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Sobrevivir entre La Muerte

Corría mil novecientos cuarenta, la guerra continuaba, el retumbar de la marcha de


grandes pelotones resonaba al pasar por los pequeños pueblos de Bélgica, se podía
sentir el olor a sangre sobre los uniformes de los soldados alemanes, ese olor, ese fuerte
olor a metal que se percibía desde metros antes de poder llegar a las impenetrables
trincheras de los nazis, sus tropas se encontraban aproximadamente un kilómetro frente a
la línea de los aliados, se veían acorralados, pero con provisiones y armamento como
para seis meses más, no se iban a rendir

Las noches de vigilancia eran cada vez más largas, sin poder descansar, los soldados
americanos sentían como perdían la cordura poco a poco, presintiendo que algún alemán
iba a entrar a su punto de vigilancia a asesinarlo, presintiendo que cualquier mancha que
se logrará ver en la infinita oscuridad era un enemigo, desconfiando de cualquiera que
portará con sigo algún arma, llegando al punto de desconfiar en si mismo. El alivio se
sentía en el momento en el que llegaba el relevó, aunque ese alivio iba a durar pocas
horas, pocas horas de tranquila y de descanso, descanso el cual no se disfrutaba del todo
ya que sabían que en poco el infierno iba a volver a desatarse. 

Se escuchaban ráfagas y explosiones en la profundidad, los soldados despertaban ya


listos en sus posiciones, y procedían a recargar  sus fusiles, pues la batalla había iniciado
una vez más, balas vuelan de un lado a otro, y aunque los soldaos no saben exactamente
a que le están disparando, saben que sus enemigos están ahí. En la distancia se
observan pequeños destellos de luz los cuales sirven como objetivos para poder disparar
y con algo de suerte restar un soldado al ejército alemán.

Los disparos cesaron, hubo un profundo silencio y se observó confusión en la cara de los
soldados, no sabían que hacer, desesperados cuatro de ellos ignoraron las ordenes de su
superior y tomaron la decisión de salir de la trinchera y avanzar, muy cautelosamente y
siempre atentos de sus alrededores, paso a paso avanzaron sin saber que sucedía, la
espesa niebla no permitía ver más allá de unos metros de sus narices, hasta que un grito
rompió el silencio y detrás de él un soldado alemán apareció de la nada como si se tratara
del mismísimo diablo, descargando su fusil completamente sobre los cuatro soldados, al
escucharse la comisión inició una vez más el intercambio de ráfagas, causando la muerte
del soldado alemán.

Una respiración agitada, el corazón acelerado, un cuerpo tirado en medio del campo de
guerra veía pasar las balas de un lado a otro sobre su cuerpo, uno de los cuatro soldados
sobrevivió, sin poder levantarse vio los cuerpos sin vida de sus compañeros, no sabía que
hacer simplemente se quedó ahí sin saber lo que le esperaba.

El día paso una vez más, pero esta vez la batalla no se detuvo, los ejércitos decidieron
avanzar y continuar con su enfrentamiento justo en medio de ambas trincheras, los
cadáveres volaban, la sangre salpicaba por doquier y el pequeño cuerpo del soldado el
cual había sobrevivido estaba siendo sepultado con los cuerpos de sus compañero y
enemigos, poco a poco el oxígeno escaseaba más y más, el peso sobre no le permitía
poder moverse y mucho menos escapar. El tiempo paso, los gritos, los disparos, las
explosiones cesaron, pues sin saberlo horas antes la batalla había terminado, la Alemania
nazi había avanzado tomando en su poder Luxemburgo y los países bajos.
Una vez más había completo silencio, lo único que esperaba era su muerte, escuchaba
como se recogían los cadáveres en carretillas jaladas por caballos, en ese entonces vio
una oportunidad de sobrevivir, fingir ser un cuerpo sin vida de esta manera seria recogido
y trasladado a un centro para la incineración de cuerpos, y así fue, en medio del camino
pudo observar un rio, un rio con la suficiente fuerza como para poder ser arrastrado hasta
quien sabe dónde, tomo fuerzas y salto, los soldados alemanes no vieron sospecha más
que un cuerpo sin vida el cual callo de la carretilla hasta dar en el rio y no le dieron
importancia.

Kilómetros rio arriba encontró un pequeño pueblo, con olor a estiércol, pólvora y carne
podrida, pues el ejército alemán ya había pasado por este y lo dejaron completamente
destruido, este pequeño pueblo tan destruido como se pudo fue su salvación, su
descanso y su lecho de muerte, ya que meses después su cuerpo no aguanto más y
falleció, no sin antes dejar sus memorias en una pequeña libreta la cual llevaba consigo,
cinco años más tarde un reportero novato hallo su libreta y publico su historia como su
primer reportaje en el diario belga L’Indépendence.

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