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APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE CIENCIA

Gabriel Triana Beltrán


Profesor de Química
Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas
Universidad Los Libertadores

Una vez que se ha reconocido la validez del pensamiento científico, los resultados finales parecen
sencillos; todo estudiante inteligente puede comprenderlos sin mucha dificultad. Pero los años de
búsqueda en la oscuridad de una verdad que uno intuye pero no puede expresar, solo los conoce
quien los ha experimentado por sí mismo.
Albert Einstein

Pretender un acercamiento al concepto de Ciencia, impone ante todo, interpretar


el significado de Epistemología. Veamos.

Epistemología. Término que etimológicamente proviene de dos raíces griegas:


episteme, que significa 'conocimiento'; y logos, que quiere decir, “estudio”,
“tratado”, “teoría”. Por tanto es la rama de la filosofía que trata de los problemas
filosóficos que rodean a la denominada “teoría del conocimiento”. La
epistemología se ocupa de la definición del saber y de los conceptos relacionados,
de las fuentes, de los criterios, de los tipos de conocimiento posible y del grado
con el que cada uno resulta cierto; así como de la relación exacta entre el que
conoce y el objeto conocido.

Durante el siglo V a.J.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que


hubiera un conocimiento fiable y objetivo. Sócrates, intentó contestar a los sofistas
dando por sentado la existencia de un mundo de "formas" o "ideas", invariables e
invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Fue
quien ideó la “mayéutica” método ideado para descubrir la verdad por medio de
sucesivas preguntas. Para confesar su ignorancia decía: “Solo sé que nada sé”,
expresión con la que demostraba la lucha del hombre por descubrir la verdad,
lucha que es interminable. En suma, Sócrates fue un decidido racionalista.

Platón, siguiendo a su ilustre maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas


dando por sentado la existencia de un mundo de "ideas", invariables e invisibles,
sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Así Platón
concluía que la contemplación filosófica del mundo de las ideas es el fin más
elevado de la existencia humana.

Para los seguidores del racionalismo (entre los que sobresalieron el francés René
Descartes, el holandés Baruch Spinoza y el alemán Gottfried Wilhelm Leibniz) la
principal fuente y prueba final del conocimiento era el razonamiento deductivo
basado en principios evidentes o axiomas. En su Discurso del método (1637),
Descartes inauguró el nuevo método que podía permitir alcanzar la certeza y el
fundamento de la racionalidad.

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Para los principales representantes del empirismo (especialmente los ingleses
Francis Bacon y John Locke) la fuente principal y prueba última del conocimiento
era la percepción. En su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), Locke
criticó la creencia racionalista de que los principios del conocimiento son evidentes
por una vía intuitiva, y argumentó que todo conocimiento deriva de la experiencia,
ya sea de la procedente del mundo externo, que imprime sensaciones en la
mente. Afirmó que el conocimiento humano de los objetos físicos externos está
siempre sujeto a los errores de los sentidos y concluyó que no se puede tener un
conocimiento certero del mundo físico que resulte absoluto.

Durante los siglos XVIII y XIX prevaleció el siguiente principio: la observación


depende de la teoría. Se sabía entonces que usualmente las teorías son
concebidas antes de hacerse las observaciones que las comprueban. Para los
acérrimos defensores del inductivismo, las teorías sólo tienen sentido si se pueden
verificar mediante la observación. Pero no se puede mantener esta división tajante
entre teoría y observación ya que esta última está influida por la teoría. De ahí la
importancia del planteamiento del científico Kelvin:
“Cuando puede medirse aquello de los que se habla y expresarlo en números, ya
se sabe algo sobre aquello. Cuando no puede medirse su conocimiento es pobre
e insatisfactorio: puede ser el inicio del conocimiento, pero apenas si se ha
avanzado hacia los albores de una ciencia”. Lord Kelvin (1824-1907).

Surge entonces la introducción al “Falsacionismo” propuesta por Karl Popper.


