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CRISIS ECONOMICAS

1. 1997.- Crisis de Asia:


 
En julio se devaluó la moneda tailandesa, y tras ella cayeron las de Malasia, Indonesia
y Filipinas, lo que repercutió también en Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Arrastró
al resto de economías y esta crisis, que en un primer momento parecía regional, acabó
convirtiéndose en la primera crisis global. El FMI elaboró una serie de paquetes de
rescate para salvar a las economías más afectadas y promovió reformas estructurales.

CAUSAS:

En primer lugar, la crisis cambiaria no se debió a políticas fiscales o monetarias


expansivas. En segundo, experimentaban un desempleo sustancial por lo tanto las
autoridades económicas no tenían incentivos para abandonar el tipo
de cambio anclado al dólar, que pudo ser el objetivo si se hubiera deseado poner en
marcha políticas monetarias expansivas para aumentar el empleo.
El centro de la búsqueda de las causas está el análisis de la reversión en el flujo de
capitales privados, que frenaron el crecimiento de los países afectados e impidieron
que el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos pueda mostrar un
financiamiento sostenible.

Existen dos interpretaciones de la crisis:

Alude A Un Cambio Repentino De Las Expectativas Del Mercado, este cambio


de percepción habría precipitado la salidas de capitales que origino las presiones
sobre el tipo de cambio, las condiciones macroeconómicas se habrían deteriorado,
el pánico financiero por parte de los inversionistas domésticos y extranjeros reforzada
por la errónea respuesta del FMI y de la comunidad financiera internacional.
La Inestabilidad Intrínseca Del Mercado Internacional De Capitales, que tiende a crear
situaciones de pánico financiero; esto se refleja en la actitud de los prestamistas
internacionales quienes, ante una pérdida de confianza en el país receptor, suspenden
sus préstamos en forma masiva sin previo aviso, inclusive a los deudores solventes.
El principal error de los gobiernos fue la excesiva liberalización de los sistemas
financieros. Ello aumento la vulnerabilidad de las economías a un comportamiento
especulativo y en manada de los inversionistas, lo que a su vez facilito la aparición de
burbujas especulativas.

En síntesis, la crisis no habría sido de insolvencia, sino de liquidez. En esta línea de


análisis, la crisis habría sido precipitada por el crecimiento desmedido de las deudas
de corto plazo con el exterior; cuando esta superó al nivel de reservas internacionales,
los inversionistas extranjeros fueron sujetos de una suerte de pánico, pues percibieron
que la iliquidez del país impediría que pudieran cobrar sus acreencias. En esa
circunstancia decidieron retirar sus capitales. El reflejo de distorsiones estructurales y
de inconsistencias política Económica en los Países de la Región. Los desequilibrios
en los fundamentos de las economías desencadenaron la crisis, a pesar de que una
vez iniciada, la sobre reacción del mercado, el pánico y el comportamiento en manada,
hicieron que la crisis fuera más severa pronostica a partir de los débiles fundamentos
macroeconómicos. Si se acepta esta explicación, entonces la crisis fue de insolvencia
y no de liquidez. Bajo este enfoque, la reversión de capitales habría sido consecuencia
de la reducción en las tasas de crecimiento de las exportaciones de los países
afectados en 1996, lo que hizo dudar de la capacidad de repago futura de los
préstamos otorgados. Entonces, los capitales decidieron huir.
En consecuencia, deben analizarse otros elementos que estuvieron detrás de la crisis.
Entre ellos, las tendencias de los flujos de capitales, el sistema bancario, el déficit en
la cuenta corriente de la balanza de pagos, lo desbalances y fragilidades del sector
financiero y las debilidades en el sector corporativo, para luego concluir cuál de las dos
interpretaciones anteriores se acerca más a la realidad de los hechos. En lo que sí
existe consenso es el aumento del ingreso de capitales privados a las economías
emergentes; el cual se originó en la primera mitad de la década de 1990.

