Está en la página 1de 3

SÓCRATES (469-399 a.C.

), filósofo griego, arquetipo de una vida dedicada a la indagación,


famoso por su dictum de que sólo una vida semejante es digna de ser vivida. Aunque no
escribió nada, sus ideas y modo de vivir tuvieron un profundo impacto en muchos de sus
contemporáneos, y a través del retrato de Platón en sus primeras obras se convirtió en una
fuente fundamental de inspiración e ideas para las generaciones siguientes de filósofos.

Su ocupación cotidiana era entablar conversación con cualquiera dispuesto a debatir con él.
Fue un hombre de gran brillantez intelectual, integridad moral, magnetismo personal y
autodominio físico, que desafió la complacencia moral de sus conciudadanos y les turbó por su
incapacidad de responder a preguntas como «¿Qué es la virtud?» –cuestiones que creía que
había que responder para saber cómo vivir del mejor modo posible nuestras vidas–.

Sus ideas y su personalidad le valieron devotos seguidores entre los jóvenes, aunque la
admiración no fue con mucho universal. Se le acusó formalmente de negarse a reconocer los
dioses de la ciudad, introduciendo nuevas divinidades y corrompiendo a los jóvenes. Juzgado
en un sólo día ante un numeroso jurado (500 era un número normal), fue declarado culpable
por un estrecho margen: si 30 miembros del jurado hubieran votado otra cosa, hubiera sido
absuelto. El castigo impuesto por el jurado fue la muerte y se ejecutó por medio de un veneno,
probablemente cicuta.

¿Por qué fue juzgado y condenado? Parte de la respuesta está en la Apología de Platón, que
pretende ser la defensa que Sócrates hizo de sí mismo en el juicio. Allí dice que durante varios
años se le ha retratado falsamente como alguien cuyas teorías científicas destronan a los
dioses tradicionales, colocando a las fuerzas de la naturaleza en su sitio, y como alguien que
cobra por enseñar a hacer que el argumento débil parezca fuerte en la corte. Es el retrato de
Sócrates que traza Aristófanes en Las nubes, representada por primera vez en el 423. Es
inverosímil que Aristófanes pretendiera que su comedia fuera un retrato preciso de Sócrates, y
el bufón sin escrúpulos de Las nubes nunca hubiera concitado la devoción de un moralista tan
serio como Platón.

Aristófanes combinó características de varios pensadores del siglo V y llamó «Sócrates» a la


amalgama resultante porque el Sócrates real era uno de los controvertidos intelectuales de
ese periodo.

No obstante, es inverosímil que las acusaciones contra Sócrates o la caricatura de Aristófanes


carecieran por completo de fundamento. Tanto los Memorabilia de Jenofonte como el Eutifrón
de Platón dicen que Sócrates levantó sospechas porque pensaba que se le aparecía un signo o
voz divina y le daba útiles consejos acerca de cómo actuar. Al declarar tener una fuente única y
privada de inspiración divina, Sócrates podría haber estado queriendo desafiar el control
exclusivo de la ciudad de los asuntos religiosos. Su disposición a desobedecer a la ciudad es
admitida en la Apología de Platón, donde se dice que habría desobedecido una hipotética
orden de dejar de plantear sus preguntas filosóficas, por considerar él que servían a un
propósito religioso. En el Eutifrón busca una base racional para hacer sacrificios y realizar otros
ritos a los dioses, pero no encuentra ninguna e implica que no la hay. Semejantes desafíos a las
prácticas religiosas tradicionales podrían fácilmente haber levantado sospechas de ateísmo y
dado credibilidad a las acusaciones contra él.

Además, Sócrates dice cosas en los primeros diálogos platónicos (y en los Memorabilia de
Jenofonte) que bien podrían haber ofendido la sensibilidad política de sus contemporáneos.
Mantiene que sólo quienes han estudiado específicamente las cuestiones políticas tendrían
que tomar decisiones.
Porque la política es un tipo de arte, y en cualquier otro arte sólo quienes han acreditado su
maestría reciben responsabilidades públicas. Atenas era una democracia en la que todos los
ciudadanos tenían el mismo derecho legal a conformar la política y la analogía de Sócrates
entre el papel de los expertos en la política y en otras artes podía verse como una amenaza a
ese igualitarismo. Las dudas sobre su lealtad política, aunque no se mencionan en las
acusaciones formales, bien podrían haber movido a algunos miembros del jurado a votar en su
contra.

Sócrates es el protagonista no sólo de los primeros diálogos platónicos, sino también de los
Memorabilia de Jenofonte, y en varios aspectos los dos retratos son mutuamente consistentes.
Pero también hay diferencias importantes. En los Memorabilia Sócrates enseña lo que un
caballero ha de saber para el desempeño de sus actividades cívicas. Abunda en consejos
tópicos y nunca se muestra perplejo por las cuestiones que plantea; por ejemplo, sabe lo que
son las virtudes, identificándolas con la obediencia a la ley. Sus ideas no son amenazadoras o
controvertidas y siempre recibe el asentimiento de sus interlocutores.

