Está en la página 1de 10

PARAMILITARISMO EN COLOMBIA

1997 fue una época clave para los paramilitares. En este año, Carlos Castaño logra integrar
los diferentes grupos que delinquían en el país constituyendo las Autodefensas Unidas de
Colombia. Éstas marcarían una de las épocas más sangrientas de la historia del país, en la
que se registrarían más de mil masacres, millones de personas desplazadas por la violencia,
la alianza de paramilitares y políticos en las regiones y la expansión del poder paramilitar
en todo el país.
En abril de 1997, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, las del Magdalena
Medio y las de los Llanos Orientales se unieron para conformar las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC). En la práctica se trató de una federación de grupos regionales.
Como ha señalado Fernando Cubides, estos grupos atomizados se reunieron bajo la bandera
de las AUC, con el propósito de presentarse como una organización con un mando
unificado, un plan nacional, una coordinación multiregional de las acciones y una agenda
con pretensiones programáticas, todo con miras a lograr un espacio en la negociación con el
Estado y un estatus que garantizara, a futuro, su reconocimiento como actor político.
A partir de este momento, las autodefensas se trazan la meta de contener la expansión de la
guerrilla e incursionar en las zonas donde estos grupos tienen sus fuentes de
financiamiento, principalmente del narcotráfico. Siguiendo este propósito, en 1997, se
presentan hechos de violencia en varias regiones, poniendo de presente el salto que se
comenzaba a producir en el patrón de crecimiento de las autodefensas.
Durante las negociaciones de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) y las
Farc, la presencia territorial de las autodefensas experimenta un crecimiento sin
precedentes. En noviembre de 1998, coincidiendo con el inicio del proceso de paz, las AUC
asesinan a 40 personas e incineran alrededor de 100 casas en Bolívar, Antioquia, Meta y
Vichada.
Posteriormente, en diciembre del mismo año, aprovechando la declaración por parte de las
AUC de una tregua unilateral durante la época de navidad, las FARC atacaron el cuartel
general de Carlos Castaño en el Nudo de Paramillo.
La retaliación a la incursión guerrillera, que por poco le cuesta la vida al comandante de las
autodefensas, no se hizo esperar y, en enero de 1999, las ACCU asesinaron a 130 personas
por tener supuestos vínculos con la subversión.
La intensificación de las masacres entre 1998 y 2001, se explica por la lógica de expansión
de los grupos paramilitares, inscrita en el propósito de crear un corredor que dividiera el
norte del centro del país y que, a su vez, permitiera el control de la producción de coca
entre Urabá, Bajo Cauca, sur de Bolívar y Catatumbo. De esta forma, los grupos
paramilitares contarían con la posibilidad de incursionar en las zonas de retaguardia de las
FARC, ubicadas en el sur y oriente del país.
En este período, la tendencia creciente en la violencia se produce en la medida en que sus
protagonistas desencadenan en la cual dirigen sus acciones contra los civiles, pues las
respuestas para mantener su influencia sobre las posiciones en disputa se centran en la
población.
En la disputa por el control de posiciones estratégicas, la guerrilla termina respondiendo
con las mismas armas de los paramilitares. De aquí que la guerrilla, particularmente las
Farc, incremente la ejecución de asesinatos y masacres entre 1997 y 2001, siguiendo a las
autodefensas que fueron las que ostentaron el mayor número de víctimas.
Así mismo, se descubre la razón del enfrentamiento entre guerrillas y autodefensas en
regiones como la Sierra Nevada de Santa Marta, Norte de Santander, Chocó,Urabá,
Magdalena Medio, Montes de María o Nariño, donde los grupos armados actúan con
especial intensidad atacando civiles inermes, para lograr el control sobre corredores y zonas
de retaguardia, avanzada y obtención de recursos económicos.
Hay que agregar que las comunidades, ante la presión de los grupos armados en los cascos
urbanos, ubicados en zonas en disputa a lo largo de los ríos y carreteras, se ven forzadas a
desplazarse hacia las áreas selváticas, o quedan inmovilizadas en sus lugares de residencia.
En buena parte de estos escenarios se producen bloqueos económicos y retenes en el
suministro de provisiones. Como resultado, las comunidades se ven obligadas a desplazarse
o imposibilitadas para moverse y acceder a los servicios mínimos.
A partir de 2002, la disminución de las víctimas de masacres se relaciona, en primer lugar,
con la conducta asumida por las autodefensas que, tras haber logrado la consolidación de su
dominio en amplios territorios, dejan de recurrir a la violencia masiva e indiscriminada y,
en segundo lugar, con el repliegue de las guerrillas en escenarios regionales donde la
Fuerza Pública logra retomar la iniciativa en la confrontación armada.
PARAMILITARISMO EN SAN JOSE DE GUAVIARES 1988

