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Reseñas de libros 143

A propósito de Retrospective IV to», Pierre Bourdieu busca mostrar


una exposición de Patrick Saytour, cómo funciona el campo artístico
exhibida en Montpellier en 1991, y sus problemáticas. Si bien su tra-
Inès Champey le hace a nuestro au- bajo se extiende a lo largo de 35
tor una entrevista que conforma el años de investigación sociológica,
undécimo y último capítulo de este se concentran en este libro las he-
compendio, titulado «Resistencia». rramientas y argumentos básicos
Bourdieu responde a preguntas so- para comprender su concepción
bre el trabajo anterior de Saytour, de las obras de arte como objetos
pero especialmente sobre Retros- sociales, purificados mediante los
pective iv como expresión de sub- juegos sociales desde donde se
versión, de autodesacralización, así producen, distribuyen y consu-
como de cuestiones acerca de las men; en resumen, una propuesta
reglas del juego del campo artístico. de fundamentación sociológica
Con estos once textos recopila- del valor artístico.
dos en «El sentido social del gus-

Cortina, Adela (2013): ¿Para qué sirve realmente... la ética?, Barcelona, Paidós,
isbn: 978-84-493-2877-0. Reseñado por Mikel Arteta Arilla, Universidad de Valencia.
Reseña recibida: 24 julio 2013. Reseña aceptada: 16 octubre 2013.

Quizás lo más propio de nuestro por naturaleza (la de ser seres de


ser sea nuestro ser éticos; una condi- cultura) estamos abocados al trato
ción de la que no podemos escapar con el otro; y a las segundas porque,
jamás, ni con modificaciones genéti- encarnando y promoviendo a la vez
cas ni con operaciones estéticas. La nuestra conciencia social, son las en-
posibilidad de ser morales o inmora- cargadas de regular y regir del mejor
les, pero nunca amorales, es la base modo posible nuestra convivencia.
desde la cual la autora reivindica en Ahondando en el método herme-
esta obra nuestra irrenunciable tarea néutico-crítico que abandera la Es-
de reflexionar sobre aquello que nos cuela de Valencia, la profesora Corti-
constituye como seres morales, para na aprovecha en esta obra para
potenciar lo mejor de nuestros dis- repasar exhaustivamente las bases
pares condicionamientos al tiempo de que la vida humana dispone para,
que aplacamos los más bajos instin- a continuación, poder guiar correcta-
tos. En eso consiste la tarea crítica mente nuestra irreductible vida éti-
que hay que exigir a individuos e ca. Una vida que, en su profundidad
instituciones: a los primeros porque ética, deberá preocuparse de forjar
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un carácter virtuoso, de deliberar en crisis nos hubiéramos comportado