CONSECUENCIAS:

La crisis de Asia es una crisis global del sistema mundial, tal y como éste se está
concibiendo al final de este siglo. No es un fenómeno fortuito, sino que responde a
fuerzas e intereses de alcance mundial. La crisis de México de 1994 y la de Asia de
1997 son parte de un mismo proceso cuya base se encuentra en el, cada vez más
decisivo, dominio del capital financiero mundial. La salida de capital de México es
coincidente con el sobrecalentamiento financiero de Asia que se acelera en 1995 y
1996. Se trata de una respuesta de los capitales en busca de altas ganancias en la
región de Asia una vez que el mercado de capitales mexicano había quedado
prácticamente seco después de una espiral de transferencias al exterior, que
alcanzaría su clímax al final del año de 1994.

La pregunta ahora será que va a pasar con el circuito de capitales financieros y


especulativos que demandan altas ganancias. La competencia por la atracción de
capitales será una lucha más encarnizada a nivel mundial y esto provocará
automáticamente que aquellas economías, empresas, bancos, etc. que se encuentren
en mejores condiciones financieras y dependan menos de la atracción de capital
extranjero, podrán atravesar esta crisis y mirar hacia el futuro con un mejor horizonte.
Por el contrario, aquellos que requieran, y se encuentran ya, en condiciones de
restricciones financieras tendrán que ofrecer un alto pago a la llegada de capitales, lo
que se traducirá en lo interno de muchos países en austeridad, baja de salarios,
reducción de la demanda, etc., procesos que, por cierto, ha vivido América Latina en
las últimas décadas. A la devaluación de las monedas le sigue un debilitamiento de las
economías que conjuntamente con las medidas de desregulación impuestas por el
FMI, hace que los activos de muchas empresas y bancos puedan ser adquiridos a un
mejor costo por compañías extranjeras. El caso de México es también aleccionador.
Por ejemplo, en el sector bancario una vez que los bancos fueron privatizados en el
año de 1990 la participación extranjera era prácticamente nula, pero ésta ha
aumentado vertiginosamente después de la crisis de 1994. En la actualidad los
extranjeros ya poseen alrededor de un 20% de los activos bancarios del país y se
piensa que pronto, si se aprueba una ley que haría más rápida la desregulación en
dicho sector, podría alcanzar el 40% del total. Por lo tanto, una aceleración en el
proceso de desregulación en las economías del sudeste de Asia podría ser otra de las
consecuencias de la actual crisis, provocando efectos parecidos a las experiencias de
otros países.

Otro impacto consistirá en la política de reestructuración de las empresas y sectores


industriales en toda la región. Las devaluaciones podrán hacer, de nueva cuenta,
atractiva la relocalización de industrias, no sólo de empresas de la región de Asia, sino
de otras regiones del mundo. En este sentido, volverán a ser fuertes competidoras de
otras regiones atrasadas en base al salario bajo con respecto a la instalación de
industrias exportadoras. Para el caso de Corea del Sur, la crisis hará que sus
empresas, sobre todo los Chaebol (es un conglomerado empresarial de Corea del Sur)
más grandes, realicen no sólo nuevas reajustes internos para volver a ser competitivas
en los mercados mundiales, sino que continuarán acelerando sus inversiones en el
exterior para realizar mayores ventas y compensar las pérdidas financieras.
El impacto global más importante será la reducción que esta crisis va a provocar en la
producción mundial y el comercio. Se piensa que la producción mundial podría
reducirse de un punto porcentual hasta 2.2 puntos. En comercio la reducción se piensa
que el declive podría ser de medio punto. Los asiáticos se volverán más agresivos en
sus, exportaciones especialmente a los mercados mundiales, ya que en ellos buscarán
resarcirse de esta crisis. Hay muchas especulaciones de datos al respecto; pero es
preferible ver las tendencias desde antes y después de la crisis. Antes de las crisis, y
como factor de la misma, tuvo lugar una reducción de las exportaciones del sudeste de
Asia a los mercados mundiales, mientras que China venía aumentando las suyas. Es
probable que a partir de ahora se inicie una competencia intra-regional entre estas
áreas de Asia y por ello una devaluación del yuan es una posibilidad latente.
Un caso que puede ilustrarnos de lo que puede pasar es el de Tailandia. En ese país
las empresas automotrices de Japón como Toyota, Nissan, Honda y Mitsubishi están
reduciendo su producción, despidiendo trabajadores y reenfocando sus ventas hacia el
exterior por la pérdida del mercado interno. La zona más viable para exportar sus
excedentes desde este país son los Estados Unidos, pero podrían dirigirse hacia otras
latitudes también. Cuando la crisis de México y la caída del mercado interno, Nissan
empezó a exportar autos producidos en México hacia los Estados Unidos, Japón y
Chile en América Latina. Como podemos apreciar por la experiencia de estos casos, la
globalización de empresas permite una reacción mucho más rápida que en el pasado
y una pérdida de mercado ya no es necesariamente definitiva, depende de la
flexibilidad y enlaces productivos y de distribución de ventas en otros mercados. Por
eso la crisis de Asia traerá una agudización no sólo de la competencia comercial a
escala mundial, sino introducirá la competencia también dentro de los mercados
locales.

