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Considerados como el pueblo originario del altiplano de la zona central mexicana, la cultura otomí,
ha prevalecido hasta nuestros días.
Los otomíes formaron parte de las familias lingüísticas otomangue y otomí-pame, vocablos usados
por cada pueblo según la región habitaba.
Actualmente los otomíes se encuentran dispersos en varios estados como Guanajuato, Michoacán,
Tlaxcala y Estado de México.
HISTORIA DE LA CULTURA OTOMÍ.
Ciertamente la cultura otomí hacia el año 5000 A.C., ya se encontraba asentada en el territorio
mesoamericano.
Cabe destacar, que el pueblo otomí tuvo un papel central en el desarrollo demográfico de los
valles centrales y en el crecimiento de Teotihuacán.
A finales del período clásico, con la caída de Teotihuacán, los otomíes se dirigieron hacia Tlaxcala y
la Sierra Madre Oriental.
Con el correr del tiempo, dentro de territorio otomí nacieron ciudades importantes lideradas por
los nahuas, como por ejemplo Tula.
Tollan-Xicocotitlan, conocida mejor como Tula, estaba dominada por los toltecas, pero su
población en un importante porcentaje era otomí.
A la llegada de los españoles la cultura otomí se dividía de acuerdo a su posición geográfica en:
Norte (Valle de Mezquital y Querétaro) poseían elementos culturales de Mesoamérica y de la
región norte.
Sur (Estado de México) las tradiciones y costumbres eran similares a los de la región
mesoamericana.
Durante la conquista, resultaron ser unos grandes aliados de los españoles, y posteriormente
fueron cristianizados por monjes franciscanos.
En vista que la implantación de la conquista española modificó la vida económica y cultural de los
otomíes, muchos se desplazaron a otros territorios, como Guanajuato y Querétaro.
Occidental, hablado desde el valle de Toluca hasta la Sierra Gorda, pasando por el Valle del
Mezquital.
En este sentido, el estilo de jerarquización se asemejaba a del calpulli, usados por los aztecas.
De acuerdo a ello, estaba compuesto por grupos familiares que habitaban un espacio geográfico
definido, formando una organización política común.
Algo que explica que el patrón de asentamiento de los otomíes era disperso, apuntando a que
eran un pueblo seminómada.
Dentro de estos asentamientos, existían lugares especiales que eran habitados por los
gobernantes, los sacerdotes y la nobleza, por otro lado, los macehuales o agricultores humildes,
vivían en los barrios familiares.
Así, este sistema social de los otomíes estaba basado en dos estratos bien diferenciados: nobles y
macehuales.
Esta estratificación social funcionaba dentro de un territorio organizado en señoríos, donde uno o
dos pueblos reconocían a una sola autoridad.
Gran parte de la actividad económica de los grupos otomíes en la actualidad se basan en el cultivo
del maíz, además de la cría de ovejas, vacas y cerdos.
Durante las temporadas libres del ciclo agrícola, los otomíes emigran hacia las áreas
metropolitanas para emplearse y complementar sus ingresos.
Una de las estrategias actuales de la cultura otomí para asegurar su continuidad, es seguir
expresando sus ceremonias ancestrales.
A través de un rico calendario de fiestas y una complicada red de santuarios conformada por
numerosos puntos sagrados.
Estas celebraciones se enmarcan dentro del calendario católico, teniendo un fuerte vínculo con los
ciclos agrícolas como tradición mesoamericana.
Así, los otomíes festejan a la Santa Cruz, a vírgenes como Concepción, Loreto, Asunción,
Guadalupe y santos como San Pedro.
Otra de las expresiones religiosas de la actual cultura otomí es el culto a los cerros, donde se
visitan varios santuarios localizados en las cimas de las montañas, configurando una especie de
circuito ritual.
En cuanto a las capillas otomíes, son pequeñas construcciones familiares, que son realizadas en
honor al primer pariente bautizado.
La característica religiosa de la cultura otomí vigente es el sincretismo de sus propias creencias con
la religión católica.
