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Avances en La Arqueologia de La Cultura Lima - Boletin PUCP - 2014 PDF
Avances en La Arqueologia de La Cultura Lima - Boletin PUCP - 2014 PDF
Las investigaciones acerca de la ocupación Lima en los valles de la Costa Central se remontan
a los inicios de la arqueología en el Perú. Varias investigaciones pioneras pueden considerarse
aquí, por ejemplo los trabajos de Wilhelm Reiss y Alphons Stubel en Ancón entre 1880 y 1887.
Thomas Hutchinson (1874) visitó, describió e hizo algunos dibujos a mano alzada de lo que
él llamó en su libro «el valle de Huatica» y de Pachacamac durante los dos años (1870-1872)
que pasó en Lima como cónsul del gobierno británico. Ephraim Squier (1973[1877]) exploró
Lima e hizo algunos mapas describiendo Cajamarquilla y algunos otros monumentos ubicados
Lima y zonas aledañas. Ernst Middendorf (1894) exploró lo que denominó el área de Hadca o
Huatica (Maranga) e hizo un plano a mano alzada de varias estructuras, algunas de las cuales se
encuentran ahora al interior del Parque de las Leyendas, este plano sería luego usado por Tello
(1999) en su descripción del mismo sitio. Sin embargo, fue gracias a los trabajos realizados por
Uhle, primero en Pachacamac en 1896, luego en Ancón y Cerro Trinidad en 1904 y posterior-
mente Nievería y Cajamarquilla en 1906, que la «cultura Lima» fue por primera vez reconocida
como una cultura a parte y cronológicamente ubicada por este mismo autor como antecediendo
a Tiahuanaco. Después de su trabajo en Cerro Trinidad (Sitios C y E), Uhle llamó a este estilo
«Pro-Lima», usando el nombre de la ciudad donde este fue encontrado.
Paradójicamente, a pesar del temprano inicio de estas investigaciones, es muy poco lo que
en pleno siglo XXI conocemos sobre ella. Ya en los primeros años del siglo XX Alfred Kroeber
indicaba que los estudios de lo que en ese entonces se conocía como Proto-Lima eran escasos y
que esta situación se debía principalmente al masivo interés por sociedades como Nazca y Proto-
Chimú (Moche) (Kroeber 1926). En ese sentido el «exotismo» y exuberancia de otras regiones y
ruinas del Perú acaparaban la atención de investigadores nacionales y extranjeros. Pese a ello, un
grupo reducido de especialistas insistían en comprender los patrones de asentamiento, cultura
material y otros aspectos de esta sociedad.
Julio C. Tello aborda el estudio de Lima y sitúa a esta sociedad en el «Segundo Horizonte» de
su esquema cronológico, destacando que el uso de adobitos en los edificios y un estilo de cerámica
polícroma, fueron sus más importantes características (Tello 1999: 42). En sus estudios, Tello se
dedica a indagar sobre la religiosidad de esta sociedad y señala que su panteón estaba conformado
por cinco deidades principales dentro del cual hubo una deidad femenina que se llamaba «Rima»
o «Lima» y que era la madre tierra, la cual estaba personificada por una mujer pobre que siempre
a
Proyecto Arqueológico Los Morteros-Pampa de las Salinas
Correo electrónico: ceciliamauricio@gmail.com
b
Proyecto Arqueológico Huanchaco, Universidad Nacional de Trujillo, Innova Perú
Correo electrónico: gabrielprietobur@gmail.com
c
Curadora de Colecciones - Arte Precolombino, Museo de Arte de Lima
Correo postal: Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Lima 1, Perú
Correo electrónico: cpardo@mali.pe
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buscaba afanosamente agua, alimentos e implementos para tejer (Tello 1999: 40). Por su parte,
Squier menciona que en el sitio que hoy conocemos como Complejo Arqueológico Maranga, los
antiguos pobladores adoraban a un ídolo muy poderoso llamado «Rímac» y que cuando la «r»
era pronunciada suavemente significaba «el que habla» (Squier 1973 [1877]: 45). A pesar que
existe cierto desentendimiento en torno a la deidad conocida como Rímac, estos investigadores
parecen coincidir en que de esta palabra derivó el nombre de la capital peruana y subsecuente-
mente el de la sociedad prehispánica que nos compete. Aunque el trabajo de Tello se mantuvo
inédito por más de 65 años, sus descripciones sobre Watika Marka, Maranga o Aramburú (como
se le conocía inicialmente), son junto con las de Ernst Middendorf y Thomas Hutchinson, una
de las más tempranas registradas en la historia de las investigaciones de este sitio arqueológico.
