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La segunda vía sería ciertamente acudir a un órgano especial para estos casos, como la
Fiscalía de la Corte Penal Internacional, de la cual Venezuela es parte. Sin embargo, en la Fiscalía
de la CPI se acumulan las denuncias del Caso Venezuela desde el año 2004, sin que sus fiscales,
primero Luis Moreno Ocampo y luego su segunda y sucesora en el cargo, Fatou Bensouda, hayan
movido un dedo. Pareciera que esperan el incremento de muertes y la gravedad de la situación
para poder actuar. ¿Por qué? ¿Por qué no prevenir los estados de matanzas y guerra civil a los
que sí se han abocado? Lo más cerca que ha estado Moreno Ocampo de Venezuela, ha sido en la
visita que realizó a nuestra embajada en La Haya, en la que se fotografió con Haifa el Aissami,
embajadora de nuestro país, hermana del actual Vicepresidente de la República, Tarek el Aissami,
señalado por el gobierno de los EE.UU como colaborador del terrorismo islámico y gran capo del
narcotráfico internacional.
Entre estas medidas podría surgir, dentro de una declaratoria de estado de excepción en el
marco de una transición política, la alternativa de crear un Tribunal Penal Ad hoc para juzgar a los
criminales que hayan actuado de forma sistemática y calculada para ejecutar estos crímenes, a sus
co-autores y cómplices, así como a sus asesores y consejeros, responsables de la crisis que vive
actualmente el país. Este periodo oscuro y excepcional de la historia de Venezuela sólo podrá
encontrar justicia a través de un mecanismo especial ante un gobierno que utiliza la estructura del
Estado para reprimir a su población. La oposición venezolana, Asamblea Nacional, y quienes
apoyen la causa de la libertad y la democracia deberían incluir entre sus opciones la de avanzar en
los mecanismos de vías especiales de justicia para que ninguno de estos crímenes quede sin
castigo.
Judith M. Colina Vásquez - C. I. 10482011
Primer período de sesiones del Tribunal Internacional para los Crímenes de Guerra en la
ex-Yugoslavia, La Haya (1993).
La responsabilidad primordial de velar por que los crímenes internacionales graves y otras
violaciones manifiestas de los derechos humanos se sometan a la justicia recae en los Estados
Miembros. Se trata de uno de los principios fundamentales en que se basa el Estatuto de Roma de
la Corte Penal Internacional. En la Declaración de la Reunión de Alto Nivel sobre el Estado de
Derecho, los Estados Miembros reconocieron el papel de la Corte Penal Internacional en un
sistema multilateral tendente a poner fin a la impunidad y establecer el estado de derecho.