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CIENCIAS SOCIALES
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CIENCIAS
Asignatura Tema  Origen del ser humano ( teoría de la evolución)
SOCIALES

Durante siglos, la incógnita de cómo han podido ir surgiendo las distintas formas de vida ha sido una pregunta que ha
fascinado a la humanidad. Alrededor de esta cuestión se han creado mitos y leyendas, pero también se han
desarrollado teorías más completas y sistemáticas.
La teoría de Lamarck es uno de los intentos más famosos de proponer una idea de la evolución de las especies en la
que no hay una inteligencia divina que dirija el proceso.

¿Quién fue Lamarck?


La persona que propuso lo que hoy conocemos como teoría de Lamarck fue Jean-Baptiste de Lamarck, fue un
naturalista francés nacido en el año 1744. En su época, el estudio de los seres vivos era una disciplina totalmente
distinta a lo que es hoy en día la biología, y es por eso que en ella se sostenían ideas relativas al funcionamiento de los
procesos naturales en las que intervenía lo divino, algo que resultaría escandaloso para los estándares científicos
actuales. Lamarck hizo que la biología se independizase en gran parte de la religión proponiendo una teoría de la
evolución en la que las inteligencias del más allá no tenían ningún papel.
¿En qué consistía el lamarckismo?
Antes de que el naturalista inglés Charles Darwin propusiera la teoría de la evolución que cambiaría para siempre el
mundo de la biología, la teoría de Lamarck ya proponía una explicación acerca de cómo habían podido ir apareciendo
las diferentes formas de vida sin necesidad de recurrir a uno o varios dioses.
Su idea era que si bien el origen de todas las formas de vida podía ser creado espontáneamente (presumiblemente por
obra directa de Dios) pero que, después de esto, la evolución se iba produciendo como producto de un proceso
mecánico fruto de las propiedades físicas y químicas de la materia con la que están formados los organismos y de su
entorno.
La idea básica de la teoría de Lamarck era la siguiente: el entorno cambia, las formas de vida luchan por adaptarse
continuamente a las nuevas exigencias de su hábitat, estos esfuerzos modifican sus cuerpos físicamente, y estos
cambios físicos son heredados por la descendencia. Es decir, que la evolución que proponía la teoría de Lamarck era
un proceso que se sostiene en un concepto llamado herencia de las características adquiridas: los padres transmiten a
los hijos los rasgos que adquieren a partir de cómo se relacionan con el entorno.
Ve amos cómo funcionaba este proceso hipotético utilizando el ejemplo
más famoso sobre la teoría de Lamarck: el caso de las jirafas que estiran el
cuello.
En un primer momento, un animal similar a un antílope ve cómo su entorno
se vuelve cada vez más seco, de modo que la hierba y los arbustos
empiezan a escasear cada vez más y necesita recurrir a alimentarse de las
hojas de los árboles con mayor frecuencia. Esto hace que estirar el cuello
se transforme en uno de los hábitos definitorios del día a día de la vida de
algunos de los miembros de su especie.
Así, según la teoría de Lamarck, los pseudo-antílopes que no luchan
por acceder a las hojas de los árboles estirando el cuello tienden a
morirse dejando poca o ninguna descendencia, mientras que los que
estiran el cuello no solo sobreviven ya que al tener el cuello estirado este se prolonga, sino que esta característica física
(el cuello más largo) es transmitida a su herencia.
De este modo, con el paso del tiempo y de las generaciones, aparece una forma de vida que antes no existía: la
jirafa.
De la simplicidad a la complejidad

Si pasamos del primer plano que supone describir el proceso por el que una generación le pasa sus características
adquiridas a la siguiente, veremos que la explicación por la que la teoría de Lamarck trata de dar cuenta de la
diversidad de las especies se parece bastante a las ideas de Charles Darwin.
Lamarck creía que el origen de las especies estaba encarnado en una forma de vida muy simple que generación tras
generación iba dando paso a organismos más complejos. Estas especies tardías acarrean los rastros de los
esfuerzos adaptativos de sus ancestros, con lo cual las formas en las que podían adaptarse a las nuevas situaciones
son más diversas y se da paso a más variedad de formas de vida.
¿En qué falla la teoría de Lamarck?
Si la teoría de Lamarck se considera un modelo desfasado es, en primer lugar, porque hoy se sabe que los individuos
tienen un margen de posibilidades limitado a la hora de modificar su cuerpo con su uso. Por ejemplo, los cuellos no se
alargan por el simple hecho de estirarlo, y lo mismo pasa con las piernas, los brazos, etc.
Dicho de otro modo, el hecho de utilizar mucho ciertas estrategias y partes del cuerpo no hace que estas adapten su
morfología para mejorar el cumplimiento de esta función, salvo algunas excepciones.
El segundo motivo por el que el lamarckismo falla es por sus asunciones acerca de la herencia de las capacidades
adquiridas. Aquellas modificaciones físicas que sí dependen del uso de ciertos órganos, como por ejemplo el grado de
musculación de los brazos, no se transmiten a la descendencia, de manera automática, ya que lo que hacemos no
modifica el ADN de las células germinales cuyos genes se transmiten durante la reproducción.
Aunque sí que se ha comprobado que algunas formas de vida transmiten sus códigos genéticos a otras mediante un
proceso conocido como transferencia genética horizontal, esta forma de modificación del código genético no es la
misma que la descrita en la teoría de Lamarck (entre otras cosas porque en su época no se conocía la existencia de los
genes). 
Además, recientemente se ha descubierto un tipo de genes cuya función es reiniciar el epigenoma de las formas
de vida que están siendo creadas en su fase de zigoto, es decir, asegurarse de que no existan cambios adquiridos
que puedan ser heredados por la descendencia.
Los méritos del lamarckismo
El hecho de que este naturalista rechazase la idea de que los milagros tienen un papel importante en la creación de
todas las especies hizo que la teoría de Lamarck sobre la evolución fuese ignorada o menospreciada hasta el momento
de su muerte. A pesar de ello hoy en día Lamarck es muy reconocido y admirado no porque su teoría fuese correcta
y sirviera para explicar el proceso de la evolución, pues la teoría de Lamarck ha quedado obsoleta, sino por dos razones
distintas.
La primera es que el modo en el que Lamarck concebía la evolución puede ser interpretado como un paso intermedio
entre el creacionismo clásico según el cual todas las especies han sido creadas directamente por Dios y permanecen
igual a través de las generaciones, y la teoría de Darwin, base de la teoría de la evolución que es el fundamento actual
de la ciencia de la biología.
La segunda es, simplemente, el reconocimiento de las dificultades que este naturalista tuvo que afrontar a la hora de
idear y defender la teoría lamarckista de la evolución en su contexto histórico en un momento en el que el registro fósil
de las formas de vida era escaso y estaba clasificado de manera caótica. Estudiar algo tan complejo como la evolución
biológica no es nada fácil, porque para ello se necesita analizar al detalle aspectos muy concretos de las formas de vida
y construir con ella una teoría altamente abstracta que explique el tipo de ley natural que hay detrás de toda esta clase
de cambios.

