Está en la página 1de 3

A los 30 y a los 40 mucha gente entra en tu vida a través del trabajo,

de los hijos y de las redes sociales. Pero los auténticos amigos


decrecen. La vida compleja, la familia, la distancia y otros factores
hacen que dejes de cultivar ese bien tan preciado: la amistad. Con
frecuencia solo te das cuenta de los has descuidado cuando algo
serio ocurre, te mudas a otra ciudad o te divorcias.

Como el caso de una educadora que se mudó de ciudad. Iba a


celebrar su 39 cumpleaños. Con 857 amigos en Facebook y 509
seguidores en Twitter, apenas pudo llenar su lista de invitados.

Hice un inventario de las fases de mi vida donde hice más amigos y


fue definitivamente en el instituto y en mi primer trabajo.

O de un hombre que se divorció a los 40. Su contacto con los


amigos se atrofió debido al trabajo y a la familia.

De repente, con tu esposa fuera de tu vida, te das cuenta de que


estás solo.

En los estudios de grupos parece claro que las personas tendemos a


relacionarnos con menos gente cuando nos hacemos mayores, pero
estrechamos lazos con los amigos de siempre. Cuando el tiempo
pasa, el horizonte se achica y abandonamos las
exploraciones para centrarnos en lo importante, los amigos
próximos, la familia y los hijos.

Y cuando las cosas cambian, resulta difícil encontrar las


condiciones idóneas para la amistad. La proximidad, la
repetición y los encuentros no planeados.

La proximidad es más difícil cada día de mantener. Los trabajos


llevan a las personas de un lado a otro. Esto desde luego es muy
diferente en los distintos países. En Estados Unidos la movilidad es
muy alta y en España muy baja. También influye el entorno urbano.
La ciudad es muy distinta de un pueblo de mil habitantes.

A veces el salario también influye. No siempre es fácil ser amigo de


alguien que gana mucho más o mucho menos que tú. Y si tienes
pareja, la cosa se complica aún más. No es que mi amigo me
caiga bien. También debe hacerlo su mujer y ambos deben de
resultar simpáticos a la mía.

Cuando tienes hijos, estos se convierten en una fuente de


amistades: los padres de los amigos de tus hijos. En
determinado momento estás muy unido a ellos. A veces solo haces
planes con ellos. La proximidad es grande, la repetición alta y las
relaciones no están muy planificadas. Pero con frecuencia no haces
lo que quieres sino lo que los niños quieren. Y también en este caso
las cosas cambian. Los niños crecen y cambian de amigos y la
relación con sus padres decae.

Existe también un factor decisivo: tú cambias. Ya no es todo


excitante, ya no da todo igual. De pronto el listón está alto y te
vuelves exigente. Lo que perdonarías de sobra a los 20 no lo haces a
los 40. No soportas al pesado, al ególatra, al desequilibrado...

De pronto conoces a un nuevo amigo. Coincides en gustos y


actividades. Quedáis en veros. Le llamas y volvéis a quedar. Pasa el
tiempo y a pesar del interés os habéis visto dos veces en seis meses.
La vida es complicada y la siguiente vez ha pasado un año.

Con el tiempo también te haces más reservado. Ya no lo das todo,


ya no lo permites todo. Y te vuelves algo más realista. No todos
son tu mejor amigo del alma. En realidad tampoco antes lo eran.

Quizá la aproximación más inteligente es tener amigos en


distintos ámbitos. Según las actividades. Tengo un amigo en el
trabajo. Tengo un amigo para ver el fútbol. Tengo otro amigo para
hacer deporte. Hay uno con el que salgo de copas. Otro amigo es mi
vecino.

Con el tiempo se pierden muchas cosas. La amistad incondicional


es cosa de la juventud. Pero es imprescindible cultivar la amistad de
adulto.

Dedicado a mis buenos amigos.

👇 Más en Hipertextual

 Inseguridad laboral, mayor culpable de la ansiedad durante el


confinamiento
 Síndrome de la cabaña: el 'trastorno psicológico' que en
realidad no existe
 ¿Agotado de las videollamadas? No estás solo, lo que tienes se
llama 'fatiga por Zoom'

También podría gustarte