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Todo lo cual implica, que la prueba anticipada puede ser solicitada en la fase
preparatoria o intermedia del proceso penal, en razón de la naturaleza definitiva e
irreproducible del acto, que presenta una lógica posibilidad de que se haga imposible su
producción en el Juicio Oral.
El artículo 290 del Código Orgánico Procesal Penal establece que terminada la práctica
anticipada de la prueba, las actas serán entregadas al Ministerio Público, las víctimas y
las partes podrán obtener copia.
Naturaleza de la Prueba Anticipada: La práctica del anticipo de prueba, es una
excepción al principio de Inmediación; esto es así, por cuanto el Juez llamado a
practicarla y valorarla es un juez distinto al que le corresponde la responsabilidad de
valorar las pruebas en la etapa de juicio. Esta actividad probatoria, por la
excepcionalidad contiene una serie de requisitos propios, que la convierten en un
instrumento procesal excepcional. Algunos doctrinarios consideran, que el carácter
excepcional de la prueba anticipada se debe, a la naturaleza cautelar, como ha
comentado Delgado Salazar:
Para el proceso penal debe tenerse como de la misma naturaleza cautelar, a los
fines de capturar los hechos o los medios de prueba antes de la oportunidad de su
inserción en el juicio y ante la posibilidad de que desaparezcan, pero es
incuestionable que su práctica se aparte del importante postulado de inmediación,
ya que en principio, la lleva a cabo un juez distinto del que preside el juicio oral y
la evalúa en su sentencia.
Lo cual implica la naturaleza cautelar de la actividad probatoria, que vendrá dada
justamente por la necesidad y finalidad del anticipo de prueba, en tal sentido señala
Rivera Morales, que:
…/… impedir que la prueba se desvirtúe o pierda, o que al transcurrir el tiempo se
alteren las circunstancias de hecho que han de probarse o se dificulte su
reconocimiento, o bien para conservar las cosas que posteriormente se deben
probar en el proceso.
Es así como, la prueba practicada anticipadamente, constituyen un acto procesal y de
prueba, ya que la misma se produce siguiendo las reglas establecidas para tal fin en el
juicio oral, ejerciendo el control probatorio y la contradicción de las partes, sin embargo
el juez que la práctica es el juez con competencia en materia de control, pudiendo
realizarla tanto en la fase preparatoria o intermedia del procedimiento penal ordinario.
El Valor Probatorio de la Prueba Anticipada: Uno de los aspectos más interesantes de
la Institución de la Prueba anticipada, es el relacionado con la valoración de dicho acto.
Se ha comentado con anterioridad que la Prueba Anticipada representa una prueba en el
sentido estricto de su concepto, por cuanto es desarrollada y sometida al control y
contradicción por las partes, ante la presencia de un Juez.
Ello representa una dificultad apreciativa y un evidente riesgo para quien solicitó la anticipación, ya
que el Juez que deberá analizar y decidir sobre la prueba anticipadamente, es el Juez de Juicio, que
salvo cuando la prueba supere el obstáculo que permitió su anticipación y pueda rendirse en el juicio, el
juez de juicio no tendrá un contacto sensorial y quinestésico con la prueba, por lo cual sólo tendrá
acceso a su contenido por la incorporación mediante su lectura, como lo establece el numeral 1 del
artículo 322 del Código Orgánico Procesal Penal.
Es posible, sin embargo, que una vez practicada y registrada la prueba anticipada, para el
momento de la celebración del Juicio Oral, la circunstancia que hacía irreproducible su
práctica, hayan desaparecido, en particular cuando se trata de la prueba testimonial o el
juicio de un experto, por lo que deberá reproducirse en el Juicio Oral, de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 289 del Código Orgánico Procesal Penal, que señala: “Si
el obstáculo no existiera para la fecha del debate, la persona deberá concurrir a prestar
su declaración”. Lo que no es claro, sin embargo pareciera que el legislador bajo esas
circunstancias le restara eficacia a la prueba anticipada, visualizándola como una especie
o forma de prueba provisional, condicionando su existencia a una situación futura.
