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Un nuevo diseño

La empresa de mezclilla más grande del país extraña sus


días de gloria, y tras mejorar sus finanzas busca un nuevo
lugar en la industria textil.
Rodolfo García-Muriel hijo, director de Planeación de Parras, aprendió de una peor manera que
los bancos no perdonan.
Por:Tania Lara Ortiz

El escándalo que salía de las juntas de consejo de Compañía Industrial de Parras nunca fue tan intenso como el
año pasado. El barullo de los desacuerdos entre los accionistas del mayor fabricante de mezclilla del país era
casi tan grande como los problemas que enfrentaba. "Orden...", exigía uno de los asistentes. "No estamos en el
Estadio Azteca".

Los malos resultados eran la manzana de la discordia. Los estados financieros reflejaban una enorme deuda,
ventas a la baja y el peor trimestre de Parras y del sector en general desde la apertura comercial. La amenaza
de la insolvencia comenzaba a vislumbrarse: los 6 millones de dólares que la empresa tendría en efectivo e
inversiones no le alcanzarían para pagar 25 mdd que debía liquidar a sus acreedores.

Los más enojados eran los representantes de Banamex, principal acreedor y accionista de la empresa. Ellos
ocupaban siete de los 13 asientos del consejo de administración. Pero ninguno entendía por qué las buenas
expectativas de Parras no se cumplieron. Ya no importaba. Lo que ellos querían era cobrar, aunque el precio
fuera la misma empresa.

No los sensibilizó el retrato que colgaba en la sala de juntas donde aparecía don Evaristo Madero, abuelo del
presidente Francisco I. Madero y quien fundó esta compañía hace más de un siglo. En esa parte de la sala
tampoco había nostalgia por la empresa que en 1999 llegó a ser la cuarta productora de mezclilla más grande
del mundo. "Ellos no estaban en las trincheras", reprocha Rodolfo García-Muriel, director de Planeación de la
compañía.

Él es hijo y homónimo del presidente del consejo de Parras. Vivió de cerca el tormento de los acreedores, pero
no quiere dar nombres ni recordar esos momentos. Su voz deja de ser alegre cuando habla de esas
"desagradables juntas" que a los 35 años de edad dieron origen a sus primeras canas y a algunos de los 20 kilos
que subió desde que se graduó de ingeniero industrial en el Tec de Monterrey. "Mi esposa es testigo de lo poco
que he dormido en los últimos años", dice.

En una de estas reuniones, cuando la empresa estaba en uno de sus peores momentos, la familia García-Muriel
pidió a los socios aportar más dinero para salvarla. Buscaban a un valiente dispuesto a apostar parte de su
patrimonio para pagar la deuda de la empresa. La respuesta fue el silencio.

Mientras esa petición fracasaba, Parras acusaba el abandono. Sus directivos estaban tan ocupados en el asunto
de la deuda que no podían atender la estrategia del negocio. Los competidores aprovechaban el momento para
difundir la agonía del gigante. En un sector tan reñido, cualquier ventaja sirve para ganar un pedido más de los
clientes.

Después de todo tenían tela de dónde cortar: las acciones de Parras cayeron a menos de la mitad de su precio
en los primeros cuatro meses de 2004, mientras el precio del algodón, insumo fundamental para fabricar
mezclilla, aumentó 40% ese mismo año.

Para nadie era un secreto que los acreedores bancarios podían liquidar la empresa en cualquier momento.
"Tenían la espada desenvainada", recuerda García-Muriel hijo. Y no dudarían en usarla para recuperar su
dinero. Entonces, un asistente a la sala de juntas hizo una propuesta que nunca hubiera querido escuchar la
familia García-Muriel. "¡Que se venda la empresa!"

Festejo empañado
En la oficina del presidente del consejo de Parras, Rodolfo García-Muriel (padre), cuelga una imagen que
representa uno de los momentos más importantes y decisivos de Compañía Industrial de Parras.

La foto, tomada a principios de los 90, muestra al empresario cuando tenía 43 años de edad y una cabellera
más abundante y oscura que la actual. Se le ve estrechando la mano del político que impulsó a muchas
empresas mexicanas a conquistar los mercados internacionales: Carlos Salinas de Gortari. "Fue un gran
presidente", menciona el empresario.

García-Muriel apenas había tomado el control de Parras en 1989. Al poco tiempo se convirtió en presidente de
la Cámara Nacional de la Industria Textil. Cuando entró en vigor el TLCAN, en 1994, encabezó a su gremio
que aplaudió el acuerdo comercial que permitía exportar sin arancel millones de metros de tela a EU.

Parras, como muchas otras empresas mexicanas, también quería conquistar el mercado de América del Norte.
El primer año del TLCAN contrató un crédito para construir una nueva planta en alianza con Cone Mills, líder
textil en EU. Adquirió después una fábrica en Puebla y otra más en Torreón, que significaron inversiones por
más de 200 mdd. La compañía elevó sus ventas desde 73 mdd en 1992, hasta 238 mdd en 2002. Este
crecimiento y el cierre de algunas competidoras en EU le permitieron alcanzar 6% de participación en este
mercado.