DARWIN Y LA TEORIA DE LAS ESPECIES


Ninguna teoría científica ha hecho correr tanta tinta como la teoría de la evolución. Desde que en 1859 Charles Robert
Darwin publicó su famoso libro titulado El origen de las especies la polémica en torno al alcance y los límites de esta
teoría no ha dejado de ser objeto de airado debate. Dentro de la ciencia prácticamente nadie duda de la realidad del
hecho evolutivo, lo que se discute es cómo se produce la evolución, cuáles son sus causas, de qué manera se ha ido
desarrollando, si ha sido de forma lenta y gradual o a través de saltos bruscos que se han dado en momentos
puntuales. Pero las discusiones más agrias se han producido más allá de la ciencia. No hay duda alguna de que en la
actualidad uno de los debates más intensos entre ciencia y religión es el que hace referencia a la compatibilidad entre la
teoría científica de la evolución y la doctrina religiosa de la creación. 150 años después de la publicación de la citada
obra de Darwin los debates siguen tan abiertos como entonces; quizás, incluso, con mayor vigor y con una vitalidad
renovada. Detrás de la obra está el autor. Pero ... ¿quién fue realmente Charles Darwin? Su teoría científica fue
utilizada bien pronto como arma arrojadiza contra la religión. ¿Cuál fue su intención? ¿Sólo aspiraba a establecer una
teoría científica alternativa al fijismo imperante o también pensaba que estaba aportando pruebas científicas a favor del
ateísmo?

En 1809 Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet (1744-1829), más conocido como el Caballero de Lamarck, publicaba el
libro en el expuso sus teorías evolucionistas: La philosophie zoologique. El 12 de febrero de ese mismo año nacía
Charles Robert Darwin; y lo hacía en el seno de una familia acomodada de Shrewsbury, capital del condado de
Shropshire, al oeste de Inglaterra y cerca del País de Gales. Fue el quinto de seis hermanos, cuatro chicas y dos
chicos. Su padre, Robert Waring Darwin (1766-1848) era, un médico de gran prestigio, lo mismo que su abuelo paterno
Erasmus Darwin (1731-1802), quien había escrito un poema en el que apostaba por una visión evolutiva de la vida. Su
madre, Susannah Wedgwood (1765-1817), era hija de Josiah Wedgwood I, un ceramista famoso de Maer que había
triunfado con el inicio de la revolución industrial.

Por voluntad expresa de su madre, para realizar los primeros estudios ingresó en la escuela Unitaria del reverendo
Case. Pero la muerte prematura de Susannah Wedgwood en 1817 llevó al señor Darwin a tomar la decisión de trasladar
a su hijo al internado del Dr. Butler. Darwin nunca fue un alumno brillante. En la enseñanza básica sus notas fueron
normales y en su paso por la universidad tampoco logró destacar académicamente. La realidad es que fue un
estudiante normal y corriente.

La ilusión del Sr. Darwin era que sus dos hijos fueran médicos, por eso los envió a estudiar medicina a la prestigiosa
Universidad de Edimburgo. Charles se trasladó allí a finales de 1825, su hermano había ido antes. El joven Darwin se
dio cuenta bien pronto que él no estaba hecho para eso. Las clases le resultaban extremadamente aburridas; pero lo
peor era cuando tenía que asistir a alguna operación; no hay que olvidar que en aquella época se hacían sin anestesia.
Tan solo asistió a dos, pero la segunda le marcó definitivamente, se trataba del a operación de un niño; esa experiencia
le resultó tan traumatizante que descartó de forma definitiva esta profesión, aunque continuó en Edimburgo el resto del
curso. Sin embargo, no todo fue malgastar el tiempo; allí conoció al naturalista Robert Edmond Grant (1793-1874), un
evolucionista seguidor de Lamarck que le reavivó su pasión por la naturaleza introduciéndole en diversas sociedades
científicas de Edimburgo. Fue por esas fechas cuando Darwin impartió su primera conferencia científica en los sótanos
de la Sociedad Plineana.

Grant le expuso a Darwin las doctrinas evolucionistas de Lamarck y le recordó que su abuelo Erasmus también había
sido evolucionista. Pero a Darwin no le convencían los argumentos de ninguno de los dos. Por entonces Charles Darwin
era fijista, es decir, opinaba que Dios había creado todas las especies tal como se conocían entonces y que las había
distribuido por la Tierra de la forma más conveniente para ellas. Sin embargo, era una situación que no podía
mantenerse por mucho tiempo. Sus hermanas le ayudaron explicándole al padre la falta de vocación del joven Darwin,
principalmente debido a lo mal que lo pasaba en el quirófano. Aunque descontento el señor Robert Waring no tuvo más
remedio que aceptar la situación. Preocupado por el futuro de su hijo, temía que se disipara en una vida disoluta,
decidió que estudiara teología en Cambridge a fin de que se convirtiera en un párroco rural anglicano. Después de
pensárselo Darwin aceptó; dos fueron las razones que le impulsaron a ello. Por una parte no le desagradaba dedicarse
a atender las necesidades espirituales de la gente y por otra, esta profesión le dejaría tiempo más que suficiente como
para poder cultivar su gran afición: ser un naturalista.

