hacia abajo. Cuando tus
manos estaban a la altura de la cintura, pude ver que tenías los
pezones muy duros, y que se marcaban bajo la blusa. Tiraste de ella
hacia arriba, y dejaste al descubierto tus tetas, redondas y hermosas
como las había imaginado en el autobús.
Las acariciabas suavemente, y en tú mirada me parecía ver que me
decías que me acercara y las acariciara yo. Tus manos bajaron hasta la
cintura, recorriendola primero, y después deteniendose sobre el sexo.
Dudaste durante un momento, y después deslizaste un dedo por
debajo de la braguita. Muy lentamente, y sin dejar de bailar, me
dejaste contemplar como te acariciabas. Yo creí que iba a explotar.
Tenía una erección tremenda, y me sentía como si mi polla fuera a
romper el pantalón vaquero.
Me pareció que ya no aguantaba más, estaba pensando en levantarme
e ir hacia ti, cuando de repente, oimos ruidos de pasos en la escalera.
Me asomé hacia abajo, y escuche detrás de mí como recogías a toda
prisa la ropa, y cerrabas la puerta de repente. Estaba claro que no
podía quedarme allí, e hice como que bajaba las escaleras,
cruzandome con dos personas que subían. Salí a la calle, y miré hacia
arriba.
Probablemente estarías mirando por la ventana, pero ya no me atrevía
a subir otra vez. Volví caminando hacia mi casa, intentando reconstruir
lo que había ocurrido, que todavíano terminaba de creer.
.........
Definitivamente creo que estoy loca, sin conocerte de nada, me he
quitado casi toda la ropa delante tuyo, he querido que me dedicaras
esas miradas de deseo y creo que han causado el efecto esperado, he
podido notar como tu polla quería salirse del pantalón. Justo cuando
iba a mostrarme desnudita por entero solo para ti, alguien nos
interrumpió y nos quedamos con las ganas.
Apenas cerré la puerta tras de mi, pude oir tus pasos acelerados
bajando la escalera. Yo estaba con un calentón tremendo y no quería
que aquello fuesa una historia interminable, a pesar de saber que
estaba cometiendo la locura más grande de mi vida.
Precipitadamente me puse la blusa y la falda y dejando el sostén, bajé
las escaleras aún más deprisa que tú, mientras mi cabeza no paraba de
decir : "no me vas a dejar así, quiero que me devores, quiero comerte
entero, quiero que me folles... ".
Llegué a la calle, fui hasta mi coche y arranqué sin saber donde
dirigirme. Estaba realmente excitada y nerviosa, necesitaba
encontrarte, necesitaba volver a verte...
Cada vez me desesperaba más, la calle estaba abarrotada de gente y
no te veía, no te distinguía entre el gentío, mientras conducía entre las
calles cercanas a mi casa buscandote. En mi desesperación paré en un
semáforo y dándome cuenta que no había nada que hacer, apoyé la
cabeza en el volante y lloré como una chiquilla, como esa niña a la que
se le ha roto una muñeca. ¿que me pasa? ¿estoy sufriendo un
encantamiento? ¿que le ocurre a mi mente y a mi cuerpo?
Todas esas preguntas martilleaban en mi cabeza, intentado buscar una
explicación a mi absurdo comportamiento infantil.
De pronto se produjo el milagro, cuando el semáforo se puso en verde,
alguien llamó a la ventanilla, cuando giré la cabeza, no pude más que
sonreirte y sentirme feliz, eras tu, si TU , pero esta vez no te ibas a
escapar...
- Anda sube - te dije mientras te abría la otra puerta .
Rapidamente subiste al coche y sonriendome con dulzura me dijiste :
- Hola otra vez.
A partir de ese momento, apenas dijimos nada ninguno de los dos, yo
conducía sin saber exactamente donde ir y tu no dejabas de
observarme. De vez en cuando yo te miraba de reojo y tu bulto bajo el
vaquero delataba tu excitación.
Me acordé de un aparcamiento subterráneo con tres plantas que
podría servirnos para estar juntos sin que nadie nos molestara. Al
llegar saqué la ficha de aparcamiento y bajamos hasta la tercera planta
en donde apenas había cuatro o cinco coches dispersados por el
enorme parking. Aparqué en el fondo y apagué el motor.
-¿ donde lo habíamos dejado ? - te pregunté toda insinuante
Sin dejar que me respondieras, me fui desabrochando la blusa
lentamente hasta quitármela por completo. Mis tetas salieron jubilosas
mientras tu ibas desabrochando tu camisa. Solté el botón de mi falda y
me despojé de ella. Recliné mi asiento y te ayudé a quitarte el vaquero.
Bajo tu calzoncillo podía verse algo que quería salirse de tu prenda y
jugar conmigo.
No podía esperar más, quería verte completamente desnudo, quería
ver tu enorme polla y comérmela. Te saqué el slip , dejándote desnudo.
Te observé detenidamente, me parecías aún más guapo, así desnudito
como estabas, tu cuerpo es aún más hermoso de lo que había
imaginado y tu polla preciosa, ni grande ni pequeña y aunque te
parezca una tontería me pareció muy bonita.
Te abalanzaste sobre mi tumbándome en mi reclinado asiento, me
bajaste lentamente las braguitas observando con detenimiento como
aparecía todo mi cuerpo desnudo frente a ti. Parecías estar
grabándome en tu cabeza, cuando te echaste sobre mi y me besaste
en los labios, despues nuestras lenguas jugaron dentro de nuestras
bocas y cerrando los ojos hicimos nuestro deseo realidad.
Volviste a incorporarte y a mirar mi cuerpo con detenimiento. Mi coño
bien recortadito y húmedo se te ofrecía apetitoso y abriéndome las
piernas comenzaste a besarme por el interior de mis muslos, yo
cerraba los ojos, pero los volvía a abrir, pues no quería dejar de
mirarte, no quería perderme tu cara metiéndose entre mis piernas, esa
visión es la que siempre había soñado. Tu lengua rozó los pelitos de mi
pubis y tus manos subiendo por mis muslos y mis caderas, acariciaron
mi ombligo llegando hasta mis tetas. tus dedos rozaban mis duros
pezones y un gran escalofrío recorrió mi cuerpo. De pronto, con tu
lengua llegaste hasta mi clitoris y chupando mis labios vaginales,
lograste hacer correrme como una posesa, yo me agitaba mientras
agarraba tu cabeza y acariciaba tu pelo. No dejaste de besar ni de
chupar mi sexo, parecías disfrutar mucho haciéndome eso.
Pero yo quería comerte a ti . Me incorporé y empujándote sobre el
sillón cambié las posiciones colocándome yo sobre ti. Esta vez recorrí
yo tu cuerpo con mi mirada al tiempo que acariciaba con la palma de
mis manos tu torso y tu cintura, con mis afiladas uñas apretaba tus
tensados músculos. Me eché sobre ti y te besé. De nuevo nuestros
labios se mordieron y nuestras lenguas se mezclaron en un profundo
beso.
Podía notar bajo mi ombligo tu enorme polla deseosa de ser
destrozada y la cogí con mi mano y empecé a masturbarte. Me
arrodillé frente al sillón y la puse cerca de mi cara sin dejar de pajearte.
Nunca había sentido tantas ganas de meterme un pene en la boca y
sin dudarlo comencé a besarle agarrándote de la base con mi mano.
Rodeé tu glande con mi lengua con círculos concéntricos. Mi saliva se
mezclaba con tus jugos que yo lamía y saboreaba. Me introduje todo
tu miembro en la boca, hasta notar como rozaba casi mi garganta y así
permanecí unos segundos, con toda tu verga dentro de mi boca.
Entonces con suavidad fui sacandola hasta la punta y apretando mis
labios volví a bajar sobre ella. Con una de tus manos acariciabas mi
culo y yo seguía metiéndome tu polla lentamente en la boca,
sintiéndola, disfrutándola. Aceleré el ritmo, tu no querías cerrar los
ojos, pues querías tambien ver mi cara y mi boca devorando tu tiesa
daga. No pudiste aguantar más el orgasmo y justo cuando saque mi
boca y mi lengua de tu glande te corriste con fuerza, soltando chorros
de tu leche sobre mi lengua, mis labios, mi cara, mi pelo. Me pusiste
perdida y yo tenía un gusto tremendo de ver como te estabas
corriendo sobre mi cara. Con tu glande golpeé mi lengua y aún
soltaste algún chorro que se perdía en mi garganta.
Me agarraste por la cintura e incorporándote me besaste a modo de
agradecimiento. Yo te sonreí y casi sin hablar nos dijimos todo con
nuestras miradas.
Nos preparabamos para culminar nuestra deseada fiesta, cuando
oímos pasos acercándose desde el otro lado del parking. No era
cuestión de que nos pillaran en plena faena y vistiendonos
precipitadamente, sin podernos poner toda la ropa, arranqué el coche
y salimos de allí como si hubieramos cometido un terrible delito...
........
Mientras conducías, guardaba silencio, con el sabor de tu sexo aún en
mi boca. Te observaba, mientras girabas en los cruces, deshaciendo el
camino que habíamos hecho. Sí, íbamos hacia tu casa. Ibamos en
silencio, sabiendo que cualquier cosa que dijésemos iba a resultar
artificial, fuera de lugar. Subimos las escaleras, las mismas escaleras en
las que hacía solo un rato, había contemplado como te desnudabas
para mí. Apenas nos conocíamos, y sin embargo, nos conocíamos
desde siempre. Cerraste la puerta, y cogiéndome de la mano, me
dijiste simplemente,
-Ven.
Me llevaste hasta tu habitación. Aunque no había nadie más en la casa,
cerraste la puerta, y mirándome, te quitaste la blusa. Tus tetas,
redondas y pesadas, preciosas, hechas para ser acariciadas y besadas,
aparecieron ante mí, ahora sin prisas. Te cogí suavemente por la
cintura y te acerque hasta la cama, la misma cama en la que dormías
todas las noches, y te hice tumbarte. Te bese despacio, había esperado
mucho ese momento, y lo disfruté con calma, bajando después, sin
dejar de besarte, por tu cuello, hasta su base. Levante la cabeza para
preguntar,
- Sé que esto va a sonar extraño, pero, ¿Cómo te llamas?
Al responder, tu voz sonó mimosa, casi soñolienta.
- Lydia. Y tú?
- Miguel. Te adoro, Lydia.
Continué bajando, encontrando uno de los pezones, rosado,
ligeramente duro, irresistible, lo besé, lo lamí, rodeándolo con mi
lengua, sintiendo su forma, mientras te escuchaba respirar un poco
entrecortádamente. Seguí bajando, dejando un pequeño rastro de
saliva, hasta encontrar tu ombligo, pequeño y delicioso, como si fuera
un pequeño guardián del tesoro que me esperaba un poco más abajo.
Levanté la cabeza para contemplarte. Tenías los ojos cerrados, la piel
ligeramente cubierta de sudor, la boca algo entreabierta... estabas
irresistible. En aquel momento el mundo podía haberse hundido tras
de mí, porque yo no me habría enterado.
Continué bajando. Un mechón castaño, muy suave, que recorrí hasta
humedecer, guardaba tu chochito. Hundí mi cabeza entre tus piernas,
mezclando mi saliva con tus jugos vaginales, sintiendo los labios,
buscando tu clítoris con la lengua, emborrachándome con el olor y el
sabor, sintiendo como acariciabas mis hombros y mi pelo. - Todavía
tengo el sabor de tu semen en mis labios. Vamos, no puedo esperar
más, quiero tenerla dentro. Métemela.
Terminaste de desnudarme, y tomaste mi polla con la mano,
sintiéndola, acariciándola. Penetrar dentro de tí era lo que más
deseaba. Subí, dejando que tu mano me guiara, y te besé al mismo
tiempo que entraba dentro de ti. No sabía quien eras, no me
importaba, sólo sentía que me fundía dentro de ti, sintiendo mi polla
cada vez más dura, y a ti debajo, jadeando, mirándome, besándome.
Te abrazaste a mí,obligándome a que girásemos unidos, hasta quedar
debajo de ti. Colocando tus manos sobre mis hombros, te erguiste,
mostrándome tus tetas, que oscilaban mientras subías y bajabas sobre
mí polla. Sentí como los músculos de tu vagina me sujetaban,
exprimían, sentía que no iba a durar mucho, mientras el ritmo de tu
respiración aumentaba, poco a poco, hasta que sentí que te corrías
sentada sobre mí, te vi sobre mí, con los ojos cerrados, esos ojos
verdes que había perseguido, sudando, acariciándote tus pechos con
las dos manos, deshaciéndote sobre mí, al mismo tiempo que yo
explotaba, sin poderlo resistir más, sintiendo como chorros de semen
chocaban contra las paredes de tu vagina.
No sé cuanto tiempo estuvimos así, juntos, fundidos en sudor, el uno
sobre el otro, sin separarnos, contemplándote dormida sobre mí,
acariciando lentamente tu pelo húmedo, hasta que acepté que tenía
que marcharme. La última imagen que tengo de ti es dormida,
desnuda, en tu cama. No sé si volveremos a vernos, porque a los pocos
días tuve que marcharme y ahora vivimos en ciudades diferentes, pero
espero que algún día nos volvamos a encontrar.

Despedida de solteros

Hace un par de años mi amiga Rosa, gran amiga mía desde la niñez, se
trasladó a vivir a Barcelona por motivos de trabajo y allí conoció a un
chico estupendo con el que decidió casarse después de unos meses de
salir juntos. Debido a que todos sus amigos y amigas vivíamos lejos de
Barcelona, nos propuso hacer la despedida de soltera y soltero justo
un día antes de la boda para que casi todos pudiéramos acudir; total,
uno solo puede celebrar su despedida de soltero una vez en la vida.
Carlos que es mi novio y sus amigos no conocían mucho al novio, pero
se unieron a la fiesta de despedida de soltero de los hombres y yo
naturalmente a la de las chicas. La boda al día siguiente era por la
tarde, por lo que disponíamos de toda noche y la mañana posterior
para dormir.
Mi novio Carlos y yo llegamos pronto a Barcelona, fuimos
directamente a la casa nueva de Rosa y conocimos a su futuro marido
Sergio, que además de alto y guapo, era encantador. Rosa estaba
guapísima, con su pelo negro, largo y rizado, sus ojos castaños y una
cara tan dulce . Toda la mañana, hasta la hora de comer, la dedicamos
a ayudar a la novia a formalizar algunas cosas que quedaban
pendientes de la boda. A la hora de la comida se unió a la ayuda
nuestro amigo Tomás que llegó a esa hora. Y a eso de las 4 de la tarde,
mientras Carlos y Tomás se quedaban ayudando a Rosa a subir un
montón de cosas a su casa nueva, Sergio fue a preparar el banquete
del día siguiente y yo me fui a un salón de belleza y me hice un corte y
un peinado moderno con el pelo muy rubio cortito y con escalones,
también me hice la manicura, tomé unos rayos UVA, un tratamiento de
piel, depilado total de piernas, dejando el vello de mi pubis muy
recortadito, tal y como le gusta a mi hombre.
A las nueve llegue al hotel donde ya me estaba esperando Carlos.
Aquella noche se presentaba muy calurosa y húmeda por lo que
debíamos ponernos ropa ligera. Yo me quise poner sexy y me decidí
por un vestidito amarillo de gasa, muy vaporoso, con tirantes, gran
escote y muy cortito de muslo; a mi novio le encantaba y le ponía
como una moto.
- ¡ Como te queda ese vestido ! - me decía
- Ya sé que te gusta amor mío, luego te dejo que me lo quites. - le
respondí.
- No sé si voy a poder aguantar... - contestó excitado. - ¡Estas
buenísima!
A mí me encanta y me pone a tono que me diga esas cosas y él lo
sabe, pero es que además aquel vestido era realmente muy sexy y me
quedaba muy bien, las cosas como son.
Nos despedimos con unos ardientes besos y nos dirigimos cada uno a
nuestra fiesta, él con los chicos y yo con las chicas.
Al verme llegar mis amigas me saludaron.
- ¡ Joder chica, nos vas a quitar los pretendientes ! - comentó Carmen,
que por entonces estaba soltera y buscando novio.
- ¡ Que guapa y que sexy estás ! - dijo otra
- ¡ Vaya piernas ! - me piropeó mi amiga Rosa.
Cuantas más cosas oía, más me gustaba, más me recreaba y me
paseaba entre ellas y mi vestidito levantaba el vuelo vaporoso y dejaba
ver por entero mis muslos. El camarero que nos serviría la cena, no me
quitó ojo en toda la noche.
Toda la cena fue de cachondeo, risas, mucho vino y sobre todo
criticando a los hombres, yo no se que pasa pero siempre que nos
reunimos las mujeres acabamos hablando de los mismo, de hombres,
supongo que ellos hagan lo mismo hablando de mujeres. Luego , tras
el cava y los cafés, se hizo un reparto de cosas típicas de despedida,
regalos de sex-shop, como : condones de colores y de sabores, pollas
andantes, conjunto de lencería supersexy , un pequeño consolador
para la futura novia, etc...
Después nos fuimos a una discoteca donde casi todas seguimos
bebiendo bastante y estuvimos hasta las tres y pico de la madrugada
riendo, vacilando y bailando. Recuerdo que otras dos amigas y yo
estuvimos bailando encima de los altavoces de la discoteca con bailes
más que sensuales y poniendo cachondo al personal. Un camarero nos
tuvo que ayudar incluso a quitarnos de encima unos tipos que no
hacían mas que intentar meternos mano.
En aquella discoteca había un chico mulato que me gustaba mucho, le
hice unos gestos insinuantes, se acercó a mi y después estuve bailando
un buen rato frente a él acariciándome a través del vestido y a él
evidentemente le encantaba. Aquel chico tenía unos ojos negros muy
penetrantes y un cuerpo divino. Pasado un rato se arrimó mucho a mi
por detrás, llegando a notar como su paquete hermoso se endurecía
pegado a mi culo. Me pasaba una mano por la cintura que yo notaba a
través de la ligera tela de mi vestido y con la otra rozaba uno de mis
pechos y yo al mismo tiempo, acariciaba por detrás de mí su precioso
culo. La verdad es que le puse muy cachondo y él a mi, pero la cosa
quedó ahí, en unos simples magreos y unos roces ardientes y
sensuales. Él insistía en llevarme a su apartamento, pero aunque me
apetecía bastante retozar con aquel moreno, le dije :
- Hoy no, no puedo, ¿quizás otro día?...
No es que le convenciera demasiado, pero a pesar de todo, se
comportó educadamente y aceptó mi negativa. El chico tenía un
polvo...
A eso de las cuatro decidimos irnos cada una a su casa o a su hotel, ya
que al día siguiente teníamos una boda y debíamos descansar, sobre
todo Rosa que era la que se iba a casar. Nos despedimos, cogimos
varios taxis y nos fuimos a descansar.
Yo llegué a mi hotel, pedí la tarjeta en recepción y me fui a mi
habitación. Antes de abrir la puerta se oían ruidos y risas tras ella. Mi
sorpresa fue cuando nada más entrar encontré una escena curiosa:
Carlos, mi novio, totalmente borracho, tumbado en la cama en
calzoncillos roncando como loco, junto a él estaba Tomás, su amigo
inseparable, también en calzoncillos e igualmente borracho, Cesar que
es otro amigo de la pandilla, tirado en el suelo bebiendo a morro de
una botella de ron y junto a éste Lolo y Chema que eran amigos del
novio y Sergio que era el futuro novio, sentados en el suelo sobre la
moqueta azul contándose chistes verdes. Todos ellos tan solo con los
calzoncillos.
Me observaron cuando entré, menos Carlos y Tomás que estaban
profundamente dormidos y roncando el uno junto al otro. Se hizo un
silencio...
- ¿Que ha pasado? - pregunté sorprendida.
- Estos, que no saben beber - dijo Sergio.
Según me explicaron, el caso era que habían estado en una discoteca y
algunos no habían aguantado muy bien la mezcla de copas, como era
el caso de mi novio y Tomás, entonces habían decidido traerles a la
habitación del hotel , quitarles la ropa, tumbarles en la cama y esperar
a que se les pasara la mona.
- Y ¿que hacéis todos en calzoncillos? - pregunté de nuevo
La pregunta se contestaba sola, ya que hacía mucho calor ese día,
sobre todo en aquella habitación, ya que recuerdo que aquella noche
fue muy caliente en todos los aspectos. Lolo se disculpó diciendo que
hacía mucho calor y que se habían sofocado acostando a los chicos en
la cama y hasta que se les pasara la borrachera, no era cuestión de
dejarlos solos, por lo que continuaron su particular fiesta en nuestra
habitación del hotel y lo más frescos posible.
- ¡ Vale !. Esperaremos un rato hasta que se les pase un poco ¿no? -
comenté.
Me invitaron a sentarme en el suelo con ellos y accedí, me quité los
zapatos y me acomodé encima de una almohada en el suelo, me
sirvieron una copa y seguimos contando chistes , charlando, bebiendo
y fumando durante un buen rato.
Después de algún chiste con cierto picante, Sergio, el futuro novio, me
invitó a que me quitara el vestidito, para quedarme en ropa interior
como ellos.
- ¿Por que no te quitas ese vestido?, estarás más cómoda,...hace tanto
calor. -comentó.
Yo en principio me negué, no era cuestión de despelotarse delante de
seis tíos, aunque dos estuvieran k.o. en la cama.
- ¡ Vamos mujer, no te hagas la estrecha ! - insistió Sergio.
Parecía muy interesado en verme sin el vestido. Pero yo seguí
negándome. Lo cierto es que el calor invitaba a desnudarse.
- ¡ Venga bonita !, no nos asustaremos. - saltó Cesar para animarme.
César es un amigo que conozco desde niña y naturalmente él no se iba
a asustar de verme sin ropa ya que me ha visto desnuda varias veces e
incluso hemos hecho el amor cuando éramos más jóvenes, somos de
la misma panda desde que teníamos 18 años, pero al fin y al cabo Lolo,
Chema y Sergio eran desconocidos para mi.
La verdad es que yo estaba muy caliente y en el fondo deseaba
desnudarme delante de ellos, ya que me apetecía ponerles cachondos,
además que mi magreo con el chico de la discoteca me había dejado
muy excitada, pero aun así seguí en mis trece.
Fue después de unos cuantos chistes y unas cuantas copas, cuando
Sergio insistió tanto que al final accedí a quitarme el vestido, total,
tampoco tenía tanta importancia el hecho de quedarme en ropa
interior.
- De acuerdo, me quito el vestido. Pero sólo el vestido. - les aclaré.
Me puse en pie, y César me ayudó a bajarme la cremallera de la
espalda que se resistía un poco y mi vestido cayó al suelo lentamente.
Todos se quedaron contemplando mi figura en ropa interior,
mirándome de arriba a abajo fijamente, aproveché para hacer lentos
mis movimientos y haciendo posturas muy sexys para que disfrutaran
de las vistas. Para ser sincera me gusta lucirme y que los chicos
disfruten viéndome. Además sentía una sensación rara sabiendo que
mi novio estaba dormido en la cama y yo le estaba haciendo una
pequeña trampa con otros chicos, prácticamente a sus pies.
Mi sujetador, sin tirantes, de seda de color blanco con encajes cubría
casi justos mis pezones, que para entonces ya se notaban erectos a
través de la tela, al igual que mis braguitas de seda brillantes, que
tapaban lo mínimo por delante en forma de uve y con una tirilla por
detrás que se me metía por el canalillo del culo.
- ¡ Date la vuelta ! - me gritó Sergio que se iba excitando más y más
mientras bajo su slip se empezaba a notar un paquete mucho más
abultado, al igual que a los otros chicos.
Yo le obedecí y me giré lentamente. Mis muslos morenos les
encantaban a todos y así me lo hicieron saber con algún que otro
piropo, mi cintura y mis senos duros también les gustaron. Al final me
senté de nuevo apoyándome sobre una de mis caderas. Todos los
chicos apuntaban sus ojos hacia mi, incluido César que aunque me
conocía bien, le gustaba bastante mi cuerpo. Aquello de que cuatro
chicos cachondos me desnudaran con sus miradas me hacía sentir un
placer enorme.
El más lanzado era Sergio que no hacía más que comentarme:
- ¡ Que buena estas tía ! , ¡ tienes un cuerpo divino !, ¡ quien te pillara !,
¡ te follaría ahora mismo ! .
El tío no se cortaba un pelo, delante de todos y delante de mi novio
aunque éste estaba dormido sobre la cama. Yo le hacía entender que
él se iba a casar al día siguiente y que lo iba a hacer con mi amiga, que
se cortara un poco, que incluso estaba mi novio allí, pero él como si
nada. Lo cierto es que aquellas frases me ponían a tope y supongo que
al resto de los chicos también.
- ¡ que boca, que piernas, que tetas, que todo.... ! - comentó otra vez,
sin dejar de mirarme con descaro.
La cosa se animó cuando todos se unieron a las frases de admiración.
Lolo, César, Chema y Sergio no pararon de piropearme. Como me
gusta que me digan cosas bonitas y es que me pongo a cien.
- Perdónanos - dijo Chema en un arranque de disculpa- pero es que
justo nos hemos tenido que venir cuando íbamos a ir todos a un
streap-tease, y sobre todo este (refiriéndose a Sergio) anda muy salido,
ya sabes... se casa mañana y...
Sonreí. Sergio clavó sus ojos en los míos y me preguntó con descaro: -
¿podrías hacernos tú un strep-tease privado?
Le miré sorprendida.
- ¿ que dices ? - pregunté con un leve enfado.
- Si quieres nos desnudamos nosotros primero. - saltó Sergio.
- Oye no, mejor no. - conteste algo seca, aunque mi otro yo deseaba
verles desnudos.
- Nosotros tenemos calor y nos despelotamos, ¿verdad chicos? - volvió
a decir Sergio.
Después de estas palabras, en un visto y no visto, procedieron a
quitarse la única prenda que llevaban cada uno de ellos, sus
calzoncillos. Se pusieron en pie y lentamente se bajaron sus
calzoncillos al unísono, dejándome ver todos sus cuerpos desnudos y
sus pollas tiesas como robles. Parecía que se habían puesto de
acuerdo. Lo hicieron a la vez como si lo tuvieran ensayado.
La situación me parecía increíble, como si de un sueño se tratase.
Como me gustaba contemplar sus cuerpos desnudos y con aquellas
pollas a tope apuntando al techo. A Cesar ya le he visto otras veces
desnudo y esta bastante bien, ya que a pesar de no ser muy alto y
fornido, tiene un paquete hermoso. Lolo es normalito, aunque más de
una le quisiera y es aparentemente muy tímido, ya que no se le oyó
decir casi nada. Chema tiene un polvo, ya que está bastante cachas,
con unos brazos fuertes, espalda grande y fornida, unos ojos verdes
muy claros y unos labios gruesos muy bonitos. Y Sergio es muy guapo,
con una barba muy recortada, ojos canela, bastante alto y con una
buena polla, sin duda la más grande de todas.
Yo estaba alucinada viendo a esos cuatro hombres desnudos y
deseosos de sexo mientras mi novio estaba totalmente ebrio
durmiendo en la cama. Hay que reconocer que esta situación era el
doble de excitante, sobretodo porque yo estaba muy caliente, el
alcohol ayudaba a deshinibirse y el calor era sofocante.
- ¡ Venga preciosa ! - dijo Chema - ahora te toca a ti.
Los demás chicos le ayudaron a jalearme y animarme a desnudarme.
Tuve que resistirme lo justo, ya que aquellos chicos, el alcohol y el
calentamiento me animaron, entonces decidí complacer a aquellos
cuatro lobos en celo y hacerles un streap-tease completo:
- Me habéis pillado borracha que si no.... dije a modo de disculpa.
- ¡ Bien ! - gritó Chema bastante excitado.
- No me creo que vaya a hacer esto - insistí en las disculpas, cuando
era todo mi cuerpo el que me empujaba a desnudarme y lucirme
delante de esos cuatro hombres desnudos.
Me levanté, me situé en el centro de aquel corro de chicos sedientos
de sexo y fui girando sobre mi misma lentamente mientras me
contoneaba sensualmente. Ni yo misma me creía lo que estaba
haciendo. Me fui desabrochando los corchetes del sostén, haciéndoles
sufrir un rato sin desvestirme del todo. Sus ojos se clavaban en mi
cuerpo y deseaban ardientemente verme desnuda. Poco a poco retiré
el sujetador de mis pechos, dejando asomar mis pezones, siguiendo
con mis giros, para luego, poco a poco mostrar por entero mis tetas.
Ellos aplaudían. me silbaban y me piropeaban. A todo esto, los de la
cama ni se enteraban. Aquella situación me hacía sentirme muy
cachonda sabiendo que mi novio podía despertarse y pillarnos.
Después y siguiendo con mi baile giratorio, me humedecí los labios y
me sobé las tetas sin dejar de contonearme. Alguno de ellos se
agarraba su polla con la mano intentando contenerla como si fuera un
caballo desbocado ante aquella lujuriosa danza. Metí la punta de los
dedos por dentro de la braguita rozando ligeramente mi vello púbico.
Eso les gustaba, incluso alguno se masturbaba mientras me
contemplaba. Luego, de espaldas, metí mi mano también por la
braguita acariciando mi culo. Con la punta de mis pulgares, entre mis
caderas y los elásticos de las braguitas lentamente las bajé, dejándolas
un rato a la altura de mis ingles, dejándoles contemplar mi culo
redondo, girándome después y dejando entrever los pelitos recortados
de mi sexo, luego procedí a bajarlas por completo, haciendo una
parada en mis muslos, otra en mis rodillas, otra en mis tobillos y me las
saqué por completo, quedándome en pelotas rodeada de esas cuatro
pollas que me apuntaban como cuatro cañones dispuestos a disparar.
Mi cuerpo moreno y excitado, se contoneaba como si fuera el baile de
los siete velos, pero sin velos. Seguí por un rato con mi erótico baile, y
ellos continuaban observándome por todo lo largo de mi cachondo
cuerpo. Me sentía húmeda cada vez más. Ellos seguían gritándome
todo tipo de cosas, desde “guapa” hasta el “vaya polvo que tienes” y
otras cosas. Yo, sin dejar de girar sobre mi misma, recorría con mis
manos la silueta de mi cuerpo, apretaba mis manos contra mis caderas,
me giraba y me sobaba el culo, volvía a girar y me acariciaba la parte
interior de mis muslos, mi culo, mis tetas, mi pelo, me acariciaba el
coño, sacaba mi lengua y la pasaba por mis labios, les guiñaba un ojo...
parecía toda una profesional. Ellos naturalmente babeaban...
Sergio, el más excitado de todos, no se pudo resistir, se levantó de
pronto.
- ¡ Te voy a devorar ! - me gritó.
Y se lanzó sobre mí, metiéndose una de mis tetas en su boca,
agarrándome fuertemente el culo con sus manos. Tan fuerte fue su
embestida que caímos al suelo los dos, yo de espaldas y él sobre mí. La
verdad es que fue un golpe fuerte y me hizo daño. Como pude le di un
empujón, quitándomele de encima y él se quedó un poco sorprendido.
- ¿ Que haces ? , ¡ Estas loco ! - le grité
Pero aquel chico, estaba superexcitado, no estaba en sus casillas y
quería comerme entera sin miramientos y sin importarle lo que yo le
hiciera o le dijera. De nuevo volvió a las andadas, se tiró sobre mí, me
quedé tumbada en el suelo sin casi poderme mover y él volvió a
colocar sus labios y su lengua en mis tetas, inmovilizándome con sus
brazos; yo al principio intentaba separarle de mí empujándole sobre
sus hombros, pero al mismo tiempo sentía en mi interior un gusto
enorme. Al lamerme los pezones y acariciar mis pechos me hizo sentir
un gusto enorme y deje poco a poco de resistirme, empujándole cada
vez con menos fuerza. Mi punto débil son las tetas...
- ¡ Para ya, por favor ! - le repetía intentando guardar una invisible
distancia.
Estaba como un toro, se retorcía sobre mí y apoyando su cuerpo sobre
el mío, me sostenía los brazos con su cuerpo y mientras me besaba el
cuello, me lamía las orejas, me metía la lengua entre mis labios...
Yo apenas podía hablar y menos levantar la cabeza y ver como
reaccionaban los demás, que sin tardar mucho me rodearon y
empezaron a sobarme como si de un rito satánico se tratase. Notaba
sus manos por mis pies, por mis piernas, tocándome el coño, los
muslos, otros me besaban, me chupaban. ¡ que sensación !. Yo estaba
prácticamente inmóvil.
- ¡ Dejarme, no me hagáis esto ! - volvía a suplicarles, pero al mismo
tiempo estaba totalmente entregada a aquel maravilloso acto.
Es una sensación en la que sientes un miedo terrible y eso se suma a
un gran gusto interior que te hace captar mayores vibraciones...
Mis gemidos se hacían más y más fuertes, acompañados de algún grito
y alguna lágrima, no sé si de gusto, de dolor, de miedo ó de nervios.
Cuanto más oía mis gemidos y mis gritos notaba más y más placer.
Cuatro hombres estaban chupándome, besándome y tocándome por
todo el cuerpo. Yo me iba relajando cada vez más, cerraba los ojos y
me concentraba intentando darle a mi cuerpo todo el placer que
recibía de ellos. Notaba como se humedecían mis muslos,
seguramente por los flujos de aquellos ardientes penes, por mis
propios fluidos o por sus húmedas lenguas. Sergio recostado a mi
lado, me sostenía la cabeza con sus manos y me besaba mientras
nuestras lenguas se cruzaban, primero dentro de mi boca y luego
dentro de la suya.
Ligeramente podía ver como Cesar, de rodillas a mis pies, acariciaba la
planta y los dedos, chupeteaba mis tobillos y mis pantorrillas, Chema
me acariciaba la cintura y el ombligo con una mano y con la otra me
acariciaba el vello de mi coño, mientras recorría con su lengua el
interior de mis muslos y Lolo me chupaba los pezones mientras
sostenía las tetas entre sus manos...
Aquello era increíble. Siempre había soñado con algo parecido, que
varios chicos ardientes me sobaran, me metieran mano por todos
lados y me chuparan me besaran e hicieran con mi cuerpo lo que
quisieran.
Me giraban poniéndome boca a abajo en el suelo, me chupaban los
glúteos, la espalda, la parte de atrás de mis muslos, la nuca, las piernas,
me volvían a girar otra vez boca arriba y yo me dejaba hacer como si
fuera una muñeca.
- ¡ Dios mío, que gusto ! - me salió un grito de repente.
Sergio levantó su cabeza y me sonrió. Se puso en pie. Me daba miedo.
Yo seguía tumbada boca arriba. Los demás continuaban en sus
chupeteos, tocamientos y besos por todo mi cuerpo. Sergio se sentó
sobre mis hombros aplastándome contra el suelo y colocando su polla
sobre mi barbilla. Comenzó a pasar su glande por la comisura de mis
labios. Yo notaba el dulce sabor de sus jugos pre-seminales. Saqué mi
lengua instintivamente y empecé a lamer aquella verga. El cerró los
ojos y lanzó un gemido. A pesar de estar aplastándome, el gusto que
me daban entre todos era muy superior al dolor que pudiera sentir por
el peso de Sergio sobre mi. Yo seguía metiendo y sacando de mi boca
su extraordinario miembro erecto.
Sentí de pronto como uno de ellos me separaba las piernas, no podía
ver quien era, puso su boca en mi pubis, comenzándome a besar
alrededor de mi recortadito vello, por mis ingles y pasando su lengua
por mis labios vaginales. ¡Que gusto!
Reconocí que era Chema cuando dijo:
- ¡ Que rica estás !
Un placer inmenso recorrió mi cuerpo, era tal el gusto que sentía que
parecía que me iba a desmayar. El chupeteador de Chema metió su
lengua en mi coño y lamía mi clítoris. Movía con estilo su lengua
dentro de mis labios y todo mi chochito se estremecía de gusto.
Chupaba, besaba, mordía y acariciaba mi coño. Le agarré de las orejas
para notarle más dentro de mí y enseguida tuve un orgasmo increíble ,
lanzando una especie de lamento. Él a continuación bajó a mi ano
chupando a su alrededor, mientras yo seguía corriéndome en un largo
orgasmo, sin dejar de degustar toda la polla de Sergio como si fuera
un rico caramelo.
Alguien recorría la parte interior de uno de mis muslos con su lengua,
pudiendo notar su ardiente aliento. Otro hacía lo mismo con la otra
pierna, dándome ligeros mordiscos y el último me sobaba las tetas y
con su capullo recorría mis curvas, por las caderas, el vientre, las
axilas...
Estaba siendo comida entera por cuatro lobos y estaba totalmente
entregada a aquel juego tan ardiente que no quería que acabara
nunca.
Con mis dientes dibujaba círculos en el duro falo de Sergio, haciéndole
sentir mayor placer. Él me acariciaba la cara, el cuello y el pelo. De
pronto Chema dijo:
- ¡ Que buenísima estas, te voy a follar !
Sergio sacó de repente la polla de mi boca que para entonces parecía
le iba a estallar y se levantó empujando a su amigo y a la vez
separando a todos los demás de mi cuerpo, yo no entendía lo que
pasaba.
- Yo debo ser el primero. - dijo como confirmando un turno prefijado.
Me asustaba todo aquello, pero al mismo tiempo quería que
continuase.
Tras separarse todos, Sergio se colocó enfrente de mi, mientras yo
continuaba tumbada en el suelo. Por un momento levanté la vista
hacia la cama, pero pude observar como mi chico continuaba
prácticamente inconsciente, yo le miraba como suplicándole: “me van
a follar estos locos y tú ahí sin enterarte de nada...”
- Preciosa... - me dijo Sergio, haciendo una pausa.
Se arrodilló a mis pies. Me separó aún más las piernas, me agarró por
las caderas y acercó mi coño hasta pegarlo a su sexo. Me cogió por los
tobillos y los colocó en cada uno de sus hombros. Nuestros cuerpos
parecían pegarse por el sudor. Él de rodillas, yo tumbada con mis
piernas a lo largo de su cuerpo y nuestros genitales en pleno contacto.
Colocó la punta de su polla en mi húmeda conchita y comenzó a
acariciar con el glande mis labios vaginales. Yo me moría de gusto, sin
poder reprimir algún gemido, pero aún tuve fuerzas para resistirme
diciendo:
- ¡ Por favor, no me la metas...!
Me sonrió de nuevo, sin hacer el menor caso de mis palabras, siguió
con su polla arriba y abajo de mi caliente rajita. Cerré los ojos...
- ¡ Que coño más lindo tienes ! - comentó mientras su polla crecía en
la entrada de mi sexo mojadito.
- ¡ No me la metas ! - insistí por si no me hubiera oído. Pero todo mi
cuerpo deseaba ser penetrada y penetrada hasta la extenuación.
- ¿ Sabes ? - me contó - Tu novio Carlos, el que ahora está ahí
totalmente grogui, ha estado follándose a mi futura mujer toda la
tarde.
Abrí los ojos. Su cara sonriente resplandecía.
- ¿ Que ? - contesté confusa y sorprendida.
- Lo que oyes,... - continuó Sergio, colocando su falo en la entrada de
mi cueva -...mientras tú estabas en la peluquería, él y Tomás han
estado follándose y comiéndose a Rosa de todas las formas posibles,
incluso metiéndosela los dos a la vez, uno por delante y otro por
detrás... ¿ que te parece?
- ¿Como lo sabes? - pregunté algo incrédula.
- Les he estado vigilando toda la tarde y lo he visto con mis propios
ojos.- me contestó.
Era increíble, me quedé un instante sorprendida, no sabía si era verdad
ó mentira, sentí algo de rabia y celos. El cachondeo que tenía era tan
grande que aquellas palabras provocaron que yo me vengara. De
pronto le agarré por el culo y le apreté contra mí, notando como toda
su polla entraba dentro de mí. Necesitaba ser penetrada y no podía
aguantar más. Poco a poco toda su verga se metió en mi coño.
Que sensación. El gusto era increíble, ya que todos me habían excitado
muchísimo, pero tras oir las palabras de Sergio el gusto era aun mayor
y sentía su polla contra las paredes de mi chochito, arrancándome
frases de gusto que no podía ni controlar:
- ¡ Que bien me follas, cabrón ! - le decía. - ¡ Así, así, así, hasta dentro !,
¡ Quiero notarla entera dentro de mi !, ¡ fóllame, fóllame !...
Estaba totalmente ida en aquel maravilloso polvo. Él empezó a
moverse dentro de mi coño con gran maestría, con un rítmico adentro
y afuera, haciendo una paradita casi al final y colando toda su polla de
golpe hasta el fondo en un intento por darme un trozo extra. La
verdad es que follaba muy bien.
Los demás se limitaban a observar a distancia y a pajearse mientras
observaban como Sergio y yo nos uníamos en un coito increíble.
El gusto me fue llegando más fuerte, incluso una vez, aún tuve tiempo
de asomarme a ver la cama donde estaban Carlos y Tomás, que
seguían igual, profundamente dormidos.
De pronto, en una de las fuertes embestidas, sentí como mi piel y mi
cabello se erizaban, como mi cuerpo sudoroso se convulsionaba, como
mi coñito se humedecía aún más, como de mi boca salían gritos y
gemidos de extremo placer y como un intenso orgasmo recorría mi
interior, mientras mordía mis labios y arañaba el culo y la espalda de
aquel hombre. Cerré los ojos e hice sentirme en aquel orgasmo por
más tiempo apretando mi coño contra sus huevos. Por mi cabeza
pasaban las imágenes de todos los chicos sobándome y besándome y
mi novio tirándose a Rosa.
Me corrí como pocas veces.
Sergio continuaba en el rítmico vaivén, haciendo su parada, y
metiéndola después hasta el fondo, mirándome y sin borrar la sonrisa
de su rostro. El ritmo se fue acelerando hasta que de pronto noté
como él cerraba los ojos y en una de sus fuertes metidas, su polla se
tensó y se corrió dentro de mi , notando su semen caliente y potente.
Por un momento se quedó inmóvil. Me abrió las piernas, las dejó caer
al suelo y se tiró sobre mí, besándome y juntando nuestras lenguas en
su boca.
Todos seguían observándonos y masturbándose gracias a aquel polvo.
Unos segundos después Sergio se separó de mi y se quedó
observándome, siempre con su bonita sonrisa y mirando mi cuerpo
tendido en el suelo.
- ¡ Estas que triscas ! - me dijo.
Siguió observándome y sonriendo. Yo me quedé pensativa mirándole y
algo me pasó por la cabeza:
- ¡ Ahora lo entiendo ! - salté de pronto - habéis organizado todo esto
con toda la intención, para vengaros de Carlos, joderle bien y de paso
joderme a mi.
Todos sonrieron y de alguna manera lo asintieron.
- Bueno, si tu le quieres llamar venganza - contestó Sergio - Carlos le
ha hecho una buena despedida de soltera a mi novia y tu me la estás
dando a mí. ¿no?
Me reí.
- ¡ Visto así ! - dije - . Yo lo he pasado muy bien. Espero que te haya
gustado a ti...
- ¿A mi? - preguntó - ¡ he disfrutado como nunca !, pero... pasa una
cosa.
- ¿Que ocurre?
- Pues... la fiesta no ha acabado. Tendrás que follar con todos. No se
van a quedar con esa empalmada...
Me quedé mirándole, y sus palabras me gustaron, seguí sus órdenes,
me sonrió y a partir de ahí continuó la fiesta-orgía de despedida de
soltero.
Me dejé hacer de todo como si fuera la mayor puta. Me pusieron a
cuatro patas. César colocó su polla junto a mi boca y sin tardar me la
metí hasta el fondo de mi garganta. Echó su cabeza hacia atrás y gozó
como loco. Chema se colocó tras de mi, deseoso de follarme, puso la
punta de su falo en mi chochito, al principio le costó algo colarla en mi
chochito y al fin , poco a poco me penetró. Lolo se puso bajo mi
vientre tocándome y besándome las tetas, gozando como loco y
dándome a mi mucho gusto también. Sergio me acariciaba la espalda
y el pelo, supongo que agradeciéndome el polvo que habíamos
echado minutos antes.
Las embestidas que me daba Chema por detrás eran bastante fuertes y
mi coño se adaptaba bastante bien a su polla. La postura no le gustaba
demasiado y decidió ponerse debajo mío porque según me dijo quería
verme las tetas bailar al ritmo de un buen polvo.
Sergio se fue excitando de nuevo y también quiso ser el primero en
encularme, y así como estaba, a cuatro patas, pasó su pene por mi
vagina, recogiendo mis flujos y luego poco a poco fue acercando su
polla a mi agujerito y mientras me acariciaba la espalda fue
metiéndomela por el culo, haciéndome daño al principio y luego más y
más gusto. Chema que ya se situó debajo, logró penetrarme por
delante, y casi al mismo ritmo empezaron a follarme uno por delante y
otro por el culo con mucha fuerza. Yo sentía algo de escozor y dolor,
pero también mucho placer. Lolo, bastante excitado, metió su polla en
mi boca y yo con mucha dulzura comencé a chuparle. Era todo un
enjambre de hombres comiéndose a una insaciable mujer.
Chema, sin dejar de decirme cosas bonitas y acelerando su ritmo, no
pudo aguantar mucho tiempo y fue el primero en detener el ritmo, se
corrió dentro de mi mientras me sobaba las tetas, lo que hizo que yo
también me corriera, que en cadena hizo tener un orgasmo a Sergio
soltando su leche dentro de mi culo y que a su vez llegando la
vibración a Lolo se corrió dentro de mi boca, tragándome su leche que
entraba en mi garganta a borbotones.
Sin apenas recuperarme César que estaba a la cola y deseoso de
follarme, me cogió en volandas se sentó en una silla y me puso encima
de su verga tiesa. Mi coñito escocido recibió con gusto a aquel tronco
y empecé a subir y a bajar por toda su longitud. César prefería follarme
él solo, además los otros estaban bastante cansados por el momento.
Me agarraba por el culo y hacía subir mi coño hasta la puntita de su
glande y luego me soltaba, lo que hacía que todo mi cuerpo cayera
sobre aquella dura polla. Una y otra vez me metía su pene, notando
como chocaban sus huevos en la entrada de mi rajita. Debido a la gran
excitación y a mis grititos de gusto y de mis frases de aliento, César no
tardó en correrse dentro de mi. Se quedo un rato con los ojos cerrados
y luego me besó con ganas.
Era increíble el gusto y la excitación que yo seguía sintiendo a pesar de
haberme corrido varias veces y de haber complacido a aquellos chicos,
que a pesar del alcohol, estaban en plena forma y parecía que querían
más.
Eché un nuevo vistazo a la cama, pero mi Carlos como si nada.
Luego sin tardar me colocaron en el aparador y me follaban, me
enculaban, me metían sus pollas en la boca, me sobaban, me
chupaban, me mordían. Se apartaban unos a otros diciendo “ahora me
toca a mi” e iban pasando por mi chochito una y otra polla sin parar. ¡
Que gusto ! Es una sensación alucinante. Cuando me intentaba
recuperar, volvían a follarme una y otra vez, haciéndome sentir
orgasmo tras orgasmo, sin dejar de chupetearme y besarme por todo
el cuerpo. No había un centímetro de mi sin tocar.
Nunca hasta entonces había sido devorada de aquella forma por esos
cuatro hombres, que se quedaron completamente satisfechos y me
hicieron sentir muchísimo placer.
Todo aquello duró varias horas, hasta el punto de que empezaba a
amanecer, nos duchamos, bueno mejor dicho, entre todos me
ducharon, me follaron alguna otra vez, aunque ya casi los pobres no
podían. Ellos se vistieron, lograron llevarse a Tomás a su habitación, yo
me puse un camisón y me metí en la cama junto a Carlos, pues la
noche había sido agotadora y me dolía todo el cuerpo.
A la mañana siguiente, Carlos y yo nos confesamos mutuamente
nuestras historias que incluso ahora recordamos de vez en cuando, sin
reproches, ya que respetamos que cada uno pueda hacer lo que quiera
en cuanto al sexo se refiere. Creo que eso nos ha hecho ser más felices
y estar más unidos.

Una partida de parchis

Esta emocionante aventura ocurrió hace ya tiempo, pero de la que


guardo muy buenos recuerdos, ya que fue una de mis experiencias
más ardientes.
Todo ocurrió una calurosa tarde de verano de hace unos años, cuando
estabamos en casa de mi novio Carlos, una gran amiga mía, Maite , su
novio Juanjo y yo. La casa estaba vacía pues los padres de Carlos
estaban de viaje.
La tarde, aparte de calurosa, era bastante aburrida, aunque amenizada
por buena música, algunos cubatas y algo de picar. Nos entretuvimos
con el trivial y otros juegos a los que solíamos jugar en tardes lluviosas
como aquella. De buena gana estaríamos los cuatro en la playa o de
excursión. Hacía mucho calor con toda la casa cerrada de par en par
por culpa de la dichosa lluvia. Despues de unas cuantas partidas,
Juanjo el novio de mi amiga, nos propuso jugar a algo nuevo.
- ¿De que se trata? - pregunté
- Es un juego que me han dicho es muy divertido - contestó - ¡ es el
parchis de streap-tease !
Hubo unos segundos de silencio.....
- ¿que es eso? - preguntó intrigado mi novio.
- ¡Muy fácil! - respondió eufórico Juanjo. Se juega como al parchis
normal, y se diferencia en que cuando le comes una ficha a alguien,
además de contar diez, la víctima se debe quitar una pieza de la ropa
con cierto aire de erotismo a modo de streap-tease. Cuando alguien
llegue al final, contará veinte y todos los demás se quitarán una prenda
de ropa. Si a alguien se le acabara la ropa, deberá pagar obedeciendo
un pequeño mandato del que haya comido ficha o si éste llega al final
todos pagarán prenda u obedecerán un mandato.
El que gane la partida eligirá una orden que todos deberán acatar.
Otro silencio.....
- ¿Tú estas loco? - le preguntó su novia Maite bastante mosqueada.
Carlos y yo nos miramos sorprendidos, ya que Juanjo, al que
conocemos hace tiempo, sería la última persona de la que hubiéramos
sospechado se le ocurriera algo semejante, ya que es muy serio,
además de muy celoso con su chica.
A mi en el fondo aquello me intrigaba bastante, ya que conocía a mi
novio desnudo y a mi amiga Maite, pero no a Juanjo, el cual, por cierto,
estaba que rompía. Si embargo salte con una pregunta:
- Estas de broma, ¿verdad? - le dije.
- Y ¿por qué no? , ya nos conocemos hace tiempo como para
asustarnos, creo yo. - contestó muy convencido.
Nos quedamos mudos. La propuesta en el fondo me excitaba mucho y
creo que a los demás tambien, entre el alcohol, las risas, el calor y todo
eso. Parecía algo muy fuerte, pero, ¿por que no?, como decía Juanjo -
se trataba de un simple juego.
Despues de discutir y comentarlo durante un rato, Carlos y yo nos
miramos y nos dirigimos una sonrisa de asentimiento.
- ¡ Por mí de acuerdo ! - dijo Carlos.
- ¡ Por mí tambien ! - afirmé yo.
Maite nos miraba super extrañada, como si estuvieramos locos, y
repitió una y otra vez:
- ¡ No ! , me parece un juego idiota. A veces Juanjo pareces gilipollas.
En un principio dimos por cerrado el asunto pensando en jugar a otra
cosa, pero fue su novio quien tras ciertas discusiones la convenció:
- Mira, sois vosotras quienes teneis la llave, cuando lo deseis, paramos
el juego y no se hable más, pero creo que podríamos intentarlo, puede
ser divertido.
En eso si tenía razón Juanjo, podría ser muy divertido....
Al fín, despues de muchos "tira y afloja" y aunque aún no estaba muy
convencida mi amiga, decidimos comenzar la partida. Colocamos el
tablero en el centro de la alfombra del salón y unos cojines alrededor
donde nos colocamos todos comodamente, sentados o medio
recostados.
El juego empezó sin mayor transcendencia y fue precisamente Maite
quién me comió a mi la primera ficha. Sonreí, me puse en pie y me
quité uno de las sandalias de tacón que llevaba, mientras la hacia girar
en mi mano cantando el ¡tariro, tariro!. La cosa era divertida, mucho
más que una partida de trivial. A todos nos producia aquello una risa
nerviosa.
El juego se puso más interesante cuando Maite se tuvo que quitar una
prenda a elegir entre sus jeans ajustados o su camiseta blanca de
tirantes. Optó por ésta última, se puso en pie y sacó lentamente sobre
su cabeza aquella camiseta. Sus tetas se movieron al compás de sacar
los brazos. Se quedó en pantalones y en un sujetador color rosa palo
que le sujetaba mínimamente sus enormes pechos. Parecía que ella y
todos nos íbamos animando con aquel juego.
Luego Juanjo comió ficha a Carlos y éste se quitó la camisa, despues
yo le comí una a Juanjo, que lentamente se despojó de su camiseta. Su
torso era musculoso, bien depilado, pues practicaba natación, tenía
una enorme espalda, unos brazos fuertes y los abdominales muy
marcados, además de muy guapo, vamos, que estaba como quería el
tío.
Fue entonces cuando me tocó a mi quitarme el vestido que llevaba.
Aquel vestido me sentaba realmente bien, era estampado de flores de
muchos colores, cortito, de tirantes y con 8 botones que iban a todo lo
largo de arriba a abajo. Me puse en pie y me fui quitando uno a uno
los botones, mientras meneaba las caderas con un ritmo muy
insinuante. A Carlos, le encantaban aquellos movimientos, pero a
Juanjo aun más, ya que nunca me había conocido así de sexy y estaba
deseando verme sin el vestidito, se le salían los ojos de las órbitas.
Despues de soltarme todos los botones y continuando con aquel baile,
me puse de espaldas y me fui bajando el vestido que fue cayendo por
mi espalda, hasta dejarlo caer al suelo.
Mi ropa interior era blanca y ajustadita. Me dí la vuelta y Juanjo se
quedó con la boca abierta. Posiblemente esté mal que yo lo diga, pero
estoy bastante bien, al menos el cuerpo me gusta cuidarle y resaltarle.
Me tumbé recostada con cierta sensualidad y continuamos jugando.
Al rato, Maite metió una ficha en la casilla de llegada, por lo que a
todos nos toco despojarnos de una prenda. Comenzó por turno mi
novio Carlos que se fue bajando la cremallera de la bragueta poco a
poco, y dándose la vuelta y sacando el culete se despojó de los
pantalones. Llevaba unos calzoncillos de raso que yo le regalé de tipo
boxeador.
A continuación fue Juanjo quien se levantó y fue quitandose, al ritmo
de la música, uno a uno los botones de la bragueta de su vaquero.
Poco a poco se fue bajando la prenda y apareció ante mis ojos todo un
hombre macizo con un slip negro ajustado, modernillo, y que tenía
debajo un paquete enorme. Yo creo que estaba empalmado. Miré
hacia su novia Maite y le sonreí.
Después me tocó a mi quitarme una prenda y solo tenía dos opciones:
quitarme las braguitas o el sostén, y fue por este último por el que me
decidí. Siguiendo el ritmo me llevé las manos a la espalda, solté el
broche y me saqué el sujetador de los brazos aguntandolo sobre mis
pechos. Todos querían verme las tetas y levanté de golpe mis brazos,
cayendo el sostén al suelo y dejándose ver mis tetas botando. No son
excesivamente grandes, pero si bien puestas. Yo sabía que a mi novio
le encantaban, pero a Juanjo parecía que tambien le entusiasmaban,
no había más que verle la cara.
Despues de varias jugadas, risas, copas, etc, llegamos al momento en
el que Juanjo metió su tercera ficha en la meta. Y como os podeis
imaginar aquello estaba tan caliente como una caldera. Procedimos a
quitarnos por turnos una prenda. Primero Maite se quitó muy despacio
su ajustado pantalón, y enseñando sus bonitas piernas, ya que Maite
era muy hermosa, con una cara muy dulce, pelo largo pelirrojo, labios
carnosos, grandes tetas, cinturita, buenas caderas y espectaculares
piernas. Mi chico no le quitaba ojo, y no era de extrañar. Nos hizo a
todos un baile erótico en el centro de la alfombra y se quedó solo con
su ropita interior rosa. Peor lo tenía yo que debía quitarme la única
prenda que llevaba: mis braguitas blancas, que ya se empezaban a
humedecer con aquel ambiente. Me puse en el centro, y girando sobre
mi misma, me fui bajando las bragas lentamente, enseñando mi culito,
mis caderas, dejandolas bajar por mis muslos, por mis rodillas y.... ¡zas!
me las saque.
- ¡ guau ! - dijo Juanjo sin poder reprimir su asombro.
Mi cuerpo que yo cuidaba a base de mucha gimnasia estaba muy bien
proporcionado, y aun continúa estándolo, me cuido mucho y me gusta
lucirme, un pelo rubio y rizado, boca muy sensual, tengo bonitas tetas,
bonitas piernas y culo redondo y respingón. Todos disfrutaron de mi
desnudez. Me volví a mi cojín y me senté de lado dejándo a la vista mi
sexo con las piernas ligeramente entreabiertas. Noté como a Juanjo le
crecía su ya dilatado paquete bajo el slip negro. A mi me encantaba
ponerle cachondo.
Mi chico fue el siguiente en despojarse de su única prenda el
calzoncillo, que se bajó también lentamente ante la mirada de todos y
al hacerlo saltó su pene supererecto, botando sobre aquel calzoncillo,
se le notaba muy excitado, quizás por mi baile ó por el de mi amiga.
Maite me miró sonriente , se iba animando paso a paso y se le veía
muchísimo más caliente. Solo había que ver como se dejaban ver sus
erectos pezones tras el diminuto sostén.
Carlos tenía su miembro como una estaca , deseoso de ser devorado.
- ¡ estas como una moto ! ¿eh cariño? - le dije.
Él me besó ardientemente y ocupó su lugar.
Total, que Carlos y yo quedamos despelotados, Maite en sujetador y
braguitas y Juanjo en slip.
Yo para entonces, estaba a cien y deseaba con locura, ver a Juanjo
desnudo, es que no os podeis imaginar que pedazo de chico era.
Luego yo comí una ficha a Maite, que de un salto se puso de pie, lanzó
una dulce sonrisa a todo el personal y en el centro de la sala se quito
lentamente el sujetador rosita, dejando al aire sus hermosas y grandes
tetas. Carlos se ponía vizco. Pero lo bueno es que inmediatamente
después de sentarse, Juanjo le comió otra ficha a Maite y tuvo que
seguir con su particular streap-tease. A mi chico, Carlos, se le ponía
aquello como a un toro mientras la sensualidad de Maite nos
electrizaba a todos. Tras unos pases por delante de cada uno de
nosotros, prácticamente se arrancó las bragas dejando ver a todos a
una preciosa mujer completamente desnuda.
- ¡ Preciosa ! - saltó Carlos.
- ¡ Tia buena ! - le gritó su novio.
¡que guapa estaba!, con una carita tan dulce, con aquel cuerpo
moreno, tan cuidado, sus bonitas tetas, sus largas piernas, su vientre
liso y con el vello del pubis bien recortadito. No era de extrañar que los
chicos estuvieran como lobos.
En aquel momento solo quedaba Juanjo en quedarse desnudo, me lo
hacía desear el muy cabrón, pero nada, no había manera, él iba
ganando poco a poco la partida.
De repente sucedió un episodio nuevo: Carlos le comió ficha a Maite,
que la pobre tenía tres en casa. Y surgió la pregunta.
- ¿Y ahora que? - preguntó Carlos desafiante.
- ¡ Tu mismo ! - contestó Juanjo. - debes ordenarle algo a Maite.
- ¡ Bieeeen ! - grito Carlos que estaba muy caliente y superempalmado.
Hubo unos segundos de silencio y al fin dijo
- ¡ quiero, quiero, quiero.......!
- ¿Que quieres? -preguntamos todos.
Y mirando con ardiente deseo a Maite le dijo:
¡ Que me hagas una buena mamada !
- ¿Queee? - saltó Maite asustada mirándo su empinada polla.
- Pues que quiero que me la chupes, ese es mi mandato.- respondió.
Maite no podía creerlo y yo tampoco, ya que no nos lo esperábamos.
Yo, la verdad, es que sí deseaba que se la chupase a mi chico, quería
verle disfrutar con mi amiga, con su hermosura y con sus labios.
-¡ No, no y no ! - dijo Maite - creo que debemos dejar este juego.
Hasta aquí ha sido divertido, pero eso no. No quiero.
Pero fue su novio quien respondio:
- ¡Vamos mujer! No te mosquees. A partir de ahora puede ser mucho
más divertido, total se trata de jugar a algo nuevo ¿no?. Solo son
juegos eróticos....
Maite no podía creer lo que oía de los labios de Juanjo, y creo que
entre su mas que visible excitación y con las ganas de obedecer las
palabras de su novio a modo de venganza, se levantó, acercandose
hasta mi novio, se arrodilló frente a él, se abalanzó sobre la erguida
polla y la cogió con su mano suavemente. Maite me dirigió una mirada
a modo de aprobación y yo que estaba muy cachonda asentí.
Se retiró su rojizo pelo hacia atrás y comenzo a chupar los huevos de
mi chico con frenesí, mientras con su mano subía y bajaba aquel nabo
tieso. A continuación y cogiéndolo por la base, empezó a besar y a
chupar por todo lo largo de aquel poste, para luego dar pequeños
besitos en el glande, mientras con su otra mano acariciaba el pecho de
Carlos y él acariciaba el cabello de ella. Maite siguió besando el capullo
mientras le sonreía con cierta picardía, y sacó su lengua para chupar
con mayores ganas. Juanjo y yo nos lanzamos una mirada. En ese
momento yo sentía entre celos, rabia, excitación, de ver aquella escena
en la que mi amiga se comía la polla de mi novio, algo que nunca me
había sucedido.
De repente Maite bordeó con sus carnosos labios la punta de aquel
nabo y empezo a subir y a bajarlos suavemente hasta que llegó el
momento de metérsela hasta dentro. Él daba grititos de placer a modo
de aullidos, y ella seguía con aquella operación que desarrollaba con
mucho estilo; sacaba y metía aquel falo en su boca mientras Carlos
resoplaba . Maite sacó la polla de su boca, agarrandola con la mano,
levantó la cabeza y se incorporó de rodillas con las piernas medio
abiertas dejando ver toda su desnudez entera, como diciendo:
¡cómeme! , mientras masturbaba a mi chico. Volvió a agacharse sobre
la polla y practicamente se la comió una y otra vez, hasta que otra vez
retirada su boca, se reincorporó de nuevo y él sin poderse contener,
hasta que soltando un apretado gemido, lanzó varios potentes chorros
sobre la cara y pecho de Maite. Ella pareció estrecemecerse de placer
agarrando sus pechos con ambas manos y esparciéndose la leche por
todo su cuerpo y relamiéndose los labios con la lengua, mientras el
pene de Carlos seguía lanzando su leche y dando pequeños espasmos
de placer. La escena era muy excitante, viendo a Carlos resoplando con
la cabeza hacia atrás, su pene convulsionado, mientras Maite seguia
con los ojos idos, magreándose y luciendo su cuerpo brillante de aquel
esperma.
De verdad que aquella mamada, no se la había hecho yo nunca a mi
novio con tanto estilo, ya que Maite era toda una experta, haciéndole
gozar muchísimo. Ella volvió a su sitio y continuamos la partida.
La cosa estaba muy caliente, pero se puso aún más cuando yo metí
una
ficha en la meta.
Esta era la mía.
- ¡ Tu mandas ! - dijo Carlos.
Juanjo, naturalmente, aún disponía de una prenda por lo que procedió
a quitársela. Se colocó en el centro de la alfombra y dándonos la
espalda nos hizo un super streap-tease. Bajaba y subía el calzoncillo
sobre su duro y redondo culete, haciendonos sufrir, hasta que en un
ligero movimiento se lo bajó de golpe hasta los tobillos, quedando su
escultural musculatura de espaldas a nosotros. El seguía bailando y
momiendo su trasero mientras apoyaba sus brazos sobre su nuca.
¡Que hermoso cuerpo! . Nunca había sentido tantas ganas de ser
follada por un hombre como aquel.
- ¡ Date la vuelta ! - grité como una posesa. No pude reprimirlo, estaba
deseando verle su hermoso pene.
Y ....poco a poco, se fue dando la vuelta hacia nosotros mostrándonos
una polla erecta como yo hasta entoces nunca habia visto. Era enorme.
Miré a Maite con ojos de asustada, pues nunca me había contado nada
sobre el extraordinario tamaño de aquella verga. Ella me sonrió. Seguí
mirando aquella polla con deleite. Yo pensaba "es preciosa, pero a mi
creo que no me entra en el coño" "ojalá me perforara ese nabo". Mis
pensamientos me torturaban.
El se la cogió con ambas manos y la subia y bajaba al ritmo de una
canción muy sensual, mientras nos mostraba su violáceo capullo. Poco
a poco se volvió de nuevo de espaldas y se sentó en su lugar, dejando
ver su daga en alto.
- Y ahora.... - comenté, haciendo una pausa.
Todos me miraron con expectación. Y solté:
- ¡Quiero que Carlos y Maite me chupen entera!
A Juanjo parecía gustarle la idea. Y a los otros también, ya que en un
momento se acercaron al centro de la alfombra para obedecer mis
órdenes. Yo, igualmente, me situé en el centro en pie, mientras ellos
como dos esclavos sumisos empezaron a lamer mis piernas con sus
lenguas. Primero Carlos me chupaba por entre mis rodillas por delante
y Maite me besaba por detrás de mis muslos. Aquello era sensacional,
ya que no me habían chupado dos personas a la vez. A continuación
Carlos me besó el ombligo y me lamió los brazos, la cintura, las tetas y
el cuello. Maite seguía en mi espalda y de pronto bajó hasta mi culo
concentrándo su lengua en mi agujero. Yo me estremecí y sentí un
escalofrío que me hizo tambalear. Mi chico que era un experto en
comerme el coño, no tardó en bajar hasta él y besarlo y chuparlo como
si comiera un dulce, metió su lengua y mi clítoris rozó sus labios. Todo
pasaba muy deprisa. Mientras uno me lamía el culo y el otro el coño,
me acariciaban a lo largo de mi cuerpo, poniendome el vello erizado.
No pude aguantar y me corrí de repente, acariciando sus cabezas a
modo de gratitud. Tuve un orgasmo largo y profundo. Les di un
apasionado beso en la boca a cada uno y ocuparon de nuevo su lugar,
mientras yo hacía lo mismo en el mío.
Todo mi cuerpo se sentía extraño, pero aún sentí mayor excitación con
solo recordarlo deseando ser penetrada por una polla bien cargada.
Todos mis deseos parecían hacerse realidad cuando Juanjo consiguió
llegar a meta con su última ficha, ganando la partida. Nos quedamos
mirándonos unos a otros como esperando cual iba a ser el mandato de
Juanjo, que dirigiéndonos una dulce sonrisa y tras pensarlo durante
poco rato dijo señalándome:
- ¡ Quiero comerte entera, quiero que me comas tu a mi y quiero que
hagamos el amor como nunca lo hayamos hecho ! La onda expansiva
de aquella frase se reflejó en la cara de todos. Yo alucinaba, ya que es
lo que más deseaba en ese momento, olvidándome de si era el novio
de mi amiga el que proponía aquello o si mi chico estaba delante de
mi mientras me follaba otro. La cara de Maite era un poema y no tardó
en decir.
- ¡ Eres un cabrón ! , Lo que has estado buscando todo el rato es
follartela y nada más, con este juego en el que nos has hecho caer a
todos. El sonrió sin negarlo.
- ¡He ganado!- gritó al fin. Y soy ahora yo quien pide un deseo.
Vosotros lo habeis pasado muy bien ¿no?
- Una cosa es una mamada, unos besos y unas caricias y otra tirarte a
mi novia. - soltó de repente Carlos con un cierto aire de celos. Creo
que en el fondo él deseaba verme follar con otro, pero dijo aquello
como justificando su poder sobre mi.
Juanjo se levantó e hizo colocarse juntos a Maite y a Carlos en el sofá
para que disfrutaran con el espectáculo olvidándose de todo lo que
había oido hasta entonces. Me señaló con el dedo y me hizo ir hacia él
al centro de la habitación.
Nuestras parejas debían sentir en esos momentos lo que yo sentía:
nervios, confusión y mucha, mucha excitación. Sin mediar palabra
Juanjo me cogió por ambas manos y me contempló durante unos
segundos, recorriendo con su vista todos los poros de mi piel.
Mi cuerpo era muy pequeño junto al suyo.
- ¡ Pero que buena estás ! - me dijo sin dejar de contemplarme.
Me agarró por la cintura, me apretó contra él chocando mis tetas por
debajo de su fornido pecho, su falo en erección golpeó cerca de mi
ombligo y en un apasionado abrazo inclinó su cabeza susurrándome al
oido un sensual y cariñoso: ¡ te deseo ! ...y comenzó a besarme con
mucha suavidad. Nuestras lenguas se juntaron acompañando aquel
tierno abrazo. Sus manos recorrían mi espalda y yo acariciaba sus
duras posaderas. Nuestros ojos se cerraban en un ardiente beso. Su
lengua buscaba la mía y yo apretaba su culo con mis manos. Con una
mano me acariciaba las tetas con suavidad y con la otra me palpaba
una de mis nalgas. Su polla se apretujaba entre nuestros cuerpos. Mi
chochito soltaba todos los jugos del placer. El bajó con su lengua por
mi cuello, besó y mordisqueó ligeramente mis pezones, chupó mi
cintura, mi ombligo mis muslos, bajo por mis rodillas, me giró y siguió
por detrás de mis muslos, me separó las piernas y siguió lamiendo mi
culo. Yo seguía en pie muriéndome de gusto, mientras me lamía por
todas partes. Me giró de nuevo frente a él y metió su lengua entre mis
muslos hasta llegar a mi húmedo sexo, cuando sin poderme contener
lanzé un gritito de placer.
-¡ ahhhhhhhhhhhh, eres un cabrón, que gusto me das ! Él seguía en su
labor de chuparme todo el coño con sus labios y lengua, yo le
introducía los dedos en su ensortijado cabello negro. Notaba los
latidos de mi corazón en mí clítoris, notaba su lengua como se habría
entre mis labios vaginales, como si estuviera buscandome todos los
rincones del placer, hasta que de pronto sentí en mi interior una ola de
calor y gusto que nunca había sentido, produciéndose en mí un
monumental orgasmo que deje llevar con gemidos profundos.
Se incorporó y nuestras lenguas volvieron a juguetear mientras nos
abrazabamos y acariciábamos.
Ahora me tocaba a mi. Fui bajando con mi lengua por su cuello, le
mordisqueé en los fornidos hombros, le acaricié los potentes brazos, le
chupé las tetillas y con mis manos iba bajando por su espalda, salté sus
genitales y seguí besando, chupando y mordiendo sus muslos, sus
rodillas, sus gemelos, subí por detrás hasta llegar a su culo, lamiendo
aquellas sabrosas y duras posaderas.
Miré hacia el sofá y ví a Maite y a Carlos , éste muy empalmado, como
nos miraban muy atentos con la operación que llevabamos a cabo.
Me puse de nuevo frente a Juanjo a la altura de su aparato, subí la
mirada hasta sus ojos, le sonreí y empecé a besuquear aquel nabo
enorme. Primero lo hice suavemente jugueteando con mi lengua y
dando pequeños golpecitos del glande contra mis suaves labios.
Arrastré mi lengua por toda su longitud, recorriendo de arriba a abajo
notando sus dilatadas venas, mientras con mis uñas le arañaba por
detras de sus muslos y por su culo. De golpe, me metí aquella polla en
la boca, aunque que no me cabía entera. Ahora era él quien acariciaba
mi rubio cabello, mientras soltaba resoplidos de gusto cerrando los
ojos. Yo seguía intentando comerme aquel tronco una y otra vez,
adentro y afuera de mis carnosos labios. Mi saliva lubricaba aquel falo,
hasta que repentinamente él me tiró del pelo separándome de su sexo,
evitando correrse. Yo para entonces ya estaba como una moto y
deseaba ser penetrada por aquel potente hombre. Juanjo me cogió
por la cintura como si yo no pesara nada y con su extremada fuerza ,
pero con suma delicadeza, me trasladó hasta la mesita de madera que
estaba frente al sofá, justo a los pies de nuestras parejas. Era
alucinante, el hijo de puta quería colocarse cerca de ellos para que
vieran bien la operación de como me follaba. Para entonces a ellos se
les veía muy excitados.
Me tumbo boca arriba en aquella reducida mesita, me agarró por los
muslos y puso mi coño al borde de la pieza. Cogió su pene por la base
y acercó su punta hasta mi húmeda caverna. Paseo ligeramente arriba
y abajo su glande por mi raja, mientras yo me sobaba mis tetas que
apuntaban al techo.
- ¡ Mmmmmm, métemela , métemela ! - gemía yo.
Sabía dar gusto a una mujer, esperando el momento propicio. Sonrió
maliciosamente mirando a Maite y a Carlos. Introdujo la punta en mi
chochito y yo pensaba: ¡ me va a rajar !. Entonces empecé a sentir un
gusto extraordinario. Aquel enorme tronco fue entrando en mi cuerpo.
Me penetró : un centímetro, dos, tres, cuatro....,yo me extremecía,
...ocho, nueve, diez..., aquello no acaba nunca, dieciseis, diecisiete,
dieciocho, diecinueve..., no sé cuanto mediría aquello pero os juro que
era monumental.
La sentía en mi interior y como mi coñito se adaptaba relamiendo su
largura. De repente entró entera dentro de mí, sientiendo sus huevos
chocar en mis glúteos. Nunca había sentido tanto placer por todo lo
largo de mi cuerpo.
- ¡ ahhhhhhhhhh, uuuuuuuuffff ! - gritaba como loca. Me estaba
taladrando las entrañas. En apenas unos segundos, sentí dentro de mí
una sensación superextraña, un placer mayúsculo, un orgasmo que
llegó a ponerme la piel de gallina, se apagaba y pronto volvía a
calentarme más y más, y así corriendome una y otra vez, con múltiples
orgasmos. Él también soltaba algún gemido, mientras bombeaba
suavemente al principio metiendo la punta y apretando al final su gran
polla dentro de mi pequeño agujero. Mi conchita se adaptaba
dificilmente a su duro y gigante miembro. Se detuvo. Sus músculos se
tensaron y en un vaivén dejó toda la polla metida hasta el fondo.
- ¡ Dios mío ! , ¡ que gozada ! - dijo
Y tuvo una larga corrida, llenándome toda con su semen dentro de mí.
Notaba como botaba con espasmos la polla en mi interior, soltando
aquellos jugos y él apretaba su cuerpo contra el mío. Volví a correrme
mientras acariciaba su torax y sus abdominales tensados. Nuestros
cuerpos sudaban y brillaban uno pegado al otro.
Nunca me había ocurrido: tuve más de siete u ocho orgasmos
seguidos y muy profundos. Nunca me habían follado de esa manera ni
me habían hecho gozar como lo hizo aquel pedazo de hombre.
Tan concentrados habíamos estado en nuestro ajetreo, que cuando
alzamos la mirada pudimos ver como Maite, bien abierta de piernas,
cabalgaba sentada frente a nosotros sobre la erguida polla de mi
chico. La vista era espectacular, primero la cara de gusto de Maite con
sus ojos cerrados, sus tetas bailando al vaivén, su cinturita sudorosa y
su coñito metiéndose en el nabo de Carlos hasta llegar a los huevos. La
estaban gozando en pleno. La cara de Carlos apenas podía verse tras
mi amiga, pero se le oía gemir y decir:
- ¡ Si, si, que bien follas ! , ¡ me vas a matar !.
Aquello excitó tanto a Juanjo, que tuvo una erección al momento, me
incorpore e introduje aquella verga dentro de mi boca de nuevo,
chupando con vehemencia: adentro, afuera, adentro, afuera.... mientras
él contemplaba el folleteo de su novia sobre Carlos.
- ¡ ahhhhh, que bien, que bien ! - se le oía decir a Juanjo
entrecortadamente.
Yo seguía en mi tarea de comerle toda su polla, que sabía deliciosa,
jugaba con mis labios sobre su capullo, con mi lengua recorría toda su
longitud y le mordisqueaba por todas partes.
En ese momento de mi dulce mamada a Juanjo, mi novio Carlos,
dando pequeños aullidos, se corrió dentro del excitado sexo de Maite
y ella a continuación empezó a cabalgar más fuerte hasta alcanzar
también un escandaloso orgasmo unos segundos después. Ella apoyo
su espalda sobre el pecho de Carlos y cerró los ojos intentando
guardar aquel gusto en su interior.
Aquello pareció excitar enormemente a Juanjo, que pillándome
desprevenida, viendo la escena de los otros, noté como su polla se
hinchaba al límite y soltó dentro de mi boca una corrida expléndida,
sintiendo ese dulce/amargo y caliente sabor cayendo por mi garganta.
Era delicioso. Me tragué toda la leche y le chupé con ahínco con mi
lengua por todo su miembro. Él se relamía de gusto. Los otros se
abrazaban, se acariciaban y besaban sin parar.
Juanjo se separó lentamente de mí y me besó agradeciéndome aquel
maravilloso polvo. A continuación me volvió a tumbar sobre la mesita y
con su lengua exploró de nuevo sobre mi húmedo sexo. Mientras me
tocaba los senos con dulzura, su lengua recorría mis ingles, mi pubis e
introdujo la punta de su lengua en mis labios vaginales haciendo
estallar de nuevo a mi clítoris supersensible y haciendome correr de
nuevo. Apenas me tocaba yo estallaba de placer. Aprendí esa tarde
que las mujeres podemos sentir esto tantas veces seguidas.
La verdad es que aquella tarde nos dejamos llevar los cuatro por
nuestro deseo y por nuestra excitación hasta el punto de sentir el
máximo placer. Fue toda una gozada, creo que irrepetible.
La lluvia cesó afuera. El sol empezó a brillar y se colaba por los
ventanales del salón. Todo se iluminaba poco a poco.
Nos fuimos duchando y vistiendo uno a uno, y salimos a la calle en
busca de algo de aire fresco que nos relajara de aquella agitada y
divertida tarde.
Fue una experiencia que repetimos varias veces después durante unos
meses y que sirvió para conocernos mejor incluso a nosotros mismos.
Después por otras razones el destino nos separó y aquello quedó en
un dulce recuerdo.

Compartiendo habitación

Paco, Loren y yo formábamos un equipo bien conjuntado,


convirtiéndonos en los primeros vendedores de seguros de nuestro
grupo de zona, nuestra técnica en equipo funcionaba a las mil
maravillas, no teníamos rival y nuestra facturación había sido la más
destacada sacando gran ventaja al resto de compañeros. Por eso es
que nos habíamos convertido en una pequeña gran familia. Yo nunca
había tenido un problema por el hecho de ser una mujer ante dos
hombres y siempre habían sabido combinar la caballerosidad con la
igualdad a la hora de tomar decisiones y hacer un buen trabajo.
Loren era el jefe de grupo, a sus 45 años ya no le tenía que enseñar
nadie lo que era vender o visitar a todo tipo de gente, conocía cada
respuesta, cada carácter, cada personalidad, sabía afrontar los
problemas y como tratarlos en cada momento, a su edad se
conservaba muy bien, quizá le delataba su pelo medio canoso, pero
estaba catalogado en esa franja de lo que se llama "hombre maduro
interesante" y apetecible. Paco, era bastante más joven, con 30 años
había aprendido mucho de su jefe pero sus dotes estaban en la
habilidad de la palabra y sobretodo de su atractivo, la verdad es que
estaba muy bueno y tenía unos labios preciosos, él también conseguía
convencer al más indeciso, además de que todas las chicas se le
rifaban, si le tocaba una mujer mayor, que era su especialidad, la venta
estaba más que asegurada. A mí, sin duda, no me hacía falta abrir la
boca, con dos compañeros así, estaba todo prácticamente hecho,
además por mi juventud, 22 años, hacía más refrescante al grupo, por
lo que la mayoría de los clientes varones eran para mí y lo cierto es
que yo era un buen partido, jeje. Por entonces yo tenía una melena lisa
de color rubio intenso procurando ir a cada visita bien peinada y
maquillada, mis ojos verdes y una dulce sonrisa formaban parte de mis
atributos para una buena venta, un pecho grande y bien colocado y
unas largas piernas que solía lucir con faldas cortas, todo eso también
influía para hacer más fácil la labor.
Aquel Martes, estaba "todo el pescado vendido" y nos disponíamos a
regresar a Madrid, el día era muy frío y de seguro que nos
encontraríamos con nieve por el camino. Teníamos 2 horas de camino
hasta casa y preferimos no correr con el coche, pero a los pocos
kilómetros la nieve hizo su aparición y a pesar de que eran cuatro
copos, nos preocupaba a medida que íbamos subiendo el puerto. La
nieve empezó a ser copiosa y la carretera cada vez más resbaladiza.
Paco era un gran conductor, pero no pudo evitar que el coche le
hiciera algún que otro quiebro y el susto correspondiente para todos.
Llegó un momento en el que las ruedas del coche eran incapaces de
coger una rodada limpia y la cosa se puso realmente seria.
- Deberíamos parar -dije bastante asustada.
- No podemos parar aquí, nos quedaríamos congelados toda la noche.
- contestó Paco.
- Estoy asustada. - insistí.
- No te preocupes, dentro de un par de kilómetros hay un motel de
carretera, vamos a intentar llegar. - interpuso Loren.
Después de unos cuantos derrapes, una noche cerrada y una nevada
más que abundante conseguimos llegar hasta el pequeño hotelito, que
se nos hacía más acogedor de lo que nunca hubiéramos imaginado.
Llegamos a recepción y solicitamos 3 habitaciones sencillas.
- Lo siento señores, el hotel está completo. - nos comunicó el
recepcionista.
- Pero ¿no le queda ninguna? - preguntó Paco.
- Nada, está todo a tope, con esta nevada, ya se sabe... Bueno tengo
una habitación que se está reformando, pero no tiene calefacción y
pasarían mucho frío, además solo tiene una cama...
Los tres nos miraron indecisos, la verdad es que a pesar de nuestra
confianza y camaradería nunca habíamos tenido que pasar por una
situación parecida y mucho menos tener que compartir una habitación,
teniendo en cuenta que eran dos hombres y yo, pero la cosa era
irremediable, o eso o nada...
- Bueno, - intervino Paco señalándome- , yo creo que si a ella no le
importa podemos compartirla como buenos hermanos, naturalmente
tú dormirías en la cama y nosotros ya nos arreglaríamos...
- De eso nada, la cama la rifaremos... - contesté.
- Venga mujer, no seas tonta, yo prefiero que seas tú quien te quedes
con la cama, tómalo como una galantería ¿vale?
- Ya, pero no me parece justo...
Loren intervino como jefe zanjando la situación:
- Venga, ya está decidido, te quedas la cama ¿de acuerdo?
- Además prometemos portarnos bien ¿verdad? - interpuso Paco.
Los tres reímos por la situación, un poco embarazosa por cierto, pero
inevitable en cualquier caso. Yo me sentía algo nerviosa, pero al fin y al
cabo ya teníamos la confianza suficiente como para pasar una noche
juntos, como compañeros, claro. Así que sin ningún tipo de equipaje
subimos a la habitación. El muchacho que hacía las veces de
recepcionista y botones nos acompañó y nos hizo entrega de un buen
surtido de mantas.
La habitación era más cutre de lo que imaginaba, pero tampoco era
cuestión de estar escogiendo. Las paredes renegridas, denotaban la
humedad que las había empapado durante mucho tiempo, un papel
pintado medio arrancado adornaba otra de las paredes y el frío se
hacía más que notar, aunque siempre se estaría más calentito que en la
calle; dos sillones más viejos que el hotel y cuyo asiento casi tocaba el
suelo eran los únicos muebles de esa habitación, aparte de la cama; al
menos disponíamos de un pequeño baño y una ducha que
afortunadamente tenía agua caliente.
Los tres nos miramos de nuevo, intentando buscar la manera de como
pasar la noche, bastante incómoda tal y como se preveía.
- No sé chicos- dije.
- Oye creo que debemos cedértela como buenos caballeros, no te
preocupes por nosotros que nos arreglamos bien ¿verdad Loren? -
afirmó Paco.
- Bien, si queréis nos podemos turnar - insistí.
- De ninguna manera - respondió Loren - la cama para ti.
- Como queráis, pero creo que vais a pasar mucho frío...
- No te preocupes.
- Bien, me pegaré una ducha a ver si entro en calor. - dije intentando
acomodarme a aquella situación.
Por un momento pasó por mi mente que los tres compartiéramos la
cama, no era muy grande que digamos pero al menos dormiríamos
todos más calentitos, pero eso tampoco era muy correcto, una mujer y
dos hombres que a pesar de conocerse no tenían la suficiente
confianza como para eso. El solo hecho de pensarlo ya me hizo
ponerme algo cachonda.
Entré en el baño, abrí el grifo de agua caliente y me fui despojando de
mi chaqueta, después mi falda de tubo, a continuación mi blusa
blanca, mi combinación, mis medias, mi sostén y por último mis
braguitas. Me miré en el espejo y vi que mis mejillas estaban rojas,
síntoma de estar algo excitada, mis pezones se habían endurecido y
eso también reflejaba que la idea de pasar la noche con mis
compañeros podría ser... ¿pero en que estaba pensando? , me metí en
la ducha y eso hizo que me relajara un poco más. Una vez que estuve
aseada y más cómoda decidí no volver a ponerme la ropa interior y
solo me coloqué mi combinación de raso como única prenda, al día
siguiente tendría que volver a usar mis braguitas y prefería
conservarlas lo más fresquitas posibles, asi que las lavé en el lavabo y
las dejé tendidas junto a la ducha para que se secaran.
Me daba cierto corte salir en paños menores a la habitación, pero me
armé de valor y cuando entré, los dos hombres se quedaron
boquiabiertos, sin duda la vista era más sensual que verme siempre
con mi traje chaqueta; ahora estaba ante ellos una mujer joven, con el
pelo mojado, los ojos brillantes y cubierta únicamente por una prenda
muy sexy que realzaba mi silueta y remarcaba mi pecho, mis pezones y
mis piernas sin medias... en fin todo aquello hacía que ellos no me
quitaran ojo... Me sentí deseada por ellos y eso volvió a excitarme, por
un momento pensé para mi ¿y si me desnudo ante ellos y les digo si
follamos a trío?, pero eso era otra de mis locuras...
- Ya podéis pasar al baño- dije con toda la naturalidad.
El primero fue Loren que tardó un buen rato en salir, mientras yo me
metí en la cama y revisé por encima los papeles de las ventas del día.
Loren salió del baño en calzoncillos y camiseta. No pude evitar una
pequeña risita nerviosa. Nunca había visto a mi jefe en paños menores
y aquella situación era un poco ridícula y divertida a la vez. Después
fue Paco quien pasó al baño y también salió con sus calzoncillos y
camiseta. De nuevo una pequeña risita de los tres. La verdad es que
dos hombres que siempre iban bien vestidos con su traje y corbata se
veían ahora como dos extraños y eso les hacía más interesantes. Volví
al baño con la disculpa de secarme el pelo y con la intención de que se
acomodaran sin estar yo presente y no se sintieran violentos. Cerré la
puerta tras de mí y puse en marcha el secador, pero no pude evitar oír
los cuchicheos de mis dos compañeros.
- ¿Has visto lo buena que está? - oía como le decía Paco a Loren.
- Ya lo creo, esta irresistible, nunca la había visto tan sexy. -contestó
Loren.
- Vaya polvo que tiene, me la comía ahora mismo - interpuso Paco.
- No seas bruto. - le recriminó Loren.
- ¿Acaso tu no...?
- Calla, calla, que la tengo como una piedra...
Aquella conversación hizo que me sintiera muy halagada por mis
compañeros, pues nunca me comentaban nada con respecto a mi
físico, siempre me trataban como colegas con respeto y educación,
pero esta vez me sentí deseada de verdad por ellos y eso hacía que me
pusiera muy cachonda. Notaba como los pezones comenzaban a
remarcarse de nuevo bajo la tela de mi corta combinación.
Al cabo de un rato, volví a la habitación y me encontré a mis
compañeros uno en cada sillón y tapados hasta el cuello con sus
respectivas mantas, se veían más ridículos todavía, pero también la
situación era inevitable. Me metí en la cama, me tapé con las mantas y
apagué la luz. Intentamos dormir...
A medida que avanzaba la noche el frío se hacía más intenso, en el
exterior debía haber varios grados bajo cero y en la habitación no
había una temperatura mucho mayor. Desde luego la más cómoda era
yo y la más calentita, dentro de lo que cabe, pues si yo sentía frío, ellos
debían estar prácticamente congelados.
Apenas llevaba una hora dormida, cuando me desperté pues el frío iba
en aumento y los chicos no dejaban de tiritar. Sentía remordimientos
por la situación y por mi ventaja de estar algo más cómoda que mis
colegas.
- Eh chicos, no podéis estar así, vamos a morirnos de frío, yo estoy
helada. Veniros aquí a la cama y la compartiremos como podamos
¿vale?
- No, eso no puede ser. - contestó Loren.
- Vamos, no seáis tontos, solo vamos a darnos algo más de calor, este
frío es insoportable, no seáis niños...
Conseguí convencerlos y es que el frío fue el que nos obligó a tomar
esa determinación. Los dos hombres se metieron en la cama junto a
mi, uno a cada lado y a pesar de estar muy apretados intentamos
acomodarnos lo mejor que pudimos. Loren y Paco muy educadamente
me dieron la espalda para que no me sintiera incómoda, pero no
podían evitar que estuviéramos en contacto, pues la cama no daba
más de sí. Paco, el más joven, estaba espalda con espalda conmigo y
Loren notaba mis voluptuosos pechos en la suya. Lo que sí
conseguimos en poco tiempo era volver a recuperar una mejor
temperatura, lo que hace el calor humano...
Una vez que entramos en calor, yo me sentí mucho mejor y al mismo
tiempo me sentía excitada con el solo hecho de pensar que estabamos
los tres tan juntitos, me imaginaba que podíamos estar retozando
como colegiales en aquella cama, pero de momento no ocurrió nada.
Digo de momento porque a la media hora sentí como Paco, el que
estaba a mi espalda, se había dado la vuelta y ahora lo que sentía era
su pecho tras de mí. Loren debía estar dormido porque se le oía
respirar plácidamente.
Al poco rato, Paco posó una de sus manos en mi cadera como un acto
involuntario de estar dormido y así lo interpreté. Después pude notar
como un bulto considerable y duro se apretaba contra mi culo, lo que
me hizo pensar que realmente no dormía. Yo me quedé inmóvil y
comencé a sentir un gusto por todo mi cuerpo que me encantaba. En
vista de que yo no reaccionaba ante su nueva postura, la mano de
Paco, pasó de la cadera a la cintura. Yo seguía respirando fuerte
haciéndome la dormida.
Pasaron unos segundos en los que volví a pensar que abandonaría,
pero la mano de mi compañero continuó palpando mis curvas
acariciándome a través de la tela de mi combinación hasta llegar a mi
teta derecha, ahí se detuvo esperando acontecimientos, pero al ver
que yo no reaccionaba, siguió palpando con mayor intensidad hasta
sobarla con todo descaro. Yo estaba disfrutando como una niña y me
estaba poniendo a cien. Mi pezón sobresalía de la tela y se enredaba
entre sus dedos. Su habilidosa mano bajó por mi vientre hasta llegar a
mi pubis. Se sorprendió que no llevara braguitas debajo, pues pudo
notar los pelos de mi coñito a través de la tela. Su polla dura como una
piedra seguía apretada contra mi culo y comenzó a bambolearse sobre
él, frotándose una y otra vez. Aquello me estaba volviendo loca de
verdad. Su mano se coló esta vez por debajo de la tela acariciando mi
muslo primero por fuera y luego por la parte interna. Lentamente
subió hasta mi entrepierna y allí se detuvo. Por un momento pensé
que se arrepentiría de su exploración, pero no fue así, siguió
acariciándome hasta tocar mi coñito que pudo notar bastante húmedo.
Notaba su aliento en mi nuca y como su respiración se aceleraba. Yo
sentía un gusto tremendo y deseaba que aquello no acabase nunca.
Siguió acariciando mis labios mayores, mi pubis, rozando con la yema
de sus dedos todos los rincones de mi intimidad. Acarició mi clítoris y
entonces me desbordó un orgasmo que intenté disimular por todos
los medios, pero mi respiración agitada y mis jadeos eran más que
evidentes... A continuación noté como se despojó de sus calzoncillos y
como me subía la combinación hasta la cintura, para luego volver a
pegarse a mi. Esta vez pude notar su calor y su piel contra mi piel, su
polla, que notaba enorme, se pegaba a mi culo, como deseaba que me
follara...Permaneció quieto unos instantes, supongo que para ver mi
reacción, pero yo seguía inmovil. Entonces con su glande empezó a
recorrer mi culito, notaba que él estaba muy mojado, luego me pasó
su miembro entre las piernas, me las abrió ligeramente y pasó de
arriba a abajo por mi rajita toda aquella grandiosidad que poseía entre
sus piernas. Yo me sentía en la gloria...
Loren no parecía enterarse de nada pero tampoco podía evitar
sentirme a gusto pegado a él y sentir mi pecho contra su espalda...

Paco estaba muy lanzado y ya no había quién le parase, su polla estaba


rozando los labios de mi vagina y hacía lo imposible por querer entrar
en mí, que por cierto era lo que yo más deseaba. Después de unos
cuantos intentos en esa difícil postura logró introducir la punta de su
miembro en mi coño caliente, hizo un movimiento hacia atrás y luego
hacia adelante y me la metió hasta el fondo.
- Ahhhhhhhh. - un jadeo profundo me invadió.
Siguió con toda su polla metida dentro de mi y después comenzó a
moverse follándome sin compasión. Yo ya no podía seguir haciéndome
la dormida.
- Sigue, sigue, cabrón, que gusto me estas dando...
A Paco aquello pareció encantarle y siguió bombeando esta vez con
más fuerza. Notaba como las paredes de mi vagina atrapaban aquel
falo dentro de mi y lo bien que me estaba follando. Me acomodé de
tal forma que le permití que sus embestidas llegaran a lo más
profundo de mi ser, notando como me entraba aquella enorme polla
hasta las entrañas.
- Que bien, que bien, fóllame, si, siiiii...
- ¿te gusta? , lo estabas deseando ¿eh?
Él seguía follándome por detrás y Loren no parecía inmutarse aunque
se revolvía en la cama ya que nuestro movimiento le empujaba hasta
casi tirarle de la cama. Yo estaba fuera de mis casillas, estaba como una
loba en celo y metí la mano por el slip de mi jefe y comencé a
acariciarle. Al momento la polla de Loren tomó un tamaño más que
considerable. Esta vez no me limité a acariciarle sino a masturbarle con
ganas y eso hizo que se despertara. Podía oír sus gemidos, notar como
su respiración se hacía más agitada y se quedaba inmóvil,
desconcertado por como había despertado de su sueño. Aquello se
había convertido en una orgía en toda regla.
- Toma, toma, toma. - decía a cada embestida Paco como si me
estuviera martilleando.
Loren se puso boca arriba y permaneció con los ojos cerrados para
recibir mejor mis caricias y la paja que le estaba haciendo en mejor
posición. Me encantaba tener la polla de mi jefe entre mis dedos y no
me lo pensé dos veces, cuando bajé mi cabeza hasta esa preciosidad y
comencé a metérmela en la boca.
- Ugggghhhh, Dios mío. - gemía Loren.
Yo seguí mamándosela hasta la garganta, estaba en la gloria, Paco
follándome por detrás y yo comiéndome la polla de Loren, era todo
una delicia.
Paco empezó a respirar más profundamente y se agitaba y
convulsionaba con cada metida que me daba, su polla pareció crecer
dentro de mi y eso provocó que me corriera con un gusto enorme sin
casi poder respirar por tener todo el miembro de mi jefe en la boca.
- Me corro, me corro... - gritaba Paco.
Y mientras decía eso me agarraba por las caderas y mantenía todo su
miembro dentro de mí, fue entonces como noté como me inundaba
con todo su semen en varios chorros que indicaban que hacía tiempo
que no echaba un polvo como aquel. Unos segundos después fue
Loren el que gritaba.
. Ohhh, ohhhh, aparta que me voy....
Pero lejos de apartarme metí más profundamente aquella daga en mi
boca y pude sentir como inundaba mi garganta con su leche, me
tragué todo y seguí chupándole hasta dejarle seco. Él se retorcía y me
acariciaba el pelo.
Paco se quedó descansando y recuperándose un poco después de
tanto ajetreo. Entre los dos me despojaron de la combinación y
estuvieron observándome mientras me acariciaban por todo mi
cuerpo. Por un lado estaba Loren acariciándome el coñito con sus
dedos y por otro los labios de Paco chupando mi pezón izquierdo.
Estaba en la gloria...
Paco no lo dudó dos veces y bajo las sábanas llegó hasta mi chochito y
comenzó a besarme y a chuparme mientras Loren hacía lo propio con
mis tetas. En poco tiempo consiguieron que tuviera un nuevo orgasmo.
Entre los dos me estaban dando un placer enorme. Parecía mentira
que una hora antes todos nos comportáramos tan educadamente y
ahora estuviéramos dale que te pego.
Loren otra vez en guardia, apartó a Paco de mi entrepierna y se colocó
encima mío, se le notaba muy excitado y comenzó a masajear mis
ingles con su polla, hacía círculos alrededor de mi pubis, podía notar
como su glande rozaba mis labios vaginales y sin avisar me la metió
hasta el fondo, lo hizo tan bruscamente que me hizo daño, pero se me
fue apagando el dolor a medida que me metía todo su poder.
Continuó follándome con gran maestría mientras Paco aprovechaba
para subir su polla hasta mi cara y dibujar con ella mi nariz, mi barbilla
y mis labios. No pude resistir la tentación y de un bocado me la metí
en la boca, comencé a chuparle de igual manera que minutos antes
había hecho con Loren. Ahora habían cambiado los papeles y era
Loren el que me estaba follando mientras yo le hacía una poderosa
mamada a Paco.
Otra vez me sentí en la gloria y disfrutábamos todos de lo lindo,
parecía que habíamos perdido el tiempo hasta entonces. Loren seguía
follándome mientras me yo me agarraba a sus brazos y mis piernas
bordeaban su cintura, no aguantó mucho, cerró los ojos, cogió aire y
pronto noté como me inundaba con su leche las entrañas, salía a
borbotones mientras se dejaba caer sobre mi pecho totalmente
exhausto. Yo seguía saboreando la polla de Paco que disfrutaba
mientras con sus dedos intentaba alcanzar mis tetas y sobármelas. Al
poco rato Paco estaba listo para su segunda corrida que intenté tragar
igual que antes, pero él la sacó de mi boca y prefirió soltarme toda su
leche sobre mi cara, el primero chorro fue a caer a mis cejas, el
segundo a mi barbilla, el tercero a mis labios, entrando parte en mi
boca, otro más sobre mi pelo... parecía la nevada que estaba cayendo
en la calle.
Permanecimos los tres abrazados y desnudos el resto de la noche y ya
casi no necesitábamos las mantas, pues habíamos entrado más que en
calor... Cuando no era uno era el otro el que me besaba y me
acariciaba, nuestras lenguas se cruzaban una y otra vez. Sus dedos
jugaban con todo mi cuerpo, explorándome, tanteándome... Asi
estuvimos un buen rato hasta quedarnos dormidos.
A la mañana siguiente no hablamos del tema, todo había sucedido casi
inesperadamente, involuntariamente diría yo y volvíamos a ser los
mismos de ayer. Nos duchamos, nos vestimos y bajamos a desayunar
como si nada hubiera pasado, después continuamos nuestro viaje
hasta casa en el más absoluto silencio, nadie se atrevía a comentar
nada de lo sucedido, parecía que aquella noche todo había sido un
sueño...
El Esposo y el Socio

Siempre que suelo acompañar a mi marido a sus viajes me aburro


como una ostra y él lo sabe perfectamente. Aquel nuevo viaje caribeño
no iba a ser menos, así que decidí que aunque no conociese a nadie en
ese nuevo país podría darme una vuelta por esa pequeña ciudad
costera y distraerme un poco, al fin y al cabo podía entenderme
porque se hablaba castellano y no era difícil alquilar una embarcación
y disfrutar de aquel magnífico día y de aquel maravilloso lugar. Sin
embargo mi marido no me permitió ir sola bajo ningún concepto por
esos lugares sin ningún tipo de protección, así que pidió ayuda a uno
de sus colaboradores que resultó ser un atractivo y joven ejecutivo
argentino que le acompañaba en muchos de sus viajes y que al tiempo
era el director de su oficina en Buenos Aires. Aceptó gustoso ser mi
guía y protector. Mi marido nos presentó:
- Mira cariño, este es uno de mis más fieles colaboradores y además
nuevo socio de la compañía en América del que tanto te he hablado...
Extendí mi mano y le saludé:
- Así que ¿tu eres...?
- Diego, para servirle en lo que necesite. -contestó estrechando mi
mano y al hacerlo sentí un calor que recorrió todo mi cuerpo.
Su acento argentino me cautivó. Me pareció un hombre muy atento,
cortés y guapísimo, su tez morena resaltaba sobre unos hermosos ojos
color café, su pelo negro bien peinado y sus labios remarcados le
hacían enormemente atractivo, para colmo llevaba una camiseta
ajustada lo que hacía remarcar sus músculos, en fin, que todo aquello
me gustó desde el primer momento y debo reconocer que tuve una
atracción sexual hacia él fuera de lo común, por qué negarlo...
Tampoco parecí ser la única en tener esa atracción ya que la mirada
que me dirigió de arriba a abajo por todo mi cuerpo con unos ojitos
llenos de deseo, era todo un poema...
- Diego, si no te importa, ¿podemos tutearnos? - le pregunté
- Por supuesto, para mi resultará más cómodo también.
Así que allí me encontraba yo, dispuesta a conocer aquella hermosa
ciudad y muy bien acompañada por aquel atractivo socio de mi
marido. Paseamos por varias de las tiendas junto al puerto y allí Diego
me invitó a un té helado y tras buscar varios sombreros, me regaló una
pamela muy bonita para protegerme del sol. Muy caballerosamente se
ofreció a cumplir todos mis deseos y yo naturalmente me dejé llevar. A
una siempre le gustan esas galanterías.
Compramos algo de fruta y unas botellas de un vino blanco riquísimo.
Nos dirigimos al puerto en busca de que algún amable nativo nos
enseñase la costa y nos dejáramos acariciar por aquel sol caribeño.
Camino del puerto me di cuenta de que era objeto de muchas miradas,
a pesar de ir acompañada, me sentía observada y al mismo tiempo
admirada. Mi juventud, unido a mi larga melena rubia era algo que
hacía atraer automáticamente la vista de muchos hombres; si a todo
aquello le sumamos unas seductoras gafas de sol, un vestido blanco
corto con mucho vuelo mostrando mis morenas piernas y realzadas
con unas sandalias de tacón fino, convertían todo el conjunto en un
complemento perfecto para que fuera el objeto de algún comentario
de admiración, algo que debo reconocer, me gusta y me excita
enormemente.
Nada más llegar al lugar donde los veleros estaban atracados en el
puerto, se nos acercaron varios de aquellos lugareños dispuestos a
ofrecernos sus servicios turísticos. Diego discutió las tarifas con
algunos de ellos, pero las ofertas no parecieron ser de su interés. Yo le
dejaba organizar a él, porque le veía muy dispuesto y muy seguro de
lo que hacía. Notaba como las miradas de todos aquellos hombres se
hacían lascivas a mi paso o al menos eso me parecía, quizás el sol,
quizás el sentirme atraída por Diego, el estar en un lugar diferente,
desconocido... o por todo a la vez, no lo sé, pero el caso es que estaba
supercachonda.
Diego hacía las veces de mi esposo, me tomaba por la cintura con toda
la naturalidad del mundo y a mi me encantaba sentirme atrapada por
sus musculosos brazos, me presentaba como su mujer , algo que no
me incomodaba, al contrario, me hacía sentirme bien, incluso por mi
cabeza pasaban imágenes en las que Diego me abrazaba y me
acariciaba por todo el cuerpo, pero no dejaban de ser malos
pensamientos...
Al final del puerto quedaban tan solo dos veleros y tras discutir el
precio con el primero nos dirigimos hacia el último: un joven nativo,
que nada más verme me desnudó con la mirada y se enjuagó los
labios con su lengua. Se le veía muy fuerte y muy guapo, con una tez
curtida y morena, más incluso que la de Diego, un pelo moreno rizado,
unos ojos marrones y unos labios muy gruesos que me parecieron
divinos. Ambos se saludaron como dos viejos y buenos amigos y se
dieron un abrazo muy efusivo. No pude adivinar, aunque si intuír, algo
que se dijeron al oído en susurros, que sin duda era referente a mi,
sobretodo cuando ambos miraban directamente hacia mis muslos.
- Bienvenida a bordo, espero que disfrutes del paseo... Mi nombre es
Yami. - Me saludó al tiempo que me daba dos besos y me agarraba
por la cintura.
Aquel hombre me parecía algo atrevido, pero lejos de incomodarme
pareció agradarme su descaro. Sus miradas hacia mí no cesaban y
Diego parecía disfrutar con la situación. Yo me sentía en la gloria pues
estaba a punto de embarcar en un pequeño velero y acompañada de
dos hombres jóvenes, guapísimos, desconocidos y que desbordaban
erotismo, sensualidad, deseo, lascivia, pecado..., osea, una mezcla
explosiva para una mujer solitaria y caliente como era yo en ese
momento.
El viaje comenzó lentamente y la suave brisa nos acompañó a medida
que nos alejábamos del puerto. Diego y yo nos sentamos en la borda
de aquel velero mientras nuestros pies se mojaban en el agua del mar.
Yami llevaba el timón y de vez en cuando nos sonreía amablemente,
pero sobretodo a mi, incluso guiñándome un ojo.
El calor se iba haciendo asfixiante y yo estaba caliente por dentro y por
fuera. Sentía como aquellos dos chicos también se calentaban, lo
sentía cuando sus miradas y sus ojos brillantes lo delataban y cuando
yo mostraba mi lado más sexy posible utilizando unas poses más que
seductoras, cruzando las piernas, estirando mi espalda, hinchando el
pecho o acariciando mi largo cabello rubio.
- Ufff. Vaya calor... - le dije a Diego abanicando mi cara con mi mano.
- Ya lo creo, a medida que nos metemos mar adentro la temperatura
va en aumento. -contestó él.
- Si tuviera un bikini... - dije con cierta doble intención .
- Es verdad, no hemos caído en la cuenta, podíamos haber comprado
unos bañadores antes de partir... - contestó Diego.
El hecho de tener mis pies metidos en el agua no bajaba mi
acaloramiento.
- Si quieres puedes quitarte el vestido, al fin y al cabo tu ropa interior
haría las veces de un bikini ¿no te parece? - me propuso Diego.
- No creo que sea lo correcto... - contesté
- Mujer, no te preocupes, aqui solo estamos nosotros tres, nadie más
te va a ver...
Yo me hice de rogar, no me parecía la propuesta más correcta en tal
situación y menos aún tratándose de dos hombres que no conocía de
nada y que no dejaban de observarme con descaro y deseo.
- Si quieres yo también me puedo quitar la ropa.... - me dijo.
Sin dudarlo, Diego se levantó y me ofreció una bonita actuación,
quitándose la camisa, mostrandome su poderoso torso desnudo, por
cierto muy bien depilado, como a mi me gusta, para después bajarse
los pantalones y quedarse con unos calzoncillos tipo boxer, pero bien
ajustaditos, marcando paquete. Cuando volví la mirada hacia atrás,
pude ver como Yami ya se había despojado de sus pantalones y estaba
también en calzoncillos, el cachondeo invadía aquel barco y a todos
nosotros.
Con la calentura que tenía encima y aunque me daba cierta vergüenza,
me animé y como una autómata me puse en pie al tiempo que fui
soltando la cremallera lentamente como para ofrecer a mi compañero,
mejor dicho a mis dos compañeros, una buena sesión de strip-tease.
Despues lo dejé caer lentamente hasta que la prenda acabó en el
suelo. Me quedé de pie frente a Diego con mi reducida ropa interior:
un bonito conjunto blanco de sostén y braguitas con encajes. Aquel
conjuntito era bastante sexy ya que era semitransparente y podía
adivinarse tanto mis rosados pezones a través de la tela, como los
pelos recortados de mi pubis. La braguita era muy reducida por detrás
y sin ser tanga se metía en la rajita de mi culo. Con toda la naturalidad
volví a mi posición y me coloqué a su lado sentada en la borda.
De reojo miré hacia la popa del barco y veía como Yami estiraba el
cuello intentando observarme bien, aquello era lo más excitante que
me podía pasar. Estaba como sola en el mundo y deseada por dos
hombres a la vez, algo que siempre había soñado. Cuanto más notaba
sus miradas sobre mí, más seductores eran mis movimientos, rozaba
mis muslos con las manos, acariciaba mi larga cabellera... hichaba el
pecho para realzarlo y mostrarlo en toda su intensidad...
Yami se acercaba de vez en cuando con el disimulo de colocar alguna
vela del barco o alguna cuerda, pero sin duda lo que él deseaba era
verme de cerca. Yo también a él que cuando le miraba su amplia y
musculosa espalda me hacía temblar, además a mi lado estaba Diego
que estaba buenísimo, era todo un sueño...
Una vez que nos alejamos bastante de la costa, Yami detuvo la
embarcación, echó el ancla en aquellas aguas tranquilas y nos dejamos
mecer en aquella dulce y caliente brisa del Caribe. Allí reinaba un
silencio que solo se interrumpía por las pequeñas olas que golpeaban
contra la embarcación.
- Parece que estamos solos en el mundo - le dije a Diego mientras le
ofrecía mi mano tumbada junto a él.
Él la tomó dulcemente y los dos cerramos los ojos. Así permanecimos
unos minutos. Cuando los abrí Yami se acercó hasta nosotros y nos
ofreció dos copas del vino blanco bien fresquito al tiempo que se
sentaba a mi lado y se servía otra copa para él. Alli estaba yo entre dos
chicos desconocidos y los tres con una evidente calentura. Así
permanecimos los tres no sé por cuanto tiempo, sin decir nada, tan
solo disfrutando el momento y el maravilloso sol.
- Con este sol tan fuerte nos pondremos morenos enseguida ¿no? - le
pregunté a Diego.
- Y tanto... - contestó - aunque lo mejor sería quitarse toda la ropa
para que no nos quede la marca ¿no es cierto Yami?.
- Si, desde luego... -dijo este.
- ¿por qué no nos desnudamos? - preguntó Diego.
- No, no me parece bien, Diego, perdóname, casi no te conozco para
hacer algo como eso y mucho menos a Yami... ¿no crees?, perdóname
pero creo que no deberíamos... - le dije.
- Por eso no te preocupes, Yami está acostumbrado, ¿no ves que él
lleva a muchas turistas que se tumban en cubierta a tomar el sol
desnuditas?
- ¿En serio? - pregunté con cierta inocencia.
- Claro, es algo normal por aqui - contesto seguro Yami.
- Pero... es que no me atrevo, no me desnudo nunca delante de
nadie.... - les dije con rubor.
- Mira, es tan sencillo como esto. - dijo Yami poniéndose de pie y
bajando sus calzoncillos de repente hasta los tobillos. Todo su cuerpo
desnudo apareció ante mi sin darme tiempo a reaccionar.
Instintivamente dirigí mi vista hacia su miembro que estaba algo
excitado, sin llegar a estar en erección, pero me pareció muy grande.
Sin duda que estaba acostumbrado a ponerse en pelotas en el barco
porque no tenía ninguna marca de bañador, tenía un cuerpo fuerte y
precioso.
Yo no sabía que decir, pero cuando volví la cabeza hacia donde estaba
Diego, éste ya estaba poniéndose de pie y despojándose de su
calzoncillo. No me lo podía creer... Ahi estaba yo sentada y a cada lado
de mi dos tíos buenísimos completamente desnudos. Volví a dirigir mi
mirada hacia sus miembros y ambos éstaban casi en erección.
- Ahora es tu turno - dijo Diego mientras extendía su mano para
ayudarme a levantarme.
- Pero... - dije algo apurada.
- No hay peros, no sería justo que tu no te pusieras como nosotros
¿no? - me rebatió Diego.
Miré a uno, luego al otro, luego a sus dos hermosos aparatos. Luego
seguí resistiéndome.
- Chicos, es que me da mucha vergüenza...
- Por qué? - preguntó Yami - ¿prefieres que te desnudemos nosotros?
Aquello sin duda que era una encerrona y un plan bien trazado por
aquellos dos bandidos... No tenía salida y aunque dudé, ellos me
insistieron una y otra vez, me armé de valor, me puse en pie y
desabroché los corchetes del sujetador en mi espalda, saltando éste
como un resorte. Mis tetas botaron como dos flanes ante la atenta
mirada de aquellos hombres. Después bajé lentamente mis braguitas
que se enrollaban en mis sudorosos muslos a tan solo unos
centímetros de sus alucinadas caras y en apenas un minuto me quedé
completamente desnuda frente a ellos.
Ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, pero allí estábamos los
tres en pelotas y admirando nuestros respectivos cuerpos, era como un
juego de niños con toda la inocencia del mundo..., por lo que me
importaba poco todo lo demás.
Aquellas dos pollas que parecían rodearme estaban ahora en pleno
rendimiento y no deseaba otra cosa más que sentirme ensartada por
alguna de ellas. La de Diego era hermosa ligeramente curvada y con
un glande ancho, no excesivamente grande, pero si de un buen
tamaño, pero la que era realmente espectacular era la de Yami: gruesa,
larga y aparentemente dura como una roca, un aparato de bestiales
dimensiones, osea de las que dan miedo.
Yami se lanzó de cabeza al agua y nos invitó desde allí a imitarle, así lo
hicimos, nos bañamos durante un buen rato los tres juntos y jugamos
en el agua como tres críos, disfrutando del placer de nadar sin ninguna
ropa.
El primero en salir del agua fue Yami que fue el que me ayudó a subir
extendiendo su mano. Su enorme polla se veía grandiosa y todavía
más cuando se quedó a pocos milímetros de mi cara. Después Yami
ayudó a subir a Diego.
- Debeis secaros rápido y daros alguna protección solar - nos advirtió
Yami - aqui el sol pega muy fuerte y llega a abrasar...
Nos ofreció unas toallas y Diego se ofreció voluntario para secarme
rapidamente. A continuación Yami se puso tras de mi y sin preguntar
comenzó a aplicarme la crema por la espalda, primero por los
hombros, luego fue bajando hasta mi cintura y la esparció sin
miramientos por mi culo con toda la naturalidad del mundo. Al sentir
sus manos en mi culo, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
- Vamos, ayúdame... le pidió Yami a diego para que se animara a
broncearme también.
Cuando sentí sus manos sobre mis hombros cerré los ojos para
percibir sus caricias a la vez: Yami me extendía la crema por la espalda
con mucha suavidad, sus manos dibujaban mis curvas, rozando mi
cintura, pero cuando quise darme cuenta, en un instante me estaba
sobando el culo con fuerza aprovechando su disimulo para meter su
mano de vez en cuando entre mis muslos y rozar mi ano, mientras
Diego empezaba por mis brazos y mi ombligo. Cuando llegó a mis
tetas empezó a embadurnarlas por los costados y en un momento
estaba sobándolas con todo su afán, la sensación era deliciosa,
imagínate: dos tios buenísimos en pelotas, al igual que yo y
sobándome con mucho arte mis tetas y mi culo. Yo no pude hacer otra
cosa que cerrar los ojos y sentir como aquellas cuatro habilidosas
manos me acariciaban por todos lados. Diego llegaba hasta el borde
mi pubis, pero parecía no decidirse a bajar más.
- Vamos, dale bien por todos lados, no se vaya a quemar....este sol es
abrasador...
Diego, haciendo caso a la sugerencia de su amigo, metió su mano
entre mis piernas y cuando sus dedos llegaron a mis ingles, creí
desfallecer, mi corazón parecía salirse por mi boca, luego comenzó a
sobar mi sexo cuando yo no pude reprimir un profundo gemido.
Notaba como aquellas manos ya no solo estaban esparciendo el
bronceador sino que simplemente se metían entre mis piernas, en mi
culo, en mis tetas... aquellos dos chicos eran unos expertos
proporcionando placer. Yami en mi espalda me sobaba las tetas con
ganas, mientras Diego me acariciaba entre las piernas y me metía dos
de sus dedos en mi coñito mojado, tuve que agarrarme a los brazos de
Diego, porque en un momento creí perder el equilirio y en apenas
unos minutos tuve un orgasmo intenso y profundo, mientras me
tambaleaba y jadeaba de gusto...
- Ahora nosotros- - dijo Yami ofreciéndome la crema.
Empecé por él y le esparci la crema por la espalda, por su culo, por su
pecho, disfrutando de aquel atlético cuerpo, hasta bajar a su enorme
tranca que parecía estar mirándome y pidiéndome que la agarrara
entre mis dedos. Sin dudarlo le masajeé bien aquella polla y
disfrutando de su tacto y de la cara de placer que él ponía. Era un
aparato increíblemente grande y apenas me cabía en la mano, podía
notar lo dura que estaba y como mis dedos disfrutaban de sus
rugosidades; yo le sonreía y él agradecía mis caricias cerrando los ojos.
Diego no quería quedarse sin hacer nada y mientras su compañero
disfrutaba de mis caricias, él hacía lo propio conmigo y me abrazaba
por detrás acariciando mi cintura y mis pechos... su polla rozaba mi
culito como si fuera accidentalmente, pero se notaba que no era así,
pues cada vez eran más las veces que se juntaba a mi por mi espalda
hasta tenerlo completamente pegado a mi y colocando su polla entre
mis posaderas.
Yo seguía masturbando lentamente a Yami, hasta que éste me separó
la mano de su aparato mientras me rogaba:
- Por favor preciosa, no sigas, que voy a estallar.
Sin duda lo que él pretendía era seguir disfrutando por más tiempo de
la situación sin correrse. Asi que me giré y me dediqué de lleno a
Diego y también lentamente le embadurné con aquel bronceador por
la espalda, por su culo y por su pecho...
Yami no perdía el tiempo y a pesar de haberme broncedado todo el
cuerpo seguía dándome caricias por todo el cuerpo, por la cintura, por
los muslos, me sobaba las tetas y yo gemía de gusto...
Diego me abrazó y al tiempo Yami se pegó tras de mi. Asi que estaba
pegada a dos cuerpos llenos de lujuria y deseosos de sexo.
Tomé con mi mano la polla de Diego y empecé a masturbarle, al
tiempo que éste me besaba en la boca. Nuestras lenguas jugaron un
rato y al final acabamos los tres besándonos sin importarnos nada. Mi
lengua salía de una boca para entrar en otra y sus manos juguetonas
sobaban todo mi cuerpo. Al mismo tiempo yo les masturbaba con mis
manos, me encantaba sentir aquellas pollas durísimas entre mis
dedos... ¡que sensación!
Me arrodillé, me puse frente al tieso miembro de Diego y sin pensarlo
dos veces comencé a besarle desde su base hasta la punta mientras le
miraba a los ojos, despues me metí la punta en la boca y a
continuación me la introuduje entera para mamársela con fuerza. Él
estaba alucinando cuando su pene desaparecía dentro de mi boca.
Yami se arrodilló también y se colocó detrás de mí cuando comenzó a
sobar mi culo con fuerza. Tiró de mi culo hacia atrás y me quedé
practicamente a gatas. En esa posición Yami aprovechó para meter su
lengua en mi culo, algo que hizo que me estremeciera de gusto y
apretara más mi boca sobre la verga de Diego.
La lengua de Yami hacía maravillas en mi caliente culito y sentía un
cosquilleo por todo el cuerpo que me hacía tiritar, despues atrajo de
nuevo mis caderas hacia él y noté como su enorme polla intentaba
hacerse paso en mi coñito, pero al ser tan grande tenía dificultades,
pero al final colocó su punta sobre los labios mojados de mi sexo y de
una enérgica embestida me la metió hasta dentro. Creí morirme de
gusto, notar como aquella cosa tan grande se abría paso dentro de mi
era la sensación más placentera del mundo. Mientras tanto yo seguía
comiendome el miembro de Diego y de vez en cuando le miraba
fijamente a los ojos para demostrarle lo bien que lo estaba pasando
con aquel improvisado trío.
Diego me tocó la cabeza en señal de la corrida que se le venía encima
y sosteniendo fuertemente con mi mano su polla dejé que múltiples
chorros embadurnaran mi cara, mi pelo, mis tetas. Yami seguía
follándome con fuerza por detrás y cuando apreté mi culo contra él,
noté como aquella polla se hinchaba aún más para correrse dentro de
mi coño. Sus chorros me invadía y parecía estar metíendome litros y
litros de su caliente leche. Aquello no era normal, parecía una
manguera con toda su presión...
Despues fue el turno de Diego que estaba como loco por penetrarme,
me invitó a tumbarme en el suelo y al tiempo que me abría las piernas
me decía cuanto le gustaba mi cuerpo. Así se quedó observándome y
acariciando suavemente mis tetas. Yami me chupaba el cuello y mi
oreja izquierda... Diego pasó su polla lentamente por mi rajita mientras
su polla iba creciendo más y más, cuando de repente me la metió
entera con todas las ganas. Yo creía estar en el cielo, aquel placer era
intensísimo y muy gratificante, más aún cuando Yami se puso detrás
de mi cabeza tal y como estaba yo tumbada y pasaba su enorme polla
por mi cara, rozando mis párpados, mi nariz, la comisura de mis labios,
de vez en cuando yo sacaba la lengua para atraparla y sentirla dentro
de mi boca, al final se colocó de lado, la colocó entre mis labios y en
un movimiento enérgico la metió hasta mi garganta y empezó a
follarme literalmente la boca. Al principio me sentía mal porque
parecía que iba a vomitar cuando aquella enorme verga se introducía
tan adentro que me rozaba la campanilla, pero al final pude
acostumbrarme a su ritmo y la sensación era maravillosa, nunca había
tenido algo tan grande y tan duro en la boca, la sensación de estar
comiéndome algo así me encantaba, era el sueño de mi vida...
Aquellos dos toros bravos se corrieron a la vez, Diego en lo más
profundo de mi con su pene clavado hasta los huevos y Yami sacando
la polla de mi boca y soltando chorros por todas partes
embadurnando mi cara, mis ojos, mi pelo...
Permanecimos tumbado en la cubierta del barco los tres abrazados y
en apenas media hora cuando ya se habían recuperado me estaban
follando de nuevo, en todas las posiciones imaginables, de pie,
tumbada, de rodillas, en cuclillas... y yo, desde luego, disfrutaba como
una loca con aquellos tíos.
No contentos con destrozarme el coño con sus duros y potentes
miembros, quisieron probar mi agujerito posterior y tumbándome
boca abajo, me esparcieron una crema para lubricarme bien y con el
culo en pompa me fueron sodomizando por turnos, primero uno me
ensartaba su polla hasta el fondo y tras diez o doce metidas dejaba
paso libre al otro. Sentir cuando salía un pene de mi pequeño orificio y
sentir el otro era algo que me extasiaba de gusto, era un placer fuera
de lo normal. El primero en correrse fue Diego, que pareció pasárselo
de miedo por los gritos que daba de gusto. Nada más sacarla fue Yami
quien quiso terminar su labor y tardó un poco más en correrse dentro
de mi culito, no sin antes hacerme sentir un orgasmo como nunca
había sentido y dejando gritar al aire un aullido como si de una loba se
tratase...
Después de unas horas llenas de placer , Yami orientó el barco hacia la
costa, pues ya se estaba haciendo tarde, Diego me metía su miembro
en la boca o me acariciaba el clítoris con su lengua, luego se
cambiaban y mientras Diego conducía la embarcación, Yami me daba
un gusto increíble con su enorme verga y así disfrutamos del viaje de
vuelta hasta acabar completamente extenuados.
Poco antes de llegar a la costa nos vestimos como si nada hubiera
pasado, Yami se despidió de mi con dos besos, Diego me llevó al hotel
junto a mi marido y este le agradeció mucho el haberme tenido bien
atendida y lo cierto es que lo estuve, en aquel pequeño crucero me
atendieron de maravilla....

