condiciones de desigualdad que se agravan en función del lugar donde residen, de los ingresos que perciben, de la clase social a las que pertenecen, origen nacional, su opción sexual. Edad, discapacidad y otras situaciones que marcan de manera dramática sus vidas por haber nacido mujeres. Estas desventajas son consecuencias del sistema patriarcal que establece las asignaciones y roles diferenciados y desigualdades entre mujeres y hombres. Es por esto que entendemos que trabajar para eliminar las causas que generan estas desigualdades de oportunidades y de derechos es un compromiso con la democracia y con el desarrollo pleno que es urgente que sea asumido por cada actor social en nuestro país. Situación de las mujeres en la Rep. DOM La brecha que separa a los hombres de las mujeres atrapadas en el ciclo de la pobreza ha seguido ampliándose en los últimos años. Este fenómeno se conoce como “la feminización de la pobreza”. 65% de los hogares en situación de pobreza están encabezadas por mujeres. El Banco Central señala que el 54% de las mujeres son las encargadas de tomar las decisiones financieras del hogar, especialmente entre los 25 y 46 años. Estos datos ponen en manifiesto que, si bien es cierto que la pobreza afecta a todas las personas, son las mujeres quienes tienen unas condiciones de vida más desfavorables debido a las condiciones de género que reproducen distintas discriminaciones a lo largo de su vida. De igual manera hay que mencionar que a causas de estas discriminaciones las mimas llevan la principal carga de tiempo, trabajo y dinero que conlleva el cuidado de los hijos e hijas, lo que tiene implicaciones mayores si se considera que el 88% de los nacimientos son de madres solteras. Tal sobrecarga de horas de trabajo de las mujeres ocupadas, evidencian la inequitativa distribución del trabajo no remunerado entre hombres y mujeres, el cual constituye un aspecto esencial para explicar las limitantes que enfrentan las mujeres para participar en el mercado laboral en igualdad de condiciones con los hombres y acceder a recursos económicos que les posibilite mayores grados de autonomía. En el carácter estructural de la desigualdad de género y su intersección con otras brechas de desigualdad basadas en la clase, raza/etnia, edad, orientación sexual y territorio no han sido cabalmente abordados por el enfoque actual de las políticas públicas en América Latina. Los datos en la región demuestran que las políticas de desarrollo, fiscales, de empleo y sociales, sin un enfoque sistémico basado en derechos humanos de las mujeres, tienden a perpetuar y reproducir la desigualdad de género en vez de revertirla. República Dominicana tiene el desafío de realizar un proceso de reconstrucción de su estructura productiva como proyecto político-económico procurando potenciar la promoción del empleo como herramienta de inclusión, protección y desarrollo social. Así mismo el Estado Dominicano debe iniciar el proceso para la implementación del convenio 189 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) sobre trabajadoras y trabajadores domésticos y ratificar el convenio 183 sobre la protección de la Maternidad. Para hacer efectivo el ejercicio real de los derechos y la autonomía de las mujeres es importante el reconocimiento social del trabajo del cuidado de la familia y de reproducción de la fuerza de trabajo que estas realizan en los hogares, sin pago ni reconocimiento social. Pero que contribuye a la creación de riqueza nacional. El tema de paridad en República Dominicana, no es tema simplemente numérico, es un asunto de principios democráticos. La participación de las mujeres en la vida política de nuestro país es de fundamental importancia en la construcción de una democracia inclusiva amplia y diversa. Tener paridad en el Congreso Nacional constituye un avance en el ejercicio de la ciudadanía y un avance en el ejercicio de los derechos humanos. La actual Constitución Dominicana, establece el reconocimiento de la igualdad entre la mujer y el hombre (artículo 39), la obligación del Estado de promover las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad sea real y efectiva (artículo 39. 3) y la participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas a los cargos de elección popular para las instancias de dirección y decisión del ámbito público en la administración de justicia y en los organismos de control de Estado (artículo 39.5). Actualmente el mecanismo para avanzar en la Paridad en nuestro país son las cuotas, el porcentaje de la cuota mínima es de un 33%. Esto se debe a la reciente aprobación de la ley de partidos políticos. AQUÍ HABLAR DE LA LEY DE REGIMEN ELECTORAL Y COMPARAR CON LA DE PARTIDOS POLITICOS
Las cuotas de género constituyen una medida
concreta en el ámbito internacional que busca dar respuesta al actual desequilibrio de género en los órganos de toma de decisiones. Con su implementación se ha buscado hacer de ellas un mecanismo solido que garanticen la efectiva integración de las mujeres en los organismos de decisión y a las instancias de poder público, a través de la observancia de porcentajes mínimos de participación femenina en los espacios del ámbito de la política. La necesidad de su implementación se basa en que la limitada participación de las mujeres en los niveles decisorios obstaculiza el desarrollo humano, al no incorporarse las demandas e intereses de las mujeres en todos los aspectos de la vida política, social, cultural y económica de la sociedad. La violencia política impacta en el derecho humano de las mujeres a ejercer el voto y a ser electas en los procesos electorales; a su desarrollo en la escena política o pública, ya sea como militantes en los partidos políticos, aspirantes a candidatas a un cargo de elección popular, a puestos de