Desde que despuntó la década de los ochenta, confluyeron en la región dos fuerzas que
dieron origen al paramilitarismo moderno. Por un lado, los empresarios irregulares de la
explotación de esmeraldas en el oriente de Boyacá bajaron a los Llanos, utilizando un
corredor natural que llega hasta los municipios de Paratebueno (Cundinamarca),
Sabanalarga, Monterrey y Aguazul en Casanare. Ellos importaron sus ejércitos privados, a
los que estaban acostumbrados. Los usaba cada quién para preservar su tajada en el buen
negocio de las esmeraldas.
Los narcotraficantes, que se habían disputado a muerte una tajada del negocio de las
esmeraldas, después, ricos, invirtieron sus inmensas utilidades en los Llanos. Compraron
allí fincas enormes y, al igual que los esmeralderos, pusieron sus ejércitos privados a
cuidarlas.
Así, el legendario empresario de las esmeraldas, Víctor Carranza, compró tierras en El
Dorado y Cubarral en el Meta. El narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El
Mexicano’, integrante del Cartel de Medellín, compró tierras en Vistahermosa en el mismo
departamento.
Al Casanare llegó hace 30 años, Héctor Buitrago, boyacense oriundo de Páez, municipio en
el piedemonte llanero, también apodado ‘El Viejo, a levantar ganado. Cómo recordó el
mismo Buitrago en un artículo de El Tiempo, después de matar a dos guerrilleros que
llegaron a extorsionarlo, abandonó su finca La Sombra «con siete hombres, revólveres y
escopetas calibre 12». Luego, fueron entrenados y organizados en un grupo de autodefensa
por paramilitares que viajaron del Magdalena Medio. A su ejército irregular llegaron otros
aliados de esta amalgama narco-esmeraldera:  los hermanos Víctor, José y Omar Feliciano
y Jaime Matiz Benítez.
Las compras de enormes haciendas empezaron a chocar con los procesos de adjudicación
de tierras que el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) les venía entregando
a integrantes de la Asociación Nacional de Usuarios Campesino (Anuc) desde una década
atrás. Esas titulaciones incentivaron la creación de un sindicato agrario que fue creciendo y
en 1979 consiguió personería jurídica como Sindicato de Trabajadores Agrícolas
Independientes del Meta –SINTRAGRIM–. Al poco tiempo tenían más de 2500 afiliados
desde San Juan de Arama hasta Puerto López y desde Vistahermosa hasta el Casanare.
Esa organización campesina estaba ligada al trabajo del Partido Comunista en la región,
que venía desde los cincuenta, cuando las guerrillas liberales se escindieron y su ala más
radical terminó conformando la base de las Farc en 1964. Para los ochenta, estas guerrillas
ya tenían unos 13 frentes, la mayoría en esa región, y su centro de operaciones era Casa
Verde en La Uribe, Meta, un campamento enterrado en las selvas del cañón del río Duda.
También incursionó en la región, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), por el norte,
desde el departamento de Arauca a donde había creado su Frente Domingo Laín desde
1980.
A Rodríguez Gacha lo asocian con los primeros paramilitares a los Llanos. Él era socio del
Cartel de Medellín de los hermanos Ochoa Vásquez. Luego de que las guerrillas del M-19
secuestraran a Martha Nieves Ochoa en 1981, hermana de Fabio, Jorge Luis y Juan David,
el Cartel de Medellín creó el violento grupo Muerte a los Secuestradores, conocido como el
MAS. Y muy pronto en los Llanos Orientales empezó a operar un capítulo de este grupo
con el nombre de ‘Los Masetos’. Según los testimonios y documentos recogidos por
VerdadAbierta.com desde el Alto río Ariari hasta el norte del Meta, las primeras acciones
violentas de ‘Los Masetos’ datan de 1982.