Mejor amiga

Susy, una gran amiga mía, nos había invitado a mi marido y a mi a una
fiesta para celebrar la inauguración de su nueva casa junto a la playa.
Ella siempre ha sido una vivaracha y siempre le ha gustado preparar
fiestas y todo lo que sea diversión y placer, esta vez , como siempre,
era seguro que iba a ser una fiesta divertida, con gente joven y muy
alegre. Ella es lesbiana pero eso no quita para que seamos dos buenas
amigas.
A mi siempre me ha gustado competir con Susy, su belleza es fuera de
lo común y sé cuanto le gusta a Carlos (mi marido), sé que la observa
con los ojos embelesados y la desnuda con la mirada. Ella y yo somos
muy diferentes, yo soy rubia de pelo corto sobre los hombros y ella
tiene el pelo castaño algo más largo que yo, yo tengo los ojos verdes y
ella los tiene color avellana, muy bonitos y muy grandes, sus labios son
más gruesos que los míos, en cuanto a pecho las dos tenemos
bastante y siempre he admirado sus tetas grandes y firmes. Yo siempre
he presumido de piernas largas, pero ella, al ser más alta que yo, las
tiene más largas aún y aunque me pese, he de reconocer que más
bonitas. Ella está soltera y yo casada pero eso no quita para que
cuando salimos por la noche juntas intentemos competir a ver quién es
la que más provoca al personal, casi siempre me gana, ya que ella
aparte de bonita y sexy es mucho más lanzada y atrevida que yo.
Yo esa noche quería impresionar, sin duda que Susy iba a estar
guapísima y sexy, pero yo, como siempre quería ganarla (algo difícil).
Me estuve probando toda la tarde varios modelitos: vestidos largos,
cortos, faldas atrevidas, pantalones ceñidos, generosos escotes, pero al
final opté por un nuevo vestido que a Carlos le encantaba y supongo
que al resto de los invitados también. Era un vestido corto de gasa, sin
tirantes que se sostenía con refuerzos en el pecho con un gran escote
en forma de pico redondeado, color negro y con mucho vuelo, unas
medias con ligero y un conjunto de braguitas y sujetador de encaje
muy reducido y de color negro también. No sabía si la ropa interior se
iba a ver, pero por si acaso yo iba preparada.
Llegamos a la fiesta sobre las diez de la noche y nosotros aportamos
los postres y un par de botellas de vino. Susy salió a recibirnos y como
imaginaba, estaba más que seductora. Llevaba un vestido corto como
el mío, con tirantes, de una tela rojiza y brillante, con un escote en pico
y una abertura en un lateral que le llegaba por encima de las caderas
mostrando su morena piel y una de dos: o no llevaba braguitas o
llevaba un tanga muy subido para que no se le notara. Mi marido solo
dijo un "uffffff" al darle dos besos, suficiente para mí , lo que indicaba
que había perdido ante aquella belleza, me di por vencida en el primer
combate. Carlos siempre me comentaba: "es una pena que a Susy no
le gusten los tíos porque es un auténtico bombón..."
A pesar de todo esto no creais que ella y yo somos rivales en nuestra
amistad, todo lo contrario, somos grandes amigas que se cuentan todo
sin ningún secreto, yo sé cuanto le gustan a ella las chicas y a veces he
servido de celestina para conseguirle alguna nueva amiga, yo prefiero
los chicos y ella también me ha ayudado a mi a ligar con alguno, asi
que somos amigas y compañeras de fatigas aunque juguemos a
distintos deportes.
El caso es que Susy estaba impresionante, debo admitirlo, muy sexy,
simpática, guapa y muy agradable en todos los sentidos.
Al cabo de un rato fueron llegando todos los invitados, uno por uno,
pero ninguna de las mujeres superaba a Susy, siempre me ha gustado
parecerme a ella, comportarme como ella... siempre me ha gustado
tenerla por amiga y aparte de esa envidia sana, he sentido por ella en
alguna ocasión algo más que amistad, rozando el atractivo sexual, no
sé si por atracción física o por tenerla idolatrada como modelo de
belleza femenina.
Susy hizo todos los honores de anfitriona en la cena, siempre con su
seguridad, su belleza y su saber estar en cada momento, siendo la
envidia de unas y el deseo de otros.
Después de la cena, nos reunimos en el salón para celebrar con
champagne (cava) la celebración que nos había reunido allí . A partir
de ahí, las copas iban y venían hasta ponernos todos en un tono más
que subido, seguimos bailando, cambiando de pareja y divirtiéndonos
de lo lindo, el alcohol ayuda a deshinibirse y en una ocasión que subí a
las habitaciones de la planta superior me encontré con varias parejas
que hacían algo más que bailar encima de las camas.
Abajo continuaba la fiesta y cuando regresé me encontré a Carlos
bailando con Susy, estaba totalmente pegado a ella y la miraba
embobado mientras disfrutaba del baile y de su lindo cuerpo, no se lo
reprochaba y además era mi amiga, ni siquiera me importaba que él
intentara una y otra vez sobarle el culo, pero ella muy hábilmente sabía
zafarse de su acosador. Su vestido la favorecía aun más y aquella
abertura en uno de sus muslos que mostraba más de la cuenta la
hacían aún más atractiva y deseada.
En una ocasión ella me pidió que le acompañara al baño, allí
compartiríamos nuestros secretos y nuestras cosas, como siempre nos
gustaba hacer desde hace tiempo.
- Oye, como está tu marido ¿eh? - me dijo.
- ¿Si? ¿por qué?
- Porque le veo cachondísimo, se ha pegado a mí como una lapa y he
notado que la tenía dura como una roca, vamos, que estaba como una
moto, seguro que esta noche te hace un hijo.
- Hija mía, es que contigo no hay quien pueda, es que pones a todos a
cien.
- Vamos, no seas modesta, que tu también les pones cachondos a
todos.
- ¿YO?
- Si, antes cuando bailabas no te quitaban ojo, en ese baile medio
erótico y provocador que has hecho.
- ¿Si? Pues lo habré hecho inconscientemente. - contesté.
- Vamos, que sé cuanto te gusta calentar al personal, bonita, igual que
a mi.
- Si pero me ganas, como siempre, además con ese vestidito y esa
abertura, por cierto ¿no llevas bragas?
- Si llevo un tanga ¿quieres verlo?
Sin responder, se subió el vestido y me mostró una braguita minúscula
que tapaba lo imposible, ya que era tan reducida que apenas era un
tanga era una tirilla estrecha por delante y un hilo por detrás. Me
gustaba mirarla y admirarla y a ella le gustaba esa situación.
- A ver si te voy a poner cachonda a ti también - me dijo.
- Bueno si yo fuera un tío, seguro que ya nos habíamos liado...
- No hace falta que seas un tío para hacerlo.
Susy nunca me había propuesto nada con ella, pero veía que estaba
bastante cachonda, por lo que entendí que se me estaba insinuando,
en cambio no me importaba en absoluto, es más en ese momento
sentía una gran atracción hacia ella y parecía que se había producido
de repente.
- ¿Quieres que pongamos más cachondos a los invitados? - me
preguntó.
- ¿Más aún?
- Si, me encanta ser un poco perversa, vamos a montar un numerito
que les deje las pollas como postes ¿quieres?
- No sé, si, pero... ¿como?
- Tú sígueme el juego.... ¿vale?
No entendía muy bien de que iba todo aquello, pero a esas alturas de
la noche y con el alcohol que tenía encima ya no me importaban
muchas cosas y la vergüenza daba paso a la curiosidad, asi que me
dejé llevar...
Bajamos las escaleras de la mano, como dos buenas amigas que
éramos, nos plantamos en medio de la improvisada pista de baile y
muy abrazadas comenzamos a bailar juntas al ritmo de una canción
lenta. Todas el mundo nos observaban y aunque conocían las locuras
de Susy (incluída yo), no sabían hasta donde podían llegar...
Nuestros pechos se juntaban en aquel baile, pero no en un simple
roce, sino directamente chocando teta contra teta a modo de lucha.
Sus brazos recorrían mi espalda y las mías hacían lo propio en la suya.
Nuestras cabezas estaban pegadas pero solo se separaron cuando ella
me miró fijamente a los ojos, me sonrió y me plantó un beso en los
labios. Yo en un principio me separé, pero ella me recordó nuestro
plan.
- Sígueme el rollo, es solo un juego...
Susy seguía contoneándose y nuestras piernas se entrelazaban a cada
paso, sus manos pasaban de mi espalda a mi culo para sobarlo con
ganas y apretarlo para pegarme aún más a ella. Yo miraba de reojo a
Carlos que no sabía muy bien de que iba todo aquello, su cara era de
incredulidad pero al mismo tiempo nos miraba excitado, yo se lo
notaba.
Susy volvió a besarme, pero esta vez más entregada a mi papel en el
juego, se lo devolví. Luego ya no fue un ligero beso, fueron nuestros
labios los que empezaron a jugar en medio de las miradas de todos,
que por entonces habían incluso dejado de bailar, tan solo para mirar.
Unos reían, otros se escandalizaban y algunos estaban realmente
calientes, no había más que verlos...
Aquella situación no me incomodaba, todo lo contrario, me sentía muy
a gusto, en parte por lo medio borrachilla que ya estaba, en parte por
eso de poner calentorro al personal y en parte, aunque esta no
acababa de asimilar, porque Susy me gustaba mucho, tanto que en ese
momento la deseaba.
Ella sabía hasta donde podía llegar y hasta donde podía llevarme a mi,
sin duda manejaba la situación a su antojo y llegó a ponerme tan
caliente que no me hubiera importado nada despelotarme en medio
de aquel salón, sin embargo, despues de darnos un buen morreo,
juntando nuestras lenguas, sobando nuestras tetas y acariciando
nuestros culos, dimos por finalizada la erótica sesión cuando hubo
acabado la canción.
Después de la fiesta todavía andaba yo cachonda y al llegar a casa le
hice a mi maridito una sesión especial en la que disfrutamos
muchísimo, hicimos el amor como pocas veces...
Dos días después yo había quedado con Susy para ir juntas de
compras. Siempre lo solíamos hacer juntas, pero esa vez la cosa era
diferente, desde la noche anterior ya no miraba a Susy solo como una
amiga, sino que la miraba de otra manera, con un deseo que me hacía
estar muy confundida. Quedamos en una cafetería cercana a los
grandes almacenes. Como siempre era objetivo de las miradas de
todos los hombres y mujeres: Una blusa sin mangas color blanco
remarcaba su pecho y su piel morena, unos jeans ajustados le
proporcionaban unas piernas de modelo y un culo de bandera. Ella
hacía sus movimientos con naturalidad, sabiendo que era observada
por todo el mundo, se sentó frente a mi y tras dos besos charlamos
como dos buenas amigas.
A continuación empezamos nuestro recorrido de tiendas, las mujeres
ya se sabe, cuando nos ponemos, no paramos, una tienda aqui, un
modelito por allá, en fín que anduvimos lo suyo. Yo en la última tienda
tenía los pies destrozados y estaba sudando del calor que producen
los focos en los reducidos probadores.
- Creo que me voy a rendir Susy, tengo los pies molidos... - le dije
mientras entrábamos en la última tienda.
- Este es el último sitio, me pruebo unas braguitas y lo dejamos.
La cosa empezó por escoger unos 3 o 4 modelos de lencería de lo más
sexy para las dos, no es que los fuéramos a comprar todos, pero
aprovechamos para probarnos un poco de todo. Nos metimos en el
probador y Susy comenzó a quitarse la ropa con toda la naturalidad
del mundo, al fin y al cabo éramos dos mujeres. En pocos segundos se
quedó desnuda frente a mi. No pude evitar observarla de arriba a
abajo, como siempre fantástica, sus bien puestas tetas, su estrecha
cintura, sus adorables muslos y su coñito que por cierto estaba
completamente afeitado, lo que la hacía parecer mucho más niña y
mucho más sexy. Sentí un escalofrío y me di cuenta que me estaba
calentado con solo mirarla.
- ¿Tienes depilado todo el...?
- ¿...coño? - respondió sin dejarme acabar la frase.
- Si.
- ¿Te gusta?
- Si, yo nunca lo he hecho, me da no se qué, algunas veces me lo ha
pedido Carlos pero nunca lo he hecho, no sé...
- ¿Nunca te lo has afeitado?
- No, aparte que no sé si sabría hacerlo.
- Es muy fácil y no veas como vuelve de locos a los tíos, se lo quieren
comer nada más verlo así, es como un juguete para ellos, además está
más suave y más blandita toda esa zona, mira , tócalo.
Me tomó una mano y me invitó a acariciar su suave pubis como la piel
de un bebé. Sentí otro escalofrío y con mis dedos recorrí sus ingles y
su monte de venus. Era un acto de lo más ingenuo pero al mismo
tiempo yo me sentía muy atraída por mi amiga.
- No tienes ninguna marca de pelo, ni granitos, ni nada, ¿no se te
irrita? - pregunté.
- No, mira, acostumbro a usar una depiladora eléctrica que masajea la
zona y casi no duele nada, arranca el pelo de raíz y luego uso un aceite
especial que me deja la piel muy suave. ¿quieres que te ayude a tí a
hacerlo?
- No sé...
- Venga tonta, si casi no duele nada, es casi como afeitarlo con una
cuchilla.
Yo deseaba hacerlo, pero más que por depilarme porque ella me lo
hiciera, sentir sus manos tocándome lo más íntimo de mi ser. No lo
dudé por más tiempo y nos dirigimos a su casa, pues aprovechando
que no había nadie, ese era el mejor momento de hacerlo, además le
daría una buena sorpresa a mi marido. La idea me gustaba.
- Verás - me dijo - lo primero hay que darse un prolongado baño de
sales para que todos los poros queden bien abiertos y así será menos
doloroso. Nos bañaremos juntas y así aprovecho para depilarme un
poco las axilas.
- Pero si no tienes pelos.
- Si, son muy débiles, pero hay que quitárselos antes de que se hagan
fuertes.
Yo creo que aquello era una excusa para que nos bañáramos juntas,
estaba más que claro que yo también le gustaba a Susy y que quería
algo más que depilarme, pero también es verdad que yo estaba
dispuesta a todo.
Allí, en un momento nos desnudamos las dos, nos observamos
mutuamente y nos metimos en la bañera, una frente a la otra. Nuestras
piernas se rozaban bajo el agua y aquella sensación me producía
mucho gusto, me encontraba muy bien así frente a ella, estando tan
cerca.
Después del prolongado baño, salimos nos secamos y me invitó a
tumbarme en la cama de su habitación. Ella se despojó de la toalla e
hizo lo mismo con la mía.
- Así estaremos más cómodas. - dijo.
A continuación se extendió el aceite en sus pechos y me invitó a
tocarla de nuevo para ver la suavidad que producía aquel líquido en
sus tetas. Lo cierto es que estaban muy suaves, muy blanditos, era una
sensación muy placentera.
Yo me coloqué mi culo al borde de la cama, ella me abrió las piernas y
comenzó la tarea.
- Lo primero - dijo - es cortar con las tijeras todos los pelitos más
largos para que sea más fácil con la máquina.
Yo me tumbé por completo en la cama y me dejé hacer, ella lo hacía
con mucha suavidad y con mucha dulzura. Una vez acabó con las
tijeras, me extendió una especie de bálsamo blanquecino y lo dejó
actuar sobre mi pubis.
- Con esto, los pelos se debilitarán y ahora vas a sentir un poco de
dolor, pero solo un poquito.
La depiladora eléctrica se posó sobre mi sexo y comenzó el trabajo.
Los primeros tirones eran algo dolorosos, pero soportables, pero a
medida que aquella maravillosa máquina trabajaba iba haciendo unos
masajes en la zona el dolor se convirtió en una especie de cosquilleo.
Con sus dedos me tocaba las ingles, rozaba mi pubis, separaba mis
labios y seguía recorriendo todo mi sexo. Yo ya estaba supercaliente y
aquellos masajes me estaban volviendo loca. Cuando me quise dar
cuenta, estaba totalmente depilada, nunca había visto mi sexo así,
siempre acostumbro a recortármelo, depilarme las ingles, pero nunca
me había visto así sin ningún pelito, parecía el chochito de una niña.
- Ahora lo tienes un poco irritado y sonrojado, pero en cuanto te dé el
aceite notarás más alivio. - me comentó.
Así fue, aquel frío aceite producía una agradable sensación después de
haber estado toda la zona un poco sensible a la depilación.
- Te ha quedado perfecto - dijo - verás esta noche como Carlos quiere
comérselo...
Sus manos no dejaban de acariciar mi sexo y yo me dejaba hacer, me
encantaba, sentía un gusto increible. De repente, encontré su cabeza
entre mis piernas y sus labios empezaron a besar toda mi intimidad,
había conseguido calentarme increíblemente y yo estaba totalmente
entregada a todo lo que me hiciera. Después fue su lengua la que
empezó a rozar mis ingles, mi monte de venus y a continuación
recorrer mi depilada rajita, lo hacía con maestría y cuando rozó mi
clítoris emití un gemido intenso y cargado de placer, pues nunca me
habían hecho nada parecido, al menos con tanta dulzura, tanto placer.
Primero se retiraba, me miraba a los ojos, me sonreía y a continuación
seguía chupando, besando y lamiendo mis labios vaginales, su lengua
hacía maravillas y en pocos segundo me invadió un orgasmo como
pocas veces había tenido con un tío.
- Ahhhhh, ahhhhh, Susy, que bien.... - es lo único que alcancé a decir.
Me sonrió y siguió acariciando mi sexo con una mano mientras con la
otra rozaba mis duros pezones al mismo tiempo que con su boca
seguía el contorno de mis muslos. La muy cabrona sabía como dar
gusto y yo estaba en la gloria.
- ¿Te ha gustado? - me preguntó.
- ¿Que si me ha gustado?... me ha encantado.
Se colocó encima mío de tal forma que quedamos abrazadas, como
dos cuerpos fundidos, yo debajo y ella sobre mí, nos besamos, esta vez
nuestras lenguas jugaban, nuestros labios se mordían mutuamente. Al
mismo tiempo nuestros pechos se juntaban y nos acariciabamos todo
el cuerpo, yo rozaba su lindo trasero y ella abarcaba con sus manos
desde mi cintura a mis caderas para luego subir hasta mis tetas.
Anteriormente había tenido una experiencia de adolescente con una
amiga pero aquello solo fue un dulce magreo, esto era otra cosa y de
verdad que el placer que sentía era increíble, además Susy era una
experta y sabía proporcionar muchísimo placer.
Ella bajó un poco más mordiéndome en el cuello para luego chupar
mis tetas y mordisquear mis pezones, mis gemidos iban en aumento y
estaba llegando a mi segundo orgasmo. Se puso de costado y con su
mano fue bajando hasta tocar mi depilado coñito con sus dedos, metió
uno de ellos en mi rajita y comenzó a subir y a bajar hasta que me
volví a correr entre hipidos y un jadeo prolongado.
Permanecimos abrazadas durante un par de minutos para después
seguir besándonos, rozándonos, acariciándonos. Esta vez fue mi boca
la que fue recorriendo su cuerpo: mis labios se desplazaban por su
cuello, luego sus hombros, sus tetas, su cintura, hasta que quedó boca
arriba. Metí mi cabeza entre sus piernas y empecé a lamerle las ingles
al tiempo que ella se agarraba fuertemente a mi cabeza, sus piernas
estaban totalmente abiertas recibiendo mis caricias, mis besos. Cuando
mi lengua tocó su sexo sentí un sabor extraño para mi, pero al mismo
tiempo muy agradable, le quise recompensar los dos orgasmos que
había tenido gracias a ella y empecé a comérselo de verdad, mis uñas
se clavaban en sus muslos, mis manos intentaban alcanzar sus tetas y
mi lengua y mis labios jugaban con su chochito y su clítoris, hasta que
llegó al orgasmo, su cuerpo se tensaba por momentos y luego se
relajaba con un profundo suspiro, para luego pasar a un grito más y
más fuerte que llegó a asustarme. No cabía duda de que había
conseguido darla muchísimo placer.
Otra sensación nueva para mi fue cuando nuestros cuerpos se
entrelazaron de tal manera que nuestras piernas hacían de tijeras las
unas con las otras hasta llegar a contactar sexo contra sexo, cuando
sentí su coño contra el mío un escalofrío me recorrió desde la nuca
hasta los pies, era como un chispazo, como una descarga eléctrica,
después ella se acercaba a mi y se alejaba para que nuestros sexos
limpitos de pelos volvieran a besarse en un acto alucinante, parecía
que nuestros labios se juntaban como dos bocas, como nuestros
líquidos bañaban nuestros muslos, de nuevo tuve un orgasmo intenso
y ella casi a continuación, esta vez llegué a perder un poco la noción
del tiempo, donde estaba, con quien estaba, era como un desmayo,
cerré los ojos y me dejé llevar a un mundo desconocido y lleno de
placer con otra mujer.
Volvimos a abrazarnos, a acariciarnos y así permanecimos un largo
tiempo, tocando nuestros desnudos y sudorosos cuerpos.
Luego nos duchamos juntas para seguir con nuestras caricias y
nuestros besos y acabar delante de un espejo riéndonos y viendo
como había quedado mi coñito igual que el suyo sin un solo pelo,
nunca me lo había visto así y me veía extraña, pero más extraña había
sido aquella sesión de sexo con mi amiga.
Hasta ahora no lo hemos repetido, ni siquiera hemos hecho un
comentario al respecto. Seguimos viéndonos, vamos juntas de
compras, tomamos un café, vamos juntas al solarium o al gimnasio,
pero no hablamos nunca de este tema, pero estoy segura que se
volverá a repetir de la manera más espontánea, como esa vez...
8 Historias Románticas y Eróticas

Infiel

Todo empezó cuando volví de la mili, mi cuerpo fruto del ejercicio


físico realizado en 14 meses de trabajo intensivo en un cuerpo de élite
del ejército habían transformado, a aquel flacucho que terminó a duras
penas la carrera de ingeniería, en un fornido hombre de pelo en pecho
con una musculatura mas que respetable. Pensé que mi padre estaba
loco cuando me convenció para alistarme voluntario pero hoy en día le
doy las gracias.
Yo hasta entonces había sido en el terreno sexual de lo mas
normalillo, un polvito a la semana con mi novia Dolores, normalito y
sin florituras, yo encima ella debajo tres o cuatro culadas hasta llegar
yo y punto. Luego si estábamos en un sitio que podríamos estar
tranquilos nos fumábamos un cigarrillo y a dormir sino nos vestíamos y
nos íbamos a casa.
Dolores era alta casi 1.80 morena con el pelo largo de color negro
azabache, tan negro lo tenia que a veces parecía azul, y unos ojos
verdes mortales de necesidad, pero provenía de una familia bien muy
católica y a duras penas conseguí hacerlo antes del matrimonio, pero
jamas ni una postura erótica, ni una mamada ni nada la verdad es que
yo me quedaba bastante satisfecho y no me importaba lo mas mínimo
si ella gozaba o no.
Sólo al principio de nuestra relación ella se mostró algo salvaje y
caliente. Recuerdo como fue nuestra mutua desfloración y la verdad es
que no hay nada como la primera vez:
Estábamos solos en la cama cuando comenzamos a besarnos de una
manera diferente, nos comíamos mutuamente disfrutábamos cada
unión de nuestros labios muy intensamente. Así nos la pasamos cerca
de media hora, entre palabras y besos, pero yo ya estaba con la
calentura adentro, mas aun, si ella estaba vestida con una pequeña
falda y un blusa donde se le podían ver sus grandes senos.
Yo no me controle... comencé acariciándole la espalda, de ahí a
tocarle su gran, enorme y hermoso trasero, pero ella bruscamente me
dijo:
- ¡NO! - que podríamos cometer una estupidez, pero yo insistí,
comencé a besarle nuevamente, y mis manos se pusieron a trabajar
nuevamente, pero esta vez, tenían como fin sus senos, ella se excitaba,
la veía como gozaba cada vez que mi mano se posaba en su pecho,
todavía tapado con su blusa...
Luego de intensos minutos de caricias, me quite la camisa, y me puse
encima de ella, y comencé a quitarle la blusa, y a chuparle sus dos
hermosos, y grandes senos ella no aguantaba, me decía:
- Amor mío, te amo, te amo -
Mi pene ya estaba totalmente parado ante semejantes senos.. Muy
suavemente comencé a bajar mi mano hasta llegar a las piernas, de
ahí, comencé a subirlas nuevamente y muy suavemente hasta que
estuvo entre sus piernas, ella obtuvo su primer gemido de placer.. me
acomode mejor, de tal manera que pude bajarle delicadamente la
pequeña falda que tenia puesta, y se quedo en un calzoncito y
pequeño, el cual lo baje agarrándolo con los dientes, ella estaba
totalmente mojada, yo estaba con mi pene al punto... Comencé a besar
y chupar aquella vagina que mi enamorada por primera vez en su vida
se la daba a un hombre, y ese afortunado era yo, comencé a chuparle
con todo el amor que yo sentía por ella, mi enamorada gemía de
placer, de mi pene salpicaban gotas de placer...
Me levante y me saque el pantalón, quedándome en calzoncillos,
pero donde se podía ver, que mi pene estaba duro y grande.. me lo vio
y me dijo:
- Si todo eso entra me va a doler -, yo no dije nada, esa también era
mi primera vez..
Me arrodille, y mi enamorada comenzó a tocar mi pene, y de pronto
me lo comenzó chupar de una manera que nadie mas me lo hizo,
tanto así, que en menos de 2 minutos, eyacule entre los pechos de mi
querido amor... Comenzábamos a jugar nuevamente con nuestro
cuerpo, a darnos besitos y una vez que mi pene recobro la fuerza para
lo mejor, introduje muy suavemente mi pene entre la vagina de mi
enamorada, muy suavemente se lo fui introduciendo, mientras ella
gemía de dolor y de placer, le dolía pero le gustaba, me decía:
- Métemelo todo, es muy rico, auhhhh
Comenzamos a movernos, muy suave al inicio, con algo de miedo,
inexpertos, le agarre las piernas y me las puse en mis hombros, y
pudimos gozar mejor, había dolor, pero el goce era mayor.. ella llego al
clímax, con gritos, y diciéndonos lo mucho que nos queríamos y
jurándonos amor eterno, yo me vine con ella, y eyacule encima de ella..
Al finalizar, estabamos agotados, y saque mi pene aun parado de la
vagina de mi enamorada, cuando vimos las sabanas manchadas de
sangre, no sentíamos dolor, mas bien, comenzamos a besarnos muy
apasionadamente, símbolo que habíamos perdido nuestro virginidad
con alguien que queremos de verdad.
Pero todo aquello cambio ya que más tarde le entraron los
remordimientos por su moral católica y se acabó lo bueno.
Por otra parte tenía una maldita vecina. La ‘Puri’ que de pura y
puritana no tenia nada, mas bien era una calienta pollas de cuidado,
siempre iba y venia de casa de los vecinos cuando sabia que no
estaban las mujeres, con la clásica excusa: que si me he quedado sin
azúcar, que si me he quedado sin café, que si por favor préstame un
poco de sal, pero la muy zorra iba con un batas supercorta sin nada
debajo o prácticamente nada. Desde que volví de la mili y con mi
nuevo look (es decir pelo corto, musculitos, paquetón y demás) me
convertí en el objeto de sus miradas y provocaciones cada vez mas
descaradas y es que aquella zorra sabia muy bien lo que quería y lo
que tenia que hacer para conseguirlo.
Su marido Salvador que también era ingeniero, era un amigo de mi
padre que estaba viudo y se caso con la Puri por eso que tienen los
hombres que llegan a cierta edad y se rodean de mujeres para
demostrarse a si mismos que son todavía unos machos pero a sus
cuarenta y pico años no daba abasto con una mujer como la Puri.
Enseguida me ofreció, dado las buenas notas que había tenido, el
entrar a trabajar en un gabinete que el tenia y me ofreció la
oportunidad ya que no tenia hijos de formar sociedad con él si me
esforzaba y las cosas iban bien y a la larga heredar el negocio. No lo
tuve que pensar mucho pues necesitaba dinero pues Dolores mi novia
no hacia mas que mirar pisos y enseñarme muebles en una clara
indirecta de que estaba disponible para pasar por el altar.
Acepte y allí empezó mi calvario, mi vecina la ‘Puri’ que ahora era mi
jefa no paraba de provocarme. Un día se sentó delante de mi tablero
de diseño y mientras yo trabajaba ella se metió la mano entre las
piernas y se masturbo, yo me quede de piedra y mas quemado que
una cerilla, pero pense que quizás era un malentendido.
Posteriormente empezó a acortar sus faldas cada vez mas y más,
hasta que llego el día que eran minúsculas, después empezó con las
medias cada vez eran mas sexis y atrevidas, con unos ligueros de
fantasía que a mi me ponían a 100, después ya iba sin bragas. Yo ya no
sabia que hacer y Salvador mi jefe parecía que no se daba cuenta, todo
esto lo pagaba mi novia que cada día recibía un polvo más caliente y
brutal, cada día le pedía cosas nuevas que ella pese a mi extrañeza no
me negaba sino que me concedía sin rechistar gozando los dos
mucho.
Llego el día en que la ‘Puri’, harta de que no respondiera a sus
provocaciones me puso el coño en la cara y me dijo ‘cómemelo’ yo me
amorré, no pude evitarlo, era demasiado tiempo de provocaciones y
algo tan claro no lo pude soportar, deje lo que estaba haciendo, y
chupe y mame hasta que ella se corrió, pero cuando me la saque para
seguir con el juego la ‘Puri’ se río de mi, me dijo que si la quería tener
a ella tendría que ganármelo y se marcho dejándomela mas tiesa que
el palo de la bandera y con unas ansias brutales de sexo.
Esa tarde cuando llegó mi novia le dije que quería que fuéramos al
piso que quería hablar con ella, cuando llegamos comencé a
desnudarme y ella me dijo:
- ¿Qué haces? Siempre estas pensando en lo mismo.
Yo fuera de mí por lo que había pasado por la tarde la abofetee, y la
tire encima de un sofá, mientras ella sollozaba y me decía que por
favor la dejara. Yo ni la oía, estaba ciego de excitación, sencillamente
aprovechándome de mi mayor envergadura y fuerza le subí la falda y
le rompí las bragas, la tire sobre el reposabrazos de un sofá y tal como
estaba se la metí por el culo, sin mas preámbulos, sin cremas ni nada.
Ella era virgen por dicho agujero, chillo horrorizada, y le dije que
callara, en ese momento gracias a Dios no había nadie en la finca sino
seguro que hubieran llamado a la Policía de los enormes gritos que
daba de dolor. Le dije que se relajara y disfrutara que aquello iba para
rato, ella no se si por miedo o por el placer que le estaba llegando por
el trabajito que le estaba haciendo. Empezó a culear, y yo todavía me
envalentone mas y empece a darle acometidas como un toro de lidia a
lo cual ella todavía gritaba y culeaba mas.
Entonces me lo tomé tranquilamente y la situé en medio de la cama,
apoyándose sobre sus rodillas y manos, cerca de la cabecera,
presentándome la redondez de sus nalgas y su entrada, invitándome a
montarla como si fuera una yegua. El cuadro que se me presentaba era
muy excitante, sus dos entradas a la vista, el capullo carmelita de su
ano, arriba de los vellos enroscados que rodeaban los labios rojos en
forma de almeja de su vagina. Su pequeño ojo parecía guiñarme,
flexionando y presionando en anticipación ansiosa la invasión de mi
erección.
Le puse el glande de mi pene a la entrada de su cerrado círculo y lo
introduje un tanto, dejándolo ahí por unos minutos. Podía sentir el
latido de su excitación en la flexión de su ano. En lo que ella me
rogaba que la penetrara, la presioné suavemente por las nalgas con
mis manos, de modo de hacer más sensitiva la penetración para ella y
para mi. Dolores hizo una larga llorona mirada en lo que yo le
empujaba mi pene erecto dentro de su recto. Yo sabía que tenía que
ser muy cuidadoso, pues la había dejado irritado el ojete con mi
primera acometida y me moví con gran precaución. Esto era lo
correcto para ella y para mi.
Dolores comenzó a perder su control rápidamente en cuanto empecé
a rozarle los nervios de su trasero con mi falo, y la fricción de su
dolorido esfínter anal a lo largo de mi erección me estaba enviando a
los cielos sin demora. Ella se estremeció cuando comenzó el clímax, su
cuerpo entero temblaba sin control en lo que se le producía el
orgasmo. Me mantuve bombeando despacio y sosteniendo dentro de
su trasero, y ella se mantuvo chillando, y luego sentí una corriente
caliente que me erizaba el cuerpo haciéndome gozar.
Con un gemido de satisfacción descargué mi semen dentro del culo
de mi novia y perdí mis sentidos en la tormenta de fuego que me
producía el orgasmo. Al descargar mi esperma dentro de su recto supe
que estaba experimentando una grandísima corrida y una de las más
fuertes y copiosas de mi vida.
Cegado por lo hecho todavía la tenia dura y larga como nunca, se la
metí dentro del coño pero de una forma brutal y desconsiderada
buscando solo mi placer. A ella le debió gustar pues se movía y
removía como una serpiente que pedía mas y así seguimos hasta que
nos corrimos de nuevo.
Después se la sacó y se amorró al pilón de una forma animal
chupando como si la vida le fuera en ello. En esos momentos mi polla
parecía un polo, y mi novia parecía tener mucha sed. Con los labios
succionaba el prepucio, mientras que con ambas manos me cogía el
pene frotándolo cada vez más deprisa. Mis gemidos hicieron
estremecer a Dolores hasta que me corrí por tercera vez quedando
destrozado encima de la cama.
Tan destrozados quedamos que ni nos enteramos que entraron en el
piso su padre y su madre, que habían ido al piso a llevar unos muebles
y cuadros que les dijimos que recogieran en la casa de los muebles, el
escándalo fue total y su padre y yo llegamos a las manos acabando el
pobre hombre con algunos dientes de menos.
Después de eso se negó a que nos viéramos, hasta que ella me dijo
que estaba embarazada y nos tuvimos que casar. Aunque me pidió
que por favor que arreglara mis cuentas, pues ella sabia que aquel
polvo no lo había pegado con ella en realidad.
Parece ser que mientras le daba por detrás no hacia mas que decir:
Sufre puta, sufre Puri, así no me provocaras mas - . Le dije que
aquello estaba zanjado y que a partir de ahora solo ella y nada mas,
pero no era verdad, yo ya tenia tramada mi venganza.
Mi venganza llegó unas semanas antes de mi boda. La Puri’ pidió a mi
madre que era modista que le hiciera el traje, para asistir a mi boda, a
lo cual ella accedió muy gustosamente.
La muy cerda bajaba todos los días a probárselo, dejando la muy puta
la puerta abierta, mientras se desnudaba para que yo la pudiera ver a
placer, a placer de ella claro que disfrutaba exhibiéndose. Creo que el
hecho de que yo hiciera caso omiso de sus provocaciones hizo que
cada día ella se hiciera mas y mas atrevida. Un día aprovechando de
que mi madre no estaba, bajo con la excusa de que tenia que elegir
unas prendas de ropa interior y quería que mi madre le aconsejara,
pero que si no estaba ella quizás le ayudaría yo.
Yo me olí el mantecado y me imagine de que iba el rollo, pero se
seguí el cuento a ver que pasaba, y pasó lo que tenia que pasar. Al
segundo modelito yo ya estaba encima de ella, le arranque de un tirón
el sujetador, y cogí con mis dientes sus pezones chupando de forma
que se los puse duros y erguidos. Después la mordisquee toda,
haciéndole al mismo tiempo un pijama de saliva por todo el cuerpo.
Ella bramaba de placer y mas cuando dichos mordiscos los realice en
su nuca que al parecer la tenia muy sensible. Mientras tanto, me saco
la polla del pantalón masajeandomela y poniéndomela de unas
dimensiones mas que considerables, pero esta vez estaba dispuesto a
no perder el control.
Soltándome de ella baje entre sus piernas quitándole las bragas que
no eran ya mas que un trapo mojado, chorreante de jugos vaginales, Y
fruto de la calentura del momento. Empecé a mamarla y chupé como
jamas había chupado y la puse al borde del orgasmo y luego me retiré.
Ella pego un salto como una leona, y se sentó encima de mi polla
metiéndosela toda de forma que su pubis hacia tope en mis cojones.
Desde luego había que admitir que la tía sabia hacerlo y allí llego mi
venganza cuando yo estaba a punto de correrme ella me pidió que me
saliera pues no tomaba nada contra el embarazo y no quería quedarse
en cinta. Yo hice caso omiso de sus súplicas, la cogí bien por las
caderas y le metí la corrida hasta lo mas dentro de sus entrañas. Ella
me maldijo, me golpeo pero en ese momento le vino un orgasmo
brutal, que la dejo medio atontada, cosa que yo aproveche, y repetí la
operación varias veces para asegurarme de que eso traería
descendencia cosa que ella temía horriblemente pues no podía
soportar los niños ..
Dos semanas mas tarde mi jefe me dio dos buenas noticias, que
como regalo de bodas me hacia socio de la empresa por mi labor
realizada y que su mujer estaba embarazada, de pocas semanas, pero
embarazada, pues se había hecho la prueba y que estaba que no salía
de contento. Al placer de mi venganza realizada se sumo el hecho de
los cuernos puestos a un conocido y a partir de aquello comencé a
mirar a todas las novias y mujeres de mis amigos como un coto de
caza ‘Muy particular’. La verdad era que era una sensación muy
agradable la de la fruta prohibida el coger a la mujer de otro y
arreglarle los bajos pero sinceramente después de lo de Puri no me
sentí realizado.
El día de mi boda y justo tres horas antes de llegar a la Iglesia, la
mejor amiga de mi mujer que además tenia fama de casquivana, vino a
mi casa a darme unos detalles de ultima hora y a repasar el tema de las
horas a las que debíamos llegar y demás. Yo estaba obsesionado con
la idea de poner cuernos a diestro y siniestro. Susana que así se
llamaba nuestra amiga, no solo era la mejor amiga de mi novia y futura
mujer sino la mujer de Aquilino, mi mejor amigo de toda la vida. La
invite a tomar un chupito. Con la tontería y un par de chupitos mas ya
tenia la mano entre sus piernas y a los diez minutos empece a cogerle
la mano y pasársela entre mis muslos.
Al momento ya había introducido mis dedos en su falda hasta
alcanzar su panty y al apartar ésta me encontré con un clítoris húmedo
y suave, que acaricié alternando con entradas en su caliente y dilatada
vagina, ella también me estaba tocando y mi falo se ponía cada vez
más duro. Nos pusimos de pié con un beso de tornillo y la tomé de la
cintura, a lo que respondió muy apasionadamente, contorneando su
figura, invitándome a acariciarle sus nalgas, sus senos, su ponchita,
todo su cuerpo. Disfruté tocándola tanto como ella siendo acariciada.
La tela de su ropa pegada a la piel se sentía tibia y exquisita. Comencé
a desabotonar su blusa y tomé sus grandes senos. Mis caricias la
hicieron gemir de placer, pero aún no me atrevía a desnudarla, ya que
no sabía si se iba a presentar mi madre. Ella bajó el cierre de mi
pantalón y comenzó a acariciar mi picha, que ya se encontraba tan
dura como una roca y comenzando a humedecer mis “gallumbos”.
Me senté en una silla del comedor y ella se sentó sobre mi abriendo
previamente sus piernas para quedar en posición, aunque sin habernos
quitado la ropa. Dejé caer suavemente su espalda sobre otra silla
levantando su falda y apartando su panty, comencé a lamerle su
ponchita que comenzaba a segregar dulces jugos. Susana se
estremecía con cada contacto de mi lengua en su clítoris. Bajé un poco
mi lengua para dirigirme a su ano, que estaba afeitadito y limpiecito.
Se lo lamí durante un largo rato lo que le gustó mucho según me dijo.
Cuando le introduje un dedo en su ano me indicó que le dolía pero
que le gustaba.
Me levanté con ella guindada alrededor de mi y me dirigí al sofá,
donde la desnudé, a riesgo de que al llegar mi madre que era la
madrina, nos encontrara en plena faena. Ella dirigió su cara a mi pene y
comenzó a mamarlo a medida que yo terminaba de quitarme la ropa.
Uh... que sensación tan divina, esa boquita suave y mojada alrededor
de mi instrumento, entrando y saliendo de forma que no quedaba
nada por recorrer, a la vez que acariciaba mis testículos con sus
delicadas manos. Estuve a punto de acabar en su boca lo que no quise
hacer tan rápido, por lo que tuve que sacarle el pene e introducirlo en
su vagina que me esperaba ardiendo.
Mientras la penetraba besaba su boca, sus tetas, su cuello. Al rato me
provocó meterle el pene en su culito, que me recibió apretado y suave.
Le pedí que se tocara su clítoris y ella respondió inmediatamente.
Cuando no pude aguantar más, retiré mi pene de su culo y comencé a
bombear semen por sus tetas y su abdomen. El orgasmo recorrió mi
cuerpo haciéndome temblar, mi líquido corría sobre su piel morena
causando un bello contraste. Su mano derecha tomó parte de mis
jugos y se acercó a su boca para saborearlo y gozarlo lentamente. Fue
un momento maravilloso.
Apenas tuvimos tiempo de recomponernos cuando llegó mi madre
que era la madrina diciendo que estaba el coche abajo.
Después de la boda, llegó la comida. Dolores mi novia que ahora era
mi mujer estaba radiante. Pasó el banquete y después nos fuimos a la
discoteca a bailar. Allí en un momento dado me di cuenta de que
Susana se iba sola hacia el servicio de mujeres. Cuando me miró yo creí
captar una señal en el hecho y le dije a mi mujer que iba un momento
al retrete. Mire a derecha mire a izquierda y me colé dentro del servicio
de mujeres.
Allí estaba Susana empolvándose la cara, cuando me vio hizo un
gesto entre terror y aceptación ya que hacía como cosa de cuatro
horas que habíamos estado follando a tope. La cogí de la mano y la
metí en uno de los retretes. Le di un morreo en los labios que ella me
devolvió casi mordiéndome. Ella me rozaba mi pene erguido debajo
del pantalón y yo le metí la mano debajo de la falda, llegando hasta la
vagina que ya había visto, y acariciándola, entré en el reino de la
humedad y el calor de su vulva. Penetré con uno y después dos dedos,
y ella gemía. Saqué la mano y la llevé a mi nariz, sintiendo el fuerte
aroma de su sexo. Ella frotaba cada vez más fuerte y empezó a
quitarme mi cinturón. Me baje los pantalones y me saque la minga. Le
levante la falda mientras ella se dejaba hacer, dejándome ver unas
piernas de alucine enfundadas en una medias muy bonitas con liguero
y una braga minúscula que arranque de un tirón.
Aún no me chupaba el pene, así que sólo lo tomó con su mano y me
lo apretó con una fuerza increíble. Yo le metía con decisión una mano
en las senos, en su culo, rozando el ano, entrando la otra mano en su
vagina empapada. Me hizo sentar en el inodoro, y levantándose la
falda se metió decidida mi miembro mojado, empalándose con placer.
En ese momento salió del trance, pareció como un motor al que
hubieran dado el contacto y empezó a cabalgar sobre mi como una
posesa.
Yo me moría de excitación, y ella movía mi miembro hacia abajo para
sentirlo más sobre su clítoris. La oí gemir y casi gritar. Le metí un dedo
en su ano, y gozó aún más. Olí mi dedo y sentí la mezcla de olores más
excitante que había sentido en una mujer. Su sudor me invadía, su
sexo era una presencia viviente que saturaba mis sentidos. Sus ojos
destellaban cuando se daba vuelta para mirarme. Su boca ansiosa me
chupaba los dedos en cuanto rozaban sus labios.
Se calmó breves instantes, manteniendo un movimiento de cabalgata
para mi pene, y me dijo:
- Siente cómo me late acá en los ovarios - y llevó mi mano hacia un
lado de su vientre. Ciertamente, sentí el latido en ese lugar. Continuó
su movimiento y el placer me invadía más y más. De pronto ella se
corrió con grandes gritos y espasmos:
- Ya, ya... ¡ No puedo mas!, ahhh ¡ ahhhh ahhh.. yo me voy... ¡Sigue...
Sigue!, ahhh, ahhhh, ¡me corro...!. ¡ Asi... Así... Sigue... Sigue...! . ¡ Me
corro... Ya... Me corro... por el chochoooo! ¡ ya... ya.... yaaaa....!
Se quedó quieta un momento sentada sobre mi picha a tope de
rígida hasta que se salió de pronto arrodillándose junto a la taza del
water. Se amorró a mi cipote chupando con una fuerza y voracidad
increíbles, hasta que me corrí, se lo tragó todo y me la chupo
dejándola limpia como la patena mientras se llevaba una mano a la
nariz diciendo:
- Que lindo el olor de tu pene y tu lechecita.
Luego se arreglo el vestido y salimos de allí como si no hubiese
pasado nada.
Todo esto solo duro unos minutos y no cruzamos ni una sola palabra
jamas sobre el hecho. Unos minutos después volví con todo el grupo y
ella estaba en los brazos de Aquilino su marido, mientras este
fanfarroneaba de lo hombre que era. Yo por dentro me reía de sus
cuernos y aunque aquella sensación me gusto tampoco me sentí
realizado.
El viaje de novios los hicimos al caribe, a un hotel con muchas
estrellas y en primera línea de playa, pero la noche de bodas debido ya
al avanzado estado de gestación, la cosa quedó en unos simples
besitos pues no queríamos desgraciar a la criatura. Así que yo que
seguía con mi obsesión, de poner cuernos a diestro y siniestro pues
me ponía a cien el follarme a la mujer de otro. No quería chicas guapas
ni espectaculares rubias, sencillamente follar lo que era de otro y,
luego mirarlo por encima del hombro pensando en el tamaño de sus
cuernos.
No tardé en encontrar a una mujer ya entrada en años. Erika dijo
llamarse, venezolana ella, de cuarenta y muchos años. Era ese tipo de
mujer que se dice que quien tuvo retuvo, y sin ser una belleza
espectacular siempre hacía volver la cabeza a los hombres. Me dijo que
estaba allí acompañando a su marido en un viaje de negocios el cual
no le hacia ni caso. Solo pensaba en perseguir jovencitas y pasaba
olímpicamente de ella. No deje escapar la oportunidad y después de
unas copas y un poco de charla la acompañe hasta una caseta de las
que se utilizan para cambiarse de traje de baño, bastante espaciosa y
con unos bancos bastante cómodos en el centro.
Allí me senté y ella me bajo el pantalón de las bermudas. Yo como
siempre estaba trempado a tope, con esa mezcla de deseo y morbo de
coger lo que era de otro. Aun tenia la falda azul puesta. Mi boca se
cebo en su pezón derecho. Sus tetas eran grandes, muy grandes. Sentir
aquello en mi boca nublaba mi mente, no hubiese parado nunca si ella
no me hubiese dejado entrever que quería que bajase mas por su
cuerpo. La gire y la puse boca abajo, baje la cremallera de su falda y se
la quite. La dejé en pelotas y ante mi quedó aquel hermoso culo, culo
que ese día seria mio. No pude evitar manosearlo mientras ella se
movía lascivamente pidiéndome caña. Mi mano paso hacia su coño,
acariciaba su depilada mata de pelo en un suave ir y venir. Notaba
como se iba poniendo húmeda, cada vez movía mas su caderas, se
estaba poniendo caliente, y yo necesitaba meter mi polla en su cueva.
Al bajar a su entrepierna, noté un gusto que me hizo notar que no
había sido el primero en probar aquel coño ese día. La miré y se lo dije
hasta que ella me contestó:
- Estoy dispuesta a con dos hombres por cada mujer que el cabrón
de mi marido se cepille.
Paro de moverse, se volvió, su lengua ascendía rozándome la piel del
pecho, llego hasta mi oreja y me susurro..
- Montame, quiero que seas mi jinete particular. Mi culo te llama.
Acto seguido, se puso a cuatro patas, culo en pompa, aquella imagen
era impresionante ese gran culo delante de mi polla. Podia ver su
clítoris húmedo y caliente y, su pelo púbico delicadamente depilado y
al fondo sus grandes tetas apuntando al centro de la tierra. Encorvó un
poco la espalda, mostrando aun mas su abertura, agarre mi polla como
un torero dispuesto a entrar a matar. La situé justo delante, pase mis
dedos por sus labios mayores y con su flujo impregne mi espada. Poco
a poco la iba metiendo, ella levanto su cabeza, la estrechez hacia que
fuese con cuidado, lo que sentía era una mezcla de placer, gusto y
poder.
Cada vez se la metía mas rápidamente mientras la agarraba por las
caderas. Mi respiración se alteraba, ella jadeaba y yo seguía
metiéndosela cada vez mas bruscamente. Era mía, yo era quien
mandaba, a ella le gustaba, una de sus manos estaba en su clítoris,
frotándolo repetidamente. Mi polla entraba y salía cada vez mas
rápido. Ella gritaba, yo notaba como el primer chorro de semen iba por
mi polla, intentaba retenerlo, haciéndolo mas duradero y disfrutar mas
del placer que aquel culo me proporcionaba. Ella se retorcía de placer,
yo estaba a punto ya, iba a explotar.
Al momento saqué mi espada y el semen encontró la salida, me corrí
encima suya...
Se dio la vuelta y cogió mi polla y se la introdujo otra vez en la boca,
su calidez y suavidad contrastaba con la estrechez de su culo, el placer
que sentía con mi polla en su boca era inmenso, mis manos estaban
acariciando sus labios internos, rosados, calientes y mojados.
Así estuvimos casi todos los días. Recuerdo que en nuestra segunda
cita en la caseta, ella me confeso que era una amante de la penetración
anal pero que su marido lo consideraba asqueroso. Al momento ella se
engolosinaba con mi gruesa verga que chupaba con una pasión
desbordada. Fué cuando besé sus nalgas redondas que ella me pidió,
me suplicó que la penetrara en su ano.
No me lo pensé dos veces, después de todo, el ver su rico culo
invitándole a que lo destrozara con mi herramienta, era una de sus más
deseadas fantasías. Entonces, empecé a lamer el área donde habría de
trabajar. Me humedecí un dedo con saliva y lo introduje en el culo de
Erika lentamente. Ella gemía cada vez que mi dedo penetraba más y
más su interior. Con su mano ella acariciaba su clítoris y ante tal
estimulación no tardó mucho en tener un orgasmo formidable. Tan
pronto como ella se recobró de su orgasmo, tomé mi picha, escupí
sobre su cabeza y lo guié al precioso orificio que estaba a punto de ser
penetrado.
Sin vaselina ni mas preámbulos se la metí de un sopetón hasta los
huevos, pero ella ni abrió los labios, solo tembló de placer y pidió mas,
así que yo continúe cada vez mas violentamente mientras mi mano
llegaba hasta su coño, haciéndole una monumental paja. Nuestros
gemidos se confundían con el ruido de nuestro cuerpos al chocar. Más
y más rápido, con más y más fuerza... hasta que el final llegó, exploté
en su interior. Mi semen inundó sus intestinos.
Así estuvimos casi todos los días de mi luna de miel, hasta que
volvimos a casa y aunque los cuernos con la venezolana fueron mas
grandes que los de las demás, tampoco aquello me permitió sentirme
realizado.
De regreso a casa yo seguí con mi obsesión, follando a diestro y
siniestro, de forma cada vez mas atrevida y desconsiderada. Llegado el
momento, mi mujer dio a luz a un niño precioso al que pusimos mi
nombre. Después de eso mi mujer muy caliente por el largo periodo
que había pasado sin mantener relaciones, me pedía hacer el amor casi
a diario, pidiéndome que folláramos como en aquella noche en la que
la deje embarazada. A mi la verdad ya no excitaba ella, y de hecho
tampoco las múltiples conquistas que realizaba fuera del matrimonio,
que cada día me dejaban peor sabor de boca y no me dejaban
contento como al principio.
Recuerdo especialmente una cena de negocios. Nos encontramos
una tal Carolina y yo para una cita de negocios. Durante la cena muy
animada y con vino de por medio se dio cuenta que la miraba con
harto deseo. Sin perder tiempo ella tomó una servilleta y la colocó bajo
mi copa, mientras salía en dirección al baño. Titubié unos segundos y
leí la nota en la servilleta: “SÍGUEME AL BAÑO, NO TE ARREPENTIRÁS”.
Dudé unos instantes pero al fin me decidí y la seguí. Cuando llegué a
la puerta me abrió haciéndome entrar en un sanitario. Mientras cerraba
la puerta aproveché para levantarle la falda deliciosa que traía puesta y
me dediqué a morderle las nalgas con frenesí, al tiempo que tomaba
con mis dos manos su sexo ardiente.
Rapidamente la doblé hacia la puerta y con su culo doblado chupetié
el agujero de su ano, mientras jadeaba de placer. Carolina lucía
desesperada por tomar mi verga y mis bolas. Luego de chuparme la
verga y tenerla lista ella con sus manos, se abrió el agujero de su culo y
de un certero movimiento se ensartó mi enhiesta verga causándome
un tremendo placer que no podía disimular.
Mientras tanto busco sus deliciosos pezones y le coloco uno en la
boca mientras saboreé el otro. Ensarté mis dedos en su vulva y ataqué
su clítoris. En ese momento entró una chica al baño y nos oyó gemir a
ambos. Abrió la puertezuela y nos miró extrañada. Alcanzando a ver la
deliciosa vulva de Carolina. Inmediatamente entró a nuestro lugar y se
inclinó besando el clítoris de ella causándole un gran orgasmo.
Luego abrió su blusa y le colocó sus tetas (grandes y oscuras como
sandias negras) y Carolina se las chupó como si fuera un dulce. A poco
le aviso a Carolina que estoy a punto de lanzar mi leche, entonces ella
la saca de su culo y ambas se inclinan ahora y me chupan la verga,
aprovechando para besarse y besarme las bolas.
Lancé tal cantidad de leche que luego tuvieron ambas que limpiarse
la cara pues estaban bañadas de semen.
Un par de años después los negocios iban de maravilla. Nos
mudamos de nuestro piso a una villa en las afueras enorme, y la
empresa iba tan bien que casi funcionaba sola. Mi socio y yo solo
íbamos a hacer alguna gestión de vez en cuando. Mi mujer me dijo
que era demasiada casa para ella sola así que quería contratar un
matrimonio para le ayudara en las faenas ella y él hiciera de
mayordomo, jardinero, chofer y todo el resto de tareas. Los elegidos
fueron un matrimonio de color (negros para no irnos con tonterías)
muy jóvenes, muy eficientes y muy baratos pues provenían de un país
con problemas políticos y ellos por tener estudios no eran muy bien
vistos así que tuvieron que emigrar.
Laura la negrita en cuestión no tenía desperdicio, tenia 2 melones
enormes, una cintura de avispa y un culo que me llevaba por la calle de
la amargura. Clot el negrata en cuestión media casi dos metros y
aunque pecaba un poco de barrigón se notaba muy fuerte al estilo de
un deportista que hubiera dejado de cuidarse.
Mi obsesión me llevo a perseguir a Laura, noche y día, haciéndole
regalos, y metiéndole mano cuando y donde podía. Así, un día en el
que mi mujer se llevó al negro como chofer, yo lleve a la negrita hasta
el pequeño bungalow junto a la piscina donde vivían.
Allí ella que sabia bien a lo que íbamos, se me acercó y me desnudó.
Me levante y sitúe detrás suyo, ella no dijo nada. Lentamente aplique
un suave masaje en sus hombros que poco a poco fue descendiendo
por su espalda, me percate que era una sensación que ella aceptaba de
muy buena gana, ya que poco a poco fue distendiendo sus músculos y
se acomodo en la silla. Cuando vi aquello comencé un suave besuqueo
por su cuello y los lóbulos de las orejas. Poco a poco empezó a respirar
de una forma que me indicaba que iba por buen camino, mis manos
pasaron de su espalda a sus costados y poco a poco, siempre por
encima del vestido acaricie sus enormes melones, notando ya una
creciente erección en sus pezones, de repente una mano subió por mis
muslos hasta agarrar mi herramienta. Salvajemente la tiré en su sofá y
me interne en su entrepierna, notando una humedad que denotaba el
estado de excitación al que estaba llegando. Paré de chupar al
comprobar que aparte del aroma a negra que emanaba aquel
chumino, otro olor y sabor me perturbaba. Después de interrogarla al
respecto, ella me lo aclaró:
- Perdóneme señorito, pero es que esta misma mañana mi hombre se
empeñó en pincharme el higo, justo antes de salir con la señora. Y
como luego me llamó usted, no he tenido tiempo ni de lavarme el
asunto. Perdóneme y ahora mismo me lo lavo en el bidé.
La miré con cara de salido y me lancé a pegarle una chupada de
aspiradora mientras le decía:
- Veras que limpia te la dejo!- exclamé. Su clítoris estaba hinchado y
su chocho no dejaba de soltar calientes caldos que se unían a los
restos de lefa del negrata. Me comí aquella sopa sin hacer ascos, es
más mi picha parecía a punto de estallar. Mi boca era ahora un puré de
flujos vaginales y saliva que ya empezaba a invadir parte de mi barbilla.
Mis caricias hicieron que todo su cuerpo temblara de placer y sus
negros melones se agitaran hasta que se corrió entre sollozos:
- Venga chupa, chupa. Comete la pepitilla. Ahhh, que gusto, pero que
gustazo en el chumino. Mi cosa, cómeme el chichi, mátame de gusto
cabrón, que ya no aguanto más Ahhhhh , asiiii , que gusto, me voy, me
corro en tu cara... Ahhh .Ya, ya... ¡ No puedo mas!, ahhh ¡ ahhhh ahhh..
yo me voy... ¡Sigue... Sigue!, ahhh, ahhhh, ¡me corro...!. ¡ Asi... Así...
Sigue... Sigue...! . ¡ Me corro... Ya... Me corro... por el chochoooo! ¡ ya...
ya.... yaaaa....!
Se quedó derrengada en el sofá hasta que al rato y por mis
acometidas recuperó los sentidos. Entonces comenzó a aplicarme un
tratamiento especial a toda mi virilidad. Sus negras manos
acariciaron mi herramienta produciéndome una sensación maravillosa.
El suave masaje recorría toda su longitud y se paraba breves
momentos en mis testículos consiguiendo que por mi espalda
recorrieran pequeños espasmos eléctricos. Al cabo de unos momentos
de este suave vaivén se inclino sobre mi picha a punto de reventar y
aplicando sus labios sobre ella empezó una suave mamada. Notaba
como su lengua recorría mi cipote mientras sus manos masajeaban mis
cojones. El efecto fue instantáneo pues mi verga se hincho hasta
limites insospechados y las sensaciones recorrían mi cuerpo, notando
como espasmos de placer empezaban en mi nuca y después de
recorrer mi espalda llegaban hasta el pene que no paraba de ser
atendido por los solícitos labios de ella. Al cabo de unos instantes la
carga de esperma pugnaba por salir y avisando de la circunstancia
asistí con estupor y placer a una, si cabe todavía, más excitante
succión que denotaba las ganas que tenía de beber mis jugos.
No pude más y explote en su boca. La leche rebosaba por sus labios
mientras se afanaba en evitar que no se escapara ninguna gota que
con avidez relamía. Después de limpiar con la lengua toda la longitud
de mi mango y dejarlo reluciente se recostó en el sofá y reclamo mi
atención que inmediatamente fue solícitamente puesta en practica.
Volví a incrustarme en su almeja chorreante, los jugos se escapaban de
su interior y dejaban sus labios brillantes. Los separé con mi lengua
hasta dejar al descubierto el pequeño botón de su clítoris que se
estremecía de placer en cada uno de mis lengüetazos. Mis caricias se
prolongaron a lo largo de unos momentos, desplazándome de su
suave chocho hasta su ano en el cuál estuve entretenido un tiempo, los
suaves gemidos se convirtieron en poco rato en grititos que intentaba
ahogar mordiéndose el labio inferior, sin embargo mi trabajo obtuvo
su premio y al cabo de unos instantes explotaba en un largo orgasmo
que hizo que todo su cuerpo se arqueara sobre mi, después de unas
contracciones se relajó y me abrazó fuerte susurrándome en la oreja
mientras me besaba suavemente que quería ser penetrada:
- Metemela!!, no aguanto mas!!- gritó casi histérica.
Sin hacer ninguna objeción agarre su suave culo y levantándola en
vilo coloque mi falo en su entrada y la embestí de una sola estacada,
note como todos los músculos de su cuerpo se ponían en tensión y
proseguí las salvajes embestidas mientras ella se agarraba a mi espalda
y me arañaba salvajemente demostrándome así el placer que sentía.
Cuando note que estaba a punto de llegar al clímax me retire y la
tumbe sobre el sofá, dejando todo su culo a mi vista, ella intuyendo
mis intenciones se puso de rodillas y se acomodó para recibir mi
virilidad por su negro orificio, suavemente fui entrando todos mis
centímetros en su interior mientras ella susurraba palabras
ininteligibles para mi, cuando logré establecer en su interior mi verga
comencé un lento vaivén que nos llevo a los dos hasta limites
insospechados de placer, finalmente descargué mi lefa en su culo y
quedamos los dos tendidos uno encima de otro agotados por la
experiencia. Poco a poco se fue recuperando y después de unos
momentos me la volvió a chupar y me metió la lengua el culo, cosa
que me puso a cien.
- ¿ Qué es lo que más le gusta a mi señorito ? - dijo sacando su carita
de mis gluteos.
Yo la susurré bajito y un poco cortado que me chupara allí, ella
entonces me dijo más fuerte:
- Así que al señorito le gusta que le chupen el ojete, sinvergüenza.
Voy a mamar suavecito tu pozo chocolatero y luego te voy a follar el
trasero con mis dedos hasta que me llenes la boquita con toda tu
leche...
Dicho y hecho. Me siguió lamiendo la polla y follándome el ojete con
los dedos hasta que de pronto se paró y me dijo que me tenía
guardado un regalo especial. Yo estaba fuera de mí cuando ella me
miró con cara de guarrilla y sacó del cajón de su mesilla unas esposas
de policía, y me dijo que si quería seguir jugando seria bajo sus reglas.
Yo ciego perdido de deseo y de vicio me tiré al ruedo y dije que de
acuerdo.
Ella cogió las esposas y pasándolas por uno de los barrotes de la
cama me ato. Entonces cuando yo creía que iba a llegar el cielo, llegó
el infierno. Se bajo de la cama y se fue de allí. Al momento se abrió la
puerta y allí estaban mi mujer y el negrata.
Yo no sabia que decir, salvo que comprendí que aquello era una
encerrona. El negro se desnudó y dejó al descubierto un rabo
descomunal, que le llegaba hasta casi la rodilla. Parecía la manguera de
un bombero, pero negra y llena de nervios y venas.
Mi mujer y la negrita se amorraron a ella y la besaron y adoraron
como si fuera un dios fálico, y aquel monstruo descomunal todavía
creció mas y mas. Después le untaron el rabo de crema y mientras mi
mujer cogía una cámara de vídeo, el negro y la negrita me ataron los
pies a la cama quedando boca abajo con las piernas abiertas.
Yo suplicaba a mi mujercita desconsolado, sobre todo cuando los
negros me varios cojines debajo para que se me levantara el culo y mi
ojete quedara indefenso ante lo que intuí que se avecinaba de manera
ineludible.
La intuición se convirtió en certeza absoluta cuando ellas a dúo
comenzaron a ponerme crema en el ano, metiendo salvajemente los
dedos en él. Después mi mujer sacó un consolador del cajón y me dijo
que era para que fuera haciendo boca, y mientras la negrita seguía con
el vídeo, se puso a metérmelo por el ojete mientras decía:
- Llama ahora a esa guarra de Puri .
Me estaba devolviendo mi primer polvo bestial con ella. Entonces
cuando ella consideró que mi culo estaba bastante dilatado se fue con
la negrita que había colocado la cámara de vídeo sobre un trípode, y le
comió el coño lleno de sus caldos y de su marido y mio, mientras el
negro que estaba a cien por la chupada de antes, mas por el
espectáculo que aquellas zorras le estaban dando, pasó a la acción, es
decir empezó a meterse en mi culo.
- Hay que abrir ese agujero como si fuera un pozo... no sabes lo que
se valora una buena enculada... así que… dale duro!!!… sin
compasión!!!… hasta que grite como un maricón - le dijo a mi nuevo
enculador…
Sentí un dolor desgarrador, casi me desmaye de dolor, pero al mismo
tiempo algo empezaba a surgir en mi interior y mi polla empezaba a
ponerse dura, y mas dura sin podérmela tocar, quizás por lo extraño de
la situación, y mientras tanto el martillo pilón de Clot seguía subiendo
y bajando en mi culo, y la dichosa cámara grabando mi denigración
total. Al mismo tiempo cada vez la tenia mas dura hasta que llegó el
momento en que Clot se quedó parado un momento, una décima de
segundo justo antes de meterme el envite mas fuerte junto a una
descarga de semen tan grande que después de llenarme todo el culo
como una lavativa, rebosó por los laterales calmando el dolor de mis
entrañas.
Para colmo me corrí, pero de una forma dolorosa, era un placer tan
grande que quede medio desmayado, culo en pompa con un agujero
tan dilatado que cabria por allí una mano. Clot sin apenas inmutarse.
Se paso a la cama de al lado y se montó a Dolores mi mujer por
delante con ese trozo de carne que no solo no había perdido ni un
centímetro sino que parecía la trompa de un elefante. En pocas
emboladas mi mujer se corrió pegando unos gritos casi cómicos.
Después le tocó el turno a Laura su mujer, a la que cogió y le pego
unos envites que pense que la partía por el medio, pero ella le pedía
mas y mas.
Cuando estuvo de nuevo a punto de correrse vino hasta mi y para
colmo de mi humillación me la metió en la boca y se corrió adentro. Yo
no podía tragar aquel río de esperma y me chorreaba por al comisura
de los labios, después se tumbó a mi lado, me soltaron las manos y me
dormí abrazado a el.
A la mañana siguiente Dolores me aclaro el tema, ella se había
enterado de todas mis aventuras y me las había permitido, porque
desde el día que le desflore brutalmente el culo, había encontrado su
camino. Iba a ser mi Ama y estaba dispuesta a mandar en casa, así que
a partir de ahora, yo haría lo que ella quisiera en todos los aspectos o
mis amigos recibirían una copia de la cinta. A cambio podría gozar de
ella y de Laura siempre que quisiera. Puse de condición que a cualquier
sitio que fuera me acompañara Clot pues al fin y al cabo con él

El Diario de una chica

Querido diario...
Lunes.
¡Casi un mes ya! Parece mentira, Joder, y como me gusta. ¡Es tan
guapo! Estoy deseando volver a clase para verlo otra vez. No sé cómo
he podido pasar tanto tiempo sin él. Estos días a su lado han sido
fantásticos me siento enamorada a mis 18 años. Pero hoy… De lo de
hoy no sé qué pensar.
Esta mañana me he despertado como todos los días, me he vestido y
he desayunado. Cuando estaba saliendo de casa me ha llamado. No
sabía que querría, pero al descolgar, me ha dicho que tenía una
sorpresa para mí. Que nervios. ¿Qué sería? He esperado en la parada
de metro con una especie de vértigo en el estomago y cuando he
llegado al campus me he ido casi corriendo a clase. Y allí estaba. De
pie, en la entrada del aulario, hablando con José. Cuando me ha visto
aparecer por la puerta de las escaleras me ha mirado, como sólo él
sabe, con esos ojazos, y me ha sonreído. ¡Me ha sonreído! Que sonrisa
tiene, es guapísimo. Me he acercado despacio, moviéndome
deliberadamente para atraer su atención. Y lo he conseguido, aunque
no solo la suya. La mitad de los tíos que estaban por allí se han
quedado mirándome. Cuando me he dado cuenta casi me muero de la
vergüenza. Pero me daba igual, porque el seguía mirándome
embobado. Al final he llegado a donde estaba, me he parado delante
de él y me ha cogido por la cintura, con esos brazos enormes que
tiene. Me ha preguntado que como estaba y me ha llamado gatita. Me
encanta cuando me llama así. Me gusta ser su gatita. Le he contestado
que mucho mejor desde que había llegado, porque estaba con él. Y
me ha besado. Me ha dado un beso genial. He notado como nuestros
labios se unían para formar un todo, como nuestras lenguas se
buscaban apasionadamente para reunirse finalmente en una explosión
de sensaciones sin igual. ¡Buf! Me tiene enamorada. Joder, y el cerdo
de José no ha parado de mirarme el culo mientras besaba a Sebas.
Seguro que se estaba muriendo de la envidia. Pero yo soy sólo de
Sebas, sólo suya.
Le he preguntado por la sorpresa. “Tendrás que esperar un poquito,
gatita” me ha dicho. ¡Jo! Yo me moría de impaciencia. El profesor ha
llegado enseguida y todos hemos entrado en la clase. Mientras el
hombre divagaba sobre las distintas muestras de la arquitectura clásica
mis manos buscaban las de Sebas por bajo de la mesa. Así si que se
hace mucho más agradable ir a la universidad. No recuerdo nunca
haber tenido tantas ganas de que el tiempo se detuviera en una clase.
Realmente no me he enterado mucho del rollo, tendré que pedirle los
apuntes a Paula mañana. Y tengo que centrarme más. ¡Si sigo así no
voy a aprobar nunca! Pero es que cuando estoy con él… Me encanta.
Después de las dos horas de clase que han volado, me ha pedido que
bajáramos a la cafetería. Como teníamos una hora libre, se ha pedido
un bocata enorme. Que envidia, yo solo me he tomado un café, pero
es lo que hay, una no está así de divina por nada.
Le he vuelto a preguntar. Me ha mirado, y me ha sonreído. Y luego
me ha dicho algo que me ha puesto nerviosa, me ha dicho que no
haríamos nada que yo no quisiera. No sabía de qué me hablaba, pero
no me ha gustado eso. Le he preguntado que quería decir, y me ha
contestado que quería hacerme el amor. Me he quedado callada. No
sabía que contestarle, porque en el fondo yo también quiero. ¡Pero no
estoy preparada! ¿O sí? No lo sé. Luego me ha dicho que tiene una
noche perfecta planeada para el viernes. Que me necesita, que me
quiere, y que quiere poseerme. Y sólo le he mirado, mientras hablaba.
Y me he excitado. Me he excitado mucho sólo de pensarlo.
Pero le he dicho que no. Que no estaba preparada. Que si me quería
debía respetarme. Que no debía presionarme. Y no parece haberle
sentado muy bien. Me ha dicho que me quería, que no pasaba nada.
Que podíamos pasar la noche juntos sin que hubiera nada de sexo.
Que no me preocupara. Que él me deseaba más que nada en el
mundo. Pero que sería paciente. Que me respetaría. Pero yo se lo he
notado en los ojos. En su mirada. No me miraba igual. Creo que le he
decepcionado. ¡Pero él lo sabía! Yo ya se lo he dicho otras veces. Mi
primera vez debe ser especial, debe ser con quien yo quiera y en el
momento que yo quiera. Y hoy se lo he vuelto a decir. Tal vez no debí
hacerlo. Se ha levantado de la mesa, y me ha dicho que había
preparado una noche especial, y que si no quería nada con él tal vez
era por que no le quería. Se lo he intentado explicar. Que sí. ¡Que sí le
quiero! Que es lo más importante para mí. Pero se ha ido. Le he
pedido que se quedara, pero me ha contestado que tenía cosas que
hacer. Y no ha vuelto por clase en toda la mañana.
He pasado el resto de la mañana de clase en clase, sin enterarme de
nada de lo que se iba diciendo. (Menos mal que Paula es buena
tomando apuntes). Solo hacía que pensar en él, en que le quería y en
que haría cualquier cosa por que estuviera feliz, por que estuviera
siempre a mi lado. No quiero que se marche. Pero no estoy segura. Le
quiero y me gustaría que fuera él el primero. Pero no así.
Y ahora acabo de llegar. Ya estoy en casa, me he encerrado en la
seguridad de mi habitación. Mi madre me está pidiendo que vaya a
comer. Pero no tengo hambre. No quiero comer nada, no me entra
bocado. ¡Sólo tengo ganas de llorar! ¿Por qué me está haciendo esto?
¡Le quiero tanto! Si es lo que quiere me dejaré, dejaré que me haga lo
que quiera, con tal de que no se vaya. Que se quede junto a mí. Voy a
llamarle, le diré que sí, que lo que quiera. No sé porque lloro tanto. No
puedo seguir escribiendo…
Ya estoy más calmada. Le he llamado. Le he llamado una y otra vez
durante toda la tarde. Pero no me coge el teléfono. ¿Por qué me trata
así? ¿Por qué me hace esto? Le quiero con toda mi alma, y el parece
que solo quiere sexo conmigo. Me lo he pensado, no pienso dejar que
sea así, así no. Si me quiere, deberá respetarme. Y si no…. Vaya, ya
estoy llorando otra vez. Menuda tardecita. ¿Por qué todo tiene que ser
tan difícil?
También he llamado a Sara. Le he contado todo entre sollozos. Me
reconforta hablar con alguien casi tanto como escribirlo todo aquí. Me
ha dado ánimos, me ha dicho que no me preocupara, y sobre todo que
estaba tonta. Que cuando lo probara me gustaría, que no querría
parar. Me ha dicho que una vez me la metan no me la querré sacar
nunca. ¡Que animal! Para ella es fácil. Ella perdió la virginidad hace
mucho tiempo. Ella nunca tuvo problemas con eso. Sin embargo yo…
Yo siempre lo he tenido claro. Pero ahora ya no lo tengo tanto.
Me voy a dormir. Mañana será otro día. No se que hacer. Le quiero
tanto.

Querido diario…
Martes.
No he dormido en toda la noche. Ha sido una noche horrible. La peor
noche de mi vida. He pasado la maldita noche pensando en él, y
llorando. Cuando me he levantado de la cama tenía una cara horrible.
A punto he estado de no ir a clase. Sólo tenía que decirle a mi madre
que no me encontraba bien. Pero no. Quería ir. No sabía si el vendría.
Pero si acudía a la universidad, yo tenía que estar ahí. Me he vestido
como todos los días y me he metido en el baño con el kit de
maquillaje. ¡En verdad estaba horrorosa! He intentado disimular un
poco la mala cara, no demasiado, solo lo justo para que no se me
notara la mala noche. Supongo que lo he conseguido, porque mi
madre no me ha dicho nada cuando he llegado a la cocina. No he
desayunado. No me apetecía nada, y además, como me había
entretenido maquillándome no me daba mucho tiempo. Le he dicho a
mi madre que no tenía tiempo, pero me ha obligado a llevarme unas
magdalenas para comérmelas por el camino. Nunca he sido de mucho
comer, pero que ayer ni comiera ni cenara y hoy no quisiera desayunar
no ha debido hacerle mucha gracia. Al salir a la calle he tirado las
magdalenas a la primera papelera que eh visto y me he dirigido a la
parada del metro.
La espera se me ha hecho eterna. No sabía si él estaría allí en clase.
No sabía si querría hablarme. No sabía si yo querría hablarle. No le
había hecho nada, y me estaba tratando muy mal. Casi he estado a
punto de ponerme a llorar de nuevo. Pero por suerte ha venido el tren
y me ha sacado de mis pensamientos. Cuando he llegado a la facultad
me he dirigido a clase despacio, de forma deliberadamente pausada.
No sabía si estaría allí o no. Y no sabía lo que hacer si finalmente
estaba.
Y sí que estaba. Cuando me ha visto aparecer me ha mirado, como
hace siempre, pero esta vez no me ha regalado una de sus inmensas
sonrisas. Sólo me ha mirado, con cara de tristeza. Le ha dicho algo a su
amigo José y ha venido hacia donde yo estaba. Yo no sabía que hacer.
Me he quedado quieta. A punto he estado de darme la vuelta y salir
corriendo. No sé por qué. Supongo que tenía miedo de lo que me
pudiera decir. Supongo que temía que me abandonara. ¡Que me dijera
que no me quería!
Cuando se ha parado junto a mí le iba a decir que me tomara. Que
me hiciera lo que deseara, que me poseyera allí mismo si quería, pero
que no me dejara. Que no me abandonara. Que lo necesitaba más que
a mi vida. Pero ha hablado el primero. Me ha pasado la mano por el
hombro y me ha dicho que lo sentía. Que se había comportado como
un niñato infantil y egoísta. ¡Que me amaba, que me deseaba! Que lo
sentía. “Perdóname, lo siento, gatita, lo siento” me ha dicho. Le he
tapado la boca con un dedo para que no siguiera hablando, y sólo el
he respondido una palabra. “Abrázame.” Entonces el me ha besado
con delicadeza el dedo y me ha dado un abrazo sensacional. Un
abrazo cargado de ternura, de amor, de arrepentimiento. Me ha
rodeado con sus brazos hasta casi hacerme desaparecer bajo él. Me
quiere. ¡De verdad me quiere!
Cuando me ha soltado, le he dicho que aceptaba su invitación. Que
iría a cenar con él y que pasaríamos la noche juntos. Si él aún quería.
Que no creía que fuera a pasar nada sexual. Que no me sentía
preparada todavía. Pero le he hecho una promesa. Le he prometido
que sea cuando sea que esté preparada será él quien me arrebatara la
virginidad. Le he dicho que no se preocupe, que tarde o temprano
podrá poseerme. Que llegará el momento en el que seré toda suya, en
alma, y en cuerpo. Y entonces me ha besado, me ha dado un beso que
me ha hecho ver las estrellas. Y mientras me besaba ha empezado a
acariciarme la espalda, a bajar su mano por mis caderas, por el culo. He
apretado mi cuerpo contra el suyo y entonces he notado un tremendo
bulto entre sus pantalones. ¡Joder, que cacharro! Y encima estaba todo
puesto, ahí, en el pasillo de la universidad, rodeados de gente. Me ha
dado una vergüenza terrible, pero no he dejado de besarle. Y me he
excitado muchísimo. Me he excitado tanto que poco ha faltado para
que le agarrara el miembro allí mismo. ¡Por Dios! No sé que me pasa
con Sebas. ¡No he tenido ningún tipo de relación sexual con nadie y
ahora estoy pensando en magrear a un chico delante de toda la
facultad! Gracias a Dios me he podido controlar.
Me ha dicho que nos fuéramos, que nos pelaremos las clases. Me he
negado en rotundo. No es que no me apeteciera. Pero tenía algo de
miedo. No por él. ¡Por mí! Me he acercado a su oído, y mientras aún
estábamos abrazados después de ese increíble beso, le he susurrado
que teníamos que entrar en clase. Que no podíamos permitirnos el lujo
de faltar, y que no se moviera, que me mantuviera entre sus brazos
hasta que se le relajara lo que tenia dentro de los pantalones.
Ligeramente azorado me ha preguntado que si lo había notado. ¡Cómo
para no notarlo! Le he dicho que sí, que claro que lo notaba. Se ha
disculpado y ha hecho amago de retirarse, pero yo le he apretado
fuertemente contra mí. No quería que se fuera. Le he dicho que no se
moviera, que me gustaba. ¡No sé qué me pasa! Sebas me hace perder
la cabeza.
Después de varios minutos abrazados, que me han parecido
segundos, Sebas me ha dicho que nos separáramos, que estábamos
dando el espectáculo. Y era verdad. Lo besos y abrazos son normales
entre las parejas que pueblan el campus, pero nosotros llevábamos lo
que parecía una eternidad sin soltarnos. Uno de los compañeros de
clase ha gritado que nos fuéramos a un motel y el resto de la gente
que había por allí se ha reído. Que capullo. Un poco avergonzada lo he
soltado y nos hemos ido al aulario. Vaya show.
Al poco rato ha llegado la profesora. Hemos entrado en clase y nos
hemos sentado juntos, en nuestros sitios habituales. Las cosas vuelven
a estar bien. Hemos pasado la clase entera haciendo manitas, y
mientras, yo me he dedicado a revivir lo que acababa de pasar. ¡Qué
fuerte! No sé bien como describir lo que he sentido cuando estábamos
abrazados y he notado todo su miembro. La verdad ha sido una
gozada. Tal vez Sara tenga razón. Tal vez debería lanzarme, pasar de
todo, de prejuicios, de historias, y dejarme hacer, dejar que me hagan
disfrutar. No sé, estoy confusa.
En fin, la mañana ha pasado como una exhalación y ahora estoy aquí,
poniéndote al día. Me voy a comer algo, ahora volveré.
Mi madre ya se ha quedado tranquila al verme comer, pobre, estaba
asustada. Además ya le he dicho que el viernes saldré de fiesta con mis
amigas y que me quedaré en casa de Sara. Es la primera vez que
miento a mi madre para estar con un chico. Lo he pasado fatal. Me
temblaban las piernas. Pensaba que me iba a decir que no, que no
podía, que la estaba engañando, que lo sabía todo. Pensaba que
notaría mi mentira, que me descubriría. Pero no. Nunca he mentido a
mi madre hasta ahora, y confía en mí. La verdad es que me sabe muy
mal. Pero no puedo contarle la verdad, no lo entendería. Sara siempre
me dice que mi madre es una mujer de otro tiempo, que parece del
siglo pasado, que por eso yo soy así con los chicos, que por su culpa
soy una reprimida. Puede ser que eso cambie. La verdad es que hoy
he sentido cosas que no había sentido nunca antes. Cuando Sebas se
ha empalmado mientras me abrazaba solo me apetecía cogérsela,
acariciársela, besársela. ¿Es eso malo? No lo sé. Siempre he pensado
que lo que hacen mis amigas con sus novios, o a veces ni siquiera con
sus novios, tan solo con sus amigos, está mal. Pero ahora ya no lo
tengo claro. La verdad es que me apetece que sea Sebas el primero, y
me estoy poniendo malísima solo de pensarlo. Tal vez si sea el
momento. Tal vez si esté preparada. No lo sé. Me llaman, luego
continúo escribiendo.
Buenas noches. Me voy a dormir. Hoy si dormiré bien, hoy
descansaré. Me ha llamado Sebas, Me ha dicho que mañana fuéramos
al cine por la tarde. ¡Le he dicho que sí! Lo estoy deseando. Buenas
noches.

Querido diario…
Miércoles.
¡Joder! Ha sido espectacular. No sé por dónde empezar. Hoy ha sido
un día genial. No he hecho nada sexual durante toda mi vida, hoy ha
sido mi primera experiencia, y creo que pronto probaré muchas más
cosas. Creo que ya estoy preparada. No entiendo como en tres días
Sebas ha conseguido que cambie tanto. Supongo que porque le
quiero. Pero joder. ¡No llevamos ni un mes saliendo!
No sé ni por dónde empezar. Esta mañana he ido a clase, como
siempre, con él, pero es que eso no es lo importante. Lo bueno ha sido
esta tarde. A ver si organizo mis pensamientos. ¡Si no ha sido nada! La
verdad, estoy deseando más. Venga, va, a ver…. ¿Cómo ha empezado
todo?
Al salir de clase me he venido a casa, he comido algo y me he
tumbado en el sofá. No te he escrito nada, lo siento. Pero me apetecía
descansar un poco. Llevo unos días muy agitados. Sebas ha pasado a
por mí a eso de las 7 de la tarde con el coche de su padre. Me he
subido a su lado y le he dado un beso. Creo que mi madre se ha
asomado al balcón, me da a mí que no le hace ninguna gracia que me
vaya al cine con un chico, y menos en coche. Supongo que se lo dirá a
papá cuando venga, pero eso no me importa. Hoy no hay nada que
pueda importarme.
Hemos ido al centro comercial, hemos dejado el coche en el parking
y luego nos hemos dirigido al interior del recinto. Sebas ha insistido
mucho en que yo eligiera la película. Me ha dicho que como él
invitaba, lo justo era que yo eligiera la película. Pero a mí me daba
igual. Yo solo quería estar a su lado, sentado junto a él, en una sala a
oscuras. Al final no ha conseguido nada de mí así que le ha tocado a el
decidir que película veríamos. No se como se titulaba, era una de
terror, de asesinos y cosas de esas. La verdad es que no he estado muy
pendiente… Sebas se ha acercado a la taquilla y ha comprado las
entradas, luego, una vez dentro del cine ha comprado palomitas y un
par de refrescos antes de dirigirnos a la sala.
Una vez dentro de la sala, nos hemos sentado al final, en una de las
esquinas. La sala estaba bastante vacía. Es normal, no mucha gente va
al cine un miércoles a las 8 de la tarde. Una vez acomodados en
nuestra butaca yo me he acercado mucho a Sebas, y le he agarrado
bien fuerte el brazo. Le he dicho que no se me iba a escapar, y que no
hacía falta traerme a ver una película de miedo para que le cogiera
fuerte. Sebas se ha reído con ganas. Menos mal que aún no había
empezado la sesión. Unos minutos más tarde se han apagado las luces
y ha empezado la película propiamente dicha.
A los pocos minutos de empezar la película ya estábamos
besándonos apasionadamente, sin importarnos nada más que la
compañía del otro. Sebas ha empezado a acariciarme lentamente la
espalda con la mano derecha mientras que iba deslizando poco a poco
su mano izquierda hacia mis pechos. Yo solo pensaba en que deseaba
que llegar a ellos. Que me los acariciara, que me los apretara entre sus
manos. Inconscientemente, sin saber muy bien cómo ni por qué he
cogido su mano y la he conducido directamente hacia mis tetas. ¡Joder
que gusto! No sabía que se pudiera sentir tanto simplemente con que
te acariciaran los pechos. Nunca había dejado a nadie que lo hiciera,
mis tetas no habían recibido más que algún roce casual y poco
inocente de algún novio de juventud que había acabado llevándose un
bofetón. Pero esto, ¡esto era totalmente distinto! He seguido
besándole mientras me acariciaba y el muy listo ha metido su mano
derecha bajo mi blusa, por detrás, y con un solo movimiento ha
desabrochado mi sujetador. ¡Que carbón! Y me ha pedido que me lo
quite. Le he dicho que no podía, que llevaba la blusa, pero me ha
respondido que sí podía, que todas las tías sabemos quitarnos el
sujetador por bajo de la camiseta. Yo a estas alturas ya estaba
realmente excitada, y me apetecía que siguiera con sus masajes, así
que he accedido, Conforme he empezado a quitarme el sujetador,
Sebas ha abalanzado sus dos manos sobre mis pechos. Le he dicho
que me dejara, que no me lo podía quitar si sólo hacía que
manosearme. Ha retirado sus manos y me ha dicho que en el
momento quisiera que parara, sólo tenía que decírselo. “No quiero que
pares, continua” le he contestado.
Me ha mirado mientras sonreía picadamente, lo cual me ha hecho
ruborizarme, y me ha dicho que me quería. Y se ha vuelto a lanzar a
acariciar mis pechos. Despacio, con ambas manos, deteniéndose en
cada detalle. Mientras, yo, sólo hacía que disfrutar. Incluso se me ha
escapado algún pequeño gemido. Mientras me acariciaba continuaba
besándome con pasión hasta que de repente ha dejado de besarme,
pero no de manosearme. Le he preguntado que porque no me besaba,
y me ha contestado diciéndome que necesitaba la boca para otra cosa,
que me iba a comer todas las tetas, que las iba a lamer de arriba abajo,
que esas tetas ahora eran suyas. ¡Menos mal que el cine estaba casi
vacío! Yo no he puesto resistencia ninguna y Sebas me ha levantado la
camiseta mientras se lanzaba a besar y lamer mis pechos. La sensación
era deliciosa. Me chupaba, me lamia, se entretenía mordisqueando mis
pezones. Una locura.
En ese momento me he dado cuenta de que él me estaba haciendo
disfrutar pero que yo no le estaba correspondiendo. Pobre. Pero eso se
iba a acabar. Yo quería corresponderle. Así que he bajado mi mano
despacio, la he pasado entre nuestros cuerpos hasta descansarla
encima de su pierna. Poco a poco la he ido moviendo hasta agarrarle
el miembro completamente. Sebas ha soltado un suspiro que creo que
todos los de la sala han podido oír. La notaba hinchada, la notaba
gorda y grande dentro de sus pantalones. Le susurré al oído que había
estado deseando agarrársela desde que noté ayer su erección en la
facultad. Él me contestó que lo de ayer no era nada comparado con lo
de hoy, y que si quería que se la agarrara, que la sacara de los
pantalones y que hiciera con ella lo que quisiera, que era toda mía.
Estaba súper excitada, nunca había estado tan excitada, y entonces
Sebas se ha bajado la cremallera del pantalón, y luego ha retirado
ligeramente el boxer para permitir que aquella cosa saliera fuera. La
verdad es que no tengo con que comparar, pero a mi me parece
enorme. En cuanto la he visto fuera la he rodeado con mi mano y he
empezado a acariciarla. Tengo las manitas pequeñas, pero es que casi
no podía rodearla. Y de largo, joder, harían falta tres o cuatro manos
mías para cubrirla de arriba abajo. No sé si es normal o no, pero sólo
de pensar que eso pueda penetrarme algún día me da un pánico.
¡Joder, si me mete eso me voy a romper!
No sabía muy bien que hacer con eso, así que he empezado a
acariciarla y a subir y bajar lentamente la mano, como me imagino que
funciona eso. La verdad es que soy súper inocente en todo esto. Sebas
derepente, ha bajado su mano a mi entrepierna y ha empezado a
acariciarme. Como llevaba unas mallas ajustadas notaba
absolutamente toda su mano, y me he empezado a mojar. A mojar
mucho. ¡Joder como lo he disfrutado, ahora entiendo lo que me decía
Sara! Sebas me ha pedido que le hiciera una buena paja. No sabía
cómo hacerlo bien, así que le he preguntado. Me ha contestado que
fuera subiendo y bajando el pellejo de la polla lentamente, simulando
el coño de una mujer. He hecho lo que me pedía y al cabo de un
momento él ha introducido su mano bajo mis mallas y bajo mis bragas
mientras ha empezado a acariciarme tiernamente. Me ha pedido que
me abriera de piernas y yo le he obedecido. Estaba tan caliente que
hubiera hecho cualquier cosa que me dijera. Si en ese momento me
hubiera dicho que me tumbara que me la iba a meter, no lo habría
dudado ni un momento. Creo que ya estoy preparada. El viernes voy a
dejarle que haga conmigo lo que quiera.
He continuando pajeándole mientras el acariciaba todo mi sexo. Era
increíble, he disfrutado como nunca. Al cabo de un rato Sebas me ha
dicho que se iba a corre. Le he preguntado que qué hacía, que no
sabía como actuar. “Chúpamela” me ha respondido. Le he dicho que
no sabía cómo, que no tenía idea. “Sólo continua pajeándome igual
mientras me la lames” Y dicho y hecho. Me he agachado sobre su
erecta polla y he empezado a acariciarla con la punta de la lengua
mientras continuaba con el movimiento de sube y baja manual. Poco a
poco he empezado a tener más confianza y a lamer toda la punta
como si fuera un chupa-chups. Sebas se ha ido tensando, notaba como
suspiraba cada vez más, hasta que al final ha empezado a correrse.
Joder, me ha llenado la cara de lefa, la cara y la boca. He saboreado
todos los chorretones que han acertado dentro de la boca, y me ha
encantado, estaba salado, pero a la vez era como miel. Sin saber muy
bien por qué, he bajado la cabeza y le he lamido todos los retos que le
quedaban en la polla. Después me he levantado, y el me ha limpiado la
cara con un pañuelo. Una vez relajado me ha dado un beso enorme y
me ha dado las gracias. Le he preguntado que qué tal lo había hecho.
“Muy bien, gatita, muy bien para ser la primera vez, me has hecho
disfrutar mucho, pero la próxima vez no te limitaras a lamer, te la
comerás toda.” Esas palabras suyas me han excitado. Le he dicho que
ya estaba preparada, que me follara cuando quisiera. Me ha
contestado que hoy no, que lo haría el viernes. Que estuviera
preparada para el viernes.
Después de eso me ha traído a casa y ahora lo escribo todo. Deseo
que llegue el viernes. Ya estoy preparada, quiero, no, necesito que me
introduzca esa polla dentro. A la próxima que le toca disfrutar es a mí,
ya estoy lista.
Querido diario…
Jueves.

¡Estoy desatada! No ha sido más que empezar a probar el sexo y ya


estoy casi enganchada. Ahora ya entiendo lo que me decían mis
amigas. No comprendo como he sido tan tonta. No entiendo como he
podido pasar tanto tiempo sin esto. Hoy se la voy a chupar, ¡pero bien!
No como ayer, en el cine, ¡de mala manera!
Esta mañana cuando he llegado a clase me he acercado a Sebas y se
lo he dicho. Le he dicho que se la quería chupar hasta el fondo, que
quería acabar lo que empezamos ayer. Que quería hacerlo bien. Me ha
dicho que me esperara a mañana por la noche, que tendríamos todo el
tiempo del mundo para hacer lo que quisiéramos. Pero le he dicho que
no. Que no aguantaba más. Que tenía que ser hoy. Le he dicho que
tenía que ser ya. En ese momento. Que nos fuéramos. Que lo único
que deseaba era metérmela toda en la boca. Me ha mirado con
incredulidad y me ha preguntado que qué me pasaba. Que cómo era
posible que en dos días hubiera pasado de no querer tener relaciones
sexuales a pedirle que me dejara chupársela allí mismo. Le he
contestado que la experiencia de ayer había sido increíble, y que
quería más. Que necesitaba más. Le he visto dudar. Creo que ha estado
apunto de salir corriendo conmigo a cualquier sitio escondido. Pero
me ha dicho que si podía aguantar hasta esta tarde. Que sus padres no
estarían en casa. Que allí estaríamos más cómodos, más tranquilos.
Que estas cosas debían hacerse bien. Le he contestado que vale, que lo
intentaría, pero que no prometía nada. Que estaba a mil. Me ha pedido
que me callara. Que dejara de decirle cosas de esas, que el que se iba a
poner malo era él. Que no sabía que fuera tan golfa, y que le
encantaba. Yo tampoco lo sabía.
¡Joder! ¿Pero que me pasa? Estoy cachonda perdida. Todo este
tiempo sin sexo ha hecho que vaya acelerada. Pero ahora que lo he
descubierto no pienso parar. El resto de la mañana ha pasado
despacio. Pero aunque yo he sufrido porque tenía que esperar para
conseguir lo que quiero, también es verdad que he hecho sufrir a
Sebas. Le he dicho que nos sentáramos al final de la clase en una fila
de asientos vacía. Y hoy las caricias por bajo de la mesa han sido
menos inocentes. De vez en cuando pasaba mi mano por encima de su
pantalón, para que supiera lo que es estar deseando algo y no poder
tenerlo. Él me miraba, pero no decía nada. Creo que el está mucho más
sorprendido que yo por todo esto. A última hora, cuando las cosas ya
estaban un poco más desmadradas, un profesor nos ha llamado la
atención al ver que estábamos distraídos. Nos ha preguntado que qué
estaba pasando y ante nuestra respuesta de que todo estaba en orden
nos ha pedido que abandonáramos la última fila y nos trasladáramos a
uno de los espacios vacíos del frente de la clase. En ese momento casi
me ha dado algo, porque Sebas estaba empalmadísimo por culpa de
mis caricias. ¡Solo falta que todo el mundo se de cuenta de que me he
vuelto una golfa! Sebas me ha mirado con cara de odio pero ha
conseguido disimular bastante bien la erección tapándose con la
mochila mientras avanzábamos por el pasillo con la atenta mirada del
resto de compañeros fija en nosotros. Por suerte me parece que nadie
se ha dado cuenta de nada. ¡Que vergüenza! Además, en la parte
delantera no había ningún sitio libre para dos, así que nos ha tocado
separarnos. La verdad es que ya no quedaba mucho rato de clase, pero
se me ha hecho eterno. Aunque he de reconocer que me he enterado
bastante de lo que estaba explicando el profesor. Como siga así no voy
a aprobar ni una. ¡Tengo que centrarme!
Después de la clase nos hemos despedido con un besazo y hemos
quedado para dentro de un rato. Además me ha dicho que no solo va
a disfrutar él. Que también yo tengo derecho, que me va a comer el
coñito. ¡Y no se que ponerme! Estoy dudando entre la minifalda cortita
o las mayas…. No sé…Creo que me voy a poner la faldita blanca con el
top rosita ajustado… Y voy a darle una sorpresa… No me voy a poner
ropa interior. Seguro que le gusta. Pero como mi madre se de cuenta
seguro que no me deja salir de casa… Me voy a la ducha y luego con
Sebas… Esta noche te pongo al día.
Que gozada. Ha sido increíble. ¡Joder!, no hago más que
sorprenderme de lo golfa que soy. No tenía ni idea que me fuera a
gustar tanto comer polla. Pero lo que más me ha gustado es que me lo
coman a mí. ¡Por el amor de dios! Si aún me tiemblan las piernas. Que
sensación, que maravilla. Mi primer orgasmo, ¡ha sido sensacional!
Bueno, a ver… Me he duchado tranquilamente, me he vestido y me he
ido hacia la parada del autobús. Esperando en la parada me ha
llamado Sebas, que sus padres ya habían salido y que teníamos la casa
para nosotros. Le he contestado que ya estaba de camino, que me
esperara, que llegaba enseguida. ¡Joder, como tardaba el autobús!
Cuando por fin ha llegado he subido corriendo, me he sentado en un
asiento libre y he empezado a fantasear con lo que iba a pasar. Me
imaginaba metiéndome toda esa enrome tranca en mi boca,
lamiéndola como si no hubiera mañana, conforme el autobús se
acercaba a mi destino yo me he ido mojando cada vez más. ¡Madre
mía! Nunca me había pasado nada semejante. Mis fantasías nunca han
sido nada más que escenas románticas con príncipes azules. Jamás me
hubiera imaginado que estaría sentada en un autobús, totalmente
excitada, dirigiéndome a casa de un chico con la intención de comerle
la polla.
Cuando he bajado del autobús me he dirigido a casa de Sebas,
prácticamente corriendo. Le he tocado el telefonillo del portal y me ha
abierto inmediatamente, debía de estar esperándome. En el ascensor
he aprovechado para recolocarme bien las tetas en la camiseta y subir
un poco la falda. Ya ni me acordaba que no llevaba nada debajo, que
vergüenza cuando me vea. Cuando he salido del ascensor Sebas había
dejado la puerta abierta. He entrado con cautela en la casa y le he
llamado. Me ha dicho que le esperara en el salón, que venía enseguida.
Al poco rato ha venido, con una toalla alrededor del cuerpo. Me ha
dicho que ha aprovechado para ducharse mientras yo venía, que se
vestía y volvía en un minuto. Yo le he dicho que no. Que ni de coña.
Que se quedara conmigo.
Me he levantado del sofá y me he acercado a el. Nos hemos fundido
en un beso cargado de amor y de ternura, pero también de pasión. He
deslizado mis manos por su espalda desnuda mientras nos besábamos,
deteniéndome en cada centímetro de piel, notando cada pequeña
imperfección, disfrutando de su contacto. El también me abrazaba y
acariciaba mi espalda por encima de la fina camiseta. Le he pedido que
me la quitara, quería sentir el contacto de su torso desnudo con el mío.
Quería frotar mis pechos con los suyos, notar su calidez, sentir su
hombría. Sin detener el beso, ha bajado sus manos hasta mi cintura y
las ha ido subiendo por toda la espalda, enganchando mi suéter y
llevándolo hacia arriba, hasta que me he visto obligada a subir los
brazos para poder desprenderme de la prenda. Entonces Sebas ha
dejado de besarme para pasar mi camiseta por los hombros y
finalmente sacármela entera. Me ha preguntado que como es que no
me había puesto sujetador, mientras me miraba con una media
sonrisa. Le he contestado que se me había olvidado ponérmelo,
mientras me reía y me refugiaba entre sus brazos. Ahora sí. Ahora
podía sentirle plenamente, pecho a pecho. Me he sentido reconfortada
entre sus brazos, sintiendo su calidez contra mí. Después me ha pedido
que nos tumbáramos en el sofá, que así estaríamos más cómodos. Yo
he aceptado sin dudarlo.
Sebas se ha tumbado a y me ha dicho que me tumbara encima de él.
Me he abalanzado como una loca y le he besado apasionadamente.
Mientras intercambiábamos nuestras lenguas no he podido resistirme
y he comenzado a frotar mi cuerpo semidesnudo contra el suyo. Que
placer, que sensación. Estaba muy excitada, mis pechos, totalmente
erectos se frotaban contra los suyos generándome un placer que no
había conocido hasta hoy. Sebas ha pasado fuertemente su mano por
mi espalda, subiéndola hasta mi cuello, agarrándome por la nuca con
fuerza, apretando mis labios contra los suyos, haciendo el beso más
pasional de lo que ya era. Mientras me apretaba mi boca contra la
suya, yo he empezado a deslizar mis manos para deshacerme de la
toalla que cubría su cintura, sus piernas, y sobretodo lo que yo más
deseaba. He deslizado mis manos por sus muslos apartando la toalla
hasta conseguir descubrirle por completo. Estaba súper empalmado.
No se quien estaba más excitado, si él o yo. Solo quería que guiara mi
cabeza con sus manos hasta su tremendo miembro, quería lamerlo,
chuparlo, metérmelo entero en la boca. Pero él parecía estar pensando
en otra cosa.
Mientras continuaba con el eterno beso, ha dejado de presionarme
por la nuca y ha empezado a deslizar suavemente sus manos por mi
espalda, acariciando cada vez más cerca del culo, hasta que ha llegado
a la altura de mi falda. Y en ese momento ha coordinado sus manos,
metiendo una por la goma superior de la falda y la otra por debajo. Ha
comenzado a sobarme el culo con ambas manos, de forma firme, pero
segura. Y muy, muy placentera. Yo estaba casi en éxtasis. Poco a poco
ha empezado a mover una de las manos hasta llegar a la altura de mi
coño. Me estaba acariciando desde detrás. Una mano en el culo y la
otra en mi sexo, manoseándolo, palpándolo, acariciándolo. Poco a
poco ha ido subiendo mi falda hasta que no parecía más que un
cinturón rodeándome la parte baja del estómago.
Yo he redoblado la intensidad de mis besos, no podía más, estaba
flotando, en una nube. Me he deslizado ligeramente a un lado para
liberar su miembro que estaba aprisionado entre nuestros ya sudados
cuerpos y he empezado a acariciárselo con suavidad, envolviendo con
mi mano toda la anchura que podía. Subiendo, bajando. Disfrutando.
Sin previo aviso ha dejado de acariciarme y de besarme, retirando las
manos mientras apartaba la cara. Yo me he sobresaltado. Le he
preguntado que qué pasaba, que si no lo estaba haciendo bien. Me ha
dicho que sí, que lo hacía perfecto, que le encantaba, pero que ahora
me tocaba a mi disfrutar. No sabía lo que quería, pero sabía que fuera
lo que fuera sería placentero. Se ha medio incorporado, apartándome
ligeramente de encima suyo y me ha dicho que me tumbara yo en el
sofá, que me pusiera debajo. Yo he obedecido sin rechistar. Hemos
intercambiado posiciones y antes de que pudiera darme cuenta ya
estaba besándome de nuevo. Esta vez ha posado sus manos sobre mis
pechos y ha comenzado a acariciarlos, con ternura, pasionalmente.
Primero los apretaba, relajadamente, estrujándome, masajeándolos,
apretando y soltando. Luego acariciaba alrededor de mi aureola,
deslizando la mano por todo su contorno, poco a poco sus caricias han
comenzado a abarcar muchas más zonas de mi cuerpo. Ya no se
limitaba a recrearse en mis tetas, ahora paseaba sus manos
delicadamente por todo mi cuerpo. Tan pronto estaba acariciando mis
muslos, como recorría con sus manos mi estomago. Cada vez que se
acercaba a mi sexo acariciaba sensualmente la entrepierna, jugueteaba
peligrosamente en la parte baja de mi cintura, pero siempre
procurando evitar el contacto directo. Le he pedido que dejara de
torturarme, que me diera lo que necesitaba. El muy cabrón ha soltado
una carcajada. Me ha contestado que qué me pasaba. Que hace
apenas unos días no quería ni oír hablar de sexo y ahora estaba como
loca por saltarme todos los pasos. Los pasos me daban igual, y así se lo
he dicho, solo quería sentir más y más placer. Me ha dicho que ahora
iba a saber lo que era bueno.
Sin dejar de acariciarme por todo el cuerpo ha separado sus labios de
los míos. Yo he protestado, pero el me ha dicho que le dejara hacer.
Que confiara en él. Que me tumbara y disfrutara. Y le he hecho caso.
No he opuesto resistencia mientras ha ido bajando lentamente
besando mi cuerpo con sus labios. Me ha quitado la falda lentamente y
luego ha continuado con sus besos. Creo que no ha quedado en mi
cuerpo lugar que no haya probado con sus labios o con su lengua.
Primero ha comenzando besándome por todo el cuello, despacio, con
calma, abriendo su boca, utilizando sus dientes como su fuera un león
salvaje y yo su presa. Le he pedido por favor que fuera con cuidado,
que no me dejara marca. Que mis padres no podían sospechar nada,
que me matarían. No ha dicho nada, pero he notado como relajaba sus
mordiscos en el cuello. Cuando ha considerado que mi cuello ya
estaba bastante besado y lamido ha ido bajando por mi torso,
besándome en los hombros, lamiéndome los pechos, pasando su
lengua por mi ombligo, lamiéndome, degustándome, saboreándome.
Volvía una y otra vez a mis tetas, lamiéndolas, mordisqueándolas,
proporcionándome un placer que no sabía que existiera. Me ha dicho
que estaba buenísima, pero no sólo de físico, me ha dicho que además
tenía un sabor delicioso, que estaba buenísima de verdad.
Yo ya no sabía ni lo que decía, ni lo que pasaba. Sólo sentía, le sentía
a él. Poco a poco ha ido descendiendo por mi cuerpo, y una vez más,
cuando estaba apunto de centrarse en mi coño, ha dado un salto para
deleitarse con mis muslos provocándome un sufrimiento placentero,
no quería que acabara, no quería que parara nunca, pero también
quería terminar con este suplicio, relajarme, tener mi primer orgasmo.
Quería que llegara la calma después de la tempestad. Sebas ha
mordisqueado mis pantorrillas, ha lamido mis muslos, ha ido bajando
poco a poco. Con un cuidado exquisito me ha quitado las pequeñas
zapatillas bailarinas que suelo gastar y me ha chupado los pies,
lamiendo cada uno de mis dedos, introduciéndoselos uno a uno en su
boca. Yo ya no sabía que hacer, no sabía si moverme, no sabía si
quedarme quieta… Me temblaban las piernas, la cintura se me movía
sin poder remediarlo, mis manos acariciaban casi inconscientemente
mis propios pechos de forma compulsiva. Y entonces, sin aviso previo,
ha enterrado sus labios en mi sexo.
Ha empezado ha lamer los labios por fuera, por dentro,
succionándolos con calma, pasando su lengua por todo mi interior, por
todo mi exterior. Yo no podía más, toda esa excitación era demasiado.
He cogido su cabeza con ambas manos mientras subía y bajaba las
caderas, restregándome contra sus labios. Al darse cuenta de mi
situación Sebas ha empezado a lamerme la zona del clítoris casi sin
poder respirar porque no le permitía separarse de mí de lo fuerte que
le estaba apretando. Y entonces ha llegado, lo he sentido subir
despacio, por todo mi ser, hasta llegar a lo mas hondo y explotar en
una sensación que no había experimentado ni en mis mejores sueños.
Un maravilloso orgasmo estaba inundándome por completo, subía y
bajaba todo mi cuerpo mientras arqueaba la espalda apretando los
labios de Sebas contra mí. Sin darme cuenta he empezado a gritar
como una posesa, y no he sido consciente de ello hasta que Sebas ha
subido la mano hasta mi boca para evitar que continuara con el
escándalo. Qué sensación, qué placer, qué gusto, qué indescriptible….
Sebas ha seguido lamiendo y lamiendo hasta que me he empezado a
resultar molesto. He cerrado las piernas obligándole a apartar sus
labios y le he dicho que ahora me tocaba a mí, que ahora le iba ha
hacer la mamada de su vida. Sebas se ha acercado a mí y me ha
besando apasionadamente. Cuando he notado el sabor de mis flujos
he intentado apartarme, pero él no me ha dejado, con lo caliente y lo
relajada que estaba enseguida he empezado a disfrutar de mi propio
sabor que incluso ha llegado a gustarme. Entonces Sebas se ha puesto
de pie y me ha pedido que me levantara. Que ahora le tocaba a él. Me
he levantado algo aturdida por el cúmulo de sensaciones que acababa
de experimentar. Sebas se ha tumbado en el sofá y me ha cogido con
fuerza del brazo, atrayéndome contra él hasta que hemos quedado
tumbados uno sobre el otro. Me ha vuelto a besar mientras me
acariciaba la espalda con ambas manos. Todavía sabía a mí. La verdad
es que nunca pensé que fuera a gustarme el sabor de mis propios
flujos, pero me ha encantado. Me ha dicho que era mi turno, que
ahora me tocaba demostrar lo que era capaz de hacer.
Casi sin pensarlo me he deslizado hacia su cintura para poder
disfrutar de su sabor, para poder meterme toda su polla en la boca,
pero no me ha dejado, antes de alcanzar mi destino me ha cogido la
cabeza con las manos y me ha dicho que no tuviera tanta prisa.
“Gatita,” me ha dicho, “ahora soy todo tuyo, disfruta de mi cuerpo y
hazme disfrutar.” Lentamente he vuelto a subirme para depositar en
sus labios un gran beso e intentando imitar lo que había hecho
conmigo he empezado a besarle el cuello, a mordisquearle el pecho,
bajando lentamente he recorrido todo su cuerpo con mi lengua y con
mis labios. Lamiendo, besando, saboreando. Hasta que ya no he
podido soportarlo más y he dirigido mi boca a su erecto miembro. Le
he pedido que me guiara, que me dijera lo que quería que le hiciera, y
el poco a poco me ha ido dando pequeñas instrucciones que he
seguido lo mejor que he podido.
Primero he empezado a lamerle de arriba abajo no he dejado ni un
pequeño hueco sin saliva, pasaba mi lengua por cada centímetro de
piel mientras con mi mano acariciaba y masajeaba sus huevos. Luego
me ha pedido que hiciera lo mismo pero con el glande. He retirado la
piel que lo cubría para dejarlo totalmente a mi merced. Lo he repasado
varias veces, por delante, por detrás, por arriba, por abajo. Como si de
un dulce caramelo se tratara. Después, sin que el me haya dicho nada,
he empezado a comerle los huevos, lamiéndolos, metiéndolos en mi
boca, despacio, disfrutando, y notando como el disfrutaba. Mientras le
jugueteaba con mis labios en sus pelotas he empezado a hacerle una
paja lentamente con la mano. A los pocos segundos me ha pedido que
me la metiera en la boca, que ahora había llegado el momento de
comérsela. Lentamente, sin dejar de lamer y de pajear me la he metido
en la boca, y la he mantenido dentro, lamiendo, succionando,
chupando. Notaba como Sebas comenzaba a tensarse, notaba como
disfrutaba. He empezado ha subir y bajar la cabeza, pajeándole con
mis labios mientras mi lengua lamía todo lo que podía, una y otra vez.
Primero despacio, con calma, luego más y más deprisa. Sebas me ha
cogido la cabeza y me ha apretado contra su entrepierna hasta casi
hacer que me ahogara, pero no he parado, continuaba con mis
movimientos, deprisa, notando la tensión en sus muslos, en su espalda.
A los pocos segundos Sebas ha empezado ha subir y bajar la pelvis
fallándome la boca mientras guiaba mi cabeza con sus manos hasta
que ha empezado a descargar toda su leche. No sé como es posible
que hubiera tanta ahí almacenada, me ha inundado la boca una, dos,
tres veces, yo he tragado como he podido, pero me rebosaba, no era
capaz de mantenerla dentro de mi boca. Me ha llenado entera de su
leche. Ha sido una experiencia increíble.
Cuando Sebas se ha corrido a gusto, he cogido una caja de pañuelos
y me he limpiado como he podido para después tumbarme sobre él.
Así, tumbados uno encima del otro hemos estado un buen rato.
Descansando juntos, disfrutando de la desnudez del otro. Tras un rato
de solo estar tumbados, sin decir nada, le he dado las gracias por lo
que me había enseñado, pero el me ha contestado que no tenía que
darle las gracias, que en todo caso el me tendría que agradecer a mí
que me hubiese entregado a él. Le he dicho que no estaba completa,
que quería hacer el amor con él. Pero me ha replicado que no. Que
tenía que ser paciente. Que mañana sería el día.
Después de todo esto, nos hemos ido a la ducha. Nunca me había
enjabonado nadie. Pero para se la primera vez, me ha gustado, tendré
que repetirlo. Sebas me ha lavado el cuerpo despacio, acariciando a la
par que enjabonaba. El gel de ducha esparcido con ternura es
terriblemente placentero. Mientras me acariciaba los pechos, el culo,
las piernas, las caderas me he ido excitando, y cuando me he dado
cuenta Sebas estaba totalmente empalmado. Sebas se ha puesto
detrás de mí y me ha abrazado desde detrás mientras me besaba en
los labios. Seguía acariciándome y yo ya podía notar su polla
totalmente erecta rozando en mi culo. Sebas ha empezado a
acariciarme el coño y ha introducido poco a poco uno de sus dedos en
mi interior. Yo sin darme la vuelta he cogido su polla y he empezado a
pajearle. El agua corría por nuestros cuerpos desnudos mientras nos
masturbábamos mutuamente. Sebas ha metido un segundo dedo
dentro de mí y continuaba con su placentero movimiento. Metía,
sacaba, metía, sacaba. Con la otra mano me acariciaba los pechos,
haciendo que el poco jabón que me quedaba en le cuerpo se
disolviera con el agua. Y entonces he empezado a correrme, otra vez.
He dejado de pajearle para engancharme con mis brazos al cuello
mientras gritaba y jadeaba. Sebas ha aumentado la velocidad y la
presión con que me masturbaba hasta que no he podido soportarlo
más y he explotado en un enorme orgasmo. En cuanto he dejado de
estremecerme me he dado la vuelta y he besado a Sebas
apasionadamente mientras mis manos volvían ha centrarse en su
miembro. Al poco Sebas se ha corrido, esparciendo toda su lefa por mi
cuerpo que ha quedado limpio inmediatamente por el efecto del agua
que caía.
Hemos acabado de ducharnos, nos hemos vestido y nos hemos
despedido. He hecho el camino de vuelta a casa sin darme casi cuenta
de dónde estaba. Hoy tampoco he cenado. Me he metido en la cama
directamente nada más llegar. Aún estoy mareada. Sólo quiero que
llegue mañana. Esta noche voy a dormir genial. Estoy derrotada.
Demasiadas emociones para un día. Y mañana será mejor. Sólo quiero
que llegue mañana.
Querido diario…
Viernes.
Esta noche va a ser la gran noche. ¡Por fin! Tanto tiempo esperando.
¿Y para qué? La verdad es que me arrepiento de haber sido tan tonta…
O no. No sé. Puede que sea cosa del destino y que Sebas sea el
primero y el último. Que él sea el único. Que sea mío para siempre. ¡Le
quiero tanto! No sé qué me tendrá preparado para esta noche. ¡Pero
seguro que es genial!
Esta mañana no pasaban las horas. Ha sido un día eterno. Ni me he
concentrado en clase ni me ha servido para nada. Bueno, para verle.
¡Para estar con él! Al final de la mañana, cuando nos hemos
despedido, me ha pedido que me vistiera elegante; que la noche va a
empezar con una cena romántica. Que lo tiene todo preparado. Me ha
dicho que va a ser la noche más especial de mi vida, que no la olvidaré
nunca. No sé que me esperará, estoy tan nerviosa… Y además no se
que me voy a poner. ¡Joder, que dilema! Creo que me pondré un
vestido negro que compré hace un par de años para la comunión de
mi prima. No sé si será demasiado elegante. Es ceñidito y tiene
bastante escote… Cuando me lo compré no había tanto con lo que
llenarlo, pero ahora creo que me quedará muy sexi. ¿Y que zapatos me
pongo? No sé. No me gusta ninguno. ¡Joder!, no sé para que tengo
tantos pares de zapatos si nunca sé cual ponerme. Tendré que
comprarme alguno más para cosas como estas. Porque los rojos de
tacón alto no me pegan para nada. Los azules me sientan mal. No sé, si
me pongo unos negros voy a ir muy de negro… Me probaré los
blancos esos de tacón finito. Creo que esos me sentarán bien con el
vestido.
Me voy a pegar una ducha y ya veré que me pongo. Como tengo
tiempo a voy a probarme todo el armario. Mañana te cuento.

Querido diario…
Sábado:
¡Ha sido la mejor noche de mi vida! ¡Dios mío! Ha sido
auténticamente increíble. Voy a escribirlo todo. No pienso dejarme un
sólo detalle. Así, cuando algún día quiera revivir toda la experiencia,
sólo tendré que volver a leerte. Aunque seguramente me bastará con
cerrar los ojos. ¡No creo que lo olvide nunca! Nunca.
Sebas me llamó anoche a eso de las ocho de la tarde; y me dijo que
pasaría a por mí en media hora. Le pedí que me esperara en la calle de
al lado, sólo hubiera faltado que mi madre me pillara subiéndome al
coche de un chico toda vestida, con la intención de no volver a casa a
dormir y después de decirle que me iría con las amigas. No le hizo
mucha gracia, pero le dije que no podía ser de otra forma.
Al final, me decidí por el vestidito negro y los zapatos blancos. Joder,
como me sentaba el vestido. El pecho me ha crecido bastante
últimamente y casi no cabía en el escote. Llevaba las tetas casi fuera. Y
también debo haber crecido algo, porque me estaba mucho más corto
que la última vez que me lo puse. Se ajustaba a mis caderas
remarcando mi figura y mi culo de una forma espectacular. Me miré al
espejo, así, ligeramente maquillada, con ese vestido y los zapatos casi
parecía una puta. Pero no una puta barata de esquina. No. Me sentía
como una de esas mujeres que se dedican a acompañar a gente
adinerada, esas mujeres elegantes y sensuales dispuestas a todo a
cambio de una buena suma de dinero. Una puta de lujo. Y aunque yo
no pensaba cobrar nada, sí me di cuenta en ese momento que estaba
dispuesta a todo. Anoche, mirándome al espejo fui consciente de
cuanto había cambiado en la última semana. Y ahora, mientras escribo,
soy consciente de cuanto he cambiado esta pasada noche.
Para completar el modelito, y sobre todo, para poder salir de mi casa
sin que mi madre me enganchara de los pelos, me vestí con una
chaqueta larga que ocultaba bastante bien lo provocativa que me
había vestido. No pensaba cogerla para ir a cenar, pero sólo así podría
superar la aduana que me esperaba en el salón de casa.
A las ocho y media en punto me despedí de mi madre diciéndole que
tenía mucha prisa, que iba a llegar tarde, que me esperaban. Mi madre
me preguntó por el abrigo, yo le di un par de largas y salí corriendo
antes de que pudiera indagar más. Lo primero que hice nada más
doblar la esquina de mi calle fue quitármelo e ir a la busca de mi amor.
Cuando Sebas me vio aparecer se quedó mirándome con la boca
abierta. Me parece que no daba crédito a lo que veía. Yo me acerqué
despacio, moviéndome de forma lo más sensual posible, disfrutando
de su mirada. Sebas también estaba guapísimo. Lo primero en lo que
me fijé mientras me acercaba a él fue en la corbata que se había
puesto, una corbata de color rojo intenso que le quedaba genial con la
camisa negra. Y luego el traje ya me deslumbró. Llevaba puesto un
traje de pantalón y chaqueta de corte muy moderno y totalmente
blanco. La verdad es que él se impresionó al verme, pero yo no me
quedé atrás. Que guapo estaba allí, de pie, al lado del coche,
mirándome, casi babeando por mí.
Cuando ya casi estaba a su lado, metió la mano por la ventanilla del
coche y sacó un enorme ramo de flores que me ofreció. Me dijo que
esta noche sería su princesa y me besó apasionadamente. Me dijo que
era la primera sorpresa de una noche perfecta, que iba a ser mi noche.
Le pedí que me abriera el maletero para dejar la chaqueta, y le
expliqué que había tenido que cogerla para que mi madre no me viera
así vestida. Subimos los dos al coche. Aunque le pregunté varias veces,
Sebas no me quiso decir a dónde nos dirigíamos. Al poco, yo misma
pude ver que íbamos hacia una zona de playa cercana a la ciudad.
Sebas condujo el coche hasta uno de los parkings cercanos al paseo
marítimo, aparcó y bajó. Se acercó rápidamente a mi puerta y la abrió
para franquearme el paso. Me dijo que bajara, que la noche empezaría
con un paseo por la playa a la puesta de sol. Que esta sería la segunda
sorpresa.
Bajamos del coche, atravesamos el paseo y nos acercamos a la orilla.
Yo me quité los zapatos, ¡porque joder!, es imposible caminar con
tacones por la playa. Al poco rato la brisa que soplaba desde el mar
me empezó a enfriar. En cuanto Sebas se percató se quitó su
americana y me la pasó sobre los hombros, dado que yo había dejado
el chaquetón en el coche. Me había vestido así para él y quería que lo
disfrutara. Continuamos nuestro paseo durante un rato por la playa,
hablando de nada en particular, sólo disfrutando del momento.
Disfrutando el uno del otro mientras el sol desaparecía lentamente por
el horizonte. Al cabo de un buen rato de paseo regresamos al coche y
montamos en él. Sebas condujo durante un corto trayecto hasta un
precioso restaurante situado un poco más adelante, en la misma playa.
Sebas había reservado una mesa pegada a un ventanal; desde el que
se veía el infinito del mar y el reflejo de la luna en su ondulante
superficie. Jamás habría podido imaginar un escenario más romántico
que aquél. Siempre había soñado con perder mi virginidad en un
escenario ideal, con el hombre ideal y en el momento ideal. Durante la
última semana solo había deseado perderla cuanto antes. Y anoche
ambos deseos se cumplieron. Era el día. Todo mi ser me lo decía. Sabía
que pasara lo que pasara no me iba a arrepentir. Y ahora sé que estaba
en lo cierto.
Sebas pidió nuestra cena, y una botella de vino para ambos. Y
después otra, y al terminar con el vino pidió champán. Yo ya estaba
bastante achispada y bromee con él, diciéndole que no era necesario
que me emborrachara, que iba a ser toda suya. El rió a gusto por mi
ocurrencia y me preguntó que como estaba yendo todo, que como
estaba yo. Y no pude más que contestarle la verdad, que estaba siendo
una noche fantástica, que lo estaba pasando mejor que nunca y que
estaba deseando estar a solas con él para agradecérselo. Pero Sebas
parecía seguir con intención de emborracharme y de no dejarse
convencer por mis insinuaciones. Llamó al camarero y pidió dos copas,
una para cada uno, y, eso sí, la cuenta. Nos tomamos las copas
tranquilamente, hablando, cogiéndonos las manos por encima de la
mesa, rozando nuestros pies por bajo de ella. Comiéndonos con los
ojos y desvistiéndonos con la mirada mientras mi excitación crecía a
marchas.
Cuando acabamos nuestras copas salimos del local y volvimos a viajar
en coche durante unos minutos hasta un pequeño hotel situado no
muy lejos del restaurante ni de la playa. Era un hotelito pequeño pero
lujoso, de los que se dedicaban a trabajar en la temporada de verano
con turistas adinerados que buscaban tranquilidad; pero a la vez
disfrutar de la playa. Sebas dio su nombre en recepción y el empleado
nos entregó las llaves. Sebas me condujo a la habitación y eso me hizo
sospechar. No había preguntado a al recepcionista el camino hasta
nuestra habitación, parecía saber exactamente a dónde se dirigía. ¿Con
cuantas más habría estado allí? Comprendía que seguramente yo no
era la primera mujer con la que él se acostaba, eso lo sé. Pero pensaba
que yo era especial, que todo lo que estaba haciendo era especial. No
quería ser una más. Sebas pareció notar mi incomodidad y me dijo que
ya estábamos. Me preguntó si me pasaba algo. Respondí que no. Que
estaba bien. Aunque no lo estaba. Pero en cuanto entramos en la
habitación comprendí lo tonta que había sido. Era evidente el porqué
Sebas sabía llegar a la habitación. Sí había estado allí. Pero no con otra.
Había estado allí preparando la habitación para nosotros. La cama
estaba llena de pétalos de rosa, y de las paredes colgaban algunas de
las fotos que nos habíamos hecho juntos durante el último mes de
pareja; y durante el tiempo anterior como amigos, además, habían
distribuidas velas sobre la mesa y el suelo de la habitación. A los pies
de la cama había una cubitera con champán y dos copas. Cuando vi
todo aquello mis temores desaparecieron y me di cuenta de lo necia
que había sido. Y me abalance sobre él.
De pie, con la puerta todavía abierta; me lance como una loca hasta
alcanzar sus labios para besarle acaloradamente. Mientras mi lengua
acariciaba la suya, mis manos hacían lo propio con su cuerpo. Pasaban
por su espalda, sus caderas, su culo, su cuello… Sebas me apartó con
delicadeza y me dijo que esperara un poco, que no fuera impaciente.
Que le permitiera por lo menos cerrar la puerta. Y esto último lo dijo
medio riéndose. Me avergoncé ligeramente por mi exceso de deseo,
pero enseguida pensé que no tenía de qué avergonzarme. Que había
ido allí para dar rienda suelta a mis deseos. Que no pensaba
reprimirme nunca más.
Sebas cerró la puerta de la habitación y, agarrándome por la cintura,
me acompañó al interior. Paseó por la habitación con el mechero
encendiendo las velas y después apagó la luz. El efecto de las
pequeñas llamas era precioso. Sirvió dos copas de champán y me
entregó una mientras brindaba por nosotros. Bebimos el contenido de
la copa y, tras dejarla junto a la cubitera, nos fundimos en un beso.
Mientras nos besamos le desabroché torpemente, en parte por el
alcohol, en parte por mi inexperiencia, la camisa, y deslicé mis manos
por su torso semidesnudo. Metiendo mis manos bajo sus brazos
comencé a quitarle lentamente la camisa junto a la chaqueta. Cuando
ya casi había dejado su parte superior desnuda paré de besarle para
evitar que su ropa se estropeara. Acabé de quitársela y dejé la
chaqueta bien colocada en una silla mientras el se desabrochaba la
corbata. Ahora le tocó a él. Se puso detrás de mí, agarrándome por la
cintura, restregándose contra mi culo y obligándome a girar el cuello
para besarme. Pasó sus manos despacio por mis caderas,
acariciándomelas, hasta coger mi vestido. Cuando lo tuvo bien cogido,
lo fue deslizando despacio por las caderas, por la cintura, por el pecho
y, finalmente, por mi cabeza, obligándome a detener nuestro beso
para desnudarme.
En cuanto liberé mi cabeza del vestido me di la vuelta y me arrodillé
enfrente de él. Le bajé la cremallera del pantalón lentamente con una
mano, mientras le masajeaba la entrepierna con la otra, más con
intención de notarlo que con la de darle placer. Metí mi mano por el
hueco que dejaba su bragueta y conseguí sacarle la polla. En cuanto la
vi, me la metí en la boca de un golpe y empecé a lamérsela. A los
pocos segundos paré y continué con mi idea original de desnudarle. Le
desabroché el pantalón y se lo hice bajar hasta los tobillos. Él levantó
un pie mientras yo le acababa de desnudar, y luego el otro. Ahora ya
estábamos los dos en igualdad de condiciones. Él, vestido solo con
unos boxers ajustados negros, y yo con un conjunto de tanga y
sujetador de encaje rojo muy sexi.
Me puse de pie, a su altura, para besarle mientras me restregaba
contra su miembro erecto; que sobresalía sobre los calzones justo
donde yo lo había dejado. Sebas comenzó a acariciarme la espalda,
acercándose cada vez más y más al enganche de mi sujetador, hasta
que derepente, sin previo aviso y de un solo golpe, lo soltó. Lo separó
de mis pechos, dejándolo colgado de mis brazos mientas,
rápidamente, se dirigía a masajear mis pechos con ambas manos. Yo
separé mis manos de su cuerpo durante unos instantes para permitir
que el sujetador cayera al suelo. Sebas ya no sólo acariciaba mis
pechos, mientras mantenía una de sus manos masajeando mis tetas la
otra la había puesto en mi culo magreándome. Yo puse la mía en su
polla que ya estaba totalmente erecta y empecé a pajearle lentamente.
Me pidió que fuéramos a la cama, que nos tumbáramos juntos. Y eso
hicimos. Él se tumbó boca arriba, entre las flores, mientras yo me puse
encima suya. Nos besábamos con pasión mientras yo me restregaba
contra su miembro. Sentía todo mi sexo súper mojado. Bajé una de mis
manos hasta su polla y, apartando mi tanga, la restregué contra mi
coño. Sebas cogió un condón de la mesita de noche y se lo puso
mientras me decía que ahora me iba a follar. Que había llegado mi
momento. Prácticamente sin moverme de la posición cogí su polla y la
encaré a mi coño. Una vez la noté en el sitio me deslicé hacia abajo,
haciéndola entrar toda, notando como me perforaba. Cuando ya
estaba casi la mitad dentro me deje caer y sentí un increíble placer
mezclado con un ligero dolor que casi ni sentí. Mi propia lubricación la
hizo entrar prácticamente sin problemas a pesar de su tamaño y de ser
mi primera vez.
Una vez la sentí toda dentro, empecé a subir y bajar, notándola entrar
y salir, notando como me golpeaba por dentro. Sintiéndola dentro una
y otra vez. El placer era infinito. A los pocos minutos de subir y bajar
empecé a notar como las piernas me flojeaban, como un intenso calor
invadía todo mi ser. Seguí con el movimiento cada vez más deprisa;
pero al mismo tiempo más irregular. Estaba alcanzando mi primer
orgasmo interno. Seguí y seguí con todas mis fuerzas hasta que llegó.
Cuando el orgasmo me inundó. mis espasmos me proporcionaron más
placer si cabe al frotarme contra Sebas. Sebas me miraba, disfrutando
de mi orgasmo y de mis convulsiones. Cuando me corrí totalmente, me
quedé parada encima de él. Le dije que lo sentía, que me hubiera
gustado verle disfrutar a él también. Y me contesto que ya estaba
disfrutando, pero que si pensaba que se había acabado estaba muy
equivocada.
Me enganchó con sus brazos apretándome contra él, y se dio la
vuelta haciéndome rodar a mí también, sin siquiera sacar su polla de
mi interior. Una vez en la misma posición pero a la inversa, el encima y
yo debajo, comenzó a follarme. Me bombeaba despacio, haciéndome
sentir un cúmulo de sensaciones placenteras en mi coño
hipersensibilizado por el primer orgasmo. No parecía tener prisa, no
parecía tener intención ni ganas de correrse, lo único que parecía era
querer hacerme disfrutar. A cada envestida sacaba y metía más polla
hasta que empezó a sacarla totalmente y a metérmela entera de un
golpe, y vuelta ha empezar. En uno de los envites se enganchó con mi
tanga que luchaba por volver al sitio. Sebas paró y me pidió que me lo
quitara, que me quedara totalmente desnuda para él. Yo me quité la
ropa interior mientras él se quitaba la suya. Y cuando me iba a volver a
tumbar para disfrutarle me dijo que no. Que me pusiera a cuatro patas,
que íbamos a cambiar de posición. Yo me asusté, pensé que me la
quería meter por el culo y me daba miedo. Pero no le dije nada. Si iba
a ser suya para lo que fuera, sería para lo que él quisiera. Estaba
dispuesta a dejarme hacer lo que quisiera.
Me puse a cuatro patas sobre el colchón rodeada de los pétalos de
rosas, aspirando su aroma con preocupación por lo que iba a pasar
mientras él se ponía tras de mí. Me cogió de las caderas y me elevó el
culo buscando mi coñito con sus dedos. Condujo su polla hacia mi
coño y empezó a bombear dentro de mí. Me invadió una sensación de
alivio y de pacer mientras me follaba; pero también cierta tristeza por
no poder disfrutar de una nueva experiencia que pensaba iba a sentir.
Sebas me follaba, primero despacio pero cada vez más deprisa. Una y
otra vez. Yo me iba mojando cada vez más, hasta volver a sentir de
nuevo un intenso calor por todo mi ser. Me estaba corriendo por
segunda vez, y mientras mi cuerpo se estremecía por los espasmos del
orgasmo, sólo pensaba en una cosa. Que me follara por el culo.
Cuando mi cuerpo exhausto por tantas sensaciones dejó de palpitar,
una vez concluido el orgasmo, y mientras Sebas continuaba a su faena,
se lo pedí. Le pedí que me diera por detrás, le rogué que me diera por
culo. Me pregunto que si estaba segura. Le dije que sí, que nunca
había estado tan segura de nada tanto como lo estaba en ese
momento.
Sebas continuó follándome a la vez que empezaba a dilatar mi
orificio anal con uno de sus dedos. Yo estaba extremadamente
excitada y disfrutando como una perra. Cuando ya podía meter y sacar
el dedo con facilidad comenzó a meter un segundo dedo. Yo no cabía
en mí de gozo. Me estaba follando por delante con su polla y por
detrás con sus dedos. La sensación, a diferencia de lo que pensaba, era
extremadamente placentera. Cuando llegué a mi tercer orgasmo de la
noche le pedí a gritos que me follara el culo, que necesitaba sentírsela
por detrás. Cuando Sebas notó que dejaba de estremecerme, me la
sacó, se quitó el condón y, de un solo enviste, me la metió por mi
dilatado culo. El dolor fue intenso, pero también lo fue la sensación de
placer. Sebas la dejó dentro durante un rato mientras se inclinaba
sobre mi espalda y me acariciaba el clítoris con sus manos. Poco a
poco empecé a acostumbrarme a tenerle dentro y, cuando mi culo se
relajó, Sebas empezó a follárselo. Me follaba el culo despacio, con
delicadeza, mientras con su mano derecha me acariciaba la
entrepierna. A los pocos segundos, estimulada por todas partes
empecé a sentir como me corría otra vez. Los espasmos de mi cuarto
orgasmo debieron de hacer que mi culo se contrajese porque Sebas
me dijo que se iba a correr, que no aguantaba más. Me pidió que le
dijera que donde quería que se corriese. Que si quería que se corriese
en mi culo o en mi boca. Yo no me lo pensé. Quería saborearlo. Así
que se lo dije. Le pedí que se corriera en mi boca, que quería tragarme
toda su leche. Que quería saborearle, que quería lamerle, que quería
chuparle, que quería todo su semen.
Sebas sacó su polla de mi culo y me hizo darme la vuelta, encarando
mi boca con su enorme miembro. En cuanto estuvo a mi altura me la
insertó de un sólo golpe y empezó a follarme la boca. No se la
chupaba yo. El me la metía con rítmicos movimientos. Mi lengua
intentaba lamer todo lo que sus movimientos me dejaban. Lo único
que podía hacer era saborear su miembro y los restos que en él
quedaban de mí. A los pocos segundos su espalda empezó a
encorvarse, sus caderas se movían espasmódicamente y llegó. Se
corrió en toda mi boca, su leche me inundó. Cada uno de sus disparos
sexuales me alcanzaba una parte distinta del paladar y de la garganta.
Yo sólo hacía que tragar y tragar. Pero no daba abasto. Su semen se
desparramaba por la comisura de mis labios llenándome la cara de
lefa. Cuando su polla dejó de estremecerse se la lamí, limpiando todos
los restos de semen que en ella quedaba.
Tanto Sebas como yo estábamos exhaustos. Caímos rendidos en la
cama uno al lado del otro. Sebas me abrazó y me dijo en un susurro
que me quería. Me beso, en parte disfrutando de mí y en parte
saboreando su propio sabor que aún quedaba en mi boca. Me
acurruqué a su lado escuchando su respiración. Así, abrazados los dos,
nos dormimos a los pocos minutos.
Esta mañana me han despertado los rayos de sol que bañaban
nuestros cuerpos desnudos atravesando el ventanal de la habitación.
He abierto los ojos y he estado un buen rato disfrutando de la
situación. Notando el cuerpo de Sebas junto al mío, sólo abrazándole,
sólo sintiéndole, sólo dejando pasar el rato, deseando que no se
despertara para poder alargar ese momento para siempre, pero a la
vez ansiosa por que se despertara.
Hemos pasado un buen rato así, él dormido y yo despierta, hasta que
al final Sebas ha abierto los ojos. Le he dado los buenos días y he
bromeado con él llamándole dormilón. Por toda respuesta he obtenido
un beso de sus labios. Después del beso de buenos días Sebas me ha
agarrado de las caderas y ha rodado sobre mí quedándose encima de
mí. He Empezado a pasar mis manos por su espalda mientras nos
besábamos. Sebas acariciaba mi cuerpo desnudo que comenzaba a
excitarse con el contacto de sus calidas manos. Notaba como la polla
de Sebas aumentaba poco a poco de tamaño mientras la frotaba con
mi entrepierna. Sebas se movía sobre mí pero sin penetrarme solo
haciendo rozar nuestros sexos, excitándolos. Me ha preguntado que si
quería que me follara otra vez, y le he dicho que sí, que me follara, que
quería sentirle dentro de mí. Poco a poco, con delicadeza, ha ido
colocando su polla en mi coñito, cuando estaba en posición ha ido
metiéndola poco a poco. Esta vez si me ha dolido, seguramente
porque no estaba tan excitada como anoche, pero aún así, como ha
ido metiéndola despacio, con cuidado, al final ha acabado toda dentro.
En esa posición hemos continuado besándonos como si no hubiera
mañana. Él con su miembro dentro de mí, quieto, y yo abrazándole el
torso con mis brazos, sus piernas con las mías y la polla con los labios
de mi coñito.
Notaba como cada vez me iba mojando más y más. He empezado a
mover mis caderas de forma circular para que su polla recorriera todo
mi interior. Cuando Sebas ha visto que ya estaba dispuesta, ha
empezado a subir y bajar. Mordisqueaba mis labios, mi cuello, lamía mi
boca y me follaba, todo al mismo tiempo. El placer era increíble. A no
mucho tardar he sentido como me llegaba al orgasmo. Le he chillado
que continuara, que no parara, que me diera más fuerte, que me diera
más y más. Me he corrido de forma explosiva mientras Sebas me
bombeaba con todas sus fuerzas. Después del primer orgasmo ha
continuado follándome con fuertes arremetidas y, a los pocos
segundos, he vuelto a sentir como todo mi ser se estremecía. He
llevado mis manos a mis pechos y los he apretado con fuerza mientras
me alcanzaba el segundo orgasmo de la mañana prácticamente
después del primero. Si durante toda esta semana creí que no había
ninguna sensación superior a un orgasmo, ahora sé que me he
equivocaba. La mejor sensación son varios orgasmos seguidos.
Ha sido absolutamente increíble. Cunado mi cuerpo ha dejado de
sufrir los espasmos del segundo orgasmo, he comenzado a arquear la
espalda y a subir las caderas de nuevo, mientras volvía a llegar al
clímax. Sebas continuaba follándome mientras disfrutaba de mis
orgasmos. Yo ya no podía más. Mi cuerpo estaba exhausto. Justo en el
momento culminante de mi tercer orgasmo, Sebas ha empezado a
jadear y a golpearme de forma irregular. Yo sólo hacía que gritarle que
me follara, que me diera. Me ha dicho alarmado que no se había
puesto el condón, que se le había olvidado, a lo que le he contestado
que me daba igual Que siguiera follando, que se corriera, que quería
su leche dentro, que no parara. Sebas ha descargado toda su leche en
mi interior, corriéndonos juntos, mezclando gritos y jadeos,
intercambiando fluidos.
Nos hemos quedado juntos, abrazados. Yo notaba como todo su
semen se escurría de mi interior. Me ha dicho que no debíamos
haberlo hecho sin condón, que lo sentía. Le he dicho que no se
preocupara, que podíamos pasar por una farmacia a buscar una
pastilla anticonceptiva de urgencia. Que había sido fruto del momento
y que me gustaba sentir su semilla dentro de mí.
Después del polvo mañanero, hemos recogido las fotos que Sebas
había colgado por la habitación y hemos ido a desayunar a la playa,
dejando los restos de las velas y las flores. Nos hemos sentado en una
terracita junto a la arena. Mientras tomábamos un café con leche y
unas tostadas bañados por el calido sol de primavera, y con el ruido de
las olas de fondo, me he sentido la mujer más afortunada del mundo.
He mirado a Sebas y le he dicho lo perfecto que había sido todo. Que
había conseguido arrebatarme mi virginidad tal y como siempre había
soñado. Que estoy enamorada de él y que es lo mejor que me ha
pasado nunca.
Camino a casa hemos parado en una farmacia de guardia a comprar
la llamada pastilla del día después. La dependienta nos ha mirado con
mala cara, pero nos la ha vendido sin muchos problemas, no sin antes
advertirnos de los riesgos que conlleva. Le hemos dicho que había sido
un accidente, y que se nos había roto el preservativo. Ha dicho que sí,
que como a todos los jóvenes que venían a buscarla un sábado por la
mañana, pero nos la ha dado.
Sebas me ha dejado en casa y me he tomado la primera píldora.
Espero no quedarme embarazada por una noche de desliz. También
sería mala suerte que me ocurriera la primera vez. Pero me daría igual.
Porque le quiero. Le quiero mucho. Es el amor de mi vida y ahora sé se
que siempre estaremos juntos.

Nueva

QUINCE AÑOS DESPUES

Apenas entramos en el lugar lo vi, de espaldas a mí, aparentemente sin


compañía y paladeando una bebida con gesto abstraído. Una oleada
de progesterona inundó mi torrente sanguíneo y un revuelo de
recuerdos se asentaron en la cara interna de mis muslos. Era quince
años menos joven que la última vez.
Mi futuro exmarido -el último de ellos-, me había invitado a almorzar
en ese lujoso restaurante, a manera de celebración de su triunfo en un
juicio que hacía poco había concluido y que, durante algunos meses, lo
había tenido muy ocupado en sus detalles.
De camino hacia nuestra mesa casi lo rocé. Por su expresión mezcla
de sorpresa, alegría y exaltación, que pude observar de reojo, supe que
había intuido mí presencia, fue eso, o… la marea gravitatoria que mis
posaderas produjeron, fue suficiente para que presintiera que un grave
peligro para su tranquilidad espiritual lo acechaba.
El movimiento con el que volteó a mirar lo que se le avecinaba fue
tan violento, que estuvo a punto de golpear mis nalgas con su cara.
Cuantos recuerdos no acudirían a su cabeza -es un decir- al ver tan
cerca, después de tantos años, aquella solemne instalación con la que,
seguramente, había soñado muchas veces.
A mis futuros-exmaridos, del único exmarido que yo les contaba -lo
malo que había sido conmigo en comparación con lo bien que él se
portaba- era de su predecesor inmediato. De éste, por lo tanto, a mi
actual futuro-exmarido, no le había hecho nunca ninguna referencia.
Por ello, sin mentira ninguna, ni cargos de conciencia, cuando se
acercó a la mesa a saludarme, lo presenté bajo el título de: “un
conocido de mi juventud”.
Debía andar por los cincuenta y pico, pero se veía bien “muy bien”
para ese rodaje. Ahora usaba barba, blanca y corta, igual de
inteligente, simpático y culto, según pude notar a través de su
conversación.
Mi futuro exmarido lo invitó a acompañarnos cuando notó el interés
que mostró por su triunfo en el foro y por conocer los detalles del
asunto. Yo inmediatamente me percaté de que sus intereses iban en
mi dirección y no en la del aburrido pleito judicial que acaparaba la
conversación.
Una de las veces en las que tuve que levantarme para ir a arreglar mi
maquillaje en el reservado de damas -aprovechando un descuido de
mi futuro ex- noté que por señas me preguntaba: ¿quieres que te
acompañe?, utilizando el mismo lenguaje le respondí: ¡deja!,
aderezando la respuesta con una sonrisa tolerante y un mohín
conspirador.
En cuanto tuvo la oportunidad, mi ex nos explicó, que se
desempeñaba como gerente general de un hotel-casino-spa-golf club,
etc. en la República Dominicana y también nos sugirió que si no
teníamos nada mejor que hacer, nos fuéramos con él a pasar el fin de
semana relajándonos a sus expensas en las instalaciones que él
gerenciaba. Ahora mismo se aprestaba a regresar: -¿me acompañan?,
el domingo en la noche estarían de regreso en mi propio avión, por la
visa no se preocupen, ¿qué dicen? Mis hormonas se volvieron como
locas gritando: ¡sííí!
Él había sido mi segundo marido, y el único que nunca pude olvidar –
completamente-: No era sentimentalismo ni amor, era puro sexo
animal. El único, hasta la fecha, que me había sabido sacar letra por
letra el diablo que habita en mis entrañas; ellas, ahora que lo veían
nuevamente, pedían un exorcismo a fondo.
En pleno vuelo comenzó el jugueteo secreto, ese que hace hervir la
sangre. ¡Ay coño, ojalá que lleguemos rápido!, decía para mis adentros
-¿Cuánto falta? Preguntaba a cada rato; el me miraba la piernas y con
malicia me respondía, -tranquila, “te falta poco”, y pasaba su dedo por
mi brazo-.
Mi futuro ex, iba de lo más emocionado -motivado, diría yo- por el
cuerpazo de la joven aeromoza y sus explicaciones acerca de los
encantos de la isla en la que pronto aterrizaríamos, y no se daba
cuenta de nada que no tuviera que ver con su boquita y su sonrisa
provocativa.
Al llegar, como no llevamos equipaje, mi ex le sugirió a mi futuro
exmarido que en compañía de la aeromoza fuera de vista a las tiendas
del hotel y se apertrechara de todo lo necesario (inclusive de “alguna
sorpresita para la doña”, le dijo al oído); él, mientras tanto,
aprovecharía para mostrarme las instalaciones: Lo que directamente
me mostró fue el ascensor privado que nos conduciría a su suite.
Desde que sus puertas metálicas se cerraron a mis espaldas, nos
refocilamos en un beso que duró veinticinco pisos.
Sus viejas técnicas no habían cambiado con los años: ¡gracias a dios!
Seguía siendo sereno, sagaz, certero y aun se acordaba de las
coordenadas de mi punto fulminante.
Cuando terminó de quitarme la ropa, aun no habíamos llegado a la
cama. Yo le había quitado la camisa y metiendo la mano por la cintura
del pantalón, me había apoderado de su cosa y la apretaba victoriosa
entre mis dedos; nuestras bocas seguían unidas y nuestras lengua
enroscadas. Era una lucha sorda que nos llevó hasta el pie de la cama
y, tropezando abrazados, caímos en ella.
Con un rugido su boca se apoderó de mis senos, mientras terminaba
de desembarazarse del pantalón. Supe que lo había logrado, porque
su mano subió por mi pierna y se apoderó de las valvas de mí
cobardona almeja; parecía un pulpo: uno de sus tentáculos –como su
nombre lo indica- penetró mí ano, otro, cogió plantación adentro y
también lograba acosar mi chisporroteante clítoris.
Ante tan certero y sorpresivo ataque respondí apretándole sus labios
con los míos y su macana con mis manos. Cuando me lamio las orejas
y el cuello, sentí que me rendía; abrí más mis piernas y traté de
montármele encima, pero no me dejaba, me quería debajo para
hacerme sufrir con sus falsas acometidas, con las que me dominaba
mientras jugaba con mis ganas.
Le había soltado su pene para concentrar mis dos manos en la lucha
que llevaba a cabo con el fin de ponerme encima. No lo logré, él había
logrado montarme, yo, debajo, no tenía más opción que dejarme
hacer. Le gustaba dominarme y luchaba para conseguirlo.
Empecé a insultarlo a ver si me inmolaba sin preámbulos aunque
fuera por una vez en su vida. Pero, ¡qué va!, se reía al ver mí
desesperación. Había soltado su masivo agarre a mi concha y había
pasado sus manos por mi espalda. Se metieron entre la abertura de
mis nalgas y comenzaron a separarlas rudamente y dejaba correr sus
dedos por mi pequeña abertura trasera. Yo sabía lo que me esperaba.
Mientras, la cabeza de su falo se restregaba por la hendidura de mi
hucha que anhelaba su contribución de carne. Yo no cesaba de
acicatearlo con palabras, tratando de escurrirme de su ataque posterior
y provocando su invasión a mi hambrienta vagina.
Golpeaba sus fornidos hombros con mis puños y le rogaba o le
insultaba, alternativamente -métemelo, papi…, -métemelo, coño…, -
métemelo, cabrón para ver si todavía puedes…, -si no me lo metes me
voy a levantar…, -coño de tu madre, que me lo metas… ¡me estas
reventando las nalgas!.... ¡coño, me vas a romper por detrás!...
El seguía frotando hasta que llegó el momento que sin previo aviso,
metió la mitad…abrí los ojos y sonreí…pero, lo sacó. Volvía golpearlo
con mis leves golpes pues casi no tenía campo de acción. De pronto,
se fue todo, toditito, hasta adentro… lo prense con mis piernas para
que no volviera a escapar y sin previo aviso, le solté el orgasmo que
tenía empotrado. El apretó el ataque aferrándose en mis nalgas que ya
no podían estar más abiertas, metió dos dedos en mi ano (uno de cada
mano) y me enterró su clavo hasta el fondo de mi gruta, allí comenzó
su movimiento de meter saca pero internamente, casi no salía ni
entraba, mis piernas lo tenían enroscado y yo gritaba enloquecida que,
¡así! Que, ¡tú si eres que tú eres mi macho! Que, ¡mira como me tienes
chorreando…! Y acabé otra vez, en esta ocasión le mordí la boca y le
pedí que me sacara los dedos del culo que me lo iba reventar pero no
pudo pues mi tercer orgasmo coincidió con su clímax que rebañó mis
entrañas con su semen inyectado en la propia entrada de mis trompas.
Lo primero que sacó fue los dedos de mi rabo, aflojó las nalgas y, al
hacerlo, la hendedura entre ellas se cerró plácidamente. Siguió
dándome besos mimosos en mi cara mientras bruscamente, como
siempre acostumbraba, me sacó de sopetón su rabo de mi vagina,
saliendo también un chirrete de leche impulsado por la presión de mi
vientre. la misión había sido cumplida a cabalidad. Había que bañarse y
vestirse con celeridad, nos habíamos pasado de tiempo, pronto
regresarían.
Ni marido, la aeromoza, mi ex, y yo, nos reunimos en la oficina de
acuerdo a lo convenido. Quedamos en vernos esa noche para la cena,
veríamos el show de Mirian Cruz y luego iríamos al casino.
El hotel era una joya de arquitectura, belleza y elegancia,
especialmente su casino donde había no menos de mil personas
cuando me acodé en la mesa de dados junto a mi marido para
observar, él, si jugaba un poco y mi ex se había retirado a sus negocios
en su oficina.
Yo me entretenía mirando a la gente y sus actividades, sus actitudes y
comportamientos ante los vaivenes de la suerte, y, lo que esas
personas le exigían.

