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LA CRISIS DE LOS

EXPERTOS
26 DE MARZO, 2020 · ACTUALIDAD> ACTUALIDAD GLOBAL

Los sindicatos españoles dicen que tienen que consultar «a los expertos» antes de
posicionarse sobre el cierre de las empresas no esenciales. Pero ¿quienes son «los
expertos»? ¿Por qué los gobiernos recurren a ellos ahora? ¿Por qué se duda ya
tanto de ellos?

Si recordamos bien, la «crisis de los expertos» comenzó durante el referendum


del Brexit. La campaña «remainer» utilizaba todo tipo de informes de
instituciones, grupos universitarios y organizaciones para pronosticar el mayor
de los males en caso de que Gran Bretaña saliera de la UE. Acababa de haberse
hecho público un informe apocalíptico del Banco de Inglaterra cuando uno de los
portavoces del conservadurismo «brexiter», Michael Gove, afirmó un juicio que
pasaría a la posteridad:

La gente de este país está harta de expertos de organizaciones


con acrónimos que dicen saber que es lo mejor y una y otra vez
se equivocan.

A partir de ahí el desprestigio de los expertos entre la población ha sido uno de


los temas favoritos de los «grandes medios» en su intento de demostrar que el
«populismo» es un puro irracionalismo. Más de uno señaló al principio de esta
crisis que una de las pocas cosas positivas que estaba trayendo era «la vuelta de
los expertos». Pero ¿hemos olvidado ya qué papel jugaron en las fases que
convirtieron la epidemia en lo que es hoy?

«Los expertos» y la propagación

PEDRO SÁNCHEZ PRESIDE LA REUNIÓN DE SEGUIMIENTO DE LA EPIDEMIA DE COVID-19, CON EL MINISTRO SALVADOR ILLA Y
FERNANDO SIMÓN, DIRECTOR DEL CENTRO DE ALERTAS SANITARIAS, «EXPERTO» QUE EL GOBIERNO HA UTILIZADO COMO
PORTAVOZ «NEUTRAL».

La primera estrategia de Johnson frente al covid consistió basicamente en dejar la


población a su suerte. Y mientras el primer ministro lamentaba que «muchas
familias van a perder a sus seres queridos» salían los «expertos reconocidos» de la
epidemiología británica a decir que efectivamente, lo mejor que se podía hacer
era perseguir una «inmunidad de grupo» a base del contagio masivo. Por
supuesto hubo epidemiólogos que denunciaron aquel numerito como una farsa.
Era en realidad el principio de una tragedia. Pero ¿estaba siendo distinto en el
resto del mundo?

En realidad no, desde Chile, que hasta hoy mismo no decretó el confinamiento
hasta Japón, los países alcanzaban masas críticas de contagios comunitarios y sin
embargo ellos decían lo que los gobiernos querían oir: que había que mantener la
«serenidad» y seguir yendo a trabajar.

¿Recuerdan España? Tuvimos hasta un congreso de «expertos» cuyos resultados


cara al público fueron titulares tan sesgados como «La gripe estacional tiene más
incidencia y mortalidad que el coronavirus» o «con el coronavirus se están
montando unas bolas espectaculares». Nunca se había visto a tanto virólogo tan
preocupado por ese «alarmismo que hace a la neunomía de Wuhan peor de lo
que es». Pero seamos sinceros, el «alarmismo» afecta a los gobiernos y en el
contexto de una epidemia a la producción y por tanto a la rentabilidad de los
capitales mientras que los virus afectan a todas esas personas y familias, en su
mayoría jubilados y familias trabajadoras, que ahora están muriendo en camas de
campaña. En el capitalismo de estado el primer grupo es el que define una carrera
político-académica de éxito, el segundo no.

EL DOMINGO 8 DE MARZO EN MADRID

Tantos méritos hicieron los «expertos» que si recuerdan, Simón, el experto


mayor del reino, a día siete de marzo y preguntado por los periodistas qué
recomendaba sobre la convocatoria de la manifestación del día siguiente,
respondió: «Si mi hijo me pregunta si puede ir, le diré que haga lo que quiera».
La realidad es que hacía ya días que las cifras de contagio en Madrid y Euskadi
aconsejaban el confinamiento total. Pero las prioridades eran otras:

La manifestación del 8M se ha convertido en una liturgia


oficial, una forma de implantar una nueva ideología de estado
con la que el «gobierno feminista» de Sánchez está
especialmente comprometido. La semana pasada era obvio que
la llamada «fase de contención» del gobierno ya no contenía
nada, pero priorizaron. El Ministro de Sanidad como toda
recomendación pidió ¡a los enfermos! que no fueran a la
manifestación. Y la televisión pública tituló la noticia con un
triunfalista y ridículo «El feminismo resiste al coronavirus en
las calles», como si congregar masas de gente en mitad de una
epidemia de un virus de transmisión aérea fuera otra cosa que
una imprudencia.

El estado, con el gobierno a la cabeza, marcó las prioridades que


eran esperables ante la epidemia: «tranquilidad», es decir en
primer lugar darle protagonismo mediático al feminismo y sus
penosas batallitas importadas de los debates universitarios
yankis y, una vez cumplido el ritual de estado, mantener el
aparato productivo en marcha a toda costa minimizando
pérdidas, si hace falta incrementando el presupuesto y
aumentando el mismo déficit que se invoca para recortar el
gasto sanitario.

«Coronavirus: mentiras y medias verdades», 10/3/2020

Y podríamos seguir país por país. Incluso en los últimos en llegar la epidemia,
como Argentina, no han faltado expertos tranquilizadores. Hasta en México,
candidato obvio al desbordamiento del sistema sanitario hubo expertos en
televisión para sostener el espectáculo de AMLO con su «detente-virus»
atribuyendo «estrategias» donde solo había dejación.

¿Qué significa la «crisis de los


expertos»?

EL GOBERNADOR DE NUEVA YORK PRESENTA EN UNA BALANZA EQUILIBRADA LAS VIDAS Y LAS INVERSIONES.

El recurso al experto es una auto-reivindicación de la burguesía como clase


dirigente. Es una forma de reforzar en momentos de crisis que solo ella dispone
del conocimiento social y que además lo utiliza en beneficio de todos. De todas
las ramas del conocimiento, el nacimiento de la Epidemiología fue seguramente
lo que expresó con mayor claridad el momento en el que la burguesía era capaz
de pensar lo social como algo que se alineaba con sus intereses como clase
dirigente de la sociedad.

Pero igual que ya pasó con la Teoría Económica y sus expertos, el conocimiento
social y las necesidades del capital divergen porque las necesidades humanas y la
acumulación de capital son cada vez más antagónicas. El «experto» se convierte
entonces en un pasmarote cuya tarea es justificar políticas y tranquilizar a la
población. El discurso solo puede hacer aguas cuando ante la alternativa entre
salvar vidas e inversiones la clase que dirige la sociedad declara, en el mejor de los
casos, que su objetivo es buscar un «equilibrio» y en la práctica demuestra que la
prioridad era, es y será mantener la actividad económica lo máximo posible,
incluso las ceremonias políticas… y solo después, poner coto a la propagación
para evitar el colapso hospitalario y las muertes masivas que viven ya Italia o
España.

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