Pero, así como en el fallido intento de crear una alianza entre militares y colonos en los
años cincuenta para combatir a los bandoleros, el proyecto de ‘Los Masetos’ también tuvo
su conexión con miembros del Ejército de entonces.
En febrero de 1983, en el informe sobre el MAS que hizo público el entonces procurador
general de la Nación, Carlos Jiménez Gómez figuraba como integrante de dicha estructura
paramilitar el mayor del Ejército Carlos Vicente Meléndez Boada, segundo comandante del
grupo Guías de Casanare, de la Brigada Séptima, con sede en Yopal. La denuncia de
Jiménez llevó a la apertura de investigaciones penales y disciplinarias de varios militares.
Según ha podido documentar el centro de investigaciones de los jesuitas especializado en
violaciones a los derechos humanos, Cinep, documentos recaudados por el Juzgado 17 de
Instrucción Criminal de Villavicencio, en la investigación preliminar abierta en noviembre
de 1982, había pistas de que la Brigada Séptima, “y especialmente su grupo de caballería
Guías del Casanare, con sede en Yopal, así como la base militar de Arauca, montaron su
propia estructura paramilitar bajo la sigla del MAS en 1982”.
El comandante del grupo Guías de Casanare era el entonces teniente coronel Luis Alfonso
Plazas Vega, el mismo que fue recientemente condenado por la desaparición forzada de los
sobrevivientes del rescate militar al Palacio de Justicia en Bogotá en 1985. Según
testimonios de los militares retirados Isaías Barrera, Arnubio Agudelo y José Elías Ramírez
a la, Procuraduría, Guías de Casanare les vendía armas a paramilitares de Saravena y
Villavicenio, sin trámites legales.
En 1984, las Farc firmaron con el gobierno de Belisario Betancur un acuerdo de cese de
hostilidades. Producto de estos acuerdos, nació el movimiento político Unión Patriótica
(UP), y en 1986 sus candidatos se lanzaron a la plaza pública. Tuvieron especial éxito en
Meta, a donde, solos o en alianza con otras fuerzas políticas, se hicieron con varias
alcaldías y concejos municipales.
La clase política tradicional de la región sintió que el avance de la UP amenazaba su poder
en la región y comenzó a presionar al gobierno nacional para que militarizara la región, con
el argumento de que guerrillas y narcotraficantes se la estaban tomando. Entre los políticos
tradicionales que protestaban estuvieron Leovigildo Gutiérrez, Jorge Ariel Infante, Alfonso
Latorre Gómez y Hernando Durán Dussán.
El gobierno accedió a las peticiones, militarizó la zona, y fue uno de los lugares del país
donde mantuvo un régimen legal de estado de excepción que coartaba las libertades.
Muy pronto empezaron los atentados contra los líderes de la UP. Según reportó el Sindicato
de Trabajadores Agrícolas Independientes del Meta, Sintragrim, para el banco de datos
Noche y Niebla del Cinep, los primeros en caer a manos de sicarios del paramilitarismo
fueron en 1985, Hernández Yate Bonilla, concejal por la Unión Patriótica de Granada y en
1986, Rafael Reyes Malangón, concejal de Granada por la UP; Octavio Vargas Cuellar,
representante a la Cámara; y Pedro Nel Jiménez, senador de la UP; en 1987 cayeron
abaleados Alfonso Perdomo, concejal de Vista Hermosa por la U. P.; Arnulfo Vargas
Dimate, concejal de El Castillo por la U. P. y Gabriel Alfredo Briceño, concejal de la UP en
Villavicencio.
Nadie encarna más la persecución sistemática a la UP en Meta que María del Carmen
Trujillo. En 1986 mataron a su hijo Geraldo en Granada. Cuatro meses después su otro hijo
Nelson fue asesinado y presentado por el Ejército con botas, una pistola y una granada. En
1988 desconocidos bajaron de un bus a su esposo Julio Cañón, entonces alcalde por la UP
de Vistahermosa, y lo asesinaron. El 11 de enero de 1989 su hijo Vladimir desapareció
cuando estaba en el Meta.
Ahora vive exilada con los dos hijos que le quedan. “Me torturan viva”, dijo en el
documental El Baile Rojo, sobre la persecución a la UP en Colombia.
¿Quiénes desataron semejante cacería? Varios de los relatos que han dado diversos testigos
a la justicia y a la prensa, señalan a ‘Los Masetos’ como los responsables. Los hombres de
Rodríguez Gacha habían desatado una persecución de todo aquél que estuviera relacionado
con las Farc. Según lo han documentado varios investigadores, estas guerrillas le robaron a
este poderoso capo más de 300 kilos de pasta de coca de un laboratorio de procesamiento
que él tenía en compañía de Leonidas Vargas. En retaliación ‘El Mexicano’ se declaró en
guerra contra las Farc y sus hombres mataron a diestra y siniestra en San Juan de Arama,
Granada, Vistahermosa, entre otros pueblos del Meta.
La visión que las autodefensas tenían del partido de izquierda la resumió Manuel de Jesús
Pirabán, alias ‘Jorge Pirata’, en una entrevista en 2009 con VerdadAbierta.com: “La UP