A nivel de países y regiones de América Latina, las repercusiones podrán ser diversas.
Por ejemplo, México, donde las finanzas del gobierno dependen en un 40% de los
ingresos por venta de petróleo, ya ha sido golpeado por una baja dramática en los
precios internacionales de este recurso al disminuir la demanda de los asiáticos. Por el
lado comercial, seguramente México va a enfrentar una gran competencia de Asia en
el mercado de Estados Unidos, aún a pesar del Tratado de Libre Comercio que
supuestamente debería darle alguna ventaja extra sobre los asiáticos, cuyas
devaluaciones harán sus bienes altamente competitivos en dicho mercado. Además
México ha venido mostrando un déficit comercial estructural con la región asiática, que
eventualmente podría agravarse por el aumento de exportaciones de esa región.
También las empresas mexicanas resentirán la reducción de los precios
internacionales de muchas manufacturas, como las del acero, que afectarán sus
ventas y las presionarán en sus costos de producción.

En el sur del continente latinoamericano, las economías con mayor vinculación al


mercado de Asia son Brasil y Chile. El principal efecto podría ocurrir en la disminución
de exportaciones a estos países y un progresivo deterioro de la balanza comercial,
como en México. Además, podría haber un retraso en la inversión directa planeada de
Asia principalmente en el norte de Brasil. Los efectos en otros países podrían tener
lugar simplemente por el aumento de las importaciones baratas de Asia. Otro efecto
importante podría provenir del aumento de las tasas de interés, como en Brasil, o en
otras de las grandes economías de América Latina, lo que tendría efectos sobre la
competencia de capitales y la desviación de recursos hacia fines especulativos y no
productivos en la región.
2. 1998.- Crisis del rublo

Rusia colapsó su sistema bancario nacional, con una suspensión parcial de pagos
internacionales, la devaluación de su moneda y la congelación de los depósitos en
divisas. El FMI concedió créditos multimillonarios para atajar la caída libre de su divisa
y que el impacto fuera irreparable en el mercado internacional. También instó a sus
autoridades a acelerar las reformas estructurales internas para fortalecer su sistema
financiero.

CAUSAS:

Entre las causas que provocaron la depresión de 1998 estuvieron la enorme deuda
pública de Rusia instigada por la crisis asiática de 1997, que empezó con la
devaluación de la moneda tailandesa, lo que pronto repercutió en otras divisas de
Asia; la crisis de liquidez, que no dio la posibilidad de atraer recursos financieros a la
economía nacional; y la caída de los precios mundiales de materias primas la base
principal de la economía rusa, que minó el presupuesto del país.
Para Rusia la exportación de petróleo representaba sus mayores fuentes de ingresos
al fisco y la caída del precio de este producto tuvo un impacto muy fuerte en la
economía del país.

Otro de los problemas fue la estrecha relación de los bancos rusos con las industrias,
especialmente con las petroleras.
La crisis se originó por los desajustes macroeconómicos de balanza comercial, cuenta
corriente, fiscales y monetarios. La bajada de los precios internacionales del petróleo
junto con los subsidios estatales a las empresas y a la población llevó a un exceso de
endeudamiento público (de corto plazo) viéndose afectadas las reservas
internacionales.

