Está en la página 1de 20
Letras Hispanicas Fl Abencerraje (NOVELA Y ROMANCERO) Bdicidn de Francisco Lopez Estrada OCTAVA EDICION CATEDRA LETRAS HISPANICAS | drid, 1900, tomo XI, pégs. XXX-XLI, acom- ! pafiando al texto de ‘esta comedia, que figura I) en las pags. 165-205 de este tomo. Puede leerse i Ja obra, con comentarios al texto, en Lope de I Vega, Conedias, I, ed., pr6l. y notas de J. G6. | mez Ocerin y R. R. Tenteiro, Madtid, Espasa. Calpe, 1931, pags, 51-174, La referencia de la fuente textual de cada uno de los romances contenidos en esta Antologia figura al fin de Ia pieza correspondiente: Con objeto de dat unidad temética a la seleccién, he afiadido unos t{tulos que pongo en cabeza del romance enteto o del fragmento, segiin los casos, y que son de mi invencién, | it 4 } i { i | 100 Novela del Abencerraje y Farifa v Este es un vivo retrato de vittud, liberalidad, estuer- zo, gentileza y lealtad, compuesto de Rodrigo de Nat- vez y el Abencertaje’y Jarifa', su padre y el rey de Granada, del cual, aunque los'dos formaron y_ dibu- jaron todo el cuerpo, los demés no dejaron de ilustrar Ja tabla y dar algunos rasgufios en ella*, Y como el precioso diamante engastado en oro 0 en plata o en plomo siempre tiene su justo y cietto valot por Jos qui- Tates de su otiente, asi le virtud en cualquier dafiado subjecto que asiente, resplandece y muestra sus acci- dentes*, bien que la esencia y efecto de ella es como el gtano que, cayendo en buena tierra, se acrescienta, y en la mala se perdié', * Abindarrécz significa ‘el hijo del capitin’ y Jarifa ‘la noble, preciosa o hermosa’; en érabe el nombre indica el alto linaje de, estos moros. 3 Para esta presentacién de Ja obra, el autor usa términos de Ia pintura: su retrato tiene un cuerpo (en las empresas y los emblemas ‘son las figuras que sitven para significat algo), for mado, por los dos hétoes, cristiano y moro, y Ia ilustracién de la tabla (o superficie del cuadro) fae completada por rargufior (dibujos en’ apunte 0 tanteo). 1 Hay dos intesptetaciones sobre el sentido de este pétrafo: luna, que sea este adafisdo objeton Abindarrfer pues carece de Ja gracia del bautisiao; con ello Villegas se ponta.a cubierto del alto cnnoblecimiento que se daba a un infiel. Y la otta es que no se tefiere a un personaje del libro, sino‘en general a la actitud de los lectores, a sa capacidad de recibir a virtud y asimilarla (J., Gimeno, 1972, pags. 17-18). “ Paraftasea Ja ‘tan conocida partbola del sembrador (Mateo, 13, 3 ss Marcos, 4, 3 ss; Lucas, 8, 5 5s.) 103 EI Abencerraje Dice el cuento que en tiempo del infante don Fer- nando, que gané a Antequeta, fue un caballero que se lam6 Rodrigo de Narvéez, notable en virtud y hechos de armas‘. Este, peleando contra motos, hizo cosas de mucho esfuerzo, y particularmente en aquella empresa y guerra de Antequera hizo hechos dignos de perpetua memoria, sino que esta nuestra Espafia tiene en tan poco el esfuerzo, por setle tan natural y ordinario, que ® Rodrigo de Narvéez se halla citado en la Crénica de Juan I, de Alvar Garcia de Santa Maria, en la parte det relao dey tome de Antequera: «Y el Infante [don Fernando} hizo su alcaide de Ja villa y castillo de Antequeta a un caballeto Rodrigo de Nar- vez, que 41 criata de nifio, que era un caballero mozo, de buen seso y buenas costumbres, y era hijo de Fermin Ruiz de-Narviez, sobtino del Obispo de Jaén» (ms. de la Biblioteca Colombina, Sevilla, folio 151). La versién impresa de le Crénica alera ligers. mente el manuscrito y afade: « mandéle que tuviese en la for. talest ysnte hombres de arma, tals cules Gl entendlese que convenia pata la guerra y guarda». Es probable que de proceda la’ referentia de los escuderos con el némusn slientc, pues antes de la apaticién del Abencerraje sc hablan publicads las ediciones de Ia Crénica de Logrofio, 1516, y Sevilla, 1543. La carattacitn de don Rodkig se eablece soce al ico de la uni le virtud y armas, sustento la personalidad - llcro perfecto. Sobre In Antequets deo tampea de ig toe guista cristiana, yéase La toma de Antequerd, textos ce Ben al Jatib, Femén Péter de’ Gusmén, Fernando del ‘Pulgas, ‘Alvar Gara de Santa Marfa y Ghillebere de Lannoy. Poslogo. ye sién moderna de Francisco Estrada, tec siblioteca sie modema de Lépez Antequers, Bibliot 104 Te patesce que cuanto se puede hacer ¢s poco; no come aquellos romanos y gtiegos, que al hombre que se aven- turaba a morir una vez en toda la vida Je hacfan en sus escriptos inmortal y le trasladaban en las estrellas Hizo, pues, este caballero tanto en servicio de su ley y de su rey, que después de ganada la villa le hizo aleaide de ella para que, pues habia sido tanta parte en ganalla, lo fuese en defendella*, Hizole también alcaide de ‘Alora®, de suerte que tenia a cargo ambas fuerzas, repartiendo el tiempo en ambas partes y acu- diendo siempre a Ia mayor necesidad. Lo més ordinario residia én Alora, y alli tenfa cincuenta escuderos hijos- dalgo a los gajes del rey para la defensa y seguridad de la fuerza; y este ntimero nunca faltaba, como los inmortales del rey Dario, que en mutiendo uno ponfan otro en su lugar®, Tenfan todos ellos tanta fee y fuerza “Ta ida de aug Bsa fuege nacién que predase , Reoae His Panique, 36 pag, punto de vista del moro, sc halla Ia relacién entte Ia noche clara y el amor ‘Mmanifiestan los cantos liticos: «Luna que reluces | toda la noche alumbtes.n (Antologia de la poesta espafols, Lirica de tipo trade. ional, Madzid, Gredos, 1975, pg. 100.) 106 lante, ballaron otro que se dividia en dos. El alcaide kes dijo: : —Ya podria ser que, yendo todos, por este camino, se nos fuese la caza por este otto. Vosotros cinco os id pot el uno, yo con estos cuatro me iré por el otro} y si acaso los unos toparen enemigos que no basten a vencer, toque uno su cuemno, y a la sefial acudinén los otros én su ayuda. : Yendo los cinco escideros por su camino adelante hablando en diversas cosas, el uno de ellos. dijo: —Teneos, compaficros, que 0 yo me engaiio o viene gente. : Y metiéndose entre una atboleda que junto al camino se hacfa, oyeron ruido. Y mirando con més atencién, vieron venit por donde ellos iban un gentil moro en un caballo ruano; él era grande de cuerpo y hermoso de rostro y parescfa muy bien a caballo, Traia vestida una marlota de carmesf y un albornoz de damasco del mismo color, todo bordado de oro y plata. Trafa el-brazo dere- cho regazado y Jabrada en él una hermosa dama” y en Ja % Esta viva descripeién de_ las ‘vestimentas dél moro tiene sbundantes prosdents en el Romapero y los ean Bits ticos, como puede verse cn el viaje del sefior de Montigny (1 at ‘que figura en el apéndice. Obsérvese Smo esta parte, resulta serecid,en los romance, que insisen en Ja nots, de Tuo y -[Agui es de notar que el color rojo vivo vest Etna tre seu de Psion, simbolo de ly Hama ardiente de amor que lo consumis, Pérez de Hite dice de un aje de sus Guerres civiles «... su caballero Zaide, el cust muchas YESes madaba tej y vetidos conforme Ja pasin que. sent, ‘nas vee vests negio solo; ots, negro y patdo; ots, ‘morado y blanco, por mostrar su fe; Io pardo y negro,” por ‘mostrar sa trabajo, Ourss, veces veathi azul, mostrando divise de rabiosos celos; ottas, de verde, por significar su esperanza; ‘ottas veces, de amerillo, por mostrar desconfianza, y el dia “que hhablaba con su Zaida se ponfa de encamado y' blanco, sefial de alegria y contento, De esta suerte muy claro se echiba de vez en, Granada los eiecos de su causa y de aus amoreiy (ed cia citada de P. Blanchard-Demouge, I, pég. 45): 3 EI rato resulta confo: regratdo pueié, valet como ‘arremangado’ pues se refiete a la manga que brazo, Sere Sells primar