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Se abre un nuevo Sagrario.

Era una madrugada hermosa del mes de Diciembre; la luna llena con sus rayos de plata bañaba la
pequeña ciudad, los luceros aun titilaban en el cielo y reinaba el gran silencio de la navidad.
Excepto de las enfermas, En el monasterio toda la comunidad, se hallaban en el coro habían rezado
maitines y a una sola voz se escuchaba recitar las últimas oraciones de costumbre. Cada monja con su
lámpara encendida y con los ojos fijos en el tabernáculo donde habita el Rey de Reyes, el Señor de
señores, el Pan de los Ángeles, el Manjar de los manjares y el Amor de los amores. La multitud de
Ángeles que custodiaba el Sagrario estaban asombrados de ver el fervor de aquellas vírgenes prudentes
que en aquella madrugada del 21 de Diciembre de 1908 postradas oraban con tanto amor.
Los corazones de las 5 fundadoras latían al unísono y tenían un mismo pensamiento:
1. Fundar un monasterio donde buscarían la santificación de sus propias almas, con la observancia
del Santo Evangelio y la vivencia de los cuatro votos: Pobreza, castidad, obediencia y clausura.
2. Cooperar a la salvación del prójimo con la oración, el buen ejemplo y la práctica de una vida de
mortificación, de alejamiento y desprecio del mundo, de recogimiento interior y exterior y de íntima
unión con Dios.
3. La práctica de la pobreza, la humildad y la caridad de Nuestro Redentor y su Santísima Madre.
4. Ser para Jesús Sacramentado lo que fue la Santísima Virgen María para Jesús mortal y pasible.
5. Entregarse como víctimas por la paz de Santander y de Colombia.
6. La comunidad debía estar bajo patrocinio de la Inmaculada Virgen María y del glorioso Patriarca
San José.
Al mismo tiempo las hermanas que se hallaban enfermas en sus celdas, tenían sus manos juntas
suplicando al Señor bendijera y protegiera a las que se lanzaban a tan gran aventura. Las mayores y las
jóvenes esperaban junto a la puerta reglar, la salida de las viajeras que hablaban muy bajito para no
interrumpir el silencio papal.
Por fin son las 4:45 de la a.m. los abrazos se confunden entre todas, las lágrimas corren por las mejillas,
las voces se ahogan en la garganta por tanta emoción, en un momento las cinco fundadoras se arrodillan y
piden humildemente la bendición a su madre abadesa, quien extiende su mano con su ancha manga y dice
solemnemente: “El Señor las bendiga y las guarde, el Señor les muestre su rostro y tenga misericordia de
sus caridades, el Señor les sea propicio y les conceda la paz, el Señor bendiga estas sus siervas, en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La puerta se abre y salen las viajeras y dejando las
hermanas del alma y allí confundida entre las carrozas, los caballos y los peones, se halla una jovencita
de mirada modesta y de sonrisa tímida con una maletica en la mano y su corazón lleno de sueños y
esperanzas se llama Raquel Becerra, se acerca y abraza tiernamente a la que habrá de ser su madre María
de Jesús y San José y luego a sus hermanas. Todas saludan amablemente a los que iban a ser sus guías en
el recorrido: El reverendo Padre Campo Evangelista Prada, párroco de Onzaga y el señor Apolinar Santos
de Pinchote quien luego sería síndico de la comunidad.
Se ponen en camino rumbo al monasterio de Clarisas de Tunja, quienes las esperaban con abrazos,
desayuno, villancicos y mucha alegría; pero el corazón y la mente de las fundadoras más en el cielo que
en la tierra no perdían la presencia de Dios en ningún momento. Cuantas comuniones espirituales,
cuantos actos de amor, sólo Dios y ellas lo saben, el tiempo corría y se hacía tarde, entonces el padre las
invitó a salir para comenzar el camino.
Ellas mismas han venido para contarnos cómo fue la travesía: Madre María de Jesús y San José, Madre
María Teresa de Jesús, Madre Juana de Dios, Hna. Raquel Becerra, la Madre Margarita.
