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Calcinación

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La calcinación es el proceso de calentar una sustancia a temperatura elevada,


(temperatura de descomposición), para provocar la descomposición térmica o
un cambio de estado en su constitución física o química. El proceso, que suele
llevarse a cabo en largos hornos cilíndricos, tiene a menudo el efecto de
volver frágiles las sustancias.

FinesEditar

Los objetivos de la calcinación suelen ser:

Eliminar el agua, presente como humedad absorbida, «agua de cristalización» o «agua


de constitución ártica» (como en la conversión del hidróxido férrico en óxido
férrico);

Eliminar el dióxido de carbono (como en la calcinación de la piedra


caliza en cal en un horno de cal), el dióxido de azufre u otros compuestos
orgánicos volátiles;

Para oxidar (calcinación oxidante) una parte o toda la sustancia (usado comúnmente


para convertir menas sulfurosas a óxidos en el primer paso de recuperación de
metales como el zinc, el plomo y el cobre);

Para reducir (calcinación reductora) metales a partir de sus menas (fundición).

Hay unas pocas finalidades más para las que se emplea la calcinación en casos
especiales (por ejemplo, el carbón animal). Puede llegar a una temperatura máxima
de 1200 °C. Su numeración para aumentar su temperatura depende de 10-10. Para
protección y cuidado no se debe tomar la muestra directamente con las manos.

Las reacciones de calcinación pueden incluir disociación térmica, incluyendo


la destilación destructiva de los compuestos orgánicos (es decir, calentar un
material rico en carbono en ausencia de aire u oxígeno, para producir sólidos,
líquidos y gases). Ejemplos de otras reacciones de calcinación son la concentración
de alúmina calentando bauxita, cambios de estado polimórficos como la conversión
de anatasio en rutilo, y las recristalizaciones térmicas como
la desvitrificación del cristal. Se suelen someter a procesos de calcinación
materiales como los fosfatos, la alúmina, el carbonato de manganeso, el coque de
petróleo y la magnesita marina.

AlquimiaEditar

En la alquimia se creía que la calcinación era uno de los 12 procesos vitales


necesarios para la transformación de una sustancia.

Los alquimistas distinguían dos tipos de calcinación: la real y la potencial. La


calcinación real era la efectuada con fuego real sobre madera, carbón u otro
combustible, llevado a cierta temperatura. La potencial era la llevada a cabo
mediante fuego potencial, es decir, compuestos químicos corrosivos. Por ejemplo, el
oro era calcinado en un horno de reverbero con mercurio y sal de amonio, la plata
con sal común y sal de álcali, el cobre con sal y azufre, el hierro con sal de
amonio y vinagre, el estaño con antimonio, el plomo con azufre y el mercurio
con agua fuerte.[1]

También había una «calcinación filosófica», que se decía que ocurría cuando los
cuernos, pezuñas, etcétera se colgaban sobre agua hirviendo u otro licor hasta que
perdían su mucílago y podían ser reducidos fácilmente a polvo.[1]

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