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El nivel de inversión y su evidente efecto multiplicador en toda la

economía serán la variable en la que el país más sentirá el efecto tras


la firma de un acuerdo de paz, ya que su monto repuntaría en unos
38,8 billones de pesos (5,5 puntos del producto interno bruto) en un
término de 10 años, mientras los recursos de capital proveniente del
exterior harían un aporte de 3,3 puntos del PIB en este lapso de
tiempo (23,2 billones de pesos adicionales).

Esta es una de las principales conclusiones del estudio ‘Dividendo


económico de la paz’, realizado por el Departamento Nacional de
Planeación (DNP) y que con base en las estadísticas oficiales, que se
cruzaron con tres fuentes de información sobre los efectos de la
finalización de conflictos armados, calculó el impacto que han tenido
los acuerdos de paz en 18 países con condiciones parecidas a las de
Colombia, tanto en intensidad como en la forma de solucionar el
conflicto.

Siguiendo el análisis ‘hecho en casa’ por la entidad, tras la firma de


un acuerdo de paz definitivo, de forma gradual las economías de
dichos países fueron mejorando y el efecto pleno en la mayoría de los
indicadores se ha evidenciado a los tres años de los pactos de paz,
para luego estabilizarse y tener variaciones menores en los siete
años siguientes (10 en total tras los acuerdos).
Por ejemplo, el llamado dividendo de la paz de estas 18 naciones,
entre las que aparecen India, Filipinas, Sudáfrica, Irlanda, Costa de
Marfil y Guatemala, entre otras, se vio en que tuvieron crecimientos
económicos adicionales entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales cada año
y la expansión de su economía pasó del 0,3 por ciento en el año del
acuerdo al 5,6 por ciento tres años después del mismo.

En estas naciones, cinco años luego del fin del conflicto, el PIB
avanzaba a un ritmo del 4,2 por ciento y a los 10 años su tasa de
crecimiento fue del 5,2 por ciento. Similar situación ocurrió en estos
países con la tasa de inversión, que en el año de la firma de la paz fue
del 17,8 por ciento del PIB y a los tres años subió al 21,1 por ciento,
para mantenerse así a los cinco años e incrementarse hasta el 23,5
por ciento del PIB luego de una década de finalizado el conflicto.
Asimismo, en los 18 países parecidos a Colombia que firmaron
acuerdos de paz, el nivel de desempleo bajó 9 por ciento en los diez
años siguientes a los acuerdos, lo que se tradujo en una reducción de
1,3 puntos en el indicador.
Más consumo

Otro de los impulsos que se han visto en los países con conflictos
parecidos al colombiano, a los tres años de firmados los acuerdos de
paz, es un fuerte repunte en los indicadores de consumo de los
hogares, al igual que en el desempeño de la industria y del sector
agrícola.
En cuanto al primero, los análisis mostraron que en los 18 países en
mención el gasto en consumo final de los hogares pasó de un nivel
negativo del 3,5 por ciento en el año del acuerdo a 9,4 por ciento tres
años después.

No obstante, en este aspecto Colombia vive un arranque diferente,


toda vez que mientras en el 2014 el consumo de los hogares creció a
un nivel del 4,4 por ciento, en el primer trimestre del año su avance
fue del 4 por ciento y entre abril y junio fue del 3,3 por ciento, según
el Dane.

En cuanto al sector industrial, países similares a Colombia en materia


de conflicto armado y su solución tuvieron un incremento adicional
del 20 por ciento durante los 10 años posteriores al acuerdo de paz,
pues en el año de la firma la industria crecía a un nivel del 0,7 por
ciento, pero a los tres años ya lo hacía a una tasa del 6 por ciento.

La agricultura, por su parte, aumentó su crecimiento en estos países


un 1,4 por ciento y al cierre del tercer año del acuerdo registró
niveles del 7,9 por ciento, frente a una variación negativa del 0,9 por
ciento al momento de la firma de los acuerdos.
Más gasto estatal

Pero así como varios analistas han calculado en unos 300 billones de
pesos las inversiones para atender el posconflicto, el estudio muestra
además un escenario en el que durante los 10 años siguientes al
acuerdo los gastos del Gobierno se incrementan a un ritmo del 17 por
ciento.

Es decir que en el caso colombiano los gastos derivados de esta


situación subirían en 2,1 puntos del PIB (14,8 billones de pesos
aproximadamente).

Entre tanto, se calcula que en este mismo período del año los
ingresos para el Gobierno tendrían un incremento en un menor
porcentaje (de 1,4 puntos del PIB), equivalente a unos 9,8 billones de
pesos actualmente, esto es, a un nivel del 11 por ciento durante una
década.