ct ‘ear ee fda” (Conmebla, 107 mano una gruesa y hermosa lanza de dos hiettos ", Trafa una datga y cimitarra, y en la cabeza una toca tunect que, dandole muchas’ vueltas por ella, le servia de hermesura y defensa de su persona. En este habito venfa el moro: mostrando gentil continente y cantando un cantar que él compuso en la dulce membranza de sus amores, que decia: Nascido en Granada, ctiado en Cértama, enamorado en Cota, frontero de Alora , Tesoro). En ta expresién labrada en 4 una het > hay que entender “taia tna hermosa dama labrads co al fore} brazoJ’, en el adoro de Ia manga, claro es. En ura fiesta Ge Granada un caballero moto eva wna manga labrada’ que’ vale cuatro mil doblas: ala manga que trafa en el brazo derecho era of asa eine ya ‘abt nado I inde Galina mca costa. esta manga se dijo aquel romance que tan agradable Sido a todos: alin el cuatto de Comateny Betas sear oe bs empresa se llevaban en el brazo derecho, ast en ef «Rommes I casamiento de Fétima y Xatifay se dice que llevaban los #08 derechos todos | con empresas de quien aman» (Padille Thesoro..., fol, 378). Narvicz, poco después hicre al moto. ch al brazo derecho, y esto se ‘convierte en un hecho smtalice pues Ia herida fisica lo es también sentimental por impedisie a ERPIRD ts ods as otras veidones no tren ets indean: le Ia Crénica slo: «El brezo >) YB tease lerecho arremangado», y nada * Covarrubies indica sobre Ia lanza: cen Ia lanza, hallamos den extemos a uno lamamos hier de It lanes en (s, v. cuento); y en la otra parte: «otras [lanes] larga, y algunas de elles con dos Heros, y ottas don Hees cuento» (s,'v. lanza). Esta clase de lanza aparece en dl romonc. de don Alonso de Aguilar: «Grucsa lanza con dos histtos [cn 4a au mano levabas, (Romance «Estando el rey don Fetnandos) en un romance tardio, el de Azarque el ino, se menciona seuna lanza con dos hietros | entrambos de agado’ temples (Re, mance «Ensillenme el potro rucios, Romancero gener), Senin ext0 parece que estas Janzas de dos hierar podlan vaicr por ambos extremos para el combate, Las lanzas que. los more ee, agnlan_a don Rodtigo son de hierro y de euentes de orm La cestrofilla no tiene ni medida ni tima, Pudiess ser un cantarcillo topogréfico, aprovechado para el caso. Si al canter existié antes que le novela, pudigra set cl motivo por ef eral 4 diese la discordancia de’ Ios cats histéricos que se sefiald, 108 Aunque a la misica faltaba el arte, no faltaba al moro contentamiento; y como trafa el corazén enaniora- do, a todo lo que decia daba buena gracia. Los escu- detos, transportados en verle, erraron poco dé dejarle pasar, hasta que dieron sobre él, El, vigndose sal- teado, con dnimo gentil volvié por sf’ y. estuvo por ver 16 que harfan. Luego, de los cinco escuderos, los cuatro se apartaron y el uno le acometi6; mas como el moro sabia més de aquel menester, de una lanzada dio con él y con su caballo en el suelo. Visto esto, de los cuatro que quedaban, los tres le acometieron, pa- resciéndoles muy fuerte; de manera que ya contra el moro eran tres cristianos, que cada uno bastaba para diez moros, y todos juntos no podian con este solo. Alli se vio en gran peligro porque se le quebrd la fanza y Jos escudetos le daban mucha priesa; mas fin- giendo que huia, puso las piernas a su ‘caballo y arre- metié al escudero que destibara, y como una ave se colgé de Ia silla y le tomé su lanza, con Ia cual volvié a hacer rostro a sus enemigos, que le iban siguiendo pensando que hufa, y diose tan buena mafia que a poco rato tenfa de fos tres los dos en el suelo. El otto pero existe tn grave inconveniente: el cantar no es traficional pues en el texto se dice que lo compuso el moro de manera adecuada 4 sus amores. Por otra parte cabe perisar que el cantar no fuese mas que la enunciacién breve de 1o que el moro can- tase, en Acabe, como correspondia a su natutal. La Crénica in- tercala entre dl primero y segundo verso: «de tna linda moran; para las otras formas de distintas versiones, véase mi estudio Cuatro textos..., 1957, pigs, 245-249. Téngise en cuenta que cen el siglo xv1 la pronunciacidn podia ser Cartdma y Aldra (Lope rima en El remedio en la desdicha: Castamma | ama | fama (v. 373); y Alora | sefiora (v. 817). 3 Ta frontera creé una técnica de guetta, propia de_aquetla circunstancia (J, Caro Baroje: Los mroriscos det reino de Granada, ed. citada, pgs. 62-63). Este habilidad en las escaramuzas caractetin6 al caballero de Ia frontera, y a fines del siglo xv y comienzos det xvi les damas cantaban! Caballero de frontera, s9is en todo, mi sefior, siempre escatamuzador por de dentto y por de fuera, (Luis Milin, Libro intitulado el Cortesano, ed, citada, pég. 22.) 109 3 | 4 que quedaba, viendo Ia necesidad de sus compafieros, tocd el cuemno y fue a ayudarlos. Aqui se tribé fuerte- mente la escaramuza, porque ellos estaban afrontados de ver que un caballero les duraba tanto, y a él le iba més que la vida en defenderse de ellos. A esta hora le dio uno de Ios escuderos una lanzada en un muslo gee, 8 no ser el golpe en soslayo, se le pasara todo. , con rabia de verse hetido, volvié por sf y diole una lanzada, que dio con él y con su caballo muy mal hetido en tierra. Rodrigo de Narvéez, barruntando la necesidad en que sus compaficros estaban, atravesé el camino, y como trafa mejor caballo se adelantd; y viendo la valentia del moro, qued6 espantado, porque de los cinco escuderos tenfa los cuatro en el suelo, y el otro, casi al mismo punto. El le dijo: —Moro, vente a mf, y sit me vences, yo te ase: guro de los demés, Y comenzaron a trabar brava escaramuza, mas como el alcaide venfa de refresco, y el moro y su caballo estaban heridos, débale tanta priesa que no pod{a man- tenetse; mas viendo que en sola esta batalla le iba la vide y contentamiento, dio una lanzada a Rodrigo de Narvdez que, a no tomar el golpe en su darga, le hu- biera muerto. El, en rescibiendo el golpe, arremetié a ély diole una herida en el brazo derecho, y cerrando Tuego con él, le trabé a brazos y, sacdndole de la silla, dio con él en el suelo. Y yendo’ sobre él le dijo: ~—Caballero, date por vencido; si no, matarte he. —Matarme bien podrés —dijo el moro— que en ta poder me tienes, mas no podré vencerme sino quien una vez me vencid, El aleaide no paré en el mistetio con que se decian estas palabras, y usando en aquel punto de sa acostum- brada virtud, le ayudé a levantar, porque de la herida que le dio el escudero en el muslo y de la del brazo, aunque no eran grandes, y del gran cansancio y caida, quedé quebrantado; y tomando de los estuderos apa. rejo, le ligé les hetidas. Y hecho esto le hizo subi en 110 un caballo de un escudero, porque el suyo estaba he- tido, y volvieron el camino de Alora, Y yendo por él adelante hablando en la buena disposicidn y valentfa del moto, dl dio un grande y profundo sospiro, y ha- B16 algunas palabras en algarabla, que ninguno’ enten- di6, Rodrigo de Narvéez iba mizando su buen talle y disposicién; acordabasele de lo que le vio hacer, y pareciale que tan gran tristeza en énimo tan fuerte ‘no podia proceder de sola la causa que allf parescfa. Y por informarse de él le dijo: —Caballero, mirad que el. prisionero que en Ia pti- sign pierde el 4nimo, aventura el derecho de la, libertad. Mirad que en. Ia guerra los caballeros han de ganar y perder, porque los més de sus trances estén subjectos a fa fortuna; y paresce flaqueza que quien hasta aquf ha dado tan buena muestra de su esfuerzo, la dé shora tan male. Si sospirdis del dolor de las Iagas, a lugar vais do seréis bien curado. Si os duele la prisidn, jot- nadas son de guetta a que estén subjectos cuantés la siguen, Y si tenéis otro dolor