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DEFINICIÓN DE TERCO

El adjetivo terco se emplea para calificar a la persona testaruda, porfiada o tozuda. Por ejemplo: “¿Por qué eres


tan terco? Te estoy diciendo que los documentos no están en ese cajón”, “Siempre he sido un hombre terco: no me
detengo hasta conseguir aquello que me propongo”, “Es difícil que dos personas tan tercas se pongan de acuerdo”.
El individuo terco, por lo tanto, se mantiene firme en una posición. No tiene en cuenta
los comentarios o las opiniones de los demás si está convencido de lo que piensa. Por otra
parte, aunque la realidad le demuestra que está equivocado o que una situación no es tal
como él cree, el sujeto terco insiste con su pensamiento o sus acciones.
De esta manera, la terquedad puede tomarse como algo positivo o negativo según el
contexto o las consideraciones de cada uno. En algunos casos, se valora que
una persona sea terca ya que demuestra constancia, firmeza y convicción: pese a las
dificultades, sigue adelante con su proyecto.
A los seres humanos no suele gustarnos aceptar nuestras debilidades, admitir que no entendemos algo o que sabemos
poco de una materia determinada. Muchas veces, esto nos lleva a actuar como si tuviéramos todas las respuestas a los
problemas de los demás, y por eso los aconsejamos con demasiada rigidez, como si nuestras palabras representaran el
único camino correcto; si tras esta actitud nos encontramos con ideas opuestas, entonces acusamos a nuestros
interlocutores de tercos, solamente por no actuar como nosotros esperábamos.
Dicho esto, siempre existe la posibilidad de que nuestros consejos no sean buenos, o de que existan mejores, más
adecuados para la otra persona. En un caso así, la supuesta terquedad de quien se niega a aceptar nuestras indicaciones
puede resultar en una verdadera solución. Historias de este tipo tienen lugar en muchas familias, cuando los padres
trazan el camino que desean ver recorrer a sus hijos, y éstos se mantienen firmes en sus propias decisiones.
Muchos «jóvenes tercos» se han convertido en grandes profesionales de todos los
ámbitos, y gracias a su resistencia la humanidad ha dado grandes saltos a nivel científico y cultural. Esta actitud suele
estar ligada a una convicción poco común, a una confianza en uno mismo que no resulta fácil de explicar ni se
condice con los demás aspectos de la personalidad: por ejemplo, muchos individuos aparentemente inseguros actúan
así en casos específicos, generalmente relacionados con la vocación, aunque no responda a su constante necesidad de
satisfacer a los demás.
Hay situaciones, sin embargo, que demuestran que la terquedad puede ser nociva. Supongamos que un hombre cree
que puede llevar una caja muy pesada de una habitación a otra. Su esposa y sus hijos le dicen que no lo intente ya que
no podrá realizar semejante esfuerzo. El hombre, terco, insiste en que puede hacerlo y levanta la caja. Como era de
esperarse, da unos pocos pasos y la caja se le cae ya que sus brazos no soportan el peso. En este caso, que el sujeto sea
terco resulta en un problema debido a que no le permitió escuchar y aceptar el consejo de quienes lo rodean.
Del mismo modo, cuando los consejos de los padres son genuinos y verdaderamente útiles, negarse a aceptarlos puede
traer consecuencias muy graves. Un individuo terco sin razón atrae su propia desgracia. Quien parece estar actuando
con terquedad, pero simplemente lo hace para no dejar de lado sus propios sueños, a veces consigue un final feliz.

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