En 1919, el muy joven Popper (tenía 17 años de edad) asistió a Viena a una
conferencia dictada por el ya no tan joven Albert Einstein (de 40 años de edad) y
quedó deslumbrado por la nueva física que promulgaba el gran iconoclasta.
Popper comparó entonces el éxito predictivo de las ideas de Einstein, alcanzado
en condiciones de muy alto riesgo, con la situación de las otras tres teorías
científicas importantes en ese momento en su medio: la teoría de la historia de
Marx, la teoría del psicoanálisis de Freud y la teoría de la psicología individual de
Adler. Lo que encontró Popper hace más de 60 años lo sabemos todos hoy: en la
física de Einstein las predicciones se formulaban de tal manera que la opción de
no cumplirse era real, mientras que en las otras teorías "científicas" mencionadas,
había explicaciones para cualquier clase de resultados. Fue en esa época cuando
Popper concluyó que la manera de distinguir a la ciencia verdadera de las
seudociencias (el criterio de demarcación) es precisamente que la primera está
constituida por teorías susceptibles de ser demostradas falsas poniendo a prueba
sus predicciones, mientras que las segundas no son refutables; en otras palabras.
Propuso un criterio de comprobación que denominó falsabilidad, para determinar
la validez científica, y subrayó el carácter hipotético-deductivo de la ciencia. Las
teorías científicas son hipótesis a partir de las cuales se pueden deducir
enunciados comprobables mediante la observación; si las observaciones
experimentales adecuadas revelan como falsos esos enunciados, la hipótesis es
refutada. Si una hipótesis supera el esfuerzo de demostrar su falsedad, puede ser
aceptada, al menos con carácter provisional. Ninguna teoría científica, sin
embargo, puede ser establecida de una forma concluyente. Su filosofía era fruto
de un esfuerzo por distinguir entre, por una parte, la seudociencia, como, por
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ejemplo, el marxismo, la astrología o la psicología freudiana, y, por la otra, la
ciencia propiamente dicha, como por ejemplo, la teoría de la selección natural, y la
teoría de la relatividad de Einstein.- Esta última, Popper estaba convencido, era
perfectamente verificable; hacía predicciones sobre el mundo que se podían
verificar empíricamente. Nunca sabemos si las observaciones de un grupo
científico han sido suficientes porque la siguiente observación podría contradecir
las precedentes. Las observaciones nunca pueden probar una teoría; sólo pueden
refutarla, o falsearla. Popper hacía extensible su principio de falsación a una
filosofía que él denominaba racionalismo crítico. Un científico aventura una
propuesta y otros tratan de echaría por tierra con argumentos contrarios o pruebas
experimentales. Popper consideraba la crítica, y el conflicto, como algo esencial
para cualquier tipo de progreso. Así como los científicos enfocan la verdad a
través de lo que él denominaba “conjeturas y refutaciones”, así también las
especies evolucionan mediante la competencia y las sociedades mediante el
debate político. En cierta ocasión escribió: “Una sociedad humana sin conflicto,
sería una sociedad no de amigos, sino de hormigas”. Una teoría científica, insistía
Popper, es una invención, un acto de creación tan profundamente misterioso como
cualquier acto realizado en el ámbito de las artes. “La historia de la ciencia es por
doquier especulativa”, aseveró. “Es una historia maravillosa que permite sentirnos
orgullosos de ser humanos”. Impugnaba la creencia positivista de que nunca
podremos saber que una teoría es verdadera. “Hay que distinguir entre la verdad,
que es objetiva y absoluta, y la certeza, que es subjetiva”. Popper también vivía
convencido de que la ciencia no podría contestar nunca a las preguntas sobre el
sentido y objeto del universo. Por eso nunca había repudiado por completo la
religión, aunque hacía tiempo que había abandonado el luteranismo de su
juventud. “Nosotros sabemos muy poco; por eso deberíamos ser más modestos y
no pretender saberlo todo sobre este tipo de últimas preguntas”.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, Tomo


1, Madrid 1992, se tienen las siguientes acepciones: Conocimiento cierto de las
cosas por sus principios y causas. ↨2. Cuerpo de doctrina metodológicamente
formado y ordenado que constituye un ramo particular del saber humano. ↨ 3.
Saber o erudición… ↨ 4. Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en
cualquier cosa…

Del libro de Carlos Tiebaut “Conceptos fundamentales de filosofía”, Colección


Filosofía y Pensamiento, (Editorial Alianza, 1998), se puede extraer el siguiente
concepto de ciencia: Conjunto de conocimientos sistemáticos que en forma de
teoría establecen leyes o relaciones entre hechos y sucesos. Dichas leyes se
formulan por medio del método científico cuya determinación y explicación ha
ocupado gran parte de la discusión filosófica occidental desde sus orígenes. En
general, se entiende que las leyes científicas se refieren a fenómenos observables
de cuyo análisis parten e intentan explicar. Las relaciones entre la ciencia y la
filosofía siempre han sido determinantes.

El Diccionario Filosófico de Rosental – iudin, (Ediciones Universales de Colombia),


registra el concepto de ciencia en los siguientes términos: Forma de la conciencia
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social; constituye un sistema, históricamente formado, de conocimientos
ordenados cuya veracidad se comprueba y se puntualiza constantemente en el
curso de la práctica. La fuerza del conocimiento científico radica en el carácter
general, universal, necesario y objetivo de su veracidad. A diferencia del arte, que
refleja el mundo valiéndose de imágenes artísticas, la ciencia lo aprehende de
conceptos mediante los recursos del pensamiento lógico.

