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PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA
CENTRO SAN PIETRO FAVRE

_________________________________________

LA SENSIBILIDAD RELACIONAL
PREMISA DE LA COMUNIDAD FORMATIVA

Estudiante: Barrera, C. JUAN ANDRÉS


Matricula: 164937
Mentor: Ibarra, VERONICA

Año Académico 2017– 2018


2

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene un fin analítico, descriptivo y propositivo como fruto


de las visitas a las congregaciones y casas de formación, así como de los
seminarios recibidos en las instalaciones de la universidad Gregoriana durante
el periodo académico 2017-2018. No pretendo recoger sintéticamente todo el
itinerario realizado con sus contenidos y explicaciones, que si bien tiene el hilo
conductor de la formación vocacional, tiene a la vez diversos matices que daría
posibilidad a muchos enfoques de aplicación e interpretación.

Encuentro enriquecedora esta experiencia que se desarrolló entre la teoría y


la praxis, entre el concepto y el encuentro, entre el conocimiento y la
experiencia. Los contenidos recibidos en el salón de clase y el acercamiento a
las personas concretas que de una u otra manera respaldaban o cuestionaban los
conocimientos adquiridos, dan origen, apoyo y sustento a esta reflexión que
quiero desglosar a lo largo de estas páginas.

Mi intención, sin pretender decir que estoy usando un método científico, será
pasar de lo general a lo particular, es decir, presentar algunas generalidades en
el campo de la formación basado en los distintos aportes, exposiciones y datos
suministrados a lo largo de este curso y centrarme después en un punto concreto
de reflexión, que considero nuclear en el campo de la formación.

He aprendido a distinguir mejor todo lo que conlleva un proceso-proyecto


formativo; ciertamente hay que hablar de las personas implicadas, de los
recursos requeridos, de los medios elegidos, de los contenidos seleccionados y
de los estilos asumidos. Desde esta perspectiva, se debe tener en cuenta al
protagonista de la formación que es el vocacionado y después a todos los que
participan activa o pasivamente, consciente o inconscientemente en el
discernimiento de su llamada, desde sus padres, hermanos, familia, hasta el
obispo de quien recibe la ordenación diaconal y presbiteral, así como por
3

supuesto el ambiente, circunstancias y factores externos o internos que


favorecen u obstaculizan este proceso. Aunque todo es importante, y todo de
una u otra forma es interdependiente, mi mirada en este trabajo se centra en la
comunidad formativa. Ahora bien, como cuando se habla de los padres se debe
terminar por fuerza hablando del rol individual del padre y la madre, cuando
hablemos de comunidad formativa hay que pasar del plural al singular, del
colectivo a la persona y/o en sentido contrario, es decir, si hablamos de
comunidad formativa debe haber referencia de los formadores en su
individualidad y si hablamos del formador no lo podemos separar de la
dinámica comunitaria en el seminario.

Considero que la vocación por ser don y misterio, no puede ser abordada de
una forma unívoca, tajante y esquemática, en lo que se refiere a la praxis
sobretodo. De ahí que se puede afirmar que los bellos proyectos, los espléndidos
medios, los más fantásticos recursos disponibles no garanticen el “éxito” en la
formación.
«Un proyecto bien elaborado o una programación bien pensada puede fallar, si
faltan las personas preparadas, capaces de orientar la acción formativa en la justa
dirección…»1
Y así como en el rol y relación padres-hijos hay una gran responsabilidad de
los progenitores, los formadores juegan un papel importantísimo en el
desarrollo de una vocación purificada, genuina y lo más transparente posible.
Esto último sin decir que cuando los resultados no son los mejores, la culpa toda
recae sobre los padres o los formadores.
Es indudable, entonces, el papel preponderante que los formadores tienen en
un proceso formativo. Son 6 o 7 años de vida que pueden ser determinantes y
productivos o huecos y tristemente superficiales. Una buena formación con un
grupo excelente de educadores no son el “seguro vocacional” y garantía de
excelentes sacerdotes, ya que el vocacionado puede resultar completamente
impermeable y “resistente” a este camino, sin embargo, es indudable que en
gran medida, el misterio de una vocación auténtica discernida, potenciada y
asumida, depende de la comunidad formativa. Por eso, quiero centrarme en este
tema concreto, ya que muchos de los contenidos expuestos a lo largo de este
año aunque se referían a los jóvenes que llegan a la formación, me parece que
son también aplicables a los formadores desde la perspectiva de la formación
permanente, que llegaremos a homologar con docibilitas.

1
M. GAHUNGU, Programmare e valutare nella formazione presbiterale e religiosa, 179
4

Ahora bien, aún me parece muy extenso y complejo el tema de la comunidad


formativa y no puedo ser iluso de pretender agotarlo todo en estas pocas páginas
de trabajo, así que me limitaré a dar líneas y directrices generales en el campo
de la formación humana y la docibilitas, para después hacer énfasis en lo que se
refiere a lo que entenderemos como sensibilidad relacional, y que se presentará
como la característica más importante que debe tener cada candidato o miembro
de la misma.
Así entonces queda delimitado el itinerario del presente trabajo: la
sensibilidad relacional del formador en la comunidad formativa. Será necesario
hacer una clarificación de lo que se debe entender por formación humana,
formación permanente, procesos de selección y preparación de los formadores
en los seminarios y el que quiero denominar pre-requisito fundamental para
llegar a conformar y consolidar una auténtica comunidad formativa.
5

CAPÍTULO 1

NOTAS PRELIMINARES

Me parece importante destacar dos asuntos que considero importantes para


el desarrollo y comprensión del itinerario de reflexión de este trabajo

1.1 El problema semántico

Antes de entrar en materia, quiero resaltar precisamente una percepción que


a lo largo de los seminarios y visitas he podido corroborar. Se trata de la
dificultad de unidad semántica, cosa que aprovechan muy bien algunos grupos
socio-políticos para avanzar en su “colonización ideológica”, y que está
presente de un modo u otro en el lenguaje y la praxis eclesial y pastoral. Es una
tendencia actual producto quizás de las corrientes de pensamiento que han
permeado el pensamiento y comportamiento social y cultural, a saber:
relativismo, individualismo, nominalismo, etc.

En este orden de ideas, me parece que sin ser una cosa grave y determinante,
falta aún un poco de claridad y unidad en la comprensión y aprehensión de
conceptos. Aunque no se trata de pretender imponer un sistema rígido y
universal en el campo de la formación, porque como es lógico cada seminario
debe asumir, basados en la guía de la Ratio Fundamentalis y en las directrices
de cada conferencia episcopal su propia ratio adaptada según la realidad local,
si es importante manejar un lenguaje común. A mi juicio esto se convierte en
un obstáculo para un marco de referencia más “comunional” que permitiera una
mejor evaluación global de los logros y aspectos por mejorar. Creo que a veces
se confunde adaptación local con voluntarismo personal, y que a veces con el
argumento de contextualización e inculturación, se cae en el subjetivismo
“rebelde” contra el magisterio.
6

Para mi trabajo, me veo en la necesidad de destacar cuatro conceptos con esta


‘problemática’ semántica, a manera de ejemplo, que a la vez después serán
claves en el desarrollo de mi exposición.

 La concepción de formación permanente y formación inicial, tal como lo


plantea la nueva Ratio, aún no son comprendidos dentro de buena parte
del clero como una sola realidad del proceso de formación que dura toda
la vida2. De hecho, la formación permanente para una gran mayoría del
clero es entendida y asumida como una serie de eventos puntuales,
periódicos y distantes, a veces inconexos entre sí.3 De una manera sutil
esto lo pude percibir en algunos de nuestros encuentros.
 El término sensibilidad como lo hemos aprendido según la propuesta de
Cencini, no es entendido ni asumido como tal. Por ejemplo, Monseñor
Vincenzo Zani en el encuentro del 17 de enero nos habló de la
sensibilidad reducida a una capacidad receptiva y emotiva4. Solo los que
conocen la escuela de los padres Rulla y Cencini tienen unanimidad en
este concepto. De hecho, en los documentos eclesiales se habla
poquísimo de esta palabra que sale a relucir con San Juan Pablo II: «...el
sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad
humana…»5.
 Aunque es bastante generalizado el uso de las cuatro dimensiones en la
formación, no hay uniformidad para referirse al modo de nombrarlas. En
varias casas de formación visitadas y en charlas impartidas por los
exponentes de los seminarios se usaron diversos modos, a saber: humana,
antropológica, psicoafectiva, espiritual, intelectual, cultural, misionera,
apostólica, pastoral, comunitaria, vida en común, vida fraterna,
comunitaria, espiritual, etc. Este punto no es relevante como tal porque
cambia el nombre mas no el significado, solo quería mencionarlo en
relación con la siguiente apreciación.