‘Últimos 4 meses, los menos violentos en 40 años’

El presidente Juan Manuel Santos destacó este miércoles, desde la


Casa de Nariño, que el país logró una reducción histórica de los
hechos violentos.
“Tenemos la tasa de homicidios más baja en casi 40 años; hemos
disminuido el desplazamiento en casi 80 por ciento en los últimos
cinco años”, dijo el Jefe de Estado durante la conmemoración del Día
Internacional de los Derechos Humanos.
Resaltó que se han reducido “a casi la mitad” los secuestros y “en
más de un 90 por ciento” el reclutamiento de menores de edad.

“Todos estos son indicadores de un país que cada día se resigna


menos a convivir con los horrores de la violencia”, agregó el
Presidente.

Entre las razones para que estos delitos hayan disminuido están los
avances que se han logrado en los diálogos que adelantan el
Gobierno y las Farc, en La Habana, lo que significa –a juicio del primer
mandatario– que el país está yendo “en la dirección correcta”.

Pese a que la reducción de actos de violencia es notoria en distintas


zonas del territorio nacional, el Gobierno insistió en que las
autoridades siguen trabajando por la seguridad en el país.

El país crecería hasta un 5,9 % al año

En un escenario de posconflicto, tras la firma de un acuerdo con las


Farc, el país podría crecer entre 5 y 5,9 por ciento, de acuerdo con el
análisis del Departamento Nacional de Planeación (DNP).
Esta cifra es 1,9 por ciento más alta que el potencial de crecimiento
actual, estimado en 4 por ciento, y se espera que el beneficio irrigue
a toda la población, según el director de Planeación, Simón Gaviria.

El funcionario explicó que el resultado más importante es que el gran


dividendo de la paz en los primeros años posteriores al acuerdo sería
la confianza y se vería reflejada en un aumento de la tasa de
inversión y del consumo en los hogares. Esto permitiría que Colombia
alcance una tasa de inversión cercana al 35 por ciento del PIB en el
largo plazo, de acuerdo con el DNP.

En segundo lugar, habría más inversión extranjera y aumento en las


exportaciones. De esta forma, el dividendo de la paz se encuentra
entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales.
Adicionalmente, Gaviria indicó que “la tasa de ahorro se incrementa,
ya que con un mayor crecimiento mejora el ingreso disponible de
toda la economía”.

El dividendo obtenido es de 2,4 puntos del PIB de aumento en la tasa


de ahorro, lo cual permitiría que el país alcance un nivel de ahorro
cercano al 26 por ciento del PIB en el largo plazo.
Otro de los resultados del ejercicio de Planeación Nacional es que tras
un acuerdo de paz en La Habana (Cuba) se puede duplicar el PIB per
cápita en menos de 10 años, lo que consolidaría a Colombia como un
país de ingreso medio-alto.
Esta situación llevaría a que cada persona en el país tuviera un
ingreso 12.000 dólares al año en el largo plazo, frente a 6.800 dólares
actuales.

Se espera que, de materializarse el acuerdo, se registre un


incremento de la apertura y se dinamicen las exportaciones con una
mayor oferta de bienes y servicios para el comercio internacional.

En este frente, el dividendo de la paz está estimado en 6,4 puntos


adicionales del PIB de exportaciones, lo que le permitiría a Colombia
alcanzar los 65.000 millones de dólares anuales de manera sostenida
en los próximos años. La cifra sería superior en 111,8 por ciento al
nivel registrado al término de octubre (30.678 millones de dólares).

Con motivo de los hechos acontecidos hace unas semanas en la


Habana relacionado con la “firma de la paz”, varios medios de
comunicación han contactado insistentemente a economistas para
que ellos, en su “infinita” sabiduría respondan las siguientes
preguntas: ¿Cuál es el impacto económico de la “firma de la paz”?,
¿cuánto le va a costar al país el posconflicto? o ¿cuáles serán las
tasas de crecimiento económico después de la “firma de la paz”?

Estas, al igual que un sin número de preguntas adicionales tiene


respuestas infinitas. Tan infinitas como puntos de vista, formas de
pensar o simplemente anhelos.

Los economistas no somos adivinos. Nos piden inferir el futuro sin


nuestro insumo principal: los datos e información. Sabemos muy poco
de lo firmado en la Habana. Sin embargo, sorprendentemente me he
enterado de respuestas inverosímiles. Respuestas que no es
necesario ser economista para identificar que son difíciles de creer.
La primera, se la escuche al Ministro de Hacienda en la Convención
Bancaria en Cartagena al referirse a la reducción del gasto militar
(por motivo de la finalización de la guerra) y su posterior traslado a la
financiación de proyectos sociales.