GIACOMO Y MI APUESTA
Mientras yo observaba y mi marido apostaba, a mi lado se instaló un
hombre mayor, moreno, alto, elegantemente vestido con un flux negro
perfectamente cortado, con cara de mafioso, italiano y llamado
Giacomo, según me dijo, sin que yo se lo preguntara.
Cuando mi marido se cambió para la mesa de la ruleta o del
veintiuno, no sé, el italiano como si solo esperara esto para comenzar a
cortejarme, empezó a pedirme, casi en cada apuesta, que le indicara a
qué número me parecía que debía envidar. Una excusa bien falta de
imaginación para buscarme conversación, pero, de todas maneras yo
accedí a indicarle un número cada vez y ¡siempre ganaba! Mi principal
interés seguía siendo examinar a la gente, si él ganaba o perdía no era
mi problema.
-¿Por qué no juega? Me preguntó con su particular acento, parece
una mujer de suerte, mire todo lo que he ganado con sus indicaciones
y sugerencias, me dijo mostrándome la pila de fichas con un gesto de
su boca.
Me sonreí, le respondí con un encogimiento de hombros y seguí
observando las jugadas y los jugadores.
-Apostemos nosotros en privado, me propuso.
Volví a mirarlo sonriente, como quien no quiere ser molestado pero
considera que debe aguantarse por educación:- ¿a qué se refiere? Le
respondí sosteniendo mi sonrisa, pero estaba haciendo que perdiera la
concentración en mi actividad de observación, que me tenía bien
divertida.
-Me refiero a un juego privado entre usted y yo, basado en las
jugadas ajenas. Por ejemplo, ahora podría apostarle a que el joven del
paltó amarillo, va a apostar cien dólares y no menos, o, que la señora
del collar verde, en la próxima jugada gana más de treinta dólares. Una
apuesta basada en la observación y el análisis de las personalidades
que nos rodean.
Lo miré asombrada. O, era muy observador y me había vigilado, o, era
un tipo muy astuto. Eso me llamó la atención. Las dos jugadas que
describió se dieron tal cual él las analizó. Eso picó mi curiosidad y mi
orgullo.
-¿Y qué apostaríamos? Yo, no tengo fichas ni dinero.
-Yo apuesto dinero, usted, se apuesta a usted. Lo dijo claramente sin
rodeos ni sonrojos. Al grano. ¿Qué le parece?
-Que mejor me voy a seguir a mi esposo.
-Espere, espere, no se vaya aún, me detuvo tocándome levemente el
codo, es una manera de ponerle interés a la apuesta.
-¿Por qué no va y se compra una puta profesional y sale de eso? Le
respondí.
No estaba brava ni ofendida, más bien confundida con la atípica
situación que se me presentaba, que requería un manejo especial y
que yo no había podido descifrar como para responder
terminantemente. Podría haberlo mandado al carajo y punto, pero
creía que el tipo lo que quería era otra cosa, no simplemente acostarse
conmigo. Me tentaba averiguarlo.
-¡No, no! No me he hecho comprender. En mi barco me sobran las
mujeres, pero no es divertido. En su actitud hay un reto que me
estimula. Además, me gustaría conocerla…más.
-¿Tiene usted un barco? Interrogué incrédula. Pensé: hay que ver lo
que inventan los hombres para…
-Si. Es un casino flotante: “El Águila marina”, me contestó
interrumpiendo mi análisis, está anclado en aguas internacionales a
unas seis millas del puerto. ¿Va a pensar lo que le dije? Si no lo acepta
no hay problema, aunque me hubiera gustado que aceptara, solo
como un método para que pudiéramos entrar en confianza ¿Eh?...
¡Trabajo!, finalizó enigmáticamente.
Su acento era italiano y su parla era medio enredada y lenta,
rebuscaba las palabras. Me simpatizó.
-Imagino, dije volviéndome a acodar en la mesa ya verdaderamente
interesada en el asunto, que en este tipo de apuesta usted exige “algo”
y yo pido “algo” en contrapartida. ¿Es así?
-E capito.
-Por ejemplo, ¿qué pediría para empezar?
-Ío pido ver el suo, y a continuación hizo una mueca con su boca que
señalaba directamente y con claridad a mi cola…bueno, popa, ya que
se trataba de un hombre de mar.
No me arredré. Me esperaba algo así, -bueno, ya empezamos.
Sigamos- pensé.
-No sé cuánto pedir en contrapartida. Nunca me he vendido por
cuotas, le dije con una sonrisa.
-Digamos que doscientos dólares; por ver, no está mal para empezar.
-No soy experta en avalúos de esa especie, pero que sean
trescientos… y, con una mueca parecida a la suya, con mi boca señalé
sus fichas.
-Acepto. Apueste usted.
Nos callamos y seguimos mirando la escena que se desarrollaba ante
nuestros ojos. Sentía mi adrenalina fluir, la emoción me ponía en
estado de concentración total.
-Apuesto a que el tipo del sombrero panamá, se retira en no menos
tres jugadas, dije con seguridad.
-Acepto, respondió inmediatamente.
La esencia del juego consistía en mantener la atención en todo lo que
sucedía pues la apuesta podría referirse a cualquier tópico. El tipo era
buen contendor, no imaginaba que pudiera estar pendiente de un
jugador tan poco conspicuo, o, no le importaban trescientos dólares.
-¿Aumentamos la apuesta? Hay tiempo para hacerlo, me sorprendió
con su propuesta.
-¿Qué pide?
-Además de verlo, quiero tocarlo.
Me quedé pensativa un momento calibrando el lio en el que me
estaba metiendo. Total: El tipo era un extraño. -¿Qué querrá decir con
tocarlo?-pensé.
-Mil, riposté lentamente.
-Ochocientos y acepto.
-Mil, repetí, sin dejar de mirar concentradamente lo que pasaba
alrededor.
El tipo del sombrero panamá había perdido en la primera apuesta
que hizo. Sonreí complacida. Su fin estaba cerca. En la próxima, apostó
todo, pero ganó. Volví a sonreír. Una apuesta más de su parte y yo
ganaba. Pero, el tipo recogió sus ganancias, se levantó y se fue.
Miré a Giacomo y levanté mis hombros en una seña de “¿Qué se
puede hacer con estos idiotas?”
En ese momento preciso, mi marido apareció, me dijo
apresuradamente que iba a tomar una copa y se iba a dormir, estaba
cansado, dijo. A lo lejos, se veía a la aeromoza que nos observaba.
-No te acuestes muy tarde, me dijo alejándose. Quizá tenía la secreta
esperanza de que mi “espíritu de contrariedad” me impulsara a hacer
todo lo contrario.
-Buen provecho, dije para mis adentros.
-Apuesto a que su marido se va a acostar con la muchacha que lo
espera, dijo seriamente Giacomo.
-Eso, respondí en el mismo tono de seriedad, no está dentro del
ámbito de lo apostable. Además, yo hubiera apostado lo mismo.
Sus estruendosas carcajadas con las que respondió a mis palabras,
llamaron la atención de los que nos rodeaban. Para celebrar pidió
champaña. Yo le indiqué que tenía una apuesta que pagar.
-¿A dónde piensa efectuar el cobro? Inquirí.
-Así no es, me dijo mientras brindaba, ¡acumulemos, puede que usted
termine ganando!
Tranquilamente me volvía acodar en la mesa: Entonces, le toca a
usted decidir la apuesta, y a mí, apostar primero.
-Entendido, respondió.
-Resto, dije con seguridad.
-¿El resto de la noche? Trató de aclarar para estar seguro de mis
intenciones.
-No. Dos horas, dije mirando mi relojito barato.
-Acepto, me dijo. ¿Sabe cuánto tengo en fichas?
-No me interesa, quiero ganárselas. Sé que valgo mucho más que lo
que usted puede tener allí o “allá”.
Él se quedó mirándome profundamente como si hubiera descubierto
algo en mí que le interesara sobremanera.
Callados seguimos los movimientos que parecían desarrollarse en
cámara lenta.
-La vieja del moño, me dijo, apuesto a que las próximas cuatro
apuestas son de cien dólares o más cada una y serán consecutivas…
Yo, acepté.

LA PROPUESTA
Quince minutos después íbamos a bordo de una lujosa lancha,
rodeados de guardaespaldas que no supe de donde salieron, a toda
velocidad hacia un gran navío blanco profusamente iluminado que se
recortaba en el horizonte. Mi rabia no era porque me fueran a “coger”
(“otra vez”, como decía Forrest), sino, por haber perdido. El viento, el
agua salada que me salpicaba y la vista del bonito barco que se
acercaba a gran velocidad me fueron serenando.
-Espero que pueda volver a tierra, le dije sonriendo, se cuentan tantas
historias del Caribe.
-Tienes mucha imaginación. Si te quisiera raptar no me hubiera
tomado tanto trabajo…
-A mí me parece que quien no hace gala de la suya eres tú.
Demasiadas revueltas para acostarse con una mujer…
-¿Quién sabe cuándo el pez bebe agua? Fue su enigmática respuesta.
A la entrada de uno de los bellamente decorados salones me llamó la
atención un cartel que anunciaba que una tal Malena, hoy presentaría
su último show. Era una stripper y tenía un cuerpo muy parecido al
mío, me llamó la atención su rabo suntuoso y que tenía las mismas
comodidades que el que yo portaba (¡tengo rabo de stripper!, me dije
sarcásticamente.)
-¿Es muy famosa? Le pregunté para hablar de algo.
-Sí. Respondió secamente como si le doliera.
-¿Por qué se va? Pregunté con ingenuidad, que siempre me traiciona
y me impide dejar de meterme en lo que no me importa.
-Se va con un jeque que la compró.
Yo lo miré de reojo tratando de captar una sonrisa bromista o sorna
en sus palabras, pero lo que vi fue un rictus de impotencia.
-Mejor es no seguir averiguando lo que no me importa, me dije, pago
mi apuesta y ¡Ciao Giacomo!
El barco era un pequeño o mediano trasatlántico, no estaba en
capacidad de asegurarlo, era lujoso y rebosaba de vida y movimiento
de pasajeros-jugadores día y noche sin parar, muchos salones de
juego, varios casinos, salones con diversidad de distracciones hasta
para los más exigentes, tiendas… en una de ellas, una joyería,
entramos, Giacomo escogió un lujoso reloj de oro con brillantes, me
quitó con movimiento despectivo el mío y lo lanzó sobre la bandeja de
un camarero que pasaba, al tiempo que atrapaba al vuelo dos copas
de champaña.
-Salute dijo.
En su camarote lujoso y elegante, encendió todas las luces y se
recostó vestido sobre la cama.
-Observó su reloj y me dijo, “las dos horas comienzan”.
-Yo miré a mi lujoso reloj (que me tenía deslumbrada) y le respondí:
No, queda una hora y cuarenta minutos, porque quiero ir a ver el
último show de Malena.
-Pago. Por favor, desvístete lentamente, quiero que me deslumbres
poco a poco.
Nunca he sido buena en eso de desvestirme lentamente, con glamour
y elegancia natural, así que traté de hacerlo lo mejor posible, más
concentrada en la técnica y estética de los movimientos que en
complacer las exigencias eróticas de mi pareja. Cuando quedé en
cueros sucedió algo que no me esperaba.
-Vuélvete a vestir, me dijo, y hazlo de nuevo.
-¿Qué pasó? Interrogué mientras volvía a vestirme- pásame mi copa
que tengo sed.
-Hay gente rara, pensé un poco preocupada, con tal que no me vaya
a salir con alguna perversión…
Comencé a desnudarme “otra vez” con más esmero que en el anterior
espectáculo, corregí algunos detalles sobre la marcha, él apagó
algunas luces y graduó otras. Yo seguí concentrada en lo que hacía
para no volverme a equivocar- si es que me había equivocado, -¿qué
querrá con exactitud? Me preguntaba, -¿Qué busca?
Ahora también procuraba excitarlo con mi acto desnudista, a lo mejor
en eso era que había fallado, me pasaba mis manos lujuriosamente por
las partes de mi anatomía que sé que atraen más a los hombres, por
mi abultada y lujosa concha, mis senos bonitos y mi popa de madera.
Estaba empezando a sudar por el nerviosismo cuando finalicé. Me
quedé estática mirándole como el que espera el resultado de un
examen.
-Vístete, me dijo. ¡No, no te vistas!, rectificó. Espera así.
Descolgó el teléfono e hizo una llamada, hablando en italiano. Me
hizo señas de que me sentara en la cama y bebiera mientras terminaba
su negocio telefónico.
Desnudita y ya nada apenada por estarlo delante de un extraño, me
senté y crucé las piernas en gesto pudoroso inconsciente,
reminiscencias de un pasado legendario. Cuando terminó de hablar se
sentó a mi vera y pasó su brazo sobre mi hombro en un gesto
amistoso que buscaba protegerme del frio ambiente. Parecía estar a la
espera de algo: total, era su tiempo y podía utilizarlo como quisiera.
Llamaron a la puerta con leves golpes. El gritó algo en italiano, la
puerta fue abierta por uno de los guardaespaldas y la gran Malena
hizo su entrada.
Se dieron un leve beso. Ella en persona era mejor que en la foto, iba
vestida con un kimono transparente, llevaba su pelo rubio suelto y no
tenía maquillaje. Irradiaba sensualidad sin proponérselo.
Giacomo me levantó por la mano y me mostró.
-Se parece a mí, le dijo a Giacomo mientras se acercaba a saludarme.
Me dio un beso en la nariz y un leve apretón en mi pezón.
Luego, se acostó sobre la cama y se nos quedó mirando, como
diciendo ¿Y qué más hay?
Giacomo reaccionó. –Has una vez más tu acto, me ordenó. Yo lo miré
sorprendida: ¿Acto?
-“Por favor” dijo Malena dirigiéndose a Giacomo con sorna, y a mí,
con sonrisa amistosa: ¿Puedes empezar?
Revestí mi atavío por tercera o cuarta vez ya ni me acordaba.
Con más atención y esmero que antes, además de que la práctica me
había hecho más fluida en los movimientos, con el mismo espíritu de
sensualidad y lujuria que antes, hice “mi acto”, como lo llamaba
Giacomo. Finalizado el asunto me quedé parada mirándolos sin mucho
interés.
-Es mejor que yo, le dijo Malena mientras se levantaba. Habiendo
concluido su misión se iba.
Le dio otro beso frio a Giacomo y a mí otro beso en la nariz y un
apretón en mi seno.
-Te queda poco tiempo… Acepta… disfruta, me dijo al oído antes de
partir- tienes madera y te vas a divertir…
Ya en la puerta, se volteó a mirarnos y nos dijo: treinta minutos para
mi último show. Tocó levemente en la puerta, el guardia le abrió y salió
con su displicente caminar.
-Ven, me dijo Giacomo emocionado.
Lo primero que capté fue que su cosa era como una lata de cerveza:
gruesa y corta, pero caliente.
-Tienes que hacer algo por mí, le dije angustiada por la visión de
“eso” tan grueso, estoy fría después de tanta vestidera y desvestidera, y
no creo que tu aparato entre así como así.
Él sonrió comprensivo, me puso boca arriba y se concentró en lamer
tan profundamente mi aparato reproductor que en poco tiempo me
dejó lubricada, ensalivada y jugosa. Me le monté encima y me lo fui
encajando lentamente en la medida que mi entrada se expandía para
acoplarse a sus extraordinarias medidas.
Comencé a darle con ahínco al asunto que tenía enterrado
completamente, quería acabar con eso lo más rápido posible pues
temía que mis tripas se habituaran a sus medidas y a las características
del tronco que desaforadamente se movía dentro de ellas y pudiera
convertirme en una bocona sin elasticidad.
Pero a Giacomo no parecía tener en cuenta mis melindres y
presagios, parecía encantado con la cueva en la que había escondido
su coroto. Me atenazó con sus piernas, dio rienda suelta a sus caderas
y su gordo chichón se encastró completamente en mi canal; con toda
comodidad y sin cuidados extras comenzó rápidamente en su frenético
mete y saca.
Mi vagina, tan puta ella, parecía encantada y se lubricó por si misma
adecuadamente para el tolete que se estaba tragando de los más
complacida y sonriente.
Sin poder determinar mi tiempo de espera sin que mediara ningún
aviso y sin que supiera como había sucedido y de donde estaba
saliendo, sorpresivamente sentí que esas extraordinarias dimensiones
estaban causando un estrago en mis extrañas, un profundo ronquido
salió de mi garganta en el momento en el que un terrible orgasmo me
acometió inesperadamente. Chillaba, le mordía el hombro y espoleaba
la penetración mientras que un movimiento rotatorio se apoderaba de
mis caderas sin que pudiera ni quisiera controlarlo ni evitarlo ni
comprender esta nueva faceta desconocida de mi capacidad amatoria.
Me lamía el cuello, las orejas y la cara, se revolcaba dentro de mi boca
que solo emitía murmullos, gritos de placer e imprecaciones. Seguía
“dándome” sin misericordia, mientras, empecé a sentir otro orgasmo
rodando como una piedra desde mis riñones desde mi ombligo y
desde mi perineo. Sin pedir permiso y sin protestar, me erguí un poco
para mirarle la cara y que viera la mía en el momento en que el nuevo
orgasmo salía furioso de su prisión de carne y nos bañó. El me bañó de
leche las profundidades de mi cueva.
Al fin me desplomé sobre su pecho. Sus brazos me acogieron
amorosamente en un tierno abrazo.
-Eres también muy buena en esto, me dijo al oído, a la italiana.
-Creo que me estás reventando, le contesté.
-Tengo una proposición para ti.
-La imagino, pero dila tú mismo.
Sentía su taco latiendo aun dentro de mí y aun expulsando pequeños
chorritos de semen, o, quizá era mi imaginación que volvía a
concentrarse en los estragos que podría estarle causando a mi
elasticidad vaginal.
-Trabaja para mí. Ganarás muchísimo dinero y te harás famosa.
Tendrás tu futuro asegurado.
-No me interesa, el dinero ni la fama, y en el futuro no creo, porque él
está escrito en las estrellas desde antes de que yo naciera. Y además,
soy muy vieja para ponerme ahora con esas gracias. Y por favor
sácamelo, para ver cómo quedé.
Me obedeció. Mi vagina respiró aliviada, soltó un chorro de leche, un
suspiro y mi peso disminuyó como en un kilo.
Levantó mi cara y la acercó a la suya, para verme a los ojos.
-¿No te interesa la fama ni el dinero?
-No. No especialmente.
-¿Qué te interesa?
-Averígualo tú. El que lo averigüe buen averiguador, será le conteste
en broma, mi amor, le dije tomando su cara entre mis manos y
dándole un besito en la nariz como el que me había dado Malena: Ni
yo lo sé. ¿Lo averiguas tú?
-Cada mujer, insistió él, tiene su mercado, Malena tiene casi tu edad.
-¡Mentiroso!, ella debe tener como veintiocho, yo tengo casi cuarenta.
-Ella, tiene treinta y uno, y tu edad, tu estilo, tu elegancia son muy
parecidos a los suyos, además tu cuerpo tiene los mismos atractivos,
quizá más, que el de ella. Estas en el tiempo perfecto para la cosecha.
El mercado que tu atraerías es el más poderoso económicamente
hablando; gente de mi edad para los que tú eres una muchacha.
Además, los jóvenes se desviven por las maduras hermosas en su
esplendor. Te amaran si les das la oportunidad…
-No me interesa, dije tratando de mantener la firmeza de mis
convicciones pero un pequeño dolor se perfilo en mi pecho cuando
solté la respuesta.
El show iba por la mitad cuando llegamos. Ella era bella, elegante y la
adoraban. Estaban compungidos porque era su última vez.
Transmitía la sensación de estar concentrada en un acto sexual que
realizaba con cada cual, hasta yo me sentí en sus brazos víctima de sus
caricias. ¿Qué podría estar pasando por la mente de los hombres de
todas las edades que la miraban extasiados mientras copulaba con el
poste? Seguramente cada uno se sentía su víctima.
Era una reina. -Bueno, ahora tenía un jeque, de acuerdo a lo que
Giacomo me había asomado.

REFLECTIONS OF MY LIFE
Entré a mi habitación a eso de las cinco de la mañana, ya me había
desvestido cuando mi futuro ex se despertó y me vio desnuda ante el
espejo maquillándome.
-Buenos dias, le dije adelantándome a sus preguntas pues mi
almohada no presentaba signos de haber sido usada -después que me
bañe voy a ir a la playa. Anoche hablaste dormido. ¿Quieres que pida
tu café?
Él se restregó los ojos y bostezó antes de preguntar:-¿Qué dije?
-Hablaste de aviones, aeromozas, y te veías muy feliz, contesté
mientras me aplicaba mis cremas.
-Bueno, pide café, me respondió desviando el tema, nos vemos en la
playa más tarde.
Ninguno de mis dos compañeros pareció fijarse, o darle importancia
a mi nuevo reloj, aunque lo miraban de reojo. ¿Quién sabe qué
conclusiones estarían rondando por sus “suspicious minds”?
-¿Qué había querido decir Malena con aquello de “TE QUEDA POCO
TIEMPO”? Esa maldita pregunta taladró mi cerebro durante todo el
bendito día.
Estuve continuamente sacándoles el cuerpo a ambos cónyuges, uno,
quería hacérmelo otra vez, y el otro, quería homenajearme para que
quedara demostrado que lo de las palabras durante el sueño, solo
sueños habían sido.
No estaba en una disposición de ánimo para mimos ni arrumacos,
estaba, ensimismada en mis abstracciones e introspecciones. Como
dice el cantante de Kraken: “No me hables de amor” que no estoy para
esas cosas. Dormí una siesta de cuatro o cinco horas que me despejó.
A las nueve de la noche, después de haber pasado una velada
agradable juntos los tres, a pesar de un leve ensimismamiento que aún
me rondaba, nos fuimos a la mesa en la que jugaban dados y me
acodé en ella para volver a mi divertida actividad de observadora
mientras esperaba a que el destino se manifestara en la dirección que
fuera más propicia para sus proyectos <Si es que los hados tienen
proyectos>.
Ellos, me flanqueaban solícitos, preocupados por mi actitud rebelde;
me atendían pero yo me escabullía. Miles de ideas cruzaban por mi
mente como relámpagos en una obscura noche tormentosa.
A las once apareció Giacomo con su séquito.
-Les presento al “signore” Giacomo, uno de los socios del hotel. La
presentación corrió por cuenta de mi ex, quien le dio un trato
especialmente deferente al recién llegado.
Yo no me moví ni volteé a mirarlo.
Imagino, que a todos les extrañaría mi actitud irreverente ante el
extraño tan importante que había llegado, pero lo hice sin ninguna
actitud preconcebida. Sabía que el destino estaba allí, a mis espaldas,
esperando mi jugada. Ahora me tocaba a mí.
-¿Malena, tiene show hoy? Pregunté al vacío sin levantar la cabeza,
pero en voz alta para hacerme escuchar por encima del ruido. La
pregunta de la cual yo conocía anticipadamente la respuesta, no se
dirigió a nadie. Quizá se mirarían confusos.
-No. Ya se fue. Respondió el único que podía responder.

LA NUEVA.
TE QUEDA POCO TIEMPO, resonó en mi cabeza.
-Bueno, que hable el destino, se la voy a poner difícil para ver su
reacción…, me dije, ya estoy en una edad en la que es mejor quedarme
con la culpa que con las ganas…
Yo tenía frente a mí, algunas de las fichas que me había regalado mi
ex, las tomé todas y le hice señas al croupier de que iba a hacer una
apuesta.
-¡Siete, y voy! Dije. Anunciando mi apuesta con una fórmula no
prescrita pero que el empleado aceptó como buena, quizá ante la
expresión de sus jefes.
Me pasó los dados; yo, se los pasé a Giacomo; él, había entendido la
significación de mi conjuro.
Tomó los dados y sin pensar los lanzó con fuerza rebotando sobre el
tapete.-Que el destino se manifieste, me dije al verlos dando tumbos.
Cerré los ojos.
-¡Siete, apuntó el croupier, la señora gana!
Abrí los ojos espantados. El hado se había manifestado sin duda. Le
indiqué al empleado que le regalaba la ganancia, me moví lentamente
y me planté ante mi marido que me miraba desorientado:
-No me esperes despierto, le dije mirándolo directamente a los ojos.
Él, trató de aducir, pero mi ex, le rodeó protector con su brazo sobre
el hombro y lo arrastró fuera del círculo de escoltas, mientras le
hablaba al oído. Lo último que vi de él fue su cara sin expresión
cuando volteó a mirarme, la aeromoza acudió solícita, a instancias de
su jefe, a consolarlo.
Treinta minutos después estaba en manos de cuatro “reinas” que me
rodeaban afanosos.
-La signora, va en lugar del show de Malena. No le enseñen nada, que
sea natural; solo el vestuario y maquillaje. Para mañana todo el
vestuario nuevo. Ella sabe lo que hace, les ordenó personalmente
Giacomo a los atribulados coreógrafos que temblaban ante su
presencia.
-Bienvenida a bordo, me dijo besándome la mano con gesto
principesco, la nueva Reina de la Noche comienza su reinado: ¡La reina
ha muerto, viva la reina! Finalizó con un muy italiano aire teatral.
Al día siguiente cuando el barco zarpó, estaba profundamente
dormida en su opulento camarote rodeada de flores, había caído en un
profundo sueño, aturdida aun por el triunfal debut que ni ella misma
se creía aún. Fue maravilloso sentirse adorada y rodeada de aplausos y
atenciones; ¿Cuánto tiempo le restaba?: fuera el que fuera, estaba
dispuesta a paladearlo, sorbito a sorbito y sin reglas.

Última oportunidad
Era un día de instituto como otro cualquiera y me dirigí al cole como
todas las mañanas, seguramente los de mi generación reconocerán el
nombre del instituto etc… Los personajes evidentemente no responden
a sus nombres reales.
Vivía en Carabanchel (Madrid) en casa de mis padres, mi colegio era
Marianista y eran los primeros años en que se admitían niñas, hasta
hacia 4 años era un colegio solo para chicos y yo iba como la mayoría
de mis compañeras al Santo Angel, otras eran del Maria Inmaculada.
En primero de BUP nos juntábamos con los chicos por primera vez,
tanto para ellos como para nosotras suponía una experiencia
motivante, compartir clase con jóvenes del sexo contrario, guauuu¡¡¡
todo el verano esperando el inicio del curso escolar no paraba de
pensar en ello. Ya en COU teníamos muy vistos a los chicos, pero aún
así no dejábamos de pensar en ellos, la mayoría tenia experiencia en
toqueteos y besos, pero casi todas éramos vírgenes.
Centrándonos en aquel día, como decía me dirigía al colegio, por
suerte no llevábamos uniforme, a los chicos les ponían los uniformes,
pero a mi la verdad no me gustaba nada, aquella mañana llevaba un
"pichi" jajaja eran unos vestidos con tirantes, tipo peto pero con falda,
en este caso a la altura de la rodilla y de color gris, arriba una camisa
de manga corta blanca con cuello redondo y mangas abombachadas,
calcetines hasta la rodilla azules y zapatos bajos negros, debajo de la
ropa un conjunto de algodón con florecitas, la verdad si lo pienso era
ridículo, sobre todo si lo comparas con la vestimenta de las
quinceañeras de hoy en día.
Llegue a eso de las 9.30 y me senté en un banco de la entrada, eran
unos bancos de piedra, allí veías llegar al resto de alumnos, se
formaban los típicos grupitos… Lo pasaba mal, si llegabas la primera
de la pandi, tenias la sensación de ser observada por todos, menos mal
que apareció Laura, mi mejor amiga, era una chica preciosa o al menos
eso me parecía a mi por aquel entonces, seguramente por sus enormes
tetas, yo lucia un pecho pequeño con unos pezones grandes y
abultados propios de mi juventud. Las dos nos dirigimos al interior
charlando sobre los chicos que estaban a nuestro alrededor, en
concreto de Rafa, era un chico muy masculino y se dejaba barba, a
nosotras eso nos parecía lo más, pese a su juventud estaba musculado,
1,75 ancho de espalda, jugaba al fútbol y los domingos íbamos a verle
al campo, nosotras y medio instituto, bueno a el y a Cesar, un chico
rubio con el pelo larguito, 1,80 morenito de piel ojos color miel, la
verdad a mi me gustaba mas Cesar que Rafa.
El día transcurría como otro cualquiera, aburridas en clase intentando
pasarnos notitas y susurrando cuando el profe no hablaba, COU es un
curso aburrido ya que se trata de repasar, llego la hora del descanso y
salimos a por el bocadillo, todos íbamos a un bar cercano y nos
apelotonábamos en la barra a pedir nuestro bocata, era un buen
momento para los chicos, con aquello de cuantos somos, a mi
atiéndeme a mi… alguno que otro se arrimaba y te rozaba como quien
no quiere la cosa, yo en ocasiones notaba claramente una mano en el
culo, pero claro cuando te dabas la vuelta adivina de quien era la
mano.
Al ser las mayores del instituto, todos querían alardear por habernos
tocado el culo o rozado una teta.
Cogimos el bocadillo y regresamos a sentarnos en un banco,
normalmente siempre los grupos eran de chicos o de chicas, nunca
mixtos aun se mantenían viejas costumbres, enfrente nuestro teníamos
a los que llamábamos los pitufines, eran chicos que venían de un
colegio cercano y no se si era casualidad, pero todos eran empollones
y feitos.
Siempre estaban cerca en el descanso a ver lo que podían mirar,
cualquier cruce de piernas, si te agachabas a coger algo del suelo,
siempre tenias un pitufin cerca, eran feos si, pero estaban salidos, muy
salidos.
Cerca de nosotros estaban el grupo de Cesar y Rafa, eran unos 7, Javi,
Casti, Santi….parecía que comentaban algo sobre los pitufines y
nosotras, bueno aprovecho para presentar al resto, Maria, Eva y
Estefanía.
Ji ji Jaja, no se que comentaban, pero lo pasaban en grande, llego la
hora de regresar a clase, eran las 12 y teníamos gimnasia, nos fuimos a
los vestuarios a cambiar, yo llevaba una camiseta ajustada negra y
unos pantaloncitos azules con las deportivas, Laura una malla de licra
roja con una pantalón corto encima, la tía era una calienta de mucho
cuidado, Maria y Eva como yo y Estefanía una camiseta por encima del
ombligo sin sujetador y un pantalón cortito que dejaba ver el final de
su trasero, Estefanía era una chica delgada y alta, tenia un pecho
pequeño pero muy erguido y la encantaba provocar, en su caso no era
como el de Laura, ella calentaba al personal y luego se lo montaba en
el parque con su novio Juan, este era un chico 2 años mayor que
nosotras tiene 20 años y es universitario, muy guapo por cierto y que
estábamos seguras que se acostaban los fines de semana en casa de el
cuando los padres no estaban, o al menos eso creíamos, ya que ella
siempre sabia que decir cuando sacábamos el tema del sexo daba la
impresión de hablar por experiencia y no como nosotras que como
mucho nos habíamos besado con alguno, yo al menos 4 besos con un
chico en el verano y nada mas, me intento tocar las tetas y me negue,
así como iba a aprender jajaja.
Termino la clase de gimnasia y nos fuimos al vestuario algunas tenían
clase de diseño después, era una optativa, pero nosotras íbamos a
ética y aquella tarde la teníamos libre, pasada media hora nos
quedamos Maria, Laura y yo, las otras se fueron a casa, Maria era
gordita no muy alta, pero era muy simpática, después de Laura ella era
mi mejor amiga.
Estábamos las 3 charlando cuando llamaron a la puerta del vestuario,
nos acercamos a ver quien era y cual fue nuestra sorpresa, se trataba
de Cesar, Rafa, Casti y 3 pitufines, Casti era un chico alto y gordote que
hacia tiempo que estaba detrás de Maria, los pitufines eran Germán, un
chico altísimo y grandote, Carlos, 1,70 seguramente el único guapote
de ellos, muy moreno de piel, ojos azules y por último Guti, un canijo
con mucha cara, este se pasaba el día detrás de las tías bromeando y
tocando todo lo que podía, era un autentico pulpo.
Chicos - Podemos pasar??
Laura - Creo que no chico, si nos ve algún profe se nos cae el pelo
Chicos - Venga, no van a entrar sin llamar, en el peor de los casos nos
podemos esconder en el servicio.
Luna - Que no seguro que nos pillan, que queréis?
Cesar – Se trata de una apuesta, si nos dejáis ganamos y os
deberemos una muy gorda vale? Venga Luna no seáis tontas, haré por
ti lo que quieras.
Me dejo de piedra, me hablaba a mi y si les dejábamos pasar haría lo
que yo quisiera¡¡¡¡¡ era mi oportunidad, sin pensarlo abrí la puerta cogi
del brazo a Cesar y tire de el, el resto entraron rápidamente y cerramos
la puerta, el corazón me iba a mil, era como si cometiéramos un delito,
me quede recostada sobre la puerta intentando relajar la respiración.
- Laura - Bueno y ahora que?
Rafa - Pues podemos charlar, tenemos que estar al menos una hora
aquí.
Cesar - la verdad es que hemos dicho que habíamos quedado con
vosotras aquí para jugar un rato.
Chicas - Jugar?
Cesar - Si para montar una fiestecilla privada.
Aquello sonaba raro, Cesar me paso el brazo por encima del hombro
y me dijo que Guti le dijo que éramos "expertas", como?, si que ya
habéis estado con chicos en la cama y que seguro que nos podamos
iniciar con vosotras.
Madre mía, seria cerdo, cuanta gente pensaría esto, no quería ni
imaginar que mas habría dicho de nosotras, el problema era que si
decíamos que no quedaríamos como una crías, pero si decíamos que
si, ufff era un riesgo, a mi la verdad no me importaba que Cesar me
besara o incluso que me tocara un poco, pero acostarnos era
demasiado, cogi a Laura y Maria y nos fuimos al servicio a hablar.
Ahora regresamos chicos, tenemos que decidir que hacer con
vosotros, dije yo con mucha seguridad.
Luna – Jo tias son los dos chicos mas guapos del insti y quieren estar
con nosotras.
Laura – Si pero yo no quiero acostarme con ellos, como mucho me
dejaría tocar.
Maria – Yo creo que ni eso, a mi me gustaría besar a Casti, pero de
eso a algo mas…
Luna – Bueno se me ocurre que podíamos…………………………………
Pasados 10 minutos salimos del servicio y fuimos con los chicos.
Bien chicos, pensamos que para acostaros con nosotros tenéis que
madurar un poco y cumplir unos añitos, a nosotras nos gustan con
experiencia, Jajajaja.
Pero…. Aun asi hemos decidido dejar que nos toquéis un poco por
vuestro atrevimiento, pero nada mas que unos besos, si lo hacéis bien
es posible que otro día quedemos con vosotros y quien sabe si
entonces tendréis un premio mayor.
Todo era perfecto, nos enrollaríamos con ellos y luego tan contentas
a casita, era como un sueño.
Vamos a organizarnos, Rafa puede ir con Laura, Casti con Maria y
Cesar, tu conmigo, Guti y Carlos podéis mirar ok? Se resignaron y
aunque parecían descontentos se sentaron en frente nuestro sin
rechistar.
El vestuario era una habitación con bancos en las paredes y al fondo
las duchas y los servicios, allí estábamos Cesar y yo en el centro, Laura
y su acompañante a mi izquierda, y Casti y Maria a la derecha, los pitus
como ya dije estaban de frente de nosotros. Gire mi cabeza en
dirección a Cesar y sin moverme, acerque torpemente mi boca a la
suya, tome la iniciativa, ya que no quería parecer inexperta, algo que
en realidad era.
Cerré los ojos y note el contacto de mis labios con los suyos, era
delicioso, mi primer beso y con Cesar, sabia por otras chicas que debía
separar los labios y sacar la lengua y eso es justo lo que hice, note su
lengua y como nuestra saliva se mezclaba, fueron muchas las
sensaciones que recorrieron mi cuerpo, un calambre que me puso la
piel de gallina y una sensación de euforia y nerviosismo que me
provocaba ganas de gritar y reír, me retire, algo de saliva se deslizo por
la comisura de mis labios, me tape la boca con la mano y me limpie
disimuladamente tragando el resto que inundaba mi dulce y virgen
boquita.
No ha estado mal le dije, mire a los lados y Laura estaba sentada
junto a Carlos mirándome fijamente sin creer lo que había pasado, las
dos nos sonreímos y Laura me hizo un gesto de aprobación, lo cual me
dio a entender que ellos también se habían besado, después miramos
a Maria, esta estaba sentada en las rodillas de Casti, pegados como
dos lapas y la mano izquierda de el tocaba los pechos de nuestra
amiga, guau, joder con Maria, los dos estaban poseídos, se escuchaban
ruiditos, ummm ahh todo esto sin despegar los labios el uno del otro,
no podíamos quitar la vista de semejante espectáculo.
Como si lo hubiéramos ensayado las dos nos sentamos sobre
nuestros chicos y les besamos, ellos al igual que Casti, nos cogieron el
pecho, uff era demasiado, Cesar me sujeto el pecho con fuerza lo
apretaba como si se tratara de un globo, pero a mi me parecía genial,
llevábamos asi unos minutos y yo notaba como el se movía intentando
situar su pene en una zona mas cómoda, el no me decía nada pero yo
veía como cada vez estaba mas nervioso, me levante me puse de pie
frente a el, gire mi cabeza y vi como los pitus no quitaban la vista de
mi culo, con el movimiento se subió un poquito y marcaba mis firmes
cachetes.
Separé las piernas y me senté sobre Cesar, asi mejor verdad, el asintió
con la cabeza y puso sus manos sobre mi culo agarrándolo con fuerza,
nos besamos de nuevo, ahora podía sentir su bulto entre mis piernas,
la fina tela de mis pantaloncitos y mis braguitas, no eran suficiente
para impedir que notara el roce en mi coñito, instintivamente subía y
bajaba apoyada en mis rodillas, restregando mi coño con su pene
sobre nuestra ropa, el se dejaba llevar y acompasaba sus manos con
mis movimientos, empujaba su culo y lo apretaba contra su paquete
para aumentar el roce, por primera vez estaba cachonda de verdad y
cuando levante la cabeza vi que mis amigas estaban igual que yo,
aquello se estaba desmadrando demasiadas hormonas en tan poco
espacio.
Mire a Cesar y este tenia la cara desencajada, que bien lo haces me
dijo, sin darme cuenta introdujo sus manos hasta la altura de sus
muñecas por la cintura del pantalón y cojio mis glúteos con sus
enormes manos, el final de sus dedos rozaba los pelitos rizados de mi
coñito, me dio miedo, pero no podía evitar la excitación, me empujaba
de nuevo para que me moviera de nuevo y asi lo hice, me pegue todo
lo que puede a el, mis tetas rozaban su pecho y cada vez nuestros
movimientos eran mas violentos.
Pare un momento, me sentía fuera de mi como en una nube, el
continuo moviéndome bruscamente y coloco su cabeza sobre mis
pechos, los mordía como si quisiera devorarlos, yo aun llevaba el
sujetador y la camiseta puestos, pero a el le daba igual, mire alrededor
y pude observar a Maria sin camiseta sentada en el banco y Casti
arrodillado entre sus piernas besándole el estómago y tocando sus
pechos por encima del sujetador, al otro lado Laura con la malla subida
sobre sus enormes tetas y Rafa arrodillado chupando sus enormes
pezones rosados y erectos, los chupaba como si quisiera separarlos de
ella, Laura gemía y frotaba su chocho contra el pecho de el como si
estuviera poseída, me gire y Guti y Carlos tenían los pantalones y los
calzoncillos por los tobillos y se estaban pajeando, me quede helada,
además me di cuenta que estaba con el culito al aire, las manos de
Cesar fueron deslizándolo hasta dejar mas de medio culo al
descubierto. Nuestras miradas se cruzaron y Guti me lanzo un besito.
Me levante y me subí el pantalón, me dirigía hacia Laura para que nos
fuéramos de allí cuando Cesar me cogio de la mano, me llevo hacia el
y puso mi otra mano sobre su polla, comenzó a frotarse con ella, me
soltó y se levanto la camiseta, puso mi mano derecha en su vientre
contuvo la respiración y la deslizo dentro de su chándal, no había nada
entre su pene y mi mano, era grande, al menos mayor de lo que yo
había imaginado ya que nunca antes había tenido uno tan cerca,
estaba dura y caliente, bastante mojada, algo que yo no esperaba.
Comenzó de nuevo a frotar mi mano y me soltó, yo pare y el movió mi
mano de nuevo, continua tu sola me dijo, mientras yo pasaba mi mano
por su polla, el se quito la camiseta y bajo sus pantalones y su slip sin
dejar de mirarme a los ojos, puso su mano derecha en mi culo y me
sujeto, sigue asi, coge mi polla y pajeame, me quede inmóvil, no podía
reaccionar, con su mano izquierda coloco mi mano para que le pajeara
y comenzó a follarme la mano, yo no movía la mano, era el quien se
deslizaba podía notar como su polla estaba cada vez mas dura y su
expresión daba miedo.
Por unos segundos recupere la consciencia y vi como los pitus
estaban meneándosela y a Maria sin bragas con la cabeza de Casti
entre sus piernas lamiendo su rajita, Laura estaba sentada desnuda
sobre Rafa, de espaldas a el con sus tetas balanceándose al ritmo de su
cuerpo, pude ver como el pene de Rafa aparecía fugazmente tapado
por la mano y el brazo de Laura que le tocaba los huevos, ella subía y
bajaba y el pene de el rozaba con su coño, sus movimientos eran cada
vez mas rápidos me corro Laura no paresssss¡¡ Ahhh¡¡ y de repente la
leche de Rafa se disparo sobre el vientre de mi amiga, ella se movía
compulsivamente y cerro las piernas, se estaba corriendo como una
loca, ahh ummm ¡¡¡ parecía mucho mas intenso que cuando yo me
tocaba en el baño de casa con mis inocentes dedos, fue como un
sueño, note que mis pantalones se deslizaban e intente sujetarlos con
mi mano libre pero me fue imposible, Guti retiró mi mano y note algo
caliente detrás de mi, volví la cabeza y Carlos estaba rozando mi culo
con su polla, notaba un hilillo húmedo que recorría mi culo y de
pronto tenia otra polla en mi mano izquierda, sobre mi mano la de
Guti acompasando mis movimientos intentando besarme a lo cual yo
me negué.
Carlos se pego más a mi y notaba su pene deslizándose por la raja de
mi culo, Lugo se separo y lo metió entre mis piernas, con su mano
izquierda sujetaba mi cadera y con la derecha buscaba la punta de su
pene apareciendo al otro lado mientras tocaba mi coño, Cesar me
levanto la camiseta y el sujetados y liberó mis pechitos, exponiéndolos,
Guti no tardó en apropiarse de uno y lo apretaba y pellizcaba con
ansia, Cesar me chupaba el otro, estaba cachondisima y a la vez no
sabia que hacer, la situación me superaba, por un momento cerré los
ojos y sentí un gran placer, mi coño chorreaba y mis pezones estaban
sensibles como nunca, notaba como me acercaba al orgasmo y solo un
grito de Maria me despertó de aquel dulce momento se estaba
corriendo con la cabeza de Casti entre las piernas, casi lo ahoga,
cuando este se levanto parecía exhausto, joder¡¡¡¡ las 3 de la tarde dijo
Laura mi madre me mata, sin darme cuenta se vistieron y salieron
corriendo, Laura, Maria y Rafa, me dejaron allí sola con el resto, Carlos
me empujo con fuerza y note como su polla se hinchaba, ahhh me
corro Luna ahhh, derramo su leche en el suelo y sobre Cesar que se
retiro rápidamente, eres un cerdo tío, se fue al baño a limpiarse con los
pantalones por los tobillos, Carlos se vistió y salio corriendo una vez
que había quedado satisfecho y me quede momentáneamente con
Guti y Casti, me llevaron al banco y me sentaron me quitaron por
completo la camiseta y el sostén e hicieron igual con los pantalones y
las braguitas, Guti se coloco frente a mi comenzó a acercar su polla a
mi boca, me gire y entonces sujeto mi cabeza y rozo su glande con mis
labios.
Luna - Que haces cerdo déjame en paz le dije.
Guti - No iras ahora de estrecha Lunita
Luna – Ni estrecha ni nada, cerdo
Guti – si solo quiero una chupadita, no me digas que no sabes?
Lo cierto es que yo no quería, me daba asco por aquel entonces no
entendía el placer de chupar una polla, además la de Guti dios¡¡¡ pese a
ello no podía quedar como una niñita y tonta de mi saque mi lengua y
lamí su pene, que gusto asi sigue, yo no sabia muy bien como
proceder, lamía su polla como si fuera un cucurucho sin introducirla en
la boca.
Como me gusta nadie me la ha chupado asi nunca, nadie?? Pensé yo,
como si alguna vez hubiera estado con una ti ja¡ y tenia que ser yo la
primera.
En ese momento regreso Cesar, que tal la chupa tío?, impresionante
una gozada, dijo Guti.
Imagino que como le gustaba el hecho de que le lamiera la polla,
pero no debía sentir mucho, comenzó a meneársela en mi cara
mientras yo con la lengua fuera dejaba que el rozara su pene, joder
que bien Luna me encanta como la chupas, asi, de repente se corrió,
me retire tan pronto como puede, pero su semen estaba en mi cara,
mojaba mis labios, que asco aggg¡¡¡ Salí corriendo al baño a limpiarme,
lo siento Luna perdóname, eres un cerdo Guti que te den.
Cundo regrese me disponía a vestirme y Cesar y Casti me dijeron que
si les iba a dejar asi.
Luna – pues claro, yo ya no estoy ni cachonda
Casti – te puedo lamer el coñito a Maria le ha gustado?
Luna – pero ya no quiero me voy
Cesar – venga anda pro favor
El muy cabrón sabia que me tenia loca.
Luna – os hago una paja y adiós.
Cesar - vale vale,
Coji una polla con cada mano y comencé a menearlas, Guti apareció
gateando y me pidió permiso para chupar mi coñito, venga para que
me perdones por lo de ante, bueno vale, la verdad es que me puso
cachonda de nuevo que gusto me daba el cabrón, era mi primera vez y
no podía imaginar el placer de una lengua chupando mi coño.
Me corro Luna dijo Casti, gírate anda no me manches, se corrió
abundantemente manchando la pared y mi mano, pero no me
importo, el mismo me limpio y se despidió, me voy corriendo, gracias
Luna.
Continué con Cesar y note un valentón enorme, Guti se lo estaba
currando, ahhh¡¡¡ si asi me corro Guti, que gusto, fue un orgasmo
tremendo y quede satisfecha y relajada, estaba agotada no podía
moverme, Guti se fue y me quede sola con Cesar.
Luna – no puedo mas Cesar, dame un respiro y ahora continuo.
Cesar – no te preocupes, quédate sentada y yo termino, eso si como
recompensa por terminar solo, deja que me corra en tus tetas vale??
Luna – Que dices no seas guarro.
Cesar – Guti se corre en tu cara y yo no puedo en tus tetas??
Luna – no compares no es lo mismo el no me lo ha dicho ha sido un
cerdo, bueno venga hazlo
Estaba tan cansada que no quería discutir, además mi madre me iba a
matar por llegar tan tarde, el se masturbo mientras yo permanecía
sentada inmóvil, desnuda frente a el, me tocaba las tetas y el coño
mientras se la meneaba, ya Luna me corro, joder¡¡ ahhh me corroooo
disparó su leche sobre mi, la mayoría en mis tetas pero también en mi
cara, era muy líquida y caliente y se deslizaba por mis pechos hacia mi
vientre hasta llegar a mis piernas mojando los pelitos de mi coño, eres
fantástica, me cogio la cara con sus manos y lentamente acerco su
pene a mi boca, yo separe mis labios y el introdujo su pene, mojado
con los restos de la corrida me follo la boca suavemente mientras su
pene perdía vigor, luego me beso y me dejo, permanecí unos
momentos allí sentada saboreando su semen en mi boca pensando en
lo ocurrido y en como disfrute de mi primera experiencia.
Estaba completamente relajada, que sensación tan placentera, un
ruido me hizo regresar al mundo real, era el carro de la limpieza, huy¡¡
perdón, era Felix el señor de la limpieza, me tape como pude, un
momento enseguida salgo¡¡, que vergüenza desnuda y con semen por
todo mi cuerpo, me vestí y salí corriendo sin mirar a Felix, llegue a casa
y me encerré en el baño, cuando salí mis padres me castigaron un mes
sin paga y sin ir a las discoteca.
Alma gemela

Sábado noche en la casa de mi mejor amigo, Jorge. Ha sido mi "alma


gemela" durante mucho tiempo, casi desde que tengo memoria, hará
unos catorce años. Si, vale, sé que a muchos de vosotros, con vuestras
historias de sexo en la oficina, o la universidad o lo que sea, dieciocho
años no os parecerá una vida muy larga… pero a mi sí, es todo lo que
tengo, y hay muchas historias metidas en este tiempo. En cualquier
caso, lo siento, me estoy dispersando… estoy un poco nervioso
contándoos esto, la verdad.
Decía que era sábado por la noche en el viejo y familiar salón. Los
padres de Jorge se habían marchado a pasar el fin de semana fuera, y
nosotros habíamos decidido celebrar una fiesta. Por supuesto que sus
padres se lo habían prohibido, pero tanto ellos como nosotros
sabíamos que la íbamos a hacer de todas formas, y así se mantenían
las formas en las relaciones entre padres e hijos… y se aseguraban de
que limpiásemos cuando llegase el domingo. La verdad es que son
unos padres encantadores, todo sea dicho, casi como mi segunda
familia.
Pero de nuevo, me estoy perdiendo. El salón es rectangular, amplio y
algo envejecido por el uso, las risas y las discusiones de los años. Si,
vale, sé que estoy algo sensible con el tiempo, pero es que acababa de
ser mi cumpleaños. De hecho, eso era lo que nos había reunido a
todos allí, a beber, reír y jugar. La verdad es que estaba toda la
pandilla, más algunos cuantos que habían sido invitados por diferentes
personas. Entre esas personas añadidas, Jorge había invitado a Mónica,
la chica que me gustaba desde hacía muchos años, y con un guiño me
dijo que ese era su regalo. Bueno, un guiño y un "amigable" codazo en
las costillas que hubiera jurado que me había partido una. Si, bueno,
con todo su buen corazón, él puede ser un poco bestia a veces.
Como decía, Mónica era la chica que me gustaba desde hacía años,
aunque había hablado poco con ella en todo este tiempo pese a haber
sido compañeros de curso desde quinto de primaria. ¿Por qué? Bueno,
soy una rata de libro, tímido e introvertido, y no he tenido nunca
facilidad para relacionarme con la gente hasta el año pasado en que
comencé a salir de mi cascarón. Mónica era pequeñita, menuda como
un hilo de tejer, y con un cuerpo poco desarrollado… sin embargo, su
cara tiene un algo que me vuelve loco desde siempre. Lo he pensado
muchas veces, lo reconozco, tratando de identificar qué es, pero
siempre he fracasado. Algunos días me parece que es su sonrisa,
siempre a medio camino entre la picardía y la inocencia. Otros, en
cambio, me parece que son sus almendrados ojos pardos, con los
inquietantes reflejos de esas gafas ovaladas y sin montura danzando
sobre su rostro. O el suave aletear de su mediamelenita marrón,
siempre acariciando los lados de su ahusada cara como si fueran olas
de tierra, serenas, apacibles e intrigantes.
Así que, como veis, nunca he sabido donde está el misterio de su
belleza, o lo que a mi me parece tal. Se que no es la chica más popular
del instituto, pero incluso Paula (la más guapa de todas por aclamación
general) me llama menos la atención. A veces, Jorge me decía que
había visto a Mónica mirarme de reojo cuando yo miraba en otra
dirección y cosas por el estilo, pero yo siempre he creído que lo decía
en broma… con Jorge nunca se sabe cuando está hablando en serio y
cuando no, en cierto sentido es como si fuera el reverso de mi. Quizás
por eso me aguanta, todo sea dicho, je, je, je.
En cualquier caso, he de deciros que la fiesta estuvo muy bien. Buena
música, bebida barata (al fin y al cabo somos estudiantes de instituto,
¡no banqueros!) pero en cantidad, risas, e incluso algo de baile. No es
que sea algo a lo que me dedique profesionalmente, pero la verdad es
que un poco de alcohol y algo de buen funky hacen que el esqueleto
se mueva como por arte propia, y si canta la señora Aretha Franklin
alguno de los discos de los padres de Jorge… ¡entonces no hay quien
evite que me deje en ridículo mientras me sacudo en el centro de la
pista! Vale, vale, no exageraré, tampoco bailo tan mal, pero siempre
me hizo gracia hacer movimientos extraños y extravagantes, quizás
como rebeldía contra los pasos establecidos de saltar y parecer
drogados.
Y, hablando de drogas, algún porrillo también viajó por muchas
manos, no nos vamos a poner a mentir a estas alturas. A la mayor
parte de la gente los apalanca, así que en general cogimos poca grifa
para evitarlo, y apostamos más por el alcohol, que desinhibe y anima a
la gente a relacionarse y moverse. Y creo que hicimos bien, porque las
horas de la fiesta discurrieron animadas y movidas, entre juegos de
beber, o el inevitable "yo nunca" (que, como siempre, trae alguna
sorpresita).
Fue así como me enteré (gracias a una maliciosa pregunta de Jorge)
que Mónica era, al igual que yo, virgen y que nunca había tenido
novio. Ella se puso roja como un tomate mientras daba un sorbito de
su vodka con limón, y yo esperé no haber hecho lo mismo; imagino
que fallé. Quizás seamos un grupo raro, pero con nuestros dieciocho
(míos recién cumplidos) no éramos los únicos vírgenes aún, y me
sorprendió de hecho que Anita y Manu, que llevan muchos meses
saliendo como pareja, aún no lo hubieran hecho juntos. Quizás esas
historias de la primera pareja y el sexo desenfrenado sean mentira, o
quizás una exageración, o quizás simplemente sean raritos. De hecho,
he de admitir que a partir de ese sábado les cayó el mote de los
"lentos" por eso mismo, aunque ellos se lo tomaron bien. ¡Sino,
menudo lío, que Manu es el más grande de todos!
Pero con el paso de las horas, todo debe llegar a un final, y
lentamente la gente fue desapareciendo, camino de sus casas o un
lugar más íntimo donde compartir una última copa con la persona
elegida para aquellos más afortunados. Yo decidí quedarme en casa de
Jorge para ayudarle con la limpieza, ya que me parecía lo mínimo que
debía hacer como correspondencia. Y lo cierto es que, no se muy bien
cómo, Mónica decidió hacer lo mismo. Huelga decir que mi buen
amigo del alma no se quedó corto en las bromas e insinuaciones que
me lanzó mientras ambos vaciábamos los vasos por el vertedero antes
de acostarnos, y las chicas recogían los ceniceros del salón. Incluso me
pareció que lo tenía todo planeado y apalabrado de antemano,
aunque me chocaba mucho con la personalidad de Mónica que
aceptase algo así, pero cuando se sortearon los dormitorios para los
que nos habíamos quedado, a mí y a mi favorita nos tocó compartirlo.
Y, huelga decir, compartir cama, ya que obviamente la habitación del
hermano de Jorge (Andrés) no tenía más que una.
Entre risas y bromas, lentamente todo el mundo se fue retirando a
sus habitaciones, y yo me encontré a solas con Mónica en la que,
probablemente, ha sido la situación más vergonzosa de mi vida. No
sabía qué hacer, dónde poner las manos, dónde no ponerlas, a dónde
era adecuado mirar, y a dónde no. Quería mirarla toda, pero a la vez
no quería que pensase mal de mi, con lo cual evitaba mirarla. Ansiaba
tocarla de un extremo a otro, pero no sabía si ella deseaba lo mismo, y
el miedo retenía mis manos pegadas a mi camisa o pantalones.
Era obvio, visto desde hoy en día, que a ella en cierto sentido le
pasaba lo mismo. Estaba roja como un tomate, con la cabeza un poco
gacha por la timidez y la inseguridad, y callaba. Sin embargo, en aquel
momento no tenía la ventaja de ver las cosas con la perspectiva que da
el paso de los meses, y no me daba cuenta de aquellos detalles. Así
que, finalmente, decidí que lo más adecuado para no incomodarla era
acostarme más o menos vestido. Me quité el jersey y el pantalón (un
vaquero es demasiado incómodo para dormir con tanta costura y una
tela tan rígida) y quedarme con mi camiseta y mis boxers. Como
conocía el dormitorio de Andrés, aproveche para robarle unos
pantalones de hacer deporte, cortos y flexibles, de un color azul que
no pegaban nada con mi camisita blanca. Y en el colmo del despiste,
me olvidé de quitarme los calcetines, lo cual por lo visto es algo
terrible.
Como intentaba no mirarla más que por el rabillo del ojo para que no
se diese cuenta, no sabía exactamente qué prendas había en el
montoncillo de la mesa del ordenador. Pero era obvio incluso para mi
que ella había dejado al menos su falda y su sweter, y yo soñaba con
que incluso hubiese dejado su sujetador para estar más cómoda, o
algo por el estilo. Sin embargo, cuando finalmente la pude mirar más o
menos de frente, ella ya había alzado su extremo de las sábanas y de
un ágil salto había corrido a refugiarse bajo ellas.
Yo la seguí desde el otro extremo, y pronto me encontré en terreno
inexplorado.
Por un lado, el calorcito conocido de las sábanas, el suave peso de las
mantas, la presión en la nuca de la almohada… todo eso era viejo
conocido de años de dormir en camas de todo tipo y forma. Sin
embargo, en el otro lateral de la cama, más o menos a una palma y
media de distancia, había otro cuerpo humano, que irradiaba calor y
una suave fragancia. Bueno, o eso creo recordar, reconstruir ahora lo
que sentía entonces bajo los efectos del alcohol puede no ser muy
exacto, y ella después me insistió muchas veces en que aquella noche
no se había puesto perfume… pero a mi me olía a jazmín, sea por la
razón que sea. Y su suave respiración, y sus pequeños movimientos
que agitaban la sábana, cambiaban por completo la naturaleza de lo
que yo conocía como "dormir en una cama".
Huelga decir que ambos permanecimos en silencio. Yo buscaba
frenético algo que decir, pero todo lo que se me ocurría lo desechaba.
O parecía propio de una película porno barata, o bien era demasiado
pasteloso, o quizás ni siquiera relacionado con la situación, o… o
simplemente no tenía el valor para expresarlo en voz alta. Ella lo
solucionó, la verdad, apagando la luz con un suave giro de su cuerpo, y
con un breve "buenas noches" que me supo a amarga derrota.
¡Aquello era intolerable! ¡Tenía a Mónica tumbada a mi lado, y
estábamos separados por un abismo de menos de dos cuartas! ¡Era la
oportunidad de mi vida, y no sabía ni por dónde empezar! Mi mano
quería dejarse de tonterías y correr por encima de la sábana hasta
encontrar la suave piel de sus brazos, pero yo no podía permitir eso.
¿Qué pasaría si ella se lo tomaba mal? ¡No me perdonaría, y yo
perdería cualquier oportunidad que tuviese en el futuro con ella! No,
aquella no era una opción, quizás si hacía bien las cosas, la siguiente
vez que nos acostásemos juntos sería todo más natural e iría mejor. Si,
ese era el camino, la siguiente vez, entonces tendría el valor. No se
podía esperar que la primera vez fuese todo perfecto, ¿no?
Me volví ligeramente y la miré a la luz de la luna que se filtraba a
través de las cortinas. Era una luz curiosa, azulada más que plateada,
que le daba a su piel un tono irreal, propio de un sueño. Ella estaba
volteada hacia mí, pero con los ojos cerrados y la sabana se mecía
suavemente fruto de su respiración pausada. ¿Se habría dormido ya?
¿Tan rápido?
Me giré lentamente hacia ella, hasta quedar mirándola desde la
enorme distancia del otro lado de la cama, y al hacerlo me acerqué un
pelín a ella. Quizás ni un centímetro, quizás más, pero a mi me parecía
todo un triunfo. ¡Había logrado reducir la distancia sin hacer nada
llamativo! Quizás, si hiciese eso de vez en cuando, a lo largo de toda la
noche, al final estaría cerca de ella, y cuando se despertase tomaría
como natural que estuviésemos cerca el uno del otro. Eso allanaría el
terreno para una próxima noche, quizás una en una cama más
pequeña, o incluso un sofá.
Ella le dio un pequeño tirón a la sábana, y al ver que yo no lo cedía
(más porque no tenía la mente en eso que por otra cosa) se acercó un
poquito para quedar algo más tapada. ¡Eureka! ¡Si le quitaba la sábana,
sería ella la que se acercase! Pero aquello era un plan muy ruin,
indigno de alguien como yo aunque hubiese bebido. Adelanté una
rodilla unos pocos centímetros, y a mi me pareció un abismo
avanzado.
No hubo reacción. Así que avancé la otra y, con ello, quedé un
poquito más cerca de ella. Empezaba a entender a los caracoles, y lo
lento y difícil que podía serles avanzar tan sólo unos pocos
centímetros. ¡Yo planeaba tardar toda una noche! Aunque, visto desde
el hoy, probablemente, no había tardado más que un par de minutos.
Quizás la rocé en la rodilla, quizás sintió ella la proximidad de mi
cuerpo, pero ella se recolocó suavemente, moviéndose en su posición.
Y cuando acabó de estirarse y encogerse, estaba un pelín más cerca de
mí. ¿O eran mis ensoñaciones, que querían ver en ella cierta
colaboración como justificación y apoyo de lo que estaba haciendo? Y,
mientras tanto, el alcohol y mis hormonas pidiéndome a gritos que
actuase y dejase de pensar, que para pensar estaban el resto de días.
Pero aquel no era un camino válido, yo la quería de verdad, un amor
puro y prístino, de película, y no podía estropearlo dando un paso
erróneo.
Así que en vez de eso, reajusté la posición de mi cabeza sobre la
almohada, algo más cercana a la de ella. Cuando respiraba fuerte,
podía sentir su aliento en la parte baja de mi cuello, como una caricia a
la vez tranquilizadora y enervante. ¿Cómo podía ser a la vez dos cosas
contradictorias? Huelga decir que mi pene comenzaba a reaccionar a la
proximidad de ella, con un aumento de su riego sanguíneo. Aún no
estaba empalmado, ni mucho menos, pero comenzaba a dar señales
de alejarse de su descanso.
Y ella separó un poco sus piernas, de modo que su pie comenzó a
rozarse con el mío. ¡Era increíble! Bueno, en realidad, quizás no fuese
en la práctica muy diferente del roce de un zapato o de unos
calcetines… ¡pero la sensación que producía era completamente
diferente! Mi corazón comenzó a latir diez veces más rápido al mismo
tiempo que todos los pelos de mis piernas se erizaban, como si
hubiese pasado al lado de algún campo magnético o hubiese visto una
película de terror. ¡Y eso sólo con un roce! La extrapolación a lo que
podría ser un beso se me escapaba de la imaginación, y las hormonas
me exigían con creciente fuerza que lo probase. Sin embargo,
robárselo a una chica durmiente me parecía equivocado, ¡no era así
como debía ser el amor! Y no digo el amor de película blandengue y
rosa de chicas, como las que le gustaban a mi hermana, pero sí un
amor adecuado y romántico como el de las novelas.
Me bajé un pelín en la cama, acercándome un milímetro a ella, y
adelanté mi mano tembloroso. Un mechón pardo, como el trazo
perdido de un pincel divino, se había escapado de su lugar y caía
equivocadamente a través de su cara… así que me atreví a, con
suavidad, devolverlo a su lugar. Creo que ni un neurocirujano tiene
tanto cuidado en su labor, pues no quería tocarla en ningún momento.
¡Eso la despertaría, y sería terrible! Pero es obvio que ella sintió algo,
porque rebulló inquieta en su lugar y se puso mirando hacia el techo.
Lo cual tuvo el doble efecto de acercarme uno de sus brazos, y de
dejarme ver el pequeño y suave canalillo que formaban sus dos
pequeños pechos a través del arco pálido de su blusa. ¡Si sólo hubiese
un poco más de luz para apreciarlos bien! Pero no había más que unos
pocos rayos azulados que proyectaban más sombras que certezas.
Sin embargo, el roce ocasional de su hombro con el mío era
doblemente enervante. ¡Estaba tan cerca! La podía alcanzar con un
solo pestañeo, un simple gesto, y sin embargo eso no era adecuado…
¿o sí? ¡Demonios, alguien debía dar el primer paso! Pero claro, hacerlo
con ella dormida era como no dar ningún paso, ya que ella no
participaba de lo que ocurriese porque no se daría cuenta. ¿No lo
haría? Entonces… quizás podría probar el sabor de sus labios, para
comparar con el roce de su pie y su hombro.
Pero el alcohol que había ingerido estaba derribando mis barreras
morales, y las hormonas ya se habían encargado de llenar de sangre mi
pene… y con ello, impulsarme un poco hacia delante. Al fin y al cabo,
un simple beso no era algo tan terrible. Si los actores y actrices de cine
se los daban entre si por trabajo cada dos por tres era porque no se
trataba de algo tan importante ni especial, ¿no? Seguro que si lo fuese,
sus parejas les montarían un escándalo cuando llegasen a casa.
Así que me incorporé un poco, apoyando mi cabeza sobre mi mano, y
esta sobre el codo. Ella rebulló inquieta pero no se movió, y desde la
altura, viéndola, me sentía… pues no se muy bien cómo describirlo. Por
una parte, como un ave rapaz que ve a su presa abajo. Pero eso no es
muy adecuado, porque no me sentía poderoso ni nada por el estilo.
Quizás sería más adecuado decir que como un escultor que se
encuentra ante el David, y contempla embelesado sus facciones
perfectamente esculpidas. Vale, vale, eso ha sido enormemente
empalagoso, lo reconozco, pero es que no se me ocurre otra forma de
decirlo. Frágil, eufórico, intimidado, ansioso, temeroso…
Lentamente, me acerqué a su cara, deteniéndome a unos pocos
centímetros de su boca. ¡Aún podía parar esta locura! Debía dar
marcha atrás, y dejar esto para cuando ella despertase. Y, entonces, el
terror llegó cuando ella alzó levemente su cara y, con los ojos
entreabiertos, me besó.
Vale, vale, ya se que lo lógico sería pensar que ella estaba de
acuerdo… pero en el momento aquello estaba lejos de mi mente, el
miedo es así de irracional. Salté como si hubiese caído una bomba, y
ciertamente aquel pequeño gesto era como una nuclear para mí. Me
enderecé en la cama, sorprendido como un niño robando un caramelo,
creyendo que lo había jodido todo. Sólo entonces, sentado en la cama,
y observando su cara de sorpresa ante mi reacción, me di cuenta de lo
estúpido que había sido reaccionando así, y una risa fuerte se me
escapó del interior, aliviando parte de la tensión loca que acababa de
generar.
Obviamente, aquello no hizo más que confundir a Mónica, que no
entendía lo que pasaba. Según me dijo después, ella no había estado
dormida en ningún momento, sino que me mandaba señales para que
me atreviese a besarla y, cuando vio que no lo haría, había decidido
tomar la iniciativa. Desde luego, no se esperaba que yo huyese de ella,
ni que me riese.
Me costó convencerla de que no me reía de ella, ni nada por el estilo,
que era simple histeria por la tensión y el miedo a haberlo arruinado.
¿Cómo se le explica algo así? Ciertamente, no sé muy bien cómo lo
hice, y sé que no lo hice demasiado bien. Sin embargo, ella entendió lo
que importaba: que sí que me gustaba ella con locura, y no me quería
reír de ella. Así que, tomando de nuevo la iniciativa, me puso un dedo
índice en la boca y juntó sus labios con los míos.
Desde luego, no fue un beso de película, con ambos labios abiertos y
las lenguas enroscándose. No, casi fue el beso de dos niños pequeños,
con las bocas como piñones la una contra la otra, breve y sin florituras.
Y, sin embargo, hizo que todas las conexiones neuronales en mi
cabeza, todas mis hormonas, y mi polla estallasen al unísono. No, no,
no me malentendáis, no me corrí en el momento. No soy tan triste.
Pero sí que fue un beso especial, extraño, nuevo, que sabía a triunfo,
amor, a algo compartido, a algo creado, a un comienzo, a un final, a un
todo, y a muchas cosas que no sabría decir. Sabía a un "te quiero". Y a
un "yo también". Sabía a dos.
Desde un centímetro de distancia, ambos nos mirábamos a los ojos,
inseguros de qué seguía a un beso. ¿Qué sigue a algo así? ¿Hacerlo ya
la primera vez? Eso gritaban las hormonas, pero desde luego si Manu y
Anita aún no lo habían hecho era por algo. ¿Dormir juntos y
abrazados? ¡Abrazados! Eso era un buen comienzo.
Levanté mis manos de los laterales donde permanecían como
muertas, y las llevé a su cadera, en una zona demasiado decente como
para ser erótica, pero que a mi me parecía en aquel momento "lo más".
Y, con suavidad, la atraje contra mí. Ni nos besamos, simplemente nos
abrazamos, su cuello y cabezas enroscadas con los míos sobre
nuestros hombros, su pelo en mi nariz. Olía a jazmín, definitivamente, y
aunque me hacía unas pequeñas cosquillas, la sensación era
demasiado agradable y magnífica como para romperla con unos
estornudos. Me aguanté, como pude, simplemente respirando su
aroma durante lo que me parecieron eones demasiado breves.
Finalmente, ella se alejó un poco y me volvió a besar, y esta vez le
pusimos algo más de emoción. Aprender a besar demostró ser algo
mucho más complicado de lo que parece en las películas, pero dar los
primeros pasos en ese camino también resultó mucho mejor de lo que
jamás había imaginado que podía ser. El simple roce, quizás un
mordisquito (más a menudo por error que voluntariamente), una
caricia inesperada de una lengua tímida… tantas sensaciones
concentradas en una parte tan pequeña de nuestro ser. Casi parecía
que el mundo hubiera desaparecido por completo, que sólo quedase
la cama y nuestros labios. La atraje con un poco más de fuerza hasta
que quedamos pegados el uno al otro. Y, lentamente caímos sobre el
colchón, besándonos y acariciándonos tímidamente.
Yo iba pasando mi mano por su cuerpo con mucho cuidado, como si
se fuese a romper. De hecho, la azulada luz lunar la hacía parecer irreal
y frágil, e inconscientemente reaccionaba a ello. Y ella parecía que se
sentía igual, pues sus caricias eran igualmente suaves.
La primera vez que sentí sus pechos no fue con el placer que
imaginaba, pues más bien sentía miedo de haberme aventurado
demasiado lejos y romper la magia. Pero no lo hice, así que con mayor
confianza comencé a acariciarlos y sentir sus formas. Bueno, eran
pequeñitos, y no había mucho que sentir y explorar, pero me gustaron.
Eran suaves, tranquilos, y con cada uno de los roces a sus pezones ella
dejaba escapar un pequeño gemidito que me decía de alguna forma
que lo estaba haciendo bien.
Ella respondió tocándome el culo, y fue extraño sentir una mano por
primera vez dando vueltas por mis glúteos. Aunque bueno, todo
estaba siendo bastante diferente de lo esperado, así que aquello
simplemente se unía a la plétora de cosas nuevas que estaba
experimentando. Y decidí que yo también quería probar su trasero…
así que acariciándole la barriga, llegue a su culo. La verdad es que era
más redondeado de lo que había imaginado por culpa de las amplias
faldas que ella solía llevar, y el notar que sólo llevaba una braguita me
hacía sentir que estaba en un contacto más directo. Al menos, no había
tela debajo de ellas, como en el caso de la camisita y el sujetador.
Fue ella quien tomó la iniciativa de nuevo, ya que yo me hubiera
podido pasar horas explorando su cuerpo sin ir más allá. Pero quizás
ella estaba más caliente que yo (¿eso sería posible?) o más bebida (eso
era probable, ya que ella había bebido vodka y yo cerveza), pero con
un frenesí inesperado separó sus labios de los míos y se desabrochó la
camisa, que voló más allá de la mesilla de noche poco después.
¡Cuanta carne azul a la vista, y yo tenía sólo dos manos! Y, más
importante, ¡ella quería ir hasta el final! ¿Estaría yo a la altura? ¡Era hora
de comprobarlo!
Llevé ambas manos a su espalda para desabrocharle el sujetador con
un movimiento de muñeca… pero fallé. Estaba claro que no era tan
fácil soltarlos endemoniados broches como parece en las películas, así
que tuve que dejar de dármelas de experto, y de besarla para poder
asomarme por encima de su hombro y concentrarme por completo en
aquel malvado brochecillo blanco. Y, aún así, con una sonrisa entre
tímida y condescendiente, fue ella quien acabó por sacarse las copas
blancas, los tirantes de florecillas, y el odiado brochecillo. ¡Sus pechos
estaban libres!
Si antes sus pezones habían estado sensibles, ahora con el contacto
directo mucho más. Con el tiempo, he aprendido que ellos y su cuello
son las partes más sensibles que tiene, pero entonces no lo sabía e
investigaba para ver qué efectos tenían mis roces… y, desde luego, esa
noche no se me ocurrió que en el cuello unos besitos podían darla
placer…
Pero la desaparición de todo lo que llevaba arriba me animó a
quitarme yo también lo que llevaba. Ya que ella estaba de acuerdo, al
fin y al cabo, no había espacio para que yo dudase. Así que con unos
retortijones y giros sobre mi mismo, me despojé de todo lo que
llevaba encima en unos segundos, excepto los calcetines, a los cuales
no di ninguna importancia. Ella se sonrojó al verme desnudo, y yo hice
lo mismo, quedándonos callados unos segundos el uno frente al otro.
Ya no había vuelta atrás, así que armándome de valor le acaricié la
mejilla y su sonrisa me tranquilizó. ¡Adelante! Quitarle las braguitas
besándole las piernas mientras lo hacía sí que se me ocurrió, y ella me
sonrió desde arriba, disfrutando de la nueva sensación de unos labios
allí. Pensé en acercarme a su coño, lo reconozco, pero en el último
momento me dio algo. No sé si fue asco, timidez, inseguridad…
probablemente un poco de las tres y más, así que me subí al terreno
familiar de sus labios.
Sin embargo no nos besamos mucho más rato, sino que ella con su
mano y un asentimiento me dio a entender que estaba lista. Así que
me coloqué sobre ella, en la posición de misionero, y me preparé para
penetrarla… lamentablemente, resultó que aquello también era más
difícil de lo que parecía, y aunque estaba más empalmado de lo que
había estado en mi vida, no encontraba el camino hacia el nuevo
mundo. Tuvo que ser ella la que, con la mano temblando de miedo,
me la pusiese a la entrada del pasadizo.
Pensé en empujarla a lo bestia, penetrarla hasta el fondo. Le dolería,
pero sería breve y después podría continuar placenteramente para
ambos. Pero no fui capaz. La idea de hacerla daño me dolía a mi, de
modo que entré muy lentamente, como un ciego que debe palpar
todo lo que le rodea. Y, cuando había resistencia de algún tipo, me
detenía inseguro, esperando. A veces, era simplemente que lo tenía
demasiado cerrado, de modo que unos segundos allí permitían que se
dilatase y yo continuase; otras que estaba haciendo presión de la
forma equivocada, y estaba chocando contra uno de los laterales.
Sin embargo, al final, di con una pared que no encajaba en ninguna
de esas categorías. El himen. La miré a los ojos, llorosos, y esperé
dudando. Ella simplemente me abrazó y me besó, armándome de
valor. El grito de la rotura, sin embargo, fue menor de lo esperado..
Empujé hasta el final y la besé, durante largos segundos, uno dentro
del otro.
-¿Te has puesto condón?-
Aquello fue un shock. Sólo entonces cuando me acordé de ellos, ni se
me habían ocurrido antes. Había sido todo tan rápido, o tan lento, que
nunca había esperado que acabase así. Con un tirón que la hizo algo
de daño, la saqué alarmado y me levanté corriendo. ¿Dónde tenía los
pantalones? ¿Bajo la mesilla? No, esos eran los calcetines y los zapatos.
¿En el techo del armario? Demasiado improbable.
Finalmente los encontré bajo la cama, y en el bolsillo derecho el
condón que siempre llevaba, por si se cumplía una fantasía inesperada
estar preparado. Jamás había imaginado realmente que ocurriría, era
más un juego conmigo mismo… y sin embargo, ¡en ello estaba! Me lo
puse con rapidez, gracias a la experiencia obtenida de usar un par de
ellos en pajas solitarias ante la televisión, y volví a la cama. La mancha
roja en las sábanas me impresionó enormemente, pero la sonrisa y los
brazos abiertos de Mónica me devolvieron a mi lugar.
Entré de nuevo en ella, y la besé de nuevo. Me gustaban sus labios,
decididamente. Salí, y entré, de nuevo repetí el proceso, y otra vez. En
cada uno de mis viajes por su interior, lentamente iba aprendiendo
cual era la dirección correcta, y aunque a menudo apretaba de manera
equivocada, más o menos conseguí un movimiento fluido. Sin
embargo, aquel movimiento tan aparentemente sencillo requería toda
mi concentración, y tuve que dejar de besarla. Sin embargo, por sus
pequeños gritos (de dolor o placer no sabría decir, esperaba que de lo
primero) supe que ella tampoco estaba con demasiadas ganas de
besos.
Lentamente, sus grititos desaparecieron, sustituidos por un resoplido
profundo parejo al mío, y miradas a los ojos. Y, cuando finalmente
parecía que ya dominaba el asunto, una gran urgencia me apareció y
creció en mi interior. Aceleraba inconscientemente el ritmo, y cuando
me daba cuenta trataba de frenar para no hacerla daño. Pero era inútil,
mi cadera tenía marcada la velocidad a la que deseaba ir, y cada vez
era más rápido. Así que entre empujones y tirones, finalmente me corrí
en el interior del condón y caí sobre ella derrumbado y extasiado. ¡No
sabía que algo en la vida pudiera ser tan bueno! Era como el chute de
alcohol, mezclado con lo mejor del apalanque y descanso de los
porros, junto con ganar una partida contra el rival más odiado, y darte
cuenta de una gran verdad de la vida… pero mejor.
Caí sobre el colchón, saliéndome de ella, y sólo entonces me di
cuenta de que ella parecía no haber acabado. Todo había sido unos
pocos minutos, e imaginaba que aquello era poco. Así que,
tímidamente, llevé mi mano a su coño y acaricié allí como mejor pude.
Ciertamente, no fue muy bien, hasta que ella, recuperando el tono, me
guió con su mano, enseñándome cómo hacía cuando estaba sola. Y
así, acariciándola y besándola, llegó ella también.
Después de eso, nos dormimos, el uno abrazado al otro, sintiendo de
nuevo su respiración sobre mi pecho… pero de una forma nueva, sin
presiones, sin dudas, simplemente los dos juntos, de modo natural.
Casi no se sentía como si nos hubiéramos separado. Lo curioso era que
me parecía más guapa que nunca, y eso que no tenía puestas sus
gafas, ni sonreía como solía hacerlo, y su melenita estaba pegada a su
cabeza por causa del sudor. ¿Dónde estaría su belleza entonces? No lo
sabía, quizás no lo supiera nunca, pero era tan guapa que hacía
palidecer a la luna a su lado.
Llevamos tres meses saliendo juntos desde entonces. Muchos dicen
que el primer amor es el mejor, ¡y no me extraña! ¿Puede haber algo
mejor que lo que siento cuando la veo caminar hacia mi? ¿O cuando
me coge la mano?

Asesor matrimonial

Me paso la vida entre viejas y viejos, gordos y gordas, aburridos y


mediocres. Ellos vienen a mi con sus problemas matrimoniales,
esperando que yo tenga la varita mágica que solucione sus errores y
haga que vuelvan a tener la vida que tenían cuando eran veinteañeros.
Desconfianza, tedio, falta de tiempo… la mayor parte de las veces, se
reduce a eso todo.
Pero una mañana todo eso cambió cuando María y Juan entraron en
mi consultoría matrimonial. A Juan lo analicé rápidamente.
Trentaypocos, culto, bien vestido, con un físico más o menos cuidado y
unos hombros anchos. Probablemente ejecutivo, alguien que está
habituado a mandar. Y cansado. Pero a su lado venía la mujer más
atractiva que había visto jamás, María. Veintimuchos años colocados
en un cuerpo de infarto, con las curvas amplias y perfectas, coronado
por una sonrisa capaz de levantar a los muertos de sus tumbas. Sus
ojos brillaban como antorchas, y sus cejas se arqueaban y movían
como si tuviesen vida propia, dándole una expresividad a su cara que
daría envidia a los mejores actores. Y tras ella, una estela negra como
la tinta de un libro, y con unos profundos reflejos de azul o algo así. Su
vestido no era nada revelador, pero daba igual qué se pusiese esa
mujer, porque cualquier cosa con ese cuerpo haría que los hombres se
girasen a su paso.
Nada más verlos a ambos supe que nada sería igual, al menos con
ellos. Y supe que, por los medios que fuera, yo tenía que hacer que esa
mujer fuese mía.
Esa primera sesión fue normal. Con tranquilidad y confianza
estuvimos conversando de los pormenores de su relación. Estaban
pasando por la primera crisis fuerte de su matrimonio, debida a que
Juan tenía muy poco tiempo para dedicarle a María porque trabajaba
mucho. Y aún cuando estaba en casa, estaba cansado y sin ganas de
hacer nada. Ella no desconfiaba de él, ni nada por el estilo, pero la
relación se resentía igualmente.
Yo los escuchaba hablar con una sonrisa en la boca, sentado en mi
sofá individual mientras ellos compartían el grande frente a mi. Era un
auténtico esfuerzo no dedicar mi vista únicamente a recrearme en el
cuerpo de María, pero era necesario para darles confianza y seguridad.
Finalmente, cuando el tiempo de la sesión se acababa, les di unos
cuantos ejercicios y cosas que podían hacer juntos y que no les
llevarían mucho tiempo ni cansancio. Así, al hacer cosas de nuevo
juntos, ese abismo dejaría de crecer y, progresivamente, se reduciría.
La segunda sesión, tres días después, fue más o menos igual, y supe
por sus gestos y miradas que ya los tenía más o menos convencidos.
Realmente los ejercicios les habían venido bien, de modo que
confiaban en mi y volverían. Justo lo que necesitaba, ya había
conseguido el tiempo que me hacía falta. Esta vez si que dejé que, de
vez en cuando y con sutileza, mis ojos rodasen por las formas de
María. Sus labios delineados, las redondeles de sus pechos que se
insinuaban bajo el jersey, la cintura que desaparecía en unas caderas
suaves y redondas… Les volví a dar nuevos ejercicios, pero estos más
complicados. Se lo advertí, eran mejores, pero también requerían más
tiempo y sacrificio.
Como me esperaba, en la tercera sesión fui capaz de sonsacarles que
apenas los habían hecho. Juan llegaba demasiado cansado y sin ganas
a casa como para hacer cosas así. Les dije que era necesario, que los
ejercicios pequeños y fáciles no eran suficientes para deshacer la
brecha, y seguimos conversando de todo ello. Cuando terminábamos,
les di nuevos ejercicios, complicados, y me acerqué con ellos hasta la
puerta, agarrándolos a ambos con suavidad por los hombros como si
fuese un amigo de toda la vida. Sólo sentir la suavidad del hombro de
María bajo el algodón de su jersey me tuvo excitado todo el día.
De hecho, cada vez pasaba más tiempo de la semana pensando en
ella, maquinando, hasta el punto que yo mismo comenzaba a dedicar
menos atención a mi esposa. Irónico, ¿no?
Para la siguiente sesión llamé solo a Juan. Les dije que quería hablar
con cada uno de ellos a solas, y aunque él desconfió un poco, el hecho
de que le llamase a él primero hizo desaparecer esas reticencias. Al fin
y al cabo era un lugar público y demás. Estuvimos charlando toda la
sesión de su vida, de lo que esperaba de ella, de María, de lo que
hacían. Le propuse el juego de que me dijese qué cosas le gustaban a
su mujer, y fui tomando notas ávidamente.
Para la siguiente sesión, al día siguiente, vino María sola, como estaba
planeado. Y estaba de infarto. Quizás fuese sólo por estar nosotros
dos, pero me pareció que estaba más atractiva que nunca con ese
sweater un poco flojo y esos vaqueros más o menos ceñidos.
-Pasa María, toma asiento.-
Con tranquilidad, ella se sentó en el sofá delante de mí, y yo permití
que mis ojos la recorrieran un momento.
-Te queda muy bien el pelo así, ¿te lo has cortado un poco?-
Ella sonrió y su sonrisa le robó la luz al mundo. Según su marido,
siempre había sido muy vanidosa con su pelo, y aquello me lo
demostró. Fue una conversación suave y tranquila, no iba a
arriesgarme aún. Hacia el final, jugamos al mismo juego que con su
marido, pero que ella misma me dijese lo que le gustaba a ella.
También tomé nota, sorprendiéndome ante los errores de su marido.
Al final, tras los nuevos ejercicios, me levanté y me acerqué a ella.
-Así que nos vemos el miércoles- le dije, dándole la mano para
ayudarla a levantar.
-Claro que si, muchas gracias doctor.-
Su voz era suave y tranquila. Yo me había acercado mucho cuando le
di la mano, de modo que cuando se levantó estaba muy pegado a ella.
Noté la turbación que le producía que yo entrase en su espacio vital,
pero no dijo nada, de modo que con una sonrisa la acompañé hasta la
entrada. Y durante todo el trayecto, mi mano estuvo posada en su
cintura, algo no íntimo, pero ciertamente más cercano que las otras
veces. Y juraría que a ella se le puso la piel de gallina.
A la siguiente sesión vino ella sola de nuevo, excusando a su marido
porque había tenido una semana muy dura. Yo ya me conocía esas
escusas de sobra, decenas de mujeres habían escusado así a sus
maridos cuando estos perdían interés, o no tenían valor, o los miles de
posibilidades para que a sus psiques les diese vergüenza venir.
Esa vez me senté con ella en el sofá, y estuvimos charlando al
principio amigablemente. De vez en cuando, yo hacía algún
comentario que sabía que presionaba alguno de los puntos que a ella
le gustaban, y el brillo de sus dientes entre sus labios sugerentes me
confirmaba que lo había hecho bien. Así le sacaba hierro al asunto, y la
hacía sentirse cómoda en mi cercanía. Incluso me permití acariciar muy
brevemente su pierna en un momento dado, y ella ni siquiera se
inmutó. Para acompañarla a la salida repetí lo mismo de la última vez,
pero esta vez estando incluso un poquito más cerca, notando su suave
aliento en mi cara. Se azoró un poco, suavemente, pero no objetó
nada. Al fin y al cabo, yo sólo era un doctor, no una víbora intentando
seducirla. La acompañé a la salida de nuevo tomándola de la cintura
ligeramente, solo que mi mano iba un poco más baja que antes. Si ella
no hubiera sido tan inocente (su marido había sido su primer novio, al
fin y al cabo, y eso te marca) se hubiera dado cuenta de que mi mano
estaba posada en ese límite donde da a entender que quiere acariciar
lo que hay más abajo también.
La siguiente sesión fue intrascendente, ya que vinieron ambos y todo
volvió a ser como al principio. Sin embargo, el marido estaba retraído
con respecto al tratamiento, ya no se implicaba. Y la partida estaba casi
lista. Lentamente, en la conversación fui metiendo ligeras cuñas de
dudas, semillas que germinarían en María durante los cuatro días hasta
nuestro siguiente encuentro. Juan casi se dio cuenta, de hecho, en un
momento, ya que me miró un poco raro, pero al haber parecido un
comentario de consejero matrimonial, nada personal, lo dejó pasar. Sin
embargo, estuvo de mal humor toda la semana, y a la siguiente sesión
vino María sola de nuevo.
-Buenas, preciosa- la saludé, usando el adjetivo con tanta naturalidad
que ella no se lo tomó como el piropo que era. Al menos, no
conscientemente.
-Saludos doctor.-
-Llámame Eduardo, ya nos llevamos tratando tiempo de sobra como
para seguir con esas formalidades.-
Mi sonrisa hizo que ella asintiera, y comenzamos a hablar normal y
corriente, sentados uno al lado del otro. Ella me comentó que su
marido llegaba últimamente muy cansado a casa, más de lo normal, y
ahí supe que estaba mi oportunidad.
-Pero, ¿le han ascendido o cambiado de trabajo, o algo así?-
-No que yo sepa- me dijo con inocencia.
-Entonces, ¿a qué se debe que esté tan cansado?-
-No lo se, pero ya no quiere hacer los ejercicios ni nada por el estilo.-
Me tomé un segundo para pensar, fingiendo que analizaba la
situación cuando en realidad estaba ansioso por responder.
-María, ¿sigue haciendo el amor contigo?-
Ella se puso colorada como un tomate.
-Estoo… bueno…. Yo…-
-Tranquila, no te sonrojes, sólo necesito saberlo como vuestro
consejero. Eso es importante en cualquier relación- ella asitio
ligeramente, y me permití mirarla un segundo, notando como
respiraba aceleradamente.
-La verdad es que no, Doctor- ella se refugiaba en mi titulo en vez de
mi nombre para sentirse más segura. Pero eso no la iba a salvar.
-Ya veo. ¿Tiene alguna amante?-
Ella saltó en su sitio, alarmada por la idea, como si nunca hubiese
pensado en ella. Para "reconfortarla", posé con suavidad una de mis
manos en su pierna derecha, y la dejé estar ahí unos segundos,
notando la firmeza de su muslo bajo la falda larga que llevaba ese día.
-No, no creo, aunque…- el germen de duda que yo había plantado la
semana pasada comenzaba a germinar.
-¿Aunque?-
-No sé, no me presta atención como antes, ya no me mira como
antes.-
-Ya veo. Entonces, habrá que hacer algo para que te mire, ¿no?- ella
me miró sorprendida, no entendiendo muy bien por dónde iba.
-¿Algo?-
-Si mujer, tendrás que resultarle más llamativa. Eres una mujer
preciosa y atractiva como pocas- se sonrojó de nuevo suavemente-,
tienes que sacarle partido a eso. En vez de estos jerseys amplios,
prueba a vestir algo más ceñido y sugerente, y en vez de usar
pantalones y faldas largos, prueba con faldas por encima de las rodillas
y pantalones más ceñidos.-
Ella me miraba sorprendida, tratando de asimilarlo todo. ¡Nunca
había usado ropa como esa!
-Pero doctor, si me visto así pareceré una…-
-Eso depende de qué ropa uses. No digo que te pongas una micro
falda, ni que pierdas tu estilo. Se trata más de ser sensual, de insinuar,
de dejar entrever. De despertar su imaginación. La imaginación es muy
seductora, María, sedúcelo con ella.-
Ella asintió, entendiendo, y yo me levanté para ayudarla a levantar
como era tradición y acompañarla a la puerta. Ya en la puerta, pero
antes de abrir, me paré y le susurré al oído, cogiéndola por sorpresa.
-De hecho, si vistes así todos los días, pronto verás como él te mira
con unos ojos muy diferentes.-
Y, ciertamente, la terapia funcionó como yo sabía que lo haría, y
durante dos semanas vinieron ambos juntos y todo les iba muy bien.
María, sin embargo, estaba arrebatadora. Ahora usaba camisetas con
suaves chales por encima, o camisas abotonadas, o… y unas faldas
justo por encima de las rodillas, con un ligero vuelo… y cosméticos
nuevos, maquillaje suave y casi invisible, pero presente. Era un deleite a
la vista, estaba de muerte, y yo notaba como me moría cada vez que
ella no estaba. Pensaba en ella, en lo que le haría, en cómo lo haría, y
en lo que le estaría haciendo su marido.
Era hora de pasar al siguiente paso, o ambos se volverían a unir y
perdería mi ocasión. Así que volví a citarlos por separado. La de Juan
pasó lenta y aburrida, contándome lo bien que se sentía ahora con su
mujer, en su nueva energía y look, en todos sus puntos fuertes.
Pero después entró ella y yo no pude evitar mirarla de arriba abajo
con atención. Unas piernas suaves y aterciopeladas, eternas, se alzaban
sobre unos taconcitos no altísimos pero si suficientes como para
realzar. La mini falda verde se movía con ella, como si tuviese vida
propia, realzando la redondez suave de su culo. La cintura estaba
atrapada y casi invisible dentro de una camisa blanca más o menos
ceñida, que a la altura de los pechos casi parecía a punto de estallar. Y
encima, un pequeño chal verde a juego con la camisa, que
transparentaba y daba color a todo el conjunto, produciendo un
inquietante juego de sombras.
-Buenas preciosa, siéntate.-
-Gracias Eduardo.-
Me senté relativamente cerca de ella, oliendo el suave perfume que
emanaba de ella. Tenía que hacerla mía.
-¿Qué tal todo esta semana?-
-¡Fantástico!- sus ojos brillaron como dos diamantes, y a mi me
clavaron un puñal.
Durante unos minutos, me estuvo contando la dicha de la semana, su
nuevo reencuentro, la pasión perdida, todo. Yo asentía, como si
estuviese interpretando lo que ella decía, viendo algo que ella no veía.
-Qué lástima- comenté al final, sorprendiéndola por completo y
cogiéndola por debajo de la guardia.
-¿Por qué, Eduardo?-
-Es un caso clásico de Reencuentro de Pullman- me lo acababa de
inventar, pero necesitaba sonar técnico, y a ella le coló.
-¿Y eso que es?-
-Reencuentro temporal, que luego se rompe. Ahora lo tienes
hechizado con tu belleza, pero volverá a cansarse de ella. Hace falta
darle el último toque pero no se si tú tendrás el valor para ello.-
Ella me miró sorprendida, en silencio, escuchando sin entender muy
bien.
-Ya has visto- continué-, que la imaginación seduce. Hay que
seducirlo más para que se vuelva a enamorar. Así que has de excitar
más su imaginación. Para ello, debes usar el arma más clásica de la
mujer: los celos.-
Ella asentía, en silencio, sin entender muy bien.
-Cuando estéis con vuestros amigos, escoge a uno más o menos
atractivo y acércate especialmente. Ríele las bromas, habla con él como
si tuvieses confidencias, dirígele miradas veladas que vea tu marido…-
-¡Pero se enfurecerá!-
-Al principio, es posible, pero tú no estás haciendo nada malo y se lo
podrás demostrar. Pasa mucho tiempo con él, de modo que sepa que
en realidad no pasa nada, pero que no pueda evitar dudar. Así él se
esforzará en volver a seducirte, para recuperarte, y el lazo formado será
más fuerte que nunca.-
Ella asintió, comenzando a entender.
-Vamos a probar. Imagínate que estamos en una fiesta, y yo soy un
amigo vuestro. Él está delante, sentado en aquella esquina. ¿Qué
harías?-
Los siguientes veinte minutos de susurros, miraditas, risitas, y leves
roces me enviaron al cielo. Disimulé lo mejor que pude, e incluso me
convertí un poco en un baboso, "dentro de mi papel". Llegado cierto
momento, le cogí de la mano y tiré de ella hacia mi, apretándola contra
mi cuerpo. Ella se sobresaltó.
-¡Pero doctor, ¿qué hace?!-
-María, recuerda que no soy el doctor ahora, soy vuestro amigo. Y es
posible que ese amigo interprete tus gestos como que tú quieres algo
con él y actuará en consecuencia. Y tu marido está delante, tienes que
excitar un poco a tu marido, pero evitar que el amigo se propase.-
Ella asintió, comenzando a entender, pero sin verlo nada claro. Y
mientras, yo sentía la suavidad de sus pechos ligeramente presionados
contra mi, su cara a escasos centímetros de mi, sus ojos mirándome
directamente, como queriendo ver dentro de mi.
-Imagina que esto es el teatro. Estamos sólo interpretando unos
papeles.-
Ella asintió y se apartó de mi con suavidad.
-Lo siento, Jorge- es el nombre ficticio que le habíamos dado al
amigo-, creo que me estás malinterpretando…-
-No, María, se muy bien lo que quieres. Lo llevas pidiendo a gritos
toda la noche, y yo quiero dártelo desde que te conozco. Esta noche,
te voy a follar como un animal.-
-¡Pero doctor!-
-María, recuerda que es falso- dije, poniendo voz neutra. Ella asintió.
-Yo, Jorge, yo amo a mi marido, si hago esto es sólo para excitarlo…-
-No puedes decirle eso a Jorge, María- le dije yo hablando como yo-.
Nadie puede saber que es falso.-
-Yo soy una mujer casada y fiel, Jorge, esto no está bien…-
-Claro que lo está. Tú quieres sexo y yo te lo voy a dar, aquí delante
de todos si hace falta- dije, bajando mi mano hasta su culo y
apretándoselo con fuerza. ¡Dios! ¿Cómo podía ser así, tan suave,
redondo y firme.
-¡Jorge, saca la mano de ahí!- dijo ella, tomándomela y subiendo,
completamente metida en el personaje.
Entonces yo la cogí con fuerza y la llevé contra la pared, dejándola
apretada entre ella y yo, como un sándwich.
-Eres mía, y lo sabes- mi mano se posó en el muslo y comenzó a subir
ante su débil resistencia.
Y en eso se desató el infierno. Y no el que yo quería. Se había
acabado la hora.
Así que me puse serio, me separé de ella y noté como ella se
tranquilizaba. Yo sabía que todo lo dicho permanecería en su
subconsciente, y que a partir de entonces comenzaría a verme con
otros ojos.
-No ha estado mal, aunque debes ser más firme. Los otros hombres
nunca deben llegar a esta situación, o tu marido va a montar un caos
tremendo.-
Ella asintió, recomponiéndose de la situación vivida. Con suavidad, la
cogí de la cintura y la acompañé hasta la entrada. ¡A qué poco me
sabía ahora ese gesto que antes tanto me había excitado!
Las dos siguientes sesiones vinieron ambos y noté que todo
funcionaba perfecto. Había calado a Juan, y sabía que el hecho de que
ella más o menos flirteara con otros en efecto lo iba a excitar, pero
también a enfadar. Así que su relación fue a trompicones. A veces muy
bien, a veces muy mal. Dos sesiones después, una de las que llegaban
en un momento bueno, me dijo Jorge.
-Eduardo, mira, mañana es mi cumpleaños, y me gustaría que vinieses
a la celebración. Has hecho mucho por este matrimonio, y aunque no
todo vaya perfectamente, si creo que estamos avanzando.-
-Juan, te agradezco mucho la oferta, pero me temo que no va a
poder ser. Ya sabes, hay que mantener una distancia entre vosotos dos
y yo- aunque yo bien quisiese deshacer esa distancia con tu mujer…
-Ya, comprendo. No te voy a obligar, pero a ambos nos gustaría
mucho.-
Miré a María y noté el brillo en sus ojos. Ella estaba de acuerdo,
ciertamente, y algo excitada aunque ella no fuese consciente de ello.
-Bueno, si es así, no voy a rechazar tan generosa oferta. Allí estaré.-
Nos despedimos tras quedar a una hora apropiada en su casa y mi
imaginación se volvió loca. Hasta la noche siguiente, estuvo dando mil
vueltas, con la imagen, el olor, el sonido de María por todos lados. ¡Esa
mujer me volvía loco!
Su casa era un buen chalet en las afueras de la ciudad. Piscina, tres
plantas… un buen testigo de la alta posición que Juan tenía en su
empresa, especialmente en esta era de encarecimiento del suelo. Pasé
cuando me abrieron y felicité a Juan con una amplia sonrisa,
entregándole una muy buena botella de vino como regalo, ya que a mi
tampoco me van mal los negocios. Y entonces la vi a ella que entraba
desde una puerta lateral en el hall y vino a saludarme. ¡Estaba de
locura! Una falda larga, negra, con unas aberturas laterales más que
largas, que realzaba la línea de sus piernas. Unas sandalias de tacón
alto, negras, cerradas con unos suaves cordeles de algún material
indefinido. Una camisa blanca como el hielo, ceñida a sus poderosos
pechos. Y por encima, una chaquetita de punto, casi una redecilla, que
jugaba con la camisa de una manera particularmente excitante. ¡Y qué
sonrisa! El pelo, recogido en un moño con un palillo tipo chino, la cara
finamente maquillada, y un perfume suave y un poco dulzón. ¡Era una
diosa!
Vino a saludarme con una sonrisa que iluminaba la estancia más que
las bombillas, y nos dimos dos suaves besos en las mejillas. Estando su
marido al lado, había que ser discreto, aunque me permití ceñirla por
el talle para darle esos dos besos, colocando mi mano un poco más
abajo de lo que sería discreto, intentando mantener alejado de mi
mente el impulso de agarrarle el culo como la otra vez.
Estuvimos charlando brevemente. Y entonces Juan se dio la vuelta
para ir a dejar la botella en la bodega.
-Espera, ya la llevo yo, no te preocupes. Así curioseo un poco por
vuestra casa. Tú atiende a tus invitados- él asintió, sorprendido.
-De acuerdo, adelante. ¿Le llevas tú a la bodega, cariño? Así yo voy a
ver si mi jefe necesita algo.-
Ella asintió y me precedió mientras nos adentrábamos en el caserío.
Mis ojos no podían separarse de aquellos dos glúteos, suavemente
insinuados bajo la falda, que se mecían delante de mí. Descendimos las
escaleras y abrimos la puerta de la bodega. Dentro estaba a oscuras.
-Agarrate a mi un momento, que la luz está más adelante- dijo ella,
tendiéndome la mano.
Pero yo no iba a dejar pasar esa oportunidad. Ahora no había un
límite de hora. Así que me agarré a su cintura y me pegué a ella,
dejando que su culo acariciase con suavidad mi pene a medida que
avanzábamos. A ella le había sorprendido eso, lo noté, pero no dijo
nada, y avanzamos así unos diez metros hasta que encontró la luz en
una pared. Yo ya había dejado la botella atrás. Ella me miró,
sorprendida de que yo la siguiese abrazando cuando ya había luz.
-María, esta noche vas a ser mía- le dije, directo, notando como sus
ojos se abrían enormemente y su piel se sacudía Brevemente.
-Pero, ¿qué dices, Eduardo? Anda ya, no hagas bromas.-
Yo no estaba de broma, y se lo hice saber tirando de sus caderas
suavemente con mis manos hasta hacer que quedase bien apretada
contra mi. Ella saltó de nervios, notando como mi pene quedaba
fuertemente marcado en el espacio de su culo.
-Eduardo, déjame, déjame ya. Tengo que subir, mi marido me
espera.-
-Te dijo que me enseñaras la casa, y es una casa muy grande…- le
dije, en un susurro en su oído, suave, mientras mi lengua acariciaba
momentáneamente el lóbulo de su oreja como un latigazo. Ella dio un
respingo.
-Soy una mujer casada, y felizmente, y eso lo sabes bien.-
-Eres una mujer casada, cierto. Pero vuestro matrimonio hace aguas
dos de cada tres noches. Discutís a menudo, él no entiende lo que
hace, y si seguís juntos es porque la pasión con que él te posee en las
noches lo compensa. Esta noche lo compensaré yo.-
Un mordisquito en su oreja, luego otro, y dos besitos. La presión de
ella iba aflojándose a medida que le contraargumentaba y la iba
excitando. Recordó la otra sesión en que ella se había sentido acosada
por aquel alter-ego mío. Recordó sus sentimientos, las sensaciones…
-No, Eduardo, déjame ir. No puedo hacer esto.-
-¿No puedes hacer qué? ¿Vestirte como yo te he pedido que lo
hagas? ¿Cambiar de personalidad y forma de comportarte como yo te
dije? ¿Qué clase de peticiones mías son las que no puedes hacer?-
Una de mis manos en el lateral de su cintura avanzó, rodeándo su
talle por completo y apretándola contra mi. Como si fuesemos un solo
cuerpo, casi sin aire en el medio. La otra mano, comenzó a subir casi
sin tocarla, apenas un roce en su ombligo, más arriba, y más, un toque
suave en su pecho derecho, en su torso, en su cuello… hasta posarse
con fuerza en la línea suave de su mandíbula. Con un poco de presión
hice que volviese su cara para mirarme con sus enormes ojos negros,
que casi parecían suplicar algo. Su boca estaba ligeramente abierta, en
un rictus de indecisión, y aproveché la brecha.
Con energía, pasión y fuerza, la besé. Sus labios, finamente
delineados, turgentes y húmedos permanecieron estáticos, sin
responder, pero sin la energía de apartarse. Lentamente, serpenteando,
mi lengua se coló entre ellos y comenzó a acariciar la suya con
suavidad y sensualidad. Casi un minuto de beso hasta que me retiré y
la miré a los ojos.
-Dime que no te ha gustado- le dije con firmeza.
-Mi marido está arriba, podría bajar a buscarnos- protestó ella.
-Tiene una enorme casa por revisar, y muchos invitados que atender
sólo. Dime que no te ha gustado.-
-Yo no puedo hacer esto…-
-Dime que no te ha gustado.-
Se hizo el silencio, y muy lentamente volví a acercar mi boca a la de
ella, deteniéndome a unos centímetros. La miré a los ojos,
profundamente, quieto a esa distancia nimia de ella. No dijo nada. Me
acerqué un poco más, hasta casi rozarlos, y bajé mi mano de su
barbilla de vuelta a su cintura. No apartó la mirada de mi, no giró la
cara.
-Dime que no te ha gustado- silencio-. Pídeme que te bese.-
Ella tenía la garganta seca, me miraba a los ojos incapaz de decidirse.
Hice ademán de acercarme más aún, pero me retiré justo antes de
besarla.
-Pídeme que te bese.-
Silencio. Así que, lentamente, comencé a retirarme de ella. Sus ojos se
abrieron, y su lengua humedeció sus labios mientras yo separaba mi
cara de ella. Y entonces, con una voz suave y dulce lo pidió.
-Bésame.-
Nuestros labios se fundieron como magma, enredándose y
rozándose. Mordiéndose, tomándose y dejándose. Acariciándose y
poseyéndose. Nuestras lenguas salieron a acariciarse, formando nudos
inseparables mientras ella cerraba los ojos y se entregaba.
Siempre he pensado que se puede follar a una mujer, se la puede
joder. Pero nunca la habrás tenido entera si no te besa de verdad. ¡Y
aquello era la definición misma de un beso de verdad!
Estuvimos una eternidad besándonos así a medida que notaba que se
relajaba entre mis brazos, que se excitaba más y más. Entonces mis
manos se pusieron en movimiento. Una ascendió hasta sus pechos.
Grandes, firmes, resistentes. Aún por encima de la camisa y del
enrejado, jugué con ellos. Los agarré, sopesé, acarició, toqueteé. Creo
que hice cualquier verbo que pueda ser aplicado a unos pechos. Eran
increíbles, firmes como ningunos pese a su voluminoso tamaño. Y ella
me los entregó sin recato, dejando que sus pezones se endurecieran
entre mis manos.
Mientras tanto, la otra descendió y se coló por los laterales de la falda
hasta llegar a su entrepierna. Estaba empezando a humedecer las
bragas ya, señal inequívoca de que de esto ya no había marcha atrás.
Con suavidad, acaricié sus muslos sedosos, suaves, calientes, subiendo
lentamente por el interior de los mismos hasta su diminuta tanga. Por
encima de la misma la acaricié toda, calentándola, excitándola con el
roce de la tela y la presión de mis dedos sobre sus partes íntimas.
Y tras un minuto así, mis manos regresaron a sus caderas con un
gemido de protesta por su parte. Las planté con suavidad y firmeza a
sus lados y, con un movimiento decidido, la obligué a darse la vuelta y
quedarse delante mía, sin que nuestros labios se separasen en ningún
momento. Un beso tan fantástico no podía ser desperdiciado. Ella
misma rodeó mi cuello con sus brazos y se apretó contra mi, como si
quisiese expulsar todo el aire que pudiese separarnos.
Mis dos manos regresaron a ese culo del que nunca se hubieran
separado y, levantándola por ahí, la llevé hasta la pared. Besándola
durante todo el camino, sus ojos prendidos como llamas en los míos.
Sólo una vez recostada contra la pared separé mis labios de ella, que
aproximaba su cabeza detrás mía como si no me quisiese dejar
marchar.
-No te equivoques, María, esta no es una noche de pasión, no es un
calentón y ya está. Esta es la primera de muchas veces. Tantas que ni tu
propio marido en vuestros seis años de matrimonio más el noviazgo
podrá igualar jamás.-
Su culo en mis manos, sus pechos aplastados contra mi, sus ojos
clavados en mi como dagas. Dejé que mis palabras calasen en ella, y
ella por toda respuesta sólo se humedeció los labios en anticipación,
mostrando brevemente su lengua juguetona. El pacto estaba sellado.
-Voy a demostrárselo a todos.-
Y entonces, con un movimiento rápido, saqué el alfiler que sujetaba el
pelo en su apretado moño. Casi fue como una explosión, al liberar el
pelo de su cadena, este cayó por su espalda desordenado, salvaje,
como una cascada negra de pasión. Ella solo sonrió.
-Si de verdad me quieres tener- respondió con la voz enronquecida
por la excitación-, demuéstramelo.-
Mis labios se apoderaron de los suyos inmediatamente, y estos los
recibieron ansiosos. Con mis manos separé su culo de la pared,
apretándolo contra mi paquete. Las metí por ambas aberturas y agarré
sus bragas. Me solté con pena de sus labios fantásticos y fui
agachándome ante ella a medida que le bajaba su tanga. Ella misma
movió sus dos columnas hacia fuera cuando su tanga llegó al suelo, y
yo, con una sonrisa sardónica en la boca, me las guardé en un bolsillo.
Ella sólo rió suavemente. Agarré la redecilla que cubría su camisa y casi
con dulzura se la fui sacando por encima de la cabeza, mirándola a los
ojos.
Ella casi parecía desafiarme a continuar, y yo acepté el desafío. Con
destreza, comencé a soltarle los botones de la camisa, de abajo hacia
arriba, retrasando el placer de ver sus dos pechos y aumentando así
nuestra ansia y excitación. Pero finalmente quedaron a la vista,
atrapados en un sujetador blanco de encaje que los mantenía en su
posición perfecta, redondos y suaves, grandes pero no demasiado.
Elegantes y pasionales.
-Ellos también son tuyos- dijo ella con una sonrisa, dejando caer la
camisa, que descendió rozándole los brazos y la espalda.
Yo, por mi parte, la recosté de nuevo contra la pared y me dediqué a
saludar con efusión a mis dos nuevas propiedades. Besos, mordiscos,
abrazos, apretones, achuchones, caricias suaves, caricias fuertes,
lametones. Nunca pensé que unos pechos naturales pudiesen ser de
ese tamaño y casi no caerse por la gravedad. ¡Bendita juventud! Bajé
ambas copas del sujetador y me lancé a devorar sus pezones, como si
me fuera la vida en ello.
Y mientras, mis manos se encargaban de su falda. Un botón, dos
botones, y cayó al suelo deslizándose por sus piernas, que ella
contoneaba para facilitar su descenso. ¡Estaba desnuda para mi! Volví a
besarla durante minutos sin fin, mientras mis manos se paseaban por
todos los pliegues de su cuerpo, explorando, acariciando, amando. Ella
me miró a los ojos, separándose de mi suavemente.
-Fóllame.-
Una sola palabra, casi un mandato. Me bajé los pantalones mientras
seguía disfrutando de sus pechos, y pronto los siguió el calzoncillo. Me
erguí ante ella y, mirándola a los ojos, coloqué la punta de mi pene en
la entrada de su vagina. Ella solo sonrió, y meció las caderas
invitándome a entrar. Y yo, obviamente, no decliné su invitación.
Despacio, sintiéndola entera. Dos meses de conocernos deseando
este momento, preparándolo con cuidado, manipulando todo lo
necesario para que llegase… ¡y aquí estaba! Choqué con mis caderas
contra las de ella con un gruñido sordo, acompañado de un gemido de
ella. Nos quedamos quietos, pausados en el tiempo como una única
estatua, mirándonos.
Y luego empezamos a movernos. La pasión que nos animaba al
principio se unió a la dulzura en movimientos largos y suaves, pero
profundos. Ella movía su cadera al mismo tiempo que yo, y sus círculos
hacían que todos nuestros cuerpos se rozasen, fuera y dentro, como si
tratáramos de lijarnos el uno al otro. Nuestros labios se fundieron de
nuevo, intercalando sus besos y caricias con los gemidos de ambos.
Y, lentamente, el movimiento se fue acelerando. Al calor y la
excitación del momento, dejamos de besarnos, y sólo nos miramos a
los ojos, como retándonos a ver cual de los dos se corría primero.
Ansiosos el uno del otro. Ninguno de los dos ganó ese desafío, y
ambos llegamos al mismo tiempo. Dentro de ella. No se si es que no
nos acordamos del condón, o simplemente no le dimos importancia.
Nos quedamos abrazados unos minutos más, como lamentando que
el final hubiese llegado. Besos, caricias, todos nuestros contactos
buscaban prolongar ese éxtasis un poco más. Me hubiera gustado
haberle hecho muchas más cosas, haber compartido con ella otras
posiciones, y momentos, pero en la sonrisa de ella estaba la promesa
de que eso llegaría.
Nos vestimos y nos arreglamos con cuidado en un baño cercano,
entre las últimas caricias y besos, y luego nos reunimos con los demás.
Ella iba con el pelo suelto, y no se qué le dijo a su marido para
explicárselo.
Fuimos amantes durante siete meses y a medida que su matrimonio
se enfriaba, nuestra relación cobraba aún más fuego, y pasión, y amor.
Amor, ciertamente, me había vuelto loco por ella… y al cabo de trece
meses, ella se entregó a mi por completo, ante el juez. El brillo de su
sonrisa en el momento es algo que me seguirá hasta la tumba, pase lo
que pase a partir de ahora en nuestra vida juntos. Y dice que quiere un
niño…

Reto

-Me temo que no, seria demasiado sencillo y siempre me pareció de


perdedores. Para cualquiera de mi edad, sois demasiado predecibles y
fáciles de manipular. Se os convence con técnicas básicas porque en
vuestra inseguridad y ganas de experimentarlo todo están todas las
herramientas necesarias: basta con ser alguien seguro, algo chulesco y
decidido. Y así no hay reto.-
Con una sonrisa, me di la vuelta y me alejé, dejando plantada a la "tía
buena" de clase: Laura. Uno se siente poderoso cuando hace algo así y
reconozco que mi ego creció ligeramente a medida que me alejaba de
su cara sorprendida. Ella, desde luego, no se esperaba esa respuesta,
aunque he de reconocer que había sido completamente sincero con
ella.
Y es que, con casi seis años más que ella tengo 25 años por cierto,
había un abismo entre ambos. Ella acababa de entrar en primero de
Sociología y yo estaba en su mismo curso... pero era mi segunda
carrera. Mi Licenciatura en Periodismo, y las experiencias que la
acompañaban en cuanto a aprendizaje, maduración y demás... bueno,
eran de otra escala por completo.
Los años fueron pasando entre clases, trabajos y fiestas. Nunca
perdimos del todo el contacto, ya que siempre teníamos alguna
asignatura en común, pero tampoco nos movíamos en los mismos
círculos. Manteníamos la clásica relación cordial de compañeros. Ella
tuvo un novio y luego otro; yo tuve una novia que me dejó tras dos
años, y muchos rollos aquí y allá. Todo avanzaba según uno esperaría.
Y, ante mis ojos (y los de cualquiera que la viese pasar con su suave
movimiento de caderas), ella se transformó lentamente de la niña
guapa a una mujer en el sentido pleno de la palabra. ¡Y menuda mujer!
Sexy sería la palabra que la describiese, aunque quizás los americanos
elegirían hot: una cascada de ideas castañas enmarcaban una cara
ovalada y delicada, dulce y sensual, que miraba desde dos pozos de
inteligencia pardos a juego con su pelo. Su cuerpo estaba cargado de
las curvas justas para ser inmejorable, que se encargaba de ensalzar
como Marx a la clase obrera, pero siempre sin mostrar, simplemente
sugiriendo y animando a la imaginación. Y sus movimientos eran
suaves y felinos, cargados de esa sensualidad que sólo tiene aquel que
no necesita esforzarse ni fuerza los gestos sino que le sale de modo
natural. Y, si por fuera era espectacular, era su interior lo que más
brillaba: juguetona, inteligente, carismática, modesta... ¡una entre un
millón!
Cuando me di cuenta de que me gustaba, decidí que no iba a dejar
pasar el último año juntos sin intentar tener algo con ella. Además, con
mis años de ventaja, ¡seguro que sería fácil! Bastaría con apretar las
cuatro piezas clave, y ella caería rendida a mis pies.

Así que un día que la vi paseando por los pasillos de la facultad me


aproximé por detrás y directamente la abracé. No me apreté, tampoco
era plan, pero sí que le hablé al oído con voz firme y sensual.
-¿A dónde va la chica guapa de la facultad?-
Mis palabras atravesaron la breve distancia que separaba mis labios
de su orejita pequeña y suave, donde un pendiente dorado con forma
de luna brillaba levemente. Podía notar el leve calor de su cuerpo, el
olor a champú suave de su pelo, el suave roce de la tela de su
camiseta...
-A reprografía, y si crees que con esto vas a conseguir algo, te
equivocas mucho.-
Y, con un suave giro de cadera se desprendió de mis brazos, me
sonrió con sexy ironía, y se alejó delante mía. No me había dado
tiempo ni siquiera a mirarle el espectacular canalillo que se le marcaba
mientras se marchaba por el pasillo, dejándome de piedra en el sitio.
Intenté técnicas tan sofisticadas como esa un par de veces más, lo
reconozco, y lo que conseguí fue siempre una sonrisa pícara cargada
de ironía y un firme "no".
-Lo siento, pero esta pequeña ya se aburrió y aprendió las técnicas de
los maestros de la seducción como tú- me dijo la última vez, mientras
se alejaba, tras darme una suave palmadita en la cara como quien
regaña a un niño.
Con cada negativa, Laura me gustaba más, porque dejaba ver
pequeños trocitos de su mente brillante y segura de si misma. Así que
pasé al segundo plan: recolección de información. Lo que le gustaba,
que no tenía pareja, cosas así. Era increíble que, tras cuatro años de
clase juntos, supiese tan poco sobre ella.
Así que pregunté entre la gente de clase, con suavidad y sutileza,
intentando que no se notase mi interés por ella ya que no quería que
se diese cuenta de que sus dos almendras brillantes me hechizaban
cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Bueno, eso cuando no me
sentía completamente arrebatado por cualquiera de sus otras
poderosas argumentaciones, como sus pechazos firmes y redondos, o
la suave curvatura que sus pantalones hacían a la altura de su culo.
Fue preguntando como me enteré de que su grupo favorito
era Supertramp, y su película favorita El Hundimiento. Que le gustaba el
rojo, y que escribía en un blog que nadie de la facultad conseguía
encontrar en Internet, ya que ella lo mantenía celosamente escondido.
Ya sabía de sobra de sus buenas notas a lo largo de la carrera, pero no
sabía que desde el año anterior trabajaba como becaria en uno de los
departamentos de la facultad. Ni que se pirraba por el sushi.

Ya con esta información en la mano, y mucha otra, fue cuando decidí


dar el siguiente paso: fase tres del plan, organizar una "salida de clase".
Así que fui hablando con los compañeros de clase, y que ellos
invitasen a quienes quisiesen. La excusa era que habíamos vuelto de
las vacaciones de navidad y teníamos que aprovechar los últimos
meses juntos antes de que se acabase la carrera. El miedo al final, los
nervios e inseguridades que este produce, eran perfectos para
conseguir convencer a todos.
Eso si, nunca le dije nada a Laura de la salida. Había plantado las
piezas para que se enterase a través de otros, pero no quería que lo
supiese por mi parte, pensando así que me tenía en sus manos. Eso
claramente no valdría para ligar con ella.
Así que los reuní a todos en mi bar favorito, uno donde ponen música
de rock clásico a un volumen aceptable, donde bailar, beber y reírse
juntos. Como era temprano, el local aún no estaba muy lleno cuando
llegué, y me junté con los pocos que habían llegado antes que yo.
Estábamos bebiendo una copa, saludando a los que iban llegando con
sonrisas y abrazos, con esa típica efusividad que por alguna razón sólo
se da cuando se sale de fiesta, aunque luego vayas a ver a esas
personas todos los días en clase; bueno, pues en eso estábamos
cuando de pronto llega ella, tal y como esperaba: una camiseta roja
ceñida del The Wall de Pink Floyd que le marcaba su generoso pecho y
dejaba sus hombros descubiertos al estar sostenida sólo por dos finas
tiras; una minifalda vaquera por la mitad de los muslos que dejaba
disfrutar de la vista de sus preciosas piernas enfundadas en medias
color carne, y un bolsito negro pequeño donde llevaba sus cosas. La
verdad es que me sorprendía que no tuviese frío con esa ropa, pero
por lo visto había venido en taxi y pensaba irse de la misma forma.
¡Suerte del taxista que la llevase! Ella fue saludando uno por uno, beso
a las chicas y dando la mano a los chicos, y cuando llegó mi turno
necesité hacer el acopio de todo mi valor para no mostrar nerviosismo
ni sorpresa ni nada. Lo conseguí, aunque tampoco es que Laura se
parase mucho antes de ir a saludar al siguiente. ¡Y yo que esperaba
poder charlar con ella! Pues nada, un chasco.
He de reconocer que esa noche no conseguí nada, salvo llevarme un
calentón de tres pares de cojones. Y es que verla charlando
tranquilamente, riéndose y sonriendo era mucho... ¡pero verla bailar y
menear las caderas suavemente en la pista era una locura! ¿Cómo
podía ser tan increíblemente sexy incluso cuando lo que estaba
haciendo era el payaso al ritmo de Born to be Wild? No hablemos de
cuando sonó You Can Leave Your Hat On, donde la potente y
tentadora voz de Joe Cocker fue incapaz de siquiera hacerse oír por
encima del tronar en mis oídos de mis propios latidos al verla moverse
cadenciosamente de un lado a otro. ¡Ni Afrodita misma podría bailar
así de bien!
Pese a mi calentón, y que ella pasaba la mayor parte del tiempo con
la gente que más conocía, la noche fue genial. Todos nos reímos un
montón, contamos batallitas de las navidades, recordamos los
momentos embarazosos con los profesores... y alguno y alguna incluso
tuvieron más suerte que yo y acabaron enrollados entre si. Al final, si
conseguí hablar algunos ratos con Laura, aunque siempre en grupos
más amplios, lo cual me permitió dejar caer alguna de las perlas que
sabía que a ella le encantaría oir, como mi afición por el sushi (ojo, que
no miento, ¡mira que está rico el endiablado!).
Esa noche no pasó nada más, pero como el plan fue un éxito para
todos, decidimos repetirlo dos semanas después. Yo sabía que de esa
noche no pasaba, que ella caía fijo... y apareció cogida del brazo de un
chico. ¡Maldito cabrón con suerte! Bailamos, charlamos, nos divertimos,
pero cada vez que el rubio le daba un beso me llevaban los demonios.
Y no fueron pocas veces...
Y, para joderse, ella claramente besaba de puta madre...
Pero aún así fue divertido, y salir en grupo se convirtió en una
tradición. Laura y su rubio estuvieron saliendo un mes antes de cortar,
según supe porque él la atosigaba mucho y ella quería su espacio vital;
sin embargo, las malas lenguas decían que él era un machista y que
ella lo había puesto en su sitio. Sea como fuera, ella volvió a salir con
nosotros sola, y yo aproveché el alcohol y las risas para irme acercando
poco a poco. Jueves tras jueves conseguía enganchar alguna
conversación con ella y, mientras me perdía en como ella mordía la
pajita o en el brillo de sus ojazos, siempre acabábamos encontrando
algún tema interesante del que charlar, que nos motivaba a ambos.
Incluso el 8 de Febrero, en la cuarta salida del grupo, ella bailó
conmigo bastante pegados. No me tiraré flores, ya que no bailó solo
conmigo a lo largo de la noche, pero ser uno de los elegidos ya era
mucho. Notaba cada vez más la cercanía entre ambos y saber que era
capaz de hacerla reír incluso cuando me meneaba en la pista (porque,
tras tres rones con cola dudo que se pueda llamar a lo que hago bailar)
era mucho. Y sentir sus brazos alrededor de mi cuello, el roce casual y
ocasional de sus pechos contra mi, o de sus rodillas al hacer algún
movimiento... bueno, me tenían al borde del descontrol y me gustaría
creer que a ella también, aunque siempre se alejaba antes de que nos
pudiésemos acercar a la barrera donde pasase algo de verdad.
Así que decidí que de la semana siguiente no pasaba. ¡Laura y yo
acabaríamos juntos! Sin embargo, el Destino es un cabrón, y justo ese
miércoles vino a la ciudad Anita.
Anita es una amiga de la infancia a la que quiero como a una
hermana ahora tiene 18 años y es muy hermosa.
Pero necesitaba pensar algo, porque no podía dejar pasar ese jueves
en que todo estaba a puntito de caramelo con Laura. Así que convencí
a Anita para que se viniera con nosotros. Sabía que salir con un grupo
de universitarios le encantaría y daría historias para presumir con sus
amigas, además de que me permitiría enseñarle a beber. Malvado de
mi, además conseguí que aceptase pretender que estábamos
tonteando (aunque la muy cabrona me sacó la historia de Laura entera
a cambio, y que la invitase a la bebida por la noche, pero por Anita lo
que sea...).
Ese toque de ironía y demás debería servir para que Laura se
sorprendiese y se enfadase, y darme la herramienta necesaria para
arrancarla un beso de los de verdad usando sus celos. ¡Plan malévolo
en marcha!
Entramos cogidos de la cintura y todos nos miraron sorprendidos. Fui
presentando a Ana a todos, y ella encantada de salir con nosotros les
iba dando besos con los ojos brillantes. Cuando le llegó el turno a
Laura, esta la recibió encantadora con una sonrisa y dos besos.
¿¡Cómo!? ¿No se picaba ni se celaba? ¿¡Qué demonios!?
La pequeña se integró rápidamente en el grupo y se puso a bailar,
charlar y pasárselo bien. Yo ocasionalmente, la cogía por la cintura y
demás para mantener la fachada, pero sólo le sacaba una sonrisa
irónica a Laura. ¡Y que sonrisa! Fue hacia medianoche que, cuando
cuadramos solos, ella me dijo:
-Puedes dejar de pretender lo que no es, claramente no hay esa
química entre vosotros dos.
Me quedé de piedra. Una vez más, había desarmado mis planes e
ideas como si fueran castillos de cartas al viento. ¿Cómo podía leerme
con tanta facilidad? Me quedé viendo el vaivén hipnótico de sus
caderas a medida que se colaba entre la gente hacia la camarera del
local de salsa donde habíamos salido aquel jueves.
El resto de la velada fue genial, nos centramos en pasarlo bien. Ella
acabó borracha, pero menos que de otra forma, y me gusta creer que
conseguí que aprendiera algo acerca de los límites de lo que puede o
no beber.
Para entonces se acercaban los exámenes de Febrero. Y, con ello, se
cancelaron las salidas. He de reconocer que soy "un jodido genio", así
que dejé todo para última hora... como siempre. No es que sea mal
estudiante, que para nada, sólo que me sobre valoro. Y como tengo
hábito de estudio y método, así como muchos conocimientos de
cuando estudié Periodismo, pues salgo adelante pese a ello y no
aprendo a organizarme. Así que cuando llegan los exámenes mis días
se convierten en sucesiones de horas desperdiciadas sin hacer nada, y
otras de locura en que tengo que estudiar todo lo que no he hecho
hasta entonces.
Sin embargo, incluso en los días en que más estresado estoy y llevo
catorce horas en la biblioteca, me tomo el tiempo que haga falta para
explicarles a mis compañeros las cosas que ellos no entiendan, en
debatir con ellos los apuntes y demás. Es algo que me ayuda a
aprender, la verdad, y además me hace ser el tío más molón de clase.
Bueno, quizás no, pero me hace sentir bien saber que ayudo a la gente
que aprecio y eso es suficiente.
Fue en uno de esos días estresantes en que Laura se me acercó
directa y decidida. Yo estaba saliendo de clase y me paré ante ella con
una sonrisa, sorprendido de que viniese hacia mi ya que normalmente
ella estudia sola. Sin embargo, en silencio, se puso de puntillas y me
dio un pico suave y dulce.
-Eres tonto.-
Y se fue. Como el viento. Dejándome de piedra. Y con el tacto de sus
labios grabados a fuego en los míos.
Cuando la vi en el intercambio de clases, me aproximé raudo a ella
esperando alguna explicación. Pero no me la dio, ni a la siguiente, ni la
de después. Dos días después la arrinconé en la escalera y le pregunté
a bocajarro por el beso.
-Pues eso, que eres tonto. Mira que das vueltas para las cosas
sencillas y haces las cosas complejas fáciles. Y para no alargarlo
innecesariamente, te he animado.-
Se quedó mirándome con una sonrisa tranquila, deliciosa, mientras yo
procesaba sus palabras. Y, a medida que las procesaba, la distancia
entre ambos se reducía, hasta que el sabor del cacao de sus labios
llegó a los míos. Un beso, otro, una lengua que decide explorar
territorios desconocidos, un abrazo que se cierra. Y, cuando quisimos
saberlo, nos estábamos besando con todo. Desde luego, confirmaba
sin dudas que besaba de puta madre. Mis manos descendieron a sus
caderas sinuosas, mientras comenzaba a besar suavemente su cuello y
ella dejaba escapar un suave suspiro.
-¡Vamos!- dijo ella con la voz ronca por la excitación, mientras me
tomaba de la mano.
Con rapidez, subimos a los baños del último piso aprovechando que
la gente entraba a clase para preguntar las últimas dudas. No era el
lugar más elegante, es cierto, pero necesitábamos sentirnos el uno
contra el otro sin molesta ropa de por medio. Su camiseta voló nada
más cruzar la puerta, la mía se decidió por el puenting sin cuerda; sus
pantalones descendieron a rappel a través de las engañosas curvas de
sus piernas, los míos hicieron espeleología. Y, cuando nos dimos
cuenta, nos parecíamos a Adán y Eva pero sin hoja de parra.
Me quedé mirándola unos segundos: sus pechos se movían
acompasados con sus respiración acelerada, hinchándose como frutas
maduras listas para la recolección. Su pubis estaba cuidadosamente
recortado, de forma que quedaba un mechoncito suave y breve. Su
vientre era plano como una tabla de planchar, con un
pequeño piercing dorado en el ombligo del que colgaba un smiley que
se movía acompasado con ella. Sus ojos me devoraban igualmente,
hasta que los pocos segundos de separación se hicieron insoportables
y volvimos a abrazarnos y enredar nuestras lenguas. ¡Su saliva era de
fuego!
La subí sobre uno de los lavabos que estaban limpios (¡benditos
baños de chicas!) y nos apresuramos a fundirnos en un ser. No había
tiempo que perder, ya llevábamos años de retraso. La levanté de sus
glúteos duros y firmes y, con dificultad, la fui colocando más cerca del
borde. ¡Que olor desprendía desde abajo! Como néctar, o como una
dosis de viagra, consiguió que mi pene se endureciese aún más, hasta
resultar casi doloroso. ¡Y me llamaba!
Así que no pude negarme a su reclamo y, con dolor en el alma, tuve
que romper nuestro beso. Con una mirada cómplice y tentadora,
comencé a descender por su cuello firme, por encima de las clavículas
y de sus tersos pechos... besando, acariciando, lamiendo. Los pezones
salieron a mi encuentro y pronto estaba succionándolos como si no
hubiese un mañana. Podía sentirlos endurecerse entre mis labios y
dientes, a medida que la sangre los llenaba y se volvían más rojos. Y,
cuando parecían a punto de explotar, los abandoné y continué
descendiendo suavemente por su tripita, dejando un rastro de saliva
allá por donde mi lengua había explorado el camino hasta su cueva
inferior.
La cual, sin sorpresas para nadie, devoré como si no hubiese comido
en toda la semana. Primero jugué por los alrededores, arrancándola
una sonrisa entre frustrada y apasionada que me calentó tanto que el
mismo Infierno a mi lado parecería una nevera. Así que jugué,
tentándola suavemente, sin decidirme a ir a por el plato principal hasta
que ella me guió hasta él con sus manos y me encerró con sus piernas
para que no pudiese escapar. ¡Como si pudiese querer huir de tan
dulce prisión! Lamí, besé, succioné, legüeteé su clítoris... e infinidad de
cosas más para las que no tengo palabras adecuadas, mientras ella
suspiraba encima de mi, mirándome con sus ojos brillantes por el
placer. Su espalda se fue arqueando, sus ojos se clavaron en el neón
que iluminaba el lugar y sus hombros chocaron con el espejo
lentamente, como si de un vals de placer se tratase... y llegó a su
orgasmo. Silencioso, apasionado, cargado de energía.
Dejé que se repusiese besando con suavidad sus pantorillas,
perfilando sus músculos firmes y su piel aterciopelada, y finalmente
subiendo de nuevo al encuentro con su boca que me recibió ansiosa
por compartir sus néctares y compensarme por el placer que le había
dado. No fue un beso, fue un mordisco, y otro, de labios que no se
desean sino que directamente se necesitan. Manos que se reconocen,
miradas cómplices. Devoré su cuello como si no hubiera lugar más
sacrosanto en el mundo, y sus pechos encajaron en mis manos como si
estuviesen moldeados para ellas, mientras me preparaba para
penetrarla. Me recibió con una sonrisa, que sellé con un beso cuando
desapareció nuestra individualidad. Y, como si quisiésemos recuperar
los años perdidos, nos entregamos completamente el uno al otro.
No fui brusco porque, aunque mis músculos me pidiesen acelerar a
cada minuto, no quería que aquello acabase. Pero tampoco fue un
polvo suave de película romántica. No, fue firme, acompasado,
profundo. Exploraba su interior como si Teseo quisiese recorrer el
laberinto en busca de un placentero minotauro. Un laberinto húmedo,
cálido, que parecía querer retenerme cuando me tocaba alejarme.
Los minutos fueron pasando en tan placentero ejercicio, aunque
ambos ignorábamos al tiempo, perdidos el uno en el otro. Y,
finalmente, con un beso que sellaba nuestros labios, nos corrimos,
primero yo y poco después ella.
Quedamos abrazados, con sólo el ruido de nuestra respiración
acompasada para romper el silencio del baño. Y estallamos en risas. La
abracé con más fuerza y, durante una eternidad, permanecimos así, el
uno en brazos del otro, como si no existiese el mundo más allá de la
puerta.
-Tonto- dijo, cariñosamente, con una sonrisa, mientras acurrucaba su
cabeza en mi hombro - . ¿Ha sido esto suficiente reto así para tener tu
interés?-
Y se rió, con su risa cristalina y deliciosa.

