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La última

sinfonía DEL MAGO


EL MAR DE LAS GAVIOTAS

Víctor Hugo Arévalo Jordán


La última sinfonía del mago:
El mar de las gaviotas
Víctor Hugo Arévalo Jordán

La última sinfonía
del mago:
El mar de las gaviotas
ENSAYO POÉTICO
Premio Edición de Poesía
X Concurso Anual de Literatura
«Franz Tamayo» (1976)
1ª edición 1977, Editorial Casa Municipal de Cultura «Franz
Tamayo». Biblioteca Paceña - Nueva Serie. Publicado bajo el
título de «Poesías por el Concurso Anual de Literatura Franz
Tamayo». Impreso por Editora Proinsa. La Paz – Bolivia.

2ª edición 1993, Asociación San Jerónimo. Santa Fe –


Argentina.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta


publicación puede reproducirse, almacenarse o transmitirse de
ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico,
químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la previa
autorización escrita por parte del autor.

© 1977, por Víctor Hugo Arévalo Jordán

© Primera edición virtual y en papel, Ediciones del Sur,


abril de 2004.

Impreso en Buenos Aires

Hecho el depósito que marca la ley 11723

ISBN 987-20868-8-5

Distribución gratuita

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SOBRE EL AUTOR

VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN nació en Cochabamba, Boli-


via el 23 de diciembre de 1946. A la edad de cuatro años
se trasladó con sus padres a la ciudad de La Paz, donde
vivió hasta 1982 cuando, por razones de familia debió re-
sidir en la ciudad de Santa Fe, Argentina. Entre 1971 y
1973 se radicó en la costa del pacífico, en Mollendo, Perú.
En 1964 (bachiller egresado del santuario de Don Bos-
co), se inició en teatro, en un taller de los padres Maryk-
noll, que trabajaba en la Iglesia de San Pedro, con repre-
sentaciones dominicales de la vida de Cristo, que hacían
reflexionar a quienes observaban las escenas religiosas.
La máxima reflexión de este grupo fue “Murió por noso-
tros”, trabajo realizado sobre la vida, obra y milagros del
Cristo. Y que posteriormente fuera llevada a escenarios
naturales y al coliseo abierto de la Paz, Bolivia. Poste-
riormente (1965) trabajó con el estudio “Arte Dramáti-
co” que se fundó a iniciativa de algunos miembros del
Teatro Nacional Popular (TNP), donde desarrolló sus co-
nocimientos sobre este género. Arévalo trabajó con este
grupo llevando a escena obras como “Collacocha” del
peruano Enrique Solary, “Tres historias para ser conta-
das” de Oswaldo Dragún; “El canto del cisne” y “El ani-
versario” de Anton Chéjov; “El loco” de Nikolái Gogol;
“El socavón” de Hiber Conteris; “El Diablo se fue al dia-
blo” de Guido Calabi Avaroa; “El cuento del zoo” de Ed-
ward Albee; y “La azotea” de Sergio Suares Figueroa. En
este periodo “Arte Dramático” presentó en las Primeras
Jornadas Julianas (La Paz) “El hombre de sombrero de
Paja”, con la cual ganó el premio nacional a la mejor pre-
sentación, Arévalo Jordán protagonizaba el papel de
Margal. Dejó el teatro después de escribir varias obras,
entre ellas, “La puerta” y “El Apocalipsis”. Desde esta
época, se propuso mantener un perfil bajo, lo que logró
hasta el presente.
La puerta. Originalmente concebida como novela,
fue posteriormente adaptada al teatro y obtuvo un pre-
mio nacional en el “Concurso Literario Franz Tamayo”,
auspiciado por la Alcaldía Municipal, el año 1968, en La
Paz. Esta comedia, reconocida en toda América, tiene un
carácter socio-existencialista que trata de sacar a flote
los problemas y pasiones de una familia sometida a for-
mulismos educacionales. La obra se estrenó en Lima en
el teatro “La Cabaña” por el grupo teatral “Ayar”. En 1973
fue presentada por otro grupo en Santiago de Chile en
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Na-
cional. El golpe de estado los sorprendió, pero lograron
salir de Chile. La pieza teatral fue presentada posterior-
mente en Buenos Aires, por el elenco peruano “Ayar”.
Dirigido por Edmundo Tipacti, este grupo presentó va-
rias obras del autor que nos ocupa, entre ellas el “Ré-
quiem”, “Reír”, tanto en Lima (Perú) como en algunas ciu-
dades del Ecuador.
En la ciudad de Lima fue premiado por el Palais Con-
cert, en mérito al éxito que obtuvieran estas dos obras:

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La puerta y Réquiem, donde obtuvo el Boletín de Pla-
ta, y fue invitado a la ceremonia anual que organizaba
Palais Concert para premiar a destacados autores ex-
tranjeros. Además de las dos piezas teatrales citadas es
autor de otras nueve: “Los inadaptados”, “Semillas en
arena”, “El último juego de la última cena”, “El plazo”,
“La patética”, “El Apocalipsis”. Continuó contribuyendo
con poemas y relatos en la prensa nacional.
Los Augures. Una primera versión fue escrita en
1968, cuando Víctor Hugo decidió alejarse del “ruidanal
mundo”, y se internó en el agreste altiplano. Trabajaba
como profesor rural, en una localidad situada a 4.500 me-
tros de altura, en Umala, a 20 km de “Patacamaya”, una
estación ferroviaria de cierta importancia. Una parte de
esta monumental obra fue presentada bajo el nombre de
“El Apocalipsis” como poesía escenificada en tres par-
tes, en la que había que reunir varias artes como coro,
orquesta, ballet y declamación teatral. Se la consideró
modernista, dada la influencia de la corriente cultural
de los años ’60, que cubría a Perú, Chile, México, Argen-
tina y Haití.
El “Apocalipsis” de Arévalo Jordán se constituye en
una constante incorporación del eterno al contingente.
Y, por otro lado, a la abstracción de las dimensiones de
tiempo y espacio que suprimen la perspectiva de los pla-
nos y su desplazamiento histórico-mítico, confundidos
todos en una súper-realidad, apenas una línea tangen-
cial que delimita lo invisible por lo visible. Pero no se
trata del súper-realismo en el sentido de la escuela fran-
cesa, hay constante de la fuerza, de la inteligencia y del
corazón, denominado el tumulto de las fuentes del sub-
consciente. Poesía muy de católico, terriblemente cons-
ciente del pecado original, que trata de ser purgado con

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un fulgurante amor por sus semejantes y las cosas de la
Creación.
Para los años ‘70, Arévalo Jordán figuraba en la Bi-
bliografía Nacional Boliviana de Luis Raúl Duran.
En 1976, La última sinfonía del mago: El mar de
las gaviotas. Poesía. Fue premiada en el X Concurso
Anual de Literatura “Franz Tamayo” El jurado estuvo
integrado por Berta A. De Alvéstegui, Yolanda Bedre-
gal, Oscar Cerruto, Oscar Rivera Rodas y Norah Zapa-
ta-Grill.
Ha dicho su prologuista Carlos Urquizo Sossa:

La última sinfonía del mago: El mar de las gaviotas


presenta una constante de añoranzas marinas. Su inspira-
ción se remonta en alas de gaviotas, sobre el viento en el de-
sierto, cual si se tratara de un viaje eterno, que renace en
la magia del paréntesis y la esperanza, que retorna al vacío
de la sombra y la soledad de una muerte que no es tal.

En 1977 publica por sus propios medios Soledad, hoy.


Poesía. Periodo en el que alterna con miembros del Gru-
po “Prisma” de Bolivia, en el que confluyeron notables
escritores como Pedro Shimose, Yolanda Bedregal, Gui-
do Calabi, Guido Orias y Julio de la Vega, Estos dos úl-
timos alentaron permanentemente el trabajo de Aréva-
lo Jordán.
La columnista de “El diario”, matutino de La Paz, Boli-
via, Isabel Muñoz Reyes comenta que:

Al iniciarse la vanguardia, coincidiendo más o menos


con la segunda guerra mundial, los poetas decidieron revo-
lucionar por completo el sentido de la poesía; ya no se trata-
ba de buscar una armonía en el ritmo, una combinación de
sonidos buscando la rima, ni siquiera un esfuerzo por embe-
llecer el idioma a base de juegos de palabras e idealización.

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No es la forma lo que interesa, sino solamente el men-
saje que se puede exponer en forma directa y concreta.
El lirismo como expresión íntima del corazón, cobra una
importancia muy grande, desaparece la idealización de la
mujer y el paisaje muestra un realismo severo, casi agresi-
vo. La denuncia social, el tenebrismo y la melancolía, son
las armas favoritas de los poetas de vanguardia. Se trata de
mostrar al hombre como víctima del ambiente y la soledad.
V.H.A.J. ha conseguido con este cambio en el sentido de
la poesía, una obra densa, embellecida con una serie de fi-
guras literarias que son dignas de un análisis más severo.
Con acertadas palabras, V.H.A.J. da nueva vida a te-
mas muy antiguos como la soledad, la melancolía y el amor.
Sus metáforas son límpidas y aunque un poco arriesga-
das, embellecen notablemente sus poemas.
También el tema de la “muerte” de Dios, de la incomu-
nicación del hombre y su desconsuelo ante un destino sin
sentido, está presente en este pequeño libro.