Por otro lado, Pedro Villar Córdova en 1935 publicó su libro Arqueología del departamento de
Lima en el cual describe y discute diferentes aspectos de la Lima, incluyendo la geografía, etno-
grafía, lingüística, los monumentos prehispánicos del Departamento de Lima y hace descripcio-
nes sobre la cerámica antigua. En Maranga (o Maranka en su libro), Villar Córdova describe la
Huaca Aramburú con un mural con frisos geométricos que pertenecería a la ocupación Chancay
y que medía 1000 metros de largo por 500 metros de ancho. Este mismo autor también hizo des-
cripciones de los sitios Cajamarquilla, Huaca Trujillo, Huaca Juliana (Pucllana) y Pachacamac.
Villar Córdova señala que la palabra Lima tiene raíces aymaras, proviniendo de una flor llamada
«limac-limac» o «limac-huayta», originaria de la región de altas montañas, la cual tiene una flor
amarilla. De acuerdo a este mismo autor, la gente de Canta y Huarochirí usaban esta planta para
«estimular» la lengua de los niños y hacerlos hablar sus primeras palabras. Esta acción se llamaría
«limay» en la tradición de la gente de Canta. Por lo tanto, el nombre del río Rímac, también
conocido como «el hablador», vendría de esta planta y de esta particular tradición de la antigua
población local. En este punto, el trabajo hecho por María Rostworowski debe ser incluido en
la discusión sobre la palabra «Lima». Rostworowski (1978) señala que documentos coloniales
del siglo XVI mencionan que un cacicazgo, el valle y el río, se conocían con el nombre de Lima
o Limac y que la palabra Rímac aparece de manera tardía y sería una versión fonética serrana
de estas palabras. De acuerdo con Rostworowski, el acento del «quechua costeño» reemplazaba
frecuentemente la consonante «r» por la consonante «l». Es interesante resaltar el hecho que tanto
los datos de Villar Córdova como de Rostworowski coinciden en señalar un origen serrano o del
valle alto para el nombre del área de Lima (valle de Rímac).
Como se menciona líneas arriba, Uhle fue el primer investigador en reconocer a la cultura
Lima como una tradición propia de la Costa Central. A pesar que Uhle primero considera que
el estilo Interlocking fue anterior a Baños de Boza (o Blanco sobre Rojo), luego propone el nom-
bre de Proto-Lima para la cerámica que él encuentra en Chancay (Interlocking), Pachacamac y
Nievería (Uhle 1910). Uhle fue también el primero en reconocer algunas de las características
particulares de la cultura Lima. Uno de estos aspectos fue el patrón funerario con cuerpos exten-
didos. En sitios más tardíos, Uhle nota la introducción de un nuevo patrón funerario de cuerpos
flexionados junto a los cuerpos extendidos o disturbando a estos últimos (Uhle 1998[1910]:
251). Otra particularidad fue el reconocimiento de un tipo especial de adobes hechos a mano
y de tamaño pequeño que eran usados en edificios de los valles de Rímac y Lurín, hoy conoci-
dos como «adobitos». Para Uhle, el estilo Proto-Lima fue el resultado de la influencia del estilo
Early Nazca y reconoce similitudes en diversos motivos tales como las cabezas y los cuerpos de
pescado que encuentra en los murales de Cerro Trinidad y en la cerámica Lima de este sitio y de
Pachacamac.
