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Legalización o prohibición ´
¿Cuál es su opinión sobre el texto de Antonio Caballero, sus experiencias personales y
la posición que expresa en su columna de Semana? ¿Es Antonio Caballero un "degener
ado" o un hombre sensato?
R/ El artículo lo encuentro como una brisa que refresca en cierta medida el terreno árido del
debate sobre la legalización o prohibición de las drogas. Al centrarse en experiencias
personales Antonio Caballero sin duda genera un mayor acercamiento con el lector, que
encuentra más afinidad y empatía con lo que se le está hablando, en este caso, el consumo
de marihuana. En esta medida, los debates entre los altos mandatarios de los diferentes
gobiernos sobre las drogas pueden sentirse como ajenos para el hombre del común, en
cuanto son realizados por personas que probablemente nunca la hayan probado y que en el
fondo solo están primando sus intereses económicos.
Entrando ya en el contenido puntual del artículo, encuentro elementos que comparto y otros
que no con el autor. Lo primero que quiero mencionar es que la marihuana como bien se
resalta, así como agudiza los sentidos también los adormece, puntualmente los del tacto, el
gusto, el olfato y el oído; es importante aclarar que la vista no se ve afectada, ya que
muchas veces se cree que el marihuanero alucina, cuando esto en realidad nunca pasa, está
experimentando nuevas cosas, de eso no cabe duda, pero los objetos que tiene en su entorno
no cambian de forma ni nada por el estilo, como si ocurre con las alucinaciones. Partiendo
de esta premisa, encuentro un primer punto de discrepancia con Antonio Caballero cuando
intenta relacionar el libro de Aldous Huxley “Las puertas de la percepción” con la
marihuana. Se debe entender que cuando Huxley se refiere a las llaves que abren dichas
puertas, no está hablando precisamente de la marihuana, sino del peyote, puntualmente, del
LSD. Escritores como Huxley, Ken Kesey o Allen Ginsberg, en su momento, estaban
probando otro tipo de sustancias que si les producían alucinaciones severas, como no ocurre
con la marihuana. Entiendo en el fondo el propósito del autor al utilizar este ejemplo, pero
considero necesario hacer este tipo de distinciones para no caer en confusiones.
El segundo punto en el que no estoy del todo de acuerdo es en la pérdida de la memoria.
Me parece que el inicio del artículo, que intenta ser un poco cómico, solo termina por
estigmatizar a las personas que fuman marihuana. Este olvido del que habla Antonio
Caballero está mediado en su caso por dos elementos que no podemos pasar por alto, el
primero, que trata de recordar cosas que pasaron hace más de cuarenta años; el segundo,
que al ser una persona que consumía constantemente, su mente terminó por normativizar
este tipo de conductas y en algunos casos terminó por olvidarlas, pero esto no es una
consecuencia de la marihuana. Me explico. Es como cuando una persona consume arroz en
el almuerzo, cuando se le pregunta al final del año cuántas veces comió arroz en un periodo
puntual, es obvio que no se va a acordar y no es precisamente porque esté perdiendo la
memoria, es porque es algo que ha hecho tantas veces que su mente lo normativiza y, es por
eso, que por mucho se acordará de una o dos ocasiones en las que comió arroz, en cuanto
representaron algo especial. Lo mismo ocurre con la marihuana, cuando una persona fuma
constantemente no está olvidando las anteriores “trabas”, simplemente su mente las toma
como un estado repetitivo del que solo rescata algunos eventos especiales. El más claro
ejemplo de ello, es el mismo Antonio Caballero, que cuarenta años después, se acuerda
perfectamente de como inventó una secuencia impensada en matemáticas y de sus juegos
de ajedrez; esto gracias a que fueron momento especiales para él.
Sobre los puntos de la producción y comercialización de la marihuana si estoy totalmente
de acuerdo con Antonio Caballero. Especialmente cuando dice que al estar prohibida no
podemos saber con certeza bajo que circunstancias se está sembrando y procesando, lo que
sin duda es un peligro no solo para el consumidor sino también para el productor. Si el
gobierno se encargara de este proceso, en donde además de tener controles de calidad, le
informara a las personas sobre los que está consumiendo, sería mucho mejor para todos.