Ha dicho René Pomarino de la Universidad de Salta,


Argentina:

La poesía de Víctor Hugo Arévalo Jordán se despliega


en medio de un ámbito teórico-concreto de la realidad totali-
zante, reflejándonos de una manera casi mítica la transfor-
mación de un mundo conflictivo a un mundo humano. Se
observa la identificación plena con la naturaleza recogiendo
de ella símbolos y objetos para adecuarlos a una determina-
da imagen pensante, logrando así una definición más con-
creta de su vivencia con la experiencia crítica.
Como producción humana es poesía, es creación y es una
confesión íntima que tiene caracteres universales y nos hace
ver que el cosmos en directa relación con el actuar del hom-
bre, guarda signos de dolor al encontrarse impotente en su
soledad y sujeto a las transformaciones naturales. Su poesía
es objetiva, una posición realista; pero el horizonte en cuya
dirección se proyecta el núcleo de su concepción es necesa-
riamente filosófico; por la sencilla razón de que no se capta
de inmediato su manifestación si no es acomodándose en una

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posición dialéctica-reflexiva entre el sentir humano y su na-
turaleza.
En suma, la presente obra constituye un gran aporte al
lenguaje literario y al entendimiento de la filosofía poética
sobre todo al empleo de nuevas formas de expresión y consi-
guientemente a nuevas concepciones de carácter ontológico.

En 1978 sale a la luz La noche de los elegidos. Ha


dicho Virginia Reyes, periodista de “El diario”, de La Paz,
Bolivia:

Es una pequeña obra de tipo alegórico. Todos los elemen-


tos en juego son simbólicos. Los dos protagonistas, Runa Sua
y Luntata, son los dos aspectos del alma del hombre. Runa
Sua es el lado negativo, el odio, el rencor, el egoísmo; en tanto
que Luntata representa al amor, a la sensibilidad espiri-
tual.
El tema central, la disputa por el fuego, es la lucha pe-
renne que sostiene el hombre en cada minuto crítico de su
vida. Como leit-motiv se habla de “la noche de los elegidos”
y el ladrón de almas no puede ser otro que Cristo. Con esto
ha conseguido una obra de fondo alegórico semejante a las
“Moralidades” de la Alta Edad Media, pero adaptada a nues-
tras costumbres y a nuestro lenguaje.

En 1982, publica Geometrías del dolor, en Santa


Fe. Argentina. Las geometrías del dolor se estructuran
en tres partes. En la primera de ellas el poeta parte de
las geometrías del pasado, accediendo al juego de los re-
cuerdos en un viaje de ida y vuelta. En esos recuerdos
subyace lo ancestral identificado en la sombra materna,
donde fugacidad y eternidad, permiten el despertar an-
gelical, que posibilita la interpretación de la oscuridad
de las sombras, a través del temor que ellas engendran.
El temor se corporiza en el temor hacia esas sombras,
disipadas a partir del juego concéntrico de una taza blan-
ca de café, donde paisaje, jardín y gato muerto necesitan
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ser consolados. Cielo y mundo. Mundo y cielo intercambian
elementos: nube blanca, verde e inocencia. La amistad,
el amor, la vida y la creación.
En las nuevas geometrías la culpa de la existencia y
el tiempo se amontonan, siendo sólo liberados por la exis-
tencia del amor.
En la fisiología de las geometrías el poeta se reencuen-
tra consigo mismo y con la soledad del mundo, la nada y
el tiempo.
En 1985 se lo ve acompañando a Luis Di Filippo, jun-
to a Edgardo Pesante, Adrián Escudero, Catalina Pisto-
ne, Nilda Vincentín y otros, conformando la Comisión
Directiva de la Asociación de Escritores de Santa Fe.
En 1989 se edita definitivamente Génesis. La pro-
loguista María Isabel Copes dice con referencia a Géne-
sis:
Estamos ante un nuevo poema de la Creación: en parte
síntesis de todas las cosmogonías, las imágenes dominantes
devienen de los mitos indoamericanos.
También está presente la moderna cosmogonía de la cien-
cia a través de su terminología específica, amalgamándose
sin riesgos de disonancia con los nombres sagrados de todos
los dioses de los orígenes más predominantes de la actuali-
dad.
El trabajo es un resultado del conocimiento intelectual
y de la compenetración emocional con los valores de las tra-
diciones más antiguas y arraigadas, de los pueblos que han
dado la matriz de las actuales culturas, nos encontramos
con un universalismo de nuevo cuño, en el que la cosmogo-
nía de las ciencias adquiere una nueva dimensión existen-
cial, transformándose ella misma en un nuevo mito de Crea-
ción, en el que anida también la destrucción, como en todos
los mitos fundacionales de las antiguas civilizaciones, como
en un moderno mito Fundacional de nuestra actual civiliza-
ción.

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En 1991 el Banco BICA imprime una plaqueta con
poemas de Arévalo Jordán, acompañado de Danilo Doy-
harzabal, Belkis escudero, y Alba Yobe de Abalo.
En 1992 la Asociación Cultural Maya publica Recuer-
dos y silencios, en Santa Fe, Argentina. La prologuista
Nora Didier de Iungman ha dicho:

El poeta es aquel que no ha olvidado lo que es sentir, y


su poesía es aquella que produce una emoción clara; en ella
vale el término de Paul Valery “sensación de universo”. Ahon-
dar el discurso lírico es, entonces, sentir su sentido, porque
la palabra poética encamina a sus receptores hacia las sen-
saciones, las emociones, la conmoción estética, una especie
de relámpago que se desliza sinuoso, a lo largo del hábeas
poético.

En 1993, sale a la luz Testimonio. Poesía. Auspicia-


do por la Asociación Cultural San Jerónimo. Se presen-
tó este libro en la IV Feria Santafesina del Libro. En esa
ocasión dijo Adrián Néstor Escudero:

Testimonio es la renovada epopeya del Hombre que, asu-


mido como semilla de cruz, batalla y libra el buen combate
en las fronteras de su propio espacio-tiempo “Siglo veinte,
siglo veinte, viviendo en una sola noche/ desde el nacimien-
to hasta el fin”, sin perder la fe, ni la esperanza ni la gene-
rosidad en su trato con los semejantes, confiado en que la
misericordia del Creador. También se renueva eternamen-
te, en un diciembre sin tiempo, sin edad...

Todos estos años, se han realizado segundas y hasta


terceras ediciones de estos libros.

EL EDITOR

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PRÓLOGO

ENCONTRARNOS con La última sinfonía del mago: El mar


de las gaviotas, es adentrarnos en el supremo anhelo del
hombre: la creación y la inmortalidad. Allí es donde lo
eterno y lo efímero, el cielo y la tierra, el mar y el de-
sierto, propiamente se funden y al mismo tiempo se re-
chazan como seres que descubren lo mismo y lo contra-
rio, el hoy y el ayer y sin saberlo sirven al Mago, al Su-
premo, al Dios, al principio, al origen, al mismo Creador
de todo lo dado.
Víctor Hugo Arévalo Jordán, de manera casi mági-
ca, buscando en esta obra encontrarse con su Esencia y
alejarse de aquello que lo hace sentir condenado, por ser
mortal y humano, nos guía a través de sus metáforas ple-
nas y al mismo tiempo tan crudas, por un sinuoso cami-
no circular que parte desde un epitafio universal, para
llegar al mismo centro de su hacer poético, redondo, mís-
tico y transparente:
L
A
R
G
O
epitafio de la Hermana lluvia
sobre mi Cruz, éste que signa así:

Yo soy el viento que silba en el desierto


agua que moja las vestiduras,
fuego que arde en los corazones blancos,

Es el poeta-hombre unido a los principios universa-


les: él es el mismo viento, es el agua, y es fuego, para lue-
go también descubrirse tierra-pachamama y paralela-
mente sentirse nadie-todo-muerte:

así soy nadie


soy todo,
soy la muerte que descansa.

Y desde este costado comienza su viaje:

Mi viaje es eterno.
Río de lo que soy,
de lo que fui,
convencido eternamente de mis Nueve Caminos,
que son sueños, que son ironía.

Su viaje eterno, donde busca sus raíces, bucea y se


decreta hijo de los cóndores, para situarse en la cima del
tiempo, naciendo inmortal, hijo de la madre naturaleza:

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Mi vuelo es alto porque soy nacido de
los cóndores: y mis antepasados volaron más alto, llenos
de oro que sirvieron para adorar los dioses del espacio.

inserto en un tiempo que sufre y que asume como cons-


tante devenir eterno, aunque para él siempre es tarde:

pero, muere la vida en la pompa del tiempo, y hoy, que es


tarde, siembro rosas, mañana, que es tarde, sembraré es-
pinas... celestial sendero del tiempo que pisan mis san-
dalias.