Ahora se acercan los exámenes de Junio, con los que ambos


esperamos Licenciarnos. Seguimos juntos desde entonces, y no hay día
que pase que no de gracias por ello. ¿A dónde llegará esto? No lo se,
pero han sido los mejores meses de mi vida, y la mejor despedida
posible para la Facultad.
Y siempre que voy de camino a la facu o a quedar con ella, no puedo
dejar de poner a Supertramp en el móvil, y su "Give a Little Bit".

¿Truco o trato?

Hay ocasiones en que la improbabilidad simplemente se da. Al fin y al


cabo, improbabilidad sólo implica que ocurre muy pocas veces, pero
puede ocurrir. Nos puede tocar la lotería, o un cambio de destino a las
islas Fiji, o una herencia millonaria… o que te toque pringar y currar en
casa durante el puente largo de Halloween.
Bueno, vale, eso no es tan improbable, pero desde luego me había
tocado.
Llevaba cinco días encerrado en casa, alimentándome mal, y
dedicándole todas mis horas de vigilia al ordenador. Datos en una
hilera tras otra para un informe que tenía que entregar en la empresa
el miércoles día 2. Esa clase de curro que entra el jueves antes de un
puente y tenía que estar hecho “para ayer”. Esa clase de cosas que
cuando te descuernas y te matas por tenerlo a tiempo, te llevas una
palmada en la espalda, y tu jefe un aumento de paga o las jodidas
vacaciones en las Fiji. Si, esa clase de putada que no es improbable.
Llevaba ya hecho como tres cuartos del trabajo, pero aquella tarde-
noche no había quien se concentrase: entre la algarabía de la calle, los
continuos timbrazos en la puerta. Me puse música, y ni con eso
conseguí que la inspiración llegase para escribir esos jodidos párrafos.
Y un timbrazo tras otro, hasta que finalmente decidí apagar la luz del
recibidor y hacer como si no estuviese en casa. Dejé de responder al
timbre y algo de tranquilidad gané.
Hasta las once o así. Llevaba un buen rato sin sonar el timbre,
supongo que porque los críos estarían en sus casas cenando o algo así.
Y, de pronto, ding-dong. Algún chaval retrasado o más mayorcito con
ganas de dar por culo, seguro. Obviamente, yo no estaba del mejor
humor. Ding-dong. Pero, ¿es que no entienden que si no abro la puerta
es que no estoy? Bueno, aunque esté, que no estoy para abrir. Ding-
dong. Vale, ya me ha tocado los huevos. ¡Así no hay quien curre!
Abrí la puerta sin mirar, con cara de pocos amigos, y lo primero que
noté es que la enfermera que me miraba a los ojos lo hacía desde mi
propia altura, y que tal como iba lo más probable es que matase a un
paciente del infarto antes que curarlo.
-¿Truco o trato?- preguntó ella, pícara.
Yo no tenía respuesta para una pregunta tan obvia. Mis ojos no
podían separarse de aquellas almendras pardas que brillaban ante mi.
Bueno, de ellas, y de la sonrisa carnosa que parecía acariciar más que
morder el extremo de la pieza de oír del estetoscopio, cuya punta
redonda danzaba suavemente sobre sus amplios pechos apenas
tapados por un top blanco con una cruz roja.
-Ahora es cuando se supone que digo algo ingenioso, ¿no?- es lo
único que pude articular, al final. Estaba claro que la sangre no la tenía
en el cerebro precisamente.
-Aja- dijo, ella, ampliando la sonrisa mientras danzaba suavemente,
moviendo una cadera estrecha en la que se veía un pequeño piercing
con otra cruz roja. Tres, en total, según conté, porque llevaba otra en la
cofia que mantenía en su lugar su largo pelo castaño.
-Pues me temo que lo mejor que se me ocurre es que el balance del
mes de abril no encaja con las ventas de la sucursal 19- respondí,
sonriendo triste.
Si, la tía más cachonda con la que había hablado en mi vida me daba
pie, y entre los tres días de curro non-stop, y la sangre hinchada como
si fuera una arpía avarienta, mi mente no daba para más. Bueno, eso y
el exceso de hormonas corriendo por mi torrente sanguíneo.
Pero, contra todo pronóstico, ella se echó a reír. Una risa cantarina,
suave, alegre… real.
-He oído desde “’táh pa’ matar” a “ven jaca que te voy a enseñar qué
te puedo hacer con mi estetoscopio”, “me duele el miembro,
cúramelo” o“yo si que tengo un trato para ti”… pero no el ajuste de
balanzas de una empresa de la orilla. ¿Eso debería ofenderme?- rió de
nuevo.
Supongo que aquello debería haberme puesto sobre alerta, pero
como dije, la sangre no estaba en su sitio, sino en cómo los dos
pezones parecían querer cortar la tela como si fuesen de láser. O como
la ajustada tela de sus pantalones marcaba muy débilmente las líneas
de su tanga minúsculo.
-¿Has visto a la nueva?- preguntó Gabriel desde el otro lado de las
mesas.
-No, todavía no- respondí, sin levantar la mirada de mi pantalla.
-¿Está buena? ¿Cómo para hacérsela?- preguntó desde detrás mía otro
de mis compañeros, yo no prestaba suficiente atención como para saber
cual.
-No, la verdad es que no. Parece una rata de biblioteca. Con suerte
sabe hacer su trabajo y nos deja cargarla con el nuestro, parece bastante
poca cosa. Así tendremos más tiempo para ver si conseguimos que
Camila caiga- respondió Gabriel.
Camila, la tía buena de la planta. Si, trabajo en una planta de babosos,
que sólo saben pensar con la polla.
No me encontré con la nueva, Leonor, hasta dos días después. Todos
habían ido desfilando por su mesa para comprobar si estaba dentro de
sus niveles de “follabilidad” y la habían ido dejando tranquila. Yo me
acerqué sin pretensiones, la invité a un café, charlamos, nada especial. A
diferencia de mis compañeros, soy de los que cree que el curro es para
currar, supongo que por ello me cargan todas sus cosas a la mínima que
pueden. Le di algunos consejos, le ofrecí ayuda, y cuando me di cuenta
quedaba con frecuencia para tomar el café de la mañana con ella. Era
de las pocas personas del lugar con la que valía la pena hablar.
-¿Ofenderte? Supongo que más debe ofenderme a mí que no se me
ocurra nada mejor- respondí, con una sonrisa de medio lado, mientras
me fijaba en cómo sus pequeños pezones se notaban en la tela blanca
que los cubría.
-¿Qué, me vas a decir si quieres truco o trato?- preguntó, con un tono
sexy e impertinente, mientras jugueteaba con su pelo con reflejos
ligeramente dorados.
-Me temo que no tengo caramelos, pero creo que tengo alguna
galleta por aquí del desayuno…-
-Lo siento, pero los tratos para las chicas de mi edad de 20 años son
una copa de algo que valga la pena beber- respondió, guiñándome el
ojo- ¿no me vas a dejar pasar?-
Todo era muy raro, demasiado surrealista. ¿Alguien habría contratado
una puta para burlarse de mi? Por un momento pensé en la “droja en
el Colacao”. ¿Quizás era un modo sofisticado de atraco?
-Bonita casa- dijo ella, mirando alrededor y volviendo a mirarme a mí
mientras yo cerraba la puerta tras ella, todavía confuso por todo.
-Eso intento, ¿cerveza o whiskey?-
¿Por qué no? Llevaba todo el día currando, si era un atraco, una
putada, o algo, al menos vería a donde llegaba todo. Sino sería peor,
no me podría quitar las dudas de la cabeza en todo el día.
Ella me miró divertida, entrando en la cocina delante de mi
meneando su firme culo de un modo suave pero demoledor. Parecía
entender una broma que yo no captaba, y que yo no la pillase la
divertía aún más.
-Whiskey, por favor, on the rocks.-
-Si que vas fuerte.-
-A por todas- respondió ella con un guiño que hizo que mi polla
saltase.
Serví su vaso intentando que mi pulso no temblase demasiado y me
serví otro a mi mismo que me bajé de tirón. Ella lo saboreó,
lentamente, mojando los labios y dejando que el tiempo se deslizase
sin prisa.
-¿Y qué hace un espíritu como tu suelto esta noche?- por fin, había
conseguido poner en funcionamiento el cerebro. Si había una broma,
al menos tenía derecho a reírme yo también, o algo. Me serví un
segundo vaso, tratando de calmar los nervios, pero este lo bebí con
más calma.
-¿Un espíritu? Voy de enfermera, querido, creo que voy a tener que
tratar tu vista…- respondió ella con una nueva risa, tratando de
desarmarme. Cuando se rió, me fijé en que llevaba un pequeño
piercing azul en la lengua, y la imagen casi me hace perder la poca
concentración que tenía al imaginármela agachada y poniendo eso a
buen uso.
-Esta noche, según los antiguos celtas, es Samhaine, la noche en que
el velo entre el mundo de los vivos y de los muertos y espíritus es más
débil. Así que, claramente, un súcubo ha venido a torturarme- dije,
riéndome de ella con suavidad y algo de mala uva.
Ella me miró brevemente sin esperarse algo como aquella, y luego rió
conmigo. Sus ojos brillaron de nuevo, como con reconocimiento, y
supe que por ahí había comenzado a remontar la larga ventaja que ella
me llevaba en todo esto.
-Touché- respondió ella, con elegancia-, parece que no toda tu
mente está en los balances… ni toda la sangre en tu entrepierna,
después de todo.-
Ni que me leyese la mente la jodida… mientras su risa cristalina
escapaba de sus carnosos labios, yo no pude evitar ponerme un poco
rojo, herencia de una adolescencia como el tímido de clase. Me serví
otra copa para ganar tiempo, y en esta ocasión la mano no me tembló.
-¿A las súcubos les apetecería sentarse en el sillón del salón, donde se
está más cómodo que de pie en la cocina?- y más con aquellos
tacones de infarto, que le hacían unas piernas más largas que una
noche de diciembre…
Con un gracioso asentimiento, ella cogió la botella y se dispuso a
seguirme. Cada vez entendía menos todo aquello, pero la llevé al
salón, donde tuve que hacer sitio y apartar las hojas de cálculo y los
restos de la comida precocinada del mediodía.
-¿Has visto a Leonor últimamente? Desde hace unas semanas, a veces
me parece verle un algo interesante…- comentaba Gabriel, intentando
sonsacarme algo, mientras la brisa marina entraba por la ventana.
-Yo no le veo nada nuevo, la verdad- respondí yo mientras pasaba
unas notas.
-No se, a veces me da la sensación de que bajo la mosquita muerta,
hay una tigresa esperando despertar- no tenía que mirarlo para ver su
sonrisa de pervertido en la cara, se le notaba en la voz.
-Creo que ves demasiado porno, Gabriel.-
Cuando se ponía a hablar de mujeres era simplemente insoportable. Y
raramente hacía otra cosa.
Llevábamos hablando unos minutos en el sofá, con ella lanzando
suaves pullas que yo trataba de igualar lo mejor que podía. Ella estaba
cómoda con la situación, yo no, pero lentamente, entre el alcohol y la
visión de su cuerpazo, empezaba a cogerle el gustillo al juego. Aunque
seguía teniendo la preocupante sensación de que debería haberme
dado cuenta de algo y no lo había hecho, de que se me escapaba algo
evidente. Y es una sensación tocahuevos… y los tenía demasiado
cargados en aquel momento.
-Las súcubos son diablesas sexuales, ¿no?- preguntó ella de pronto, a
bocajarro, como si no tuviese importancia, descruzando sensualmente
las piernas.
A mi se me atragantó el whiskey por el brutal giro en la forma de
llevar la conversación.
-Eso tengo entendido, si…- tenía la sensación de que el gato había
dejado de jugar con el ratón.
-Ya veo…- dijo ella, arrastrando la última palabra mientras se
recolocaba en el sillón.
Nunca se había sentado precisamente lejos de mí, pero con ese
reajuste su rodilla comenzó a dar con la mía con una caricia enervante,
que mandaba claras señales a lo largo de todo mi sistema nervioso
hasta el centro del placer. Gracias a que yo iba en un pantalón corto de
hacer ejercicio (eh, estaba currando, ¡no me había vestido de frac para
pasar datos en casa!), pude sentir la increíble suavidad de sus piernas.
Por un momento me pregunté si llevaría medias, pero el tacto lo
desmintió. Simplemente, esa era su piel, como seda humana.
-Entonces, quizás debería comenzar a hacer mi trabajo…- dijo ella,
posando el vaso en la mesa.
Se volvió hacia mí con su sonrisa más depredadora y el brillo más
delicioso en sus ojos y fue acortando la distancia entre su cara y la mía.
Entreabrió sus labios, humedeciéndolos brevemente con su lengua
rosada con destellos de azul, y mantuvo su mirada fija en la mía. Me
desafiaba a tomar lo que deseaba, y yo no estaba dispuesto a fallar a
ese desafío. Me aproximé a mi vez, y me aferré a esos labios como si
fuesen el flotador de un náufrago, besándolos con toda mi pasión,
saber hacer, y calentura de más de media hora. Nuestras lenguas se
enlazaron, como los nudos que mantienen un barco en su posición, y
la saliva fluyó de una boca a la otra mientras un primer y suave quejido
se escapaba de su boca.
Ella lo deseaba tanto como yo, y la dureza de sus pechos apretados
contra el mío atestiguaban eso mismo.
La abracé por la espalda, apretándola contra mi como si quisiera
hacerla desaparecer entre mis costillas, y ella puso ambas manos a los
lados de mi cara. Eran suaves, se notaba que las cuidaba con cremas y
demás, porque su caricia era endiabladamente enervante. Se alzó
sobre una pierna y, con el giro de una bailarina, se sentó sobre mí, con
una delicada rodilla a cada lado y una sonrisa danzando en sus
brillantes ojos.
Su mano se deslizo suavemente sobre mi pecho mientras mantenía
su mirada imantada a la mía, y finalmente llegó con sus dedos hasta el
borde de mi pantalón. Jugueteó indecisa allí, notando mi tensión
crecer con la presión de mi polla en mi pantalón.
-Creo que es hora de mi siguiente trato, con una bebida más acorde a
diablesas como yo, ¿no crees?-
Rió de nuevo, comenzando a correr la cremallera hacia abajo. Mi
pene salió de su funda, duro como el pan de mi despensa, y ella sonrió
golosa. Mientras se deslizaba hacia abajo, lo sostuvo con firmeza,
como sopesándolo, y parece que le gustó lo que vio. Yo, desde luego,
disfruté enormemente del roce de sus pechos bajando por todo mi
cuerpo hasta que quedó de rodillas ante mí, como había soñado poco
antes.
-Me gusta el envase, habrá que probar la bebida para juzgar- guiñó
un ojo y, mientras se apartaba el pelo delicadamente detrás de una
oreja, su boca descendió para darle un suave pico a la punta de mi
pene con sus mullidos y acogedores labios.
Y después, lentamente lo fue engullendo, con sus rosados labios
rozando cada centímetro de mi. Con su lengua jugueteando y
humedeciéndolo todo, rozándome como nunca nadie había hecho con
el piercing. Con su cavidad dándome su humedad y calor. Hasta que,
finalmente, la tuvo toda dentro, y ahí paró brevemente. A mi se me
escapó un gemido, y a ella una sonrisa que la puso en movimiento.
Lentamente, fue ganando ritmo, como una canción que lentamente
progresa en un in crescendo inevitable. Sus labios parecían una prisión
de lo fuerte que apretaban, pero su roce era a la vez suave y
placentero, una mezcla límite que me mandaba pequeños espasmos
de placer. Los cuales aumentaron cuando, primero fingiendo timidez,
levanto la mirada hasta cruzarla con la mía.
Tuve que reaccionar a toda velocidad y apartarla de mi pene o me
correría allí mismo, sin avisar y sin poder disfrutar de ella tanto como
querría. Así que la empujé con suavidad pero firmeza, y ella se resistió,
como si le fuese la vida en seguir chupando, con ansia y deseo
desbocado. Pero me mantuve todo lo firme que pude y conseguí
apartarla.
-Espera, espera, que no quiero acabar. Todavía no, todavía no…-
intentaba recuperar la respiración, mientras ella se limpiaba la boca de
modo lascivo con dos dedos.
-¿No te gustó el tratamiento?- preguntó ella, con un tono a medio
camino entre lo inocente y lo endiablado, mientras hacía amago de
acercarse.
Yo necesitaba bajar mi erección, necesitaba tiempo. Comencé a
desnudarme a toda velocidad, arrojando la ropa a donde cuadrase,
mientras pensaba a toda velocidad.
-Baila y desnúdate para mi- le dije, y a mi mismo me sorprendió el
tono firme y convencido con el que se lo dije. Aquello me daría
tiempo.
Ella sonrió, poniéndose en pie. Le gustaba jugar, exudaba sensualidad
por cada poro, y noté que le gustaba que yo tratase de aguantar. Creo
que se lo tomaba como un reto. Sin música ni nada, se dispuso a
demostrarme lo mucho que ponía a mi alcance, en forma de cuerpo de
escándalo.
Comenzó con un suave vaivén de las caderas, que hacía moverse
levemente la cruz roja que colgaba de su ombligo. Sus manos y brazos
se mecían en el aire, como si se deslizasen por corrientes invisibles,
dejando ver la elegancia de sus formas. Despacio, de modo casi
imperceptible, sus firmes piernas le fueron dando más energía a los
movimientos de su cadera, a la vez que en un abrir y cerrar de ojos,
daba una vuelta sobre si misma para acabar de espaldas, con su largo
pelo cubriendo parte de la misma.
De espaldas, meneaba suavemente su culo de nuevo, dejándome
contemplar con tranquilidad la dureza redonda del mismo. Debía
dedicar mucho tiempo al gimnasio, a juzgar por la impresionante
forma física que tenía. Sus caderas comenzaron a ganar de nuevo
energía, mientras jugaba con su pelo, alzándolo y dejándolo caer,
mostrando y ocultando su cuello de cisne.
Y entonces, sus manos, se fueron a la espalda bajo el pelo, y cuando
aparecieron de nuevo tenían el exiguo top colgando de una de ellas.
Solo el olor de su cuerpo, a medida que comenzaba a mostrarse,
ocupaba la sala y me excitaba aún más si eso era posible. Olía a mujer,
deseosa de sexo, plena, dispuesta, demandante. Con ambos brazos
trató de taparse lo más posible, pero cuando se dio la vuelta había
huecos estratégicamente colocados que dejaban intuir más que ver la
deliciosa suavidad de aquellas dos colinas de firme y duro diamante,
con los pezones endurecidos como para matar con ellos. Lo había
imaginado, pero no me había terminado de creer hasta entonces que
fuese por la calle sin sujetador.
-¿Así está bien?- preguntó ella, haciéndose la remolona.
-A mi me han enseñado que cuando se empieza algo, hay que
terminarlo- le dije, dejando que mis ojos se deslizasen de sus
pechazos, por la firmeza suave de su vientre, hasta el pequeño
pantaloncito blanco.
Ella sonrió depredadora, viciosa, mientras bajaba ambas manos hasta
el borde de la tela del pantaloncito. No ocultó sus pechos, sino que
por el contrario los realzó dejando que ambos brazos los juntasen. Y
comenzó a deslizar los pantalones por sus suaves piernas, siempre
empezando con suavidad, jugando en el borde de las braguitas a
“mostrar y ocultar” y luego ganando velocidad hasta dejarlos caer de
rodilla abajo hasta el suelo, donde quedaron tendidos entre sus
tacones. Sus suaves dedos comenzaron a delinear el borde del
minúsculo tanga, hasta que este siguió el mismo camino que los
pantalones, dejándola gloriosamente desnuda.
Y entonces, lentamente, volvió a danzar para mi, luciendo su
entrepierna depilada, sus pechos que se mecían con suavidad, sus
labios que parecían tararear en silencio una canción, sus miradas
eléctricas.
-¿Te gusta lo que ves?- el tono irónico de su voz dejaba muy claro
que sabía muy bien que sí.
Me puse en pie, y con fuerza la abracé contra mi cuerpo, notando por
primera vez la presión de sus pechos desnudos, el roce directo de su
pubis, la suavidad de su vientre. En vez de rechazarme, ella puso sus
manos suavemente en mi pecho.
-Te voy a follar- le dije, directo, con demasiada adrenalina en la
sangre para decirlo de un modo más suave-, pero antes te voy a
devolver el gran favor que me has hecho.-
Con una sonrisa, giré sobre mi mismo hasta que ella quedó de
espaldas al sofá, y la empujé al mismo con suavidad. Ella cayó sentada,
sorprendida de que no fuese a poseerla directamente, como
probablemente otros habrían hecho en mi lugar. Yo me arrodillé ante
ella, en una postura similar a la que ella había tenido, y le separé las
piernas ante su sonrisa sensual.
-Hueles increíble- le dije, poco antes de que mis dedos comenzasen a
explorar la parte más alta de sus muslos.
Ella rió suavemente, quizás por mis palabras, quizás por unas
cosquillas, y rebulló inquieta en el sofá. Pero yo no me aceleré,
continué acariciando su piel con parsimonia, calentando tocando y
explorando su intimidad, mientras mi boca subía a probar por primera
vez sus pechos. Eran firmes y duros, y resistieron mis lametones como
si estuviesen hechos para eso, demandando más mordiscos suaves y
más chupetones. Mientras, mis dedos finalmente alcanzaron su vagina,
y comencé a acariciar suavemente primero sus labios exteriores, y
luego los interiores.
Los primeros gemidos, suaves como ronroneos, escaparon de su
boca, y supe que era el momento de abandonar mi delicioso retiro
entre sus pechos y bajar lamiendo todo su estómago hasta finalmente
quedar frente a sus bajos. Sonriendo juguetón, le di el primer lametón,
notando como todo su cuerpo se tensaba ante el rápido roce sobre su
clítoris. Luego vino uno segundo, y tercero, hasta que mi propia saliva
se mezcló tanto con sus jugos que era imposible diferenciar unos de
otros.
Sus manos apretaron mi cabeza, pero yo seguí excitándola con mis
dedos y mi boca a mi ritmo, notando como todo su cuerpo se tensaba
cada vez más y más, y lentamente sus hombros se echaban para atrás
y su espalda se arqueaba. Sus ronroneos ya se habían convertido en
gemidos en toda regla, y finalmente con un gritó, se corrió por primera
vez, regalándome sus jugos.
Durante unos instantes, simplemente me senté a su lado y observé
como recuperaba la compostura. Su cuerpazo estaba cubierto por una
fina película de sudor, que lo hacía brillante y apetecible, sus labios y
pechos estaban hinchados de sangre, y toda ella transpiraba que
quería más… especialmente su mirada.
-Parece que al final, la que ha recibido más tratamiento he sido yo,
¿eh?- dijo, con un guiño enormemente sexy.
Yo le sonreí de vuelta, y ella, recuperada su fuerza, se sentó sobre mi,
mirándome, mientras su pubis rozaba contra mi polla en una caricia
que prometía mil delicias.
-Creo que habrá que equilibrar esa balanza, sino la enfermedad no se
curará…- dijo ella, susurrando en mi oído mientras me lamía el
pabellón suavemente, y me daba pequeños mordisquitos.
Se ajustó sobre mi y, con un poderoso movimiento, se clavó entera.
Ambos contuvimos la respiración con el impacto y el placer
desatados, y la dejamos escapar como un exhalido cuando sus piernas
comenzaron a moverse. Sus caderas hacían unos movimientos
increíbles, dignos de una bailarina, mientras yo trataba de acoplarme a
su ritmo. Frente a mi, sus pechos danzaban al son que marcaba su
deseo, hasta que me aferré a ellos y comencé a devorarlos como si no
hubiese mañana. Sus gemidos aumentaron de volumen, al igual que el
ritmo de sus caderas.
-¡Fóllame, eso es!- dijo ella, mirándome a los ojos.
Y entonces, no se por qué, la sujeté de las caderas inmovilizándola
sobre mi, y la besé. Mordí sus labios, que estaban hechos precisamente
para eso por su carnosidad y suavidad, enrosqué mi lengua en la suya,
y la devoré. Ella se sorprendió, pero no se quedó corta, devolviéndome
el beso con la misma pasión y desenfreno. Pero se fue convirtiendo
cada vez en algo más voluptuoso y sensual, no sólo nos comíamos,
sino que nos acariciábamos, nos explorábamos con los labios, jugando.
Mis manos comenzaron a acariciar su espalda, su duro culo, mientras
ella hacía lo mismo con mis hombros.
Nos reconocimos entonces, como si nos acabasen de presentar,
como si las máscaras de los disfraces hubiesen caído. Puede que no
supiese su nombre, o de qué trabajaba, pero noté que no sólo era el
volcán sexual, sino una mujer completa de verdad, por fuera y por
dentro. Mi pene, todavía en su interior, encajaba a la perfección, y
aunque no nos movíamos su vagina seguía acariciándola con
movimientos musculares increíbles.
Me levanté con ella encima, y rápidamente rodeó mi cintura con sus
eternas piernas. Y así, abrazados, besándonos, y con nuestros cuerpos
acariciándose como si fuese imposible que se separasen, la lleve a mi
dormitorio.
Entramos tambaleándonos, porque estaba más pendiente del
entrechocar de nuestras lenguas que en el camino correcto, pero
finalmente entramos. Haciendo eses, llegamos a la cama, donde me
senté con ella encima, todavía devorando sus labios. He de reconocer
que el camino hasta allí con mi polla en su interior fue por momentos
muy placentero, y por otros doloroso cuando el movimiento era
inadecuado, pero esa mezcla resultó sorprendentemente excitante.
Dolor y placer, una poderosa combinación, pero los besos sensuales y
voluptuosos de ella pronto los alejaron como cuestión filosófica de mi
mente. Tenía los ojos entrecerrados, mientras sus brazos me apretaban
contra ella, y sus caderas comenzaban a ganar algo de ritmo. A medida
que ganaba energía, nuestros labios se separaron, y los gemidos
comenzaron a llenar la sala con sus sonidos sexuales. Era como un
segundo round de una batalla entre titanes del sexo, ambos dispuestos
a movernos con energía con tal de obtener el placer.
Pero, con un giro de cadera, yo giré sobre mi mismo y acabé
tumbado sobre ella.
-¡Ah!- exclamó ella entre sorpresa y placer por la violenta sensación-
¿Estoy despertando a una bestia?-
Sonrió brutalmente sexy, y no pude menos que inclinarme sobre ella
y comenzar a besar sus labios de nuevo, me estaba volviendo adicto a
su carnosa dulzura. Comencé a moverme, notando como sus labios
vaginales parecían no querer dejarme salir de su suave cavidad,
abrazándome con unos músculos fuertes y deliciosos.
Comencé a bombear de un modo cadencioso, fuerte pero controlado,
no quería correrme todavía. Ella era demasiado preciosa, valiosa, no
podía acabar aún, no sin al menos darle a ella un orgasmo también. Así
que comencé a estimularla más, acariciando y besando sus abundantes
pechos, sus carnosos labios, sus elegantes caderas y sus larguísimas
piernas. Su culo me quedaba complicado, pero siempre que podía lo
amasaba como si me fuese la vida en ello.
Pero todo tiene un límite, y comencé a acelerar a medida que notaba
que se acercaba lo inevitable. La cama comenzó a crujir a medida que
mis embates iban ganando en fuerza y sus gemidos en volumen.
Presionaba, disfrutaba, y ella gemía cada vez con más fuerza hasta que,
a la vez, nos corrimos sobre la cama. Fue como una explosión de
placer, que recorrió desde mi polla hasta mi cerebro, dejándome
durante unos segundos sin control de mi cuerpo, perdido en el placer.
Al cabo de esos segundos me quedé observando la diosa con la que
compartía la cama, y comenzamos a intercambiar besos cálidos y
suaves. Deleitándonos en la presencia y contacto del uno con el otro, y
notando como la tensión sexual crecía de nuevo entre los dos. De los
besos y caricias fuimos pasando a tocamientos más serios, a
masturbarnos el uno al otro, y finalmente a que ella se sentase sobre
mi de nuevo, conmigo tumbado en la cama.
El segundo polvo fue mucho más largo y lento, voluptuoso, enredado
entre besos, caricias y deseo de explorar lo que no se había conocido
la primera vez. Fue cadencioso, mágico, de una sincronía increíble para
ser la segunda vez, y acabó con un segundo orgasmo mutuo y con ella
desplomándose sobre mi. Lentamente, rodó sobre si misma,
ronroneando todavía de placer, hasta acabar tumbada a mi lado entre
las sábanas completamente descolocadas.
Me quedé mirando el techo de la habitación, tratando de recuperar la
respiración y la cordura. Jamás había resistido tanto, ni dado tanto con
una mujer… tampoco ninguna me había dado tanto en respuesta. Ella
cogió su mechero y se puso un pitillo entre esos labios que, incluso
entonces, yo estaba deseando besar. Iba a decirle que en mi habitación
no se fuma, pero de pronto las luces en mi cerebro volvieron a
funcionar, supongo que porque la sangre ya estaba liberada.
Ella me miró divertida, sonriendo.
-Al fin te das cuenta, ¿no? Mira que te he dado pistas…-
-¿Leonor?- ese era, desde luego, el mechero que le había regalado en
su cumpleaños, hacía unas pocas semanas… si, se que no era un
regalo muy imaginativo, pero era una broma recurrente entre
nosotros.
Ella sonrió, con tranquilidad, dando una primera calada.
-Que no digas a partir de ahora que nunca nadie ha fumado en tu
habitación- respondió ella con una sonrisa juguetona y ligeramente
burlesca.
Yo trataba de hacer encajar la imagen de mi amiga de la oficina, poca
cosa, formal y seria, con aquella divina bomba sexual con la que
compartía la cama desnudos y sudorosos. No era posible, no encajaba.
¿Gemelas? ¿Clones?
-Pero ¿cómo?- osea, no, nadie se podía hacer una cirugía total en dos
días y estar radiante para follarse al compañero de curro majo al
tercero. Era imposible.
-Esta también soy yo, siempre lo he sido- respondió, acariciándome
suavemente la mejilla-, pero tú eres un poco tonto.-
Lo que me faltaba oír. Pero, dadas las circunstancias, no podía
negárselo.
-Estoy muy buena, y lo se. Por eso cuando mi prima Nuria me
enchufó en la empresa me advirtió que era un departamento con
mucho “salido”, que incluso había habido algunas demandas por acoso
sexual que no habían progresado. Que tuviera cuidado. Así que todos
los días me maquillo cuidadosamente para disimular, me pongo ropa
que oculta mis formas y no me sienta bien, y unas gafas que quitan
brillo a mis ojos y no encajan con la forma de mi cara. Y dejo que los
hombres babeen por Camila.-
Asentí, notando como mi cerebro hacía increíbles esfuerzos por
reajustar mi percepción del mundo. Y sus ojos seguían sonriendo, pero
de una forma distinta, más suave y más firme.
-Los demás pasaron de mi desde el segundo día, me dieron curro de
más, y hablaron mal a mis espaldas. No me importa, soy buena en mi
trabajo, podía sacar todo eso adelante y más. Estaba preparada para
ello, con la crisis no está el mundo como para ser selectivos con el
trabajo, y dicen que aún se va a poner peor. Cuando pueda buscaré un
nuevo trabajo, y listo, esto es temporal.-
Vale, lo iba entendiendo, pero, aún así…
-Hasta que viniste tu por medio, al segundo día, y me trataste como
la persona que soy, la profesional, la que sabe hacer su trabajo, la que
tiene una opinión que vale la pena escuchar,…- su voz perdía una parte
de su firmeza al hablar, pero sólo parte, muestra de que estos meses
no habían sido tan fáciles para ella como quería hacer creer bajo su
máscara- Llevo semanas dándote señales para que me invites a tomar
algo por ahí, pero no las has pillado, así que…-
Hizo un gesto, señalando todo a nuestro alrededor, como si fuese la
única forma. Su sonrisa era enigmática, ¿triste? ¿alegre? Sexy, eso sin
duda.
-¿Te casarás conmigo?- salió de mi interior, entre risas de ambos, que
rompieron la solemnidad del momento.
Ella se acurrucó sobre mi, y charlamos y nos dimos mimos. Volvimos
a hacer el amor una tercera, deliciosa y apacible vez. Y finalmente, con
el amanecer, nos dormimos. Huelga decir que no hubiese terminado el
trabajo al día siguiente si ella no me hubiese ayudado, pero a cambio
yo también tuve que “sacrificarme” y compensar a mi súcubo personal.
Un año y medio después, la mayor improbabilidad de todas ocurrió,
cuando ella finalmente me respondió con un “sí” a mi pregunta. Así
que a algunos les tocarán las Fiji, a otros la lotería, y a otros currar.
Pero a mi… a mi me tocó la mayor improbabilidad de todas: una mujer
entre un millón... mi mujer.
PD: dedicado a todos los que nos quedamos trabajando en
Halloween y, lamentablemente, no vimos cumplirse ninguna de las
improbabilidades.
10 Historias Románticas y Eróticas

¨Un regalo¨

De un tiempo a esta parte me rondaba la idea de hacer un regalo


especial a mi novio: Algo morboso… excitante a la vez y de paso que
me resultara satisfactorio a mi misma. En principio pensé en algún
juguetito que le diera mayor estímulo a nuestra vida sexual y de paso
que fuera novedoso. Lo que no imaginaba es que el azar iba a
organizarlo todo casi sin darme cuenta.
La cosa empezó una tarde charlando con mi gran amiga Nuria,
sentadas en la terraza de un bar, con varias cervecitas frescas encima y
con el intercambio de cotilleos y charlas sobre nuestras respectivas
canitas al aire. Pero su historia me dejó alucinada.
Lydia, las dos coincidimos que cuando nos apetece, nos
damos un revolcón, si el momento y el tipo en cuestión lo
merecen, con el morbo añadido que tiene eso de engañar
a tu pareja ¿no es cierto?
La verdad es que sí, lo de poner los cuernos como que
pone bastante…
Pues ellos también tienen derecho, mujer. Yo creo que los
celos es un mal invento, no sé a quién se le habrá
ocurrido. Debemos pensar en positivo con todo esto y ser
más tolerantes.
Bueno Nuria, no es lo mismo ponerlos a que te los
pongan. Desde luego, donde esté un polvo robado que se
quite todo lo demás, pero siempre que sea yo la
protagonista, no cuando soy la víctima…. Ya me
entiendes… los cuernos no me quedan muy bien…
Vaya morro que tienes, o sea que tu sí y él no.
Es que no da el mismo gustito, hija ¿Qué quieres que te
diga?
Eso creía yo. – añadió ella.
¿Cómo que creías?
Pues que el morbo de engañar y todo eso… está bien,
pero sentirse engañada lo puede ser aun más.
No te entiendo, Nuria.
Pues el hecho de saber que tu chico te engaña a ti.
Bueno, eso lo sé de sobra o mejor dicho lo intuyo… pero
no le veo la gracia o el morbo por ningún lado.
No, no me refiero exactamente a eso de intuirlo, saberlo o
sospecharlo. Está claro que a todas se nos pasa por la
cabeza, pero ¿no te has puesto a pensar lo que sería verlo
con tus propios ojos? – me preguntaba mi amiga
mirándome fijamente.
Si, sí que me lo imagino. Me veo saltando sobre él,
arrancándole los ojos… y a la guarra que esté debajo,
también…
Jajajaja…. Es verdad, esa puede ser la primera reacción…
¡Nuria! La primera y la única, supongo…
Pues no querida, también pensaba así, pero descubrí que
lejos de incomodarme, la cosa me proporcionaba un
placer que nunca antes había sentido.
¿Quieres decir que…? ¿Tú…?
Sí, sí, no me mires así. Puede parecerte una locura...
¿Entonces? – le pregunté incrédula.
Verás: Hace un tiempo tuve la oportunidad de
demostrarme a mí misma que mi novio era un
sinvergüenza, lo sabía a todas luces, pero mis sospechas,
no eran más que eso: sospechas. Pensaba lo mismo que
tú, hasta que le pillé con mi prima Carla, ¿La recuerdas?
¿Carla?, ¿Tu primita, la pelirroja? ¿Pero no es una cría?
Bueno, tiene ya 18 años.
Menuda zorrita…
Pues esa. Me la encontré follando en el coche con Víctor y
no lo pasaban del todo mal.
Me dejas de piedra, Nuria ¿Quieres decir que ella…? ¿Con
tu Víctor…?
Sí, en ese primer momento quería morirme y que la tierra
me tragara, pero instantes después comencé a sentir algo
extraño, una especie de gusto interior que no podía
controlar, no te lo puedo explicar… pero créeme que me
excité como nunca, de una manera sorprendente.
Nuria hizo un silencio y bebió un trago de su copa. Yo estaba
alucinando pero intrigadísima y con unas ganas tremendas de saber el
final de la historia.
¿Y que pasó? – le pregunté impaciente. - ¿Qué hiciste?
Nada, no hice nada.
¿Pero…?
Bueno, pues esperé escondida a que fueran
desarrollándose los acontecimientos, observándoles a
cierta distancia sin problemas y al final me acerqué lo más
que pude y después ¿qué iba a hacer? Pues masturbarme
viendo aquella escena. Ese ha sido uno de los mejores
orgasmos de mi vida.
¡Pero Nuria!
Te pareceré una loca ¿verdad? Pues la cosa no quedó ahí,
he seguido espiándoles durante mucho tiempo,
observándoles y calentándome cada vez que lo he hecho.
Mi amiga me contó, a partir de ese momento lo acontecido ante mi
atónita mirada, buscando a la pareja traidora y excitándose viéndoles
en acción. Según me decía, fueron pasando los días y no
conformándose con eso, fue más allá, llegando a comentárselo a su
prima Carla e implicándola en su juego de mirona, para permitirle
observar cómodamente como su propia pareja, su novio de toda la
vida, se follaba a su primita a poca distancia, vamos, delante de sus
narices. No podía comprender como se podía llegar a algo así y menos
entender esa sensación de placer de ver a tu chico en brazos de otra,
de alguien tan cercano, disfrutando al máximo… hasta llegar a una
excitación fuera de lo normal.
No dejé de darle vueltas a ese pensamiento durante el resto del día. En
el fondo ni yo misma quería reconocer lo cachonda que me puso toda
esa historia, más pensando en si me pudiera ocurrir a mí.
Esa noche, durante la cena con mi novio, la idea no cesaba de dar
vueltas en mi cabeza imaginando a Pablo con otra…
¿Por qué me miras así? – me preguntó él repentinamente
ante mi mirada ida.
No, por nada… - disimulé queriendo ocultar mis
pensamientos más trasnochados.
Charlamos, como siempre de diversas cosas, de cómo nos había ido el
día a cada uno y yo misma intentaba abandonar de mi cabeza la locura
de mi amiga y alejar esas ideas que me parecían absurdas.
¿Y tú que has hecho hoy? – me preguntó
¿Yo? – por un momento creo que me sonrojé sin saber por
qué.
Si, ¿qué has hecho de particular?
Estuve de compras… con Nuria. – Hice una pausa al
nombrarla y volví a sentir cierto calor en mis mejillas pero
esa vez no era de vergüenza precisamente, era un calor
que salía de mi interior, viendo además que Pablo se
quedaba callado.
De sobra sabía que mi novio miraba a Nuria con ojos golositos, cada
vez que habíamos ido juntas las dos parejas o cuando en alguna
ocasión había tenido la oportunidad de verla en casa, de compras, en
la playa… y lo cierto es que no era para menos: Mi amiga es muy
guapa, de las espectaculares: morena con unos ojos claros color
avellana, una boca sensual y un cuerpo precioso, además de tener unas
tetas que no pasan desapercibidas precisamente… y con el añadido de
su simpatía desbordante.
Te acuerdas de Nuria ¿Verdad Pablo? – le añadí con cierta
inocencia fingida.
Sí, claro.
¿Y que te parece?
¿Qué me parece de qué…?
Pues eso, ¿Cómo la ves?
Pues muy maja, ya lo sabes, me cae muy bien, es una tía
muy simpática.
Y está muy buena ¿no?
Joder Lydia…
¿Qué pasa? ¿Está buena o no está buena? – Al preguntar
eso sentí que mis pezones se endurecían por momentos
con las ideas que iban llegando a mi mente calenturienta.
Pues sí, está muy bien.
Bueno Pablo, pero eso es algo muy genérico…
¿Qué quieres que te diga?
¿Pues que si tiene un polvo…?
¿Pero qué preguntas me haces, cariño?
Se que es una chica dulce, sensual, con un tipazo, vamos,
el sueño de cualquier hombre… ¿Te acuerdas cuando
fuimos hace poco con ella a la piscina? ¿Con aquel bikini
blanco tan pequeñito?
Que tonta eres Lydia… Ya te tengo a ti.
Entonces, ¿Yo estoy más buena que ella?
Joder, ¿Qué es esto? Pues no sé, para mí sí, eres mi novia…
sois distintas.
A ver Pablo, no mezcles las cosas, que yo sea tu novia no
tiene nada que ver, no te estoy preguntando si me quieres
más a mi. ¿En qué somos distintas? – A medida que le iba
preguntando cosas más directas, el grado de mi excitación
aumentaba e imaginaba que el de él también.
Pues ella es más alta que tú… tú eres rubia, ella morena…
¿Y que más?
¿Qué más de qué?
De tetas…
¿Qué quieres decir?
Pues que tiene unas tetas impresionantes y yo… más bien
normalitas, ¿no me vengas ahora que no te has fijado?
Pues sí, son más grandes que las tuyas… Pero… ¿Qué es
todo esto?
Bueno, no te enfades hombre, solo estoy preguntándote.
Ya pero es que te pasas…. hay cosas…
Pablo se levantó queriendo cerrar definitivamente la conversación,
mostrando cara de enfado, ya que se encontraba muy incómodo con
todo aquello. Sin embargo la charla con mi amiga había provocado en
mí algo más que curiosidad y estaba viviendo de primera mano las
mismas sensaciones que ella me había contado en aquella
conversación. Llegué incluso a quererlo borrar de mi cabeza, pero no
iba a ser fácil, pues la idea me atraía cada vez más.
Una semana más tarde quedé con mi cómplice en el mismo lugar
donde me había confesado sus más íntimas fechorías con su novio y su
prima.
Nuria, ¿te acuerdas de lo que me contaste el otro día?
Si guapa, perdona, habrás pensado que estaba como una
cabra… no sé como te dije aquello, supongo que las
cervezas…
No, no, si ahora que me lo has contado me siento
intrigadísima.
¿Ah sí?
Por supuesto, la idea no me parece tan descabellada
después de todo.
Vaya Lydia, ahora la sorprendida soy yo.
¿Tú que opinas de Pablo? – le pregunté de repente.
¿Qué opino?, ¿Qué podrías pillarle? Pues claro, si tú misma
me has dicho lo fácil que es que te los esté poniendo… así
que si quieres probar la sensación de ser voyeur…
No, no me refiero a eso, Nuria. De sobra sé lo canalla que
puede llegar a ser.
¿Entonces? – exclamó intrigada.
Pues que me gustaría planificarlo todo y ser testigo de
primera fila y de cada detalle, como hiciste tú al final con
tu prima Carla, no sé… con alguien de confianza.
Cuando le solté aquella frase me di cuenta que me estaba entendiendo
mejor de lo tonta que ella se estaba queriendo hacer.
Vaya, pareces más perversa que yo. Planificación desde el
principio, para que luego digas que la loca era yo…jajaja…
Ya sabes como soy...
¿Y…? ¿En quién has pensado para semejante labor, si se
puede saber? – añadió ella.
Pues… en ti.
¡Lydia!
¿Qué pasa?
De ninguna manera. Olvídate ¿vale?
Pero Nuria… ¿Por qué?
Pues porque no… soy tu amiga, soy amiga de tu novio y…
no, no, imposible.
Entonces es por Pablo… ¿no te gusta?
¿Qué dices? Está buenísimo… bueno, quiero decir que no,
que me gusta, osea, no me líes… que no.
Jajaja…. Pues él opina lo mismo de ti.
Guardó silencio y se me quedó mirando fijamente. Tanto ella como yo
sabíamos que mi perversión estaba llegando a cotas inalcanzadas
hasta ese momento pero al mismo tiempo aquello me proporcionaba
un regustillo interior difícil de definir y supongo que a ella también.
¿En serio? ¿Qué te ha dicho de mí? – preguntó intrigada.
Pues que eres muy guapa, que estás muy buena, que
también le gustas, que tienes unas tetas enormes y
preciosas.
¡Venga ya!
Te lo juro.
Nuria llegó a ruborizarse, no sé si muy bien por todos esos cumplidos
por parte de mi chico o por ser yo su mejor amiga quien se lo estaba
contando y sentirse mal por eso.
Lydia, pero yo no puedo… comprende mi situación, yo no
podría hacerte eso.
Pero, si te lo estoy pidiendo yo…
Ya pero…
Bueno mira, hacemos una cosa: Probamos hasta donde
puede llegar él o hasta donde puedes llegar tú, solo
quiero que me hagas el favor de saber que se siente al
observarlo y quiero que sea con una persona que quiero…
Aun no sé como Nuria llegó a aceptar tan rápidamente, pero me vio
tan lanzada, decidida, ilusionada, que un "no" era lo último en querer
obsequiarme.
Unos días más tarde, tal y como planeé con ella, la invité a cenar en
casa y le pedí que se pusiera el atuendo más sexy posible. Quería
percibir de primera mano o a primera vista, las sensaciones de ver a
Pablo devorándola con la mirada en un principio y seguir un guión de
lo más perverso y premeditado después que con solo con imaginar,
me hacía calentar más y más. Además durante esos días había estado
alentando a mi novio con las virtudes de Nuria y sacándole incluso los
colores cuando le enfaticé sus hermosas dotes naturales.
Tras preparar la cena, a las diez en punto, como había pactado con mi
amiga, me metí en la ducha para que fuera Pablo quien abriese la
puerta a la llegada de nuestra invitada especial. Yo preparé el plan de
manera tal que dejé el agua de la ducha corriendo haciendo creer que
estaba yo allí, pero mi posición era como la de un pequeño
depredador escondido tras el quicio de la puerta observando a sus
"presas" en los movimientos y acciones de ambos.
La vestimenta de Nuria cuando Pablo abrió la puerta le dejó sin duda
totalmente impresionado, y a mi también, pues solo por eso ya me
sentí nerviosamente cachonda sin haber ocurrido nada todavía. Lucía
una camiseta ajustada que resaltaba un escote voluminoso debido a su
prominente pecho y unos pantalones vaqueros negros ceñidos de talle
bajo de los que sobresalía un tanga blanco con encaje de florecitas.
Estaba más que sensual. Un bomboncito envuelto en el mejor papel.
Hola Pablo – saludó con entusiasmo mi amiga para
asegurarse que yo la oía.
Hola – contestó él casi inaudiblemente y con evidente
nerviosismo.
¡Que guapísimo estás! – soltó agarrando una mano de mi
chico y revisándole de arriba abajo.
Lo cierto es que no me había percatado hasta ese momento lo guapo
que se había puesto Pablo luciendo sus mejores galas ante la llegada
de nuestra invitada: esa camiseta ajustada que tanto me gusta y unos
tejanos que también le sientan de maravilla.
Tu si que estás guapa – contestó él casi inevitablemente
ante la deslumbrante belleza de mi amiga.
Gracias. Bueno… ¿Es que no me vas a dar un par de besos?
La respuesta a la petición de mi amiga no se hizo esperar aunque con
cierto apuro por parte de él, sobretodo cuando ella pegó literalmente
sus tetas sobre su pecho y sus labios muy cerca de la comisura de los
suyos.
Mmmm, que bien hueles – dijo ella con toda la insinuación
del mundo pegando su cara al cuello de mi hombre.
Todo estaba saliendo según el plan previsto, viendo por un lado a mi
amiga desempeñando magníficamente su papel y por otro a mi chico
envuelto en una trampa de la que le iba a ser difícil escapar.
¿Quieres tomar algo? – le preguntó Pablo intentando
desembarazarse de tan complicada situación.
Sí, algo fuerte… - contestó ella en su afán de mostrar sus
dotes de perrita caliente y lo cierto es que lo hacía de
maravilla.
Seguí observando durante un buen rato todos los movimientos de
ambos. Por un lado veía los ataques de ella y la cierta resistencia que
quería demostrar él, aunque en el fondo sabía cuanto le atraía mi
amiga y viceversa. Esa situación y el morbo de estar espiándoles era
superior a mí. Al fin aparecí en escena con mi pelo mojado
disimulando como si de verdad acabara de tomar una ducha, cuando
lo que realmente había hecho era seguir animándome con aquel
espionaje en una situación nueva para mi… y muy morbosa, por cierto.
¡Que guapa estás! – Le dije a Nuria haciéndome de nuevas
al verla con aquella vestimenta tan atrevida y que
ciertamente le quedaba de maravilla.
Gracias, bueno quise ponerme "atrastiva"
Nos reímos ambas ante esa palabra que utilizamos de vez en cuando a
modo broma y que esa vez tenía un doble sentido. Sin embargo, lo
que yo deseaba era volver a espiarlos escondida, pues jugar a ese
juego estando yo presente no tenía los mismos alicientes. Durante la
cena, Nuria se mostró ante Pablo excesivamente cariñosa, provocativa
y sensual, procurando disimular en mi presencia para no levantar
sospechas, pero mostrando todo su armamento sofisticado en un
papel que representaba de maravilla. En un momento que acudí a la
cocina me quedé en el pasillo escuchando, esa vez sin ver, pero sí
oyéndoles.
Oye Pablo, te noto algo cortado… - comentaba ella.
¿Yo? ¿Por qué?
No sé, casi no me miras el escote… ¿no te gusta mi
canalillo?
Esto… yo…
Vamos hombre, no seas tímido, se que te gustan mis tetas
¿no?
Nuria, por favor… -contestaba apuradísimo Pablo y yo
viendo que la cosa no tenía mucha salida intenté aportar
algo para ayudar a la "causa".
¿Qué si le gustan?... ¡le encantan! – intervine entrando en
escena nuevamente en el comedor.
¡Lydia! – contestó nerviosamente Pablo.
¿Ah si? – añadió Nuria intentando buscar los ojos azorados
de mi chico.
No hagas caso a esta, te está vacilando. – añadió él.
¿Vacilando? De eso nada, el otro día te pregunté si te
gustaban las tetas de Nuria y me dijiste que sí.
Me volví a la cocina con los platos sucios dejando el asunto cortado en
ese punto y esperando algún tipo de reacción, imaginando que
después de mi "ayudita" la cosa pintase mejor para cumplir nuestro
objetivo: Que no le costase tanto avanzar con Nuria hasta tirársela,
algo que cada vez me ponía más, me encendía de una manera
demencial. Volví a quedarme sigilosamente en el pasillo esperando las
reacciones de ambos, pero Pablo no respondía a las continuas
insinuaciones que le hacían tan claramente.
Bueno, no te sientas mal porque te gusten mis tetas, es
normal, son las que más gustan a los chicos, ya sabes, talla
XL…jajaja… y tú también me gustas mucho a mí, no tiene
nada de particular. Ya me he dado cuenta que te fijas y…
entre tú y yo, ahora que no esta Lydia, me pongo muy
cachonda con eso.
No veía la cara de mi novio, pero debía ser todo un poema y a mí
aquello me calentaba un montón. Era realmente cierta la teoría de mi
amiga, ya que la sensación era indescriptible.
No veas la suerte que tiene Lydia de tenerte… tienes un
revolcón. – añadió ella.
Nuria por favor… - dijo él tímidamente.
¿Qué pasa? ¿No puedo decirlo?, hay confianza… las cosas
como son, ¿acaso no te gusto yo también? ¿no tendrías
una aventura conmigo?
Otro silencio y yo esperando las expectativas… No quise aguardar más
tiempo y continuando por el pasillo me dirigí en busca del postre para
que no se mosqueara mi chico, pero en ese momento en el que
entraba en la cocina, llegó Nuria tras de mí.
Joder Lydia, vaya palo…
¿Qué pasa?
Pues creo que no va a funcionar.
Pero ¿eres tonta? Si lo estás haciendo de maravilla.
Ya pero no sé, no le veo muy puesto… creo que no le
gusto como decías.
Pero Nuria, ¿qué dices? Te aseguro que está coladito por
ti. Está cortado, solo es eso.
Pero yo además… no puedo… me da no se qué... somos
amigas…
Escucha, yo te he metido en esto y ahora más que nunca
deseo que llegues hasta el final, estoy cachondísima
perdida, más caliente que un horno. No voy a guardarte
rencor ni nada parecido, todo lo contrario, lo que más
deseo es verte follar con Pablo, que le devores… que te
devore… Lo deseo con toda mi alma y sobretodo que sea
contigo, con mi mejor amiga.
Después de convencer a Nuria con aquellas palabras ciertas y
contundentes volvimos ambas junto a mi chico y le seguimos
animando un poco con directas e indirectas, pero seguía firme,
posiblemente aturdido por la situación de verse acorralado y
haciéndonos en una ocasión la temida pregunta:
- ¿Qué os pasa a vosotras dos?
Debía estar muy mosqueado y lógicamente cortado con Nuria,
sobretodo estando yo presente. Me ausenté en otro momento del
comedor con la excusa de fregar los platos permaneciendo escondida
tras la puerta del pasillo, observando por la pequeña rendija que me
permitía una panorámica más o menos clara de lo que ocurría en la
habitación con ellos dos solos. Nuria puso una música melosa e invitó
a Pablo a acompañarla… Seguía cortado, pero ella le incitaba
agarrando sus brazos y colocándolos sobre su cintura, sobre sus
caderas, invitándole a participar en ese baile sensual. Esas escenas y el
hecho de estar oculta me ponía super fogosa. Al son de aquella balada
los cuerpos se pegaban cada vez más y a pesar de no oír a mi novio
que hablaba bajito por miedo a que yo pudiera escucharle, intuía las
respuestas de ella que inteligentemente traducía y repetía en voz alta
para que yo pudiera entenderlas claramente desde mi escondite.
No seas tonto Pablo, pégate a mí, no te voy a morder…
Ahora mismo con el vino que he tomado estoy algo
borrachilla y puedes hacer conmigo lo que quieras. ¿No te
gustan mis tetas blanditas sobre tu pecho?
De nuevo él decía algo pero tan bajo que no podía escuchar y ella
volvía a repetirlo.
¿Lydia? No te preocupes por ella, no se entera…este es
nuestro secreto…
Mi amiga hacía lo indecible, ya pasaba de las insinuaciones a los
hechos acariciando la espalda de mi novio y el culo después, sin dejar
de repetirle cosas como:
¿Sabes? Me estoy poniendo cachonda con esta música y
bailando contigo.
De nuevo la respuesta inaudible de mi novio.
¿Parar? ¿Qué dices? Estoy mojadita con este baile, no lo
vamos a cortar ahora – repetía ella.
Tuve que volver después de mi supuesta ausencia en la cocina y los
dos se separaron casi al instante al verme llegar: Él, muy avergonzado
por la situación y ella haciendo el papel de zorrita despistada. En un
momento que Pablo se fue al baño, Nuria volvió a decirme las
dificultades por las que estaba pasando para convencer a mi chico de
avanzar en algo en esa supuesta "traición concertada".
No consigo nada con Pablo… no creo que caiga en la
trampa.
Pero si eres un bombón, ¿cómo va a desaprovechar esta
oportunidad? Este entra hasta adentro… nunca mejor
dicho…jajaja… además le tienes calentísimo…
No, sí ya sé que le gusto, lo noto, pero está muy cortado…
Quizás no sea buena idea hacer esto aquí.
Claro, quizás no avancemos por eso.
Se me ocurre una idea. – dije de pronto.
Dime, yo ya estoy más caliente que otra cosa.
Pues creo que lo mejor es buscar otro terreno más
propicio, llevarle a tu casa, por ejemplo, con la excusa de
algo… no sé.
En ese momento Pablo regresó al comedor y Nuria había entendido
perfectamente mi idea. Disimuló lo justo y tras unos minutos con gran
habilidad le expuso que tenía un problema con el aire acondicionado
de su casa y que pasaba un calor terrible.
¿No llamaste al técnico? – preguntó Pablo no sé si con
inocencia, con disimulo o como queriéndose quitar el
problema de encima.
Pero Pablo – comenté yo – pero si tu eres un artista y un
experto de todos esos chismes, seguro que es una tontería
y se lo arreglas, no va a llamar a un técnico, que cobran
por respirar, teniéndote a ti…
No soy un experto precisamente, soy electrónico, nada
más…
Bueno, no se hable más, se lo miras y ya está, ¿a que sí
cariño? – sentencié ante la sonrisa de ella y la aceptación
más o menos comprometida de él.
Por un momento se me pasó por la cabeza que Pablo no quisiera
engañarme con Nuria y que todo nuestro esfuerzo fuera en vano, pero
aun así, me sentía satisfecha y altamente acalorada por esa situación y
todo lo vivido hasta ese momento, pensando que tal vez eso podría
ser todavía más excitante de lo imaginable.
¿Podrías venir mañana?... Es sábado…
Sí, no tenemos que hacer nada… - intervine rápidamente
para evitar cualquier disculpa por parte de Pablo.
Pero… ¿no íbamos de compras? – dijo él con el miedo de
poder ser devorado por aquella mujer y al tiempo íntima
amiga mía con el riesgo que eso conlleva.
Si, mejor voy yo sola de compras y así le arreglas eso
tranquilamente. – añadí terminando la conversación y
cerrando cualquier resquicio por donde él intentara
escapar.
Después de la cena nos despedimos de Nuria y ciertamente ella lo hizo
con cierta sensualidad con mi chico y quedamos en que él fuera a
hacerle "el arreglito".
A la mañana siguiente salí de casa más temprano que Pablo con la
idea de ir de compras a primera hora, sin que supiera que realmente a
donde me dirigía era a la casa de mi amiga para esconderme y ser
espectadora privilegiada de todos los acontecimientos.
Estoy nerviosa y cachondísima con todo esto. – le dije a
Nuria.
Pues yo también. ¿Estas segura de que siga adelante?
Por supuesto. Completamente convencida y mojadita
antes de empezar.
Al cabo de un rato sonó el timbre. Rápidamente me escondí en el
armario de su dormitorio para observar desde allí a través de un
pequeño respiradero todo lo que sucedía en aquella habitación. A los
pocos minutos apareció Pablo en escena con un pequeño maletín con
sus herramientas. Nuria se había puesto de lo más sexy y no pasó
desapercibida para él, desde luego. Un short superajustado que
mostraba los cachetes del inicio de su redondo culito y una camiseta
suelta pero muy corta, tanto que si se agachaba o se estiraba se le
verían claramente las tetas. Ella se puso de puntillas, pegó su pecho al
de mi novio y le besó muy tiernamente en la mejilla.
Que bien Pablo, eres un cielo, cuanto te quiero... – dijo ella
acariciando su espalda sin dejar de juntarse al cuerpo de él
y ronroneando como una gatita caliente.
La muy perversa se pegó aun más y siguió subiendo su mano por el
cuello acariciando su nuca y apretujando incesantemente sus enormes
globos contra el tórax de mi chico, algo que causó el primer efecto
deseado.
Vaya Pablo… creo que hay alguien que se ha alegrado de
verme – dijo Nuria separándose de mi novio refiriéndose a
la erección que había provocado aquello.
Perdona… Nuria… yo… - comentaba apuradísimo y
girándose hacia un lado.
¿Perdonar? Es un honor hijo mío y vaya pedazo de honor…
- añadió apretando con su mano la polla de Pablo que al
tiempo intentaba zafarse de ella.
Nuria, por favor…
Mi chico le pidió de manera algo tajante que le dijera el motivo de la
avería y ella se lo indicó, no sin antes guiñarme un ojo en señal de
complicidad. Aquella situación era altamente morbosa, tanto que cada
paso y cada sensación producían un gusto interior que no había
sentido hasta entonces. Me despojé de la camiseta, no se muy bien si
por el calor de estar metida dentro del guardarropa o por la
temperatura de mi propio cuerpo y lo que acontecía. Mientras, Pablo
se puso a desmontar el aparato de aire acondicionado intentando
olvidar lo sucedido y queriendo borrar de su cabeza cualquier roce
comprometido con mi amiga. Yo por un lado estaba furiosa, casi me
daban ganas de salir y decirle si era un poco idiota ante semejante
oportunidad, pero Nuria sabía como llevarle y lo hacía francamente
bien.
Bueno mientras tu vas mirando eso, yo aprovecho y me
doy una duchita, con este calor estoy empapada… tengo
todo el cuerpo sudado.
Mi chico asintió sin decir nada. Le imaginaba tan caliente o más que yo
misma y de manera casi inconsciente empecé a tocarme por debajo de
la falda acariciando mi chochito.
Nuria no tardó mucho en la ducha y salió envuelta en una toalla
minúscula que mostraba sus muslos en toda su intensidad y tapaba su
voluminoso pecho a duras penas.
Ay que a gusto me he quedado – dijo – si no te importa
me cambio aquí mismo, hay confianza.
Esto… sí… yo… vale, no te preocupes que no me vuelvo. –
contestó de él dándole la espalda educadamente.
Era increíble, no podía entender que todos los esfuerzos de mi
preciosa amiga no tuvieran el menor efecto sobre él, al menos no el
deseado, pues me imaginaba que mi novio caería mucho más rápido
en aquellas redes, sin embargo el hecho de tratarse de mi mejor
amiga, le impedía poder actuar a sus anchas. Cualquiera en su caso no
hubiera perdido el tiempo ante una propuesta tan evidente y
reveladora. Pero muy caballeroso se quedó arreglando el aparato en
cuestión sin volver la vista en ningún momento ante el cuerpo
desnudo de ella, que tardó intencionadamente en ponerse algo. Yo
miraba desde mi parapeto sus armoniosas curvas y como se acercaba
hacia mí abriendo de repente el armario. Me quedé de piedra, pero mi
amiga estaba tan segura que Pablo no se volvería a mirar que lo hizo
con toda naturalidad. Sacó de uno de los cajones una diminuta
braguita tipo tanga de color negro que se puso lentamente y sin cerrar
la puerta, algo que me encendía incluso más. Luego se colocó la parte
de arriba, que era un sujetador minúsculo que realzaba su pecho
ostensiblemente y después la cerró por fin para que yo siguiera
observando por aquel pequeño respiradero enrejado.
Pablo, puedes volverte ya… por cierto ¿Me haces un favor?
Cuando este se dio la vuelta abrió los ojos como platos y desde luego
no era para menos. Nuria llevaba aquella diminuta vestimenta que
tapaba lo justo: Con una minúscula braguita apenas cubría su chochito
y una tirilla que se ubicaba entre sus respingones cachetes del culo.
Ante sus enormes tetas tan solo cubría poco más que los pezones
sobresaliendo todas sus curvas de aquella pequeña prenda.
Esto… sí… que… - articulaba difícilmente mi novio.
¿Puedes decirme como me queda este tanga? – añadió
ella girando sobre sí misma
¿Yo?... pues… divinamente, claro…
¿En serio? ¿Me queda bien?
Si, de maravilla.
No sé, me lo he comprado ayer, quería darle una sorpresa
a mi novio ¿sabes?, hace más de diez días que no le veo y
tengo unas ganas de que vuelva y mostrarle este
conjunto… Es sexy ¿verdad?
Esto… Sí.
No te cortes hombre… estamos solitos y somos amigos,
hay confianza, me gustaría saber tu opinión sincera.
Quiero sorprenderle y que se quede con la boca abierta.
Pues creo que lo va a hacer.
Sí, sí, veo que a ti también te gusta. – Dijo señalando al
bulto que denotaba otra erección más que notable.
Uyyy, lo siento…
¿Qué dices? Es genial, si puedo provocarle eso… me
encantará… Si tú te pones así, imagínate él con diez días
sin follar. – decía ella con toda intención, sin que mi novio
pudiese disimular la montañita que crecía cada vez más. -
Bueno, he dicho eso y no sé cuanto llevas sin follar. Pero
con ese cuerpazo que tienes seguramente Lydia te dará
buenos repasos ¿no?
Mi amiga era una artista calentando a mi novio que solo se limitaba a
sonreír sin articular palabra.
Espero no parecerte muy descarada, Pablo. Quizás te
incomodó ese comentario.
No, no… no pasa nada.
Bueno, es que me gusta decir las cosas claras ya sabes, nos
conocemos bien, no me gusta callarme nada y aunque
seas un chico, pues eres mi amigo y además soy muy
abierta ya sabes.
Y tanto… jeje…
Vaya, vaya, ¿te parezco muy atrevida?
No Nuria, pero no estoy acostumbrado… a que una chica,
así…
¿Así como?, dime, dime…
Todo iba saliendo perfectamente, mejor incluso que el primer plan
previsto.
Pues Nuria, que una chica como tú… contándome esas
cosas aquí en tu dormitorio, en tanga… no sé...
entiéndeme…
Ah, vaya, te cortas entonces porque una amiga pueda
contarte esas cosas. A mi me encanta hablar de sexo, creo
que es muy sano charlar de eso y muy divertido.
Bueno, sí.
Pues eso. A mi por ejemplo me encanta follar, menos mal
que mañana viene mi chico, que si no me tiraba a lo
primero que se moviese, me encanta sentir una polla bien
adentro… y ahora más que nunca que llevo diez días sin
probar una… no te imaginas lo que es eso. Así que… si
quieres…ya sabes…
Vamos Nuria, no vaciles…
Mi chico se tomó aquello a broma y se volvió a seguir trabajando con
el aire acondicionado como si no pasara nada. No podía creérmelo.
Mis manos mientras tanto continuaban acariciando mis dilatados
pezones. Ella seguía al ataque.
Bueno, entonces ¿te gusta mi conjuntito?
Sí, sí. – contestó el algo maquinalmente pero convincente.
Bueno, aunque creo que quizás me quite el sujetador.
A continuación sin dilación se soltó el broche del sostén y lo tiró al
suelo. Sus enormes tetas botaban a cada movimiento y Pablo se giró
sorprendido sin creerse todavía lo que estaba viendo con sus propios
ojos, paralizado sin saber como actuar.
Bueno, ahora por fin puedes vérmelas – añadió ella
acercándose lascivamente a mi novio.
La cara de él era un poema, miraba a sus tetas, miraba al diminuto
tanga que cubría su sexo, aquellas curvas salvajes que se le
aproximaban lentamente y con toda sensualidad.
Aquí las tienes, ¿no es lo que querías?
Yo al tiempo me había despojado de la falda y tenía mi mano metida
dentro de las braguitas acariciando mis labios vaginales, animando aun
más la calentura que me provocaba aquella sensación novedosa y…
tan satisfactoria.
¿Qué te parecen? ¿Te gustan así, grandes?
Sí, son muy bonitas.
Tócalas, anda…
Nuria…
No seas tonto hombre, aprovéchate que esto que ardo… –
sentenció Nuria metiendo la mano bajo la camisa de mi
chico y pellizcándole el pecho. - ¿Ves? Yo te toco a ti tus
tetillas y no pasa nada… ven tócame…
La mano temblorosa de él se acercó por fin a los pechos de ella y los
acarició suavemente. Mi amiga cerró los ojos y soltó un leve gemido.
Uhhhmmmm, Pablo, estoy muy cachonda, estoy tan
necesitada de una buena polla, que no te puedes
imaginar...
Era increíble la calenturienta estrategia de ella. Yo seguía con mi mano
acariciando mi rajita que para entonces estaba dilatada y muy mojada.
Era cierto eso de sentir una especie de vértigo muy especial viendo a
mi chico atrapado en las fauces de una zorrita como era mi amiga.
Pablo, tócame, acaríciame las tetas, si, sii…. – añadía ella.
Las manos de mi chico estuvieron un buen rato sobando aquellos
pechos que tanto debía haber soñado y por fin tenía enteros para él.
Pablo, déjame ver tu polla, necesito verla… por favor.
Nuria, creo que ya está bien… Ya nos hemos pasado
bastante- dijo de repente separando sus manos del cuerpo
de ella como si le hubiera dado un calambre.
Pero Pablo…
Somos amigos, no puedo hacer esto... mi novia es tu mejor
amiga…
¿No te gusto, entonces?
¿Qué dices Nuria? Me encantas, eres preciosa… eres un
ángel…
No lo entiendo, solo te estoy pidiendo un favor, si somos
amigos, ¿no puedes hacerme ese regalo? Solo te pido que
me dejes ver eso que está tan duro, solo verlo… hace
tiempo que no veo una verga bien dura.
Pero es que… Lydia…
¡Que le den por el culo a Lydia! – soltó ella algo irritada
por la resistencia de mi chico, dejándome muy
sorprendida por esa actitud, pero al mismo tiempo esa
brusquedad en sus palabras me excitaba aún más de lo
que estaba.
Nuria…no puedo hacer eso…
Ah, vale, ¿quieres que me quite todo?
La imagen siguiente era la de una víbora convertida en mujer que
bailando de forma lasciva, se despojaba lentamente de su tanga,
bajándolo por sus muslos morenos sin dejar de mirar fijamente a los
ojos de Pablo que observaban la nueva perspectiva de mi amiga
completamente desnuda y danzando de la manera más sensual del
mundo. La ausencia total de vello en su pubis fue otra cosa que me
llamó la atención y por supuesto a él también, delatado por sus ojos
asombrados y sabiendo además cuanto le gustaría que yo hiciera lo
mismo.
- Bueno, ya estoy en pelotas. Ahora no tienes excusa, hombretón.
No le dejó opción a réplica y puso manos a la obra. Se acercó de
nuevo a Pablo despojándole de la camiseta ante la impasividad de él,
le acarició su torso desnudo y a continuación le bajó los pantalones,
todo como si formara parte de un rito, de un baile diabólico y erótico.
Lo dejó solo con su bóxer ajustado y marcando una polla debajo que
se adivinaba en todo su esplendor. Nuria ante aquel panorama
aplaudía nerviosa y decía:
Vaya, vaya, pero cosa más rica tienes ahí
Nuria… esto no está bien…
¿Qué? Esto está de maravilla. Se adivina algo grandioso. –
insistía impresionada.
Se agachó frente a mi novio y lentamente le bajó sus calzoncillos
dejándole desnudo ante su atónita mirada y la mía y con una tremenda
erección frente a sus ojos.
¡Dios mío que pollón! – dijo ella efusivamente ante el
miembro completamente erguido y que me pareció
incluso más grande que otras veces.
Mi chico comenzó a rendirse ante lo imposible, pues en ese momento
cerró los ojos al notar como los dedos de ella comenzaban a juguetear
con su glande, con sus huevos…. Los dos cuerpos se pegaron. La visión
era extraña para mí, pero altamente explosiva. Mi amiga y mi novio
desnudos y abrazados, las manos de ella acariciando su duro tronco y
las de él, completamente integradas ya en el juego, sobando el culo de
aquella explosiva mujer y besándola con todas sus ganas, retorciendo
sus cabezas, sus labios, sus lenguas… Pablo no pudo resistir la
tentación de comerle las tetas, ese bocado tan esperado y exquisito.
Ella cerraba los ojos y pronunciaba su nombre sin cesar:
Ayyy, Pablo, Pablo…
Yo ya me había despojado de toda la ropa. Estaba más excitada que
nunca. La visión de sus dos cuerpos despelotados invitaba a estar
desnuda al igual que ellos metida en aquel armario y masturbándome
como una posesa ante la visión más alucinante de mi vida.
La siguiente imagen era la de ella tumbada en la cama y mi chico
chupándole los pezones y acariciando sus muslos, su cintura, su pubis
completamente afeitado. No daba abasto y quería comérsela
literalmente. Su siguiente paso fue la de colocarse entre sus lindas
piernas y comenzar a chuparle la brillante rajita. Ya no había excusas,
no había marcha atrás…
¡Pablo, que gusto!… ¡me matas!… ¡cariño…que bien lo
haces!- suspiraba ella.
Mi chico continuaba agachado entre sus piernas y observando la
preciosa desnudez de aquella diosa que se le ofrecía tan fácilmente. Mi
sensación era cada vez más caliente y mis movimientos en el clítoris
casi tan veloces como la lengua de él sobre su coñito que se corrió
jadeando con fuerza y dando gemidos sin cesar mientras acariciaba el
cabello de mi hombre. Al mismo tiempo que ella jadeaba y respiraba
entrecortadamente yo intentaba acallar mis propios jadeos tapando la
boca con las prendas que colgaban de aquel armario.
Ahora quiero comerte esa polla preciosa – dijo mi amiga,
que sentada sobre la cama acariciaba con una mano los
huevos de Pablo y con la otra su miembro dulcemente en
pequeñas caricias que le hacían tambalearse.
Yo continuaba con mi paja pasando el dedo corazón a lo largo de mi
rajita caliente y disfrutando de la imagen que me ofrecía aquel
estratégico parapeto. Nuria jugaba con la mayor de sus travesuras
sobre la verga de mi novio, sacando su lengua y rozando su frenillo o
chupando los huevos y metiéndolos por completo en su boca.
Comenzó a introducirse lentamente la polla rígida de mi chico.
Centímetro a centímetro su carne se abría paso entre los labios
ardientes de aquella boca sedienta. Sacaba la lengua, apretaba los
labios, sacaba los dientes y todo sin dejar de mirarle a los ojos y
disfrutar de ese buen trabajo que le estaba proporcionando.
¡Que gusto, que pasada… eres una delicia! – añadía él.
¿Te gusta eh?... Seguro que Lydia no te la chupa así de
bien… – sentenció ella separando su boca y mirando de
reojo hacia al armario.
No, desde luego que no… lo haces divinamente… mucho…
mejor…
Contrariamente a lo que pueda parecer, aquello no me molestaba en
lo más mínimo, deseaba querer oírlo y sentir como mi amiga me
superaba en lo que tantas veces me creía dominadora. Eso me excitaba
de una forma extraña. El miembro brillante continuaba desapareciendo
una y otra vez en su boca sin cesar y sus manos que habían
abandonado la polla de Pablo pasaban de acariciar la tripita a las
nalgas de mi chico. Desde luego sí que parecía una diosa
tremendamente bella ante un hombre completamente rendido a sus
habilidades.
No puedo más… me voy a correr – dijo él apenas pasados
unos minutos.
Pues hazlo. Pero quiero que lo hagas en mi boca, hasta
adentro, quiero sentir tu leche correr por mi garganta…
Aquellas palabras dejaron atónito a mi novio y a mí también, pues
nunca le había permitido que se corriera en mi boca a pesar de
habérmelo pedido en innumerables ocasiones. Sabía que aquello era
uno de sus deseos más fervientes y una de sus fantasías incumplidas.
Ella se colocó tumbada sobre la cama quedando su cabeza colgada
fuera de las sábanas, boca abajo.
Ahora Pablo, fóllame la boca, quiero tu polla entrando y
saliendo… dámela…
A continuación él flexionó las piernas y ubicó su duro pene a la entrada
de su boca y comenzó a meterla despacio primero, y luego
desesperadamente. Era como si le estuviera follando literalmente la
boca una y otra vez, entrando y saliendo mientras ella se acariciaba el
clítoris, lo mismo que estaba haciendo yo. Nuria acariciaba con su
mano los huevos inflamados de él, y en pocos segundos sus músculos
se tensaron produciendo el aviso inequívoco de que se iba a correr.
Apretó más su polla contra la boca de mi amiga en algo que me
parecía inaudito pues se la enterró por completo hasta hacerla
desaparecer. Los gemidos y los aullidos de él eran también extraños
para mí, pues nunca había conseguido hacerle pasar un momento
como ese y se veía que espasmo tras espasmo depositaba todo su
semen en el interior de la garganta de aquella mujer rendida a su falo.
Nuria tragó gran parte de la corrida y aun tuvo tiempo de jugar con los
restos que le quedaban sobre la lengua, estirando con la punta de sus
dedos las cortinas de leche pringosa que le había quedado mientras le
miraba juguetona y cachonda. Él permanecía exhausto sobre la cama
observando como aquella chica seguía danzando e invitando con ese
cuerpo y sus enormes y perfectas tetas a lo que quedaba por venir. Él
sonreía, haciendo entender lo tremendamente satisfecho que se
encontraba, como nunca… diría yo. De pronto Nuria sin dejar de bailar
de forma sensual, se acercó al armario y a través de la pequeña rendija
que nos separaba me mostró su lengua aun manchada del semen de
mi novio. Jugaba con aquel néctar y me lo enseñaba victoriosa. ¡Que
sensación, que placer sentía yo al otro lado!
Ahora ¿quién va a ser el que me la va a meter bien
adentro? – decía ella con aire de inocencia sin dejar de
mover sus caderas provocando el despertar de aquella
polla recién ordeñada.
Nuria que buenísima estas… vaya polvo que tienes… - le
decía él admirándola.
Vamos a levantar a esa cosita. – añadió ella.
A continuación se tumbó sobre mi chico moviendo su cuerpo desnudo,
pegados piel con piel y besándose de la manera más alocada… Las
lenguas danzaban fuera de sus bocas y sus respectivas manos no
paraban de acariciar el cuerpo del otro. Dando besitos por el pecho,
los hombros, el ombligo hasta llegar de nuevo a la polla de Pablo,
donde ella intentó con su lengua estimular a la "bestia dormida". Pero
las que realmente consiguieron milagrosamente recuperarla tan pronto
fueron sus tetas… aquellas enormes tetas que habían acurrucado el
miembro de mi novio hasta lograr enderezarlo en su máximo
esplendor. La polla desaparecía una y otra vez entre aquellos pechos
anhelados y que ahora estaban enteramente a su disposición.
Mis dedos seguían acariciándome el clítoris y percibía como el
orgasmo se aproximaba al ver a Nuria colocándose con sus piernas
abiertas sobre él y como lentamente se ubicaba la polla a la entrada de
su chochito depilado y se sentaba lentamente hasta conseguir
insertárselo por completo, hasta que ambos lanzaron un suspiro
profundo.
Nuria, que gusto…
Sí Pablo, que bien, que cosa más dura tienes…
Comenzaron a follar con fuerza. Ella se dejaba caer sobre aquel
miembro aguantando su peso con sus manos sobre el tórax de Pablo
que respiraba con dificultad acariciando el culo respingón de ella. La
imagen era tremenda, inusitada para alguien como yo que no entendía
como podía estar tan excitada de verles haciendo el amor delante de
mis narices. En esa habitación solo se escuchaba el sonido de aquel
metesaca veloz y rítmico, sus jadeos y mi respiración entrecortada
cuando alcancé uno de los orgasmos más increíbles de mi vida, con el
temor de que me pudieran escuchar.
Nuria como follas, que gusto… - repetía él.
Yo aprovechaba para amortiguar mis gemidos con la ropa colgada en
aquel armario mientras se oían los jadeos del otro lado:
Fóllame Pablo… házmelo… quiero ser tu puta, me corro,
me corro…
A los pocos segundos su cara quedó apoyada sobre el pecho de mi
novio que seguía empujando su pelvis desde abajo, hasta que al poco
rato se corrió de nuevo dentro del coño tan soñado de Nuria, que lo
besaba exhausta en la boca.
Después de aquel polvo sus cuerpos quedaron unidos un buen rato
mientras mis dedos seguían acariciando mis dilatados labios vaginales,
mi clítoris, mis pezones… en los últimos estertores de mi divino
orgasmo.
¿Qué te ha parecido Pablito? – preguntó ella.
Una maravilla… eres una bomba…
¿Entonces lo hago mejor que tu novia?
Mucho mejor… ufff, me has dado un placer inmenso.
Nunca había echado un polvo como ese.
Tendremos que repetirlo… que no me entere que esa polla
pasa hambre…jaja… - añadió ella mirando hacia el armario
y guiñándome un ojo.
A continuación ella se la introdujo en la boca y terminó de limpiar los
restos de semen y sus propios fluidos hasta dejarla completamente
brillante.
Aun siguieron besándose y acariciándose, para terminar con otro
espectacular polvo al que volví a asistir como espectadora anónima y
que disfrute nuevamente con un orgasmo delicioso; Tras aquella
mañana tortuosa llena de sexo, donde por cierto quedó sin reparar el
aparato de aire acondicionado, los dos se despidieron con una buena
sesión de besos.
¡Pablo! – le dijo ella en el último instante en que él
abandonaba su dormitorio.
Dime, preciosa.
¿Me prometes una cosa?
Claro, lo que quieras…
Cuando estés follando con Lydia, ¿pensarás en mí?
¿Imaginarás que soy yo la que esta debajo de ti? ¿Cerrarás
los ojos y me verás a mí follando? ¿me lo prometes?
Prometido. – añadió él dándole el último morreo que me
produjo un nuevo calor interno difícil de describir.
Ese fue el inicio de varias visitas para observar a mi novio follándose a
mi amiga y comprobando no solo que ambos disfrutaban plenamente,
sino que yo lo hacía también de una manera que no había conocido
hasta entonces… que me embriagaba… me hechizaba. Me había
convertido en voyeur incorregible de mi propia pareja y eso había
degenerado en una dependencia colosal… en una droga que no podía
soltar, pues cada vez me excitaba más, hasta incluso el día de hoy que
sigo enganchada.

¨El Hechizo¨

Mi amiga Marta no dejaba de hablarme de su nuevo novio, Mario y de


ensalzar sus virtudes, a todos los niveles, tanto en su físico, que parecía
ser extraordinario, según ella me contaba, como en la propia relación
con él, que la convertía en una alocada, confesándome que por fin
había encontrado al hombre de su vida. Coincidieron en un Chat y lo
que empezó como una charla caliente acabó siéndolo de verdad, es
decir, quedaron, se conocieron personalmente y llevaron todas sus
fantasías virtuales a la realidad…
Ella me confesaba, que además de guapo, Mario era un amante
impresionante y que con él había sentido cosas que nunca antes había
vivido con nadie. Porque Mario (palabras textuales de ella) follaba
como los ángeles. No sé muy bien si porque ella le ensalzaba tanto,
hablándome de todos esos detalles íntimos o quizás porque yo me
encontraba tras dos meses fuera de una relación, el caso es que
cuando me describía sus experiencias amatorias con ese nuevo chico,
lograba calentarme a más no poder y sin quererlo me estaba
convirtiendo en otra admiradora de Mario y eso sin conocerle de nada.
Marta, yo creo que exageras. – le comentaba
yo.
De eso nada Lydia… sabes que he tenido un
montón de relaciones, pero ninguna como
esta, te lo juro. Mario me tiene loca.
Pero ¿Qué tiene de especial ese tío? Le pones
por las nubes…
Todo, guapa, lo tiene todo. Me hace ver las
estrellas, pero verlas de verdad…
Bueno y ¿Qué hace para que veas tantas
estrellas…?
Su poder de atracción Lydia, es algo que me
supera. Me mira fijamente a los ojos y es que
me deshago. Y para colmo, que follando es un
artista. Pero no te lo digo por decir, es
impresionante. Me encanta hacer el amor con
él, estaría horas y horas…
¿Tan bien lo hace? – Preguntaba yo mientras
me iba calentando con sus palabras.
De maravilla, hasta ahora nadie me ha dado
tanto placer como él… Además de una lengua
virtuosa tanto para hablar como para lo
demás, tiene… ¡una polla preciosa!, digna de
ser admirada.
¿La tiene grande, entonces?
No, para nada, de tamaño muy normal, pero
es… como una joya entre sus piernas, como
un icono al que adorar. No sé que tiene de
especial, pero me encanta. Me la quedo
mirando embobada.
Que loca eres Marta…
Te lo digo en serio.
Claro y además te tratará como a una
princesa, ¿A que sí?
No, jajaja…. Al contrario. Me trata como a una
puta.
Pero ¿Marta?
Sí, soy su zorra, más zorra y aunque no lo
creas me encanta serlo.
Por Dios, ¿Cómo dices eso?
No, no creas que es un tirano o algo parecido
o un macarra de esos… para nada, todo lo
contrario, es un cielo de hombre, dulce,
cariñoso, romántico…
¿Entonces?
Pues en la cama se convierte en mi amo y yo
en su perrita. Él me domina y lo mejor… es
que yo me dejo dominar.
Sin duda que las palabras de mi amiga sonaban sorprendentes y me
costaba creer que todo lo que contaba llegara a esos límites. Desde
luego esa nueva relación le hacían comportarse como una loca
adolescente, a pesar de haber cumplido los 35, sin embargo sin
conocerle, yo también me estaba imaginando a ese chico en esas
situaciones que ella me detallaba, recreándolas en mi mente, pasando
a formar parte de mis fantasías más íntimas… sin contárselo a ella, por
supuesto.
Al cabo de unas semanas, en las que siguió deleitándome con sus más
espirituales relaciones con Mario, sin escatimar pormenores y
enfatizando cada momento hasta lograr ponerme cachonda perdida,
me propuso conocer a su nuevo romance amatorio.
Mario ha alquilado un bungalow en la playa y
me ha pedido que te vengas. – me decía.
Pero, no Marta… no puede ser…
Sí, le conté que andabas algo depre y que…
¿Qué le contaste qué? – pregunté confusa.
Sí mujer, que ahora estabas sin novio y que
podrías pasar un fin de semana con nosotros…
y así te distraerías. El caso es que le pareció
genial.
Te lo agradezco Marta, pero no puede ser…
además vosotros dos solos y yo allí… ¿Qué
pinto?
No seas tonta, te vienes y no se hable más.
Esas fueron sus últimas palabras y sin comerlo ni beberlo el viernes
vinieron a recogerme a casa, como habían planeado. Si bien por un
lado me incomodaba ser un estorbo entre ellos dos, que eran una
pareja en su pleno efluvio amoroso, me sentía poderosamente atraída
con la idea de conocer al famoso Mario y descubrir directamente todas
esas virtudes de las que ella me hablaba.
La primera impresión de Mario, en cuanto le vi bajarse del coche, no
fue excesivamente sorprendente, quiero decir que a simple vista se
trataba de un chico normal… majo, guapote, alto y fuerte, de 1,80 de
altura… es decir muy buena planta, pero nada especial a simple vista.
Ahora, eso sí, su mirada fue lo que me desarmó. Nada más saludarme
y agarrarme por la cintura, mi cuerpo sufrió un cambio extraño y lo
que antes eran húmedos sueños eróticos, ahora eran reales, no me
digáis por qué, pero fue así. Me había puesto mojadísima con solo
darle un par de besos y quedar hechizada de su mirada. Tuve que
agarrarme a sus brazos para no caerme. No sé si influenciada por
Marta, pero todo lo que ella contaba en sus aventuras se repetía en
ese momento. Durante el viaje me estuve fijando en él detenidamente,
aunque procuraba disimular. Poseía algo que se me escapaba, pero lo
cierto es que deseaba a ese tipo desde el primer momento, sin
conocerle de nada, entendiendo a mi amiga perfectamente en esa
enfermiza atracción. Los calentones previos con mi amiga me
conducían ahora a imaginarle follándome y eso me ponía más que
caliente. Intentaba borrar esa imagen continuamente de mi mente,
buscando cierta compostura, pero me resultaba francamente
complicado.
Llegamos al camping y nos instalamos en el pequeño bungalow que
habían alquilado para la ocasión, donde solo había una gran
habitación, con una cama grande y otra más pequeña enfrente, una
cocina diminuta y estrecha y un más que reducido baño compuesto
por un inodoro, un lavabo y una ducha. Aprovechando que Mario se
fue con el coche a comprar cosas para ese fin de semana, Marta y yo
nos quedamos a solas y evidentemente hablamos de él.
¿Qué, Lydia?, ¿Qué te parece?
Sí hija, tenías razón.
Esta buenísimo ¿A que sí? – me recordaba ella
animosamente.
Sí, es muy guapo – le contestaba como
quitando importancia al tremendo impacto
que me había causado.
Verás, que además es un cielo. Si es que
enamora… Me tiene loca.
Ella no lo sabía, evidentemente, pero a mí también me tenía así… loca
perdida y eso que solo acababa de conocerle.
Pero Marta, en este bungalow…casi no
cabemos los tres, además no vais a tener
intimidad y yo creo que… - le comenté a
Marta pero ella me cortó.
No quiero oírte hablar más del tema ¿vale?
Lydia, por favor, eres mi mejor amiga, tengo
confianza contigo, incluso para decirte que no
me importa que me oigas follar por las noches
con Mario. Hay confianza para eso…
Mi amiga parecía estar invitándome a escucharles haciendo el amor y
en el fondo pensaba que todo formaba parte de un exhibicionismo
manifiesto ó quizás demostrarme que todas sus confesiones formaban
parte de una realidad más que palpable… que además de las virtudes
físicas, también estaban las de amante perfecto.
Pero Marta, me da muchísimo corte,
imagínate… vosotros ahí en la cama dale que
te pego y yo aquí… mejor, me voy a otro
bungalow.
Que no, quiero que estemos juntas y si tengo
que estar sin follar con Mario, lo estoy, pero
no quiero que te vayas, Lydia… por favor…
Sus palabras me emocionaron, más todavía comprendiendo que si era
capaz de renunciar a echar un polvo con semejante hombre por mi
culpa, era porque realmente me quería un montón… Nos abrazamos y
al tiempo me sentí mal al tener pensamientos tan lascivos con su novio
mientras ella me estaba profesando todo su cariño de gran amiga. Sin
embargo no podía renunciar a eso… algo me empujaba a desear a ese
hombre con un furor inaudito.
Ya estoy aquí – anunciaba su llegada Mario
cargado de bolsas - ¿Pero aun no os habéis
puesto el bikini?
No, aun no nos ha dado tiempo. – contestó
ella.
Yo, pudorosamente y queriendo dejarles una parcela de intimidad me
metí en el baño a ponerme el bikini. Hubo un momento en el que les
escuché como se besaban, al menos eso parecía pues no se les oía
hablar sino más bien respiraciones fuertes y jadeos… imaginaba que
además debían estar metiéndose mano aprovechando el cambio de
ropa. Así es que tardé un poco más en salir del pequeño baño, no sin
antes palpar mi rajita húmeda y hambrienta, pues mis dos meses en
dique seco estaban empezando a pasar factura y entre aquellos
sonidos, que una no es de piedra y que Mario estaba para mojar pan...
No podía quitarme de la cabeza a ese chico, pero intenté reponerme.
Al salir y encontrarme allí frente con él… con ese bañador ajustado, mis
intentos de serenarme se disiparon por completo. Las manos de mi
amiga acariciaban su tórax y sus brazos y me miraba como diciendo
"¿Ves que pedazo de tío tengo?". Cuanto la envidiaba… Llegué a
pensar si era una mala amiga por hacerme pasar ese sufrimiento de
demostrarme lo que ella tenía y que yo no podía ni catar.
El resto de la tarde lo pasamos en la playa. A pesar de no haber
llegado el verano, hacía un calorcito muy agradable. El agua en el mar
estaba buenísima. Observaba sentada en la toalla como se divertía la
loca parejita y a pesar de la envidia, me sentía muy feliz por Marta, ya
que definitivamente, como ella misma decía, había encontrado a su
hombre ideal.
Mario regresó hacia donde yo estaba y allí en pie se secaba su
cuerpazo con la toalla mientras Marta se quedaba nadando en la orilla.
¿Ya no te bañas más, preciosa? – me
preguntó.
No, ahora quiero tomar un poco el sol.
Sí, se esta muy a gusto aquí.
Es verdad, hace un calorcito muy agradable.
No, me refería a eso, sino a estar en tu
compañía. – dijo Mario mientras yo observaba
a mi amiga en la distancia.
Gracias. – respondí tímidamente a su atrevido
halago.
Es así, eres preciosa Lydia y ese bikini te sienta
muy bien. Un placer que hayas venido con
nosotros. Marta me habló de ti, pero no me
dijo que estabas tan buena. Menudo cuerpito
que tienes, para comerte entera.
Su mirada lasciva y sus palabras me dejaron muda. Evidentemente esos
piropos debían incomodarme por ser quién era, pero contrariamente
me deleitaban demasiado. Lo lógico hubiera sido pararle los pies en
ese mismo momento, pero algo incontrolable… difícil de entender, me
lo impidió. Apenas a cincuenta metros estaba su novia… mi mejor
amiga y debía cuando menos escandalizarme que aprovechando su
ausencia, ese tipo al que no conocía de nada me dedicara esas
adulaciones tan desvergonzadas, pero lo peor es que me embargaban
y provocaban un cosquilleo irrefrenable en todo el cuerpo.
Bueno ¿Y que te parezco? – me preguntó de
pronto sentándose a mi lado sin apenas
dejarme reaccionar con su salida anterior.
¿Cómo?
Sí, ¿Qué opinas de mí? ¿Qué te parezco?
Pues que eres muy majo.
¿Solo majo?
Bueno y muy guapo.
Ja, ja, ja… Gracias, nena. Supongo que Marta
te habrá hablado muy bien de mí.
¿Nena? ¿Me había llamado nena? ¿Por qué demonios no le decía algo?
¿Por qué me gustaba tanto que me dijera aquello? ¿Por qué estaba tan
cachonda con ese tío?
Ya lo creo, Marta me habló muy bien de ti –
dije algo cortada pensando en todo lo que
ella me había relatado con pelos y señales.
¿Ah sí? ¿Y que follo bien? ¿Te contó eso?
Mario… ¿Qué dices? – le contesté con cierto
enfado y cara de sorpresa.
¿No es cierto? No te preocupes preciosa, ella
me lo ha confesado todo.
Era imposible coordinar ante el atrevimiento y el descaro de ese
hombre, pero además no podía contradecirle, pues curiosamente esa
desvergüenza me cautivaba de una manera atroz.
Me gusta mucho follar con mujeres bonitas, es
lo mejor del mundo.
Sí, Marta lo es… además te quiere mucho. – le
apunté queriendo quitar hierro y calor al
asunto, pues veía que sus palabras parecían ir
por otro lado.
No me refería a ella, preciosa. Digo a mujeres
en general, me gusta follar con chicas
guapas… con tías buenas como tú.
Mario, por favor… - le dije con una expresión
de miedo, confusión y en gran medida de un
placer inusitado.
Aquel hombre me estaba poniendo en un apuro, primero por hacerlo
tan insolentemente, segundo por encontrarme en la situación de ser la
mejor amiga de su novia y tercero por no querer escapar de allí y
seguir escuchándole esas cosas que me estaban calentando
infinitamente. Lo peor de todo es que no podía contradecirle, no podía
huir de esa mirada.
Tranquila mujer… no te asustes… no te voy a
follar si tu no quieres… - me decía mientras se
acariciaba la polla con descaro por encima del
bañador y que parecía crecer por momentos.
Mario… Marta es mi amiga…
¿Qué tiene que ver ella? ¿Te gusta lo que ves
o no? – Me repetía sobándose una verga que
alcanzaba tamaños más que considerables
bajo su única prenda. De pronto, Marta se
acercó hasta nosotros.
¿Qué tal pareja? ¿De qué hablabais? ¿De mí? –
preguntó ella.
Sí, cariño… - contestó él – Le decía a Lydia que
es un placer tenerla aquí con nosotros… y
además que es preciosa. Mucho más de lo
que me habías dicho.
¿Ves como es un cielo de hombre? – me
sentenció mi amiga con naturalidad como si el
piropo fuera una atención, mientras yo
enrojecía de forma considerable.
¿Quién se va comer esta cosa? –dijo de pronto
Mario con descaro siguiendo con sus
tocamientos insolentes a su miembro por
encima del bañador.
Yo, naturalmente… Perdónanos Lydia,
tenemos un asunto pendiente, jeje… – añadió
ella mientras tiraba de él de una mano y se le
llevaba hasta el bungalow, casi diría yo, a la
desesperada.
Se esfumaron de la playa dejándome completamente desorientada, no
sin antes volverme a sorprender cuando Mario me tiró un beso a modo
de "Este te lo dedico".
La situación era surrealista total, me encontraba con mi amiga y su
novio, un completo desconocido para mí, pero que había conseguido
calentarme a más no poder con sus palabras, cuando debía estar
enfurecida y salir corriendo de allí. Sin embargo no lo hice, ni quería
hacerlo. Esperé un tiempo prudencial antes de volver al bungalow y
cuando pensé que ya podrían haber terminado con sus "jueguecitos",
el ruido que se oía desde dentro de la pequeña casita no me permitía
pasar, sino quedarme a escuchar una innumerable cantidad de
gemidos que lanzaba mi amiga y cosas que le decía Mario: "Eres una
zorra de verdad", "Como te gusta que te parta ese coño que tienes"
"¿A que si putita?" "Vámos zorrita, cabalga sobre esta polla"… Ella
contestaba un sí casi ahogado víctima al parecer de los placeres que le
estaba otorgando su novio. A pesar de que esas palabras me sonaban
soeces y bastante brutas, la situación era caliente de verdad y aun me
quedé más tiempo escuchando sin darme cuenta que mis dedos ya se
habían metido bajo la braguita de mi bikini y me estaba acariciando
presa de una audición tan ardiente y morbosa.
Al rato, tras el silencio, hice mi entrada en la pequeña casa. Se habían
quedado dormidos, aunque no me extraña, creo que fueron dos horas
dale que te pego.
A la mañana siguiente amaneció un día caluroso y soleado, por lo que
tras el desayuno optamos por volver a pasar gran parte del día en la
playa, al menos hasta la hora de la comida, aprovechando ese buen
tiempo. Me coloqué el bikini en el baño de nuevo mientras ellos lo
hacían al otro lado de la puerta siguiendo con sus juegos, caricias y
besos del día anterior. Volvimos a la playa y colocamos las toallas.
¿Qué tal si nos despelotamos? – preguntó
Mario de repente nada más llegar.
¿Qué dices? – le dije pasmada.
Sí, es buena idea. – añadió Marta y sin más
dilación, se despojó del bikini quedándose
completamente desnuda ante mi sorprendida
mirada.
Esa es mi niña. – contestó Mario y a
continuación deslizó su bañador a lo largo de
sus musculosas y adorables piernas.
Por fin tuve la oportunidad de ver a ese chico desnudo, en un cuerpo
que se me antojaba deseablemente perfecto y que parecía estar
llamándome a gritos. Su miembro a pesar de estar "en descanso"
resaltaba extraordinariamente, tal y como me había anunciado Marta.
Hay quién cree que todas las pollas son iguales, pero es falso, las hay
grandes, pequeñas, gordas, largas… y espectacularmente preciosas,
como la de Mario.
Él sabía que me había quedado con la vista fija en su instrumento y
parecía gustarle pues me sonreía apoyando las manos en sus caderas
como diciéndome: "Ahí la tienes guapa". Marta también me sonreía y
cuando crucé mi mirada con la suya enrojecí al verme pillada en
aquella observación continua a la divina verga de su chico.
Vamos, quítate el bikini, verás que bien te
sientes… – me invitó Marta.
Sí, eso, eso, enséñanos ese cuerpito. – insistió
él.
No, es que me da mucho corte… quizás
después… - dije azorada.
No insistieron más y se dirigieron hacia la orilla completamente
desnudos. Antes Marta volvió hacia mí para susurrarme:
- ¿Has visto que polla tan linda?
Me volví a quedar muda y mi amiga salió corriendo hacia el agua con
su amigo, dejándome sobre la toalla con un calentón de campeonato y
con el recuerdo de la primera impresión del cuerpo desnudo de ese tío
y de su divina polla. La imagen me torturaba y el tío estaba buenísimo.
A los pocos minutos como en el día anterior, Mario regresó hasta las
toallas antes que Marta, que se quedó bañándose en la orilla y
disfrutando de las olas.
Deberías bañarte Lydia, está el agua
impresionante. – me comentó Mario sonriente
en pie, exhibiendo sus mejores dotes.
Sí, ahora me animo – respondí mientras la
polla de aquel chico se movía de un lado al
otro al tiempo que se secaba enérgicamente
la cabeza.
Pero tienes que bañarte desnuda, es una
pasada.
Es que me da vergüenza.
¿Por qué? No hay nadie más en la playa… ¿Es
por mí?
Bueno… creo que sí.
A mí me encanta estar desnudo y que me veas
así. Seguro que estarás disfrutando de ver a
un tío en bolas ¿O no? Pues yo igual…
Bueno… pero…
No tendrás nada raro que ocultar, te imagino
desnuda y tienes que estar…
Pero es que Marta…
¿Marta? Ella ha sido la que me ha dicho que te
convenciera.
¿En serio?
Claro, mucho mejor así, los tres desnudos ¿No
te parece?
No sabía donde meterme, pero en el fondo una de las cosas que más
me apetecía era desnudarme y mostrarme así, con el mismo descaro
que él. Además verle sin ropa a él, me animaba a hacerlo a mí…
Bueno, de momento hago top-less. – dije
decidida soltando el cordón del bikini y
mostrándole mi pecho desnudo.
Guauu, eso son un par de tetas. – soltó de
repente acariciándose su miembro que se
ponía algo más grande ante sus tocamientos
insolentes.
Gracias. – Contesté algo avergonzada pero
enormemente excitada mirando cortada hacia
otro lado y solo de reojo volvía la vista hacia
ese poderoso instrumento.
Bueno sería como un sueño verte desnuda por
completo. Debes ser como un ángel. Venga
nena, no te hagas la estrecha…
Esas palabras y creo que el hecho de una situación tan morbosa y de
no ver más peligro que estar desnuda en una playa solitaria y hacerlo
ante aquel hombre tan guapo, me animaron a despojarme de mi
última prenda.
Está bien, me desnudo… - Dije poniéndome
en pie dispuesta a soltar los cordones de mi
bikini.
Espera nena… ¿Me dejarías a mí ese honor?
¿Cómo?
Sí, quitarte esa braguita yo mismo.
Nada me apetecía más en ese momento y ninguna otra cosa me
impedía que lo hiciera, ni tan siquiera que mi amiga estuviera tan cerca
y pudiera vernos. No tuve que responderle, pues mi silencio dio pie a
que él mismo actuara. Mario, en pelota picada, se plantó frente a mí y
con sus manos acarició suavemente mis caderas lo que produjo un
tembleque en mis piernas fuera de lo normal. Lo notó y me sonrió.
Soltó un cordoncito del bikini, luego el otro y la prenda se deslizó
entre mis piernas hasta caer al suelo.
Ostras, que buenísima estás. – Decía esto
sosteniendo mis caderas y admirando mi
desnudez.
Dios, como me gustaba la forma de mirarme, con esos ojos brillantes,
esa boca entreabierta y una polla que en ese momento estaba
tomando su máxima dimensión, proporcionándome una visión
celestial. Lo que más me apetecía era tocársela, acariciársela… Era tan
bonita… Cuanto deseaba a ese hombre y que situación tan
complicada… tan imposible… Mi mente me conducía a imaginar esa
polla dentro de mí y de ser yo la receptora del mismo placer que había
absorbido Marta en tantas ocasiones.
Eres preciosa Lydia… Déjame darte un beso…
Sin darme tiempo a contestar el cuerpo desnudo de ese chico se soldó
al mío dándome un suave y tierno beso en los labios. No puedo
expresar lo que sentí en ese momento, seguramente un montón de
cosas mezcladas y desde luego algo muy placentero, mayor aun, al
sentir su polla en completa erección cobijándose entre nuestros
cuerpos permitiéndome sentirla en su máxima dureza… ¡que delicia!
¡Cuánto tiempo sin catar un hombre y este me estaba matando de
gusto! Sin embargo aun me llegó un atisbo de seriedad y
responsabilidad y viendo como se estaban poniendo las cosas decidí
cortar aquello, separándome de ese diabólico cuerpo inmediatamente.
Mejor, vamos al agua Mario. ¿Vale? – contesté
seria.
Al llegar a la orilla, yo con un calentón de campeonato y Mario con su
sexo en ristre, Marta nos recibió sonriente.
Vaya, por fin te has decidido. Si es que Mario
tiene una mano para convencer…
Una mano y otras cosas pensaba yo… Pero lo curioso es que ella no se
enfadaba porque me hubiera despelotado delante de su chico y que
este mostrara una erección descomunal. Le resultaba gracioso y a mí,
cuando menos, chocante.
Veo Mario, que la chica te ha causado
impresión, jajaja… – comentaba ella señalando
la verga tiesa y vibrante.
Ya lo creo – contestó él con naturalidad
acariciándosela impúdicamente.
Permanecimos unos minutos en el agua, que no sirvieron para bajar mi
tremenda calentura y después regresamos a las toallas para disfrutar
de los agradables rayos del sol antes de ir a comer. Me gustaba estar
desnuda, nunca antes lo había hecho en una playa, ni tan siquiera
delante de mi amiga y menos en presencia de su novio que me tenía
enamoradamente cachonda. De vez en cuando, mientras tomábamos
el sol no podía evitar lanzar alguna mirada furtiva hacia el cuerpo de
Mario, especialmente a sus partes nobles tan rasuraditas, tan
atractivas… cuanto más le observaba, más le deseaba. Si Marta no
fuera mi amiga, seguramente no hubiera podido reprimirme tanto.
Cuando decidimos volver al bungalow a comer, Mario sugirió que
continuáramos desnudos, en plan naturista total, aunque en el fondo
todos lo hacíamos para disfrutar con nuestro exhibicionismo particular
y del ambiente tan sensual de aquella excursión. Con una aparente
naturalidad, servíamos los platos en aquella pequeña casita, pero en el
ambiente se iba creando más y más morbo. Para mi amiga Marta, la
cosa suponía una demostración de supremacía, o al menos así lo
consideraba, queriendo exponer a las claras que el único macho
presente era suyo y solo suyo. Para él, disfrutar mirando y al tiempo
exhibirse también, exactamente igual que yo, con unos deseos cada
vez más libidinosos. Tras la comida, decidimos echar una siesta. Ellos
naturalmente juntos en la cama grande que estaba al fondo y yo en la
pequeña de enfrente.
Uno de los momentos en los que estaba tan ricamente tumbada con
los ojos cerrados y volví la vista hacia Mario me le encontré de lado
observándome y con toda la cara dura del mundo, masturbándose
ante mí. Marta estaba boca abajo y no se estaba dando cuenta de que
su novio se la estaba cascando a mi salud. Sus ojos recorrían una y otra
vez mi cuerpo desnudo y no solo no me disgustaba que lo hiciera, sino
que me ponía todavía más caliente.
¿Qué haces? – le dije tan solo moviendo mi
boca para que leyera mis labios.
Disfrutar de las vistas. – contestó en voz alta.
Le hice una seña indicándole con mi dedo a mi amiga que permanecía
imperturbable boca abajo y que debía seguir dormida. No podía creer
que Mario actuara tan descaradamente, de esa manera y delante de su
novia, pero es que lo curioso es que a mi me encantaba que lo hiciera.
Mis ojos no se retiraban ni un momento de su mano que no hacía más
que subir y bajar a lo largo de aquella admirable polla. Cuanto deseaba
ser yo quien le hiciera ese divino masaje. ¡Dios, como me ponía ese tío!
¿Te gusta lo que ves? – me preguntó
nuevamente.
Mario… por favor…
Vamos nena, confiésalo, ¿Te gusta o no?
Si… me gusta mucho… - respondí en voz baja,
enrojecida y excitada.
Mario continuó pajeándose con descaro mientras su novia dormía. No
podía evitar observarle y como su mano bajaba y subía
incesantemente sobre su dura daga sin dejar de mirarme a los ojos, a
las tetas… a mi coño que estaba ya hinchado y húmedo como nunca…
Instintivamente abrí mis piernas para que sus miradas se dirigieran allí
y yo siguiera observando como la piel ocultaba su glande una y otra
vez. Que maravilla debía ser tocarla, sentirla, acariciar esos huevos y
chuparlos. Solo de vez en cuando le miraba a los ojos y él me devolvía
una malévola sonrisa. Al rato, Marta se despertó y observó a su chico
en plena faena. Pensé que se iba a enfadar, pero me volví a equivocar.
Como andas, nene… - dijo ella
desperezándose.
Marta volvió su cabeza hacia mí, sonriéndome. Como si yo no estuviera
allí y con toda naturalidad, retiró la mano de su chico y puso la suya en
su lugar para seguir masturbándole ella misma, primero con lentitud y
frenéticamente después. No podía retirar la vista, era superior a mí
aquella situación y la envidia de no ser yo quien pajease a su chico, me
tenía paralizada…
No te importa, ¿verdad Lydia? – me preguntó
Marta, pero antes de que pudiera contestarla
lo hizo él.
Claro que no, nena. Menéamela como tú
sabes.
Marta le sonreía, también lo hacía mirándome de reojo. Yo no sabía
muy bien como captar aquel mensaje. O bien se estaban burlando de
mí, o bien ella quería demostrarme que Mario era suyo en exclusiva a
pesar de todo, o simplemente me estaba provocando sin más… o peor
aun, quizás invitándome al festín… Dejó de masturbarle para seguir
rozando con sus dedos aquella preciosa verga que se paseaba por sus
tetas, sus caderas hasta que las manos de su novio empujaron su
cabeza hacia esa polla erecta y terminar entre sus labios. Mi amiga
empezó a masturbarle pero esta vez con la boca sin dejar de mirarme
de reojo continuamente. Dios, que envidia me daba no ser yo quien le
estuviera haciendo esa mamada tan intensa, chupar y chupar eso hasta
ponerla al límite.
Nena, como lo haces, eres toda una experta
putita… - decía él sosteniendo la cabeza de su
chica en la labor de tragarse su miembro
incesantemente.
¿Te gusta mi vida? – le decía ella sacando esa
polla dura de su boca y mirándole con cara de
vicio.
¿Qué si me gusta?, la chupas como una
diosa…
La rocambolesca situación, la excitante escena y las palabras de ambos
me encendían. Lo que más me apetecía era acompañar a mi amiga a
comerme a medias aquel apetitoso helado, algo que por supuesto ni
me atrevía a hacer, pero ni siquiera a masturbarme en una situación
así, a pesar de todo me sentía algo avergonzada… aunque mi calentura
era ya incontrolable.
Quiero follarte zorrita mía, quiero partirte ese
coño en dos… - gritaba él sin dejar de
mirarme desafiante. Parecía estar
diciéndomelo a mí.
Si amor, hazme tu putita, vamos, fóllame –
respondía Marta como si no se enterase de
nada, participando de un juego vertiginoso.
A continuación ella se colocó sobre su novio y se insertó la polla de
una sola embestida, comenzando a cabalgar sobre él con
desesperación. Ambos gemían sin cesar y yo no podía retirar la vista
de aquella escena tan porno, tan surrealista… Me encantaba verles
follar, pero sobretodo imaginarme que era yo la que estaba sobre
aquella polla y sintiéndola en lo más profundo de mi sexo palpitante.
Percibía como la vagina de amiga atrapaba aquella dura verga
sintiendo que era mi propio sexo el que la devoraba.
Como follas nena, eres toda una puta… tienes
el chocho más caliente del mundo… - repetía
a su chica pero sin apartar su mirada de la
mía, como si esas obscenas palabras me las
estuviera dedicando a mí.
No tardaron mucho en correrse y en gritar como poseídos, ajenos al
mundo y a mi presencia. Ambos me miraban jadeantes, yo diría que
victoriosos por el tremendo show en vivo que me habían dedicado. Al
poco rato Mario se quedó dormido y Marta se acercó hasta mi cama,
sentándose a mi lado, con su piel aun mojada del sudor y el semen
que le había regado todo el cuerpo aquel polvo salvaje:
Lydia, espero que no te haya molestado… -
me decía.
No, no te preocupes, es normal…
Gracias, eres una amiga… pero es que no lo
puedo evitar… Me puede.
Con esas palabras aun me sentía peor, porque en el fondo me hubiera
gustado contarle lo mucho que me atraía su novio y su preciosa polla,
esa misma que ella acababa de comerse delante de mí, minutos antes,
la misma que la había penetrado hasta hacerle ver las estrellas, tal y
como me contaba tantas veces.
Es que es genial Lydia… me encanta como me
folla este tío, es una pasada… – añadía ella
para corroborarlo aun más.
Ya lo veo y también le has dejado exhausto.
No creas, es incansable, guapa… Si no
echamos tres o cuatro al día no para, la que
acaba agotada soy yo. Pero es que tiene una
verga divina y luego me dice esas cosas…
Entendía a Marta perfectamente, si a mi me conseguía poner a mil, con
tan solo mirarle, tener esa cosa dura dentro de una… debía ser lo más…
Además estaba su forma de hablarle en plena faena, era más excitante
que nada. Evidentemente Mario había conseguido hechizarnos a las
dos.
Bueno, voy a aprovechar para darme un baño
en la playa, estoy empapada… ¿Te vienes? –
me invitó mi amiga.
No, ahora de momento no… Voy a fregar esos
cacharros y luego te acompaño…
Vale.
Ella pareció convencerse de que mi idea era fregar los cacharros, pero
no era más que la excusa para admirar el cuerpo desnudo de su
novio… ese hombre que tenía delante de mí que ahora reposaba, allí
tumbado sobre la cama y que me ponía tan y tan caliente. Comencé a
lavar los platos para disimular pero era solo para aprovechar la
observación minuciosa de ese chico que dormía plácidamente. Con su
cuerpo ladeado y una polla que aun no se había relajado del todo
estaba para devorarle. Que maravilla de hombre, apenas le acababa de
conocer y era el tío que más deseaba en el mundo, mi amiga tenía
razón, su poder de atracción era extraordinario. Al estar desnuda allí,
frente a la fregadera, no me resultaba difícil dirigir uno de mis dedos a
mi coño que por cierto noté muy hinchado. Comencé a frotarlo
cerrando los ojos imaginando que estaba echando el polvo de mi vida
con ese chico que ahora dormía tan cerca de mí. Por fin podía
masturbarme con tranquilidad, pensando en él…
¿Qué haces? – preguntó de pronto Mario en
pie a mi lado, dándome un susto de muerte y
haciendo que retirara los dedos de mi rajita
inmediatamente. Disimulando, continué
lavando la vasija.
Nada, aquí fregando los platos… - contesté
poco convincente.
Se acercó aun más a mi cuerpo, hasta colocarse a mi lado. Le gustaba
mostrar esa virilidad en pleno rendimiento y a mi me desarmaba por
completo. La tenía completamente erecta y se movía incitante.
Imagino que estabas recordando el show de
hace un rato…
¿Cómo? – pregunté haciéndome la tonta.
Sí, con el polvete que hemos echado Marta y
yo. Lo cierto es que lo hice pensando en ti. –
añadió él acariciando mi espalda y siguiendo
con su mano hasta llegar a mi culo sobándolo
suavemente con todo descaro.
Mario por Dios… - dije con poco
convencimiento.
Ahora no te hagas la estrecha, putita, que sé
lo que has disfrutado. – Lo decía convencido y
además tenía toda la razón. Con esas palabras
aun me encendía más. Me llamaba putita y
curiosamente me encantaba oírselo decir…
Para, Mario… - mi reproche sonaba vacío.
Ese hombre, sabiéndose dominador de una situación en la que yo caía
rendida siguió acariciando mis caderas, mi culo y besando mi cuello
como si nada de lo que yo dijera fuera con él… Me proporcionaba un
calorcito por todo mi cuerpo que me hacía temblar de placer. Colocó
su cuerpo desnudo detrás del mío acariciando mis caderas y a
continuación mis tetas y apretujándolas desde atrás. Cuando su piel se
pegó a la mía, creía estar en el cielo y solo pude agarrar con mi mano a
su cuello para sentirle aun más unido a mí.
Mario… Mario…
Que zorrita tan ardiente y tan bonita…
mmmm… - me repetía él…
Por favor… no sigas… - repetía yo inútilmente
pues ninguno de los dos deseábamos parar
en ese momento.
Calla guarrita, que estás deseando comerte
una buena polla ¿a que sí?
No Mario, detente, por favor. – repetía sin
dejar de disfrutar de su cuerpo pegado a mi y
de un sobeteo de tetas que me hacía estar en
la gloria. Como sobaba el tío y cuando más
cosas me decía más caliente estaba yo.
Me hizo girar para quedar frente a él. Intentó pegarse, pero aun
conservando cierto control de la situación, le empujé para que no
siguiera, su novia podría llegar en cualquier momento y pillarnos en
plena faena. Mario agarró con fuerza mis manos que lo empujaban
colocándolas detrás de mí. Estaba a su merced.
Calla puta, que ahora eres mía… - me repetía
al tiempo que su boca succionaba uno de mis
pezones y luego lo mordía ligeramente
haciéndome estremecer. No podía detenerle y
tampoco quería hacerlo… Me limitaba a
percibir todo el placer cerrando los ojos.
Mis gemidos eran más intensos que nunca, no lograba coordinar con
sensatez y a querer parar todo aquello, pero el deseo se hacía tan
fuerte, que no era dueña de mí. La boca de Mario seguía lamiendo mis
tetas y sosteniendo mis manos con fuerza a mi espalda, aunque la
resistencia que yo ponía no era tan grande como pudiera parecer. Aun
así quedó totalmente anulada cuando su lengua fue bajando por mi
cintura, pasando por mi ombligo hasta llegar a mi coño. Allí quise
morirme, pues al contacto de la lengua de ese hombre, empecé a
aullar de gusto. Lamía mi rajita una y otra vez de manera habilidosa y
repitiéndome:
Dios, que chocho más jugoso tienes nena, te
lo voy a comer hasta que se me deshaga en la
boca.
Si, sí… hazlo. - eran mis únicas palabras,
totalmente hipnotizada.
Eres mi puta, ya no te me puedes escapar,
zorra, más que zorra… como lo estabas
deseando, estás empapada so guarra…
Cuantas más obscenidades me decía y cuanto más fuertes eran, más
me gustaban… nunca antes me habían hablado así, nunca se lo hubiera
permitido a nadie, pero en ese momento era lo que más me excitaba.
Sentirme así, bajo su poder, totalmente entregada me hacía sentir algo
extraño y placentero como jamás me había ocurrido. Mi resistencia
cedió a entregarme por entero, así que aquel hombre siguió chupando
mi sexo y acariciando mis tetas sin descanso haciéndome gemir
persistentemente.
¿Quieres que siga? – me preguntó mirándome
fijamente a los ojos.
Sí, Mario, cómeme el coño… soy tu puta… - ni
yo misma creía estar oyendo las palabras que
salían de mi boca y él disfrutaba con mi
entrega y con el placer que me estaba
haciendo pasar.
Se incorporó tras una buena sesión de chupeteos, habiéndome dejado
más caliente que una moto… deseaba que acabara y ahora era yo la
que le suplicaba que siguiera.
Mario, vamos, fóllame, por favor…
Calla putita, cada cosa a su tiempo. De
momento quiero ver como me la meneas,
seguro que sabes hacer unas pajas de
campeonato. ¿No es lo que deseabas hace un
rato?
Como sabía el tío lo que más deseaba. Al fin tenía para mí sola aquella
deseada polla. Al agarrarla con mi mano los dos soltamos un pequeño
jadeo, él por percibir mis dedos sobre ella y yo por tenerla al fin como
un preciado trofeo. Comencé a pajearle, lentamente al principio y
frenéticamente después, como si me fuera la vida en ello. Él
permaneció de pie. Yo me puse en cuclillas comenzando a hacer
ceremoniosamente un movimiento rítmico que le encantaba pues su
respiración y sus jadeos aumentaban.
Que mano tienes guarrilla, seguro que querrás
tener mi rabo bien adentro… ¿No es cierto?
Sí… - le miraba con cara de perversión, pues
era cierto que lo más deseado en ese
momento era sentir su polla en mi interior. Lo
más anhelado.
Mario me sonreía, sabiéndose dominador de la situación y le
encantaba tenerme allí bajo su mandato.
¿Sabes que eres una putita muy deseable? Me
la has puesto bien dura.
Yo seguía agarrando firmemente aquella tranca realmente dura y
viendo como desaparecía su capullo entre mis dedos mientras las
primeras gotas aparecían en la punta. Instintivamente comencé a pasar
mi lengua para degustarlas y después deslizándola por toda la
longitud de aquel miembro y metiendo y sacando sus huevos de mi
boca. Era una auténtica delicia poderme devorar aquella verga de una
vez por todas. Frecuentemente le miraba a los ojos, como esperando
que me diera la orden definitiva que al fin llegó:
¿A que esperas zorra? Vámos, chúpamela ya…
Parecía estar leyéndome el pensamiento, pero es que con sus palabras
me provocaba comportarme como una auténtica posesa y
frenéticamente abordé aquel pene entre mis labios. Dios, que gusto
sentirle tan caliente y por fin en mi boca… Estaba tan encendida que
no controlaba las entradas que aquel trozo de carne hacía por abrirse
camino y llegar hasta mi garganta, faltándome incluso el aire, pero
eran tantas las ganas de succionarla con mi lengua y mis labios que no
quería perder un momento ni siquiera en respirar, tenía que
comérmela como si aquello fuera lo último que hiciera en mi vida. Me
agarró por el pelo llegándome a hacer daño y separando mi boca de
su miembro balanceante.
Oye nena, como sigas así vas a conseguir que
me vacíe en tu boca… y supongo que no
querrás perderte mi leche en ese coño tan rico
que tienes….
Yo solo asentía con mi cabeza, esperando que él diese la siguiente
orden para poder ser perforada por su preciosa daga. Me sentía sucia,
la más puta de las putas. Además, estaba mi amiga a unos metros de
nosotros, bañándose placidamente en el mar mientras yo estaba a
punto de ser follada por su novio… el hombre de su vida. Sin embargo
no me importaba lo más mínimo comportarme así, como nunca antes
había hecho y es que además estaba dispuesta a todo por que me
follara. Era lo que más deseaba en el mundo. No pensaba en nada más.
Vamos rubita, levántate. – me ordenó tirando
de mi pelo tratándome como una auténtica
furcia.
A continuación me puso de espaldas a él apoyada sobre el fregadero y
de frente a la ventana desde donde se divisaba la playa y donde mi
amiga era ajena a lo que estaba sucediendo en el interior del
bungalow. De una embestida sentí como aquella polla se abría paso en
mi húmedo chochito y como arrancó de mi cuerpo un pequeño grito
de placer, pues la sensación era todavía más increíble y más placentera
de lo que hubiera imaginado jamás. Sentir ese trozo de carne duro y
caliente dentro de mí, era lo más maravilloso del mundo.
Joder, golfilla, que coño tienes, me aprietas
bien fuerte, se nota que estabas
esperándome… No la quieres dejar escapar
¿eh?
Sí, sí, fóllame Mario… - repetía yo totalmente
prodigada a sus deliciosas y enérgicas
embestidas.
Tienes un chocho delicioso, preciosa… Te lo
voy a partir en dos…
Es todo tuyo, dame unos buenos pollazos,
necesito ese rabo bien adentro, quiero notar
tus huevos chocando en mi culo… - las
palabras salían precipitadamente de mi boca,
de la manera más obscena y extraña que yo
misma pudiera imaginar.
Mario continuaba follándome como a una perra, agarrado a mi cintura
y cimbreando mi culo a cada choque. Seguía profiriendo también toda
clase de burradas, a cada cual más y más fuerte, incitando a que yo
misma las repitiese.
Vamos cabrón, fóllate a tu puta…
Toma, toma, toma… - repetía él haciéndome
casi chocar contra la ventana en cada
acometida.
Que gusto, que bien sabes follar a tu perrita…
Que durísima la tienes…
Si es que eres una puta caliente, me pones a
tope, lo estabas deseando, te voy a llenar de
lefa, zorra…
Sí, quiero que te corras en mi coño… que polla
más rica… ahhhh… Fóllame, fóllame, no
pares…
La cercanía del orgasmo era clara y aun me concentré en apretar los
músculos de mi vagina para que ambos pudiéramos alcanzar ese
momento tan deseado. No tardé en percibir por todo mi cuerpo los
espasmos de una corrida increíble y por mi boca no cesaban de salir
gemidos, aullidos, gritos… mientras estaba entrando en trance en uno
de los orgasmos más intensos e increíbles de mi vida…
Así golfa, córrete, nena que ahora me toca a
mi- repetía el con sus dientes apretados y
empujando con más violencia en mi coño
hasta detenerse completamente. Se agarró a
mis tetas, las estrujó y empezó a soltar chorros
dentro de mí, uno y otro, sin parar hasta
llenarme por completo con su leche caliente.
Que gusto… - gritaba yo, mientras con mis
manos me sostenía al fregadero aguantando
sus últimos empujones sobre mi cuerpo, hasta
que su pecho rendido cayó sobre mi espalda y
terminó con un gemido largo y sentido…
Joder nena, que gusto, cuanto hacía que no
me corría así… Eres una puta de campeonato…
Al alzar la vista, me percaté que Marta se acercaba caminando hasta el
bungalow y estaba muy cerca… Me separé de Mario y acudí
rápidamente al baño para que no pudiera sospechar nada. La oí llegar,
abrir la puerta y hablar algo con Mario, pero no pareció darse cuenta,
seguramente porque él también disimuló.
Por mis piernas comenzaban a fluir ríos de semen que aquel hombre
acababa de depositar salvajemente en lo más profundo de mi coño.
Los fui cogiendo con mis dedos y los chupé con fruición y auténtica
pasión, como si me los fueran a robar. Había conseguido hacerme ver
las estrellas, esas mismas de las que me había hablado Marta tantas
veces… era un portento de hombre, el mejor follador que he conocido
y posiblemente conoceré.
Tras esperar unos minutos encerrada, al salir, me los encontré dándole
duro nuevamente. Era increíble la velocidad de reacción de ese
portento que acababa de hacerlo conmigo con todas sus ganas,
apenas unos minutos antes y ahora lo estaba repitiendo nuevamente
con su novia… pero el caso es que yo también estaba caliente para
recibirle una vez más. Sin embargo permanecí en silencio observando
la habilidad que tenía para tirarse a su chica y proporcionarle el mismo
gusto que minutos antes me había dado a mí, sacándole los mismos
gritos… los mismos gemidos que había conseguido sacarme en un
polvo maravilloso.
Una vez acabaron y Mario volvió a quedarse dormido, las miradas de
mi amiga y la mía se encontraron, al igual que mis sentimientos… no
sabía que hacer ni que decir… pero estaba arrepentida, no
precisamente de haber disfrutado del polvo de mi vida, sino de haber
engañado de esa forma tan vil a Marta. Tan solo se me ocurrió agarrar
el brazo de mi amiga y apartándola para que él no me oyera, me armé
de valor y con todas las consecuencias quise confesarme.
Marta, tengo que decirte algo.
Que tiene una polla deliciosa y sabrosa. –
contestó ella de pronto.
¿Cómo?
Sí, que folla como los ángeles – añadió.
Marta…yo…
No te preocupes Lydia, fui yo quién te trajo y
quién quiso que lo comprobaras de primera
mano. Me alegro que te haya hecho disfrutar
tanto como a mí. Tenía que demostrarte que
todo lo que te conté era verdad.
Entendí que mi amiga había llegado al máximo de la devoción por ese
hombre y que no conforme con eso quería compartir conmigo algo
más que un sueño, sino una realidad… y vaya si lo hizo. Fue el mejor
regalo del mundo. Nos abrazamos desnudas admirando a aquel
hombre que tanto nos había dado y que ahora dormía apaciblemente.