Similar criterio comparte el tratadista español Miranda Estrampes Manuel, cuando
afirma que: “Si en el momento de iniciarse las sesiones del Juicio Oral hubiere
desaparecido la causa que motivó la práctica anticipada de la prueba, ésta deberá
perder su eficacia y, por tanto, reproducirse nuevamente en el acto de la vista oral”.
Todo ello evidencia, que la Prueba en sentido estricto es la que se practica en el Juicio
Oral, sin embargo, existe la posición que respalda lo inoficioso de volver a reproducir la
prueba que fue objeto de anticipo, por cuanto la misma fue materia de control y
contradicción por las partes, así como en su formación existió la correspondiente
aceptación de los resultados materiales que pudo arrojar la práctica de la misma.
De igual forma, este criterio sostiene que la única justificación posible para evacuar
nuevamente una prueba anticipada en juicio, estaría centrada en la necesidad de
confrontar posibles contradicciones que puedan suscitarse entre el acta que registró la
prueba anticipada y el desarrollo de la prueba en el Juicio Oral. Esta posición sostiene
que el testimonio practicado anticipadamente, no es una mera declaración como las
rendidas en los actos de investigación, sino que ella comporta en sí misma un acto de
Prueba.
La dicotomía de la prueba: Este tema aborda el carácter dicotómico del contenido de
la prueba en el proceso penal acusatorio, con ello se quiere expresar, el resultado que es
posible apreciar de la práctica de un acto de investigación, en contraste con el producto
de su evacuación en juicio en el acto de prueba.
La dicotomía de la prueba, que aún no ha sido estudiada ni analizada a profundidad;
consiste en que los actos de investigación o diligencias realizadas en la fase preparatoria
del proceso penal no tendrán valor probatorio alguno, hasta tanto no sean ofertados o
promovidos en la acusación fiscal por parte del Ministerio Público, y estos por supuesto
hayan sido admitidos en la fase intermedia y practicados en el juicio oral, lo que,
acarrea, según el Dr. Eric Lorenzo Pérez Sarmiento, la denominada “decantación de la
prueba y la metamorfosis de la prueba”. Por metamorfosis de la prueba, debemos
deducir la mutación que podría advertirse en cada una de las fases subsiguientes desde
que el Ministerio Público la enuncia en su acusación y hasta el resultado vertido en el
juicio.
En tanto que la decantación de la prueba, pretende la purificación, depuración y
decantación de los actos de pruebas, que llegaran al juicio oral, orientada sobre la
necesidad, pertinencia, utilidad y legalidad del elemento aportado. Esto quiere decir que
las partes deben promover las pruebas en la oportunidad procesal que le confiere la Ley
Adjetiva Penal y estas ser admitidas para su práctica en el juicio oral, deduciéndose que
no podrán ser valoradas o incorporadas al debate oral, las que sean promovidas
extemporáneamente, fuera del lapso legal, que sean impertinentes o que su obtención
haya sido contraria expresamente a la ley.
Por todo ello, en la misma fase preparatoria existe una serie de factores que pueden
influir de forma objetiva con el contenido de fondo y forma, en la conformación de los
elementos indiciarios y con ello atentar contra su integridad al momento de la
incorporación en la acusación, de igual forma existen factores que pueden degenerar la
esencia o contaminar la existencias de los elementos indiciarios aportados en la fase
intermedia, es así como tal elementos de cambios podrían producir la transformación del
conocimiento esperado como prueba en la fase de juicio, ello representa una ruptura con
el resultado esperado y por tanto conlleva el desencadenamiento de factores dicotómicos
que distorsionan la integridad de la prueba esperada en comparación con el producto de
la actividad probatoria que le dio origen.
Los riesgos que representan los resultados dicotómicos de la prueba, pasan muchas
veces inadvertidos, porque la parte proponente del medio de prueba espera que el
resultado de su evacuación coincida con el vertido en su fuente indiciaria. La distorsión
sobreviene cuando las manifestaciones de la prueba se tornan divergentes o
contradictorias al presentado como elemento de convicción que fue obtenido en la fase
de investigación; demostración de ello seria, cuando un testigo, que declaró durante la
fase preparatoria, haber visto al acusado en la escena del crimen, luego en el juicio oral
se desmiente, afirmando que no vio nada, o cuando un experto señala una cosa en su
dictamen rendido en la fase preparatoria y luego señala otra diversa en el juicio oral.
