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Desde ya, la tecnología por sí misma no cambia nada, ninguna herramienta se presenta
ante la sociedad como nacida y creada por sí sola y le señala qué función debe tener en
ella. De por sí, si tomamos el origen griego de la palabra, tekné, veremos que puede ser
igual de considerada para los términos de arte, técnica y oficio, por lo que el pizarrón y la
tiza ya formarían parte del material técnico/tecnológico. Por el lado del término “nuevas
tecnologías”, es innegable el avance de múltiples dispositivos que se presentan como
posibilidad para ser incorporados en los procesos dentro del aula: el sistema educativo debe
estar dispuesto a utilizar estas herramientas para mejorar, perfeccionar, innovar en
modalidades de enseñanza y aprendizaje, formas de evaluación, estructuras disciplinarias y
organizativas asumiendo estos avances, pero las dificultades y los obstáculos para
conseguirlo no son menores.
Sin embargo, es frecuente un mito en el sentido común que señala que irremediablemente
“la sociedad debe adaptarse a las nuevas tecnologías, y los alumnos deben prepararse para
trabajos que aún no existen”, como si no existiera una trama política y social que a través de
su desarrollo vaya posibilitando las condiciones para su creación y divulgación y teniendo en
cuenta sus propias necesidades: un avance de la tecnología que puede, por un lado, ser
pensada para un mayor desarrollo del bienestar, y por otro, con el sólo fin de beneficiar a
una minoría que se impone sobre otra a través de las relaciones de poder.
Riccardo Petrella, politólogo italiano, señala que una de las trampas que deben evitarse y
que intenta imponerse a modo global es la creencia de la subordinación de la educación
frente a la tecnología: el autor enfatiza que desde los años 70’ habita la idea de que la
tecnología es el principal motor para los cambios de la sociedad. Así, los dirigentes han
impuesto la tesis de su primacía y de la emergencia de que hay a adaptarse a esta. Por eso
es importante discutir esta red de significaciones ya que, como dice Barthes, el mito de
ninguna manera se trata de una esencia abstracta, de lo contrario “es una condensación
inestable, nebulosa, cuya unidad y coherencia dependen sobre todo de su función”. La
postura utópica de que las nuevas tecnologías determinan a la nueva sociedad y que, al
mismo tiempo, la vuelven más justa, más transparente, más solidaria, más próspera,
producen un optimismo exagerado: la herramienta tecnológica no va a proponer algo que no
se encuentre ya en una trama social que la anteceda.
Las nuevas tecnologías, en sus distintos formatos, pueden cumplir muchas y distintas
funciones en los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero lo importante es saber para
qué, y de qué modo. Por lo tanto, no hablamos de adaptar sino de incorporarla
estratégicamente, y siempre teniendo en cuenta la cuestión fundamental: los objetivos
pedagógicos y el sentido didáctico del proyecto educativo y su consecuente proceso áulico
en una sociedad determinada.
Barthes, Roland (1957): “El mito, hoy” en Mitologías. Hay varias ediciones.
Daniel Brailovsky y Victoria Orce (coord.) (2018): “El “docente del futuro” en el proyecto
“Unicaba”. algunas notas pedagógicas desde la reflexión colectiva”, en Observatorio
Participativo de Políticas Públicas en Educación (OPPPEd)- FFyL-UBA.
Petrella, Ricardo (2000): La enseñanza tomada de rehén. Cinco trampas para la Educación.
En Revista Iberoamericana de Educación. Nº 36/3, 25 de junio 2005 (edición original en Le
Monde Diplomatique).