2 CF. RFIS, 54.


3
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi: problemi e prospettive, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedì 12 ottobre 2017.
4
CF. S.E.M. A.V. ZANI, La figura del rettore: missione, responsabilità e relazione,
Martedi18 Gennaio 2018.
5
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis,
7

 Formación humana. «Es bastante común identificar en el lenguaje


ordinario madurez sicológica y madurez humana»6. Este es un aspecto
fundamental para la formación porque influye en los modelos y estilos
formativos. Considero que aunque se han hecho “progresos” en términos
conceptuales, aún se nota que la praxis formativa está un poco quedada
al respecto. Puedo decir con algunos de mis compañeros del curso, que
se siente un “aroma” distinto en las casas de formación donde se
implementan estrategias y proyectos formativos con una bien entendida,
verdadera e integral formación humana. «La formación humana, es
fundamento de toda la formación sacerdotal»7.

La premisa de premisas ciertamente es que «no hay verdadera labor formativa


para el sacerdocio sin el influjo del Espíritu Santo»8. Ahora bien, la tarea
formativa se trata de un servicio eminentemente eclesial «esto significa, por
tanto que se debe caracterizar por las relaciones de fraternidad y de colaboración
con los colegas, y de dependencia jerárquica en relación con el obispo local, en
comunión con el sumo pontífice, acogiendo cordialmente sus directrices para la
Iglesia Universal»9.

1.2 Debilidades y desafios

Es importante destacar también algunas realidades, que se pueden tomar en


clave de debilidades y desafíos, que invitan a una mayor conciencia,
compromiso y exigencia en la situación actual en orden a la formación de
formadores y la conformación de las comunidades formativas.
 Escasez de formadores. Si hay escasez de aspirantes al sacerdocio, hay
como consecuencia escasez de formadores. La crisis vocacional
generalizada, no obstante el aumento de vocaciones en la India y el
África, repercute en el hoy y el mañana de la formación. Es de reconocer
que el papel de las comunidades religiosas, con el carisma de la
formación, ha sido valiosísimo a través de los últimos siglos en la

6
J.M. URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 20.
7
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 43.
8
Cf. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 65
9
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 10.
8

preparación del clero, aun siendo insuficiente para satisfacer la necesidad


de formadores bien formados. Por otra parte es un hecho que un
seminario sea asumido por su propio presbiterio es tarea nada fácil para
un Obispo10.
 La escasez de propuestas institucionales formales e informales de
formación de formadores. Este panorama ha mejorado muchísimo en
relación con lo que se decía en 1993 aunque con mucho camino aún por
recorrer. «La idea de institutos especializados para formadores del clero
no ha encontrado hasta ahora una realización suficientemente amplia,
como para permitir hacer una reflexión crítica de las experiencias en
acto»11
 Carencias formativas. En efecto como se ha mencionado y se
mencionará, la experiencia formativa en los seminarios ha presentado
déficit en la formación humana y por ende en la falta de desarrollo de
capacidad comunitaria. «nuestros seminarios del pasado, meritorios en
muchas facetas, han sido deficitarios en estos aspectos. En general, eran
más bien colectividades que comunidades. Promovían la fraternidad
sacerdotal con un cierto voluntarismo y pragmatismo, sin fundamentos
suficientemente adecuados y sin formas de vida adaptadas»12 .
 Una realidad palpable y que está muy ligada a las anteriores, es el común
denominador de muchos ministros ordenados que «aunque tengan dotes
personales, no logran integrarse en un verdadero y propio equipo de
formadores, bien compenetrados entre sí y que colaboran
fraternalmente»13

Cuando hablamos de comunidad formativa necesitamos desglosar sus dos


términos, para después darle en su conjunto un sentido pleno a lo que significa,
debe ser y debe visibilizar. Vivir lo que significa, he aquí el desafío.
En primer lugar, «la palabra formativa, nos sugiere educar: “que hace salir
de si…” enseñar: “que mete en signo...da las señales, que indica…”, formar:
10
(Cfr. CIC, Can 237 §1).
11
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 7.
12 J.M. URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 101-102
13
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 6.
9

“que da una forma, la de Cristo. También hace pensar en que exige la presencia
de recursos humanos o de protagonistas, actores competentes, esto es, los
formadores y los formandos o personas en formación, así como la relación que
se desarrolla entre ellos, desde su propio rol14. Por supuesto que también sugiere
unos contenidos y un estilo. Desde este riel me permitiré abordar la reflexión
sobre la formación humana y la formación permanente centrada en la persona
del formador.
En segundo lugar, la palabra comunidad evoca encuentro, compañerismo,
amistad, comunión, fraternidad, trabajo en equipo, caridad, dimensión
relacional, colaboración, diálogo, etc., etc. Desde este segundo riel, espero
subrayar la importancia de vivir lo más coherentemente posible lo que significa
este vocablo en toda su amplitud y riqueza. De este modo se podrá destacar la
necesidad imperiosa hoy por hoy, de tener en nuestros seminarios, por medio
de la vivencia de la fraternidad sacerdotal en cada uno de los formadores,
auténticas comunidades de vida educantes que incidan afectiva y efectivamente
en las nuevas generaciones de presbíteros.

14
14
M. GAHUNGU, Programmare e valutare nella formazione presbiterale e religiosa, 180
10

Capitulo II

La formación permanente

Habiendo mencionado la dificultad que se encuentra aún, sobre todo en los


sacerdotes ya ordenados en asumir el sentido completo de lo que hoy se propone
como formación permanente, para clarificar este concepto, tomaré dos fuentes
principales, la nueva Ratio Fundamentalis y la propuesta del padre Amedeo
Cencini expuesta en dos de los seminarios recibidos con él.
Quiero agregar antes, a modo de abrebocas, algunos pocos apuntes de
algunos seminarios vistos en relación con este tema y que están en sintonía con
este nuevo modo de presentación de la formación permanente.

En la visita al Dicasterio de la Vida Consagrada, al tocar el tema de la


formación permanente, uno de los exponentes afirmó que se trata de una
formación continua que abarca la inicial y la permanente15. Después en la visita
a la congregación para el clero, experiencia compartida con Monseñor
Beniamino Stella, nos invitó a recordar que ser acompañantes implica un
empeño en nosotros mismos, el de trabajar en nuestro propio perfil personal, el
de formarse bien para ser formador entrando en la profundidad de la vida y la
conciencia para el bien futuro de la Iglesia16. El padre Imoda por su parte, nos
compartió dos aspectos importante de lo que él llama las actitudes basilares de
crecimiento para salir de la mediocridad, a saber, «la humildad del corazón para
tomar la justa medida de sí, y la docilidad de la mente, es decir, el saber que
siempre se debe aprender, que siempre hay que sentirse discípulo»17

15
CF. S.E.M. J. BRAZ DE AVIS, Visita a la congregación para los institutos de vida
consagrada y sociedades de vida apostólica , Giovedi 23 Novembre 2018
16
Cf. B. STELLA, Visita alla Congregazione per il Clero, martedì 14 novembre 2017.
17
F. IMODA, Maturità del formatore, Conferenza al Centro Favre PUG, martedi 9 Maggio
2018.
11

1.1 La formación permanente en la Nueva Ratio Fundamentalis

En este importante y actual documento, vademécum actualizado de la


formación en los seminarios, se presenta la novedad y la directriz del camino
vocacional y formativo. Al inicio en la introducción y dentro de los contenidos
fundamentales que se exponen se dice que « La formación de los sacerdotes es
la continuación de un único “camino discipular”, que comienza con el bautismo,
se perfecciona con los otros sacramentos de la iniciación cristiana, es
reconocido como centro de la vida en el momento del ingreso al Seminario, y
continúa durante toda la vida»18. Es muy precisa esta parte inicial de la Ratio al
invitar a comprender la formación inicial y permanente en una visión integral
Por supuesto que teniendo en cuenta toda la realidad teológica desde la
perspectiva de Aparecida, se invita a cada sacerdote a que «se sienta siempre un
discípulo en camino, necesitado constantemente de una formación integral,
entendida como continua configuración a Cristo»19.
Algo muy importante a considerar, es la aclaración que la formación
permanente, por su naturaleza, a diferencia de la formación inicial, no puede ser
esquematizada en etapas pre constituidas y por ende, no puede ser entendida
como momentos aislados y puntuales a modo de cursos de actualización.
Encuentro muy en la línea de la propuesta del padre Cencini, que expondré más
adelante, la siguiente afirmación sobre la formación de todos los agentes de la
formación:
«El compromiso de los agentes de la formación puede ser descrito como una
disposición interior, arraigada en una intensa experiencia espiritual y
orientada por un constante discernimiento, que les permite aprender de la
vida y de las diversas circunstancias, y reconocer en ellas la acción
providencial de Dios en el propio proceso cristiano o sacerdotal. Desde la
profundidad de esta disposición se mide la calidad del servicio ofrecido a los
seminaristas y, al mismo tiempo, de ella depende un sereno clima formativo
en el Seminario»20

