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En el albor de la estructura social ruandesa, los pigmeos de la etnia twa eran los primeros
habitantes. Básicamente, estos autóctonos se dedicaban a actividades de caza. Décadas
más tarde se incorporarían los hutus, de origen bantú. Los hutus tendían a consagrar sus
trabajos en actividades destinadas a la agricultura, y esto provocó que los twa fueran
desplazados como grupo predominante. Así, durante años fue aumentando el número de
hutus no solo en Ruanda, también en Burundi, país vecino. Entre los siglos XIV-XV, los
tutsis, que venían mayoritariamente de Etiopía, consiguieron asentarse paulatinamente
en Ruanda. Y, aunque los hutus eran el grupo social más numeroso, los tutsis con solo el
14% de la población consiguieron muy fácilmente hacerse con las riendas del poder.
Posiblemente, esto se explica debido a que estos últimos se encargaban de tareas de
ganado, y el mantenimiento y cuidado de los animales se traducía en poder político.
Salvo por las diferentes actividades laborales que encarnaba cada grupo social o casta, la
población ruandesa no recogía grandes diversidades culturales. De esta forma, la sociedad
se fraguó en un compuesto de tres etnias diferentes. El Gobierno tutsi, igualmente, no se
reveló como un sistema injusto y arbitrario. De hecho, un hutu podía llegar a tener la
oportunidad, a través de un proceso ritual, de convertirse en tutsi, siempre y cuando se
dedicara a la ganadería.
Tutsis (14%), hutus (85%) y twas (1%) siguen siendo las tres principales etnias que han compuesto
la sociedad ruandesa.
A partir del siglo XIX, va a comenzar el proceso colonizador de África: las grandes
potencias europeas llevaron a cabo una expansión brutal sobre el continente y, como es
evidente, esta expansión se tradujo en diversos conflictos sobre qué territorios
colonizados pertenecían a cada Estado. El territorio de Ruanda-Urundi y la parte
continental de Tanzania fueron designados, tras la celebración de la Conferencia de Berlín
(1884), bajo control alemán y esta zona pasó a denominarse África Oriental Alemana. No
obstante, el fin de la Primera Guerra Mundial desembocó en la firma del Tratado de
Versalles (1919), y con ello el poder sobre Ruanda se traspasó a Bélgica, que ya controlaba
la región del Congo.