¨Incontrolado¨

Han pasado casi tres años pero recuerdo perfectamente cada detalle el
día que vino a nuestra casa un buen amigo de mi ex-novio Roberto
que se llamaba Miguel. Se presentó casi de repente, pues sin haber
avisado nos llamó desde el aeropuerto. Resulta que ambos habían
estudiado juntos en la universidad y hacía más de 3 años que no se
veían. Según me contó Roberto, eran dos grandes amigos que vivieron
muchas cosas juntos.
Fuimos a buscarle al aeropuerto y cuando Roberto me señaló quien
era cuando bajaba la escalerilla del avión, me quedé estupefacta. Era
un chico no muy alto, pero muy muy atractivo, moreno de piel, con
barba muy corta y cuidada, pelo arrubiado, con un cuerpo bien
formado y muy musculoso, unos ojos negros muy penetrantes y unos
labios que pedían ser devorados. Llevaba unas gafas de sol y vestía
una camiseta blanca y unos vaqueros ajustados que remarcaban un
hermoso "paquete".
Al acercarse, pude notar en un primer instante como me sentía atraída
por él. Cuando estuvo a nuestro lado, se quitó las gafas de sol y me
dedicó una linda sonrisa. No pude evitar un estremecimiento por todo
mi cuerpo y como los latidos de mi corazón se aceleraban. Que tonta,
nunca me había pasado nada parecido con solo mirar a un chico.
- "Hola tío, ¿como te va?" - le dijo Roberto mientras se daban un
abrazo.
- "Tirando" - contestó Miguel con una voz ronca que me resultó muy
varonil.
Despues Roberto nos presentó, nos dimos dos besos y mi piel se puso
de gallina, noté como un chispazo. Le sonreí y el me guiñó un ojo.
Yo llevaba un vestido corto que enseñaba mis piernas y mi escote y él
no dejó de observar toda mi anatomía. Llegamos a casa, nos pegamos
todos una ducha (por separado), pues el día era muy caluroso,
decidimos ponernos comodos y me vestí con una camiseta fina de
tirantes, sin sostén y un pantalón gris de algodón que utilizo para
hacer gimnasia muy ajustado, de esos que se adaptan al cuerpo.
Miguel bajó con una camiseta sin mangas y un pantalón de deporte
corto. Tenía un cuerpo magnífico muy musculoso y todo el cuerpo
lleno de vello rubio, estaba buenísimo. Cuando nos vimos nos
observamos de arriba a abajo, los dos nos gustábamos mutuamente y
lo notábamos, no sé si Roberto se dio cuenta pero no nos quitábamos
ojo de encima.
Durante toda la velada nuestras miradas se cruzaban y observábamos
nuestros cuerpos, los dos nos ibamos excitando más y más.
Los chicos empezaron a contarse aventuras durante un buen rato, pues
como decía no se veían desde hacía mucho tiempo, hablaron de todo
un poco, incluso de sus muchas aventuras con las chicas. Preparé unos
canapés y unas cervezas y charlamos hasta bien entrada la noche. Su
conversación era muy divertida, ya que era muy simpático, además no
se hacían aburridas sus historias de estudiantes tal y como él las
contaba. Preparé una cena sencilla y mientras Roberto ponía la mesa,
Miguel se acercó a la cocina para "ayudarme".
- ¿sabes que eres una rubia impresionante?. - me dijo al oído sin
cortarse un pelo.
Me quedé un poco extrañada por su descaro, pero tampoco le di
demasiada importancia, pues me gusta que me digan cosas bonitas,
sobretodo viniendo de un chico tan atractivo como aquel.
- Gracias - contesté con cierto rubor.
- En serio, eres una mujer preciosa, me encantas. - volvió a decirme
cuando me agarraba por la cintura.
Aquello se estaba convirtiendo en un problema y tuve que cortarlo de
inmediato.
- Anda, ayúdame a llevar estos platos al comedor. - le dije para evitar
problemas.
Cenamos los tres, entre bromas y charlas sobre sus aventuras en la
universidad. A las 12 de la noche nos fuimos a dormir. Recuerdo como
esa noche Roberto y yo echamos un polvo monumental, ya que yo me
había excitado mucho durante todo el día. Me sentía extraña, como si
me hubieran sorbido el seso, estaba totalmente "enganchada" de
Miguel.
El día siguiente era domingo y nos dedicamos a enseñar a Miguel toda
la ciudad y sus alrededores. Fuimos viendo la parte antigua y despues
las zonas más turísticas. Como Miguel es fotógrafo profesional y
trabaja para una agencia de publicidad no paró de hacer fotografías de
todo. Después nos fuimos a comer a un restaurente muy acogedor. La
tarde la dedicamos a visitar algún museo y a ver escaparates por la
ciudad. Por la noche, despues de cenar, salimos a tomar unas copas
por la zona de ambiente y llegamos a casa sobre las 2 de la
madrugada. No podía evitar mirar a Miguel cada dos por tres, me
encantaba todo de él, sus movimientos, su forma de hablar, su
expontaneidad y desde luego su impresionante físico. Esa noche
Roberto y yo volvimos a hacer el amor con ganas, pues Miguel me
encantaba y había conseguido que me pusiera algo mojadita en más
de una ocasión con sus miradas o sus gestos hacia mi.
A la mañana siguiente yo me estaba duchando, cuando noté que
alguien me espiaba detrás de la mampara de la ducha, cuando salí
toda confianda creyendo que se trataba de Roberto, me quedé de
piedra al ver a Miguel. Me vió desnuda durante un par de segundos,
hasta que me tapé con una toalla rapidamente, por lo que creo apenas
tuvo tiempo de verme bien.
- ¡ Miguel, por favor ! - le dije haciendole entender que saliera del
baño cubriéndome con la toalla.
- Perdona, no me dí cuenta. - dijo como respuesta poco creible,
mientras sonreía, al mismo tiempo que cerraba la puerta tras de si.
Él sabía de sobra que era yo la que estaba en la ducha, asi que no
podía disimular, y lo peor de todo es que Roberto estaba en el cuarto
contiguo, supongo que dormido y me imagino que se hubiera
mosqueado bastante si le hubiera pillado allí, pero Miguel era un tío
con mucha cara. Debo reconocer que yo me sentía muy atraída por él
a pesar de eso.
Cuando estaba en mi cuarto secándome y Roberto seguía dormido,
Miguel entró en el cuarto nuestro sin llamar a la puerta, asomando la
cabeza. Otra vez me pilló en pelotas, aunque me di la vuelta en
seguida :
- Oye no encuentro las toallas ¿Puedes darme una? - me dijo.
- Si claro, ahora voy. - dije tapándome otra vez con la toalla.
Me puse un albornoz y salí tras él en dirección al baño para decirle
donde estaban las toallas. Nada más salir de mi habitación, me volví a
quedar helada, ya que Miguel estaba completamente desnudo
esperandome en el pasillo.
- Oh, perdona, no sabía... - dije algo ruborizada.
- No te preocupes, no tengo nada raro ¿no?.
No contesté, no sé que me pasó, pero no le quité la vista de encima,
podía haber vuelto la cabeza, en cambio no lo hice. Miguel era un
chico perfecto, con una cara que me encantaba y un cuerpo muy
musculoso, se notaba que hacía deporte, tenía dos fuertes brazos,
unos muslos muy anchos, un torso bien marcado al igual que sus
abdominales, unas manos muy bonitas y una polla que aunque en
reposo, me pareció bastante grande y hermosa. Tenía el pecho
cubierto de pelo rubio, igual que sus brazos y piernas. Él se dió la
vuelta y caminó en dirección al baño y yo le seguí, sin perderme detalle
de su preciosa anatomía: grandes espaldas, un cuerpo muy bien
proporcionado y un culo duro y apetitoso que temblaba a cada paso
que daba delante mío. Me fuí excitando por momentos, pues no se
ven tios así todos los días.
Entré en el baño y allí estaba esperándome de nuevo de frente, a
pocos centímetros de mí tal y como su madre le trajo al mundo. Mi
corazón se iba acelerando y podía notar las gotas de sudor en mi
espalda, las piernas me flojeaban, mis mejillas ardían... Seguí
observándole medio atontada, sobretodo sus atributos, que me
parecieron muy bonitos. Un sonrosado glande sobresalía de la piel de
su pene, bastante grueso, a pesar de estar fláccido. Tenía su miembro
rodeado de un vello arrubiado casi rojizo, así como todo el vello de su
cuerpo. Las gotas de agua se resbalaban por su piel. Su pelo mojado,
su hombros brillantes y una gota se deslizaba desde su ombligo hasta
llegar a la punta de su glande, quedándose allí como invitándome a
que la secara con mi lengua. Pero ¿que me estaba pasando? ¿estaba
fuera de mi?, pero si mi chico estaba en el cuarto de al lado, ¿había
perdido la consciencia?, ¿estaba hipnotizada por ese chico?, desde
luego no era dueña de mis actos. El caso es que no cambié en mi
actitud de observarle con detenimiento, todo lo demás no parecía
importarme en ese momento.
- ¿Te has quedado un poco sorprendida? - me preguntó.
Volví a la realidad, tras oir su pregunta.
- Si, lo cierto es que no esperaba verte así...
- ¿desnudo?
- Si.
- Bueno es algo natural, al menos a mi me lo parece ¿no?
- Si, pero...
- ¿Acaso no te gusta verme así?
- No, pero es que...
- ¿No te gusto?
- Si, claro, osea, quiero decir no, perdona... mira, aqui están las toallas. -
le dije muy nerviosa.
Me puse colorada como un tomate, le di las toallas y salí como un
cohete de allí. Al llegar a mi cuarto, me apoyé en la puerta intentado
recuperar la respiración y mis pulsaciones que sin duda se habían
puesto a más de 100. Roberto seguía durmiendo. Me despojé del
albornoz y mis pezones estaban duros como piedras, al tocarme uno
de ellos noté un escalofrío por todo mi cuerpo. Al acariciar mi cintura,
notaba en mi sexo los latidos de mi corazón, me palpé la rajita y estaba
muy húmeda. Me había puesto cachonda de ver a Miguel desnudo y la
situación de haberse producido estando Roberto tan cerca, creo que
me excitó aún más. Introduje un dedo en mi chochito y comencé a
masturbarme de espaldas a Roberto. Mi respiración se aceleraba, pero
no quería hacer demasiado ruido para no despertarle. Me senté en el
borde de la cama y continué tocándome las tetas y metiéndo un dedo
en mi mojado sexo, hasta que pronto me vino un orgasmo
prolongado, lo que me hizó soltár algún gemido, aunque procuré
apagarlos tapando mi boca con el albornoz . Me había masturbado
pensando en Miguel y mis pensamientos me ofuscaban pensando en
hacer el amor con él, en sentirme atrapada entre sus potentes brazos,
en engañar a mi novio y dejarme arrastrar por el placer.
Despues de desayunar, salimos los tres a dar una vuelta y fuimos al
mercado a comprar las cosas para la comida, pues Roberto quería
obserquiar a su amigo con una buena paella (era su especialidad). Al
volver a casa, yo me puse un vestido estampado corto de verano sin
mangas , Roberto también se acomodó con unos pantalones cortos y
una camiseta y Miguel me sorprendió de nuevo al bajar al comedor
con tan solo su bañador, mostrándome su desnudo y atlético torso.
- ¡ Que sexy estás con ese vestido ! - me piropeó.
- Gracias. - contesté agradecida, aunque mi pulso comenzó de nuevo a
acelerarse.
Mientras Roberto preparaba la paella, Miguel y yo poníamos la mesa.
En un momento, cuando yo estaba estirada apoyada sobre la mesa
colocando los platos, Miguel se pegó a mí por detrás, juntando su
pelvis a mi culito, lo que hizo que todo mi cuerpo sintiera un escalofrío.
Asi permaneció unos segundos y yo no hice nada durante ese tiempo,
me estaba calentando por momentos y me gustaba sentir la dureza de
su miembro en mi culo. Como aquello no le pareció suficiente, sus
manos agarraron mi cintura y subiendolas lentamente acarició mis
pechos por los costados de mi vestido. Fué entonces cuando me
separé de él.
- ¿estas loco tío? - le dije con enfado.
- ¿acaso no te ha gustado? - prenguntó con ironía y con cara de vicio.
- Definitivamente, estas loco.
- Vamos preciosa, se que te gusto y que estas cachonda.
Vaya descaro y vaya morro que tenía el tío. Lo cierto es que lo que
decía era verdad, estaba muy encendida, casi fuera de mi y lo que más
deseaba era ver su polla a tope y sentir sus manos sobre mi piel,
meterme su aparato en la boca o sentirle entre mis piernas. Lo sabía el
muy cabrón. Pero no podía ser, mi novio estaba en la cocina con la
puerta abierta, no podía ser, era una locura.
- Miguel no insistas por favor, ¿quieres que se lo diga a Roberto? - le
dije de nuevo a modo de amenaza con la intención de que abandonara
su actitud.
- Venga, no seas tonta, es lo que te apetece, niégalo sino...
No lo negué, pero tampoco dije nada. Me apoyé semisentada en la
mesa esperando su nueva reacción . Se colocó frente a mi y me
preguntó:
- ¿Quieres verme desnudo otra vez?
- No Miguel, por favor, Roberto puede verte...
- Mejor aún, me encanta el morbo de poder ser descubiertos.
- Pero Roberto es mi novio y es tu amigo...
- Y tú eres una preciosidad y te deseo, lo demás no importa, además
noto como estás de caliente...¿ no te gustaría ver mi cuerpo otra vez ?
Como lo sabía el muy cabrón, yo estaba caliente, muy caliente. Miguel
cumplió sus palabras y se bajó el bañador quedándo nuevamente
desnudo frente a mi. Esta vez su polla se mostraba a pleno
rendimiento ( y que rendimiento ) , era un aparato más grande de lo
normal. Su capullo brillaba igual que mis ojos que no apartaban la vista
de él.
Me quedé inmovil, en la misma posición con mi culo apoyado en la
mesa del comedor.
- Miguel por favor... - le supliqué aunque en el fondo me maravillaba
verle así.
Se acercó hasta mi, me agarró por la cintura, me separó las piernas y se
apretujó contra mi, al principio yo me dejaba hacer, no sabía lo que me
pasaba, pero no era dueña de mí, la locura había llegado al máximo. ¿o
aún no? Se metió entre mis piernas y gracias a la altura de la mesa su
sexo quedó a la altura del mío, percibiendo su calor y la dureza de su
pene desnudo sobre mi chochito a traves de la tela de mi vestido y mis
ya mojadas braguitas. Le separé de nuevo empujándole por el pecho.
- Para ya por favor, Roberto esta ahí mismo...
Por un momento miré a la cocina, aunque mi novio parecía estar muy
ocupado con su paella, se le oía trastear con los cacharros. Miguel
volvió al ataque pegándose a mi de nuevo y me acariciaba las tetas por
encima del vestido y yo evidentemente me entregué a sus caricias, era
algo contra lo que no podía luchar y era lo que más deseaba. Comenzó
a besarme primero en cortos y suaves besos sobre mis labios y que
acabaron siendo apasionados, cuando nuestras lenguas se juntaron en
nuestras ardientes bocas. Yo estaba a tope, sin importarme nada, es
más, me excitaba mucho la idea de poder ser descubierta por mi
novio, y claro, lo que era inevitable es que mi novio tuviera un amigo
así, que una no es de piedra y eso Roberto debería saberlo.
Me fue quitando despacio los botones de mi vestido, hasta que mis
tetas saltaron fuera de él pues no llevaba sujetador y él siguió con el
chupeteo sobre mis tetas pellizcando mis pezones con sus dientes, a
mi me encantaba, estaba alucinando, un gusto tremendo me invadía.
Después me despojó por completo de mi vestido, quedándo solo con
las braguitas. Él parecía estar disfrutando igual que yo con la situación.
Se agachó frente a mí e intentó bajarme las bragas. Yo me resistí
agarrándolas fuertemente y tirando de ellas hacia arriba.
- No, no, por favor, me vas a desnudar... - le dije en voz baja, sintiendo
aquello como algo que no parecía tener remedio.
- Schsssssss - me hizo callar volviendo a bajarme las braguitas
lentamente por mis muslos observando detenidamente mi coño.
- Mmmmmm, está bien recortadito como a mi me gusta. Me encanta
ese hilillo de pelos alrededor de ese precioso coñito.
No se hizo esperar y metió su cara entre mis piernas devorando
literalmente mi sexo, mis ingles, mi clítoris. El gusto me fue en
aumento y yo estaba como una moto. Yo abría las piernas
inconscientemente para que pudiera llegar mejor a todos los rincones
de mi sexo.
Me estaba dando un gusto fuera de lo normal, sus labios jugaban con
mi coño y sus manos pellizcaban mis pezones. Se incorporó de nuevo
y colocando su polla frente a mi chochito y pasándola arriba y abajo
por mi rajita, intentaba ir metiéndomela, pero yo aún sentía cierta
culpabilidad a pesar de estar muy caliente y le agarraba por el tronco
de su pene separándole de mí.
- No, por favor, no hagas eso, Miguel.
Él insistía e intentaba por todos los medios introducirse en mi interior.
Yo seguía resistiéndome y volví a agarrarle de su precioso miembro y
empujándole por el pecho.
- No me la metas, por Dios, no, no. - dije nerviosa, aunque lo que más
deseaba era tenerla dentro de mi, partiéndome en dos.
Otra vez sus intentos para entrar en mi y otra vez mi resistencia
aunque cada vez con menos intensidad.
- No, no, no, Miguel... por favor...
Me insertó de golpe casi la mitad de su poderoso miembro. Yo me
moría de gusto.
- Ohhh, Dios, no, no, no.... ohhh, si, si, si.... - gemía yo
entrecortadamente.
Volvió hacia atrás sacando casi por entero su enorme polla, hasta
introducírmela por completo. Asi permanecimos unos segundos. Sentí
un gusto increíble cuando estaba completamente metida y eso que
parecía que no me iba a entrar. Miguel me sonrió y comenzó a
moverse alante y atrás metiéndomela con fuerza, hasta que sus huevos
chocaban contra mí culo. Su enorme miembro se adaptó a mi mejor de
lo que esperaba y el tío, además de estar como un tren, follaba de
miedo. Sabía mover las caderas como nadie, sabía buscar y
proporcionar el máximo placer. Estabamos allí contra la mesa del
comedor, sudando con nuestros desnudos cuerpos y mi chico a
apenas 5 metros de nosotros. Le agarraba del pelo y le susurré al oido.
- Sii, siiiiii, siiiiiiii, que bien, que bien, que gusto...
No tardé en notar la proximidad del orgasmo cuando volvimos a
besarnos y a mordernos los labios, fue entonces cuando el gusto
invadió mi cuerpo, llegándo desde mi clítoris hasta cada centímetro de
mi piel, viviendo un orgasmo increíble, aunque no podía expresar mis
gritos de gozo, ni mis jadeos, pero fue increíble. Al rato Miguel, tras
sonreírme otra vez, cerró los ojos, aceleró el ritmo, chocando contra mí
con mucha fuerza y de pronto paró en seco con toda su verga dentro
de mi, inundándome con su leche. Podía notar como a cada espasmo
de su pene, su semen bañaba mis entrañas. Tuvo que apretar su boca
contra una de mis tetas y apaciguar el ruido con ella, pues también
pareció tener un buen orgasmo.
Nos quedamos unidos un rato, sin saber muy bien lo que me había
pasado. Por un lado me sentí en la gloria, pero por otro no podía
remediar un sentimiento de culpabilidad y sentirme como una zorra.
- ¿Ya habeis puesto la mesa? -nos preguntó Roberto de pronto desde
la cocina.
Aquello me hizo volver a la realidad y precipitadamente contesté.
- Si cariño, ya casi está lista.
A toda prisa volví a ponerme las braguitas y el vestido, pero en cambio
Miguel se tomó su tiempo mientras me sonreía y me miraba
detenidamente, no parecía importarle nada ni nadie. Al fin se puso el
bañador.
Apenas dos minutos despues salió Roberto de la cocina con la paellera
entre sus manos. ¡Por los pelos !
Yo apenas pude hablar nada durante la comida, me encontraba mal,
me sentía angustiada, abochornada y sucia, en cambio Miguel como si
nada, es más, mirándome fíjamente a los ojos y a modo de broma le
decía a Roberto:
- Oye, está buenísima, hacía tiempo que no me comía algo tan rico...
Roberto entendió que lo decía por la paella, pero yo sabía que no era
eso exactamente a lo que se refería. Insistió con su ironía.
- Que rica está, mmmmmm, esta muy sabrosa,
- ¿Te gusta en serio?
- ¿Que si me gusta?, pero si está de vicio, como sabes cuidarme amigo.
Que sinvergüenza, yo me encontraba echa polvo y él como una rosa,
acababamos de hacer algo increíble tan cerca de Roberto, en cambio
Miguel estaba restregándoselo a su amigo, aunque éste no se diera
cuenta. Sentí odio por él y por mi misma. Me sentí fatal.
Preparé el café y aún me temblaban las piernas, no sé exactamente si
por el hecho de haber follado o de haber pecado.
Mientras servía los cafés, Miguel me miraba con descaro las piernas y
el escote y Roberto se daba perfecta cuenta, pero no parcecía prestar
demasiada importancia a ese hecho, sobretodo porque debía conocer
bien a su amigo ¿o quizás no?
Mis pensamientos me torturaban, pues a pesar de sentirme mal por lo
que había hecho, deseaba tener un nuevo encuentro con Miguel y que
me poseyera de nuevo. Mis sentimientos de culpabilidad se
debilitaban para convertirse en unos deseos irrefrenables de volver a
hacer el amor con Miguel, había perdido la cordura.
Por la tarde fuimos al cine y yo me senté entre los dos, algo que en
principio parecía una casualidad, aunque creo que el instinto me
traicionaba, pues sabía que algo iba a pasar y ya lo creo que pasó.
Cuando comenzó la película, de la cual no recuerdo ni el título,
Roberto me agarró de la mano y Miguel con cierto disimulo acariciaba
mi rodilla con la parte exterior de su mano, poco a poco siguió
subiendo su mano hasta la mitad de mi muslo, justo donde
comenzaba la tela de mi minifalda. Otra vez noté un escalofrío, mi
corazón palpitaba y mis pezones se endurecían. Estaba cometiendo de
nuevo un error que podía ser fatal, pero eso era muy excitante y tenía
un morbo increíble, era superior a mis fuerzas.
La mano de Miguel llegó a tocar mi teta derecha por encima de mi
camiseta y se recreaba con la dureza de mi pezón. Yo miraba de reojo
a Roberto pero estaba concentrado en la proyección. Miguel seguía
muy atareado con mi teta, pero no parecía tener bastante y su otra
mano, esta vez sin tanto disimulo y aprovechando la oscuridad, se coló
entre mis piernas que yo entreabrí para facilitarle la labor y continuó
subiendo por la parte interior de mis muslos hasta llegar a mis
braguitas y acariciar mi rajita, al rozarme el sexo, dí un pequeño
respingo, que alertó a Roberto, pero le dije que no me pasaba nada,
que me sentía algo mareada. Me levanté y me dirigí al baño con una
calentura de campeonato.
- ¿Te acompaño? - me preguntó mi novio.
- No cariño, no hace falta, enseguida vuelvo.
Al llegar a los servicios me miré al espejo, mis mejillas estaban
coloradas, me lavé con abudante agua fria para apagar mi calor. Todo
mi cuerpo ardía y no tenía agua suficiente para enfriarlo. Mientras
observaba mi cara en el espejo me repetía una y otra vez: "No esta
bien lo que haces, eres una niña mala", pero cuando Miguel me tocaba
no podía remediar entregarme a sus caricias y a todo lo que me
quisiera hacer... Una lágrima se deslizó por mi mejilla.
Cuando estaba secándome la cara con unas toallas de papel, alguien
me abrazó por la cintura tras de mí y pegó su cuerpo al mío
besándome en el cuello, cuando me volví bastante asustada,
comprobé que era de nuevo Miguel.
- Pero, ¿que haces aqui? - le pregunté con cara de susto.
- Quiero estar cerca de ti, ya ves que no te dejo sola ni un momento.
Mientras decía esto me acariciaba las tetas por encima de la camiseta y
me besaba en el cuello y me mordía el lóbulo de la oreja.
- No Miguel, por favor..., puede entrar alguien.
Sin contestar me agarró de un brazo y me llevó hasta una de las
puertas de los inodoros. Nos encerramos y allí volvió a abrazarme y a
hacerme sentir la dureza de su miembro entre mis piernas.
- ¿Y Roberto?, se puede mosquear estando los dos fuera del cine. - le
dije.
- No te preocupes, le dije que iba a por palomitas de maiz.
Siguió besando mi cuello, cosa que hizo que cerrara los ojos para
sentirle mejor, cuando quise darme cuenta me había despojado de la
camiseta al igual que la falda, en un visto y no visto me quitó las
braguitas quedándome completamente desnuda. En cuestión de
segundos el hizo lo mismo y nos quedamos ambos en pelotas en
aquel reducido espacio. No se como pudo hacer tan rápida aquella
operación, pero batió todos los records. Colocó la tapa del water y se
sentó, yo no pude resistir la tentación y ante la vista de su tiesa y
preciosa polla, me arrodillé entre sus piernas y en un acto inconsciente,
de un bocado me la metí casi entera en la boca como una posesa,
empezándo a succionarla primero despacio y luego a mayor velocidad
haciéndole una buena mamada a aquella enorme tranca, chupando y
rozando con mi lengua toda su longitud, haciendo girar mi boca sobre
ella y emitiendo ruidos como si estuviera comiendo un caramelo,
parecía una niña saboreándo una piruleta.
- Siii, sigue, sigue, sigue así - jadeaba él.
Seguí con mi labor de chuparle pero mi chochito pedía a gritos ser
perforado y levantándome me coloqué sobre sus piernas orientando
su polla a la entrada de mi cueva. Me senté lentamente sobre su erecto
pene, sintiendo su calor a cada centímetro que se iba colando con
alguna dificultad en mi interior. Mi estrecha vagina se adaptaba con
cierta dificultad al poderoso tamaño de su garrote. Sosteniéndome a
las paredes de los costados subía y bajaba sobre su tiesa daga y no
parabamos de gemir y jadear llenos de gusto. No tardó en llegarnos
un orgasmo increíble, primero él y yo unos segundos después.
Miguel sabía follar como nadie, nunca me habían dado tanto placer,
sintiendo un gusto fuera de lo normal y el añadido de ponerle los
cuernos a mi novio, tan cerca de nosotros, me había convertido en una
esclava de Miguel. Cada minuto que pasaba le deseaba más y más. Era
un chico guapísimo y que estaba más que bueno, algo a lo que
cualquier chica débil como yo no hubiera podido resistirse, sobretodo
por su gran habilidad para dar placer a una mujer. Él fue el primero en
volver a la sala con las palomitas y a decirle a Roberto que me había
visto, me había preguntado como estaba y que yo le había contestado
que mejor, que estaba lavándome la cara.
Cuando volví yo al patio de butacas, Roberto me preguntó
preocupado:
- ¿Estás mejor cariño?
- Si, ahora estoy mucho mejor - le contesté ( si el supiera....pensaba
para mi)
Al día siguiente aprovechamos para ir a la playa. Yo me había puesto
un bikini diminuto tipo tanga que tapaba lo justo y Roberto se
mosqueaba bastante pues se le notaba celoso y Miguel no se cortaba
un pelo observándome, cosa que a Roberto parecía irritarle aún más.
Yo además me insinuaba toda provocativa haciendo movimientos
sensuales, cosa que agradaba a Miguel y molestaba a Roberto. Cuanto
más enfurecido veía a Roberto más me excitaba y más deseaba follar
con Miguel. Por otro lado yo quería que no volviera a ocurrir nada,
pero mi deseo por Miguel iba creciendo más y más. Era una sensación
extraña, pero muy placentera.
Estuvimos bañándonos los tres durante un rato en el agua y Roberto
sintió frio y volvió a la arena, pero Miguel y yo continuamos en el mar,
lo que aprovechamos para acariciarnos bajo el agua, tocar nuestros
cuerpos, introducir nuestros dedos bajo la tela de nuestros bañadores
y darnos gusto mutuamente. Yo estaba loca por Miguel y cada cosa
que hacía me gustaba más sobretodo si era algo desorbitado. Roberto
nos observaba desde la orilla con cierto mosqueo, pero evidentemente
no podía ver lo que sucedía.
Al día siguiente, Miguel y yo seguíamos tan encendidos como el día
anterior y buscábamos como locos la ocasión para volver a follar como
lobos. Algún encuentro fortuíto en el pasillo nos servía, para meternos
mano, darnos un beso, una caricia... a todo esto, Roberto seguía en la
luna.
Aquella tarde decidimos hacer una excursión en bicicleta los tres por
un bosque cercano a la ciudad. Cada dos por tres Miguel se paraba
para hacer fotografías de todo. En un descuido en el que Roberto y yo
nos adelantamos con las bicis, Miguel se retrasó demasiado y
decidimos volver a buscarlo, pero no había manera de encontrarlo.
Temíamos que se perdiera, pues a pesar de ser un bosque no muy
grande, faltaban un par de horas para que anocheciera. Como Roberto
y yo conocíamos bien la zona, decidimos separarnos por diferentes
caminos para buscarle.
Miguel se lo había montado de miedo y lo que hacía era esperarme
para encontrarse de nuevo conmigo. Escondido tras un árbol me dió
un aviso desde lejos y yo me acerqué cuando Roberto seguía
llamándole y buscando desesperademente por otro lado. Nos
tumbamos en uno de los claros del bosque y volvió a despojarme de
mi chándal, haciendo él lo mismo con su ropa. Volvimos a abrazar
nuestros cuerpos desnudos, a acaricarnos, a besarnos, a llenar nuestros
lujuriosos cuerpos con besos y caricias. Miguel se tumbó y volví a
regalarle una nueva mamada, apretando mis labios con fuerza sobre su
glande y jugando con mi lengua alrededor de todo su miembro y
acariciándole los huevos con mis dedos, él hacía lo propio y rozaba mi
rajita con su mano y con la otra me acariciaba las tetas, luego volví a
sentarme sobre su dura y enorme polla y cabalgué de nuevo con
ganas. Tan concentrada estaba en el polvo, que una de las veces, mi
novio pasó a tan solo dos metros de nosotros y casi nos descubre, por
suerte unos árboles nos tapaban. Yo puse mi mano sobre la boca de
Miguel para que no hiciera ruido y cuando Roberto se alejó un poco,
seguimos con la cabalgadura, follando con pasión. Él acaricaba mis
tetas y no paraba de decirme lo que me deseaba, lo guapa que era y lo
bien que follaba. Eso me encantaba y tuve de nuevo un prolongado
orgasmo. Me salí de su tronco y volví a chuparlo con ahínco, el sabor
de su dura polla mezclada con mis propios fluidos me sabía delicioso,
hasta que pasados unos minutos descargó todo su semen dentro de
mi boca. No dejé escapar ninguna gota, tragándome toda su leche que
estaba riquísima. Nunca antes me había tragado el semen, pues sentía
cierto asco, con Miguel era diferente, estaba totalmente entregada a él,
digamos que le pertenecía. Volvimos a abrazar nuestros cuerpos
desnudos tumbados sobre la hierba. Después nos vestimos y por
diferentes caminos llegamos disimulando hasta donde se encontraba
Roberto.
- ¿Donde te habías metido tío? - le preguntó Roberto.
- Se me salió la cadena, pero con unos cuantos meneos ha vuelto a su
sitio. No te creas, pero he tenido que apretar fuerte para que no se me
volviera a salir - contestó con esa ironía que le caracterizaba.
Yo tuve que mirar a otro lado para que no se notara mi sonrisa. Al final
se nos hizo muy tarde y antes de llegar a casa paramos en una especie
de taberna de la carretera a cenar. Despues continuamos nuestro
camino hasta casa con nuestras bicicletas. Todos estabamos sudorosos
y nos pegamos una ducha (otra vez por separado). Quedamos en
vernos los tres en salón a tomar una copa antes de acostarnos.
Yo me puse una bata china muy cortita con unos dragones
estampados en la espalda que enseñaba todos mis muslos y con un
generoso escote que mostraba el canalillo de mis tetas, por cierto, no
llevaba nada debajo.
- ¿No vas muy descocada? - me preguntó Roberto al verme.
- ¿No te gusto así? - le dije sabiendo como le ponía esa bata.
- Claro que si, pero ¿no bajarás así al salón?
- ¿Por qué no? - le pregunté con inocencia.
- Porque Miguel se puede sentir incómodo.
- No creo tonto, además ¿no quieres que agrade a tu amigo? ¿acaso
no te gusta lucirme como tu dices?
- Si claro, pero no tanto.
Sus primeros indicios de celos me estaban poniendo a cien, sabiendo
que Miguel y yo habíamos hecho toda clase de cosas y era Roberto el
que ahora se escandalizaba por una bata más o menos cortita.
El caso es que bajé así al salón y evidentemente Miguel se quedó
encantado viéndome. Roberto se quedó con cara de mosqueo pero se
tuvo que aguantar, sabía como me gustaba provocar a los chicos
aunque a veces a él le sentara a cuerno quemado (nunca mejor dicho
lo del cuerno... ja ja ja ja).
Me senté en el sofá junto a Miguel, que llevaba unos vaqueros
cortados a tijeretazos por encima de su rodilla y sin camisa. Mirando
de reojo a Roberto, Miguel no quitaba ojo de mis piernas y de mi
escote. Roberto se colocó de espaldas a nosotros en la barra del salón
preparando los cubatas, cuando muy sensualmente le susurré al oido a
Miguel:
- ¿sabes que no llevo nada debajo de la bata?
Miguel me miró excitado, percatándome de su erección bajo el
vaquero.
- Yo tampoco llevo nada bajo el pantalón. - me contestó.
Mi cuerpo empezó a entrar en calor (¿o es que nunca me había
enfriado desde que llegó Miguel?). Una de sus manos comenzó a
acariciar mi muslo mientras me sonreía y se pasaba la lengua por los
labios. Yo quería morirme, pues tenía a Roberto de espaldas a
nosotros, pero estaba como una loba en celo, esperando con
nerviosismo como se desarrollarían los acontecimientos.
- No me creo que estes desnuda bajo esa bata - me dijo Miguel
desafiante.
Me levanté y sin dudarlo un momento, me puse frente a él, miré de
reojo por si Roberto se hubiera dado cuenta, pero seguía preparando
las copas. Tal y como estaba me solté el nudo del cinturón de la bata y
la abrí de par en par para que Miguel observara mi desnudez. Así
estuve unos segundos. La mano de Miguel se acercó hasta mi pubis y
lo acarició con delicadeza. De pronto me abroché la bata de nuevo
pues era muy peligroso y volví a sentarme junto a Miguel. Roberto
seguía de espaldas.
Miguel siguió acariciándo mis piernas hasta llegar incluso a tocar mi
sexo bajo la bata, ¡que locura!, Roberto podía darse la vuelta en
cualquier momento...
Al fin se dió la vuelta con el tiempo justo de que Miguel retirara su
mano de mis piernas. No pareció darse cuenta, pero cada vez
estábamos más cerca de ser pillados en plena faena. Tras una breve
charla nos subimos a las habitaciones para acostarnos a eso de la 1 de
la madrugada. Antes de irnos a la cama mientras subíamos por la
escalera y Roberto apagaba las luces del salón, tuve tiempo de
comentarle en voz baja a Miguel:
- Te espero en la cocina dentro de una hora. No te duermas.
- Ahí estaré - me contestó acariciando mi culo por encima de la tela de
la bata.
Mientras Roberto se acostaba, hice tiempo en el baño para que se
quedara dormido. Me llamó desde la cama.
- ¿vienes cariño?
- Voy a depilarme las piernas - le mentí para que se cansara de insistir
y se durmiera.
- ¿A estas horas?
- Si ¿que pasa? - le grité desde el baño de nuestro dormitorio.
El tiempo pasaba lentamente y Roberto no acababa de dormirse, le oía
pasar las hojas de una revista, por un momento pensé que mi plan se
iba a venir a abajo. Afortunadamente se durmió a la media hora. Me
cepillé los dientes, me pinté suavemente los ojos y los labios e
impregné todo mi cuerpo con un perfume muy agradable de olor a
vainilla. Me puse la bata china y bajé las escaleras sigilosamente hasta
la cocina. Allí estaba esperándome Miguel apoyado contra el frigorífico
con sus cortos vaqueros. Al llegar, pude notar como su cara cambiaba
convirtiendose en puro placer y vicio. Me agarró por las axilas con sus
fuertes brazos y me sentó sobre la encimera de la cocina como si no
pesara nada.
- Estas como un tren, preciosa. - me dijo observándome.
A continuación su lengua bordeó mis labios, mis mejillas, mi nariz, mi
cuello, el lóbulo de mis oreja, fue bajando por el canalillo que
formaban mis tetas mientras que con sus manos soltaba el cinturón de
la bata muy despacio, recreándose en como se deslizaba mi bata hasta
quedarme desnuda por completo.
- Vaya polvo tienes... - me dijo admirando todo mi cuerpo.
Después, también con parsimonia se fue soltando los botones de su
vaquero uno a uno con lentitud y con mucho erotismo. Colocó sus
manos en sus caderas y bajó su pantalón hasta sus tobillos en una
imagen que me llenó de placer, ver como su tieso miembro sobresalía
de su pantalón sin ropa interior. Una vez desnudos, continuó dandome
pequeños mordiscos en los labios mientras nuestros sexos se
apretujaban uno contra el otro. Le agarré su polla con una mano y
comencé a masturbarle.
- Como me gustas y como me gusta tu polla. - le dije con susurros.
Aquello le hizo sentir más placer y me sonrió diciendo:
- ¿quieres ver como esta espada se introduce en su funda?
- Si, por favor - le supliqué.
Agarrando la base de su dura estaca, la orienté hacia mi cueva, él hizo
un movimiento brusco con su pelvis y me penetró de golpe sintiendo
como ese gran trozo de carne se hundía dentro de mí. Sentí cierto
dolor por su fuerte embestida, pero el placer superó con creces al
dolor. Me volvió a follar como nadie, en un ritmo suave e intenso,
llegando a sacarla casi por completo y volviéndola a meter hasta el
fondo. Estabamos gozando como locos, en un ritmo lento al principio
y más frenético después. No tardó en correrse dentro de mi
llenándome de semen. Alguna vez podíamos oir los ronquidos de
Roberto desde mi dormitorio. Creo que fue eso lo que hizo que yo
también tuviera un orgasmo, algo apagado pero agradable, muy
agradable. Continuamos acariciándonos, besándonos, tocándonos
durante largo rato hasta que decidimos irnos a la cama.
Un nuevo día y yo me sentía resplandeciente, habían desaparecido de
mi mente toda clase de complejos y de culpas y estaba deseosa de que
llegara otro momento de intenso placer, lo buscaba con ahínco, estaba
deseosa de que llegara la hora de volver a hacer el amor con Miguel.
Esa mañana me encontraba en la terraza regando las plantas con un
minishort de lycra y una blusa amplia. Roberto al que veía
perfectamente desde la terraza, estaba lavando el coche en la calle y
Miguel teóricamente durmiendo. Pero en una de esas, al estar regando
mis rosas rojas, noté como alguien me despojaba del short y de mis
braguitas dejándo las dos prendas a la altura de mis tobillos. Ni
siquiera me volví, sabía que era Miguel al ataque y me dejé hacer, no
tarde en lubricarme, pues estaba supercachonda en esos días. Me eché
sobre la jardinera para que Miguel tuviera mejor linea de tiro mientras
Roberto me sonreía y me saludaba desde la calle. Miguel estaba
desnudo y me pasó su miembro por el culo, después inspeccionó mi
húmeda rajita y aprovechó para lubricar mi otro agujerito que aunque
debo decir no me gusta demasiado que me follen por detrás, esa vez
sentí un gusto mayor que nunca. Primero introdujo un dedo para irse
abriendo camino, luego dos... Sus manos se agarraron a mis tetas bajo
la blusa y su gran polla se abría paso en el reducido agujero de mi
culito. Lo hacía con suavidad, intentando adaptar la entrada de su
poderoso aparato y lentamente se fué adaptando a los músculos de mi
ano con suma facilidad, hasta notar como el glande había conseguido
pasar. De pronto entró la mitad de su tronco de golpe y lancé un
pequeño grito, pues me hizo bastante daño.
- Ahhhh.
Roberto miró hacia arriba extrañado:
- ¿Que te pasa? - me preguntó mi novio desde la calle mientras Miguel
tenía metida la mitad de su estaca en mi culito.
- Nada, nada, cariño, me he pinchado con una rosa. - disimulé.
Desde allí podía ver la cara de gilipollas de mi novio, mirandome con
extrañeza. Miguel no dejaba de follarme el culo con maestría
introduciéndo cada vez más adentro su potente pene. Todavía sentía
algo de dolor, pero intentaba controlar mis gemidos y mis gritos, el
placer era aún más intenso y la habilidad de Miguel hacía que aquello
fuera maravilloso, él giraba mis caderas con sus manos y entrando en
mi culo con delicadeza, saliendo despacio y volviendo a entrar con
lentitud en mi dolorido culo. Tuve mi primer orgasmo que apagué
cerrando los ojos y mordiéndome el labio inferior. Al rató fue Miguel el
que se vino dentro de mi acompañando el ritmo con una fuerte
respiración. Al sacar su polla de mi agujerito, me volví y le sonreí. Me
dejó allí con mis pantaloncitos y braguitas en los tobillos, las piernas
temblorosas y un escalofrío por todo mi cuerpo. Así permanecí un rato
captando en mi interior los espasmos del placer. Nunca había sentido
nada parecido al follarme por el culo y nunca nadie había conseguido
darme tanto gusto de esa forma. Roberto no podía imaginar lo que
había ocurrido.
Miguel y yo buscabamos por todos los medios posibles volver a tener
más y más agradables encuentros, intentando que Roberto estuviera
cerca, pues aquello era algo que nos daba un morbo terrible y nos
excitaba sobremanera.
Esa misma tarde fuimos a unos grandes almacenes ya que yo
necesitaba comprarme algo de ropa. Ya habíamos quedado Miguel y
yo en vernos en la sección de lencería y bañadores a una determinada
hora. La cosa la organizamos de tal manera que Miguel se quedó en la
sección de fotografía y mi novio me acompañó a la sección de lencería.
Me metí en el probador con dos bodys y unas cuantas braguitas y
sujetadores, que fui probándome mientras Roberto me esperaba al
otro lado de la cortina sujetando las prendas que ya me iba probando.
Llegó la hora señalada con mi cómplice y le dije a mi chico:
- Cariño, en las estanterías del fondo hay un conjunto negro muy sexy
que he visto antes, ¿podrías traérmelo mientras me pruebo estos?
Roberto sabía bien lo que me gustaba (y lo que a él le gustaba ) en
cuestión de ropa interior y obedeció mi solicitud yendo a buscar lo que
le había pedido. A los pocos segundos, Miguel, que estaba al acecho
se coló rapidamente dentro del probador conmigo intentando que
nadie le viera entrar. Se quedó observándome y me hizo un gesto a
modo de ok, ya que el conjunto de braguitas y sostén de color negro
parecieron gustarle bastante. Se puso detrás de mí y me abrazó
acariciando mi cintura, mis brazos, mis pechos por encima del sostén...
Al momento se oyó la voz de Roberto al otro lado:
- Cariño, ¿es este el conjunto que me pedías?
Agarré la cortina y asomé solo la cabeza. A todo esto Miguel
continuaba magreándo todo mi cuerpo.
- Si este es, gracias. - le respondí a mi novio, sacando una mano por la
cortina y cogiendo el nuevo conjunto.
- ¿Quieres que entre contigo? - me preguntó de pronto Roberto.
Tragué saliva, pues en ese momento la excitación y el peligro estaban
en su máximo explendor.
- No, mi amor, no entres. Prefiero sorprenderte luego en casa.
- Vale, como tu quieras.
- Además quiero que me vayas trayendo cosas ¿vale?.
Miguel había soltado el corchete de mi sujetador y éste cayó al suelo.
Me volvió a abrazar por detras acariciando mis tetas, pellizcando mis
pezones. Yo estiré los brazos por encima de mi cabeza y le acariciaba
su pelo arqueando mi espalda para que pudiera acariciarme sin
problemas desde detrás de mi. Su mano se introdujo dentro de las
braguitas y rozó mi vello púbico, intenté apagar un gemido como
pude. Roberto estaba a medio metro tan solo separados por una
cortina. Miguel me despojó de las braguitas, deslizandolas con lentitud
por mis piernas mientras su lengua recorría mi culo, mis muslos, mis
pantorrillas... El gusto que sentía era enorme y emití algún pequeño
gemido.
- ¿Que te pasa? - me preguntó intrigado mi novio desde el otro lado.
- Nada, nada... - disimulé como pude.
- ¿Quieres que te ayude? - preguntó de nuevo Roberto.
- No, no cariño, yo me arreglo sola.
Miguel se desvistió por completo y le susurré al oído:
- Estás loco, cabrón.
- Y tu estas gozando a tope ¿no? - me contestó en otro susurro.
No contesté aunque era evidente mi calentura. Puse una pierna sobre
el taburete y Miguel se agachó chupándo la parte interior de mis
muslos y acariciando mi culo. Su habilidosa lengua volvió a darme un
gusto increíble jugando con mis labios vaginales y mi clítoris. Como no
podía reprimir todos mis jadeos le pedí a Roberto que me trajese más
modelos, momentó que aprovechó Miguel para cambiar las posiciones
y sentarse en el taburete. Me metí en la boca su duro miembro y lo
succioné como si no hubiera comido en varios días, trabajando con mi
lengua por su capullo y saboreando sus dulces jugos. Tenía la polla
dura como una piedra y sin dudarlo me senté de espaldas a él sobre su
verga metiéndomela hasta lo más hondo de mi ser. Empecé a cabalgar
sobre el tieso falo de Miguel y mis tetas bailaban al compás. Él
respiraba con dificultad y apoyaba su boca en mi espalda para no
hacer ruido.
- Ya estoy aqui - dijo mi novio al otro lado del probador.
Por un momento nos quedamos parados por el susto de oir su voz,
pero a continuación seguimos follando con ganas.
- Espera un momento... - le dije a Roberto con la voz entrecortada
debido al bamboleo.
- ¿Que te ocurre? - preguntó con preocupación mi novio.
- Nada, que no este modelo me entra justo y me roza un poco - le
contesté imitando la ironía de Miguel, que intentaba aguantarse la risa.
Seguimos follando y emitiendo pequeños gemidos, pero gracias a la
musica ambiental no debía oirnos nadie.
Extendí mi mano por el hueco de la cortina recogiéndo el nuevo
conjunto que tenía Roberto y le pedí ir a por más. Miguel estaba a
punto de correrse y giré la cabeza para ver su cara, fui yo la que me
adelanté sintiendo un orgasmo maravilloso, a los pocos segundos
Miguel se corrió en mi interior sintiendo como la fuerza de sus chorros
de semen bañaban mi interior.
Asi permanecimos unidos durante un rato, hasta que su pene se había
quedado bastante flojo, pero yo no quería separarme de él, quería
permanecer unida a él, estaba en la gloria y quería que aquello no
acabase nunca. Al final nos separamos, él se vistió y yo hice lo mismo.
Le entregué a Roberto varios conjuntos por el hueco de la cortina y le
pedí que fuera a pagarlos a la caja momento que aprovechó Miguel
para desaparecer y yo me dirijí a la caja con Roberto. Cuando ambos
abandonamos el probador, unas chicas que estaban fuera nos miraron
con cara de asombro y cuchichearon algo entre ellas. Nosotros nos
sentíamos en la plenitud y deseosos de que llegara otro momento de
ardiente pasión para volver a unir nuestros cachondos cuerpos.
Miguel y yo aprovechábamos cualquier momento para tener algún
nuevo roce, por ejemplo una mañana cuando Roberto estaba en la
ducha, Miguel entró desnudo en mi habitación. En cuanto le ví, me
envolví en su juego y era presa de él. No dudé un momento en
despojarme de mi camisón y esperarle desnuda sobre la cama con mis
piernas abiertas. Se oía el agua caer en la ducha y Roberto silbaba una
canción , el pobre no era consciente de lo que ocurría en su propia
habitación.
Miguel practicamente se abalanzó entre mis piernas y me hizo una
comida de coño bestial, esta vez yo no reprimí mis jadeos y mis
gemidos pues sabía que Roberto no podía oirme. Miguel jugaba con
mi clítoris y me sobaba las tetas con fuerza. Después subió hasta
ponerse sobre mi. Con su mano sujetó su polla y la orientó de nuevo
sobre mi rajita con la intención de penetrarme, pero el ruido de la
ducha cesó y Miguel tuvo que salir por pies de mi habitación. Roberto
entro en el cuarto unos segundos después con una toalla rodeando su
cintura y me miró extrañado al verme desnuda sobre la cama todavía
con las piernas abiertas.
- ¿que pasa cariño? ¿me estabas esperando? - me preguntó Roberto
ignorante de lo que acababa de ocurrir.
- Si cariño, estoy muy cachonda. - contesté disimulando.
Se quitó la toalla y se abalanzó sobre mi. Me besó en el cuello, y
acariciaba mis tetas. Yo cerraba los ojos e imaginaba que era Miguel el
que tenía encima. Roberto colocó su polla entre mis piernas y de un
golpe me penetró. Sentí bastante gusto, pero sin apartar de mi mente
a Miguel, seguía imaginando que era él quien me follaba. En apenas
unos segundos me corrí con cortos gemidos. Abrí los ojos y Roberto
seguía moviendo su culo y follándome con fuerza, desde luego con
menos estilo que Miguel, aunque las comparaciones nunca sean
buenas. Cuando giré la cabeza hacia la puerta, allí estaba Miguel
desnudo observando como hacíamos el amor mi novio y yo y me lanzó
una picara sonrisa. Aquello hizo que involuntariamente tuviera otro
orgasmo, cosa que hizo a Roberto correrse enseguida y dejar caer
todo su peso sobre mi, bastante agotado. Miguel siguió desnudo en la
puerta acariciando su polla y sonriéndome. Después salió de nuestro
cuarto.
Asi fueron pasando los días, hasta la vispera del viaje de regreso de
Miguel. Habíamos hecho de todo, en todas las posiciones, en todos los
lugares, incluso en los más arriesgados y excitantes, practicamente con
Roberto al lado, pero Miguel quería probar algo más morboso y
excitante. Estabamos de nuevo solos viendo la tele y Roberto nos
preparaba la cena, la verdad es que la cocina se le daba muy bien, cosa
que aprovechabamos para desfogar nuestros instintos.
- ¿Que te parece si hacemos un trío? - me preguntó de repente
Miguel.
- ¿Queeee?
- Si, un trío, Roberto, tu y yo.
- Pero, ¿has perdido el juicio?
- No tonta, lo haremos sin que él se entere, como siempre.
Me quedé mirándole sorprendida, pues sus palabras me
desorientaban, ¿realmente había enloquecido ? ¿o es que ya era un
loco desde el principio ?
Intentó aclararmelo:
- Verás, esta noche es nuestra última noche y quiero hacer la mayor
locura. Cuando vayas a tu habitación con Roberto le dices que quieres
hacer algo nuevo y le atas al cabecero de la cama y le vendas los ojos,
después entraré yo y lo demás saldrá rodado.
Mis ojos se salían de las órbitas. Desde luego era la mayor locura, pero
me excitaba solo de pensarlo.
- No Miguel, creo que eso es demasiado.
- ¿No te atreves? - preguntó desafiante.
- Si, pero me parece muy arriesgado...
- ¿No ha sido todo arriesgado hasta ahora?
Era cierto, habíamos cometido las mayores locuras tan cerca de mi
novio y no había pasado nada, asi que aquello a pesar de ser una
bomba, podía ser el máximo del placer.
- No sé... - le dije con dudas.
- Quiero que seas la reina de la noche y disfrutes con dos hombres a la
vez, como tu te mereces, eres toda una mujer y quisiera darte ese
regalo, aunque nos juguemos el tipo...
Le besé en agradecimento y quedamos en cumplir ese tortuoso plan.
Después de cenar y tomar algunas copas, decidimos irnos todos a la
cama. Primero se fue Miguel, luego yo y el último Roberto.
Cuando entró en la habitación, yo le estaba esperando con un camisón
semitransparente que sabía que le encantaba, donde podían verse
claramente a través de la tela mis rosados pezones y la linea de vello
de mi pubis. Roberto, como yo esperaba, se quedó embobado
mirándome.
- Estas preciosa así tumbada en la cama con ese camisón... - me dijo.
- Soy toda tuya. Toda entera para ti. - le contesté.
Se acercó a mí y me acarició las caderas, la cintura y las tetas por
encima de la tela del camisón. Se quedó mirándome fijamente y me
preguntó:
- Miguel te pone cachonda ¿no?
Me quedé muda por un momento, pues no me esperaba eso.
- ¿que dices? - contesté como si no le entendiera.
- Vámos, se que te gusta, está bueno ¿no?. Siempre ha gustado mucho
a las mujeres. De hecho él ligaba siempre antes que yo, además tenía
mucha habilidad para conquistar a las chicas.
- Bueno, yo... si, me gusta, pero... - le dije un poco confundida
- Vamos cariño, estos días te he observado y he visto como le mirabas
y le devorabas con los ojos y él a ti. Si no hubiera estado yo cerca
seguro que la hubierais liado ¿a que si?
Aquello me sonó como una explosión, pero seguro que no sabía nada
de nada, tan solo había notado alguna mirada, alguna sonrisa y nada
más.
- Eres tonto Roberto... le contesté sonriendo.
Sus frases me habían dejado helada, pero al mismo tiempo me sentía
más excitada que nunca con la idea de que se iba a producir algo
increíble.
Tal y como habíamos planeado Miguel y yo, conseguí convencer a
Roberto para hacer algo más excitante la cosa. Le quité toda la ropa, le
situé boca arriba en la cama, le até ambas manos en los extremos del
cabecero de la cama con dos pañuelos y le tapé los ojos con otro
pañuelo.
Puse una música ambiental tranquila y relajante, pero con un volumen
bastante alto, para que no se oyera ningún ruido comprometido. Me
senté sobre el estómago de Roberto y a él le gustaba sentir el calor de
mi sexo sobre su tripita. El suave camisón rozaba su piel. Le besé en la
boca y dibujé con mis lengua su barbilla, su nariz y el contorno de sus
labios... Me gustaba la idea de tenerle bajo mi poder.
Al rato entró Miguel, tal y como habíamos quedado y se sentó al
borde de la cama vigilando mis movimientos y los de Roberto. Estaba
desnudo y acariciando su pene con su mano.
- ¿que habría pasado si me hubieras visto follando con Miguel? - le
pregunté de pronto a Roberto y mirando a mi cómplice.
Mi novio se quedó silencioso durante un rato.
- No sé, quizá os hubiera matado a los dos - me dijo riendo...
Miguel se aguantaba la risa.
- Pero, no decías que me notabas cachonda con él, quizás en el fondo
eso te excita a tí también ¿no?
Volvió a quedarse callado unos segundos.
- Si, pero una cosa son unas miradas más o menos lascivas y deseosas
de sexo y otras llegar a follar los dos delante mío. - contestó al fin.
Yo sonreí sabiendo que no se había percatado de nada de lo ocurrido.
- Pero, si hubiera sido al revés, osea, si una amiga mía, por ejemplo
Nuria, se hubiera presentado en casa y se te hubiera insinuado, seguro
que te la follarías...
- Si, pero eso es distinto...
- ¿distinto? ¿por qué?
- Pues... no sé, los hombres somos más débiles en ese sentido y Nuria
está muy buena, si se me insinuara, quien no hubiera caido en sus
redes...
Me quedé observándole e imaginandole follando con mi amiga.
- Eres un machista y un cabrón. - le dije con tono celoso.
A partir de ahí no dijimos nada más. Miguel se levantó sigilosamente
sin hacer ningún ruido y me quitó el camisón. Su mano derecha
acariciaba mi espalda y mi culo. Roberto seguía debajo de mi, sin
enterarse de nada. Yo besaba tiernamente en los labios a Roberto y
poniendo mi culo en alto para que Miguel no tuviera problema en
acariciarme. Sus juguetones dedos rozaban mi culito, me rodeaban con
suavidad el ano y pasaban por mi rajita que ya se había humedecido.
Era una sensación maravillosa.
Fui bajando con mis labios por el cuello de mi novio hasta morder sus
tetillas, para seguir bajando por su estómago hasta llegar a su sexo. Su
polla estaba durísima, la tomé por la base con mi mano y apoyé mis
labios en la punta dándole un besito. Después mi lengua fue
deslizándose por un costado de su miembro hasta llegar a sus huevos
que acariciaba con mi barbilla. Volví a subir por el tronco hasta llegar a
la punta de nuevo. Mis labios se apretaron en su glande y mi lengua
jugaba con el borde de piel que bordeaba su capullo. A continuación, y
muy lentamente fui introduciéndolo en mi boca. Comencé a subir y a
bajar con parsimonia haciéndole una mamada intensa. Yo permanecía
agachada sobre la polla de mi novio y mi culo sobresalía por el fondo
de la cama ofreciéndole por entero a Miguel que continuaba con sus
dulces caricias. Noté como su lengua empezó a jugar con mi chochito
y como ésta penetraba poco a poco entre mis labios vaginales.
Después sustituyó su lengua por su grandioso miembro y se coló
dentro de mí de repente. Emití un gemido prolongado con la polla de
mi novio en la boca. Éste se quedó algo extrañado.
- Te gusta mamármela ¿eh? - me dijo, sin saber que yo gemía por otro
motivo.
Miguel seguía bombeando tras de mi y yo colocaba mi culo con las
piernas bien abiertas para permitirle mejor sus embestidas. Follaba
como nadie. A Roberto parecían volverle loco mis gemidos en un
momento en el que yo había apartado mi boca de su miembro, se
corrió sobre mi cara, salpicándome con potentes chorros por la nariz,
la frente, el pelo, mi cuello... Miguel seguía follándome por detrás y yo
seguí lamiendo la verga de mi chico, algo más desinflada. Mis manos
acariciaban su pecho y Roberto estaba como ido recuperándose de su
orgasmo. Miguel me hizo una seña para darme la vuelta, pues quería
que se la chupara. En una postura más que complicada me coloqué
tumbada de lado en la cama, pasé una pierna por debajo de la de mi
novio y la otra sobre su cuerpo de tal manera que nuestros cuerpos se
enlazaron como dos tijeras y nuestros sexos quedaban en contacto. Yo
movía mis caderas para que pudiera notar el calor de mi sexo
intentando reanimar su fláccido miembro. Mi cabeza quedó a los pies
de la cama y Miguel acercó su miembro a mi boca, agarrándolo por la
base comencé a besarle y a darle suaves lenguetazos, mientras mi otra
mano acariciaba sus huevos que estaban tan duros como su polla. Con
mis dientes apliqué unos masajes por todo ese gran trozo de carne.
Miguel se mordía los labios reprimiendo sus gemidos. Quería hacerle
sufrir un poquito, aunque no demasiado, pues estaba como loca por
meterme su enorme falo en la boca. Así lo hice, muy lentamente,
abarcando con mis labios apretados su miembro e introduciéndolo
poco a poco hasta llegar a tocar mi paladar. Los movimientos de mis
caderas y mi pelvis sobre el sexo de mi novio, hicieron que su pene
reaccionara y lo tomé con mi mano y lo pasé arriba y abajo por mi
rajita húmeda. En unos de los movimientos conseguí que mi chico
colara su aparato en mi coño y seguí girando mis caderás sobre él para
que entrara y saliera en un polvo riquísimo. La postura de su polla
dentro de mi, la hacían estar más tensa de lo normal y podía notarla en
plenitud dentro de mi vagina. El pene de Miguel seguía entrando y
saliendo de mi boca y a éste parecía extasiarle la imagen de verme
follar con mi novio mientras yo le hacía una tierna mamada. Empecé a
notar como mi cara ardía, como estaba bañada en sudor, cuando de
pronto me llegó un orgasmo que me hizo gemir y gritar como si me
estuvieran matando. En alguno de mis espasmos de placer llegué a
morder el miembro de Miguel, pero eso parecía gustarle incluso más y
se corrió dentro de mi boca llenándomela con su caliente leche, me
tragué todo. A los pocos segundos fué Roberto el que me inundó las
entrañas con su nueva carga. Yo estaba en la gloria y tuve varios
orgasmos cortos o una prolongación del anterior.
Estuvimos los tres callados durante un buen rato, pero yo utilizaba mis
dos manos para masturbar las dos pollas que me habían
proporcionado tanto placer. La de Miguel se recuperó antes y llegó a
tomar un volumen más que considerable. Unos cuantos chupeteos de
mi parte sobre su glande, la hiceron estar al máximo de su erección.
Me di la vuelta y poniendo mi culo en pompa de nuevo, comencé a
mamarle el pene a mi novio que seguía inmovil sobre la cama.
También su miembro fue creciendo a medida que mis labios se
aferraban a él. Le hice un guiño a Miguel y señalándole mi ano, se lo
ofrecí para que me metiera su poderosa arma otra vez. No lo dudó, se
lubricó el pene con mis jugos vaginales y fue abriéndose paso por mi
culo que aún estaba algo dolorido de la última enculada de hacía unos
días. Su glande no tuvo problemas para entrar en mi agujerito, pero el
resto era más costoso, por eso Miguel salía de mi culo y entraba en mi
chochito y volvia otra vez al ano, así fueron adaptándose mis músculos
a su grandiosa polla. Era un follador increíble y sabía darme un gusto
fuera de lo normal. Casi nunca había tenido orgasmos cuando me
habían follado por el culo y esa vez volví a correrme con la maestría de
Miguel perforando mi estrecho agujero. Separé la boca de la verga de
mi chico y comencé a gritar como una loca, pues el dolor y el gusto
que sentía en mi culo me habían hecho gozar a tope. Roberto no se
extrañó de mis jadeos, seguramente imaginaba que yo me estaba
masturbando, y su propia imaginación hizo que se corriera sobre mi
cara disparando varios chorros, que caían sobre mis ojos, mi pelo, mi
boca y mi cuello. Miguel seguía dándome con fuerza por detrás, hasta
que sacando la polla me bañó con su leche todo el culo y la espalda.
Un potente disparo pasó por encima de mi cabeza y llegó hasta el
ombligo de Roberto, pero éste lejos de extrañarse parecía estar en la
gloria.
Quedamos todos exhaustos: Mi chico tumbado con la cabeza de lado
como si hubiera perdido la consciencia, yo sobre él, completamente
echa polvo, y Miguel con su pecho apoyado en mi culo. Fue una sesión
increíble de sexo, muy ardiente y excitante, con el añadido de haberlo
hecho con mi novio y con su amigo a la vez, aunque el primero no se
hubiera percatado.
Al día siguiente Miguel tuvo que marcharse y yo lo pasé muy mal, pues
estaba totalmente colada por él, por su gran atractivo, por su forma de
ser y por haberse portado como un gran amante, que me había dado
muchísimo placer, como nadie había conseguido darme nunca tantas
veces y en tan poco tiempo. Intenté disimular mi tristeza delante de
Roberto cuando le despedimos en el aeropuerto.
- Lo he pasado de miedo amigos, tendré que venir más a menudo por
aqui - dijo Miguel a modo de despedida.
Los dos chicos se dieron un fuerte abrazo con la promesa de verse
pronto y luego Miguel y yo nos abrazamos y nos dimos dos besos,
pero ambos no estabamos conformes con despedirnos así. De nuevo
el ingenio de Miguel afloró y dirijiéndose a mi me dijo:
- Oye no quisiera irme sin hacerte un regalo.
- No tienes por qué molestarte. - le contesté.
- Si, me has tratado como a un rey y eso merece una recompensa.
Acompañame a la tienda de regalos que hay a la entrada y escoge lo
que quieras mientras Roberto me hace el favor de facturarme el
equipaje. ¿vale?
Roberto asintió encantado a su petición y yo muy contenta le
acompañé hacia la tienda de regalos. Agarrados de la mano bajamos
corriendo las escaleras mecánicas como dos colegiales que han hecho
alguna fechoría. Llegamos a la tienda de prensa y regalos y allí sin
importarnos nada ni nadie, nos abrazamos y nos besamos
apasionadamente como sin con ello nos fuera la vida.
- ¿Sabes?, eres una chica muy especial y no te voy a olvidar nunca. -
me dijo.
- Yo tampoco a ti. - contesté mirándole a los ojos.
Sus manos acariciaban mi pelo y mi espalda.
- ¿Por qué no te vienes conmigo? - me preguntó.
- No Miguel, sabes que no puedo... - contesté, aunque en el fondo de
mi ser deseaba seguirle, acompañarle donde fuera, al fin del mundo.
Estaba totalmente sometida a él.
No volvimos a hablar, nos limitamos a mirarnos, a abrazarnos y a
besarnos. Su lengua buscó la mía por última vez y ésta respondio
juntándose en nuestras bocas devorándose mututamente. Su mano se
introdujo por debajo de mi falda y me sobaba el culo. Podía notar su
erección a traves de la tela de mi minifalda. Los clientes de la tienda,
nos miraban alucinados, pues nos estábamos dando una buena
despedida. Así estuvimos un buen rato. Tampoco fuimos más allá y
decidimos quedarnos con el gusto en los labios.
Miguel cumpliendo su promesa, me compró una pulsera muy bonita,
que aún hoy conservo y me sirve para recordarle. Volvimos con
Roberto sin pronunciar una sola palabra por el camino. Miguel se
mezcló entre la gente y embarcó en su avión.
Durante el trayecto de vuelta a casa me sentí muy triste, había perdido
algo que me había proporcionado mucha felicidad y placer. Todo se
había esfumado. Por otro lado me sentía muy mal por haber
traicionado a Roberto de esa manera, pues me remordía la conciencia.
Creía estar en la obligación de contarle todo con el riesgo que eso
suponía, en cambio no tuve el suficiente valor para decirle nada. Al
llegar a casa lloré sobre mi cama como una niña, con una mezcla de
sentimientos que se enmarañaban en mi cabeza.
Con el tiempo todo pasó y mi obsesión por Miguel también. Nunca se
lo conté a Roberto a pesar de que me lo planteé varias veces. Despues
de unos meses Roberto y yo rompimos, pero por otras razones. A
Miguel no le he vuelto a ver, pero le recuerdo a menudo. Quizás algún
día le llame por teléfono para rememorar aquellas vacaciones.

Sueño de dos

Desde luego…. no estoy segura… nada segura. A día de hoy todavía no


sé como ha empezado todo, ni siquiera consigo recordar el comienzo
de toda esta historia, ni como, ni cuando, ni por qué…
Lo que si puedo decir es que Santi significa para mi mucho más que mi
amante… mucho más que un amigo, un cómplice o una aventura
fugaz. Santi significa… sexo, lujuria, pasión desenfrenada y una
dependencia fuera de lo normal y además, alguien que me ha
enseñado a disfrutar del sexo como realmente siempre soñé… llegando
hasta límites insospechados, me ha llevado a realizar las fantasías y
locuras que nunca me hubiera podido atrever por mi misma.
Me gusta como sus manos exploran mi cuerpo, desde como me
acaricia el pelo o mis labios hasta como sus dedos juegan con mi piel y
con mi sexo, con una habilidad tremenda… disfruto al sentir su calor
contra mi cuerpo, me estremezco al oír sus palabras más atrevidas a mi
oído y como sus labios chupan y se comen literalmente mi coñito.
Adoro su polla, es algo que me tiene completamente enganchada y
estaría tocándola, chupándola y metiéndola dentro de mi
continuamente… realmente la necesito.
Habría que remontarse mucho tiempo a atrás para saber como es mi
vida con Santi, no quiero ponerme pesada, pero puedo empezar
diciendo que mi marido, Carlos y su amigo… Santi se conocen desde
hace por lo menos 10 años. Han estudiado juntos en la universidad y
han sido, casi se podría decir que… como hermanos. Yo conocí a Santi
algunos meses despues de empezar a salir con Carlos, mi marido. La
primera vez que vi a Santi no me llevé ninguna impresión mayor de la
normal si no fuera por sus atentas miradas a mi escote y sobretodo a
mi culo, algo de lo que estoy muy orgullosa, por cierto.
Santi es muy bromista y bastante descarado, tanto, que la primera vez
que nos presentó Carlos, me estuvo vacilando a base de bien, con
continuas indirectas e incluso alguna frase subidita de tono. Eso a
Carlos, lejos de importarle, parecía gustarle, pues siempre habla de las
bromas y las indirectas de su amigo como algo extraordinario y fuera
de lo normal y como propio de dos estudiantes que debieron celebrar
bastantes juergas y fiestas juntos… a mi también me gustaron sus
atrevidas palabras y ocurrentes piropos hacia mi.
Parecía todo predestinado en nuestras vidas. Carlos y yo nos fuimos a
vivir a un apartamento en Barcelona y él se iba cada lunes a la
universidad a esa ciudad y lo compaginaba con un trabajo allí. Al
principio se llevaba mi coche pero me dejaba "tirada" a mi, hasta que
se le ocurrió la feliz idea de que fuera Santi quien me trajera el coche
de vuelta y regresaba con su cuñado a Barcelona.
Asi fueron pasando los días y Santi volvía de regreso con mi coche sin
dejar de contarme algún chiste o alguna gracia y sin dejar de
observarme detenidamente el culo a través del retrovisor. Su descaro,
su gracia natural y su carácter tan abierto y tan extrovertido me
encantaban… y me encantan ahora.
Santi seguía manteniendo muy buena amistad con mi marido y
también conmigo, claro, precisamente por eso conoció a una
compañera de mi trabajo que yo misma le presenté y que se llama
Susana. Al final, por cuestiones del azar acabó siendo su mujer.
Susana y yo, somos buenas amigas y siempre andábamos hablando de
ellos y supongo que ellos también hablaban de nosotras. Entablamos
una buena amistad las dos parejas y fuimos a nuestras respectivas
casas en varias ocasiones y a algún acto juntos, pero esporádicamente
al principio.
Por obra del destino, en el que creo fervientemente, Carlos y Santi
comenzaron a trabajar en la misma empresa y eso originó que nos
viéramos más veces los cuatro, asistiendo a reuniones y cenas de
empresa.
Por entonces, yo siempre andaba muy atareada, pues aparte de mi
trabajo, seguí estudiando en la universidad para acabar mi carrera y al
mismo tiempo, mantenía mis clases de ballet, entre otras cosas porque
me encanta bailar y por otro lado porque mantiene mi cuerpo en
buena forma física y de paso también mi figura.
Cuando salíamos juntos los cuatro, notaba que Santi me miraba más
de lo normal, claro que al principio no le daba importancia, quiero
decir que eso podía ser una observación natural de un hombre hacia
una mujer, además que… todo hay que decirlo: una no está mal y
siempre me gusta vestir elegantemente pero al mismo tiempo muy
sexy y atrevida, con ropas ceñidas que siempre realzan mi cuerpo y eso
a los hombres les encanta y por supuesto a mi también , creo que
tengo un cuerpo bonito y me agrada lucirlo y que lo admiren... Varias
veces pillé a Santi echándome un vistazo a mis piernas o las posaderas,
algo que le ha vuelto completamente loco, y en más de una ocasión
me lo dijo con cierta ironía. Él disimulaba, pero era inevitable que yo le
descubriera y me limitara tan solo a sonreírle como diciéndole "eres un
niño malo…" Sin embargo a mi me encantaba sentirme observada por
él… se puede decir que prácticamente me devoraba con la mirada y
eso me ha vuelto loca siempre.
Yo al tiempo tampoco dejaba de observar a Santi, siempre con
disimulo, pues al principio lo hacía estando Carlos delante y no era
plan de que te pillen observando la increíble anatomía de su amigo.
Santi es un tío muy guapo, de los que te fijas al primer vistazo… más o
menos de mi altura, tiene el pelo castaño, boca pequeña, ojos
pequeños pero de un color café divino, son preciosos y muy muy
expresivos, casi habla con ellos. Su nariz, recta, muy elegante, pelo liso,
castaño, hombros anchos y un trasero de caerse de espaldas,
complexión fuerte, vamos que está muy bueno. Sin embargo lo que
más me llamó la atención de Santi desde el principio es su carácter, tan
marcado, con tanta personalidad, tan arrollador, tan simpático, tan
bromista, tan atrevido… eso me tenía fascinada.
No sé cuando se produjo la chispa entre los dos, creo que es algo que
fue incubándose poco a poco, me imagino que el origen de todo fue
una cena de empresa donde bebimos más de la cuenta y acabamos
contando chistes verdes, algo que me producía mucha risa, pues Santi
los cuenta con mucha gracia, como casi todo. Además, eso de que yo
disfrutara tanto con sus chistes y anécdotas, pareció entusiasmarle y en
un momento me dijo una frase que me encantó:
· Lydia, contigo da gusto, aparte de ser preciosa, eres muy
simpática y no tan seria y aburrida como otras mujeres de
la empresa, son todas tan estiradas…
· Como eres Santi… seguro que eso se lo dices a todas.
· No, te lo prometo, tu eres diferente…
Un día le pidió a mi marido la dirección de mi correo electrónico y a
partir de ese día fueron llegando a mi bandeja de entrada
innumerables chistes y anécdotas de todo tipo. Poco a poco las
bromas se fueron tornando más y más picantes.
Al principio yo le comentaba a mi marido los correos que
intercambiaba con Santi y Carlos no le daba mucha importancia a este
hecho, pero a medida que esos emails iban tornándose más "verdes" y
comprometidos de lo normal, yo tampoco le contaba todos los que
recibía.
Recuerdo uno con mucho cariño pues me hizo ponerme colorada y
muy caliente con sus palabras, decía algo así como:
"Querida Lydia: Ahí te mando una foto con unos tangas que son muy
sexys y que espero te gusten, naturalmente estoy seguro que a ti te
quedarían mucho mejor que a las chicas que aparecen en las fotos,
aunque eso me gustaría verlo personalmente"
Le contesté diciendo que ese tipo de cosas solo las vería mi marido,
pero en el fondo deseaba que fuera él quien me viera en tanga e
incluso sin tanga…
Un día recibí otro correo de Santi que "supuestamente" no iba dirigido
a mi, sino a un amigo suyo. Le contaba a este que había conocido a
una chica, que era la esposa de un amigo suyo y que era muy
simpática, que estaba buenísima y que le gustaba muchísimo, la
describía de tal manera que no había duda que era yo esa persona.
Además de describirme físicamente, comentaba a este supuesto
amigo, cuanto deseaba estar junto a mi, verme sonreír, y llegar algún
día a acariciar ese culo que tan loco le vuelve.
Fui yo la primera que le envié un correo con una historia erótica escrita
por mi misma, pero le dije que era de otro autor. Su impresión fue muy
grande cuando dijo haberse puesto como una moto y habiéndose
excitado más de lo normal. Además me dijo que era muy mala por
enviarle esas cosas y que no era bueno que se pusiera tan cachondo
cuando estaba trabajando. Yo le dije que era mejor así, pues cuando
llegara a casa, desahogaría todas sus penas.
Después de un tiempo, me encontré a Santi en el gimnasio donde
practico algún ejercicio los viernes y sábados:
· Hola Santi, ¿qué haces tu aquí?
· Mira, que me apetece hacer algo de ejercicio y sabía que
tu venías por aquí…
· Vaya que bien, así no estaré solita.
Santi y yo coincidimos en el gimnasio en más de una ocasión, aunque
supongo que eso tampoco era realmente una coincidencia. Corríamos
juntos en las cintas o pedaleábamos en bicis estáticas. Después
siempre me esperaba a la salida y bien me acompañaba hasta el coche
o como en una ocasión que me invitó a tomar una bebida isotónica en
el bar del gimnasio.
· Oye Lydia, ¿te vienes al bar a tomar algo?
· Pero es que Santi… tengo algo de prisa…
· Oye preciosa, parece que te doy miedo o algo así.
· No, tonto, para nada, pero es que…
· O a lo mejor no quieres estar conmigo.
· Claro que quiero Santi, me siento muy a gusto contigo.
Esas palabras sonaron extrañas incluso para mi, pero él me agarró la
mano y me sonrió, aquello me hizo sentirme muy bien y seguimos
charlando muy animadamente durante un buen rato.
· ¿Sabes? Tengo que contarte algo Lydia… El otro día me
divertí mucho con la historia que me enviaste, bueno, me
puse muy caliente y tuve que masturbarme en el baño, no
aguanté mas, era realmente bueno y muy cachondo…
· ¿De verdad? – le contesté riendo.
· Si, te lo juro, es una historia muy buena, ¿de quien es?
¿quién es el autor?
· Es mía.
· ¿Qué?. No me lo creo. Eso es imposible.
· Si, ¿por qué no va a ser verdad Santi?, escribo historias…
¿te gustan?
· Me encantan. No sabía yo esa faceta tuya. ¿tienes más?
Le dije que le enviaría más historias a su e-mail y que a mi también me
gustaba recibir sus correos "picantes". Todo era un juego muy
inocente, por eso nunca pensé que llegaría más allá de eso.
Recuerdo como Santi me enviaba sus propias experiencias sexuales
con todo detalle o sus sueños más rocambolescos y más calientes,
incluso me ponía a mi como protagonista de esas fantasías eróticas… y
eso, naturalmente, me calentaba más de lo normal y en más de una
ocasión tuve que salir corriendo de la pantalla del ordenador e ir al
baño a masturbarme, pues no era dueña de mi. Alguna vez nos
escribíamos algunas cosas que nos hacían excitarnos a los dos, como
aquellas veces que me ordenaba quitarme las braguitas e ir sin ellas en
el trabajo…
Un buen día le pidió mi teléfono a Carlos con la excusa de enviarme
chistes y más bromas. A partir de ahí, los mensajes llegaban
continuamente a mi teléfono, unas veces con cualquier tontería y otras
para decirme que era muy guapa y muy buena amiga por escucharle y
por entenderle…
Recuerdo con emoción el día que me llamó por primera vez y al oir su
voz, sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Cuanto me gustó oirle al
otro lado del teléfono. Me pasaba una cosa curiosa con Santi, cuando
me llamaba, mi cuerpo se transformaba, instintivamente mis pezones
se endurecían y empezaba a humedecerme involuntariamente. Sabía
que aquello estaba comenzando a ponerme en una situación difícil, ya
no se trataba de recibir con agrado la llamada de un amigo, era la
necesidad de oírle, de escuchar su voz, de desearle con todas las
ganas, de enredarme en sus brazos y que me follara como nadie lo
había hecho antes, se estaba convirtiendo en una adorable obsesión:
· Hola Lydia.
· Hola Santi ¿qué tal?
· Como me alegra oír tu voz… ¿qué tal estás? Me
encantaría verte, te echo mucho de menos…. A ti y a tu
endiablado culito. Te invito a un café, ¿aceptas o tienes
prisa…? – preguntó irónicamente.
· Es que hoy no puedo…
· Bueno, pues mañana.
· Pero es que…
· Sin peros, en el café Royal a las 5. ¿vale?
Al día siguiente me presenté en aquel café, muy nerviosa, sabía que no
estaba actuando bien, sabía que aquello era el comienzo de algo sin
retorno y de lo que posiblemente me arrepentiría, sin embargo quería
ir, quería estar otra vez con él, me sentía tan a gusto… quería tenerle
cerca, escucharle, oírle…
· ¿Sabes Lydia? – me dijo nada más llegar e invitándome a
sentarme junto a él en una mesa. – Hoy he soñado
contigo. Bueno, he soñado muchas veces contigo, pero el
de hoy ha sido muy romántico y muy real, Te cuento:
Íbamos juntos de la mano y después fuimos caminando
por un bosque o algo así y al final acabamos besándonos,
algo muy limpio y romántico, no te vayas a creer… - me
decía sonriendo y mirándome fijamente a los ojos.
· ¿No me digas Santi? ¡Yo también he soñado contigo!
· ¿De verdad? Cuéntame, ¿qué soñaste?
· Es que el mío es un poco…
· ¿Es… que?
· Algo menos limpio que el tuyo, más bien todo lo
contrario.
· Cuéntame, estoy intrigado.
· Me da un poco de reparo…
· Lydia, tenemos confianza, mujer…
A partir de ese momento le conte mi sueño y con todo detalle:
· Pues… el sueño era que tú me invitabas a un café en un
sitio como este, yo vestía una falda como la que llevo
ahora y me metías tu mano lentamente por ella y
acariciabas mis muslos, después llegabas a mi sexo y me
tocabas con tus habilidosos dedos.
· ¿En serio? – contestaba él con los ojos abiertos de par en
par.
· Si, así era… muy real…
· Sigue, sigue… cuéntamelo todo.
· Pues después nos besábamos primero pequeños
"piquitos" y luego un morreo de campeonato, solo de
recordar eso me pongo cachonda… al final acabábamos
acariciándonos y metiéndonos mano por todas partes.
· Guauuu… vaya sueño…. ¡Sigue por Dios!
· Después nos íbamos a un hotel y allí seguimos
acariciándonos y tocándonos como si se fuera a acabar el
mundo, yo te quitaba la ropa lentamente y tu hacías lo
mismo con la mía. Mientras nos desnudábamos besabas
mi cuello y me mordías en el lóbulo de la oreja. Yo mordía
tus hombros y besaba tu pecho y tus tetillas.. luego bajaba
con mi lengua para jugar con tu ombligo haciendo círculos
alrededor de él y mientras te miraba a los ojos y tu me
sonreías. Tu acariciabas mi cintura y luego mis muslos,
metiendo tu mano entre ellos llegaste a mojarte tu mano
con la humedad de mi chochito que estaba empapado.
Me besabas allí y yo disfrutaba gimiendo como loca. Yo
también besé tu pene y acaricié tu culo y luego me metí
todo tu miembro en mi boca…
La cara de Santi se iba poniendo roja mitad de asombro y mitad de
excitación, podía ver un brillo en sus ojos que denotaba su gran
excitación, al igual que yo que me estaba poniendo supercachonda y
notaba como mi coñito emanaba flujos empapando mis braguitas.
· Sigue Lydia, no pares…
· Yo seguía acariciando tu culo, sin dejar de besar tu…
polla, tu acariciabas mi pelo, entonces me levantaste, me
cogiste en volandas y me penetraste… yo me sentía en el
cielo cuando tu glande rozaba mi clítoris y te arañaba la
espalda dejándote marcas cuando acabó entrando entero
dentro de mi. Después me puse a cuatro patas y desde
atrás volviste a penetrarme con ganas y yo sentía un gusto
muy intenso. Yo no dejaba de gritar como loca. Luego me
tumbaste en la cama, con mi coñito al borde y después de
ponerme mis pies sobre tus hombros volviste a
penetrarme por tercera vez haciéndome ver las estrellas…
Tu me penetrabas salvajemente y me gustaba verte
enloquecido en cada una de tus embestidas. Yo me
arqueaba para notar más adentro tu polla y que la
penetración fuese más placentera todavía. En ese
momento me miraste fijamente con la señal inequívoca de
que ibas a correrte. Yo quería que te corrieses dentro de
mi, pero preferiste hacerlo fuera y me bañaste el pecho
con tu semen que yo esparcía por todo mi cuerpo. Fue
maravilloso y tan real que tuve un sueño muy mojado
como nunca he tenido en mi vida… no quería despertarme
y sentí como un vacío al acabar ese sueño.
· Ufff Lydia… es increíble… quiero que eso se haga realidad
– me contestaba él con cara de vicio.
· Que tonto eres Santi… es solo un sueño, no puede ser
verdad…
· No… quiero que ese sueño se haga realidad… es fácil que
todo eso que soñaste y que tanto has disfrutado se
cumpla… intentémoslo juntos, por favor Lydia…
· Vete al cuerno Santi… eso no puede ser.
Recuerdo que yo le respondí muy enfadada y me levanté de allí muy
airosa, pero sin embargo me sentía tan caliente y tan deseosa de ver
cumplido mi sueño que me fui por miedo a arrepentirme, mi corazon
palpitaba y todo mi cuerpo temblaba por la emoción, pues lo que más
deseaba en ese momento era que Santi me hiciera sentir tanto placer
como me hizo sentir en el sueño. Imaginaba como sería en realidad si
Santi me follara igual que lo hizo en mi sueño y eso, en cierto modo,
me torturaba…
Un día nos fuimos de excursión los dos matrimonios y lo pasamos en
grande en un pueblo costero cercano. Cuando llegó la hora de comer,
Santi se sentó a mi lado. Al principio no pasó nada de particular, pero a
medida que íbamos bebiendo el vino, se atrevió a tocarme la pierna
por debajo del mantel y justo enfrente a mi marido. Su atrevimiento
hubiera sido motivo de que me apartara al instante o peor aún, que le
hubiera dado una bofetada muy enfadada por su actitud, sin embargo,
no solo me dejé acariciar por sus dedos, sino que disfruté plenamente .
Sus dedos rozaban ligeramente mi rodilla y subían por el muslo. Estaba
loco y yo también, pues no le quité la mano a pesar de estar tan cerca
de Carlos y de Susana. Tan solo cuando vi el peligro tan cerca que
parecía inevitable el ser descubiertos, le dije con una mirada furtiva
que tuviera mucho cuidado, su mujer o mi marido podrían darse
cuenta...
Después de la comida dimos un paseo todos y Santi aprovechó un
momento en el que nos quedamos solos para decirme un susurro al
oído que ahora todavía recuerdo como si no hubiera pasado el tiempo:
· Como me gustaría estar a solas contigo, Lydia… me
gustaría tocarte el culito tan precioso que tienes… me
muero por besarte… por comerte entera… tú si que eres
un sueño… un sueño hecho realidad….
Yo solo me limité a sonreírle y a hacerle un gesto con mi dedo como
diciéndole que estaba completamente loco, que se callara
inmediatamente.
Cuando llegué a casa recibí un mensaje en mi móvil en el que me hacía
la siguiente pregunta:
"¿Te han gustado mis caricias?… A mi me han vuelto loco… quiero
repetirlo"
Yo enrojecí al ver el mensaje, pero no por lo que decía sino por la
excitación de pensar que esa escena podría repetirse y lo espera
ansiosamente.
Unas semanas después, cuando llegó el día de mi cumpleaños, fue
Santi el que recomendó a mi esposo, que el mejor regalo que podía
hacerme a mi, era una fiesta sorpresa. Naturalmente él se autoinvitó a
esa fiesta y me sorprendió mucho cuando llegaron a casa, él, su mujer,
mi hermana y su marido. Menos mal que Carlos me había pedido que
me pusiera guapa, pero si que fue una grata sorpresa de cumpleaños.
Yo llevaba un vestido de tirantes con escote y hasta media rodilla.
Además, debido a que el vestido se ajustaba mucho llevaba un tanga
debajo para que no se notaran las marcas de las costuras…
Yo noté que Santi se sintió muy impresionado, porque normalmente
no me ve tan elegante y con ese vestido yo me veía muy sexy, eso
pareció excitarle mucho también.
Todos se habían puesto de acuerdo para agasajarme con aquella fiesta
sorpresa y me hicieron diversos regalos, estaba todo preparado con
antelación, incluída la comida que la sirvió una empresa de catering.
Fue un bonito y original regalo y todo un detalle, sobretodo sabiendo
después que el autor de aquella ingeniosa idea era Santi, algo que
como podía sospechar no se le podía ocurrir nunca a Carlos
Cuando comenzamos a cenar, yo estaba justo enfrente a mi hermana y
su cuñado, a mi derecha estaba Carlos y a mi izquierda Santi, a la
izquierda de este estaba su esposa, Susana.
No pasó mucho tiempo hasta que en un momento del brindis con
nuestras copas, una mano temblorosa y caliente atacó por mi
izquierda, era Santi que quería repetir la experiencia de la excursión. La
mano se posó sobre mi rodilla y comenzó a hacer círculos muy
lentamente.
Me quedé quieta, esperando la reacción suya, la de los demás y la mía
propia. Evidentemente nadie se daba cuenta, pues su mano "atacaba"
sigilosamente por debajo del mantel. No hice nada por detenerle ni
tampoco quería hacerlo…
Sus dedos seguían rozando mi rodilla, la acariciaban en círculos y yo
deseaba que subiera más arriba… a continuación y como leyendo mi
pensamiento, esa mano subía por mi muslo sin impedimento, pues mi
vestido era holgado y de una tela muy suave lo que le permitía que
subiera a medida que avanzaba su mano hasta mi sexo. Sus dedos esta
vez estaban en la parte interior de mis muslos e inmediatamente mis
pezones se pusieron duros como piedras, se podían ver a través de la
tela de mi vestido. Hubo un momento en el que mi hermana pareció
percatarse al verme así, pues se quedó mirándome extrañada, era casi
evidente mi calentura, mis pezones en punta, mis mejillas al rojo vivo y
mi posición tan embarazosa… pero después ella continuó cenando,
algo que me tranquilizó.
Mientras tanto las suaves y calientes manos de Santi seguían
explorando la cara interna de mis muslos haciéndome sentir un gusto
grandísimo… Cuando sus dedos llegaron hasta mi tanga, casi me caigo
de la silla, me quedé inmóvil, creo que mi cuerpo se estremeció y noté
como mis mejillas ardían. Nunca antes había sentido nada parecido y
creo la situación tan morbosa ayudaba a ello. Santi me sonrió cuando
llegó a tocar mis reducidas braguitas y después acarició mi rajita de
arriba abajo varias veces hasta que de mi garganta salieron unos
pequeños ronquidos, casi ronroneos, estaba en la gloria.
A continuación apartó la mano pues la situación era complicada y muy
muy arriesgada, pero eso me encantó, me hizo ponerme como una
caldera…
La fiesta duró toda la noche y en alguna otra ocasión, aparte de
nuevos escarceos por debajo del mantel y sutiles caricias en mis
muslos y en en mi tanga siguiendo la linea de mi rajita, Santi intentó
acercarse y acariciarme furtivamente como lo había hecho bajo la
mesa, pero queriendo ir más allá, sin duda que la excitación le tenía
ciego, pero yo le esquivé, creo que mi responsabilidad pesaba sobre su
atrevimiento, aunque en el fondo era lo que yo más deseaba… estaba
cachondísima, no podía mas… quería sentirme abrazada a él, notar sus
caricias sobre mi cuerpo, su lengua sobre mi piel y su polla
penetrándome hasta lo más hondo de mi ser.
Dos días mas tarde de aquella fiesta recibí una llamada de Santi en mi
teléfono móvil. Yo estaba en casa, dispuesta a ir a clase.
· Hola preciosa.
· Hola Santi, ¿cómo estas?
· Cachondo, estoy muy caliente y quiero seguir lo que no
acabamos el otro día…
· Definitivamente… Santi… estás loco, como una cabra.
· Si. Lo reconozco. Estoy loco por ti, Lydia.
· Que tonto eres…
· Me encantó tocarte el otro día Lydia, es algo que siempre
había soñado y ahora todavía no me lo creo… ¿te gustó?
· Si Santi, pero todo esto es una locura y… - apenas pude
acabar la frase.
· Lydia te voy a buscar a la universidad y quiero regalarte
algo que no pude darte en tu cumpleaños.
· Pero Santi… yo no…
· Lydia…. No luches contra lo imposible, tu lo estás
deseando tanto como yo… se que quieres estar conmigo y
no lo puedes evitar, ¿porque te torturas?
· Santi tengo miedo… siento algo extraño… estoy confusa…
· Lo que sientes, yo también lo siento y hasta que no
estemos juntos los dos no comprobaremos cuales son
todas esas cosas que sentimos y que nos tienen
confundidos…
· De acuerdo Santi… tendré que darle alguna excusa a
Carlos…
· Ok, lo dejo en tus manos, eres inteligente y sabrás actuar.
Le dije a mi marido que me habían llamado del taller y que tenía que
llevar el coche para una revisión con un problema del motor y que no
volvería a casa hasta la noche. La cosa pareció convencerle y no tuve
que darle demasiadas explicaciones.
A continuación me fui a la peluquería, pues quería estar guapa y sexy
para Santi, estaba loca, completamente loca, pero era lo que más
deseaba en ese momento.
Estaba esperándole junto a una parada de autobús como una
colegiala… muy nerviosa y muy excitada. Me había vestido para la
ocasión elegante y sexy a la vez. Vestía unos pantalones muy ajustados
color marino y que se amoldan a mis muslos y a mi culito, que le
resalta muy bien y una blusa amarilla que me sienta de miedo, además
de unas sandalias de tacón fino. Llevaba también una ropa interior
blanca muy sexy, siendo el sostén muy pequeño sin tirantes y mis
bragas, un tanga minúsculo, la verdad es que iba con la idea de
sorprenderle. Además con mi peinado nuevo me sentía muy guapa.
Santi llegó en su coche y se bajó para admirarme, sin duda que se
quedó impresionado. Me tomó de las manos y no dejaba de
observarme bastante extasiado. Yo también me quedé impresionada al
verle, pues estaba guapísimo y elegante pues venía de una reunión
muy importante: Vestía unos pantalones Docker’s color caqui y una
camisa blanca. Llevaba también unas gafas de sol que le hacían todavía
más interesante.
· ¿Qué hacemos ahora Lydia?
Me hizo esa pregunta mirándome fijamente a los ojos y era lo que los
dos nos preguntábamos una y otra vez y que queríamos resolver
definitivamente.
· Vayamos a un hotel.
Esa fue mi respuesta, más que rotunda y casi se podría decir que
inconsciente, pues ni siquiera entendía como podía haber salido de mi
boca.
Me tomó de la mano y me sonrió, él tampoco creía que lo que pasaba
era real… yo tenía la misma sensación, era mi sueño echo realidad.
Nos metimos en su coche y no hablamos durante todo el trayecto,
parecía que evitábamos hacer ningún comentario para no estropear lo
que sin duda se avecinaba, los dos estábamos excitados, eso era más
que evidente.
Santi lo tenía claro, siempre me ha encantado su seguridad, eso le hace
un hombre todavía más deseable… si cabe. Llegamos al hotel. Un lugar
discreto, pero nuevo y muy bien decorado. Entramos en la habitación y
yo, como hago siempre que voy a un hotel, me senté en el borde la
cama y boté sobre mi misma para comprobar la dureza del colchón…
es una manía.
Santi se quedó de pie, frente a mi, mientras yo le contemplaba sentada
al borde de la cama muy nerviosa y excitada. Me hizo un increíble
streap tease. Se fue soltando de la camisa botón a botón y después el
cinturón. Su pecho está depilado y me gustó ver el cuerpo musculoso
y bien formado. Se bajó los pantalones y se quedó unos instantes con
sus boxer blancos y con un abultamiento más que notable bajo ellos.
Instintivamente mi vista se dirigió allí y estuve expectante para
descubrir por fin, como era Santi desnudo, algo que había imaginado
muchas veces e incluso soñado, pero que en ese momento era real y
estaba sucediendo a pocos centímetros de mi.
Al fin se despojó de su última prenda y quedó ante mi completamente
desnudo ante mis atónitos ojos…. Creo que enrojecí al ver su polla en
erección, era algo que deseaba tanto… mi calentura era ya más que
evidente y él lo notaba. Nunca imaginé que tuviera un pene tan
grande, quizás porque mi marido siendo más alto que él, lo tiene
bastante más pequeño… pero me llamó la atención sobretodo su
glande, tremendamente grueso y muy atrayente, brillante, sonrosado y
pidiendo a gritos que me lo comiera, me pareció como un trofeo que
me había ganado con creces y que quería tener entre mis manos, entre
mis dedos, en mi boca y dentro de mi…. Sin embargo yo estaba
inmóvil… como una estatua y era Santi quien tomaba las riendas. Me
ofreció su mano y me invitó a levantarme. Me quitó los botones de la
blusa sin dejar de mirarme a los ojos, todo esto sin pronunciar una sola
palabra. Solo se oía en la habitación la melodía del hilo musical y
nuestras respiraciones y suspiros. Me despojó de la blusa y observo el
pequeño sostén que apenas abarcaba mis tetas que parecía querer
salir de esa prisión. Agarró las dos con sus manos y las amasó
ligeramente.
Sonrió, con esa sonrisa que me vuelve loca y que me calienta tanto…
A continuación me desabrochó el pantalón ajustado que llevaba y él se
iba agachando a medida que lo iba bajando por mis muslos… sin duda
que él disfrutaba haciéndolo y yo que lo hiciera. Se quedó como
embobado mirando mi tanguita y después sonriéndome desde allá
abajo. Volvió a incorporarse y me quitó el sujetador con cierta
maestría. Mis tetas por primera vez aparecieron ante sus ojos. Volvió a
acariciarlas, pero esta vez se recreó haciéndolo y su lengua pegó un
lametón a uno de mis pezones. En ese momento yo no pensaba en
nada, ni siquiera si aquello estaba bien o mal , sino en lo bien que me
sentía y las ganas que tenía de follar con Santi, de ser suya y de que el
fuera mío.
Luego se agachó y lentamente me fue despojando de mis minúsculas
braguitas tanga hasta dejarme completamente desnuda frente a él. Mi
chochito recortado y bien arreglado, le gustó, y con su pulgar acarició
los pelitos de mi pubis. Tuve que agarrarme a su cabeza para no
caerme al suelo.
Yo no aguantaba más asi que fui yo la que tomó la inciativa en ese
momento y le hice que se incorporara para quedar desnudo frente a
mi. Nos abrazamos cálidamente y al sentir su cuerpo contra el mío casi
me muero… que gusto tan grande sentir su piel contra mi piel… lo que
siempre había querido lo tenía ahora aquí entre mis brazos…
Volví a sentarme en la cama y agarrando su polla por la base, empecé
a lamerla con mi lengua. Hacía un recorrido a lo largo de toda ella y
después mis labios rodearon su enorme glande que parecía no iba a
entrarme en la boca, era muy muy grueso.
Yo seguía chupando una y otra vez aquel enorme tronco y de vez en
cuando le miraba a los ojos… nuestras miradas se cruzaban y él solo
resoplaba de gusto… Le estaba haciendo un mamada a Santi, lo que
tanto había deseado y lo que él tanto había esperado…
No quiso que siguiera para evitar correrse, quería hacerlo dentro de
mi. Me tumbé en la cama, con mi coñito en el borde. Él se agachó y
con ese precioso y enorme glande empezó a pasarlo por mi rajita
arriba y abajo… yo creía morirme de gusto… solo gemía y ronroneaba
como una gata en celo… al fin me incorporé, le agarré por la nuca y
solo pude emitir un susurro, pues casi no me quedaban fuerzas para
hablar:
· Santi… fóllame….
Así lo hizo, cuando volví a tumbarme sobre la cama, el enorme y divino
"instrumento" de Santi se abrió paso entre los labios dilatados y
húmedos de mi vagina y centímetro a centímetro se fue metiendo
dentro de mi.
Me resulta muy difícil describir la sensación de gusto que sentía lo que
si puedo decir es que tan solo pude agarrarme con mis uñas a su
espalda y arañarle, tal y como ocurría en mi sueño. Él gritaba mi
nombre y yo el suyo… era algo tan deseado que lo hacíamos con
desesperación… me penetraba violéntamente, como yo quería que lo
hiciera, así y no de otra manera… salvajemente… Sus huevos chocaban
contra mi sexo y su enorme polla me hacía gemir como nunca… A los
pocos minutos de vaivén su pene pareció incharse dentro de mi y
después comenzó a descargar varios chorros de semen que parecían
entrar hasta lo más hondo de mi matriz. Me encantaba sentirme llena
con su leche caliente… era lo que siempre había querido, sentirme
llena de verdad y Santi lo estaba consiguiendo…
Santi jadeaba y no dejaba de penetrarme lo que hizo que mi clítoris
también se dilatara y todo mi cuerpo se estremeciera de gusto… me
corrí como nunca lo había hecho, entre jadeos, suspiros y gemidos de
Santi y rodeada a sus brazos con los míos y mis piernas sobre sus
caderas… el orgasmo fue increíble…
Después de ese mágico momento permanecimos desnudos, sin
separar nuestros cuerpos, pues así era como los dos queríamos estar…
Durante unos minutos permanecimos en silencio desnudos tumbados
junto a la cama y mirando al techo como imaginando lo que nos
acababa de pasar… nuestras manos estaban unidas… casi pegadas.
Pronto reaccionó el pene de Santi, cuando le dije al oído las ganas que
tenía de tener eso dentro de mi. Más todavía cuando me incorporé
sobre su polla y me la metí en la boca nuevamente…
Al poco rato estábamos follando de nuevo y como si fuera la primera
vez… después otra postura, estando yo encima de él y sintiendo como
su polla me taladraba las entrañas… cabalgando como una posesa y yo
me moría de gusto…. Le hice después otra mamada de campeonato y
así hasta cuatro veces y hasta que quedamos completamente
exhaustos…
Permanecimos abrazados no sé por cuanto tiempo… allí tirados en la
cama y nuestros cuerpos desnudos enlazados. Solo comentábamos lo
bien que lo habíamos pasado, las ganas que teníamos y las veces que
lo teníamos que repetir.
Pasaron casi 5 horas. Después de ducharnos y vestirnos sonó su móvil.
Era Susana, Santí habló con ella como si estuviera todavía en el trabajo
y cuando colgó, me agarró en volandas y mi cuerpo se enganchó al
suyo… me dijo:
· Te adoro Lydia. Imagina que estamos haciendo esto en la
oficina… o en cualquier otro sitio… ¿te lo imaginas?. Me
gustaría que no nos viéramos a escondidas… me gustaría
estar siempre contigo… quiero tenerte junto a mi, besarte,
tocarte, acariciarte, hacerte el amor…
Hubo un silencio que se mantuvo incluso en el coche de camino a
casa, el mismo silencio que hubo en el viaje de ida al hotel.
A los pocos días recuerdo que nuestra locura llegó a más todavía, pues
no controlábamos la situación como dos personas adultas sino como
dos chiquillos sedientos de sexo y de pasión. Fue el día que Santi le
pidió a mi marido que le arreglara unos papeles y unos problemas en
el banco, pues Carlos tiene un amigo allí.
Carlos hizo el favor a su amigo y en el trayecto que separa nuestra casa
del banco, metí el coche de mi esposo en el garaje y Santi aprovechó
para meterse conmigo dentro de casa. Al cerrar la puerta del garaje
nuestras manos buscaban el cuerpo del otro con una desesperación
increíble… nos besamos como dos colegiales que hacen algo malo,
sabiendo que era una locura y la idea de que mi marido llegase en
cualquier momento, nos excitaba todavía más. Pero como eso no
parecía ser lo único que nos calentaba, fuimos más lejos… Sus manos
acariciaban mi espalda y su boca besaba mi cuello… luego su mano se
metía bajo mi falda y exploraba mis muslos… cuando de pronto se
encontró que no llevaba nada bajo la falda y se separó un momento
de mi y me dijo:
· No llevas braguitas… eres una guarrilla.
· Si – le dije sonriendo y mirándole a los ojos - … soy tu
guarrilla.
Sus dedos siguieron acariciando mi culo y yo le arañaba la espalda por
debajo de su camisa… notaba el calor de su cuerpo y el notaba el mío.
Mi coñito emanaba flujos sobre sus dedos y él se los llevaba a la boca
y los saboreaba. Después introdujo sus dedos en mi chochito y uno de
ellos se introdujo en mi culito.
Volvió a mirarme a los ojos y me dijo:
· Ese culito tiene que ser para mi.
· Pero es que yo nunca…
· Schssssss… te digo que ese culito es para mi.
· Claro que si, mi vida… ese culito es para ti y para nadie
más. ¿cuándo me lo vas a romper?
Ni yo misma me reconocía diciendo esas palabras, cuanto más guarras
sonaban saliendo de mi boca, más me excitaban y por supuesto
también a Santi. Sus manos acariciaban mis tetas y pellizcaban mis
pezones… queríamos más y más… incluso con el riesgo de ser
atrapados con las manos en la masa lo hacía todavía más cachondo.
Me agaché y le hice la mamada más concienzuda que le he hecho
nunca a nadie. La imagen era una estampa. Santi junto a la puerta y
con los pantalones por los tobillos y yo de rodillas chupándosela con
todas mis ganas y aplicándole unas buenas lamidas y chupetones,
comiéndomela literalmente como si se tratara de un caramelo. No
tardó mucho en llegarle el orgasmo a Santi y para evitar manchar nada
y ser descubiertos le dije que lo hiciera en mi boca. Se extrañó al
principio, pero después de mi insistencia, apoyó su glande en mi labio
inferior y comenzó a descargar su semen que chocaba contra mi
paladar… tragué todo, hasta la última gota y disfruté haciéndolo… Casi
unos segundos después se oían las llaves de mi marido que se
acercaba a la puerta, corrimos como dos críos hasta el comedor y Santi
todavía abotonándose los pantalones. Cuando llegó Carlos nos
encontró hablando de trivialidades como si nada hubiera pasado. Fue
algo tan cachondo y extraño que todavía ahora lo recuerdo y me
excito muchísimo, tan solo de pensarlo. Estoy segura que si
hubiéramos estado un tiempo más juntos habríamos llegado aún más
lejos y posiblemente Carlos nos hubiera pillado infraganti.
Unos días más tarde recibí una llamada de Santi y hablamos de que
nuestra relación no estaba bien. Los dos éramos dos grandes amigos,
pero nuestras parejas también lo eran respectivamente, yo era muy
amiga de Susana y Santi lo era de Carlos, eso nos hacía sentirnos mal.
Sin embargo dos días después estábamos de nuevo en aquel hotelito
follando como salvajes… es difícil describir esta relación, pero es una
relación que a los dos nos gusta mantener a pesar de que nuestras
cabezas piensen lo contrario… nuestros corazones y nuestros propios
sexos dicen que esto es lo que queremos y es… un sueño de dos.
Ahora nuestro sueño es el de estrenar mi culito... pero estoy asustada,
no creo que su enorme aparato entre en mi estrecho agujerito.

Viaje a chile

Mi padre es médico, cardiólogo, para ser exactos y como en muchas


otras ocasiones me pidió que le acompañara junto a mi madre a uno
de sus muchos congresos internacionales, que esta vez se celebraba en
Santiago de Chile, yo la verdad no estaba muy interesada, es más, no
me apetecía nada ir a uno de esos aburridos viajes en los que solo se
hablaba de medicina y términos incomprensibles, además porque aquí
tenía a mi novio y con 20 años ya era lo suficiente mayorcita como
para quedarme sola en casa, asi que mi primera respuesta fue un NO,
pero fue mi madre la que me convenció:
Sabes que tu padre quiere que nos acompañes como
siempre, además conocerás sitios nuevos y gente nueva.
Si mamá, pero aquí está Roberto y no quiero estar
separada de él durante una semana.
No seas tonta, sabes que papá esta orgullosísimo de ti y
eres su ojito derecho, para él es importante que vayas y
que presuma de hija.
Mamá, eso es chantaje emocional.
Lo sé hija, pero yo también quiero que vengas, si no me
aburriré como una ostra, sabes como son de pesadas esas
conferencias y esas cenas de médicos y sus esposas.
Bueno, esta bien, si me prometes que este será el último
viaje al que tenga que ir.
Verás como lo pasamos bien juntas, tonta.
Total que mi madre no me prometió nada, pero de alguna manera me
convenció para que acudiera a otro de esos soporíferos viajes.
Dos días más tarde estábamos aterrizando en el aeropuerto de
Santiago. Tomamos uno de los cientos de taxis que esperaban y nos
dirigimos al hotel. El recorrido por las calles de Santiago me pareció
mucho más bonito de lo que imaginaba, el taxista, muy amable nos fue
indicando el nombre de las calles y nos sirvió de guía improvisado,
indicándonos cual era este o el otro edificio, Santiago es una ciudad
moderna, muy cosmopolita e independiente y me atrajo mucho el
ajetreo de sus calles, sus emblemáticos monumentos y sus vertiginosos
rascacielos de oficinas de la plaza de Armas, edificios monumentales
como el de Telégrafos del estado y como no, el famoso palacio de la
Moneda. Llegamos al hotel y nos acomodamos en una gran suite que
nos tenían reservada. La verdad es que siempre viajabamos con mi
padre, lo hacíamos a todo confort, en los mejores hoteles y los mejores
restaurantes, tanto el hospital donde trabajaba, como nuestros
anfitriones de cada lugar, nunca escatimaban en gastos.
Decidimos dormir un poco pues el viaje había sido largo. A las dos
horas y tal y como mi padre había pedido nos llamaron de recepción
para bajar al restaurante, pues era la hora de la cena y tras esta fuimos
al bar donde habíamos quedado con varios médicos que irían al día
siguiente a la conferencia. A alguno de ellos ya lo conocía de otras
veces y a otros no. Muy cortesmente nos saludaron y también nos
observaron de arriba abajo, ya que tanto mi madre como yo, siempre
hemos llamado la atención, dos mujeres rubias, no sé por qué, pero
destacan bastante, además mi madre a pesar de sus 46 años se
conserva de maravilla con un tipito de miedo. Después se enfrascaron
todos ellos en sus conversaciones de medicina, de las que tanto mi
madre como yo no entendíamos ni una sola palabra y nosotras
hablábamos de nuestras cosas.
Al día siguiente era la conferencia, pero como el comienzo no era
hasta las 12 del mediodía, mi madre y yo aprovechamos para ir de
compras, mientras mi padre visitaba a alguno de sus colegas en esa
ciudad. Visitamos varios centros comerciales en la ciudad y al final me
decidí por unos pantalones y un par de vestidos veraniegos. Volvimos
al hotel y decidimos darnos una ducha antes de ir al congreso. Primero
se duchó mi madre y mientras ella estaba en el baño, yo aproveché
para llamar a mi novio pues apenas llevaba dos días fuera de casa y ya
le echaba de menos.
Hola Roberto.
Hola cariño ¿cómo te va?
Bien, preparada para aguantar el sermón de unos cuantos
médicos ¿qué te parece?
Bueno, por lo menos conoces una ciudad nueva ¿no?
Si, la verdad es que me ha gustado mucho, pero preferiría
que tu estuvieras aquí conmigo.
Vaya , me echas en falta ¿no?
Sí, me gustaría tenerte aquí a mi lado, sentir tus brazos, tus
besos, tus caricias.
Bueno, me vuelves loco cariño.
Solo de imaginar como lo vamos a pasar cuando vuelva a
España....
¿Dónde estás ahora?
En el hotel.
Y ¿cómo vas vestida?
Pues solo con una toalla.
¡Quítatela!
¿Para que?
Venga, ¡quítatela!
Obedecí a su petición y me quedé completamente desnuda sobre la
cama, ya imaginaba como me iba a poner de cachonda, asi que solo
de pensarlo mis pezones se pusieron duros como piedras.
Venga, ahora acariciate como si fuera yo quien lo hiciera.
Que malo eres Roberto...
Sin embargo también seguí sus instrucciones y comencé a acariciar mi
cintura, mis pechos, mis piernas...
Roberto respiraba fuerte al otro lado del teléfono.
¿qué haces?
Me estoy masturbando pensando en ti. Tengo la polla
como una roca...
¿te gustaría follarme?
Si, si, si.. Pasa tu mano por tus tetas, imagina que es mi
mano la que recorre tus pechos...
Siiii, Roberto, eres un cabrón, que ganas tengo de tenerte
cerca...
Ahora acaríciate los muslos, por fuera, ahora por dentro,
roza tu pubis...
Yo también, me imagino que tu polla recorre mi rajita de
arriba abajo...mmmmm
Métete un dedo como si fuera mi polla.
Intruduje un dedo en mi coñito y ya estaba supermojada con aquel
juego. Roberto siguió dándome instrucciones:
Ahora te estoy follando, ¿la notas dura dentro de ti?
Si, la noto cariño, que gusto me da.
Te noto encima de mi, siento como mi polla te perfora el
chochito... Acaricio tus tetas... Beso tus labios... Mi lengua
juega con la tuya...
Me pones a cien, Roberto.
De repente mi madre salió del baño y tuve que disimular, dejé colgado
a Roberto y me tapé con la toalla. Mi cuerpo ardía, estaba
cachondísima y necesitaba tener la polla de mi novio en mi interior.
Me metí en la ducha y abrí el agua caliente. Dejé la cortina abierta para
poder observar todo mi cuerpo reflejado en un gran espejo que tenía
enfrente. El primer chorro de agua cayó sobre mi pelo, me veía
reflejada y mi pelo rubio se oscurecía con el agua hasta pegarse a mi
cabeza, mis ojos se tornaban de un verde intenso y mis labios estaban
dilatados, el agua se colaba dentro de mi boca, parecía estar
tragándome todo el semen que mi novio debía estar soltando en ese
momento. Mientras el agua recorría mi cuerpo mis dos manos
torneaban mi figura, mis largas uñas se clavaban en mi piel, mis dedos
rozaban mi cuello, luego apenas podían sostener mis grandes pechos y
con los dedos apretaba mis endurecidos pezones, luego pasaba mi
mano por mi estrecha cintura, me coloqué de perfil y pensaba, cuanto
le gustaba a Roberto masturbarse viéndome, le encantas mis tetas,
apenas puede abarcarlas con las manos, le vuelve loco mi tripita dura y
lisa, y mis abultados muslos. Mi mano rozaba una de mis caderas y con
la otra continuaba pellizcando uno de mis pezones, seguí bajando por
mi ombligo, jugué con él, y continué hasta poner mis dos manos entre
mis muslos, tal y como le gusta a mi novio, le excita cuando me
acaricio la parte interna de mis muslos, le encanta ver como mis
blancas uñas destacan sobre mi piel morenita. Rocé mi pubis como si
fuera la mano de Roberto la que estuviera allí, apenas una tirilla de
pelos rodeaban mi chochito, a Roberto le encanta acariciar mi pubis y
mis pelitos recortados, uno de mis dedos se introdujo entre mis labios
vaginales, como si fuera una polla que quiere jugar a colarse, el dedo
se introdujo algo más, podía notar como mis flujos bañaban mis
dedos, el agua seguía cayendo sobre mí y mi excitación iba en
aumento. Este juego masturbatorio suelo practicarlo delante de
Roberto y quería que estuviera delante de mí para verlo excitado y
meneando su polla desesperadamente, cerré los ojos, imaginaba que
mi chico se metía en la bañera conmigo y que eran sus dedos los que
jugaban con mi piel, en pocos segundos mi cuerpo se estremeció y
tuve un orgasmo intenso, me puse en cuclillas y seguí rozando mi
clítoris hasta que un apagado gemido me dejó tumbada en la bañera
con las piernas abiertas, el agua chocando contra mi pecho y dos de
mis dedos introducidos en mi mojada cuevita...
Me recompuse, terminé de ducharme y salí a la habitación. Entre mi
madre y yo decidimos que ropa ponernos y como siempre buscamos
algo elegante pero sexy a la vez. Yo me embutí en uno de los
vestitidos ajustados nuevos, muy cortito de tirantes, mi madre hizo lo
mismo y nos fuimos a la conferencia, yo por cierto con un calentón de
campeonato, pues la ducha me había sentado muy bien, pero me
hubiera gustado jugar con una polla de verdad.
Al llegar al salón de conferencias casi todo el mundo estaba sentado y
solo encontramos sitio en la última fila. Todos nos observaban
mientras tomábamos asiento, sobretodo los hombres, yo me sentía
muy bien por ser admirada por todos. Mi madre y yo nos
acomodamos y nos preparamos para el discurso de bienvenida.
Cuando había transcurrido un buen rato me dí cuenta que alguien no
me quitaba ojo de encima, desvié la mirada hacia mi izquierda y dos
filas más adelante había un chico muy guapo que me sonreía. Me sentí
un poco turbada por su descaro y miré hacia otro lado. Pasado un
buen rato volví a mirar y ahí estaba de nuevo, en la misma posición y
recorriendo mi anatomía, mi cara, mis tetas, mis piernas cruzadas...
Seguí disimulando como si no me hubiera dado cuenta y continué
atenta a la conferencia. Otra mirada de reojo a mi observador y pude
percatarme de que esta vez me estaba fotografíando con su cámara
reflex de gran objetivo, ¡que canalla!, me dieron ganas de levantarme y
decirle que coño hacía, pero preferí hacerme la desentendida, además
me estaba gustando el hecho de que me tuviera en su objetivo y que
no dejara de tirarme fotos entre el público.
La conferencia por ese día había finalizado. Mi madre y yo nos
acercamos hasta el estrado y conversamos un rato con mi padre, pero
cuando volví la cabeza una de las veces, ahí estaba el tío de nuevo con
su cámara señalando mi culo y mis piernas. Desde luego se estaba
dejando un carrete conmigo. Aquella sensación que yo sentía era
extraña pero me hacía sentirme bien, me gustaba que le gustara. Esta
vez le sostuve la mirada más tiempo y aproveché para observarle yo:
Era un chico muy guapo, pelo negro, ojos penetrantes, joven, de mi
edad, vestido con una americana, sin corbata y unos vaqueros de
marca. Por mi cabeza volvió a pasarse la idea de acercarme a él y
preguntarle que demonios hacía, pero por otro lado estaba cachonda,
no sabía muy bien si por la conversación con mi novio de hacía un rato
o de verme reflejada en la camara de aquel desconocido.
Un poco más tarde nos fuimos a comer a un restaurante cercano y
perdí de vista a mi voyeur. Luego fuimos paseando por una gran
avenida cercana al hotel y antes de llegar nos sentamos en un banco
los tres, pues mi padre se puso a hablar por su teléfono móvil. Yo
conversaba con mi madre cuando algo me hizo desviar la mirada para
darme cuenta de que aquel muchacho nos había seguido. Estaba a
unos 20 metros de nosotros y continuaba apuntándome con su
cámara y fotografiándome sin parar. En un principio me asusté un
poco y llegué a pensar que se trataba de algún loco o algo parecido,
incluso estuve a punto de comentárselo a mi madre pero después
pensé que no tenía la mayor importancia. Volvimos al hotel y la cosa se
quedó ahí.
Al día siguiente volvimos a la conferencia y como me esperaba aquel
chico también estaba allí con su cámara. A diferencia del día anterior,
esta vez yo no enseñaba mis piernas , pero si llevaba un pantalón
blanco ajustado que permitía mostrar mis curvas, un top de tirantes
ceñido que remarcaba mis tetas y que enseñaba mi ombliguito.
Ese chico y su objetivo no dejaban de apuntarme, no parecía
importarle demasiado la conferencia, en cambio yo parecía ser de todo
su interés y debía estar sacándome con su cámara unos buenos planos
de mi cara, mis ojos, mis labios, mis tetas, mi cintura, mis muslos...
Volvía a sentirme rara, entre nerviosa y caliente por aquella situación.
Yo instintivamente hacía movimientos sensuales, como queriendo
posar ante aquel desconocido fotógrafo.
En un momento dado yo salí al baño y cuando regresaba a la sala
aquel tío me esperaba en el hall, parecía que no se despegaba de mí ni
un momento. Me armé de valor, me dirigí a él y le pregunté con cara
de enfado:
¡Eh tío! ¿qué haces?
Se quedó un poco cortado por mi actitud, pero luego me sonrió.
Perdóname, no quería molestarte.
Pero ¿qué haces con la cámara? No dejas de hacerme
fotos, ¿eres un obseso o algo así?
Volvió a sonreirme, su cara era linda, sus ojos brillaban.
No por Dios, siento que te moleste o que te sientas
acosada por mi actitud, no era mi intención te lo juro.
¿Entonces?
Verás, soy estudiante de arte y acabo de ver la obra más
impresionante de toda mi vida.
¿cómo?
Si, te he visto y eres la obra humana jamás construida.
Me quedé perpleja por su frase, que a pesar de ser una respuesta poco
creíble, me pareció hermosa y una buena táctica para ligarme.
Simplemente le sonreí a modo de agradecimiento.
Cuando sonríes eres aún más hermosa.
Pero, ¿no hay más mujeres aquí para fijarte solo en mi?
Si, hay muchas y muy bellas, pero ninguna como tú. Si
fueras una flor serías la única frente al resto ya que las
demás se marchitarían ante tí.
De nuevo otra de sus ocurrentes frases, quizás me sorprendía a mi
misma pero sin conocerle de nada y tras una serie de bonitas frases
por su parte, varios piropos y halagos hacia mí, acepté su invitación
para tomar una Cocacola. Volví a notar como mis pezones se
endurecían y como mi piel se excitaba con esa situación, me gustaba
ponerle cachondo y que yo estuviera tan cachonda también.
Nos sentamos en una de las mesas de la cafetería y le pregunté:
Pero ¿cuántas fotos me has hecho?
No sé, 100 o por ahí.
¿Cómo?
Si, más o menos.
¿Y desde cuando me sigues?
Desde que llegaste.
¿Desde el primer día?
Si, cuando llegaste al aeropuerto yo estaba haciendo fotos
a unos carteles de un pintor muy conocido aquí y cuando
te ví me quedé hipnotizado.
Bueno, no será para tanto.
Te lo juro, creí morir.
Jajajaja, creo que lo que quieres es ligarme.
Ojalá fuera así, verás soy muy tímido con las chicas, nunca
he actuado así, es la primera vez, pero tu belleza me ha
cautivado hasta el límite de no pensar en otra cosa, sueño
contigo, no te borro de mi mente, por eso te fotografío,
no quisiera que desaparecieras de mi mente y te
conservaré siempre en mis fotos.
Si, pero deberías haberme pedido permiso, ¿sabes que hay
un derecho a la intimidad?
Lo sé y en ningún momento he querido molestarte, si
quieres te doy todos los carretes y no me volverás a ver.
No, si no me importa, en el fondo me gusta ser admirada,
lo que ocurre es que nunca me habían perseguido con una
cámara. ¿por qué te fijaste en mi?
No sé, surgió de repente, te ví y aunque te rías, me
enamoré.
Jajajaja.
Es cierto, nada más verte me quedé prendado.
Desde luego aquel chico aparte de ser muy guapo y de estar muy
bueno, sabía tratar a una mujer y decirle cosas que a una le gusta oir,
todo un caballero (los latinos son únicos). Me le imaginaba desnudo
con un cuerpo maravilloso, observándome mientras me duchaba y
masturbándose viendo como lo hacía yo.
Pero ¿habrás visto más mujeres como yo?
No, jamás.
¿Qué tengo yo de especial?
Todo, creo que eres un angel. Nunca había visto tanta
hermosura junta.
Que tonto eres, jajajaja.
La conversación con aquel chico era muy agradable, ya que a pesar de
que me hubiera sentido acosada por su persecución, en el fondo me
trataba con dulzura, me respetaba, me admiraba y eso a mi me
encantaba, me hacía sentirme bien.
De verdad, nunca he visto una chica con esos ojos verdes tan
penetrantes, tu pelo y tu piel morena, tus labios, tu cuerpo, tus piernas,
todo, todo, todo....
A una le gusta oir cosas de esas ¿no?. Le dejé que siguiera
piropeándome y desde luego lo hacía muy bien, al menos no era
vulgar, tosco u obsceno, era todo un romántico en el arte del piropeo,
aunque sus intenciones fueran intentar llevarme a la cama.
Seguimos con aquella amena conversación, fuimos contándonos cosas
el uno del otro, reíamos y me sentía muy bien junto a él. En ningún
momento me acordé de mi novio, estaba tan a gusto así, con un
admirador, con alguien que te desea, con alguien que te ama con las
palabras, con las miradas...
Nos enfrascamos en una conversación muy agradable y amena como
si nos conociéramos de toda la vida, yo la verdad me sentía muy bien
con él, era un chico muy atractivo, yo estaba algo cachonda y encima
no dejaba de admirarme y de regalarme sus miradas y sus lindas
frases.
Tenerte aquí, tan cerca de mi, es todo un regalo...
Eres muy galante, desde luego sabes tratar a una mujer,
seguro que tu novia está loca contigo.
¿Mi novia? Lo hemos dejado hace unas semanas...
Lo siento, bueno, ni siquiera sé tu nombre.
Me puedes llamar Nano. ¿Y tu?
Lydia.
Ohhh, que precioso nombre para una preciosa mujer.
Le dije que tenía que volver a la sala ya que mi madre podía estar
preocupada por mi ausencia, nos dimos la mano muy cordialmente y
el me apretó suavemente la mano como no queriéndome soltar,
despues nuestros dedos se fueron rozando hasta separarnos, los dos
nos gustábamos mutuamente, era más que evidente. Avancé unos
pasos y él me llamó de nuevo:
¡Lydia!
Giré la cabeza y ahí estaba con su preciosa sonrisa.
¿qué?
¿podría invitarte a cenar esta noche?
Ehhh.mmm.. no sé...
Por favor...
No te conozco de nada...
Prometo ser un caballero y llevaré las fotos... tus fotos.
No sé, llámame al hotel ¿vale? Habitación 348.
Así nos despedimos, que situación más rara, no conocía de nada a ese
chico y en cambio le deseaba con ganas, no entendía muy bien mi
comportamiento, quizás el hecho de estar lejos de mi país, de mi
novio, no sé, me gustaba, le gustaba, que importaba lo demás...
Durante toda la tarde no pude de quitarme de la cabeza a aquel chico,
había conseguido atraerme al igual que yo a él, nunca me había
sentido tan desconcertada.
A las 8 en punto sonó el teléfono en nuestra habitación, mi madre
atendió la llamada.
Es para ti cariño. - me dijo pasándome el teléfono.
Me sonrió y yo le sonreí a ella, no sé por qué pero mi madre me
conoce mejor que nadie, sabía que algo había pasado en mi ausencia
de la sala de conferencias.
Naturalmente era él, hablamos durante un rato y curiosamente tan
solo de oir sus lindas frases mi cuerpo se puso caliente de nuevo, mi
coñito empezaba a mojarse y casi sin hacerme de rogar acepté su
invitación a cenar, intuía que aquello iba a acabar en algo más.
Mamá, me han invitado a cenar.
Pero cariño, ¿quién es? ¿le conoces?
Si, bueno.... No.
Pero hija.
Ya mamá, sé que es una locura, ¿la harías tu si sintieras
una gran curiosidad por alguien?
Mi madre no contestó, solo sonrió, siempre nos hemos entendido muy
bien y en el fondo somos muy parecidas.
¿Y tu padre?
Ehh... dile que he quedado con la hija de Ramos. (es uno
de los médicos que siempre nos acompaña en las
conferencias y que tiene una hija de mi edad)
Me volvió a sonreir y me guiñó un ojo.
No sabía que ropa ponerme, pero seguro que con cualquier cosa iba a
agradar a mi admirador, al final me decidí por un vestido de tirantes
con escote, color negro y largo hasta los pies, unos zapatos de tacón y
me recogí el pelo en un moño desenfadado.
Al bajar al hall del hotel me estaba esperando. Vestía un traje color
kaki, de corte italiano, sin corbata y un ramo de flores amarillas (mis
preferidas) en una mano.
Estas divina - me dijo al verme.
Gracias.
Nos dirigimos al coche, me abrió la puerta galantemente y nos
dirigimos al restaurante. Era un sitio muy bonito y romántico, velas en
las mesas, orquesta de cuerda, camareros siempre atentos, en fin, toda
una cena romántica a la que nunca me había llevado Roberto en
España.
La velada fue muy agradable y la conversación también, él era siempre
muy atento conmigo, que nunca me faltara nada y siempre con sus
ocurrentes y lindas frases hacia mi.
Tras la cena fuimos a un agradable pub donde también se podía bailar,
al principio nos sentamos tomando una copa escuchando la música y
observando al resto de las parejas como bailaban. De vez en cuando le
miraba de reojo y notaba como no me quitaba ojo de encima, sin duda
le gustaba , pero él también a mi y mucho. Me sonrió:
¿Quieres bailar?
Me apetecía mucho bailar con él, abrazarle, sentirle pegado a mi. Sin
duda todo aquello era una locura, yo no le conocía de nada o de casi
nada y además tenía a mi novio, pero... que importaba todo, en ese
momento la locura se había adueñado de mi y me sentía cada vez más
excitada.
Se levantó, me tendió su mano, sentí que también ardía, sin duda
estaba tan cachondo como yo, pero ambos disimulábamos y asi nos
dirigimos a la pista de baile. Yo apoyé mis manos sobre sus hombros y
él me tomó por la cintura, me gustaba muchísimo sentir sus poderosas
manos agarrándome y como sus dedos jugaban con la tela de mi
vestido, al principio estabamos ligeramente separados pero la canción
invitaba a apretarse y así ocurrió, nuestros cuerpos se pegaron más, mi
cabeza se juntó a la suya, mi pecho a su pecho, mis muslos se
introdujeron entre los suyos y sentí su calor, sentí todo su maravilloso
cuerpo contra el mío. Sentí su olor y me embriagaba, una colonia
fresca se mezclaba con el aroma de su piel, algo elegante y salvaje a la
vez, notaba su aliento en mi pelo y un abultamiento entre mis piernas.
Deseaba que la polla que tenía entre mis piernas estuviesa más dura y
dentro de mi...
Soy muy feliz ¿sabes? - me dijo.
¿por qué?
Por estar así, a tu lado, pegado a ti, no hay nada mejor que
esto, nunca me había sentido tan bien como ahora.
Yo también me siento muy bien contigo.
Después de aquel agradable baile y muy educadamente decidió
acompañarme hasta el hotel pero por el camino le pregunté:
¿Y las fotos?. No me las has enseñado.
Si, lo sé, están en mi apartamento, si quieres vamos a
verlas, pero no quiero que te sientas incómoda o creas
que es una encerrona, te las enseñaré mañana si lo deseas.
Aquella sinceridad y su amabilidad me hicieron sentirme segura a su
lado:
No, no me importa ir a tu apartamento. Se que vas a ser
un chico bueno.
Yo no estaba muy segura de que lo fuera a ser, pero casi prefería que
fuera un chico malo, estaba bastante caliente con esa situación.
Llegamos a su apartamento, una gran estancia que era el salón y dos
puertas, una era el baño y otra debía ser su habitación.
Puso algo de música, me sirvió una copa y me invitó a sentarme en el
sofá, se metió en su cuarto y salió con una gran carpeta, se sentó a mi
lado y comenzamos a ver las fotos.
Me quedé petrificada, casi todas las fotos estaban ampliadas a gran
tamaño y ahí estaba yo en todas ellas, mi cara desde un plano corto,
mis labios ampliados a tamaño real, mis piernas, mis pechos, mi
cintura, mi pelo, mis ojos, mi abultado coñito en los ajustados
pantalones, todo mi cuerpo desde distintos ángulos, distintas tomas y
por cierto fotos muy bien hechas.
¿te gustan?
Si, mucho, son muy buenas.
Me alegro, pero contigo las fotos se hacen solas, tienes un
magnetismo que las hace más bonitas.
Gracias, eres muy amable.
De pronto se acercó a mi y posó sus labios en los míos, yo no rechacé
aquel beso pues me gustó y me sentía muy bien a su lado.
Hubo un silencio.
¿Me permitirías que te hiciera alguna más?
¿cómo? ¿ahora?
Si, así como estas , ¿quieres?
No sé, bueno, como quieras.
Fue a por su cámara, la colocó en un trípode, puso unos focos de
fotografía en distintos puntos y comenzó a ordenarme como debía
posar. Yo nunca había posado para nadie, a no ser fotos normales y
familiares, pero en ese momento me sentía como una top model.
Mójate los labios.
Deseaba que fuera él quien me mojara los labios, sentir su lengua
dibujando el contorno de mi boca, jugar con nuestras lenguas...Yo
sonreía, me tumbaba en el sofá, o me ponía de rodillas, me agarraba el
pelo, o arqueaba la espalda, tal y como él me iba pidiendo, desde fotos
tipo retrato algo serias, para pasar a tomas mucho más sexys. Una foto
agarrándome el pelo, arqueando la espalda, las piernas ligeramente
abiertas, lo que hacía ascender mi pecho que quería salirse de mi ropa,
otra subiendo ligeramente el vestido y mostrando algo más de mi
anatomía, otra de espaldas con los tirantes del vestido medio caídos
sobre mis brazos...
Acabó el carrete y se quedó mirándome fijamente.
¿qué ocurre? - le pregunté.
No, nada...
Venga, dímelo.
No, no quiero que te molestes.
Pero ¿qué pasa?
No, estaba pensando en si te importaría posar desnuda.
Pero, ¿qué dices? ¿estas loco?

Me levanté muy enfadada y dispuesta a marcharme. En realidad no


estaba enfadada, lo que estaba era como una moto y con unas
palpitaciones que me hacían estar más cachonda que nunca...
Por favor no te enfades, no quería molestarte. No es lo que piensas,
solo son fotos, recueras que es mi trabajo, solo es arte.
Yo no estaba muy segura si aquello que decía era verdad, el caso es
que el juego que me proponía parecía ir muy lejos y aunque no me
atrevía, me excitaba muchísimo su proposición, lo cierto es que nunca
me había hecho ninguna foto desnuda y eso me asustaba. Él seguía
comportándose como todo un caballero:
Olvidalo, pero por favor, no te enfades conmigo.
No, si ya sé que no lo haces con malas intenciones, pero
me siento rara, me da mucha vergüenza, no sé, soy algo
tímida.
Oye, que esas fotos solo quedarían entre tú y yo, no las
voy a vender a Play Boy o algo así ¿eh?, además hago el
revelado yo mismo, pero nada, no te apures, caso cerrado
y punto.
La cosa quedó ahí por el momento, tomamos otra copa, bailamos un
rato sobre la alfombra y conversamos tranquilamente como si nos
conociéramos de toda la vida. De mi cabeza no se apartaba su
proposición de fotografiarme en pelotas.
Esta bien. - le dije.
Esta bien ¿qué?
Que posaré desnuda para ti.
No se.
Si, lo deseo, la idea me atrae muchísimo. Se que harás un
buen trabajo.
¿Estas segura?
Si, lo estoy.
No sé muy bien si debido a mi calentura o al alcohol, pero quería
hacerlo, deseaba desnudarme ante él, pero más que para ser
fotografíada, lo que deseaba es que me viera desnuda, provocarle,
excitarle, sabía cuanto le gustaba y eso me producía un morbo y un
gusto terribles.
Bien, ponte cómoda, cuando te hayas quitado la ropa me
avisas, estaré en mi habitación preparando la cámara
¿vale?
Esta bien.
Me despojé de mi vestido, me saqué el sostén y las braguitas y volví a
tumbarme en el sofá completamente desnuda, pero me tapé con dos
cojines hasta que él llegara.
Colocó su cámara de nuevo en el trípode, encendió los focos y me
observó durante un rato, mientras yo permanecía tumbada tras los
cojines, uno tapaba mi pecho y otro mi sexo.
Estas preciosa, así, puedo ver mucho más de tu cuerpo de
lo que hubiera imaginado, eres muy hermosa y te
agradezco que me hagas tan feliz.
¿Has hecho fotos de desnudos alguna vez?
No nunca, contigo es la primera vez, espero que me salga
bien.
Estoy segura...
Hubo un silencio.
Cuando quieras. - me dijo.
No sé si estoy preparada...
Si quieres lo dejamos. No quiero que te incomode la
situación.
Es que, desnudarme así ante ti, me da corte...
Pero es algo natural ¿no?
Ya, pero tú estas vestido...
¿Quieres que me desnude yo?
Un silencio. Le observé detenidamente y le imagine desnudándose
ante mi:
No sé, por lo menos así estaríamos en las mismas
condiciones...-contesté.
No hubo que pedírselo dos veces, se puso frente a mi y se fue
desabotonando la camisa, aquello era una locura y por un momento
me dieron ganas de salir corriendo de allí.
Su pecho era fuerte, sus brazos también, me sonreía mientras se
quitaba los zapatos, luego se soltó el cinturón, se bajó los pantalones y
despues su última prenda, quedándose completamente desnudo ante
mis ojos. Era mucho más guapo todavía de lo que había imaginado y
su cuerpo era precioso, estaba buenísimo y yo muy cachonda. Mis ojos
se dirigieron a su polla que aunque no estaba en erección parecía
empezar a tomar un volumen mayor de lo habitual. Me encantaba,
tenía una polla preciosa. Yo notaba los latidos del corazón entre mis
piernas y como aumentaba el tamaño de mis pezones.
¿Qué tal así? ¿Te sientes más cómoda?
Creo que si.
Me despojé del primero de los cojines que tapaba mis tetas y observé
su reacción. Se quedó mirándome fijamente. Su polla empezó a crecer
hasta ponerse casi en erección, algo que a él le incomodaba, pues no
era algo que podía controlar. A mi aquello me producía un gusto
mayúsculo, me sentía cachonda por la situación. Me despojé del
segundo cojín y se quedó observándome durante un rato. Su polla se
puso como una piedra:
Estás buenísima, Dios mio eres un sueño hecho realidad.
Te veo un poco apurado, jajajaja.
Me encantaba verle desnudo con aquella terrible erección y que me
viera desnuda, al fin y al cabo era su musa ¿no?
Túmbate de costado y agárrate el pelo - me iba
ordenando.
Cuanto más le observaba más me gustaba y deseaba que se acercara a
mi y me besara, me acariciara, me follara... pero ninguno de los dos
dábamos ese crucial paso.
Fue tomándome toda clase de fotos, desde arriba, desde abajo,
colocándome de rodillas, tumbada, sentada, para pasar a fotos más
sexys, acariciando mis pezones, abriendo ligeramente las piernas,
desde atrás acariciándome el sexo. Era impresionante su control sobre
sí mismo y que no se hubiera tirado sobre mi.
Otra de sus ocurrencias fue embadurnarme con miel para sacar más
fotos eróticas, primero me esparcí la miel yo misma pero luego él me
ayudó a hacerlo por las piernas, al notar sus caricias no pude evitar
soltar un gemido, después siguió extendiéndome la miel por los
hombros, por la espalda, por el culo, por mis brazos, hasta que le llegó
el turno a mis pechos, sus dedos tropezaban una y otra vez como mis
erectos pezones, aquello me volvía loca, luego su mano siguió por mi
cintura y extendió la miel entre mis muslos sin llegar a tocar mi sexo,
yo deseaba tenerle encima mío y sentir su polla dentro de mi, pero no
acababa de decidirse, yo estaba a punto de agarrarle y animarle a dar
ese paso, sin embargo ese juego prohibido, morboso y excitante
hacían que la situación fuera más cachonda todavía. Cualquier hombre
no hubiera podido aguantar tanto y eso le hacía mucho más deseable.
Su polla no disminuía de tamaño y su glande estaba brillante por las
primeras gotas que salían de él. El ultimo carrete se acabó y la sesión
fotográfica tambien.
Y ahora ¿qué hacemos? - pregunté toda insinuante.
Será mejor que te duches, ya que estas llena de miel.
Él se comportaba muy profesionalmente pero yo deseaba tenerle
encima de mi, quería ser follada por él, mi calentura era superior a mi y
deseaba que me penetrara con su hermosa polla, normalmente estas
cosas ocurren al revés y soy yo la que se resiste, pero esta vez él me
hacía sentirme como una loca.
Está bien me ducharé, ¿me ayudarás a quitarme este
pringue?
Claro, será un placer.

Nos metimos los dos en la pequeña ducha y el agua recorría nuestros


cuerpos desnudos, él me iba ayudando a quitarme la miel de mi piel,
sus manos se deslizaban por mi espalda lentamente, lo hacía con
parsimonia deteniéndose en cada centímetro de mi piel, por mis
hombros, me acariciaba los pechos tras de mi, notaba su polla rozando
en mi culito, me tocaba los muslos, pero nunca tocaba mi conchita, lo
debía tener guardado para una mejor ocasión, yo en cambio no pude
aguantar más y le pedí a gritos:
Nano, por favor, fóllame, no aguanto más.
Él sonrió me giró colocándome frente a él, nuestros cuerpos se
juntaron y nos fundimos en un apasionado beso, nunca había sentido
tantas ganas de comerme a alguien. Me tomó en brazos y me llevó
hasta su habitación, me tumbó sobre la cama y se quedó
observándome mientras yo abría las piernas dispuesta a que se lanzara
sobre mí, pero nada más lejos de mi intención, se tumbó junto a mi y
con uno de sus dedos empezó a recorrer mi anatomía como dibujando
una linea sobre mi cuerpo, por mi cuello, por mis hombros, rodeaba
mis pezones, bajaba por mi cintura y luego llegaba a mi pubis pero no
llegaba a rozar mis pelitos, le tomé de una mano y le ayudé a que
bajara más, pero él en cambio la retiró y siguió por mis muslos
mientras me sonreía con una mueca burlona, sabiendo lo que me
estaba haciendo sufrir.
A continuación fue su lengua la que comenzó a recorrer mi cuerpo
desnudo, primero mi cuello, mis orejas, mi frente, mis ojos, mis labios,
mi barbilla, mi cuello de nuevo, mi pecho, pero sus labios no llegaban
a rozar el pezón, aún así yo sentía un gusto terrible, estaba mojadísima,
estaba lubricando más de lo normal, pues en otra situación ya
estaríamos follando hace rato, sin embargo él quería recrearse con ese
momento y quería darme un gusto fuera de lo normal, cosa que estaba
consiguiendo... sus labios y su lengua recorrían mis caderas, la parte
externa de mis muslos hasta llegar a mis pies, después continuó por la
parte interna de mis muslos mientras yo estaba bien abierta de
piernas, su lengua y sus labios dibujaban mis muslos, hasta rozar con
su nariz mi pubis, entoces su lengua recorrió mis ingles, yo me giraba
con la intención de que me chupara el clítoris, que me comiera entera,
pero él disfrutaba alargando mi gusto y haciéndome rabiar. Sus labios
rozaron mis ingles de nuevo y esta vez se acercó más a mi sexo hasta
llegar a notar su aliento, su lengua dio una pequeña lamida sobre mis
labios interiores y succionó ligeramente mi clítoris. Apoyó su barbilla
en mi monte de venus, me sonrió y me miró a los ojos:
Lydia, tienes el coño más lindo del mundo.
Después siguió chupándome lentamente abarcando por entero mis
partes más íntimas, con sus labios recorría mis labios vaginales y con
su lengua rozaba una y otra vez mi abultado clítoris.
Yo no aguantaba más.Le volví a pedir a gritos:
Fóllame, fóllame, te lo suplico...
El volvió a sonreírme y esta vez se agarró la polla y empezó a jugar con
ella y mis muslos, volvía a dibujar sobre mi, desde la rodilla hasta mi
sexo pero casi sin rozarle, entonces le agarré yo misma su miembro y
tiré de él hasta acercarlo a mi húmedo chochito, al sentir el roce de su
glande no pude reprimir un jadeo y a continuación un orgasmo me
invadió sin haberme penetrado, había conseguido correrme con solo
sus caricias, era todo un artista en el arte de dar gusto.
ayyy cabrón que gusto me das, que gusto, que gusto, que
bien....
Cerré los ojos para sentir con toda la intensidad aquel orgasmo.
Esta vez fui yo la que tomé las riendas de la situación, le empujé con
violencia sobre la cama me puse en cuclillas sobre él y de un solo
golpe me introduje toda su polla dentro de mi coño hasta sentirlo por
completo dentro de mi, notaba como la dureza de su miembro
desgarraba mi interior, como si fuera una explosión, le acaricié los
huevos y le besé con ganas comenzándo a botar sobre él como una
posesa, otro orgasmo me llegó a la primera embestida, comencé a
subir y a bajar sobre su polla más lentamente, sintiendo como nuestros
cuerpos se fundían una y otra vez, mientras mis tetas bailaban a cada
movimiento el me agarraba los pezones y aquello producía un gusto
intenso en mi excitado cuerpo. Segui, seguí y seguí follándomelo tal y
como había deseado, volví a tener un tercer orgasmo, era un polvo
magnífico y él había conseguido hacerme muy feliz y muy cachonda a
la vez.
Noté que él se iba a correr y entonces me retiré sacando su humeante
polla de mi agujerito, esta vez iba a ser él el que sufriera. Le tomé por
la base de su miembro y empecé a jugar con mi lengua sin llegar a
rozar su glande, su erección era impresionante y estaba a punto de
caramelo, si me la metía en la boca sin duda se correría enseguida y
quise alargarlo todo lo que pude, aunque en realidad lo que deseaba
era devorarla.
Unas gotitas salían de su capullo como invitándome a terminar la
faena, primero rocé con mis dientes todo su glande y de un golpe me
metí aquella tranca en la boca, apreté mis labios fuertemente y
comencé a subir y a bajar por toda su longitud, su orgasmo estaba
cerca y cuando la tenía metida casi hasta la garganta su explosión fue
inmediata, todo su semen entró de golpe y no pude más que tragarme
su leche o me ahogaba o tragaba pero lo hacía con gusto, seguí
lamiéndole hasta dejarle bien limpito, saque su aparato de mi boca y le
sonreí.
Gracias.
No, gracias a ti, nunca olvidaré esto.
Me apoyé sobre él y permanecimos abrazados en silencio. Despues
nos duchamos de nuevo juntitos, jugamos con nuestras lenguas y
nuestros sexos, volvimos a follar bajo el agua y nos secamos
lentamente guardando el recuerdo de aquella emocionante velada.
Me vestí, se vistió, me acompañó hasta mi hotel y en el coche apenas
hablamos, solo recordábamos el buen momento que habíamos pasado
juntos, sabíamos que aquello se iba a quedar así, pero fue inolvidable.
Al llegar al hotel nos dimos un largo beso y le pregunté:
¿Qué harás con las fotos?
Las guardaré solo para mí y las veré cada mañana al
levantarme.
Lo he pasado muy bien, has sido estupendo, eres todo un
amante, todo lo que una mujer desea, harás muy feliz a tu
mujer algún día.
Ojalá fueras tu...
Puse mi dedo índice sobre sus labios, le guiñé un ojo y me marché.
Nunca más le volví a ver. ¿existió de verdad o fue un sueño?....