Darwin estuvo tres años en Cambridge. En enero de 1828 ingresó en el Christ's College. Tampoco destacó allí por la
brillantez de sus notas. Prefería cazar, montar a caballo o divertirse con el grupo de amigos que formaba el "Club de los
Glotones" (el Glotton Club), antes que estudiar teología. A principios de 1831 aprobó el examen de graduación sacando
una de las mejores calificaciones entre el grupo de alumnos que se presentaron a la prueba para los que no aspiraba a
nota. Con la perspectiva que da el tiempo no deja de ser paradójico que Charles Darwin, el hombre cuyas teorías
científicas serían utilizadas por algunos como base para fundamentar el ateísmo naturalista, tuviera como única
titulación académica la licenciatura en teología; o, para ser más exactos, Bachiller en artes.

El paso por Cambridge fue decisivo en la vida de Darwin. En esta ilustre ciudad universitaria conoció amistades que le
marcarían profundamente; entre ellas destaca la de John Stevens Henslow (1796-1861), un pastor anglicano y profesor
de botánica. Este eminente sacerdote científico le acogió en su círculo más íntimo. Los viernes celebraba en su casa
una reunión de alumnos a los que invitaba a cenar y después establecían tertulias científicas. Henslow supo ver bien
pronto las grandes cualidades que encerraba Darwin como naturalista y que en el futuro habrían de caracterizar la
personalidad pública del eminente científico británico. Unas cualidades que hasta ese momento todavía no habían
aflorado, y que permanecían ocultas incluso al propio Darwin.

Durante el verano de 1838 estuvo haciendo una excursión geológica por el País de Gales con Grant. Cuando regresó a
su casa a finales de agosto de 1831 se encontró con una carta que, a corto plazo, le cambiaría la vida y a la larga haría
que cambiara la visión que la ciencia y la sociedad tenía del hombre.

La Marina Real Británica había decidió enviar a uno de sus buques, el H. M. S. Beagle, a las aguas de Sudamérica y a
la Tierra del Fuego, para cartografiar las costas, estudiar el calado de las aguas, medir la longitud de la Tierra y
recopilar toda clase de información que permitiera elaborar cartas marinas mejores que las ya existentes. La expedición
estaría bajo el mando del capitán Robert Fitz Roy y de hecho fueron las cartas marinas que elaboró las que se usaron
en la Primera Guerra Mundial para que la flota británica buscara al crucero alemán Dresden, escondido en una
ensenada de Tierra del Fuego. El segundo oficial al mando del Dresden era el teniente de navío Wilhelm Canaris, futuro
almirante y jefe de los servicios de contraespionaje del III Reich, que acabaría siendo ejecutado por conspirar contra
Hitler.

En noviembre de de 1914 la división naval que comandaba el Almirante Graf Von Spee había derrotado a una flota
naval británica frente a las costas de Coronel, en Chile. Durante su intento de alcanzar Alemania viniendo del Pacífico
Spee necesitaba abastecerse de carbón, por lo que decidió apoderarse del que había en las Malvinas. Al llegar a Port
Stanley se dio cuenta de que Churchill había reforzado la flota británica con dos acorazados recién entrados en servicio
y mucho más poderosos de los que él podía oponer. Aunque Spee intentó huir le dieron caza hundiendo todas sus
naves excepto el crucero Dresde que pudo escapar gracias a que era un poco más rápido que sus rivales, pero falto de
carbón era impensable que pudiera llegar a Alemania, por lo que su capitán decidió refugiarse en Tierra del Fuego,
ocultándose durante meses en los recovecos de sus ensenadas, acabó siendo hundido en 1915 frente a las costas de
Chile. Hay una anécdota curiosa sobre esta cuestión: durante los meses de búsqueda en Tierra del Fuego unos
lugareños informaron de la posición exacta del navío alemán con la finalidad de cobrar la recompensa; sin embargo el
Almirantazgo británico desestimó esta información porque en sus cartas navales, elaboradas a partir de los datos
recabados por Fitz Roy, el crucero debería de estar en lo alto de un montículo.

¿Cómo fue a parar Darwin al H. M. S. Beagle? Fitz Roy había pedido al Almirantazgo que le concediera la posibilidad
de elegir un acompañante, debería de tratarse de una persona educada y agradable en el trato, pero también un
científico que se dedicara a recoger información de carácter naturalista. Fitz Roy era un creyente ferviente y quería
encontrar las pruebas empíricas del diluvio universal. Su idea era publicar, al regreso, la historia del viaje junto con el
estudio científico de las muestras recogidas. Darwin no sería el naturalista oficial de la expedición, ese honor recaía
sobre el médico, pero los celos acabaron por vencerle y decidió abandonar el barco a mediados de 1832, con lo que
Darwin se quedó como único naturalista. ¿Cuál fue la razón por la que Fitz Roy solicitó poder embarcar un
acompañante? Las normas de la Marina británica impedían que el oficial al mando pudiera entablar amistad con los
oficiales bajo su mando; es más, el trato se debía reducir exclusivamente a despachar las cuestiones de gobierno de la
nave y a todo aquello que estuviera relacionado con su misión, no podía haber ningún otro tipo de trato, ni siquiera
podían mantener una conversación informal sobre temas intrascendentes y mucho menos intimar conversando sobre
confidencias. El reglamento era muy estricto en este punto. Además, los viajes duraban años, por lo que la situación del
capitán de la nave no era envidiable. En estas circunstancias la petición de Fitz Roy era muy razonable.