El 11 de marzo de 1925, Jacinto Jijón y Caamaño empezó una temporada de excavaciones
que duraría cuatro meses en la zona arqueológica conocida como Huadca, Huatica (Middendorf
1894) o Aramburú (Uhle 1910), al cual este denominó Maranga. Sus excavaciones se realiza-
ron en cuatro montículos del sitio (I al IV), concentrando sus esfuerzos en una gran trinchera
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localizada entre Pirámides III (o Huaca 15 para Middendorf ) y la Pirámide IV. Gracias a estas
excavaciones, Jijón y Caamaño logró obtener una vista en sección de dichas pirámides (Jijón y
Caamaño 1949; Bennett 1950; Willey 1951) y registró dos grandes momentos ocupacionales:
Proto-Lima y Chancay Tardío. Para el Proto-Lima define 11 estilos de cerámica, los cuales com-
para con la cerámica de los sitios de Nievería, Pachacamac y Chancay. Un buen resumen de la
descripción de estos estilos se puede apreciar en la revisión que hizo Wendell C. Bennett sobre el
trabajo de Jijón y Caamaño (Bennett 1950: 75). Bennett sintetizó la relación que establece Jijón
y Caamaño entre la cerámica hallada en Maranga, la secuencia constructiva del sitio y su relación
con la secuencia ocupacional del valle del Rímac. Lo más relevante de estas fases es que Jijón y
Caamaño propone que durante las fases Maranga I y II no existía arquitectura monumental en la
zona, mientras que en la fase Interlocking advierte una sólida organización política, evidencia de
guerra, e influencia serrana. Inclusive tanto Bennett como Jijón y Caamaño advierten una estre-
cha relación con Recuay y/o Nazca, observada en los diseños Interlocking y en el estilo Negativo
Tricolor (Bennett 1950). Bennett sintetiza las relaciones establecidas por Jijón y Caamaño entre
los estilos cerámicos, los entierros y las fases arquitectónicas. Así, Cajamarquilla I y II serían el
momento de apogeo del sitio y cuando se construyeron varios de los monumentos arquitectó-
nicos, como las pirámides I y III. Las fases finales (Tiahuanaco y Chancay Tardío) marcarían
según Jijón y Caamaño, el fin de la ocupación en el sitio, debido a que no se observó material
Tiahuanaco o Epigonal (lo que hoy conocemos como estilos del Horizonte Medio). Siguiendo
a este mismo autor, el sitio habría sido abandonado (hecho que se marcaría a través de una gran
capa de ceniza sobre las ocupaciones Pro-Lima y Cajamarquilla). Sin embargo la «cultura» con-
tinuó habitando los sitios de Nievería, Pachacamac y Ancón. Finalmente, para Jijón y Caamaño
durante el periodo Chancay Tardío el sitio habría sido utilizado principalmente como una gran
área de enterramiento (Jijón y Caamaño op. cit.).
El mismo año que Jijón y Caamaño condujo estas investigaciones, Alfred Kroeber llevó a
cabo una temporada corta de excavaciones en Maranga y exploró otros sitios Lima como Huaca
Pucllana y la Bajada Balta, ambas en el distrito de Miraflores, como parte de una exploración del
Field Museum de Chicago que incluyó además excavaciones en el valle de Cañete y un recono-
cimiento del valle de Nazca y la costa norte (Kroeber 1955: 10). En Maranga, Kroeber centró
sus trabajos igualmente en la Huaca 15 y 16 (Pirámide III y I de Jijón y Caamaño, respectiva-
mente) y trabajó un total de 18 días (del 21 de marzo al 8 de abril de 1925) (Kroeber 1955: 13).
