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Voces: ACCION REVOCATORIA ~ ACTO A TITULO GRATUITO ~ DONACION ~ FRAUDE ~

INMUEBLE ~ INSOLVENCIA ~ PRUEBA


Tribunal: Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul, sala II(CCivyComAzul)(SalaII)
Fecha: 30/11/2004
Partes: Benthencourt, Claudia R. c. Acebal, Eugenia E.
Publicado en: LLBA2005 (marzo), 192
Cita Online: AR/JUR/4591/2004
Hechos:
En el marco de un juicio por daños y perjuicios la demandada fue condenada a pagar una indemnización a
favor de la actora en virtud del accidente de tránsito acaecido. La accionada no dio cumplimiento a la condena
impuesta por la mencionada sentencia, por lo que la actora solicitó la traba de embargo sobre un inmueble de
aquélla. Al contestar el traslado, la demandada manifestó que no poseía bien inmueble alguno. En consecuencia,
se inició demanda por fraude y nulidad del acto jurídico. El Juez de primer Instancia, rechazó el reclamo
planteado por la actora. Apelada la sentencia, la Cámara revocó la misma.
Sumarios:
1. Corresponde hacer lugar a la acción revocatoria intentada a fin que se deje sin efecto la donación de un
inmueble realizada por la demandada, pues la que debe computarse como fecha del crédito, es la del accidente
que dio nacimiento al mismo, y no la de la sentencia recaída en el juicio de daños y perjuicios, en la cual se
reconoce el derecho a la actora, por lo que el crédito es de fecha anterior al acto de disposición impugnado.
2. Cabe asignar significativo valor probatorio a la conducta procesal de la demandada, en cuanto manifiesta
carecer de bienes inmuebles y omite cumplir con el deber de colaboración procesal, a fin de tener por acreditado
el estado de insolvencia en tanto presupuesto contemplado en el inc. 1° del art. 962 del Cód. Civil.
Texto Completo:
2ª Instancia.- Azul, noviembre 30 de 2004.
1ª ¿Es justa la sentencia apelada de fs.256/258 vta.? 2ª ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
1ª cuestión.- El doctor Peralta Reyes dijo:
I) Corresponde hacer referencia, en primer lugar, al juicio de daños y perjuicios que promovió Claudia
Roxana Benthencourt, contra Ellezer Horacio Sosa y Eugenia Esther Acebal, el que tramitó en expediente N°
23.410/96, por ante el Juzgado Civil y Comercial N° 2, con sede en Tandil. Este proceso, que tuvo su origen en
el accidente de tránsito acaecido el día 9/2/95, en la Avda. Perón entre Uriburu y Arana, de la ciudad de Tandil,
concluyó con el dictado de sentencia de primera instancia, con fecha 25/8/98 (ver fs. 185/189 vta., del referido
expediente que luce agregado por cuerda).
En dicho pronunciamiento se dispuso hacer lugar a la demanda entablada por Claudia Roxana Benthencourt,
condenándose a Ellezer Horacio Sosa y a Eugenia Esther Acebal a abonar a la parte actora, dentro del plazo de
diez días, las indemnizaciones derivadas del siniestro, las que correspondían a los siguientes rubros: $500, en
concepto de asistencia médico-farmaceútica; $1200, en concepto de reparación de daño psicológico; $70.000,
por incapacidad laborativa; y $21.000, por daño moral. Todo ello, con más intereses y costas. (fs. 189 del citado
expediente N° 23.410/96). Este decisorio adquirió firmeza, al haberse decretado la deserción del recurso de
apelación que se interpuso contra el mismo (fs. 237/238 vta.).
Ahora bien, de las actuaciones posteriores del expediente N° 23.410/96, se desprende que los demandados
no dieron cumplimiento a la condena impuesta por la mencionada sentencia. Así a fs. 266, la parte actora
practicó liquidación del crédito, el que ascendió a la suma total de $101.413,80. Y en ese mismo escrito, solicitó
la traba de embargo sobre el inmueble designado como Circ. I, sección D, chacra 45-C2, parcela 1-e, matrícula
N° 25.243 del Partido de Tandil. La codemandada Eugenia Esther Acebal contestó el traslado que se le hubo
conferido y, sin brindar ninguna precisión, manifestó que no poseía inmueble alguno; señalando que, por tal
razón, debía desestimarse la solicitud de embargo formulada por la actora.
II) De esta manera se arribó al inicio del presente juicio (expediente N° 27.356), a través de la demanda por
fraude y nulidad de acto jurídico que entabló Claudia Roxana Benthencourt, contra Eugenia Esther Acebal,
Estela Maris Pérez y Mónica Liliana Pérez.