Las Farc no son el único grupo al margen de la ley. Esta el Eln y las
Bacrim, solo por nombrar algunos. Por su naturaleza, la rentabilidad
de los negocios ilícitos es muy alta y seguirá siendo atractiva para
cualquier persona o grupo como un “buen negocio”. Si el Estado no lo
controla (y esto requiere mucho dinero) es natural que por la
ambición humana estos se fortalezcan.
La segunda, se refiere a la reactivación del agro con la nueva
inversión gubernamental. Pongo en contexto al Gobierno sobre
algunas situaciones.

El sector cafetero se encuentra altamente preocupado por el relevo


generacional. Los padres cafeteros han decidido enviar a sus hijos a
estudiar a los grandes centros urbanos para que ellos tengan otra
posibilidad de vida. ¿Por qué? En palabras de varios cafeteros de
Nariño, Huila y Cauca, porque “esto está muy complicado”.

Los hijos de cafeteros no desean retornar el campo


porque encontraron en las ciudades una “mejor forma de ganarse la
vida”. Y no los culpo. ¿Quién desea que su esfuerzo y trabajo no sea
correctamente pagado? El sector agrícola es intensivo en trabajo,
pero todo este esfuerzo no es adecuadamente remunerado.
Describo otra situación. En el departamentos de Tolima (Melgar) y
Cundinamarca (Anapoima) la proliferación de fincas de descanso ha
incrementado la demanda por “cuidanderos” o “mayordomos”,
personas de la región que son contratadas para realizar oficios varios
en las fincas de descanso.

Como pago a sus servicios reciben un salario mensual, ingreso que


sobrepasa el que obtiene en actividades agrícolas. Y sin todo el
esfuerzo que requiere las arduas jornadas de siembre y cosecha.
¿Cuál sería el incentivo a volver al campo? No es solo inversión
acompañada de capacitación como lo mencionó el ministro Rafael
Pardo.

No estoy en contra de la búsqueda incansable de un país en paz. Solo


pido moderación a los economistas en sus pronósticos económicos.
No podemos volver a caer en errores como la apertura económica,
donde tantos economistas alabaron las bondades del comercio sin
barreras, para encontrarnos años más tarde con industrias
quebradas, alto desempleo y costos sociales incuantificables.
No podemos sobre estimar los beneficios y subestimar los costos,
generando falsas expectativas en los colombianos. Más aún ad portas
de un plebiscito como mecanismo para la refrendación de los
acuerdos de la Habana.
No nos dejemos cegar por los pronósticos de los economistas. O que
economista predijo el precio del petróleo por debajo de los US30, el
dólar por encima de los $3300, la inflación que sobre pasa el 7% e
internacionalmente la salida de del Reino Unido de la Unión Europea.

Son tantas las variables que no podemos controlar que pronosticar la


economía es un acto de esoterismo.

GIOVANNI ANDRÉS HERNÁNDEZ


Profesor del programa de Economía y Finanzas internacionales
Universidad de la Sabana

 semana pasada se hizo público el compromiso de dejación de las armas por


parte de las Farc y el acuerdo sobre las zonas de concentración. Con ello, se
dio un paso adelante en las conversaciones de paz de La Habana. Este
avance en las negociaciones exige profundizar en el análisis de las
implicaciones del acuerdo de paz sobre la economía. 

Desde el año 2003, con el estudio del Banco Mundial titulado Breaking the
Conflict Trap: Civil War and Development Policy, se vienen adelantando
trabajos dirigidos a medir la incidencia de un acuerdo de paz sobre la
actividad económica, o sea, lo que se ha dado a conocer como los
dividendos de la paz. 

Ese primer trabajo señalaba que según la experiencia internacional, los


países que consolidaban acuerdos de paz tendían a registrar tasas de
crecimiento económico hasta de un dos por ciento anual adicional. 

En el 2014, se publicaron dos investigaciones que suministraron evidencia


para el caso colombiano. De una parte, la Universidad de los Andes adelantó
un estudio sobre los costos económicos y sociales del conflicto armado en
Colombia, en tanto que Francisco Rodríguez, economista para los países
andinos del Bank of America y Merrill Lynch publicó un controvertido estudio
titulado Colombia Viewpoint: The Peace Premium, en el cual argumentaba
que si bien el dividendo de la paz en Colombia era significativo, este ya se
venía recibiendo desde la administración Uribe como resultado de la política
de seguridad democrática y que, por lo tanto, la incidencia del acuerdo de
La Habana sería modesta, y le daría un modesto crecimiento adicional a la
economía del orden del 0,3 por ciento anual. En el 2015, el Departamento
Nacional de Planeación adelantó un nuevo estudio comparativo
internacional titulado ‘Dividendo económico de la paz’. Allí se estima que los
dividendos de la paz en términos de mayor crecimiento económico podrían
alcanzar entre un 1,1 y un 1,9 por ciento anual adicional. 

