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PREHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

LAS CULTURAS PALEOLÍTICAS

Dependencia total del medio


Principalmente recolección para la obtención de alimento, posteriormente, pesca y caza también ⇒ eco-
nomía parasitaria del medio
Nomadismo
Sin división del trabajo ni apropiación privada de excedentes
Fuerte cohesión tribal
Ciertas prácticas de carácter mágico

Los restos más antiguos hallados en Europa de seres humanos corresponden a los hallazgos de la Sierra de Ata-
puerca (Burgos): fósiles de aproximadamente 1 millón de años de antigüedad de un tipo humano "pre-Neandertal" ⇒
Homo antecessor.

Algo posterior (900.000 a.) es la cultura de los cantos tallados, yacimiento de El Aculadero (Cádiz), de posible
origen africano y protagonizada, probablemente, por el Homo erectus.
Cultura achelense, asociada al Homo erectus, cuyos instrumentos típicos son el bifaz y el hendidor. Gran cantidad
de yacimientos, principalmente en las terrazas de los ríos como el Tajo, Guadiana, Manzanares, ... Los yacimientos más
importantes son los de Torralba y Ambrona (Soria). La caza adquiere importancia para la obtención de alimentos.
El Paleolítico Medio (90000-30000 a.p.) está protagonizado por un nuevo tipo humano, el Homo sapiens Nean-
derthalensis, correspondiendo con la cultura denominada musteriense ⇒ lascas e instrumentos más pequeños y espe-
cializados: raederas, puntas, cuchillos, etc. Mayor importancia de los asentamientos en abrigos y cuevas, uso creciente
del fuego, inicio del trabajo sobre hueso y primeras manifestaciones de culto funerario son otras características del pe-
ríodo. Los principales yacimientos musterienses en la península Ibérica son: Toll (Barcelona), Cova Negra (Valencia),
Los Casares (Guadalajara), terrazas del Manzanares–Jarama (Madrid), Castillo y Morín (Cantabria), ...
La etapa más importante corresponde al Paleolítico Superior (30000-8000 a.p.), asociada al Homo sapiens sapiens
(Cro–Magnon), cuyos restos aparecen en la Península, por ejemplo, en la cueva del Castillo (Cantabria), en la del
Parpalló (Valencia) y en la de Carigüela (Granada). Se caracteriza por el desarrollo de la industria del hueso, con
nuevos instrumentos como azagayas, agujas, arpones, etc., y muy especialmente por la aparición de las primeras
manifestaciones artísticas (arte parietal y mobiliar). La caza se convierte en el principal medio de obtención de
alimentos, favoreciendo un aumento de la población.

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Se pueden distinguir dos grandes áreas, la cantábrica y la mediterránea, y tres fases cronológicamente sucesivas:
auriñaciense, solutrense y magdaleniense, que marcan el progresivo desarrollo técnico de la industria lítica y ósea. Es
en la última fase, la magdaleniense, cuando aparecen en la Península las grandes manifestación del arte rupestre fran-
co–cantábrico1, como en las cuevas de Altamira, La Pasiega, el Castillo, ... (Cantabria).

El cambio climático que se produce tras la última glaciación marca el inicio del Mesolítico o Epipaleolítico (8000-
5000 a.p.). La retirada o desaparición de los grandes mamíferos produce una "crisis alimentaria" que deberá superarse
con el perfeccionamiento de la caza, haciendo más variada y selectiva la recolección e incrementando la pesca y el
marisqueo. Se pueden diferenciar tres grandes áreas culturales: la cantábrica, la mediterránea y la portuguesa. En la
primera se distinguen dos conjuntos industriales, el Aziliense, caracterizado por los "microlitos", y el Asturiense, en el
que dominan los "macrolitos". En ambos casos existe una importante relación con los concheros (depósitos de con-
chas), muy característicos durante el Mesolítico, como los hallados en los valles bajos del Sado, Mondego y Tajo de la
zona portuguesa. El arte del período se reduce al arte mueble basado en ideomorfos2.

