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ESTABLECIDOS EN FE

Es importante que cada uno de nosotros esté “establecido en la fe” (Colosenses 2:7).

Si estamos sólidos en nuestra fe, no seremos movidos fácilmente del corazón y los propósitos
de Dios.

Una ilustración ayudará a dejarlo claro. Imagine nacer siendo el hijo de un rey, heredero del
trono del reino que usted está destinado a gobernar. Pero inmediatamente después de su
nacimiento, alguien le rapta y le lleva a una zona remota en el campo, lejos del palacio. A
medida que esos sinvergüenzas le crían, repetidamente afirman que usted nació en la pobreza
y que es un simple, un fracasado y, lo más importante, un esclavo. ¿Cuál sería el resultado?
Aunque usted fuese de descendencia real, crecería viviendo, actuando, hablando y pensando
como un esclavo.

Por años, su padre, el rey, ha enviado grupos de rescate para buscarlo continuamente. Un día,
después de casi dos décadas de rastrear el vasto reino, uno de los grupos de búsqueda lo
localiza y libera, y lo lleva a su hogar en el palacio. Hay una inmensa celebración porque el
heredero del trono ha regresado a su legítimo lugar.

Aunque ya esté en su lugar legítimo en la vida, serían necesarios una extensa formación y
reprogramación para cambiar sus patrones de conducta de esclavo a ser un heredero del
trono. ¿Puede imaginar su primer día en el palacio? Usted se levantaría de la cama y se
dirigiría a los jardines y los establos reales para que le dieran su desayuno. Al regresar al
palacio con frutas, verduras y leche fresca, sus asistentes preguntarían:

— ¿Qué hace usted, señor?

Usted respondería: —Agarrando el desayuno.

Ellos dirían: —Pero usted tiene sirvientes para hacer eso, incluyendo al chef real, quien hace
los mejores platos en el país.

Poco después, usted iría a su cuarto para hacer la cama, ordenar el cuarto y lavar su ropa en la
bañera. Una vez más, sus asistentes preguntarían:

—Señor, ¿qué está haciendo? —Estoy ordenando mi cuarto y lavando mi ropa. —Pero usted
tiene sirvientes para limpiar su cuarto y lavar su ropa—dirían ellos.

Cuando usted había estado cautivo, no había elección en cuanto a esas tareas, era la única
forma en que se le permitía a usted vivir. Era obligado a agarrar la comida de su cruel amo, a
comerse las sobras, y a lavar la ropa de ellos, y por supuesto la suya propia. Usted era un
esclavo de los bajos fondos en todos los aspectos.

Su conducta en el palacio ese primer día sería radical, pero fácilmente alterada. No sería difícil
convencerle de que permitiera que los asistentes hicieran la limpieza y la comida, sin embargo,
lo que hubiera sido inculcado en lo profundo de su ser por años sería más difícil de tratar.
Habría que ocuparse de sus procesos generales de pensamiento en niveles más profundos. Su
manera de pensar, de relacionarse con la gente y de tomar decisiones tendría que ser
confrontada y cambiada. Su mentalidad de esclavo tendría que ir eliminándose capa por capa
y sustituida por una mentalidad de príncipe. Aunque usted es el heredero del trono, en
muchos niveles continuaría viviendo del modo en que le habían enseñado. Su subconsciente
tendría que ser reprogramado si tuviera que pensar como un príncipe. Tendrían que enseñarle
su nueva identidad y lo que significa tener los recursos de un príncipe. Eso llevaría tiempo y
esfuerzo.

Eso es exactamente lo que Pablo afirma. Cada uno de nosotros nació esclavizado a lo
“ordinario”. Ahora debemos ser liberados para pensar y creer “extraordinariamente” Pablo
desea “suplir lo que le falta a su fe” (1 Tesalonicenses 3:10, NVI).

Si creemos que no somos distintos a quienes no han sido liberados por la gracia de Dios,
viviremos como ellos lo hacen: En lo ordinario. Viviremos del modo en que fuimos entrenados,
cautivos del sistema de este mundo. Sin embargo, si permitimos que la Palabra de Dios cambie
el modo en que nos vemos a nosotros mismos, y lo creemos verdaderamente en nuestro
corazón, entonces comenzamos a vivir como la realeza del cielo: ¡En la esfera de lo
extraordinario!

¡Usted es un heredero del Rey del universo! Usted es parte de la realeza. Ha sido distinguido
como la clase dirigente de Dios de hijos e hijas. Debemos saber esto y creerlo en nuestro
corazón, porque solamente entonces podemos tener acceso al poder de la naturaleza divina y
dar gloria a nuestro Padre en el cielo.

Todo se trata de creer la verdad sobre nosotros mismos, porque si no creemos, no tenemos
acceso a las increíbles provisiones de la gracia de nuestro Dios.

LA GRANDEZA DE SU PODER

Veamos con mayor detenimiento el papel de la fe en el inherente poder de nuestra nueva


naturaleza, al igual que cómo la fe trae a la tierra las provisiones del reino.

La palabra creer es la clave. En otras palabras, este poder sólo está a disposición de quienes
tienen fe. Pablo básicamente ora: “Pido a Dios que les otorgue la capacidad de saber quiénes
son ustedes por la gracia de Dios. ¿Por qué? Para que puedan tener una fe que vence la
influencia y el poder del mundo”.

Juan arroja más luz sobre esto:

Sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (1 Juan 5:3-4).