Las obligaciones estatales a corto plazo o, en otras palabras, la pirámide financiera


que comenzó a derrumbarse, y la política populista sobre el rublo y el rumbo
económico del Estado figuran entre las razones principales de la crisis de 1998.
La causa de la crisis financiera radicó en los métodos gubernamentales para financiar
el déficit entre ingresos y gastos. Los síntomas del problema se hicieron evidentes ya
a fines de 1997, cuando la deuda interna se elevó drásticamente. El problema se
ocultó porque la deuda pública y el déficit presupuestario de Rusia no eran
especialmente graves.

Otras formas de financiamiento no fueron suficientes para cubrir la brecha fiscal y de


balanza de pagos.

Como resultado, Rusia no consiguió pagar sus deudas y se declaró en suspensión de


pagos el 17 agosto de 1998.

CONSECUENCIAS:

En general, la crisis de 1998 puede ser descrita como una depresión de escala local.
Se pueden destacar tanto sus consecuencias negativas como positivas.
Un proceso inflacionario, una devaluación de cerca del 300% del rublo en el lapso de
tres semanas entre agosto y septiembre de 1998, la paralización del sistema bancario,
la quiebra de numerosos bancos y empresas, la brusca caída del nivel de beneficios y
de vida de la población y el menoscabo de la confianza figuran entre los resultados
negativos.

Los precios se incrementaron y el nivel de vida cayó drásticamente.


Pero también hubo ciertas consecuencias positivas como, por ejemplo, el incremento
de la competitividad de la economía de Rusia. Como resultado de la devaluación del
rublo, los precios de los artículos importados en el país subieron y los costes de las
mercancías rusas en el extranjero bajaron, lo que les permitió penetrar en nuevos
mercados. La crisis de 1998 dio la oportunidad de reavivar la industria nacional y
aumentar las posibilidades de exportación.
La depresión de 1998, es decir la crisis del rublo, eliminó todos los elementos
inefectivos e ineficientes de la economía cediendo el paso a los mejores. Los
pequeños negocios se dieron cuenta de su fuerza y comenzaron a desarrollarse en
empresas grandes en direcciones nuevas para una economía basada en materias
primas.

El resultado principal es el distanciamiento del modelo de economía de materias


primas y el desarrollo de nuevos sectores y segmentos tales como el ensamblaje de
diversos automóviles extranjeros en el territorio de Rusia. Se incrementó el flujo de
inversiones, muchas compañías extranjeras empezaron a abrir sus filiales en Rusia y
empresas nacionales salieron a los mercados internacionales.
Los especialistas destacan la imposibilidad de evitar depresiones: la filosofía de la
economía estipula que durante la crisis todo lo débil y lo innecesario se evapora
allanando el camino para nuevas formas y tecnologías.
Pero según una teoría sobre las olas de crisis la economía, se basa en altibajos, como
muestra la crisis de 2008.

3. 2000.- Crisis de las puntocom

Los excesos de la nueva economía dejaron una estela de quiebras, cierres, compras y
fusiones en el sector de internet y de las telecomunicaciones y un importante agujero
en las cuentas de las empresas de capital riesgo. El 10 de marzo el principal índice del
Nasdaq, máximo exponente de la "nueva economía" y del éxito de las empresas de
tecnología, cerró en 5.048,62 puntos, su máximo histórico. En solo tres años la crisis
borró del mapa casi 5.000 compañías y algunas de las grandes corporaciones de
telecomunicaciones, fueron protagonistas de los mayores escándalos contables de la
historia. La Reserva Federal estadounidense (Fed) respondió con una reducción de los
tipos de interés de medio punto.

CAUSAS:

La sobrevaloración de las empresas era notablemente visible gracias a una


especulación en las plazas bursátiles e incluso en ocasiones fruto de una brutal
manipulación y falseamiento de las cuentas empresariales.