EL NEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

"Revolución neolítica"
Desarrollo de la agricultura y la ganadería ⇒ economía de tipo productivo
Inicio del sedentarismo ⇒ desarrollo de la arquitectura
Desarrollo de la cerámica
Crecimiento de la población
Inicio de la división del trabajo
Aparición de la propiedad privada
El Neolítico peninsular (5000-3000 a.C.) se desarrolla en tres fases: antiguo, medio y reciente, y presenta una gran
diversidad regional. Serán las distintas variedades cerámicas las que sirvan para distinguir las diferentes culturas neolí-
ticas, dado que la industria lítica presenta pocas diferencias con fases anteriores en el inicio del Neolítico. Será muy
importante la industria ósea, que se especializa. Asimismo, adquieren importancia los elementos de adorno personal
como brazaletes, cuentas de collar, etc. Los tipos de enterramientos más característicos serán dos, bajo losa o pequeño
túmulo, y en fosa formando necrópolis.

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Representación de animales aislados, escasos ejemplos de figuras antropomorfas, naturalismo, policromía.
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Signos propios del arte prehistórico de significado desconocido y que se asocian a ideas mágico–religiosas.
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Culturas destacas del Neolítico en la Península son, en primer lugar, la cultura de la cerámica cardial3 (V milenio
a.C.), que se inicia en el área catalana, en torno al macizo de Montserrat, extendiéndose posteriormente por Levante y
Andalucía. Esta cultura se caracteriza por los sepulcros en fosa formando necrópolis y la ubicación de los poblados en
llanuras, cerca de los cultivos.
En el área andaluza adquiere el Neolítico una gran importancia, existiendo varios yacimientos destacados, como los
de la cueva de Carigüela (Granada), la de Nerja (Málaga), la de la Dehesilla y la del Algar (Cádiz) o la de los Murciéla-
gos (Córdoba), donde adquiere un gran desarrollo los cultivos cerealísticos. Su cerámica más característica se decora
inicialmente con incisiones, paso a ser lisa en el Neolítico reciente.
En la región levantina hay mucha influencia del Neolítico catalán, presente en yacimientos como los de la Cova de
l'Or (Alicante), Cova Fosca (Castellón) o cueva de Cocina (Valencia). En la meseta la neolitización es más tardía; des-
tacan yacimientos como los de Diego Álvaro (Ávila) y La Vaquera (Segovia). Igualmente tardío es el Neolítico en la
zona vascocantábrica y Galicia.
Por último, hay que señalar las destacadas manifestaciones artísticas del arte rupestre levantino4, cuya cronología
llega a abarcar desde el 6000 al 2000 a.C., siendo los yacimientos más destacados los de Cogull (Lérida), Val del Char-
co del Agua Amarga (Teruel), Valltorta (Castellón) o Minateda (Albacete).

EL INICIO DE LA METALURGIA: CALCOLÍTICO Y EDAD DEL BRONCE

En el III milenio a.C. se dan importantes cambios, entre los que destaca el inicio de la metalurgia del cobre. Aso-
ciados a estos cambios técnicos se produce un desarrollo de la agricultura y aparecen los enterramientos colectivos
(megalitismo) y los primeros núcleos preurbanos.
El Calcolítico –o Edad del Cobre– se produce en la Península entre finales del IV milenio y los inicios del II mile-
nio a.C., cuyas principales manifestaciones materiales son:
Herramientas de cobre, como cuchillos, puñales, punzones y agujas, aunque también aparecen piezas de ador-
no personal como brazaletes o sortijas (realizadas también en oro).
Cerámica de escasa calidad, gran tamaño y sin decoración. Una excepción es la gran difusión peninsular del
“vaso campaniforme” que aparece en yacimientos como el de Ciempozuelos (Madrid).
Monumentos megalíticos, asociados a la difusión de los enterramientos colectivos, de variada tipología (dól-
menes, dólmenes de corredor, ...) y que pueden encontrarse en casi todas las regiones peninsulares.
De los yacimientos de la Edad del Cobre, generalmente situados en zonas cupríferas (Andalucía), el más importan-
tes es el poblado de Los Millares (Almería), siendo también destacados los de El Cabezo del Plomo (Mazarrón, Mur-
cia), El Cerro de la Virgen (Orce, Granada) y el portugués de Vila Nova de Sao Pedro.
La Edad del Bronce se inicia a comienzos del II milenio a.C., distinguiéndose varias fases: Bronce antiguo y me-
dio, hasta 1200 a.C., y Bronce pleno, de 1200 a inicios del I milenio a.C.
Durante el Bronce antiguo y medio se produce un nuevo desarrollo de la agricultura, fundamentalmente en la peri-
feria Sur y Este peninsular, un progresivo abandono de las técnicas lítica y ósea –sustituidas por la metalurgia–, desarro-
llo de la industrial textil, de la cestería y del trabajo en pasta vítrea (cuentas de collar). La cerámica presenta superficies
oscurecidas y poca decoración. Destaca la llamada “copa argárica”, relacionada con otros modelos similares del Medi-
terráneo oriental. Los enterramientos de este momento son individuales, y se realizan en pequeñas cistas.
Los poblados presentan un inicio de ordenación urbanística, situándose en zonal altas y, generalmente, presentan
muralla de piedra. De esta primera fase el yacimiento más destacado es el del Argar (Almería), destacando asimismo
los poblados de Fuente Vermeja, Fuente Álamo o El Oficio (todos almerienses). También en la región levantina desta-
can Callosa de Segura, Altico de la Hoya o Cerro de la Cañada Palomera, con una cronología entre el 1700 y el 1300
a.C.

