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Construir ciudadanía

Perkins Rocha
@PerkinsRocha

La palabra “ciudadanía” tiene en el diccionario de la Real Academia Española, tres


acepciones, primero, cualidad  y  derecho  de  ciudadano; segundo,
conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación; y por último, también alude al
comportamiento propio de un buen ciudadano. Sin embargo, ella puede tener diversas
connotaciones dependiendo del ángulo con que se aborde. Cada área de observación
o pista de abordaje al contenido de la palabra “ciudadanía”, origina automáticamente
una dimensión distinta del concepto.

Desde el área del saber jurídico, por ejemplo, podemos encontrar tres distintos
ángulos para aproximarnos a la “ciudadanía” bien si la asumimos como un derecho
social, como un derecho político o en definitiva, como lo que creemos es, la
consecuencia del ejercicio político de un derecho individual.

La pertenencia a una comunidad, la importancia que para la sociedad tiene tal hecho
colectivo y el ejercicio de una responsabilidad social premeditadamente “cívica”,
cónsonas con la moral y lo que algunos se han atrevido a calificar como “decencia
pública”, son aspectos que tradicionalmente le han interesado al derecho social.
Primero, para patrocinar cánones dentro de los cuales debe desenvolverse el
comportamiento ciudadano y el ejercicio colectivo de la ciudadanía; y segundo, como
patrón o guía de exigencia, para a partir de su valoración social, poder establecer
correctivos y responsabilidades jurídicas a quienes lo incumplan o infrinjan.

Es así como aquellos militantes de las ideas socialistas, a partir del tamiz del derecho
social, consideran a la ciudadanía, como una condición que se asume a favor del bien
colectivo. Esto, cónsono con su doctrina, conlleva presuntamente, no sólo beneficios
a la sociedad sino también, al compromiso de asumir reglas y cumplirlas,
independientemente del interés personal, para el beneficio del “Estado”, como bien
mayor al cual -suponen- se debe el individuo.

Desde un ángulo opuesto, quienes consideramos que solo cuatro derechos son
fundamentales para la marcha de cualquier sociedad (propiedad, vida, justicia y
libertad) asumimos la conceptualización de la ciudadanía desde un ángulo liberal,
asumiendo al Hombre como el centro de su diario ejercicio y no al Estado que lo
somete; toda vez que entendemos que solo si somos responsables de nuestra propia
existencia, podemos ser responsables de los alcances de la vida humana y de todas
sus consecuencias, la cual evidentemente engloba al prójimo.

Es por eso que, entendemos a la ciudadanía como el ejercicio diario de una libertad
responsable, conscientes del hecho político que se desprende cuando nos vinculamos
libremente a otros ciudadanos incorporando nuestro entorno en esa vinculación. Solo
el ejercicio pleno de nuestros derechos individuales en libertad, en respeto de las
consecuencias del ejercicio libertario de otros y estrechamente vinculados a la ciudad
que nos circunda, es lo que en definitiva nos hace ciudadanos; y la practica constante
de esa interrelación libre y responsable en ciudad, construye ciudadanía.
Por tanto, la ciudadanía, como ejercicio responsable de libertad entre hombres
estrechamente vinculados a su espacio vital, es un fenómeno político trascendente,
pues no hay manera de ejercer la ciudadanía en la soledad absoluta. La libertad es un
derecho individual que solo puede asumirse en conciencia de la existencia de un
semejante. Robinson Crusoe, comenzó a ser realmente libre cuando apareció Viernes.
Antes su individual existencia humana en la isla, no tenía límites y eso no es libertad.
A partir de Viernes, se dimensiona su existencia, conoce los límites y el peligro de
perderla.

Solo puede haber ciudadanía, si existe previamente una conciencia individual


responsable del hombre que vive en sociedad; y ser un ciudadano responsable, es
asumir la libertad como, además del derecho más importante que tenemos –a la par
de la vida- la practica individual de un hecho que tiene límites: la libertad del resto de
mis semejantes. Así lo establece el Artículo 20 de nuestra Constitución “ Toda
persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más
limitaciones que las que derivan del derecho de las demás (…)”. Como pueden
observar, este derecho inherente a la persona humana (libre desenvolvimiento de la
personalidad) es de los pocos derechos con rango constitucional que no quedó
sometido por el constituyente a la voluntad de la ley, sino al libre ejercicio del
derecho de los demás. Tal como nuestras abuelas decían “la libertad de uno termina
donde comienza la libertad del otro”.

Solo hay ciudadanía cuando los sujetos que la integran son responsables
individualmente de su ejercicio. En los sistemas liberales, la ciudadanía la conforma
una masa humana crítica, consciente y responsable. Por el contrario, en los
totalitarismos se anula previamente al ciudadano individualmente, para que cuando
conforme una masa, sea esta una masa inerte.

Ser libre es ser responsable, y ser responsable en una ciudad es ser ciudadano, lo
cual tiene una significación concreta: asumir plenamente mis derechos personales en
respeto a mis semejantes y vinculado a mi entorno social. No basta con atender los
problemas individuales, tenemos un compromiso con la ciudad.

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