eran guerrilleros que integraron un partido, pero no dejaron de ser guerrilleros. La orden era
exterminar toda la gente de la UP que tuviera vínculos con la guerrilla”. ‘Pirata’ había
llegado a los Llanos en 1989, en medio de la guerra sucia contra la UP.
En diciembre de 1987, llegó como comandante de la VII Brigada del Ejército con asiento
en Villaviciencio, el generalHarold Bedoya Pizarro, con larga trayectoria de combate
contrainsurgente, entrenado en la Escuela de las Américas. Desde el comienzo libró batallas
verbales con los dirigentes comunistas y de la UP, y los acusó de ser el brazo político de la
guerrilla, según lo registró la prensa de la época.
Y mientras tanto, bajo su comandancia, no se logró mermar los asesinatos  de dirigentes
políticos y agrarios del Meta. Al contrario, éstos arreciaron. Tan solo en 1989 fueron
asesinados 31 miembros de la UP, entre ellos Luis Eduardo Yaya Cristancho, de 52 años,
presidente de la Federación Sindical de Trabajadores del Meta (FESTRAM), ex diputado
de Asamblea de este departamento por la UP.
Aparecieron también  grupos de extrema derecha, que usaban diferentes nombres, pero que
muchos atribuyen a versiones locales de ‘Los Masetos’. Según la revista local, Oriente, en
agosto de 1986, el asesinato del concejal de Granada por la UP, Reyes Malagón, fue
perpetrado por el grupo ‘Los Verdaderos Patriotas’, organización que se atribuyó otros
crímenes de la Unión Patriótica. Nadie sabía de este grupo armado, hasta que distribuyó un
comunicado a los medios revelando cuál era su origen: “Somos ganaderos y agricultores
del Ariari y del Arauca, desalojados por las Farc… No somos paramilitares. Nuestros
negocios en el Guaviare han sido arruinados por la guerrilla, y además prometemos
exterminar a las Farc y al Partido Comunista, para que acabe su expansionismo que afecta a
todos los llaneros”.
Si ‘Los Verdaderos Patriotas’ se hacían sentir por Granada, ‘Los Aguijones’ hicieron
circular una lista negra por el Ariari advirtiendo a quiénes asesinarían, si no se iban de la
región.
Contra la pared, los militantes de la UP denunciaban sin demasiado éxito lo que estaba
sucediendo. Jorge González Acosta, en ese momento parlamentario de la UP, dijo entonces
airado: “Son asesinos a sueldo contratados por los mandos militares y por gamonales del
Llano para que empiecen a matar a los dirigentes populares de las zonas campesinas. No
solo a los líderes de la UP o la izquierda, sino a todos los dirigentes, a los políticos de todos
los partidos”.
Luego del debate en el Congreso sobre la presencia paramilitar en el Meta, el político y
analista Hugo Velásquez Jaramillo escribió en la revista Oriente de julio de 1987:
“La explicación hasta el momento es que son (esos grupos) la réplica de la guerrilla. En
cierta forma podríamos afirmar que las torpezas de la guerrilla, en algunos de sus
procedimientos, alentaron la multiplicación de esas cooperativas de autodefensa. No
obstante, la simpatía que muestran algunos dirigentes políticos, especialmente liberales, por
esa causa … En el Meta, por ejemplo, resulta temeraria la actitud complaciente del
representante (Germán) Hernández Aguilera, segunda voz del gobernador Ariel Infante, o
especie de manumiso suyo y quienes, al atizar este tipo de respuestas armadas en lugar del
manejo político del problema, están concibiendo el establecimiento del otro bando, que se
necesita para la confrontación”.
Ante las afirmaciones del analista político, Durán Dussán se refirió al tema en los
siguientes términos: “Esta Colombia oriental, se halla en manos de la Farc, la UP, su brazo
político y otras fuerzas capaces de obtener reconocimiento internacional de Estado de
beligerancia y hacerse soberanía propia”.
Pero mientras el debate político subía y bajaba de temperatura, el exterminio de la UP
siguió sin parar. En la siguiente década de los noventa, con las cenizas de los integrantes de
la UP todavía candentes, surgió la última ola paramilitar.
Las Farc por su parte fueron acusadas de abandonar la UP a su suerte y aprovechar su
exterminio para justificar una nueva ofensiva. En los Llanos, donde ya tenían más de 13
frentes, iniciaron una escalada guerrerista, tomando pueblos, dinamitando peajes,
saqueando comercios y bancos y extorsionando ganaderos y agricultores.
Para responderle a la poderosa y rica alianza entre ‘paras’ y narcotráfico que desató una
ofensiva contra ellos que los tuvo al borde de salir de Los Llanos, la guerrilla también
buscó meterse más de lleno en el negocio. De cobrar el simple “gramaje” o impuesto a la
producción de hoja de coca en los ochenta, pasó  a manejar cocinas de pasta, cobrar por
proteger rutas e incluso a exportar sus propios cargamentos después de los noventa.
Era claro que, como dijo un campesino de la época a unos documentalistas: “Quién
controle la coca, gana la guerra”.

