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06/12/2015
https://www.vidanuevadigital.com/2015/12/06/luce-giard-intelectual-francesa/
Yo fui una joven científica que estudié Matemáticas, Lengua y Filosofía, y estaba interesada por la fe
cristiana. Participaba de las actividades que proponía un centro de los intelectuales católicos que
funcionaba en París; allí se organizaban unos encuentros con otros intelectuales para debates públicos
sobre las cuestiones contemporáneas. En este contexto encontré a Michel de Certeau y a otros jesuitas,
dominicos y laicos que fueron grandes figuras para la cultura cristiana. Fue en los años 70. A la vez, yo
trabajé con un amigo, un viejo clérigo pasionista, Paul Stanislas Breton, a quien admiraba mucho.
Trabajábamos para publicar una colección de algunos de sus ensayos sobre la fe cristiana, la cuestión de
la lógica en relación con la Filosofía cristiana. En este tiempo, Breton me comentó que de Certeau, el
jesuita que dirigió una serie de libros que se llamó Biblioteca de las Ciencias Religiosas, le había ofrecido
editar un libro suyo. Preocupado, Breton me decía que no veía posible publicar dos libros diferentes al
mismo tiempo con dos editoriales distintas. Yo le decía: “sí, se puede, vamos a organizar un encuentro
amigable con Michel de Certeau y discutir la cuestión”. El encuentro se produjo en el marco de un
almuerzo en París, en el año 1970. Esos fueron los primeros tiempos de una conversación muy personal
con de Certeau y también de una amistad.
Así es. En ese tiempo, Breton ejercía como profesor de Filosofía en la Universidad Católica de París.
Michel de Certeau enseñaba en un seminario para doctorandos en Teología en la misma universidad.
Los dos se conocían un poco y se respetaban mucho a través de sus escritos. Yo había escuchado el
curso de Filosofía de Breton en 1963; él me había preguntado qué estudios había cursado; le conté que
había estudiado Matemática. Entonces me dijo: “Las Matemáticas, mucho mejores que la Filosofía”.
Fueron aquellos, tiempos de una profunda amistad con Breton.
En esos días usted no imaginaba que con los años se convertiría en especialista en de Certeau.
Lo cierto es que en ese tiempo yo era investigadora en el tema de la lógica matemática en el Centro
Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia. Era una creyente cristiana muy interesada en
la cultura cristiana porque quería adquirir una cultura igualmente fuerte en mi fe, tanto para mi vida
personal como profesional.
¿Cómo explicaría la esencia de de Certeau a gente ajena a la teología?
Michel de Certeau fue un jesuita, pero en la categoría social de los jesuitas. Según las palabras de la
Compañía de Jesús fue un jesuita de la frontera: la frontera de la cultura contemporánea y de la
comprensión de la fe para el futuro y las generaciones siguientes. De Certeau estuvo interesado en todas
las formas de cultura y de nuevas experiencias de sus contemporáneos. ¿Y por qué lo estaba? Porque
fue capaz de traducir el modo de vivir la fe cristiana en el presente y para el futuro. Y no ignoraba la
tradición pero decía que, muchas veces, la innovación entra en la tradición para revivirla y que si la
innovación del presente no entra en la tradición la tradición va a morir.
Ha viajado varias veces a Argentina, pero no sé con qué personas se ha encontrado en esos viajes. Sé
que se ha reunido con varios jesuitas, por lo que supongo que lo pudo haber conocido. De lo que tengo
certeza es que Bergoglio ha leído a Michel de Certeau, tiene un profundo conocimiento de su
pensamiento y una gran admiración.
Bergoglio ha citado a de Certeau en varias oportunidades. ¿Podría usted imaginar un diálogo entre el y
Francisco?
De Certeau diría al Papa: “Usted tiene que ser innovador y tomar el riesgo en la transformación de la
institución de la Iglesia”.
¡Sí, sí! Francisco y su inspiración miran al futuro. Al mismo tiempo, Francisco tiene un gran respeto para
todas las personas. Michel de Certeau, en su estilo, fue igual: muy respetuoso con la gente que limpia la
calle, con los “pequeños de pequeños” y hablaba con ellos con las mismas palabras y con las mismas
maneras con las que hablaba con el decano de la facultad de Teología.
El número de creyentes parece más grande en América Latina que en Europa. Por ejemplo, en Francia y
en Alemania el número de creyentes es pequeño. En América Latina, cuando voy a una misa de domingo
veo convivencia, fraternidad y emoción. Generalmente, esto no lo percibo en Europa.
No lo sé, pero se puede. Sería mi esperanza, mi deseo, pero no tengo ningún conocimiento que esto se
vaya a producir.
Mi inquietud sobre el Papa es que tiene muchos enemigos en la Iglesia, en el Vaticano. Por eso, para
acompañarlo su trabajo, el Papa necesita de las oraciones de todos los cristianos. Esa misma confianza
que expresa Francisco en cuanta ocasión se conoce: “Recen por mí”.