LAS CULTURAS PROTOHISTÓRICAS

El término protohistoria se refiere al período de la historia hispana entre el año 1200 a.C. y finales del siglo III
a.C., es decir, la etapa entre las invasiones indoeuropeas de la península Ibérica y la conquista romana de Hispania.
Durante esta etapa histórica se desarrollaron las culturas del Bronce final y de la Edad del Hierro, de las que se han
conservado fuentes escritas, básicamente de autores clásicos, aunque sean escasas.

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Cerámica con decoración por impresión con conchas y/o punzones.
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Monócromos o bícromos, se representan escenas (caza, danza, ...), aparece la figura humana, tendencia a la estiliza-
ción y esquematización.
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Del Bronce final al Hierro
El período comprendido entre el 1200 y mediados del I milenio a.C. engloba la subfase del Bronce pleno o final y
la de la primera Edad del Hierro, estando la división entre ambas entre el 800 y el 700 a.C.. Es un período de gran di-
namismo cultural en el que los pueblos peninsulares aumentan sus contactos entre sí y, además, están sometidos a la
influencia de las migraciones indoeuropeas y de los colonizadores fenicios y griegos. Se pueden distinguir diferentes
áreas geoculturales:
En el noreste peninsular se desarrolla desde finales del II milenio a.C. la cultura de los Campos
de Urnas, cuya denominación se debe a un rasgo cultural, sus enterramientos, que realizaban
incinerando a los muertos y depositando sus cenizas en urnas. Esta cultura procede de Europa
central y está protagonizada por indoeuropeos, los celtas. Pueden establecerse varias etapas u
oleadas migratorias, la más antigua corresponde a 1200-900 a.C.; una segunda etapa se produce
en torno al 900-700 a.C., extendiéndose esta cultura desde Cataluña hacia Levante y el valle del
Ebro. Desde el siglo VIII a.C. se produce una nueva etapa u oleada migratoria, asociada ya a la
difusión de la metalurgia del hierro que viene acompañada de una creciente diferenciación so-
cial.
La zona mediterránea, incluyendo el Levante y el sureste peninsular, se caracteriza por mante-
ner el substrato cultural anterior, que se verá marcado por la influencia de la cultura de los
Campos de Urnas catalana y, posteriormente, de fenicios y griegos. Destaca el "tesoro de Ville-
na" datado en los primeros siglos del I milenio a.C.. A partir del siglo VII a.C. se generaliza el
uso del hierro, desapareciendo la inhumación en cista de época argárica.
En el oeste de la Península, desde Galicia hasta el sur de Portugal, se desarrolla el llamado
Bronce atlántico, caracterizado por la utilización masiva de metales (cobre, estaño y oro). El
hábitat típico de este momento es el "castro", formado por cabañas circulares con organización
irregular, protegidas por foso y empalizada. Esta cultura presenta varias etapas; la última, a par-
tir del año 800 a.C., coincide con la llegada del hierro por el sureste –por influencia fenicia– que
tarda en difundirse hacia el noreste la menos un siglo.
En la Meseta el Bronce final queda representado por la cultura de Cogotas I, yacimiento de la
provincia de Ávila, caracterizado por una cerámica con decoración incisa y excisa, que se di-
fundirá a otras zonas culturales hispanas. Las principales actividades económicas son la ganade-
ría ovina y caprina, y la agricultura de cereales. A partir del 700 a.C. se inicia en la Meseta la
primera Edad del Hierro, que dura hasta el 450 a.C. aproximadamente. El poblado más desta-
cado es el de Soto de Medinilla (Valladolid).
Por último, en las islas Baleares se desarrolla a partir de 1300 a.C. la llamada cultura talayótica,
posiblemente llevada a las islas por emigrantes. Esta cultura se caracteriza por los monumentos
megalíticos (talayots, navetas y taulas).

