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Las infamias y los desafíos de nacer niña

en Colombia
Las cifras de violencia evidencian la desventaja de nacer niña. Sin embargo, hay
esperanza. 

Hay niñas que a pesar de ese probable oscuro destino, sueñan con un futuro mejor. Foto: Juan Manuel
Vargas / EL TIEMPO

Por: Simón Granja
 
15 de mayo 2018 , 04:22 p.m.
El doctor afirma con la cabeza mientras les muestra en la pantalla la figura difusa
de un feto a los padres y les dice: “Es niña”. Dependiendo del país en el que se
presente esta situación, el futuro de ese ser humano en gestación será más
difícil o menos. Es decir, es la combinación del lugar de nacimiento y el
cromosoma del feto lo que determinará en gran medida su destino. Colombia no
es el peor país para nacer niña, pero está muy lejos de ser el mejor.
Según el índice de oportunidades para las niñas plasmado en el informe ‘Ni una
más’, de la ONG Save the Children, Colombia ocupa el puesto 75, y Níger es el
peor país para ser niña, en el puesto 144, y Suecia el mejor, en el primer
puesto. Es decir, está en la mitad del índice, lo cual no resulta esperanzador
porque la situación en el mundo es preocupante.

Y es que el destino de ese ser humano que aún no ha nacido está marcado en
cierta medida por las probabilidades que rigen el mundo. La vida de un feto con
cromosoma XX será mucho más difícil afuera, en el mundo exterior, que si su
cromosoma hubiera sido XY, el masculino.

La mayor parte de las niñas están en desventaja y sufren discriminación de género

en el mundo
Si la genética determinó sexo femenino, es más probable que sea víctima de
violencia sexual, de violencia intrafamiliar, de poco acceso a servicios básicos, a
explotación laboral, a matrimonio forzado, a ser discriminada en las escuelas, en
los sistemas de salud, en el trabajo, a vivir bajo estereotipos...

No es que los niños hombres no sufran, claro que sí, pero, como la misma ONU
Mujeres asegura: “La mayor parte de las niñas están en desventaja y sufren
discriminación de género en el mundo”. De ahí que el objetivo cinco de los 17
Objetivos de Desarrollo Sostenible para transformar el mundo sea: “Lograr la
igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”.

Colombia no es para nada ajena a esta realidad, partiendo de la premisa de que


se encuentra en la región más peligrosa del mundo para las mujeres,
Latinoamérica, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Si miramos tan solo los más recientes titulares en los medios de comunicación,
encontramos la gravedad del asunto: ‘Niña golpeada, grave en el hospital Santa
Clara’, ‘Indignación por muerte y tortura de niñas en Soacha y Bogotá’, ‘La ruta
trágica de la menor de tres años agredida en Bogotá’, ‘Capturan a presunto
asesino de niña de 12 años’, ‘Sindicado de abusar de niñas en Soacha fue
capturado’, ‘Denuncian 2 nuevos casos de posible abuso sexual a niñas en
Medellín’... y así.
Pero en el mundo los titulares no son diferentes: ‘Caso Ámbar conmociona a
Chile: Niña de un año muere tras ser violada’; ‘Escándalo en el Reino Unido: más
de mil niñas fueron abusadas’; ‘Qué hay detrás de la epidemia de violaciones en
India’...
Y estos son tan solo los titulares referentes a abuso sexual y homicidio,
como los más graves, pero los problemas van mucho más allá. Incluso, se
derivan de problemas estructurales de la sociedad.
Los riesgos y desafíos
Las cifras evidencian que las niñas en Colombia están expuestas a amenazas y
peligros muy complejos. El Icbf, la Consejería Presidencial para la Equidad de
Mujer y la Fundación Plan, entre otras organizaciones, coinciden en que las niñas
son las principales víctimas de la violencia sexual.

Tan solo entre enero y marzo de 2018, de los 5.020 casos de violencia sexual
reportados por Medicina Legal, el 86 por ciento corresponden a niñas y
adolescentes, principalmente entre los 10 y los 14 años (vea gráfico ‘Las cifras de
la infamia de la infancia’).
Sin embargo, esta es una constante no solo en Colombia, sino en el mundo. Las
niñas y adolescentes tienen más probabilidades que los niños de
experimentar ciertas formas de violencia, incluida la sexual. Por ejemplo,
2.600 millones de niñas y mujeres viven en países donde la violación sexual
marital no está expresamente penalizada.

Además, resulta aún más preocupante y aberrante que la mayoría de los casos se
den en el mismo entorno familiar, cuando es en la familia donde deberían tener su
primera línea de protección.

“No podemos permitir que los violentos destruyan los sueños de nuestros niños y
niñas, y que acaben con su inocencia, particularmente en casos tan aberrantes
como el abuso sexual, en el que las niñas son las más afectadas”, expresó Karen
Abudinen, directora del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar (Icbf).
Según Save the Children, la violencia física, sexual y psicológica de género puede
ocurrir en el hogar, en las escuelas o en las comunidades; se encuentra arraigada
en la discriminación y en la exclusión.