busca de lo justo, de proporcionarse íntegramente (sobre todos aquellos
una existencia feliz y por ello digna, que ostentaron cargos de mayor res-
de cuidar de los propios sentimien- ponsabilidad), habríamos abaratado
tos, de conducirse de forma autóno- costes en dinero y sufrimiento, invir-
ma y de valorar lo que de verdad tiéndolo en lo que vale la pena, sa-
merece la pena. biendo priorizar.
El lector se ve atraído por un es- Nos adentramos luego en cómo
clarecedor y muy estimulante itinera- sería posible forjar ese carácter ínte-
rio intelectual en el que múltiples gro que la confianza social demanda
estudios, experimentos, y atinadísi- y que llevaría a quienes ostentan res-
mas referencias cinematográficas y ponsabilidades públicas a no condu-
literarias, tratan de mostrarnos y de- cirse con intereses espurios sino con
mostrarnos, persuadirnos y conven- valores. Si ser felices es estar altos de
cernos, de que estamos biológica- moral, será más fácil conducirnos ín-
mente preparados para cuidar y tegramente cuando seamos felices.
cooperar, para realizar acciones al- De ahí que forjar un buen carácter,
truistas o para conmovernos. ¿Para sobreponiéndose en lo posible a
qué sirve la ética? Tras leer el libro condicionamientos genéticos y so-
dan ganas de responder que para no ciales, sea la más noble empresa que
sucumbir a quienes tratan de retra- un individuo (o una institución) pue-
tarnos (y determinarnos) como me- da realizar. Desde la libertad cons-
ros egoístas racionales, aislados de ciente y la cordura, deberemos reco-
nuestros congéneres, y para poten- nocer y potenciar las virtudes que
ciar las mejores predisposiciones a necesita quien desea vivir bien y, si la
las que está abierta nuestra vida, des- fortuna acompaña, ser feliz.
de el resquicio de libertad que siem- A continuación, Cortina echará
pre le quedará a nuestro ser condi- mano de las ciencias para contrarres-
cionado. tar la antropológica caracterización
Comenzamos el libro con un lla- del egoísta inteligente: no somos sim-
mamiento al valor de la integridad, ples egoístas racionales como descri-
que es lo que deberemos exigir a bía Hobbes; somos, además, seres so-
personas e instituciones si queremos ciales evolucionados, genéticamente
apuntalar la base moral por antono- propensos al cuidado de los nues-
masia: la confianza. Mantener alta la tros. La ética del cuidado, o la virtud
moral de la sociedad requiere indivi- del cuidador, parece el mejor reme-
duos que actúen como es debido, dio para los desmanes mercantilistas
generando así un feedback de con- y burocratizadores de esa razón téc-
fianza e integridad que nos granjeará nica orientada al dominio de las co-
sustanciosos beneficios: si antes de la sas. Una razón que olvida nuestro
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más profundo ser social y nos desga- idea, más allá de la coacción de la ley,
rra día a día. Pero, desveladas las ba- sería más que conveniente para evi-
ses biológicas que nos empujan a tar la corrupción de quien no es vigi-
cuidar de nuestros seres más queri- lado. Pero al tiempo convendrá estar
dos –oxitocinas mediante– o a vigilantes al conformismo al que pro-
afrontar de distinta forma los dilemas penden los grupos cooperantes: la
personales y los impersonales, Corti- dejación del espíritu crítico y la ex-
na, apelando a ese resquicio de liber- clusión de quien no puede recipro-
tad consciente que nos convierte en car son dos riesgos moralmente ina-
seres capaces de valorar, preferir y sumibles.
escoger, advertirá críticamente que Por ello, aunque biológicamente
nuestro deber de compasión puede no dejemos de ser «seres vinculados a
y debe trascender el círculo íntimo nuestros antecesores por nuestra ra-
«biológicamente encomendado» (p. dical vulnerabilidad, y a aquellos de
66). Eso es lo que demanda el nivel los que debemos cuidarnos, por el
postconvencional de la teoría del compromiso» (p. 65), la ética tiene
desarrollo moral de Kolhberg, revisa- también la fundamental tarea de ense-
da y complementada por Gilligan. ñorearnos, es decir, de enseñarnos a
Para extender el cuidado urgirá cada uno a conquistar nuestra auto-
en seguida «transitar del egoísmo es- nomía. De ese vínculo, lo que se deri-
túpido a la cooperación inteligente» va es nuestro deber de conquistar so-
o prudencial, la propia del «hombre lidariamente la libertad. Y es que,
reciprocador» que llevamos dentro aunque conquistemos la libertad gra-
(como muestran diversos ejemplos cias a los otros (a sus aportaciones, a
de altruismo recíproco). Aquí, las re- su mirada) y a la experiencia de la
flexiones filosóficas, sociológicas y vida en común, será la toma de deci-
científicas, por las que la autora nos siones libres y conscientes lo que
conduce con finura, muestran que brinda a los humanos la autorrealiza-
los lazos sociales que conforman a la ción y la felicidad. La libertad ya no
persona desmienten las ensoñacio- puede ser reducida al romo individua-
nes del individualismo posesivo. So- lismo liberal de la no-interferencia
mos siempre con el otro. Por ello, si (independencia), pero tampoco a la
queremos apostar por lo más inteli- simple participación pública de pre-
gente y salir ganando siempre, más supuestos comunitaristas (más o me-
nos valdría cooperar, generando con- nos velados). Ambas facetas son fun-
fianza mutua y «capital social». No es damentales, como se recuerda con
inteligente, como demuestra la crisis Constant: sin libertades jamás podría-
y como ya advirtió Kant al «pueblo mos escrutar el camino de la felicidad
de demonios», tratar de sacar prove- y sin participación acabaremos per-
cho, «caiga quien caiga». Integrar esta diendo las estructuras políticas que
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garantizan nuestras libertades. Ambas, Una aplicación buena y necesaria