Kroeber encuentra 15 entierros en la Huaca 15, los cuales usa junto con los entierros hallados en
Bajada Balta para describir los detalles del patrón funerario Proto-Lima. Este patrón indica que
los individuos fueron colocados en posición extendida (decúbito dorsal o decúbito ventral) sobre
camillas de cañas o ramas de árboles o arbustos. Kroeber señala que por lo general los cuerpos
fueron hallados en pares y que estuvieron vestidos con ropa simple hecha de algodón. Como
ofrendas presentaron muñecas de tela y cruces de cañas, así como fragmentos de sodalita (hoy
sabemos que se trata de dumortierita) y piruros cilíndricos de piedra. Solo una tumba presentó
una pequeña placa de metal (¿cobre?) y también se hallaron como ofrendas granos de maíz o pe-
queñas corontas del mismo cereal. Kroeber reporta que se hallaron un promedio de 1 a 3 vasijas
de cerámica de tipo doméstico por entierro y solo muy pocas tumbas presentaron vasijas finas de
pasta anaranada (¿Nievería?) (Kroeber 1954: 40-52). Luego de analizar estos y los contextos de
Bajada Balta (12 o 15 tumbas), Kroeber considera a este conjunto como cultura «Proto-Lima»
la cual es definida como una tenue cultura o estilo, más propensa a recibir influencias que a
ejercerla (Kroeber 1954: 123).
En la década de 1940 y 1950, dada la tendencia normativista de la disciplina los trabajos
arqueológicos se centraron en definir el tan controversial estilo Interlocking. Así, en 1941, en
un programa científico de cooperación, el Institute of Andean Research de New York inicia
temporadas de campo en Pachacamac y Cerro Trinidad para continuar con los trabajos de Uhle
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y refinar su secuencia cronológica. Así, William Duncan Strong y William Corbett trabajaron
en Pachacamac con una invitación de Tello para unirse a sus excavaciones. En este sitio hicieron
dos cortes estratigráficos en un depósito de basura cerca al Templo del Sol (Strong y Corbett
1943). Como resultado, Strong y Corbett registraron dos ocupaciones principales: 1) una ocu-
pación tardía que contenía cerámica Inca y del Periodo Intermedio Tardío y 2) otra ocupación
más temprana con cerámica del Periodo Intermedio Temprano, a la cual llamaron Pachacamac
Interlocking que incluía fragmentos Blanco sobre Rojo y con decoración negativa. Estos inves-
tigadores señalaron que después de la ocupación del Intermedio Temprano el sitio fue abando-
nado y enterrado (Strong y Corbett 1943: 41). En este mismo año Gordon Willey llevó a cabo
excavaciones en Cerro Trinidad, en el denominado Sitio E o Calera de Jecuan, valle de Chancay,
sus investigaciones se centraron en entender la secuencia ocupacional del valle, tratando de esta-
blecer una secuencia para los estilos Blanco sobre Rojo e Interlocking (Willey 1943).
Entre 1952 y 1953, Louis Stumer llevó a cabo una intensa prospección y excavaciones ar-
queológicas en los valles de Chillón y Rímac y trabajó en sitios como Maranga, Huaca Trujillo,
Vista Alegre o Catalina Huanca, Cerro Culebra, Cerro Media Luna y Plata Grande (Stumer
1953, 1954a). En 1952 Stumer excava en Playa Grande donde reporta 12 entierros asociados a
cerámica Early Lima. Stumer excava también un sector doméstico en Cerro Trinidad, así como
también la zona monumental, recuperó más de 48 tumbas aparentemente similares a aquellas
halladas en Playa Grande (Stumer 1954). En Vista Alegre, Stumer reporta cerámica de estilo
Playa Grande bajo cerámica de estilo Nievería, al que él llamó Classic Maranga, sobre la base de
Fernández Sotomayor (1960). Stumer también encuentra una considerable cantidad de cerá-
mica Maranga negra asociada con fragmentos Nievería. En este sitio, Stumer excavó un número
indeterminado de tumbas asociadas a cerámica del Horizonte Medio 1, Nievería y Formativo
(Stumer 1954.). Luego de sus exploraciones en los valles de Chillón y Rímac, Stumer propone
que la «civilización Maranga» se extendió desde el valle de Chillón y centró su poder en centros
ceremoniales que estaban rodeados de cementerios y zonas semiurbanas (Stumer 1954b: 228).