“La violencia se comienza a gestar en la familia; el entorno más peligroso o


inseguro para las niñas y mujeres en general es el familiar: en la casa. Ahí
ocurren múltiples violencias, y esas violencias empiezan desde que tienen meses
de nacidas”, asegura Marcela Henao, asesora de género de la fundación Plan.

“Me preocupa y me causa dolor la violencia contra nuestras niñas, así como contra
los niños, porque es un claro síntoma de que somos una sociedad enferma”, es la
conclusión de la Directora del Icbf al afirmar que es vergonzoso que cada día se
abran en el instituto 66 procesos administrativos para restablecer los derechos de
niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de maltrato o abuso sexual.

Así mismo, las niñas son víctimas de diferentes violencias: desde la trata de


personas hasta la violencia intrafamiliar, sumado también al hecho de que
tienen que enfrentar serias discriminaciones por causa de los estereotipos
en los roles de género que se les asignan a las mujeres, además de las
implicaciones del embarazo en la adolescencia.

Martha Ordóñez, consejera presidencial para la Equidad de la Mujer, dice que ser
niña en Colombia significa una oportunidad inmensa de empoderarse para
construir proyectos de vida con una profunda incidencia no solo a nivel personal,
sino en el futuro de nuestras sociedades, pero también es tener que enfrentar una
serie de desafíos y riesgos importantes.

La maldición del estereotipo


Según Marcela Henao, de la Fundación Plan, es a partir de estos estereotipos de
donde se desencadena la mayoría de problemas que enfrentan las niñas. Por lo
menos, es el primer reto que enfrentan desde que nacen porque son reforzados
por las familias, por las personas que las cuidan y las rodean y por la sociedad.
“Los estereotipos de género son las principales barreras y trabas para las niñas.
Es un desafío gigante porque están en nosotros, los adultos”, dice la experta.

En ello coincide la consejera Martha Ordóñez, y explica que, desde que nacen, las
niñas tienen que asumir que la mayor responsabilidad en las tareas de cuidado del
hogar les corresponde a ellas. También enfrentan el hecho que no se les
permite u orienta para explorar campos del saber y del conocimiento
diferente a los que tradicionalmente se les asignan a las mujeres.

“En este sentido tenemos a las niñas del país luchando contra los mitos que
sostienen que las mujeres no son buenas para las matemáticas o la tecnología,
por mencionar algunos de los campos vedados para las mujeres y que están
altamente masculinizados en nuestras sociedades”, sostiene Ordóñez.

Florence Thomas, reconocida feminista, manifestó: “Las niñas llegan a este


mundo en una sociedad todavía tenazmente patriarcal y con un cuerpo sexuado
femenino..., y esto es todavía un peligro inmenso. Estamos lejos de un tiempo en
que las niñas podrán nacer sin temor. Nacer mujer es nacer con temor... Y es
necesario seguir trabajando sobre la cultura, pues me parece que es esto lo que
falta porque evidentemente somos una sociedad enferma”.
Futuro esperanzador
Por esta razón, y muchas otras más, los expertos coinciden en que las niñas
tienen que ser sujetas de especial protección. Es decir, que familia, sociedad y
Estado deben comprender y ver las posibilidades en cada una de ellas, y
reconocer que existen condiciones y contextos que las exponen a
situaciones de violencias y vulneración de sus derechos.

“Este es un compromiso que debemos recordar para comprender que las acciones
que realizamos en cualquier ámbito y escenario tienen implicaciones,
consecuencias y afectaciones para la habilidad de cada niña en el país”, expresa
Ordóñez.
Además, la consejera asegura que es importante señalar que debido a todos estos
retos, las niñas fortalecen su carácter y aprenden a empoderarse, para hacer
respetar su cuerpo, sus ideas, para abrirse espacios y derrotar la cultura de
discriminación hacia las mujeres.

No quiero ser recordada como la niña a la que dispararon. Quiero ser recordada

como la joven que se alzó.

“Actualmente creo que ellas están empezando a tener más claridad sobre todo su

potencial y lo están desarrollando; incluso, creo que las niñas en este momento

tienen más certeza que los propios niños sobre su lugar en nuestras sociedades y

sobre lo que tienen que hacer hacia el futuro para generar los cambios que

necesitamos para construir sociedades mejores y más igualitarias”, añade

Ordóñez.

Es decir, no todo son cifras de desesperanza para el cromosoma XX. Hay niñas,

como aquellas cuya historia se cuenta aquí, que se convierten en una luz y

están en las regiones más abandonadas, más pobres, más violentas. Es

importante recordar una de las frases más conocidas de la nobel de paz Malala

Yousafzai:

“No quiero ser recordada como la niña a la que dispararon. Quiero ser recordada

como la joven que se alzó”.

Simón Granja 

Redactor de EL TIEMPO @simongrma

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