dirigencia al interior de sus partidos políticos o en el propio ejercicio del cargo público. Así mismo, repercute en la actuación de aquellas mujeres que deciden integrar los consejos distritales o locales, de los organismos electorales, así como las que fungen como funcionarias o representantes de partidos políticos en las mesas directivas de casilla. En efecto, la violencia ha mostrado un impacto diferenciado en las mujeres e incluso tiene lugar por razones de género. Por ello, resulta necesario legislar y conceptualizar la violencia política contra las mujeres, ya que de ello depende que estén en condiciones de igualdad para desarrollarse en el ámbito político-electoral. De acuerdo con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém Do Pará), la Convención de los Derechos Políticos de la Mujer y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés); las mujeres tienen derecho al acceso igualitario a las funciones públicas de su país y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de decisiones. Así, tanto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, como en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se reconocen, además del principio de igualdad, el derecho de todos los y las ciudadanas de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; votar y ser electas en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los y las electoras, así como de tener acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país. En consecuencia, los Estados deben tomar todas las “medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública del país […] garantizando, en igualdad de condiciones con los hombres el derecho a […] ser elegibles para todos los organismos cuyos miembros sean objeto de elecciones públicas.”4 Todo ello, en condiciones de igualdad y en contextos libres de violencia. La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, reconoce que la discriminación representa un obstáculo para el bienestar de las familias y de las sociedades, que a su vez entorpece las posibilidades de las mujeres para contribuir en el desarrollo de sus países y de la humanidad. En su Recomendación General 19, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Comité CEDAW, por sus siglas en inglés), reconoce que la violencia contra las mujeres es una forma de discriminación que impide gravemente el goce de derechos y libertades. Las reformas electorales, la interpretación judicial, así como el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil, académicas y activistas, han contribuido al reconocimiento y ejercicio de los derechos político-electorales de las mujeres a nivel nacional e internacional. Sin embargo, persisten cuestiones estructurales, como la violencia política, que obstaculizan el ejercicio de dichos derechos y que constituyen un reflejo de la discriminación y de los estereotipos de cómo son y cómo deben comportarse las mujeres en el ámbito público. La violencia política impacta en el derecho humano de las mujeres a ejercer el voto y a ser electas en los procesos electorales; a su desarrollo en la escena política o pública, ya sea como militantes en los partidos políticos, aspirantes a candidatas a un cargo de elección popular, a puestos de dirigencia al interior de sus partidos políticos o en el propio ejercicio del cargo público. Asimismo, repercute en la actuación de aquellas mujeres que deciden integrar los consejos distritales o locales, de los organismos electorales, así como las que fungen como funcionarias o representantes de partidos políticos en las mesas directivas de casilla. En efecto, la violencia ha mostrado un impacto diferenciado en las mujeres e incluso tiene lugar por razones de género. Por ello, resulta necesario legislar y conceptualizar la violencia política contra las mujeres, ya que de ello depende que estén en condiciones de igualdad para desarrollarse en el ámbito político-electoral. La participación de las mujeres en los organismos de toma de decisiones se mantiene muy baja a pesar de las normativas existentes para revertir esta situación. Es vital que las mujeres tengan voz y voto en las distintas áreas estatales para que puedan cambiar y hacer efectivas las leyes que las afectan y se dediquen a combatir las desigualdades, especialmente de las mujeres más excluidas. Por ejemplo: • De 22 ministerios en el Poder Ejecutivo, solo 3 son mujeres. • En la Cámara de Diputados las mujeres ocupan solo el 28.1% de los puestos. • En el Banco Central, que es el organismo donde se toman las principales decisiones económicas, de 10 integrantes de su Junta Monetaria ninguna es mujer. • En los ayuntamientos, solo se ha podido lograr la cuota a nivel de regidurías (34.1%), y en las alcaldías las mujeres apenas llegan al 12.1%. ¿Qué se necesita para avanzar? • Disponer de políticas para la formación en igualdad, tanto educativas como de salud, laborales y de corresponsabilidad en las tareas de cuidado. • Un cambio en las dinámicas de las estructuras políticas y sociales para lograr bases más democráticas e inclusivas. • En esencia los procesos de empoderamiento de las mujeres constituyen retos de primer orden en la transformación de las relaciones de género. ¿A qué se debe esto? • La división sexual del trabajo y los roles asignados limitan la participación política de las mujeres, al interno de los partidos, y esto a su vez limita la nominación a puestos electivos. • A un sistema de partidos políticos y electoral que afecta negativamente a las mujeres. Ni siquiera se ha logrado el cumplimiento de la Ley 12-2000 sobre el 33% de la cuota femenina. • Las mujeres enfrentan grandes obstáculos en el acceso a los procedimientos electorales. • Los roles de cuidados socialmente asignados a las mujeres que limitan sus posibilidades de participación política.