Ni la crisis de 1995 detuvo su expansión. Aunque la mayoría de sus créditos eran en dólares, sus exportaciones
le permitían pagarlos sin problemas. La devaluación de la moneda, incluso, la hacía más competitiva a nivel
internacional.

La deuda es algo usual entre los fabricantes de tela. Esta industria necesita mucho capital para comprar
maquinaria y equipo. Algunos opinan que Parras, más bien, quería imitar el modelo de expansión de Cemex:
endeudarse para comprar otras empresas. Atribuyen las coincidencias a que el presidente del consejo de
administración de Parras y sus primos, Armando y Jorge García Segovia, han sido miembros del consejo de la
cementera desde 1985.
Mas el tiempo y la globalización pusieron a ambas empresas en lugares distintos. Cemex compró varias
compañías en tres continentes. Parras, en cambio, lucha por sobrevivir.

Su competencia no tiene un solo rostro sino cientos, quizá miles. Son las fábricas que funcionan a muchos
kilómetros de distancia, en donde está la planta fabril más prolífica (y económica) del planeta. En Parras, la
desgracia tiene una etiqueta que al reverso dice "Made in China".

El fuego del dragón


Un metro de mezclilla costaba 3.18 dólares en 2002. Ahora cuesta 2.73 dólares. La razón de esta caída son los
productos fabricados en China. En dicho periodo, esta industria aumentó sus exportaciones de 15 a 220
millones de pantalones al año hacia EU.

Desde que China es miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la producción mexicana ha
perdido su atractivo de precios. Ahora, el país asiático posee 22% del mercado estadounidense de ropa y, por
canales legales e ilegales, vende 58% de las prendas en México.

Esta invasión transformó también la industria. Los grandes clientes de tela empezaron a comprar prendas
hechas. Y con más competencia, las maquiladoras comenzaron a sufrir también su propio tormento chino. La
mayor competencia obligó a algunas de éstas a retrasar el pago a sus proveedores. Parras le vendía tela a medio
centenar de talleres de confección. Y sufrió las consecuencias. "Podríamos tener un departamento inmobiliario
de todos los terrenos y casas que nos dieron en pago", apunta el presidente de Parras.

La velocidad a la que se mueve la moda obligó a las marcas de ropa a tener nuevas creaciones en ciclos más
cortos. Por eso, los pedidos que Parras recibía de clientes como Levi Strauss y VF Corp (Nautica, Tommy
Hilfiger y Wrangler) eran cada vez más pequeños. Un diseñador puede pedir 3,000 metros de mezclilla, pero el
pedido mínimo en Parras eran 15,000 metros.

Ante este panorama, la textilera tardó en reaccionar, casi tanto como en entregar su producto. Si un cliente en
Estados Unidos levantaba el mismo día un pedido en una fábrica china y otro en Parras, la prenda asiática
llegaba en 90 días, pero a la mexicana había que esperarla una semana más.

El aumento en el precio del algodón de 2004 no se pudo trasladar a los clientes. Como consecuencia de esto, el
flujo operativo de Parras cayó 36%. Al año siguiente, las finanzas de la textilera volvieron a sentir presión. Sus
ventas cayeron 30% y, por primera vez, la compañía disminuyó su participación de mercado en Estados
Unidos.

En el verano de 2005, García-Muriel advirtió a los accionistas: "El tiempo se acaba". El informe del último
trimestre de ese año advertía a los inversionistas que ése había sido el peor periodo de los últimos años para los
productores de mezclilla. "Fue una tragedia", recuerda García-Muriel hijo.

Para entonces, la empresa ya tenía casi un año renegociando su deuda. Parte de los créditos que tenía con
Banamex se convirtieron en acciones. Gracias a ello, el banco llegó a poseer 48% del capital de Parras. Y
estaba dispuesto a recuperar su dinero.

Banamex empezó a ofrecer su participación a varios competidores de Parras. Entre los postores más serios
estaban la brasileña Santista y la española Tavex.

El interés de ambas se centraba en surtir a sus clientes en EU. Los García-Muriel no querían que Banamex
vendiera sus acciones. Si eso sucedía, la familia perdía el control de la empresa. Pero Parras no podía
mantenerse con una deuda más grande que su propio valor.
Sólo faltaba conocer el precio de venta y el comprador. Todo estaba listo para que Parras cambiara de manos.
Sólo un milagro la salvaría de ser vendida. Sólo un milagro.

Negocios y nostalgia
José Antonio Rivero Larrea nació en Parras, Coahuila. Es el accionista mayoritario de Minera Autlán, la
empresa propietaria de las reservas más grandes de manganeso, el mineral con que se fabrica el acero. Nunca
se relacionó con el negocio textil, pero su padre sí. Francisco Rivero fue director de Compañía Industrial de
Parras entre 1965 y 1981.

Hace unos meses, el apellido Rivero volvió a sonar fuerte en la textilera. Una mezcla de razones de negocio y
sentimentales hicieron que él y el banco de inversión UBS compraran la deuda de Parras a 40 centavos por
cada dólar. A cambio de esta operación y de capitalizar la empresa, recibieron 65% de las acciones.