18
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 3c.
19
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 3f.
20
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 152.
12

Si queremos profundizar aún más cómo propone la nueva Ratio la formación


permanente podemos dirigirnos para hacer una lectura de los numerales ochenta
al ochenta y ocho. Me remito a destacar lo siguiente.
La expresión formación permanente viene tomada de un ámbito más bien
secular y fue usada en el ámbito eclesial por primera vez por san Juan Pablo II
en 1979, como una invitación a una conversión continua. «Reclama la idea que
la experiencia discipular de los que son llamados al sacerdocio no finaliza
nunca»21. Otro aspecto también importante de subrayar es que «el protagonista
de la formación permanente es el presbítero mismo…y…que el ambiente
principal donde se desarrolla es la fraternidad presbiteral»22
Finalmente en modo nominal presento las modalidades prácticas para vivir
la formación permanente que sugiere la Ratio, para dar forma concreta a lo que
llama fraternidad sacramental, expresión que profundizaré en el apartado
específico sobre la comunidad formativa. Estas son: Encuentro fraterno,
dirección espiritual y confesión, ejercicios espirituales, mesa común, vida
común, y asociaciones sacerdotales23. De éstas, que ciertamente se pueden
proponer desde la formación inicial, destaco la vida común que por ‘obligación’
se debe vivir en la experiencia de formadores en el seminario. Por esta razón,
quiero resaltar lo que también expone la RFIS como unidad de la formación:
«En virtud de una constante experiencia discipular, la formación es un proceso
unitario e integral, que inicia en el Seminario y continúa a lo largo de la vida
sacerdotal, como formación permanente. Exige atención y cuidado en cada paso.
Aunque una gran parte de la eficacia formativa depende de la personalidad madura
y recia de los formadores, se tenga presente que el seminarista en un primer
momento – y el sacerdote después – es el protagonista necesario e insustituible de
su formación»24.

1.2 La formación permanente en la propuesta de Amedeo Cencini

« La formación permanente representa una necesidad imprescindible en la vida y


en el ejercicio del ministerio de cada presbítero; en efecto, la actitud interior del

21
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 80.
22
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 82b.
23
Cf. RFIS, 88
24
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis,53.
13

sacerdote debe caracterizarse por una disponibilidad permanente a la voluntad de


Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo. Tal disponibilidad implica una continua
conversión del corazón, la capacidad de leer la vida y los acontecimientos a la luz
de la fe y, sobre todo, la caridad pastoral, para la entrega total de sí a la Iglesia
según el designio de Dios»25

En sintonía con la nueva Ratio, veamos cómo Cencini presenta una


perspectiva interesante de la formación permanente unida a la formación inicial
como un único camino para aprender a aprender. En efecto, «En este sentido,
sería reductivo y erróneo considerar la formación permanente como una simple
actualización, de carácter cultural o pastoral, respecto a la formación inicial en
el Seminario»26, por ello, «desde el seminario mayor es preciso preparar la
futura formación permanente y fomentar el ánimo y el deseo de los futuros
presbíteros en relación con ella, demostrando su necesidad, ventajas y espíritu,
y asegurando las condiciones para su realización»27

Antes de reforzar esta idea, quiero resaltar en primer lugar y de un modo


sintético, dentro del extenso contenido expositivo de la propuesta del padre
Amedeo Cencini, el sentido de la mediocridad y la crisis como realidades a
afrontar en el proceso de formación permanente.
Para Cencini, hay en la Iglesia por parte del clero, una situación quizás más
escandalosa que los mismos escándalos, tan divulgados a través de los medios
de comunicación, cometidos por una minoría, se trata de la gran mayoría tibia
y mediocre de los consagrados sacerdotes y religiosos. Él habla de un gran
grupo, que están entre la minoría fría-escandalosa y la minoría virtuosa, que
vive consciente o inconscientemente este mal de la mediocridad, de vivir sin
pasión su ministerio. Con un modelo de ‘auto aceptación’, éstos justifican y
hasta canonizan su mediocridad.

Por otra parte, Cencini expone la crisis como «aquello que mueve el yo a
definirse en una estrada correcta, donde se siente la necesidad de cambiar»28.
En esta visión positiva de la crisis, se afirma que «Jesús se sirvió de ella como
25
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 56.
26
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 56b.
27
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 71.
28
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedi 12 Ottobre 2017.
14

instrumento formativo y que un buen formador ayuda a surgir y afrontar las


crisis»29. La crisis se debe asumir en perspectiva de lucha y en un continuo deseo
de crecimiento.
He querido presentar estas dos realidades porque creo interpretar que lo que
está afirmando Cencini es que la acedia, la falta de pasión en la vocación
sacerdotal y la ausencia de crisis bien vividas o la presencia de crisis bien
‘evitadas’, es porque no hay conciencia de que se está en camino, que hay que
seguir en construcción, que no se es un ‘producto acabado’ o estructurado
definitivamente,
Es aquí donde entra a tomar forma la propuesta de nuestro querido sacerdote
psicólogo. En efecto, el que cree que todo lo sabe, que todo lo ha aprendido,
que ya supero todas las etapas y prácticamente está ya ‘tocando el cielo’, es o
porque es cínico, hipócrita, fariseo, o porque tiene un problema patológico, o
porque no ha aprendido a aprender. Quedémonos con esta última opción, de ahí
la importancia que se comprenda que el objetivo fundamental en la formación
inicial sea dar los elementos para que el formando aprenda a formarse, el dar
ayuda para que la persona sea libre o menos condicionada y aprenda a dejarse
formar. Formar de quién? De todo y de todos, de la vida en la vida por toda la
vida.
Así entonces llegamos a lo que nuestro autor de este ítem define como
DOCIBILITAS, es decir, la capacidad de la persona que ha aprendido a
aprender, que cada día lo vive en perspectiva de formación, no como una etapa,
sino hasta el final de su vida. La docibilitas viene a ser una disponibilidad
inteligente. De este modo, llegamos a una conclusión y definición importante:
la formación permanente, no es otra cosa que la docibilitas, es decir, una
disposición interior, una actitud constante, la de estar siempre en perspectiva de
crecimiento y conversión, entendiendo que no se puede hablar de una persona
madura en sentido de perfección absoluta, sino de aquella que es flexible, dócil,
humilde, autoconsciente de la tensión continua entre el yo ideal y el yo actual y
que se lanza de una manera serena, en la dialéctica de estas dos realidades, a
integrarlas en su vida.
En consonancia con esto que se acaba de decir, y frente a la pregunta que el
padre Franco Imoda hacía en un seminario recibido: «la madurez es una
condición sine qua non o un punto de llegada?»30, él mismo respondia: «ambas,

29
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedi 12 Ottobre 2017.
30
F. IMODA, Maturità del formatore, Conferenza al Centro Favre PUG, martedi 9 Maggio
2018.
15

es un proceso»31. Un buen formador requiere aprehender este estilo de vida.


Una comunidad formativa necesita formadores que sigan su proceso de
madurez en la docibilitas.
La docibilitas por supuesto que es docilidad al Espíritu Santo, pues es él quien
realiza en nosotros el proceso de crecimiento hasta llegar a la estatura del
hombre perfecto32. Lo valioso de destacar de esta nueva concepción de la
formación, es que no se presenta como algo circunscrito a momentos espacio-
temporales, sino a la acción de la gracia que habla, actúa, modela en cada
circunstancia por simple, sencilla, e incluso adversa que pueda ser.
Personalmente considero esta visión de la formación como una propuesta sabia,
sensata y aterrizada que trata de superar esquemas, que sin entrar en juicios
‘progresistas’, anacrónicos o arrogantes, no abarcaban toda la realidad
antropológica de la persona.

