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Problemas del Mundo Contemporáneo

Unidad X: El siglo XX (a)

A partir de este encuentro, en el que comenzaremos a analizar los


fenómenos destacados del siglo XX, la propuesta de las clases se
concentrará en señalar una serie de cuestiones de central importancia que
los alumnos deberán profundizar con la lectura de los textos obligatorios
que figuran en el programa.

Tomaremos como modelo la división tripartita propuesta por


Hobsbawm en su libro, Historia del siglo XX, según la cual este período
puede ser organizado en función de los siguientes momentos:

 El período comprendido entre las dos Guerras Mundiales (1914-


1945) que inaugura una ruptura con la era de prosperidad y
progreso experimentada en el siglo anterior. Acompañada a su vez
de una nueva marca histórica, aquella de las crisis y catástrofes.

 El período de la II Posguerra, es decir, entre 1945 y 1960/65. En


este destacan las transformaciones sociales y el crecimiento
económico.

 Por último se extiende aquel período que se inaugura con el Mayo


Francés, con el avance de procesos de desintegración social, crisis e
incertidumbre que se recrudecen tras la caída del muro de Berlín, el
fin de la URSS y de la Guerra Fría.

En esta clase nos concentraremos en algunos aspectos del primer


período, particularmente aquellos que marcan el ritmo de lo que vendrá.
Esto no implica que los elementos que no mencionemos o profundicemos
no sean de importancia. En otras palabras, haremos un recorte con fines
operativos para la organización de esta clase y daremos los lineamientos
principales para que los alumnos puedan leer el texto completo de
Hobsbawm sobre la historia del siglo XX.

1. Junio 1914: asesinato


2. Propaganda Francesa: ¡No pasarán!
del Archiduque
Francisco Fernando

3. Propaganda I Guerra Mundial: El equilibrio europeo en 1914 y la neutralidad italiana


De acuerdo a la hipótesis de Hobsbawm el período que trataremos
en esta clase, que va de 1914 a 1945, puede ser pasible de una
subdivisión. Por una lado el avance de la I Guerra Mundial y de la
Revolución Rusa. Por el otro, la emergencia del fascismo, el
nacionalsocialismo y ese breve paréntesis que fue la alianza entre el
capitalismo y el comunismo para derrotar a estos últimos.

Las imágenes que hemos seleccionado son representativas del clima


político que devendrá en el centro de todas las preocupaciones sociales,
culturales, económicas y políticas de la época que inaugura la I Guerra
Mundial.

El cisma provocado por la Guerra tiene un efecto prospectivo


impensable en la época. La dimensión de su peso rupturista no deja nada
en pie de lo hasta entonces aceptado y establecido: “[…] marcó el
derrumbe de la civilización (occidental) del siglo XIX.” (Hobsbawm,
1995:16)

Con ello a lo que Hobsbawm alude es al poder real y simbólico que


la experiencia de la Guerra adquiere, su capacidad de minar tanto los
logros políticos, económicos y sociales como al entramado de ideas
que sirve de principio legitimador de esta civilización burguesa.
También cambia el equilibrio entre los Estados y esto implicará la
posibilidad, para algunos, de liberarse de las dependencias coloniales
como, para otros, de introducirse en procesos revolucionarios, como será
el caso de Rusia. A su vez, al interior de estos Estados el esfuerzo de
guerra implicará una concentración de las actividades y una desviación en
su agenda pública.

Se desata una crisis económica a escala mundial y el sistema


democrático liberal se tambalea dirigiéndose estrepitosamente hacia
su fin: una serie de descuidos le implicarán la aparición de problemas a
largo plazo vinculados al reforzamiento de las prácticas de agrupación y
libertad de conciencia de los sectores populares, el descreimiento en los
principios liberales que habían sostenido las promesas políticas y
económicas de la burguesía las vez que una aguda sensación de crisis y
desconfianza respecto a la sociedad y cultura burguesa que conducirá a la
consolidación de sistemas alternativos al capitalismo burgués.