La Madre Mercedes del Santísimo Sacramento y Madre Mercedes del Sagrado Corazón de Jesús, no han
venido por que ellas se devolvieron a su monasterio. La una a los seis meses y la otra al año, pues era la
voluntad de Dios.
Madre Juana de Dios: Ese mismo día llegamos a Santa Rosa de Viterbo, cayo la noche atravesando el
páramo de Susa, pasamos la noche acurrucadas en el corredor de una chocita que estaba a la vera del
camino, las gentes nos miraban asustadas y se escondían. Al día siguiente seguimos caminando, pues el
reverendo padre estaba preocupado por encontrar donde desayunar para reparar las fuerzas perdidas en
esa noche tan larga, ya animadas nos pusimos en camino hacia Onzaga, a donde llegamos el día 24 hacia
las 7 p.m., allí descansamos muy bien y el 25 celebramos la navidad con mucha alegría.
Madre María Teresa de Jesús: Salimos de Onzaga el 26 muy temprano y llegamos a San Joaquín, el 27
salimos hacia Mogotes.
Madre María de Jesús y San José: Llegamos a la finca de mi tio Gregorio Barrera, quien estaba en el
pueblo. En la casa esta doña Cristina con sus dos hijitas: Blanquita y Balbina de 7 y 5 años, Balbina me
recordó mucho a mi hermanita Pachita, a las dos les regalé un crucifijo, Balbina quería venirse con migo
pero su mamá le dijo que cuando llegase su padre la traería.
Salimos de la casa después de almorzar y al poco rato nos encontramos con el señor párroco de Mogotes
que había salido a recibirnos. Al llegar a Mogotes fuimos sorprendidas por la banda de música, pólvora y
el repique de las campanas, eran las 7 p.m.
Madre Juana de Dios: Coincidió la llegada a Mogotes con que hacía 38 años que nuestra madre había
sido bautizada, la pila bautismal aún se conserva. Nuestra madre de rodillas la besó en prueba de
agradecimiento por el beneficio que había recibido. Descansamos muy bien aquella noche, al otro día
asistimos a la Santa Misa y allí en el atrio de la Iglesia toda la gente nos saludaba con cariño, el señor
párroco dijo a nuestra madre: “Que hasta los ratones de Mogotes eran familiares suyo”.
Hna. Raquel Becerra: Salimos de Mogotes y llegamos a San Gil el 28 de Diciembre. Que paisajes tan
hermosos el perfume de los campos era encantador, el canto de las aves que se oye por aquellas montañas
y valles y ríos de agua cristalina que inspiran paz. Y San Gil que pueblito tan hermoso, eran la 6 p.m.
cuando llegamos nos quedamos en la casa cural y al fin nos encontramos con el tío Rodolfo, familiar de
nuestra madre quien nos ofreció una finca, llamada el Vergel, para que fundáramos el convento, fue él,
quien pagó los peones y los gastos de los carros y caballos en el viaje.
Madre Teresa de Jesús: A las 10 a.m. del día 29 salimos de San Gil. Al pasar por Pinchote nos
detuvieron en la casa Cural, pues la madre del guía el señor Santos, nos esperaban para agasajarnos y no
nos dejó partir hasta que no cayó el sol, partimos rumbo al Socorro, donde llegamos a las 8 p.m., nos
esperaba el señor párroco en el puente de la García.
Madre María de Jesús y San José: En la casita que se convertiría en monasterio, nos esperaba mi
madre Margarita una tía y dos primas. El pequeño convento estaba hermoso, mi madre trató de que nada
nos faltara, desde el oratorio con su altar ya listo para la Santa Misa, hasta el refectorio con la comida
servida, que felices fuimos aquella noche, todas recorrimos el conventico, tenía 7 piezas, refectorio,
cocina, despensa, lavaderos, un patio con una cisterna con agua propia y una huerta. Todo era
maravilloso, era más de lo que esperábamos.

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