Al consultar la explicación que figura en el Diccionario Filosófico de Leandro


Harold Pantoja y Gustavo Zúñiga, (Editorial NTKA, Bogotá 1995), se registra:
Sistema de conocimientos ordenados cuya veracidad se comprueba y se
puntualiza constantemente en el curso de la práctica social y se propone el grado
máximo posible de certeza. La ciencia formula sus conclusiones basándose en
hechos. La fuerza de la ciencia está en sus generalizaciones, en el hecho de que
lo casual y caótico halla e investiga leyes objetivas sin cuyo conocimiento no es
posible desplegar una actividad práctica, consciente y orientada hacia un
determinado objetivo.

En el texto “Química la ciencia básica”, de Reboiras, M. D. (Editorial Thomson


2008), el autor escribe: “Se puede decir que ciencia es un cuerpo de doctrina
metodológicamente ordenado, que constituye un ramo particular de los
conocimientos humanos”. Y agrega que el objetivo que persigue la ciencia, al igual
que la filosofía o la literatura, es la comprensión del mundo que nos rodea, y el
aspecto que la distingue de cualquier otra actividad intelectual es el procedimiento
mediante el cual se obtiene el conocimiento, basado en la observación controlada
y sistemática de los hechos y su interpretación racional, un proceso conocido
como método científico.

En el libro de Carlos Chordá, “Ciencia para Nicolás” (Editorial Laetoli 2004), se cita
al investigador y divulgador Ruy Pérez Tamayo quien explica así la ciencia:
“Actividad creativa cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo
producto es el conocimiento”. A mi modo de pensar este concepto es
acertadísimo, no solo por el breve y preciso planteamiento, sino además, porque
de él se deriva que la ciencia es una herramienta y no un fin, por cuanto en la
actualidad la tecnología es imposible sin la ciencia. Por ello estamos sumergidos
en la tecnología. Igualmente al contrario, la ciencia no se concibe sin la tecnología
dado que exige instrumentos cada vez más precisos y sofisticados, inventados
con tecnología de punta.

Cabe destacar que la ciencia es éticamente neutra; otra cosa es el


comportamiento de científicos, de las empresas que los patrocinan, de las políticas
de gobernantes que determinan qué hacer con los conocimientos científicos
alcanzados. A las persona si se les puede exigir actitudes éticas, pero a la ciencia
no. La ética resulta ajena a la ciencia.

En este orden de ideas vale aclarar que las verdades obtenidas por la ciencia no
son definitivas. Una teoría científica queda sin validez cuando no puede demostrar
experimentalmente algún hecho, o un fenómeno. Sobre este particular el ejemplo
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más recordado es la “falsación” (Popper en Solo sé que nada sé. Editorial Ariel.
1996) de la mecánica de Newton por la teoría de la relatividad de Einstein, aunque
los efectos solo se dan a velocidades cercanas a la de la luz.

Tampoco se puede omitir en esta síntesis que la ciencia es única. En verdad, no


hay ciencia oriental y ciencia occidental, ni japonesa o francesa. Tampoco hay
“ciencias alternativas”. La ciencia abarca diferentes disciplinas, pero es una y
única. Lo contrario, resultaría contradictorio en esta época del siglo XXI cuando la
humanidad vive bajo el fenómeno de la globalización económica.

Para terminar esta síntesis interpretativa del concepto de “ciencia”, incluyo en


estas líneas una interpretación personal expresada en los siguientes términos:
Ciencia es una actividad cultural realizada por el hombre a través de su historia,
por medio de un trabajo colectivo de observación de los fenómenos,
reproduciendo sistemáticamente situaciones por medio de la experimentación,
para interpretar resultados obtenidos y llegar a formular leyes y principios que
apuntan a conocer y explicar la verdad.

Sin otras compilaciones del concepto de ciencia, para usted futuro ingeniero, ¿qué
es la ciencia? Tiene la palabra.

Referencias

Congrains Martín, E. Gutierrez F. Vida y obra de filósofos y pensadores. Editorial


Forja. Bogotá. 1985.

Chordá C. Ciencia para Nicolás. Editorial Laetoli, S.L. Pamplona, España. 2005.

Güell M. Muñoz J. Solo sé que no sé nada. Editorial Ariel. Barcelona.1996.

Ordoñez J., Navarro V., Sánchez Ron J.M. Historia de la Ciencia. Colección
austral. Editorial Espasa. Madrid. 2005.

Pantoja L.H., Zúñiga G. Diccionario Filosófico. NTKA Editorial. Bogotá. 2013.

Real Academia Española de la Lengua. Diccionario de la Lengua Española.


Madrid. 1992.

Reboiras M.D. Química la Ciencia Básica. Thomson Editores. Madrid. 2008.

Rosental-iudin. Diccionario Filosófico. Ediciones Universales de Colombia.

Thiebaut, C. Conceptos fundamentales de Filosofía.Alianza Editorial. Madrid.1998.


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