El nacimiento en los 80 y principios de los 90 de empresas que tuvieron mucho éxito


(por ejemplo Apple, Microsoft y Yahoo!)  Que se hicieron estrellas de la renta variable.
No había racionalidad económica ni valoración financiera ni una banca de inversión lo
único que importaba era el tráfico y plan de negocios prometedor.

Subestimaron la complejidad y los costos de logística y distribución.


La información, las opiniones de algunos economistas y empresarios del establishment
(comenzaron prediciendo la caída en 1997), terminaron por imponerse haciendo
realidad la profecía cumplida de que la burbuja algún día iba a estallar.
Sobreestimaron algunos efectos de la economía red, como la premisa de prestar
servicios gratuitos porque la red recompensa la gratuidad.
CONSECUENCIAS:

A una combinación de un veloz aumento de precios de las acciones, la especulación


individual y la gran disponibilidad de capital de riesgo crearon un ambiente exuberante.
Las empresas puntocom comenzaron una serie de cierres, fusiones, adquisiciones y
despidos.
El estallido de la burbuja.com marcó el principio de una relativamente suave, pero
larga recesión en las naciones occidentales.

El mercado perdió en dos años cinco billones de dólares. La burbuja provocó muchas
quiebras de empresas. Estas empresas son:

 com se gastó 188 millones de dólares del momento para una gran
infraestructura de modo online; en mayo de 200 quebró.
 Yahoo compró GeoCites por 3.500 millones en febrero de 1999, la burbuja
provocó en octubre de 2009 el cierre de la empresa.
 eToy’s tenía un precio por acción de 80 dólares en mayo de 1999 y cuando
declaró su quiebra en febrero de 2000 valía menos de un euro.

4. 2001.- Atentados del 11-S

 Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU también hicieron caer las
bolsas. El Nikkei de Tokio cayó más del 6% y las bolsas europeas tuvieron fuertes
descensos que llevaron a los inversores a refugiarse en el oro y los bonos del Tesoro
estadounidense. La Fed respondió con cortes de los tipos -cuatro hasta final de año-
en la campaña más fuerte de su historia.

CONSECUENCIAS:

Después del atentado, el desplome de la economía fue inmediato, por el pánico


generalizado. La producción industrial cayó 1,1% en septiembre. El desempleo trepó a
5,4% y el PBI se contrajo 1% en octubre contra el mismo mes del año anterior.
La Bolsa de Nueva York reabrió el 17 de septiembre -la suspensión de la operatoria
bursátil más larga desde la Depresión- y no alcanzaron los US$ 300.000 millones de
liquidez que inyectó la Reserva Federal (Fed) y los sucesivos recortes en las tasas de
interés para que el consumo no se desplomara.

Pero el golpe de los terroristas fue en pleno Wall Street, una estocada directa al
corazón del sistema financiero. El índice Dow Jones perdió 7% en su primer día
operaciones. Lo mismo sucedió con el Nasdaq y el S&P 500. Las pérdidas de
ganancias de las compañías se estimaron entre US$ 11.000 y US$ 14.000 millones.
Por todo este shock tan masivo, los pronósticos de recesión se multiplicaron y las
empresas buscaron adelantarse a lo que se venía. Se inició una ola de despidos que
parecía no tener fin. Unas 583.000 personas se quedaron sin trabajo por los atentados
del 11-9 en todo el país, según datos del Departamento de Trabajo. Unos 130.000
despidos se produjeron en Nueva York (70.000 en el sector financiero), por lejos la
ciudad más castigada económicamente.

En la Gran Manzana se perdieron US$ 2.000 millones en recaudación de impuestos y


US$ 27.300 millones del PBI de la ciudad en los últimos tres meses de 2001, según un
informe del New York City Comptroller, que funciona como un auditor independiente
de las cuentas públicas.
En 2002, el Real Estate Board of New York estimó en U$S 10.000 millones el costo de
la reconstrucción del World Trade Center. Diez años después esa cifra trepó al doble.