Henslow se enteró de todo esto y escribió a Darwin animándole a que aprovechara aquella oportunidad única, siendo él
quien le escribió la carta que recibió a finales de agosto. En un primer momento el padre de Darwin se opuso, porque
consideraba que este viaje era indigno de alguien que iba a ser un clérigo, pero su tío Josiah Wedgwood II le ayudó al
convencer a su cuñado para que le dejara machar. A primeros de septiembre Darwin se entrevistó con Fitz Roy en la
capital inglesa. Darwin le causó muy buena impresión por lo que Fitz Roy lo eleigió como acompañante. El 27 de
diciembre de 1831 el Beagle abandonaba el puerto Plymouth rumbo a Brasil. Estaba prevista una escala en Santa Cruz
de Tenerife, algo que le hacía muchísima ilusión a Darwin, pues era uno de sus sueños desde que había leído a
Humboldt. Pero no pudo ser, ya que poco antes de partir se produjo un brote de peste en Londres, con lo que las
autoridades españolas exigían una cuarentena de doce días a todos los embarcados en el Beagle antes de poder poner
pie en tierra. Fitz Roy no aceptó y ordenó zarpar al día siguiente. Así es como terminó la aventura española de Darwin.

Sin embargo sí que pudo desembarcar en Cabo Verde, donde pasó unos días recogiendo muestras. En San Salvador
de Bahía y Río de Janeiro pudo apreciar la exuberancia de la fauna y la flora tropical, algo que recordaría con sumo
agrado toda su vida, no en vano desde su casa en Río podía disfrutar de la majestuosidad del Corcovado. En
Montevideo vivió un intento de revolución y tuvo que empuñar las armas para defender un fuerte cercano al puerto,
aunque no necesitó utilizarlas. En Argentina conoció al General Rosas, por aquel entonces enfrascado en una campaña
militar contra los indios de la Pampa. Pocos años después de conocer a Darwin Rosas llegaría a ser Presidente del
país. Esta amistad le sacó de un buen apuro cuando estalló una guerra civil que le cogió entre dos fuegos a las puertas
de Buenos Aires y que le impedía regresar al Beagle. Un salvoconducto expedido en nombre de Rosas le permitió
entrar en la ciudad e incorporarse a su navío.
Fue en Argentina donde descubrió esqueletos fosilizados de animales prehistóricos gigantes en la misma zona en la
que existían otros similares pero de menor tamaño y que luego serían aducidos como pruebas a favor de su teoría de la
evolución. Estos hallazgos realizados en Bahía Blanca fueron, a corto plazo, más importantes para su elaboración de la
teoría de la evolución que la posterior recolección de pinzones y tortugas en las Galápagos.

El viaje de Darwin alrededor del mundo duró casi cinco años. En Tierra del Fuego vivió un pequeño tsunami, y su
comportamiento heroico al arriesgar la vida para salvar la barca que les permitiría salir de allí y retornar al  Beagle le
valió la admiración del capitán que, en agradecimiento, le puso su nombre a un monte cercano a aquella playa. En Chile
presenció un terremoto espectacular que, junto a la expedición a los Andes, le ayudó a comprender las
transformaciones geológicas que experimenta el relieve, algo que armonizaría con su teoría de la evolución. Durante el
regreso pasaría por el archipiélago de las Galápagos, en un principio no reparó en la variedad de especies de pinzones
y tortugas ubicadas cada una en islas diferentes, por lo que no las empaquetó en cajas distintas. Sin embargo, las
diferencias entre los sinsontes sí que le llamaron la atención.

Después de las Galápagos pasaron por numerosas islas del Pacífico. A partir de su estudio lograría elaborar una
acertada teoría de la formación de los atolones de coral. Algunos de los puntos en los que hicieron escala fue Tahití,
Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, nuevamente Brasil y otra vez las Islas Azores. El destino del Beagle era Londres,
pero Darwin se moría de ganas de ver a su familia lo más pronto posible; por lo que en cuanto tocaron la costa británica
Darwin puso pie en tierra, algo que sucedió el 2 de octubre de 1836 (después de haber dado la vuelta al mundo
recorriendo más de 40.000 millas en un viaje que había durado: cuatro años, nueve meses y seis días). Cuando Darwin
zarpó de Plymouth era un joven de 22 que aspiraba a ser un científico respetable, ahora regresaba un hombre de 27
años que antes de poner pie en tierra ya se había ganado la fama y la admiración de la comunidad científica británica al
considerarlo un geólogo reputado. Fue entonces cuando Darwin descubrió que Henslow había estado leyendo
públicamente en diversas sociedades científicas las cartas que le mandaba, con lo que la comunidad científica ya
estaba al corriente de sus descubrimientos en materia de geología y también respecto a la gran labor desarrollada a la
hora de recomer miles de muestras de animales y plantas de todo tipo.

Durante el viaje en el Beagle Darwin era fijista así como un creyente devoto. Entonces ... ¿qué es lo que le llevó a
opinar que las especies se transformaban dando lugar a otras nuevas? Como dijimos anteriormente, durante su
estancia en las Galápagos recogió tortugas y pinzones sin anotar la isla de procedencia, pensando que formaban
grupos homogéneos; una vez llegados a Londres estudiaron las muestras especialistas como el ornitólogo John Gold o
el paleontólogo y anatomista Richard Owen quienes, a principios de 1837, le aseguraron que en cada grupo había
especies distintas.

Fue en marzo de ese mismo año cuando empezó a poner por escrito sus ideas sobre la transmutación de las especies.
Empezó por el cuaderno B, al que siguieron otros (C, D, E, etc...), el A trataba de geología. En septiembre del año
siguiente cayó en sus manos el libro del economista político Thomas Malthus: Ensayo sobre el principio de la población,
publicado por primera vez en 1798. En este ensayo Malthus exponía su convencimiento de que la humanidad estaba
abocada a una gran crisis debido al aumento de la población; de seguir creciendo al ritmo que venía haciéndolo Malthus
preveía que en el futuro no habría recursos alimenticios suficientes para todos y entonces comenzaría la competencia
por la supervivencia. En opinión de Malthus los grandes responsables de todo esto eran las clases más humildes
puesto que se reproducían de una forma incontrolada.