Resultados inesperados también pudieran surgir con la utilización de los intérpretes,
cuando el experto no puede concurrir a declarar en el juicio.
Calificar los factores dicotómicos de riesgos, será tarea principalmente del Ministerio
Público, ello lo hará entendiendo el recorrido del medio de prueba desde su obtención en
la fase preparatoria, pasando por su ofrecimiento y admisión en la fase intermedia, hasta
su recepción en la fase del juicio oral.
Al momento en que se inicia el proceso penal, el Fiscal del Ministerio Público, tendrá su
primer acercamiento al hecho penalmente relevante que presuntamente ocurrió, lo que
implica el desenvolvimiento del aparataje investigativo a los fines de resguardar todos
aquellos elementos activos y pasivos que puedan permitir la construcción procesal de la
situación fáctica generadora del conflicto penal.
Es por ello, que cobra un valor incalculable la forma y el modo en que el Ministerio
Público asume el contacto con la investigación, ahondando de forma responsable sobre
una de las características de riesgo que impregnan la actividad probatoria, la cual es la
Dicotomía de la Prueba.
Analizar los riesgos presentes por dicotomía de la prueba, comienza revisando los actos
de investigación realizados en la fase preparatoria del proceso penal, los cuales están
caracterizados por ser actos unilaterales dictados por parte del Ministerio Público, las
unidades criminalísticas adscritas a él o el Órgano de Policía de Investigaciones
Científicas, Penales y criminalísticas. En principio estos actos de investigación no están
sometidos al control de la víctima o la defensa del imputado que como partes, solo
podrán solicitar el Control Judicial cuando el criterio fiscal se aparte o supere lo
expresamente señalado por la Constitución y la ley.
Se tiene entonces, que en la fase preparatoria del proceso penal, los actos de
investigación tienen como objetivo primordial, recabar todos los elementos de
información que permitan establecer los elementos de convicción, activos y pasivos
relacionados con el hecho investigado, y la individualización e identificación de los
presuntos responsables y participes de su comisión, dentro de los cuales se encuentran:
la inspección técnica, allanamientos, intervenciones telefónicas, práctica de
reconocimientos médico legales, experticias toxicológicas, protocolo de autopsia,
entrevista a testigos, experticia de vaciado a elementos informáticos, entre otras
actividades probatorias que seguramente arrojará elementos de convicción que desde su
obtención, pasando por su ofrecimiento y admisión en la fase intermedia, hasta su
recepción en la fase del juicio pretenderán crear la convicción de probar en la mente del
juez en la fase de juicio.
Es así como los actos de prueba, constituyen la acreditación suficiente de los actos
investigativos, también considerados como informativos, previamente incorporados
mediante los medios de prueba rendidos en el Juicio, en cumplimiento con el fin legal
que establece la actividad probatoria.
En torno a lo anteriormente expresado, señala Pérez Sarmiento:
El Procedimiento acusatorio impone la preponderancia del juicio oral como fase
fundamental del juzgamiento, a diferencia del inquisitivo, que privilegia la
investigación sumarial, cuyo acervo probatorio pasa a ser valorado íntegramente
en la sentencia definitiva, a menos que resulte desvirtuado en el plenario.
Por todo ello, el carácter dicotómico del contenido de la prueba en el proceso penal
acusatorio, constituye la transformación del contenido de los elementos de convicción en
pruebas, que afecta su esencia propiamente dichas, estableciendo consecuencias o
características bifrontes de la actividad probatoria en el proceso penal.
Los Sistemas de Valoración de La Prueba: La valoración o apreciación de la prueba
constituye, una operación fundamental en el proceso penal. Devis Echandia, la califica
como el momento culminante y decisivo de la actividad probatoria, consistente en
aquella operación mental que tiene por fin conocer el mérito o valor de convicción que
puede deducirse de su contenido. Mediante la valoración de la prueba, el juzgador
determina la eficacia o influencia que los elementos probatorios aportados al proceso
permiten alcanzar la conformación de la convicción judicial.