En 1955 Ernesto Tabío (1965) excava en Playa Grande y concentró sus esfuerzos en definir
y ordenar la secuencia tipológica y estilística de la cerámica y principalmente lo que se comienza
a llamar Tricolor Intermedio e Interlocking (Willey 1943), Pachacamac Interlocking (Strong y
Corbett 1943), Maranga (Stumer 1954a) o Playa Grande II (Tabío 1965). En 1966, Rafael
Larco sugiere que el Interlocking es un estilo decorativo dentro de lo que él denomina la cultura
Lima (Larco 1966: 107). En 1967, Edward Lanning sugiere en su clásica obra Peru Before the
Incas que un apropiado uso de las cuatro «reglas» para denominar a una cultura sugerían que la
denominación «cultura Lima» era la más apropiada porque fue el primer nombre geográfico que
le fue aplicado (Lanning 1967: 30).
En 1966, Thomas Patterson publica su tesis sobre el estudio de la cerámica del Periodo
Intermedio Temprano de la Costa Central del Perú. Este trabajo abarcó los valles de Chancay,
Ancón, Chillón, Rímac y Lurín. El objetivo de su trabajo fue describir y presentar una secuencia
estilística del conjunto cerámico de la Costa Central el cual incluía desde el estilo Miramar hasta
el estilo Lima. Patterson tenía una visión completamente diferente del estilo Lima a compara-
ción de Uhle y Kroeber, ya que Patterson consideraba que durante el Intermedio Temprano, las
sociedades de esta parte de la Costa Central tuvieron su estilo artístico distintivo sin signos de in-
fluencia externa (Patterson 1966: 1). Este punto es importante porque hasta ese momento Lima
era considerada como un conjunto de estilos que absorbía influencias estilísticas (y subsecuente-
mente sociales) de otras sociedades «complejas y desarrolladas» como Gallinazo, Moche, Recuay
y Nazca (Uhle 1910; Jijón y Caamaño 1949; Bennett 1950; Willey 1951; Kroeber 1954). En
este análisis Patterson siguió la metodología de Rowe, la cual establece relaciones secuenciales
por seriaciones similares y estratigrafía. Así, Patterson establece 13 unidades cronológicas, pro-
poniendo 9 fases para el estilo Lima (1 a 9). Debemos recalcar que es a partir de la contribución
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de Patterson que el estilo Lima y los materiales asociados a ella empiezan a ser considerados y
definidos como una unidad cultural a la cual se le empieza a llamar cultura Lima.
Como se puede apreciar, a pesar de las varias excavaciones arqueológicas de diversos sitios
Lima, desafortunadamente, al inicio estos sitios no fueron analizados más allá de las discusiones
relacionadas con la secuencia de cerámica y los estilos.
En los años posteriores, más investigaciones centraron su trabajo (directa o indirectamente)
en la organización social Lima, el estilo cerámico Lima y el patrón de asentamiento del Periodo
Intermedio Temprano en la Costa Central. Por ejemplo, en 1962 la Misión Arqueológica Italiana
(MAI) empezó un largo proyecto de investigación en Cajamarquilla que duró hasta 1970. Este
proyecto centró su trabajo en el Conjunto Julio C. Tello; uno de los hallazgos más relevantes de
este trabajo fue el conjunto de entierros del Horizonte Medio hallados en la cima de este complejo
(Cerulli 1967; Sestieri 1971). Posteriormente este sitio sería excavado también por diversos inves-
tigadores (Franco 1998; Mogrovejo 1999; Segura 2001). Por otro lado, Silva et al. (1988) llevaron
a cabo excavaciones en Cerro Culebra, en un sector de estructuras de quincha. A inicios de la dé-
cada de 1990, el Instituto Nacional de Cultura (INC) lleva a cabo excavaciones de rescate en este
mismo sitio debido a la inminente construcción de una central termoeléctrica. Estas excavaciones
registraron más de 30 entierros (Falcón 1993). Asimismo, Bonavia analiza los murales pintados de
Cerro Culebra (Bonavia 1985) y Engel lleva a cabo algunas exploraciones del sitio (Engel 1987).