juntas, deberán sintetizar el ideal re- de ese carácter virtuoso, cuyas múlti-
publicano de la no-dominación. Ésa es ples facetas la autora viene desgra-
la línea que conduce al «reino de fi- nando capítulo a capítulo (en el or-
nes» kantiano, donde al ser humano den en que lo exponemos), es la que
se le reconoce dignidad y por ello recae en la formación de los buenos
valor, pero no precio. «En semejante profesionales, elemento nuclear de la
reino los costes de transacción serían sociedad civil. Frente a los adalides
bajísimos y las relaciones estarían pre- de la cultura científico-técnica, Adela
sididas por la confianza en que nadie Cortina recuerda, con Aristóteles,
propone dañar, sino ayudar» (p. 112), que la cultura está formada de fines
dice la autora, tratando de mostrarnos y valores que deben enmarcar cien-
la brújula a seguir. cia y técnica. Y sólo la reflexión e
Hacernos a nosotros mismos, integración de esos fines y valores
como muestra la historia del mons- puede evitar que sigamos incidien-
truo de Frankenstein y demuestran do en la deriva formativa de esos
los experimentos de Piaget o la psi- simples técnicos, quienes, teniendo
cología social de G. H. Mead, es una atrofiada su capacidad de valorar,
tarea que no podemos desarrollar defendieron alegremente los ciegos,
por nosotros mismos sino algo que corto­placistas e injustos intereses
requiere de la mirada y reconoci- de sus empresas, sumergiéndonos
miento de los demás: un otro gene- en la actual la crisis. Aprenderemos
ralizado que cada vez debe ser más que la sincera preocupación por los
amplio y abstracto. El adquirido sen- «bienes internos» de las actividades
tido de dignidad, cuando no es res- «prácticas» (las que nos ofrecen con
petado por los otros, produce la su buen hacer los profesionales) será
humillación que impele al homo el mejor modo de combatir las cons-
reciprocante a luchar por el recono- tricciones que arrostra nuestra liber-
cimiento. Una posición de depen- tad, desveladas por la teoría de siste-
dencia y vulnerabilidad que debe mas, y sus perturbaciones sobre la
despertar de una vez el valor y la confianza mutua y la justicia social.
virtud de la compasión. Más allá de En realidad, sólo si coinciden con la
la archimentada empatía, instrumen- meta de mi profesión los motivos se
to neutro, la autora de una Ética de convierten realmente en razones
la razón cordial vindica la compa- que, por lo tanto, puedan ser legíti-
sión desde la cordura, una virtud mamente secundadas. Si pretende-
que englobaría prudencia, justicia y mos universalizar la excelencia debe-
kardía o «virtud del corazón lúcido» remos tener esto en cuenta: extender
(p. 126). la educación o la formación no pue-
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de entenderse sin una mejora de la antes de votar (como requiere la re-


calidad ciudadana; y viceversa. gla mayoritaria que necesariamente
Llegando al final de este itinerario caracteriza a la democracia) por lo
que pretende desvelarnos la utilidad que acaban creyendo que es justo.
de la ética, descubrimos cómo el No obstante, puesto que no todos los
buen ciudadano, el íntegro, el cuer- ciudadanos participarán en el deba-
do, el compasivo, etc., será también te, apremia centrarse en mejorar las
el que sepa indignarse cuando la si- instituciones (prioritariamente la re-
tuación lo requiera. El que se indigna presentación política) y, al mismo
ante la injusticia para tratar de reesta- tiempo, fomentar una vívida socie-
blecer la justicia. Sólo con ciudada- dad civil que delibere en comisiones
nos virtuosos de este calibre podrá la o comités institucionalizados de acuer-
autora enfrentarse a la democracia do con la simetría que refleja la «si-
representativa de mercado (o agre- tuación ideal de diálogo».
gativa) ofrecida en su día por un En el último capítulo descubrimos
Schumpeter que pretendía analizar que no se puede llamar justo a un
con realismo nuestra autoorganiza- sistema que impida a la gente desarro-
ción política y cuadrar fácilmente llar una vida plena y que difícilmente
representación y autonomía ciudada- los ciudadanos pueden ser felices en
na (entendida, sesgadamente, como un sistema injusto. De ahí que la fun-
no-interferencia). Bastaba con que ción del gobierno (y de las institucio-
unos partidos políticos amalgamasen nes del sistema democrático mismo)
a los votantes en torno a unos pro- sea siempre la de promover la justicia.
gramas. Desechar este modelo con- Tras rechazar por totalitaria a toda
servador y elitista sin encantarse propuesta política que hable de ha-
tampoco con el ideal de democracia cernos «felices», la profesora Cortina
directa (donde el pueblo es pasto prefiere exigir al Estado que garantice
para demagogos que buscan mover las condiciones materiales básicas (la
los sentimientos más que las razo- justicia a la que apela con su famosa
nes), conduce inexorablemente a un Ética mínima, compuesta principal-
tercer modelo que supera a ambos: mente por los derechos fundamenta-
la democracia deliberativa y crítica, les) para proporcionar a la ciudadanía
que sea gobierno del pueblo. Un un bienestar básico, más o menos ob-
cuerpo ciudadano, en el que la con- jetivable, que empodere a cada cual
fianza funcionaría como «mano in- para escrutar su camino a la felicidad,
tangible» que promueve la amistad su ética de máximos. Una felicidad
cívica, es el compuesto por quienes de la que deberemos encargarnos
conforman socialmente sus intereses críticamente nosotros mismos, sin
y deliberan para tender hacia una sucumbir al hipnotismo mercantilista
especie de «voluntad común» ideal de quienes, para salvaguardar sus inte-
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reses, pretenden que confundamos salir así de esta rueda autodestructi-


con el culto al consumo. va en la que nos encontramos; para
Para promover «el florecimiento eso sirve la ética. Y el libro, para
de todas nuestras mejores potenciali- aprender esto y mucho más; y para
dades y capacidades» (p. 176) y para disfrutar.
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