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FRANCISCO VALDEZ

Hoy se publicó la Ley N° 31012, Ley de Protección Policial en el Perú.

Frente a ello, acompaño los siguientes tres comentarios:

1) Es inconstitucional (falta a los principios constitucionales).

El Derecho Penal responde únicamente a un principio de culpabilidad y no a dos o más.


Entonces, realizar distinciones entre ciudadanos y efectivos policiales en el marco de las
medidas cautelares personales significa ir contra el mismo. Ambos son sujetos libres y
autorresponsables. Todo aquel que configura sus ámbitos de libertad de forma
defectuosa (delito), tiene que ser responsable de sus consecuencias (medidas cautelares
y penas, según corresponda). No se puede realizar una distinción previa que en la que
unos podrían recibir todas las posibles consecuencias y otros algunas.

2) Es antinormativa (falta a la organización y fines del proceso penal).

Si aceptamos la distinción arriba mencionada, además de afirmar que los ciudadanos


son menos libres que los efectivos policiales, estamos señalando que las reglas de la
imputación objetiva o de las causas de justificación (según como definan este supuesto
eximente) están absorbiendo las reglas para la imposición de la prisión preventiva. En
efecto, el órgano judicial tendrá como límite negativo "in limine" las causas de atipicidad
o de justificación para la imposición de la prisión preventiva, desconociendo que una
responde a la exclusión del injusto penal y la otra al aseguramiento del sujeto en el
marco de un proceso penal respecto al presunto injusto que ha cometido, las cuales
corresponde al juez incluso decidir.
En términos sencillos, alguien podría estar en la cárcel en el marco de las reglas de la
prisión preventiva, pero ejerciendo su defensa por una causa de atipicidad o de
justificación, las cuales incluso pueden ser alegadas en la audiencia de prisión preventiva
como elemento, pero no pueden ser jamás utilizadas como límite exterior para su
imposición, porque el juez es el llamado por ley para decidir sobre las mismas.

3) Es antitécnica (falta de necesidad legislativa).

Finalmente, el actuar de un efectivo policial en el marco de las reglas para el uso de su


armas u otro medio de defensa, no tenía necesidad de ser mencionado (como eximente
de responsabilidad); porque todo aquel que participe en sociedad respaldado por una
actividad normativizada (no solo policías, también médicos, analistas de créditos,
empresarios en el marco de actividades extractivas, etc.), y garantice su cumplimiento,
verá excluida objetivamente su responsabilidad jurídico-penal. Es una causa de atipicidad
(relativa) y no una causa de justificación (excepcional). Los otros sujetos (médico,
analista, empresario, etc.) por el hecho que no aparezcan en el artículo 20, no dejan de
ser irresponsables de manera objetiva en caso hayan cumplido su actividad en el marco
de la normativa exigida.
Solo podemos hablar de una causa de justificación cuando el sujeto habiendo cumplido
su deber en un conflicto de intereses, decidió por el de mayor interés con el menor
riesgo.
Por ejemplo, el médico que tiene a dos pacientes con Covid-19 y solo tiene un respirador
artificial, decidiendo por el que -según las reglas de las medicina- puede salvarse en ese
caso. Por el contrario, no podemos hablar de una causa de justificación cuando el
efectivo policial recibe una agresión física de un ciudadano y aquel le responde con una
bofetada que le provoca un sangrado. No estamos ante un conflicto de intereses en el
que cada uno puede ser tutelado por el ordenamiento, sino frente a la defensa de un
interés respecto de una situación que carece de interés de tutela por el sistema jurídico.
La legítima defensa es una causa de atipicidad.

En resumen, el legislador se ha expandido más allá de sus facultades tanto en exceso


como en defecto, todo ello según lo señalado arriba.

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