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Pontificia Universidad Javeriana

Julián David Montaño Lombana


Constitución Política – Jueves 11am
23 de abril de 2020

Legalización o prohibición ´

¿Cuál  es su opinión sobre el texto de Antonio Caballero, sus experiencias personales y 
la  posición que expresa en su columna de Semana? ¿Es Antonio Caballero un "degener
ado"  o un hombre sensato?
R/ El artículo lo encuentro como una brisa que refresca en cierta medida el terreno árido del
debate sobre la legalización o prohibición de las drogas. Al centrarse en experiencias
personales Antonio Caballero sin duda genera un mayor acercamiento con el lector, que
encuentra más afinidad y empatía con lo que se le está hablando, en este caso, el consumo
de marihuana. En esta medida, los debates entre los altos mandatarios de los diferentes
gobiernos sobre las drogas pueden sentirse como ajenos para el hombre del común, en
cuanto son realizados por personas que probablemente nunca la hayan probado y que en el
fondo solo están primando sus intereses económicos.
Entrando ya en el contenido puntual del artículo, encuentro elementos que comparto y otros
que no con el autor. Lo primero que quiero mencionar es que la marihuana como bien se
resalta, así como agudiza los sentidos también los adormece, puntualmente los del tacto, el
gusto, el olfato y el oído; es importante aclarar que la vista no se ve afectada, ya que
muchas veces se cree que el marihuanero alucina, cuando esto en realidad nunca pasa, está
experimentando nuevas cosas, de eso no cabe duda, pero los objetos que tiene en su entorno
no cambian de forma ni nada por el estilo, como si ocurre con las alucinaciones. Partiendo
de esta premisa, encuentro un primer punto de discrepancia con Antonio Caballero cuando
intenta relacionar el libro de Aldous Huxley “Las puertas de la percepción” con la
marihuana. Se debe entender que cuando Huxley se refiere a las llaves que abren dichas
puertas, no está hablando precisamente de la marihuana, sino del peyote, puntualmente, del
LSD. Escritores como Huxley, Ken Kesey o Allen Ginsberg, en su momento, estaban
probando otro tipo de sustancias que si les producían alucinaciones severas, como no ocurre
con la marihuana. Entiendo en el fondo el propósito del autor al utilizar este ejemplo, pero
considero necesario hacer este tipo de distinciones para no caer en confusiones.
El segundo punto en el que no estoy del todo de acuerdo es en la pérdida de la memoria.
Me parece que el inicio del artículo, que intenta ser un poco cómico, solo termina por
estigmatizar a las personas que fuman marihuana. Este olvido del que habla Antonio
Caballero está mediado en su caso por dos elementos que no podemos pasar por alto, el
primero, que trata de recordar cosas que pasaron hace más de cuarenta años; el segundo,
que al ser una persona que consumía constantemente, su mente terminó por normativizar
este tipo de conductas y en algunos casos terminó por olvidarlas, pero esto no es una
consecuencia de la marihuana. Me explico. Es como cuando una persona consume arroz en
el almuerzo, cuando se le pregunta al final del año cuántas veces comió arroz en un periodo
puntual, es obvio que no se va a acordar y no es precisamente porque esté perdiendo la
memoria, es porque es algo que ha hecho tantas veces que su mente lo normativiza y, es por
eso, que por mucho se acordará de una o dos ocasiones en las que comió arroz, en cuanto
representaron algo especial. Lo mismo ocurre con la marihuana, cuando una persona fuma
constantemente no está olvidando las anteriores “trabas”, simplemente su mente las toma
como un estado repetitivo del que solo rescata algunos eventos especiales. El más claro
ejemplo de ello, es el mismo Antonio Caballero, que cuarenta años después, se acuerda
perfectamente de como inventó una secuencia impensada en matemáticas y de sus juegos
de ajedrez; esto gracias a que fueron momento especiales para él.
Sobre los puntos de la producción y comercialización de la marihuana si estoy totalmente
de acuerdo con Antonio Caballero. Especialmente cuando dice que al estar prohibida no
podemos saber con certeza bajo que circunstancias se está sembrando y procesando, lo que
sin duda es un peligro no solo para el consumidor sino también para el productor. Si el
gobierno se encargara de este proceso, en donde además de tener controles de calidad, le
informara a las personas sobre los que está consumiendo, sería mucho mejor para todos.
Para terminar, y contestando al apartado final de la pregunta, considero que el autor lejos de
ser un degenerado, es un hombre sensato. Su forma de consumir, el conocer las variedades