Es así como el Juez con la valoración de la prueba determina el resultado que infiere de
la práctica de un determinado medio de prueba, es decir, el grado de convicción o
persuasión que alcanza con la prueba practicada, el cual puede ser positivo, en cuyo caso
se habrá logrado el fin de la prueba, o negativo, al no alcanzarse dicho fin o
convencimiento.
Es por tanto una actividad psicológica e intelectual que corresponde única y
exclusivamente al órgano judicial, la apreciación probatoria se inicia, desde el mismo
momento en que el Juez en el juicio, entra en contacto con el medio de prueba, salvo los
supuestos legalmente admitidos y la prueba anticipada. Desde este momento, y en virtud
del principio de inmediación, el juzgador irá formando su juicio acerca de la credibilidad
y la eficacia de la prueba.
Mediante la valoración de la prueba el juez depura los resultados obtenidos con la
práctica de los diferentes medios de prueba, interrelacionados unos con otros para llegar
finalmente a formar su convencimiento. La valoración de la prueba y convicción o el
convencimiento judicial no son conceptos equivalentes sino distintos. La primera,
comprende la actividad intelectual e interacción del órgano jurisdiccional en el proceso,
durante la práctica de la prueba y precede siempre a la segunda, que no es más que el
resultado interior de la valoración psicológica que se alcanza en la mente del juez con la
apreciación integral y sistemática efectuada a la prueba.
En relación a la valoración de la prueba, la doctrina ha venido distinguiendo tres tipos de
sistemas: el sistema de la prueba legal o tarifada, denominado también, de tarifa legal, el
sistema de la íntima convicción o de la libre convicción y el sistema de la libre
convicción razonada o sana crítica.
1.La Prueba Tarifada: El sistema de la prueba legal, tasada o tarifada, implica que en la
ley, el legislador de antemano determinó el valor que corresponde atribuir a la
apreciación judicial de la prueba, o bien excluye o impone la consideración probatoria
que debe atribuírsele para la demostración de los hechos. Es así como la ley, le otorga a
las pruebas una eficacia total, parcial o determina su ineficacia en el establecimiento de
la verdad durante el proceso. Para el juez su papel se reduce al de aplicador de la ley ya
que, a cada prueba, le establece un valor determinado.
Los defensores del sistema arguyen que su aplicación evita la arbitrariedad del juez, se
anula su subjetividad y se le otorgan garantías reales a las partes, ya que pueden conocer
el valor probatorio otorgado a cada prueba en el proceso.
Los detractores de este sistema, afirman que conduce a la mecanización de la
función del juez, que se impone la verdad procesal sobre la verdad de los hechos, que
no importa el contexto de los hechos ya que se uniformiza el proceso y por lo tanto la
justicia y la sentencia pudieran no significar lo mismo.
El sistema de la prueba legal se puede traducir en dos formas fundamentales:
• Teoría de la prueba legal positiva: en esta hipótesis la ley prescribe que, una vez
verificados ciertos presupuestos, en determinados hechos debe considerarse como
cierto, aunque este no esté convencido de ello; y
• Teoría de la prueba legal negativa, cuando la ley le prohíbe al juez considerar
como verdadero, si no tiene cierta prueba mínima, que ella misma establece.
La ley deduce la eficacia de la prueba de elementos extrínsecos, como el modo, la
constitución y la manifestación de cada uno de los medios de pruebas.
En suma, ante el tribunal, según este método, no podía presentarse como eficaz
sino el contenido material de la prueba.
Este sistema presenta las siguientes características:
1. Se logra uniformidad en las decisiones judiciales en lo que respecta a la valoración de
la prueba;
2. El valor de cada medio de prueba se encuentra establecido por la ley, en forma
permanente, invariable e inalterable;
3. Suple la falta de experiencia e ignorancia de los jueces;
4. Impide el rechazo injustificado o arbitrario de medios de prueba aportados al proceso.
Del mismo modo, el antes referido autor señala, que las reglas de la sana crítica
configuran una categoría intermedia entre la prueba legal y la libre convicción.
Sin la excesiva rigidez de la primera y sin la excesiva incertidumbre de la última,
configura una fórmula para regular la actividad intelectual del juez frente a la
prueba, constituida en la motivación de la sentencia.