Tiempo que va transcurriendo y siendo creado como


un sendero que cada noche parece morir:

La noche es negro pan de miseria

Pero con la certidumbre de que “no todo muere del todo


para renacer”. Sólo lo sobrevivirá su canto, su última
sinfonía, porque la soledad sólo le permite vivir de los
recuerdos, aunque con dolor nos confiesa confundido:

Canto vacío,
sin esperanza,
hoy,
que me encuentro contigo.
Soledad,
hoy,

que todo es recuerdo,


silencio,
árbol destruido.

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Tu ausencia es mi nada en mi sombra.
Nadie es mi esperanza,
nadie es mi sueño perdido.

Soy el que fue recuerdo,


el que fue la Nada...

Llevo mi vacío de muerte


perdido en el mágico cosmos.

Por todo esto se atreve al gozo, al deseo mortal, a “no


envejecer”, porque para todos el tiempo transcurre, pero
para el Mago no, porque es poeta... Trampa que se tien-
de a sí mismo en este juego entre el ser —el dejar de ser—
y el no ser en el cíclico tiempo eterno que dura la sinfo-
nía.
En este marco portentoso en el que el poeta plantea
su eterno vivir, el mar es un todo, que desemboca en el
océano azul que también es un transcurrir, que consue-
la, que calma, que construye, que perdura, pero que por
sobre todas las cosas es eterno, él es el que lo contiene,
el que le da su historia, el que quitó la máscara, el que
le saló la verdad:

Lástima,
que las olas corren hacia abajo,
hacia el tiempo,
hacia el mar:
y
se llevaron las ondinas mi historia triste,
mi recuerdo,
mi silencio que rueda
hasta el océano verde-azul.

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Las olas saludan mi canto.
Tu sueño,
Mi historia,
Tu dolor de Gaviota.

El mar con su amor salado


guarda mis recuerdos
y mis quejas
en blanco caracol.

Mi canto es una perla


de tu sueño.

He surgido como las olas,


de la nada,
un Domingo de flojeras amontonadas.

Viví mucho tiempo


en el viejo Nido de la Casa Grande,
entre animales míticos
y misterios de la Madreselva.

Viví mucho tiempo


lleno de ensueños infantiles,
de estrellas azules y rosas,
de cantos añorados en mi Primera Soledad.

Viví mucho tiempo engañado


de tantas cosas que han dejado de ser,
y
de tantas cosas que no son ahora.

Y todo aquello que ha dejado de ser, es lo que sus re-


cuerdos encierran en “la vieja cabaña que siempre ha sido

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hembra” y donde está encerrado lo inmemorial, el prin-
cipio, lo que fue perfecto, como si fuera el principio mis-
mo de todo, el principio de la misma nada, el origen y sus
antepasados transidos de muerte. Esa cabaña que fue
siempre hembra parece haberlo parido:

Vengo desde los tiempos inmemoriales,


(...) Vengo de los pies de la vida, sumiso, lamiendo humil-
de la tierra, por eso soy el Agua que moja las vestiduras.
Tengo las manos heridas de la Obra.

Obra que resulta creada por el mismo poeta, él es el


hacedor, el mago, el principio, el origen, y allí mismo lue-
go de sentirse nacido, de sentirse parido, el viento su
hermano, ése que es todo como él mismo, un elemento
natural más, le precipita una “gaviota-mujer”, que cae
en lo profundo de sus sueños. ¿Es acaso la mujer sueño-
creación? O ¿es el mismo misterio profundo como lo es
el propio Mago de la palabra, o el mismo mar?

Fue en aquel tiempo cuando la ráfa-


ga de mi hermano Viento, precipitó a tierra una Gaviota-
Mujer, morando mis sueños. Cayó en el fondo de mis sue-
ños para transformarse en Virgen de los Profundos Mis-
terios.

Todo era naturalmente perfecto ¿Perfecto? Aparece


su opuesto, su mitad, su contrario, su convexo. Allí está
la gaviota-mujer, la mujer evocada, soñada, con “los ojos
morenos del ayer”, pero ese ayer no significa para ella
inmortalidad. La mujer es casi una duda, quizá un em-
brujo del hechicero, es el temor a lo desconocido.

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Ella tenía los ojos morenos del ayer. Lle-
vaba en su rostro las luces de las estrellas, en su cuerpo la
ondina misteriosa deseada de la Mitología. Con el viento
vino, con el viento se irá, Gaviota Morena, hubo momentos
en que dudé de tu existencia. ¿Aire? ¿Esencia? ¿Fuego di-
luido? Gaviota morena, con el viento te irás. Nacieron tus
ojos en el mar de los silencios, con brillos selenitas dejan-
do sueños desparramados.

La mujer es la que nació de la magia, pero también


la que produce el desequilibrio ancestral...

Vino la fuente del Temor,


la tormenta de la madurez llegó
junto con Afrodita
—que nació en la magia—
y murió todo.

La mujer-gaviota-morena es temporal, envejece, es


un experimento y flota en la imagen del mago...

Marioneta sensible de los ojos more-


nos: ya sólo en ti siento llorar los vidrios fundidos de los
antepasados, el cantar de la noche y la luna, el alegre ru-
mor del mar que sale de tus labios. Eres algo mío y eres
mi vacío de los siglos, eres mi condición pero tú envejeces,
yo soy según mi deseo.(...) Partirás, y pronto como un sue-
ño flotando en el infinito. Te formarás como una rosa es-
pacial, bella y trágica, cual amor

cual vida,
cual infinito amado, muy lejos del olvido.

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Así es la mujer-gaviota para el mago, única, soñada,
que recupera el aspecto humano sólo por un instante, la
mujer es un día, un momento, para luego morir-transfor-
marse-desdibujarse, para ser recuerdo, para ser gaviota
que no comprende o que no intenta comprender el len-
guaje del mago creador, del mago inmortal, porque ella
es en esencia humana-ave-mortal, porque la mujer es tie-
rra, es polvo, es la que nace del polvo y al polvo vuelve,
porque no se atreve a la miel eterna, es sensible-mujer
que reconoce en el Mago a su creador.

Mis lágrimas se mezclan con tu carne


y tu sangre, eres el polvo al cual vuelves. Soy un Hombre,
Guerrero de la Vida, el Mago con oídos fantasmas y sue-
ños de vivos y de muertos (los muertos sueñan), la tierra
es así. El agua es como la vida, pero también es como la
muerte.
La lluvia, la nieve, mis lágrimas y las
gotas de mar, todo lavan con la muerte. Hombres y Dioses
son bañados.

¿Será que el mar, el todo, al final nos iguala? Ese mar


¿Será la muerte?...
El mago vuelve al agua que es su origen, vuelve al mar
que es su padre... ¿Puede acaso la gaviota-mujer acom-
pañarlo?...
Tierra-agua-hombre-mujer-vida–muerte-mortali-
dad-inmortalidad-poeta. Todos elementos del mismo
mundo, donde “La última sinfonía” fue dibujada y canta-
da, donde los elementos-hermanos naturales, se conju-
garon para cerrar el ciclo del Poeta, en un símbolo uni-
versal, gigante y polifacético...
La Cruz del poeta que Víctor Hugo Arévalo Jordán
carga sobre sus hombros, desandando su propia existen-

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cia, en un lenguaje que brota desde el alma misma del
poeta, descubriendo en cada verso, adjetivos que dignifi-
can, metáforas que taladran los sentidos...
Ha sido un honor para mí el haberme encontrado con
“La última sinfonía del mago”, de manera inocente,
adentrándome en los misterios de un cosmos, de una sin-
fonía tan bien hilvanada en el mar de las gaviotas...
Una gaviota más.

Prof. CLAUDIA SUPPO

21
PRÓLOGO

LA ÚLTIMA sinfonía del mago: El mar de las gaviotas de


Víctor Hugo Arévalo Jordán, presenta una constante de
añoranzas marinas. Su inspiración se remonta en alas
de gaviotas, sobre el viento en el desierto, cual si se trata-
ra de un viaje eterno, que renace en la magia del parén-
tesis y la esperanza, que retorna al vacío de la sombra y
la soledad de una muerte que no es tal.
Alma glacial e infinita que vaga sobre el centenario
vitral de las olas perdidas, su pena se queda en la arena,
cerca del mar y del tiempo rebosante de tormentas, por
eso ama la brisa y las aves migratorias, el agua que moja
la piel de la mujer-ave-morena y el alegre rumor mari-
no que escapa de sus labios, por eso su nostalgia tramonta
montes, acantilados y el clamor de vientos, para vibrar
ante el hechizo de una nueva morada en la orilla de un
universo, que ya no asfixia ni es coágulo libado en el do-
lor.
El estrépito de su prosa versificada, ruge con tauma-
túrgicos alientos, sobre la orgía plateada que quema las
playas como la piel de mujer desnuda, dejándonos entre
venas, amargo dolor de pecado mortal: el despojo marí-
timo.