Héctor Buitrago, que como se dijo, vino de Boyacá al Casanare y había fundado su


pequeño grupo de autodefensa, se alió luego con ‘El Mexicano’, se convirtió en los noventa
en un gran hacendado y jefe fundador de las Autodefensas Campesinas del Casanare (Acc).
Este era el capítulo local de las Autodefensas de los hermanos Castaño, que habían sellado
una alianza desde 1994 en la que también estuvieron José Baldomero Linares, alias
‘Guillermo Torres’ de las autodefensas del Vichada, Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’
y Pedro Oliverio Guerrero, alias ‘Cuchillo’.
Según un informe del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la
República, colindando con las Acc, estaban los hombres que cuidaban las propiedades de
Víctor Carranza), ‘Los Carranceros’ y a medida que iban comprando grandes haciendas se
extendieron desde el Meta hasta Paz de Ariporo y Hato Corozal (Casanare). Las
adquirieron a precios irrisorios o las tomaron por la fuerza, dijeron testigos de la zona a los
investigadores del Observatorio.
Hacia el sur del Casanare, en Monterrey, había otros grupos de paramilitares, los de Víctor
Feliciano y Jaime Matiz. Sin embargo, a pesar de que estas organizaciones respetaban sus
fronteras, al final se confrontaron abiertamente.