Trió Turístico

Aquella noche mi marido y yo decidimos ir a cenar a un asador donde


preparan una especialidad en carne picante deliciosa, pero como suele
ocurrir en estos casos el local estaba de bote en bote y había que
esperar al menos una hora para encontrar mesa, el camarero nos dijo
que si no nos importaba, nos podía acomodar junto a otra pareja que
ocupaban una mesa de cuatro personas. A los dos nos pareció bien y
el camarero nos acompañó hasta la mesa. Preguntó igualmente a la
pareja si les parecía bien acomodarnos junto a ellos y amablemente
accedieron.
Era un joven matrimonio de más o menos nuestra edad y ambos muy
atractivos, ella era muy guapa con una melena castaña y mechas rubias
y unos ojos preciosos, él era moreno y también muy guapo. Hicimos
las presentaciones:
Hola, yo me llamo Lydia, él es mi marido Carlos. - dije yo.
Hola, encantado yo soy Tono y mi mujer se llama María. - contestó él.
Después de la presentaciones y tras entrar en conversación, debo
reconocer que me sentí atraída por Tono, me gustaba y veía que yo
también a él. Imagino que en el otro caso, osea tanto mi marido como
María también se gustaban mutuamente. Se veía que congeniamos
perfectamente los cuatro.
Ellos eran dos turistas accidentales, pues su destino era Galicia por
motivos de trabajo para Tono, pero debido a que tenían dos o tres días
libres aprovecharon para visitar nuestra ciudad.
Así fue transcurriendo la velada en aquel asador con dos desconocidos
que poco a poco se fueron haciendo amigos, hasta tal punto que
quedamos para el día siguiente en ir juntos de acampada a los Picos
de Europa, pues tenían muchas ganas de conocerlo y como
disponíamos de dos días, estuvimos encantados en acompañarles, lo
cierto es que fueron muy atentos en todo momento, además qué
mejores guías que nosotros para acompañarles.
Al día siguiente por la mañana quedamos donde habíamos convenido
y les recogimos en nuestro 4x4 para dirigirnos a Picos, hicimos las
compras de rigor por el camino y continuamos hasta la base de una de
las impresionantes montañas. Hacía muchísimo calor, ya que era
agosto y allí se estaba de maravilla. Buscamos el lugar ideal para
plantar la tienda y al final nos decicidimos por un pequeño llano junto
al río.
María y yo hicimos muy buenas migas enseguida y parecía que nos
conociéramos de toda la vida. Una vez instalada la tienda, nos
cambiamos de ropa con algo más cómodo por turnos, primero las
chicas y luego los chicos. Así que allí estábamos los cuatro solos en
medio de un paraje precioso y dispuestos a pasar un entretenido fin de
semana. Los chicos se ataviaron con camisetas y bañadores tipo boxer,
María con unos pantalones cortos de ciclista color naranja con body a
juego y yo con la parte de arriba de un bikini y unos shorts cortos
vaqueros.
Nos cargamos las mochilas al hombro y partimos en la primera
expedición por los alrededores. Podía notar como cuando
caminábamos en esta excursión, Tono no me quitaba ojo del trasero y
cuanto más me miraba, más lo movía yo, pues me encantaba
provocarle. Su cámara de vídeo estaba más veces apuntando a mis
posaderas que al paisaje. María debía hacer lo propio con Carlos pues
se le veía muy nervioso. No caminamos durante mucho tiempo ya que
se acercaba la hora de comer y regresamos pronto a la tienda.
Preparamos una suculenta comida con una ensalada de arroz y frío y
algo de pollo.
Después decidimos darnos un baño en el río pues hacía un calor
asfixiante. Lo sorprendente fue cuando María se despojó de sus
prendas apareció en un diminuto tanga lo que provocó una tremenda
erección a mi marido. Yo no tenía una prenda tan pequeña pero aquel
bikini blanco me sentaba muy bien y sin duda que a Tono le encantó,
sobretodo porque al mojarse se transparentaba casi por completo y
podía verse claramente tanto mis rosados pezones a través de la tela
como el recortado vello de mi pubis, pero lejos de incomodarme,
aquello me excitaba.
Nos pasamos un buen rato en el agua y aprovechamos la buena
temperatura de la tarde para volver a recorrer otro sendero y disfrutar
del espléndido paisaje. Tono no dejaba de mirarme y eso me
encantaba, a mi también me gustaba él. Fue muy atento conmigo en
todo momento y me ayudaba a subir por algún sendero tendiéndome
su mano muy caballerosamente. En un alto del camino descansamos
un rato y no sabía exactamente cuanto tiempo llevaba, pero me di
cuenta que Tono seguía enfocándome con la cámara, sin duda quería
llevarse al menos el recuerdo de haberme conocido, pero yo presentía
que algo más que eso iba a suceder...
Al mismo tiempo Carlos estaba empezando a mosquearse, yo lo
notaba, porque se estaba dando cuenta del descaro con el que Tono
me miraba. Lo cierto es que a mi esa situación todavía me excitaba
más, no sé, creo que las mujeres somos así, nos gusta provocar, eso
nos mantiene mucho más atractivas, es muy excitante y si además eso
provoca celos, mejor que mejor... Uno de mis mayores placeres es el de
sentirme deseada.
La tarde cayó y se hizo de noche en un abrir y cerrar de ojos, entre
montañas se oscurece todo mucho más rápido. Volvimos a nuestro
campamento, preparamos algo para cenar y encendimos la obligada
hoguera, donde allí se cuentan muchas cosas, desde las tradicionales
historias de miedo, pasando por los chistes, para acabar contando
nuestros más íntimos secretos.
¿Cuál es vuestra fantasía? - nos preguntó Tono en aquella
conversación que iba calentándose más que la hoguera.
Bueno... yo... - Carlos no se atrevía a responder.
Mi fantasía - continué yo - es hacer el amor en un lugar público donde
alguien te vea, no sé si me atrevería a hacerlo, pero la idea me excita.
Voyerismo es cuando te gusta mirar, pero no sé como se llama cuando
te gusta que te miren, esa es mi fantasía.
¿Y por qué nunca la has llevado a cabo? - preguntó María - Eso no es
tan dificil.
No sé, quizás por timidez, por vergüenza, no sé... - contesté.
¿Y tú Carlos? ¿cuál es tu fantasía? - preguntó nuevamente María.
¿Yo?... Bueno, una de mis fantasías incofesables es hacer el coito anal,
nunca lo he hecho y me encantaría.
Cuando Carlos dijo eso, me quedé estupefacta, pues a pesar de que
nunca he dejado que me perforara el culito, lo había hecho con otros
chicos en otras ocasiones y no me había atrevido a contárselo nunca y
menos todavía tras su insistencia en hacerlo.
Bueno - prosiguió Carlos - ¿y vosotros?
Nosotros tenemos más o menos la misma fantasía... - dijo María - ...y
es... hacer un trío. Siempre lo hemos pensado, pero nunca lo hemos
llevado a cabo.
Yo pensaba para mis adentros que aquello podía suceder en cualquier
momento e intuía que no muy tarde.
Seguimos charlando durante varias horas alrededor de la hoguera,
hasta que decidimos irnos a dormir, nos metimos en los sacos, pero
amanecimos fuera de ellos, ya que hacía muchísimo calor. Yo me
encontré de espaldas a Tono que me tenía abrazada por la cintura y
Carlos igualmente se encontraba muy pegado a María. No entendía
muy bien como habíamos acabado en esas posiciones, cuando por la
noche yo me había acostado junto a mi marido y María junto al suyo,
el caso es que debimos movernos mucho durante la noche y me
imagino que los chicos aprovecharían la ocasión y pondrían sus manos
donde nunca se atreverían a hacerlo despiertos, ya que como dice el
refrán... ojos que no ven...
Nada más salir de la tienda me quedé deslumbrada por un sol radiante
y un paisaje impresionante, donde todo resplandecía.
María y yo nos fuimos juntas río abajo para asearnos y les dijimos a los
chicos que esperasen a que termináramos, ya que no queríamos
"moscones".
Encontramos un remanso en el río junto a un pequeño bosque y ese
nos pareció el sitio más discreto y más tranquilo para lavarnos.
Nos despojamos de las ropas al pie del río y nos quedamos con los
bikinis. Cuando ella se quitó el sujetador de su diminuto bikini, me
quedé mirando embobada sus tetas en un acto inconsciente.
¿te gustan? - me preguntó.
Si, tienes un pecho muy bonito.
A ver, a ver el tuyo.
Me quité mi sujetador de mi bikini.
Oye, vaya tetas tienes... - comentó.
A continuación y a la vez nos despojamos de nuestras braguitas
quedándonos desnudas, nos miramos de arriba abajo . María tenía un
cuerpo espectacular, sin duda que le gustaba cuidarse.
Que buena estás, me gustan las rubias... - me dijo.
Estaba un poco sorprendida por su comentario, pero María también
me gustaba lo que ocurría es que no me atrevía a decirlo tan
claramente como ella. La cosa quedó ahí y tras meternos en las frías
aguas, nos enjabonamos todo el cuerpo para empezar a asearnos y al
mismo tiempo refrescarnos, pues la noche nos había dejado
sudorosas.
¿Puedes enjabonarme la espalda? - me preguntó María.
Claro.
Así lo hice, tomé un poco de gel en mi mano y comencé a esparcirla
por su morenita espalda, sin duda que aquello me gustaba y tras
acabar con su espalda me giré pidiéndole que si a ella no le importaba
hacer lo mismo. Sus manos se apoyaron en mi cuello y muy
lentamente, como disfrutando con esa acción, fue bajando por mi
espalda hasta llegar a mi culo, sin embargo, a pesar de haber acabado
con mi espalda, ella continuó con mi cintura, siguió subiendo hasta
tocar la parte exterior de mis tetas, sin dudarlo las tomó entre sus
manos y comenzó a sobarme con fuerza. Yo cerré los ojos y me dejé
hacer, estaba muy caliente y me encantaba como me acariciaba, sin
duda que las mujeres somos las que mejor acariciamos, al menos eso
opino yo. Más tarde, después de haberle dado un buen repaso a mis
tetas, fue bajando de nuevo por mi espalda y comenzó a sobarme el
culo, su boca se posó en mi cuello y me dio un pequeño mordisquillo
que fue encantador, su mano se metía en la raja de mi culo y subía y
bajaba su mano dándome un gusto tremendo. Sus suaves tetas se
apretaban contra mi espalda. Estiré mis manos hacia atrás hasta
alcanzar su culo, lo apretujé fuertemente y la traje hacia mí, aquello
estaba proporcionándonos muchísmo gusto. Nuestros cuerpos se
fundían en uno solo y nuestras manos iban recorriendo nuestras
curvas. Una de sus manos se fue por delante de mi y lentamente fue
bajando desde mi pecho hasta mi cintura, recreándose con mi
ombligo, para luego continuar su camino hacia abajo y acariciar mi
pubis. Cuando uno de sus dedos se introdujo en mi vagina, solté un
pequeño gemido y abrí los ojos.
Me quedé perpleja, al otro lado del río estaba Tono filmándonos con
su cámara y disfrutando de una sesión gratis de lesbianismo. En un
principio quise comentárselo a María, pero tan concentraba estaba en
recibir sus caricias y tan cachonda con la idea de ser observada por su
marido que volví a cerrar los ojos y a disfrutar del masaje que recibía
de mi hábil compañera.
María me dio la mano y me acompañó hasta la orilla, allí me invitó a
tumbarme sobre las toallas, seguidamente se tumbó sobre mi y
comenzó a besarme, abrí mi boca y nuestras lenguas se juntaron en un
apasionado beso. Sus manos recorrían mis caderas, su lengua
exploraba mi boca, sus piernas se entrecruzaban con las mías.
Lentamente fue dibujando con su lengua un camino desde mi boca
hasta mi cuello, volviendo a subir, después continuó bajando hasta mis
tetas que mordisqueó suavemente, luego hasta mi cintura, haciendo
círculos alrededor de mi ombligo, para luego continuar hasta mi sexo.
Primero bordeó mis ingles, después la parte interna de mis muslos,
hasta que su lengua volvió hacia mi húmedo sexo que devoró con
fruición, jugando con mis labios vaginales y mi clítoris. Estaba
disfrutando del momento intensamente, pero aún no había llegado al
orgasmo.
María se giró, colocándonos en un 69. No dudé un momento en
repetir las exploraciones que ella me estaba haciendo y comencé a
chuparle su coñito, estaba caliente y empapado. Mi lengua jugó con su
clítoris y ella no paraba de gemir. María contraía sus músculos víctima
de un placer que la llenaba.
Cambiamos de posición y nos colocamos de rodillas, una frente a la
otra para seguir besándonos y acariciándonos, sintiendo nuestras
lenguas por nuestras caras, por nuestros pechos... María me mordía en
el cuello y sus manos exploraban mi pubis, cuando giré la cara me
encontré a Tono completamente desnudo, con su polla en total
erección a dos pasos de nosotras filmándonos con su cámara de video.
María se dio cuenta y le invitó a acercarse. Tono colocó sus cámara
sobre una piedra y desde allí la dejó funcionando para después
colocarse de rodillas junto a nosotras. Ella comenzó a masturbarle
lentamente y yo miraba como su capullo desaparecía una y otra vez de
los dedos de su mujer. Tono nos abrazó a las dos, mientras nos besaba
y nos acariciaba. Uno de sus dedos acariciaba mi culo y su lengua
jugaba con mi oreja.
María soltó el miembro de su marido y me invitó a que continuara yo
masturbándole. Sentí la dureza de su polla entre mis dedos y empecé a
jugar con ella, rozaba su parte más sensible con la yema de mis dedos
y de vez en cuando pasaba mi pulgar por su glande.
Me coloqué a cuatro patas y María se puso detrás de mi, mientras su
marido se tumbaba debajo mío de tal manera que yo quedaba sobre
él, su cara en mi coño y la mía sobre su tiesa polla. Tono me mordía la
parte interna de los muslos y María pasaba su lengua sobre mis
glúteos, para luego separarlos con sus manos e introducir su
habilidosa lengua y chupar mi agujerito posterior. Yo comenzaba a
chillar, pero tenía miedo de que Carlos nos descubriera, de tal manera
que para apaciguar mis gritos de placer, comencé a comerle la polla a
Tono mientras él ya estaba chupándome el coño. El trío era
espectacular, sin duda que todo quedaría reflejado en el vídeo.
Yo sostenía la polla de Tono con una de mis manos y mi lengua subía
lentamente desde los huevos , hasta subir a su capullo, donde me
recreaba con mis labios rozándole suavemente y luego golpeaba
fuertemente su miembro contra mis labios y mi lengua. Así continué
hasta que poco a poco me fui metiendo todo su aparato en mi boca
haciéndola una mamada que no olvidaría. Cuando su lengua se
introdujo en mi sexo, un gemido intenso salió de mi boca mientras
María continuaba comiéndome el culo, unas veces introducía su
lengua, otras uno o dos de sus dedos, hasta hacerme alcanzar entre los
dos un orgasmo maravilloso que me duró casi dos minutos.
Luego yo permanecí en la misma posición, a cuatro patas, pero ellos se
intercambiaron los papeles, de tal forma que María estaba debajo de
mi y Tono pasando su polla por mi culo y mi chochito. Puse mi culo en
pompa y exploraba con mi lengua el sexo de ella, mientras él intentaba
penetrar mi coñito. Lo hizo de una sola embestida que me hizo
tambalear, sintiendo un gusto fuera de lo normal, ya que mientras
Tono me estaba taladrando María seguía chupando tanto mis labios
vaginales como la polla de su marido que al estar tan lubricada
entraba y salía con mayor facilidad.
A continuación Tono sacó su polla de mi coñito y yo le supliqué que
no lo hiciera, sin saber que la intención de él era la de perforar mi culo.
Puso la punta de su miembro a la entrada de mi agujerito posterior e
hizo ademán de metérmela.
No, por favor, por ahí no.. le supliqué.
Él no hizo caso de mi queja y empezó a apretar suavemente, primero
entró su cabeza y luego centímetro a centímetro todo su instrumento
hasta que entró en su totalidad, llegando a tocar sus huevos en mi
culo. Parecía que me habían metido una barra de hierro candente por
el culo, ya que sentía mucho escozor, pero a medida que salía y
entraba, gracias a la lubrificación que María le proporcionaba a su
marido con la lengua, el dolor y el escozor dieron paso a un gusto
increíble. Nunca me ha gustado que me den por detrás, pero esta
pareja sabía hacerlo de órdago y yo estaba disfrutando como nunca.
Tono seguía bombeando cada vez con más fuerza...
Si, si, si, si.... dame, dame, dame.... párteme el culo - le rogaba yo.
Tono gemía, yo gritaba y María reía, sin duda que lo estábamos
pasando en grande. Cuando levanté mi cabeza pude ver a lo lejos en el
bosque como alguien nos observaba, me asusté un poco, pero tan
concentraba estaba en la faena que no podía articular ni una palabra
para advertir a mis compañeros de fatigas. María seguía chupándome
el coño y sobándome las tetas mientras su marido entraba y salía de
mi culo dándome un gusto fuera de lo normal. Volví a mirar a lo lejos y
me quedé helada cuando pude distinguir que la sombra que nos
observaba entre la espesura era la de mi marido, que apoyado contra
un árbol, estaba masturbándose ante la escena que tenía delante de
sus ojos. Al principio me sentí algo turbada por su presencia, pero
María y Tono no paraban de darme más y más placer, por lo que no
podía rendirme ante esas armas. Después mi placer fue en aumento ya
que estaba al borde de un nuevo orgasmo y el hecho de sentirme
observada por Carlos me excitaba aún más y comencé a exteriorizar
esos sentimientos gritando como una posesa. No tardó en llegarme
ese maravilloso orgasmo que no pude controlar en medio de fuertes
convulsiones.
Tono seguía perforándome el culo, pero de repente sacó su tieso
miembro de mi agujerito, momento que aprovechó María para
mamársela a su marido, él debía estar en la gloría pues se le oía gemir
fuertemente, ella le hacía cuatro o cinco mamadas y otra vez volvía a
mi culo, para luego pasar a la boca de su mujer nuevamente, así una
tras otra.
Mi marido, a lo lejos debía estar completamente excitado y en un
momento pude ver como soltaba enormes chorros de semen sobre los
arbustos. Después fue María la que entró en otro potente orgasmo y
gritaba, gemía y lloraba como una condenada, gracias a los
lamentones que yo le estaba proporcionando en su coñito y en su
clítoris.
A continuación Tono gritaba:
- Me voy a correr, no puedo más....
Me separé de él, ya que quería que se corriera en mi boca, quería
sentir todo su poder entre mis labios y ver como desparramaba toda
su leche por mi garganta. Me dí la vuelta y comencé a besarle la base
de su verga, para luego chupar sus huevos, luego seguí subiendo hasta
su encarnado capullo y de un golpe me lo metí en la boca, subía y
bajaba rápidamente y Tono estaba en la gloria. Yo le miraba a los ojos
y aquello le encantaba, mis ojos expresaban lo a gusto que estaba y el
hecho de verle su cara de placer me hacía muy feliz. Por último tomé
su verga entre mis manos le sonreí y volví a tragármela enterita, hasta
notar como los pelos de su pubis rozaban mi nariz. Le agarré
fuertemente por el culo y le ayudaba a entrar y salir de mi boca, hasta
que no pudo resistir más. Con todas mis fuerzas apreté los labios
rodeando aquella polla hasta que varios borbotones de su leche
inundaron mi garganta en una corrida monumental y lejos de
apartarme me comí todo sin desperdiciar una sola gota de aquel
preciado manjar. Seguí chupando y chupando hasta dejársela bien
limpita.
Nos quedamos tumbados unos sobre otros. Hubo un silencio en aquel
hermoso paraje, solo se oían nuestras entrecortadas respiraciones y el
sonido del río a nuestros pies. Cuando levanté nuevamente la mirada
Carlos había desaparecido. Nos pusimos los bañadores y volvimos a la
tienda. Allí estaba mi marido preparando la comida como si nada
hubiera pasado, de todas formas la única que pudo verle fui yo. No
hicimos comentario alguno.
La acampada continuó hasta que tuvimos que volver a casa, sin que
nadie hablase del tema, solo un intercambio de besos a modo de
despedida y una propuesta para el año siguiente para vernos de
nuevo.
A partir de ese día no le he podido negarle a mi marido que me
penetre por el culo, ya que sin mencionar nada sobre el asunto, él sabe
que yo le vi y pago ese precio a cambio de su silencio y su
comprensión.

Mi alumno

La última llamada por los altavoces avisaba del retraso del avión en
casi dos horas. Y eso era lo último que me faltaba. Si no estaba
bastante cabreada por quedar fuera del nuevo proyecto de
investigación en el que estaba metida día y noche, mi jefe me había
hecho la simpática gracia de tener que cuidar de un niñato procedente
de México que se iba a tirar quince días en España a mi cargo asignado
como alumno de un proyecto de videotelefonía.
Desgraciadamente ya había pasado por eso de tener que aguantar a
un inexperto alumno, explicándole una y mil veces cada cosa
detalladamente, para que se llevase unos buenos apuntes de un
trabajo que a mí me había costado años de trabajo y para colmo
interfiriendo en mi día a día y mis otras muchas ocupaciones
personales.
Ahora, además, me tocaba esperar el retraso de aquel avión, algo que
me ponía a cien y luego tener que mostrarme simpática y amable con
ese mexicano, sobretodo para no deteriorar nuestras buenas relaciones
con las empresas de aquel país, involucradas en el proyecto con varios
millones de dólares de por medio.
Después de la tortuosa espera, acudí a la pasarela de llegadas
internacionales con un cartelito entre mis manos que rezaba: "Alumno
Félix Bolaños" y debajo el nombre de mi empresa. Fueron pasando
todos los pasajeros que me parecieron miles y cada cara de jovenzuelo
que iba pasando parecía ser mi "invitado", pero el tal Félix no aparecía.
Justo en el momento en que me disponía a darme la vuelta, más
irritada todavía de lo que estaba, al fondo del pasillo apareció la
imagen de un joven que corriendo se acercaba con una bolsa al
hombro. Al verle me quedé atontada, pues no podía creer lo que veían
mis ojos. A medida que aquel chico se aproximaba, más impresionada
me quedaba. Debía tener unos veinte años, moreno, peinado hacia
atrás y marcando una musculatura divina, bajo una ajustada camiseta y
unos vaqueros gastados. ¡Qué pedazo de tío! Se puso a mi altura
haciéndome olvidar de todos mis males y dejándome en mis
pensamientos una frase que se repetía en mi cabeza: "que bueno está
el chaval… ay… te hacía un favor que no veas…".
Pero mi sorpresa no quedó ahí, ya que se me acercó y leyendo mi
cartel sonriente me dijo:
Perdona… soy yo…
Me quedé con la boca abierta y sin poder articular palabra.
Hola… - repitió él, esta vez clavando sus ojos
negros en los míos – digo que… Félix soy yo…
supongo que tú eres Lydia, mi tutora.
Sí, esto… yo… esperaba….
Perdona mi retraso… bueno el del avión no ha
sido culpa mía… pero el mío es que perdí mi
pasaporte y al fin lo encontré… esto, bueno, te
estoy tuteando espero no molestarte…
No, claro… encantada – añadí dándole dos
besos y la mano cordialmente a la que él se
aferró con suavidad y firmeza al mismo
tiempo.
La verdad, Lydia, no te imaginaba así…
¿Así? ¿Cómo?
Perdona de nuevo, quiero decir que no pensé
que fueras tan joven y bonita, me imaginaba
una ingeniera de mediana edad, no sé me
había hecho otra idea...
No sabía que decir ante aquellas amables palabras pero lo cierto es
que a mí me había pasado exactamente lo mismo, no imaginaba que
aquel chico guapísimo pudiera ser mi alumno, pero es que además
parecía simpatiquísimo.
Yo tampoco imaginé que fueras así…
Oh vaya, ¿quizás más mayor?
No, al contrario, pensé que serías un
adolescente… hasta ahora todos los alumnos
que nos han enviado eran de quinto o sexto
semestre y tú… ¿tienes…?
22 años. Sí, antes enviaban a muchachos
inexpertos, pero me han elegido para
cooperar en una gran empresa, que supongo
es la tuya, por eso te habrás sorprendido.
Entiendo.
¿Y tú?... ¿Cuántos? Vaya, otra vez de
preguntón, perdona Lydia… si no es
indiscreción.
No, no me importa, tengo 35.
Que bien, la mejor edad para una mujer. –
añadió.
¿La mejor?
Sí, dicen que las treintañeras son las que
mejor disfrutan de la vida: de belleza, de
conocimientos y de todo… Es la edad ideal.
No podía evitar mirarle la boca mientras me hablaba, aquellos labios
que pedían a gritos ser devorados, aquellos dientes blancos y
perfectos… aderezados con aquel cuerpo, esos brazos musculosos que
con la tensión de su bolsa sobre su hombro parecían más robustos,
unos ojos impresionantes… es decir todo.
Antes que nada Lydia, quisiera darte un
regalo.
¿Cómo? ¿Un regalo?
Metió la mano en el bolsillo de sus jeans ajustados y al hacerlo mi
mirada se dirigió automáticamente a su paquete, algo que parecía ser
igualmente robusto. Sacó un pequeño colgante con un Halcón
plateado.
Verás, esta es la mascota de mi facultad, me
gustaría regalártelo.
Pero, no hacía falta…
Por las molestias ¿Ok?
Aquel detalle me encantó, bueno y todo él... A partir de ese momento
todos mis males y mis cabreos desaparecieron por completo,
sintiéndome contenta por la llegada de tan adorable alumno.
Félix, ¿Ya tienes alguna reserva de hotel? – le
pregunté.
Oh, no gracias Lydia, pero tengo unos amigos
aquí en Madrid, me quedaré en su casa.
De acuerdo, te llevo en mi coche.
Durante el trayecto seguimos conversando de muchas cosas y nos
metimos en pleno atasco de Madrid a una hora punta y casi me alegré
por ese hecho para poder estar más tiempo junto a ese chico
simpático, guapo y hablador que de vez en cuando me regalaba algún
piropo maravilloso.
Que suerte tengo de tener una profesora tan
linda. Además pareces muy inteligente, seguro
que voy a aprender mucho contigo.
Gracias, Félix, me vas a sonrojar.
Es la verdad. – sentenció.
¿Sabes? Tenía ciertas ideas preconcebidas
sobre los mexicanos.
¿Ah y como somos, según tú?
No, ya veo que muy distintos a como creía. No
sé, tu forma de hablar y de expresarte, casi sin
acento, digamos que pareces un mexicano
españolizado…jeje. Me había idealizado que
físicamente eras de otra manera y siempre
pensé que erais algo machistas… en fin muy
distinto a la realidad.
Bueno, lo del lenguaje que uso y el acento
puede que sea porque tengo muchos amigos
españoles y me resulta fácil expresarme como
ustedes. Lo del físico lo tomo como un halago,
supongo… y lo de machistas es cierto,
desgraciadamente lo somos mucho, pero
poco a poco vamos cambiando. Los más
jóvenes, desde luego pensamos muy diferente
a nuestros viejos.
El viaje era largo hasta llegar al chalet de sus amigos que estaba al otro
lado de la ciudad y sin embargo no me importó seguir a su lado tanto
tiempo, vamos, que en realidad se me hizo corto.
Hemos tardado un poco ¿no? – le dije cuando
se apeaba del coche.
Estoy acostumbrado a mi México, pero bueno,
yo me manejo mejor en moto.
Que bien, pero a mí me dan un poco de
miedo.
Eso porque no lo probaste conmigo.
Aquella invitación sonaba sugerente pensando que ojalá se pudiera
cumplir, pues abrazarme a aquel cuerpo debía ser delicioso. Nos
despedimos y quedamos para el día siguiente con el fin de recogerle
para visitar nuestra empresa y comenzar la enseñanza.
No pude quitarme de la cabeza en todo el día la imagen de aquel
chico tan guapo, caballeroso y simpático: Todo un diamante mexicano.
A la mañana siguiente pasé a recogerle a la hora que habíamos
convenido. Su camisa de manga corta mostraba de nuevo aquellos
brazos fornidos que deseaba me abrazaran continuamente. Llevaba
una carpeta y siempre su perfecta sonrisa. Después de saludarnos con
dos besos, momento que aproveché para acercarme algo más a su
cuerpo y sentir con el roce de mis tetas su pecho duro, nos dirigimos a
las oficinas de mi empresa.
Le estuve mostrando las instalaciones y algunos proyectos pendientes.
Él no dejaba de tomar nota de cada cosa que le iba enseñando y de
paso fijándose en el canalillo del escote de mi blusa que yo había
elegido bien ajustada precisamente pensando en él, lo mismo que la
minifalda, más corta de lo habitual, no pasándole por alto cada detalle,
ya que sus ojos se iban inconscientemente a mis piernas en más de
una ocasión, algo que me hizo mostrarme todavía más sensual que
nunca. Después de todos los aspectos técnicos y tras visitar el
laboratorio de investigación de nuestro nuevo videotelefóno, nos
dirigimos al comedor de la empresa para almorzar juntos e
intercambiar las primeras impresiones. La charla fue muy animada
durante la comida y creo que a partir de ese momento fuimos
tomando una confianza mutua, como si nos conociéramos de toda la
vida. Al final Félix me comentó:
¿Sabes Lydia? Estoy pensando en los pocos
días que me quedan y ya me estoy poniendo
triste.
¿Por qué Félix? Aun te quedan 14 días.
Por ti. Me siento tan a gusto contigo…
Gracias, yo también… es una pena que solo
puedas quedarte dos semanas, seguro que
nos conoceríamos mucho más.
Él se quedó un poco pensativo con aquella frase mía y yo misma
también por haberla pronunciado casi inconscientemente.
A lo largo de los siguientes días, la atracción que sentía por Félix se
acrecentó, porque ya no me limitaba a verle como a un chico guapo y
simpático, sino como a un deseo intenso al que mi cuerpo no podía
resistirse. Precisamente mi novio me había notado algo rara en esos
días y le dije que era por culpa del trabajo, ya que evidentemente no
podía comentarle lo tremendamente cautivada que me sentía por
aquel guapo mexicano y como me calentaba nada más verle.
Una mañana llegó Félix más pronto de lo normal a la empresa. Me
alegré de verle, pero más al ver su cara cuando quería darme una
sorpresa:
Ven Lydia, corre… - me decía tirando de mí
hacia la calle.
Pero… ¿Félix? ¿Dónde me llevas?
Ya verás… es tu sueño…
Al llegar a la puerta principal y bajar las escaleras me mostró frente a
nosotros, una moto de gran cilindrada en el aparcamiento.
¿Y esto? – pregunté intrigada.
¿No me habías dicho que nunca habías
montado en una moto a gran velocidad?
Pero ¿Es tuya?
No, me la prestaron mis amigos de acá.
¿Vamos? – dijo ofreciéndome un casco
integral y poniéndose él otro.
Pero… Félix…
¿Qué ocurre? ¿No te gusta la idea? ¿No
confías en mí?
Si, pero es que estoy con minifalda y…
Y preciosa además… eres un bombón.
Pero no podré…
Mira por eso no te preocupes: Con el casco
nadie podrá reconocerte y yo estaré más que
orgulloso de llevar a una bonita rubia en
minifalda para envidia de todos los que te
admiren… ¿qué más pedir?
Le hice caso, me enfundé el casco integral y me subí a la parte de atrás
de aquella enorme moto. Naturalmente al hacerlo la minifalda hizo
que mis piernas se mostraran aun más al subirse la prenda y tuve que
apretarlas contra el cuerpo de mi atractivo estudiante que agradeció
aquello con una pequeña palmadita en mi muslo. Eso me gustó mucho
y apoyando mi pecho en su espalda y mis manos en su cintura salimos
disparados de aquel aparcamiento recorriendo la ciudad en esa moto
en una sensación nueva para mí y muy agradable por cierto. Además
de vivir la velocidad y de sentirme segura con un buen piloto que la
manejaba, la sensación de estar apretada contra él, más que nunca, me
proporcionaba un placer especial… notaba como se endurecían mis
pezones a medida que esa unión se hacía más palpable.
Al llegar a uno de los cruces de la ciudad, un grupo de hombres que
estaba trabajando en el cuidado de un jardín dejaron sus labores, para
observarnos. Al principio pensé que era por la propia moto, pero me di
cuenta que mis piernas llamaban mucho más la atención y eso,
evidentemente, me ponía aun más cachonda.
En otro de los semáforos que hay junto a la zona de oficinas, había una
terraza de un bar donde sabía que iba frecuentemente a desayunar mi
novio. Al acercarnos mi corazón palpitaba muy deprisa, pensando que
cuando nos viera pudiera reconocerme y esperarme un disgusto con
sus enormes celos. ¡Allí estaba! Al verle me quedé paralizada, pero
justo al pasar a su lado, comprobé que no me había reconocido ya que
me lanzó un beso como si fuera dirigido a una chica rubia cualquiera
que se le quedaba mirando desde una moto y no que fuera su propia
novia la que se ocultaba bajo un casco integral. Eso era una sensación
super morbosa que añadía un calorcito que aumentaba en mi cuerpo
hasta notar como mi sexo se iba humedeciendo sin parar.
Bueno Lydia, dime ¿qué te ha parecido? – me
preguntó Felix cuando terminamos el viaje al
tiempo que ayudaba a bajarme de aquella
motocicleta.
Ha sido fantástico.
¿Ves? Nadie pudo reconocerte.
Ya lo creo, ni tan siquiera mi novio.
¿Tu novio?
Sí, era uno de los chicos que estaba en la
terraza de aquel bar.
Oh, vaya… ni te conoce el tipo. – contestó
riendo.
La verdad es que ha sido excitante.
¿Ah si?, pues no es nada comparado con
hacerlo desnudos.
¿Cómo? ¿Desnudos?
Si… acuérdate que nadie te reconoce. Yo lo
hice varias veces en mi facultad allá en México
y no hay nada comparado a eso, es tan
excitante que deseas repetirlo una y mil veces.
Pero Félix… ¿Sin nada de ropa?
Claro, es divertido, todo el mundo se te queda
observando ¿te das cuenta? Bueno nunca lo
hice acompañado de una preciosa rubia como
tú… si quisieras…
Félix estás loco. – contesté ruborizada, pero
pensando en el fondo de esa posibilidad, algo
que me ponía más caliente, imaginando lo
prohibido, lo alocado del tema.
Los siguientes días seguimos trabajando en el proyecto de telefonía
audiovisual y lo cierto es que Félix era un alumno muy aventajado,
porque no solo aprendía rápido, sino que además aportaba ideas muy
inteligentes a todo el trabajo y sugerencias muy a tener en cuenta. Sin
embargo, lo que a mi me rondaba la cabeza era imaginarme desnuda
en aquella moto, solo con el casco puesto y abrazada a Félix y
percibiendo el contacto de nuestros dos cuerpos sin ningún tipo de
ropa de por medio.
Una mañana me sentí muy lanzada y llevé al trabajo un pantalón
blanco muy ajustado y debajo un tanga. Tal y como esperaba Félix se
quedó impresionado al verme.
Guauuu Lydia, que pantalón, estás
increíblemente hermosa.
Gracias ¿Te gusta? ¿No se me nota el tanga? –
le hice la pregunta con toda la maldad del
mundo para que se fijara bien, pasando mis
manos por las caderas.
Sin responder me hizo girar sobre mi misma y a continuación se puso
a palpar mis caderas buscando esa costura que pudiera distinguirse
bajo el pantalón. Después, ni corto ni perezoso comenzó a sobarme el
culo, primero suavemente pero más fuerte después. Me tuve que
agarrar a una silla para no caerme del gusto que me estaba
suministrando. Cerré los ojos sintiendo como aquellas perversas manos
me sobaban el culo y de mi garganta salía un pequeño gemido. El
cuerpo de Félix se pegó detrás del mío notando como la dureza de su
polla se ubicaba entre mis glúteos de aquel ceñido pantalón.
Vaya culito Lydia, debe hacer maravillas a tu
novio.
Gracias. – respondí sonriente a su piropo
pensando si se refería a que hubiera tenido
relaciones anales con mi chico, algo que me
había rogado en innumerables ocasiones y a
lo que siempre me había negado
rotundamente.
Lydia, estoy desesperado… Llevo casi diez días
aquí y no puedo contenerme… - me decía
pegando su boca a mi oreja. Ese culo me tiene
trastornado…
Félix… no puede ser… tengo novio y…
mmmm….
¿Y que importa? Te deseo Lydia…
Félix no, por favor… - repetía yo cuando sus
dedos pasaron de mis caderas a la parte de
delante y comenzaron a acariciar mi chochito
por encima de la tela de mi pantalón. En ese
momento creí morirme de gusto.
Lydia como me gustas… te deseo más que a
nada en el mundo. – repetía en mi oído a
modo de susurro.
Aquello era superior a mí, no podía aguantar de sentir sus dedos
jugando entre mis muslos y haciéndolo con gran pericia. Sin embargo
intenté poner un poco de orden a todo aquello, pensando en mi novio,
separé la mano de mi entrepierna que tanto placer me estaba
aportando:
Félix, no por favor… perdóname…
Él me sonrió y entendió perfectamente por mi cara la situación tan
complicada en la que me encontraba.
No, la que debes perdonarme eres tú. Me dejé
llevar… creo que he sido muy desconsiderado
y no quise molestarte…
No le dejé acabar la frase.
¿Molestarme?... Félix, me ha encantado. Sentí
un placer tremendo y… me gustas mucho…
pero es que mi novio…
Vaya – contestó algo sorprendido - ¿Yo te
gusto?
Por supuesto Félix. Eres un encanto y además
estás buenísimo y…
¿Ah siii? Dime, dime…
Bueno, cuando noté en mi culo la dureza esa
de ahí, pues… sentí algo extraño y placentero.
Pero yo estoy comprometida y… comprende…
No tienes por qué disculparte preciosa, lo
entiendo perfectamente.
Además de ser tantas cosas, demostró ser un caballero muy sensato y
muy amable en una situación embarazosa para mi, a pesar de que lo
que más deseaba en ese momento era que me siguiera metiendo
mano y sentir esa polla alojada en otro lugar… follar con aquel
mexicano que me hechizaba con aquellos ojos debía ser increíble, con
solo imaginarlo me humedecía entera.
Eres un cielo Félix – le dije percibiendo el gran
bulto que se le había formado bajo el
pantalón… más grande de lo normal. Dios
como me ponía ese tío, estaba hecha un lío…
Gracias pero es que imaginé ese culito
precioso y… no pude resistirme a la
tentación…
¿Qué imaginaste?
Pues que tu novio tendrá todo un maravilloso
regalo con él, cuanto le envidio en todos los
aspectos. Es un tipo con suerte.
Entendí que Félix se refería nuevamente a que mi novio había
conseguido perforar mi agujerito posterior.
Bueno, Félix, ¿Te puedo contar un secreto?
Sí, claro.
Pues que yo no…
¿Tú no qué?
Ante mi silencio se me quedó mirando fijamente incrédulo de lo que le
contaba, para intentar aclararlo con una pregunta:
¿Quieres decir que aun no has probado…?
Pues no, el culito lo tengo virgen, sí.
Oh, vaya.
¿Te sorprende?
En cierto modo sí, pero no pasa nada.
Sospechaba que Félix debía ser todo un experto en el tema en el que
yo andaba pez y que yo lo consideraba un tema tabú, mientras él
hablaba con tanta naturalidad.
Félix, siento haberte provocado de alguna
manera y… no sé como compensarte, me
siento mal…
Para nada mujer, la culpa ha sido mía. ¿Qué tal
si cenamos juntos mañana y nos olvidamos de
todo?
¿Mañana por la noche..? Bueno claro, al fin y
al cabo te quedan dos días. ¿Dónde te
gustaría ir?
A tu casa, si me invitas, claro...
¿Pero…? – pregunté algo desorientada.
Sí, tengo ganas de conocer a tu novio, ese que
tiene la suerte de tenerte en exclusividad,
debe ser un tipo con mucha suerte. Le envidio,
sinceramente y tengo ganas de conocerle.
No pude negarme y entendí que tampoco tenía importancia que fuera
a cenar a casa para presentarle a mi chico a pesar de que este se
pudiera sentir algo celoso, pero incluso aquella idea también me atraía.
Si me hicieras otro regalo sería el hombre más
feliz del mundo – añadió a continuación aquel
mexicano tan atractivo y seductor.
Claro, si está en mi mano… lo que quieras. -
contesté segura.
Pues que me acompañes de nuevo en mi
moto.
Bueno, eso será un placer. Me encantó la otra
vez.
Pero ahora sería de una forma especial…
¡Desnuda!
¿Cómo? – pregunté alarmada abriendo mis
ojos como platos.
Sí Lydia… ¿Recuerdas lo excitante que te
resultó el otro viaje? Nadie te podrá conocer,
con el casco quedarás en el anonimato y en
cambio será muy divertido…
Pero Félix eso no puede ser… Yo no puedo…
Desnuda contigo…
Está bien, está bien… Hagamos una apuesta.
¿De qué tipo?
Si consigo terminar el proyecto que hemos
comenzado antes de mañana y reducir su
presupuesto en al menos un 40% ¿Lo harías?
¿Irías desnuda en mi moto?
Sabía que aquello era materialmente imposible. Primero porque el
proyecto conjunto estaba muy poco avanzado y a pesar de que él
fuera un alumno tan destacado, no tendría tiempo suficiente ni
conocimientos para cerrarlo en un solo día. Pero lo más absurdo era
acabar con un presupuesto más bajo, pues los costes estaban
ajustadísimos.
De acuerdo. Acepto la apuesta. – Contesté
sonriente y segura que aquello era más que
ilógico.
Entonces quedamos que si cumplo mi parte
irás desnuda conmigo en la moto…
No podía creérmelo, pero el solo hecho de pensarlo me excitaba
muchísimo, tanto, que deseaba que pudiera cumplir esa apuesta tan
complicada y poder ir desnuda junto con Félix en aquella moto a gran
velocidad. La idea era alocada, atrevida, morbosa y muy atrayente.
Bueno… y si no cumples tu parte ¿Qué gano
yo? – pregunté.
Lydia, estoy muy seguro de que voy a ganar
ese reto, pero si pierdo, el que paseará
desnudo en la moto seré yo.
La idea también me seducía, porque de todas, todas, la ganadora era
yo, porque aun perdiendo, podría desnudarme ante él, algo que
soñaba con poder hacer y ganando, poder verle desnudo sería como
un sueño para mi. Durante toda la tarde y la noche estuve observando
sus movimientos en la mesa de trabajo, en el laboratorio, en la
biblioteca, desesperado por terminar con aquel proyecto y desde
luego con su apuesta. Me divertía aquello y el final que se avecinaba
me ponía muy nerviosa. Me fui a casa y él se quedó toda la noche
trabajando. Me costó mucho conciliar el sueño, pues no dejaba de
preguntarme si Félix sería capaz o no de cumplir con su parte y de
saber qué pasaría finalmente con el envite.
A la mañana siguiente Félix me esperaba sonriente en mi despacho. Un
escalofrío recorrió mi cuerpo imaginando verme desnuda ante él,
pensando que hubiera conseguido el objetivo.
Hola preciosa. – me saludó sonriente.
Hola Félix… ¿Cómo te ha ido? – pregunté
nerviosa, excitada e intrigada.
Pues compruébalo tú misma.
Eché un vistazo a todo el informe que tenía sobre mi mesa y pude
contemplar todos los avances que había conseguido con el nuevo
proyecto y había logrado adelantarlo casi por completo, incluso en su
presupuesto, reduciendo considerablemente la parte más costosa… sin
embargo no llegó a los términos de la apuesta. Me quedé mirando
fijamente a aquellos ojos que tanto me irradiaban y le sonreí diciendo:
Creo que has perdido.
Sí, casi lo consigo, pero no he llegado… es una
lástima. De todos modos cumpliré mi apuesta
e iré desnudo como te había prometido.
En parte me sentí bien porque no era yo la que tenía que ir desnuda,
algo que en parte me daba muchísima vergüenza, pero por otro me
arrepentía, pues creo que ese hecho podía haber resultado morboso y
excitante… y posiblemente una oportunidad única en mi vida.
Llegamos al garaje donde tenía aparcada su moto y junto a ella
comenzó a despojarse de toda la ropa delante de mis narices, en un
sueño hecho realidad: mi guapísimo alumno haciéndome todo un
show, para mí solita. Aun viéndolo con mis propios ojos, no alcanzaba
a creérmelo.
Primero se quitó la camisa blanca, botón a botón, hasta mostrarme un
poderoso y musculoso torso. Después su pantalón dejando a la vista
unos boxer blancos ajustados. Por un momento dudé que se atreviera
a continuar, pero lo hizo y se los bajó, revelándome un cuerpo de
impresión, tal y como vino al mundo. No me lo podía creer… Miré a
sus ojos y le sonreí agradecida. A continuación mi vista se fue
moviendo lentamente por cada centímetro de su cuerpo, observando
sus fuertes hombros, sus potentes brazos y aquellos abdominales
marcados. Para rematar su miembro parecía llamarme a pesar de
encontrarse en reposo, pero me pareció grandioso… Que cuerpo más
bien formado, que excitación sentía todo mi cuerpo, desde mis duros
pezones hasta mi chochito que palpitaba jubiloso.
Bueno Lydia, ¿Qué tal? Cumplí mi apuesta…
¿No lo creías? ¿Qué te parece? – me preguntó
girando sobre sí, mostrándome sin pudor su
cuerpo desnudo y dejándome sin habla.
Yo… Creo… Me parece que tienes un cuerpo
precioso. – fue lo que salió por mi boca.
Gracias, la lástima es que no haya sido yo el
ganador de la apuesta, jeje… Me hubiera
encantado estar en tu situación.
No sé de donde saqué fuerzas y donde metí mi timidez, pero de algún
modo necesitaba hacerlo:
Félix, no te quedarás con las ganas… tu
apuesta ha estado muy cerca, en cierto modo
yo también estoy en deuda contigo.
A continuación ante su asombro y el mío propio, fui yo la que se fue
despojando de la ropa. Primero la camiseta, sacándola por mi cabeza y
exponiéndole un sujetador negro de encaje. Luego mis vaqueros
lentamente a lo largo de mis piernas. Por un momento miré a los ojos
de Félix que brillaban sin duda por la emoción y la sorpresa. Me saqué
el sostén, dejando a la vista mis tetas para su disfrute y el mío también
pues el hecho de hacerlo me calentaba un montón. A continuación fue
mi tanga el que fue bajando por mis piernas hasta quedarme en
pelotas ante mi atractivo alumno mexicano. Aun no sé como me atreví
a hacerlo.
Cuando alcé la vista sus ojos no solo brillaban sino que deslumbraban,
pero aun más su polla que se había levantado instintivamente ante mi
improvisado streaptease.
Ya estamos igual. – dije con mis manos en mis
caderas de modo desafiante.
¡Que preciosa eres! – me dijo.
Me sentía en parte algo avergonzada y sorprendida de mi
atrevimiento, sin embargo la excitación era tan grande que no me
incomodaba para nada mostrarme así, sin pudor alguno delante de
Félix.
Veo que te he puesto algo nervioso – le
comenté sonriente y señalando la erección
que parecía no detenerse, prácticamente
apuntando al techo.
Cualquiera no se pone nervioso contigo.
Bueno, ¿Vámos? Añadí decidida y cogiendo
uno de los cascos en disposición de recorrer
algunas calles de aquella manera tan inusual.
¿Estas segura de hacerlo, Lydia?
Completamente.
Félix me hizo un recorrido por todo el cuerpo con su mirada, lo mismo
que yo al suyo. Seguidamente se subió a la moto llevando como única
prenda su casco obligatorio. Me apoyé en su hombro y me subí tras él.
Inevitablemente nuestros cuerpos quedaron pegados y mil
sensaciones me asaltaron. Todas ellas convertían el ambiente en
enormemente morboso. Mis tetas se pegaron a su espalda y el hecho
de sentirla así directamente rozándome provocó que mis pezones se
endurecieran. Mi ombligo quedaba a la altura del comienzo de sus
posaderas y notaba el calor que desprendían sobre mi sexo que
también estaba al rojo vivo. Para colmo me agarré a su cintura para
sentir aun más ese contacto de nuestros cuerpos desnudos. Los dos
suspiramos a la vez ante esa sensación. Era todo increíble.
En cuanto la moto arrancó mi cuerpo se pegó aun más al de Félix.
Estábamos piel contra piel en una sensación tan extraña como
asombrosamente excitante. Me encantaba sentirle adherido a mi
cuerpo. Notar su espalda contra mis tetas y que estas le rozaran con el
movimiento. Saber además que estaba con su polla completamente
erecta provocaba que mis pezones también lo estuvieran. Coloqué mis
manos sobre su pubis, sabiendo que su hermosa verga estaba cerca de
mí.
La moto recorrió algunas calles cercanas a la zona de mi trabajo y
evidentemente nadie podía reconocerme, pues el casco ocultaba mi
rostro, aunque mi pelo saliera ligeramente por debajo. Saberme
anónima con mi desnudez y que la gente se quedara boquiabierta me
ponía como una moto, nunca mejor dicho...
¿Que tal vas Lydia? – Me preguntó Félix.
Muy bien, muy bien… Esto es tan morboso…
¿A que si?
Todos se paraban a vernos pasar. Desde luego la imagen de una moto
con una pareja desnuda es algo insólito y eso les asombraba e imagino
que también les excitaba. La mezcla de exhibicionismo que estábamos
dando, el miedo, el morbo, la locura… todo junto era superdivertido.
Solo dimos unas vueltas, pues no queríamos que la policía nos
detuviera por escándalo público, pero fue el tiempo suficiente para
sentir tantas cosas que es una experiencia inolvidable. Al bajarnos de la
moto nos volvimos a observar el uno al otro, como queriendo captar
esa última imagen, desnudos uno frente al otro. Nos quitamos los
cascos y permanecimos así, mirándonos en silencio durante unos
segundos. Me invitó a que me girara sobre mi misma, quería verme
desde todas las posiciones.
- Me encantas – dijo sonriendo.
Después se abrazó a mí, percibiendo de nuevo su calor y su polla dura
pegándose contra mi abdomen.
Gracias Lydia. Ha sido maravilloso. – me dijo
dándome un pequeño beso en los labios.
Gracias a ti – le contesté devolviéndoselo.
Nos vestimos en silencio, soltándonos alguna sonrisa cómplice de vez
en cuando, sabiendo que estábamos completamente locos, pero eso
nos había divertido tanto… y sobretodo: nos había provocado un
placer mutuo sin igual…
Ninguno avanzamos más allá que aquellos roces, aquel abrazo y aquel
beso, pero estaba segura que los dos hubiéramos deseado llegar más
lejos y convertirlo en algo mucho más intenso y duradero. Todas esas
sensaciones, aun siendo deliciosas, se quedaban a las puertas de lo
que los dos anhelábamos, terminar lo que habíamos empezado, pero
ninguno dábamos el paso. Mi freno era sin duda mi novio y hubiera
deseado que Félix no tuviera tantos reparos como yo para que se
lanzase sobre mí, sin embargo el hecho de que fuera tan correcto y
educado, yo creo que aun me ponía más fogosa.
Por mi cabeza pasaba la idea de olvidarme de mi novio y de todo…
sentir la preciosa polla de Félix entre mis dedos, tenerla en mi boca y
follar con ese chico… Era más que una obsesión desde que había
llegado. Lamentablemente la imagen de mi novio volvía a aparecer en
mi mente cada vez que lo pensaba.
Bueno Lydia, todavía no me creo que hayamos
hecho esto. – me dijo.
Yo tampoco Félix, es una locura, pero no me
arrepiento.
Entonces, ¿quedamos para una cena tu novio,
tú y yo?
Claro, te quedan dos días y hay que darte una
buena despedida. – le decía yo pensando en
el buen repaso que le daría yo pero de otra
manera.
Yo llevo el vino. – añadió despidiéndose con
dos besos, una vez que nos vestimos, sin darle
ninguna importancia como si nada hubiera
pasado.
Al día siguiente como estaba previsto, Félix acudió a casa y yo le conté
a Carlos, mi novio, que se trataba de mi alumno y que se marchaba al
día siguiente, sin saber todavía si se sentiría celoso, pero al fin y al
cabo sabía que me complacería y tendría el buen detalle de atenderle
como anfitrión. Me puse un vestido negro de tirantes finos que es algo
escotado y por encima de la rodilla con algo de vuelo y ceñido a la
cintura. Sin duda quería estar elegante y sorprender a nuestro invitado.
Mi novio y él se saludaron cortésmente cuando les presenté:
- Carlos, él es Félix, mi alumno que ha venido de México.
No sé por qué razón, pero creo que congeniaron desde el principio,
mejor incluso de lo que yo misma imaginaba. Félix estaba arrebatador:
Una camisa larga azul marino con el cuello ligeramente abierto y unos
pantalones de lino le hacían elegante y más deseable todavía, pero mi
mente no se apartaba ni un momento de lo vivido el día anterior,
cuando ambos fuimos desnudos sobre la moto a gran velocidad.
Todas esas sensaciones me habían transformado y alucinado.
Lydia, estás hermosa – comentó Félix
dándome primero un beso en mi mano
galantemente y después otro en mi mejilla
ante la atenta mirada de mi novio que pareció
fruncir el ceño en un gesto de celos de los
suyos.
Aquella situación a la añadida de mis recuerdos sobre dos ruedas,
provocó que de mi coño emanaran de nuevo fluidos y que mis
pezones se endurecieran considerablemente.
En la cena los chicos volvieron a compenetrarse en temas en los que
ambos parecían coincidir bastante, como el fútbol y las motos, ni
siquiera sabía que mi novio conociera tanto de eso y las ganas que
tenía de comprarse una. Pobrecito, si hubiera sabido que su novia ya lo
había probado, pero además completamente desnuda y con aquel
hombretón mexicano que tanto me excitaba. De vez en cuando, Félix
parecía darse cuenta de mis pensamientos y me sonreía o me dedicaba
algún cumplido guiño cuando mi novio estaba algo más despistado. El
morbo se palpaba por todos lados.
Creo que bebimos bastante del vino con el que nos agasajó Félix,
concretamente cayeron las dos botellas y los licores que
acompañamos al final charlando los tres alegremente sentados en el
sofá, algo que nos hizo desinhibirnos y hablar de cosas mucho más
ardientes.
Bueno Félix, ¿Qué tal de mujeres en tu país?
¿Tienes novia? – le preguntó mi novio.
Ahora mismo no tengo ninguna chica
esperándome, pero no me quejo, he tenido y
tengo buenas amigas.
Realmente las mexicanas son preciosas. –
añadió Carlos.
Sí, pero las españolas no tienen por qué
envidiarlas. –intervino Félix mirando de reojo
hacia mí.
Oh, vaya, ¿Te ha gustado alguna?
Ya lo creo. La belleza de las españolas te
hechiza.
Yo no sabía donde meterme pero cuando los ojos de Félix se dirigían a
mí de esa forma conseguía además de sacarme los colores, excitarme
aun más de lo que estaba con el aliciente de que mi novio pudiera
mosquearse, eso añadía más morbo a la situación.
Bueno y en la cama, ¿Quiénes son mejores? –
le preguntaba Carlos, sin enterarse de nada de
nuestros secretos vividos y además, con tanto
alcohol encima, le costaba coordinar las frases.
No puedo comparar, ya que solo lo hice con
mexicanas. – sentenció Félix mirándome
fijamente a los ojos, provocando mi deseo
aumentado. El alcohol, el morbo y la propia
situación provocaban en mí, un gusto fuera de
lo normal.
Bueno, cuenta, cuenta, no te cortes, ¿Cómo se
lo hacen las mexicanas?
Yo le di un codazo en el hombro a mi novio en señal de que estaba
muy bebido y preguntado cosas demasiado directas y que le ponían
en un compromiso a nuestro invitado. Sin embargo Félix, contestó con
naturalidad.
Muy bien, las mexicanas son muy buenas
amantes, al menos las que he tenido el gusto
de conocer.
¿Y como la chupan? ¿Hacen buenas
mamadas? – añadió mi chico lanzado con
aquella embriaguez.
¿Eres idiota? – le dije yo empujándole para
que dejara aquellas preguntas, aunque en el
fondo estaba deseosa de saber todas las
respuestas salidas de los labios de aquel
hombre tan interesante… y que además,
siendo tan joven, tuviera tanta experiencia con
mujeres.
Bueno cariño, déjale que nos cuente, vamos si
no le importa. – amplió mi novio.
No Lydia, no te apures, no me importa
contestar en absoluto. Estamos entre amigos…
Como digo, mis compatriotas además de
bellas saben satisfacer la sed de sus hombres,
si bien son muy fieles a sus parejas.
Entonces, como las de aquí, también todas
muy fieles y estrechitas, jajaja… – añadió
Carlos.
No podía creer lo que decía mi novio, primero por atreverse a hacerle
a Félix ese tipo de preguntas y segundo porque no entendía si esa
"estrechez" a la que hacía referencia era por mi o por las españolas en
general. Me daban ganas de decirle: "pues tu novia la estrechita ha
estado ayer con este chico en pelotas recorriendo las calles de la
ciudad sobre una moto", pero a pesar de estar algo bebida, no cometí
ese error y me quedé sin pronunciar palabra.
Sigue Félix, ¿Cómo haces para llevarte a una
chica de tu país a la cama? – insistió mi chico.
Carlos, por favor. – le decía yo agarrándole
por el brazo.
Calla mujer, déjale. Me interesa saberlo…
Bueno, para conquistar a una mujer hay que
ser muy delicado con ella, creo que tanto aquí
como en México. – añadió Félix.
Mis pensamientos me llevaban a querer darle un abrazo a Félix por
haber estado tan caballeroso y oportuno, en contra de las
impertinentes preguntas de Carlos, siempre tan fuera de lugar,
eternamente tan cerdo y obseso.
Una pregunta Félix ¿Se dejan dar por el culo?
– preguntó de pronto Carlos.
¡Ya basta! – dije levantándome del sofá
airadamente.
No te mosquees mujer, estamos en confianza,
es solo una curiosidad que tengo. Lo digo
porque las españolas son muy cortadas en eso
y quería saber si las mexicanas…
¡Carlos! – le repetí de nuevo indignada,
primero por airear nuestras intimidades y por
ser tan descarado y maleducado.
Nena, si no quieres escuchar te vas, ya se que
a ti eso no te gusta, pero a mi me interesa… -
añadió Carlos
Nunca había dejado a mi chico que tuviéramos sexo anal, pues me
daba un pánico terrible, pero tampoco era cuestión que lo contara a
los cuatro vientos. Sin embargo, yo también estaba intrigada por saber
lo que contaba nuestro invitado y me senté de nuevo, afirmando mi
interés. Félix rió al verme tan atenta, pues él sabía de mi virginidad
anal.
Creo que si vas muy directo, ninguna mujer va
a dejar que le hagas determinadas cosas, que
a priori le atemorizan, es lógico. Es cuestión
de tacto. – nos explicó.
Hubo un largo silencio, por un lado la contundente frase de Félix me
dejó pensativa y a mi novio haciendo quinielas de cómo conseguirlo,
pero nadie añadió nada más y la conversación quedó ahí. Tras las
copas y la charla que tan interesante tema, Carlos estaba rendido o
más bien bebido y en poco tiempo se quedó profundamente dormido
en el sofá. Lo cierto es que había ingerido más alcohol de la cuenta,
aunque eso tampoco era nada fuera de lo normal. Me levanté y ocupé
el asiento al otro lado junto a mi guapo invitado, tomándole de las
manos.
Félix tienes que perdonar a Carlos por esas
impertinentes preguntas… Es muy
desconsiderado y bastante grosero.
No te preocupes, preciosa, no pasa nada.
Sí, pero no quería que te importunase. –
añadí.
Me ha gustado mucho hablar de ello… ¿Y tú?
¿Qué opinas? – me preguntó mirándome a los
ojos.
Bueno, yo… me he quedado cortada y
también algo intrigada.
¿Ah si?
Sí, sentía curiosidad…
Entonces ¿Te serví de ayuda?
Pues creo que sí, no parece tan horrible como
yo creía… La verdad es que él no ha tenido
mucho tacto precisamente, como tú decías…
siempre ha ido "a lo bruto" y yo tengo mucho
miedo a eso, Félix… siempre pensé que me iba
a doler mucho… algo que no me hace
relajarme.
No tienes por qué temer nada si él lo hace
con cuidado. El sexo anal es algo muy natural
y cuando lo descubres no dejas de practicarlo.
Es fantástico.
Pero duele un poco… reconócelo.
No Lydia, eso es un tópico, no duele nada si
estás preparada y créeme el día que lo
experimentes, dejarás esos miedos para
aventurarte en un mundo muy placentero y
gozoso.
Aquella frase me gustó en un momento en el que yo estaba además
de algo bebida, muy cachonda. Sin poder resistirme le planté un beso
en la boca en señal de mi agradecimiento y de su galantería, además
de sentir un deseo cada vez mayor hacia él. Como me ponía mi
alumno mexicano…
Lydia, eres una mujer estupenda. Ojalá algún
día tu novio pueda mostrar ese cuidado para
llevarte al séptimo cielo, como tú mereces. Y
sino, aquí me tienes a tu disposición – señaló
Félix sonriendo.
¿Lo harías por mí? – le contesté con la mejor
de mis sonrisas y con una calentura de
campeonato.
¿Bromeas? Nada me complacería más. Hacer
el amor contigo debe ser como un regalo de
dioses. Algo así como un sueño.
Hay que ver las cosas tan bonitas que sabía decir aquel alumno mío…
A cada momento me ponía más y más caliente. No pude remediar
darle otro beso pero esta vez mi lengua quiso explorar la suya y darnos
un morreo intenso mientras mi novio dormía como un tronco sobre el
sofá a pocos centímetros de nosotros. Félix acariciaba mi cabeza y yo
me agarraba a su cuello como queriendo que no se fuera nunca y que
nuestras bocas se fundieran en ese beso inolvidable.
¡Hagámoslo! – dije de pronto mirándole
fijamente a los ojos.
Pero… ¿Cómo?
Quiero follar contigo Félix y… que estrenes mi
culito. Necesito un experto para iniciarme en
esa locura del placer.
Lydia… ¿Ahora?
Sí, ahora o nunca, sino no me atreveré…
Pero ¿Estas completamente segura? ¿Quieres
que follemos…? ¿Y tu novio…?
Félix, hazlo antes de que me arrepienta…
Además Carlos está como un tronco…
Vayamos al dormitorio.
Pero… podría despertarse. – añadió con
temor.
Félix, quiero follar contigo ahora, estoy muy
cachonda y quiero hacerlo en mi cama…
Carlos cuando está así, se queda muerto… no
se entera y además… ¿No te parece super
morboso saber que nos pueda descubrir? –
sentenciaba yo, sin creer lo que salía por mi
boca, comportándome de una forma inusual,
como una auténtica zorra caliente.
Pero Lydia… es una locura, si él despertase…
Ah vaya, ¿Tienes miedo? Recuerda que yo me
atreví con el asunto de la moto.
Nada de miedo, preciosa, si tú estás segura,
no hay objeción. Por ti, merece la pena
arriesgarse a eso y más.
Le tomé de la mano tirando de él y para evitar que yo misma pudiera
arrepentirme, nos dirigimos a mi dormitorio. Félix se sentó en la cama
y yo a horcajadas sobre él. Me agarré con mis manos a su cuello y nos
quedamos mirando unos segundos fijamente. Nuestros pechos
estaban unidos, podíamos percibir la respiración del otro y los
respectivos sexos en contacto a través de la ropa. La erección de Félix
era evidente y palpable en mi coño que ya estaba hinchado y
palpitante. Le saqué la camisa como una desesperada, acariciando ese
torso desnudo que tanto me embelesaba… seguía besándole en el
cuello, en la boca, mientras él acariciaba mi espalda por encima del
vestido y la otra mano se introducía entre mis muslos buscando el
lugar más caliente de mi cuerpo.
Dios que gusto Félix… - dije entre suspiros al
notar como sus dedos habían llegado hasta
mi tanga empapado.
La lengua de Félix se movía con tremenda pericia, pasaba por mis
labios, jugueteaba con mi lengua y yo quería que aquello no terminase
nunca. Buscaba con mis labios atrapar esa lengua juguetona. Estaba
cachondísima. Le deseaba… le necesitaba. Me sacó el vestido por
encima de la cabeza y observó mis pechos desnudos de nuevo, pero
esta vez no se conformó solo con mirarlos, sino que los atrapó con
esas divinas manos que me hicieron estremecer…
Félix, que delicia… - repetía yo mirando hacia
atrás, pensando que mi novio pudiera
espabilarse, pero nada, con semejante
borrachera estaría fuera de juego por bastante
rato.
Lydia, cuanto he deseado este momento –
repetía mi alumno.
Nuestras caricias eran continuas y nuestra lucha por despojarnos de la
poca ropa que nos quedaba era desesperada, hasta que, como dos
locos, nos pusimos en pie y mutuamente nos quitamos las últimas
prendas, hasta quedarnos completamente desnudos. Del mismo modo
que en la aventura de la moto, volvimos a observar nuestra desnudez,
pero ahora ya no hubo ningún impedimento, ninguna timidez para
tocarnos, para acariciarnos, para besarnos incesantemente. La polla de
Félix se veía esplendorosa y creo que vigorosamente grande. Al
sostenerla entre mis dedos él no pudo evitar emitir un pequeño
gemido que aun me encendía más. Ya no había marcha atrás, ahora
iba por fin, a follar con ese hombre… y me iba a iniciar en ese
prohibido mundo del estreno de mi culito.
Eché una última mirada a mi espalda en busca de mi novio. Esa
sensación de saberle allí, tan cerca, completamente ebrio y sin
percatarse de nada, me producía un gusto inaudito.
Félix me encanta esta polla, cuanto he soñado
con acariciarla – le decía yo sin dejar de
juguetear con ella entre mis dedos.
Lydia, es una maravilla, tus caricias me
enloquecen…
Pues vas a ver como trabaja mi boca. –
Sentencié.
Tras decir eso, le empujé sobre la cama, quedándose tumbado y con
su preciosa daga apuntando al techo. Me arrodillé sobre la cama a su
lado y frente a la palpitante verga de mi mexicano adorado. La tomé
de nuevo entre mis dedos, como un trofeo anhelado y con mi lengua
recorrí toda su longitud, desde su base hasta la punta mientras de
reojo observaba como él se estiraba y cerraba los ojos en síntoma
claro de lo bien que lo estaba disfrutando. Lo siguiente fue chuparle
los huevos, con la lengua, con los labios, incluso mordisqueándolos
con mis dientes. Esas bolas divinas y bien afeitaditas tenían un sabor
extraordinario, cuantas veces las había soñado y ahora las devoraba
con empeño. Luego me metí todo ese enorme tronco en la boca,
lentamente pero hasta casi llegar a mi garganta y comencé a mamarlo
con todas las ganas. Solo se oía el ruido de mi aliento y mi boca que
lubricaba aquel impresionante pene. Mis manos se agarraban a sus
caderas y mi velocidad iba en aumento como si aquella mamada fuera
lo último por hacer en mi vida. Me pidió que me tumbara en la cama
pues veía que no podría resistir por más tiempo las caricias que mi
lengua y mis labios estaban proporcionando a su delicado miembro.
Era su turno para arrancarme todo el placer.
Al tumbarme y recibir de inmediato la lengua de Félix en el interior de
mis muslos creí entrar en el paraíso del placer. Recorrió mis piernas
incesantemente hasta que llegó a mi vulva, allí se desbordó,
trabajando afanosamente con sus labios y su lengua. Lo hacía
maravillosamente y mi cuerpo sentía todo el placer del mundo. Tenía
que sostenerme a su cabeza y solo repetía su nombre en señal del
gusto que me estaba suministrando. Que placer tan grande.
Ven Lydia, quiero follarte. – me dijo
incorporándose. Se sentó al borde de la cama
y volvió a mirarme con esos ojos que me
traspasaban, que me encendían más y más.
No había nada más excitante que aquello, era
superior a mí. Por fin iba a sentir la polla de mi
aventajado alumno dentro de mí, esa
anhelada ilusión se iba a hacer realidad y con
el morbo añadido de tener a mi novio tan
cerca.
Dios, que sensación Félix, esto es tan
excitante… - le decía yo en pie agarrada a su
mano dispuesta a montar como una loca
sobre su poderosa daga.
Ven, preciosa. – me repetía Félix sentado
sosteniendo con fuerza una verga que me
pareció gigantesca.
Que polla… es enorme…
Es toda tuya, nena. Súbete y cabalga, mi vida…
Así lo hice. Abrí mis piernas y me senté sobre mi deseado alumno.
Agarré aquel violáceo capullo y lo orienté entre mis muslos hasta que
su punta se ubicó en la entrada de mi coño. Tuve que cerrar los ojos,
porque casi me mareo de esa sensación… más aun cuando la cabeza
de esa preciosa polla se hizo paso en mi interior, para después
centímetro a centímetro dejarme caer sobre ella y quedar empalada.
Dios, que gusto era sentirla tan adentro, pensé que me iba a partir en
dos, sin embargo se adaptaba perfectamente, creo que ambos
estábamos hechos para follar como si fuéramos el engranaje perfecto.
Abrí mi boca para que la lengua de ese hombre se introdujera a jugar
con la mía, quería tener todo lo máximo de él... sentirle plenamente.
Que polla más rica… Félix… que delicia -
repetía yo, olvidándome de mi novio
dormido…
Es toda tuya preciosa, disfrútala.
Empecé a subir y bajar continuamente por esa larga tranca que me
arrancaba gusto tras gusto logrando hacerme estremecer de placer
con cada embestida. Salía hasta casi la punta para volver a dejarme
caer y sentirla completamente. Era increíble el gusto que me estaba
proporcionando aquel mexicano tan habilidoso, creo que mereció la
pena toda la locura, de otro modo no hubiera apreciado que esa polla
ahora me pertenecía, estaba dentro de mí y no quería que ese
momento se acabase nunca. Follábamos con desesperación, nos
besábamos, nos acariciábamos y gemíamos sin importarnos que Carlos
se pudiera despertar, solo éramos Félix y yo. El chapoteo de nuestros
sexos lubricados era un sonido celestial y yo me apoyaba en el cuello
de mi venerado alumno y me dejaba caer intentando hacer más
intensas cada una de las acometidas.
Nuestros cuerpos desnudos sudaban y se unían en un polvo
maravilloso, ese que nunca mi novio me había regalado en condiciones
y que me hacía sentirme nueva, diferente, excitada… y muy feliz. Podría
haber pensado en el engaño que estaba cometiendo, la gran locura de
serle infiel y tan cerca, sin embargo, follar con el guapísimo de Félix y
tenerle dentro de mí era lo único que merecía la pena.
¿Estás preparada Lydia? – me dijo de pronto.
Sí, lo estoy. – contesté decidida mirándole
fijamente a los ojos y con esa polla que
llegaba a lo más hondo de mi ser sabiendo
que en ese momento se abriría paso en mi
virginal culito.
Félix comenzó a acariciar mi esfínter con sus dedos sin dejar de
introducir su miembro en mi sexo ni de besarme tiernamente,
consiguiendo que mi cuerpo se dejara llevar relajadamente. Un dedo
se abrió paso sin dificultad en mi agujero posterior, de forma increíble
y con él fue haciendo las veces de un pequeño folleteo en mi culo.
Lydia ¿tienes algún aceite corporal? – me
preguntó sin dejar de hurgar con su dedo mi
orificio.
Sí, tengo.
Tráelo, preciosa.
Me costó separarme de Félix durante los pocos segundos que tardé en
dirigirme al baño en busca del aceite que utilizo para después de la
ducha.
Este ¿Puede valer? – le pregunté a mi nuevo
amante que permanecía con una enorme
erección al borde la cama cuando regresé
rauda.
Sí, es… perfecto. Date la vuelta, quiero ver ese
precioso trasero en pompa, Lydia. Vas a ver
como lo vivido hasta ahora es solo el
comienzo, ahora voy a romperte el culo y vas
a ver las estrellas.
Sus palabras me enloquecían, a pesar de que en muchas ocasiones el
solo hecho de pensarlo me producía pavor, ahora me sentía con
tremendas ganas de probarlo. Iba a ser Félix, ese que fuera mi becario,
ahora mi profesor en esta nueva enseñanza. Coloqué mi culo frente a
su cara que sentado desde la cama lo toqueteaba, lo mimaba
lentamente y lo lamía con su lengua mientras separaba los cachetes y
provocaba que mi agujero se abriera ante aquellas caricias y
chupeteos. Yo creía morirme. Miraba mi cara reflejada en el espejo del
armario que se encuentra justo frente a mi cama y comprobaba que
era de puro vicio, estaba más cachonda que nunca en mi vida. Mis ojos
brillaban a más no poder, mis carrillos enrojecidos indicaban el nivel de
calentura y lo remataban mis pechos inflamados con los pezones
puntiagudos…
De pronto sentí un dedo entrar por completo en mi culo, pero no me
dolió en absoluto, porque sin verlo imaginaba que Félix lo había
lubricado a base de bien con el aceite.
¿Qué tal preciosa?
Muy bien, Félix, es cierto. No duele nada.
Claro mujer, verás como poco a poco se va
dilatando.
No sé de donde sacaba esas habilidades, ese chico tan joven era un
auténtico experto en dar placer, ignoro si tenía mucha experiencia en
el tema, pero desde luego nadie me había mimado tanto y me había
regalado tanto gozo. Sus dedos pasaban de mi sexo a mi culo varias
veces, mientras que con la otra mano lo hacía entre mis tetas y mi
ombligo, aquellas caricias me hacían aflojarme muchísimo. Un nuevo
dedo entró en mi culo y esta vez bien adentro. Pero lo mejor de todo
es cuando lograron entrar dos a la vez. A los pocos segundos sí que
sentí cierta molestia, pues era algo tan grande que nunca antes se
había alojado en mi parte trasera. Pegué un pequeño gritito al notar
esa rara presión en mi ano.
¿Todo bien? ¿Algún problema?– preguntó con
preocupación.
No, no, Félix, es algo raro, pero me da mucho
gusto. – le dije para que no se detuviera,
sabiendo que la cosa no se podía quedar ahí.
Bien Lydia, estás muy bien para recibir mi
miembro. ¿Quieres que te la meta por ese
precioso culo?
Félix… te lo suplico.
Notarás resistencia y un pequeño ardor que
parecerá molesto, pero no creo que te duela.
Si así ocurre preciosa, dímelo y paro de
inmediato.
Vale cariño, dámelo ya, quiero sentirlo en mi
culo, no puedo más… - le decía yo
rematadamente excitada.
Félix cuidaba cada detalle al máximo y creo que eso era lo que me
daba la sensación de tranquilidad y al tiempo de relajación para recibir
su miembro en mi agujero inexplorado. Supongo que en otras
ocasiones, el miedo y la falta de relajación no permitían aflojar mis
músculos y en ese momento estaba más dispuesta que nunca.
Con sus manos me abría completamente los cachetes del culo y
agarrado a su verga la orientaba primero a mi coñito caliente que
seguía lubricando sin cesar y luego tras embadurnarme de aceite lo
intentaba colar por detrás. Miré al espejo de nuevo y la escena me
trasladó a un mundo nuevo, me sentía extraña al verme allí reflejada
en esa postura semi doblada con mis carrillos encendidos y por debajo
una polla que hacía esfuerzos por abrirse paso. La imagen era la más
impactante del mundo. Pero precisamente esa imagen me ayudaba a
pensar que no era yo sino otra Lydia la que iba a ser empalada por
aquel guapo mexicano. Su cara también se veía en el espejo,
concentrada en preparar mi parte posterior, afanándose en darme más
placer que dolor, pero incluso en ese momento no importaba otra
cosa que no fuera su polla dentro de mi culo y que me desvirgara de
una maldita vez.
Lydia, voy a follarte ese culito divino que
tienes, eso que tanto soñé. – me decía con la
voz temblorosa.
Su capullo se abrió paso sin problema, con menos resistencia de la que
esperaba y al verme en el espejo medio levantada y dispuesta a ser
sodomizada por primera vez quise grabar esa imagen para siempre.
Oh Félix que caliente se nota, que gustito,
métela… métela por Dios…
Mis súplicas no se hicieron esperar, lentamente se fue abriendo paso,
como a cámara lenta y toda la verga de ese hombre me abría en canal
sintiendo una sensación nueva y extraña. No se podía considerar como
dolor, ni escozor, ni posiblemente la mezcla de las dos cosas, pero
sabiendo que Félix lo iba a conseguir, con su habilidad, con su
paciencia y su fabuloso tacto. Hubo un momento en que esa especie
de dolor y placer mezclados me llevaban a perder el aire, creo que
estaba entrando en una dimensión nueva y sorprendente, porque en
un instante justo cuando Félix logró introducir unos centímetros más,
ese pinchazo agudo era acompañado de más placer y mi postura me
llevó a dejarme caer con el propio peso de mi cuerpo. Toda la polla de
mi alumno se introdujo en mi culo, hasta notar sus huevos pegados a
mi sexo hinchado.
Sé que grité, no se cuanto ni a que volumen, pero noté como mi
garganta explotaba soltando una especie de alarido que debió oírse
por toda la casa. Nos detuvimos por un instante, abrazados y quietos,
pensando que Carlos hubiera podido escuchar mi aullido. Aguanté ese
nuevo pinchazo en mis entrañas y poco a poco fue desapareciendo
para convertirse en un placer inusitado. Los dos cuerpos estaban
unidos y así se veían reflejados en el espejo, su cabeza pegada a la mía,
su cuerpo en mi cuerpo, su verga en lo más adentro de mi culo. Le
sonreí y tras asegurarnos que nada ni nadie podrían enturbiar ese
momento, ni mi propio novio que seguía dormido como un tronco,
comenzamos a follar con todas las ganas. Mi cuerpo subía y a bajaba
sobre su verga que estaba ensartada hasta lo más hondo.
Félix, que gusto, Dios, no sabía que esto era
tan maravilloso… - le repetía una y otra vez
jadeante.
Ese culito es una delicia princesa. Nunca había
sentido nada igual.
No sé si eran ciertas sus palabras pero de la manera en como gemía y
como se aceleraba su respiración cada vez que dejaba caer mi cuerpo
sobre él, no parecía que estuviera fingiendo precisamente. Notarle
gozando al igual que yo, era algo tremendamente cachondo y
placentero. Félix me agarraba por las caderas y observaba como la
lubricación se hacía perfecta y yo en el espejo como nuestros cuerpos
se unían continuamente, arrancándonos más y más placer.
El resto del dolor desapareció por completo o al menos, si lo había, era
cubierto completamente por oleadas de placer. Me sentía tan a gusto
así, follando con Félix que me hubiera tirado horas. Y verme allí
reflejada era lo más apasionante que había vivido. Seguía dejándome
caer sobre la preciosa verga de Félix que se abría paso en mi culo que
la recibía gustoso. Que gozada. Cuantas veces pensé en este momento
y que tonta fui de no haberlo probado antes.
Que gusto princesa, creo que no voy a
aguantar más, me voy a correr. – eran las
palabras entrecortadas de mi hombre, ese que
me arrancaba el placer en lo más profundo de
mi culo.
Córrete Félix le decía yo, mientras arqueaba
mi espalda intentando que aquella verga
deliciosa entrase aun más adentro.
De pronto Félix se agarró a mis tetas y mantuvo su polla bien adentro,
cuando de pronto, los primeros chorros de su leche bañaron mi
agujerito posterior. Varias embestidas más y varios espasmos daban
lugar a una corrida monumental por su parte. Y yo me sentía dichosa y
así continué cabalgando sobre su estaca intentando sacar todo su
jugo. Poco después sus dedos empezaron a jugar con mi clítoris y su
polla que aun no había reducido su dureza dieron el espaldarazo
definitivo al orgasmo que salió de mi interior entremezclado entre
jadeos y gritos, pronunciando su nombre:
Félix, Félix, Félix…
Él me abrazaba por detrás y seguí apretando su pelvis contra mi culo
para que todos esos calambres de placer llegaran a lo más profundo
de mi ser y vaya si llegaron, por un momento sentí una especie de
mareo y ese orgasmo fue muy distinto a otros muchos que había
tenido otras veces. Fue una maravilla.
Exhaustos, terminamos separándonos y yo me giré colocándome
nuevamente sobre él, cara a cara para besarle, sosteniendo su rostro
entre mis manos, mi lengua exploraba dentro de su boca, quería seguir
atrapando la suya, darle todo ese placer que acababa de regalarme.
Una última mirada a sus ojos que brillaban vivaces para decirle:
Gracias.
Gracias a ti, preciosa. Nunca podré olvidar
esto. – contestó sonriente.
Mi novio seguía sin enterarse de nada y aun aprovechamos para seguir
acariciándonos y besándonos durante un buen rato, queriendo vivir a
tope ese momento que sería uno de los más felices de nuestra vida, al
menos lo fue para mí. Sabía que Félix al día siguiente desaparecería, sin
embargo su presencia estaba junto a mí y el recuerdo de haberme
dado el mayor de los placeres estrenando mi culo, eso fue inolvidable...
Nunca podré estar lo suficientemente agradecida de cuantas cosas me
ha regalado mi "mexicano españolizado"… ese que pasó de ser un
alumno aventajado a mi mejor profesor particular.

¨Sauna¨

Esta mañana, como tantas otras y a pesar de estar muerta de sueño,


me fui al gimnasio para ponerme en forma antes de ir a trabajar, pues
ultimamente he cometido algunos pecaditos. Son esos excesos que
dejas pasar de largo y al final pagas con creces, por eso, después de
unas cuantas comidas opíparas con la familia, salidas nocturnas,
vacaciones relajadas y ejercicio más bien sedentario, había conseguido
una y hasta dos tallas más. Me dí cuenta cuando intenté meterme en
mi última minifalda que compré hace un mes y que por mucho que
intenté, no conseguí ni abrocharme el primer botón.
Total, al final, como siempre en estos casos, lo pagué en el gimnasio
metiéndome una semana de duras y prolongadas sesiones: Un poco
de pesas, algo de bicicleta, aerobic.... osea dos horas diarias que
estaban haciendo en mi, más que una ayuda, casi una tortura ya que el
peso se resistía más de lo normal. Sin embargo en la última semana ya
había conseguido recuperar mi vientre plano de semanas atrás.
Mi novio no lo entiende, por más que se lo explico, se cree que para
mantener la figura basta con tomarme unos zumos o unas
chocolatinas de esas que hacen milagros y no se da cuenta que para
recuperar siete días de descontrol, hay que meterse tres semanas de
gimnasia, masajes, saunas... Lo cierto es que los tíos lo ven todo muy
fácil.
Aquella mañana me quedé algo más relajada y me sentía bastante más
contenta. Cuando acabé mi sesión de bicicleta, me miré en el espejo y
vi que había conseguido recuperar esos desmanes, me dirigí al
vestuario, me fui despojando de la ropa, volví a mirarme al espejo, esta
vez tan solo con mis braguitas y me dije: "Pequeña... lo has
conseguido", asi que pensando que no debía torturarme por más
tiempo aproveché mi segunda hora para relajarme en una más que
merecida sauna.
Era el mejor momento para tomar una sauna, ya que a esa hora
temprana, estaría sola, pues normalmente a primera hora de la mañana
no hay nadie, es la hora en que todo el mundo prefiere hacer pesas y
ejercicios y no usa precisamente la sauna. No quise desaprovechar la
oportunidad y haciendo caso a los consejos que me había dado mi
amiga Lucía, decidí meterme a pasar algo de calor, pero sin nada de
ropa, que es como se debe utilizar la sauna... nunca lo había hecho
antes, pero me apetecía meterme así, en pelotas, como mi madre me
trajo al mundo.
Asi que sin pensarlo dos veces, volví a mirarme al espejo y decidí
despojarme de la última prenda y al hacerlo me fui poniendo bastante
caliente. Me coloqué de perfil frente a mi imagen en el espejo y fui
bajando las braguitas y observando como se deslizaban éstas por mi
culo y mis muslos. Yo sé cuanto le gusta a mi novio que le haga esas
poses cuando me quito las braguitas en plan super sensual y cuando le
preparo un pequeño show de esos que tanto le gustan, sacando culito
y poniendo cara de niña mala, le encanta verme asi, como una gatita
mala dándole la espalda y que me vaya desvistiendo despacio como
una striper profesional y como las braguitas se vayan enrollando por
mi culo y por mis muslos es algo que le vuelve loco y ahora estaba yo
sola frente al espejo imaginando la cara que pondría él si me viera...
Pensar que me iba a meter en pelotas en la sauna, todavía me estaba
poniendo más cachonda, de todos modos, por las mañanas siempre
estoy más caliente de lo normal, no sé muy bien por qué, si por el
hecho de estar desnuda, por el ejercicio en sí o ver tíos musculosos
cerca de mi en el gimnasio, que hay unos cuantos y que hacen que
tenga "pensamientos impuros..."
Bueno, lo primero de todo fue darme una larga ducha, era temprano y
no tenía prisa, aromatizarme con un gel de un olor agradable y una
crema hidratante que abriese los poros de mi piel antes de meterme
en la sauna para que éste hiciera todo el efecto deseado. Otras veces
lo he hecho pero siempre en bikini o con la toalla puesta, pero esa
manaña estaba decidida a meterme completamente desnuda,
sabiendo que nadie podría molestarme...
Mientras me estaba secando con la toalla no dejaba de pensar en los
cuerpos musculosos y sudorosos de los chicos que quedaban en el
gimnasio y que tan solo estaban separados de mi por una delgada
pared, justo la que divide el vestuario de las chicas con el resto del
gimnasio. Se les oía gritar o charlar a varios de ellos y yo reconocía sus
voces y me les imaginaba junto a mi... pensaba: "ay, si me vieran...."
Yo me sentía cachonda sobretodo con la idea de saber que muchos de
esos chicos me miraban con ojos golositos cuando andaba por allí, me
atraía aun más y me calentaba todo el cuerpo por momentos, pues los
pezones se me pusieron durísimos solo de imaginar esas cosas.
Una vez que me sequé todo el cuerpo, todo esto sin dejar de mirarme
al espejo, me sonreí a mi misma y me preparé para pasar un buen rato
en la sauna, sudar de lo lindo y disfrutar de ese calorcito tan agradable
que produce en todo el cuerpo en una sensación tan relajante. Me
enrolle la toalla sobre mi cuerpo, atravesé el pasillo y me metí en la
sauna.
Ahí estaba yo, solita, metida entre cuatro paredes forradas de madera
y empezando a notar ese calor que dilataba los poros de mi piel... que
gustito... que bien me sentía... pensé por un momento que alguien
podría entrar y dudé en quitarme la toalla pero entonces volví a pensar
para mi... "pero si nunca entra nadie.... disfrútala a tope, hija", me quité
la toalla y me quedé completamente desnuda.
En ese momento podía oir el ruido de los chicos en el gimnasio dando
voces y hablando entre ellos y por mi mente pasó una idea que parecía
decirme... ¿te imaginas que ahora se meta en la sauna un hombre de
repente y me encuentre así, en pelotas y con un cachondeo fuera de lo
normal?.
Yo misma sonreía al pensar eso y no podía imaginar la cara que
pondría mi novio si me encontraraa así, con este cuerpo serrano y
sudando de lo lindo, que además hace que mi piel brille más aun, sin
contar el cachondeo que llevaba encima...
El caso es que después de pensar en todas esas cosas, decidí relajarme
un poco más, olvidándome de todo, del tiempo y de mis pensamientos
y solo a disfrutar realmente de la sauna, estiré la toalla sobre el banco
de madera, eché un cazo de agua al mecanismo que hace subir la
humedad y me tumbé sobre el banco. No sé cuanto tiempo permanecí
asi, pero me sentía tan bien...
Abrí los ojos y me ví allí desnuda, mis tetas, mi ombligo, mis muslos... y
me dije: "voy a ser la envidia de todas mis amigas...", pues alguna
malintencionada me decía días atras... "vaya tripita que estás
echando....", ahora con mi cintura de siempre y mi vientre plano iba a
ser yo quien riera la última...
Después. oyendo las voces del gimnasio, volvieron a mi mente escenas
de los chicos que allí hacían ejercicio y fui pensando en ellos uno a
uno, imaginándoles haciendo pesas o bajo la ducha y como el agua
corría por sus musculosos brazos por sus pechos y sus anchas
espaldas.... eso me ponía todavía más caliente...
Cerré los ojos y con mis dedos fui acariciándome a mi misma, mis
tetas, mis pezones duros, bajando por mi piel húmeda, hasta mi
ombligo y por último llegar a meter un dedo en mi chochito que
estaba más que mojado.
No sé por cuanto tiempo permanecí con los ojos cerrados,
acariciándome y pensando todas esas cosas, pero cuando los abrí me
encontré a un chico en pelotas metido conmigo en la sauna. Me quedé
realmente sorprendida y alucinada, pues no esperaba a nadie en ese
momento. Me incorporé rápidamente y traté de taparme con la toalla
mientras aquel chico no dejaba de sonreírme mientras se acariciaba su
polla que iba tomando un tamaño considerable.
Aquel tío debía tener unos 35 o 40 años, de pelo moreno, algunas
entradas y una piel muy morena y unos ojos marrones muy expresivos.
Tenía un cuerpo bien formado y una polla semi erecta bastante más
grande de lo normal. No pude evitar mirar hacia ella y es que cuando
una cosa es tan bonita hay que admirarla... es algo que supera, ¿Qué le
voy a hacer?
Ese hombre se me quedó mirando de arriba a abajo con todo el
descaro mientras yo me incorporaba y me colocaba sentaba sobre el
banco algo cohibida por esa situación intentando tapar mi pubis con la
toalla... la situación resultaba tan embarazosa para mi. El chico rompió
el silencio y la tensa situación sin dejar de mirarme a los ojos y
sobretodo a las tetas.
- Hola preciosa... pero... no te cubras, eres un bombón...
Yo me sentía cortada, a pesar de estar pensando en la situación, de
soñarla en mis pensamientos, no sabía actuar ante aquel hombre
desnudo con aquel increíble cuerpo. Volvió a sonreírme.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – le pregunté algo asustada.
- No te apures bonita... te llevo observando un rato y ya te he visto
desnuda y mi primo también – dijo refiriéndose a su polla- , osea que
no hace falta que te cubras...
- Pero....
- Que si, mujer…. no te asustes... solo te admiro, ánda quítate la toalla,
déjame seguir viéndote... así desnudita... estás muy buena.
Intenté sonreír y casi como autómata me volví a quitar la toalla y a
mostrarme ante aquel intruso como mi madre me trajo al mundo.
Todavía no sé muy bien porque hice eso ante aquel desconocido.
Sonrió y dijo:
- Gracias.
Me observaba de arriba a abajo y no dejaba de acariciarse la polla que
iba alcanzando cada vez mayor tamaño, sobretodo cuando no dejaba
de mirar mi coñito recortado,
- Oye que muñequita tan linda eres... eres preciosa y tienes el coño
más lindo que he visto en toda mi vida... -dijo.
Se fue acercando a mi, notaba que el calor de la sauna me invadía más
fuerte y notaba que ese cachondeo inicial se estaba convirtiendo en
algo descontrolado en mi interior y superior a mis fuerzas....
- Que criatura... estás buenísima preciosa....
- Gracias - contesté todavía bastante cortada pero al mismo tiempo
muy cachonda, más todavía halagada con su piropo.
- Tu novio debe pasárselo en grande comiéndose este cuerpecito tan
lindo ¿a que si?
Yo asentí con la cabeza y sonreí por la ocurrencia de aquel
desconocido y pensé, “si tu supieras...” Él volvió a sonreirme, esta vez
mucho más cerca de mi cara y diciéndome:
- Y el coñito, ¿como te lo come? dime…¿lo hace bien?, ¿disfrutas de
verdad? ¿trabaja bien con la lengua?
No entendía como con ese descaro, al contrario me estaba calentando
más y más al decirme eso.
- Separa las piernas muñequita, anda, no seas mala, déjame ver ese
tesoro. – volvió a decirme refiriéndose a mi sexo que para entonces
estaba brillante en parte al sudor producido por la sauna y por el
calentón que estaba teniendo.
Miraba hacia abajo y luego a mis ojos, volvía a bajar su mirada y
recorría mi cuerpo con descaro mientras su mano se pajeaba sin
descanso muy lentamente.
- Tu novio alucinará con algo tan precioso, dime ¿te chupa por aqui
antes de empezar? – me preguntó cuando de repente una de sus
manos se lanzó a mi entrepierna y rozaba con mis ingles haciendo con
su dedo el movimiento que debería estar haciendo la supuesta lengua
de mi novio.
Yo no sabía lo que me pasaba, me limitaba a sonreirle y a asentir,
cuando su mano acariciaba mi vello púbico, mi rajita y cuando sus
labios se posaron en los míos suavemente. Sacó su lengua y la mia
respondió a su llamada jugando mutuamente, labios, lengua y nuestras
ardientes bocas, todo tan así, tan de repente. Se separó un momento y
agachándose se puso muy cerca de mi coñito preguntando:
- ¿Quieres que te lo coma y comparas con tu novio?
No me dejó contestar y aún no sé como pasó pero sencillamente
pasó... metió su cabeza entre mis piernas y comenzó a comerme el
coño sin tiempo a reaccionar de ninguna manera, pues todavía no
había sido consciente de nada, solo de sentir como ese chico
comenzaba a lamerme los labios de mi vagina con auténtica
dedicación y lo hacía como nadie, vaya que si me lo hizo bien, que
disfruté como una loca con esa lengua tan experta, seguro que ese
tipo se había comido muchos coños en su vida, pues era todo un
artista, esas cosas se notan y a una no se le escapa algo como eso, era
todo un maestro con la lengua y sabía que hacer con ella rodeando mi
mi chochito caliente.
No pude quejarme, ni arrepentirme, ni reprocharle nada, todo lo
contrario, tan solo cerrar los ojos y disfrutar de aquel chupeteo
maravilloso y delicioso. Puedo jurar que me sentí en el séptimo cielo y
que el tipo era un auténtico profesional del chupeteo y que nunca me
habían comido el coño de esa manera tan fantástica como me lo
estaba haciendo él. Sus labios se apretaban en mi sexo y estiraba mis
labios vaginales sintiendo un cosquilleo fantástico. Solo me miraba de
vez en cuando y me sonreía, sabía de sobra que estaba entregada
totalmente a sus fantásticas lamidas. Yo tan solo podía respirar
profundamente y soltar un pequeño alarido de satisfacción y al mismo
tiempo acariciar su espalda como signo de agradecimiento.
Mi gusto iba en aumento, no quería que parase, quería seguir
sintiendo esa húmeda lengua entrando y saliendo de mi conejito
caliente, chupeteando mi clítoris hasta dilatarlo al máximo, percibir el
calor de su boca sobre mi rajita sonrosada y que su lengua se metiese
por todos los rincones... todo eso me provocó un escalofrío y un
hormigueo por todo mi cuerpo, para después, en muy pocos minutos
llegar a un orgasmo alucinante, si... me corrí más pronto que nunca en
mi vida y todo gracias a los labios y la lengua habilidosa de aquel tipo
mientras mi respiración se hacía entrecortada y llena de jadeos. Que
gusto.... que sensación más increíble y placentera.... mi cuerpo ardía
por dentro y por fuera...
Sin duda que el chico hizo bien su trabajo y no hizo falta que dijera
nada más, ni siquiera que le diera mi opinión y comparación a las
chupadas que me ha hecho mi novio, solo al sentarse sobre el banco
con toda su polla tiesa como un garrote, entendí lo que quería,
sencillamente que me comiera su estaca y devolverle ese favor que me
acababa de hacer a mi y que me tenía entera temblorosa y con mi
coñito ardiente y abriéndose y cerrándose del gusto que todavía
permanecía en mi cuerpo.
Me agaché sobre su pene erecto y me lo metí en la boca, sin
preguntas, sin palabras, sin motivos... tan solo el deseo irrefrenable de
hacerle una buena mamada que nunca olvidase y como merecido
premio a su trabajo.
Le chupaba el glande con auténtica pasión y con mi lengua bordeaba
todo su falo, sintiendo su dureza y la humedad que por su punta salía,
tan solo de vez en cuando le miraba a los ojos. El chico solo decía:
- Si, si, si... preciosa, como lo haces...
- Claro que lo hago bien, ¿a que si?, quiero que sientas lo mismo que
me has hecho sentir a mi... – le decía yo mientras movía su glande por
mis labios
Seguí chupando y chupando aquel tronco caliente como si fuera la
última polla del mundo, entregándome a tope, algo que ese agradecia
con frases entrecortadas:
- Gracias pequeña, que gusto me estas dando... no pares mi vida...
Yo no paré sino que seguí apretando mis labios sobre el glande de esa
deliciosa polla bajando por su tronco hasta llegar a tocar con mi nariz
el vello de su pubis. Mi cabeza subía en un ritmo que iba en aumento
mientras mis labios se apretaban fuertemente a esa hermosa polla.
El chico me agarró por el pelo diciendo.
- Para muñeca que me vas a hacer correrme enseguida y quiero
hacerlo dentro de ese maravilloso y estrechito coño.
No dudé ni un instante. Me levanté desde donde estaba agachada y
colocando mis piernas a los costados de aquel hombre bajé mi coño
hasta rozar la punta de su polla e insertármela de un solo empujón
dentro de mi vagina.
Los dos gemimos fuertemente, con gran intensidad. El se agarró a mi
culo y con la fuerza de sus potentes brazos me hizo subir y bajar sobre
su verga dura mientras permanecía sentado sobre el banco y apoyado
en la pared.
No se oía nada más que nuestra respiración y el traqueteo del banco
que chocaba una y otra vez en nuestras embestidas. Su polla entraba
en mi lubricado coño abriéndose paso hasta lo más hondo de mi
matriz, notando como me tenía completamente ensartada.
- Tu novio, seguro que no te folla tan bien ¿a que no?
Sonreí.
- Vamos muñeca, dilo, ¿a que tu novio no folla tan bien como yo?
- No, nunca me han follado así , es maravilloso…– respondí entre
jadeos y ante las embestidas de aquel hombre que sonreía por su
propia ocurrencia.
Me hizo girar sobre mi misma y sin sacar la polla de mi, me dio la
vuelta quedando mi espalda pegada a su pecho. A continuación me
agarró por la cintura y me hizo bajar y subir nuevamente sobre su duro
miembro. Me chupaba la espalda y el costado izquierdo queriendo
atrapar mi pezón con sus labios.
Volví a tener otro orgasmo cuando me atrapó finalmente y cuando su
polla pareció crecer dentro de mi. Miré hacia abajo y vi como mi coñito
atrapaba con placer aquel duro tronco que me estaba proporcionando
tanto placer. Me besaba en el cuello y mientras yo no dejaba de gemir
a medida que mi cuerpo se convulsionaba una y otra vez con ese
increíble orgasmo.
Me hizo tumbarme sobre el banco, levantó mis piernas, se colocó entre
ellas y me volvió a insertar su daga, aprovechando que en esa postura
todavía se notaba más grande y ancha dentro de mi chochito.
Al final cerró los ojos y descargó toda su leche dentro de mi, en uno,
dos, tres y hasta cuatro chorros que noté calientes en mi interior. Se
separó y todavía un hilo de su semen cayó por mis muslos
temblorosos.
Me plantó un beso en la boca y me dijo.
- Grandioso polvo, preciosa.
Y se largó por donde había venido.
Cerré los ojos y me mantuve allí tumbada pensando en lo que acaba
de sucederme y no creyendo ni yo misma lo que había hecho, pero
cuando volví a abrir mis párpados, estaba en la postura inicial en
donde había comenzado todo. Me palpé el chochito y estaba mojado,
pero no había ningún rastro de semen, ni allí, ni en mis piernas, ni nada
que hiciera pensar que realmente había ocurrido. ¿lo habría soñado?

Tango

Estaba muy nerviosa ante el examen final que había preparado mi


escuela de animadora turística internacional. Las pruebas eran
imprescindibles para sacar el título y para poder colocarme en el
sector. Consistían en realizar unas prácticas reales con un grupo de
hosteleros de varias partes del mundo que llegaron a Barcelona para
tal fin. No podíamos cometer fallos. Las pruebas se dividían en dos
partes: una en conjunto con todos los estudiantes y examinadores a la
vez, con preguntas y respuestas ante situaciones concretas y una
prueba final e individual para cada uno de nosotros. En la prueba
colectiva cada examinador nos iba preguntando aleatoriamente para
ver nuestro nivel y nuestras actuaciones en cada caso práctico. Ante
cada pregunta nos levantábamos y dábamos nuestro nombre. Cuando
me tocó el turno y me levanté, me di cuenta que uno de los
examinadores, un hombre maduro, se fijaba en mi más de lo debido,
sobretodo me hizo un repaso especial a las piernas, que yo tapaba
inútilmente estirando mi minifalda. Me sonrió, me guiñó un ojo y
apuntó algo en su papel.
Llegó el día de mi evaluación individual. Aquella oportunidad era única
y no quería desaprovecharla, quise esmerarme aún más cuidando
todos los detalles: me maquillé discreta pero elegantemente a la vez,
me hice un peinado desenfadado, con dos pequeñas trencitas y
recopilé entre mi mejor colección de ropa, aquella que resultara sexy y
distinguida también. Como las faldas cortas me hicieron pasar algún
apuro el primer día, me decidí esta vez por los pantalones blancos
ceñidos acabados en campana. Debajo un tanga blanco también para
no mostrar costuras y enseñar la redondez de mi culo. En la parte de
arriba, elegí mi blusa sin mangas de rayitas rosas con gran escote que
dejaba a la vista mi ombligo y mi piercing y de remate unos zapatos de
plataforma Era, sin duda, un arma de doble filo, o gustaba a mi
examinador o ese atrevimiento por mi parte podía echar por tierra
todos mis esfuerzos… pero pensé, si este conjuntito le vuelve loco a mi
novio, seguro que a cualquier otro también…
Esperé pacientemente a la puerta del hotel que llegara mi evaluador y
me sorprendí tanto como él cuando nos encontramos, pues en los días
anteriores nuestras miradas se habían cruzado en varias ocasiones
adivinando una atracción mutua. Era él, aquel hombre de pelo canoso
que me admiró con sus penetrantes ojos en el primer examen. Su
nombre: Marcelo, hostelero argentino, hombre maduro pero muy
interesante, de unos cincuenta y tantos años y con un porte elegante y
distinguido, su pelo blanco peinado hacia atrás, moreno de piel, ojos
penetrantes y expresivos, labios impresionantes, pero ante todo con
una mirada… Sin duda me alegré de haber elegido mi ropa, pues sabía
que le iba a gustar y así fue cuando sostuvo mi mano en la suya.
Caramba, soy afortunado. De nuevo voy a ser premiado
con un angelito de rubias trenzas y piernas
espectaculares… – me dijo besándome la mano con suma
delicadeza.
Me sentí halagada con sus palabras e incluso abrumada, pues no
imaginaba que mi examinador fuera aquel atractivo hombre en el que
me fijé el primer día. Al notar el calor de su boca sobre mi mano sentí
que ese calor se trasladaba a todas las partes de mi cuerpo, un simple
beso, me había encendido una chispilla hasta ponerme más caliente de
lo normal. Sin soltar mi mano, me hizo girar sobre mi misma, mientras
sus ojos me recorrían de arriba abajo:
Caray, esto es todo un cuerpo, con minifalda estabas
arrebatadora, pero con ese pantaloncito tan ajustado estás
muy bonita también… eres una princesita…
Intenté reponerme de sus palabras y lo tomé como una galantería,
aunque en el fondo me estaba empapando como si sus palabras
acariciaran mi cuerpo… como son los argentinos…
Tal y como estaba organizado, mi primera prueba era tomar un taxi en
el centro de Barcelona y preparar una ruta organizada, entre otras
cosas para poner a prueba mis conocimientos de la ciudad y mi
percepción en la orientación. Pedimos un taxi y nos sentamos juntos
en el asiento posterior. Muy profesional me esmeré en irle contando
cada detalle de mi ciudad a la que conocía perfectamente. Él parecía
estar encantado, no sé si tanto por mi o por la visita guiada que le
estaba ofreciendo. Sus ojeadas a mi escote eran continuas a pesar de
que yo me hacía la distraída, pero mirándole a través del reflejo del
cristal del taxi. Mi calentura aumentaba por momentos…
Después de mi primera ruta, con la que me mantuve más o menos en
mi lugar, fuimos a conocer la gastronomía española a un conocido
restaurante de Montjuic. Ahí también acerté, primero porque pareció
disfrutar de la comida y del vino, que elegí el día anterior ayudada por
un amigo del establecimiento y segundo porque parecía encantado
conmigo y yo con él, nuestra mutua compañía era agradable. No paró
de agasajarme, de mandarme cumplidos visuales y verbales, de
hacerme reír, como pocas veces habían hecho, estaba muy a gusto a
su lado. No quería ni imaginar como se sentiría una debajo de ese
magnífico cuerpo…
Para cerrar la jornada, mi siguiente prueba fue llevar a mi acompañante
a un local nocturno donde había espectáculos de diverso tipo, música
y bailes tradicionales, también se divirtió mucho, sobretodo con un
espectáculo de baile flamenco. Precisamente allí, en el tablao, Marcelo
se sentó muy pegado a mi pidiéndome que le explicara sobre el baile.
Ante el volumen de la música, él pegaba su cara a la mía para
preguntarme Yo percibía su aliento en mi oreja y luego mi boca hacía
lo propio sobre él cuando le contestaba. A duras penas, temblorosa y
excitada por esa situación le dije más o menos en qué consistía.
Bueno, en algunas partes se parece mucho al tango, a mi
me lo recuerda. ¿sabés bailar tango? – me preguntó.
No, no lo he hecho nunca y me gusta mucho verlo, me
parece que es un baile muy pasional y erótico.
Yo te enseñaría gustosamente. Te adentraría en el mundo del tango y
que entendieras que es algo más que una música y un baile…–
contestó sonriente mirándome fijamente a los ojos, algo que hizo
sonrojarme, pues a pesar de parecer una invitación de lo más inocente
iba cargada de sensualidad y de proposiciones deshonestas.
Al final de la noche y tras varias visitas por los lugares de ambiente de
la ciudad, acompañé a mi examinador hasta su hotel, donde rechacé
educadamente la última copa que me ofreció en su suite. Me despedí
con dos besos, pero el argentino se juntó a mi, pegando su cuerpo al
mío y apoyando sus labios en mis mejillas con mucha dulzura. En ese
momento mis pezones se pusieron duros como piedras, algo que no
pasó inadvertido por él, que me sonrió guiñándome un ojo.
Al día siguiente me dirigí a la escuela para cambiar impresiones con
mis compañeros y saber que tal les había ido con sus respectivos
examinadores. Allí estaba esperándome mi amiga Teresa:
Hola ligona. – me dijo sonriendo.
¿Cómo?
Si, no te hagas la tonta, guapa, ayer debiste ponerle a
alguno como una moto.
Pero… ¿Por qué dices eso?
Ah, no sé, tu sabrás…
No, Teresa, dime ¿por qué lo dices? – pregunté intrigada.
Bueno, pues no sé, creo que tu blusita, el escote, esas
trencitas rubias, tus miradas, tu labia, yo que sé en fin, que
debiste dejar algo más que una buena impresión de
Barcelona.
No sé a que viene eso, ¿te quieres explicar? – le dije ya
algo mosqueada.
Pues hija, que acaban de llegar tres docenas de rosas rojas
para ti de tu profesor particular de ayer. – me dijo
señalando hacia el mostrador de recepción donde
resplandecían en un grandioso ramo, aquellas preciosas
flores.
Naturalmente sabía de quién procedían, había pocas dudas, pero aun
así abrí nerviosamente la nota que acompañaba al ramo con cara de
inocente:
"Para Lydia " – decía el sobre.
Al abrirlo seguí leyendo:
"Querida y adorada animadora particular :
Aun continúo embriagado de tu aroma en nuestra visita de ayer a tu
ciudad que me dejó gratamente impresionado. Tus profesores se
llevarán mi mejor puntuación para vos, porque lo hiciste
maravillosamente.
Quiero aprovechar para invitarte a venir a mi país, para así zanjar mi
deuda con vos y enseñarte a bailar tango.
Con todo mi afecto,
Marcelo"
Aquella nota naturalmente me encantó, sobretodo viniendo de aquel
caballero elegante y apuesto que tanto me había impresionado.
Supongo que es algo innato en los argentinos, tan amables, tan
cariñosos, tan caballerosos, con esa sensualidad inocente al hablar, en
fin, que con aquel magnífico ramo de rosas, acabó de encandilarme, si
no lo había hecho ya con su simpatía y su físico, sobretodo con su
mirada…
A los pocos días de aquel ramo y cuando aún no se habían marchitado
las rosas, recibí una llamada en mi móvil de un número desconocido:
¿Quién es?
Hola linda – era la voz de Marcelo al otro lado, me
sorprendí mucho, pues no me la esperaba…
¿Marcelo? – pregunté para asegurarme que era él, aunque
no me cabía duda.
Si, preciosa, soy yo, Marcelo, veo que todavía me
recordas…
¿Cómo no Marcelo?, además que aprovecho para darte las
gracias por ese precioso ramo de rosas que me enviaste,
no tenías que haberte molestado…
¿Molestia decís?, ha sido un placer, ojalá pudiera ser una
de esas rosas para estar junto a ti.
Creo que a pesar de no estar viéndome, me puse colorada y me quedé
titubeante durante unos segundos. Mi galante interlocutor, volvió a
preguntarme:
¿Sigues ahí?
Si… yo…
Perdoname bonita, ¿te molesté? – me dijo algo
contrariado.
No, no Marcelo, discúlpame, pero no esperaba tu
llamada…
Verás linda, quería comentarte: salgo dentro de un par de
días para Buenos Aires, me gustaría despedirme de vos… si
queres, por supuesto.
Volví a quedarme completamente muda, confusa y desorientada, esa
indecisión me hacía sentirme mal conmigo misma.
Perdona, ¿te incomodé de nuevo?
No, no, Marcelo… perdóname…
Verás, no afecta a mi evaluación sobre tu trabajo, querida,
ya que le pasé un informe a tu agencia y estarán más que
satisfechos y orgullosos de ti… solo quería verte, porque
quiero proponerte algo a ver que te parece…
No sabía muy bien a que se refería, "proponerte algo a ver que te
parece…" sin embargo acepté con curiosidad:
- De acuerdo, ¿dónde podemos quedar?
¿Podes venir esta tarde, sobre las seis, a mi hotel?
Claro, ningún problema…
Después de esa llamada, que me descolocó tanto, intenté pensar en
todas las alternativas posibles, porque estaba temerosa que cualquier
cosa que dijera o hiciera le pudiera dar pie a Marcelo para quién sabe
qué… Me hice mil preguntas… "¿me hará una proposición de sexo?
¿sabré reaccionar? ¿me provocará problemas?… Bueno, ¿y que más
da?… si ese hombre quiere follarme, pues le doy por el gusto y así
consigo dos cosas, hacerlo con un hombre maduro y tan guapo y al
mismo tiempo obtener mi título con la máxima puntuación…
No sabía que ropa ponerme para esa ocasión, quería volver a estar
elegante e irresistible para Marcelo: quería deslumbrarle de nuevo.
Busqué en mi armario algo informal en apariencia, pero muy atrevido
al mismo tiempo. Al fin di con aquel vestidito rosa corto de flores que
resaltaba mis curvas, mostraba un generoso escote y el moreno de mis
piernas. Quizás me quedaba algo pequeño, pero seguro que eso
agradaba a mi examinador privado.
Me coloqué un sujetador sin tirantes muy fino para realzar el pecho,
que además es algo transparente. Luego dudé entre braguita o tanga y
decidí la segunda opción, pues si la noche se planteaba caliente, mejor
ir bien preparada. Me calcé mis sandalias de tacón para realzar todavía
más mi culito y me dirigí a mi cita secreta al hotel.
Nada más llegar a la recepción y preguntar por él al conserje, este me
indicó amablemente, sin dejar de "devorarme" el escote, que me
esperaban en la cafetería . Cuando llegué, vi que Marcelo estaba
sentado junto a la barra. Avancé hacia él con toda la sensualidad del
mundo, meneando mis caderas de la manera más provocadora
posible, alzando mis pies en cada paso con seguridad, mostrando mis
piernas morenas y mis pechos bailones bajo aquel vaporoso vestido de
flores. Me sentía como una gatita mala que se luce ante el macho en
un baile lleno de erotismo y sensualidad.
Se puso de pie y dijo:
Caramba, caramba… ¡cuanta belleza…!… ¡ estás irresistible !
Le sonreí, halagada y orgullosa de haber acertado con mi elección,
pues volví a impresionarle. Él vestía un traje azul de corte italiano muy
elegante.
Nos sentamos frente a la barra en dos taburetes y aproveché para
dedicarle lentamente un cruce de piernas, algo que percibió
agradecido, pues no dejaba de mirarlas, yo le sonreía de vez en
cuando con cara de inocente y pensando cual sería la estrategia de mi
acompañante y de qué manera conseguiría llevarme a la cama. Intuía
que sería algo especial, romántico… además estaba tan cachonda, que
cualquier roce me haría perder la cabeza y no podría negarme ante
nada. La idea de hacérmelo con un hombre maduro siempre me había
rondado la cabeza y ahora aquel guapo argentino reunía las
condiciones ideales para adentrarse en una inolvidable y deliciosa
aventura.
Sin embargo yo me sentía obligada a rechazar cualquier propuesta,
soy una chica decente…
Pedimos algo de beber y ofreciéndome la copa caballerosamente me
dijo:
Agradezco mucho que hayas venido a verme.
Nada Marcelo, es un placer, que menos puedo hacer
después de lo amable y galante que has sido conmigo,
aprovecho para darte las gracias.
¿Gracias?, las que vos tenés, preciosa.
Me dijo esto sosteniendo mi barbilla y acercando su cara a la mía, por
un momento pensé que me besaría en la boca, algo que no me
hubiera importado en lo más mínimo, sin embargo solo me sonrió
mirándome a los ojos. Me fui poniendo caliente por momentos, hasta
el punto que mis pezones se delataron bajo la fina tela de aquel
vestido.
Verás, quería verte, porque viajo de regreso para mi país y
tengo una propuesta que hacerte. – me dijo.
¿Propuesta?
Volvieron a pasar por mi cabeza toda clase de hipótesis de cual podría
ser su estrategia: me diría "¿quiero follarte como una buena putita? O
simplemente… ¿quiero hacerte el amor durante toda la noche…? "
Si, verás – comenzó a explicarme- estoy buscando desde
hace tiempo una animadora turística, alguien que necesito
para uno de mis hoteles en Iguazú…
¿En Iguazú? – pregunté desconcertada
Los colores subieron hasta mis mejillas intensamente. ¡Que tonta fui!,
yo pensaba que me iba a proponer algo "indecente" y lo que pretendía
era simplemente ofrecerme un trabajo en su hotel en Argentina…
Aquello me descolocó del todo.
Si, como sabes – prosiguió- allá tengo varios hoteles y tú
eres la candidata perfecta para atender a mis clientes…
Pero Marcelo…
Si, ya sé que es algo complicado, no quiero que me
contestes ahora, es una decisión difícil de tomar en pocos
segundos… no quiero agobiarte, vos solo pensalo, es una
oportunidad, que si queres la aprovechas y sino, pues
nada… además en todo caso, si no estuvieras totalmente
satisfecha una vez allí, te vuelves para acá… naturalmente
yo corro con todos los gastos…
Aquello me sorprendió tanto, que no sabía que decir… sin duda su
propuesta sonaba tentadora, a pesar de que estaba lejos de lo que yo
había imaginado segundos antes.
Marcelo…
Volvió a acercarse y esta vez para posar su dedo índice sobre mis
labios en señal de que no dijera nada más, que no era el momento de
decir nada… su oferta era tan tentadora… tan retadora para mí… De mi
cabeza salían miles de pensamientos : "Si, ya sé, Argentina está lejos…
una mujer con 19 años a un destino desconocido, con un cincuentón
igualmente desconocido, que, por cierto podría ser mi padre, que vaya
a saber que intenciones pudiera tener conmigo… en fin, todo era muy
complicado, abandonar España, de repente, mi novio, mis amigas, mi
familia… No podía pensar fríamente, estaba tan cachonda que no
respondía a nada más que a mis instintos más animales…
Marcelo volvió a sonreírme sosteniendo mi mano entre las suyas en un
acto muy tierno, pero que al mismo tiempo me excitaba muchísimo,
pues el calor de su mano, la situación, su mirada…
De pronto soltó mis manos y saludó con efusividad a alguien mirando
hacia la puerta de la cafetería. Cuando me volví me percaté de que el
saludo iba dirigido a una mujer, muy atractiva por cierto y que se
acercaba hacia nosotros. Conforme llegaba, me fui fijando
detenidamente en ella y preguntándome el por qué de la familiaridad
con Marcelo.
Vestía una falda de tubo por encima de la rodilla y con una abertura en
un costado que mostraba parte de su muslo. Llevaba tacones finos y
altos, una blusa vaporosa y muy bonita y el pelo moreno recogido en
un moño alto. Sus ojos, preciosos, color café, su piel muy morena. Una
atractiva mujer argentina con rasgos de ascendencia árabe, de aspecto
muy sexy y con porte distinguido. A simple vista, le eché treintaitantos
años, aunque luego supe que eran algunos más, pero bien llevados.
Hola amor – dijo al llegar plantándole un beso en los
labios a Marcelo.
Hola Estela, cariño… – contestó él – mira, ella es Lydia… y si
asi lo decide finalmente, nuestra futura animadora, de la
que tanto te hablé…
Claro, mi marido te describió tal como sos…
Me quedé de nuevo algo descolocada volviéndome a poner "como un
tomate" pensando en la frase: "…¿mi marido?", es decir que todos mis
quebraderos de cabeza y mis estúpidas ideas preconcebidas se
estaban echando por tierra… ¡claro!, ¡su esposa!… no podía ser de otra
manera… Yo pensaba para mi: "¿pero, que creías, tonta?".
Naturalmente, un hombre como aquel, no podía estar solo en el
mundo , solo podía estarlo con una mujer bellísima como aquella que
acababa de besarle. En cierto modo me sentí algo rabiosa y celosa al
mismo tiempo.
Encantada - le dije ofreciendo mi mano en señal de
cortesía, pero ella amigablemente se apoyó sobre mi
hombro y me dio dos besos…
A partir de ese momento y tras mis deliberaciones internas, sobre todo
lo acontecido y la sorpresa de encontrarme con la mujer de Marcelo,
así, de sopetón, me di cuenta que ella, además de ser tan guapa y con
un cuerpo precioso, tenía una sonrisa espectacular y desbordaba
simpatía y sensualidad por todas partes, aderezado con ese acento
argentino tan peculiar.
Mira mi amor… ahora mismo estábamos hablando del
asunto de Iguazú… pero parece haberse sorprendido
mucho ¿no? – dijo Marcelo dirigiéndose a mi.
Si – contesté tímidamente.
Claro, si mi esposo es una caja de sorpresas… - añadió
Estela.
Pensé para mi: "Ya lo creo, este hombre me está sorprendiendo por
momentos, desde el primer instante, supongo que no quedará ahí
todo ese cúmulo de sorpresas…"
Por cierto – me comentó él sosteniendo mi mano - ¿No
sabes que Estela es una magnífica bailarina de tango?
¿Si? – pregunté interesada.
Bueno, si, soy profesora de baile, allá en Buenos Aires…
Todo se fue llenando de nuevas impresiones en aquella noche, que ni
yo misma podía asimilar en tan poco tiempo… Me sentía muy a gusto
junto a esa simpática pareja argentina: a continuación me invitaron a
cenar, estuvimos charlando hasta altas horas y disfrutando de una
agradable conversación en tan grata compañía y animándome directa
e indirectamente a aceptar la oferta de irme con ellos a su hotel de
Iguazú.
Tras la apetitosa cena, surgió la idea de tomar una copa.
¿Y por qué no la tomamos en la habitación? – me
preguntó Estela.
Claro, buena idea. – añadió él.
Pensé en otras alternativas, porque tras la aparición de Estela yo me
sentía en cierto modo, incómoda y fuera de lugar, todas mis
expectativas para con Marcelo parecían haberse derrumbado como un
castillo de naipes . Pero ¡que estúpida fui! , me había hecho unas
fantasías en la cabeza y unas ilusiones… Ahora me sentía tan ridícula…
Sin embargo tampoco me parecía bien rechazar la invitación de subir a
su habitación y accedí.
El sitio en cuestión era una gran suite al que se llegaba en ascensor
privado. Tenía un gran hall, con adornados jarrones llenos de flores,
sillones aparentemente cómodos y en definitiva una decoración de lo
más refinada. Junto a esta estancia, se encontraba la alcoba principal y
el baño, ambos muy lujosos.
Marcelo abrió una botella de cava que sacó de una barra del pequeño
salón y tres copas. Nos sentamos en el cómodo sofá y yo quedé entre
ellos dos...
¿Te fijaste Estela las piernas tan lindas que tiene? – dijo
Marcelo mientras a mi se me subían los colores
nuevamente.
Ya lo creo, no solo sus piernas, además es muy bonita -
contestó ella.
No sabía ni siquiera que postura poner, me sentía observada por los
dos.
Escucha Estela, - intervino su esposo- ¿no crees que se
vería divina bailando tango con ese vestido floreado?
Si, que gran idea . ¿queres que te enseñe unos pasos? –
preguntó ella.
Respondí más por vergüenza que por otra cosa.
Claro, me gustaría mucho aprender a bailar tango…
Estela me tomó de la mano y nos incorporamos al centro del saloncito
a la vista de un sonriente Marcelo que apuraba la copa de cava. Luego
se dirigió al equipo de música, eligió un CD de tangos y de repente
comenzó a sonar una melodía acompasada de acordeón que empezó
lentamente y fue tomando vigor a medida que la pieza avanzaba.
Marcelo alzó su copa a modo de brindis y en ese momento comenzó a
oirse una voz candenciosa y serena que decía algo así como:
Rara....como encendida
te hallé bebiendo,linda y fatal
bebías,y en el fragor del champán
loca reías, por no llorar…
Pena, me dió encontrarte
pues al mirarte, yo vi brillar
tus ojos, con un eléctrico ardor
tus lindos ojos , que yo adoré
Esta noche, amiga mía
el alcohol nos ha embriagado
que me importa que se rían
y nos llamen los mareados
Miré a Marcelo y me sonrió. Sin duda me sentía identificada con la
letra de ese tango, estaba mareada y no me importaba nada. Estela
sostuvo mi mano izquierda y mi cintura con fuerza, haciendo que
nuestros cuerpos quedaran prácticamente pegados. Éramos
aproximadamente de la misma altura y nuestros pechos se juntaban
abrazados… Aquel bonito tango embriagó la habitación.
Marcelo nos sonrió, se sirvió otra copa de cava y volvió a sentarse en el
sofá mientras nosotras dos bailábamos sobre el suelo entarimado de
aquella impresionante suite. Alzó su copa de nuevo, en señal de
aprobación al espectáculo que le estábamos ofreciendo.
Estela me iba indicando cada paso y la postura que debía emplear
cada vez. A medida que el efecto del alcohol aumentaba, la confianza
que me prestaba ella y la situación en si, me fui sintiendo más relajada
y cómoda.
Los movimientos rápidos del baile provocaban que mi vestido diera
más vuelo de lo normal en los giros rápidos y que mi culo botase a
cada paso para deleite de nuestro espectador privado que no dejaba
de sonreírnos, incluso alguna vez aplaudiéndonos. Supongo que no se
perdió detalle de mi tanga blanco en alguno de esas vueltas.
Las largas piernas de Estela se hacían todavía más esbeltas cuando las
estiraba y la abertura de su falda mostraba su muslo moreno. Yo me
dejaba llevar en aquel baile y llegó un momento en el que pensé que
lo había hecho toda la vida. Cuando la pieza terminó, nuestras caras
quedaron completamente pegadas y mirando fijamente a Marcelo. La
respiración de ella se notaba agitada contra mi mejilla y cuando se
separó de mi, me sostuvo de ambas manos y observándome fijamente
a los ojos, me preguntó:
¿Que te ha parecido Lydia?
Muy bien, ha sido muy divertido… siento mi torpeza.
¿Torpeza dices?, al contrario, eres una gran bailarina de
tango.
No, eso lo dices como un cumplido…
Para nada, créeme, no todo el mundo baila y entiende el
tango como tú lo has hecho, porque lo has vivido en su
plenitud, te has entregado y eso no es habitual en alguien
que no lo siente como un argentino y lo que este baile
representa para él, tu en cambio lo has hecho
maravillosamente, integrada totalmente a mis pasos,
desde luego te considero una alumna muy aventajada…
Aquellas palabras de Estela me encandilaron más y si hasta ese
momento tenía un gran concepto de ella y del tango, ahora todavía
más. Me sentí muy halagada.
Marcelo se dirigió a mi:
Mira, para nosotros el tango es algo más que un baile
sensual que es como se ve desde afuera, representa desde
hace mucho nuestra esencia, nuestras raíces, nuestra
identidad, ¿me comprendes?
Si, creo que si.
Pero no todo el mundo lo entiende, ¿qué has sentido al
bailarlo?
Pues no sé, es un baile diferente, nunca me había sentido
como ahora y además Estela me llevó tan bien… la música
era tan agradable… es más que un baile, es todo
sentimiento…
Claro, mi esposa es una profesora excepcional. ¿sabías que
yo me enamoré de ella bailando tango?
No me extraña, además de guapa es una bailarina
estupenda – añadí yo complacida.
Si que lo es, pero aun no has probado su baile más
espectacular.
¿Aun más que este? – pregunté intrigada.
Si querida, humildemente yo creía conocer el tango como
buen bonaerense arrabalero que soy, pero cuando Estela
bailó conmigo aquella vez que la conocí y se despojó de
toda su ropa y bailamos un tango desnudos, fue entonces
cuando entendí más de qué se trataba, ella me enseñó a
vivirlo en su plenitud. Nadie lo puede entender sino lo
hace de esa manera…
Pero ¿bailasteis completamente desnudos? – pregunté con
curiosidad.
Si, el tango tiene una letra muy profunda, de gran
sensibilidad y lleno de mensaje y sentimiento, a veces te
hace reír, a veces te hace llorar... Un tango bien escuchado,
con una buena música y una buena pareja de baile es
como estar en otro mundo, pero si se baila desnudo, piel
contra piel, es todavía más sentido, es como estar en el
cielo…
Sus palabras me parecían tan convincentes que le creí en un primer
instante, pues lo decía con tanta firmeza y seguridad… solo hasta que
me dijo:
¿Te atreverías a probarlo?
A probarlo… ¿cómo?
Pues… desnuda, naturalmente.
Sus palabras sonaban dulces y perversas a la vez, me sentía muy
atraída a probarlo, pero mi otro yo se negaba rotundamente.
Marcelo ¿te refieres a que bailemos desnudas Estela y yo?
– preguntaba yo, cachonda perdida.
Si, claro ¿qué tiene de particular? – respondió él.
Pues me resulta algo inaudito y muy embarazoso para
empezar…
Pues si yo tuviera la oportunidad de ver a dos bellezas
como ustedes bailar desnudas un tango, me podré morir
completamente satisfecho…
Pero Marcelo… yo… - contesté muy avergonzada hasta
que Estela intervino:
Marcelo cariño, la estás poniendo algo nerviosa, si no
quiere hacerlo no la agobies, es lógico que se sienta
incómoda. Hacelo tan solo si te gusta… ahora eso sí, si no
lo pruebas, te perderás algo muy, pero que muy
impresionante y difícil de explicar con palabras…
Si Estela, te entiendo… pero es que ¿desnuda?…
Bueno, si prefieres nos quedamos en ropa interior y
hacemos la prueba… y si no te gusta lo dejamos… ¿te
gusta?
Esa opción me gustó más y acepté la propuesta, al fin y al cabo estar
en ropa interior era como estar en bikini. Estela lo hizo con toda
naturalidad. Se despojó de la blusa y la lanzó al sofá donde se
encontraba nuestro espectador particular y que atrapó al vuelo.
Después hizo lo mismo con su falda tubo y bajándola con contoneos
suaves hasta los pies lanzándola igualmente hacia Marcelo que se
quedó con su nueva prenda.
Estela se quedó en un impresionante conjunto negro compuesto de
sujetador de tiras finas y encajes plateados y una braguita minúscula
del mismo color. Se giró sobre si misma, sobre sus tacones altos, al
tiempo que Marcelo gritaba entusiasmado:
¡Bravo!
Ahora era ella la que me observaba esperando mi reacción y
simplemente le sonreí. Me sentía turbada e indecisa, pero ella insistió:
Te toca – fueron sus palabras.
Allí me encontraba frente a mi profesora de baile y de espaldas a mi
galán argentino esperando que me despojara del vestido. Por un
momento pasó la imagen de mi novio por mi mente, es tan celoso…
"ay si me viera" (pensé)… Luego me dije, "venga no seas mojigata…"
Solté los tirantes de mi vestido y este cayó al suelo. Me quedé con mi
sostén blanco sin tirantes y semitransparente y mi tanga del mismo
color que tapaba solo lo justo.
¡Bravo, bravo y bravo…! ¡Date la vuelta preciosa! - gritó
Marcelo a mi espalda y me volví lentamente y con mi
mejor sonrisa.
Allí estaba yo, frente a mi examinador particular y con un sujetador
minúsculo y un tanga todavía más reducido que apenas cubría mi
recortadito sexo… Que excitante era aquello. Me sentía muy caliente
con la sola idea de poder desnudarme ante ellos, nunca hubiera
pensado que fuera capaz de hacerlo con tanta decisión, pero el solo
hecho de pensar que ambos me observaban detenidamente me ponía
a cien.
Una vez más recordé la letra del tango…
Esta noche,amiga mía
el alcohol nos ha embriagado
que me importa que se rían
y nos llamen los mareados
Precisamente, las copas de cava me animaron a ir más allá, me sentía
con ganas de ser yo quien les diera alguna sorpresa, pues hasta ese
momento ellos me habían sorprendido a mi continuamente. Lo hice
despojándome de mi sujetador sin mediar palabra, me acerqué hasta
el sofá y se lo entregué a Marcelo llena de insinuación meneando mis
caderas ante su atónita mirada. Sin duda mi provocación causó efecto
pues su pantalón desveló una erección más que evidente. Luego me
puse de espaldas a él, le mostré mi culo a pocos centímetros de su
cara, bajé mi tanga lentamente, recreándome para excitarle aún más,
sonriendo a su esposa. Mis diminutas braguitas bajaron por mis
muslos hasta sacarlas por debajo de mis sandalias de tacón. Me quedé
en pelotas y casi sin darme cuenta… miré a mi profesora que me
sonreía y aplaudía nerviosa mi aventurada osadía. Me giré sobre mi
misma para ofrecer a Marcelo mi desnudez en todo su esplendor. Su
cara hablaba por sí sola…
Estela no quiso ser menos y siguió mis pasos, desprendiéndose
primero de su sostén negro de encaje, mostrando unas impresionantes
y bien puestas tetas y luego hizo lo mismo con sus braguitas, dejando
a la vista su recortado pubis. A continuación se acercó hasta donde
estaba su marido para entregarle las últimas prendas caminando
desafiante y completamente desnuda hasta donde estaba él. Se soltó
el moño y meneó la cabeza con mucha sensualidad, dejando caer
sobre su espalda una larga y negra cabellera…
Nos colocamos de perfil frente a Marcelo. Ella estiró el brazo, cogió mi
mano y comenzamos a danzar tal y como nuestra madre nos trajo al
mundo. El cuerpo de Estela se pegó al mío y sentí un calor intenso que
me recorrió de arriba a abajo. Noté sus pezones juntándose a los míos
en un afán de querer besarse, como su ombligo se unió al mío y como
nuestros muslos quedaron enlazados al compás de un tango
arrabalero y pasional que envolvió la estancia y que me llenó
interiormente como nunca hubiera imaginado…
El baile nos llevaba maquinalmente y nuestros cuerpos sudorosos se
unían al compás, el sonido de aquel tango era un cúmulo de
sensaciones mezcladas: placer, sensualidad, pasión, locura… todo lo
que representa ese baile mágico. Desnuda y pegada a Estela me
trasladé a percibir en toda su intensidad, cosas que antes no había
sentido…
Marcelo no perdía detalle de nuestros movimientos, que
exagerábamos a cada paso y más aun cuando nos acercábamos hasta
donde él estaba sentado. Sus ojos iban de arriba abajo repasando
nuestros cuerpos desnudos que vibraban al compás de la música. Me
sentía entregada a aquellos compases y también a las manos de mi
profesora que acariciaba con dulzura mi espalda mojada. Nuestras
bocas estaban prácticamente pegadas y nos mirábamos fijamente a los
ojos, solo retirábamos la mirada cuando iba dirigida a nuestro único y
agradecido espectador que se revolvía en el sofá nerviosamente, sin
perder detalle de nuestro baile erótico.
Cuando la pieza dejó de sonar lentamente, Estela me sostuvo la cara
entre sus manos y mirándome fijamente a los ojos… me sonrió y me
plantó un beso en los labios que no pude rechazar, pues estaba tan
caliente… tanto que mi boca se abrió inconscientemente sacando mi
lengua en una búsqueda desesperada de la suya. Nos unimos en un
beso apasionado, mientras nos acariciábamos las espaldas desnudas
mutuamente… el pelo, los hombros, el culo… No importaba nada, ni
nadie…
Ella dibujó con su lengua la comisura de mis labios, algo que me hacía
temblar de gusto y después fue serpenteando por mi cuello hasta
llegar a mi teta izquierda, mordió suavemente el pezón y con su mano
apretó mi culo contra ella quedando completamente pegados nuestros
cuerpos sudorosos. Sus tetas contra las mías, su ombligo contra el mío
y nuestros sexos muy calientes y cercanos… Me encantaba sentir su
lengua dibujando mis pechos y como bajaba hasta mi cintura y volvía a
subir para atrapar mi boca, deseosa de más juego y pasión… Seguimos
besándonos cuando un nuevo tango volvió a sonar de fondo, me
agarró firmemente con su mano y ante ese lento baile volvimos a
danzar, pero sin dejar de besarnos, sin dejar de captar nuestros más
sentidos instintos en un acompasado abrazo, que hacía que nuestras
pieles fueran una sola. Estaba percibiendo con toda intensidad todos
esos placeres que momentos antes me habían relatado y que podía
comprobar en carne propia. Todo era cierto… era una sensación muy
placentera, extrasensorial, ardiente, íntima… única.
Aquella preciosa mujer rioplatense mordía suavemente mi cuello y yo
cerraba los ojos sintiendo como todo mi cuerpo se entregaba a ella…
sus caricias por mi espalda eran tan agradables, tan placenteras, el roce
de su pelo contra mi cara…. Seguramente hasta entonces nunca pensé
que una mujer me pudiera proporcionar tanto gusto…
El baile se hacía para nosotras cada vez menos rítmico, incluso
perdíamos el paso, pero nuestros cuerpos no atinaban a seguir ningún
tipo de pauta, sino a verse inmersos en un descontrolado placer, en
puro y arrebatador placer…
La mano de Estela acarició de nuevo mis tetas sin dejar de mirarme,
mientras yo la sujetaba por la cintura y descendía mis manos hasta sus
caderas dibujando sus excelentes curvas de mujer. Aquellos labios
ardientes me chupaban, me mordían, dibujaban el contorno de mis
pechos y yo me entregaba al placer más absoluto cerrando los ojos y
acariciando su espalda. La lengua de mi compañera se abrió paso por
mi cintura, hasta llegar a mi ombligo y bajar por mis muslos hasta el
comienzo de la rodilla. Yo la sujetaba de su larga cabellera negra, a
punto de reventar de gusto. Puso su boca a pocos centímetros de mi
ya chorreante coñito, mirándome fijamente a los ojos. Mi rajita ardía
pidiendo a gritos ser devorada y allí estaba yo implorándole que lo
hiciera, tan solo con una mirada. Ella volvió a sonreír, quería hacerme
esperar, en cambio mi cuerpo no aguantaba más e imploraba que la
lengua de esa mujer atrapase mis labios vaginales. Solo pude agarrar
su pelo contra mi sexo y susurrarle con un pequeño gemido:
¡Estela!
Apoyando sus manos en mis caderas y después de mirarme una vez
más insinuantemente y tras guiñarme un ojo, comenzó a lamerme con
parsimonia sobre mis ingles para luego meter su lengua directamente
entre mis labios vaginales. Tuve que sostenerme a su cabeza para no
perder el equilibrio, ante la impresión y el increíble gusto que me
estaba proporcionando aquella lengua de fuego. Su saliva se mezclaba
con mis propios jugos y sus labios mordían y apretaban mi clítoris
hinchado. Su lengua entraba y salía de mi coñito que se abría y cerraba
a cada lamida. Con sus manos acariciaba mi culo y uno de sus dedos
rozaba mi esfínter haciéndome ver las estrellas. Cuando sus
chupetones y sus caricias se hacían más intensas, los músculos de mi
vagina se contraían una y otra vez. No pude contenerme, no pude
soportar por más tiempo un orgasmo que me llevó al paraíso,
haciéndome jadear como si la respiración fuera mi último suspiro y a
continuación un gran gemido para contonearme recibiendo más fuerte
ese gusto que me invadía… Me estaba corriendo y aquella habilidosa
profesora lo había conseguido con una total maestría.
Ella se incorporó y chupé de su boca los restos de mis propios jugos,
jugando con su lengua al tiempo que mis manos acariciaban sus tetas,
su cintura, su culo…
Estaba en pleno beso con mi querida Estela, cuando noté a mi espalda,
el pecho desnudo de Marcelo, que silenciosamente se había despojado
de la ropa. Me sentí gratamente sorprendida, pues era lo que más
deseaba en ese momento: sentirle pegado a mi. A continuación, su
vientre se apoyó en la parte baja de mi espalda y en mi culo, Percibí
también algo duro como una piedra. Al fin pude notar pegada a mi la
polla de aquel argentino que tanto me había hechizado.. al igual que
su esposa. Me volví a él y le miré sonriendo… Marcelo me besó
tiernamente en la frente y su cuerpo desnudo se pegó completamente
a mi espalda. Esa sensación era todavía más placentera, pues aún
recobrándome de un impresionante orgasmo, el sentirme acariciada y
besada por ella, verme abrazada por detrás con tanta dulzura por parte
de él, era algo alucinante y quise morirme de gusto. Su verga dura se
apretaba contra mis nalgas y se situaba ágil en el canalillo de mis
glúteos, haciéndome temblar. Su lengua se acercó a mi cuello y
comenzó a lamerme.
Mi mano acudió a alcanzar su polla como una autómata y empezar a
masajearla, a subir y a bajar su piel lentamente y notar como su
respiración se hacía más intensa junto a mi oído derecho. La sensación
era placentera para todos, pero yo ahora me sentía en deuda con ellos,
por eso quería primero devolverle el favor a ella, por esos buenos
momentos vividos y con mi lengua fui recorriendo su cuello, su pecho,
su cintura… Marcelo sostenía mis tetas y las sobaba con fuerza
mientras sus dientes y sus labios mordían mi espalda sudorosa. Creo
que eso fue lo que me hizo caer de rodillas hasta quedar frente al
pubis recortado de Estela. Me agarré a su culo y le dí un ligero besito y
después mi lengua alcanzó su rajita que estaba muy húmeda y
caliente. Sentí el rico sabor de sus jugos mezclándose con mi saliva.
Comencé a lamer desesperadamente y ella me lo agradecía con
caricias sobre mis hombros. Aquel coñito argentino me sabía delicioso,
más aun estando aderezado con un tango lento y tan agradable como
música de fondo. En esa posición estaba, cuando noté en mi mejilla la
polla de Marcelo queriendo participar del festín. Al girarme la vi tan de
cerca que no pude resistirme a probarla… necesitaba devorarla, eso era
algo que había deseado fervientemente desde el principio. Gire mi
cabeza, alcé mi mirada en busca de los ojos del propietario de tan
precioso manjar que sonreía sujetando su enhiesto aparato frente a mi
cara. Le di un besito a su capullo en señal de saludo, algo que
agradeció con un largo suspiro. A continuación lo fui metiendo
lentamente en mi boca hasta engullirlo cuanto pude.
Noté el temblor de todo su cuerpo y el mío propio deseoso de mamar
aquella portentosa verga. Mis labios abarcaban con facilidad la largura
de su dura polla y me encantaba sentirla chocar contra mi paladar y
llegar casi hasta la campanilla. Seguí chupando y lamiendo a Marcelo
sin dejar de mirarle. Él sonreía agradecido por los masajes que recibía
de mis labios y mi lengua. Giré mi cabeza buscando los ojos de Estela y
vi reflejado en ellos un brillo intenso, así que volví hasta su coñito para
seguir chupándolo sin soltar el miembro de su esposo. Al tiempo y
alternativamente seguí llevando mi boca y mi lengua, unas veces hacia
ella y otras mamando con deleite la polla a su marido y regresando a
ella una y otra vez. No daba abasto pues quería corresponderles en la
misma medida que ellos lo hacían conmigo. Mientras besaba a uno
acariciaba al otro y viceversa…
Estela ronroneaba, sujetándose firmemente a mis hombros al tiempo
que soltaba más fluidos sobre mi boca, en señal inequívoca de su
cercano orgasmo. Por eso me detuvo y me hizo levantar al tiempo que
le daba la mano a su esposo y nos llevaba a ambos, completamente
excitada hacia el sofá. Se tumbó con sus bonitas piernas abiertas,
invitándome a terminar la faena de comerle el coño, pero quise alargar
ese momento para darle todavía más gusto si cabe que el que ella
misma me había dado minutos antes. Sus preciosos muslos me
llamaban a seguir chupándoles y asi lo hice. Primero pequeños besitos
a lo largo de sus piernas, desde el pie hasta la rodilla para después ir
subiendo por el interior de sus muslos hasta volver a alcanzar su más
preciado tesoro. Chupé sus jugos de nuevo agachada sobre ella.
Marcelo se agarró fuertemente a mis caderas, sin duda estaba también
muy caliente y deseoso de penetrarme. Sostuvo mi culo en alto y con
su tiesa verga buscó por detrás de mi abrirse paso en mi chochito
caliente. Le agarré su miembro con mis dedos acercando la punta
hasta mi sexo, que al contacto pareció abrirse como una flor. No pude
evitar lanzar un gemido profundo cuando ese brillante glande pedía
entrar a gritos en mi, pasó rozando mi rajita resbalando por los jugos
que ambos soltábamos. Ubiqué de nuevo con mis dedos el glande de
mi amado argentino y mi coño se abrió más todavía hasta engullir
generosamente aquella polla tan caliente, tan dura, tan deseada….
Lancé un suspiro profundo, pues sentí un gusto intenso, grandioso. Su
respiración también se hacía agitada. Comenzó a follarme por detrás
mientras yo seguía chupando el chochito de su guapa esposa. Aquella
dura verga me proporcionaba un placer delicioso cuando me
penetraba continuamente y con tanta fuerza y pasión, que hacía que
mi barbilla chocara contra el coño de su mujer, algo que a ella parecía
encantarle.
Esa escena, más propia de una peli porno que de otra cosa me trasladó
al séptimo cielo y casi como algo preparado e increíble, justo cuando
estaban acabando las últimas notas de aquel tango, nos corrimos uno
tras otro alternativamente. Primero Estela, en movimientos convulsivos
de su pelvis y agarrándose a mi pelo hasta pegar tirones y literalmente
gritando de placer, entrando en un orgasmo profundo lleno de jadeos
entrecortados. Me incorporé para besarla, subiendo con mi lengua
desde su coñito, hasta llegar a su boca y mezclar con nuestras lenguas
sus propios jugos con nuestra saliva. Marcelo continuaba
embistiéndome por detrás, pero posiblemente alentado por los gritos
y jadeos de su mujer y mi nueva postura, su polla quedó atrapada en el
interior de mi vagina, percibiendo un calor y contacto más intensos. Se
detuvo clavándome más a fondo su dura daga para inundar mi coño y
mis entrañas con su leche caliente en varios y potentes chorros. Me
agarré a sus caderas para sentir todavía más profundas sus últimas
embestidas y percibir como su semen se deslizaba lentamente por mis
muslos. Eso me hizo sentir un gusto grandísimo y poco a poco fui
volviendo a sentir el acercamiento de un nuevo orgasmo. Los besos,
chupeteos y morreos de Estela, los últimos coletazos de una divina
follada de su marido y mi cuerpo entregado a una sensación nueva y
placentera me llevaron a correrme entre gemidos que solo se
apagaban contra los labios de ella…
Mantuvimos esa postura durante unos segundos, exhautos, pero
habiendo recibido un mutuo placer, difícilmente definible. A
continuación caímos desfallecidos unos sobre otros y solo
repitiéndonos lo maravillosamente que habíamos disfrutado en toda
su plenitud un trío inolvidable…
Nunca viajé a Iguazú desde aquel maravilloso encuentro, ni siquiera
contesté a las llamadas de Marcelo y Estela. Sentí miedo…. mucho
miedo, quizás a romper con todo lo que tenía hasta entonces para
quedar enganchada para siempre de sus cuerpos y de su sensualidad,
de su placer… miedo, quizás a quedarme atrapada para siempre de
Argentina y su tango…