CARLOS URQUIZO SOSSA

23
ÍNDICE

Sobre el autor ................................................................ 5


Prólogo, por Prof. Claudia Suppo ............................... 13
Prólogo, por Carlos Urquizo Sossa ............................. 22
Mi viaje es eterno ......................................................... 28
Paréntesis abierto en tu ausencia ............................... 30
Un suave encanto envuelve ......................................... 32
Calló mi voz ................................................................... 33
La tormenta se acerca .................................................. 34
Me siento al borde de las aguas .................................. 35
Recuerdos ...................................................................... 37
Nació entonces el mágico lenguaje ............................. 40
Yo nací un día de oscuridades ..................................... 43
Calzados de barro ......................................................... 45
El interior de la cabaña ................................................ 49
Mi razón y mi locura ..................................................... 52
En las paredes cuelgan animales ................................ 55
Sondearon tus ojos ........................................................ 57
La Gaviota me cuenta ................................................... 61
Me quedo en las orillas ................................................ 64
Habla .............................................................................. 67
Sombrío silbó el viento ................................................. 70
Quiero estar solo .......................................................... 75
Calmada la noche .......................................................... 78
La puerta se abrió misteriosamente ........................... 81
Mi último canto ............................................................. 83
Soy el peregrino que era .............................................. 87

25
Lamentando el pasado y con espe-
ranzas para el futuro, sin jamás sen-
tirme satisfecho del presente: Así es
como se pasa mi vida entera...

PIOR ILICH TCHAIKOVSKI


En una carta a Anatolio,
Agosto 1878
L
A
R
G
O
epitafio de la Hermana lluvia
sobre mi Cruz, éste que signa así:

Yo soy el viento que silba en el desierto


agua que moja las vestiduras,
fuego que arde en los corazones blancos,

así soy nadie


soy todo,
soy la muerte que descansa.
MI VIAJE ES ETERNO

Mi viaje es eterno.
Río de lo que soy,
de lo que fui,
convencido eternamente de mis Nueve Caminos, que son
sueños, que son ironía.

Camino por la Vida, y soy el Herma-


no Viento que silba huyendo del día sin bautizo. Mi vue-
lo es alto porque soy nacido de los cóndores: y mis an-
tepasados volaron más alto, llenos de oro que sirvieron
para adorar los dioses del espacio; llenos de oro que sir-
vieron para adorar los atavíos de los sacerdotes que ful-
guraban como el Dios Inti, y las mujeres de mis antepasa-
dos los amaron porque su vuelo era alto. El oro no com-
praba la gratitud ni el amor de las mujeres; pero, muere
la vida en la pompa del tiempo, y hoy, que es tarde, siem-
bro rosas, mañana, que es tarde, sembraré espinas... ce-
lestial sendero del tiempo que pisan mis sandalias. Paso
ignorando mi siembra, tal vez un día las recuerde, como
esta tarde invernal, fría, gris, triste como todas las tar-
des del mar.

Paseo por las orillas entre el valor del


recuerdo y me encuentro anocheciendo en mi soledad,
muere el día,
muere la alegría y el dolor,
muere el sentimiento y la razón;
muere también el placer. Golpeo la Hiedra y corto
las ramas sin morir, porque no todo muere del todo para
renacer.

Tiemblan mis dedos cubiertos de ta-


tuajes y magias ancestrales. Y canto mi historia, espero
que haya idea común, porque los tiempos se mezclan en
mi memoria. Conozcan mi canto, porque yo me voy, mas
quedará mi canto triste, llegarán los nuevos soles y sin
embargo lloro.

Llegarán las nuevas nubes y sin em-


bargo lloro, dejaré mi jardín y las lluvias, las flores y los
verdes prados, mis cantos serán mis testimonios; debe-
ría estar alegre de poder cantar y sin embargo lloro.

29
PARÉNTESIS ABIERTO EN TU AUSENCIA

Paréntesis abierto en tu ausencia,


tórnase soledad sin nombre,
sin hora,
sin sueño,
sin canto rodado.

Hoy,
que me encuentro con tu recuerdo,
SOLEDAD vestida de angustia,
de aire comprimido en los huesos;
—vieja sombra de la vida—,

perfume del tiempo Muerto,


Luz sin camino,
Canto vacío,
sin esperanza,
hoy,
que me encuentro contigo.
Soledad,
hoy,

30
que todo es recuerdo,
silencio,
árbol destruido.

Tu ausencia es mi nada en mi sombra.


Nadie es mi esperanza,
nadie es mi sueño perdido.

Soy el que fue recuerdo,


el que fue la Nada....

Llevo mi vacío de muerte


perdido en el mágico cosmos.
Y ahora
¿qué hago sin ti,
SOLEDAD?

31
UN SUAVE ENCANTO ENVUELVE

Un suave encanto envuelve —en esta


soledad— los árboles erguidos de verdes hojas. Un arru-
llo sube —clamoreando en el aire— del fondo del Ser
Infinito. Sutil brisa acaricia alrededor. Anochecen mis
penas. Todo muere despacio y triste. Vida que luchas por
no envejecer. Pero yo no puedo transcurrir, no puedo
envejecer. Sin embargo, todo es tan tranquilo a mi alrede-
dor. Es el tiempo de persecución. Se avizora la Galaxia
de Gaviotas Viajeras. Luminoso silencio de gotas que se
deslizan por mi rostro, salpicadas de orillas del mar.

32
CALLÓ MI VOZ

Calló mi voz
en la Noche de los tiempos.
Y brotó mi soledad
en mi propio silencio.

Llevo mis sueños


por los horizontes arcanos
y
contemplo por última vez
mi dolor y mi pasado.

33
LA TORMENTA SE ACERCA

La tormenta se acerca pesada por el


horizonte, destroza el poniente y sus luces candentes,
llega el viento sin doctrina, pasea el río sin factura, sal-
pican las gotas sin sentido común como granos dispersos
de quienes me cruzan sin saber...! Jardín blanco y Azul, tan
mío como yo, tan vacío como mi pensamiento.

En mi profundo latido, nigromante


compás vagamundo, entre piedras que me rodean los pies,
bajo mi gesto apacible en mi túnica enroscada de penas,
dejo mis llantos en la arena.

¿Soy el río?

Me siento con mi soledad sin hijos y


descanso sobre la pena de recuerdos,
cerca del mar,
muy cerca de los sueños de espuma. Pausa de ola enter-
necida y tiempo austero.

34
ME SIENTO AL BORDE DE LAS AGUAS

Me siento al borde de las aguas


y
las olas del mar escucharon
mi lamento solitario.

Lástima,
que las olas corren hacia abajo,
hacia el tiempo,
hacia el mar:
y
se llevaron las ondinas mi historia triste,
mi recuerdo,
mi silencio que rueda
hasta el océano verde-azul.

Las olas saludan mi canto.


Tu sueño,
Mi historia,
Tu dolor de Gaviota.

35
El mar con su amor salado
guarda mis recuerdos
y mis quejas
en blanco caracol.

Mi canto es una perla


de tu sueño.

He surgido como las olas,


de la nada,
un Domingo de flojeras amontonadas.

Viví mucho tiempo


en el viejo Nido de la Casa Grande,
entre animales míticos
y misterios de la Madreselva.

Viví mucho tiempo


lleno de ensueños infantiles,
de estrellas azules y rosas,
de cantos añorados en mi Primera Soledad.

Viví mucho tiempo engañado


de tantas cosas que han dejado de ser,
y
de tantas cosas que no son ahora.

Vino la fuente del Temor,


la tormenta de la madurez llegó
junto con Afrodita
—que nació en la magia—
y murió todo.

36
RECUERDOS

Recuerdo de la Cabaña del Ermita-


ño, la pequeña ventana brillando en crepúsculos y ama-
neceres. Mi vieja cabaña que siempre ha sido hembra,
manigua, puma, radar de viejos ancestros. Hechicera de
la noche. Sólo recuerdos de la vieja luna que ya no dibu-
ja los bordes plateados de las hojas nocturnales. Recuer-
dos de las estrellas que ya no trazan juguetonas, las guías
brillantes de los ojos del cielo. La noche es pan negro de
miseria, que se come silencioso el Olvido.

Gotas de agua tormentosa, ruedan una


sobre otra por los vidrios centenarios, vidrios fundidos
por mis antepasados, en las hogueras del Pasado, antes
que yo fuera inmortal. Gotas de mar, derrotadas hasta
convertirse en masas informes. Lluvia de espuma y mar,
perlas granizadas con sabor a sol, frescura y sal. Cabe-
llos cristalinos, transparentes.