Para terminar, y contestando al apartado final de la pregunta, considero que el autor lejos de
ser un degenerado, es un hombre sensato. Su forma de consumir, el conocer las variedades
y los pro y contras de la marihuana, demuestran la actitud de una persona que si bien quiere
consumir, también quiere conocer lo que está metiendo a su cuerpo. Adicionalmente, la
razón por la que dejó de fumar, en este caso, el macabro negocio estadounidense no solo de
las drogas sino de la guerra misma que se esconde detrás de las políticas de fumigación y
prohibición, demuestran su sensatez.
Resuma los argumentos que expone en su texto Drogas, prohibición o legalización el ex
presidente Samper, donde analiza el trascurso de la "guerra contra las drogas" y la
política que se debería seguir a nivel local y mundial en la materia.
R/ Samper inicia mostrando un panorama no muy alentador en la lucha contra las drogas.
Las políticas aplicadas hasta el momento no han generado una verdadera disminución en el
consumo, por el contrario, estas medidas han creado relaciones entre naciones de centro y
periferia, que en una búsqueda por castigar la criminalidad que esconde el tráfico ilegal, lo
único que han hecho es derribar los eslabones más débiles de una estructura mucho más
compleja.
El diálogo entre las naciones, sin embargo, se presenta como la vía más adecuada para
afrontar este problema. Así, los encuentros internacionales como la UNGASS en 2016, han
permitido entender que cada país debe afrontar de manera diferente esta problemática y que
el poder de la unión está precisamente en reconocer la diversidad del problema. El punto
está entonces en hacer una lectura global e integral del problema que permita avanzar.
Haciendo un recuento histórico, Samper encuentra en China (1912) el primer intento por
controlar el consumo de drogas. Desde ese momento y con una intervención constante de
los Estados Unidos, se han firmado acuerdos y establecido políticas que buscan controlar el
consumo al tiempo que se combate su producción ilegal. Así, drogas como la marihuana, el
opio o la coca, han empezado ha ser pensadas incluso en la lógica de serios problemas
nacionales, como en su momento lo hizo Richard Nixon.
Ya en pleno siglo XXI, la historia deja en evidencia como el prohibicionismo ha sido casi
un fracaso completo. Una demanda que no disminuye y unos precios que se mantienen
estables e incluso que bajan, son problemas que dificultan aún más esta lucha.
Adicionalmente, con la llegada de drogas sintéticas de fácil fabricación, se ha generado que
la producción no solo se concentre en un punto, sino que se esparza por todo el planeta,
sumándole así un problema más a los gobiernos.
Las cifras de adictos son alarmantes, pues superan en mucho la población colombiana, se
calcula que más o menos 250 millones de personas en el mundo son consumidores
frecuentes, de una variedad que supera los trecientos tipos de drogas. La democratización y
el alto consumo de las mismas, ha generado las drogas sean el tercer negocio más rentable
después del petróleo y las armas, algo sin duda sorprendente a la vez que preocupante.
Esta lucha mundial, además de ineficiente, se ha encargado de generar una estigmatización
sobre ciertos países productores, como si ellos fueron los únicos responsables del problema.
Sin embargo, hay que recordar que así como Colombia en los noventa produjo una gran
cantidad de hoja de coca para volverla en cocaína, los Estados Unidos vienen siendo desde
hace mucho tiempo la principal demanda. Las medidas tomadas para combatir el problema,
lejos de ofrecer una solución solo han empobrecido a las naciones. Los enfrentamientos
entre el Estado y los carteles, los campos dañados por la fumigación, las inversiones y
deudas que se generan, son algunos ejemplos de cómo estas formas de lucha siguen siendo
ineficientes y que en últimas solo se han presentado como la excusa perfecta para que los
Estados Unidos intervenga en los países del tercer mundo. Como Samper lo menciona, el
balance positivo jamás se podrá comparar con todos los efectos negativos que deja esta
guerra.
Teniendo en cuenta este panorama desalentador, Samper formula una serie de premisas que
considera importantes en un intento por cambiar la forma en la que se ha combatido el
problema. Lo primero está en aprovechar los espacios internacionales de discusión bajo la
idea de que todos los países se vean con igualdad. La imposición de ideas, como lo ha
venido haciendo Estados Unidos, no puede ser permitida en esta nueva lógica. Debe existir
un diálogo entre todas las naciones que incluya desde las opiniones más flexibles frente al
tema, hasta las más radicales. Además, en busca de solucionar el problema se debe tener
presente no solo la oferta y la demanda. Existen detrás de todo problemas sociales, políticos
e incluso religiosos que hacen parte de esta cuestión de enorme complejidad y magnitud.