De esta manera rinden culto al Señor de la Caña o al Señor del Divino Rostro, e igualmente a
santos del catolicismo los cuales asocian con sus dioses prehispánicos.
Al norte de la ciudad de Toluca, a una gran altura, fue levantado en 1981 el Centro Ceremonial
Otomí, un escenario que transmite el poder y la grandeza de la arquitectura mesoamericana, con
la finalidad de proporcionar un lugar para las celebraciones religiosas otomíes y generar el
desarrollo turístico de la región.
El diseño del espacio, realizado por el arquitecto Larrauri, contiene elementos prehispánicos como
escalinatas, plazas y esculturas de grandes dimensiones.
Además, incluye un museo, mercado de artesanías, cabañas, un lago, espacios para acampar y
realizar actividades familiares.
Al presente sólo se conocen los códices de Huamantla y Huichapan, como única fuente de datos
sobre la cultura otomí.
Huamantla.
Aunque se desconoce el contexto de su creación, el objetivo es contar la historia del pueblo otomí
de Huamantla.
Este códice fue hallado mientras realizaban el primer santuario en honor a la Virgen de la Caridad.
El hallazgo está conformado por 9 lienzos de papel amate con una medida de 12.3 metros
cuadrados.
Dicha migración se realizó bajo la protección de los dioses otomíes Xochiquétzal y Otontecuhtli, e
incluso se menciona el abandono de Teotihuacán y la participación otomí en la conquista.
HUICHAPAN.
Se trata de un registro dividido en cuatro partes que contiene algunos textos de carácter histórico,
además un calendario otomí y su correlación con el cristiano.
Dentro de los aspectos que se han conservado de la antigua cultura otomí hasta nuestros días se
encuentran:
VESTIMENTA.
Textiles o bordados.
Los textiles son elaborados con fibra de maguey, lana y algodón, donde plasman motivos
autóctonos, figuras, rombos o flores.
Igualmente se elaboran ayates, cinchos, mecapales, morrales, lazos, tapetes, jorongos, cobijas,
fajas, ceñidores, manteles, servilletas, quexquémtl, entre otros.
CESTERÍA.
Utilizan innumerables recursos para realizar la cestería como la vara de sauce, palma con ixtle y
pencas de cucharilla.
Así, destacan canastas, cestos, flautas, sombreros, jugueterías, sonajas, costureros, charolas,
fruteros y papeleras.
ALFARERÍA.
Elaboran en barro sin engrasar y con chapopote, un derivado del petróleo, cántaros, ollas,
candelabros, macetas, vasijas, cazuelas y cajetes.
METALISTERÍA.
Con materiales como el cobre, fierro y plata, crean campanas, jarras, cuchillos, hachas, raspadores,
rejas, joyas, pulseras, brazaletes.
TALLADO EN MADERA.
Usando maderas de pino, ocote, cedro y bejuco fabrican cucharas, instrumentos musicales,
figuras pequeñas, copas, cruces, portarretratos, cajas.
Otras.
También emplean la cantera, cartonería y cera para hacer cruces, fuentes, esculturas, servilleteros,
velas, e incluso realizan trabajos de talabartería como guantes, fuetes, sillas de montar y
cinturones.
En este sentido, el parentesco se reconoce desde la línea paterna, aparte los varones permanecen
en la casa del padre.
Todos los miembros de la familia participan en las actividades agrícolas, donde cada uno tiene una
obligación definida de acuerdo a la edad y el género.
Adicionalmente, existe un fuerte lazo con el parentesco ritual, siendo el más importante el
compadrazgo por bautizo, aunque de igual manera están los padrinos de evangelio, comunión y
bodas.
Los padrinos siempre gozan de mucho respeto, ya que son considerados los protectores de los
hogares otomíes.
El estado actual de la cultura otomí es de un incansable deseo por preservar y realzar sus
tradiciones y costumbres, que, de alguna manera, han sido olvidadas por la historia.
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