4. Soldados británicos en la I Guerra Mundial

Según lo destaca Hobsbawm podemos decir que la “era de matanzas”


que tiene comienzo en 1914 instala en la vida de sus contemporáneos un
elemento novedoso pero también propio de la sociedad de masas: la
democratización de la guerra que implica la masividad del alistamiento
y, por consiguiente, de las victimas que se cobra en el frente occidental
(Véase imagen 4).1

Otro elemento fundamental que se suma a dicha democratización, y


confluye en al incremento de la dimensión brutal de la contienda, es la
tecnologización que contribuye en la impersonalidad de la muerte que se
controla a distancia. Asimismo, el lugar de la propaganda será central a lo
largo de la I Guerra Mundial porque se hace necesario convencer a la
opinión pública de la validez y necesidad de la movilización de todas sus
partes.

En general, ésta se concentra en destacar la necesaria defensa frente a


una serie de amenazas a la unidad y supervivencia de sus respectivas
naciones. Así la contienda cobra legitimidad entre la opinión pública
como una defensa de la civilización contra la amenaza de la barbarie –
de ahí que en la propaganda francesa que incorporamos se lee “No
pasarán”.

A pesar de ello, no es ideológico el motivo que lleva a las potencias a la


confrontación: a raíz de la fusión de la política y la economía bajo la era
del imperio la competencia entre naciones cobra un nuevo sesgo que
consiste en la búsqueda sin límites de crecimiento.

Esta búsqueda se trasladará inevitablemente al campo de las


rivalidades políticas, en una suerte de tironeo por alcanzar la cima en el
concierto de las potencias mundiales (véase imagen 3). Como señala
Hobsbawm, esta conflagración total decanta en un resultado
diametralmente opuesto al anhelado: tanto vencedores como vencidos
padecen la ruina. Los primeros quedan en bancarrota y agotados

1
En la Primera Guerra Mundial el número de muertos asciende a 10 millones y en la Segunda Guerra a 54
millones.
materialmente. Los segundos son víctimas de distintos procesos
revolucionarios.

“La guerra masiva exigía una productividad masiva” (Hobsbawm,


1995:53). En otras palabras, la dimensión masiva de la movilización solo
puede surgir en el contexto de economías modernas industrializadas que
puede sostener el increíble esfuerzo que demanda la guerra.

Se requiere de una enorme mano de obra en una situación difícil


considerando que la mayoría de los jóvenes en edad de trabajo se han
alistado disminuyéndose así el número de la población activa, lo cual
favorece la incorporación de la mujer a las filas obreras, por ejemplo. Pero,
y aún más importante, lo inesperado o novedoso de este fenómeno se
manifiesta con mayor crudeza en los problemas que se desprenden de la
necesidad de financiar la guerra.

Si la cara positiva de la incorporación de la técnica al esfuerzo de


guerra es que favorece el desarrollo de la industria pesada y el progreso
técnico, su contracara negativa radica en los enormes costos en los que
incurren los estados nacionales para financiarla.

El único país que se ve beneficiado económicamente por la contienda es


Norteamérica, ya que frente al debilitamiento económico de sus
competidores pasa a ser una economía industrial dominante y principal
acreedor del mundo occidental capitalista.

Por su parte, Rusia es el primero de los regímenes de Europa central


que se hunde bajo el excesivo peso que representa el esfuerzo de guerra.
La revolución de 1905 ya la prepara para lo que será el levantamiento
revolucionario de 1917. Para este entonces el gran logro es el de hacer
sobrevivir a la Rusia soviética, aunque el nuevo régimen sólo alcanza a
declarar el socialismo como objetivo y declarar el control obrero sobre la
gestión de la empresas. Sin embargo, la Revolución de Octubre en poco
tiempo logra conmocionar a todo el mundo. Analizaremos con más detalle
sus características y alcances en la clase XI a la luz de las reflexziones de
Fitzpatrick.

Si bien el fin de la Guerra es conocido como el de la victoria total,


la misma representa la derrota de la Europa liberal y burguesa porque
dadas las condiciones económicas, políticas y sociales que deja tras de sí,
lo que se impone en la agenda política y económica no es la restitución del
sistema liberal sino una serie de alternativas más flexibles que permitan la
reconstrucción del equilibrio entre las naciones.

Esto último se observa plasmado en las condiciones de paz que se


establecen en el Tratado de Versalles que tiene por espíritu sellar el final
de la Guerra; entre los elementos que más se destacan por su largo
alcance se observan:

 Se plantea de manera explícita y se estipulan las medidas


necesarias para que Alemania se mantenga bajo el control de los
vencedores. Las duras condiciones de paz que se le imponen a
este Estado se legitiman bajo la asignación de la responsabilidad
absoluta de la Guerra y sus consecuencias.