La cultura tartésica
Entre finales del II milenio y mediados del I milenio a.C. (paralelamente a las culturas mencionadas arriba) se desa-
rrolla una floreciente cultura en el área de Andalucía occidental, que recibe el nombre de Tartessos, de la que se hallan
referencias históricas en textos semíticos y griegos. Los factores de este desarrollo son, principalmente, los siguientes:
existencia de un importante substrato cultural anterior, gran potencial económico de la región, gran concentración
humana, estrecha relación con las culturas vecinas y, como factor decisivo, el contacto con los pueblos colonizadores,
en particular con los fenicios.
La metalurgia tartésica fue muy variada, se utilizó el bronce común y el “bronce tartésico” (aleación de cobre y
zinc –latón–), desarrollándose el uso del hierro a partir del siglo VII a.C.; asimismo, tuvo un gran desarrollo la orfebre-
ría, habiéndose encontrado destacados “tesoros”, como el de Aliseda (Cáceres, 600 a.C.) o, principalmente, el tesoro del
Carambolo (Sevilla, 600–550 a.C.). También es muy destacada la cerámica tartésica.
En relación al urbanismo, los poblados de esta cultura son mayores que los de épocas precedentes, en ocasiones ro-
deados por grandes murallas. Las viviendas tenían planta rectangular. Destacan los poblados de Asta Regia, Alfaraque y
el Carambolo.
Las bases económicas tartésicas fueron la agricultura –usaban del yugo y el arado; los cultivos más destacados fue-
ron el olivo y la arboricultura–, la ganadería y la minería, destacando también la pesca. Fue muy importante el comer-
cio, tanto con otros territorios peninsulares como, fundamentalmente, con los fenicios.
Socialmente hubo una creciente especialización de funciones y una gran diferencia entre la elite dominante y el
pueblo, existiendo vestigios de servidumbre o esclavitud. La organización política se basó en una monarquía, en la que
destaca, por las referencias históricas, el nombre del rey Argantonio (siglos VII-VI a.C.)
En cuanto a los aspectos culturales, las creencias y la religión tartésica estuvo muy influenciada por los fenicios,
como demuestra el culto a la diosa Astarté, de origen oriental. Se conocen diversos santuarios, como el de Cástulo (si-
glos VIII-VII a.C.). Asimismo , la escritura tartésica pudo tener su origen por influencia fenicia.

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Hacia mediados del I milenio a.C. la cultura tartésica desaparece. Como causas se consideran, en primer lugar, la
crisis fenicia a lo largo del siglo VI a.C. y, en segundo lugar, la expansión hacia el sur de la cultura celtibérica. Los
turdetanos fueron los continuadores de la tradición tartésica en la zona andaluza.

La segunda Edad del Hierro: los pueblos prerromanos


Mediado el I milenio a.C. se inicia la segunda Edad del Hierro en la península Ibérica, etapa que se caracteriza por
el uso generalizado del hierro que sustituye definitivamente al bronce; también se caracteriza por la cerámica a torno y
por la aparición de importantes progresos en las actividades económicas, especialmente en la agricultura y la ganadería.
Los pueblos asentados en la Península en este momento, herederos de las tradiciones indígenas, reciben el nombre
de prerromanos, pudiendo distinguirse entre ellos diferentes áreas culturales:
• Área cultural ibérica, muy marcada por la influencia de los pueblos colonizadores.
• Área cultural céltica o indoeuropea, en contacto más estrecho con la Europa occidental.
Asimismo, existe un área cultural con elementos comunes a ambas, la llamada cultura celtibérica.