El 12 de julio de 1997 dos aviones, un Douglas DC-3 y un Antonov 32 aterrizaron en el


aeropuerto Jorge Enrique González, en San José del Guaviare, después de un vuelo sin
problemas desde el Urabá antioqueño.
Sus pasajeros, 87 paramilitares entrenados en fincas de los hermanos Castaño, recogieron
sus equipajes, fusiles, pertrechos y uniformes, como cualquier otro viajero. Aunque el ex
jefe ‘para’ Elkin Casarrubia, alias ‘El Cura’, recordó que “había Policía y Ejército, desde el
avión se vio la Fuerza Pública”, pasaron delante de agentes antinarcóticos y soldados sin
novedades.
En San José, el grupo se dividió, unos se subieron a un camión, mientras el resto cogió
lanchas ‘voladoras’. El destino final: Mapiripán, pueblito perdido en los límites entre Meta
y Guaviare. Allá, entre el 15 y el 20 de julio, los ‘paras’ asesinaron, desaparecieron,
torturaron y saquearon. Aunque hasta hoy no se conoce un número cierto, se cree que
mataron a unas 60 personas.
Mientras las autodefensas mataban, los habitantes llamaron con desespero el Ejército. El
auxilio llegó tarde. Cuando las primeras patrullas se acercaron al caserío, ‘El Cura’ cuenta
que un capitán del Ejército lo llamó, le dijo que estaba a menos de diez kilómetros y que lo
mejor era que se fueran. “Teníamos una frecuencia de radio y ya todo estaba coordinado
con el Ejército”, señaló el ex paramilitar.
La masacre de Mapiripán marcó un  giro en la guerra, el primer paso de los Castaño y sus
Autodefensas Unidas de Colombia, creadas cuatro meses atrás, en su expansión nacional.
La ofensiva de las Auc en los Llanos, para quedarse con su riqueza ganadera, cobrar
extorsión a la producción petrolera, dominar sus laboratorios de cocaína desperdigados
hasta el Guaviare, no hubiera sido posible sin el apoyo de los ‘paras’ locales, las Convivir y
el visto bueno tácito de algunos empresarios, militares y políticos locales.
En Mapiripán hombres de la familia Buitrago y de las Convivir los guiaron. Unos días
después, tras un combate, los Urabeños heridos fueron recogidos por una avioneta blanca
que ‘El Cura’ identificó como ‘La Rebeca’y que según él aseguró en su versión ante los
fiscales de Justicia y Paz, era de propiedad de Víctor Carranza. La alianza con ‘Jorge
Pirata’ se selló luego, con la masacre de Caño Jabón, el 4 de mayo de 1998, en la que
asesinaron a más de 20 campesinos. Y en julio de ese mismo año, de acuerdo con la
confesión de ‘El Cura’, paramilitares asesinaron a cinco campesinos en la vereda La Picota
y después se refugiaron en  la finca Brasil, en Puerto Gaitán, Meta, también de propiedad
de Carranza.

Un hecho rompió a las ACC: la masacre de 11 integrantes de una comisión judicial, el 3