Ahora bien, el libro también hablaba de poblaciones vegetales y animales, afirmándose que todas las especies tienen la
tendencia a procrear más allá de los recursos disponibles, de forma que sólo una parte de la descendencia puede
sobrevivir. Darwin acogió estas ideas con entusiasmo ya que encajaban perfectamente en la visión de la naturaleza que
estaba naciendo en su mente. El libro de Malthus, junto con la observación del trabajo que hacían los ganaderos y los
granjeros al seleccionar de un modo artificial los caracteres que querían transmitir a sus descendientes, le habían dado
la clave para explicar el motor de la evolución, que según Darwin, no era otro que la selección natural de aquellas
variaciones producidas al azar que favorecían la supervivencia a través de una mejor adaptación al medio.

La lectura de Charles Lyell, el geólogo más afamado del momento, y sus propias experiencias a lo largo del viaje en
el Beagle, le habían hecho comprender que en el mundo de los seres vivos podía suceder lo mismo que en la geología:
podían existir cambios graduales que se desarrollarían a lo largo de grandes periodos de tiempo. Los ejemplares de las
Galápagos eran una muestra de la transformación de las especies por adaptación al medio y la lectura de Malthus le
había proporcionado la clave para explicar esa transformación: la selección natural sería el mecanismo propuesto por
Darwin como causa explicativa de la evolución. Darwin ya tenía, pues, los elementos fundamentales que caracterizarían
su pensamiento. Entonces ... ¿Por qué no publicó sus ideas en aquel momento?

En 1839, veinte años antes de la aparición de El origen de las especies, Darwin ya tenía bien claro cuáles eran las
bases de su teoría de la evolución; sin embargo no se quiso precipitar en la publicación de sus ideas. Era plenamente
consciente de la hostilidad con la que serían recibidas y de lo mucho que podía perder. No le cabía ninguna duda, un
solo desliz y su brillante y prometedora carrera como científico se iría al traste. No fue fácil para Darwin llevar en secreto
su cambio de interpretación de la naturaleza y del lugar que ocupaba el hombre en ella. Sus dudas en materia de
religión se iban haciendo cada vez mayores ¿cómo encajar el relato bíblico de la creación según el Génesis con la
nueva teoría que estaba alumbrando? Su esposa Emma Wedgwood (prima hermana suya con la que se caso en Maer
el 29 de enero de 1839, después de haber elaborado una lista de pros y contras del matrimonio) era una mujer
profundamente religiosa y Darwin no quería herir sus sentimientos, aunque Emma estuvo al corriente en todo momento
de la travesía intelectual que estaba emprendiendo su marido.

La mayoría de los historiadores y biógrafos de Darwin concuerdan con la idea de que su convencimiento del rechazo
que recibirían sus ideas por parte de la Iglesia anglicana y del establishment intelectual y político afín no sólo fue lo que
frenó en aquel momento la publicación de sus ideas, sino que le generó una preocupación que acabaría desembocando
en la enfermedad que le acompañaría hasta su muerte.

En junio de 1842 había llegado al convencimiento de que su teoría estaba lo suficientemente elaborada como para
escribir un breve esbozo de uso privado. En la primavera de 1844 el texto había crecido hasta convertirse en un ensayo,
en donde, de una forma totalmente deliberada, Darwin evitó cualquier referencia al origen del hombre y a la acción del
Creador. El libro se podría haber publicado, pero no quiso hacerlo. Se lo confió a su esposa Emma junto con una carta
en la que le pedía que, en caso de fallecer, hiciera todo lo posible por publicarlo, convencido de que su contenido sería
un gran bien para la ciencia. ¿Por qué no publicó Darwin su ensayo en 1844? Estaba totalmente convencido del
rechazo social que experimentarían sus ideas evolucionistas. Prueba de ello era que ese mismo año se publicó un libro
anónimo (luego se supo que el autor era Robert Chambers, un periodista escocés interesado en cuestiones científicas)
titulado: Vestiges of the Natural History of Creation, en el que se hacía una apología del evolucionismo. Su contenido
científico era flojo y algunos de los mecanismos propuestos para explicar el cambio evolutivo resultaban irrisorios. La
geología y la zoología de Vestiges le decepcionaron profundamente a Darwin, aunque lo que más le sorprendió fue la
virulencia con la que se atacó esta obra. En líneas generales las ideas expresadas en Vestiges eran parecidas a las que
sostenía Darwin, pero las de Vestige adolecían de una base empírica sólida. Darwin pasaría los siguientes quine años,
entre otras cosas, cultivando orquídeas y criando palomas para encontrar más pruebas a favor de su teoría de la
transformación de las especies a través de la selección natural de las variaciones aleatorias surgidas en la
descendencia con modificación.

En septiembre de 1855, el joven naturalista Alfred Russel Wallace publicó un artículo en el que hablaba de la
transformación de las especies. A Darwin no le inquietó. Pese a la insistencia de sus amigos Lyell (geólogo) y Hooker
(botánico), Darwin continuaba siendo remiso a la publicación de un libro en el que expusiera sus ideas. La situación
cambió radicalmente el 18 de junio de 1858. Ese día Darwin recibió un breve manuscrito de Wallace (que entonces
estaba trabajando en Indonesia) acompañado de una carta. El manuscrito contenía la exposición de la teoría de la
evolución por selección natural. Se le habían adelantado. La cuestión se solventó con la publicación conjunta de un
artículo sobre el tema. A continuación Darwin se puso a escribir a toda prisa un libro en el que plasmó sus ideas
aportando una gran cantidad de datos a su favor. Había nacido El origen de las especies.

La obra tuvo buena acogida; pero levantó una fuerte polémica. Pese a que no hablaba del origen del hombre, a nadie
se le escapó que éste no era una excepción en la naturaleza y que, según la teoría propuesta por Darwin, los seres
humanos también deberían ser el fruto de la selección natural y no el resultado de una creación divina. En este sentido
fue famoso el enfrentamiento que tuvieron en 1860 el obispo Wilberforce y Thomas Henry Huxley (popularmente
conocido como el bulldog de Darwin). En 1871 Darwin publicó El origen del hombre. En este libro se deja de remilgos y
aplica su idea de que la selección natural es la causa de la aparición del hombre, al igual que lo ha sido de los demás
vivientes. También expone que los humanos no ocupan un lugar especial en la naturaleza y que las facultades
espirituales procedían de la materia por evolución gradual. Paradójicamente este libro no causó tanto revuelo como el
de 1859. La noción de una evolución en el reino viviente se había ido imponiendo. Aunque Darwin creía que todo lo que
hay en nosotros tiene un origen biológico evolutivo otros evolucionistas, y muy buenos amigos suyos, como Henslow,
Asa Gray o Wallace, opinaban que la inteligencia humana respondía a un acto creativo de Dios.