Brazil

La azafata me despertó para avisarme de que la cena estaba lista, justo


en el momento en el que me encontraba en uno de esos dulces y
calientes sueños que le dejan a una flotando… tal y como el avión que
me transportaba en esos momentos a Río.
Estaba loca… "Enajenación mental transitoria", diría mi psicólogo, pero
ahí estaba yo de camino a la fogosidad, al placer, al paroxismo…
Mientras colocaba mi asiento y me servían la bandeja, intentaba
acaparar en mi cabeza esos momentos que el sueño me había dejado,
en una paz, en un placer tan dulce…
Me preguntaba: ¿Cómo empezó todo?... Recuerdo cuando Sergio, un
gran amigo, se presentó en casa el día de mi cumpleaños acompañado
de un cliente suyo, un brasileño llamado Mario. Nada más verle, tras
estrechar su mano y darle un par de besos, con solo su mirada, una
profunda y cautivadora mirada… quedé profundamente impresionada.
Fue una de esas veces en las que tu cerebro no reacciona y te vence
hasta el extremo de no poder moverte, como si todas las partes de tu
cuerpo se hubieran congelado… ¿Flechazo o atracción sexual?…
Sinceramente, no lo sé.
Siempre han dicho que los brasileños son de otra pasta, de cuerpos
perfectos, miradas profundas y grandes artistas en la cama, sin duda
aquel hombre cumplía todos esos requisitos y algunos más. Creo que
era simplemente… ¡Perfecto! Mi amigo me había hablado de Mario
anteriormente, de lo bueno que estaba el brasileño en cuestión, de
cuanto me iba a gustar, pero nunca creí que hasta ese extremo. Fue un
chispazo, un cortocircuito diría yo, y es que no pude evitar sentirme
terriblemente atraída por él. Mi cuerpo percibía esas transformaciones,
tanto que mis pezones se endurecían a más no poder, el calor subía
por todo mi cuerpo y mi chochito emanaba flujos en grandes
cantidades… Me había puesto más que cachonda en tan solo unos
segundos… era increíble y solo ante la visión de un portento "Made in
Brazil". Para que luego digan que solo los hombres son "visuales"... yo
me quedé prendada con ese chico.
No pude perderle de vista en toda la velada, cada vez que le veía
charlar con alguien le observaba, le admiraba, le deseaba… Buscaba la
ocasión para enviarle la mejor de mis sonrisas, el más audaz de mis
movimientos sensuales… Imagino que presa de la hipnosis o de esa
locura temporal, aproveché el descuido de mis invitados a la fiesta,
incluido mi novio, y me llevé a Mario al garaje de mi casa. Allí donde
nadie pudiera molestarnos. Recuerdo su cara de asombro cuando le di
la mano, arrastrándole tras de mí. Más asombrado aún cuando le puse
literalmente contra la pared y me despeloté en un abrir y cerrar de ojos
y la sorpresa de los suyos al verme así, sin vergüenza ninguna,
mostrándome desnuda ante él con todo descaro, pidiendo ser poseída
por semejante regalo caído del cielo.
Reaccionó con una extensa sonrisa, mientras sujetaba mis manos y me
decía:
Me gustan las mujeres tan calientes y atrevidas como tú…
Un beso apasionado acompañó a miles de caricias, para acabar
chupándonos, lamiéndonos… No solo dejé que me devorara el coño,
cosa que hizo con auténtica maestría, sino que mi cuerpo fue suyo
para todo lo que hubiera querido hacer con él… y que por supuesto,
hizo. Follamos de todas las maneras posibles, como dos amantes
furtivos y necesitados de sexo, a escondidas, sin decirnos una palabra y
a pocos metros de varios de mis invitados… de mi propio novio ¡Dios
mío!. No me importó nada ni nadie, ni siquiera cuando me dio la vuelta
y previo masaje manual, ensalivando la zona con dulces caricias, mi
culo también fue suyo, algo que nunca había dejado hacer antes a mi
chico…
Hasta ahí, la historia podría haber sido considerada dentro de una
cierta normalidad; digamos que la mezcla de fiesta, alcohol, joven
guapo, cachondez… forman parte de un explosivo, y todo pudiera
haber sido entendido dentro de lo "comprensible". Sin embargo, lejos
de conformarme con eso, a los pocos días del regreso de Mario a su
país, yo me quedé muy triste, decaída, hecha polvo… Había sido
atrapada por las redes de algo que no podía controlar, estaba fuera de
mi propio alcance y entendimiento. Aquel hombre desconocido, ese
que me había hecho el amor como nadie… ese ángel divino, de cuerpo
celestial, no estaba a mi lado…
Por ese motivo, dado que la oportunidad de volver a estar con él
nuevamente no se me presentaría por azar, decidí ir en su busca, fuera
donde fuera, lejos de pensar en lo que estuviera bien o mal,
encontrarme de nuevo con él, aunque tuviera que viajar hasta los
confines del Universo… quería sentir nuevamente ese hermoso cuerpo
abrazándome, acariciándome, sentir ese miembro adorable dentro de
mis agujeritos.
Encontré una excusa para mi novio, diciendo que tenía un nuevo viaje
de negocios y lo único que hice fue coger el pasaporte y tomar el
primer vuelo a Río de Janeiro para encontrarme con Mario, sin
importarme nada más.
Tras la cena de ese vuelo de mis sueños y, rememorando esos
momentos tan placenteros, volví a quedarme dormida, pero esta vez el
sueño fue todavía más fuerte, más sentido… Mario me poseía, me
hacía suya como un amante que siempre había esperado, tan claro,
como si ese sueño fuera una realidad…. En un estado de sopor en el
que mi cuerpo se había entregado de lleno a esa visión que cuando
desperté estaba bañada en sudor y mi vestido se había pegado a mi
cuerpo.
Me dirigí al baño y allí observé mi imagen en el espejo: Pómulos
sonrosados, ojos brillantes, mi rostro húmedo… sin duda tenía una
calentura de campeonato, algo parecido a una fiebre que me
proporcionaba el recuerdo de Mario y su cuerpo… ese endiablado e
increíble cuerpo.
Sin dejar de mirarme al espejo, acaricié mis pechos observando como
el calor aumentaba por momentos… Levantándome el vestido noté
como mi tanga estaba empapado, me lo quité y mi coñito apareció en
el espejo mojadito e hinchado. Apoyando una mano en el lavabo con
la otra acariciaba mi sexo, le pellizcaba, hasta bajar la mano y poco a
poco acariciar mi rajita con mi dedo anular, lentamente,
acompasadamente al principio, para a continuación acelerar el ritmo y
sentir mi propia masturbación como si me la estuviera haciendo Mario
con sus habilidosas manos. Me corrí entre jadeos pensando que
seguramente pudieran oírse por todo el avión. Noté algunas miradas
cuando regresé a mi asiento y no me sentí avergonzada, al contrario,
parecía estar orgullosa de tener sobre mi cuerpo la calentura de mi
amante.
A la llegada a Río mi cuerpo parecía pedirme más y más guerra,
pensando que mi hombre estaría esperándome dispuesto a todo, igual
que yo. En la sala de llegadas del aeropuerto estaba mi amante carioca.
Me agarró por la cintura con sus cuidadas y grandes manos y me
plantó un beso en los labios que me dejó un regusto delicioso:
Hola reina, estás preciosa…
Mi indumentaria era más bien escasa: Un vestido empapado era lo
único que llevaba encima, pues mi tanga estaba aprisionado en mi
puño. Se lo entregué a modo de regalo y de anticipo de todo lo que
iba a suceder ese fin de semana, algo que agradeció con una extensa
sonrisa. Él vestía una camiseta negra ajustada que remarcaba un
impresionante tórax y su abdomen musculoso, y con vaqueros también
ajustados y algo rotos, que le daban un aspecto más salvaje todavía.
Tú si que estás bueno Mario. Te comería aquí mismo…
Ufff, mujer, no me digas eso que me pongo a cien… de
hecho ya lo estoy en cuanto te he visto.
Me acerqué a su oído para que nadie nos oyera.
Mario, quiero que me penetres una y otra vez, como
hiciste en mi casa, quiero ser tuya, sentirte entero, no
puedo evitar mojarme con solo nombrarte y ahora estoy
tan cachonda que no respondo de mi. Dejaría que me
follaras en medio de esta sala repleta de gente. Quiero
que me mates de placer… - mis palabras salieron por
inercia.
A mi también me gustaría, pero antes de que nos
detengan por escándalo público, vámonos a mi
apartamento…
Me tomó de la mano y me preguntó si no tenía equipaje.
No lo necesito amor mío, contigo tengo suficiente, no
quiero nada más. Quiero aprovechar los tres días que
estaré aquí para follar contigo sin parar, quiero tu polla, tu
cuerpo, tus besos… eres mi droga… necesito estar unida a
ti…
No creía estar pronunciando esas palabras, pero era lo que sentía,
difícilmente podía controlar esos instintos animales que me habían
llevado a estar con él de una forma tan compulsiva e infantil.
Tomamos el primer taxi y le pedimos que nos llevara con urgencia a la
dirección que Mario le dio escrita en un papel, junto a unos reales. El
coche arrancó como alma que lleva el diablo. Esa velocidad y mis
ganas de ser esclava de aquel guapísimo hombre moreno, hicieron que
nos fundiéramos en un beso, que no era otra cosa que un cúmulo de
mordiscos, lametones y juegos de lenguas que nos transportaban al
séptimo cielo.
Bajé la bragueta de su pantalón y notando que no llevaba nada
debajo, saqué su hermosa polla que para entonces se mostraba en
todo su esplendor. Miré al espejo y vi los ojos abiertos de par en par
del taxista. Le guiñé un ojo, y con una sonrisa le invité a que fuera
nuestro espectador privado, sin pensar que eso podría provocarnos un
accidente por distracción. Cuando metí el sonrosado glande de mi
enamorado en la boca, sentí que todos los sabores del mundo se
habían juntado en mi paladar y no pude refrenar las ganas de chuparlo
hasta dejarlo seco. El dedo corazón de mi adorado amante se abrió
paso entre mis piernas, bajo mi vestido introduciéndose hasta lo más
hondo de mi coñito, haciéndome estremecer. Yo seguí chupando su
miembro con tantas ansias, con tanta concentración, que cuando quise
darme cuenta ya habíamos llegado a su apartamento. No sé ni como
no nos matamos por el camino con aquella velocidad. El taxista, un
hombre mayor, seguramente habría alucinado con nuestro numerito, y
solo se despidió de nosotros con una larga sonrisa. Le di un beso en la
mejilla en señal de agradecimiento y salí del taxi abrazada a Mario… no
podía estar separada de él ni un segundo.
En el ascensor también nos comimos literalmente las bocas,
besándonos y acariciándonos como adolescentes desesperados… Al
entrar en su apartamento lo primero que hice fue cerrar la puerta tras
de mi, soltar los tirantes de mi vestido y dejarle caer al suelo quedando
completamente desnuda frente a él de la misma manera que cuando
me visitó en mi casa. Sabía cuanto le gustaba verme actuar así…
Después no le dejé otra opción a que hiciera lo mismo con su ropa
hasta quedar los dos sin otra indumentaria que nuestra propia piel. Así
quedamos, desnudos… frente a frente… Nos sonreímos mutuamente y
le dije en un susurro:
- Te pertenezco.
Mario me agarró por las caderas y me subí a él, abrazando con mis
piernas su cintura. Seguí besándole por toda la cara en el trayecto
hasta el dormitorio, allí me tumbó sobre la cama, tiró de mis piernas
hasta dejar mi culo al borde, se agachó ante mi mojado chochito y
comenzó a lamerlo con sumo cuidado sin dejar de mirarme a los ojos.
Mi cuerpo se estiraba cuando sentía su lengua acariciar mi clítoris. No
dejé que siguiera por ese camino, porque unos segundos más y me
hubiera corrido como loca…quería sentirlo pero con toda su verga
inundándome el coño, arrancándome el más recóndito de los placeres
de mi interior. Fue entonces cuando tomé las riendas y le tumbé sobre
la cama colocándome sobre él, dándole la espalda. Al frente había un
espejo que mostraba nuestros cuerpos desnudos y sudorosos... Agarré
su palo por la base orientando la cabeza a la entrada de mi sexo. No
costó mucho que se hundiera hasta lo más profundo y que nos
provocara un gemido largo y sentido por ambos. Comencé a cabalgar
en un acompasado vaivén, percibiendo en toda su intensidad como su
verga se abría paso dentro de mi lubricada vagina. La imagen del
espejo era para mi la de una desconocida, pues no creía estar haciendo
eso… Sonreí viéndome reflejada en él. Mis tetas bailaban al compás de
un reconfortante polvo, con un gusto que me transportaba a un
paraíso del que no quería escapar… Deseaba con todas mis fuerzas
alargarlo por el mayor tiempo posible, pero el placer era tan profundo,
tan rico, que no pude evitar tener un orgasmo lleno de gemidos y
convulsiones. Mi compañero pronunciaba suaves palabras, acariciando
mi espalda, que añadían todavía más calor a mi cuerpo… mi piel se
erizaba y mis manos se sujetaban fuertemente a sus brazos sintiendo
cada centímetro de su miembro dentro de mi.
Giré sobre mi misma, despacito, tratando de no perder la penetración,
quedando sobre él cara a cara. Mis tetas se apoyaron sobre su pecho y
en esa posición permanecimos un largo rato. La sensación era muy
agradable…su polla dura dentro de mi, su lengua caliente jugando con
mis labios y su cuerpo sudoroso bajo el mío… ¿Hay acaso mayor
placer?
Me incorporé agarrándome al cabecero de la cama, lo que me ayudó a
hacer más fuertes las acometidas dentro de mi caliente coño, sintiendo
la verga de ese divino brasileño con mucha mayor intensidad,
percibiendo cada centímetro de su carne en mi interior. Nunca había
echado un polvo con tantas ganas. Mario no tardó en correrse con una
fuerza increíble, hasta el punto de notar cada uno de sus chorretones
en mi vagina… Uno, dos, tres y hasta cuatro veces pude sentirlos llegar
hasta la matriz...
Mi cuerpo cayó nuevamente sobre el suyo para permanecer abrazados
durante unos minutos en los que saboreamos todas las mieles del
placer. Mirándole a los ojos, le di una lamida a sus labios y le susurré
suavemente en su oído:
¿Quieres de nuevo mi culito?
No contestó, solo sonrió afirmando ese deseo. Me colocó boca abajo
en la cama, puso una almohada bajo mi vientre y mi culo quedó
expuesto hacia él en pompa. Mojó sus dedos con nuestros jugos y me
los fue introduciendo por ese pequeño orificio poco a poco… uno a
uno… No tardó en dilatarse, porque Mario era un experto en ponerme
tan loca que hubiera hecho cualquier cosa en ese momento, me sentía
entregada, relajada y tremendamente excitada. Al sentir su glande
intentando abrirse paso por mi conducto trasero, un escalofrío recorrió
todo mi cuerpo. Y cuando este logró entrar lentamente la sensación se
convirtió en un calor intenso que subía por mi espalda y que me hacía
estremecer. Cada centímetro que avanzaba su tronco en mi estrecho
agujero me producía más y más placer y cuando estuve
completamente empalada por mi guapo brasileño, grité de locura, de
dolor, de gusto, de rabia contenida… de todas esas sensaciones que
estaban dentro de mi y que ahora expulsaba por mi boca…
Mario se agarraba a mis caderas y bombeaba con tanta habilidad, con
tanta armonía, que creía haber entrado en otra dimensión del placer,
que se incrementó aún más cuando sus dedos jugaron entre mis
piernas hasta llegar a mi clítoris. En cuanto lo hizo me corrí como
nunca, llena de espasmos y movimientos involuntarios… Al poco rato y
sin dejar de taladrarme una y otra vez en mi agujero posterior, sus
manos acariciaban mi espalda mientras musitaba con dulces palabras
el gusto que sentía… Se corrió dentro de mí de nuevo y cuando sacó
su chorreante miembro, su semen se desbordaba y deslizaba entre mis
muslos como si fuera una catarata.
Creo que nos quedamos dormidos durante un buen rato, no sé cuanto,
pero el suficiente para volver al ataque una vez más, hasta volver a
quedar rendidos de nuevo y nuestros cuerpos exhaustos. Durante los
tres días que estuvimos juntos en su apartamento no dejamos de
amarnos, con la misma fuerza y tanta pasión como la primera vez. A
pesar de nuestros cuerpos doloridos, la sensación de placer y de vivir
momentos tan intensos fue tan grande que no importaba todo lo
demás.
La despedida fue lo más difícil, dejar Brasil y a mi amante perfecto, ese
fantástico hombre que dejó un recuerdo imborrable en mi... Tan
costosa fue la separación que mi dependencia de él tuvo que ser
tratada por un profesional, que intentó ponerme los pies en la tierra.
Sin embargo esa sensación de necesitar de nuevo el cuerpo de Mario,
no ha desaparecido todavía…
5 Historias Románticas y Eróticas

Una madura muy perra

Volviendo a mi casa a la 1,00 de la mañana, luego de ver a unos


amigos caminando dentro de la estación del metro, observé a una
mujer de cabello negro, liso y largo y de andar muy elegante y
llamativo. Vestía traje verde oscuro de chaqueta y pantalón ajustado
en las caderas y en la parte superior de los muslos;….. Me hizo pensar
en piernas muy torneadas. No podía observar su cara, su edad o el
resto de su cuerpo, ya que ella caminaba a un costado pero bastante
por delante de mí. Ya en el andén a unos dos metros de distancia,
aguardábamos la llegada del metro., ella notó por el rabillo del ojo que
la observaba, pero no se inmutó.
Nos tocaron asientos casi enfrentados y en diagonal. El viaje a destino
era algo largo, por la que la mayoría de los pasajeros optamos por leer;
ella no lo haría. Abrí mi libro e intenté leer, más no podía concentrarme
en la lectura; deseaba descubrir algo en ella, mirarla, observarla y así lo
hice. Ella no me miraba. En su rostro llamaban la atención sus ojos
verdes oscuros y su piel muy tostada por el sol, no era ni fea ni bonita.
Sus manos si eran esbeltas, sin ningún anillo aunque el dedo anular
izquierdo mostraba una línea muy pálida, resultado de haber alojada
allí una anillo de matrimonio, hasta no hace muy poco tiempo.
Continué observándola de abajo hacia arriba, notando bellos tobillos,
lo ajustado del pantalón en su entrepierna, una cintura no delgada
pero sin excedentes. Por la abertura de su chaqueta mostraba sus
buenas tetas, aunque de piel algo floja, que aflorando del gran escote
de su blusa, no dejaba duda alguna que no llevaba sostén. Su delgado
cuello y sus gruesos labios, también de piel algo floja hablaban de
tener unos 25 años más que yo, por lo que andaría en los 55 /60 años.
A pesar de su edad eran notorias dos cosas: que estaba muy buena y
que le gustaba mucho, gustar….
Llevaba las piernas ligeramente abiertas, dejando ver como una
pequeña braga atrapada allí debajo, se le metía dentro, marcando dos
interesantes montes. Al sentirse observada analizada se sintió algo
incomoda por lo que cerró delicadamente sus piernas. Disimulé unos
minutos y volví a enfocarme en su pecho, También lo notó y cuando
miré fijo a sus ojos, intentó cerrarse la chaqueta pero esta volvió a
abrirse al segundo. De nuevo me miró impasible; hice una sonrisa y un
gesto como diciendo…….. "jejejej, no se pueden ocultar……"
Reaccionó inmutable, como ignorándome, levantando
imperceptiblemente la mirada. Me dediqué nuevamente a la lectura; al
paso de unos diez minutos de leer sin saber si era mi imaginación o
no, me sentí observado. Levante la vista en forma abrupta
descubriendo que sí, que me estaba analizando; reacciono
nuevamente en forma intelectual sin gesto alguno desviando la mirada
levemente hacia un costado., sin hacer el más mínimo movimiento de
músculo alguno de su rostro, pero la rigidez de su mirada clavada en el
aire a mi lado, me permitió ver detenida y claramente un especial y
destellante brillo en sus ojos. Era obvio que algo que le producía
alguna sensación especial, estaba pasando por su mente.
Dos paradas después (a mi me faltaban tres paradas más) se levantó
casi toda la gente de sus asientos, inclusive ella. Instintivamente me
paré y me coloqué por detrás, a su espalda, casi respirándole encima.
Pude sentir el aroma leve de perfume y un suave y exquisito aroma
corporal. Mi pensamiento instintivamente afloró en voz clara y
pausada; susurrándole al oído:
- Voy a seguirte hasta tu casa para disfrutarte y que me disfrutes. –
Pareció no inmutarse durante un segundo, pero su cuerpo reaccionó
arqueándose brusco y mínimamente hacia adelante y girando casi
imperceptible su rostro hacia atrás. Bajó del metro con un andar
constante y muy seguro de sí misma, ni apresurado ni lento, con el
mismo andar sensual de antes.
Al salir de la boca del metro y unos veinte metros más adelante giró
un poco su cabeza hacia atrás. No supe que pensó, ni si se sentía
molesta, lo cual no sería de extrañar por la situación. Mantuvo el
mismo andar casi distraído, continuo y sin pausa. Caminamos
alrededor de tres o cuatro minutos por una calle lateral desierta, muy
limpia y poco iluminada a unos tres metros de distancia. A mitad de
manzana la acera se adentraba unos metros hacia el interior, formando
el ingreso hacia un gran parque propiedad de condominios,
franqueado por una gran reja de hierro con un gran techo cobertizo.
Faltando un metro y a un costado del gran portón de ingreso se
detuvo; agachó su cabeza en busca de algo dentro de su bolso. Este
parate provocó al continuar mis pasos, quedar nuevamente por detrás,
a su espalda y casi pegado a ella. La cercanía me permitió observar que
había extraído de su bolso un spray de autodefensa. Instintivamente le
dije lo que pasaba por mi mente:
- Voy a respirarte, saborearte,….. Morderte….-
Su cuerpo reaccionó con un nuevo y apenas más pronunciado arqueo
de tórax hacia adelante y su cabeza hacia atrás, acompañado por un
estrechamiento de hombros. Respiró profundo; exhaló el aire; bajó su
mano hacia el bolso abriéndola despacio y dejando caer el spray
dentro y sin volverse hacia mí,
dijo:
- Lo sé, puedo respirar y sentir tu química. -
Seguido a sus palabras su cuerpo volvió con un nuevo sacudón a
estremecerse más notoriamente. Sacó un manojo de llaves de su bolso
por unos cinco segundos y volvió a soltarlo en su interior. Corrí el largo
cabello hacia un lado acercándome a la base de su oreja y su cuello
por debajo de la nuca;
Crucé uno de sus brazos por el flanco derecho de ella y dirigí una de
sus manos ascendiendo su abdomen hasta posarla sobre sus pechos.
Mi otro brazo cruzó el flanco opuesto descendiendo su vientre,
presionando levemente y alojándolo en el de ella, realizando también
una presión ascendente y descendente; se notaría en el acto que la
femenina humedad genital se hacía presente. Le dije orgullosamente
sensual, sintiéndome sabedor y dando "por hecho el futuro"; - Quieras
o no estaré dentro de ti. Acercó más su boca al cuello depositando en
firme sus labios y luego los dientes y presionó su sexualidad sobre los
femeninos glúteos.
En segundos, ella sintió que se chorreaba en humedad y su cuerpo
fluctuaba en sensaciones jamás experimentadas. Minutos después,
mientras continuaba estimulándola de la misma manera en toda su
femineidad y sin abandonar su cuello, ella se colmó de espasmos y
ardientes jadeos.
Yo, jactándome verídico y orgulloso, sentencié; - Si antes de la
madrugada me aceptas como tu dueño, te daré por una eternidad el
placer más increíble, más si así no lo haces; esta será tu ultima vez de
goce.
Ella dudó unos segundos confundida por mis palabras y por el "jamás
experimentado o" que aún no concluía. Acto después el sentido
comenzó a abandonarla, dando extrema flojedad a todos sus
músculos..... yo me retiraba.......
En medio de esa extraña, cálida y extasiante noche, ella pensando y
meditando las últimas palabras del lujurioso desconocido se aflojó por
completo, quedando colgada por sus axilas trabadas en los
horizontales del enrejado. No pudiendo evitar que su cabeza cayera
floja hacia atrás y hacia un costado, su mente corrió una diabólica
carrera entre la duda y la pasión y contra el amanecer... según las
palabras que le había pronunciado...
Su cuello, donde había actuado mi amenaza y por donde comencé a
poseerla quedaba al descubierto mostrando restos de sangre que
coagulaban lentamente.
Corrí el largo cabello hacia un lado llevando la boca al costado de su
cuello por debajo de su nuca, mordisqueándola y saboreando su piel.
Eché atrás su chaqueta, dejándola a mitad de camino, sin quitársela y
trabando sus brazos con ella. Me fue muy fácil así, bajar los tiradores
de su blusa alojándola por debajo de sus tetas; liberándolas fácil al no
llevar sostén. Se las masajeé lento pero con fuerza y destreza; a
continuación mi otra mano aflojaba el broche de su pantalón,
dirigiendo los dedos sin pausa a su húmeda chucha.
Ella echó su espalda hacia delante y su cadera hacia atrás fregándose
con entusiasmo contra mi masculino bulto, endureciéndome el nabo
enseguida. Sus brazos atrapados no le impidieron liberarlo de la
cremallera. Le bajé un poco más el pantalón haciendo a un lado la
delgada tanga, frotándole la cabeza de la herramienta haciendo
círculos por sus glúteos; también hacia arriba y abajo en toda su raja.
La mujer comenzó a decir: -Vivo aquí, me conocen, no me gustaría
que mis vecinos.......-
No pudo terminar de decirlo al sentir como la caliente y dura verga se
le metía, penetrando su almeja. Reaccionó con entusiasmo y premura,
echando su culo hacia atrás, logrando de esta manera que el térmico
falo se le clavara hasta el fondo. Los movimientos de ambos se
hicieron vigorosos y constantes.
- ¡No abandones mi cuello! - dijo ella.
Él estuvo de acuerdo mordiéndola, como respuesta, muy duramente y
por sobre el omoplato sin soltarla. Ella se prendió firme a los hierros
verticales de la reja, quedando su rostro encajado y casi atrapado por
los mismos hierros. La situación en si los tenía a ambos en excitación
sobremanera.
Ella agregó:- subamos, mi casa es en el 1ª "A".
Yo, más lascivo, tenía en mi mente una idea distinta a la de ella, mi
intención era premeditada, de dejarla con las ganas.
Le respondí secamente: - ¡Hoy no!........... ¡Mañana!,..... Mañana será
para ti –
Arremetiéndole y embistiéndole con toda su fuerza, para en pocos
segundos llenar su concha de leche. Sabía que aunque ella,
quedándose con las ganas, continuaría gustosa de volver a verme.
Apenas acabé de depositarle mi jugo, acomodé mis ropas.
Diciéndole con todo convencimiento nuevamente: -Mañana vendré a
tu casa a las 23,00 hs; y agregó imperativo: - ¡Y debes estar preparada
y cachonda a mi llegada!
Sabiendo exactamente lo que hacía y lo que haría en tiempos a venir;
me fui de improviso dejándola ambiguamente conmocionada, caliente,
colgada de la reja y a medio vestir.
De intención pura y premeditada llegué 40 minutos tarde. Llamé a su
timbre. Nadie respondió aunque el portal de hierro franqueó mi
entrada. Subí las escaleras hasta el primer piso, la puerta del
apartamento se encontraba entreabierta dejando entrever luces tenues
en su interior.
Al traspasar la puerta de ingreso al departamento, había un separador
de esterillas que permitía ver el interior de la sala a través de las
pequeñas hendijas de las esterillas. Pudiendo ver así. que se hallaba ya
iniciada en la labor. Vestía una corbata negra anudada en su cuello, un
arnés pectoral que dejaba a total descubierto sus tetas
sosteniéndoselas y realzándoselas por debajo, botas cortas al tobillo
color amarillo y medias de red de amplio calado también del mismo
amarillo fuerte que trepaban hasta casi su almeja. Lograba con esa
vestimenta un contraste muy extremo junto al color marrón de su
bronceada piel. Se encontraba recostada sobre un sofá de tela
leopardo. en sus muñecas llevaba grilletes/esposas separados cerrados
sobre ellas , indicando claramente su entusiasmo de ser amarrada o
sujetada. Se encontraba masturbándose el culo con una polla de goma
y acariciándose su clítoris con los dedos. Franquee el biombo de
esterillas. Al verme exclamo....._ Ven aquí y déjame agrandar tu barra
de carne!!!
ella me increpó con voz firme, sin enojo y entusiasta.: ¡hijo de puta!
¡Me has dejado caliente, con las ganas; y en pelotas en plena calle a la
vista de cualquier vecino!.....
Ella estaba terriblemente excitada y atraída por la actitud animal del
desconocido. Dijo: - hace más de media hora que debías estar aquí!!!.
he tenido que comenzar sola.
Recostándome sobre el quicio de la puerta le dije: - ¡deléitame un
poco mas con tu imaginación ! .
Continuó masturbándose al igual que cuando ingresé. Sonrió
pícaramente. Aguardé unos minutos observando su show,
descubriendo en su piel casi su verdadera edad... tendría alrededor de
58/62 años. Un frasco casi vacío de vitamina E ubicado sobre la
pequeña mesas a su lado también hablaba de ello por sí solo. Al ver mi
observación , atinó... Si, A mi edad, hace falta, lo he estado tomando
desde la mañana. Me acerque. Sin quitarse el nabo de goma del culo,
metió sus manos en mi cinto, mi cremallera y por supuesto , sobre mi
verga, acariciándola, y lamiéndola palmo a palmo, sin dejar de
masajearme los huevos hasta lograr un buen tamaño. Acompaño su
mamada durante todo ese lapso fregando su pelvis con movimientos
sin pausa hacia adelante y hacia atrás al fin que el nabo de goma
siguiera estimulando además de su culo, a su coño.
¡Que espectáculo! ver a esta "madura" en actitud tan activa.
¡Me gustas !, dije. ¡eres una madura muy perversa y muy perra... eres
una exquisita puta!
Me miró fijo a los ojos asegurándose que yo viera claramente la
lujuria sus pensamientos perversos en los suyos y además, de su
satisfacción dándome una chupada profunda y vigorosa en la cabeza
de mi nabo y estirando bruscamente mis bolas hacia atrás logrando un
estiramiento al límite de la piel de mi herramienta. ... Realmente me
excitaba mucho su actitud.
Exclamó: - ¡Muchachito, vas a metérmela en todos lados!
seguramente que si , respondí.
Empuje sus hombros hacia atrás, obligándola a recostarse sobre el
respaldo del sofá, me agaché lamiendo por dentro sus piernas
ascendiendo por sus pantorrillas y muslos deteniendo en su almeja
íntegramente recién depilada. Al tiempo que me las arreglaba para
quitarme la ropa .
Poco hizo falta que la chupara para que emergiera al máximo su
clítoris del escondite; sonrió de placer. Continúe entrando y sacando el
estimulador de su culo mientras con mi otra mano sobaba su vulva y
mi lengua continuaba en su clítoris. sus gemidos se acrecentaron;
traspiraba un mar. Llegaron los jadeos entrecortados. Elevó sus manos
a sus tetas llevándoselas a la boca y mordisqueándose y chupándose
con intensidad sus pezones. No pudo hacerlo por mucho tiempo.
Mantuve mi lengua y labios con fuerte presión sobre su ardiente
botón. Su orgasmo llegó junto con sus convulsiones y sus uñas
clavándose en mi espalda. Mientras, un profundo grito de saciedad,
semi ahogado entre sus dientes mordiéndose los pezones; y sus
muslos cerrándose y apretándose férreo sobre mi cabeza.
Sin esperar nada, y juntando sus brazos en su espalda, cerré las
esposas sobre sus muñecas. Parándome a ahorcadillas detras de ella y
tomándome de sus muñecas, la penetré con dureza alternativamente
en su agrandado culo y su monadismo coño durante 15 minutos . No
tardó mucho en repetir un acelerado orgasmo llenando mi verga con
toda la humedad de sus dos agujeros. Mis bolas pegándose a la base
de la verga a punto de reventarse, no me darían mucho más tiempo
para continuar tal cabalgata. mi cuerpo endurecido abruptamente
delató mi situación.
La lasciva desconocida rápidamente se las ingenió para girar y atrapar
nuevamente mi verga en su boca chupando y mordiendo
desaforadamente, extrayendo toda mi leche, lamiéndose la que
quedaba en la comisura de sus labios, mostrándome triunfal, todo el
contenido en su boca formando hilos pegajosos entre la lengua y el
paladar, antes de tragárselos con enorme gula.... Me deje desplomar
sobre ella arrastrándola en mi caída a quedar por debajo mío en el
suelo. Una vez recobrado el aliento me vestí. Al alejarme muy
complacido y silencioso, ella preguntaba si volvería mañana....???
Sonriente y silencioso me retiré dejándola............... dando por hecho
que sella sabría que era de las llaves de los grilletes aun atrapando sus
muñecas a su espalda.
Lo mejor de mi vida

Era viernes a última hora, comienzo de puente veraniego, y la estación


parecía un hervidero de gente ansiosa, maletas y ruido. Yo me disponía
a coger el tren, y lo hacía francamente ilusionada. La cercanía de las
vacaciones de agosto por un lado, y el deseo de encontrarme con los
mios en el pueblo, familia y amigos que no veía desde Semana Santa,
me predisponían a un viaje esperado largamente durante esas tediosas
semanas de trabajo en la gran ciudad. A pesar de los ya casi diez años
que llevaba viviendo en élla con mi ajustado sueldo de secretaria de
administración en una editorial, la verdad es que no había conseguido
adaptarme del todo al ritmo y costumbres de la urbe. Llevaba, eso sí,
una vida relativamente cómoda en mi apartamento de soltera, con mis
amistades de fin de semana, mis cursillitos de fotografía, el gimnasio
un par de veces a la semana, y dos o tres parejas, que no me habían
durado demasiado, durante todos esos años. En cualquier caso, un
balance bastante gris para la ansias de comerse el mundo que llevaba
aquella jóven de 23 años cuando salió del pueblo, una vez que acabó
los estudios de psicología en la capital de su provincia.
Ahora tenía por delante toda una noche en el tren, pero iba contenta
por lo ya dicho y porque al día siguiente tenía la despedida de soltera
de mi amiga. Todo me predisponía a un viaje agradable pensando en
la juerga y la posterior tranquilidad del pueblo. Pero no podía imaginar
entonces, según entraba con mi maleta en el compartimento del
coche-cama que había reservado, cómo de agradable me iba a resultar
aquella noche de viaje.
El caso es que una vez instalada se me acercó el revisor a comprobar
el billete y a pedirme un favor. Por lo visto era política de la compañía
aprovechar en fechas clave como la de ese día, la capacidad de los
trenes al máximo, y por eso me consultaba si estaría dispuesta a
compartir mi compartimento con una segunda persona que debía
subir al tren en la siguiente parada. Yo, no sé si por timidez, falta de
criterio, o por mi buen estado de ánimo, no supe oponerme y acepté
su propuesta sin demasiadas pegas. Olvidándome del asunto, cuando
el tren por fin salió, me tumbé en la cama inferior de las dos y tras leer
un poco para coger sueño, apagué la luz y me dispuse a pasar la noche
lo mejor posible pensando en el previsible cachondeo de la siguiente
noche. Dadas las fechas, me tapé sólo con la sábana y vestida
únicamente con unas braguitas blancas de algodón y una camiseta
cómoda.
Al rato, no sé si mucho o poco, y atontada en medio de mi sueño, sí
llegué a percibir que alguién entraba y se tomaba su tiempo en colocar
sus cosas y acomodarse. Yo, despreocupada por completo, me di
media vuelta hacia la pared e intenté volver a dormirme ayudada del
suave traqueteo del tren. Sería la una de la madrugada cuando una
sensación de calor me desveló. Quizá por la presencia de dos personas
en tan estrecho espacio, o bien porque el aire no funcionaba
correctamente, el caso es que sentía un ahogo incómodo y decidí
levantarme para abrir una rendija en la ventana, hasta entonces bien
cerrada. La luz de la luna penetraba en la pequeña estancia
permitiendo percibir bastante bien las formas y bultos presentes. Y
entonces, al darme la vuelta para volver a mi cama, me encontré lo
inesperado. Yo había dado ingenuamente por hecho, pensaba que las
normas de la compañia ferroviaria así lo indicarían, que mi
desconocido acompañante sería otra mujer. Pero no, allí estaba él a la
altura de mis ojos, anónimo y misterioso, turista exótico, inmigrante
extranjero o simple viajante comercial, pero pude percibir claramente
su contundente figura tumbada boca arriba sin taparse, y desnudo por
completo. La visión me paralizó por unos segundos, y no pude evitar
fijarme durante aquellos escasos instantes en cómo resaltaba la forma
de su miembro posada lateralmente sobre su vientre. Para nada estaba
excitado, pero aún así, me llamó poderosamente la atención la
sensación de potencia que transmitía: era un pene relajado de tallo
más bien corto pero francamente gordo que culminaba en una cabeza
prominente sobre la rugosa vaina de la que partía. Pude apreciar,
incluso en la semipenumbra, que estaba sin circuncidar porque se veía
en su extremo la apertura del prepucio que dejaba algo entrever el
glande interno. Por debajo dos buenos testículos entre las piernas
semiabiertas completaban una lasciva e impúdica imagen de un macho
exhibiendo su hombría.
Aquella visión tan lujuriosa me produjo un estremecimiento
inmediato, y tardé un poco en reaccionar antes de agacharme hacia mi
cama. Me acosté, pero aquella imagen no desaparecía de mi cabeza;
sin querer una excitante sensación se iba apoderando de mi, la
presencia cierta de aquel desconocido a un metro escaso de mi, con
todo aquel paquete de poderosas razones a la vista, me indujo un
estímulo muy agradable en las partes más recónditas de mi
imaginación, y dejándome llevar por él me acurruqué de nuevo hacia
un lado para intentar dormir.
No tengo ni idea de cuánto tiempo pasó hasta que un ruido me
espabiló de nuevo cuando me encontraba nuevamente dormida.
Aunque al principio no supe de qué se trataba, no tardé mucho en
darme cuenta, por la sombra que la la leve luz que penetraba desde la
ventana proyectaba sobre la pared, de que alguien, a escasos
centímetros de mi cama, permanecía de pie en medio del
compartimento. Enseguida fui consciente de que aquel extraño
visitante no podía ser otro que mi compañero de viaje.
Pero lo que ya me desveló del todo fue darme cuenta que la sábana
que me cubría había sido retirada hasta mis pies, con lo que todo mi
cuerpo, incluidas las piernas, permanecían al aire en toda su plenitud. Y
subrayo lo de las piernas porque también mi camiseta aparecía
recogida sobre mis caderas, y yo misma podía contemplar la blancura
de mis braguitas sobre el triángulo de mi pubis. Inmediatamente sentí
como un impulso de mi mente que me impelía a taparme, o
revolverme sobre mí misma y salir corriendo. Sin embargo, algo como
un deseo más fuerte y desconocido, acabó por imponerse y opté por
permanecer quieta, simular que dormía y permanecer a la expectatitva.
Consciente era también por mi postura -ya que me encontraba
tumbada de costado, cara a la pared izquierda, con la pierna inferior
totalmente estirada mientras que la derecha cruzaba por encima
ligeramente doblada por la rodilla- que todo mi espléndido culo, sólo
protegido por la fina tela de las bragas, permanecía expuesto a los ojos
de mi presunto admirador, a la vez que incluso el valle íntimo de la
entrepierna seguramente le sería perceptible desde su posición.
Durante un buen rato en el que aparentemente no pasó nada, me
sentí indefensa y paralizada por la incertidumbre, pero según fui
haciéndome cargo de la situación, y para mi sorpresa, la inquietud
inicial fue dejando sitio en mi mente a una nueva sensación, extraña
sensación, que casi diría que nunca antes había experimentado, y que
era como de un deseo de obsceno exhibicionismo, lo cual empezaba a
proporcionarme una agradable tranquilidad. De hecho, siempre había
presumido de poseer un buen culo que sabía que atraía la mirada de
los hombres y que era la envidia de mis amigas. Más de una vez había
llegado a notar como en las aglomeraciones del metro algún
aprovechado se permitía rozarlo e incluso tocarlo con más o menos
descaro cuando resaltaba respingón bajo mis pantalones ajustados.
Ni que decir tiene que aquella situación, sabiéndome observada por
la mirada seguramente ansiosa de aquel extraño, empezaba a
resultarme sugerente, e incluso por un momento llegué a lamentar
haberme acostado con las bragas puestas, para así, mejor lucir aquellas
curvas mías tan seductoras. No sé si fue por esto mismo que
instintivamente quise echar el culo para atrás, moviéndolo ligeramente
para que destacara más, y así no sólo provocar un poquito más a mi
acompañante, sino también aumentar en un grado mi incipiente
excitación. Ni yo misma acababa por creerme del todo lo que por mi
cabeza pasaba. Probablemente se debía en gran parte a aquella
imagen poco antes vista, y que nuevamente se fijaba en mi mente, de
aquel pene turbador de mi inocencia, que me sedujo nada más verlo,
porque adivinaba en él un falo obsceno, caliente y vicioso, una fantasía
que podía hacerse realidad.
Seguramente él, el hombre que me observaba, se había dado cuenta
de mi ensimismamiento por su desnudez cuando la descubrí, y por eso
su atrevimiento en hacer lo que hacía ahora.
Tal es así, que justo en ese momento noté que un dedo se posaba
sobre mi pierna por encima de la rodilla derecha. El contacto no pudo
ser más ligero en un principio, y así permaneció durante un buen rato
sin moverse, como evaluando mi respuesta. Al poco, sin embargo,
empezó a trazar círculos y suaves arabescos sobre mi piel, primero
muy despacio y cubriendo una pequeña extensión, luego cada vez de
forma más atrevida y aventurándose por áreas cada vez más extensas
del muslo desnudo, utilizando incluso dos y tres dedos en sus
incursiones. Con sus caricias yo notaba que mi piel se erizaba con su
contacto y un creciente deseo de ser más y más acariciada se iba
apoderando de mí.
Sus dedos bien pronto aprovecharon toda la suave superficie de
muslo que yo generosamente le ofrecía en mi provocativa postura, y
así, iban y venían en una leve y continua caricia que yo sentía como
una mezcla de agradable y excitante sensación por una parte, pero
también algo de inquietante incertidumbre por saber sus últimos
deseos ante mi entregada indefensión. Mientras mi mente dudaba aún
ligeramente sobre qué hacer, el tiempo jugaba a su favor y
acrecentaba su determinación y osadía: podía sentir, de hecho, cómo
aquellas cosquilleantes yemas me subían por la pierna, giraban y
descendían insinuándose entre los muslos, cada vez más arriba, cada
vez más adentro; y yo me estremecía por la sorpresa pero también, lo
reconozco, porque me gustaba la sensación de sentirme acariciada por
los dedos de aquel hombre que adivinaba desnudo y poseedor de un
pene que creía especialmente lujurioso, y que al haberlo contemplado
poco antes con aquel grueso tallo que culminaba en el marcado
glande, había encendido en mí todos los mecanismos de las fantasías
que calientan a una mujer y la hacen desear, la hacen excitarse entre
las piernas hasta el punto de no poder renunciar a sentirse ella misma
deseada y acariciada. Sus dedos en su placentera exploración llegaban
ya a toparse con el borde de mis bragas. Podía sentir claramente cómo
aquel perverso contacto de sus falanges recorría todo el borde de la
tela y me iba dejando sus claras intenciones de traspasar aquella inútil
frontera al borde de mi culo. Era un lento y largo paseo de sus dedos
el que podía sentir todo a lo largo de la goma de la braga, cómo si
quisiera darme tiempo a que me fuera haciendo a la idea de que
quería explorarme todo lo que la tela le ocultaba, cómo si de alguna
manera esperara a percibir la mínima señal por mi parte que le
indujera a introducirse bajo ella para acariciarme morbosamente mis
tersas nalgas por entero.
No sé si lo pretendía expresamente, supongo que sí, pero estaba
consiguiendo con aquella lentitud morbosa de sus insinuantes caricias
- sobre todo allí donde las bragas justo me dejaban al descubierto esa
pequeña prominencia carnosa en forma de sugerente pliegue que
separa el culo del muslo, y que se vuelve tanto más pronunciado según
se acerca a la entrepierna-, estaba con ello, decía, estimulándome toda
la zona, y comenzaba a despertarme y sensibilizarme las terminaciones
nerviosas de la cercana vulva. Y, claro, sólo eso me hacía falta para que
desinhibiera mis últimos pudores de mujer semidesnuda ante aquel
desconocido, para que deseara cada vez con más fuerza su caricia bajo
la braga; deseaba sentir ya la relativa aspereza de aquellos dedos de
hombre recorriéndome toda la suave y sensible superficie de mi culo,
sentir su mano introducirse por completo dentro del elástico para
entregarle mi trasero a sus obscenas caricias, dejarme hacer, darle el
culo entero para que me lo masajeara a su antojo, todo como un
delicioso anticipo de lo que podía ser sentir sus dedos sobre mis otras
intimidades.
Pero parece que mi lascivo masajista no tenía prisa y le gustaba
entretenerse en cada uno de sus movimientos. Mientras seguía
tentándome con sus dedos por todo el límite superior del muslo, posó
su otra mano directamente sobre la plenitud de los glúteos. Yo podía
sentir su calor mientras me presionaba suavemente sobre la braga con
toda su palma.abierta. Luego, con la punta de sus dedos, empezó a
recorrer longitudinalmente la raja central, todo el surco que separa los
montículos, empujando cada vez más y haciendo como si quisiera
atravesar la tela y penetrar en el profundo y estrecho desfiladero
carnoso. Podía sentir perfectamente cómo la tela cedía y se me iba
metiendo la braga dentro del culo bajo la presión de sus dedos.
La acción coordinada de sus dos manos homenajeándome el pompis
y sus alrededores, seguían encendiéndome las ascuas del deseo en la
cercana vulva, poco más allá de donde aquellos dedos procaces
hurgaban sin descanso.
En su recorrido exploratorio desde el exterior, por fín, dos de sus
dedos empujaron, y levantándome la goma elástica de la braga osaron
por introducirse decididamente dentro de ella, y abriéndose en
abanico, comenzaron un delicioso vaivén de arriba a abajo por toda la
nalga derecha. Su dedo índice, en cada pasada, profundizaba cada vez
más, hasta que acercándose al borde de la raja, me extrajo la tela que
en ella tenía entretenida con un delicioso movimiento de palanca. Su
otra mano, la exterior, le dejó campo libre retirándose hacia mi
entrepierna, y el dedito en cuestión, ni corto ni perezoso, no dudo un
instante en hacerse un sitio entre mis dos glúteos, quedándoseme
perfectamente acoplado en toda su longitud entre las acolchadas
paredes laterales de ambas nalgas. A partir de ahí el muy pícaro
cambió el sentido de su movimiento, de forma que yo podía sentir
muy bien cómo cada vez profundizaba más y más en la grieta de mi
culo, que lo acogía con sumo gusto.
Ante su atrevimiento yo ya no podía ocultar más mi creciente
excitación. Era perfectamente consciente de que él sabía que me tenía
en sus manos, de que sabía que me gustaba lo que me estaba
haciendo y que me tenía entregada a su libidinoso juego. De hecho, en
ese momento hubiera deseado bajarme las bragas allí mismo por
completo para facilitarle el trabajo de meterme mano, y que así,
además de contemplar, pudiera tener acceso libre a todas mis
aberturas íntimas. Aún con todo, decidí permanecer quieta y dejarle
hacer esperando nuevas y deliciosas sorpresas.
Y, lógicamente, si ya tenía mi culo, a pesar incluso de la braga,
totalmente entregado y a su disposición, era la hora de que intentara
nuevas caricias, nuevas incursiones por los jardines de mi palacio,
dejarle acercarse a su puerta, abrírsela, y dejarle explorar los pasillos y
recovecos de mi cueva del placer. Yo lo deseaba, y el seguro que lo
intuía, porque su otra mano, ahora libre, me la introdujo poco a poco
entre las piernas, y siguiendo con sus dedos la comisura que
seguramente se me dibujaba sobre la fina tela de la braga, aún en su
sitio, pronto localizó más allá del hueco del ano, el empiece de mi otra
rajita, que rapidamente centró su interés exploratorio. Colocó sus dos
dedos centrales justo sobre la grietita y empezó a restregarlos
adelante y atrás. Al tiempo, el índice y el meñique iban paralelos
acariciando la fina piel de la parte exterior de mis labios sexuales que
no llegaban a ser cubiertos del todo por la estrecha tira de algodón
blanco, ya que cada vez se me recogía más la tela hacia dentro con el
ajetreo, lo que permitía que los dedos, a cada pasada, se acercaran
cada vez más a la entrada vaginal.
Además, entre su perverso juego en el culo y el nuevo masaje vulvar
que me estaba proporcionando, yo comenzaba a estar francamente
húmeda de mis propios jugos, y la braga, con el roce empapada,
resbalaba perfectamente sobre los labios al impulso de sus dedos. Su
roce sobre mi chocho me extasiaba de forma tal que mi respiración
comenzaba a ser acelerada y casi audible. Ya no me quedaba ninguna
duda de que mi anónimo y aprovechado manipulador era ya
perfectamente consciente de lo que estaba consiguiendo; más aún
cuando notaba que el muy cabrón aprovechaba para presionarme con
su dedo corazón sobre mi clítoris, ya hinchado de goce, cada vez que
en aquel vaivén glorioso llegaba a su extremo superior, lo cual me
hacía emitir pequeños suspiros que iban creciendo en intensidad.
Mi cabeza me daba vueltas e imaginaba que el placer que yo sentía
sería seguramente compartido por él al poder masajearme y
masturbarme a su antojo. Imaginaba, que con toda seguridad, aquel
gordo pene de prominente cabeza estaría ya a estas alturas convertido
en una potente polla, dura y enhiesta, apuntando hacia mi culo y a
escasos centímetros de él. Lo imaginaba allí, detrás mio, y deseando
entrar en acción para pasearse lujurioso por mi húmedo pasillo,
empapándose en él antes de introducirse en mi, ansioso por follarme y
penetrarme el coño, para poder descargar entre sus sensibles paredes
toda su carga de dulce y tibia leche, y me imaginaba a mi misma llena
de su semen desbordándose hasta fluir por mis muslos abajo. Y todo
ello me trastornaba y multiplicaba el placer que sus dedos me estaban
dando.
Tiempo después tuve otra gran experiencia en mi vida….
Suelen decir que hay que saber aprovechar los buenos momentos y
oportunidades de la vida. Pero no sé yo si lo de bueno se queda un
poco corto, o es un eufemismo, cuando me refiero a lo que me ocurrió
en la ocasión que paso a relatar. Lo hago intentando reflejar al detalle
lo que me sucedió y sentí, para justificar así, de la mejor manera
posible, que aquello fue algo más que simplemente bueno.
De hecho, todo fue tan íntimo y lo viví tan intensamente, que por eso
enfatizo la historia en primera persona desde el principio.
Yo era una asidua usuaria del tren porque me aburría en los viajes
soberanamente, y al menos en ellos encontraba algo de comodidad.
Yo, mujer ya entrada en los treinta, ocupaba mis días, como la mayor
parte de los mortales, en ocupaciones de lo más banales: mi trabajo de
secretaria, mis amigos, mis aficiones y poco más; sin que, por otra
parte, nunca nada extraordinariamente excitante me sucediera. Yo, me
solía conformar con las pequeñas alegrías de la vida, y por eso mismo
iba en aquel tren ilusionada con el largo puente que me esperaba en el
pueblo de mi infancia. Yo, que era, en definitiva, una mujer como
tantas otras, con bastantes fantasías y sueños, pero pocas realidades,
no podía nunca haber imaginado que situaciones como en la que me
había visto inmersa esa noche en ese tren podían suceder realmente.
Pero allí estaba yo, en aquel estrecho compartimento de dos camas,
con un acompañante desconocido y con el que no había cruzado
siquiera una palabra. En medio de la noche, con la suave luz de la luna
que se filtraba por la ventana, mientras el tren avanzaba repitiendo una
y otra vez con su traqueteo esa especie de rítmico mantra que tanto
me gustaba oir. Sí, allí estaba yo, tumbada de lado y destapada,
sintiendo como aquel extraño, que se encontraba totalmente desnudo,
metía su mano dentro de mis ya húmedas bragas, y hacía lo que quería
sobre mi culo, mientras al mismo tiempo me masturbaba
descaradamente con los dedos de la otra mano entre mis muslos y a
través de la tela de algodón.
No sabía muy bien cómo había podido pasar, qué me había llevado a
dejarme hacer algo que en una circunstancia normal mi acentuado
sentido del pudor habría considerado casi sucio y reprobable; pero
estaba sucediendo, y, sobre todo, me estaba gustando. Quizá fue
simplemente la visión que tuve de su cuerpo desnudo cuando lo creía
dormido, con su llamativo pene bien exhibido, la que estimuló mi
líbido de forma imparable. Quizá fuera algo así como un imperativo de
mi subsconciente el que me salió a flote aquella noche en aquel tren, y
que me inducía a satisfacer mi necesidad de sexo, mi necesidad de
hombre, porque de hecho ya llevaba bastantes meses, demasiados, sin
sentir la caricia y el abrazo de un hombre excitado, sin sentir su
penetrante presencia. Puede que el lugar y el momento: el tren, la
noche de luna, el calor, la intimidad compartida con el
desconocido...todo parecía ser la plasmación perfecta de una de mis
fantasías preferidas. Segura y simplemente todas las piezas
conjuntaban perfectamente para que mi cuerpo se entregara y gozara
como nunca.
Sólo sé que ya metida de lleno en aquella situación, no podía pensar
racionalmente, que lo que mi cuerpo sentía me dominaba por
completo y que estaba en sus manos. Que un deseo oculto y primario,
deseo de sentirme mojada, acariciada en mis intimidades,
manoseada,... deseo de sentirme desnuda, abierta y entregada, y en
último término tomada y llenada por el pene de aquel hombre que
presumía tan obsceno y tan lleno de energía sexual, se estaba
apoderando por entero de mi.
Y él sabía perfectamente lo que se hacía. Una vez que ya no le
quedaba ninguna duda del gran estado de excitación al que había
conseguido llevarme, bien porque lo había podido comprobar con sus
propios dedos al tocarme por el borde de la braga mis húmedos labios
externos, o por mi audible respiración, que anunciaba bien a las claras
la agitación que por todo mi cuerpo empezaba a propagarse en forma
de tibia sensación, y que me subía por toda la médula espinal desde la
vulva y el culo hasta la cabeza, para, luego, reflejarse desde aquélla
como una nerviosa inquietud que yo misma podía observarme en los
dedos de las manos y en los pies; pues bien -como decía-, una vez que
me sabía bien excitada, tomó, por fin, la decisión de quitarme las
bragas.
Poquito a poco procedió a bajármelas tirando suavemente desde
delante y detrás con ambas manos a la vez. Todo lo que él hacía
llevaba consigo una carga increíble de morbo, lento y premeditado
morbo, que no hacía más que incrementar mi excitación. Así, al tiempo
que las bajaba lentamente, no perdía la oportunidad de rastrearme con
sus dedos tanto la raja del culo como el monte de venus por el otro
lado. . Uuff!!, sentir cómo aquellos dedos extraños me desnudaban
para dejarme el culo y el coño expuestos a lo que él quisiera, me
produjo una sensación indefinible que casi diría que nunca antes había
tenido, era como sentirme muy zorra en el sentido más lascivo de la
palabra. ¡Y es que me notaba tan caliente entre sus manos!
Por eso, me alegré de sentir como me iba retirando la mojada braga.
Pero cuando la tenía a medio muslo, se detuvo, y por un momento
perdí su contacto por primera vez en bastante tiempo. Casi al instante
noté cómo se sentaba al borde de la cama mientras yo todavía
permanecía en mi posición inicial ladeada y dándole la espalda. Desde
allí percibí cómo se inclinaba sobre mi para a continuación besarme
suave, larga y tiernamente en mi cuello al tiempo que con una mano
acariciaba mi corta melena. Aquel gesto suyo acabó por entregarme
del todo, lo sentía como un macho caliente pero tierno. Su aliento me
calentaba la garganta mientras algo había al mismo tiempo que rozaba
mi culo ahí abajo según su cuerpo se torsionaba para besarme, algo
que era muchísimo más grueso que un dedo, y que lo sentía caliente y
tentador sobre mis glúteos. Fue una sensación tan especial la que su
largo beso mezclado con esa obscena caricia trasera me proporcionó,
estando como estaba además con las bragas bajadas, que leves y
placenteros escalofríos me estremecieron los pechos y todo el espacio
entre los muslos. Me sentía en la gloria.
No sé por qué, pero cuando comenzó a retirarse de nuevo tuve un
impulso que me llevó a romper mi quietud, y quitarme las bragas por
completo yo misma sacándomelas por los tobillos. Al hacerlo, no pude
resistir la tentación de torcer la vista hacia donde él se encontraba, otra
vez de pie, pero no para escudriñar su cara e intentar adivinar qué tipo
de hombre era, no; lo único que en realidad me intrigaba de él en
aquel momento era su pene, su órgano sexual, que yo ya empezaba a
desear sentirlo entre mis muslos y cuya primera visión mientras él
aparentemente dormía, había sido el desencadenante de lo que ahora
me estaba sucediendo, incluido ese primer y gozoso roce suyo en mi
culo.
Y sí, pude por unos intensos instantes apreciar cómo era aquel
excitante miembro, fijé descaradamente la vista en él hasta que el
hombre me sujetó de un hombro y de la cintura para, haciéndome
girar, volver a tener que tumbarme, ahora más bien boca abajo. Ahí, en
esa postura, tras darme él un par de suaves cachetes en las nalgas
entendí que me conminaba a que me dejara hacer lo que él quisiera,
como queriéndome decir que no era el momento aún de darme su
polla, sino que él sabía muy bien lo que había de hacer durante aquella
larga noche para que mi cuerpo gozara, para que él me gozara.
No me opuse para nada, al contrario, me seducía enormemente jugar
ese papel de cierta sumisión y ponerme en sus manos para que me
manejara a su manera. En definitiva, me excitaba sobremanera que me
lo hiciera un desconocido como él.
En mi nueva postura, llevaba bien grabada en la retina la imagen que
pude captar momentos antes y que no hacía más que incrementar mi
deseo. Un nuevo y mantenido estremecimiento me llenaba el bajo
vientre mientras sentía todo mi culo totalmente expuesto y desnudo, y
recordaba la forma colgante de ese cilindro de puro sexo que tenía
como atributo mi anónimo pero íntimo acompañante. Y es que no
podía evitar sentirme morbosa e irremediablemente atraida por su
órgano sexual. Sin saber objetivar del todo el por qué, me atraía y lo
veía ciertamente diferente a los pocos que había visto y disfrutado
hasta entonces. A pesar de que lo tenía todavía en un estado que se
aproximaba más a la semierección que a la completa excitación, se
presentaba en sí mismo poderoso, dilatado y pesado diría yo. Con un
tamaño apreciable y un grosor como el de las bananas grandes,
colgaba entre sus muslos más o menos vertical como un salchichón,
pero al sentirse observado creí notarle cómo muy pequeños espasmos
que lo tensaban hacia arriba, y eso me gustaba porque demostraba de
alguna manera que también yo conseguía excitarle a él, simplemente
con que intuyera mi expectación por su aparato, por su aparatoso
rabo. Rabo que desde luego necesitaba de un esfuerzo considerable
para conseguir elevar toda esa masa venciendo a la gravedad.
Y allí boca abajo, sintiendo ya su contacto manoseándome el culo, yo
me recreaba mentalmente con la imagen captada de su polla, me
recreaba en todos sus detalles y al mismo tiempo me excitaba. Desde
luego era una verga francamente ancha desde su base y con una
cabezota, todavía encerrada parcialmente en su estuche protector, que
sobresalía marcadamente, sobre todo allí donde le resaltaba la corona
del glande. Éste último me pareció, pese a la escasa luz, que quería
asomar ya su punta húmeda bajo la piel retráctil y rugosa que lo
cubría. En definitiva, todo me presagiaba un potente órgano
penetrador, una lasciva polla deseándome, que quería imaginar bien
cargada de semen lechoso en las pelotas que la adornaban; y yo,
irremediablemente, me sentía afortunada y muy mojada porque
presentía lo que se me venía encima, cuando todo aquello se acercara
y tocara la entrada de mi sensible cueva.
Ahora nuevamente él se inclinó sobre mí. Comenzó a besarme suave
y repetidamente el culo. Notaba perfectamente el roce de sus labios
por toda su superficie, a la vez que sus manos me subían desde la
caderas por los laterales. Jugaban a sujetarme y cosquillearme, a
introducirse por debajo de la camiseta que todavía vestía,
retirándomela hacia arriba. Sus manos buscaban mi torso, buscaban
mis pechos, y acabaron por encontrarlos y apoderarse de ellos. El
empuje de sus manos bajo mi cuerpo me impulsaba hacia arriba, tanto
que decidí finalmente facilitarle la tarea; me incorporé hasta quedar de
rodillas con la cabeza apoyada sobre la almohada. Con ello el trasero,
totalmente en pompa, le era totalmente accesible, y mis hermosas
tetas también, al quedar colgando y bamboleantes.
Sus labios, ahora más golosamente, no cesaban en su trabajo, iban de
fuera hacia dentro saltando por ambas nalgas, y al llegar a la grieta
central, sacó su lengua y entre lametones y presiones me la fue
metiendo en la raja. Era electrizante sentir aquel apéndice mojado
perforando con su punta oscilante para abrirse camino hacia abajo por
el desfiladero del culo. Así fue bajando poco a poco. Se entretuvo en el
agujerito del ano, que por mi postura quedaba a su alcance. Me lo
rodeó con la punta de la lengua trazando círculos por los bordes del
esfinter, y acabó por incidir directamente en la entrada. Nunca a nadie
antes le había permitido hacer algo semejante. Siempre había
conservado un pudor especial con mi orificio trasero en todas las
relaciones que había tenido hasta entonces. Sin embargo, en esos
momentos, me sentía deliciosamente puta entregándoselo sin
restricciones a aquel desconocido. ¡Cómo me gustaba lo que me hacía!
Porque no sólo mi culo era su objetivo, también mis pechos; mis
consistentes, redondos y abultados pechos, erógenos y excitables, eran
como un juguete entre sus manos calientes. Los acariciaban y
amasaban, los sopesaban recogiéndolos entre sus palmas abiertas, me
los cubría por completo como si sus manos fueran un delicioso
sujetador para mis tetas. Se esmeraba recorriendo con sus yemas la
ligera protuberancia de las areolas, y me tentaba los pezones con
suaves roces laterales. Yo los tenía erguidos y duros por toda la
excitación acumulada, y me los notaba bailando al impulso de sus
caricias. Por fin me los atrapó entre sus dedos y me los manipuló y
pellizcó suave y largamente.
Desde mi postura, mirando hacia atrás, podía ver perfectamente
todos los movimientos de sus manos en mis pechos, y allí, al fondo, el
bulto de su polla, ahora sí, perfectamente erecta, desafiante en todo su
poderío, preciosa. Con toda su dureza oscilando suavemente con
ligeros impulsos verticales. Aquella visión era lo más afrodisíaco que
una mujer pueda imaginar y desear: sexo desnudo y excitado de
macho caliente en estado puro.
Tras entretenerse lo que quiso en mi entrada posterior, su rostro
continúo el camino descendente por las hondonadas del culo con su
lengua abierta. Yo ya la aguardaba ansiosa con los pétalos de mi flor
bien lubricados. Y allí llegó una vez que me lamió la zona entre el ano
y los labios.
Por sopresa, me depositó directamente un largo beso en toda la
vulva, y acto seguido comenzó a mover sus labios sobre los mios. Con
el empuje de su boca, hacía que mis labios íntimos externos fueran
separándose del todo, y entonces, extrajo de nuevo su lengua y
comenzó a lamerme en los labios internos, de arriba abajo y de abajo
arriba, una y otra vez, sin descanso, me recorría multitud de veces
desde el perineo hasta la comisura superior. Se detenía a veces para
cosquillearme justo con la punta de la lengua todos los rebordes de la
ninfas carnosas que me guardaban la entrada de la vagina. Entonces,
distanciándose un poco, volvió a lanzarme un cachete en la nalga y me
habló por primera vez en toda la noche, lo justo para decirme:
"Túmbate boca arriba y abre bien las piernas, voy a hacer que se te
moje bien el coño!"
Aquél lenguaje suyo, directo, y obsceno, disparó todas mis
expectativas, y automáticamente cumplí su deseo, su doble deseo. Me
giré y procuré hacerle sitio entre mis muslos ansiosos, y mientras lo
hacía, me sentía abierta y entregada, caliente como nunca, allí en aquel
pequeño compartimento cerrado convertido en una especie de celda
para el sexo. Percibía la atmósfera cargada de aromas de sexo, y yo me
sentía como una hembra en celo. De él, no sé si era algo imaginado
por mi o era real, pero un aroma intenso, como de almizcle y piel
curtida, me llegaba directamente, era como si su pecho, y su vientre
exhalaran fragancias donde se mezclaban el olor natural de su piel con
componentes más fuertes y penetrantes, algo acres incluso, como si su
polla encendida de deseo y sus testículos destilaran volátilmente su
esperma interior. Todo me embriagaba y me predisponía a abrirle la
vulva.
Girándome, me saqué la camiseta por los hombros y me tumbé boca
arriba abriendo las piernas. Esperé impaciente su siguiente
movimiento, mientras me observaba el bultito de mis pezones
erguidos.
El se arrodilló entre mis muslos y llevando dos de sus dedos a mi
boca, me los introdujo para que se los ensalivara. Se los chupé con
gusto. Me deleitaba la sensación de tener mi boca ocupada con algo
de él, recorrerle los dedos con mi lengua para mojarle su piel,
saboreárselos como dulce presagio de su otro apéndice, su miembro
más deseado por mí, ese otro mucho más obsceno, perverso y
tentador que los dedos que ahora me ocupaban. Según enroscaba mi
lengua por entre sus dedos, imaginaba su falo tieso entre mis labios,
con su glande húmedo y descubierto introduciéndose juguetón entre
mi lengua y el paladar, quería imaginar el sabor afrodisíaco de esa
gruesa fruta lasciva que brotaba de su vientre, la deseaba, la quería
palpar y explorar para excitársela al máximo, para que luego élla me
tomara y me penetrara entre mis piernas.
Cuando tuvo sus dedos bien embadurnados de mi saliva, los extrajo
de mi boca, y bajándolos por el canal de entre mis pechos, fue
cosquilleándome por el ombligo, hasta llegar a mi pubis desnudo. Me
acarrició suavemente el vello que ligeramente lo cubría, y
aproximándolos al empieze de la rajita, profundizó hasta dar con mi
botón secreto. Rodeando el clítoris con los dedos, uno por cada lado,
presionó ligeramente mientras los movía longitudinalmente; con ello,
conseguía que mi capuchón resaltara y lo iba haciendo más
prominente. Acercando su rostro, colocó de nuevo sus labios y su
lengua jugando en la entrada de mi vagina. Yo esperaba que le gustara
el jugoso manjar que le entregaba. Al mismo tiempo llevó los dedos de
la mano libre a mi culo y comenzó a cosquillearme la entrada del ano,
primero los radios que tensaban el agujerito, luego cada vez más cerca
del orificio. Yo podía sentir como el cosquilleo continuo hacía que se
me abriera y cerrara el esfínter. Se atrevió a introducirme la punta de
un dedo poco a poco y lo dejó ahí como esperando a que se me
dilatara progresivamente el hueco bajo su presión. En el otro extremo
de mi vientre, con la yema de su índice comenzó a trazar círculos
rodeándome el clítoris. Cuando lo pasaba por la zona inferior
impulsaba un poco hacia arriba como intentando levantarme el botón
lo más posible. Mientras, su lengua se me iba introduciendo dentro de
la vagina, como si intentara follarme con ella, la impulsaba hacia
delante y me la metía tres o cuatro centímetros, de hecho, todo lo que
le daba de sí. Antes de sacarla cada vez, procuraba darme un ligero
lametón hacia arriba.
Después de un buen rato de repetirme el juego en el clítoris , con la
misma yema empezó a frotarme directamente todo el tallo del mismo
cada vez más deprisa, y finalmente se decidió a presionar directamente
en su puntita, suaves toques pero muy repetidos en ese punto de
sensibilidad extrema.
Mi agitación era manifiesta, mis brazos, mis hombros, mi cabeza se
movían y oscilaban en un nervioso baile. Sus expertos dedos, su
incisiva lengua trabajaban sin parar todo mi coño, y yo, yo gemía ya
claramente entrando en un estado de excitación incontenible. Los pies
los tenía en tensión con los dedos encogidos. Algo parecido a una
estimulante vibración interior me recorria todo el bajo vientre. El optó
entonces por cambiar el juego, para provocarme definitivamente el
orgasmo que buscaba.
Ahora era su lengua la que se dedicaba a degustar mi clítoris
mientras con sus dedos me follaba a la vez, y mantenía impertérrito el
otro dedo dentro de mi estrecho culito. Comenzó a lamerme el clítoris
de abajo a arriba, suavemente pero insistentemente, sin parar, una y
otra vez, una y otra vez. Me metió dos dedos por la vagina y los movía
en círculo a la vez frotándome toda la pared interior. Me estaba
volviendo loca, comenzaba a percibir como unas ligeras contracciones
por las ingles. Mi músculo PC empezaba sin duda a activarse
descontroladamente. Era una gozada intensa para mí, me sentía el
orgasmo como algo imparable, todo el coño vivo, hipersensible y lleno
de una húmeda sensación, lleno de ondas de placer que me hacían
vibrar el orificio del ano y la vulva entera. Sus dedos ya casi
chapoteaban en mi interior. Se podía percibir una especie de plash,
plash, plash cada vez que iban y venían. Y yo me dejaba ir, me
abandonaba por completo y sólo acertaba a musitar monosílabos
ansiosos, rítmicos y acompasados al sonido de fondo del avance del
tren por la via: "Sí, Sí, Sí, Sí, Sí ..." repetía constantemente con cada
contracción del coño. Con la punta de la lengua apretada, comenzó a
golpearme rápidamente la cabeza del clítoris, en un suave martilleo
continuo, algo me impulsaba a cerrar los muslos y atrapársela entre
ellos. No pude evitar atraerlo hacia mí impulsándolo por la nuca para
que se tragara todo mi clítoris. El no cejaba, lo chupaba con avidez,
chup, chup, chup, chup,....la lengua lo golpeaba sin parar, tis, tis, tis, tis,
tis..., ya no aguantaba más, me iba sin remedio, con unos clarísimos
estremecimientos en toda la pelvis. La vagina y el ano se me contraían
y se me relajaban alternativamente, y creo que le mojé su cara con mi
miel. Uuuufffffhhh!!!, le di una corrida maravillosa, mientras dentro de
la vagina, con sus dedos doblados hacia arriba, él me rascaba la pared
superior como queriendo extraerme, secarme el manantial hasta la
última gota. No dejó de chuparme el clítoris mientras me duraban las
dulces contracciones.
Desde luego él había conseguido lo que pretendía porque me tenía
bien empapada. Todos mis genitales se encontraban a punto de
caramelo. El néctar que había segregado con generosidad me
lubricaba todo el conducto vaginal y me humedecía toda la zona de la
entrepierna, y, en consecuencia, me sentía en un estado de éxtasis,
complacida y complaciente a todos sus deseos. Él, perfectamente
consciente de ello, se resituó, y colocando sus rodillas por ambos lados
de mi cuerpo a la altura de la cintura, se medio sentó sobre mí con el
tronco hacia delante, de manera que su falo quedaba a la altura de mis
pechos de forma insinuante y desafiante.
No sé si por sí mismo, o a consecuencia del ligero ajetreo que le daba
la marcha del tren, pero aquello le oscilaba con un movimiento que
denotaba su sólida consistencia. Entonces, él me tomó una de mis
manos por la muñeca, y la llevó directamente sobre su verga
invitándome a que se la cogiera. Así lo hice rodeándola con la palma, y
la verdad es que justo conseguía abarcar por completo su
circunferencia. Aquel contacto me produjo una agradable sensación
que me hizo estremecer al mismo tiempo, al constatar las anchas
dimensiones de ese lascivo salchichón que empezaba a reclamar su
protagonismo.
Yo inicialmente quedé como atontada y sin saber lo que hacer, quizá
sorprendida por la magnitud del aparato. Pero un impulso de su mano,
que todavía me sujetaba, me llevó a iniciar un vaivén sobre la vaina del
pene, de la que podía apreciar su perfil rugoso por las hinchadas venas
que la surcaban. Providencialmente el tren atravesaba una zona
poblada e iluminada, con lo que el añadido de luz que entraba por la
ventana me permitía observar bastante bien lo que mi mano recogía.
Así, claramente veía que alternativamente con mis idas y venidas, la
piel del prepucio le retrocedía para dejar al descubierto su brillante y
húmedo glande con forma como de hongo prominente, que
nuevamente quedaba a resguardo bajo su funda cuando mi mano
tiraba de ella hacia mí. La verdad es que era de una obscenidad
clamorosa ver esa cabeza lubricada asomándose y escondiéndose bajo
el pellejo externo que se entretenía y arrugaba unas veces y otras
quedaba perfectamente estirado y terso.
Adelantándose ligeramete me acercó su miembro hasta situarlo casi
sobre mi cara. Su invitación era más que evidente. Yo intenté entonces
reincorporarme ligeramente para aproximarme a él. Tenía ya toda la
lujuriosa geografía carnal de su sexo a escasos centímetros de mí. Me
llegaba su aroma de sexo puro, su presencia cercana me atraía sin
remedio, me sentía chica golosa ante aquel caramelo dulce. Entoces él
se inclinó ligeramente y empezó a pasearme el capullo por todos los
rincones de mi rostro: me lo pasó por los ojos, dibujó con él el perfil de
mi nariz, me golpeó cariñosamente las mejillas, y me lo restregó por la
barbilla acercándolo hacia mi boca.
Me tentaba enormemente su fruta jugosa y entreabrí mis labios para
acogerla. Ciertamente no era la primera vez que degustaba un sexo de
hombre. Nunca le había hecho ascos en el juego sexual a chupar y
lamer un buen pene, deleitarme con su sabor particular, apreciar su
sólida textura carnosa, su rígida blandura, y sentir su estremecimiento
de placer al dejarse lamer, pero ante aquella personificación de príapo
era inevitable sentir una gula y un deseo mucho mayor. Noté como se
posaba la superficie suave y húmeda de su glande entre mis labios,
entonces lo hizo oscilar ligeramente para recubrírmelos con su sutil
esencia y empujó suavemente haciéndome abrirle de par en par la
entrada que buscaba. Me fue penetrando lentamente. Me inquietaba
que no pudiera soportar su contacto si me llegaba hasta la campanilla,
pero se detuvo a medio camino. Mis labios tuvieron que abrirse al
máximo para franquearle el paso a aquel émbolo caliente, y la
sensación de plenitud que me produjo cuando sentí su cabeza entre
mi lengua y el paladar fue completa. Intenté rodearle el glande con la
lengua para recoger y saborear su concentrado regusto a macho. A él
seguro que le gustaba sentirse mamado, movía su pelvis para
recorrerme toda la cavidad bucal, inflándome los mofletes por dentro
con su voluminoso capullo. A ratos, alternaba la penetración bucal con
retiradas momentáneas que yo aprovechaba para besarle y lamerle
todo el tronco. Al subir mi lengua hacía la punta de la polla, procuraba
incidir especialmente en lo que suponía sus dos puntos más sensibles,
el frenillo que se le tensaba en la corona del glande y justo en la
puntita donde se le marcaba el pequeño orificio por donde antes o
después tendría que eyacular su carga de semen desde las pelotas. De
hecho me apareció atrapar una gotita de su líquido preseminal
saliéndosele por el agujerito, porque aprecié con la lengua justo ahí,
un tacto muy viscoso con sabor algo áspero, que me supo claramente
a esperma diluido.
Quedaba claro que el también gozaba, y que yo estaba consiguiendo
calentarle la caldera de los testículos. Pero no sé si por eso mismo,
temeroso quizá de correrse antes de lo que deseaba, o simplemente
porque quería pasar a metérmela cuanto antes entre las piernas, el
caso es que decidió recolocarse, y pasó a tumbarse a mi lado. Me hizo
ladearme lo justo, y desde atrás mio, pegado a mi culo, me separó lo
suficiente las piernas, abriéndomelas, para que pudiera acomodar su
falo tieso entre mis muslos. Poco a poco, siempre moviéndose con
parsimonia y excitante morbo, lo fue acercando hasta la comisura de
mis labios subiéndolo y acariciándome la cara interna de los muslos.
Procuró centrarlo y comenzó a tocarme suavemente con la punta del
glande húmedo y ensalivado en mi excitado clítoris. Mientras, sus
brazos rodeaban mi cuerpo por ambos lados teniéndome
estrechamente abrazada, y sus manos se entretenían amasándome la
superficie de los pechos.
Después de martillearme mi botón del placer durante un buen rato
paseó el miembro por toda la vulva desde el ano hasta el pubis. Podía
sentir los brochazos de la verga en la húmeda blandura de entre los
labios, el agradable cosquilleo que su capullo me producía en mi jardín
íntimo.
La sensación para mi era terriblemente estimulante y agradable:
mecida por el suave traquetear del tren, mi cuerpo desnudo atrapado
entre los brazos de aquel hombre que jugaba con su gorda polla por
toda mi vulva, por todo mi nido caliente. Es como si me comenzara
una nueva masturbación, pero ahora el agente provocador era lo que
yo ya más deseaba de él, su tremendo cipote dispuesto a penetrarme
de un momento a otro.
El balanceo de su vientre era cada vez más sutil, de forma que
procuraba frotar su miembro cada vez más despacio, cada vez más
preciso, frenándose al pasar por la entrada del orificio vaginal y
presionando con la punta un poquito más en cada pasada, así me iba
abriendo paulatinamente y al mismo tiempo me rascaba y estimulaba
las mucosas de la entrada. Era el más lascivo beso que podía desear
para mi húmeda boca sexual, y es que sentir el empuje de su falo
hurgando en la entrada de la vagina y haciéndose un hueco a través de
mis labios sexuales era sencillamente delicioso. Finalmente noté como
se me acomodaba la cabeza del pene atrapada entre los labios
internos y la dejó ahí por un instante.
Sus manos jugaban con entera libertad por todo mi torso, desde los
pezones hasta el clítoris subían y bajaban sin parar en un estimulante y
sensual masaje.
Nuevamente sin tregua, casi imperceptiblemente, empujaba el pene
milímetro a milímetro y poco a poco todo el glande hinchado se me
fue introduciendo en la chorreante vagina. Yo me sentía casi casi, y así
él me trataba, como si fuera mi primera vez, como si me estuviera
desvirgando, tal era la delicadeza de sus primeros movimientos dentro
de mí. Aunque en realidad, se podía decir que así era, porque nunca
una polla tan generosa en dimensiones me había follado hasta
entonces. Estaba deseando sentirme ya ensartada del todo, empalada
por aquel formidable órgano de placer que comenzaba a penetrarme.
El orgasmo que poco antes me había provocado me había dejado tan
bien lubricada que hubiera bastado un leve empujón por su parte para
que me penetrara por completo sin la menor dificultad. Pero él seguía
con su lento juego morboso. Por lo visto no quería de momento ir más
allá y la retuvo apenas introducida 5 o 6 centímetros, lo suficiente para
tenerme bien abierto el coño y poderme acariciar las paredes más
sensibles de su entrada con toda la gruesa cabeza de la polla que se
esforzaba en girar en redondo todo lo que su posición le permitía.
Mi excitación era tal con aquel taladro carnoso insinuándose en mi
orificio que, inquieta y ansiosa, estiraba el cuello, movía los pies y las
piernas, agitaba los brazos cada vez más, y él me sujetaba para que no
se le saliera el pene. Estaba deliciosamente presa, atrapada por el cepo
más deseado. Me besó en la nuca y mosdisqueó en el cuello, debajo
de la oreja y me susurró por segunda vez en toda la noche algo así
como esto:
"Córrete de nuevo, preciosa, quiero que me mojes bien ahora, antes
de que yo te empape luego con mi caldo".
Nuévamente sus palabras tuvieron un efecto hipnótico e inmediato
sobre mí.
Mi pelvis comenzó a moverse alrededor de su polla quieta, y aunque
el intentaba sujetarme con sus manos yo notaba cómo todo mi cuerpo
tiraba para abajo buscando que todo aquel cilindro acabara por
introducirse en mí hasta el fondo. Él me retorcía un pezón y me
masturbaba en el clítoris repitiendo una y otra vez sus caricias. Y mi
vagina comenzaba a contraerse instintivamente de nuevo, oprimiendo
la punta de su polla y una nueva sensación de abandono, de que se
me licuaba el coño otra vez, se apoderó de mi ser.
Entonces él me giró boca arriba y se situó sobre mí alzándome y
abriéndome las piernas que me atrapó por las pantorrillas. Situando su
ariete en mi entrada, no tuvo ahora contemplaciones; zas! empujó y
me la ensartó por completo de golpe. Una maravillosa sensación de
sentirme traspasada, llena y dilatada se apoderó de mí, me abrió las
entrañas al placer y un gritito incontrolado se me escapó. La retuvo del
todo metida durante un buen rato como para que tomara consciencia
de su voluminosa masa, y luego la fue retirando lentamente hasta
extraerla del todo.
En la semipenumbra del compartimento, allí entre mis muslos, se
mostraba su falo brillante y mojado apuntando a mi abertura. Y yo
sentía mi vagina dilatada, con sus comisuras y pliegues internos
moldeados por el intruso, justo allí donde la cabeza de su pene había
estado enredando y jugueteando, abriendo y empujando poco antes.
Tras quizá contemplarse y contemplarme, me la metió de nuevo de
un impulso, e inició una serie de penetraciones completas.. Notaba
como se deslizaba con una facilidad increíble, se me acomodaba sin
dejar resquicio. Mi vagina era era el guante perfecto que cubría y
calentaba su verga. Me la introducía hasta el fondo y hacía girar la
cadera en redondo para que la polla me oprimiera por los cuatro
costados, Luego, en las siguientes embestidas procuraba empujar cada
vez hacia un lado diferente de la vagina. Me subió los muslos haciendo
que apoyase las pantorrillas en sus hombros, y así las penetraciones
alcanzaban el máximo de profundidad. Yo también, hacía girar mi culo
intentando acompasar nuestros movimientos: el del falo en mi interior
con mis propias palpitaciones, todo mi vientre y culo giraban y
oscilaban , se balanceaban al ritmo que su polla imponía incrustada
como estaba entre mis piernas,
No sé si por autocontrol o como parte de su juego, empezó a
intercalar penetraciones cortas y suaves con alguna profunda. Lluego
me la llevó hasta el fondo y dejándola ahí, descansó. Todo mi cuerpo
era una completa excitación, las tetas me subían y bajaban al ritmo
acelerado de la respiración, el corazón se me salía y toda la epidermis
me sudaba,
Entonces me sujetó de la manos y percibí un nuevo movimiento en
mi interior, su polla totalmente ensartada en mí, comenzó a efectuar
una especie de contracciones y relajaciones alternativas, que hacían
que el rígido falo palpitara verticalmente, supongo que todo ello a
impulsos del entrenado músculo que aquel animal sexual debía poseer
en su vientre. Notaba los espasmos de la polla allí en lo más profundo,
lo que la hacía convertirse en una especie de palanca que quería
impulsar todo mi vientre, ahora hacia arriba, ahora dejándolo caer.
Aquel juego desconocido para mi, me sorprendió y acrecentó mi
placer al sentir ese tronco bamboleante y casi ya incandescente de
sangre y calor moviéndose ritmicamente muy, muy dentro de mi.
Desde luego me estaba follando como nunca nadie antes lo había
hecho.
Por lo visto, él también se encontraba cerca de su límite, porque de
nuevo aceleró sus movimientos. Yo liberé mi mente por completo,
preveyendo el final gozoso de su juego, deseando sentirme llena de lo
que él antes había llamado "su caldo". Me solté una de las manos y la
llevé a sus testículos. Quería darle mi calor para que le hirviera la leche;
los acaricié y estreché como queriendo ayudarle a bombear su
contenido.
Sus acometidas eran ya descontroladas, me penetraba con fuerza
desmedida y se le veía dispuesto a acabar. Se le tensionó todo el
cuerpo mientras yo le estrujaba las pelotas y la polla le comenzó a
excretar su caliente leche entre espasmos de su vientre que me
elevaban el culo de la cama. Sentí cerca de una decena de chorretones
en mi interior golpeándome la pared del útero, y me sentí llena, repleta
de caliente esperma.
El fue retrasando el ritmo de sus penetraciones al tiempo que sus
descargas se iban espaciando en el tiempo, hasta que dejándo que su
cuerpo descansara sobre el mio, mantuvo su pene metido en mí
mientras se le relajaba la respiración. Uuuuuuuuufffffffffff!!!!!, qué
gusto, qué maravilla de sensación me embargaba, mientras movía mi
pelvis suavemente queriendo alargar aquel increible momento,
queriendo exprimirle las últimas gotas de su zumo. Me sentía llena,
llena de polla y saturada de sus secreciones.
Cuando por fin decidió sacarla haciéndose a un lado, la vi salir
empapada, y yo no pude evitar la tentación de acariciarme toda la
entrada haciendo que mis dedos se embadurnaran con esa mezcla de
mi néctar y su semen que rebosaba desde la vagina hacia fuera. Así,
pegados nuestros cuerpos sudorosos, con una mano suya entre mis
muslos y otra mía sobre su pegajoso pene, permanecimos durante un
buen rato, hasta que el decidió volverse a su cama superior, Yo ya no
pude dormir el resto de la noche.
Desde aquel día , aunque nunca nada parecido me ha vuelto a
suceder, me he vuelto todavía más incondicional defensora de los
viajes en tren; y siempre que puedo, en mis viajes al pueblo o a
cualquier otro lado, reservo con antelación un cochecama con la
secreta esperanza de que algo parecido se me repita. Y en su falta, me
paso la noche en vela, me voy desnudando yo misma, y sumida en una
agradble sensación me masturbo, con el recuerdo de aquella aventura,
de aquel maravilloso y ocasional amante que será, seguro que para
siempre, mi fantasía recurrente, la que me hace vivir mis mejores
sensaciones cuando estoy sola.

Fantasma

El pasado verano mi marido fue invitado a participar como ponente en


uno de esos típicos cursos de escasos días que organizan ciertas
universidades para llenar el vacío académico veraniego. La ocasión
parecía propicia para relajarme junto al mar si le acompañaba, así que
no pude negarme, ni mucho menos, cuando David me propuso que yo
también fuera con él, ya que tenía intención de alquilar para esos días
una antigua mansión, toda entera para los dos solos. De hecho era
algo que siempre había querido hacer.
Así que hacia allí nos dirigimos en nuestro propio coche un domingo
por la tarde. Tras unas cuatro horas de viaje llegamos a orillas del
Cantábrico y nos instalamos en las afueras de la ciudad en nuestro
original "apartamento" de vacaciones. De entrada nos encantó lo que
vimos. Se trataba de una casona de planta baja y dos alturas a la que
se accedía por un pequeño jardín encerrado tras una verja de hierro
que rodeaba la casa. Por dentro, una hermosa escalera llevaba a las
habitaciones de arriba que se distribuían a ambos lados de sendos
pasillos. Toda la decoración era muy clásica y elegante, pero no dejaba
de resultar acogedora y sugerente, ya que estaba bien cuidada y era
como si de repente te sumergieras en un decorado de película antigua.
Los dos nos sentíamos especialmente animosos ante la perspectiva
de pasar unos buenos días en un ambiente original. No sé si por eso, la
primera noche que pasamos en la casona hicimos el amor de forma
especialmente apasionada. Lo cierto es que después de los años de
convivencia, la inevitable rutina había ido apareciendo poco a poco en
nuestra vida de pareja haciendo que los preámbulos, las caricias y las
posturas se repitieran de una forma casi previsible, y, sin querer, la
frecuencia del encuentro íntimo se fue resintiendo también, hasta
llegar a convertirse en una cita casi preestablecida para el fin de
semana.
Yo, a menudo echaba de menos la pasión de los primeros años, pero
empezaba a comprender que David, con los cincuenta rondándole,
tuviera cada vez menos necesidades fogosas.
Reconozco también que últimamente, no sé si porque era consciente
de su propio bajón físico, en los tiernos momentos de confidencias en
los que nos acurrucábamos el uno junto al otro después de hacer el
amor, me había confesado alguna vez, medio en broma medio en
serio, que su fantasía preferida era verme en los brazos de otro
hombre. A mí ni se me pasaba por la cabeza hacer algo así, me
resultaba del todo imposible por mi educación y pudor natural, fuera
de mis abundantes y calientes fantasías, eso sí, ponerme en manos de
otro hombre, entregar mi sexo a otro pene que no fuera el de mi David
del que seguía realmente enamorada.
Pero con el tiempo, como decía, entendía que era inevitable que se
empezara a notar el peso de la diferencia de edad con la que nos
casamos, ya que yo me encontraba, a mis 36 años, casi tan exultante y
vital como aquella jovencita universitaria que se enamoró
perdidamente de su apuesto profesor de literatura, mientras que él ya
no parecía ser del todo el mismo que yo conocí.
Por eso, aquella noche, la viví de forma especial. Quizá por la
novedad del escenario, o como si fueramos estimulados por un efecto
afrodisiaco de origen desconocido que quiza emanaba de la propia
casa, la fogosidad tomó cuerpo en nuestras mentes y en nuestros
sexos y acabó por sorprenderme realmente. Yo, particularmente, me
sentía muy caliente por alguna razón. Mientras David me abrazaba y
me penetraba, era como si presintiera que alguien nos observaba y
deseara ser invitado a nuestra cama, como si estuviéramos
exhibiéndonos delante de un desconocido para provocarle la envidia
de lo que se estaba perdiendo. Y todo ello me inducía una extraña
sensación de satisfacción y deseo.
Después, durante toda la noche tuve sueños sugerentes y apacibles,
aunque algo ridículos, que recordaba a medias cuando me desperté
por la mañana. Soñé que corría por campos abiertos donde pastaban
caballos excitados sexualmente, soñé con máquinas trabajando
rítmicamente en medio de atmósferas calientes llenas de vapor. Eran
sueños nuevos para mí que me dejaron una agradable sensación
cuando al despertar guardaba también por todo mi cuerpo una
relajante sensación muy placentera. La atmósfera de aquella mansión
me empezaba a sentar muy bien.
Por la mañana, desayunamos juntos antes de que David acudiera
después a su curso de la Universidad de Verano en la capital. Yo
apenas me había vestido con unas braguitas y una camiseta larga que
me llegaba por encima de medio muslo. A él le gustaba verme así, y
yo, también, prefería moverme sin trabas de ropa, al menos en verano.
Me encontraba recogiendo el desayuno en la cocina cuando sentí que
David se me acercaba por detrás. Sentí su mano rozándome levemente
los muslos y su aliento en mis hombros. Cerré los ojos y le dejé hacer
sorprendida por su cariñosa despedida. Noté al mismo tiempo cómo
acercaba sus labios hacia mi nuca mientras sus dedos, en un fugaz
movimiento, ascendieron atrevidos por debajo de la camiseta hasta
toparse con el borde de la braga y bajaban nuevamente, casi sin tocar
la piel, por la cara interior del muslo. Entonces, en su cercanía, un olor
desconocido, como de colonia de hombre muy especiada, me empezó
a llegar a la nariz y me despertó de mi ensimismamiento. De repente,
me asaltó la duda de que aquella presencia cercana no podía ser la de
David, nunca en la vida se ponía ese tipo de fragancia tan fuerte.
Reaccioné, pero para cuando quise darme la vuelta y despejar mis
dudas, ya no había nadie allí. Llamé a David por su nombre y nadie
contestó. Un recelo como si alguien hubiera entrado en la casa y se
había atrevido a tocarme me asaltó. Pero al verme totalmente sola,
llegué a pensar que todo había sido una falsa impresión de mi
imaginación. Olfatendo el aire, sólo aquel aroma que persistía, me
impedía creer del todo en que lo había soñado.
Aún dándole vueltas a aquel extraño incidente, pasé la mañana
tranquila, sin hacer gran cosa, y dedicándome a recorrer las diferentes
estancias si buscar nada en particular, sólo por el placer de salsear. Me
entretuve en la pequeña biblioteca surtida de libros antiguos, la
mayoría bonitamente encuadernados y bien conservados. En medio de
un buen surtido de temas, me sorprendió encontrar una pequeña
colección de libros con contenido claramente erótico o abiertamente
pornográfico según se mire. Los había varios con texto
mayoritariamente en francés y bien ilustrados con grabados donde
damas dieciochescas y bellas doncellas salían expuestas obscenamente
en todo tipo de posiciones, y eran tomadas sexualmente por caballeros
unas veces; faunos, demonios y demás seres extraños de toda
condición y pelaje otras, pero siempre poseedores ellos de llamativos
órganos sexuales cual si de sementales en celo se trataran.
Se me pasó el tiempo volando entretenida con aquellas vistosas
orgías y akelarres y acabé por leerme un librito que narraba las
peripecias de un gañán vicioso de ir asaltando inocentes campesinas
por los bosques de no sé qué condado. Estaba claro que quien quiera
que hubiera sido el dueño o la dueña de aquella mansión en el
pasado, tenía gustos particularmente lujuriosos. Me preguntaba
también, después de descartar a la adusta dama retratada encima de la
chimeneta, cuál de los tres hombres visibles en los cuadros que vestían
las paredes de la sala-biblioteca podría ser el susodicho erotómano.
El caso es que después de comer un sandwich, y tras aquella sesión
de calientes proezas sexuales que había contemplado y leído, me
sentía ligeramente excitada, y una creciente y caliente sensación me
surgía de entre los muslos. Yo no soy de las que acostumbra a
autoestimularse tocándose para darse placer, más bien añoraba la
presencia de mi David, quería tenerlo cerca para tentarlo y seducirlo y
que así, lograra apagarme el ansia de verga caliente que mi creciente
lascivia demandaba. Deseaba ardiententemente que llegara la noche
esperando que se repitiera el calentón que tuvimos ambos la víspera,
pero temía que él, para variar, no estuviera por la labor de romper la
secuencia habitual del polvo semanal.
De todas formas, el calor de mi entrepierna no menguaba, y, para mi
sorpresa, al poco me vi a mí misma rozándome la vulva por encima de
las bragas mientras desde el mirador contemplaba los árboles del
patio trasero de la casa. De repente, algo estupefacta por lo que estaba
haciendo, me preguntaba por qué hacía aquello allí, algo a la vista del
exterior y de forma tan desprocupada, pero...pensé: ¿qué de malo
había, por otra parte, en aliviarme el cosquilleo de mi cuerpo?. Así que,
sonriéndome a mí misma, y dándome un golpecito como de ánimo,
me dije: vamos Silvita, por qué cortarte, date un premio, bonita! Me
senté en el banco corrido y apoyando los talones sonre la barandilla
abrí las piernas para introducirme un par de dedos por dentro del
encaje de la braga. Ufff!, escalofríos recorrían mi cuerpo mientras en mi
mente recordaba la imagen de aquellos enormes penes reproducidos
en los grabados antiguos.
Ciertamente añoraba a mi marido como hacía tiempo no lo hacía.
Aquella casa o lo que fuera , había conseguido incrementar mi líbido
hasta ponerlo al rojo vivo.
Me sentía tan excitada que me fui directamente al dormitorio. Allí me
quité todo lo que llevaba encima, la camiseta y las bragas ya húmedas
que tiré sobre la cama, y comencé a pasearme exhibiendo mi esbelta
desnudez. Me sentía muy caliente, como si me estuviera mostrando
ante invisibles extraños. Un cierto pudor y nerviosismo se me mezclaba
con una obscena sensación. Me contemplé en el espejo. Me vi
exhuberante y atractiva. En mis firmes y grandes pechos destacaban
los prominentes pezones oscuros. Bajo mi suave vientre liso quería
dejarse ver mi joya más preciosa, con el ligero abultamiento del monte
de venus, recubierto ligeramente de un cuidado vello, y que insinuaba
el comienzo de la abertura en la vulva. Y por detrás el estupendo culo
del que me sentía especialmente orgullosa, saliente y macizo en su
redondez sin estridencias, objeto de placer de mi marido y siempre
goloso y sugestivo para el deseo de los hombres.
Satisfecha de mi tentadora desnudez, sentía, sin saber por qué, que
atravesar la puerta del dormitorio sería como si anduviera desnuda en
una casa ajena habitada. Me paseé, aún y todo, un poco por toda la
casa, con la inquietante pero a la vez fascinante sensación de percibir
como si unos ojos me espiaran, como si alguien se recreara
contemplando la oscilación de mis senos al andar, queriendo acercarse
a la profundidad de mis pliegues, deseando comprobar la tersura de
mis muslos y mis nalgas. Recorriendo los pasillos, subiendo y bajando
sin prisas las escaleras, no podía evitar ir acariciándome ligeramente
los pechos, tocándome suavemente el culo y acercando los dedos a
mis ingles. Me sentía desafiante y hermosa, embrujada y seductora,
provocándome a mí misma con mis gestos.
Volví al dormitorio y me tumbé sobre la cama sin dejar de pensar en
lo que en esos momento más deseaba, necesitaba de mi marido,
necesitaba sexo. Acabé adormeciéndome y echando una larga y
tranquila siesta. Pero nuevamente tuve sensaciones extrañas en medio
de la modorra general. Volví a soñar situaciones sugerentes y
agradables: flases y luces intermitentes me iluminaban, y yo me
desnudaba a la orilla de un lago de aguas tibias en las que luego
nadaba despreocupadamente. Pero también en algún momento de
cierto desvelo, me pareció percibir la presencia de alguien o de algo en
la habitación, como una sombra desplazándose por los bordes de la
cama. Y mientras en el sueño nadaba, vivía la sensación de enredarme
las piernas entre plantas acuáticas, chapoteando inútilmente entre
aquellos nenúfares que me acariciaban los pechos y el vientre, y esa
sensación soñada se me mezclaba con otra más real que era como un
insinuante roce que me subía por los muslos desnudos junto a un
suave cosquilleo de dedos que me tentaba la dureza de mis pezones,
todo allí desnuda en la cama como estaba.
Cuando por fin desperté del todo, desde luego me encontraba sola
por completo, pero aún así, la sensación de haber sido observada y
acompañada en mi sueño me resultaba muy real. Me observé los
pezones especialmente erectos y una ligera sensación húmeda me
impregnaba toda la vulva. Según me desperezaba, me encogía sobre
mí misma apretando los muslos e intentando retener el hormigueo
que sentía en mi sexo, pero, sin embargo, todo se me mezclaba con un
cierto desasosiego mental. Me levanté y recogí mi camiseta, pero no
pude encontrar en ningún lado las braguitas que estaba segura había
dejado allí mismo.
Con cierta inquietud por todo lo sucedido pero sin poder evitar
también un ligero estremecimiento, más de fascinación que de temor,
esperé impaciente que llegara David para confiarle mis dudas sobre lo
que aquella casa ocultaba. Me fui para la ducha, pero esta vez cerré la
puerta del baño por dentro para no sentirme acosada por nada ni
nadie.
Aquel día David llegó bastante tarde y cansado, según él, después de
dar sus clases sobre "La tradición oral y el cuento popular en la
narrativa española del XIX" -¡que ya hacen falta ganas para dedicar
parte de las vacaciones a oír esos "cuentos", pensaba yo-. Pero bueno,
el caso es que cenamos bastante ligero, y mientras lo hacíamos,
aunque insistí varias veces en ello, no conté para nada con su ayuda
para que me sacara de mis sospechas o me tranquilizara al menos; más
bien al contrario, pasaba ampliamente de mí y de mis "historias
histéricas", como solía decir él.
– "Cariño, ¿no has notado nada raro en esta casa?" le pregunté.
– "¿Como qué?
– "Pues mira, igual te ríes, pero a mí me parece que hay alguien
rondado por ahí. Hoy me he sentido observada más de una vez".
– "Será el fantasma de la casa, un alma en pena, seguro".
– "No ves, ya estamos como siempre, no se te puede decir nada!
Porque si te lo tomas a broma, no tiene gracia. . Mira, sólo te digo que
cuando estaba en la siesta, estoy segura que alguien se ha llevado las
bragas que había dejado tiradas en el dormitorio".
– "Jo, Silvita, no te quejarás, encima debe de ser un fantasma
cachondo y viciosillo que se pirra por tus huesos. No, si ya me dijo la
chica de la agencia cuando alquilé la casa, que se decía por los
alrededores que aquí habitaba un fantasma y que tuviera cuidado si
venía con mi pareja o alguna hija, porque por lo visto tiene fama de ser
un salido con las mujeres el muy cabrón".
– "¿No será verdad, me estás hablando en serio?. ¿Por qué no me lo
habías dicho?".
– "Por supuesto que es verdad. Mira, mira, ahí lo tienes ahora, detrás
tuyo. Si hasta está cachas y todo, parece el zombi de Brad Pitt.
Uuuuuuuuuuhhhh!!! ...Ja,ja,ja,ja!"
– "Idiota! Ya sabía que no te lo ibas a tomar en serio".
– "Mira, es increible lo ingenua que eres, ahora va en serio: yo no sé si
ha entrado alguien a llevarse tus sugerentes braguitas o ha dejado de
entrar, o si las has perdido porque se te han ido deshilachando poco a
poco y no te has dado cuenta, pero ya te he dicho más de una vez que
creo que ves y lees demasiadas tonterías de parapsicología y sandeces
semejantes, y claro, luego vas viendo y sintiendo cosas raras por todas
partes. Al menos ahora me alegro de que sean por lo visto agradables
para tí".
– "Vale, no quiero seguir con esto por hoy, ya veo que es imposible
razonar contigo. Y además, a ti quien te ha dicho que me resulte
agradable lo que me ha pasado, eh?".
– "Uy! Perdona creía que...Bueno, y en cuanto a lo de razonar que
sepas que para poder razonar hay que empezar por ser razonable,
creo."
– "¡Ale, sigue atacando aún más!. No me fastidies, anda, no sigas y
déjame en paz de una vez".
Estaba consiguiendo sacarme de mis casillas. Y lo peor es que,
después de aquello, se me habían ido al garete las esperanzas de tener
una noche caliente con él. Pero a pesar del enfado, el hambre de sexo
no había para nada desaparecido de mi cuerpo.
Visto que aquella noche era imposible ya establecer cualquier tipo de
diálogo, nos retiramos muy temprano al dormitorio. Él no tardó en
quedarse dormido mientras yo permanecí leyendo un buen rato. Me
llevé a la cama una especie de cuaderno manuscrito que encontré en la
biblioteca entre los libros subidos de tono que allí había. Éste tampoco
desmerecía en cuanto a la temática respecto a los otros. Estaba escrito
a plumilla sobre un papel de calidad, de los que hoy ya no se usan, en
una elegante letra de buena caligrafía como de un texto victoriano o
decimonónico, que reflejaba que su autor pertenecía seguramete a la
educada alta sociedad del mencionado siglo. Era una especie de diario
y contaba con todo tipo de detalles los numerosos encuentros
sexuales, aparentemente reales, que el autor confesaba haber tenido a
lo largo de aproximadamente un año que no pude identificar.
Llamaba la atención como pormenorizaba en las descripciones de las
intimidades físicas de sus amantes, de edades bastante diversas ellas, y
en la historia de sus propias sensaciones mientras las desnudaba,
acariciaba e iba excitando hasta acabar penetrándolas de diferentes
formas con su órgano sexual, que si había que creerle, debía de ser un
excelente pene en dimensiones y prestaciones.
La verdad es que el texto, muy bien escrito, era apasionante porque el
estilo perfecto del que hacía gala conseguía atrapar, y confieso que
excitar también, con todo aquel muestrario de lascivas mujeres bellas,
de nalgas y pechos lujuriosos, coños ardientes y orgasmos envidiables,
donde los fluidos de ellas y el semen de él se liberaban y corrían en
una explosión de gozo compartido tras largas, originales y muy
efectivas maniobras de calentamiento. Se diría que la historia podría
ser adaptado perfectamente para ser utilizado como una especie de
manual del buen amante. Y si además, a eso añadimos que, como otra
característica, siempre que optaba por ponderar sus propias
cualidades, gustaba de hacerlo con generosas referencias tanto a las
características de su cuerpo, de su miembro y de sus potentes
descargas seminales, pues entonces, la verdad es que el conjunto
resultaba increiblemente provocador, un auténtico "best-seller"
anónimo de la literatura erótica.
Ante la falta de sexo real aquella noche, la estimulante lectura sirvió al
menos para que si no en mi vientre, sí al menos en mi mente, el calor
del sexo deseado se instalara por completo para inducirme sueños
excitantes el resto de la noche.
Estaba ya dormida, cuando más allá de la media noche el silbido
constante del viento sur que se había levantado y que entraba por la
ventana algo abierta me desveló. Había luna y una luz fría iluminaba la
estancia. Me giré un par de veces queriendo recuperar el sueño pero
me era imposible. Miré a David, que me daba la espalda, pero él
dormía profundamente.
Decidí levantarme para cerrar la ventana e ir a beber un trago de
agua o algo fresco. Sobre el camisón corto de finos tirantes en raso
negro que llevaba me vestí el batín-kimono, también cortito y del
mismo tejido, haciéndole un nudo rápido al cinturón. Abrí la puerta, y
saliendo de la habitación sentí una fría corriente que llenaba la casa.
Un molesto chirrido de alguna puerta mal cerrada parecía venir del
final del largo pasillo. Hacia allí me dirigí antes de bajar a la cocina.
Conforme avanzaba el rechinar de la madera era cada vez más audible
y la escasa luz que se filtraba desde el exterior se perdía en la creciente
oscuridad. Intenté buscar el interruptor de la luz, pero no lo logré. Casi
a ciegas, llegué a la entrada de aquella habitación y vi que tenía una
ventana bailando al compás del viento. Me acerqué a cerrar la
contraventana y al hacerlo quedé en la más absoluta oscuridad.
Intentando buscar de nuevo la salida choqué con lo que parecía una
cama. Me asusté un poco al sentirme perdida y sola en aquella
oscuridad que se me hizo muy fría.
Más aún me alteré cuando de nuevo comencé a percibir en el aire
claramente aquel extraño y fuerte aroma de colonia de hombre que ya
conocía. Sin saber que hacer me quedé como paralizada, paralizada
por la sorpresa cuando noté un poco después que se me soltaba el
batín y que se deslizaba poco a poco por los hombros hasta caer al
suelo. ¿Cómo podía ser? ¿Quizá no estaba sola? ¿Estaba soñando o era
real todo aquello?. El corazón se me aceleró bruscamente. Quise
reaccionar movida por el susto, no sabía si gritar, si llamar a David, no
sabía si podría oirme desde la otra esquina de la gran casa. Pero la
oscuridad y el pavor me aturdían por completo. Adivinaba la presencia
de algo, de alguien detrás mío, su inconfundible olor me envolvía.
Notaba ya su inmediata cercanía, su respiración en mi cabello y en mi
nuca y una gran sensación de cobarde indefensión se apoderó de mí.
Vestida con aquel mínimo camisón de fina tela sobre mi erizada piel,
que me dejaba practicamente la espalda descubierta por detrás y con
un amplio escote triangular que daba considerable libertad a mis
firmes y abultados pechos, y con los brazos y casi todas las piernas al
aire, me sentía casi desnuda y desamparada ante lo que aquel
misterioso y fantasmal extraño quisiera hacerme. Y fue entonces
cuando aquel individuo, o lo que fuera aquel ser que en mi mente ya
empezaba a identificarse con aquellos obscenos seres con atributos de
macho que horas antes había contemplado en los grabados antiguos,
actuó como si adivinara mis pensamientos.
Mientras su cálido aliento me recorria por detrás , sentí un leve
contacto en ambos brazos, como si unos dedos caracolearan por mi
piel. Me sobresalté de inmediato, y un escalofrío me estremeció todo
el cuerpo. Aquellos dedos escurridizos tomaron caminos contrarios,
unos bajaron por mi brazo izquierdo y los otros subían lentamente por
el derecho.
La sensación era muy real, el tacto en mi piel y el aroma que captaba
mi olfato no podían ser un sueño, aquello estaba pasando realmente,
aunque en la total oscuridad mis ojos no pudieran dar forma corpórea
concreta a ese extraño fantasma. Mi cabeza bullía en preguntas, mil
dudas me asaltaban a medio camino entre el pánico y el
encantamiento, entre el deseo de huir y el hechizo seductor. Decidida
a buscar respuestas saqué fuerzas de flaqueza y con voz temblorosa
acerté a decir:
"¿Quién eres? ¿Qué quiere de mí?"
Mezclé sin querer nerviosamente el tuteo con el usted como muestra
evidente de mi total confusión y turbación.
No obtuve contestación alguna en forma audible, pero sus gestos y
actos fueron meridianamente claros sobre sus intenciones. De
inmediato un poderoso brazo pasó a rodearme y sujetarme por la
cintura; su mano, de considerables dimensiones, apoyó toda la
superficie de su palma abierta sobre mi vientre bajo el ombligo. Al
tiempo, sus labios recorrían mi pelo bajando suavemente hacia mi
cuello. Mientras, con la otra mano recorrió mi hombro desnudo y la
hizo bajar poco a poco hasta colocarla encima de mi pecho derecho
sobre la tela del camisón. Empezó a jugar sobre la redondez del seno,
a veces llevando su caricia sobre mi piel en los contornos desnudos del
montículo, a veces presionando y palpando la superficie completa de
la teta sin descuidar el bulto del pezón.
Me tenía presa entre sus manos; aunque hubiera querido no podía
escapar. De todas formas, yo no oponía resistencia alguna, ni intentaba
zafarme ni hacía nada por retirar sus manos de mi cuerpo. Y ya no
sabría muy bien decir si era por la paralización que me producía el
miedo, o más bien por la complacencia que aquel contacto procaz me
producía. Así se entretuvo bastante tiempo, teniéndome a su
disposición. Sus labios, su lengua húmeda, jugaban por mi cuello,
desde la nuca hasta casi la garganta. La mano en el vientre oscilaba
levemente cubriendo cada vez más terreno en el tímido vaivén de los
dedos, siempre sobre la tela, acercándose descaradamente al pubis y al
comienzo de la vulva. Su otra mano era la más atrevida, ya que para
gozar más abiertamente de su objetivo, me había bajado la tira del
camisón por el exterior del brazo, dejándome el pecho totalmente libre
y disponible para manosearme sin obstáculos la teta entera, para
excitarme el pezón entre los dedos, haciéndolo rodar entre sus yemas,
retorciéndolo ligeramente, estirándolo y apretándolo.
Aún en la ciega oscuridad, tenía muy claro, por si alguna duda podía
haber tenido, que aquellas enormes manos, que aquellos labios no
eran los de mi marido. Me estaba desnudando y manoseando un
extraño en una casa misteriosa, y yo estaba empezando a presentir que
iba a poder hacer conmigo lo que quisiera y sin violentarme. No sé si
el aprovechado era del reino de los vivos o si era un espíritu con
deseos muy humanos y muy primarios, pero estaba consiguiendo
llevarme donde él seguramente quería, al territorio del deseo y del
placer.
Yo me sentía bastante perdida y seguramente él podía apreciarlo en
lo sobresaltado de mi respiración y en la dureza ostensible del pezón
que me manipulaba. Quizá por eso dio un paso más en su exploración
y excitación de mi líbido y apretó sus dedos sobre mi pubis en el bajo
vientre, llegando justo con el extremo del que supuse dedo medio a
incidir a la altura del capuchón de mi clítoris. Bajo su presión, todo mi
vientre retrocedió hasta toparse por detrás con una enorme y gruesa
dureza casi a la altura de mi cintura. Yo no soy muy alta, pero de ahí
deduje que el enigmático y carnal fantasmón, fácil me sacaría una
cabeza, y todo indicaba que era corpulento y poderoso.
Incitado por el nuevo contacto, adiviné que hizo lo posible por
resituarse y conseguir que su voluminosa verga se acoplara justo en mi
culo. La fue bajando y restregando por mis nalgas de forma que cada
vez más, hacía que la tela del camisón se recogiera y subiera sin
querer. Con toda la premeditación e intención impulsaba el pene
periódicamente hacía arriba levántandome la prenda hasta que
finalmente consiguió que se me introdujera por completo bajo el
camisón. Cuando sentí directamente sobre la sensible piel de mi culo el
contacto lascivo de aquella gruesa y tersa polla, creí marearme del
gusto y solté un pequeño chillido de sorpresa. Noté claramente el
contacto húmedo de su cabeza presionante mojándome los bordes de
la raja. La sensación de tener aquella caricia por todo mi culo desnudo,
sentir paseándose un falo rígido desconocido subiendo y bajando con
su glande medio metido en toda mi grieta, y abriéndomela cada vez
más según empujaba hacia adentro; tenerla allí, sobándome
impúdicamente, examinándome directamente con su viscosa punta los
pliegues de la entrada del ano, me trastornó por completo los
sentidos. Fue como si la capacidad de mis cinco sentidos se
concentrara por unos momentos en el tacto, en aquel tacto obsceno
en mi trasero.
Quizá también fuera por la oscuridad y la falta de referencias lo que
me magnificó el efecto que todo aquello me estaba produciendo.
Además, al mismo tiempo por delante, sus dedos jugaban también ya
sin restricciones directamente sobre mi pubis desnudo y pugnaban por
buscarme el inicio de la otra rajita oprimiéndome el botón del placer.
El caso es que todo me parecía exagerado, el grosor de sus dedos, el
tamaño de su pene, pero por encima de todo, en aquellos momentos
al menos, me pareció fuera de lo normal lo empapado que sentía su
glande resbalando perfectamente allí por donde se movía. Yo no sé si
estaba medio eyaculando o no, pero seguro que alguna secreción se
estaba desprendiendo de la abertura de su pene porque me estaba
dejando el culo impregnado de una especie de baba deliciosa y un
olor a sexo, un cargado aroma volupuoso me estaba embriagando.
Todas aquellas obscenas sensaciones vividas en la más absoluta
oscuridad, sin tener claro quién lo hacía, acabaron por hacerme casi
desfallecer en sus brazos. Aún tuve tiempo de oír sus palabras junto a
mi oído en un tono grave y frío pero susurrante antes de sentir como
me cogía en sus brazos.
"Vas a ser mía pero no esta noche todavía" me dijo.
No recuerdo nada más. A la mañana siguiente me desperté con una
leve sensación de estar desorientada.Al abrir los ojos me costó un
tanto darme cuenta de donde estaba, aunque por otra parte, una
agradable sensación me llenaba el cuerpo. Era como si tuviera la
mente aletargada y el cuerpo, en cambio muy despierto y sensible.
Según me desperezaba, entró David en la habitación recién duchado y
al verme remoloneando en la cama se me acercó y dándome un beso
me preguntó:
"Cariño, ¿te encuentras bien?"
"Sí. ¿Por qué lo dices?"
"Me parece que has tenido una noche muy movidita, no?"
Entoces se me vino rápidamente a la cabeza todo lo que me pasó y
me asusté un poco pensando que el sabía algo.
"Mira -me dijo-, me levanté no sé a que hora porque hacía un viento
muy fuerte y me pareció que estabas bastante alterada, te vi destapada
y con el camisón subido y como si estuvieras soñando algo muy fuerte,
si te digo la verdad diría que algo muy erótico y excitante debía de ser
porque tenías la respiración aceleradísima y tú misma no parabas
moviendo las manos sobre tu cuerpo."
"Ah, sí?" me quedé un poco cortada y bastante sorprendida.
"Pues sí. No quise ni despertarte para no estropearte la fiesta. Parecía
que te lo estabas pasando pero que muy bien, ¿con quién soñabas,
eh?, porque seguro que no era conmigo. ¿No sería con tu amiguito el
fantasma?"
No supe qué contestar. Aparentemente, si le tenía que hacer caso a
él, tenía que suponer que todo lo vivido por la noche había sido un
simple sueño, y que ni siquiera me había movido de la cama. De hecho
el batín estaba en el sitio donde lo dejé cuando me acosté. La verdad
es que me quedé bastante desconcertada porque lo recordaba todo
perfectamente y ,desde luego, el recuerdo era de algo perfectamente
real. Aún así, tengo que reconocer que la posibilidad de que fuera todo
un caliente sueño me aliviaba bastante, porque todavía nos quedaban
un par de días en la casa y así no tenía que estar temiendo la próxima
aparición en cualquier momento de aquel extraño individuo
siguiéndome por la casa. Más aún, recordando como recordaba,
porque las tenía bien grabadas, las únicas palabras que pronunció el
salido de él en mi supuesto sueño.
Bueno, me dije algo resignada: todavía quedan un par de noches, si
se me vuelve a aparecer en sueños el fantasmón ese otra vez, seguro
que es muy excitante soñar con él, sobre todo si cumple su palabra .
Me temo que, como mucho, te tendrás que conformar con un buen
polvo fantasma, Silvita.
Mientras David preparaba el desayuno, yo me fui a darme una ducha,
y entonces, al quitarme el camisón, horror, todo volvió a dar
inesperadamente la vuelta. En la parte de atrás, un ligero rastro, como
de algo pringoso, manchaba la tela. Inmediatamente, me palpé el culo,
y efectivamente, lo tenía todavía como pegajoso, impregnado de algo
que no era normal para mí en un sitio como ese, lo notaba
especialmente por toda la raja de arriba a abajo. Me quedé paralizada
víctima de un gran sofoco y dándole vueltas a todo. Tardé en
reaccionar. Olí aquello en mis dedos y en la tela, y me reavivó el
recuerdo de la noche pasada. Era, desde luego, un olor idéntico al que
me llegó mientras sentía aquel pene retregándose en mi trasero. Sin
ser exactamente el olor del semen, algo de su peculiar aroma llevaba.
Me duché y me limpié a conciencia mientras los pensamientos volaban
en mi mente. ¿Era, entonces, todo real? ¿qué coño pasaba en aquella
casa?
Desayuné sin intercambiar ni media palabra con David, no me atrevía
a compartir con él ese tipo de vivencias, y menos si se las iba a tomar a
cachondeo.
Me sentía algo atemorizada y para nada quería pasar sola todo el día
en aquella enorme casa. Estaba casi segura que me iba a sentir
acosada por el fantasma vicioso, o por la calentura de mi imaginación
o lo que fuera, pero seguro que algo iba a pasar si me quedaba allí
todo el día, algo que acabaría por hacerme caer en una trampa de
caliente obscenidad. Le pedí a David que me llevara a la ciudad con él,
prefería pasar el día entretenida yendo de tiendas y descansando un
rato en la playa.
Por la tarde quedamos una vez que el había acabado su jornada en la
universidad y le convencí para que retrasáramos la vuelta lo más
posible. Cenamos tranquilamente y fuimos de regreso para la casona.
Me prometí a mi misma que no me iba a separar de él en toda la
noche, y que, desde luego, pasara lo que pasara, que no me iba a
levantar de la cama por nada del mundo hasta que no amaneciera.
Al ir a acostarnos, yo preferí volver a ponerme el mismo camisón de
la noche anterior ya que no llevaba otro y no quería que David notara
nada raro o diferente si me veía desnuda en la cama, cosa que nunca
yo solía hacer, y no tenía ganas de entrar en explicaciones. Quizá por
un pequeño escrúpulo de decorosa higiene, preferí acostarme con las
braguitas puestas, pero ni así pude impedir revivir las sensaciones
vividas con aquella prenda que guardaba a la altura de mis nalgas un
cerco seco del que emanaba un olor concentrado a sexo de hombre.
Un ligero estremecimiento me recorrió entera cuando al ir a
ponérmelo capté claramente aquel efluvio que despedía la tela. Ya en
la cama, me volví hacia mi marido buscando su presencia y su abrazo.
Pero él se disculpó de buenas maneras y se ladeó para dormir tras
besarme y desearme, eso sí, con una sonrisa maliciosa, felices sueños.
Yo no podía evitar mostrarme inquieta y algo expectante ante la larga
noche. No tenía nada de sueño y presentía que algo iba a pasar de
nuevo. Cogí de la mesilla el manuscrito que allí tenía de la noche
anterior e intenté distraerme, buscando de paso alguna respuesta a
todo lo que en aquella dichosa casa me estaba sucediendo.
Entre historia y historia llegué al final, y allí en la última página me
encontré un mensaje en la misma letra que el resto, pero con la tinta
más fresca y, para mi sorpresa, directamente dirigido hacia mí. Así
decía:
"Querida Silvia, te he seguido por la casa estos días, te he
contemplado desnuda y pienso que tienes un cuepo excitante y lo
deseo. Tus pechos son lujuriosamente incitantes y tus nalgas me
encienden de pasión. Ayer disfruté acariciándotelos y esta noche
quiero que seas mía definitivamente. Quiero hacerte disfrutar
haciéndote el amor y que sientas la fuerza de mi penetrante deseo
dentro de ti".
El corazón me dio un vuelco al leer aquello. No sabía qué pensar, si
iba en serio o era algo así como una alucinación mía, me restregué los
ojos y lo volví a leer, Sí, allí estaba escrito con mi nombre. Nuevamente
el temor, pero otra vez mezclado con un principio de nerviosa
agitación, de incipiente calentura se apoderó de mí. Dudé si despertar
a David para mostrarle aquello como prueba definitiva de lo que me
pasaba, pero no me atreví por miedo a su reacción quizá nada
comprensiva. Al poco, me arrebujé entre las sábanas pegándome a las
espaldas de mi marido, sin saber muy bien qué hacer pero sin poder
evitar tocarme y acariciarme con mis dedos, tanteándome por el pecho
y el culo y sintiéndo un acaloramiento creciente al saberme deseada.
No podía evitar que ese recuerdo me excitara, y esa excitación se
sobreponía a mi inquietud y temor. De hecho, sentía unas crecientes
ganas de que se repitiera algo parecido a lo de la víspera, de que fuera
más allá en su juego sexual. En definitiva, quería ser follada, y notaba
por todo el cuerpo la caliente predisposición que ya me humedecía los
genitales. Si con su escrito buscaba predisponerme y calentarme, lo
había conseguido. Toda aquella anónima declaración con sus
intenciones de no contentarse la proxima vez en un mero contacto
superficial, sino que me anunciaba su deseo de metérme su aparato
entre las piernas me estaba encendiendo mis más íntimos deseos.
Dándole vueltas a todo aquello, nerviosa y ansiosa como una cría en la
noche de Reyes esperando sus regalos, conseguí, por fin,
adormecerme.
No sé si sería mucho más allá de medianoche cuando en la oscuridad
percibí un perturbador contacto sobre mi cuerpo. Medio atontada, creí
sentir la mano de mi marido posándose sobre mi bajo vientre. Sus
labios entraron en contacto con los míos y su lengua buscaba la mía
avanzando mientras presionaba para abrirse camino dentro de mi
boca. Mientras me despabilaba de mi sopor, instintívamente separé un
poco las piernas facilitándole el acercamiento a sus dedos, al tiempo
que le devolvía su beso con igual intensidad. Su mano recorría todo mi
pubis sobre el delgado tejido de la braga, y con la yema de uno de sus
dedos buscaba la marca del empiece de la raja, justo allí donde se
ocultaba mi clítoris. Aquellos toques acabaron por desvelarme del
todo. Abrí los ojos en la oscuridad del dormitorio, y pude apreciar la
silueta de su cuerpo inclinada sobre mí. Su beso era insistente y
profundo y mi coño se mostraba ardiente, sentía mi flujo salirse y
empaparme toda la braga en la entrepierna, seguro que sus dedos se
humedecían ya en mis jugos.
En medio de aquella creciente excitación, me sobresaltó percibir
nuevamente el espeso y extraño aroma de aquella fragancia que ya
conocía y que para nada era la de mi marido. Quise hablarle y aclarar
mis dudas, pero no pude, su lengua chocaba con mi propia lengua
mientras sus labios se apretaban sobre los míos. No podía articular
palabra, pero todo mi cuerpo permanecía muy despierto por la
excitación que lo cautivaba, el corazón se me aceleraba y los miembros
me flojeaban, era como si toda mi energía se me fuera concentrando
en un eje que me bajaba desde la cabeza, y que pasando por los
pechos, me incidía de lleno en la vulva. Los pezones los tenía muy
endurecidos y reclamaban ser manipulados.
Fue como si detectara mis deseos, porque desplazó su rostro
bajándolo hasta acercarlo a mis pechos. David solía acariciarlos con sus
manos pero no acostumbraba a utilizar su boca en ellos. Para entonces
mis ojos, adaptados a la oscuridad, me ratificaron lo que temía a pesar
de mi excitación. Miré a mi lado, y allí estaba dándome la espalda el
bueno de mi marido, ajeno a lo que su mujercita vivía en su propia
cama en manos de aquel extraño visitante. Entonces lo miré, y el me
miró a mí. Sonrió en la oscuridad con suficiencia, y tras poner su dedo
sobre sus labios conminándome a permanecer en silencio, me
desplazó el camisón para desnudarme los pechos, y así tenerlos al
alcance de sus labios. Pude observar su extraño corte de pelo, peinado
hacia atrás en un estilo retro nada habitual en la actualidad. ¿Quién
demonios era?
Quise revelarme, intenté reccionar y resistirme como se supone que
hubiera sido normal hacerlo. Quise sentirme asustada, pero me di
cuenta que no lo estaba realmente, aún y cuando aquel hombre
desconocido yacía sobre mí asaltando la intimidad de mi cuerpo. Quise
llamar a mi marido, pero sólo acerté a medio pronunciar un tímido
"David" que no obtuvo respuesta.
El extraño pegó entonces su lengua sobre uno de mis erizados
pezones. Actuaba lentamente y su deliberada parsimonia me encendía
chispazos eléctricos que me activaban todos los mecanismos del placer
entre el pezón que él engullía y el clítoris donde sus dedos jugaban ya
sin estorbo alguno, porque me había desplazado la braga bajo el
camisón para tener todo el coño al alcance de su mano.
Mi cuerpo respondía a sus acciones sin que yo pudiera hacer nada
por evitarlo. Es más, era mi cuerpo el que me dominaba sobre la
mente; porque eran cada vez más las sensaciones placenteras que
vivía, las que me hacían entregarle gustosa todo mi cuerpo para que
jugara con él, las que me hacían desearlo recordando lo lascivo que
me había resultado la noche anterior el contacto de su miembro
caliente por todo mi culo impregnado en sus propias secreciones de
sexo.
Quizá estuviera sólo soñando, o quizá estuviera sucediendo
realmente, pero necesitaba que aquel anónimo visitante, fantasma de
mis sueños o lo que fuera, hiciera de mí el objeto de su placer, deseaba
tener su buena polla entre mis muslos y dejarla que me tomara para
sentirme follada y satisfecha de una vez por el misterio de aquella casa.
De cualquier forma las sensaciones me resultaban completamete
reales, la cercana presencia de mi marido dándome la espalda, el
cálido aliento del desconocido sobre mis pezones, la deliciosa caricia
de sus dedos en mi vulva ansiosa y el placentero escalofrío que me
recorría el cuerpo por entero. Todo aquello me estaba sucediendo, sin
duda, de verdad.
El extraño aventuró sus dedos hacia dentro de mi coño y jugó a
tentarme la entrada con leves penetraciones en mi necesitada vagina.
Sentí retorcerme de gusto mientras aquellos dedos me separaban los
labios buscando meterse hacia dentro para cosquillearme las húmedas
paredes que agradecían su contacto. Cerré los ojos y me concentré en
el delicioso placer que me estaba proporcionando en los pezones y en
la raja del coño y le abrí gustosa los muslos para que me hiciera lo que
quisiera. De hecho, era como si se repitieran en mi cuerpo todas las
escenas que había podido leer al detalle en el viejo diario lleno de
calientes y obscenos episodios que había encontrado en la casa; como
si su autor fuera el hombre que me estaba ahora mismo metiendo
mano en aquella cama en presencia de mi marido.
Tan parecidas eran las sensaciones que sentía a las que había podido
leer en aquel texto, que por momentos, aún me quedaban dudas sobre
si todo aquello no era más que una mala pasada de mi imaginación,
fruto quizá de mi ansiada necesidad frustrada de tener sexo. Pero lo
que vivía era tan real, la presencia de aquel individuo en la penumbra
me resultaba tan evidente, que no podía ser todo una simple fantasía
mental; no, alguien con unos dedos muy hábiles me estaba haciendo
todo aquello, alguien que, fuera quien fuera, demostraba saber muy
bien cómo lamer los pezones y manipular la vulva de una mujer para
masturbarla por completo hasta llevarla al éxtasis.
Yo estaba ya totalmente mojada con sus dedos casi chapoteando
entre mis flujos, cuando comenzó a penetrarme al unísono con dos
dedos por la vagina y otro más por el culo, apretando y frotando al
mismo tiempo su mano sobre mi clítoris endurecido. Eso me hizo
definitivamente romper en un orgasmo que me contrajo el bajo vientre
entre pequeños espasmos periódicos, mientras me mordía los labios
queriendo ahogar mis propios gemidos para no despertar a David.
Cerré las piernas queriendo retener sus dedos dentro de mí sintiendo
como él los giraba para frotarme y presionarme el interior del ano y
del chocho que rezumaba toda mi esencia derramada de placer.
Mientras él conseguía que me corriera, yo no pude reprimir la
tentación de palpar al mismo tiempo el considerable bulto que le
adivinaba en su bajo vientre. El no rehuyó ese contacto, al revés, hizo
como si se acercara dejándome hacer. Aparentemente no llevaba
puesto más que un pantalón de fina tela, algo así como un pijama, a
través del que pude apreciar inmediata y bien claramente todo el
contenido de su paquete presionando bajo el tejido. Me encantó la
sensación de firmeza que aquello presentaba. Hurgando con mis
dedos encontré lo que parecía una abertura en el frontal del pantalón,
así que no dudé en meter la mano por aquella abierta bragueta. Y lo
que me encontré dentro me encendió definitivamente el deseo y me
mantuvo la sensación de orgasmo que vivía mientras sus dedos me
penetraban el ano y la vagina. Agarrándolo, lo saqué fuera del
pantalón y lo recorrí con gusto en toda su longitud hasta la punta. No
tenía un largo que destacara sobremanera, pero, en cambio, su grosor
era llamativo. Aseguraría que yo no había conocido en mi vida un pene
tan grueso como aquel. Bajo mis dedos se mostraba suave y firme al
tacto, aunque algo irregular en su superficie por los ligeros
abultamientos de las hinchadas venas que lo surcaban. Acariciándolo,
noté cómo se endurecía y cómo se erguía progresivamete hacia arriba.
Le retraí la piel sin esfuerzo y su pronunciado glande apareció desnudo
y disponible bajo mi mano.
Se me repitió la sensación que su contacto en mi trasero me produjo
la noche anterior. Era como si un viscoso flujo bañara toda aquella
suave superficie. Estaba todo muy húmedo, y los dedos se me
embadurnaron en aquella especie de pegajoso almíbar que lo recubría.
Con las yema del índice le busqué la punta del capullo, y le tanteé la
pequeña grieta, punto de salida de todos sus efluvios internos. Y
efectivamente, allí mismo se le concentraba la humedad como si
pequeñas gotitas de su lubricante natural manaran constantemente
por la boquita del pene.
Yo me sentía en la gloria, con mis dedos manipulando su poderosa
polla mientras él atendía con igual dedicación todo mi sexo y la
entrada del ano. Ya no me importaba en absoluto quien fuera aquel
individuo, fantasma misterioso o aprovechado visitante, sólo quería
que me tomara, que me hiciera suya con su mojado órgano, sentir el
delicioso placer de notar como su palpitante miembro se abriera
camino entre mis labios excitados para que me llenara con su abultado
sexo, para que, al penetrarme, yo pudiera estrecharle dentro de mi
vagina y exprimirle todos sus jugos dentro de mí.
El extraño se incorporó de pie al lado de la cama y se desnudó por
completo. En la penumbra podía apreciar la silueta de un cuerpo bien
cuidado y la provocadora presencia de su prominente pene excitado.
Con suavidad y delicadeza me acarició los muslos con sus dos manos y
me bajó las bragas hasta sacármelas por los tobillos. Yo me dejé hacer
encantada. Entonces, se medio arrodilló sobre el borde de la cama, y
tomándome de la nuca me hizo incorporarme ligeramente hasta
colocarme su órgano a la altura de mi rostro. Lo hizo bailar sobre mis
labios invitándome a que se lo chupara. Una mezcla de aromas me
emborrachaba. A su persistente perfume que conocía de haberlo
tenido cerca en los encuentros anteriores, sumaba ahora una libidinosa
y concentrada fragancia a sexo de hombre que me venía directamente
del contacto de su glande sobre mi cara.
Tras acariciarme el borde de la boca con todo su capullo lo hizo
incidir presionando con su rigidez y me lo introdujo entre los labios
semiabiertos. No me quedó más remedio que hacerle sitio a su grueso
cilindro. La sensación de obscenidad que me embargó al saborear su
sexo, al sentir la boca llena con su pene, estando allí tumbada
semidesnuda al lado de mi marido aparentemente dormido, y
sintiendo mi coño ardiendo de deseo y mojado de excitación, me hizo
sentirme totalmente puta, caliente como nunca, y entregada a lo que
aquel gigoló fantasma quisiera hacerme. No podía creerme lo que me
estaba pasando, ni en mis fantasías más salidas podía verme a mí
misma mamando una polla extraña y siendo masturbada hasta el
orgasmo por dedos desconocidos a escasos centímetros de la
presencia pasiva de mi marido.
Pero me sentía en la gloria, con toda aquella mojada polla
resbalándome entre el paladar y la lengua, con su fuerte sabor a sexo
llenándome la boca, una para mí increible sensación de sentirme una
viciosa del sexo me embargaba. Nunca me había sentido tan
entregada y caliente, sumida en la excitación sexual que me ardía en el
coño, donde sus dedos seguían jugando y haciéndome lo que querían.
Tras tenerlo en mi boca durante un largo rato sintiendo cómo él
gozaba al ser lamido, degustando su viscoso fluido preseminal que se
le salía por momentos por la punta, el optó por darle a su pene el
premio definitivo de poseerme. Se acomodó tumbándose a mi lado e
hizo volverme de costado contra la espalda de mi marido. Se pegó a
mí abrazándome a su gusto y colocó su miembro enre mis muslos.Yo
le hice sitio queriendo hacerlo mío. El contacto de su verga rozándome
por las ingles, tocándome con su glande los labios vaginales, me
disparó por completo el deseo. Él me colocó la cabeza del pene
alojada entre mis labios internos y se dedicó a frotarme los pezones y
lamerme mientras por el cuello. La caricia húmeda de la punta de su
grueso ariete intentando abrirme me trastornaba de verdad.
Era una deliciosa y suave presión la que me aplicaba en la entrada
vaginal, y su tacto resultaba extraño para mí, aunque increiblemente
excitante. Notaba como si algo de consistencia muy rígida y firme,
pero superficialmente viscoso y suave, casi baboso diría yo, intentara
meterse poco a poco en mi vagina. Allí, pegada a la espalda de David,
con ese otro hombre desconocido queriendo penetrarme desde atrás,
estaba viviendo la experiencia más alucinante de mi vida. Por un
momento quise despertar a mi marido y hacerle partícipe de lo que me
estaba pasando, de mi gozo exagerado. Creo que llegué incluso a
llamarle con voz entrecortada para sacarle de su sueño, y que viera a
su mujercita siendo follada por un tercero, su confesada fantasía
preferida de hecho, pero entonces mi desconocido amante, introdujo
uno de sus dedos en mi boca silenciándome, y mientras lo hacía, sentí
cómo se abría paso dentro de mí la gruesa cabeza de su pene,
llenándome lentamente y por entero todo el conducto vaginal. Por fin
me sentía penetrada. Todo el hueco de mi necesitado sexo se sentía
completo y complacido por aquel miembro que poco antes había
saboreado. Ahora era mi sexo el que lo sentía cálido y húmedo
perfectamente encajado en su interior.
Me sentí medio mareada de fascinación, allí apretada contra el
cuerpo de mi marido mientras un extraño me tomaba por detrás.
Con su sexo metido, se dedicó a recorrerme todo el torso con sus
manos; me acariciaba y presionaba los pechos, me tomaba de los
pezones, me hurgaba en el ombligo, me palpaba el bajo vientre
haciéndome oscilar toda la pelvis para que sintiera en mis nalgas el
cosquilleo de su vello abdominal, para que yo misma hiciera bailar en
mi interior toda su polla rígida y estática. Él apenas se movía, era como
si simplemente quisiera retenerme allí, ensartada en su sexo y
sometida a sus manipulaciones. Sus dedos jugaban introduciéndose en
la comisura superior de mi vulva y buscaban mi clítoris, lo masturbaban
rodeándolo y lo frotaba entre sus yemas. Yo me sentía desmayar de
gusto, plenamente penetrada y dulcemente estimulada por sus manos.
Me dejé llevar nuevamente hacia el éxtasis completo que yo sentía
como una lenta y persistente marea de placer que me iba anegando
las entrañas. Se sumaba a mi creciente flujo la persistente sensación de
mojadura que su húmedo órgano me producía.
Todo era como un largo sueño, profundamente erótico, donde el
tiempo apenas corría. Sentía los leves movimientos de su firme y
consistente presencia en mi interior, el ligero desplazamiento adelante
y atrás del émbolo que me llenaba estimulándome todas mis
conexiones placenteras de dentro del coño. Nunca había
experimentado una tan prolongada penetración. Era como si él se
recreara sin prisas excitándose su propio pene tan lentamente como
podía, retrasándose su propio orgasmo voluntariamente hasta que le
fuera incontenible el deseo de eyacular.
Me sentía despierta pero hipnotizada por el gozo al mismo tiempo.
Por momentos me seguían quedando dudas sobre si aquello podía ser
real. Sumida en la penumbra de la habitación, pegada a mi marido
dormido, y dominada por mi propio placer, era como si mi mente
dormitara en un sueño donde sólo mi sexo permaneciera despierto y
vivo por la acción del pene que lo estimulaba, como si todo mi cuerpo
concentrara su impulso vital en producirme una acentúada sensación
de placer que me surgía desde dentro del coño.
Poco a poco los movimientos del pene de mi anónimo amante se
fueron haciendo más insistentes y presionantes en sus prolongadas
idas y venidas. Era como si quisiera expandirse dentro de mí
haciéndose cada vez más sitio, giraba ligeramente sobre sí mismo con
estudiados movimientos de sus caderas buscando incidir y friccionar
tenazmente en sus pasadas. A veces se retiraba hasta el límite exterior,
y tras ligeras oscilaciones por los rebordes de la entrada la hacía entrar
de golpe hasta el final. Llegó a extraerla por completo, dándose como
un ligero reposo, y la restregaba por todas mis ingles frotándome los
labios, el clítoris y el perineo hasta la entrada del ano, repartiéndome
su untuosa viscosidad por todos los alrededores de la vulva. Me
encantaba sentir de nuevo esa pegajosa sensación cuando me tocaba
la entrada del culo con su glande. Luego buscaba de nuevo la entrada
de mi sexo y volvía a penetrarme en una nueva secuencia de caricias
internas cada vez más aceleradas.
Yo en mi excitación busqué aferrarme a mi marido. Casi sin querer lo
abracé y al hacerlo me encontré con su pene excitado presionándole la
tela del pijama. Me sorprendió y me resultó enormemente morboso
ese contacto no esperado. Se lo extraje por la bragueta del pantalón y
comencé a tocárselo intentando controlar con suavidad mis
movimientos. No me resultaba fácil por mi gran excitación. Era una
sensación nueva para mí, muy extraña pero terriblemente provocadora
y calientemente lujuriosa; alguien absolutamente desconocido me
estaba penetrando mientras yo comenzaba a masturbar a mi marido
que aparentemente se estaba haciendo el dormido. ¿Era él consciente
de lo que le estaban haciendo a su mujercita a escasos centímetros
detrás suyo? ¿o era todo tan increíble que no podía ser más que parte
de mi propio sueño?
Sentí como me elevaban la pierna separándome los muslos y de
seguido noté también como las penetraciones se me hacían más
intensas, más frecuentes y potentes. Ahora ya no era una suave caricia
interna lo que sentía dentro de la vagina, sino un impetuoso vaivén
abriéndome las entrañas.
En el profundo silencio de la noche era claramente perceptible el
sonido que sus idas y venidas producían al golpear con sus testículos
en mis ingles. Atrapada entre aquellos brazos, me dejé llevar por el
extremo placer de sentir la polla que me penetraba y los dedos que me
masturbaban, mientras tenía entre mis manos la excitación de mi
marido que se dejaba hacer.
Poco a poco, cada vez era más notoria la impetuosidad con que se
movía dentro de mí, y percibía que iba a llegar a eyacular de un
momento a otro. Oía con claridad su pesada respiración en mi nuca
acompañando a sus embestidas entre mis piernas. Parecía no acabar
de llegar a su éxtasis, era increíble la forma y la persistencia de sus
penetraciones, y yo, atrapada como estaba, sin poder apenas moverme
entre sus manos sujetándome y su estaca clavándose en mi coño,
hacía esfuerzos por controlar mis movimientos sobre el pene de David,
que parecía no enterarse pese a que su sexo se mostraba bien
despierto.
Tras una interminable serie de profundas penetraciones, por fin sentí
como me la clavaba varia veces de forma desaforada, dejándomela
metida hasta el fondo mientras comenzaba a liberar su carga de leche
de forma espasmódica. Me sentí llena de su semen caliente y me
mordí los labios intentando cortar el deseo de casi gritar de gozo. Sin
querer, contagiada de la sensación líquida que me llenaba la vagina,
no pude reprimirme el deseo de hacer eyacular el pene excitado que
tenía entre mis dedos, y lo presioné más intensamente buscándole su
punto de no retorno.
Mientra lo hacía, noté como, tras exprimir sus últimas descargas, mi
anónimo amante extraía su pene de mi interior y relajaba el estrecho
abrazo con el que me sujetaba. Fue entonces cuando mi marido llegó a
su orgasmo provocado por mí y comenzó a mojarme los dedos que le
rodeaban el capullo. Me gustó enormemente la nueva sensación que
vivía de sentir dos eyaculaciones de hombre en un breve intervalo de
tiempo, una llenándome por dentro y la otra embadurnándome las
manos. Nunca me había visto tan repleta y pringada de semen por
diferentes partes de mi cuerpo como en esa ocasión.
Yo comenzaba a relajarme cuando David dio muestras de estar
realmente despierto y comenzó a girarse hacia mí. De repente un
extraño pudor, un temor incontenible se apoderó de mí, temiendo que
mi marido descubriera la presencia de mi amante fantasma junto a mí.
Pero cuando me giré yo también, como queriendo ponerle sobre aviso,
ya no se encontraba el extraño allí, nuevamente había desaparecido sin
poder explicarme cómo lo había hecho ni dónde se había metido.
Mirándome en la casi total oscuridad, David entonces me dijo:
"Me ha encantado lo que me has hecho, estos sueños eróticos tuyos
que te calientan tanto como para que me hagas lo que me has hecho
en medio de la noche, son, de verdad, una gozada, deberíamos venir
más veces a esta casa porque creo que tiene duende ".
Él hablaba de sueños y de duendes, pero aquello había sido algo
mucho más real. Mientras me lo decía yo me llevé las manos a la
entrepierna y noté como un reguero de semen viscoso se me salía de
la vagina hacia los muslos, mojando las sábanas de la cama. Estaba
empapada.
Al rato me quedé rendida y entré en un profundo sueño. Cuando por
la mañana me desperté, estaba sola en la cama. Tras tomar conciencia
de dónde estaba y de todo lo que había sucedido en aquella cama
durante la noche, fui a levantarme, y al hacerlo, encontré una nota de
David en la mesilla. Esta si era su letra y decía así:
Hola mi amor, espero que hayas descansado después de tu noche
con el "fantasma". Me excitó muchísimo saber que gozaste con él, pero
no esperaba el "regalo" final que me hiciste. Gracias.
Por cierto, él se llama Sandro y creo que es de Brasil. Me costó
encontrarlo pero creo que ha hecho muy bien su trabajo. Espero que
sabrás perdonarme por esto, pero, de verdad, ya no sabía qué hacer
para convencerte de que ambos disfrutaríamos aceptando a un tercero
en nuestra cama, y, al final, no se me ha ocurrido mejor manera que
ésta para hacerlo.
Nos vemos luego. Un beso.
Te amo,
David
Casi se me corta la respiración. ¡Qué pedazo cabrón! Pensé. Pero la
verdad es que después de aquello nuestra vida sexual ha entrado en
una nueva fase mucho más excitante para los dos.
Aprendiz de maduros

Me llamo Nuria. Tengo 25 años y me considero una chica normal.