La cifra inferior corresponde al promedio registrado en un conjunto de 36


países que terminaron el conflicto, en tanto que la superior corresponde a
países que firmaron un acuerdo de paz similar al de Colombia.

De lo anterior se concluye que la evidencia internacional indica que existe


un dividendo económico de la paz, pero que hay diversas percepciones
respecto a su magnitud probable para el caso de Colombia. 

Los más optimistas, entre estos en el seno del Gobierno Nacional,


consideran que el mayor crecimiento de la economía permitirá generar los
ingresos fiscales para atender la demanda de recursos presupuestales que
surgen de un proceso de paz. 

Quienes somos más conservadores pensamos que hay que tener inmensa
precaución en adelantar gastos si no están asegurados los recursos, y que
es necesario prever en la próxima reforma tributaria ingresos fiscales
adicionales para atender el gasto público asociado con el proceso de paz,
máxime cuando los dividendos de la paz solo se percibirán dentro de
algunos años. 

Esto lleva a considerar que si bien es oportuno comenzar a preparar los


‘Contratos para la paz’ anunciados por el Jefe del Departamento Nacional de
Planeación, también es necesario que su financiamiento se asegure con
mayores recursos de la reforma tributaria venidera, sobre todo para los
programas de Desarrollo Rural Integral, que ascienden anualmente a más
del 1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Roberto Junguito
Exministro de Hacienda
roberto.junguito@gmail.com 
De la paz y la economía
colombiana: ¿un proceso de paz
conveniente?

Ingrid Giovana Rondón Márquez


Profesional en negocios internacionales
Magister en Educación, Doctoranda en Ciencias de la Educación. 
Docente tiempo completo del programa de Administración de Empresas de la Universidad
Cooperativa de Colombia.  

“Me han condenado al exilio, y he venido como suplicante a tu hogar, pero no para
buscar seguridad y salvación –pues, ¿con qué objeto iba a venir aquí, si temiera a
la muerte?-, sino para vengarme de quienes me han expulsado, venganza que ya
empiezo a cobrarme al poner mi persona entre tus manos. Por tanto, si tienes el
deseo de atacar a tus enemigos, sea noble señor, sírvete de mis calamidades, y
haz de mi adversidad la buena fortuna del pueblo volsco. Lucharé a favor vuestro
mejor de lo que he luchado contra vosotros, en la medida que se combate mejor
cuando se conocen las tácticas de los enemigos que cuando se ignoran. Pero, si
has desistido de la guerra, ni yo quiero vivir, ni para ti estaría bien que salvaras la
vida de un hombre que antaño fue tu mortal enemigo y que en el presente no te
puede servir ni serte útil” (Plutarco – Vidas paralelas, Alcibíades-Coriolano)

En estos momentos millones de ojos están puestos en el proceso de paz entre el


gobierno de Colombia y las FARC; sin embargo son muchas las opiniones
divididas que existen entre la población acerca del favorecimiento o descontento
de los colombianos y más aun la inmediatez de algunos políticos que viendo la
oportunidad de emitir juicios en pro o en contra, se atreven a aprovechar esta
situación para conveniencia netamente personal y la defensa de sus intereses
particulares. 

No obstante se hace meritorio realizar un breve análisis acerca de los diferentes


procesos de paz que se han dado en otros países y la incidencia en la economía
para poder vislumbrar posibles escenarios a los que podríamos someternos en el
evento de lograr consolidar la tan anhelada “paz” que tanto reclaman las nuevas
generaciones. 

El primer ejemplo que vale la pena mencionar es el proceso Nepalí, que comenzó
en 2006, con la vivencia de una guerra maoísta y campesina.  Este conflicto dejó
más de 13.000 muertos y 50.000 desplazados.  Hoy, este territorio Nepal,
geográficamente ubicado en el Himalaya en el Continente Asiático, luego del logro
de la dejación de armas, a pesar de ser uno de los países más pobres  y menos
desarrollados del mundo, ha logrado un ascenso del PIB Per cápita de 323 dólares
para el 2006,  1100 dólares para el año 2007 y 1300 dólares para el 2012. Nepal
posee una ventaja competitiva que le permite acelerar su crecimiento económico,
por ejemplo mediante la explotación de su potencial en energía hidroeléctrica y
turismo, áreas de reciente interés de inversores extranjeros