Desde la muerte de Darwin, acaecida el 19 de abril de 1882, hasta principios del siglo XX el darwinismo fue
apagándose lentamente. El no poder explicar los mecanismos de la herencia parecía que condenaban a la teoría a su
propia extinción intelectual. Sin embargo el redescubrimiento de los trabajos de Mendel, por parte de tres investigadores
que trabajaban independientemente: Hugo de Vries, Carl Correns y Erich von Tschermak permitió crear la Genética
moderna, posibilitó a medio plazo, la resurrección del darwinismo (aunque en un primer término pareció que apoyaba al
fijismo). Hugo de Vries propuso una nueva teoría de la evolución, conocida comomutacionismo, que esencialmente
elimina a la selección natural como el proceso principal en la evolución. El mutacionismo propuesto por de Vries fue
rechazado por muchos naturalistas contemporáneos y también por los llamados biometristas. Según éstos, la selección
natural es la causa principal de la evolución, a través de los efectos acumulativos de variaciones pequeñas y continuas.
Mutacionistas y biometristas se enzarzaron, durante las dos primeras décadas del siglo XX, en una agria polémica,
centrada en la cuestión de si las especies aparecen de forma repentina por mutaciones importantes (cualitativas), o de
manera gradual por acumulación de variaciones pequeñas (cuantitativas).

Hubo que esperar hasta la década de los treinta para que se elaborara una teoría de la evolución que integrara la
aportación esencial de Darwin, la selección natural como motor de la evolución, con la recién descubierta herencia
mendeliana. Los principales científicos que llevaron a cabo la teoría sintética de la evolución fueron: Theodosius
Dobzhansky, George G. Simpson y Ernst Mayr. En la teoría sintética,también conocida como neodarwinismo, la
interrelación de la mutación, la recombinación genética del ADN, la deriva genética, la migración y la selección natural
eran los factores que daban pie a los cambios evolutivos en los seres vivos.

Pero la teoría sintética tendría que hacer frente a ciertas objeciones; por un lado, en los años sesenta, algunos
matemáticos objetaban que no había habido tiempo suficiente para que la evolución se hubiera producido siguiendo los
mecanismos descritos por Darwin, y, por otro, el registro fósil presentaba unas discontinuidades que no podían ser
explicadas desde el gradualismo, por ello en los años setenta del siglo pasado John Eldredge y Stephen Jay Gould
propusieron la teoría del equilibrio puntuado. Según estos autores la evolución se caracterizaría por largos periodos de
tiempo estables, estasis, alternados por breves lapsos (unos pocos milenios) en los que los cambios se producirían de
forma abrupta. Según ellos esto casaría más con el registro fósil. En la actualidad el debate entre
el gradualismoneodarwinista y el saltacionismo de Gould y Eldredge sigue siendo objeto de discusión.

150 años después de su propuesta la teoría de Darwin se ha convertido en el gran pilar de las ciencias de la vida.
Actualmente, y tal como decía Theodosius Dobzhansky, en biología no hay nada que tenga sentido si no es a la luz de
la evolución. Algo que podría extenderse a las ciencias biomédicas. Hoy en día la evolución como hecho es aceptada
por la inmensa mayoría de los científicos. Lo que se cuestiona es si la selección natural darwiniana tiene tanta
incidencia en el hecho evolutivo como suponía el naturalista inglés, hay quienes no están de acuerdo en que la
selección natural tenga un papel tan determinante en el proceso evolutivo. Por esto, algunos piden una nueva teoría de
la evolución, una nueva síntesis, que vaya más allá de la propuesta por los neodarwinistas. Otros aducen que la
bioquímica presenta retos insalvables al darwinismo y abogan por la existencia de un diseño inteligente en la naturaleza
capaz de ser descrito por los métodos de la ciencia, una propuesta que está levantando debates muy acalorados. La
idea de que la vida se ha desplegado a lo largo del tiempo a través de un proceso evolutivo es una conquista de la
ciencia que ya no tiene marcha atrás, como sucede con el big bang en cosmología y el heliocentrismo en astronomía. El
mérito de Darwin consistió en ser el principal artífice de que esta idea se impusiera con tanto vigor. De todos modos la
teoría de la evolución continúa teniendo grandes retos que resolver. Aún no sabemos cómo se originó la vida, cómo se
pasó de la célula procariota a la eucariota, El origen de los reinos continúa siendo hipotético, y el que se hayan
desarrollado a partir de formas determinadas de vida primitiva no pasa de ser una suposición más o menos coherente.
Lo mismo sucede al nivel siguiente, el de los filum. Los orígenes de estos planes básicos de organización de la vida son
oscuros, y no vienen garantizados por el registro fósil tal como lo entiende el gradualismo.

El Proceso de Hominización.