La cultura ibérica surge como resultado de los cambios en la tradición indígena ocasionados por la influencia cultu-
ral de los pueblos colonizadores, fundamentalmente por la influencia griega, y queda plenamente establecida en torno al
siglo V a.C., abarcando una amplia zona geográfica desde los Pirineos hasta la Andalucía occidental. Pueblos iberos
destacados fueron: indigetes y layetanos en la actual Cataluña, edetanos y contestanos en Valencia, mastienos en la
costa de Murcia, bastetanos en la Andalucía oriental y turdetanos en la Andalucía occidental. Los ilergetes del valle del
Ebro y los oretanos del alto Guadalquivir fueron pueblos intermedios entre la cultura ibérica y el área indoeuropea.
Su economía se basó en la agricultura (cereales, vid, lino, esparto,...), la ganadería (muy variada) y la minería, así
como la industria textil y el comercio, tanto con otros grupos iberos como con los pueblos colonizadores, que presentó
una importante novedad, la introducción de la moneda como unidad de cambio. La sociedad estaba muy jerarquizada; a
la cabeza un rey con autoridad sobre la ciudad y su territorio (en ocasiones sobre varias ciudades), seguido de los gue-
rreros (portadores de la falcata, espada ibérica), los artesanos, campesinos y, por último, siervos y esclavos. No existía
unidad política.
En el urbanismo ibérico pueden distinguirse entre los núcleos urbanos y los poblados menores; en general forman
planos regulares con casas adosadas formando calles paralelas y murallas, frecuentemente ubicados en lugares elevados.
En relación al mundo de las creencias, no hay constancias de divinidades pero sí hay abundantes santuarios en empla-
zamientos naturales asociados al agua donde se depositaban gran cantidad de exvotos de diversos materiales, fundamen-
talmente en bronce –santuario del Cerro de los Santos–. Los enterramientos dominantes son por incineración; las ceni-
zas se depositaban en una urna. Existen diversos tipos de tumbas: turriformes (tumbas reales) y tumbas de cámara, en
una de las cuales se halló la famosa Dama de Baza.

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Entre las manifestaciones culturales hay que destacar la importancia que alcanzó la escritura ibérica. El arte se cen-
tra en la pintura sobre cerámica y la escultura –votiva, funeraria, etc.–, entre la que destacan la Dama de Elche, la Dama
de Baza, la Dama oferente del Cerro de los Santos y la Bicha de Balazote.
En el norte y centro de la península Ibérica se asentaron los pueblos celtas y celtíberos, correspondientes al área
cultural indoeuropea y, por tanto, con una mayor relación y un mayor contacto con la Europa occidental. Fueron pue-
blos predominantemente ganaderos que practicaron el nomadismo y no tenían gran número de ciudades, pero que desa-
rrollaron mucho la metalurgia del hierro. Socialmente eran más arcaicos, manteniendo estructuras de tipo tribal. Entre
estos grupos destacan:
• Entre el Ebro medio y la zona oriental de la submeseta norte, los celtíberos, como los lusones, los pelen-
dones, los arévacos y los celtíberos propiamente dichos. Eran pueblos ganaderos, con una gran desarrollo
del trabajo en hierro (gladium hispaniensis), cuyos principales núcleos fueron Numantia y Termantia.
• En la Meseta occidental estaban los vettones, conocidos por los verracos, esculturas toscas de animales
asociadas a cultos ganaderos. Destacan los poblados de Sanchorreja (Ávila) y el de Cogotas.
• En el centro de la cuenca del Duero estaban asentados los vacceos, principalmente agricultores. Sus prin-
cipales ciudades fueron Cauca y Pallantia.
• Al sur del Sistema Central se encuentran los carpetanos, básicamente pastores.
• Al oeste de la Meseta se hallaban los lusitanos, que practicaban la ganadería y la minería.
• Del norte y noroeste peninsular el pueblo más conocido es el galaico, la cultura de los castros5, de los que
se han localizado más de cinco mil entre Galicia, norte de Portugal y occidente de Asturias. Tuvieron un
gran desarrollo de la orfebrería en oro, siendo su bases económicas la ganadería, la pesca y el marisqueo.
Tuvo importancia en estos pueblos la adivinación y la magia.
• Por último, desde el área galaica hasta los Pirineos occidentales, se encuentran los astures, cántabros y
vascones, y otros pueblos más reducidos, dedicados fundamentalmente a la recolección de alimentos y a la
ganadería de cabras y cerdos. Fueron sociedades con un marcado régimen matriarcal.