Se hace referencia en esta demanda, al juicio de daños y perjuicios que he analizado en el anterior apartado,
señalándose que habiendo expirado el plazo fijado en la sentencia, sin que la demandada haya abonado las
sumas de condena, se comenzaron las averiguaciones del caso para ubicar bienes que pudieran satisfacer el
cobro de la acreencia (fs. 20 vta., in fine, fs. 21). Y así expresa la demandante que grande fue su sorpresa, al
advertir que la codemandada Eugenia Esther Acebal es completamente insolvente, en la actualidad, al haber
donado a sus hijas, con fecha 23/10/96, el inmueble que le pertenecía (fs. 21).
Y así surge del certificado de dominio agregado con la demanda (fs. 16/19), que Eugenia Esther Acebal

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donó con reserva de usufructo vitalicio, a favor de Stella Maris Pérez y de Mónica Liliana Pérez, el ya
mencionado inmueble (matrícula N° 25.243 de Tandil), mediante escritura N° 286 de fecha 23/10/96. Se sigue
sosteniendo en la demanda, que resulta ostensible que tal acto jurídico ha sido realizado por la donante, con el
propósito de sustraer los bienes del alcance de sus acreedores (fs. 21); y luego de calificarse al acto como
fraudulento, se puntualiza que "se ha tipificado en el caso la figura del fraude a los acreedores, regulado por los
arts. 961 a 972 del Código Civil, entendido aquél como la provocación o agravación por el deudor de su
insolvencia, mediante actos u omisiones del mismo en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su
patrimonio" (fs. 21 vta., in fine).
Esta litis se integró con todas las accionadas, habiendo contestado la demanda en término Estela Maris
Pérez, y habiéndolo hecho en forma extemporánea Mónica Liliana Pérez (escrito de fs. 92/98, y auto de fs. 107).
Por su parte, Eugenia Esther Acebal presentó su responde a fs. 126/128 vta. Luego de contestar la actora el
traslado que le fue conferido (fs. 147/148), se abrió la causa a prueba (fs. 151) y, posteriormente, se transitó la
etapa probatoria.
III) De este modo se arribó al dictado de la sentencia de la anterior instancia, la que dispuso el rechazo de la
demanda de fraude, con imposición de costas a la parte actora (fs. 256/258 vta.).
Comenzó relatando el a quo los requisitos que son necesarios para la viabilidad de la acción intentada (art.
962 del Código Civil), esto es, que el deudor se halle en estado de insolvencia, que el perjuicio resulte del acto
mismo o que ya antes se hallase insolvente, y que el crédito sea de una fecha anterior al acto del deudor. Expone
que, tratándose de una transmisión a título gratuito, carece de relevancia un cuarto elemento sólo exigible
cuando la disposición lo ha sido a título oneroso, razón por la cual no corresponderá analizar la buena o mala fe
de las actuales titulares (art. 967 del mismo código).
Seguidamente, el sentenciante de grado tuvo por no configurados los requisitos indicados precedentemente,
puntualizando lo siguiente: a) Con respecto a la insolvencia, dijo que sólo se presume y no debe ser objeto de
prueba en el caso de quiebra o concurso civil (esto último, antes de la unificación de ambos procesos, por la
legislación concursal). Y señaló que, de la compulsa del expediente de daños y perjuicios, no surge acto alguno
tendiente a ejecutar la sentencia (salvo el embargo de un automotor que fuera decretado, y la denuncia del
inmueble que es objeto de autos). Sostuvo así el juzgador, que: "La mentada insolvencia de Acebal queda en la
mera afirmación de la actora de autos y ninguna prueba se ha arrimado para acreditar el intento de excutirle o
descubrirle otros bienes". Con cita de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, precisó el a quo que el
acreedor que demanda debe acreditar la insolvencia del deudor (fs. 257 vta./258). b) Continuó señalando el
juzgador, que el crédito de la actora recién nace con el reconocimiento judicial que se produce con la sentencia
dictada, con fecha 25/8/98, en el juicio de daños y perjuicios, la que recién adquirió firmeza el día 21/5/99. De
esta manera, concluye señalando que "mal puede considerarse que una transmisión efectuada el 23 de octubre
de 1996, casi tres años antes del nacimiento del crédito pueda dar lugar a la revocación por fraude". Aludió,
después, a los testimonios producidos en autos, de los que surge que la donante tuvo problemas de salud, que no
reside en el inmueble objeto de este juicio (donde sí lo hace una de sus hijas), y que al comparecer a los autos
denunció su domicilio en la ciudad de Mar del Plata (fs. 258).