secreto, fialde de mi, tue yo 08 prometo como hijodalgo de hacer por reme- fiatle lo que en mi fuere", 7 Aunque Jos cristianos no hubiesen entendido 1a algarabia del moro (més bien musitada que dicha, como se desprende del texto), el bilingtiismo era frecuente en ie frontera, y hay diver- sas anécdotas que lo ifustran, sobre todo entre los moros nobles. Una de ells la cuenta Hernando de Baeza diciendo que con oca- sién de que Boabdil estuvo en Alcaudete, hizo amistad con él, luego le mandé lamar a Granada cuando fue alzado rey: «y Jo que escrb arsiba de agpela orada on gue rey foe re, todo lo of de su boca del mismo rey, estando su real persona hablando conmigo solo en lengua castellana, aunque muy certada, Y ans{ cs verdad que hablindole un dia, Je dije que por qué no hablaba Ja lengua castellana, pues sabla-mucho de ella; me respondié una palabra bien de notar, diciendo: «Si la hablo, mas como no la sé sueltamente, he miedo de crrar, y el yerro en la boca de los reyes es muy foo.» (Relacidn de algunos de Tos sucesos de los dltimos tiempos de la guerra de Granada, Madrid, Bibli6filos Espafioles, 1868, pag. 36.) % En un libro de sentencias senequistas: «Obedezca la no- Dleza a las fuerzts de Fortuna, principalmente si_es en buena guerra optimidan (Primera parte de las Sentencias que hasta nuestros tiempos..,, Lisboa, G, Galhatdo, 1554, fol. g ij). Lit E] moto, levantando el rostro que en el suelo tenia, le dijo: —¢Cémo os lamfis, caballero, que tanto sentimiento mostréis de mi mal? El Ie dijo: —A mi Laman Rodrigo de Natvéez; soy aleaide de Antequera y Alora. EL moro, tornando el semblante algo alegre, le dijo: ~Por cierto, ahora pietdo parte de mi queja, pues ya que rai fortuna me fue adversa, me puse en tace, Has manos, que, aunque nunca os vi sino shora, gran noticia tengo de vuestra virtud y expitiencia de yaestro esfuerzo; y porque no os parezca que el dolor de lee heridas me hace sospirar, y también porque me patesce que en vos cube cualquier secreto, mandad apartar vuestros escuderos y hablar os he dos palabras, El aleaide los hizo apartar y, quedando solos, el moro, artancando un gran sospito, le dijo” Rodrigo de Narvaez, alcaide tan nombrado de Alo- a, estd atento a lo que te dijete, y verds si bastan los casos de mi fortuna a dertibar un corazén de un hombre captivo. A m{ lamen Abindarréez el mozo, a diferencia de un to m{o, hermano de mi padre, ue tiene el mismo nombre", Soy de los Abencerrajes de “En este punto se inicia le Pate sentimental del relato, En fste caso aparece el amor fraternal entre nifios que viven como Hermanos; el asunto se encuentra en Longo, cat algunos cee dios de las Metamorfosis de Ovidio (Biblis'y Canno, Yphis y Yante, IX), y también en Pframo. y Tisbe, que no viven bajo el mismo techo, sino en casas vecinas. Se halla también en los libros medievales de Flores » Blancaflor. También Ie Mica del Renacimiento lo trata, como en la Arcadia, VIII, y Garcilaso, TID: adesde mis tiernos Y, ptimeros afios.../» = que notar agut Ja precision en referimnos el Patentesco, de este to por patte de padre, que lleva su mismo nombre eee & propio de la'lengua érabe, ‘que tiene palebras difsrentes ore estos gtados de parentesco, En el: Arte’ ‘bara ligeramente sabey ta lengua arébiga, Granada, 1505 (facsimil, Nueva’ York, 1928) se indica el tlo hetmano de padre, de madte, de abuelo 5, de abu, I yen, tia se distinguen cinco, segtin tea hermana de’ pate, madte, abuelo, abuela 9 primo. A gste to del moro se han querido atribuir les aventuras del Romanceto nuevo que .se 112 7 los cuales muchas veces habrés ofdo decir; cece bass ir lotta preeate sn aera jas pasadas, todavia te quiero contar favo, re a Grats line de titles gue Taman Abenetnjes, que. ern flor de todo agel reno, porsue en gentcia des perona, ‘buona gra Eisposicidn yen esczn bacon vents toes los demas; eran muy estimados del rey y de to is cablleoe,y my amides y qustor de i gente comin En todas las escaramusas que entiaban, sallan vence yumento del Abencerraje, peto atin es despropésito teayo” pcs dias aon seadamonte ks moderna aus ks ou, ¥ un do ha de preceder al sobrino, aun dentro de ia fai de Sentido cronoldgico de estos argumentor poeticos y no ste. 31 Ta preocupacién por las suestiones de linsje era propia de los drabes de Granada, y a ello oncedian gran pop ae cordaban’ con cuidado sus familias y parfentes, , aoa Abindarréez subraya la fama de la suya, tan jigs gaia ine dela dade Cranede dirs ol ly x Resa 15a ero rath cone If famila ce os Mboneraf, gue equ rae Sone Abiodesen Te poled incor del ring fe Granada fue leja, le est & wo gh diversas gealones ante ator oon fa despacy a for varor teyes andaluces de este siglo. En el estudio de Seco de Lucena antes citado se hallara Ja bibliografia adecuada pas el mejor esclarecimiento de este confuso asunto. Hobe te foo dos ejecuciones de Abencetrajes, muy sonadas: la de Sas 62), que aparté a la familia del favor de este rey y Ja Hey o fave wee os denis de gu jo Muley Han, proamado en 1464, ATMS gue fe fine widade t logue poles bys dee ex ando que le habla syudado lograr el poder, ¢ ue ve ogra ae bor b eee a aoe él, y ayudé a la ptoclamacién 1e Boabdil autor del 7 ernie ‘no "pretends eoubleces peciioe a noatna st eto égica con respecto al hecho de 1a cruel matanza, sino recoger a-memoria del mismo como fondo tefgico sobre el que proyee tar la desgracia de los amores de este Abencetraje, tal como va 4 sor contada a don Rodeigo. _ : # Ya en el Romancero se habla acufado esta expresién, sobre todo procedente del romance de la pérdide de Alhema, euando se reconviene al rey moro por su crueldad: matar los Bencetrajes ue eta la flor de. Granade. 113 aa | | | | res™, yen todos los regocijos de caballeria se sefiala- ban; ellos inventaban las galas ¥y Jos trajes, De manera que se podia bien decir que en ejercicio de paz y de guerra cran tegla y ley de todo el reino. Dicese que sunca hubo Abencerraje escaso ni cobarde ni de mala disposicién, No se tenia por Abencertaje el que no servia dama, ni se tenfa. por dama la que no tenia Abencettaje ‘por servidor™. Quiso la fortuna, enemiga de su bien, que de esta excelencia cayesen de la ma- nera que oités®, El Rey de Granada hizo a dos de estos caballetos, los que més valfan, un notable ¢ in- justo agravio, movido de falsa informacién que contra ellos tuvo. ¥ quisose decir, aunque yo no lo cteo, que estos dos, y a su instancia ‘otros diez, se conjuraron de matar al rey y dividir el Reino entre si, vengando su injuria, Esta conjuracién, siendo verdadera o falsa, fue descubierta, y por no escandalizar el Rey el Reino, que tanto los amaba, los hizo a todos una noche degollar, porque a dilatar Ja injusticia, no fuera poderoso de haacella, Ofresciérotise al Rey grandes rescates por sus vidas, mas € aun escuchallo no quiso, Cuando la gente se vio sin esperanzas de sus vidas, comenzd de nuevo a Tloratlos, Llorabanlos los padres que los engendraron, y las madres. que los parieron; Iordbanlos las damas a quien servian, y los caballeros con quien se acom- pafiaban™. Y toda-Ia gente comin alzaba un tan En el monélogo de Abindarréez abundan les figuras reté- ticas de ornato que elevan el tono de la expresién; véase aqui Ja antitesis entraban-salian, en disposicién sintéctica de anadi- is. Maqui vga el omate, de la distibuciéa invert (edb): pbencerrsiedams, dama-Abencerraje, en disposicién sintictica de 8 La descripcién de la desgracia de los Abencerrajes posee un doble entendimiento para los que interpretan la obra como la reacién de un espfritu converso: ‘junto al sentido que posee en ‘el curso de la anécdota, esta viva descripcién seria el testimonio de la