Unos 18.000 comercios y pequeñas empresas cerraron o fueron destruidos. Las


compañías de seguros y las aerolíneas fueron las más castigadas. US Airways, una de
las más grandes del país, se presentó en convocatoria de acreedores.
Según una investigación de Bryan Roberts, economista del Departamento de
Seguridad de los EEUU, el PBI del país perdió de crecer 0,5 por ciento por el ataque
terrorista.

Para América Latina y los países emergentes tampoco fueron buenos tiempos. El
freno en el motor económico del mundo se sumaba a la devaluación abrupta del real
que había tenido lugar un tiempo antes, en 1998, y a la recesión de los años
siguientes en la región. Entre 2001 y 2002 se encadenaron crisis políticas y
económicas en Argentina, Uruguay, Brasil y Turquía.

La recuperación y sus consecuencias, se creía que se avecinaba lo peor, pero no fue


tan así. A pesar de todo, la economía estadounidense cerró 2001 en positivo y creció
0,3 por ciento. La recesión en los EEUU (-2,6% de contracción) recién reapareció en
2009 tras la crisis financiera mundial que puso en jaque a los grandes bancos del
mundo. Para mediados de octubre del propio año 2001, el Dow Jones ya había
recuperado todo lo perdido en el mes trágico.

La Casa Blanca y la alcaldía de Nueva York recurrieron a sus fondos para reactivar la
economía ante el masivo retiro de la inversión privada. Se lanzó un plan de
reconstrucción de edificios públicos (el daño total fue estimado en US$ 21.600
millones) y subsidios para Pymes y comerciantes afectados directa e indirectamente
por el ataque. El gasto público creció 10,2% en el último trimestre de 2001.
Para Rob Vos, economista holandés, director del departamento de Asuntos
Económicos y Sociales de la ONU, esta medida fue clave. "El mayor gasto público
benefició a las exportaciones e impulsó al consumo privado. El aspecto negativo de
esto fue que se creció más por el consumo que por mayor inversión productiva, que
genera empleo a largo plazo", le dijo a Infobae América.

Otro efecto colateral de esta estrategia fue la burbuja inmobiliaria. El titular de la Fed,
Alan Greenspan, mantuvo bajas las tasas de interés por tiempo prolongado. Las
entidades financieras, muy líquidas, prestaron dinero sin tomar las debidas
precauciones. Muchos consumidores accedieron a viviendas muy caras que luego no
pudieron terminar pagar. Así se dio el puntapié inicial de la crisis de hipotecas basura
de 2008-2009.

La guerra declarada al terrorismo por George W. Bush también fue parte del envión
para la economía con fondos públicos. El gasto militar pasó de US$ 297.000 millones
en 2001 a US$ 700.000 millones en 2011. Un crecimiento de 9% por año en el
presupuesto para costear las incursiones bélicas en Afganistán e Irak.
Aunque no hay cifra oficial definitiva, el gasto público acumulado en las dos guerras ya
es de US$ 1,5 billón. El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, junto con Linda
Bilmes, estimó el costo en entre 3 y 5 billones de dólares en su libro La guerra de los 3
billones. Sea cual fuere la cifra final de las incursiones bélicas en Medio Oriente, lo
cierto es que semejante movimiento de dinero revivió la actividad pero castigó el
balance de las cuentas públicas.
El ex presidente Bill Clinton había dejado un histórico superávit fiscal de US$ 128.200
millones. Este año se espera que el rojo sea de entre 1,3 y 1,5 billón dólares.
El monto de la deuda de los EEUU pasó de US$ 862.000 millones en 2001 a US$1,4
billón luego de dos años de los conflictos bélicos, a US$ 8,8 billones en 2006 y a US$
13,9 billones en 2011.

