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Ariadna Carbonell Huérfano

Manuel Alejandro Silva

Columna de opinión sobre “nudges”

Hablar de los “nudges” o “empujones” en política pública es hablar de prácticas que han
usado los políticos, y otros, durante siglos y hasta milenios. Ya lo decía Pedro Rey Biel,
con otras palabras, en su conferencia sobre Richard Thaler: no es nuevo, solo que ahora se
pretende cuantificar su influencia. Schiller los llamaba “impulsos” y Foucault los integró a
las “tecnologías del saber y del poder”. Las artes, en la mayoría de las ocasiones, han
funcionado como “nudges”, como pequeños empujones que apelan a la sensibilidad, no a la
razón, para producir actitudes políticas y cambios comportamentales. Los ejemplos vienen
desde Esquilo, que pretendió dar a conocer los valores y bondades de la democracia a los
ciudadanos atenienses en tiempos de Pericles. Esto lo hizo mediante la representación
teatral de La Orestíada, que apuntaba a la generación de un pathos, de una identificación o
simpatía con los personajes en escena, en un tiempo en que el teatro era un espacio de
reunión, culto y diversión fundamentales para la polis. Esta representación permitió una
aceptación generalizada de un nuevo modelo político, que se manifestó como un modelo
bondadoso, reemplazando a un modelo basado en la venganza y la sangre.

Otro ejemplo, esta vez más reciente, es el de Domingo Faustino Sarmiento en Argentina.
Mediante su novela Facundo, que se entregaba en folletines y que, por tanto, tuvo gran
difusión a través del Estado-nación que se estaba fundando, propició una visión del
indígena y del gaucho como culturas bárbaras, contrarias a ideales de civilización que
provenían de un liberalismo europeo y que él pretendía establecer en Argentina. Esa novela
fue una de las novelas fundacionales de la literatura argentina y creó modelos de sociedad y
odios a los que muchos letrados se adhirieron. Cuando llegó a la presidencia, Sarmiento ya
se consideraba uno de los grandes prosistas castellanos y no es casualidad que fuera bajo su
mandato, y sin mucha oposición por parte de los letrados, que se perpetró el gran genocidio
gaucho del siglo XIX. El arte, como medio que apela a las sensibilidades y a crear modelos
basados en un inconsciente afectivo, puede ser efectivo para promover las acciones
políticas.

Schiller, en la Cartas para la educación estética del hombre, decía que para hacer de cada
individuo un hombre moral, esto es, que cumpla la ley, hay que recurrir al ocio. En el ocio,
en lo que el hombre acepta porque piensa que él mismo lo ha buscado y que hace parte de
una porción deseada de su cotidianidad, es en donde se deben poner lo que Schiller llama
“impulsos”, que permitan a un hombre natural, guiado por sus instintos y sus sentidos,
acceder a los deseos de un hombre moral, que cumple la ley. Esto quiere decir que los
impulsos serían una forma de hacer que el hombre termine deseando y haciendo lo que
realmente se le quiere imponer. Sospecho que esa es la pretensión de los “nudges”. En el
caso de Schiller, él creía en el Estado como la forma ideal del hombre moral, es decir, como
el perfecto representante de la ley, que incluso permitía un acceso a la divinidad. Sin
embargo, las ideas de Schiller, así como las de muchos otros idealistas alemanes,
terminaron siendo usadas por el nazismo. El principio schilleriano de hacer del arte y la
belleza medios sensibles para acceder a ideales legales, estatales y morales, estuvieron en la
base de la creación de la propaganda nazi y de las formas de difusión de muchas de sus
ideas, por medio de pancartas, caricaturas, películas, etc.

También se supone que los “nudges” deberían ser usados con fines apropiados, pues se ha
visto a lo largo de la historia que, no solo son efectivos, sino peligrosos. Hoy en día los
centros de ocio quizá estén más en las redes sociales, en la televisión y en las plataformas
multimedia como Netflix o HBO. Es en ese ocio, de acceso simple, atractivo y de difusión
inmediata donde podrían estar los “nudges” más efectivos. Por eso quizá la efectividad de
las telenovelas para evitar la deserción escolar en Perú. Son estrategias políticas que vienen
usándose hace años y, para medir su efectividad y pensar en las formas de usarlos, quizá no
sobre remitirse a ejemplos del pasado.

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