situacién en que st hallaban los judfos arrojados de sus hogates o convertidos de una maneta forzada, Véase, por ejem- plo, G, A. Shipley, 1978, pags. 118-119. En este caso hay una relteraciéa anafbrica de Mordbanlos 114 grande y continuo alatido como si Ia ciudad se entrara de enemigos, de manera que si a. precio de légrimas se bubieran de comprar sus vidas, no mutictan los Aben- cetrajes tan miserablemente, Vees aqu( en lo que acabé tan esclarescido linaje y tan principales caballeros como en €l habia"; considera cudnto tarda la fortuna en subir un hombre, y cuén presto le derriba; cuénto tarda cen crescer un atbol, y cuén presto va al fuego; con cudnta dificultad se edifica tuna casa, y con cuénta brevedad se quema. ;Cudntos* podrian escarmentar en las cabezas de estos desdichados, pues tan sin culpa padecieron con piblico pregén! Siendo tantos y tales y estando en el favor del mismo Rey, sus casas fueron detribadas, sus heredades enajenadas y su nombre dado en el Reino por traidor, Results de este infelice caso que ningtin Abencerraje pudiese vivir en Granada, salvo mi padre y un tio mfo, que hallaron innocentes de este delicto, a condicién que los hijos que les nasciesea], en- viasen a criar fuera de la ciudad paza que no volviesen a cella, y las hijas casasen tuera del Reino. Rodtigo de Narvaez, que estaba mirando con cuénta pasidn le contaba su desdicha, le dijo: —Por cierto, caballero, vuestto cuento es extraiio, y Ia sintazén que a los Abencerrajes se hizo fue grande, porque no es de creer que siendo ellos tales, cometicn sen traicién. —Es como yo lo digo —dijo él—. Y aguardad més y veréis cémo desde alli todos los Bencerrajes depren- con una distribucién directa paralela padres-madres, damas-caba- Heros, acompefiada de isocolon aditivo. La consideracién dle Abindarréez sobre Ja suerte de su fa- milia tiene un marcado cardcter senequista; as{ en la Epfstola XCI a Lucilio: «Quidquid longa series multis laboribus, multa Deum indulgentia, struxit, id unus dies spargit ac dissipat...» (J. Gi- meno, 1972, pdg. 8). 3 La andfora cudnto sitve para enumetar las calamidedes de los Abencerrajes, establecidas ‘sucesivamente por comparaciones antit subir-derribar, crecer el drbolir al fuego, edificar la casa-quemarse, Por esta sucesién de antitesis resulta mejor la leccién del grapo Créica que en la segunda de ellis trae: «cudn- ‘to tarda un drbol en crescer y cudn presto un viento lo derriba». 115 dimos « ser desdichados. Yo salf al mando del vientre de mi niadte, y por cumplir mi padre el mandamiento del Rey, envidme a Cértama al alcaide que en ella es. taba, con quien tenfa estrecha amistad. Este tenia una hija, casi de mi edad, a quien amaba més que a si, porque allende de ser sola y hetmosisima, le costé la mujer, que murié de su parto, Esta y yo en nuestra nifiez siempre nos tuvimos por hermanos porque asi os ofamos Iatiar. Nunca me acuerdo haber pasado hota que ‘no estuviésemos juntos, Juntos nos criaron, juntos andébamos, juntos comfamos y beblamos. Nes. ciénos de esta conformidad un natural amor, que fue siempre creciendo con nuesttas edades. Acuérdome que entrando una siesta en la huerta que dicen de los jaz- mines, la hallé sentada junto a la fuente, componiendo su hermosa cabeza, Miréla vencido de su hetmosura, y patesciéme a Sélmacis™, y dije entre mf: «Oh, quién 2 En esta parte Ja alusién mitolégica se hace dicecta, y ol moro, al contemplar Ja hermosura de ella, recuetda la fabula de Sélmacis y Hermafrodito, (también perteneciente al mencionado libso IV de las Metarsorfosis, 285-388), tan conocida: esta ninfa se enamors de Hermafrodito, que se bafiaba en ln fuente que ella presidfa, por la gran belleza de este hijo de Hermes y Afro. dita, y pidié ¢ los dioses que fundiesen sus dos cuerzos en uno solo, La fébula habfa sido traducida por Juan de Mena, y esté contenida en a Glosa de la Coronacién (hacia 1439); la’ versign 8 uno de los mejores trozos en prose de este pocta. Se encuentra también el trozo en lengua romance en Ja traduccion de Jorge de Bustamante, 1546 y 1551, anteriores la apaticion del Aber cerreje, Hermafzodito recibfa’ también los nombres de Andiéging (por sus dos naturalezes) y Troco (probablemente asociado de manera confusa con érocar «cambiar»). Los patalelos se pueden establecer sobre varios puntos: en efecto, el tr0z0 en Ia traduc. cién de Bustamante, dice asf: ay siempre [la ninfa] se andaba sircundando con lentos y espaciosos pasos su. estandie 0 represa lunas vecés peinando sus zubios y dorados cabellos con muy blan- co peine de marfil, otras veces bafiando su alabasttino cuerpo en las clatas y limpias aguas, de quien otras veces para mitar su hetmosa figura cn Ja sombra se aprovechaba en lugar de nitdo ¥ transparente espejo. Otras se recostaba sobre las blancas y deli cadas hojas, flores y verdes yerbas, y otras de aquolla diversa hermosura de flores de mil colores pintadas hacia lindas guimal. das con que coronabe y componta su cabeza». (Metamorfosi, IV, 116 fueta Troco para parescer ante esta hermosa diosal» No s€ cémo me pes de que fucse-mi hermana; y-no aguardando més, fuime a ella y cuando me vio con los brazos abiertos me salié a rescebir y, senténdomie junto a si, me dijo: «Hermano, gcémo me dejaste tanto tiempo sola?» Yo la respondt: «Sefiora mfa, porque ha gran tato que os busco, y nunca hallé quien me dijese dé estébades, basta que mi corazén me lo dijo, Mas decidme ahora, equé cettinidad tenéis vos de que sea- ‘mos hermanos?» «Yo, dijo ella, no otra més del grande amor que te tengo, y vet que todos nos: llaman her- manos.» .«¥ si no lo fugramos, dije yo, equisiéasme tanto?» «ZNo ves, dijo ella, que, a no serlo, no nos dejara mi padre andar siempre juntos y solos?» «Pues si ese bien me habfan de quitar, dije yo, més quiero el mal que tengo.» Entonces ella, encendiendo su her moso rostro en color, me dijo: «g¥ qué pierdes té en que seatios hermanos?» «Pierdo a mf y a vos», dije yo. «Yo no te entiendo, dijo ella, mas a m{ me parece ue slo serlo nos obliga a amaznos naturalmente.» «A mf sola vuestra hermosura me obliga, que antes esa hermandad paresce que me resftia algunas veces.» Y con esto bajando mis ojos de empacho de lo que le dije, vila en las aguas de la fuente al proprio como ella era, de suerte que donde guiera que volvia Ja cabeza, hallaba su imagen, y en mis entrafis, la més verdade, ra®. Y dectame yo a m{ mismo, y pesdrame que alguno pégs. 310.314). Abindarrdez quiere sélo set Troco con Ia esperanza de, que él despierte algin amor en Jazifa. ® En relacién con el pasaje de la fabula antigua, éte es uno de Jos trozos més afortunados en cuanto a Js condicién pla- tGnica de esta apreciacién de Ja belleza: “El, lugar comin de la poesia amorosa aparece expuesto con sorprendente rapidez: a) ima- ‘gen real que el enamorado ve junto 2 sf; 6) la imagen reflejada fen el agua; ¢) la imagen verdadera en Jas entrafias del alma. Esto Iega a decirse en forma extrema en el Cortesano, de Baltasar Cas- talons: «por aquella esalera cue tiene en ell mis bajo Je sombre de a hermowuta, sensual, y subanos per elle adelante aguel aposiento alto donde mora’la celestial, dulce y verdadera hermosura» (Madtid, C. S. I, C, 1942, pig. 382); y en cuanto al cortesano viejo «y aun con la fuerza ‘de la imaginacién se for. 17 me lo oyera: «Si yo me anegase ahora en esta fuente donde veo a mi sefiora, jcudnto mis desculpado mo- rirfa yo que Narciso!" Y si ella me amase como yo la amo, qué dichoso setfa yo! Y si la fortuna nos permi- tiese vivir siempre juntos, jqué sabrosa vida serfa la mial» Diciendo esto levantéme, y volviendo las ma- hos a unos jazmines. de que la fuente estaba rodeada, mezcléndolos con arrayén hice una hermosa guimalda y ponigndola sobre mi cabeza, me volvi a ella, coro nado y vencido. Ella puso los ojos en mf, a mi pates- cer mas dulcemente que solfa, y quiténdomela, la puso sobre su cabeza, Paresciéme en aquel punto més her- mosa que Venus cuando salié al juicio de la manzana®, y volviendo el rostro a mi, me dijo: «Qué te paresce ahora de m{, Abindarréez?