El dinero no es lo único que este empresario puede aportar a la empresa. Rivero Larrea cuenta con una larga
experiencia en manejar compañías en problemas financieros. En los tiempos difíciles, Autlán arrastraba una
deuda bancaria de 82 mdd. En 2004 negoció la compra de la deuda con el respaldo de un fondo de inversión.
También fue socio de Allegro, la aerolínea que dejó de pagar una deuda de 8 mdd a la arrendadora de aviones
Pegasus y que más tarde quebró.

Hoy vive en Monterrey pero muchos fines de semana viaja a su casa de campo en Coahuila. "Pasa más tiempo
en Parras que muchos de nosotros", dice García-Muriel hijo.

En marzo de este año, los García-Muriel también decidieron apostar su patrimonio para recuperar las acciones
que tenía Banamex (diluidas por la capitalización de Rivero Larrea y UBS). Para esta operación, fundaron la
compañía Inversiones Textiles del Norte (ITN), que se quedó con la tercera parte de la empresa. "No podíamos
dejar que se muriera una compañía con tanta historia", dice García-Muriel hijo.

La sonrisa ha vuelto al rostro del joven empresario. Tiene buenas razones. A finales de este año, Parras sólo
deberá 40 mdd a los bancos y eso le dará margen de maniobra a la empresa para buscar su nuevo lugar en la
industria.

Nueva puntada
Mientras García-Muriel hijo habla por teléfono en una sala de juntas, observa detenidamente un mapa. Está
platicando con un empresario que tiene negocios en Centroamérica. Quizá esté pidiendo un consejo, pues parte
de la estrategia para confeccionar la nueva Parras consiste en llevar a esa región la planta Hilaturas de Parras,
situada ahora en Puebla.

Ahí se fabrican telas básicas, el producto que sufre la peor guerra de precios. Un estudio del ITAM dice que la
mano de obra centroamericana cuesta casi la mitad de los 2.5 dólares por hora que representa en México. Un
estudio de Cemex se inclina por la estabilidad de República Dominicana, pero otros creen que sería mejor
Guatemala o El Salvador, por la calidad de su mano de obra. Parras aún estudia las opciones.

Mientras tanto, a través de la Cámara Textil ya logró la acumulación de origen necesaria para exportar bajo los
términos del ALCA a EU. Antes que termine este año es posible que Parras cierre otra fábrica de las tres que
quedan en el país, lo que ahorraría 10 mdd anuales en gastos operativos, pero los obligaría a recortar 40% de
sus 2,500 empleados.

Estas medidas reflejan el nuevo mantra de Parras: rentabilidad. "Ya no queremos vender más yardas, sino
aumentar el precio promedio de cada una", explica Matthew Fuhr, representante comercial de Parras en EU.
La tela que ahora se cotiza en 2.73 dólares el metro lineal, podría valer hasta 5 dólares si fuera una tela más
sofisticada como mezclilla antiinflamable, antimanchas, lavadas con arena o piedra, antiarrugas o con otros
acabados.

Por otra parte, las prendas de alta moda alcanzan un margen de ganancia de hasta 66%. Marcas exclusivas
como True Religion, Paper Denim, Jordache o Seven venden jeans de 200 dólares o más y demandan estos
productos que son escasos entre los fabricantes chinos. Cuando una prenda de alta moda tiene éxito en las
revistas femeninas, otras marcas de nivel medio, como Abercrombie & Fitch, Rock & Republic, Guess y
Lucky Brand, copian los diseños y hasta pueden acudir al mismo proveedor de tela con pedidos más grandes.

Por esta razón, Parras necesita aumentar sus esfuerzos comerciales y exhibirse en ferias internacionales. El
equipo Parras usa quiere contratar a dos representantes más de ventas de los seis que trabajan actualmente en
EU.

Sus fábricas ya se están preparando para hacer corridas más pequeñas e instalarán más herramientas
electrónicas para que estos clientes puedan hacer sus pedidos y darles seguimiento vía una página de internet.

El riesgo de China no desaparece. Cuando un tipo de tela se masifica, es muy probable que convenga fabricarla
en ese país por cuestión de costos. A pesar de ello, Parras seguirá en el negocio de telas básicas.

La dinámica de la industria obliga a Parras a fortalecer su integración con los confeccionadores. Por ahora, la
empresa sólo vende tela a ocho talleres mexicanos que tienen la tecnología y velocidad de respuesta para
producir prendas en ciclos cortos. La empresa podría buscar integrarse a esta cadena con una participación
minoritaria en talleres de confección, marcas comercializadoras o lavanderías.

Los días encerrados en una sala de juntas, discutiendo con los banqueros, son momentos que la familia García-
Muriel quiere olvidar. Para ellos, sólo existe el futuro. Y una promesa en voz del director de planeación.
"Difícilmente volveremos a pedir un crédito".

Viernes 29 de octubre de 2010 13:17:36 | México DF

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