Quisiera subrayar que cuando se asume la formación de este modo expuesto,


la verdad se siente, se percibe un ambiente distinto, más natural, humano y
divino a la vez. Es el caso de cuatro experiencias formativas que me dejaron
una grata impresión: Las hijas de la Caridad, La comunidad de los carmelitas
descalzos, el colegio germánico – Húngaro y la comunidad Chemin Neuf. La
comprensión de la formación como un único camino de crecimiento en la
docibilitas, aunque no usen propiamente este término, y la puesta en marcha de
la formación humana como pilar integrador de las distintas dimensiones de la
formación, dan a estas experiencias un carácter especial.
En la comunidad de las Hijas de la Caridad se hacía énfasis que la formación
es progresiva, gradual y continua, «Se aprende a entender que la formación es
toda la vida». En el colegio Germánico – húngaro, se busca que no haya
diferencia subrayada entre aquellos que están en la formación inicial y la
permanente, «se busca un profundo sentido de vida cristiana». Es de destacar la
presencia femenina de dos religiosas que no solo sirven como asistentes
funcionales, sino que enriquecen con su presencia y su ‘genio’ femenino33. Por
demás, el padre Stefan Dartmann, de un modo claro y convincente cuando
hablaba del camino de la autoformación, decía que no sólo era aplicable a los

31
F. IMODA, Maturità del formatore, Conferenza al Centro Favre PUG, martedi 9 Maggio
2018.
32
Cf. Ef 4,13.
33
Cf. S.S FRANCISCO, Estatutos del nuevo dicasterio para laicos, familia y vida, 13 Mayo
2108.
16

estudiantes, sino incluso al mismo rector, he aquí también un matiz de


formación permanente.

2.1 La Formación humana

Es necesario dar un paso adelante en esta reflexión, para hablar ahora de la


formación humana como base de la formación sacerdotal, tomando un camino
similar al tema precedente de la formación permanente. Como decía Suor Linda
en la visita al noviciado de las Hijas de la Caridad «Hoy hay mucho más énfasis
en la formación humana»34. Monseñor Carlo Bresciani cuando tuvimos
encuentro con él, afirmó que «la humanidad de la persona consagrada es lo
central, la formación humana es el fundamento, es aquella naturaleza sobre la
cual se inserta la gracia hacia la madurez»35.
La cuestión está, como ya lo había planteado en la introducción, que la
formación humana no ha sido unívoca en el modo de entenderse, así mismo, en
la línea que presenté de la formación permanente y en la que insistiré más
adelante, quiero acentuar que la operatividad formativa no se debe centrar solo
en los formandos sino que se debe extender a los formadores. Profundicemos
un poco acerca de esto, desde la orientación dada por el padre Amedeo Cencini,
los criterios que presenta la nueva Ratio y otros aportes varios.

2.1.1 Enfoques reductivos

La formación humana, efectivamente, tiene el riesgo de presentarse y


desarrollarse desde enfoques reductivos.
La formación humana como una premisa, es decir como una condición sine
qua non; es el riesgo de verla como parte de un proceso, como una etapa. Este
enfoque anula la unidad de la formación y produce la mediocridad de la que ya
hemos hablado.
La formación humana solo desde un enfoque afectivo-sexual, donde el papel
principal lo tiene el psicólogo que es el que puede ayudar a ‘superar’ las
dificultades de esta índole. Esta perspectiva, reduce la complejidad de la
persona humana. En este punto, bastante estudiado en una visión más integral
con el padre Amedeo Cencini, quiero solo introducir unas palabras del P. Hans

34
R. RANIELLI, Visita al colegio internacional de las hijas de la caridad, martedi 8 maggio
2018
35
C. BRESCIANI, Orientamento para la utilización de las competencias psicológicas,
Conferenza al Centro Favre PUG, martedi 9 Maggio 2018.
17

Zollner: «Como vivo la sexualidad se expresa quién soy yo…hablando de este


tema, se habla de toda la realidad humano-eclesial»36. Este tema requiere un
trabajo de profundización aparte.
La formación humana sólo desde un enfoque de las virtudes humanas, con el
peligro de reducirse a una formación moralista. La persona y las actitudes se
catalogan como buenas o malas, virtuosas o pecadoras. Se corre el riesgo de
quedarse en veredictos que podríamos llamar ‘espiritualistas’. Este enfoque está
muy ligado al siguiente.
La formación humana centrada solo en los comportamientos, que llega a ser
de seguro una formación exterior y farisaica, pues se fija solo en los gestos,
actos, o en las acciones y no tiene en cuenta todo el mundo interior de la persona,
es decir su inconsciente, sus motivaciones profundas, sus deseos e intenciones,
no tan consecuentes con la identidad sacerdotal, disfrazados de complacencia.
En este punto me remito a mencionar la necesidad de una formación que supere
los niveles de complacencia e identificación y que sea capaz de llevar a la
internalización de los valores vocacionales. De nuevo se presenta un tema que
nos desborda y que se debe profundizar en otro momento.
Espero haber sido claro al presentar brevemente estos esquemas reductivos
de la formación, con la conciencia que sería oportuno más en unos que en otros,
presentarlos en su justa medida y en su justa integración dentro de la formación
humana; no he querido ahondar en ellos porque no es como tal el objetivo que
me propuse en esta síntesis reflexiva. Solo una cita final, en este apartado, del
padre Amedeo:
«El riesgo pues, es el de una fallida integración de la formación humana con los
otros niveles y dimensiones de la formación. Para una formación integrada e
integral, como se insiste actualmente»37

2.1.2 Hacia una más amplia comprensión

Quisiera precisar primero que todo, desde mi punto de vista, la distinción y


conexión de los términos madurez humana y dimensión humana que vendrían
a ser contenido y objeto de la formación humana.
Es sencillo y a la vez puede ser confuso, pero me parece pertinente hacerlo.
La madurez humana digamos que es el fin, es decir que «constituye un

36
H. ZOLLNER, Centro para la protección de menores, Conferenza al Centro Favre PUG,
martedi 9 Maggio 2018.
37
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
217.
18

concepto-límite, es la finalidad a la que se quiere llegar pero que al mismo


tiempo se sabe que es inalcanzable en un sentido pleno»38
La dimensión humana se refiere a la materia, es decir al conjunto de
elementos que constituyen la totalidad antropológica de la persona humana. En
este concepto amplio quiero englobar todo, desde lo que hemos aprendido como
los niveles de la vida síquica, a saber: nivel psicofisiológico, nivel psicosocial
y nivel racional-espiritual. La nueva Ratio menciona de otro modo estos
elementos de la dimensión humana, que serían aquellos que,
«Desde el punto de vista físico, se interesa por aspectos como la salud, la
alimentación, la actividad física y el descanso. En el campo psicológico se ocupa
de la constitución de una personalidad estable, caracterizada por el equilibrio
afectivo, el dominio de sí y una sexualidad bien integrada. En el ámbito moral exige
que el individuo adquiera progresivamente una conciencia formada…»39
Según lo dicho, en esta apreciación personal, puedo decir que veo la
formación humana como el camino e itinerario que se usa, por medio de
diversos medios, canales y recursos, para contribuir en el proceso de
maduración de la persona, en el conjunto de lo que abarca la dimensión humana.
Ahora bien, es necesario presentar la formación humana como la propone
Cencini, para dar unidad y cohesión al lenguaje y contenido expuestos hasta el
momento y así mismo a lo que se afirmará más adelante.
El modo de este autor reconocido de entender la formación humana, se centra
en el concepto de sensibilidad, pero antes de desglosar este concepto hay que
decir que «la formación humana comprende la formación permanente»40 y en
este sentido, «la formación humana es toda la vida y debe permanecer integrada
a las otras dimensiones»41. La base teológica asume la invitación de San Pablo
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo”42. Esto significa que la formación
humana no sólo implica una formación de actos, gestos y comportamientos
como ya lo dijimos anteriormente, sino también y sobre todo una «formación
de los sentimientos, emociones, sentidos, deseos, expectativas, afectos»43.