37
Amo las añoranzas del amor al sol, la música de rocío y
ola.

Dentro de la cabaña arden lámparas


de aceite, igual que en el Principio de todo, cuando rutila-
ban los puntos en el cielo, esperando que la nueva carne
se pudra. La carne de los muertos que fueron felices; que
cansinos cambiaron la piel por huesos despojados; hue-
sos carcomidos por la sedienta mansedumbre de los gu-
sanos. ¡Feliz del alma vagante del Infinito, sin materia
ni llanto!

La Parca Negra merodeó el destino


de mis antepasados, antes que las estrellas se pusieran
en los cielos, con tino acertado destruyó lo que pudo ser
bueno y lo que pudo ser peor, esquiva siempre, se encuen-
tra glacial y suspendida sobre nuestros libros de la vida.
Con tacos silenciosos sacia su vaso de hiel escondida en
el pórtico de la oscuridad, para luego perderse,

Eterna.

La muerte de mis ilusiones es un re-


vuelco en último instante, con mirada de aliento pútri-
do. Vengo desde los tiempos inmemoriales, cuando Muru
gobernó en las Islas Sumergidas, vengo de los pies de la
vida, sumiso, lamiendo humilde la tierra, por eso soy el
Agua que moja las vestiduras. Tengo las manos heridas
de la Obra.

Todo lo que encuentro a mi paso está


muerto, siempre estuvo muerto, siempre estuvo muerto.

Recuerdos solamente.

38
Fue en aquel tiempo cuando la ráfa-
ga de mi hermano Viento, precipitó a tierra una Gavio-
ta-Mujer, morando mis sueños. Cayó en el fondo de mis
sueños para transformarse en Virgen de los Profundos
Misterios.

39
NACIÓ ENTONCES EL MÁGICO LENGUAJE

Nació entonces el mágico lenguaje


de piedras preciosas,
y
fueron parajes de estrellas
blancas que duran apenas
un suspiro:
¡ya!
muy tarde abrí los ojos
de tan suave encanto.

Triste rodeo de árboles erguidos.


Hojas verdes.
Flor de azucena que muere
antes de florecer.
Túrgida vista esperanzada
de poder contemplar en la noche
el vuelo mágico
de gaviotas emigrantes.

40
Una flor se deshoja con el viento,
con espinas de Luz
que cortan el aire bajo nubes negras
y
pesadas respiraciones
del tiempo.

Extiendo mis manos huecas


hacia la luz feral:
donde tu regazo sedante enternecido
recuerda mi dolor.

Circula tu sangre
solapada a la mía.

Respiro a frío de alturas insondables


o invierno cercano
o roca congelada
o iceberg magullado.

Empotrada para siempre


tu triste figura
Gaviota Viajera
con donaires y perfumes pasados
que me recuerdan el dolor necesario
de tu presencia.

Tus plumas pesan en mis manos


y
mis manos te lloran,
mis ojos caen con las sonrisas
de mis penas.

41
Tiempos en que el mar
no significa nada para mí,
sus aguas no me bañaron.

42
YO NACÍ UN DÍA DE OSCURIDADES

Yo nací un día de oscuridades amon-


tonadas, en los montes lejanos del Tiempo y del Verbo
conjugado en los azules infinitos; ella tenía los ojos more-
nos, nació ayer. Yo nací un día de oscuridades, sin recuer-
do, sin luz, y fui aborto absorto del hombre que sufre fa-
laz y ciego. Y mi noche fue sin estrellas, sin recuerdo, sin
luz. Ella tenía los ojos morenos del ayer. Llevaba en su
rostro las luces de las estrellas, en su cuerpo la ondina
misteriosa deseada de la Mitología. Con el viento vino,
con el viento se irá, Gaviota Morena, hubo momentos en
que dudé de tu existencia. ¿Aire? ¿Esencia? ¿Fuego di-
luido? Gaviota morena, con el viento te irás. Nacieron
tus ojos en el mar de los silencios, con brillos selenitas
dejando sueños desparramados.

Mis pies se cansaron de caminar en


las albas soledades de las distancias, de las ignoradas
nostalgias en los tramontes con lluvias de ocasos siem-
pre cargados de penumbras. Rutas andadas, serenas y
tristes, siempre preguntándose el paradero del Padre

43
Sol, siempre cruzando laberintos entretejidos absurda-
mente en la mañana de mis pensamientos, haciendo gala
de mi fortaleza, siendo de un corazón tan débil y de un
palpitar tan loco.

Mis pies se cansaron de caminar, las


rótulas crujieron húmedas por todas las tardes de llu-
vias caminadas, por todas las noches de lluvia andadas.
Por todos los lunes de primaveras en que los muslos rí-
gidos flaquearon muchas veces el empeño de caminar
golgótico con los recuerdos a costas.

Cansados.

Amarga experiencia.

Pies cansados de caminar, en la no-


che, con lluvia. De arrastrar incansables los calzados del
recuerdo de la Noche de los Primeros Tiempos.

Tanto andar húmedos; dejaron de ago-


nizar, hace tiempo, así —cubierto de barro coagulado—
pisaron el fango de ilusiones mentidas, de cantos y llan-
tos. Sólo queda el clamor de los vientos, que pasa, que
pisa, por los acantilados de luz amarilla.

44
CALZADOS DE BARRO

Calzados de barro,
agua,
lluvia,
Monótono arrastrar de los pies
sin rumbo,
monótono.

La vida.
Mis ancestros cantaron,
mis ancestros lloraron.

Los secretos del mar azul


que los llevo
sin tu conocimiento,
temblando en mi ser con olas
y
esperanzas que renacen,
que quiero amar,
que empieza la metamorfosis
de mi soledad compañera,

45
con vibraciones perdidas
en el polvo del tiempo:
cerrando los ojos;
viendo el pequeño mundo
en el pañuelo de una mujer:

aquella noche te vi en la orilla


gaviota caída,
mirada triste,
inquietante,
vi que tus ojos eran morenos,
morena tú, gaviota perdida
y
con la mirada apaciguabas
el inmenso Universo;
que fuera estirado tanto vacío,
por dentro encogiendo las entrañas,
en los senos desnudos llevabas la dulzura
de la eterna y hueca soledad.

Derramé tu dolor en las arenas


del silencio,
en el vaso del tiempo volcado.
Todo era silencio alrededor de tu mirar.
Y
un hilo de tristeza
rodó por mi garganta,
la magia del hechicero
reía en silencio.

Ignoro qué pudo acontecer,


y
tuve el valor para vivir el día.
Vestías, Gaviota

46
morena, túnica transparente,
pies ligeros.

Tu mirada calmó mi Universo


y
sentí angustia al no comprender
el lenguaje de las aves.

Rugieron entonces
la montañas internas de mi Ego:

Tú,
suplicante rostro Virgen
que habitas detrás de la tranquilidad
de las olas,
tú,
que cantas apenas
la voz fracturada,
trotando seriamente por la vida,
como triste condena
a vivir prisiones amargas
de aire dulce.

Mis estíos crecen.


Se amarga mi pan de cada día
sin poder decir por lo menos:
Paz,
Hay Paz,
Paz
Hay
Paz,
no
pienso que sea tanta realidad
los recuerdos con exceso de espacio.

47
Quietud
que me asfixia tanta abundancia...

Eterna y Hueca Soledad.


¿Qué haces de tu blancura?

Viven en mí
esos ojos morena
en el fondo de las penumbras,
pensamientos,
todos los recuerdos me hablaron de ti:
en arrullo o clamor del aire
en el fondo del ser infinito.
Sutil brisa
que muere despacio y triste.

Llevo encima
los secretos del mar azul,
árido lomo del lunario,
mar azul
que nació cuando te llevaron
compañera,
tan alto como las nubes.

Sacrificio para las eternidades,


disecado tu tiempo de sueño,
tu temblor de Universo;
canto mi angustia
en árbol del llanto
con el triste intento mío
de subir tan alto como tú.

Mi mirada
agita el Universo.

48
EL INTERIOR DE LA CABAÑA

El interior de la cabaña es más tris-


te que la Noche de los Vientos, los gusanos fantasmales
agonizan en silencios de polvo, el tiempo hunde el pico
fiero en la tierra; en lugar de ser acogedora, es húmeda
pese a la lumbre.

¿Dónde están las bellezas de los ojos


de los antepasados? Dónde están los placeres que sus
manos dieron? ¿Dónde están los sabores que sus labios
bebieron?

—«Nos levantaremos nuevamente»


—dejaron dicho. —«Y los hijos de los hijos nos descubri-
rán nuevamente»; pero, ¿dónde se fueron los que fuma-
ron para adorar a los Dioses del espacio?, donde se fue-
ron los que oraron» PHESQA IRI AUKY UYMA SIRI ALAJPACHAN.
AKAPACHAN AUKYSANAKA-RU- UYMA SIRI». Que traducido al idio-
ma invasor quiere decir:

49
Señor que nos crías,
Señor del espacio y del presente,
a nuestros Padres
los criaste.

¿Dónde se ocultaron aquellos que ado-


raron al Señor del Espacio? —«Despertarán y contem-
plarán nuestro mirar, en un punto fijo. Sólo eso. Sin de-
cir nada. Sin reprocharnos nada, sólo viendo las líneas
de nuestros ojos, que conocieron más allá de las fronte-
ras del espacio azul».