 Se estipula la reorganización del mapa europeo. Además de la


preocupación por reorganizar los territorios cuyos estados
nacionales quedan destruidos y mantener controlada a Alemania,
la preocupación que se observa es la de establecer una suerte de
“cordón sanitario” que permita encapsular a la Rusia
revolucionaria.

 Se busca organizar una relación de fuerzas entre los estados


nacionales que favorezca la prevención de un futuro conflicto
bélico de gran magnitud.
Sin embargo, como bien lo señala Hobsbawm “Las pocas
posibilidades de paz que existían fueron torpedeadas por la negativa
de las potencias vencedoras a permitir la rehabilitación de los
vencidos.” (Hobsbawm, 1995:43) En consonancia con esto se observa que
la crisis del 29, conocida como la Gran Depresión no sólo pone a prueba
sino que opera ensanchando las fisuras que se dan en los sistemas
políticos y económicos que comenzaban a lograr recuperarse de los
avatares de la guerra.

El caso de Alemania es particularmente significativo en la medida en


que la sumatoria de las represalias expresadas en Versalles y la crisis
hallan el camino para el avance y encumbramiento de los sectores más
reaccionarios de la extrema derecha y el sector militar.

En esta fotografía se observa a trabajadores norteamericanos


portando carteles en sus cabezas que indican sus oficios, como modalidad
de búsqueda de
empleo.

Esta es una de
las típicas imágenes
que se repetirán en el
contexto de la Gran
Depresión, momento
signado por
hundimiento de los
precios agrícolas y la
generalización del
desempleo. Cuando
parecía que la economía mundial repuntaba tras los avatares de la I
Guerra, se inicia un proceso de crisis en el que el derrumbamiento del
sistema capitalista parece irrefrenable.
Dos son los elementos que no permiten que el aparente repunte de
la economía de posguerra se consolide:

a) Se incrementa el desequilibrio de la economía mundial al


ensancharse el crecimiento económico de los Estados
Unidos frente al resto de las economías capitalistas que
dependen de estos.

b) A pesar de que las situaciones económicas locales mejoran


no logran generar una demanda suficiente para sostener
un crecimiento productivo sostenido.

El ahorro privado es prácticamente inexistente tras la I Guerra, lo


cual fomenta la vulnerabilidad del sistema financiero europeo que ostenta
una gran dependencia de la afluencia de préstamos extranjeros,
particularmente norteamericanos. La demanda se muestra menor que la
capacidad de producción de productos básicos con lo cual descienden los
precios. Entre 1929 y 1931 caerá la producción industrial y se dará una
crisis en la producción de artículos de primera necesidad.

La vieja economía liberal no facilita respuestas para encontrar una


rápida solución a estos problemas y de ahí la percepción de que el sistema
capitalista fenece. La solución se encuentra en una suerte de cambio de
rumbo asociado a la introducción del Estado en el curso de la economía de
la mano de la planificación: se abandona el patrón oro y el libre comercio y
las decisiones económicas quedan subsumidas a preocupaciones de orden
social.

El énfasis en la implementación de políticas públicas tendientes a


paliar las altas tasas de desempleo también se vinculan a preocupaciones
de orden político. El hecho de que la URSS demostrara estar fuera del
alcance de la crisis por ser portadora de un sistema alternativo al
capitalista, disparaba el temor de la dirigencia de los países europeos de
que se extendiera el socialismo y las demandas de un cambio
revolucionario entre los sectores perjudicados por la Depresión.

La contracara política de la implementación de las medidas


necesarias para frenar la crisis económica y social se encarnará, de
acuerdo a lo señalado por Hobsbawm, en tres manifestaciones:

a) El avance de la alternativa comunista sobre grandes


contingentes sociales, particularmente entre los sectores
populares.

b) Una propuesta, que ya esta siendo practicada para salir de


la crisis, que permita combinar los principios del desarrollo
capitalista con la planificación estatal. Esta aparece de la
mano de la socialdemocracia moderada, como una tercera
vía entre el liberalismo clásico y el comunismo.

c) La tercera opción es la del fascismo y su versión más


radical que cobra forma bajo el nacional socialismo en
Alemania.