38
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 19.
39
Cf. RFIS, 94.
40
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedi 12 Ottobre 2017.
41
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedi 12 Ottobre 2017.
42
Cf. Fil 2,5
43
Cf. A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre
PUG, giovedi 12 Ottobre 2017.
19

En palabras de Cencini, se debe entonces «evangelizar la sensibilidad», esto


vendría a ser la tarea principal de la formación humana. Ciertamente aquí se
entrelazan varias realidades, entre ellas también la humana y la espiritual. Es
inevitable y mucho más en la llamada vocacional al sacerdocio como camino
de identificación con Cristo, el hombre perfecto. Vale la pena citar aquí la RFIS
que dice: «El presbítero es llamado a reproducir los sentimientos y las actitudes
de Cristo en relación con la Iglesia, tiernamente amada mediante el ejercicio del
ministerio»44. En este sentido «La formación sacerdotal es un camino de
transformación….debe tender a hacer de él un hombre del discernimiento capaz
de interpretar la realidad humana a la luz del Espiritu Santo»45. Y como la
formación es a la vez autoformación,
«se trata de un humilde y constante trabajo sobre si mismo…Este trabajo no puede
desarrollarse satisfactoriamente confiando solo en las propias fuerzas humanas; al
contrario, consiste primariamente en acoger el don de la gracia divina, que nos hace
capaces de ir más allá de las propias necesidades y condicionamientos externos,
para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Es un “mirar hacia dentro” y una
percepción espiritual de conjunto, que impregna la vida y el ministerio en su
totalidad, de este modo, se aprende a actuar con prudencia y a medir las
consecuencias de las propias acciones, más allá de las circunstancias que dificultan
un juicio objetivo»46

Desde esta brevísima mirada antropológico-teológica, o si se quiere


psicológico-espiritual, el padre Amedeo define la sensibilidad como «la
orientación emocional, impresa por lo vivido en el mundo interior del sujeto en
distintas áreas de la personalidad, hacia un bien (real o aparente)»47 Él menciona
tres elementos constitutivos de la sensibilidad que me limitare sólo a
nombrarlos, que son el orientamiento emotivo, cognitivo y conativo. Una vez
más he de decir que esto último, no es materia del presente trabajo, ya que solo
lo presento como contextualización para llegar al núcleo de mi síntesis.
Algo importante por agregar, es la afirmación de Cencini de que cada uno es
responsable de la propia sensibilidad con las opciones que toma y por ende, se

44
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 39.
45
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 43.
46
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 43.
47
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,46.
20

debe hablar de una vigilancia de la sensibilidad. Otra cosa a tener en cuenta son
algunos elementos constitutivos de la sensibilidad que ya de alguna forma se
mencionaron, a saber, «sentidos externos e internos, sensaciones, mociones,
sentimientos, gustos, deseos, afectividad, que se deben formar hacia el querer
lo bueno, lo verdadero y lo bello»48
Antes de dar una definición final a modo de conclusión de este capítulo, es
necesario mencionar los tipos de sensibilidad, describiendo brevemente en
particular el que considero fundamental para sustentar mi reflexión; Cencini en
uno de los seminarios dio una lista amplia y detallada, refiriéndose a las
sensibilidades relacional, estética, creyente, moral, penitencial e intelectual y un
sentido más amplio la sensibilidad pascual.
La sensibilidad relacional indudablemente tiene que ver con la relación con
el otro, con el sentido de alteridad y expresa la relación con lo bueno49; en este
tipo de sensibilidad se encuentra toda la capacidad comunicativa y caritativa del
ser humano que se manifiesta desde las relaciones afectivo-sexuales hasta la
capacidad de donarse buscando el bien de los demás. Así pues, una sensibilidad
relacional madura es la de la persona virgen que sabe ser inteligente y coherente,
es decir que «hace siempre emerger la centralidad de Dios en todo afecto
humano»50, en fidelidad a su propia identidad, es la del que tiene «sentido del
otro, que lo acoge en su diferencia, que lo valora tal como es, y es la del que ha
aprendido a vislumbrar el misterio del otro, su ser más de lo que parece o
aparece»51.
Para el propósito de mi reflexión, es muy importante la siguiente afirmación
de Cencini:
«De ahí la necesidad de trabajar sobre la sensibilidad, sobre sus elementos, para
que surja una orientación emocional relacional nueva, a nivel espiritual y
psicológico, en el corazón, la mente y la voluntad, y tal vez una humanidad nueva,
donde Dios se haga presente, y donde comunidades nuevas de hombres y mujeres52

48
A. CENCINI, La formazione oggi, problemi e prospettivi, Conferenza al Centro Favre PUG,
giovedi 12 Ottobre 2017.
49
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
69.
50
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
74.
51
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
75.
52
La cursiva es mía por el énfasis que quiero hacer.
21

que juntos marchan hacia Dios, sean finalmente sensibles nos respecto de
otros»53(A. Cencini, Hemos perdido nuestros sentidos? Sal Terrae, pag. 76).

2.1.3 El verdadero sentido

Cómo se entiende entonces la formación humana? Recogiendo lo dicho hasta


el momento, debemos hacer uso de los conceptos que Cencini nos ha
compartido. La formación humana viene a ser un «modo de entender la
formación, una modalidad que debería caracterizarla constantemente»54. Es «un
proceso que afecta las profundidades de la persona y atraviesa el corazón…y si
es así, es claro que debe durar toda la vida, puesto que la intensidad o
profundidad (en la persona) requiere la extensión (en el tiempo)»55
Como ya se dijo, la sensibilidad ocupa, en este sentido, un lugar central en la
formación:
« por eso…creemos que es necesario reconducir explícitamente la sensibilidad al
interior del camino de formación, o sea, concebirla y presentarla como objetivo
formativo, o como el lugar en el que debe efectivamente producirse un cambio en
la vida de la persona, porque esto es lo que nos parece más necesario en na situación
profundamente crítica dentro de la sociedad civil y eclesial»56

Ahora bien, es importante señalar el modo en el que se entrelazan todos estos


conceptos, y que mejor que el mismo Cencini nos diga cómo:
«…descubrimos así una interesante convergencia entre los diversos aspectos de la
formación: entre la idea de formación en general, de formación humana, de
formación permanente, de formación afectiva, y todo ello en relación con el
concepto de la sensibilidad»57

53
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
76.
54
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
217.
55
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
218.
56
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
219.
57
A. CENCINI, ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de una sensibilidad creyente,
218.
22

Capítulo III

La comunidad formativa

Habiendo hecho este camino de definición semántica, espero que sea más
claro el contenido de este capítulo que expondré y que viene a ser el punto
central y de llegada de mi reflexión.
Sin embargo es necesario hacer una precisión más: qué se entiende por
comunidad formativa. Y lo primero que podemos decir que ahora se prefiere
usar este término en vez del anterior, que aunque es en cierto modo sinónimo,
puede tener una connotación diferente, y es el de equipo de formadores.

Ahora bien, se deben distinguir los términos y conceptos comunidad


formativa de comunidad educativa. El equipo formador o «el grupo de los
formadores no constituyen solamente una necesidad institucional sino que es
una verdadera y propia comunidad educante»58. La comunidad formativa actúa
dentro de la más amplia comunidad educativa y la tiene en cuenta en el
cumplimiento de su misión. Por comunidad educativa se entiende el conjunto
de los agentes implicados en la formación59. Esto quiere decir que la comunidad
formativa en concreto, son los formadores que cohabitan y comparten la vida
cotidiana del seminario junto con los seminaristas, y que la comunidad
educativa, de la que forman parte los ya mencionados por supuesto, incluye al
obispo, los profesores, el personal administrativo, los trabajadores
administrativos, la familia, la parroquia, los consagrados, el personal
especializado (psicólogo u otro profesional).
Es claro entonces que en este sentido es que yo me referiré a la comunidad
formativa. Desde ya podemos intuir que no se puede hablar propiamente de
comunidad formativa por el solo hecho de que se comparta un mismo techo y

58
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 132b.
59
CF. RFIS, n.139.
23

se realicen unas funciones bien distribuidas dentro de esta estructura eclesial,


«corazón de la Diócesis»60, es más, desafortunadamente existe el riesgo que
puede llegar a volverse una ‘unidad’ ‘sin espíritu’, ‘sin corazón’ en su realidad
y dinámica interna.
Para llegar a constituir una comunidad formativa lo más humana y divina
posible, esto es, no un conjunto de personas perfectas o plenamente maduras,
cosa que ya hemos dicho es ilusorio o idealístico, sino más bien un grupo de
personas que asumen la docibilitas y se dejan formar en su sensibilidad sobre
todo relacional, es necesario hacer un camino de formación de formadores. Es
claro que una praxis de la sensibilidad por convicción e internalización de parte
de la comunidad formativa, garantizará que la formación en el seminario sea
coherente y verdaderamente enraizada en la formación humana de la que hemos
hablado, convirtiéndose en un camino de siembra que a futuro dará a la Iglesia
sacerdotes conscientes de una tarea importante para toda la vida desde la
formación permanente: tener los sentimientos de Cristo. Propongo para este fin,
un itinerario de selección, formación e integración de los miembros de la
comunidad formativa, basado en un documento de la congregación para la
educación católica de 1993, en documentos magisteriales y en otros autores.