Estatura media (1,63), 50kg, pelo largo, ojos marrones y pechos
pequeños (talla 87) aunque redondos y firmes. Desde siempre me han
llamado la atención los hombres maduros. Lo que más me atrae de
ellos es su personalidad, su seguridad en sí mismos y su experiencia
que les dota de ese conocimiento que les hace saber lo que necesita
una mujer en cada momento y mucho más en cuestiones de sexo.
Mi primera vez con un maduro fue a los 22 años. Antes de eso había
tenido novios de mi edad con los cuales el sexo había sido placentero,
aunque después de haberlo hecho con maduros me doy cuenta que
aquello con lo que yo me quedaba satisfecha era solo la punta del
iceberg y que no tenía nada que ver con el maravilloso orgasmo que te
puede llegar a proporcionar un maduro. Carlos (así se llama mi primer
amante maduro) tenía por aquel entonces 58 años y era el panadero
del barrio. Estaba casado, tenía el pelo canoso y se conservaba bien
físicamente. Le conocía desde que nos trasladamos a vivir al barrio
hace unos 12 años y se mostraba muy cordial conmigo. Cuando
compraba el pan siempre me regalaba alguna galleta o rosquilla y yo
me iba encantada a casa.
Con el paso del tiempo empecé a mirar a Carlos de otra manera. Mi
curiosidad por los maduros empezó a aumentar cuando tenía 19 años
y desde entonces me preguntaba cómo sería una relación con uno de
ellos. Un par de meses antes de cumplir los 22 mi novio me dejo y tras
pasar el mal trago de la ruptura decidí que debía probar aquello que
tanto me apetecía. Eran las fiestas del barrio y estábamos todo el
mundo en la verbena. Mayores, pequeños, padres, madres.... todo el
barrio disfrutando de la música. Me acerque a uno de los puestos a
tomar un refresco y allí estaba Carlos, charlando con unos amigos.
Cuando me vio me saludo y me invito a un refresco. Yo llevaba un
vestido blanco de verano de una pieza, ajustado y escotado de cintura
para arriba y con falda de vuelo hasta la rodilla. Mientras charlaba con
Carlos observe como su mirada no se apartaba de mi escote. Al
principio me hizo sentir avergonzada pero poco a poco y gracias a su
forma de hablar y tratarme pase a sentirme muy atractiva y deseada.
Carlos se fue a casa con su esposa a eso de las 10. Al día siguiente
debía madrugar para tener el pan preparado para el barrio. Yo me
quede de fiesta con mis amigas y eran casi las 4 de la madrugada
cuando me fui a casa. De camino a mi casa pase por la panadería y me
di cuenta que la puerta del almacén estaba abierta y que había luz, así
que decidí entrar. Allí estaba Carlos. No sé si fueron los combinados
que había tomado con mis amigas pero le vi más atractivo que nunca.
Cuando su mirada se cruzo con la mía me puse roja como un tomate.
Quise decirle algo pero de mi boca no salía la mas mínima palabra y al
darse cuenta fue Carlos quien inicio la conversación:
- ¿De retirada ya Nuria?
- Si, ahhhh, bueno.... había entrado para ver si tenias rosquillas
preparadas y así desayunaba algo antes de irme a la cama
- No sé porque creo que las rosquillas son solo una excusa.
En ese momento quería que me tragara la tierra. Quise correr pero
mis piernas no se movieron. Carlos se acerco a mí y me beso en los
labios. Fue un beso corto pero intenso, dulce pero apasionado,
inocente pero muy morboso. Estaba nerviosísima pero Carlos me
tranquilizo diciéndome que no iba a pasar nada que yo no quisiera.
Escribió una dirección en un papel y me dijo que si quería podíamos
estar los dos a solas al día siguiente a las cinco de la tarde. Me fui a
casa totalmente descolocada. Había conseguido lo que quería hace
tiempo pero el miedo y las dudas invadieron mi cuerpo. ¿Qué hacia
una chica de 22 con un señor de 58? ¿era solo curiosidad lo que tenia?
¿Estaba preparada para llegar al final? Mi cabeza daba vueltas a todas
estas preguntas pero finalmente el sueño pudo conmigo y caí
dormida.
Al día siguiente me levante casi a la hora de comer. No tenía hambre
por los nervios pero me forcé a comer al menos un poco de ensalada.
Después de comer salí a pasear por el parque para intentar aclarar mis
ideas. Después de muchas vueltas decidí que al menos debía probar la
experiencia y luego ya decidiría. Fui a casa, me duche y me vestí de una
manera cómoda pero sexy a la vez. Un top blanco bien ajustado y sin
sujetador que marcaba bien mis pechos, una minifalda negra con un
tanga negro a juego y unas sandalias. Un poco de maquillaje y unas
gotitas de perfume terminaron por dejarme preparada. Me mire al
espejo y me sentí muy bien. Estaba guapa, juvenil y atractiva pero sin
llamar tampoco demasiado la atención.
A las cinco de la tarde me presente en la dirección indicada. Carlos
me abrió la puerta y me ofreció un refresco. Le espere sentada en el
sofá y nos pusimos a charlar amigablemente hasta que nos quedamos
sin conversación. Había llegado el momento de ir al grano y fue Carlos
quien llevo la iniciativa. Me beso en los labios y a medida que
avanzaba el beso su lengua se fue abriendo camino por mi boca. La
suerte estaba echada. Mi lengua respondió a su beso y Carlos entendió
que era el momento de dar el siguiente paso. Mientras nuestras
lenguas seguían cruzándose en nuestras bocas sus manos se
deslizaron por mis muslos, luego por mi cintura para terminar
acariciando mis pechos, primero por encima del top y seguidamente
por debajo.
Luego paso su lengua por mi oreja, me mordió el lóbulo, beso mi
cuello para terminar quitándome el top y lamerme los pechos. Su
lengua se ocupo primero de uno mientras su mano me acariciaba el
otro y me daba pequeños pellizcos en el pezón que hacían volverme
loca. Para entonces mi tanga estaba ya más que mojado. Me seguí
dejando llevar por su buen hacer y Carlos volvió a besarme en los
labios mientras su mano se deslizo entre mis muslos, hizo mi tanga a
un lado y busco mi clítoris. Cuando lo encontró comenzó a estimularlo
con movimientos circulares lentos para ir aumentando el ritmo a
medida que me iba notando mas excitada hasta que llego lo inevitable.
Tuve un orgasmo delicioso y quede tremendamente satisfecha, pero
aquello no había hecho más que empezar. Sin tiempo para reponerme
Carlos se arrodillo, me quito la minifalda y el tanga (para entonces el
ya estaba solo con el bóxer), hundió su cabeza entre mis piernas y se
comió mi tesorito de una manera increíble. Su lengua era muy experta
y mi excitación se movía en función de su lengua. Me tenia entregada
y unos mordiscos muy suaves que me dio en el clítoris hicieron el
resto. Mi cuerpo se estremeció, mis muslos aprisionaron su cabeza y
de mi boca salió un grito de placer. Había sido el mejor orgasmo de mi
vida.
Tras esto Carlos se sentó en el sofá. No hizo falta que me dijera nada.
Me tocaba a mí. Con alguno de mis ex novios me había visto en alguna
situación similar pero había una gran diferencia: con ellos me sentía
obligada a devolverles el placer pero a Carlos estaba deseando dárselo.
Mi mano acaricio su polla por encima del bóxer. Para entonces ya la
tenía completamente dura. Se quito el bóxer y por fin pude verla. Era
más bien pequeña pero tremendamente gruesa. Comencé a
masturbarle suavemente (algo en lo que ya tenía bastante experiencia)
y poco después me arrodille delante suyo para comérsela. Me pidió
que le mirara a los ojos mientras lo hacía y comencé con mi tarea. Bese
su punta, su tronco y finalmente sus huevos que seguidamente
comencé a lamer mientras mi mano pajeaba suavemente su verga.
Luego subí con mi lengua por todo el tronco, lo lamí como si fuera un
helado para llegar finalmente a la punta y meterme su polla en la boca.
Comencé a mamársela demasiado rápido (en chuparla no era tan
experta) pero Carlos agarro mi cabeza y me hizo ir más despacio hasta
que finalmente encontré el ritmo adecuado. Estuve un buen rato
mamando (para entonces mis ex novios ya se hubieran corrido un par
de veces) hasta que Carlos me tomo del brazo, me sentó encima suyo
y me pidió que le cabalgara como una amazona.
Para entonces mi coño estaba ya otra vez lubricado y pese a costarle
un poco meterse aquella verga (era demasiado gruesa para un coño
tan estrecho) finalmente lo consiguió generando un torrente de
sensaciones nuevas. Me sentí llena con aquella polla llenando por
completo mi vagina, sintiendo su contacto y dureza con mis paredes.
Carlos me agarro fuertemente de la cintura y me estuvo llevando hacia
arriba y abajo hasta que encontré el ritmo adecuado. Estaba en la
gloria cabalgando aquella polla mientras sus manos amasaban mi culo,
le daban algún azote y su lengua lamia mis pezones alternativamente.
Después de un buen rato cabalgando Carlos estaba llegando también
a su punto máximo. Gemía con fuerza y me decía cosas como "sigue
cabalgando putita", un comentario que jamás hubiera permitido a mis
ex novios pero que viniendo de la boca de Carlos me pareció todo un
piropo. Cabalgue con fuerza y por fin llego el momento deseado.
Carlos inundo mi coño con su semen y mi cuerpo reacciono con un
orgasmo todavía más intenso que el que había tenido mientras me
comía el coño. Estuve un rato sentada encima suyo con su verga
dentro, quizá por el cansancio pero principalmente porque está muy
sensible y sentir su polla llenando mi coño me producía una sensación
muy placentera.
Cuando por fin nos desenganchamos nos lavamos volvimos al barrio
por caminos diferentes por si las moscas. Había oído a muchas mujeres
hablar de orgasmos salvajes, pero aquello había superado todas mis
expectativas. Fueron tantas el cumulo de sensaciones que me hicieron
darme cuenta que lo que me habían dado mis ex novios solo era una
parte mínima del placer que se puede recibir con el sexo.
****************
Los días y meses que siguieron a mi primera vez con Carlos fueron
maravillosos. No solo en lo que al sexo se refiere. Me hacía sentir
atractiva, deseada como una princesa en un cuento de hadas.
Aprovechábamos para vernos en el piso, hacíamos escapadas cada vez
que podíamos a pueblos cercanos, al monte...., conversábamos de
todo con total libertad, cualquier sitio era bueno para estar con él.
Pasando un día en el monte y en una de nuestras muchas
conversaciones salió el tema de cómo masturbar a los hombres. Carlos
había notado que tenía bastante experiencia en eso y me pregunto
que si había pajeado a muchos tíos. Le dije que solo a tres, mi
anteriores novios, pero que lo solía hacer la mayoría de las veces para
que me dejaran de dar la lata con el sexo. Lo cierto es que esa era la
razón principal pero también reconozco que le encontraba cierto
morbo al asunto. Había pajeado a mis ex novios muchas veces pero
más que a la masturbación en si el morbo se lo encontraba en hacerlo
en sitios arriesgados como en cines, baños o entre uno arbustos del
parque.
Carlos me dijo que eso estaba bien, pero que todavía había una
forma mejor para masturbar a un hombre y para que yo disfrutara
plenamente con ello. Me dijo que debía aprender a controlar al
hombre, tenerlo dominado mientras le masturbo, jugar con él y hacerle
sufrir hasta que me suplique que le ordeñe como una vaquita hasta
vaciarle toda la leche que tiene en los huevos. Me estuvo dando
consejos sobre cómo hacerlo: debía esposar al hombre en cuestión en
una silla, acariciarle la polla, ponerle mis pechos cerca de los labios sin
que los pudiera tocar, morderle las orejas, susurrarle cosas sucias,
masturbarle hasta tenerlo a punto de correrse y deberme para que no
lo hiciera....toda una serie de consejos que me hicieron excitarme y que
despertaron unas ganas tremendas en ponerlos en práctica.
La conversación hizo que el bulto de Carlos creciera notablemente
dentro de su pantalón y yo sabía que hacer para bajarlo. No solo sabia
sino que también quería así que lo tome de la mano y lo lleve a un
pequeño bosque muy frondoso que había allí cerca. Carlos se quedo
de pie y recostado contra un árbol, yo me arrodille y libere su verga de
la prisión que suponían sus pantalones y su bóxer. No me hizo falta
trabajarla ya que para entonces estaba bien dura, así que la bese, la
lamí como a él le gustaba y me la trague enterita. Estaba deliciosa,
sentirla llenado por completo mi boca me encantaba, y los suaves
movimientos con mi boca calentita y los masajes de mi mano en sus
huevos hicieron que Carlos se corriera rápido. Cuando estuvo a punto
cerré mi boca (el semen era algo que todavía no había probado) y le
pajee con fuerza y su leche comenzó a salir de forma abundante y
descontrolada llenando mi cara y mi pelo de aquel maravilloso liquido
que todavía no había tenido el placer de degustar. Cuando
terminamos me limpie como pude y volvimos a casa.
Pasaron varios días y yo no me podía quitar de la cabeza las técnicas
que me había enseñado Carlos para pajear a un hombre. Volvimos a
hablar del tema y decidimos que lo mejor era ponerlo en práctica.
Debía buscar una persona a la que quisiera hacer sufrir un poco y
divertirme siendo perversa con él. Inmediatamente pensé en mi
segundo ennovio con el que la relación había sido bastante
tormentosa pero con el que termine manteniendo el contacto. Además
era un presa fácil. Su mente estaba constantemente pensando en sexo
con lo que estaba segura que accedería y así fue. Le llame por teléfono
y charlamos un rato. Como siempre que hablábamos volvía a salir el
tema del sexo así que le plantee la posibilidad de quedar el sábado y
hacerle una paja de aquellas que tanto le gustaba que le hiciera
durante los buenos tiempos. Como era de esperar le falto tiempo para
decirme que encantado así que le cite en el piso de Carlos el sábado a
las 6 de la tarde. Lo que mi ex novio no sabía (y nunca sabrá) es que
Carlos nos estaría espiando durante toda la tarde.
Mi ex novio acudió puntual a la cita. Para entonces Carlos y yo
habíamos colocado una silla en un punto estratégico del salón para
que el pudiera ver todo dejando entreabierta la puerta de la habitación
contigua. Recibí a mi ex novio con un vestido de verano de una pieza,
con tirantes muy finos, algo escotado, ajustado y que me tapaba hasta
medio muslo. No llevaba sujetador y un tanga verde clarito a juego
con el vestido y unas sandalias con un poco de tacón completaban mi
conjunto. Estuvimos charlando un rato en el sofá. Mi ex novio no me
dejaba de mirar al escote, decirme que estaba muy mona así que
decidí comenzar con el juego. Le plantee las condiciones las cuales
acepto sin rechistar y le dije que iba a buscar un par de cuerdas y que
para cuando volviera le quería sentado en la silla y completamente
desnudo.
Cuando volví estaba ya sentado en la silla, le ate las manos al
respaldo y me senté encima suyo. Su respiración se notaba agitada
aunque su polla estaba todavía flácida. Era un verga normal aunque su
tamaño crecía considerablemente cuando se ponía dura. Me abrace a
su cuello, me restregué suavemente contra su verga y le susurre al
oído que iba a sufrir por todos aquellos momentos malos que me
había hecho pasar. Ese eral el estimulo que necesitaba. Su polla
empezó a crecer y endurecerse rápidamente ante lo cual me retire para
empezar con mi dulce torera. Estuve un rato acariciándole los huevos,
la polla (sin llegar a masturbarle), pellizcándole los pezones y
susurrándole cosas sucias al oído: "vas a ser mi perrito", "vas a tener
que suplicarme que te ordeñe", "vas a pagar por haberme tratado
como una putita cuando éramos novios". Su polla estaba ya
completamente dura así que comencé a pajearlo. Despacio
primeramente y aumentando el ritmo a medida que su respiración se
agitaba mas y mas. Cuando note que se iba a correr me detuve en
seco, me senté en el sofá y me quede observándole.
Aquella persona que durante la relación se había comportado como
un machito estaba completamente a mi merced. Desnudo,
completamente vulnerable y entregado a mí. Me pidió que siguiera
pero le dije que lo suplicara: "sigue por favor Nuria, te lo ruego, no me
dejes así, hare lo que quieras mi niña". Volví a pajearle repitiendo el
mismo proceso hasta tres veces. Sin darme cuenta mi tanga estaba ya
mojado por la excitación así que decidí que era hora de terminar con
mi ex novio para que se fuera y Carlos pudiera rematar la faena
follandome salvajemente. Así que me quite el tanga envolví con él su
polla y le masturbe con fuerza. Cuando se iba a correr le dije que si
quería hacerlo tenía que ladrar como un perrito y no dejar de hacerlo
hasta que soltara la última gota de semen. Así lo hizo. Hice que su
semen se esparciera por su estomago mientras sus ladridos iban
perdiendo fuerza a medida que se vaciaban los huevos. Le solté, le
deje que se limpiara y le dije que se fuera, que su tarde de gloria ya
había pasado.
Cuando mi ex novio se marcho Carlos salió completamente desnudo
de la habitación. Su polla apuntaba al cielo. No hubo una sola palabra
entre nosotros. Me agarro con fuerza de la cintura y me arrincono
dejándome de pie y con mi cara contra una pared. Nunca antes le
había sentido así de excitado y descontrolado. Restregaba con fuerza
su polla contra mi culo y por encima de mi vestido, sus manos
amasaban mis pechos y estiraban con fuerza mis pezones, sus dientes
mordían los lóbulos de mis orejas, su lengua lamia mi cuello y de su
garganta solo salían expresiones como "me has puesto cachondísimo
zorrita", "te voy a follar tal y como se merece una putita ser follada",
"ahora serás tu la que me suplique que quiere correrse como una perra
en celo".
No me quito ni el vestido. Levanto mi falda y me la clavo en el coño
de un solo golpe, algo que en otras circunstancias hubiera sido muy
doloroso pero que debido a mi humedad resulto maravilloso. Me tuvo
clavada unos segundos, haciendo que sintiera como su polla se
adueñaba de toda mi vagina. Me agarro con fuerza de las caderas y
empezó a embestirme con la fuerza de un animal en celo. Ahora era yo
la que estaba a su merced. Arrinconada contra la pared, aprisionada
por sus fuertes brazos y ensartada por su grueso pedazo de carne que
cada vez me producía mas y mas placer. Mientras bombeaba me dijo
que ahora iba a ser yo la que ladrara como una perrita cuando me
corriera. No tarde mucho en hacerlo.... "guau, guau, guau, guau" a lo
que él me respondió con un simple "buena perrita". Siguió follandome
un poco mas hasta que su polla estuvo preparada para explotar. La
saco de mi coño, la acomodo entre mis nalgas y con sus manos
comenzó a amasar mis nalgas de tal manera que con ellas le estaba
haciendo una buena paja a su verga. Se corrió abundantemente,
salpicando mi espalda, mi cintura y mis nalgas. Sentir su leche fue
delicioso. Sabía que estaba haciendo feliz a Carlos y eso me hacia feliz
a mí.
Al terminar nos duchamos juntos. Salimos de la casa y como siempre
hacíamos fuimos por caminos diferentes para evitar sospechas. De
vuelta a casa me di cuenta que aquella experiencia que al principio me
aterrorizaba estaba resultando increíble.
****************
Los días pasaban y Carlos y yo cada vez nos encontrábamos más a
gusto el uno con el otro. El estaba deseoso por seguir enseñándome
los placeres del sexo y yo por recibirlos. Una tarde en un rincón
apartado en el monte donde solíamos ir a menudo a estar solos con el
coche y donde casi siempre terminábamos besándonos,
acariciándonos y haciendo sexo oral, Carlos me pregunto si había algo
en especial que me apeteciera probar. A mi edad me faltaban todavía
muchas cosas por experimentar pero lo conteste que había un par de
cosas de las que todo el mundo hablaba y que yo no había
experimentado. Una era el sexo anal y otra el sabor del semen. A mis
casi 23 años había fantaseado con ambas cosas y de las dos la que
menos miedo me daba era el sabor del semen. Del sexo anal había
oído que era doloroso y mucho más teniendo en cuenta el grosor de la
verga de Carlos. Me dijo que estuviera tranquila y que no íbamos a
hacer nada que yo no quisiera, que si no estaba preparada todavía
esperaría el tiempo que hiciera falta. Esas palabras hicieron que me
enfadara conmigo misma. Desde que empecé mi relación con Carlos
había crecido en madurez y consideraba que mi etapa adolescente ya
había pasado. Pero por lo visto Carlos no pensaba así por lo que me
arme de valor y le dije que estaba perfectamente preparada para
probarlo. Le dije que organizara un fin de semana en algún sitio
tranquilo para los dos y que allí daríamos el siguiente paso.
El fin de semana llego y Carlos me llevo a una casa rural situada en un
pequeño pueblo del monte. El sitio era precioso y las vistas me
ayudaron a olvidarme de aquello que tanto me aterraba como eral el
sexo anal. Salimos a pasear y como nadie nos conocía nos
comportamos como cualquier pareja de novios adolescentes. Nos
besábamos en cualquier rincón, paseábamos con la mano de Carlos
sobándome el culo... todo hasta la hora de la cena, tras la cual y
teniendo en cuenta que en el pueblo no había ni discoteca ni nada que
se le pareciera decidimos ir a la habitación. Carlos se quito la ropa y se
quedo solo con los bóxers (era como más le gustaba estar) y yo fui al
baño a ducharme y ponerme algo sexy. Me puse un sujetador negro,
unas braguitas estrechas de raso de color negro, medias de rejilla y
zapatos de tacón de aguja. Me maquille, me puse un poco de perfume
y salí a la habitación.
"Mmmmmm, pareces toda una putita" me dijo Carlos. "Tengo que
parecerlo" le dije yo... "las niñas inocentes no dejan que los maduros
les desvirguen el culo". Mis palabras hicieron que el bulto de Carlos
empezara a crecer dentro del bóxer. Se acerco a mí y me beso en la
boca mientras sus manos amasaban dulcemente mi culo. Mis manos
también respondieron, se perdieron dentro de su bóxer y comenzaron
a masajear su polla hasta que adquirió la dureza de una roca. Carlos
me tumbo en la cama y allí comenzó su maravilloso juego de caricias,
besos, azotitos, pellizcos... un juego que hacía que perdiera el control
en mi misma y me entregara a el por completo. Me quito el sujetador
para entretenerse un buen rato con mis pechos, y luego las bragas
para comerme el coño de una manera deliciosa.
Cuando ya me tenía a punto Carlos paro y me dijo que me pusiera a
cuatro patas y sacó un tarro de lubricante que tenía en la mesilla. "Ya
no hay marcha atrás" pensé para mí misma. Carlos empezó a lamerme
el ano, algo que me resulto bastante asqueroso al principio pero que
provoco en mi una sensación muy placentera. Unto mi agujero con
lubricante y volvió a comerme el coño con una precisión solo al
alcance de los maduros. Me estaba volviendo loca de gusto, necesitaba
correrme pero justo cuando pensaba en eso uno de los dedos de
Carlos se abrió paso por mi ano. Lance un pequeño grito por la
impresión ya que no me provoco ningún dolor. Su dedo comenzó a
hacer movientes circulares mientras me comía el coño. Subió la
intensidad de su lamida y en ese momento aprovecho para meterme el
segundo dedo, con el que describió la misma operación y luego el
tercero. Mientras tanto mi coño ya no aguantaba más y de él
comenzaron a emanar fluidos que eran la mejor prueba de que estaba
llegando al orgasmo.
Carlos me dejo descansar unos segundos y se puso detrás mío.
Seguía a cuatro patas, con el coño mojado, mi ano dilatado y la polla
de Carlos apuntando directamente a mi agujero. "Bien nena, ahora vas
a saber lo que siente una putita cuando la enculan". Apoyo la cabeza
de su verga en mi ano, me agarro con fuerza de las caderas y empezó
a empujar lentamente. Cuando sentí aquella verga abriéndose paso en
mi estrecho culito grite de dolor, me entraron muchas ganas de llorar
pero no lo hice por orgullo, quería demostrar a Carlos que estaba
preparada para eso y mucho mas así que me mordí el labio con fuerza
mientras notaba como su polla iba destrozando y abriendo mi ano a
cada embestida que daba. Me tuvo ensartada unos segundo para que
mi ano se acostumbrara al grosor de su verga y pasado ese tiempo
comenzó a bombear con un mete saca al que mi culo se fue
acostumbrando mientras notaba como sus huevos chocaban contra
mis nalgas en cada una de sus embestidas. Mi ano finalmente se
acostumbro a la verga, no voy a decir que me resultara placentero
pero sí que la sensación de dolor había desaparecido, y cuando Carlos
percibió que ya no me dolía fue cuando empezó a embestirme con la
fuerza de un toro. No tardo mucho en correrse llenado por completo
mi culo de semen, una sensación que tengo que reconocer me gusto
mucho. Me limpie en el baño nos abrazamos y nos dormimos. Desde
entonces he probado el sexo anal unas cuantas veces y sin ser algo
que me vuelva loca tengo que reconocer que es algo que no me
importa practicarlo.
A la mañana siguiente desperté a Carlos de la manera que más le
gusta. Me metí debajo de las sabanas y comencé a chupársela lo que
hizo que Carlos se despertara entre quejidos y gemidos de placer. Lo
único malo es que se corrió casi al instante algo que me fastidio
porque me hubiera gustado estar jugando con él un buen rato en la
cama. Nos duchamos juntos y bajamos a desayunar. Pedimos a la
dueña que nos prepara unos bocadillos para poder pasar el día
paseando por el monte y comer en cualquier merendero que
encontráramos por el camino. A eso de las 11 salimos a pasear con
nuestras mochilas. El con una camiseta y un pantalón corto y yo con la
parte de arriba del bikini y la parte de abajo cubierta por una falda
cortita. Después de un buen rato paseando nos sentamos a comer y
nos echamos la siesta a la sombra de unos árboles donde había muy
poco transito.
Para variar me desperté yo antes que Carlos. Allí estaba él, recostado
en un árbol recibiendo alguno de los pocos rayos de sol que dejaban
pasar la frondosidad del bosque. Estaba muy sexy además de
empalmado. Siempre me he preguntado con que soñaran los hombres
para estar empalmados mientras duermen. Evidentemente era una
situación que no iba a desaprovechar. Por un lado porque me quedaba
una cosa por probar durante ese fin de semana y por otro porque
volvería a despertarle de la manera que más le gustaba. Así que me
dedique a la atrae. Le baje el pantalón corto, el slip y me la metí
enterita a la boca. Estaba deliciosa. Dura y con un olor a macho que
hacía que me excitara. Me entretuve mucho en la punta...
envolviéndola con mi lengua, besándola, mordiéndola mientras una de
mis manos le pajeaba y la otra masajeaba sus huevos. Carlos se
despertó con un "veo que mi nenita sabe lo que tiene que hacer para
que me despierte feliz y contento" y agarrándome de la cabeza
comenzó a acelerar el ritmo de mi mamada. La mamada duro bastante
tiempo y el momento de la corrida iba a llegar. Carlos quiso sacar su
verga de mi boca pero no le deje. La empecé a pajear con mayor
velocidad sin sacarme en ningún momento la punta de la boca. Quería
demostrarle a Carlos que su nenita estaba preparada para ser su putita,
su zorrita o lo que él quisiera.
El cuerpo de Carlos comenzó a temblar. El ansiado momento había
llegado. Su polla empezó a soltar abundantes chorros de leche que se
depositaron en mi garganta y en la paredes de mi boca. Seguí
mamándosela hasta que soltó la última gota. Buena parte del semen
había llegado ya a mi estomago y con lo que me quedaba en la boca
Carlos me pidió que me lo tragara mientras le miraba a los ojos. Lo
cierto es que el sabor del semen me resulto agradable. Una mezcla
entre salado y algo amargo que no era ni mucho menos aquella cosa
asquerosa que decían algunas chicas. Estaba feliz porque había
demostrado a Carlos que ya era una mujercita. Volvimos al hotel casi al
anochecer. Nos duchamos, cenamos y ya en lo habitación Carlos y yo
follamos dos veces. Ni que decir tiene que Carlos se corrió las dos
veces en mi boca. Mi culito lo dejo tranquilo salvo unos pequeños
azotes mientras me la metía a cuatro patas. Claro que esa tranquilidad
no duraría mucho tiempo.
Pasaron varias semanas después de mi primera experiencia con el
sexo anal y el semen en la casa rural. Durante ese tiempo el saborear el
semen de Carlos se había convertido en algo habitual (le volvía loco
verme con la boca llena de leche) y el sexo anal lo practicábamos con
menos frecuencia y aunque seguía siendo doloroso cuando me la
clavaba al principio lo cierto es que mi cuerpo comenzaba a
experimentar cosas diferentes: el dolor desaparecía cada vez mas
rápido y la sensación de placer iba creciendo poco a poco. Lo que
seguía siendo maravilloso era sentir como descargaba su leche dentro
de mi culo, una sensación que me producía y me produce mucho mas
placer que cuando se corren dentro de mi vagina.
Eran unas fechas cercanas ya al cumpleaños de Carlos. Quería
regalarle algo especial, algo que nunca olvidara así que estuve varios
días lanzándole indirectas para intentar averiguar que podía ser. El día
se acercaba y seguía sin saber que regalarle así que un día que pase
por la panadería y Carlos estaba solo le pregunte directamente por su
regalo. Su respuesta me sorprendió pero solo en parte. Quería hacer
un trió en el que participáramos yo, él y otro hombre maduro. Lo del
trió no me pillo por sorpresa aunque el hecho de querer que
participara otro hombre en vez de una mujer sí que me sorprendió.
Sabía que una de las fantasías de la mayoría de los hombres es hacerlo
con dos mujeres así que el que me lo pidiera con otro hombre me dejo
descolocada. La verdad es que pensándolo fríamente en el fondo me
quede aliviada, primero porque nunca me han llamado la atención ni
atraído las mujeres y segundo porque si disfrutar del sexo con un
maduro era algo maravilloso hacerlo con dos debía ser una experiencia
que merecía la pena probar.
El cumpleaños de Carlos fue un viernes que evidentemente dedico a
su familia y a sus amigos. Para lo nuestro quedamos el sábado. Carlos
fue el que se encargo de buscar un maduro de total confianza. Reservo
una habitación en un hotel de las afueras y también una mesa para
cenar en un restaurante cercano. Habíamos quedado con el amigo de
Carlos (Pedro se llamaba) a las 9. Allí nos presentamos a la hora: Carlos
con una camisa blanca y un conjunto negro de traje chaqueta que le
hacia superatractivo. Yo con un vestido rojo bien ajustado que me
había regalado para la ocasión con escote palabra de honor para que
resaltara bien mi busto (es decir, sin tirantes) y que me llegaba a medio
muslo, tanga negro y zapatos de tacón fino también negros. Cuando
llegamos Pedro nos estaba esperando en el bar. Era un señor de unos
55 años con poco pelo y algo de barriga. No era especialmente
atractivo aunque estaba bien para sus años. Además era de la
confianza de Carlos y de lo que se trataba es de que Carlos tuviera una
experiencia inolvidable, por lo que si él lo quería de esa manera no iba
a ser yo la que pusiera ninguna pega.
La charla fue muy amena durante la cena. Yo estaba nerviosa pero
poco a poco me fui tranquilizando, sobre todo al ver la charla de total
confianza que mantenían ellos. Después de cenar nos fuimos a un pub
cercano a tomar una copa y de allí nos fuimos a la habitación del hotel.
Carlos se fue a refrescar al baño y Pedro me sirvió otra copa y
estuvimos charlando en el sofá. "Que suerte ha tenido Carlos en
encontrar una nenita como tú" me dijo. "Si yo fuera el no me separaría
de ti ni un segundo. Hay muchos maduros que pagarían bastante
dinero por estar contigo". El comentario me hizo sentirme incomoda
pero por suerte Carlos salió del baño y se sentó junto a nosotros, de tal
manera que yo quede en medio de los dos. Charlamos de cosas
absurdas y sin sentido, esperando que alguien rompiera el fuego y ese
fue Carlos. Beso mis labios de aquella manera tan maravillosa que
tanto me excitaba y Pedro no tardo en responder. Su mano comenzó a
acariciar mis muslos con una mezcla de agresividad y dulzura que
despertaron en mi un temor que sin saber por que hacían que me
excitación fuera creciendo. Carlos me seguía besando mientras sus
manos comenzaron a masajear mis pechos por encima del vestido.
Pedro se arrodillo, me quito los zapatos y comenzó a lamerme y
besarme los dedos de los pies. Aquello termino por calentarme por
completo y decidí dar rienda suelta a todos mis deseos. La lengua de
Pedro comenzó a subir lentamente por mis piernas, mis muslos, se
perdió por debajo de mi vestido, hizo a un lado mi tanga y empezó a
lamer mi coño de una manera muy salvaje pero con una precisión
enloquecedora. Para entonces Carlos ya había bajado la parte de arriba
de mi vestido lo suficiente como para comerme los pechos con su
habitual maestría.. Mi cuerpo estaba en la gloria. Las lenguas de Carlos
y Pedro lamiéndome me hicieron sentirme deseada como una perra en
celo. No tarde en venirme en la boca de Pedro que pese a notar mi
cuerpo estremeciéndose no dejo de lamer y succionar todos los jugos
que salían de mi coño.
Para entonces ellos estaban ya semidesnudos, con dos bóxer muy
ajustados cuyos bultos peleaban por salir de su prisión y no dejaban
nada a la imaginación. Me quitaron el vestido, arrancaron mi tanga de
un tirón y me pusieron de rodillas delante de ellos. "Vas a saber ahora
lo que es una buena paja" le dijo Carlos a Pedro. Baje sus bóxers y allí
estaban sus pollas, duras, desafiantes y con ganas de recibir un buen
masaje. La verga de Pedro era bastante larga pero delgada. Comencé a
masturbar las dos a la vez , mientras mi lengua lamia los huevos de
ambos alternativamente. Después de un rato me tumbaron boca arriba
en la cama y Carlos me comió el coño mientras Pedro acerco su polla a
mi boca. La lamí tiernamente, pajendola con suavidad, acariciando sus
huevos e incrementando mi ritmo a medida que mi calentura volvía a
subir con la comida de coño de Carlos. Cuando me tuvo perfectamente
lubricada se incorporo y comenzó a follarme salvajemente, como un
animal que hubiera pasado años sin follar. Esto hizo que Pedro se
calentara todavía más y agarrándome fuertemente mi cabeza empezó
a follarme la boca como un animal salvaje. Me sentía dominada, como
una puta a la que habían invitado para el placer de ellos dos. Tuve un
orgasmo poco intenso aunque el ver la cara de placer y felicidad que
tenia Carlos fue mi mayor recompensa. Carlos se corrió dentro de mi
mientras Pedro siguió follandome un rato la boca hasta que saco su
polla y se corrió por toda mi cara. Cerré mi boca instintivamente ya
que si bien me gustaba el sabor del semen todavía no estaba
preparada para probar el de un completo desconocido.
Me fui a duchar y me tome mi tiempo. El trió estuvo muy bien al
principio aunque no fue todo lo placentero que esperaba con la
penetración. Lo que yo no sabía es que lo mejor estaba todavía por
llegar. Salí del baño y estaban los dos sentados en el sofá, tomando
una copa y con las vergas apuntando al techo. Me dijeron que me
quedara de pie en el centro de la habitación, se acercaron a mí y
derramaron sus copas de whisky por todo mi cuerpo. Me lamieron
entera sin dejar un solo rincón de su cuerpo por el que no pasaran sus
lenguas. Carlos se quedo arrodillado delante de mi coño y su lengua
comenzó a lamer en círculos la punta de mi clítoris mientras uno de
sus dedos me penetraba suavemente. Pedro se había incorporado y
estaba detrás mío restregando su verga contra mi culo mientras me
besaba el cuello y sus manos pellizcaban mis pequeños pezones.
"Ahora me toca follarte a mi nenita" me dijo Pedro. Mi coño volvía a
estar mojado y las palabras de Carlos dieron vía libre a Pedro: "Ya
tienes a la putita preparada amigo". Pedro me agarro de las caderas y
me la metió con delicadeza. Yo me agarre al cuello de Carlos y empecé
a besarle apasionadamente mientras Pedro aceleraba el ritmo de sus
embestidas. Mi lengua y la de Carlos se cruzaban con mucha fuerza
mientras sus manos amasaron mis pechos y excitaron todavía más mis
ya duros pezones. No recuerdo el tiempo que me tuvieron así pero fue
algo maravilloso. Las embestidas de Pedro, la boca de Carlos, sus
manos en mis pechos....... hicieron que me produjeran unas oleadas de
placer que culminaron con un orgasmo brutal que hicieron temblar
mis piernas de tal manera que si no llega a ser porque estaba agarrada
al cuello de Carlos me hubiera caído. Por su parte Pedro había dejado
de follarme y estaba pajeandose hasta que esparció su leche por mis
nalgas.
Estaba hecha polvo. Solo quería descansar pero no me había dado
cuenta de un pequeño detalle. Carlos la tenía todavía dura. Se sentó en
el sofá con Pedro a su lado y me dijo con su dedo que me acercara. No
hicieron falta palabras. Con mi espalda y mis nalgas mojadas por el
semen de Pedro hinque mis rodillas delante de su gruesa verga y
empecé a mamarla como si fuera la última polla que iba a degustar en
mi vida. "Joder Carlos, me habías dicho que era buena pero no que era
toda una putita". Yo no hice caso al comentario y seguí trabajando la
polla de Carlos como más le gustaba a él: mirándole a los ojos y con
cara de niña buena. Pedro volvía a tener la verga dura y empezó a
masturbarse. "Hay que ver que aguante" pensé para mis adentros. La
polla de Carlos ya estaba casi a punto. Me la metí hasta la mitad de la
boca, la aprisione con mis labios y mi mano masturbo la otra mitad de
su tronco hasta que se corrió inundando mi boca de tibia leche.
Cuando le saque hasta la última gota me pase su semen por mis
labios, lo recogí con mi lengua y me lo trague mientras sonreía y veía
los ojos de felicidad de Carlos. Fue un momento dulce que se rompió
por un grito ensordecedor que salió de los labios de Pedro:
"ZOOOOORRRRAAAAAAAA" grito mientras su polla empezó a expulsar
la poca leche que le quedaba en los huevos.
Despedimos a Pedro y Carlos y yo nos duchamos juntos para luego
dormirnos abrazados en la cama. Era una mujer feliz pero ignoraba por
completo que unos pocos meses más tarde mi felicidad se vería
truncada por un acontecimiento ante el que nada podría hacer.
El tiempo había pasado casi sin darme cuenta. Eran ya dos años
desde que empecé mi relación con Carlos y en mi vida habían pasado
otras cosas importantes. Había terminado mis estudios de turismo y
tuve la suerte de encontrar trabajo en un importante hotel de la
ciudad. Empecé como recepcionista y chica para todo pero al poco de
cumplir 24 años me ofrecieron un puesto como ayudante de relaciones
públicas. Acepte y a mis 25 años que tengo ahora me he convertido ya
en la relaciones publicas del hotel, un trabajo bien pagado pero con
horarios raros y donde trabajar los fines de semana se ha convertido
en algo normal. Por su parte Carlos había cumplido los 61, una edad
maldita que me llevo a una situación de tristeza de la que me costó
recuperarme. Carlos me llamo una tarde para vernos en el merendero
de un monte cercano. Cuando íbamos en su coche su cara mostraba
que algo no iba bien. Se me pasaron mil cosas por la cabeza... una
enfermedad, problemas con su negocio, algún problema con alguno
de sus hijos... pero la realidad iba a ser mucho más cruel. Ya en el
merendero le pregunte que le pasaba y Carlos soltó la bomba: tenía
suficientes años cotizados como para jubilarse y había prometido hace
tiempo a su esposa que cuando se jubilara se irían a vivir al sur a un
pueblo tranquilo y cerca de la playa. Sentí como una puñalada
atravesaba mi corazón, estaba triste, con muchas ganas de llorar, de
gritar, de golpear a lo primero que se me pusiera por delante. Me
apetecía estar sola así que le pedí que me llevara a casa. Me encerré en
mi habitación y me pase toda la noche llorando.
Estuve tres días sin ver a Carlos. Me quedaban dos opciones: seguir
llorando hasta que se marchara o aprovechar con él hasta el último
minuto de los dos meses que le quedaban en la ciudad. Me decidí por
lo segundo y aunque no lo tenía muy claro ahora me he dado cuenta
que tome la decisión correcta. El día de la despedida se acercaba y
quería que Carlos volviera a tener una experiencia inolvidable para que
me recordara. No me anduve con rodeos y se lo pregunte
directamente: Carlos me dijo que había una cosa que siempre había
querido hacer pero no se atrevía a pedirme. Quería que una persona
con la que en su día monto un negocio que no funciono se muriera de
envidia. Una persona a la que el éxito le había sonreído en forma de
dinero pero que en cuanto al amor y al sexo no le había dado ninguna
alegría. Quería que follaramos delante suyo, Carlos y yo, mientras su
amigo solo podría mirar. Inicialmente la propuesta no me atrajo
demasiado pero quedaban 4 días para su marcha y no tenía fuerzas
para negarle nada.
El día llego y como siempre Carlos había preparado todo hasta el
último detalle. Había hablado con su amigo Antonio para quedar,
había pagado para alquilar un reservado en una discoteca de ambiente
y me dio dinero para que comprara un vestido sexy. Me dijo que tenía
que estar espectacular para la ocasión y que mi actitud hacia él en el
reservado debería ser de entrega total, algo que por otra parte no me
supondría ningún esfuerzo ya que siempre me entregaba en cuerpo y
alma a él. Nos citamos el sábado en la discoteca a las 11 de la noche.
Me presente con un vestido blanco con tirantes finos, completamente
ceñido al cuerpo y muy cortito ya que solo llegaba a tapar unos pocos
centímetros por debajo de mi culo. Tanga blanco, zapatos de tacón de
aguja, maquillaje suave y a juego con la ropa y unas gotas de perfume.
Cuando me vio Carlos me guiñó el ojo en señal de aprobación
mientras que Antonio se quedo con la boca abierta. Estuvimos
charlando un rato y Carlos llevo la conversación al tema del sexo.
Carlos le contaba todas nuestras aventuras para darle envidia algo que
Antonio escuchaba con atención y cierta incredulidad. Finalmente
Antonio le dijo que no se terminaba de creer todo lo que le contaba, a
lo que Carlos le contesto que se lo si quería lo podría comprobar in
situ en uno de los reservados de la discoteca. Antonio se rio y dijo que
yo no me atrevería, algo que me dolió en el orgullo y ante lo que
reaccione tomando la mano de Carlos y diciéndole: "¿vamos y se lo
demostramos?". Mi respuesta dejo perdido y boquiabierto a Antonio.
Carlos le invito a venir y le explico las condiciones: podría mirar pero
no participar y nada de tocarme a mí.... a lo sumo pajearse el solo pero
a una distancia prudente. Antonio acepto y nos dirigimos al reservado.
El sitio era más amplio de lo que me esperaba. Poca luz, un sofá de
dos plazas, un sillón individual, TV de plasma con DVD incorporado, un
mini-bar y música ambiente. Antonio se sentó en el sillón y Carlos en el
sofá. Decidí yo tomar la iniciativa para que su amigo se muriera de
envidia. Me senté encima de Carlos y comencé a besarle mientras me
movía rítmicamente restregando mi coño contra su polla hasta ponerla
bien dura. Fui desabrochando los botones de su camisa, acariciándole
con mis manos, besando su pecho lamiendo y mordiendo sus pezones
hasta llegar a su ombligo. Me arrodille delante suyo, le quite los
zapatos y los calcetines, bese sus pies, subí con mis manos hasta
desabrochar su cinturón, su pantalón y quitárselo para dejarle con
unos bóxers blancos bien ajustados que dicho sea de paso me
encantaban como le quedaban. Metí mi mano en su bóxer y comencé
a acariciarle su verga. Me incorpore un poco, y con la ayuda de mis
manos y mis dientes le quite el bóxer hasta dejarle desnudo. Me senté
a su lado, incline mi cuerpo para que Antonio pudiera ver
perfectamente como se la mamaba y empecé a comérsela mientras
Carlos metía su mano por el vestido y me manoseaba las tetas y
pellizcaba mis pezones.
Antonio contemplaba la escena alucinado. Para entonces ya se estaba
acariciando por encima del pantalón y había comenzado a
desabrochárselo. Yo le estaba dando a Carlos la mejor mamada de mi
vida. Lamia sus huevos, masturbaba su tronco, besaba su punta, la
envolvía con mi lengua y me la comía enterita para notar como llenaba
por completo mi boca. Estuve un rato hasta que Carlos decidió pasar a
la acción. Me puso de pie delante suyo, levanto un poco mi vestido (no
me lo quito mientras duro todo) y me arranco el tanga de un tirón
seco para lanzárselo a Antonio que ya se estaba tocando con su polla
fuera. Sentado en frente de mi Carlos me comió el coño un ratito para
sentarme de nuevo encima suyo y penetrarme con dulzura. Cuando me
la metió por completo agarro con sus dos manos mis nalgas y
comenzó a moverme hacia arriba ya abajo hasta que encontré el ritmo
adecuado. Estaba ya muy excitada así que comencé a cabalgarle cada
vez con mayor intensidad hasta que mi cuerpo noto los espasmos de
un orgasmo delicioso. Carlos no me dejo ni recuperarme. Saco su
polla, me puso a cuatro patas en el sofá y comenzó a lamerme el ano y
a jugar con sus dedos dentro del. Lo que iba a venir era evidente.
Apoyo la cabeza de su verga en mi ano y empezó a empujar despacio
hasta que me la clavo entera. No me dolió tanto como otras veces y
esta vez la sensación desagradable paso rápido. Carlos embestía mi
culo con fuerza, agarrándome con una de sus manos mi cadera
mientras que con la otra me daba estirones de pelo y azotes. Antonio
nos miraba y se pajeaba a una velocidad de vértigo.
Después de follarme el culo un rato Carlos la saco, se sentó en el sofá
y me dijo: "Arrodíllate y termina como solo tú sabes. Si fueras una puta
de verdad hoy te hubiera pagado el doble de tu tarifa". Me arrodille y
termine mi trabajo con una mamada dulce mientras le miraba a los
ojos. Carlos se corrió como un autentico macho. Mi boca no era capaz
de recibir tanto semen y se comenzó a derramar un poco por mis
labios. Me senté al lado de Carlos y me pase el semen por mi boca y
me lo trague. Luego saque me lengua y aproveche el semen que
quedaba en mis labios mientras miraba a Antonio quien ya no pudo
más y se corrió encima de mi tanga que todavía conservaba en su
mano izquierda. Nos limpiamos y estuvimos un rato en el reservado
tomando algo. Antonio no sabía que decir. Miraba a Carlos de una
manera que denotaba envidia, algo que Carlos percibió y que le hizo
tremendamente feliz.
Al día siguiente volvimos a quedar en el merendero a la tarde. Casi no
sabíamos que decir. Era la triste despedida. De mis ojos no dejaban de
caer lagrimas mientras Carlos me abrazaba y me intentaba tranquilizar.
Estuve más de dos horas llorando y abrazada a él hasta que llego el
final. Le regale un reloj a Carlos para que se acordara de mi siempre
que mirar a la hora. El respondió con un beso en mi frente, un beso
que me pareció el más romántico, tierno y maravilloso que jamás me
hayan dado. Fui a mi casa y me pase la noche (y también los días
siguientes) llorando como una desconsolada. Al día siguiente me
levante temprano y fui al garaje de Carlos. Me escondí en una esquina
de la calle y espera hasta que salió su coche y marchaba con su esposa
en el asiento del copiloto. Volví a llorar amargamente durante todo el
día. Desde su marcha hablo con Carlos por teléfono y los días 15 de
cada mes me manda una rosa para que no me olvide de él. Lo que no
sabe (o quizá si) es que aunque no me mandara la rosa sería imposible
que su recuerdo se borrara de mi mente.
Desde entonces me concentre exclusivamente en mi trabajo en el
hotel. Los días eran largos, el recuerdo de Carlos demasiado reciente
pero lo cierto es que el tiempo cura heridas y poco a poco me fui
sobreponiendo a la tristeza. Sin Carlos a mi lado tenía claro que debía
rehacer mi vida y que los hombres maduros debían formar parte de la
nueva Nuria. Así fue como comencé a conocer más hombres, la
mayoría de ellos clientes del hotel y con los que he pasado momentos
deliciosos.
Habían pasado ya casi cuatro meses desde que Carlos se marcho. En
ese tiempo mi vida se limitaba a ir de casa al trabajo y viceversa. Las
lloreras iniciales fueron desapareciendo progresivamente y durante ese
tiempo no había vuelto a dejarme tocar por un hombre, aunque
propuestas no me faltaron. Mi vida sexual se había reducido a
masturbarme en la soledad de mi habitación mientras por mi mente
pasaban los recuerdos imborrables de mis experiencias con Carlos, con
el que charlaba por teléfono dos o tres veces al mes. En una de esas
conversaciones (después de las cuales casi siempre terminaba
llorando) Carlos me pregunto si había vivido experiencias nuevas en el
sexo. Le dije que no, que no me sentía con fuerzas pero sus palabras
consiguieron que me diera cuenta que por mucho que lo deseara
Carlos no iba a volver. Me aconsejo que siguiera disfrutando, que
probara cosas nuevas y que siguiera experimentando con maduros.
Tardé en convencerme a mi misma que lo mejor era seguir hacia
delante pero al final lo conseguí. Lo haría con tiempo, con tranquilidad
y hasta encontrar un maduro que realmente me resultara atractivo y
que me hiciera sentir bien.
Mi trabajo de relaciones publicas en el hotel me resultaba de lo más
ameno. Conocía muchísima gente nueva, algunos muy interesantes,
otros normalitos y hasta los típicos perdonavidas que piensan que
dentro del sueldo y las funciones de una relaciones publicas está
incluido el servicio de puta particular en sus habitaciones. Dentro del
grupo de los interesantes conocí a Emilio. Un señor viudo, de 50 años,
con una conversación muy amena y envolvente y que venía a la ciudad
una vez al mes por motivos de trabajo que se quedaba alojado durante
3-4 días. Poco a poco la confianza entre Emilio y yo fue creciendo. En
una de sus estancias y cuando ya tenía las maletas en el hall para
volver a Madrid le pregunte si todo había sido de su agrado. Me
contesto que el servicio había sido de sobresaliente aunque todavía no
llegaba a matrícula de honor. Me pico la curiosidad y le dije que para
su próxima visita lo seria y que me dijera en que habíamos fallado para
no ofrecerle un servicio perfecto. Emilio me contesto: "si la relaciones
publicas me dejara invitarle a cenar entonces les daría la nota máxima".
Nos reímos los dos con el comentario sin darle mayor importancia.
Emilio se fue pero yo me quede pensando en su propuesta. Era un
señor atractivo, muy interesante, amable y simpático conmigo y con
los empleados y la propuesta de invitarme a cenar me hacía sentir
halagada. Además ya había superado lo de Carlos y mi cuerpo me
daba señales de que necesitaba una alegría con mayúsculas, un
hombre que le hiciera disfrutar y volverle a hacer sentir como una
mujer plena y satisfecha.
Pasado el mes Emilio se volvió a alojar en el hotel. Era un martes por
la noche cuando llego y nada mas verme me dijo que se marchaba el
viernes y que esperaba que esta vez la puntuación al irse fuera de
matrícula de honor. Nos reímos un rato y me propuso que antes de
irme nos tomáramos un cerveza en el bar de al lado para charlar. Mi
jornada había terminado así que acepte su propuesta. Tomamos una
cerveza en un pub cercano al hotel, charlamos de todo un poco y le
dije que esta vez todo iba a ser perfecto durante su estancia. El jueves
libraba por la tarde así que le dije que me podía invitar a cenar esa
noche. Emilio me llevo a uno de los mejores y más caros restaurantes
de la ciudad... es lo bueno que tiene ser el dueño de tu empresa y
poder cargar todos los gastos a la Visa de la misma. Cenamos muy
bien y tomamos bastante vino, entre otras cosas porque Emilio era un
gran aficionado y me dio toda un serie de consejos interesantes para
como catar y degustar un buen vino. Charlamos agradablemente y tras
la cena nos fuimos a tomar una copa al pub de al lado del hotel, tras lo
cual Emilio me dijo que me acompañaba hasta casa para que no fuera
sola, un verdadero caballero. La verdad es que no quería irme a casa.
Mi cuerpo pedía guerra y tenía decidido que un señor de los pies a la
cabeza como Emilio era el más adecuado para dárselo. "Me apetecería
mas tomar una copa de cava en una sitio tranquilo contigo" le dije.
"Podríamos ir a tu habitación y estar allí relajados". Emilio acepto
encantado. Yo fui por la parte trasera y como disponía de las llaves
subí por una de las salidas de emergencia para que nadie me viera y
ningún empleado hiciera comentarios raros al verme subir a la
habitación de un cliente.
Le di tiempo a Emilio para que subiera y al de 10 minutos me
presente yo. Me abrió la puerta y me recibió con una copa de cava.
Nos habíamos bebido casi la botella y mi cuerpo no quería esperar
más. Estaba excitada y creo que Emilio lo noto porque llegado el
momento comenzó a besarme el cuello y acariciarme mis muslos por
encima de mi falda. Se le notaba seguro de sí mismo, algo que me
vuelve loca de los hombres maduros. Sus manos y sus labios eran
expertos y entre besos y caricias me había dejado únicamente con la
ropa interior sin que yo me diera cuenta.. Yo también empecé a
desnudarle y se quedo solo con los slips, mostrando un bulto
sugerente pero que no aparentaba ser la pedazo polla que vi cuando
se le puso completamente dura. Me tumbo boca abajo en la cama y
me termino de quitar el sujetador y las bragas. Todo mientras me
besaba el cuello, me acariciaba la espalda, las nalgas y las piernas y
pasaba su lengua por todo mi cuerpo. Estaba un poco agarrotada (no
estaba acostumbrada a que me tocara un hombre que no fuera Carlos)
pero cuando sentí como incorporo un poco mi cuerpo y su lengua se
abrió paso por mis nalgas para perderse en mi húmedo coñito me
relaje por completo y comencé a disfrutar. Me comió el coño con
delicadeza, tomados su tiempo, explorando todos los rincones con su
lengua, mordiéndolo, lamiéndolo mientras sus manos amasaban mis
nalgas y le proporcionaban un masaje muy placentero. Termine
corriéndome como no lo había hecho desde que estaba con Carlos,
empapando la cara de Emilio con mis jugos.
Tras darme un par de minutos de respiro me tocaba a mi jugar con
Emilio cuyo bulto se había transformado. Le quite el slip y delante mío
apareció una verga maravillosa. Totalmente proporcionada de tamaño
y grosor, su glande rosado y grande, un tronco de piel más bien oscura
y unos huevos enormes. Lo tumbe en la cama y me dedique a lamer y
succionar aquellos increíbles huevos mientras mi mano le pajeaba.
Envolví su tronco con mis labios hasta llegar a la punta, la cual la
ensalive por completo y la lamí con mi lengua. Empecé a mermársela
intentando meter toda su polla en mi boca como hacía con Carlos pero
no me fue posible. La trabaje con delicadeza, saboreándola, sintiendo
como recorría cada milímetro de mi boca y notando como a medida
que su excitación crecía el olor a macho que emanaba invadía mi boca
en su totalidad. Emilio me tumbo boca arriba. Me tuvo otro ratito
chupándosela hasta que decidió que era el momento de enterrarla en
mi coño. Menudo gustazo cuando la sentí entrar. Lenta pero segura
comenzó a taladrar mi coño de una manera que casi tenia olvidada.
Me sentía llena, caliente, notaba como sus huevos me golpeaban a
cada embestida y mi calentura no tenia limites. El orgasmo fue brutal.
Me quede temblando y sin fuerza pero Carlos no tuvo piedad de mi.
Siguió follandome como a una perra hasta que finalmente saco su
polla para pajearse encima de mis tetas. En mi vida había visto tanta
leche junta. Salpico mis pechos, mi cara, mi cuello, mi pelo... parecía
que nunca iba a terminar de soltar leche. Cuando termino me fui a
duchar, charlamos un ratito y volví a mi casa, una vez más por la salida
de emergencia para evitar tener que dar explicaciones a nadie sobre lo
que yo hacía saliendo a aquellas horas de la habitación de un cliente.
Al día siguiente Emilio bajo a las 10 de la mañana y me dijo al
despedirse que esta vez sí que me daba la matrícula de honor. A partir
de esa experiencia comencé a tener relaciones más habituales con
maduros. Algunos eran clientes del hotel (quienes por cierto me han
dejado unas propinas muy abultadas en recepción cuando se
marcharon) y otros eran gente que iba conociendo como proveedores.
El sexo está siendo muy agradable con ellos aunque mis orgasmos
todavía no han llegado a los límites máximos a los que me llevo Emilio
esa noche y Carlos durante nuestra relación. Con Emilio sigo teniendo
sexo cada vez que viene y estoy encantada de la vida
El sexo con maduros me resultaba cada vez más gratificante. La
mayoría de las experiencias que tenia con clientes o conocidos eran
gratificantes aunque el único que me hacía llegar a la locura era Emilio.
Varios días antes de su habitual visita mensual por tema de negocios
Emilio me llamo para preguntarme si me apetecía probar algo nuevo
con él, algo morboso, excitante y que exigía tener una mente bastante
abierta y una confianza total en la persona con la que estabas. Me
quede un poco confundida y me lo pensé un par de días, tras lo cual
decidí que sería interesante probar esos juegos prohibidos de los que
hablaba. Emilio me volvió a llamar para decirme que él se encargaba
de comprar lo que necesitaba. Que lo único que tenía que hacer yo era
estar disponible para él desde el viernes por la tarde hasta el domingo
por la mañana.
Emilio llego a la ciudad el miércoles. Cumplió con sus compromisos
laborales y el viernes me invito a comer. Yo no tenía problema ya que
una compañera me debía un turno así que se lo pedí que me lo hiciera
ese fin de semana. Mientras comíamos charlamos de cosas triviales... el
trabajo, el tiempo.... y fue cuando nos sirvieron el café cuando Emilio
me desvelo lo que tenía preparado. Me conto como desde que se
había quedado viudo decidió dar rienda suelta a todas cosas que
siempre había querido probar pero que por respeto a su mujer nunca
lo había hecho durante el matrimonio. Dentro de esas fantasías estaba
la de la dominación, la de someter a una mujer a su antojo, sin malos
rollos ni cosas raras y evidentemente dentro de unos límites que los
dictaba el propio sentido común. Emilio me volvió a decir que si no
quería probarlo no pasaba nada, algo que siempre hería mi orgullo
cuando me lo decían los maduros ya que tenía la sensación de que me
consideraban todavía una adolescente. Le dije que estaba preparada
para experimentar cosas nuevas y que no tendría problema. Nos
dirigimos a la habitación de Emilio y mientras subíamos en el ascensor
comenzó el juego: me arrincono, me tiro con fuerza del pelo y me dijo:
"bien zorrita, en cuanto salgas del ascensor dejaras de ser Nuria para
convertirte en una perrita obediente y complaciente cuyo único fin
será el de servir a su Amo y aceptar su voluntad sin rechistar". Emilio se
había transformado en un completo desconocido pero yo había
aceptado las reglas del juego así que decidí seguir hasta el final.
En cuanto entramos a la habitación Emilio me ordeno que me
desnudara dejándome solo el tanga puesto y que me quedara de pie
en el centro de la habitación. Dio varias vueltas alrededor mío en plan
desafiante hasta que se planto delante mío. Agarro mis pezones con
fuerza y los pellizco y retorció hasta que el dolor resulto casi
insoportable y mi cuerpo se doblegó y cayo rendido a sus pies: "esa es
la posición natural de una perra, a los pies de su Amo" dijo Emilio
mientras mis doloridos pezones fueron recuperando poco a poco la
normalidad. Cometí el error de incorporarme ante lo cual Emilio
reacciono estirándome del pelo y recordándome que no debía hacer
nada que él no me hubiera ordenado. Como castigo se sentó en la
cama, me tumbo boca abajo encima de sus rodillas y me azoto las
nalgas, algo que me resulto muy morboso ya que intercalaba los
azotes con caricias. Estaba siendo dominada y castigada pero sin saber
porque mi coño se estaba empezando a humedecer.
Cuando termino de azotarme me volvió a dejar de pie en el centro de
la habitación y me vendo los ojos. Me hizo levantar los brazos, me
esposo las manos y con una cuerda bien tirante unió las esposas con
una argolla que previamente había colocado en el techo. Allí estaba yo,
atada, sin escapatoria y entregada a un hombre que podría hacer
conmigo lo que quisiera. Lo extraño del asunto es que lejos de estar
asustada, el estar completamente indefensa y a su merced me hacía
sentirme cada vez mas excitada.
Pasaron algunos minutos hasta que me quito la venda. Gire mis ojos
hacia la cama y vi que Emilio, que para entonces ya vestía solo con
unos bóxer ajustados, había aprovechado para sacar todo el material y
ponerlo encima de la cama: pinzas, velas, cuerdas... había de todo. Se
acerco a mí, metió su mano en mi tanga y al notarme mojada se
enfado. "¿quién te ha mandado excitarte perra estúpida?" El
comentario me hizo sentirme muy vulnerable y me entraron ganas de
llorar: "vaya, además de perra y estúpida resulta que eres una niñita
llorona... no te mereces un Amo como yo" me dijo. Tomo unas pinzas y
las puso en mis pezones. El dolor crecía rápidamente de intensidad y
se vio incrementado cuando tomo su fusta y me volvió a castigar las
nalgas. Las lagrimas comenzaron a brotar por mis ojos, le suplique que
parara, que no podía mas pero pese a que no paraba en mis suplicas
Emilio se mostro inflexible hasta que algunos minutos después se
detuvo. Se acerco a mí y agarrándome del pelo me dijo: "veo que has
aprendido a suplicar como las perras asquerosas y eso se merece una
recompensa". Me beso en los labios, libero mis pezones de la tortura
de las pinzas y comenzó a lamérmelos con delicadeza. Aquello hizo
que me volviera loca. Tenía los pezones tremendamente sensibles y su
lengua cálida aumento esa sensibilidad hasta un placer difícil de
describir. Mi coño, que había perdido excitación con los azotes, volvía
a estar empapado. Deseaba que Emilio me follara... aunque parezca
increíble deseaba ser su perra estúpida.
Emilio me desato y me llevo a la cama. Me puso a 4 patas, tomo mis
brazos, ato mis muñecas a mis tobillos y me dejo en una postura de
completa entrega. Mi cara apoyada contra el colchón y mi culo en
pompa con mis agujeros totalmente ofrecidos a él.... indefensa pero
excitada, sin escapatoria pero entregada, completamente sometida a la
voluntad y al placer de mi Amo. Emilio comenzó a comerme el coño
controlando que en ningún momento alcanzara el orgasmo. Cuando
me puso a punto clavo su polla de un solo golpe y empezó a follarme
como un salvaje mientras me llamaba puta, perra, zorra y otras
lindezas varias. Tuve un par de orgasmos mientras me follaba pero él
no estaba satisfecho y decidió que era hora de darme por detrás.
Ensalivo mi ano, acerco su verga y comenzó a empujar con golpes
bruscos pero cortos que hacían que su polla se fuera adentrando poco
a poco y que abrían un poco mi ano a cada embestida. Me tuvo
clavada y sin moverse durante un rato hasta que empezó a follarme
mientras su mano iba dando rítmicamente azotes en mis nalgas. Emilio
duro una eternidad en mi culo. Cuando estaba a punto de correrse
volvía a bajar el ritmo para tranquilizarse. Yo me sentía bien, por un
lado porque me estaba gustando y por otro porque la situación de
estar indefensa hacia que me excitara. Finalmente Emilio se corrió.
Varios chorros de leche habían inundado mi culo dándome una
sensación de placer muy cercana al orgasmo. Emilio me desato y me
desato y me ordeno que lamiera su polla hasta dejarla bien limpia,
cosa que hice encantada.
Al día siguiente Emilio y yo pasamos el día en la habitación, tuvimos
mucho sexo (en ocasiones bastante subido de tono) y lo pasamos muy
bien. Solo se le ocurrió una perversión... que le chupara la polla
mientras hablaba con un cliente por el móvil, cosa que reconozco
resulto de lo mas morboso. Hablamos sobre mis sensaciones del día
anterior y le dije que fueron positivas aunque matizando que lo que
realmente me excito fue el hecho de sentirme indefensa y entregada.
Los castigos fueron duros (nunca he sabido soportar el dolor) aunque
es algo que no se puede evitar ya que entran dentro de lo asumible
cuando se participa en roles de dominación/sumisión. Desde entonces
lo he vuelto a practicar alguna vez con Emilio y las experiencias han
resultado satisfactorias.
Y aquí terminan las experiencias que he vivido hasta la fecha con
hombres maduros. Reconozco que me gustaría volver a encontrar a
alguien como Carlos para tener una estabilidad y deja de tener
relaciones esporádicas que en muchos casos solo las tengo para
mantener la dosis de sexo necesaria que toda persona necesita. No
digo que no sean satisfactorias, pero sí que les falta ese giro de tuerca
que me hacia estar completamente entregada a Carlos y que en
algunos casos también lo he conseguido con Emilio.
Confundida y curiosa

Hace tres años que estoy casada, y quizás vaya uno a saber, por
consecuencia de la rutina me sentía en una etapa de aburrimiento que
no sé como comenzó, pero que ya se notaba en nuestra relación, había
conversado con Manuel mi marido acerca de esto no hacía mucho, yo
lo quiero muchísimo, todo estaba muy bien en lo espiritual con él, pero
no sentía mayores deseos sexuales, quizás fue por el impulso que
pusimos en el sexo desde el principio, y pensé casi jocosa "tal vez nos
hallamos "empalagados"", pues recuerdo que él me comento."Pero
Marta!..si apenas puedo verte vestida sexy como acostumbrabas, tienes
un cuerpo despampanante y tus formas vuelven loco a cualquier
hombre, pero tú te obstinas a pasearte por la casa en esos pijamas
grandes, y ni siquiera usas maquillaje".....
Y si, era cierto pero, es que era todo tan predecible que terminaba
por ser monótono y aburrido, el estaba quizás pasando por lo mismo
dado que había observado en los últimos tiempos que recorría la web
en la computadora en todos los sitios porno y aun mas descargaba
todas las fotos de tríos especialmente las de dos tíos con una chica.
Un día, cuando salió por un rato, fui a la computadora para ver que es
lo que había guardado en files, era una colección de fotos nítidas de
dos follando con una, dándosela por atrás y por delante, tenía todas
las poses imaginables, que debo reconocer eran bien calientes, cuando
sentí la puerta me apresure a cambiar de pagina.
Estaba pensando en aquellas fotos cuando me llamo, "..Marta ven
siéntate que debemos hablar.."me dijo en un tono formal, .." al tomar
asiento junto a él me dijo .."yo creo que ambos estamos perdiendo la
magia, tu sabes que te quiero muchísimo, y me gustaría que trataras
de volver a ser como no hace mucho, te acuerdas ¿..con esos vestidos
cortos y esos tacones altos..en fin cuando te veía dispuesta a volverme
loco con tu sexualidad"..
"Si, yo se que llevas razón" le dije, "debemos hacer algo para superar
esto"...sin dejarme terminar me dijo "bien, creo que lo mejor será que
hoy salgamos a cenar a algún lugar tomar unas copas y charlar como
lo hacíamos, te parece bien?" me pregunto excitado.
Después de darnos un beso, le dije" ahora mismo voy a darme una
ducha y ponerme linda para ti ".
Salí de la habitación vestida con mis mejores ropas sexy, el ya estaba
listo esperándome, al verme dijo "mírate al espejo y dime si no harías
parar más de una polla por ahí, estas guapísima", "bueno uno hace lo
que se puede "le dije riéndome.
El restaurant que elegimos era bien "cosí", y romántico hablamos de
todo un poco y nos tiramos varias bromas, hasta que, el vino, y la
charla nos llevo al tema de las fotos que yo había visto esa tarde en la
computadora, le confesé que había visto esas fotos y le pregunte
porque le interesaban tanto, especialmente las de un trió, "bien..pues
porque me ponen súper cachondo, ..y por alguna razón siempre te
imagino conmigo en algo así!", me dijo acariciándome las piernas por
debajo del mantel, "no me digas que no te han gustado", me pregunto
mirándome fijo, "Bueno si, ..son unas buenas fotos, pero yo follando
otro tío en tu presencia, no sé, creo que no..."le conteste confundida.
“bueno, pero si la situación se presentara, y tú te sintieras cómoda con
la otra persona, y estuvieses bien caliente, lo harías?", "y, no sé, creo
que si es como lo detallas, quizás sí!" le conteste con inseguridad.
"Bien, es una fantasía que tengo, un deseo fuerte que debo
confesarte me ha hecho hacerme una "puñeta", mas de una vez, me
decía mientras su mano se metía entre mis piernas.
Cuando llegamos a casa, influenciados por el vino, y aquella charla,
me desnudo en el salón de estar y sin que yo pusiera más resistencia
me hizo agacharme, y bajándome el bikini me refregó su polla en mi
vulva mojada buscando el agujero con la cabeza de su pija, me la
metió fuerte diciéndome morbosamente, "imagínate que estas
chupando una verga enorme mientras te la meto..", me decía
jadeando. “si..si, " le conteste totalmente perdida de placer recordando
las fotos que había visto, y me acabe como hacía mucho no lo hacía.
Al otro día y después que Manuel salió para su trabajo, me quede
pensando en todo lo que habíamos hablado y hecho y me sorprendió,
como, una charla, me había despertado el sexo nuevamente, y me
pregunte a mi misma curiosa, como yo me sentiría? si algún día
hiciéramos algo así, después que el placer del sexo se apaciguara, cual
serian las ramificaciones de todo aquello en nuestra relación y sentí
miedo, miedo de dejar de querer a Manuel de perder nuestro
matrimonio.
Por la tarde llego Manuel a casa con ánimo alegre me dijo, "sabes?,
he pensado que este Sábado, podríamos invitar mis compañeros de
trabajo, y nuestros amigos y hacer un party en casa, que te parece?",
"Si, creo que es una buena idea!" le conteste entusiasmada.
El Sábado por la mañana, y después de hacer las compras, Manuel
salió de la habitación con un paquete, y me dijo "Mira lo que he
comprado, para mi reina ", dándome un beso y el paquete, y con una
seña me pidió que lo abriera, di un gritito de sorpresa, mientras
sostenía unas mini faldas de tela escocesa, plisadas, y un "top" que era
súper ajustado con un generoso escote, además de unas sandalias de
tacón alto de color bordo haciendo juego con los colores de la falda,
"es monísima" le dije mientras sostenía la mini, "pero, no te parece
muy corta?", le comente con duda, "no, no mucho más cortas de las
que tienes en el guardarropa"..me contesto sonriendo.
Antes que llegaran nuestros invitados, salí de la habitación usando el
nuevo conjunto que me había regalado Manuel, pero antes me había
mirado en el espejo y había quedado, muy conforme con lo que había
visto, era un conjunto súper sexy y provocador, el ruedo de la mini
apenas me cubría las nalgas, y el "top" era tan ajustado que no me
permitía usar sostenes, con un escote pronunciado que marcaba la
redondez de mis senos, los tacones altos y un maquillaje perfecto, al
verme Manuel exclamo "Hay!! Virgen Santa, que estas como para
comerte entera ¡!!", mientras se agarraba la polla y me sonreía, "pero
no crees que es provocar mucho?" le pregunte con preocupación, "No!
Que va! Niña, estas de muerte!", me contesto súper excitado mientras
hacíamos los últimos preparativos, veía que Manuel no me sacaba la
vista de mi culo, y eso me hacía sentir bien.
Los invitados comenzaron a llegar, de los que venían conocía a la
mayoría, pero habían algunos que eran nuevas caras para mi, entre
sonreír y soportar todos los comentarios que se hacían respecto a mi
conjunto que llenaba de envidia a las mujeres y los hombres se
insinuaban cachondos, una de esas caras nuevas era un tipo que jamás
había visto, pero que por la familiaridad que Manuel demostraba con
él, vi que eran buenos amigos, casi de inmediato Manuel me llamo, y le
dijo.."Sergio, te presento a mi señora, ..y Marta este es Sergio, un
compañero de trabajo", "Encantado Marta, ...veo que Manuel no me
exagero ni una pizca cuando me hablaba de ti", me dijo sosteniendo
mi mano por unos segundos y mirándome con una sonrisa picara,
"Gracias " le conteste "Y se puede saber que te dijo el adulón de mi
marido?", le pregunte coqueta "huyyy, esto me pondrá en un lio..mejor
cambiemos de tema..", me contesto jocoso.
La fiesta marchaba a las mil maravillas, yo me repartía en atender lo
mas que podía con tragos y canapés a los invitados, pero no deje de
notar que Manuel siempre acompañado de Sergio "cuchicheaban “y se
riean, Sergio no ocultaba en lo mas minimo sus miradas cada vez mas
descaradas a mi culo, la musica y los tragos que se vaciaban más
frecuentes me mantenían ocupada, pero eso no lo desanimo a Sergio
que me invito a bailar, era una música de salsa pero me tenía tomada
de la cintura, y sentía sus manos y también su cuerpo pegarse al mío,
yo coquetee con el al máximo y observe la mirada de Manuel que
parecía estar disfrutando de la situación, la verdad era que Sergio era
muy bien parecido y además muy simpático, en un momento, y
mientras estábamos bailando con Sergio, Manuel se acerco y nos dijo,
" que les parece si se hacen cargo del bar, y yo me arreglo con la
comida..?", "no, " proteste, como te vas a quedar solo para servir?", "no
te hagas problemas, tu y Sergio asegúrense que los tragos fluyan", me
dijo Manuel, Sergio me miro y me dijo "Vamos?", y nos dirigimos al bar
al final del salón es un bar en forma de semicírculo, que es además el
orgullo de Manuel, nos colocamos con Sergio detrás del bar,
cachondeando con todos los que venían por tragos, Manuel puso las
luces mas tenias a lo que Sergio comento con una sonrisa "esto se está
poniendo mejor!!", "Si? y porque "
le pregunte, coqueta, "déjame decirte que eres encantadora, y
además muy sexy!", me contesto mirándome de arriba a abajo, en ese
momento un invitado vino por tragos y al limpiar el bar tuve que
extenderme para pasar un trapo, eso dejaba que mis nalgas quedaran
a la vista, Sergio se agacho para coger hielo de la nevera, y quedo a
centímetros de mis piernas desnudas y en total vista de mi G string
que se me metía entre las nalgas, yo haciendo bromas con uno y otro,
pretendí no notarlo, en un momento quedamos aislados ya que todos
estaban bailando, y sentí las manos de Sergio posarse en mis nalgas
acariciándolas, me dio un pellizco suave, di un pequeño salto y
mirándolo le dije, "me parece que hace mucho calor detrás de esta
barra, no te parece?", "Si eso creo"..me contesto, mientras se pasaba la
mano por su bulto insinuado, Manuel apareció de repente como si
hubiese estado viendo todo, y se coloco entre Sergio y yo y poniendo
su mano sobre el hombro de Sergio, con la otra mano me levanto el
ruedo y tomándome el culo le dijo “De verdad tiene el culo más
hermoso del mundo, no te parece Sergio?", Yo quitándole la mano le
dije "Manuel!!, que nos pueden ver ¡".
El resto de la fiesta fue un juego sexual erótico, peligroso pues la
bebida ya estaba haciendo efecto en la mayoría de los invitados como
así también en mi y en Manuel, Sergio no perdía oportunidad de
meterme mano cuando estaba descuidada, y la verdad que al final no
me disgustaba, aun mas cuando Manuel propuso que pusiéramos un
disco de "Lambada", y dijo "es un poco fuera de moda, pero el ritmo es
genial", a lo que yo y Sergio asentimos, mientras Manuel nos decía
"Porque no lo bailan?...después de todo tienes las faldas justas para
ello Marta!", sin dejarlo terminar Sergio me cogió de la mano y salimos
al ritmo de la música, se pego junto a mí y metió su pierna entre las
mías, podía sentir todo su cuerpo pero más aun la erección total de su
polla que se refregaba contra mi coñito, y aun mas pues la sentía
tocarme los muslos, la tenia enorme, Manuel desde un rincón nos
miraba como poseído.
Riéndome, y pretendiendo no haber notado nada, le dije tomándolo
de la mano, "dame un descanso...pues quisiera un trago, ....creo que lo
necesito" le dije casi al oído, nos alejamos hacia la cocina, y cuando
entramos, me dijo "la estoy pasando de puta madres!!", Manuel nos
siguió, y abrazándolo le di un beso y le dije "Creo que la fiesta es un
éxito, mi amor", "bueno, en hora buena....me alegro que lo estéis
disfrutando.." me dijo abrazándome y con las faldas levantadas por el
abrazo, me quedaron a nivel de la cintura, mientras Sergio se acercaba
por detrás mío y apoyándome todo su miembro sobre mis nalgas, nos
abrazo quedando yo en el medio en un "sándwich", sintiendo la polla
de Manuel endurecida contra mi coñito, y la de Sergio, enorme, sobre
los cachetes de mi culo.
Me sentía realmente mareada y cachonda, la tela de mi bikini mojada
por mi coño ardiente.
Todo siguió así, tocarnos y refregarnos sin que nada, mas sucediera
un juego erótico entre Manuel, Sergio y yo, los invitados siendo ya
muy tarde comenzaron a marcharse.
La ultima pareja se despidió, y quedamos solos con Sergio que
tendido en un sillón, estaba terminando su café, haciéndole una seña
desapercibida lo llame a Manuel para que me siguiera a la cocina,
cuando estábamos solos le dije "Bueno y ahora que?, le has invitado a
Sergio a quedarse por la noche?", a lo que me respondió "Bueno, no le
vamos a dejar conducir así, ha tomado mucho!!, si no te parece mal, ",
"no, no! para mí me da igual, pues le armaremos una cama en el
living", al decir esto sabía que había dicho una “mentira piadosa", pues
en mi interior esperaba que Sergio no se fuera.
Salí de la cocina seguida de Manuel y con una sonrisa le dije a Sergio,
"Como te sientes?
Mientras me desplomaba en el sillón opuesto y con las piernas
abiertas le daba perfecta vista de mis bragas y mis piernas desnudas,
"peor que cuando estábamos bailando", me contesto con mirada de
cómplice, tomándose el bulto de sus pantalones con las manos,
pretendiendo no haberlo escuchado les dije "Yo estoy rendida, voy a
darme una ducha, y me voy a la cama, si se quedan platicando...en el
guardarropas hay sabanas y mantas para armarle la cama a Sergio
“dije, mirándolo a Manuel, cuando caminaba hacia el baño, Manuel me
dijo " Bien, no creo que quedes sola por mucho tiempo “Ahh, Si?..pues
veremos" le conteste con una sonrisa, mientras levantándome las
faldas les mostré el culo cuando salía de la habitación.
Desnuda en la ducha, dejaba que el agua tibia corriera por mi cuerpo,
me acaricie los labios de mi coño, me sentía realmente excitada, por lo
que había pasado y estaba pasando en esa noche inolvidable.
Lo que sucedió después, fue inexplicable y rápido, al salir de la ducha
me tendí desnuda en la cama, sentía la ducha correr en el baño de
huéspedes, cerré los ojos, y me quede así unos minutos, me acaricie
inconsciente los senos, tenia los pezones duros, podía ver reflejada en
la luz difusa del cuarto mi cuerpo desnudo en la cama, se abrió la
puerta y seguido de Manuel, entro Sergio, los dos totalmente
desnudos, ni siquiera me moví, sin decir palabra se pusieron uno a
cada lado mío, dejándome en el medio, mientras Manuel con su verga
endurecida me rozaba los muslos, Sergio se incorporo y pude ver la
magnitud de su pija pulsante, con la cabeza enorme, se la tome con la
mano y abrí mi boca para chupársela tenía un miembro descomunal,
grueso y largo, su cabeza me lleno la boca, y se la comencé a chupar
tratando de meterla lo más hondo que podía, le puse mas saliva y sentí
el gusto salado de su cabeza que echaba una babita con sabor a
semen.
Manuel me chupaba los pezones y refregaba la cabeza de su pija en
mi coño, acariciándome el clítoris en cada movimiento, mis manos
acariciaban los huevos duros y grandes de Sergio que gemía de placer,
lo hice poner a Sergio de espaldas y tomándole el miembro se lo
chupaba y besaba desde la punta de su cabeza al final, me metí esos
huevos en la boca, mientras sentía como Manuel tomándome de las
caderas, me hacia levantar el culo y me la metía en el coño saturado de
mi propia leche, me la enterraba toda y la sacaba por completo para
investirme de nuevo con fuerza pero con cuidado, ninguno decía
palabra solo gemidos de placer de los tres, Manuel me dijo en un
susurro" Mírate al espejo, mira como te estamos follando...", "Si..Sí, mi
amor así dámela toda así ¡", le gritaba mientras sentía su leche caliente
derramarse en mi coño, Manuel se movió a un lado casi de inmediato,
para darle lugar a Sergio, quien me puso de espaldas, y levantándome
las piernas a la altura de sus hombros, me hizo apoyar una en cada
lado y tomándome de las caderas me apoyo la cabeza enorme y
palpitante de su verga a la entrada de mi coño que ya estaba hinchado
mientras Manuel me metía toda su pija en la boca, tuve que dejar de
atender a Manuel por unos segundos pues sentía como ese enorme
falo de Sergio me partía los labios de mi coño, me agrandaba el
agujero y me follaba haciéndome gritar de placer, me la metía y sacaba
con movimientos ligeros tenía un orgasmo detrás del otro.
Manuel me volcó toda su leche en la cara, y Sergio dando un grito de
placer enorme me vaciaba la carga de leche de esos huevos enormes
en mi coño, extendí las piernas exhausta, mientras Sergio seguía
moviéndose la sentía metida toda adentro, Manuel ya estaba
acariciándosela y mirándonos mientras Sergio seguía follandome, y sin
sacarla se vino por segunda vez, con otra carga de leche, rendido
quedo encima mío, Manuel se hizo lugar al lado nuestro y los tres
estábamos jadeantes, me limpie la cara con un paño, y los dos me
besaron en la boca, quedamos tendidos de espaldas mirando el
cielorraso, "Te gusto?"me pregunto Manuel, "Que si me gusto?", le
respondí riéndome, "me encanto!!...nunca me vine tantas veces", los
tres nos reímos mientras le tenía agarrada a los dos la polla con ambas
manos, "Yo no creo que haga falta hacerle la cama en el living a Sergio
...no te parece?" me pregunto sarcástico, "No, yo creo que no lo vamos
a dejar ir mas de esta casa "le conteste riéndome, acariciándome los
senos y mi vulva hinchada, nos quedamos dormidos.
Estaba ya amaneciendo, cuando me despertaron los labios de Sergio
besándome, Manuel estaba totalmente dormido, y dado vuelta hacia el
otro lado, sentí la morbosidad de verlo así y yo con Sergio tocándonos,
me metió la lengua en la boca y sus manos me acariciaban el coño, le
tome esa enorme pija con mis manos y comencé a masturbarlo hasta
que note que la tenia totalmente dura de nuevo, me hizo darle la
espalda y me busco la entrada de el coño, me metió la cabeza
despacio y comenzó a moverse, se la sentía palpitar, me mordí para no
gritar el orgasmo que tuve cuando lo sentí acabarse dentro mío por
tercera vez en aquella noche, me la dejo metida adentro y aun dura
sentía como me llenaba toda la cavidad de mi concha con ese falo, nos
dormitamos de nuevo, así como estábamos, cuando se despertó
Manuel, Sergio y yo dormíamos pero la pija de Sergio seguía metida
en mi coño, todo esto lo supimos después porque Manuel nos tomo
unas fotos con la cámara digital.
Al mediodía nos levantamos, después de darnos una ducha, primero
yo y después Sergio fuimos a la cocina, mi miedo era como me sentiría
ahora que todo había pasado, Manuel me miraba como esperando
alguna reacción negativa pues lo habíamos hablado antes, pero no, me
sentía más que feliz con la compañía de Sergio y además miraba a
Manuel con rostro feliz, por supuesto que conversábamos de la gran
experiencia sexual que habíamos tenido los tres, y los tres estábamos
felices de cómo nos sentíamos, las caricias de los dos a mi pobre
coñito, no paraban, hasta que Manuel fue a darse su ducha nos
quedamos con Sergio en la cocina, vino detrás mío y me besaba el
cuello mientras yo lavaba los platos, "no me busques, pues me vas a
encontrar", le dije riendo, estábamos desnudos como habíamos salido
de la ducha, me tomo las nalgas y me recorrió la raja hasta llegar al
coñito, me lo acariciaba de tal forma que comencé a mojarme de
nuevo
Me dio vueltas y me beso, sentí esa pija endurecerse, la tenía tan
grande que me encantaba.
Me hizo dar vueltas y poner una pierna sobre la mesada, mi coño le
quedo a su disposición así por detrás se agacho hasta tener su pija en
la entrada y me la fue metiendo de a poco sentí esa cabeza
atravesarme y comenzó a moverse cada vez mas rápido, me apretaba
los senos con sus dos manos mientras su pija entraba y salía cada vez
más de prisa arqueando su cuerpo dejo escapar un grito me estaba
haciendo acabar de nuevo, los dos gemíamos, cuando me descargo la
leche, unos segundos después entro Manuel a la cocina Sergio estaba
apoyado jadeando en la mesada y yo así como me había dejado, con
una pierna apoyada en la mesada y el semen corriéndome entre las
piernas, " Ahh!!, lo que me perdí ¡!", comento Manuel abrazándome y
chupándome los senos, nos reíamos de el comentario de Manuel y le
dije "no te preocupes mi amor, que si me dejan descansar les daré mas
trabajo, poco más tarde", "sálvese quien pueda ¡!"dijo Sergio,
cubriéndose con la mano, esa hermosa polla.
Mis miedos fueron infundados desde ese día fui muy feliz
sexualmente, lo mismo que Manuel.
Después que Sergio se fue, nos quedamos con Manuel en la cocina,
me miro y me dijo.....
"Como te sientes?....la pasaste bien? ..quiero decir....te gusto?, todo lo
que hicimos?"..
Lo mire, mientras casi al mismo tiempo me hacía, la misma pregunta,
pero sin dejarle notar mi inseguridad le conteste, lo más natural
posible “Si ..claro que la pase genial!.., pero debo confesarte que tengo
el coñito súper dolorido, creo que no podre sentarme por unos días
¡!!", le conteste con una sonrisa., Manuel me miro con cara de alivio, y
me contesto entusiasmado, "No te puedo culpar .., ese tío tiene una
verga enorme, si hay algo por lo que le envidio es por eso, ..en un
momento pensé que te la rajaría."..."Si, la tiene bien gruesa, pero igual
goce mucho.., me gusta porque es delicado y además lo hace muy
bien!!, ...pero tú no tendrías que envidiarle puesto que también sabes
cómo usarla " le dije abrazándolo y dándole un beso, "Bien, mi fantasía
se vio cumplida, y además debo darte las gracias Marta, pues has
estado genial en la fiesta como así también entre los tres", me dijo,
devolviendo mi abrazo, "Ahora ya sabemos a quién llamar cuando nos
pongamos cachondos, verdad?", me dijo mirándome, "Si, claro "le
conteste como tratando de cambiar de tema.
Mientras estaba en la ducha, mi cabeza giraba a mil por hora y lo que
más me preocupaba, era que justamente no sentía remordimientos, ni
depresiones, solo una fiebre de deseo que me resultaba difícil
controlar, todavía estaba patente en mi mente, como Sergio me había
follado en la cocina, y a pesar de todo el sexo tenido no pude evitar
acariciarme la concha.
Sabía que algo había cambiado en mi, pues en los días siguientes y
cuando todo retorno a la rutina, Manuel me follaba casi todos los días,
pero no lograba satisfacerme, muchas veces pretendí tener un
orgasmo para aplacar su ego, pero en mi mente me imaginaba los tres
de nuevo y aun mas muchas de esas veces otros hombres, me dio
temor el descubrir esas sensaciones en mi.
Cuando Manuel retornaba del trabajo siempre me daba los recados
que enviaba Sergio, como queriendo anunciarme que pronto tratarían
de repetir aquel fin de semana, yo no le contestaba ni hacia
comentarios por miedo a dejarle ver que era justo lo que estaba
esperando, y comencé a sentirme culpable, pues Manuel si bien había
sido el responsable de todo aquel episodio ahora le notaba con ciertos
celos cuando hablábamos de Sergio.
Mis sentimientos hacia Manuel no habían cambiado en lo que a
espiritual se refiere pero mi deseo sexual había tomado un rumbo
imprevisto, yo quería que si cualquier cosa volvía a suceder Manuel
debía estar conmigo.
Lo que sucedió días después, me dejo por primera vez con una gran
depresión, Manuel había ido a la casa de sus padres para una visita
rápida, mientras yo terminaba de ordenar la casa, sonó el llamador y
en la puerta estaba Sergio, sorprendida le salude y le hice pasar.
"Como estas guapa?..y donde está el pallete de tu marido?", me
pregunto riéndose, le dije que había ido a la casa de sus padres, y sin
saber cómo reaccionar ante ese inesperado encuentro le pregunte
confundida "Te apetece un trago..o un café?.", mientras me
acomodaba el cabello, y me dirigía a la cocina, siguiéndome me dijo
"esas nalgas me vuelven loco..." "Ahh, Si..?" le conteste mirándolo
coqueta, y sin hacer demás comentarios me puse a servirle un trago, el,
sentado a la mesa me miraba con sonrisa de pícaro y cuando me
acerque a darle su trago, me tomo de la cintura, y quedando entre sus
piernas metió sus manos por debajo de la falda, tomándome las nalgas
con las dos manos.
Quise reaccionar y no pude, me quede ahí dejándolo tocarme, hasta
que sentí su mano correrme el bikini a un lado y su dedo me lo metía
en la concha que aunque no quería ya estaba mojada, jadeando saco
su verga enorme, mientras se incorporaba haciéndomela sentir bien
entre mis piernas, "Sergio!...."alcance a susurrar, pero él me tapo los
labios con un beso metiendo su lengua profundamente en mi boca,
"me vuelves loco .".me dijo, mientras me hacia sentar en la silla y me
ponía esa enorme verga en la boca, "chúpamela, así..toda ", decía
jadeando de placer mientras yo como una autómata y poseída le
chupaba su polla descomunal, no paso mucho tiempo para lanzarme
su leche que tuve que tragarme un poco y el resto me lo volcó en la
cara, me levante apresurada, y fui al baño para limpiarme, cuando
retorne le mire desde el dental de la puerta y le dije .."Sergio..eres
terrible!, ..tu sabes que me gustas mucho y también como lo
haces....pero no quiero que sigamos, me hice la promesa de que
cualquier cosa que pasara después de aquella fiesta, seria siempre y
cuando Manuel estuviese presente", "pero ..no creo que Manuel se
enojaría después de lo que paso, si nos encuentra haciéndolo..
verdad?"Me contesto, como no entendiendo mi razón, "No!!, no quiero
ni que le menciones que has estado aquí, ni menos que le digas lo que
paso", le dije, en tono serio. después de echarse la culpa y pedirme
disculpas, me abrazo y me dijo "Bien, ...creo entender, y nuevamente
discúlpame ...pero debes prometerme que organizaremos algo bien
pronto..", me dijo como implorando, "Si ..Si..algo organizaremos
cuando hable con Manuel, pero de esto nada! Entiendes?", le dije con
cierto temor, mientras le acompañaba a la puerta, diciéndole que se
diera prisa pues Manuel podía retornar de un momento a otro.
Cuando cerré la puerta detrás del, me quede unos segundos apoyada
en el diván, y sentí una gran tristeza, era la primera vez que tenía algo
con alguien a las espaldas de Manuel si le comentaba que Sergio había
estado en casa y además le decía, lo que no había sido capaz de evitar,
le harían aumentar esos recelos que había notado en los últimos días.
Lo que más me sorprendió fue mi propia actitud, era un deseo que
no podía controlar algo más fuerte que yo.
Cuando escuche la puerta, casi corrí a recibirlo, y echándole los
brazos al cuello le di un beso largo en los labios, "Vaya ..Vaya
recibimiento!!, o me estás por pedir dinero para tus compras...?, o es
que realmente me quieres ", me dijo dándome una sonrisa de cariño,
"Bueno que te quiero tú lo sabes, pero además quiero pedirte algo…
ven siéntate que tenemos que hablar", le dije llevándole de la mano al
Diván."Bien ..tu dirás " me contesto con cara de curiosidad, "Bien
Manuel, .. quiero que no me interrumpas y escuches lo que voy a
pedirte, yo sé como tú eres en tu sexualidad y lo caliente que eres,
pues yo también lo soy, jamás imagine que podría haberme calentado
tanto lo que hicimos con Sergio, se además que quizás estés
planeando volver a repetirlo, pero quiero que sepas que no importa
con quien ni cómo pero debes prometerme que estaremos siempre
juntos en lo que hagamos, alguien dijo que la mujer no puede separar
amor de sexo y eso es mentira yo se que se pueden separar, muy bien
y a su debido tiempo, lo que me propongas y cuando lo propongas
quiero que sea de mutuo acuerdo, me lo prometes?", le dije mirándolo,
como suplicando en mi interior que me entendiera y me ayudara a
combatir ese monstruo sexual que se había despertado en mi, "Pues
claro que te lo prometo, no seas tonta, me gusta que me hables así, y
además sabiendo que cuando lo hagamos nuevamente será porque
los dos lo deseamos", me contesto dándome un beso.
Después de aquella charla me sentía más confidente y menos
culpable, mi sexualidad en ciertos momentos era imparable le di miedo
a Manuel la forma que me transformaba cuando hacíamos el amor, y
además, lo note también cuando sentía un hombre a mis espaldas
rozándome como me sucedió varias veces en el autobús.
Una tarde Manuel me dijo con cara picara si quería que invitara a
Sergio por una partida de cartas, sonriéndome sin que lo notara le dije
casi como al descuido que sí, que no me importaba, anticipando en mi
mente lo que me esperaba, me puse cachonda al segundo.
Esa noche llego Sergio que pretendió no haberme visto desde la
fiesta, y dándome un ramo de flores, me dio un beso haciendo bromas
con Manuel, mientras yo en la cocina preparaba los tragos, después de
cachondear un poco nos sentamos a la mesa para jugar a las cartas,
por supuesto que me había puesto las faldas más cortas que se
pudieran usar dándoles a entender a lo que estaba dispuesta a hacer
aquella noche, teníamos una mesa redonda de vidrio que dejaba ver
las piernas de los que se sentaban, entre juegos y risas las manos de
Manuel se me posaron sobre los muslos acariciándolos a total vista de
Sergio, acercando las sillas más hacia mí, me dejaron al medio mientras
Sergio, bajaba su mano y me tomaba la otra pierna uniéndose a las
caricias de Manuel, yo seguía jugando y haciéndoles bromas mientras
observaba por el vidrio como Manuel y Sergio se sacaban las pollas
totalmente duras y se tiraban la piel para atrás mostrándome las
cabezas enrojecidas, mis piernas estaban totalmente separadas, y
miraba como las dos manos me corrían el bikini para tocarme mi vulva
ya por más de mojada.
Porque no nos vamos al Diván, les dije con voz gatuna, y riéndome,
me siguieron como dos perritos obedientes, camino al diván me saque
la bikini mientras ellos aullaban como lobos, nos sentamos riéndonos y
dejándome en el medio puse una pierna sobre las piernas de Manuel y
la otra sobre las de Sergio, les tome las pollas una en cada mano, y
comencé a masturbarlos, sintiendo el grosor de esas pijas en mis
manos, mientras ellos se disputaban mi coñito, acariciándomelo, y
metiendo sus dedos en mi agujero que ya se estaba dilatando.
Estábamos en el medio de ese frenesí, cuando dimos un salto, al
escuchar el llamador de la puerta, nos miramos sorprendidos, mientras
el timbre sonaba nuevamente insistente, yo me baje las faldas y corrí a
recoger mis bikinis que estaban en el suelo, mientras ellos se
componían la ropa, y Manuel decía .."SI..un momento por favor"..no
pude evitar la risa cuando le vi al cara de desilusión a Sergio, y me fui a
la cocina mientras Manuel atendía la puerta.
Escuche una voz que decía "Espero no incomodar a esta hora"...,
"Hola! Billy! Pero que sorpresa!, que haces por aquí?", le saludaba
Manuel, "Es que andaba por el barrio y me acorde de vuestra dirección
y pensé pasar a saludaros y tener unas palabras con Uds....y si me
perdonas Manuel, con Marta, ..tuve la intención de venir después de
aquella hermosa fiesta que organizaron, pero siempre por una cosa o
por otra!"..le contesto Billy quien sin dejar interrumpirse, dijo "quise
siempre comentarte algo pero...", y se cayó cuando vio a Sergio
sentado en el diván y con cara de no muy buenos amigos, la situación
se me ocurrió comiquísima, y salí de la cocina a saludarlo, mientras
Manuel le presentaba a Sergio, diciéndole "te acuerdas, ?.el también
estuvo en la fiesta", extendiendo la mano le salude con una sonrisa, se
hizo un silencio embarazoso, y le ofrecí algo de tomar.
A pesar de haber pasado una buena media hora de charlas
informales, no decía el porqué había venido, Sergio me hizo una seña,
y le seguí a la cocina "quien diablos es este Tío?", me pregunto,
obviamente ofuscado, por habernos cortado los planes, "Le conozco
pero no se que hace aquí", le conteste en un susurro, al segundo entro
Manuel a la cocina y viéndonos se hecho a reír y abrazándonos nos
dijo en voz baja "quédense aquí que yo tratare de despacharlo
pronto", "Tu sabes lo que eso significa?..quiero decir el de quedarme
solo con Marta en la cocina?"le pregunto Sergio con un guiño, ¨"Creo
que sí, pero tu tranquilo que ya hemos hablado con Marta “le contesto
Manuel con una sonrisa ante mi cara de sorpresa, "Que dice? "......, le
comencé a decir a Sergio mientras me arrinconaba contra la mesada
levantándome las faldas y tomándome por el culo con ambas manos,
en un segundo tenía su polla afuera yo ya tenía los labios de mi
concha súper mojados y sentí su cabeza caliente apoyarse en mis
bellos, se la bajo con una mano y la cabeza se metió entre los labios de
mi concha, mientras yo protestaba, que parara! porque Billy podía oír
algo., sin escucharme me seguía besando el cuello y los labios, me hizo
poner en la posición que me había follado la ultima vez y con mi
pierna sobre la mesada y la otra en el suelo, la di todo el culo
ofreciéndole los labios hinchados y mojados de mi vulva que ya ardía,
me la refregó y la metió despacio, para no lastimarme, sentí como me
penetraba esa cabeza enorme, me puso una mano en la boca para
ahogar los gemidos, que ya no podía contener, y me la metió lo más
hondo que entraba, la sentía en la garganta, partiéndome la concha ¡,
cuando me lanzo un torrente de leche contenida llenando mi conchita
de semen, me mordí para no gritar, mientras escuchábamos a Manuel
y Billy conversar en el living, tratando de tomar compostura me alise el
cabello y salí de la cocina hacia el baño, dejando a Sergio apoyado en
la mesada recuperando el aliento y sobándose la polla.
Cuando Salí del baño, vi que Billy estaba todavía sentado pero solo, y
en la cocina Manuel conversaba con Sergio, haciendo una sonrisa a
Billy le dije "perdona pero estoy contigo en un minuto", y entre a la
cocina cuando escuchaba que Manuel le decía a Sergio, "Esto parece
ser que será para un rato mas, pues quiere hablar conmigo de un
negocio...perdona chaval, yo no sabia ...pero de todos modos como la
pasaron en los minutos de ausencia?".
"Súper bien después te cuento ", le dije con cara picara a Manuel,
mientras Sergio nos decía" bueno... será para la próxima la
continuación, yo los dejo solos para que habléis de vuestros negocios",
y dándonos un beso en la mejilla a ambos se despidió, aliviado quizás
por el polvo que nos habíamos echado pero yo no tan satisfecha.
Saludamos a Sergio en la puerta y nos reunimos con Billy quien
pacientemente tomaba un trago, Manuel sin perder tiempo me
comenzó a decir lo que habían hablado, cuando les dejamos solos, lo
mire haciendo un esfuerzo por prestar atención, dado que me parecía
sentir todavía la pija de Sergio atravesarme, "Mira Marta, me dice Billy
que quedo impresionado por tu cuerpo el día de la fiesta y que un
amigo que vino con el aquella noche, no sé si te lo recuerdas?, es el
imprimador de una revista y necesita modelos para su revista, y me
propone ...bueno....perdón, te propone, que si atuvieses de acuerdo
podría tener un contrato listo para hacer una sesión de fotos...además
me dice que el dinero es bastante bueno..tú que opinas..?, me
pregunto, mirándome, note la mirada de Billy que estaba fija entre mis
piernas y las cerré mas pues sabía que no me había puesto las bragas.
"bueno ..si, sería interesante pero que tipo de fotos requieres?" le
pregunte a Billy, mirándolo, "Mira no quiero que te ofendas Marta, por
eso hable con Manuel primero..y.." me estaba contestando Billy cuando
Manuel le interrumpió, "quieren fotos de cachondeo .., algo entre
parejas haciendo poses..y nos propone si quisiéramos hacerlo..", "Para
mi ...no sé, Manuel..tu sabrás ..., son fotos posando?"le pregunte, con
las mejillas encendidas y un tono pícaro, mientras observaba como se
relajaba ante mi primera reacción, "Si algo que sea teniendo o
pretendiendo tener sexo..pienso que no tendrás problemas con el
desnudo ya que tu cuerpo es muy hermoso", me contesto con
galantería Billy, "Si gracias siempre me han dicho que soy un poco
exhibicionista..., y quien tomaría las fotos?"la pregunta fue dirigida a
ambos, "Bien, como le explicaba a Manuel, Uds. deberían hacerse
cargo de ello ya que la revista les compraría el C.D. de fotos por un
precio total, y si bien yo conozco fotógrafos, pienso que lo mejor sería
si Uds., organizan eso por su cuenta, dado lo intimo de la situación,
creo que es lo mejor y Uds., especialmente tu Marta te sentirías mas
cómoda "me explico Billy, "Si claro, pienso que si" le conteste,
pensando para mi(si supieras lo que paso en la cocina hace unos
minutos, te mueres!), y tuve que contener la risa.
Al final quedamos de acuerdo en precio y que definitivamente lo
haríamos, en las próximas dos semanas, cuando se fue me quedo la
impresión que Billy pensaba definitivamente, que las fotos serian entre
Manuel y yo, y le dije a Manuel que desde ese momento debería
cuidar su dieta, pues lo quería en forma para las fotos, a lo que me
miro y me dijo “Que dices..?, yo no quiero aparecer en esas fotos, no
creo que tenga el físico apropiado para ello", mirándolo con sorpresa
le dije "Y con quien quieres que haga ese tipo de fotos?", "Bueno, no
se Marta!, tenemos que buscar a alguien que se preste y no creo que
eso será difícil, yo me encargo de tomar las fotos", me contesto
brillándole los ojos, "tal vez le podríamos preguntar a Sergio si él
estuviera dispuesto, no te parece?, se te haría mas fácil a ti también,
pues ya le conocemos y mas que bien!"continuo sarcástico.
"No, no creo que sea buena idea preguntarle a Sergio por algo así,
además no quiero que la situación con Sergio se convierta en la de un
segundo marido, lo que paso, paso, tuvimos nuestros encuentros y
pienso que es hora de poner cosas claras aun con él, el sexo que
hemos tenido fue genial, pero pienso que es tiempo de tomar cierta
distancia, a mí, quien me interesa eres tú, y también debemos tener
nuestra privacidad en lo que hagamos, no te parece?", le conteste aun
no creyendo lo que le había dicho de golpe, me salió del alma.
Manuel me miraba embelezado"Y pensar que yo creí que Sergio se
estaba transformando en mi rival", me dijo abrazándome, "Pero eso no
contesta mi pregunta, quien posara conmigo en esas fotos?..además,
como serán, con penetración o solo pretendiendo?"........
"Deja por mi cuenta que yo me encargare de buscar a alguien, y eso
de la penetración o de pretenderlo es algo que creo deberíamos dejar
hasta último momento para saber cómo tú te sientes al respecto,
después de conocer a quien sea el candidato, no te parece?"me
pregunto con entusiasmo, el mismo que sentí yo cuando él me dijo
que sería alguien extraño que no conocíamos, sintiendo hormiguillas
en el estomago de excitación por la propuesta, pero sin dejarlo que lo
notara, le dije "me parece genial ", abrazándome por detrás y
apretándome los senos con ambas manos me llevaba a nuestra
habitación, cuando estábamos en cama los dos desnudos me pregunto
"Bueno pero no me has contado lo que paso en la cocina con Sergio",
"Y tú que crees?" le dije entrelazando mis piernas desnudas con las de
él, mientras le tomaba la polla con mis manos, se puso cachondo de
inmediato y dándome vuelta se me coloco a la espalda y me dijo
"cuéntame"..mientras me metía su pija endurecida entre los cachetes
del culo, me refregó su cabeza mojada abriéndome el coñito, mientras
yo le contestaba las preguntas morbosas de cómo me la había metido
Sergio y cuanto la sentí adentro, cuantas veces me había hecho venir y
le mentí para mantenerlo cachondísimo, como se ponía a cada
respuesta, su verga parecía hincharse cada vez mas, metiéndome la
cabeza en la almohada me hizo parar el culo y me follaba con gemidos
de placer mientras yo le decía como me había follado Sergio.
En esa posición la cabeza de su pija al entrar y salir me tocaba el
punto de mayor sensibilidad en mi coñito, ya no le hablaba a él, sino a
mi misma imaginándome ser follada por tres o cuatro hombres a la
vez, mi excitación y calentura eran máximas.
Me hizo tener un orgasmo espectacular y después me volcó su leche
gritando.
Quedamos rendidos, hacia varios días que no tenía un orgasmo así
con Manuel, y en cierta forma se lo debíamos a Sergio, y a los que
había imaginado.
Pasaron tres o cuatro días después de aquello, y mi mente seguía
como obsesionada por el sexo, parecía que nada podía saciarme, cada
día la necesidad de sentir una pija era mayor le pregunte
discretamente, por supuesto, a una amiga mía en una conversación
telefónica quien me dijo "bueno Maja... si me dices que conoces
alguien con esos síntomas yo te diría que es ninfómana, o la llamada
fiebre uterina, y que debería tratarse con un médico especialista en
problemas sexuales, a mi me gusta follar, pero lo que tú me describes
que siente tu amiga, es obsesión por la polla, joder!!", me contesto, a
tono de broma, una broma que yo trate de disimular con una risita
nerviosa, pues eso era exactamente lo que yo sentía.
Manuel no podía seguirme el ritmo y veía, como con excusas, evitaba
la cama a mi misma hora, era así, o yo lo estaba imaginando?, ya no
sabía que pensar .
Un día había tenido toda la tentación de llamar a Sergio, y me costo
controlarme. Esa tarde llego Manuel de su trabajo y me dijo" Bueno, yo
pienso que ya encontré el candidato para las fotos"..., Ahh, Si?" le dije,
con pretendida indiferencia, "Si, Si... míralo me dijo sacando una foto,
de su portafolio de un chaval, de pelo cortísimo, con un físico de atleta,
de facciones muy guapas, con una verga que le llegaba hasta la mitad
de la pierna, mire la foto con sorpresa y le pregunte "De dónde has
conseguido este tío?""Bien después de buscar por todas partes para
ver quien podía ser, uno de la oficina me recomendó una agencia de
modelos, al ir a verlos me dijo, el que atendía que este era un chaval
nuevo, que venía de el campo y quizás le interesara la propuesta, ya
que no tenía trabajo y andaba falto de dinero pues le contacte y
tuvimos una charla, le mostré algunas de tus fotos y le intereso de
inmediato, y está esperando ansioso que le demos una respuesta, se
llama Marcos, pienso que tiene una polla de las que te gustan ver y
sentir, Verdad?"me contesto con cara de morbo, "todos estos de
buena polla son mariquitas en su mayoría, .deberías asegurarte, pues
no quiero que me infecten con alguna cosa", le dé con recelo, "No!
puedo asegurarte que este tío es de los chavales bien derechos, por la
conversación que tuvimos no hay dudas!", me dijo, reafirmándose a el
mismo su propia opinión.
"Y cuando lo haríamos?, "le pregunte curiosa, "pienso... que el fin de
semana sería ideal, pues quiero que vayamos a algún buen hotel en las
afueras, así tenemos oportunidad de pasar un par de días y hacer las
cosas sin apuro o presión de tiempo", "Hey, Hey ., Espera un momento,
yo lo hare pero solo pretendiendo, y si se queda con nosotros quiero
que le organices su propia habitación, no quiero imponerme algo que
quizás no me agrade, para mí esto es solo trabajo, una vez terminada
las fotos no lo quiero al lado nuestro “le conteste de mal humor, "Pero
que pasa contigo?!!..no habíamos dicho que todo se haría si los dos
estuviéramos de acuerdo?.., si no te cae bien este tipo, bien
buscaremos otro!, pero solo tienes que decirlo, es ese el
problema?"me pregunto preocupado, pero no, no era el problema, yo
sabía que el problema, era la gran lucha que tenia dentro mío, pues al
verlo por supuesto que un chico así, me gustaba!, pero por alguna
extraña razón no quería que nadie lo notara y menos, Manuel, "No, no!
perdóname es que todo esto me pone algo nerviosa, si a ti te parece
bien, trataremos y si algo no me gusta te lo diré de inmediato", le
conteste sonriéndole, "así me gusta que me hables!!, entonces
quedamos para el fin de semana?, yo le llamare a este chico para darle
las instrucciones y dirección de donde hagamos las reservaciones", me
contesto Manuel entusiasmado.
Después de haber hecho todos los arreglos pertinentes, Manuel
conducía mientras yo, disfrutaba del paisaje, habíamos hecho una
reservación en un "Resort", cercano a la costa y Manuel me contaba,
las características mas importantes que había notado en Marcos, como
si estuviese preocupado de mi reacción al verlo, era como si quería
asegurarse de mi curiosidad y mis deseos de realmente pasar un buen
rato, mientras él me hablaba, yo eche mano a el portafolio y buscando
la foto de Marcos la tenía entre mis manos, "Y como llegara hasta
aquí?, tiene coche?", le pregunte mientras admiraba ese cuerpo
atlético en la foto, y además esa polla que era de no creer, pensé, que
quizás fuese más gruesa que la de Sergio, y eso era decir mucho, "No,
no tiene coche pero llegara aquí
en moto, tiene una"Duccati", que da miedo, ....sabes, ?Y pensé que lo
de la moto nos puede dar ideas para un par de tomas.."me dijo
mirándome entusiasmado, "Si, no es mala idea " le dije, mientras
seguia mirando la foto.
Cuando llegamos, el lugar era ‘idilico", súper lujoso, además de tener
todas las facilidades,
Al llegar a la Recepcion me di cuenta que Manuel no había hecho
reservaciones de dos habitaciones separadas pero de un apartamento,
con dos habitaciones, con su "Spa" y bar etc., debo confesar que un
lugar así, siempre fue una atraccion sexual para mi, me ponia en un
estado de fiesta y buen tiempo.
Cuando estabamos en el departamento, Manuel me interrumpio,
cuando estaba desempacando mi ropa, y tomandome de la cintura me
dijo, "Ahora que estamos aquí, quiero que sepas que todo lo que
hagas debe ser porque lo sientes, no quiero que se apresuren
situaciones, si piensas que no es el momento.., Marcos me dijo que él
pensaba lo mismo, y que si por algún motivo no te sentías cómoda
con él, solo me pediría el costo del combustible y se largaría, pero de
la misma forma quiere que le entendamos a Él, si El siente lo mismo,
por lo que no me pediría ni siquiera el gasto de su viaje", mirándolo
sorprendida le conteste “Te dijo..eso..?, es muy bueno que opine así, si
es verdad lo que me dices ..creo que me está empezando a gustar ", le
conteste con una sonrisa, sintiéndome mas relajada.
Nos encontramos con Marcos en la Recepción, después de los
nerviosos saludos y de estudiarnos mutuamente sin que el otro lo
notara, nos sentamos en el bar, para tener una charla y relajarnos con
un trago, la charla fue informal, acerca del viaje y demás, yo me había
dispuesto a lucir en la forma más sexy posible, me había puesto un
"top “atado con un nudo debajo de los senos, con la tela apenas
cubriéndolos, y un par de ‘shorts", que se montaban sobre los cachetes
de mi culo, con unas sandalias de tacón alto, que enaltecían mis
piernas desnudas, había notado la mirada de asombro y excitación en
los ojos de Marcos al verme, El tenia puestos unos" Jeans’, con una
camisa abierta que me dejaba ver un torso bien torneado, y
bronceado, sus facciones eran agradables.
Manuel, jugaba el papel de anfitrión, y me sorprendió cuando le
pregunto a’ bocajarro’ a Marcos, "dime ..Te gusta Marta?", yo le mire
sonriendo cuando vi su rostro enrojecerse al contestarle "...Mucho",
dando vuelta su rostro, Manuel me miro fijo a los ojos, y me dijo "bien,
es tu turno que opinas de Marco?, ..te gusta?..", yo le mire con descaro
al decirle "Si, ..es muy guapo, ..creo que esas fotos saldrán muy bien!!",
a lo que, los tres nos reímos.
"Bien... vayamos al departamento a ver lo que pasa...."dijo Manuel con
mirada morbosa, mientras se levantaba para ir al elevador, seguido por
mi y Marcos, al caminar de mis caderas cadenciosas, cuando
estábamos en el elevador, nos sonreíamos mutuamente sin decir
palabra, solo un detalle que Marcos me acariciaba las nalgas, sin que
Manuel lo notara, y yo le deje hacer, sintiendo un cosquilleo en mi
estomago.
Cuando estábamos en el departamento, Manuel, mucho más
confidente, se puso a hacer unos tragos mientras me decía "Marta, ..Ve
y ponte algún conjunto de lencería que sea sexy y veremos cómo salen
esas fotos", a lo que yo le obedecí casi de inmediato diciendole"Bien....
denme un poco de tiempo y estaré con Uds., en unos minutos,
mientras escuchaba a Manuel decirle a Marcos, "Tu sácate los "Jeans",
y quédate solo con tus calzoncillos".., eso me excito como una
chiquilla.
Elegí un conjunto de "G-strings", blanco, con sostenes y portaligas
haciendo juego, el "G-string", tenia partida la parte del medio, dándole
vista a los labios de mi coñito, después de calzarme las medias, me ate
el portaligas y me puse mis tacones altos, mirándome al espejo antes
de salir del cuarto.
Cuando entre en la sala donde estaban Marcos y Manuel, escuche a
Marcos hacer una exclamación de placer, me sonreí diciéndoles "Que
les parece?", mientras miraba a Marcos con sus "calzoncillos?"!, eran
unos "G-strings"tan diminuto como los míos! pero que remarcaban
una polla descomunal!!, haciéndole un bulto de dimensiones enormes!
Manuel, se sentía como un "Spielberger", dirigiendo nuestros
movimientos, y con una cámara digital y una de lentes de "Close-ups"
colgada de su hombro.
La primer toma fue.., Marcos tomándome de la cintura, acercando su
cuerpo casi desnudo al mío, mientras yo le apoyaba mi mano sobre
ese bulto enorme mirándonos a los ojos....-, click, click, click, sentía la
cámara dispararse, mientras Marcos y yo, cambiábamos de posiciones.
Cada movimiento era más atrevido, Manuel le pedía a marcos que
corriera mi bikini a un lado..que me metiera la mano sobre mi vulva,
...que yo le tocara el bulto a Marcos, cada pose que nos pedía me daba
la sensación, de que mi "Manolito", estaba gozando tanto como
nosotros al vernos jugar, yo pude notar que ya era imposible para
Marcos mantener
esa enorme polla bajo el "G-string", y la verdad era, que ya quería
sentirla en mis manos .
En un movimiento rápido, Marcos se quito el "G-string", y dejo a la
vista, su maravillosa polla!, era gruesa como la muñeca de mi mano, sin
exagerar!, con gruesas venas marcadas, y una cabeza, enrojecida de
bordes bien marcados, no pude más que lanzar un gemido al vérsela,
me quite las bragas y mi coñito mojado quedo a su disposición y vista.
Manuel, dio un suspiro de placer, y nos pidió que nos acomodáramos
para la próxima posición, me pidió que me sentara con las piernas
abiertas al borde de la mesa, abriéndolas lo mas que pudiera,
apoyando mis pies en dos sillas que había puesto a cada lado, seguí
sus instrucciones, esta vez dominada por el deseo y el placer, marcos
se metió en el medio y Manuel le pidió que simulara metérmela, sentí
la cabeza caliente y enorme de esa pija tocar los labios de mi concha,
me la apoyo haciéndome sentir su grosor, mientras yo le sonreía a la
cámara, Manuel, no podía evitar su excitación, y le dijo a Marcos,
"empújala adentro unos centímetros", Marcos mirándome me susurro
“quieres que la meta un poco?"
Tratando de sonreír mirando la cámara y le dije "Si...., métela..., pero
despacio", y cerré los ojos..sintiendo como me entraba esa cabeza
enorme, me separo los labios de mi vulva y tomándosela con la mano
la dirigía de arriba a abajo entre los labios, me la coloco a la entrada
del agujero, volvió a empujar, atravesándome, mi agujerito se extendió
al máximo ante el empuje de semejante verga, y el liquido blanco de
mi leche se le derramo por la pija, ya no quería escuchar mas a Manuel
o sus direcciones, ahora la sentía hasta los huevos adentro mío, en el
delirio vi que Manuel se estaba desnudando, mientras Marcos
tomándome de las nalgas me alzo al aire y con su verga enterrada
dentro mío me llevaba a la cama, me tiro de espaldas metiendo y
sacando de mi concha ese enorme falo, me follaba con desesperación,
yo gemía de placer, aun con su verga adentro, se dio vueltas y
quedando de espaldas en la cama me senté sobre su pija enorme, esta
vez controlando su penetración se la tome con la mano, acariciándole
los huevos, Manuel ya estaba desnudo detrás mío y me metía el dedo
de su mano dentro del agujero de mi culo, se coloco parado en la
cama y flexionando las rodillas me refregó la cabeza de su verga en el
agujero del culo, yo jamás lo había hecho por detrás, pero no trate de
evitarlo, estaba tan caliente que ya no podía pensar, la pija de Marcos
estaba metida hasta lo último en mi concha me levante apenas y sentí
como Manuel me la metía por el culo, sentí esas dos pijas moverse al
unisonó en mi culo y concha, los dos bufaban de placer como así
también yo gritaba al tener mis orgasmos, sentía el semen correrme
por las piernas, mientras Marcos, me mordía levemente los pezones de
mis pechos erguidos, me recosté sobre el pecho de Marcos, mientras
dejaba que Manuel me lanzara la leche en mis entrañas, quedaron
como muertos tendidos en la cama, uno al lado del otro mientras yo,
le tomaba sus vergas por turno y me las metía en la boca, chupando la
última gota de sus leches.
"Eres insaciable y hermosa”. escuche que Marcos me decía, mientras
Manuel me besaba.
Cualquier mujer podría sentirse más que satisfecha por todo aquello
pero no yo!, sentía en mi coño, una fiebre de placer y deseaba mas, los
deje descansar y tan pronto vi que la verga de Marcos volvía a ponerse
dura, me puse de costado implorándole que me la metiera, me la
volvió a meter con fuerza ante la mirada atónita de Manuel, que veía
como esa verga me partía la concha, volcándome mas semen, y yo
gimiendo de placer.
Me quede dormida y exhausta, cuando me desperté los vi a Marcos y
Manuel, hablando y tomando unos tragos, me uní a ellos, y desnudos
como estábamos hicimos bromas y comentarios de aquel polvazo que
nos habíamos echado.
Fin.
Espero te haya gustado y te haya dejado con ganas de más, espero
me sigas leyendo.
Gracias.

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