> Yo la dije: «Parésceme que acabfis de vencer el mundo™ y que os coronan por reina y sefiora de él.» Levantdndose me tomé por Ja mano y me dijo: «Si eso fuera, hermano, no pet- digrades vos nada.» Yo, sin la responder, la seguf hasta que salimos de Ia huerta. Esta engafiosa vida trajimos mucho tiempo, hasta que ya el amor por vengarse de nosotros nos descubrié la cautela, que, como fuimos creciendo en edad, ambos acabamos de entender que tio éramos hermanos. Ella no sé lo que sintié al prin- cipio de saberlo, mas yo nunca mayor contentamiento recebf, aunque después acd lo he pagado bien. En el mismo punto que fuimos certificados de esto, aquel mard dentro ca sf mismo aquella hetmosuta mucho més hermosa que en la verdad no seré> (Idem, pdg. 389). *t Otra pieza del preciosismo dela expresién del trozo: alu: dicado a Ja fabula de Narciso, que mutié ahogado ea la fuente contemplando su propia hermosura, el moro contempla en. la fuente la belleza de Jatifa, impresa ‘por el amor en sa alma, de manera que queden ‘confundidas ambes naturalezes, © Se refiere al conocido episodio en que Juno, Minerva y Ve- snus se disputaron la manzana que habla de ser entiegada a Ia mas bella, segin ef juicio de Paris, tal como se encuentra a diversas pertes (comio en las Heroidas, XVI). (Baca ee GE G0 8 pina valiane omnis, ict amor wucdlicas, X, 69); recuérdese que antes habla dicho: «Mirela vencido de su hetmosuray (pag. 116). 118 ‘amor limpio y sano que nos tenfamos, se comenss a dafiar y se convirtié en una rabiosa enfermedad, que nos dutara hasta Ja muerte. Aqui no hubo primeros movimientos que escusar, porque el principio de estos amotes fue un gusto y deleite fundado sobre bien, mas después no vino el mal por principio, sino de golpe y todo junto: ya yo ienfa mi contentamiento puesto en ella, y mi alma, hecha a medida de la suya, Todo lo que no vela en ella, me parecla feo, escusado y sin provecho en el mundo; todo mi pensamiento era en ella, Ya en este tiempo nuestros pasatiempos etan dife- rentes; ya yo la miraba con recelo de ser sentido, ya tenfa invidia del sol que Ia tocaba, Su presencia’ sme lastimaba Ja vida, y su ausencia me enflaguescfa el co- razén™. Y de todo esto creo que no me debia neda porque me pagaba en la misma moneda™. Quiso la fortuna, envidiosa de nuestra dulce vida, quitarnos este contentamiento en la manera que oirds, El Rey de Granada, por mejorar en cargo al alcaide de Cértama, envidle a mandar que luego dejase aquella fuerza y -se fuese a Coin, que es aquel lugar frontero del vuestro, y que me dejase a mf en Cértama en poder def alcaide que a ella viniese, Sabida esta desastrada nueva por mi sefiora y por mi, juzgad vos, si algin tiempo fuisteis enamorado®, Jo ‘que podsfamos sentir, Juntémonos en tun lugar secreto a Iorar nuestro apartamiento, Yo la Hamaba: «Sefiora mfa, alma mia, solo bien mio», y cotzos dulces nombzes que cl amor me ensefiaba, «Apat- tandose vuestra hermosuta de mi, eternéis alguna vez memoria de este vuestro captivor> Aqui las ldgrimas y % De nuevo. se ha intensificado el drnato; después de las leves andforas de los dos pisrafos precedentes: odo y ya, la ante tesis presencie-ausencia va seguida de una disposicién én isocolon con una distribucién paralela sintdctica: sujeto-verbo-complemen- to, con el miembro comtin me, que marca la intensidad de la parglpacién subjetive. » tra antitesis: deber-pagar. ser que el afiadido del cuento de ls honra se hu- biese inspirado en esta condicional, que también traen los tex- tos de la serie Crbnica 119 sospitos atajaban Ins palabras, Yo, esforzé deci, melpatia algunas razones tusbachs de ate ect acuerdo porque mi sefiora Ievd mi memoria concise Pues jquign os contase las léstimas que ella hacia, aunque a mf siempre me parescfan pocas! Declame mil dlulces palabras que hasta ahora me suenan en las ores y al fin, porque no nos sintiesen, despedimonos con muchas ldgtimas y sollozos dejando cada uno al ote por prenda un abrazado, con un sospiro atrancado de Jas entrafias, Y porque ella me vio en tanta necesided y_con sefiales de muerte, me dijo: «Abindarréez, a-mi fe me sale el alma en apattarme de ti; y porque siento le ti lo mismo, yo quiero ser tuya® hasta la muctte; tuyo es mi corazén, tuya es mi vida, mi honra y mi hacienda; y en testimonio de esto, llegada a Cofn, dom de shora voy con mi padre, en teniendo lugar de ha. blare o por ausencia o indisposicién suya®, que ya lcseo, yo te avisaré, Inds: donde yo estuviere y alli yo te daxé lo que solamente llevo conmigo, debsjo de nombre de esposo, que de otra suerte ni tu lealted ni mi ser Jo consentirian, que todo lo demés muchos diss ha que ¢ tuyo.» Con esta promesa mi corazén se sosegs. algo y_ beséla las manos por la metced que me prometia, Ellos se partieron otto dla; yo quedé como quien, ca, mando por unas fragosas y Asperas montaias, se le ipsa el sol, Comencé a sentir su ausencia Aspere- mente buscando falsos remedios contra ella, Mitaby las ventanas do se solfa poner, las aguas do se baiaba, la cdmara en que dormfa, el jardin do reposaba Ja siesta *7 La repeticién de tuye (palabra clave et a gu clio oe ep de ana tm Stamos) seu *% La Cronica en sus dos yetsiones trae: «. ip hme 2 le sf i ts el desco reese solo sobre ia aussie de pale poe oe neat Brgpelon tnbien abe efertot dio te coon eee flee ei alt RE Sod a enon fe Suds can, gue ae balls co [or Cetera Tene 120 ‘Andaba todas sus estaciones“, y.en todas ellas hallaba representacién de mi fatiga. Vetdad es que la esperanza que me dio de Hamarme me sostenfa, y con ella en- gafiaba parte de mis trabajos, aunque algunas veces de Gerla alazgar tanto me causaba mayor pena y holgara que me, dejara del todo desesperado, porque la desespets- cidn fatiga hasta que se tiene por cierta, y la esperanza hasta que se cumple el deseo". Quiso mi ventura que esta mafiana mi sefiora me cumplié su palabra envidn- dome a lamar con una criada suya, de quien se fisba, potque su padre era partido para Granada, llamado del Rey, para volver luego. Yo, resuscitado con esta buena nueva, apercebime, y dejando venir la noche por salir mds secreto, piseme en el hébito* que me encontrastes por mostrat a mi sefiora el alegria de mi corazén; y por cierto no cteyera yo que bastaran cient caballeros juntos a tenerme campo porque trafa mi sefiora comi- g0, y si ti me venciste, no fue por esfuerzo, que no Marciana y Roma, El pos recuerda desde Ja «cdrcel» ¢ imagina Jo que habria sido hallarse en los Iugares donde tuvo su amor: cevisitaré os lugares | do. su. seforia estabe>, y exclams:, «ob, finiestras tan robadas, | oh, cdmara_tan despojada» (Cancionero ‘a Rome, ed. de Me Canal Gomer, Flotende, Sansoni, 1935, 11, pags, 2024), El gran acierto del” autor es ‘la referencia las, ‘aguas y al jardin, temas tan propios del ALAndalus granadino. 40 Andar las estaciones. Es uno de los cruces de Ja expresién religiosa y la profana en torno al tema del amor; Abindarréez Visita los lugares en los que vio a Jatifa —ventanas, aguas, cf mara, jardin— y en todos recuerda las circunstancias, y esto lo manifiesta valiéndose de la expresién religiosa «andar las esta- Goness, exstente ya en el mester de clerecie, usada por Cervan- tes varlas veces, sea, If ante una ¥ otra de’las representaciones de Ja Pasién del Seffor. Justamente con este mismo sentido de movimiento, a define Percivale en 1623 (A Dictionary in Spanish and English, ed. con las adiciones de Minsheu): «Also the ping from one church to another, in remembrance of Christ’s being ‘or remaining so long on Mount Calvary, so long in the garden, so long on the Cross, so long in the sepulchre.» 