3.1 Selección de formadores

Como ya lo dije, encontrar ‘formadores perfectos’, de ser posible (que no lo


es), sería mucho más difícil que encontrar ‘vocaciones perfectas’ (no faltan los
que tienen esta concepción). Es notorio que un problema en los seminarios son
los que podemos llamar formadores “paracaídas” (creo que se entiende la
analogía), los que están por “obediencia” pero verdaderamente no tienen el
espíritu y el deseo de formar, entre otros. Se supondría que todos los
consagrados (sacerdotes y religiosos) deberían estar en la capacidad de ser
formadores, pero la realidad es que se necesita una serie de disposiciones,
capacidades y condiciones más o menos desarrolladas. En la formación no se
puede improvisar. .
«Es importante que los fieles (seminaristas) puedan encontrar sacerdotes
adecuadamente maduros y formados. Ya que, a este deber corresponde un preciso

60
Cfr. OT, n. 5
24

derecho de parte de los fieles, sobre los cuales recae positivamente los efectos de la
buena formación y la santidad del sacerdote»61
Tomando una cita de la nueva RFIS donde dice «La comunidad formativa
está constituida de personas escogidas y bien preparadas encargadas de
colaborar a la delicada misión de la formación»62, creo que podemos afirmar
que sin la atención debida a este aspecto, el proceso formativo no tendrá la
mediación más adecuada y por ende no se darán los frutos esperados. Esto nos
obliga a pensar qué quiere decir escogidas y bien preparadas. En otras palabras,
antes de hablar de la misión, estamos obligados a tener en cuenta el perfil, la
idoneidad, y la vocación del formador.

3.1.1 Perfil e idoneidad

La Iglesia en el CVII en los documentos Optatam Totius y Presbiterorum


Ordinis, presenta unos criterios “mínimos” que podríamos definirlos dentro del
catálogo de lo que debe ser el perfil del formador, a saber:
«Espíritu de fe, sentido pastoral, solidez en la propia vocación, un claro
sentido eclesial, la facilidad para relacionarse y la capacidad de liderazgo, un
maduro equilibrio psicológico, emotivo y afectivo, capacidad para la escucha
el dialogo y la comunicación, atención positiva y critica a la cultura moderna,
capacidad para colaborar, profundo conocimiento juvenil y espíritu
comunitario»63.

Ahora bien, «Los superiores y los profesores han de ser escogidos de entre
los mejores»64; también «téngase en cuenta que a pesar de la alta exigencia y
casi idealización, lo que se busca es generar esa sana tensión en la evaluación y
motivación a mejorar cada día»65.
Este listado de cualidades que se exigen en el que llamamos perfil del
formador, no debe hacer olvidar que la IDONEIDAD de una persona «no resulta

61
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación Presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 82.
62
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación Presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 132.
63
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 12.
64
Cf. OT n.5
65
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 7.
25

de la yuxtaposición de las mismas, sino de un adecuado, integrado y armónico


conjunto de esos elementos poseídos en profundidad»66.

3.1.2 Carisma

En el proceso de selección de los candidatos a la formación se debe tener


muy en cuenta el carisma, con la certeza que el Espíritu Santo distribuye sus
dones y gracias a los miembros de la Iglesia para la edificación mutua.
«La vocación de formador supone poseer, un cierto carisma, que se
manifiesta en dones naturales y de gracia y, por otro, en algunas cualidades y
aptitudes que se han de adquirir»67. En un formador se debe considerar este
doble aspecto, los «talentos innatos, y por otro, los dotes que se van adquiriendo
por la autoformación y la experiencia»68.

3.1.3 Vocación del formador

En el orden práctico, si bien la obediencia a los superiores concede virtud y


mérito a los hombres y mujeres consagrados y hace parte de la naturaleza de
esta opción de vida, y sabiendo que ciertamente Dios concede la gracia actual
para responder a los encargos pastorales, debemos tener en cuenta que el
servicio o ministerio de la formación se puede ver en clave de llamado-
respuesta.
Objetivamente, el ideal de una comunidad formativa sería el conjunto de
personas convocadas por su superior para cumplir el fin de la formación desde
la convicción y disposición espiritual, sicológica y emotiva de los mismos y que
diga “Creo que Dios me llama y quiero decir que si a esta llamada”.

3.2 FORMACION DE LOS FORMADORES

66
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 22.
67
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 12.
68
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 13.
26

Precisada la identidad del formador con sus diversos requisitos como


condiciones para la cuidadosa elección de los candidatos, se plantea el problema
de una sólida preparación para sus tareas»69
En el documento magisterial del papa San Juan Pablo II, la Pastores Dabo
Vobis, se enfatiza la necesidad de la formación de los formadores para las tareas
y la misión que han de desempeñar; yo quiero resaltar que además de la mención
de la necesidad de una preparación técnica, pedagógica, espiritual, humana y
teológica70, se debe tener presente también una preparación consciente del
fortalecimiento de la sensibilidad relacional. Orientados por este esta
exhortación apostólica se han definido en las directrices sobre la preparación de
los formadores en los seminarios, dos fases para este proceso formativo del
formador: una fase inicial y una fase sucesiva de actualización periódica.

3.2.1 Fase Inicial

La fase inicial es muy importante y puede y debe ser ajustable de acuerdo a


las circunstancias de cada casa diócesis. En el ideal, se debería desde el mismo
proceso de selección detectar e impulsar de una manera «gradual y remota»
(Cfr. Directrices sobre la preparación de los formadores en los seminarios pg.
24), aquellos formandos o neo-presbíteros en quienes se descubre el perfil y la
disponibilidad al ejercicio futuro de la formación. Es claro que una preparación
concreta y especializada en un instituto de formación de formadores
garantizaría este paso importantísimo y necesario para la calidad y la mejor
“pasta” de los que llegaran a conformar la comunidad formativa.

3.2.2 Fase sucesiva

La fase sucesiva de actualización periódica, que no se puede reducir a una


«formación permanente extraordinaria», sino que está comprendida desde la
perspectiva de la formación permanente que hemos explicado, sugiere pensar
en la disponibilidad a seguir siempre en la actitud discipular, a estar alimentando
la ‘llama’, en un estado permanente de conversión71.

69
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 23.
70
Cf. PDV, n. 60.
71
Cf. RFIS, n. 80.
27

Hay que tener en cuenta aquí la importancia en la formación permanente, de


la revisión personal y comunitaria que facilite un verdadero y sincero deseo de
crecimiento y consolidación de la vocación, el carisma y la misión formativa.
En este punto de la revisión, el documento de las directrices para la
preparación de los formadores en los seminarios, sugiere acciones prácticas
como el tomar espacios de tiempo más o menos prolongados para la renovación
y evaluación del propio camino y el servicio formativo72, tales como ejercicios
espirituales, tiempos de desierto, etc.
Esto implica resolución de parte de los superiores, así como una
disponibilidad sincera de los candidatos a la formación y los mismos
formadores, a trabajar y dejarse trabajar en su dimensión humana y lo que esto
representa, es decir, que de ser necesario, pueden hacer un camino de ayuda
psico-espiritual para trabajar en su área emotiva, inconsciente, afectiva y sexual,
que les permita continuar su proceso de maduración y conversión para
responder mejor a su ministerio y encargo formativo.
Me parece oportuno ver en este sentido al formador, como lo denomina
Henry J. M. Nouwen: «un sanador herido»73, y que se reconozca esto es un
signo de docibilitas, lo que garantizaría un auténtico dinamismo humano y
realístico a la comunidad formativa, que a mi parecer, dejaría ver y sentir un
ambiente más cercano y confiable por paradójico que parezca, en el corazón, el
ideal y la memoria de los formandos.
Sería algo así como cuando los padres de familia por un mejor bienestar de
sus hijos, no tienen miedo de dejar ver sus propias limitaciones ante ellos, de
reconocer que son falibles y de que de ser necesario están abiertos a la
posibilidad de una ayuda extra en su formación, como una escuela de padres o
una psico-orientación consciente y alegremente asumida.

3.3 La comunidad formativa, significado y praxis

Si quisiera resumir en una palabra este apartado, usaría el neologismo que ha


mencionado en algunas ocasiones su santidad el papa Francisco:
“diocesaneidad”. Éste nos sugieren ciertamente tres direcciones de comunión:
con el Obispo, con la comunidad presbiteral o de hermanos en la vida
consagrada, y con los fieles o personas encargadas en la tarea pastoral (en
nuestro caso de la formación, los seminaristas).