Por el contrario, el Sócrates de Platón se presenta a sí mismo como un perplejo indagador que
sólo sabe que no sabe nada de cuestiones morales. Sus interlocutores quedan a veces
anonadados por sus preguntas y se sienten incómodos por su incapacidad de responderlas. A
veces se ve llevado por la fuerza de los argumentos a conclusiones controvertidas.

Un Sócrates así fácilmente se habría ganado enemigos, mientras que el Sócrates de Jenofonte
es demasiado «bueno» para ser verdad.

Es importante tener presente que sólo las primeras obras de Platón pueden leerse como
descripciones fidedignas del Sócrates histórico. Las teorías del propio Platón, presentadas en
los diálogos medios y tardíos, entran en un terreno filosófico que no había sido explorado por
el Sócrates histórico, aunque en los diálogos medios (y en algunos de los tardíos) el personaje
principal sigue siendo una figura llamada Sócrates–. Aristóteles nos dice que Sócrates se limitó
a cuestiones éticas, y que no postuló un dominio separado de los objetos abstractos, eternos e
imperceptibles llamados «Formas» o «Ideas». Aunque la figura llamada Sócrates afirma la
existencia de esos objetos en diálogos platónicos como el Fedón y la República, Aristóteles
interpreta que ese interlocutor es un vehículo de la filosofía platónica y sólo atribuye a
Sócrates las posiciones que encuentra en los primeros diálogos platónicos;

por ejemplo, en la Apología, el Cármides, el Critón, el Eutifrón, el Hipias mayor, el Hipias


menor, el Ios, el Laques, el Lisis y el Protágoras. Sócrates se centró casi exclusivamente en la
filosofía moral; Platón también dedicó su atención al estudio de la metafísica, la epistemología,
la teoría física, la matemática, el lenguaje y la filosofía política.

Cuando se distinguen así las filosofías de Sócrates y Platón, encontramos continuidades en sus
ideas –por ejemplo, las preguntas planteadas en los primeros diálogos se contestan en la
República– pero también hay diferencias importantes. Para Sócrates ser virtuoso es un asunto
puramente intelectual: sólo supone saber qué es bueno para los seres humanos; una vez
aprendido, actuaremos como es debido.

Como identifica la virtud con el conocimiento, Sócrates suele establecer analogías entre ser
virtuoso y dominar cualquier tema corriente –la cocina, la construcción o la geometría, por
ejemplo–. Dominar esas actividades no supone educar las emociones.
Por el contrario, Platón afirma la existencia de poderosas fuerzas emocionales que pueden
desviarnos de nuestro propio bien, si no se someten a la razón.

Niega la asunción de Sócrates de que las emociones no se resistan a la razón, una vez que se
llega a entender dónde reside el propio bien.

Sócrates dice en la Apología de Platón que el único conocimiento que posee es que no sabe
nada, pero nos equivocaríamos si infiriésemos que carecía de convicciones morales –
convicciones alcanzadas a través de un difícil proceso de razonamiento–.

Mantiene que la vida que no se interroga no es digna de ser vivida, que es mejor ser tratado
injustamente que cometer una injusticia, que la comprensión de los asuntos morales es el
único bien incondicional, que todas las virtudes son formas de conocimiento y son
mutuamente inseparables, que la muerte no es un mal, que no puede dañarse a una buena
persona, que los dioses poseen la sabiduría de la que carecen los seres humanos y nunca
actúan inmoralmente, etc. No acepta esas proposiciones como artículos de fe, sino que está
dispuesto a defenderlas porque puede mostrar a sus interlocutores que sus creencias deberían
llevarlas a aceptar esas conclusiones, por paradójicas que puedan ser.

Puesto que Sócrates puede defender sus creencias y las ha sometido a escrutinio intelectual,
¿por qué se presenta como alguien sin conocimientos salvo el conocimiento de su propia
ignorancia?

La respuesta hay que buscarla en su asunción de que sólo un experto completo en cualquier
campo puede reclamar para sí conocimiento o sabiduría en ese campo; conoce las técnicas de
navegación, por ejemplo, sólo quien domina el arte de la navegación, puede responder a todas
las preguntas sobre ese tema y puede enseñárselo a otros. Juzgado según ese criterio
epistémico, difícilmente podría Sócrates reclamar ser un experto moral, ya que carece de
respuesta para las cuestiones que plantea y no puede enseñar a otros a ser virtuosos. Aunque
ha examinado sus creencias morales y puede dar razones en su favor –un logro que le da un
sentimiento autoritario de superioridad sobre sus contemporáneos– se ve a sí mismo alejado
del ideal de perfección moral, que supondría una comprensión plena de todos los asuntos
morales. Este agudo sentimiento de la deficiencia moral e intelectual de todos los seres
humanos explica en gran medida el atractivo de Sócrates y también el arrogante desdén por
sus conciudadanos que, sin duda, contribuyó a su caída

También podría gustarte