10.1. Los antepasados del ser humano.


Una frase que se suele escuchar, en relación con la
teoría evolutiva, es que “el hombre desciende del
mono”. Eso no es cierto: no descendemos de ninguna
especie de primate que exista hoy, aunque nuestro
pariente vivo más cercano es el chimpancé.
Nuestra especie, Homo sapiens, surgió hace solo
100.000 años. Pero los antepasados más remotos de
la especie humana vivieron hace unos cuatro millones
de años.
La historia de nuestra especie es muy corta,
comparada con la de la Tierra. Para comprender este
hecho, podemos suponer que la historia de la Tierra
se concentra en 24 horas. Si se formase la Tierra a
las 0:00, las primeras evidencias de vida aparecerían a
las 5:15. A las 21:30, el mar estaría lleno de vida. A
las 23:00, aparecerían los dinosaurios, que se
extinguirían a las 23:42. A las 23:59, surgirían los
primeros antepasados de la especie humana, y 1,7
segundos antes de las 24:00, aparecería nuestra
especie.
La línea del tiempo de nuestros antepasados

En la actualidad, la familia de los homínidos engloba a la especie humana y a los simios como el
chimpancé, el gorila y el orangután. Pero, en el pasado, han existido otros homínidos y los conocemos
solamente por los restos fósiles que hemos encontrado. Los fósiles nos indican cuándo aparecieron y
cuándo se extinguieron las especies anteriores parecidas a la nuestra. Así, si representamos en un
gráfico estos datos, podemos obtener una línea del tiempo:

10.2. El proceso de hominización.

El proceso de hominización es el proceso biológico que ha dado lugar a la aparición de la especie


humana.El ser humano es un ser vivo que pertenece al reino animal, al tipo de los cordados (con espina
dorsal), a la clase de los mamíferos, al orden de los primates (como todos los monos), a la superfamilia
de los hominoideos que incluye dos familias, los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes) y la
familia de los homínidos.

Dentro de la familia de los homínidos, a su vez, se han dado dos géneros: los australopitecos y el
género homo, al que pertenece el ser humano. En el género homo se han dado (según los datos de los
que disponemos actualmente) seis especies: el Homo habilis, Homo ergaster, el Homo erectus, el
Homo antecessor, Homo sapiens y Homo sapiens sapiens, nuestra especie.

La evolución del ser humano no ha sido lineal, parece ser una historia muy complicada con multitud de
ramificaciones. Dada la escasez de restos fósiles es muy difícil reconstruir nuestro pasado evolutivo,
cada nuevo hallazgo fósil arroja nuevos datos y pone en duda las hipótesis previas. La investigación
actual demuestra que el ser humano no desciende de ningún organismo actualmente vivo sino que
comparte con los simios un antepasado común hoy desconocido. Las técnicas modernas para detectar
la proximidad evolutiva de distintas especies aplicadas a los primates muestran un estrecho parentesco
entre el ser humano y los grandes monos africanos, lo que confirma la existencia de un antecesor
común reciente entre estas especies. Al comparar el cariotipo (conjunto de genes) humano (46
cromosomas) con el del chimpancé (48 cromosomas) se observa una identidad perfecta en 13
cromosomas. Algunos investigadores, dada la escasa distancia genética que nos separa de los
chimpancés proponen considerarlos también homínidos.
La antropogénesis, línea de la filogénesis que conduce a la aparición de la especie humana, incluye
tanto el proceso de hominización, de carácter biológico, como el proceso de humanización, de
carácter cultural. En el análisis que hacemos a continuación de las etapas de la evolución de la
especie humana nos referimos tanto a los rasgos biológicos como a los culturales.

 Los australopitecos. Surgieron en África hace unos 4 millones de años. Fueron los
primeros homínidos que adoptaron la postura erecta y la marcha erguida (parece
que la marcha erguida precedió en un millón de
años a la expansión del cerebro). De aspecto
simiesco, tenían una capacidad craneal de unos
400 cm cúbicos y su inteligencia tal vez fue similar a
la de los chimpancés actuales. Ligados a ambientes
forestales, la crisis climática que acabó con estos
ecosistemas en África posiblemente acabó también
con ellos. Omnívoros, no conocían ningún tipo de
técnica.

 El Homo habilis. El género homo se asocia con la capacidad de


fabricar herramientas y con la conducta social. Su antigüedad es
de unos 2,5 millones de años. Su capacidad craneal de unos 700
cm cúbicos. Fue capaz de producir toscas herramientas de
piedra. Se protegía en cuevas, se alimentaba de semillas y frutos,
ocasionalmente de carne.

 Homo ergaster. Apareció hace unos 1,8 millones de años. Presenta una
capacidad craneal de unos 850 cm cúbicos. Conoce la
técnica achelense, caza y consume carne habitualmente,
coloniza Europa y Asia.

 Homo erectus. Apareció hace


aproximadamente 1’6
millones de años. Su capacidad craneal es de unos 900 cm
cúbicos. Talló piedras, fabricó hachas y otros utensilios y armas.
Fueron cazadores expertos lo que les permitió una dieta carnívora.
Dominó el fuego. Se especula con que fue el Homo erectus quien
inició la transición de los lenguajes naturales, inarticulados,
basados en voces y gritos, a los primitivos lenguajes simbólicos y
articulados. Este paso se debió de producir por la
imposibilidad de los lenguajes
naturales de adecuarse a la acumulación cuantitativa de las nuevas necesidades
culturales; por ejemplo, la planificación de una actividad tan compleja como la caza
organizada.
 Homo antecessor. Fue descubierto por paleoantropólogos españoles
(1976-1994) en los yacimientos de la sierra burgalesa de Atapuerca
donde aparecieron restos de los homínidos más antiguos de Europa.
Con una antigüedad de unos 1,2 millones de años y una capacidad
craneal de unos 1000 cm.

 El Homo sapiens. Es el llamado hombre de Neandertal. Vivió en algunos lugares de


Asia y sobre todo en Europa. Apareció hace unos 230.000 años. Esto significa que
coexistió con el hombre de
Cromagnon, el Homo sapiens sapiens, nuestra especie.
Se calcula que su capacidad craneal era de unos 1.500
cm cúbicos. El hombre de Neandertal dominó una
amplia industria lítica, hachas bifaces, cuchillos muy
perfeccionados y raederas. Vivían en refugios naturales
que acondicionaron y reconstruyeron con un cierto
sentido de la distribución del espacio mediante
estancias separadas con funciones distintas. Los
paleontólogos han identificado en los yacimientos
manifestaciones rituales de carácter
funerario, como enterrar los cadáveres boca arriba, lo que implica la existencia de rasgos
culturales avanzados. Las causas de su desaparición son un misterio. Coincidieron con el
hombre de Cromagnon y se sabe, por los restos antropológicos, que en ocasiones fueron
expulsados o exterminados. En otras parece ser que convivieron pacíficamente y
aprendieron técnicas del Homo sapiens sapiens. Lo cierto es que no se tiene conocimiento
de una nueva especie, resultante del cruce de ambas. Su organización social era muy
reducida, prácticamente no pasaron de la familia extensa, vivieron en una época de
glaciación dura y exigente. Tuvieron que luchar por la supervivencia con el hombre actual,
un competidor formidable, tanto que la naturaleza, finalmente, seleccionó a éste para la
supervivencia y a aquel para su extinción.