72
CF. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de
los formadores en los seminarios, 33.
73
CF. H.J.M. NOUWEN, El sanador herido, 100.
28

Si hay alguna forma de vida común, especialmente a nivel del clero diocesano,
que posibilita ‘por fuerza’ en sentido propio y preciso la fraternidad sacerdotal,
es la comunidad formativa del seminario. Qué se espera entonces de una
comunidad formativa en un seminario o casa de formación? Ciertamente al
entrar a un proceso comunitario ya hay una disposición o pre-disposición a
compartir techo, pan, bolsa, trabajo apostólico e intercambio humano y
espiritual. Por supuesto que no basta con “con-vivir” para hacer comunidad, y
como no quiero caer en un reduccionismo “humanístico-sentimentalista”, es
preciso que recordemos algunos elementos importantes que la Iglesia nos
sugiere para la comprensión y vivencia de la comunión presbiteral, así como los
elementos ya estudiados de la formación permanente y la formación humana.

3.1.1 Sentido y fundamento teológico

«También, respecto a los sacerdotes formadores, la presente Ratio fundamentalis


pretende subrayar que, para asegurar la eficacia en el ejercicio de sus funciones,
deben considerarse y actuar como una verdadera comunidad formativa, que
comparte una única responsabilidad, respetando las competencias y el encargo
encomendado a cada uno»74
Es necesario entonces, motivados por los criterios de acción dados en la PDV
nnúmero 66, «acentuar fuertemente el perfil colegial, eclesial y espiritual de los
formadores»75. Así mismo, cabe anotar que «el seminario es, en sí mismo, na
experiencia original de la Iglesia. En él, el obispo se hace presente a través del
ministerio del rector y del servicio de corresponsabilidad y de colaboración con
los demás educadores»76, esto significa que «se trata de un servicio
eminentemente eclesial, caracterizado por las relaciones de fraternidad y de
colaboración con los colegas»77.
Ciertamente la comunidad formativa no es un gueto o grupo cerrado de
sacerdotes que se aíslan para vivir una vida a su modo, ya que «una relación
asidua y viva de servicio y de estima recíprocos entre seminario, presbiterio y

74
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, introducción n. 3.
75
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 4.
76
Cf. PDV, n. 60
77
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 10.
29

comunidad diocesana es premisa indispensable para su preparación y


conformación.
Dentro de la reflexión teológica sobre la identidad del presbítero, la caridad
pastoral ocupa un lugar fundamental. Ahora bien, el magisterio nos orienta a
tener muy en cuenta dentro de la comunidad eclesial y como exigencia de la
caridad pastoral, lo que se denomina como fraternidad sacramental78. «La
relación de los presbíteros entre si es uno de los puntos más importantes de la
teología del presbiterado»79, aunque no el único ciertamente, pues «debe
vincularse en el conjunto de relaciones vitales de la vida y el ministerio
presbiterales como son la relación originaria y fundante con Cristo, la relación
con la comunidad eclesial (local y universal), y la relación con la sociedad en
general, en particular con los pobres»80.
Centrándonos en nuestro tema de reflexión vale la pena señalar los siguiente
textos del Vaticano II:
« Los presbíteros, constituidos por la Ordenación en el Orden del Presbiterado,
están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad sacramental, y forman un
presbiterio especial en la diócesis a cuyo servicio se consagran bajo el obispo
propio. Porque aunque se entreguen a diversas funciones, desempeñan con todo
un solo ministerio sacerdotal para los hombres»81

« En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, todos los


presbíteros se unen entre sí en íntima fraternidad, que debe manifestarse en
espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral
como personal, en las reuniones, en la comunión de vida, de trabajo y de caridad»
82
(LG n. 28)
Esta fraternidad de la que nos hablan estos documentos, no tiene nada que
ver con el clericalismo, que presenta dos carencias de solidaridad, la que afecta
al conjunto de la sociedad y la que afecta al mismo grupo, en el que reinarían

78
Cfr. PDV 23; PO 14
79
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 19.
79
Cf. RFIS, 87.
80
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 19.
80
Cf. RFIS, 88.
81
Cf. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum ordinis, 8.
82
Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Lumen Gentium, 28.
30

las rivalidades internas y la competencia desleal83. Todo lo contrario la genuina


fraternidad presbiteral está al servicio de la comunidad eclesial y presenta un
espíritu de colaboración mutua.
Quiero señalar brevemente algunos argumentos teológicos de la naturaleza y
fundamento de la fraternidad presbiteral
Ser presbítero significa sin más «colegiarse en el gran grupo de los
presbíteros, en el orden presbiteral. No se es apóstol sino co-apóstol, no se es
presbítero sino co-presbítero…el sacerdote tiene necesidad del sacerdote para
ser sacerdote»84. Cada presbítero no es un ser aislado, está íntimamente ligado
a sus hermanos en el sacerdocio y con su Obispo.
Todos por el bautismo somos hechos hijos de Dios y en sentido propio somos
hermanos. «Los presbíteros son de un modo especial, sacramentalmente
hermanos. La conciencia de la fraternidad del bautismo puede y debe llegar a
ser incluso más fuerte que la de los lazos sanguíneos o la de afiliación voluntaria
o amistad.
Desde la perspectiva eucarística, así como ésta es una, prolongación y
actualización del misterio pascual de Cristo, en modo semejante se puede decir
que «el único sacramento del orden se actualiza, en grado diverso, en cada uno
de los ordenados»85
Partícipes de un único sacramento, partícipes para una única misión, el
anuncio del Reino del evangelio. En esta participación, «la misión es co-
misión»86
«La teología concibe al presbiterado como un carisma, como un don
concedido a algunos para el bien de todos…es el Espíritu quien nos los regala
y es el Espíritu quien con él se nos regala»87
Hasta ahora en este apartado, se ha acentuado la fraternidad sacerdotal o
presbiteral que debe ser comprendida como fraternidad sacramental. Y todo este
fundamento teológico nos permite ratificar y volver a nuestra reflexión sobre la
comunidad formativa. Con estos elementos damos el paso final.

83
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 89.
84
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 92.
85
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 95
86
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 95
87
J.M.URIARTE, Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo, 96
31

3.1.2 Conditio sine qua non

Con otras palabras redefinamos el concepto. Cuando hablamos de la


comunidad formativa, nos referimos al conjunto de presbíteros que conviven,
comparten y desarrollan la misión educante en una casa de formación, el
seminario.
Una fraternidad sacramental como fundamento teológico de la comunidad
formativa, requiere como componente esencial y sine qua non: la sensibilidad
relacional, como la hemos asumido de la propuesta de Cencini.
Un ejemplo más. En las directrices para la preparación de los formadores en
los seminarios, se presentan los siguientes rasgos comunes a todos los
formadores de los seminarios: Espíritu de fe, sentido pastoral, espíritu de
comunión, madurez humana y equilibrio síquico, límpida y madura capacidad
de amar, y capacidad para la escucha el diálogo y la comunicación. Nótese que
la mayoría de estos rasgos entran en el campo humano más que en el espiritual
y principalmente en el campo de la sensibilidad relacional.
Podría incluir muchísimas cosas más sobre este tema, citando a tantísimos
autores y textos que hablan al respecto, pero solo quiero invitar a reconocer que
definitivamente la práctica de la vida comunitaria siempre será un verdadero
desafío, que la tan necesaria e importantísima comunión, no encuentra pocos
obstáculos en la vida cotidiana de las casas de formación y que es indispensable
tener un realismo de ser y hacer comunidad, lo que implica paciencia,
adaptabilidad, flexibilidad, humildad por parte de los que la conforman.