y los pro y contras de la marihuana, demuestran la actitud de una persona que si bien quiere
consumir, también quiere conocer lo que está metiendo a su cuerpo. Adicionalmente, la
razón por la que dejó de fumar, en este caso, el macabro negocio estadounidense no solo de
las drogas sino de la guerra misma que se esconde detrás de las políticas de fumigación y
prohibición, demuestran su sensatez.
Resuma los argumentos  que  expone en su texto Drogas, prohibición o legalización el ex
presidente Samper, donde analiza el trascurso de la "guerra contra las drogas" y la
política  que se debería seguir a nivel local y mundial en la materia.
R/ Samper inicia mostrando un panorama no muy alentador en la lucha contra las drogas.
Las políticas aplicadas hasta el momento no han generado una verdadera disminución en el
consumo, por el contrario, estas medidas han creado relaciones entre naciones de centro y
periferia, que en una búsqueda por castigar la criminalidad que esconde el tráfico ilegal, lo
único que han hecho es derribar los eslabones más débiles de una estructura mucho más
compleja.
El diálogo entre las naciones, sin embargo, se presenta como la vía más adecuada para
afrontar este problema. Así, los encuentros internacionales como la UNGASS en 2016, han
permitido entender que cada país debe afrontar de manera diferente esta problemática y que
el poder de la unión está precisamente en reconocer la diversidad del problema. El punto
está entonces en hacer una lectura global e integral del problema que permita avanzar.
Haciendo un recuento histórico, Samper encuentra en China (1912) el primer intento por
controlar el consumo de drogas. Desde ese momento y con una intervención constante de
los Estados Unidos, se han firmado acuerdos y establecido políticas que buscan controlar el
consumo al tiempo que se combate su producción ilegal. Así, drogas como la marihuana, el
opio o la coca, han empezado ha ser pensadas incluso en la lógica de serios problemas
nacionales, como en su momento lo hizo Richard Nixon.
Ya en pleno siglo XXI, la historia deja en evidencia como el prohibicionismo ha sido casi
un fracaso completo. Una demanda que no disminuye y unos precios que se mantienen
estables e incluso que bajan, son problemas que dificultan aún más esta lucha.
Adicionalmente, con la llegada de drogas sintéticas de fácil fabricación, se ha generado que
la producción no solo se concentre en un punto, sino que se esparza por todo el planeta,
sumándole así un problema más a los gobiernos.
Las cifras de adictos son alarmantes, pues superan en mucho la población colombiana, se
calcula que más o menos 250 millones de personas en el mundo son consumidores
frecuentes, de una variedad que supera los trecientos tipos de drogas. La democratización y
el alto consumo de las mismas, ha generado las drogas sean el tercer negocio más rentable
después del petróleo y las armas, algo sin duda sorprendente a la vez que preocupante.
Esta lucha mundial, además de ineficiente, se ha encargado de generar una estigmatización
sobre ciertos países productores, como si ellos fueron los únicos responsables del problema.
Sin embargo, hay que recordar que así como Colombia en los noventa produjo una gran
cantidad de hoja de coca para volverla en cocaína, los Estados Unidos vienen siendo desde
hace mucho tiempo la principal demanda. Las medidas tomadas para combatir el problema,
lejos de ofrecer una solución solo han empobrecido a las naciones. Los enfrentamientos
entre el Estado y los carteles, los campos dañados por la fumigación, las inversiones y
deudas que se generan, son algunos ejemplos de cómo estas formas de lucha siguen siendo
ineficientes y que en últimas solo se han presentado como la excusa perfecta para que los
Estados Unidos intervenga en los países del tercer mundo. Como Samper lo menciona, el
balance positivo jamás se podrá comparar con todos los efectos negativos que deja esta
guerra.
Teniendo en cuenta este panorama desalentador, Samper formula una serie de premisas que
considera importantes en un intento por cambiar la forma en la que se ha combatido el
problema. Lo primero está en aprovechar los espacios internacionales de discusión bajo la
idea de que todos los países se vean con igualdad. La imposición de ideas, como lo ha
venido haciendo Estados Unidos, no puede ser permitida en esta nueva lógica. Debe existir
un diálogo entre todas las naciones que incluya desde las opiniones más flexibles frente al
tema, hasta las más radicales. Además, en busca de solucionar el problema se debe tener
presente no solo la oferta y la demanda. Existen detrás de todo problemas sociales, políticos
e incluso religiosos que hacen parte de esta cuestión de enorme complejidad y magnitud.