«Nuestros ojos y nuestros cabellos se


derramarán en los horizontes, seremos el mensaje de vues-
tras pieles, de vuestro conocimiento, el brillo de vues-
tros ojos». Dijeron: «Pachacamac renacerá del olvido, en
su regreso de los espacios».

Las hojas secas rodaron por el barran-


co del olvido. Las flores murieron marchitas bajo el frío
del recuerdo de los antepasados. Favila dispersa en las
glorias de la creencia mortal.

Esperanza.

Arma creada para engaño de noso-


tros mismos. Hombres al fin, suplicantes en el caudal de
lágrimas precales, en el cáligo negro de sal quemada y
dispersa en los ojos y en el pensamiento. Precando en la
neblina gris con manos fervientes, manos feroces ya del
coágulo libado de dolor.

Sobre el suelo apisonado las grietas


del fuego entraron muy hondo en las entrañas de la tie-

50
rra. El techo se sujeta por tiravientos de cuero y nudos
ancestrales que ahorcan la madera, el barro, la paja.

Calcinadas huellas de tiempos inme-


moriales. troncos raquíticos del recuerdo, sin vientos ni
nubes sin sombra de vientre con esperanzas de Vida.

Aire que huele a desolación de los gue-


rreros.

Angustia.
angustia,
angustia,
llanto y melancolía, boca seca.

Grito destrozado a través del tiem-


po, sol que se pierde por los siglos,
angustia,
angustia,
angustia.

Alma,
tempestad,
cielo,
recuerdo del relámpago abierto, herido. An-
gustia. Alimento diario. Triste pensamiento de cargas
desnudas, culpas sin génesis. Angustia. Destino infame
de seres siempre hambrientos. Flácidos. Voces que ha-
cen compañía. Voces que engañan la espera, el hambre,
la sed... Muñecos, globos de aire que no se comen... Ojos
mustios empotrados en las paredes de la cabaña, ojos hun-
didos, esperando que llueva el maná y la Verdad, del cie-
lo o del suelo.

51
MI RAZÓN Y MI LOCURA

Mi razón y mi locura
nunca supieron por qué
tengo las esporas de la angustia
en monocotiledones sembrados
en una sola mano abierta.

Amo las flores nacientes de la primavera


Amo las aves emigratorias que bordean el mar
Florecen mis cantos
con aleluyas
y
pendientes de alegrías
en los verdes tallos nacientes
de tanta dulzura
y
tanto amor amor.

52
II

De rato en rato
hay espacios esponjosos,
agua,
hiel y vinagre esparcida.

Amo las flores nacientes de la primavera,


nace mi dolor
y crece tanta yerba
en tanta savia perdida
que mueren
entre sueños, ilusiones y ansias:
resuenan con premura bajo mis pies
mis cánticos del silencio
y
mi dolor seca las flores.

Pinté un jardín de flores nuevas.

Amo las aves,


reposo el cuello fatídico
de gaviotas agonizantes,
y
la Brisa, mi Hermana Brisa,
muere en la boca de los vientos.

Pinté una gaviota Virgen


que pisará mis flores,
sea como una estrella preocupada
de ver agonizantes mis pétalos
esparcidos en el camino.

53
¿A quién dejar mi jardín?...
Ya nada espero del ayer,
quiero ser triste
volando hacia la puerta del sol,
tejiendo empeños de soledad;
esperando la noche
y mi reposo en el mar.

¡Ay!
si mi razón y mi locura supieran por qué
beso los labios del fondo del pasado y
violento fui arrancado del mar.

Las olas se agitaron


y sólo soy recuerdo.

54
EN LAS PAREDES CUELGAN ANIMALES

En las paredes cuelgan animales


muertos, disecados por el tiempo, animales muertos que
fueron sembrados muertos, que fueron felices aquí mo-
lestando a la Soledad de la Parca de ojos brillantes.

Cuelgan las víctimas aves, las vícti-


mas cuadrúpedas. La idea fundamental del mago no ha
visto ninguna herida, salvo el tiempo. Sus textos están
escritos en las plumas, en el suave pelaje de los cuerpos
que disecaron el tiempo, cueros que firman las lejanías y
forman los bosquejos trágicos y añorados. Recuerdos de
un suspiro de vida.

Se funden las sombras y el cerebro.

Las luces iluminan la figura ahora,


totalmente desnuda la mujer-ave, sentada ante la rústi-
ca mesa del experimento, al centro de la habitación.

55
Su actitud contemplativa, absorta, mi-
rando dulcemente la rosa guinda que sostenía en las ma-
nos uniformes, manos que son delicadas, manos que yo
—viento que silba en el desierto— acaricio cariñosamente.

Sólo ella puede envejecer. Soy el agua


que moja su piel, como el agua vivo sin consumirse.

56
SONDEARON TUS OJOS

Sondearon tus ojos


el negro del mar,
añorando en silencio
el rumor de las olas,
sin poder olvidar
tanta pena hundida
en la arena:

el cantar de los ríos


—más bajo que mis pies—
sondearon tus oídos,
esperando recobrar ya
los sueños
y tus energías perdidas.

El cielo encapotó negro


esparcido en los ojos mirones.

57
¿Llueve?
¿Río?
Lloras.

Busqué entonces tu gloria


y tu canto
con ímpetu de la ola marina
y
tu juventud nacía.

Quiero dar mi nombre,


hacer tu historia,
sin comprender contigo
que soñamos quimeras,
hoy,
pero mañana amanecida será
cuando mueren nuestras ansias lloronas
en las manos,
besando el rostro más alto que el dolor.

Entonces,
¿es tu tristeza de amar?

Busco el seno redondo


para posar mi frente,
el calor de mis noches de invierno,
busco entre tus obsequios
el alto pico,
el abismo de los ojos desorbitados,
tus cumbres de basalto y granito,
tu alto vuelo siendo mi sueño tan bajo,
que no puedo olvidar tanto olvido
ni tu llanto
ni tu placer:

58
me busco a mi mismo
y no me encuentro.

Entonces,
¿es alegría tu penar?

Ando libre,
canto ajeno al amor mortal,
pido sólo una sonrisa
para mi desconsuelo.

Clamo a los aires esponjosos


que me escuchan,
clamo que entierren, corazón quieto,
entre plumas de aves y alas de mariposas.

Entonces,
¿es tu pecado y el mío
soñar y soñar?

Pido que venga en silencio


conmigo la muerte
dejando mi rosa triste y marchita,
dejando agonizante
mi jardín nuevo.

Pido que se calle


la naturaleza entera,
dejando cantos fuera de mí,
mustio,
dejo pasar las estrellas
que estiran el tiempo,
me acerco al mar de tus visiones
porque tienen las voces

59
que no puedo encontrar,
porque tienes el viento que no me falta.

Entonces,
¿es nuestro temor despertar?

¡Ay!
vida fútil e inconsciente
esparcida en tus ojos mirones.
¿Llueve?
¿Río?
Lloras.

60
LA GAVIOTA ME CUENTA

La Gaviota me cuenta que fue estu-


diante de los primeros misterios, se encontraba enclaus-
trada en el Gran Templo de los Sagrados recuerdos, rea-
lizando la fórmula de Zoram; pero el destino es adverso
en sus misterios y designios, y fue así, juntamente con
sus compañeros de la clase mayor, cayeron bajo los po-
deres del hechicero azul, quien quería poseer nuevos co-
nocimientos.

La esperanza del Hechicero fue del


tamaño infinito de un minuto, con el olor a sol seco, las
encantó y las transformó en gaviotas emigrantes, enton-
ces surgieron sus plumillas de la nada. Era un día sin
fecha ni bautizo.

En mis manos estuviste porcelana.


Marioneta sensible de los ojos morenos: ya sólo en ti sien-
to llorar los vidrios fundidos de los antepasados, el can-
tar de la noche y la luna, el alegre rumor del mar que sale
de tus labios. Eres algo mío y eres mi vacío de los siglos,

61
eres mi condición pero tú envejeces, yo soy según mi
deseo.

Albas tus manos que florecen en mis


sueños, me dejarás sólo en el cielo, sólo con mi suelo, y
sólo sentiré lo que los siglos me enseñaron, viento y va-
cío. Partirás, y pronto como un sueño flotando en el infi-
nito. Te formarás como una rosa espacial, bella y trági-
ca, cual amor
cual vida,
cual infinito amado, muy lejos del olvido.

Soledad en la inmensidad del mar.


Sueños muertos de los Misterios.