El juez que decide con arreglo a la sana crítica, no es libre de razonar a su entera
voluntad, discrecionalidad o arbitrariedad. Su decisión está sujeta a las reglas de la
lógica, el conocimiento científico y la razón ya que de lo contrario no sería sana
crítica, sino libre convicción. La sana crítica es la unión de la lógica y la
experiencia sin excesivas abstracciones de orden intelectual, pero también sin
olvidar esos preceptos que los filósofos llaman de higiene mental, tendientes a
asegurar el más certero y eficaz razonamiento.
Couture destaca la diferencia entre la sana crítica y la libre convicción pues este
último es "aquel modo de razonar que no se apoya necesariamente en la prueba
que el proceso exhibe al juez, ni en medios de información que pueden ser
fiscalizado por las partes. Dentro de este método el magistrado adquiere el
convencimiento de la verdad con la prueba de autos, fuera de la prueba de autos
y aun contra la prueba de autos".
Respecto de la relación entre la sana crítica y la lógica, Couture hace ver que las
reglas de la sana crítica consisten en su sentido formal en una operación lógica.
Existen algunos principios de lógica que no podrán ser nunca desoídos por el juez.
Así, dice, nadie dudaría del error lógico de una sentencia en la cual se razonara de
la siguiente manera: los testigos declaran que presenciaron un préstamo en
monedas de oro; como las monedas de oro son iguales a las monedas de plata,
condeno a devolver monedas de plata.
Evidentemente, está infringido el principio lógico de identidad, según el cual una
cosa solo es igual a sí misma. Las monedas de oro solo son iguales a las monedas
de oro, y no a las monedas de plata.
De la misma manera, habría error lógico en la sentencia que quebrantara el
principio del tercero excluido, de falta de razón suficiente o el de contradicción.
Es evidente que la corrección lógica no basta para convalidar la sentencia. La
elaboración del juez puede ser correcta en su sentido lógico formal y la sentencia
ser errónea. Por ejemplo, un fallo razona de la siguiente manera: todos los testigos
de este pueblo son mentirosos; este testigo es de este pueblo; en consecuencia, ha
dicho la verdad.
El error lógico es manifiesto, pero desde el punto de vista jurídico la solución
puede ser justa si el testigo realmente ha dicho la verdad.
Así mismo, puede ocurrir otra suposición inversa. Dice el juez: todos los testigos
de este pueblo son mentirosos; este testigo es de este pueblo; en consecuencia es
mentiroso. En este último supuesto los principios lógicos han sido respetados ya
que el desenvolvimiento del silogismo ha sido correcto. Pero la sentencia sería
injusta si hubiera fallado una de las premisas: si todos los hombres del pueblo no
fueran mentirosos, o si el testigo no fuera hombre de ese pueblo.
La sana critica, le otorga igual importancia a los principios de la lógica y a las
reglas de la experiencia en la tarea de valoración de la prueba ya que el juez no es
una máquina de razonar, sino, esencialmente, un hombre que toma conocimiento
del mundo que le rodea y le conoce a través de sus procesos sensibles e
intelectuales.
La sana crítica es, además de lógica, la correcta apreciación de ciertas
proposiciones de experiencia de que todo hombre se sirve en la vida. Esas
conclusiones no tienen la estrictez de los principios lógicos tradicionales, sino que
son contingentes y variables con relación al tiempo y al lugar.
El progreso de la ciencia está hecho de una serie de máximas de experiencia
derogadas por otras más exactas; y aun frente a los principios de la lógica
tradicional, la lógica moderna muestra cómo el pensamiento humano se halla en
constante progreso en la manera de razonar.
Lo anterior lo lleva a concluir que es necesario considerar en la valoración de la
prueba el carácter forzosamente variable de la experiencia humana, tanto como la
necesidad de mantener con el rigor posible los principios de lógica en que el
derecho se apoya.
Las llamadas máximas de experiencia Couture las define como: "normas de valor
general, independientes del caso específico, pero como se extraen de la
observación de lo que generalmente ocurre en numerosos casos, son susceptibles
de aplicación en todos los otros casos de la misma especie".
Para Friedrich Stein, a quien se debe la introducción en el derecho procesal del
concepto máximas de experiencia, estas "son definiciones o juicios hipotéticos de
contenido general, desligados de los hechos concretos que se juzgan en el
proceso, procedentes de la experiencia, pero independientes de los casos
particulares de cuya observación se han inducido y que, por encima de esos
casos, pretenden tener validez para otros nuevos”.