LOS PUEBLOS COLONIZADORES

Durante la primera mitad del I milenio a.C. el área del Mediterráneo occidental sufrió un intenso proceso de coloni-
zación por parte de fenicios, griegos y cartagineses. La causa principal de estas colonizaciones fue el comercio, basado
fundamentalmente en los metales (cobre, estaño, oro, plata, ...), pero también hubo un importante interés por las pesque-
rías y salazones de la costa andaluza peninsular.

Colonización fenicia
El primer pueblo en llegar a la península Ibérica fue el fenicio; según las fuentes literarias, Gadir (Cádiz) fue fun-
dada en el año 1100 a.C., pero los restos más antiguos hallados hasta la fecha datan de finales del siglo IX a.C., siendo
una fecha arqueológicamente probable para la fundación de Gadir la del 800-775 a.C.
A partir de la primera mitad del siglo VII a.C. los fenicios fundaron diversas colonias en la costa mediterránea an-
daluza –Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar, Granada), Abdera (Adra, Almería)–, atraídos por la riqueza minera de la
zona, fundamentalmente Huelva (Río Tinto), por ello, también, el intenso comercio que tuvieron con Tartessos, intere-
sados por sus manufacturas y orfebrería.
La influencia cultural fenica sobre los pueblos de la península Ibérica es muy importante y fundamental. El urba-
nismo fenicio marcó la transformación de los poblados indígenas en auténticas ciudades; la introducción del torno de
alfarero; la difusión de diversas técnicas del trabajo de los metal y de la orfebrería; la adopción por parte de los indíge-
nas de deidades de origen oriental, como la diosa Astarté o el dios Melkart; o el desarrollo de la escritura entre los pue-
blos peninsulares por influencia fenicia, son varias de estas importantes aportaciones culturales de los fenicios.
La caída de Tiro, capital de Fenicia, en el año 573 a.C. ante Nabucodonosor II marca el inicio de la decadencia fe-
nicia en el Mediterráneo occidental.

Colonización griega
La colonización griega fue posterior a la fenicia; a partir del último cuarto del siglo VII a.C. los focenses tuvieron
un intenso contacto comercial con Tartessos, marcando el inicio de la presencia griega en la península Ibérica. La fun-
dación entre el siglo VII y VI a.C. de Masalia (Marsella) sirve de punto de partida de la actividad griega en las costas

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Poblado localizado en un alto, rodeado de muralla, en cuyo interior las casas, circulares con muros de piedra y techo
cónico de paja, se disponen sin orden ni plan urbanístico.
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peninsulares catalanas, donde los focenses crean importantes colonias, como Rhode y Emporion6 (Ampurias), fundada
ésta en torno al 575 a.C. y que logra un gran auge como centro comercial en el siglo V a.C.
En este siglo de apogeo del comercio griego en la Península se fundan nuevas colonias en el sureste peninsular,
como Hemeroskopeion, Alonis y Akra Leuké (en torno a Denia, Benidorm y Alicante, respectivamente).
Se han hallado en la Península gran cantidad de objetos materiales que ponen de manifiesto la importancia de la
presencia griega: abundante cerámica –cráteras, lekitos, ánforas, copas, etc.–, objetos de bronce –cascos, figuras,...–,
esculturas de piedra –escultura del dios Asklepios (Ampurias)– y la acuñación de moneda (Ampurias).
La derrota griega contra etruscos y cartagineses en la batalla de Alalia (535 a.C.), si bien no influye inicialmente en
la actividad griega en la península Ibérica, marca el inicio de la decadencia comercial griega en el Mediterráneo occi-
dental.

Colonización cartaginesa
Cartago, ciudad fundada en el norte de África (Túnez) por exiliados tirios, continuó con la actividad abandonada
por los fenicios. La colonización púnica en el occidente mediterráneo se desarrolla a partir del siglo VI a.C., siendo la
fundación de Ebusus (Ibiza) en el año 654 a.C. y la colonización de la isla el hito que marca la expansión cartaginesa,
que se hace manifiesta e intensa a partir del siglo V a.C., cuando Ibiza se convierte en un importante centro comercial.
También se encuentran restos púnicos en diversos lugares de la Península como Villaricos, Almuñécar, Málaga, Cádiz
(sarcófagos antropoides), o la destacada Cartago Nova (Cartagena), fundada en el año 226 a.C.
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Ciudad de planta rectangular, trazado ortogonal con ágora en el centro y amurallada.
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