Sólo cuando se acerca la tormenta del


plenilunio, una Elegida puede recuperar su aspecto hu-
mano. Y en cada tormenta muere la aprendiz elegida.

Esta noche te tocó Mujer-ave-more-


na. La Muerte sueña ya en tus oídos. No puedes huir de
tu destino condicionado a las constantes vigilancias del
hechicero Azul en su forma de Cuervo Silbante, Inmen-
so viudo de la noche. Luego del Sacrificio, tus compañe-
ras nuevamente gaviotas, ambularán como musas del mar
que emigran eternamente.

Nació el mágico lenguaje de las pie-


dras preciosas, canté que la tierra sería bella, que re-
tornarían los Brujos del Ayer y vivirían desparramados
por todo el Universo, y nuevamente nos enseñarán sus
secretos, puesto que ellos así lo declararon. Se encende-
rán nuevamente las fogatas de la noche y todos seremos
un solo corazón, un solo pulmón. Canté porque tu belle-

62
za hizo doler mi corazón, canté porque viviste conmigo
la pobreza del agua convertida en vino, mientras los ár-
boles virtuosos espían mi dolor y las lágrimas nos ven-
den a precios bajos. Tan absorta y confundida estás, tan
sorprendida y temerosa como ave oculta en las alas ma-
ternales. El Milagro lo hice para ti.

Dentro de la noche, te encuentras con


las sales como la luna en la oscuridad, te encuentras con
el rosal seco y amarillo con el frío invernal, sin embargo
puede florecer una rosa guinda, como un brillo de san-
gre en el jardín cubierto de arenas, espuma de mar, cor-
ta la flor y la introduces en tu mano.


única viajera que separaste de tu ruta,
tú, ahora mujer bañada de luz y viento, rodeada de tus
compañeras aéreas que danzan la música de las Súplicas
y me cuentas los secretos del mar azul. Me maravilla que
deseases los pétalos suaves de la rosa. ¡Más valiera es-
tar en vuestro templo, si con tanta sabiduría destruye el
milagro!

Mi razón y mi locura, nunca supieron


por qué sondearon en el negror de mar.

63
ME QUEDO EN LAS ORILLAS

Me quedo en las orillas


regando recuerdos de mi soledad,
deshojo los pétalos ilusos
de jazmines secos y marchitos,
pétalos quebradizos.

Dominó en mi espíritu la calma,


despierto del palpitar mío,
desmenuzo sin lágrimas
el tiempo ya dividido
con la añoranza como melodía salvaje
y triste de tu ausencia;
me quedo solo en las orillas,
riego recuerdos de mi soledad,
recuerdo imágenes altaneras
que se van en la tormenta,
pronuncio nombres en el vacío
de mi sino fatal,
me encierro en mis cantos que llevan la voz
jadeante y entrecortada,

64
surgiendo las notas melódicas de la noche
con perfumes de placer...

Me quedo solo en las orillas


regando recuerdos de mi soledad,
encerrado solitario con mis sombras,
con la luz de esperanza
esperando
en mi jardín y en mis flores,
en las estrellas voladas;
sentado el tiempo alguna vez
en los añosos árboles caídos
en la tormenta del Edén Perdido.

Canta mi voz
tanto lamento y abandono,
olfateo la brisa precal del viento,
tantos remolinos forjados
en el mal de mi lejanía.

Intento vencer en mi silencio


mi melancolía,

trato de revivir
la suave fragancia de los rosales
taumaturgizando los sentimientos
testificados
por las nuevas gaviotas viajeras,
las nuevas flores,
y
los nuevos árboles
abatidos en la tormenta.

65
Tranquila soledad
que dibuja la sonrisa de la nueva tormenta,
que llega engrandeciendo las sombras.

Las estrellas se acercaron


con la noche que lloraba.

66
HABLA

Habla.
Habla en el silencio de mi voz apaciguada, triste
dilema para quien emplea mi lengua, porque soy el
agua, a quien sólo sonríes y dejas tu rostro refleja-
do en mí.

Soy el viento que pasa,


soy el fuego,
soy nadie y soy la esencia.
Nadie.
¿Si nevara y no lloviera?
Es mi deseo.
Nieva.

Mi tristeza es blanca y no mojada. Los


jinetes se lanzan cristalinos al principio, la tierra humea
y se resquebraja, el silencio resplandece como una hoja
de bronce bruñido y reverberante, pero el cielo ya ni si-
quiera es azul diáfano, es blanco y negro y parece des-
cender sobre la llanura desnuda, trae su frialdad de otros

67
mundos. El agua de las mareas sigue subiendo, lava la
sangre de las rocas, el agua sube,
sube,
sube el mar hasta acercarse a la ca-
baña.

Las flores orgullosas nunca supieron


para qué nacieron. Ni hoy están las verdes hojas del ayer,
todas rodaron su destino por las espaldas del tiempo,
secaron y murieron, el milagro lo hice para ti, mujer mo-
rena que emblanqueces en la noche. En aquellos tiem-
pos crujieron los rayos al caer las hojas. nacieron las me-
lodías, Hijas del hermano Viento. Muerto el Jazmín,
Muerta la Mariposa,
muerto el resplandor del jardín blanco y azul pintado en
mis sueños. No hay cánticos para las próximas cosechas,
porque mi último cántico está decretado.

El Hermano Lobo aullará tu ausen-


cia, crecerá nuevamente la luna en mi silencio, caerá el
llanto muliebre en vértigos del aliento agitado. Tronará
la voz amarilla en los temblores del cuerpo.

Cantarán la cueca, cantarán el huayño,


se estremecerán los altiplanos, los mares se estremece-
rán. Noche con luna blanca que descansas suave en el eter-
no firmamento. Mujer gigante postrada en los negros pies
del sueño. Pálida alfombra de luz sin sombra.

Te pasaste mucho tiempo contemplan-


do la flor extraña que tus manos destruyeron, dudando
del Misterio, con perfumes del más allá.

68
No pudiste entender mi lengua, no pu-
diste entender mi rosa que es forma de lenguaje, no pu-
diste entender el aroma de los presagios, para ti sólo fue
un hecho maravilloso el poseerla en tus manos. Para mí,
que contemplaba tu piel desnuda, ¡no! Dejé entonces que
se desatara la tormenta.

69
SOMBRÍO SILBÓ EL VIENTO

Sombrío silbó el viento,


rugió la noche escondida en nubes,
el camino lejos estaba
de las olas que surgían.
Temblaba el misterio ante la triste
melodía
al morir el día.

Noche con luna


escondida en misterios que nacen
con la orgía plateada
de luces celestiales,
las olas de tul danzan
cuando termina la agonía
de la tarde.

Truenan fríos con gran estrépito


las ondas invisibles del aire,
(retumba el rayo su ronco gritar),

70
ya pronos contemplo los cipreses,
caen las hojas
con las hijas de las melodías
del viento rugiente;
se inclinan las mieses de los campos,
refulge el relámpago
su apagada luz.

Muere la Mariposa, muere el Jazmín,


muere mi nuevo jardín
pintado de esplendorosa naturaleza,
cambiaron los Magos mis ojos
por dos lágrimas que rodaron.

El mar su cuerpo de onda balancea


al compás sonoro
árido del viento.

Opuesta la nube creció


su color entre piedras soladas,
negro es mi cielo
que encapota
el rayo del Olimpo.

Mi alarido Titán rompe el silencio


de los bloques mudos.

Callo
y vuelvo a gritar.

Grandes espumas olean


con duro sonido.

71
Oigo tus gritos de agonía
Gaviota Viajera Hechizada
que cruzaste el mar
de las transparencias.
Blanco perfil
que el relámpago dibuja
tu sueño,
mujer
que fuiste apenas gaviota
apenas mujer
bella,
morena silueta
que la luz del rayo dibuja tus sueños
con el alba prendida en tus plumas.

Cadenas de agonía
fueron mis recuerdos
en la noche de las penitencias
y los ojos del mundo ausentes,
con la cara y las manos que tiemblan.

El arrullo del oleaje marino


creció fundido con el aliento
del suave beso
al viento solitario
como un peregrino.

El viento
y
mi alma
gimieron su resoplo canso.

Temblaron las aguas


su lomo concoideo

72
por las acariciadas orillas
donde taumatúrgicos se escucharon
melódicas notas,
sonoros arpegios del mago.

Los árboles blandearon


las cimas brindantes,
repicaron las campanas españolas
su voz asustada.

Tanta belleza
triste de la agónica sutileza
del morir fulgurante en el espacio,
bajo mi cielo desplateado,
bajo mi techo de granito,
con los rayos de un sol muerto
en la boca del aire,
con la música triste de truenos,
luces y voces;
todo canta,
silba,
despacio muere.

Han muerto el sol y la Gaviota


con el beso mortal
incendiaron las nubes
en orgías celestiales,
y musas al poniente.

Encendido ruge mi volcán


del dolor latente aún.