4. Aqui Abinderrdez usa de manera reiterada Ja antitesis espe- ranzadesesperanca pata toatestat sa angustiada sitacin, 42 Recuétdese Jo que se dijo sobre el sentido simbélico del color rojo vivo de los vestidos que Ievaba el moro cuando fue derrotado. 121 €s posible, sino porque mi corta suerte o la determina. cid del cielo quisieron atajarme tanto bien, Ast que considera ti ahora en el fin de mis palabras el ben gue perdi y el mal que tengo. Yo iba de Céttama a Coin, breve jornada, aunque el deseo la alatgaba moe cho, el mds ufano Abencetraje gue nunca se vio: iba a Mamado de mi sefiora, a vet a mi sefiora, 2 gozar de mi sefiora y a casarme con mi sefiora, Véome ahora he. ido, captivo y vencido" y lo que més siento, que el témino y coyuntura de mi bien se acaba esta noche, Déame, pues, cristiano, consolar entre mis sospitos, y no los juzgues a flaqueza, pues lo fuera may mayor te, net dnimo para sufrir tan riguroso trance “. Rodrigo de Narvéez quedé espantado y apiadado del estrafio acoatescimiento del moto y paresciéndole que para su. negocio ninguna cosa le podria dafiar més que la dilacién, le dijo: —Abindarréez, quiero que veas que puede més mi virtud que tu ruin fortuna, Si ti me prometes como caballero de volver. mi prisién dentro de tercero dla, yo te daré libertad para que siges tu camino, porque me pesarfa de atajarte tan buena empresa ® 3 De nuevo aqui una antitesis de situacién: el tiempo parado, cuando iba libre por el camino, y el tiempo presente, ahora, en que 'se encuentra prisionero. Esta antitesis de signiicacion ee encuentra complementada por la enumeracién acumulaiiva: @ Ibe mado, a ver, a gouar, a casar, de tipo ascendente, que culmina £0 Ja epifora seiiora, que se opone a los tétminos: berldo, cap tivo, vencido, todos ‘ellos enlazados por una ima eptfcra, Obst, Nee que este ctimulo retérico sirve para cecrar la exposicién de Abindarréez, “Los libros. de divulgacién senequista traen sentencias seme jentes; ast: «No hay prosperidad tan perfecta que descontenta, miento no haya> (Printera parte de las sentencias que hasta wane, trex tienpos..., obta citada, fol. vill). si.La conducta de Narvéez coincide con los preceatos rene- duistas; asf en cuanto a oftecer ayuda a los afligidos que la ne, cesitan: «Afflictis vero et fortius laborantibus, multo' libeaties suioveniet. Quotiens poterit, forinae intercede; ubi enim opibus potiuy utctur aut viribus, quam ad_testituenda, quae casey nee Balt» (Tratado sobre Ja clemencia, IL, VI, ed, Didot, pig, 351) Yen To de vencer. a le misma Fortuna: «Quid enim’ ates, wie 122 El moto, cuando Io oy6, se quiso de contento’ echar i de di 7 a 1 cig de Nate, a vor eto bic, habe be cho la mayor gentileza de corazén que nunca hombre hizo, y a mf me daréis la vida, ¥ para lo que pedis, to- mad de mf la seguridad que quisiéredes, que yo lo cum- ind. eo PEL aleaide llamé a sus escudetos y les dij: : —Sefiores, find de mi este prisionero, que yo salgo i rescate “, vos feron que ofdenase a su volontad. Y vomando a mano derecha entre las dos suyas al moro, le dijo: —zVos prometéisme, como caballero, de volver a mi castillo de Alora a ser mi prisionero dentro de terce- x0 dia? El le dijo: —S{ prometo. s [Bubs id con la buena ventura y si para wuestto ne gocio tenéis necesidad de mi persona o de otra cosa al- también se hard, : per idiciendat aaa tae’lo testadeecla' cette taraino) ee Coin a mucha priesa, Rodrigo de Narvéex y sus escude- ros se-volvieron a Alora hablando en la valentia y bue- del moro, : : mo fon la preva que el Abencerraje llevaba, no tardé mucho en llegar a Goin, yéndose derecho 2 la fortaleza, Como le era mandado, no paré fasta que hallS unt puerta que en ella habia, y deteniéndose allf, come fortius, quam malam fortunam retundere?» (dem, I, V, p& gina 333). : ae 8 Par se comprenda el gesto generaso de 7 hay ahe tet Sta gue enn eine 40, cue abn segui de Antequera, se acordé que: «.,.si hu) Saihe cisiano © imo, fenaide o 0 Tendldo y lege . tee, que ninguza de las pasts sea tenodo) de Jo tomar [1 4, sek ibe el dicho cabuvos y comprehenda exe julio ‘fon ceutivos de amas parts, eitianos y moro por igual» (véase sl estudl, Cuatro textos. 1957, pigs. 202203), Aunque To mis probable © que el autot no cqncise ios acuerdo, que, sin embargo, patente ef recuerdo del problema tan comin verio en’ Ia frontera. 123 a reconoscer el campo pot ver si habia algo de que guardarse y viendo que estaba todo seguro, tacé en ella con el cuento de Ja lanza, que ésta era la’ sefal que Le habla dedo la duefa. Lucgo ella misma le abtié y le ijo: —En qué os heabéis detenido, sefior mio? Que vues- tra tardanza nos ha puesto e gran confusién, Mi se- fiora ha rato que os espera; apeaos y subiteis donde est4. El se apes y’puso su caballo en un lugar secteto que all{ hall6, 'Y dejando lanza con su darga y cimitarra, lle. vindole la duefia por Ja mano lo més paso-que pudo por no ser sentido de la gente del castillo, subié por una escalera hasta Megar al aposento de la hermosa Jati- fa, que as{ se lamaba Ja dama, Ella, que ya habia senti. su venida, con los brazos abiertos le salié a rescebi Ambos se abrazaron sin hablarse palabra del sobrado contentamiento, Y Ja dama le. dijo: —éEn qué os habéis detenido, sefior mio? Que vues- tra tardanza me ha puesto en gran congoja y sobresalto. —Mi sefiora —dijo él—, vos sabéis bien que por mi negligencia no habré sido, mas no siempre succeden las cosas como los hombres desean. Ella le tomé por la mano y le metié en una cémara secreta, Y senténdose sobre una cama que en ella habfa, Ie dijo: —He querido, Abindarréez, que vedis en qué manera cumplen las captivas de amor sus palabras, potque des- de el dia que os la di por prenda de mi corazén, he bus- cado aparejos para quitfrosla, Yo os mandé venir a este mi castillo a ser mi ptisioneto, como yo lo soy vues- tra, y haceros sefior de mi persona y de la hacienda de mi padre debajo de nombre de esposo, aunque esto, se- gin entiendo, seré muy contra su voluntad, que como no tiene tanto conoscimiento de vuestro valot y expe- tiencia de vuestra virtud como yo, quisiera datme ma- $" Quitar, adesempeiiar una prenda»; Covarrubias en su Tesoro precise: «Quitangs, término de contadores, cuando pagan.» Jar fa se vale de la antitesis dar algo por prende-quitarlo, 124 rido més rico, mas yo vuestra persona y mi contenta- miento tengo por la mayor riqueza del mundo *. Y¥ diciendo esto bajé la cabeza mostrando un cierto empacho de haberse descubierto tanto, El moro Ia tomé entre sus brazos y beséndola muchas veces las manos por la merced que le hacia, Ia dijo: —Sefiora mfa, en pago de tanto bien como me habéis ofzescido, no tengo que daros que no sea vuestro, sino sola esta prenda en seiial que os rescibo pot mi sefiora y esposa®, ¥ Ilamando a Ia duefia se desposaron ®. Y siendo des- posados se acostaron en su cama, donde con la nueva experiencia encendieron més el fuego de sus corazones. En esta conquista pasaron muy amorosas obras y pala. bras, que son més para contemplacién que para esctip- tura, Tras esto, al moro vino un profundo pensamiento, y dejando Mevarse de 4, dio un gran sospito, La dama, no padiendo sufrir tan grande ofensa de su hermosura # Se plantea clatamente el tan novelesco motivo del amor por cleccién frente al, amor pot consejo de los padres, La versién