La razón de que los mandamientos de Dios no sean gravosos o demasiado difíciles es porque
se nos ha otorgado mediante la gracia la capacidad de guardarlos. Las leyes de Dios ya no nos
refrenan, como al pueblo del Antiguo Testamento, sino más bien somos capacitados parar vivir
deleitosamente en los caminos de Él. Y a esta capacidad se tiene acceso solamente por la fe.
Por eso, Juan declara que la “fe" es la victoria que vence la tenaza del mundo que mantiene a
todos los no creyentes esclavos del pecado. Por esta razón, se nos dice: “porque por fe
andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). En otras palabras, vivimos por lo que creemos y no
por lo que vemos, oímos, gustamos, tocamos u olemos. Todo lo que va en contra de la Palabra
de Dios está sujeto a cambio. Solamente su Palabra es eterna; por tanto, nuestro enfoque está
en lo que Dios dice y no en las circunstancias siempre cambiantes.
La palabra griega para poder es dunamis. Se define como fortaleza, capacidad y poder. El
Thayer's Greek-English Lexicón define esta palabra como “el poder que reside en una cosa por
virtud de su naturaleza”. Esta definición va en la misma línea de lo que Pablo oraba. Es poder
inherente. Recordemos del evangelio de Juan: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia
sobre gracia” (Juan 1:16). La gracia de Dios nos dio una nueva naturaleza, nada menos que la
plenitud de Él, y su inherente poder es el mismo poder que resucitó a Jesús de la muerte. ¡Es
casi demasiado bueno para entenderlo!

FE EN SU NOMBRE

La Iglesia primitiva no tenía la ventaja de idear excusas que les robasen a ellos mismos o a
otros la fe. He mencionado esta historia anteriormente, pero vale la pena echarle otro vistazo.
¿Recuerda al hombre cojo que mendigaba dinero en la entrada del templo?

El problema fundamental es que nos hemos desconectado del fluir de la gracia. Puede que
tengamos fe para creer que la gracia de Dios nos ha perdonado de todo pecado y nos ha
salvado de un infierno eterno, pero hay otras áreas de la salvación, como el poder de nuestra
nueva naturaleza, el poder para caminar en santidad y el poder para traer la voluntad del cielo
a la tierra para satisfacer las necesidades de la humanidad.

La siguiente es una ilustración para aclarar lo que estoy diciendo. Digamos que hay un río que
discurre por varios campos administrados por distintos agricultores. El propietario de todas las
tierras es también el gobernador de la región y arrienda las parcelas de terreno a esos
diferentes agricultores. El clima es muy seco en esa región, así que es necesaria el agua del río
para que pueda haber cualquier cosecha. Cada uno de los agricultores tiene diferentes
cultivos, tal como se ilustra a continuación:

Como puede ver, un agricultor cultiva trigo, otro soja, otro cebada, etc. Sin embargo, sólo un
agricultor ha sido lo bastante sabio para conectar una tubería desde el río hasta su campo e
instalar aspersores para regar sus cultivos. Los otros agricultores no se han conectado al río.
¿Cuál es el resultado? Sólo el trigo del campo del agricultor se riega, y con el paso del tiempo
su campo se desarrolla y produce cosechas. Sin embargo, los otros campos no se desarrollan,
su terreno queda inactivo, y finalmente se agrieta.

El gobernador de toda la región finalmente llega para inspeccionar los diferentes campos.
Elogia al agricultor que conectó su campo al río; sin embargo, reprende a los otros agricultores
por desperdiciar el terreno que él les había confiado. “¿Por qué no conectaron sus campos al
río? ¿Por qué desperdiciaron el terreno?”.

Ahora cambiaremos un poco nuestra ilustración. En lugar de campos de trigo, soja, cebada,
maíz, etc., ahora tenemos campos llamados “perdón de pecados”, “vida santa”, “sanidad”,
“recursos para satisfacer las necesidades de la humanidad” y “gobernar en vida”. Hay también
otros campos, pero ya se hace usted una idea. En lugar de una región de varios agricultores,
ahora es el corazón de un creyente, tal como se ilustra a continuación.
PERDON DE PECADOS

VIDA SANTA

SANIDAD (SALUD DIVINA)

RECURSOS PARA SATISFACER NECESIDADES

GOBERNAR EN VIDA

OTRAS ÁREAS

En este escenario, una vez más una granja, “Perdón de pecados”, está conectada al río de la
gracia mediante la tubería de la fe. Por tanto, es el único campo del corazón de este creyente
que está regado. De nuevo, sólo este campo se desarrolla, y los otros se secan y no producen
cosechas. Tal como antes, ¿cuál es el factor determinante de los diferentes resultados? ¿Por
qué un campo se desarrolla y el resto queda inactivo, aunque el río discurre al lado de cada
uno de ellos? Es la tubería de la fe. Todos los campos podrían haberse desarrollado por la
misma agua de gracia desde el mismo río, pero sólo un campo estableció acceso a él.

Cada uno de estos campos representa las diferentes áreas de la vida que la gracia afecta y
cambia. Este creyente puede que haya abierto su corazón a un área de la gracia —“Perdón de
pecados”—, pero ha dejado fuera la gracia de otras áreas de la vida que necesitaban
capacitación debido a la incredulidad. No ha habido conexión mediante la fe a la santidad, la
sanidad, los recursos para satisfacer las necesidades de la humanidad, gobernar en vida y más.

¿Qué sucederá el día del juicio cuando Jesús llegue para examinar los campos de nuestras
vidas? ¿Cómo le diremos que escogimos no creer la Palabra de Dios a favor de excusas que
invalidaron el poder de su gracia? ¿Cómo le explicaremos que no proclamamos el completo
poder de la gracia para que quienes nos escuchan pudieran ser más fructíferos? ¿Qué diremos
a Aquel que pregunta: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:31).

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