Ecos de conciencia
y ese dolor de pecado mortal

73
y
las monjas negras de la noche que vuelan
girando en torno a mis ojos,
vampiros de la cueva,
de mi interior.

74
QUIERO ESTAR SOLO

Quiero estar solo todo el tiempo ne-


cesario, y llamo necesario todo el tiempo posible, es mi
crónica soledad.

Me están doliendo las ganas de llorar


en tu pecho tierno, levantar lentamente el tiempo que
pasa, el tiempo que pobló mi cabeza de arena como el
patio de la cabaña. No, no debiste cortar la flor, has he-
cho que las estrellas tiemblen en la noche. Di, tú tam-
bién caíste como mis lágrimas, suavemente, gruesas go-
tas pesadas, que cubren tu pudor de huesos y cadáver.

Llevo el hálito calcinante, desértico.


Mi aliento nació antes que los Hombres, tiene mi obra
forma tangible, quizás como un canto de niño con los ojos
abiertos del asombro, quizás del viejo ancestral. Veo el
aire aburrido, paseo y me tumbo cerrando los ojos bajo
el alar de la cabaña. Mis lágrimas caen sobre la tierra
que la bebe, acechan terriblemente los nubarrones del
Hechicero Azul, celoso de su presa me observa, el Eco

75
del Trueno está en mi garganta seca, caen los rayos cer-
ca de la cabaña, fulgen las voces de los Antiguos, de los
que habitaron el Kollasuyo. Y vuelven a caer como glo-
rias las perlas del mar. Y aun así somos los Hombres In-
crédulos.

Las olas surgen del mar transmutado


por las furias, agitan y emergen como violento barqui-
llo, las olas y musas se confunden en la danza.

La Luz de los Ancestros es plata, y es


sonrosada como la mejilla de los Invasores. Hoy vuela el
cuervo negro e indeciso. Yo no te puedo ofrecer Gaviota
Morena, el apretado ramo de mis sueños, ni ser sincero
con tu felicidad, puesto que tú eres carne que te pudres,
yo soy agua que moja tus carnes.

Llueve cuando muere toda luz, aguas


violentas en el lecho de violetas violadas, violáceos be-
sos del crepúsculo y melodías ignotas. Pena, llanto, muer-
te es el lecho de las delicias y el adiós. Falta cordura,
experiencia, paciencia, y en partes amor, para tus tri-
viales trinos de queja, mujer aquejada, tú en la nada del
silencio.

Presencia ausente que fue inlacrima-


ble. Llueven en las alas las sombras, mientras gemimos,
Pachamama se calla. Se acerca el adiós latente y palpi-
tante. Las sienes están siniestras, acallados en vano sen-
tir del caos triste del pensamiento.

Mis lágrimas se mezclan con tu car-


ne y tu sangre, eres el polvo al cual vuelves. Soy un Hom-
bre, Guerrero de la Vida, el Mago con oídos fantasmas y

76
sueños de vivos y de muertos (los muertos sueñan), la
tierra es así. El agua es como la vida, pero también es
como la muerte.

La lluvia, la nieve, mis lágrimas y las


gotas de mar, todo lavan con la muerte. Hombres y Dio-
ses son bañados.

77
CALMADA LA NOCHE

Calmada la noche
se dibujó triste en mis horizontes,
aun antes que el mar significara
algo para mí.

Aun
antes que sus aguas me bañaran;
embrujadas siluetas rodaron en mis pensamientos
emboscaron mis presentimientos,
cuando la noche y
vertidas las hojas en el campo estaban,
(mariposas amarillas esparcidas por el viento),
durmiendo mi magia reposada
en los senos del Universo,
que de lejos estoy del bosque
y
sus sinfonías celestes (voces secretas):
sólo he ganado más recuerdos acumulados
en lo desconocido.

78
Ahora este mar se ha vuelto mío,
hoy noche que sus aguas me bañaron,
ora que las olas y el viento
me recuerdan tus cabellos revueltos
en el molino de las imágenes
sobre la bruma aposentada
en mi añoranza.

Mis recuerdos paradisiales


siembran sueños anhelados.
(Las aves se mecen
y me siento solo otra vez)
sin ruido,
sin árbol,
siempre dando un paso
triste de nostalgias.

Calmada la noche se dibujó triste


en mis horizontes,
recorrí muchos caminos
y contemplé meditativo pasar el tiempo,
aquí,
tan lejos del Padre,
tan lejos del Hogar,
tan lejos de la tierra donde perdí el sueño.

Si algún día
otro ermitaño
me viera llorando,
se detendrá,
me tendrá que escuchar
y comparecerá mi locura.

79
Siquiera por unos instantes
me acompañará en mi silencio;
los magos no me dejarán tan solo.

La noche y
tantas cosas de la noche,
azul,
con espejos milagrosos
reflejando tristeza desheredada.
¡Ay!
amada noche,
tanta desnudez que no te encuentro.

80
LA PUERTA SE ABRIÓ MISTERIOSAMENTE

La puerta se abrió misteriosamente,


ingresó el Hombre de Larga Túnica oscura y silencios de
largos sueños. Mis manos aletearon y llevé mi mirada
profunda, soy el Hombre y soy la Túnica, la luz rodea mi
vida y tu muerte. Recuerdo el ritmo negro de la danza,
de tu corazón perdido en algún rincón de tus senos, pro-
fundo tambor acelerado con descargas de olvido. Me
pierdo cada vez más en tu recuerdo.

Mi corazón y mi locura no saben por


qué huyeron tus compañeras despavoridas.

Me quedé en las orillas regando re-


cuerdos de mi soledad, sombrío hice silbar al Hermano
Viento, rugió la noche escondida en las nubes. Calmada
se dibujó triste la pregunta en mis horizontes.

Contemplé mis recuerdos en silen-


cio.

81
Creí ver tu cuerpo en el mar, y por
medio de los sortilegios penetré en las aguas ya calma-
das. Mi último canto despertó las horas blancas, y se dilu-
yeron los tiempos para sostener mi cuerpo abandonado.

82
MI ÚLTIMO CANTO

Mi último canto,
llamado el último canto del mago,
despertó en las orillas a las aves negras
en las horas blancas,

y
en la soledad de la noche
danzaron los recuerdos engarfiados.

Huyeron las aves


que vuelan hacia el poniente,
(solo otra vez)
los recuerdos del fin
durmieron en mi pasión
en los sueños tristes,
en las brechas de las almas,
en
vertidas las hojas del campo.

83
Pasa la noche
que regresará mañana, distinta,
siempre vagando (pasan las aves),
entonces...
mi sitio estará en el desierto
mañana que diré adiós a la noche.

Ven a consolarme, amante infeliz


que paseas solitaria
entre la urbe,
tu silencio
y los enigmas del hechicero;
acércate cada noche
un poco más a las orillas
como las olas sobre la arena,
déjame un poco de tiempo
para preparar mi corazón
y mi alegría,
luego tus olas serán para mí,
mis sueños para ti.

ETERNIDAD,
bogando estará en mi corazón tu galera,
ojo gitano para tu felicidad,
ojo de lobo montarás para tu perpetuidad,
o perro que marcha oliendo hueso
y hambre para tu felicidad.

Esta noche que nada puede interrumpirla


que todo puede quebrarla.

Ven a consolarme amante infeliz


en mi último canto,
entremos juntos en las aguas

84
de mi condena y futura morada,
deja que la brisa nos robe
los secretos del Hechicero.

Soy el agua
agua soy
y vuelvo a mi origen.

Ven,
esparce la taumaturgia del vivir eterno
en mi dolor,
repitamos mullidos en la arena
el orgasmo del olvido,
hermanos y amantes para siempre,
acompáñame
y nosotros tendremos todas las noches
para buscar las nubes blancas,
los perfiles plateados
que cubrirán nuestra luna
y
tu pudor.

Refresquemos el paisaje con el aliento,


salpiquemos las olas con las risas,
corramos y busquemos nuestras ilusiones perpetuas.

Hoy aprendí a formar una sonrisa,


tengo la calma ansiada.

Ven,
pero no demores,
la luna y el mago no esperan nunca;
y si acaso te atrasaras

85
como toda amante de mi último canto,
búscame en las orillas del mar;

si acaso lloro aún.

86
SOY EL PEREGRINO QUE ERA

Soy el peregrino que era, que siem-


pre fui y por tu belleza frívola que renacerá dentro de la
noche. Mi lugar es sólo un trino de avecilla quieta, una
estrella en la tarde, un Lucero escondido en los Miste-
rios. Tocan las campanas, es temprano aún, pero no se
borrará nunca mi largo Epitafio de la lluvia sobre la Cruz.
Éste que dice así:

Yo soy el viento que silba en el desierto,


agua que moja las vestiduras,
fuego que arde en los corazones blancos,
así soy nadie,
soy todo,
soy la Muerte.

Y tú... eras de una belleza, que hacía doler mi corazón...

La Paz, 10 de Septiembre de 1976.

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