de la Chrénica, 1561, es més explicita en esta parte; después de «... mi seiiora y esposa...», afiade: «Y con esto podéis perder el empacho que cobraste cuando me recebiste como tal. Y asf le dio un muy tico joyel que trala, y ella hizo lo mis- mo con . Y con esio acostéronse en la cama, donde con la nueva...» La versiéa de la Diana, 1562, oftece otta leccién pues en el pitrafo antes indicado sigue: «Y con esto podéis perder el empacho y vergtienza que cobrastes cuando vos me recebistes a mi, Ella hizo lo mesmo, ¥ con esto se acostaron en stt cela, donde con la nueva...» La versién de Villegas trae la duefia como testigo, y en las otras baste con la mutua palabra; la Chrdnica menciona Jes ptendes cambiedas, y Ja Diane, no. % Era frecuente que en los libros de caballerias se celebrasen asf Jos matrimonios, déndose la palabta ante la doncella, como ppasé en el caso de Peridn y Elisena, los padres de Amadis, con Datioleta; estas son las notmas’ del’ matrimonio clandestino, va lido pero ilfcito hasta 1564, en que en Espafia se adoptan los acuerdos del Concilio de Trento, que requiere Ja publicidad del sacramento, salvo en sefiaadas éxcepciones, Véase Justina Ruiz de Conde, Hl antor y el matrimonio Secreto en los libros de caba. Herias, Madtid, Aguilar, 1948. En esta parte, la obta se acerca alos libros de’ caballerfas, en especial al Amadis. 125 y voluntad, con gran fuerza de amor le volvié a sf y le 1 1 ‘Qué es esto, Abindarréez? Paresce que te has en- tristecido con mi alegria; yo te oyo sospirar revolviendo el cuerpo a todas partes. Pues si yo soy todo tu bien y contentamiento como me decfas, gpor quign sospiras?; y_si no lo soy, epor qué me engafiaste? Si has hallado alguna falta en mi persona, pon los ojos en mi voluntad, que basta para encubrir muchas; y si sirves otra dama, dime quién es para que la sitva yo"; y si tienes otro dolor secreto de que yo soy ofendida, dimelo, que 0 yo moriré 0 te libraré de él. El Abencerraje, corrido de to que habta hecho y pa- resciéndole que no declararse era ocasién de gran sospe- cha, con un apasionado sospito Ja dijo: —Sefiora mfa, si yo no os quisiera mas que a mi, no hubiera hecho este sentimiento, porque cl pesar que comigo traia, sufrfale con buen énimo cuando iba por mi solo; mas ahora que me obliga a apartarme de vos, no tengo fuerzas para sufritle, y ast entenderéis que mis No hay que ver en este caso posibles relaciones con Ia poligamia covinica, Las palabras de Janta se rfieren a Jn cll dad de su amor, que le puede Hlevar hasta el sacrifisio de amar ella cuanto ame Abindarcéez; este servicio de amor se halla deciarado también en la Diena, en donde Silvano, que ama asimismo a Diana, no pierde Ja amistad de Sireno, que era el favorecido de Ia ‘pst, y dice: «Pues no ext de tan jos ilates mi fe que. no siguiese a mi sefiora no, sélo en quererla, Sino en querer todo lo aue lla qusiesen (mj edict, Madeid, Espasa-Calpe, 1954, pag. 19). En una delicada obra-de Marla cde Francia (siglo x11), el Iai de Frene y Goron, hay un caso semejante de amor perfecto, que como en el Abéncerraje acaba felizmente. A Luis Jaime Cisneros, los suspiros del moro y su asociacién’ con otto” posible amor,’ le recuerdan los versos’ del conocido romance de Baldovinos: sSospiraste, Bildovinos, amigo a quien més querfa? © vos habéis miedo a moros, © adamades otra amiga, (Mar det Sur, Lima, 3, 1949, pag. 94.) 126 sospiros se causan mds de sobta de lealtad que de falta de ella; y porque no estéis més suspensa sin saber de qué, quieto deciros lo que pasa. in aise? le conté todo lo que habia succedido y al cabo a dij ~De suette, sefiora, que vuestro captivo lo es tem: bign del alcaide de Alora; yo no siento fa pena de la pri- sién, que vos ensefiastes mi corazén a suftir, mas vivit sin vos tendrfa por la misma muerte, La dama con buen semblante le dijo: —No te congojes, Abindarréez, que yo tomo el reme- dio de tu rescate a’ mi cargo, porque a mi me cumple més. Yo digo asf: que cualquier caballero que diere la palabta de volver a la prisién, cumplird con enviar el rescate que se le puede pedir™. Y para esto ponedle vos mismo el nombre que quisierdes, que. yo tengo. las aves de las riquezas de mi padre; yo os las porné en vuestro poder; enviad de todo ello lo que os pareiciere. Rodrigo de Narvéez es buen caballero y os dio una vez libertad y le fiastes este negocio, que le obliga ahora a usar de mayor virtud. Yo ‘cteo que se contentaré con esto, pues teniéndoos en su poder ha de hacer lo mismo, El Abencertaje [a respondié: ~—Bien parece, sefiora mia, que lo mucho que me que réis no os deja que me aconsejéis bien; pot cietto 0 cairé yo en tan gran yerro, porque si cuando venia a verme con vos, que iba por mi solo, estaba obligado a cumplir mi palabra, ahora, que soy vuestro, se me ha doblado 1a obligacién. Yo volveré a Alora y me pomé en las manos del aleaide de ella y, tras hacer yo lo que debo, haga €1 lo que quisiere®, Graciosamente Jarifa imita aquf el lenguaje de los trata: dos de, treguas, haciendo una ley para sf; compérase con los datos de Juande Mata Cattiazo: «Un alcalde entre los ctis- tianos_y los moros en Ia frontera de Granada», 1971, I, pégi- nas 85-142 S En esto se gula por el consejo senequista vulgarizsdo: «Por Ia manera que fueres obligado, por esa cumple» (Primera 127 —Pues nunca Dios quiera —dijo Jarifa— que, yendo vos a set pteso, quede yo libre, pues no lo soy. Yo quie- ro acompafiaros en esta jornada, que ni el amor que os tengo ni el miedo que he cobrado a mi padre de haberle ofendido, me consentirén hacer otra cosa. El moro, llorando de contentamiento, la abrazé y le dijo: siempre vais, sefiora mia, acrescenténdome Las met- cedes; hdgase lo que vos quisierdes, que asf lo quie- 10 yo. ee eee ce ceo eee dfa de mafiana se partieron llevando Ia dams el rostro cubierto pot no ser conoscida, Pues yendo por su camino adelante, hablando en di- vyersas cosas, toparon un hombre viejo; la dama le pre- gunté dénde iba. El la dijo: —Voy a Alora a negocios que tengo con el alcaide de ella, que es el més honrado y virtuoso caballero que yo jamés vi Jarifa se holg6 mucho de ofr esto, paresciéndole que pues todos hallaban tanta virtud en este caballero, que también 1a hallarfan ellos, que tan necesitados estaban de ella. Y¥ volviendo al caminante le dijo: rte de las sentencias que basta nuestros tiempos... obra citada, 1, gv). f en este lugar Villegas intercala un episodio que cuenta este vicjo a los amantes motos. Procede de un argumento desarrollado en diversas ocasiones por la literaiurs novelistica, en el que un caballero desoye los ruegos de amor de una es. 88 que se enamors de él por los elogios, que oy6 4 su marido, e hella « fines del siglo xin en un tratado de Walter Map, en wa Iai, en la vida del trovador Guilhem de Saint Didier, y_ en el libro de novelas TI Pecorone de Ser Giovanni, el Florentino, que pata J. P Wickersham Crawford (Un épisodio de Ei Abencerraje 'y una Novella de Set Giovanni, en Revista de Filologla Espatols, 10 (1923), pfs. 281287) es Ir fuente de Villegas, después de 1558. Me parece atin mejor, citar otra auiéelots semelante, refeida a don Manvel Ponce de. Leén, y contada ea el citado Libro intitulado el Cortesano, de Mila, pk gina 84, Sobre esta narracién afladida, véase mi articulo «Sobre el cuento de la honra...», 1964, en la ‘bibliograffa. 