La clase política comenzó a preocuparse por esta variable, que puso al país en el
riesgo de caer en cesación de pagos. El otro fundamento económico que todavía
preocupa es el desempleo. A los dos años del 11-9, la tasa de desocupación llegaba a
6 por ciento. Entre 2005 y 2007 volvió a los niveles normales de entre 4 y 5 por
ciento. La crisis financiera por las hipotecas basura terminó siendo más nociva que el
ataque terrorista. En octubre de 2009 el desempleo llegó a la cifra récord de 10,1 por
ciento. El renovado temor a una recesión mundial y a un default europeo frena las
contrataciones de las empresas y el desempleo no logra perforar el piso de 9 por
ciento. El economista y analista internacional argentino, Raúl Ochoa, coincide en que
el daño  del atentado terrorista fue limitado y temporal. "Los hechos destructivos
generan un ánimo de reconstrucción solidario y se sale rápido de la caída. El impacto
de la crisis financiera es más solapado, se extiende más en el tiempo y termina siendo
peor".

5. 2001-2002.- Crisis argentina

El gobierno de Argentina carece de fondos para mantener la paridad fija del peso con
el dólar e impone restricciones a la retirada de depósitos bancarios (corralito) para
evitar la fuga de capitales. En diciembre de 2001 suspende el pago de la deuda, de
casi 100.000 millones de dólares, lo que constituye la mayor quiebra de la historia. En
enero de 2002 el presidente Eduardo Duhalde se ve obligado a terminar con la paridad
y convierte en pesos los depósitos bancarios en dólares.

CAUSAS:
Se ha señalado al tipo de cambio artificialmente revaluado como la causa de los
enormes desequilibrios del período, ya que estimuló fuertemente la importaciones
(destruyendo la industria local), hizo perder competitividad a las exportaciones
(reduciendo el margen de ganancia, o haciéndolas desaparecer), propició las
actividades especulativas y llevó a un enorme endeudamiento público y privado que
derivó en la incapacidad de la economía de obtener los créditos necesarios para pagar
sus compromisos externos. Pero la revaluación cambiaria no fue más que una parte
del conjunto de las políticas implementadas en ese período de fundamentalismo neo-
liberal.

Según esa visión ideológica, el Estado debía crear un “clima de negocios” que
propiciara la inversión privada. En la práctica, eso significó la total subordinación de las
políticas públicas a las necesidades y demandas de las diversas fracciones
empresarias. Sin embargo, la sumatoria de favores a diversos intereses particulares
no constituye una política productiva. Las políticas de apertura importadora,
privatización a precio vil de las empresas públicas y la desregulación a favor de
intereses privados, no tuvo otra meta que la de otorgar rentas en condiciones
privilegiadas a determinados actores locales y extranjeros. El tipo de cambio
artificialmente sostenido con endeudamiento externo fue parte de esas medidas:
favoreció la concesión de una gran masa de créditos al país, muy útiles para los
financistas internacionales y los comisionistas locales que necesitaban colocar fondos
en economías periféricas; favoreció la importación de todo tipo de bienes de consumo,
provenientes de firmas extranjeras, lo que le proporcionó a la población la sensación
(ficticia) de progreso y de “acceso” a la modernidad; favoreció la remisión de utilidades
mucho más elevadas en dólares de las firmas extranjeras a sus casas matrices, ya
que podían obtener muchos más dólares gracias a la baratura de los mismos debido al
“1 a 1”; favoreció la ilusión de estabilidad de precios, ya que la brutal disrupción de la
producción local y la enorme masa de desempleados que se fue acumulando a lo
largo de esos años, presionó hacia la baja el salario nominal.

El desempleo, que llegó al 18% -con un subempleo semejante- a mediados de la


década, fue un aspecto relevante del “modelo”, ya que permitía un fuerte
disciplinamiento laboral, y fue un antecedente social directo de las jornadas de
diciembre de 2001. El movimiento piquetero surgirá a todo lo largo del país como
estrategia de auto defensa de diversos grupos poblacionales frente a la destrucción
masiva de puestos de trabajo públicos y privados que propiciará la convertibilidad, y la
total imposibilidad de insertarse en un aparato productivo en constante achicamiento.
Desde 1998 los indicadores económicos y sociales no dejaron retroceder permanente:
cayeron el nivel de actividad, el empleo, los ingresos, las finanzas públicas. La fuga
hacia delante de la gestión menemista (con Fernández) consistió en la venta de
valiosos activos públicos (YPF), mientras en la gestión delaruísta (con Machinea,
López Murphy y Cavallo), se insistió con el endeudamiento externo y los recortes
presupuestarios para liberar recursos para… poder pagar deuda.