Con base en lo anterior, y haciendo un balance de los  pros  y  contras, de su opinión per


sonal
sobre  el  tema  de  narcotráfico: ¿se  debe avanzar en la legalización de las drogas ilícitas 
o mantener  la  prohibición.
R/ Abordar el tema de las drogas sin duda es muy complejo por la magnitud del problema,
que abarca a más de 250 millones de personas y en general a todos los países del mundo, en
algunos en mayor grado que en otros. Con todo lo expuesto por Samper se podría pensar
que la lucha que hasta el momento se ha entablado con las drogas ha resultado estéril y de
corto alcance. Más de un siglo de políticas de prohibición y persecución a la oferta no han
significado un verdadero cambio, es por ello, que en mi opinión el mundo debería
encaminarse a la legalización, eso si, con ciertas precauciones. En mi caso, soy partidario
que todo este proceso debe empezar con legalizar la marihuana, como lo han hecho países
como Canadá, Holanda y Uruguay. La primera razón radica en el control, si el gobierno
tiene el monopolio de la marihuana no solo le estaría quitando gran parte del negocio al
narcotráfico sino que también podría recibir una gran cantidad de ingresos anuales con el
solo hecho de venderla. Adicionalmente, aplicaría controles de calidad que beneficiarían en
gran medida a la población, en la gran mayoría de los casos, exceptuando los auto cultivos,
no hay certeza de la procedencia de la droga ni de las condiciones de producción. En el
fondo es incómodo para el consumidor no saber que está metiendo en su cuerpo y tener la
consciencia además, de que detrás de lo que se está fumando es muy probable que haya
procesos de desplazamiento forzado, violencia y pobreza extrema. Sería mucho mejor si el
gobierno diera oportunidades de empleo a estas personas que trabajan al margen de la ley
por cuestiones de necesidad, para que se insertaran en una nueva rama de la economía, que
sin duda, le traería grandes ganancias al país.
Todo este proceso de legalización debe ser acompañado con programas sociales concretos
que estén apuntados a diferentes sectores de la población. Es importante tratar de reubicar
en otro trabajo a las personas que se desempeñan como “dealers” porque estas muchas
veces siguen el camino de la ilegalidad o incluso la criminalidad al verse sin su sustento.
Un amigo que vive en Uruguay, me dijo que desde el momento que se legalizó la
marihuana los hurtos en todo el país se han visto incrementados, precisamente porque el
gobierno no pensó en un plan social para ello y solo se limitó a legalizarla sin medir las
consecuencias. Ahí radica entonces el valor de los componentes sociales en este tipo de
procesos transitorios.
Al otro sector de la población al que se deben dirigir estos programas es a los
consumidores. Así como existen casos de personas que pueden controlar de manera
perfecta sus dosis y que no se ven afectadas por el consumo, sin duda existirán casos de
personas que sientan que se les está saliendo de las manos este asunto y prefieran buscar
ayuda. El gobierno debería entonces estar en la capacidad de brindarle a los ciudadanos
psicólogos, psicoanalistas, centros de sociabilización y en el más grave de los casos, centros
de rehabilitación. Todo esto, con la intención de ayudar a los ciudadanos.
En relación a otras drogas como la cocaína, la heroína, el bazuco, las metanfetaminas y los
más de trecientos tipos de drogas sintéticas no tengo en mente una forma efectiva para
combatirlas, pues en mi caso, no considero que deban ser legalizadas. Encuentro que los
efectos no solo psicológicos sino también físicos que causas en las personas, a corto o largo
plazo, sin son un verdadero problema. En relación a estas drogas solo me surgen dos
opiniones. La primera, comparto con Samper el uso del diálogo entre naciones a partir de
una postura de igualdad para entender en su complejidad el tema de las drogas. Que
Estados Unidos se meta en todos los asuntos de los gobiernos como si ellos mismos no
fueran el principal problema y que dictaminen las formas de proceder en verdad me
molesta. Cada país debería combatir con políticas propias, no me parece razonable que
muchas personas estén muriendo en nuestro país por fumigaciones con glifosato solo
porque nuestro gobierno quiere simpatizar con una de las principales potencias económicas
del mundo. El segundo punto que quiero mencionar, son algunas de las penas más radicales
que se imponen a los trasportadores de drogas, Pienso que la pena de muerte, aplicada por
algunos países asiáticos, no es un castigo pertinente porque en el fondo no soluciona en
problema. Como lo mencionaba Samper, las formas de actuar en la guerra contra las drogas
solo han permitido atrapar y castigar a los eslabones más débiles de una súper-estructura
criminal. En el fondo muchas de las personas que se prestan para llegar droga lo hacen
porque tienen una necesidad muy grande o incluso porque tienen a su familia amenazada en
caso de no hacerlo. Si bien lo que hacen no está bien, un error lo puede cometer cualquiera
y no veo la razón para que esta falla atente contra la vida. Estoy de acuerdo sin duda con
las penas carcelarias, pero no con que se atente contra lo más valioso que tiene una persona:
la vida misma.

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