noviembre de 1997 en San Carlos de Guaroa (Meta), por orden de Héctor Buitrago y Jaime
Matiz. Buitrago fue rápidamente capturado y las Accu de los Castaño rompieron con él y
ordenaron el fusilamiento de Matíz.
Al mando de las ACC quedaron los hijos de Buitrago, Héctor, más conocido por su alias de
‘Martín Llanos’ y Nelson Orlando Buitrago, alias Caballo. Los hermanos Castaño entonces
se consiguieron un nuevo aliado: Miguel Arroyave, alias ‘Arcángel’. Era su paisano de
Amalfi, narcotraficante experto en el contrabando de precursores químicos para procesar la
cocaína. Según diversas fuentes, ellos le vendieron, como si fuera una franquicia de
almacén o restaurante, una representación suya en los Llanos de sus Autodefensas Unidas
de Colombia, con el nombre de Bloque Centauros. Dicen que Arroyave llegó a pagar siete
millones de dólares por este permiso.
Arroyave, que llegó junto a Daniel Rendón, alias ‘Don Mario’, también narcotraficante y
también originario de Amalfi. Querían controlar el narcotráfico en los Llanos, cobrar
millonarias extorsiones y arrebatarle el control del Guaviare, sus cultivos de coca y sus
laboratorios a las Farc.
Con Arroyave el saqueo a la economía llanera fue sistemático: por cada canasta de cerveza
se ganaba 5.000 pesos; entre 30 y 50 pesos por galón de gasolina; 20.000 pesos por
hectárea de arroz o palma; 20.000 pesos por res; “peajes” en Granada, San Juan, Mesetas,
Lejanía, Puerto Rico, Puerto Lleras, Mapiripán y Puerto Concordia.
Y fueron pocos los puestos políticos donde no metió la mano: gobernadores, alcaldes,
concejales aceptaron pactos, dinero o fueron intimidados. La lista de condenados,
investigados o salpicados es larga. Casi todos los gobernadores o candidatos a serlo
quedaron en entre dicho por su cercanía a este bloque paramilitar, entre ellos, Edilberto
Castro, Eusser Rondón (qepd), Nebio Echeverry, José Alberto Pérez, Miguel Ángel Pérez,
Óscar de Jesús López Cadavid y William Perez Esquivel.
El crecimiento del Bloque Centauros se hizo más evidente en 2001, cuando llegaron al
norte de Casanare y lograron sacar a la guerrilla de Paz de Ariporo, Aguazul, Nunchía y
Támara. Pero no sólo persiguieron guerrilleros, extorsionaron finqueros y mataron
dirigentes políticos y líderes comunitarios. Los Centauros también se enfrentaron en una
batalla campal con la Acc de ‘Martin Llanos’ que dejó una cifra astronómica de muertos
que hoy la justicia calcula en mil jóvenes.
Arroyave ganó esa batalla y consiguió el dominio de casi todo el Meta. Pero su reino no
duró mucho. Por su resistencia a desmovilizarse junto con los demás miembros de las
autodefensas que negociaron con el gobierno Uribe la dejación de armas, Arroyave, fue
asesinado por sus propios hombres el 19 de septiembre de 2004 en Casibare, jurisdicción de
Puerto Lleras, Meta, muy seguramente por orden de los Castaño.
El Bloque Centauros se dividió entonces en tres facciones: una al mando de ‘Pirata’, la
segunda al mando de ‘Cuchillo’ y la última, que era la más grande cuantitativamente,
liderada por alias ‘Mauricio’.
En septiembre de 2005, en el corregimiento de Tilodirán, a media hora de Yopal, se
desmovilizaron 1.135 hombres del Centauros. ‘Martín Llanos’ fue a Santa Fe de Ralito
como representante de las autodefensas del Llano, pero nunca se desmovilizó. ‘Pirata’ está
en la cárcel en el proceso de Justicia y Paz. ‘Cuchillo’ siguió delinquiendo hasta diciembre
de 2010, cuando cayó abatido por un operativo policial, cerca de Mapiripán, Meta.
Hoy, 95 ex combatientes, 18 ex mandos medios y dos ex comandantes, esperan ser
incluidos en la Ley de Justicia y Paz para colaborar con el esclarecimiento de unos 3.000
homicidios.

POBLACIÓN AFECTADA
La sociedad civil

Zona campesina

Ganaderos

Agricultores

Población vulnerable

Líderes sociales

Funcionarios públicos

Población desplazada

Comerciantes

REFERENCIAS
https://verdadabierta.com/asi-crecio-el-paramilitarismo-en-los-llanos-orientales/
https://verdadabierta.com/expansion-de-las-autodefensas-unidas-de-colombia/

También podría gustarte