Por otra parte, como ya se dijo antes en el tema del proceso de selección de
los candidatos a la formación, subrayo una vez más aquello de que que el
componente humano debe ser preponderante, pues un formador que carezca de
capacidad de trabajo en equipo, de apertura y de diálogo fraterno, en otras
palabras de una sensibilidad relacional bien orientada, preferiblemente no
debiera ejercer este servicio. “La experiencia demuestra en efecto que sin un
verdadero trabajo de equipo (teamwork) es imposible que un seminario
funciones bien88 (Directrices sobre la preparación de los formadores en los
seminarios pg. 6)
En la práctica, esta vida común de la comunidad formativa necesita el
encuentro, el dedicarse tiempo, un acompañamiento constante en la auto-
evaluación, visión, evaluación, corrección fraterna, rectificación. Aquí entran
88
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Directrices sobre la preparación de los
formadores en los seminarios, 6.
32

todos: Rector, vice-rector, encargados de las dimensiones del seminario,


ecónomo, director espiritual, etc. No se trata sólo de reunirse para evaluar los
candidatos y la “estructura” o el proyecto formativo, se trata de unirse como
hermanos, como verdadera familia, compartiendo las cosas sencillas de la vida,
saliendo a encuentros de integración y diversión, dedicando tiempo a conocerse
más, por supuesto momentos de oración compartida, retiros comunitarios.
Este ejemplo de formación humana y permanente, con énfasis en la
sensibilidad relacional, será más edificante y formativo para los formandos que
cientos de discursos y cursos sobre la vida sacerdotal y consagrada. Ver
sacerdotes y religiosos, felices, humanos, cercanos, fraternos será la mejor
lección de vida. Usando nuevamente la analogía de la relación filial entre padres
e hijos, se dice que el mejor modo de mostrarles a los hijos el amor, es por
medio de las expresiones y muestras sinceras de cariño y afecto entre los padres.
De la comunidad formativa se debiera decir lo que se decía de los primeros
cristianos: mirad cómo se aman!. “Si los formadores andan bien, el seminario
anda bien”.
Me parece anecdótico, en la visita que hicimos al Teresianum, el momento
en que el padre rector compartiendo sobre la comunidad formativa insistía en la
necesidad de profundo y permanente diálogo y en la necesidad de buscar la
comunión y mostrarla, haciendo referencia a que los formandos son muy
perceptivos y si ven falta de unidad en los formadores, terminan
aprovechándose de esta situación. Lo lamentable sería quedarse en el aparecer
parecer como comunidad formativa como un esfuerzo de “guardarse las
espaldas”. No se trata de una cosa forzada, la comunión entre los formadores se
debe mostrar como fruto espontáneo de una profunda y auténtica sensibilidad
relacional bien vivida.

Diocesaneidad, Fraternidad sacramental, docibiltas y sensibilidad relacional,


son a mi modo de ver, asunto prioritario y basilar, en lo que se refiere a
conceptos y proyección, al pensar en la conformación de una comunidad
formativa. En mi Arquidiócesis, el obispo tácitamente ha dejado ver su interés
de que sea el presbiterio diocesano el que asuma el seminario mayor que
actualmente está a cargo de los padres vicentinos. Las consideraciones de este
trabajo me han puesto mucho a pensar en nuestro futuro.
33

CONCLUSION

Con todo lo dicho hasta el momento, quiero proponer una serie de preguntas
como otro modo de presentar el propósito y contenido de este trabajo, sin dar
una jerarquía u organización práctica a las mismas.
Qué se debe entender por comunidad formativa? Qué es lo más importante
para consolidar una comunidad formativa? Qué se debe exigir para seleccionar,
formar y delegar un formador? Cómo se entiende hoy la formación vocacional?
Por qué se debe dar prelación a la formación humana y cómo se debe asumir?
Estos interrogantes y otros que puedan sugerirse, han dado sentido y
dirección a mi reflexión, con la conciencia y esperanza que susciten nuevas
preguntas que permitan seguir encontrando caminos de comunión conceptual y
pastoral en el ejercicio de la formación de formadores que sepan y puedan
responder mejor a la necesidad de recrear probadas comunidades formativas.
Soy consciente entonces que mi aporte es una interpretación de la realidad de la
formación con un carácter reflexivo, no dogmático y que al no poder abarcar y
profundizar este basto horizonte eclesial en la complejidad de su devenir y
articulación, el camino personal y el de los agentes implicados sea desde el
campo racional o desde el práctico, viene a ser largo, desafiante y ojalá cada
vez más fructífero y enriquecedor por el bien del sujeto en vocación y el bien
de la misma Iglesia. El Espíritu Santo nos siga guiando por este bello y complejo
itinerario de la formación de sacerdotes según el corazón de Cristo.

Formadores bien formados desde la base antropológica, con la ayuda de las


ciencias humanas competentes, con la disponibilidad total a la acción al Espíritu
Santo en un crecimiento humano y cristiano permanente, y con una sensibilidad
relacional bastante desarrollada, serán integrantes idóneos que den consistencia
y estabilidad a la comunidad formativa de un seminario.
34

Quisiera terminar con esta afirmación categórica y valiosísima en orden a


tener presente también la pastoral sacerdotal dentro del contexto de la formación
permanente como la hemos descrito.
«Los formadores, en el ejercicio de su misión, descubren una oportunidad
de crecimiento y pueden reconocer el carisma específico del acompañamiento
vocacional y de la vida sacerdotal, como llamada que los enriquece
personalmente. En este sentido, el Seminario puede llegar a ser una escuela que
prepara a los responsables para la formación permanente. Quien ha sido
formador en el Seminario adquiere una particular sensibilidad y una rica
experiencia para, posteriormente, poder acompañar la formación permanente
del Clero»89 Pero esto es sin dudas otro tema de reflexión.

89
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral Ratio fundamentalis
institutionis sacerdotalis, 152b.
35

BIBLIOGRAFÍA

BEGASSE A., Gesù formatore dei formatori, Roma 2017.


Catecismo de la Iglesia Católica, Buena Prensa, México 2010.

CENCINI, A., ¿Hemos perdido nuestros sentidos? En busca de la sensibilidad


creyente, Sal Terrae, España 2014.
_______, ¿Ha cambiado algo en la Iglesia?, Sígueme, Salamanca 2016.
_______, Los sentimientos del Hijo, Sígueme, Salamanca 2016.
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid
2006.
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación Presbiteral Ratio
fundamentalis institutionis sacerdotalis, Madrid 2016.

CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para el uso de las


competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al
sacerdocio, Roma 2008.
BORILE, E. ‒ CABBIA, L., Dizionario di Pastorale Vocazionale, Rogate, Roma 2002.

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Las, Roma 2013

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, México
2016.
_______, Pastores dabo vobis, Paulinas, Colombia 2005.
36

MORGALLA. S., La formazione oggi come sfida per il domani, GPB, Roma 2018.
SEBASTIÁN B., Plenamente de Cristo: aspectos psicológicos y formativos de la vida
consagrada, España 2015.
RAVAGLIOLI. A., Psicologia Studio interdisciplinare della personalitá, EDB,
Bologna 2006.
RULLA. L. – IMODA. F., Antropología de la vocación cristiana (2), Atenas, Madrid
1994.
URIARTE. J. M., Ser sacerdote en la cultura actual, Sal Terrae, Santander 2010.
____________, Una espitualidad sacerdotal para nuestro tiempo, Sal terrae 2016.
37

INDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................... 2

Capítulo I ............................................................................................................................................. 5
Notas preliminares .............................................................................................................................. 5
1.1 El problema semántico……………………………………………………………………………………………………………5
1.2 Debilidades y desafíos……………………………………………………………………………………………………………..7

Capítulo II .......................................................................................................................................... 10
1.1 La formación permanente ........................................................................................................... 10
1.1.1 La formación permanente en la Nueva Ratio .......................................................................... 11
1.2 La formación permanente en la propuesta de Amedeo Cencini……………………………………………….12
2.1 La formación humana……………………………………………………………………………………………………………..16
2.1.1 Enfoques reductivos…………………………………………………………………………………………………………….16
2.1.2 Hacia una más amplia comprensión……………………………………………………………………………………..17
2.1.3 El verdadero sentido…………………………………………………………………………………………………………….21

Capítulo III…………………………………………………………………………………………………………………………………….22
La comunidad formativa……………………………………………………………………………………………………………….22
31. Selección de formadores…………………………………………………………………………………………………………23
3.1.1 Perfil e idoneidad…………………………………………………………………………………………………………………24
3.1.2 Carisma………………………………………………………………………………………………………………………………..25
3.1.3 Vocación del formador…………………………………………………………………………………………………………25
3.2 Formación de los formadores………………………………………………………………………………………………….25
3.2.1 Fase inicial……………………………………………………………………………………………………………………………26
3.2.2 Fase sucesiva………………………………………………………………………………………………………………………..26
3.3 La comunidad formativa, significado y praxis…………………………………………………………………………..27
3.3.1 Sentido y fundamento teológico…………………………………………………………………………………………..28
3.3.2 Conditio sine qua non…………………………………………………………………………………………………………..31

CONCLUSIÓN………………………………………………………………………………………………………………………………..33

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………………………………….35
38

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