Posteriormente, las investigaciones llevadas a cabo en la zona de Maranga fueron auspi-
ciadas por el INC, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP). En 1958 y posteriormente entre 1964 y 1974 el
Seminario de Arqueología del Instituto Riva Agüero efectuó excavaciones arqueológicas en las
inmediaciones de la zona conocida como Fundo Pando, que comprendía lo que actualmente es
el campus de la PUCP. Dichos trabajos estuvieron a cargo de Josefina Ramos de Cox y contó
entre sus colaboradores con Mercedes Cárdenas, quien tomaría posteriormente la dirección de
las investigaciones de dichos monumentos. En ese entonces los esfuerzos estuvieron centrados
en reconocer y delimitar los sitios que comprendían el Fundo Pando así como sus alrededores.
Las excavaciones arqueológicas se concentraron entonces en la Huaca Tres Palos donde se pudo
identificar una ocupación colonial, inca y una probable asociada al Intermedio Tardío (Cárdenas
1970a, 1970b). Entre 1970 y 1972, se realizaron excavaciones en Huaca Corpus I-II, La Luz I-II,
Huaca 18 y Huaca 20. Del mismo modo se delimitaron los sitios de Huaca 17, Huaca 18, Huaca
19, Huaca 20, Huaca Corpus I y II, Huaca 62, Huaca 63 y Huaca 64 (Ramos de Cox 1971:
99). Los trabajos que se realizaron en esa época no identificaron ocupaciones más tempranas al
Periodo Intermedio Tardío. Las excavaciones al interior del campus de la PUCP han continuado
intermitentemente hasta el año 2012 (Mauricio et al. 2015).
En 1984, se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas en la zona Maranga-Parque de las
Leyendas, en el sector en el cual, por aquel entonces, estaba siendo considerado para ser el nuevo
Museo Nacional de Arqueología y Antropología. Aquí se excavaron 50 entierros que Pinilla
(1985) presenta en un reporte de las excavaciones. En 1999, Ruth Shady dirigió excavaciones en
la Huaca San Marcos (o Aramburú), hoy localizada al interior del campus de la UNMSM, donde
recuperó información sobre la arquitectura de fases de ocupación asociadas a cerámica Lima 8 y
9 y a Nievería (Shady y Narváez 2000).
Desde la década de 1980 se vienen realizando una serie de proyectos arqueológicos en di-
versos sitios lima, siendo tal vez el más emblemático, por su continuidad, resultados y puesta
en valor el de Huaca Pucllana, dirigido por Isabel Flores. Los trabajos que se vienen realizando
en este sitio son un buen ejemplo de constancia en la investigación de un sitio emblemático de
la cultura Lima, el cual fue también objeto de múltiples destrucciones e invasiones durante las
décadas precedentes. Huaca Pucllana es, junto con los proyectos de la PUCP en Lurín, uno de
los proyectos de mayor continuidad en la Costa Central del Perú.
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presenta datos más recientemente obtenidos acerca de la ocupación Lima Terminal de Huaca 20
durante las primeras fases del Horizonte Medio.
Esta edición del Boletín de Arqueología PUCP pretende abrir la discusión académica sobre los
temas que se presentan en este volumen y estimular así la investigación y difusión de la misma,
todo esto buscando contribuir al desarrollo de la arqueología de la cultura Lima y mejorar nues-
tro conocimiento sobre una sociedades más importantes de Costa Central del Perú.
Quisiéramos terminar esta introducción agradeciendo la colaboración de María Claudia
Herrera en la edición de este volumen, al Fondo Editorial PUCP y a Francesca Fernandini por
las coordinaciones finales de edición.
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