Al hundimiento de los pilares económicos del mundo capitalista se


suma, entonces, la caída en desgracia de sus instituciones. Asimismo, el
correlato ideológico de la serie de crisis y catástrofes que trae aparejada
aquella Guerra que se bate en defensa de la civilización, es el derrumbe de
los valores que hasta ese momento se erigen como los pilares de la
civilización mundial.

A este respecto Hobsbawm destaca que lo que se observa es un


corrimiento de izquierda a derecha una vez que fracasan los focos
revolucionarios de inspiración comunista que se desatan entre 1918-
1919, particularmente en Italia y Alemania (Hobsbawm, 1995:118). En
este contexto es que emerge el nuevo fenómeno que se identifica con el
fascismo: una derecha que, a diferencia de la tradicional, se organiza como
partido de masas y que si apela al pasado tradicional es para darle
sustento a un mito de origen, pero tiene por horizonte la inauguración de
un nuevo estilo de conducción política de la mano de líderes cuya
identidad represente al hombre hecho a sí mismo, laico y legitimado por el
apoyo de las masas. Según Hobsbawm, su capacidad de triunfo sobre el
liberalismo debe rastrearse tras la combinación de:

- valores conservadores y principios nacionalistas.

- técnicas de la democracia de masas.

- ideología innovadora que promueve la violencia irracional.

- identidad política forjada como alternativa al liberalismo y


el comunismo.

En la clase XII analizaremos las particularidades de éste fenómeno,


en especial en lo que hace a su versión alemana, tomando como referente
el texto de I. Kershaw que se menciona en el programa de la materia. Lo
que nos interesa destacar en este caso es la manera en que se genera un
terreno para el avance de estas formas de gobierno básicamente en
consonancia con la creciente vulnerabilidad del sistema de la democracia
representativa.

En este proceso se puede vislumbrar cómo van siendo horadadas las


condiciones principales para que su grado de representatividad mantenga
su vigencia:

- Gozar del consenso y la aceptación generales.

- Existencia de un grado de compatibilidad entre los


componentes del pueblo.

- Ejercer una actividad de gobierno centrada particularmente


en el control y no así en la intervención o planificación.
- Creciente riqueza y prosperidad.

Las circunstancias que se desarrollan entre 1914 y 30 no hacen más


que minar las condiciones de existencia de los sistemas democráticos, pero
es donde se combina la crisis de todos estos factores donde emergen el
fascismo y el nacionalsocialismo.

En este escenario de debilitamiento de las democracias liberales


el principal enfrentamiento a nivel mundial que a la larga conducirá a
un nuevo enfrentamiento bélico se jugará en el orden del choque
entre las fuerzas del progreso y las de la reacción (Hobsbawm,
1995:150) No será solamente el descontento de los vencidos y de los
menos favorecidos por la Gran Guerra el que conduzca a la II Guerra
Mundial.

En la década del 30 se da una superposición de fenómenos que


ponen en jaque el débil equilibrio entre las naciones: la guerra civil en
España, el avance de Alemania sobre Checoslovaquia y Polonia, su
participación a favor del frente franquista junto a Italia, la invasión
italiana a Etiopía y la japonesa a Manchuria. A pesar del fantasma de la I
Guerra Mundial y de lo que podría implicar tener por enemigo a la
Alemania nazi, los países del occidente europeo no pueden mantenerse al
margen de una nueva confrontación internacional por mucho tiempo.

Con el objeto de salvar la democracia, dejan tras de si sus


diferencias con la URSS con la que se une contra su enemigo común; de
hecho, es el ejercito rojo el que salva a la Europa Occidental de la amenaza
nacionalsocialista. Lo que es aún más interesante es la manera en que
esta alianza significará en la recuperación a largo plazo de las democracias
occidentales.

En términos de Hobsbawm: “Una de las ironías que nos depara este


extraño siglo es que el resultado más perdurable de las revolución de
octubre, cuyo objetivo era acabar con el capitalismo a escala planetaria,
fuera el haber salvado a su enemigo acérrimo, tanto en la guerra como en
la paz, al proporcionarle el incentivo – el temor – para reformarse desde
dentro al terminar la segunda guerra mundial y al dar difusión al concepto
de planificación económica, suministrando al mismo tiempo algunos de los
procedimientos necesarios para su reforma” (Hobsbawm, 1995: 17)

En la próxima clase haremos un paréntesis evolutivo y nos


detendremos en el estudio de la Revolución Rusa de S. Fitzpatrick.

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