  

Otro ejemplo más cercano a Colombia ha sido El Salvador, cuyo conflicto armado
fue originado por factores como la caída internacional del precio del café, los
constantes fraudes electorales y el descontento de los salvadoreños por la forma
de gobernar de los militares. Para dar por finalizado este conflicto de más de una
década entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FLMN), se firmó un pacto el 16 de enero de 1992 en
Chapultepec, México.  Es evidente la evolución que se ha generado en El Salvador
y las oportunidades laborales y educativas que han surgido posteriores a la firma
de la paz, pese a la existencia indiscutible de que los conflictos sociales tienen sus
adeptos, que son quienes se benefician económicamente, bien sea por el comercio
armamentista, el reclutamiento y otros muchos derivados de la violencia.
 
 La tasa de alfabetización en Nepal ha tenido un crecimiento asombroso en los
últimos años, como lo muestra la grafica.  Vale la pena mencionar que un pueblo
educado es mucho más productivo y esto  representa mayor progreso para una
nación.
Por su parte El Salvador, otro claro ejemplo de un exitoso proceso de paz, ha
mantenido un crecimiento no solo educativo, sino que también su producto interno
bruto ha presentado un crecimiento superior y
sostenible. Fuente:  http://www.indexmundi.com

Según el Carter Center, un gran número de los mas de 50 conflictos armados que
han azotado el mundo desde la Guerra Fría se han originado por choques
religiosos, étnicos y políticos, y de estos, la mayoría de ellos ha sido solucionado
por la vía negociada.  Esto muestra que es importante aprender de la historia. 

Vale la pena recordar el ejemplo mas impresionante:  Bill Clinton en 1995 negoció
en 20 días en el interior de una base aérea el llamado Acuerdo de Dayton que
acabó con mas de tres años de Guerra en Bosnia; este acuerdo es el espejo mas
admirable de resolución de conflictos.

Cabe mencionar a su vez países como Guatemala, Irlanda del Norte (firma la paz
el 10 de abril de 1998), Angola (20 de noviembre de 1994), Sudáfrica (Diciembre
de 1996, Filipinas (15 de Octubre de 2012) entre otros, que han visto cómo sus
economías han tenido un crecimiento, con oportunidades de empleo para un
mayor grupo de habitantes y con el mejoramiento de la productividad. Fuente:
http://www.indexmundi.com

Expertos en temas políticos dan diversas opiniones acerca del proceso de paz y
las implicaciones de éste para los colombianos. Algunos peritos como Rafael
Humberto Moreno, afirman que en nuestro país es la política la que corrompe el
narcotráfico, y hasta el mismo paramilitarismo.  Aseveraciones que muchas veces
pueden generar sensibilidad y molestias para otros.  Por su parte, Profesores de la
Universidad de Harvard en Ciencia Política, Economía, Gobierno y Ciencias
Sociales, afirman que Colombia está preparada para la paz, sin embargo surge la
pregunta de qué consideran legítimos los colombianos por el hecho de que
muchas personas están indignadas por el comportamiento de la guerrilla.  “Esto es
difícil, pues implica reconocer el poder y la autoridad de la guerrilla, al menos en
algunas partes del país y algunos aspectos de la vida colombiana”, dice el experto
James Robinson. 

En Colombia han existido intentos fallidos de paz, como se evidenció en el año


1982 bajo el mandato del Presidente Betancourt, en 1990 en el periodo Gaviria,
1998 en el gobierno de Pastrana, hasta el actual presidente Juan Manuel Santos,
quien el 7 de Agosto de 2010 mostró intenciones de diálogo con las guerrillas
Colombianas.  Los motivos que llevan a los países en conflicto a la búsqueda de la
paz no son otros que el cansancio de la guerra y las necesidades económicas. 

Tal es el caso de Colombia, en donde los gastos del Estado Colombiano en


seguridad rebosan el 6.5% del PIB, valor que contribuiría ampliamente al
incremento del gasto público en temas como la educación, la agricultura, salud o
vivienda. 

Aprender de la historia es nuestro mayor legado, y éste aprendizaje debe ser


motivo para que como Colombianos nos atrevamos a visionar un país con
oportunidades para todos, con una democracia representativa y participativa,
donde se  mejoren las condiciones de vida de todas las personas.  Indudablemente
la paz en Colombia debe generar espacios de progreso con el devenir de
empresas productivas que generen empleo y aumenten el poder adquisitivo de la
Nación, pero es una labor de todos y para todos.

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