 Homo sapiens sapiens. Es el llamado hombre


de Cromagnon y es igual al hombre actual.
Surgió hace unos 160.000 años coincidiendo
con los último neandertales, tiene, por tanto
nuestras mismas características físicas y una
capacidad craneal de unos 1.800 cm cúbicos.
Posee una industria lítica muy avanzada,
fabrica útiles y herramientas de hueso, como
agujas para coser vestidos, e instrumentos
compuestos con mangos de madera y hojas de
piedra.
Descubrieron los metales. Iniciaron la roturación de la tierra mediante técnicas
agrícolas. Sus formas de organización social, familias, tribus, clanes, son mucho más
complejas que las de sus predecesores, los neandertales. El Homo sapiens sapiens cuenta
con numerosas manifestaciones culturales, artísticas y religiosas, como las pinturas
rupestres de Altamira y Lascaux.

10.3. Características específicas del ser humano.


La hominización es la adquisición progresiva de las características morfológicas y culturales de la
especie humana que la diferencian del resto de los primates, que comienza con la
bipedestación y termina con el desarrollo del psiquismo superior.

El psiquismo superior del ser humano está formado por un conjunto de capacidades que posee el
cerebro para el procesamiento de la información que nos llega del medio ambiente y para la
elaboración de respuestas adecuadas para la adaptación. Son las siguientes: percepción, aprendizaje,
memoria, pensamiento, inteligencia y lenguaje.

Las características específicas y únicas que nuestra especie ha ido adquiriendo a lo largo del
proceso de hominización fueron las siguientes:

 La bipedestación: Si bien otros primates


como el chimpancé y el gorila también
pueden andar sobre sus piernas si lo
necesitan, sólo el ser humano hace de la
bipedestación su forma habitual de
locomoción en la naturaleza. La
bipedestación supuso una modificación de
todo nuestro esqueleto.
(Algunos ejemplos: especialización de los pies en la función sustentadora y locomotora,
estructura de plataforma, pulgar no oponible, dedos laterales no curvados; las extremidades
inferiores se alargan y especializan en la sustentación del cuerpo y la marcha; aumento del
ángulo de las rodillas; acortamiento y ensanchamiento de la pelvis como soporte del peso
del cuerpo; resistencia y flexibilidad de la columna vertebral que se curva ligeramente en
forma de doble S y cuya misión consiste en la distribución equilibrada del peso del cuerpo y
del cráneo; el cráneo se mantiene verticalmente acortándose la cara, se reduce el tamaño
de la mandíbula que pierde su prominencia hacia fuera o prognatismo, se reducen los
arcos superciliares, el arco dentario se redondea perdiendo la acusada forma de U que tiene
en los prehomínidos, los dientes quedan alineados y disminuyen de tamaño permitiendo una
mayor movilidad de la lengua que, junto con otros factores, posibilitará la emisión de
sonidos; el agujero occipital se sitúa en un plano horizontal respecto a la base del cerebro
y no oblicuo como en los simios). Consecuencia muy importante de la bipedestación fue un
considerable aumento del campo visual; de hecho, el sentido de la vista es en nuestra
especie el sistema de información más utilizado. Pero la primera y principal consecuencia de
la bipedestación fue la liberación de la mano.

 La liberación de la mano de su anterior función locomotora, la


existencia de un dedo pulgar oponible y su capacidad de
extensión y flexión, hicieron de este órgano un preciso
instrumento de prensión y manipulación que, en estrecha
asociación con el sistema nervioso central, facilitó la irrupción
de la inteligencia práctica o instrumental y permitió la
adquisición de técnicas y el desarrollo cultural.

 La inmadurez biológica (o neotenia) La adquisición del


bipedismo y la posición erecta dificultaron el parto de las
hembras porque la nueva estructura de la pelvis estrechó
el canal del parto, lo que puso en peligro la supervivencia
de la especie; las mutaciones genéticas que posibilitaron la
expulsión del feto antes de su maduración definitiva
resolvieron el problema. El ser humano es, por tanto, una
especie
que nace inmadura. Su indefensión y su dependencia infantil duran mucho más tiempo que en
el resto de las especies, su desarrollo es enormemente pausado de
forma que no madura biológicamente hasta los 12-13 años. Un tiempo insólito entre las
especies afines. El nacimiento inmaduro de las crías del ser humano posibilita una larga crianza
que se realiza a la par que madura el sistema nervioso, lo que facilita enormemente el
aprendizaje y la socialización, decisiva en esta etapa.

 El desarrollo del cerebro. La proporción en la especie


humana entre el peso corporal y el volumen de la masa
encefálica es única entre los mamíferos y las especies más
próximas en la escala evolutiva, estamos dotados de un
cerebro excepcionalmente grande (El índice de
encefalización mide la relación entre el tamaño del cuerpo y
del cerebro e idealmente es 1. Nuestro índice de
encefalización es 7, seguido
por el de los cetáceos que es 4). El tamaño del cerebro y su complejidad anatómica y funcional
son los elementos clave de la evolución del ser humano ya que se trata de un órgano
especializado en el procesamiento de la información: recoge información de los estímulos
internos y externos, y elabora respuestas adecuadas a los mismos. El desarrollo del cerebro,
además, posibilitó:

 La inhibición de los impulsos primitivos de agresividad y sexualidad que


posibilitan la construcción de grupos sociales.
 La aparición del lenguaje como instrumento de comunicación.
 La precisión y control de los movimientos corporales, especialmente la
mano, que permitirá la construcción y uso de herramientas.
 La aparición de los procesos cognitivos superiores: inteligencia, pensamiento
y lenguaje

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