La hegemonía ideológica del sector financiero sobre el resto de la sociedad fue de tal
magnitud, que a través del latiguillo del “riesgo país” logró que parte de la sociedad se
solidarizara con sus demandas de ajuste y deflación para garantizar sus cobranzas al
Estado. La subordinación de los principales partidos políticos a los financistas dejó
prácticamente sin alternativas a la población, que creyó ver en todos “los políticos” a
sus enemigos, perdiendo de vista las dimensiones socio-económicas del modelo. La
larga recesión desde 1998 hasta 2001 fue derrumbando las economías regionales, a
los pequeños productores, a los comerciantes, a los profesionales, además de a los
desocupados. Florecieron los clubes de trueque, y las monedas provinciales
devaluadas. El intento final de salvar a los bancos de una corrida bancaria –cuando
finalmente los sectores medios se despertaron de la ensoñación de la convertibilidad e
intentaron sacar sus fondos de las entidades- mediante el “corralito”, llevó a un estado
de extrema asfixia a la actividad económica, acrecentando el estado de angustia que
afectaba a buena parte del país. El gesto irritante del presidente de la Rúa de declarar
el estado de sitio ante la generalización de los saqueos hizo que se unificaran los
múltiples malestares, y provocó el estallido del 20 de diciembre. Era el final de una
larga época de decadencia nacional.

CONSECUENCIAS:
Durante los días y meses posteriores siguieron sucediéndose protestas y cacerolazos.
El movimiento provocó en primer lugar la renuncia de Fernando de la Rúa, lo que no
frenó la crisis política. En la noche del día 20 se hacía cargo del Poder Ejecutivo el
presidente de la Cámara de Senadores Ramón Puerta, miembro del Partido
Justicialista que fuera opositor al gobierno de La Alianza, quién convocó a la Asamblea
Legislativa para elegir un nuevo presidente.

El día 23 asumía la presidencia Adolfo Rodríguez Saá, también del Partido


Justicialista. Entre sus primeras medidas dispuso la suspensión del pago de la deuda
externa, anuncio que fue hecho en el Congreso y acompañado por aplausos por parte
de los presentes. Además prometió que sería reintegrado el dinero sustraído a los
ahorristas.
El 30 de diciembre Rodríguez Saá renunció con pedido simultáneo de licencia,
alegando falta de apoyo político, lo que desencadenó una nueva ola de inestabilidad.
Ante la imposibilidad de encontrar al senador Puerta, debió hacerse cargo del Poder
Ejecutivo el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Camaño, quien procedió a
convocar otra vez a la Asamblea Legislativa para elegir un nuevo presidente.
El 1 de enero de 2002 asumió la presidencia interina el exgobernador y senador
bonaerense Eduardo Duhalde del Partido Justicialista, quien había sido candidato a
presidente en las elecciones de 1999, perdiendo ante De la Rúa. En su discurso de
asunción, reiteró la promesa realizada por Rodríguez Saa, de devolver el dinero
sustraído a la población, en la misma cantidad en que habían sido depositados, con la
frase: “el que depositó dólares, recibirá dólares”, en la misma moneda en que éstos
habían sido efectuados, así garantizaba la paz social y el fin de la
controvertida convertibilidad.

En su discurso de asunción Duhalde sintetizaba la situación socio-económica de la


siguiente forma: “No es momento, creo, de echar culpas. Es momento de decir la
verdad. La Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su
agonía arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la
convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó a la clase
media argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los argentinos.
Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben, parados; la cadena de
pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de poner en marcha la economía.”
Cinco días después, el 6 de enero de 2002, derogó los aspectos esenciales de la Ley
de Convertibilidad N° 23.928 eliminando las operaciones de conversión monetaria 1 a
1 y la exigencia de contar con reservas por el 100% de la base monetaria, dando inicio
al régimen conocido como de "pesificación asimétrica".
La promesa de devolución de los dólares depositados nunca fue cumplida.

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