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Programa Doctorado en Educación
ENSAYO
¡Del dicho al hecho en educación…!
C. Patricio Olivares C.
Profesor Doctorando
Cohorte 2009
¡DEL DICHO AL HECHO EN EDUCACIÓN…!
Introducción
Los problemas que presenta la educación chilena, con el devenir del
tiempo, los ha convertido en problemas constantes en el tiempo,
problemas que han puesto de cabeza a muchos especialista,
administraciones políticas distintas con visiones y propuestas
diferentes, pero aún siguen los mismos problemas; malos resultados
en las evaluaciones estandarizadas. Entonces, nace las preguntas que
por obviedad aparecen a partir de la mirada rápida que se hace a la
panorámica educacional de Chile:
¿Los modelos de calidad han ayudado a mejorar la educación?
Desarrollo
La historia de la gestión educacional se inicia en las décadas de los
‘50 y ‘60, donde la gestión se lleva a cabo de una sola forma desde
los tiempos más remotos. En esta época se inician los planes de
desarrollo orientados al desarrollo cuantitativo del sistema “pero en el
cual, la dinámica propia de la sociedad estaba ausente” (UNESCO,
1995).
La cobertura de la política de los años ‘50 y ‘60 significó una gran
inversión económica y un enorme desafío para el Estado, el que
centralizó las decisiones y se transformó en un sistema
“sobredimensionado y rígido incapaz de responder a las demandas
por mayor calidad y equidad” (Espínola, 1999).
En los años ‘60-‘70, se introduce la planificación estratégica, lo que se
traduce finalmente como gestión y es durante este período donde el
análisis costo/beneficio es lo que guía la toma de decisiones sobre
proyectos alternativos.
En la década de los ‘80, con la profundización de la crisis financiera,
el plano operativo, se realiza en tres etapas: a) ejercicio de técnica
presupuestaria; b) una preocupación de conducción política del
proceso con el sentido de asegurar la gestión del sistema; c)
fragmentación de la planificación y de la gestión en acciones que
ocurren en diversos lugares del sistema, lo que da fin al proceso
integrador y multiplicándose en consecuencia los lugares y las
entidades planificadoras. (UNESCO, 1995). Así, el Estado ya no es el
único que decide, puesto que ahora se ha convertido en un “ente
subsidiario y regulador de la economía y de los servicios sociales”
(Franco, R. 1996). Nace, entonces, el concepto de calidad inspirado
en Deming, Crosby, Senge y otros, donde la mirada está sobre el
resultado del proceso educativo y se concibe al usuario del sistema
educacional como un consumidor con derecho a exigir un servicio de
calidad de acuerdo a sus necesidades; aquí aparece el concepto de
efectividad escolar.
El concepto de efectividad escolar es una noción relativa, en la
medida en que hay colegios más efectivos que otros, lo que permite
“dar a los alumnos una oportunidad real de alcanzar metas
educacionales, lo cual es independiente del estrato de su familia”.
(Arancibia, V. 1993), pero también será sinónimo de rendimiento
académico. Aparece en escena el término de escuela efectiva, donde
se espera que profesores, padres, alumnos y administrativos
compartan una misión y visión definida.
He aquí donde el papel del director(a) es fundamental, éste(a) debe
tener un claro liderazgo académico y debe: a) asumir
responsabilidades; b) ser asertivo(a), estableciendo altos estándares;
c) una visión personal que demuestre maestría, pericia y fuerza de
carácter (Renihan, F. I. & Renihan, P. J. 1984). No obstante, al
observar la gestión que se lleva a cabo en los establecimientos
educacionales, se visualiza que ésta se realiza a tientas, sin una
orientación clara y, lo peor, es que dicha gestión se ve saboteada
desde dentro por los propios actores de tal gestión.
Fin último
La finalidad de un profesional es llevar a buen término aquello a lo
que está encomendado(a), entiéndase que un médico es buen médico
cuando logra resultados de sanar a sus enfermos, lo mismo deviene
con un arquitecto quien debe realizar buenas construcciones, un
abogado el que debe liberar de culpa a sus defendidos o cualquier
profesional. Entonces, ¿por qué habrá de ser bueno(a) un(a)
profesor(a) cuando NO tiene buenos resultados?… ¿por qué habrá de
mantenerse indemne en el sistema educacional si no produce lo que
de él o ella se espera?
Ahora bien, en el sistema educacional subvencionado, si bien existe la
posibilidad de remoción del profesor(a), la medida en sí se ve
presionada a que si el director decide remover de su puesto al
profesor(a) que no aporta al logro de los objetivos tratados en los
planes de mejora durante el primer semestre, el sostenedor debe
indemnizar al profesor(a) removido(a) de sus funciones hasta el 28 de
febrero del año siguiente, lo que implica un gasto al que la gran
mayoría de los sostenedores no están dispuestos a realizar y deciden
esperar hasta final del año para avisar a dicho(a) docente que a partir
del 28 de febrero próximo queda desvinculado(a) de la labor en el
establecimiento educacional, pero ¿qué pasa con los efectos de un
mal desempeño docente a lo largo de un año en los alumnos(as) que
recibieron la atención de dicho(a) profesor(a)?
Desgraciadamente, los efectos negativos de un deficiente desempeño
docente en los alumnos(as) son, muchas veces, irreparables y
siempre van dejando huellas en los(as) alumnos(as) que repercuten
en un menoscabo en los aprendizajes posteriores, debido a que la
educación es una seguidilla de aprendizajes que están entrelazados.
Los no-aprendizajes se convierten en vacíos que merman la
posibilidad de adquirir otros nuevos aprendizajes, y así llegan dichos
estudiantes hasta la educación superior con falentes aprendizajes que
no son capaces de sustentarse en el tiempo, por la incomprensión en
el sujeto estudiante de lo que ha aprendido, por la imposibilidad de
encadenar los aprendizajes previos con las actuales adquisiciones
cognitivas, por la imposibilidad de apoyarse en bases sólidas de
aprendizaje.
Entonces ¿de qué vale todo el esfuerzo que los directores(as) han
intentado hacer apoyándose en los modelos de gestión de calidad
que a su alcance han estado?
Conclusiones
Este es un problema que claramente entrampa a la gestión
educacional y, por cierto, no permite que los resultados de la
educación cambien. Esto debiera zanjarse por medio de la
evaluación docente, pero hasta este punto nuevamente se
enfrentan dos posiciones: a) aquella de la Evaluación del
Desempeño Docente que evalúa directamente lo que hace el
profesor(a), basándose en el Marco para la Buena Enseñanza; b)
aquella que determina el logro profesional de los docentes en base
a los resultados obtenidos por los alumnos(as) en las pruebas
estandarizadas SIMCE. Para la primera, se esgrime que los
profesores(as) preparan sus clases sólo para la ocasión de la
Evaluación Docente e, incluso, el portafolio lo mandan a hacer, es
decir, no es producción propia y que después vuelven a sus
antiguas prácticas e improductividad. Para la segunda posición, se
enarbola la tesis del capital cultural. Cabe destacar algunas de
estas posiciones a partir de diversas investigaciones:
Los componentes más significativos de las variaciones del
rendimiento escolar entre escuelas son los internos,
específicamente, el desempeño de los profesores(as), en
desmedro de otras variables (Hanushek, Kain & Rivkin, 1998)
Bibliografía
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www.unesco.org/new/es/unesco/