128 —Decid, hermano: gsabéis vos de ese caballero algu- na cosa que haya hecho notable? —Muchas sé —dijo €—, mas contaros he una por donde entenderéis todas las demés. Este caballero fue primero alcaide de Antequera, y all{ anduvo mucho tiem- po enamorado de una dama muy hermosa, en cuyo ser- vicio hizo mil gentilezas que son largas de contar; y aunque ella conoscfa el valor de este caballero, amaba a su marido tanto que hacla poco caso de él, Acontes- cié asi, que un dia de verano, acabando de cenar, ella y su marido se bajaron a una huerta que tenfa dentro de casa; y-él Ievaba un gavildn en la mano y lanzdndole a unos péjaros, ellos huyeton y fuéronse a socorrer a una zarza; y el gavilén como astuto tirando el cuerpo afuera metié fa mano y sacé y maté muchos de ellos, El caba- ero le cebs y volvié a la dama y Ia dijo: <¢Qué os pa- rece, sefiora, del astucia con que el gavilén encerrs los péjaros y los maté? Pues hégoos saber que cuando el alcaide de Alora“ escaramuza con los motos, asi los si- gue y asi los mata» Ella, fingiendo no le conoscer, le pregunté quién era. «Es el mds valiente y virtuoso ca- ballero que yo hasta hoy vi, Y comenzé a hablar de él muy altamente, tanto que a la dama le vino un cierto arrepentimiento y dijo: «jPues cémo! ¢Los hombres es- tin enamorados de este caballero, y que no lo esté yo de él, esténdolo él de mf? Por cierto, yo estaré bien disculpada de lo que por él hiciere, pues mi matido me fa informado de su derecho.» Otro dia adelante se oftes- cié que el marido fue fuera de a ciudad y no pudiendo Ja dama suftirse en sf, envidle Hamar con una crieda suya. Rodrigo de Natvéez estuvo en poco de totnatse loco de placer, aunque no dio crédito a ello acordéndo- sele de la aspereza que siempre le habla mostrado, Mas con todo eso, a la hora concertada, muy a recado fue a ver la dama, que le estaba esperando en un lugar secre % Esta narracién se observa que estd afiadida pues insiste en fos, mismos crores cronolégicos,del_angumento centtal: si bien indica que este Narviez fue el primer alcaide de Antequera, también lo sitia en Alora, despropésito histético. 129 to, y al ella eché de ver el yerro que habfa hecho y la vergtienza que pasaba en requerir aguel de quien tanto tiempo habfa sido requerida; pensaba también en la fama, que descubre todas las cosas; temia la inconstan- cia de los hombres y la ofensa del marido; y todos estos inconvenientes, como suelen, aprovecharon de vencerla més, y pasando por todos ellos, le rescibié dulcemente y le metié en su cémara, donde pasaron muy dulces pa- labras y en fin de ellas le dijo: «Sefior Rodrigo de Nar- véez, yo soy vuestra de aquf adelante, sin que en mi po- der quede cosa que no Jo sea; y esto no lo agradezcdis a mf, que todas vuestras pasiones y diligencias falsas 0 verdaderas os aprovecharan poco comigo, mas agrades- celdo a mi marido, que tales cosas me dijo de vos, que ‘me han puesto en el estado en que ahora estoy. Tras esto le conté cuanto con su matido hab(a pasado, y al cabo le dijo: «Y cierto, sefior, vos debéis a mi marido mds que a vos.» Pudieron’ tanto estas palabras. con Rodrigo de Narvéez, que le causaron confusién y atte- pentimiento del mal que hacfa a quien de él decla tan- tos bienes y apartindose afuera, dijo; «Por cierto, sefio- ra, yo os quieto mucho y os querré de aquf adelante, mas nunca Dios quiere que a hombre que tan aficiona- damente ha hablado de mi, haga yo tan cruel dafio, An- tes, de hoy més, he de procurar Ia honra de vuestro matido como la ‘mfa propria, pues en ninguna cosa le puedo pagar mejor el bien que de mi dijo.» Y sin aguar- dar mis, se volvié por donde habia venido. La dama debié de quedar burlada; y cierto, sefiotes, el caballero a mi parescer us6 de gran virtud y valentia, pues vencid su misma voluntad ®. En Ia sontencia que cl caminante desprende de lo que ha contedo, resuena la doctrina senequista: «Vencer_a s{ mismo gran virtud es» dice una de las sentencias de las Flores de SE hnece en la traduccién de Juan Martin Cordero (Amberes, 1555, fol. 40). La sentencia fue muy comin (véase mi estudio Cuatro textos... 1957, pig. 191), J. Gimeno menciona esta cita de Sé- neca: ela> la, Si bien se impaso la forma general de: Ia, Je antigua forma ela’ como el{¢] siguié uséndose en el caso de algunas palabras que comenzaban por a; en la onogratia actual su uso requiere que la a sea ténica, 133 prisibn, se vino con él y ast estan ahora los dos en mi poder, Suplicote que no te ofenda el nombre de Aben- cerraje, que yo sé que este y su padre fueron sin culpa en la conjuracién que contra tu real persona se bizo; y en testimonio de ello viven. Suplico a tu real alteza que el remedio de estos tristes se reparta entre ti'y mt. Yo les perdonaré el rescate y les soltaré graciosaméente; sélo hards td que el. padre de ella los perdone y resciba en ‘sw gracia,.Y en esto cumplirds con tu grandeza y hards To que de ella siempre esperé. Escripta la carta, despaché un escudero con ella, que Wegado ante el rey se la dio; el cual, sabiendo cia era, se holg mucho, que a este solo cristiano amaba por su virtud y buenas maneras. Y como la leyé, volvid el ros- tro al alcaide de Cofn, que allf estaba, y llaméndole apar- te le dijo: —Lee esta carta que es del aleaide de Alora. Y leyéndola rescibié grande alteracidn. El Rey le dijo: —No te congojes, aunque tengas por qué; sdbete que ninguna cosa me pediré el alcaide de Alora, que yo no Jo haga. Y ast te mando que vayas luego a Alora y te vyeas con él y perdones tus hijos y los Ileves a tu casa, que, en pago de este servicio, a ellos y a ti haré siempre merced. El moro lo sintié en el alma, mas viendo que no po- dia pasar el mandamiento del Rey, volvié de buen con- tinente y dijo que asf lo harfa, como su alteza lo man- daba, E Y luego se parti de Alora, donde ya sabfan del es- cudero todo lo que habla pasado y fue de todos resce- bido con mucho tegocijo y alegtia. El Abencetraje y su hija parescieron ante él con harta vergiienza y le besaron las manos. El los rescibié muy bien y les dijo: —No se trate aqut de cosa pasada. Yo os perdono haberos casado sin mi voluntad, que en lo demés, vos, hija, escogistes mejor marido que yo os pudiera dar. E| alcaide todos aquellos dias les hacfa muchas fies- 134 tas; y une noche, accbando de cenar en un jadi, Jes jo: —Yo tengo en tanto haber sido parte para que este negocio haya venido a tan buen estado, que ninguna cosa me pudiera hacer més contento; y asf digo que sola la honra de haberos tenido por mis prisioneros quiero por rescate de a prisidn, De hoy més, vos, sefior Abinds- rréez, sois libre de mé para hacer de vos lo que qui sierdes. Elllos le besaron las manos por la merced y bien que les hacfa; y otro dia por la mafiana partieron de Ia for- taleza, acompafiéndolos el alcaide parte del camino Estando ya en Cofn gozando sosegada y seguramente el bien que tanto habfan deseado, el padre les dijo: —Hiijos, ahora que con mi voluntad sois seffores de mi hacienda, es justo que mostréis el agradescimiento que a Rodrigo de Narvéez se debe por la buena obra que os hizo“, que no por haber usado con yosotros de tanta gentileza ha de perder su rescate, antes Je meresce muy mayor, Yo os quiero dat seis mil doblas zaenes; enviddselas y tenelde de aqui adelante por amigo, aun que las leyes sean diferentes ® Abindarréez le bes6 las manos, y toméndolas, con cua- tro muy hermosos caballos y cuatro lanzas con los hie- rros y cuentos de oro, y ottas cuatro dargas, las envié al aleside de Alora y le escribié asf: % El tomeo, de beneficios que aquf se establece se halla acorde con el espiritu senequista: uno de los grandes méritos de la Naturaleza es que la virtud sc extienda sobre todos: «ma- ximum hac habemus naturae meticam, quod virtus in omnium animos lumen suum permittit» (De beneficiis, IV, XVIL, ed. Di- dot, pég. 139). Los beneficios se dan y se reciben, y’ en este vaivén conviene ser el vencedor: (ident); véase J, Gimeno, 1972, pég. 20. 137

También podría gustarte