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MISTERIO DE LAS FLORES EN LA CABEZA

En la definición encontramos que para la mayoría de docentes su trabajo se resume en


enseñar, trasmitir conocimientos o verdades a sus estudiantes, tratar de descubrir con ellos
el saber que está a su alcance.

De lo anterior, aclaro que no estoy totalmente de acuerdo con el hecho de que solo sea
enseñar, lo que sucede es que hace falta algo que también es esencial en el trabajo del
maestro, y es el aprender. Todos nuestros alumnos ya sea en pequeñas o grandes dosis de
enseñanzas nos trasmiten realidades tan diversas que conforman en nosotros diferentes
puntos de conocimiento, y en última instancia se vuelven tan valiosos para el diario vivir
que es necesario adquirirlos.

Cuando el maestro encara en el aula una realidad de desórdenes sociales, delincuencia,


violencia, como en la I.E.D. de la Paz tiene la posibilidad de encontrarse con estudiantes
que le enseñarán mucho acerca de la vida, debido a lo inmersos que están en esas
realidades y la cantidad de experiencias que afrontan día a día en relación con ello.

Inevitablemente cualquier maestro que experimente esas realidades se sentirá aún más
cercano a sus estudiantes y desde ahí sabrá cuáles serán las mejores herramientas que
podrá utilizar para aprender y desaprender aptitudes, comportamientos y conceptos nuevos
o allegados en sus estudiantes.

La experiencia de ser maestros en instituciones como la antes nombrada, dan la posibilidad


de asemejar lo vivido con metáforas que pueden expresar mejor lo que puede decirse
acerca de convivir con estudiantes de población vulnerable.

En palabras más comprensibles, pretendo expresar mis recuerdos vividos de una forma
maquillada y expresiva, que permita ver la importancia de aprender y enseñar a personas
diferentes con realidades difíciles.

En cierta ocasión, en la que estaba esperando a los estudiantes para iniciar las clases, una
niña, que no recuerdo fuese estudiante de mi salón, entró descomplicadamente al aula y
puso en mi cabeza la flor que traía en la mano, se sentó y estuvo así todo el trascurso de la
jornada, cuando ésta acabó, quitó la flor de mi cabeza y se fue sin decir nada más que…
“Adiós profe”.

Terminando de asimilar todo, al día siguiente esperé a la niña de la flor para preguntarle
exactamente de qué salón era y la flor, ¿cuál fue su papel todo el tiempo en mi cabeza? Lo
desanimante para mí fue saber que no se presentó ni ese día, ni el siguiente, ni el más
lejano; en palabras finales, de la niña no supe más nada.

Mi cabeza durante mucho tiempo, en el trascurso de mi docencia en la escuela, se preguntó


varias veces, qué pensó la niña al entrar en mi clase, la flor tendría algún significado para
ella.

El hecho es que más que enseñarle a la niña, ella dejo en mí una incertidumbre que quizás
no se respondería. De esa manera al terminar las prácticas decidí ponerme en la tarea de
buscar una respuesta, recuerdo comentarle a mi mamá… si te ponga una flor en la cabeza
y al marcharme te la quito ¿tú qué pensarías?, la respuesta de mi madre fue la siguiente:
que estarías loca, eso solo lo hacen los niños. ¿Los niños mamá?, le dije. Si hija, solo ellos
pueden pensar en ponerle una flor a alguien en la cabeza e irse.

A través de esa charla empecé el camino de las respuestas, el domingo antes de entrar a
las clases en la normal y regresar de las prácticas, a mi vecina de al lado que tiene 7 años,
le pregunté a cerca de lo bonitas que se veían las trinitarias en el garaje de mi casa, y ella
estuvo muy de acuerdo con eso, entonces arranque de la planta unas cuantas flores y se las
di, la niña se las puso inmediatamente en la cabeza y entro corriendo a su casa muy feliz.

Pensé, es que todos los niños hacen eso, ¿no hay otra cosa que hacer con las flores?. En la
tarde de ese mismo día vi que la niña ya no tenía las flores en la cabeza, así que le pregunte
qué había pasado con ellas, cuando las sacó de un bolsillo de su vestido y me las entrego,
entonces fue cuando empecé a entender todo eso, cuando das flores a alguien lo haces
porque la quieres, pero más allá de eso a los adultos nos falta entender que darlas es algo
fácil, pero verlas en otro, y confiar en que la persona las cuidará, es aún más difícil, y esa ha
sido la respuesta más concluyente que he tenido a cerca del misterio de las flores en la
cabeza.

Aquella niña del megacolegio de la paz, encontró en las flores una buena forma de darme
una gran lección de vida sin ser quizás esa su intención, cuando damos, no es dar lo que le
da sentido a todo, es confiar que el otro le encontrará valor a ese “algo”; en resumidas
cuentas, es eso el fin último del maestro ¡No es solo transmitir conocimiento, es confiar que
tus estudiantes le encontrarán valor a eso que se les enseña!

Autora: Iveth Margarita Conde Llanes


MISTERIO DE LAS FLORES EN LA CABEZA

Iveth Margarita Conde Llanes

María Del Toro

Docente de Castellano

I.E.D. ESCUELA NORMAL SUPERIOR MARÍA AUXILIADORA

II Semestre A

Santa Marta

2014

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