Calamendrei, por su parte, las define como aquellas "...extraídas de su patrimonio
intelectual (del juez) y de la conciencia pública..." y destaca su utilidad pues "las
máximas de experiencia poseídas por él, por lo general, le servirán de premisa
mayor para sus silogismos (por ejemplo, la máxima de que la edad avanzada
produce en general un debilitamiento de la memoria, le hará considerar en
concreto la deposición de un testigo viejo menos digna de crédito que la de un
testigo todavía joven).../…".
En todo caso, cualquiera que sea el concepto que se dé sobre las máximas de la
experiencia, es posible encontrar ciertos elementos que les son comunes y tales
son, según un autor los siguientes:
1. Son juicios, esto es, valoraciones que no están referidas a los hechos que son
materia del proceso, sino que poseen un contenido general. Tienen un valor
propio e independiente, lo que permite darle a la valoración un carácter
lógico;
2 Estos juicios tienen vida propia, se generan de hechos particulares y
reiterativos, se nutren de la vida en sociedad, aflorando por el proceso
inductivo del juez que los aplica;
3. No nacen ni fenecen con los hechos, sino que se prolongan más allá de los
mismos, y van a tener validez para otros nuevos;
4. Son razones inductivas acreditadas en la regularidad o normalidad de la
vida, y, por lo mismo, implican una regla, susceptible de ser utilizada por el
juez para un hecho similar;
5. Las máximas carecen de universalidad. Están restringidas al medio físico en
que actúa el juez, puesto que ellas nacen de las relaciones de la vida y
comprenden todo lo que el juez tenga como experiencia propia.
Digamos, finalmente, que por sus propias características a las máximas de
experiencia no les rige la prohibición común de no admitir otros hechos que los
probados en el juicio.
La máxima, “quod non est in actis non est in mundo”, no es aplicable totalmente a
ellas ya que implicaría rechazar juicios o razones que por su generalidad,
notoriedad, reiteración y permanencia en el tiempo se tienen generalmente por
aceptados por la sociedad.
El conocimiento personal o privado del juez sobre los hechos: Se refiere este
principio a la necesidad de que los hechos sobre los cuales debe fundarse la decisión del
juez, estén demostrados en pruebas aportadas al proceso por cualquiera de los
interesados o por el juez, si éste tiene facultades, sin que este funcionario pueda suplirla
con el conocimiento personal o privado que tenga sobre ellos, porque sería violar, la
oralidad, la publicidad y contradicción, indispensables para la validez de todo medio de
prueba.
La libertad de apreciación induce a la libertad de los medios de pruebas pero no implica
que los hechos puedan fijarse en el proceso por el conocimiento personal del Juez, sin
que exista medio alguno de prueba que lo demuestre.
Este principio representa una inapreciable garantía para la libertad y los derechos del
individuo, que de otra manera estarían en manos de jueces parciales y a merced de
decisiones que no podrían ser verificadas por los jueces superiores.
Desconocer este principio sería dejar que se confundieran los oficios del juez y testigo.
El jurista italiano Florian, en su obra La Prueba Penal, reclama la necesidad de la prueba
aportada con las formalidades procesales que garanticen la seriedad y eficacia de su
contenido.
Existe un principio según el cual el Juez debe juzgar de acuerdo a lo alegado y probado
por las partes, porque para el juez, lo que no consta en el proceso, no existe en este
mundo.
A causa de esto se admite que debe ser anulada toda sentencia basada en el
conocimiento personal de los hechos por el juez, por lo que debe inhibirse cuando posee
conocimiento personal de la infracción, ya que esta circunstancia equivaldría a que, esta
persona, podría ser citado como testigo del proceso y oído como tal, según las reglas
establecidas para alcanzar la verdad de los hechos en el proceso penal.
El conocimiento privado representa entonces, la información precisa y circunstanciada
que está fijada en la conciencia de una persona sobre un hecho en particular, cuando es
el juez quien lo posee, impedirá u obstruirá el cabal ejercicio de la imparcialidad en su
tarea de aplicar la justicia que impone el Estado.