IV) La sentencia analizada fue apelada por la actora (fs. 259), quien una vez elevados los autos a esta alzada,
expresó sus agravios mediante la pieza procesal de fs. 288/292.
Mediante dicho escrito recursivo, la actora apelante propicia la revocación del decisorio en crisis,
formulando -en lo sustancial- las siguientes argumentaciones: a) Dice que la codemandada Eugenia Esther
Acebal formalizó la donación impugnada, cuando recibió la notificación de la demanda en el juicio de daños y
perjuicios que he referenciado supra. b) Afirma que la nombrada donó a sus hijas, con reserva de usufructo, el
único bien que poseía, con el único objeto de perjudicarla en su carácter de acreedora de una indemnización de
daños y perjuicios. c) Expresa que el acto atacado produjo la insolvencia de la demandada, al donar el único
bien que poseía, por lo que en su decir hay una relación directa e inmediata entre la celebración del acto y el
estado de insolvencia del deudor. Puntualiza que "en ningún momento la donante prueba u ofrece probar que
posee otros bienes y que por ende no se insolventó con la donación efectuada". d) Pone de resalto que Acebal no
abonó el monto resultante de la sentencia, en el ya mencionado juicio de daños y perjuicios. e) Asevera que la
fecha cierta de su crédito es muy anterior al momento de realización del acto impugnado, y que la sentencia
dictada en el referido proceso "reconoció" al mismo, puesto que el nacimiento de tal derecho creditorio es de
notoria antelación con respecto a la donación. f) Señala que la demandada, fraudulentamente, ha simulado ante
sus acreedores ser insolvente y haberse desprendido de sus bienes, cuando prosigue usufructuando los mismos.
Contestada la expresión de agravios por la codemandada Acebal (fs. 294/296 vta.), se llamaron autos para
sentencia (fs. 299), y practicado el sorteo de rigor (fs. 300), se está en condiciones de emitir el presente
pronunciamiento.
V) Anticipo opinión en el sentido de que deberá prosperar la acción revocatoria o pauliana deducida por la
parte actora, por hallarse reunidos los requisitos que viabilizan su procedencia. De allí que, a mi juicio, deba ser

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revocada la sentencia dictada en la anterior instancia.
En el presente apartado me ocuparé del primer recaudo que es menester acreditar en esta clase de acciones,
esto es, el estado de insolvencia del deudor (art. 962, inc. 1° del Código Civil).
Debe puntualizarse, en principio, que tal como lo ha resuelto la Casación Provincial, "fuera de los casos en
que la ley presume la existencia de fraude, la prueba de los extremos de la acción revocatoria incumbe al
acreedor que demanda, quien por consiguiente debe acreditar la insolvencia del deudor, salvo el supuesto de
quiebra, en el que también la ley alivia con una presunción la tarea probatoria del actor (v. "Acuerdos y
Sentencias", 1960-IV-9)" (SCBA, Ac. 48.931, sent. del 9/2/93, "Banco Patagónico S.A. (hoy su quiebra) contra
Ribazón S.A. y Celosor S.A.I.P. Acción revocatoria y embargo preventivo).
También en el campo doctrinario, se ha precisado este aspecto, señalándose que "corresponde al acreedor
probar la insolvencia del deudor, para lo cual debe valerse de cualquier medio de prueba; es importante probar
que el deudor no tiene bienes registrables inscriptos a su nombre o que se han iniciado ejecuciones en su contra
que no pueden ser afrontadas o que se encuentra en estado de cesación de pagos" (conf. Wayar, "Derecho civil,
obligaciones", tomo II, p. 140; Garibotto, "Teoría general del acto jurídico", p. 248).
Pues bien, en el sub exámine se encuentran reunidos diversos elementos probatorios que, en mi parecer,
resultan suficientes para acreditar la insolvencia de la codemandada Eugenia Esther Acebal. Me ocuparé, a
continuación, de cada uno de ellos.
1. Resulta un dato relevante para la dilucidación de la causa, la circunstancia de que medie sentencia firme
en el juicio de daños y perjuicios (que admitió el crédito de Claudia Roxana Benthencourt), y que la demandada
no haya cumplimentado el pago de los montos indemnizatorios establecidos en la misma.
Tal como lo ha destacado este Tribunal, en anteriores precedentes, el derecho procesal de las últimas
décadas persigue con ahínco dotar a los procesos de una mayor eficacia, impulso este que fue plasmado en la
Constitución española de 1978 (art. 24) y se constituyó en el principio inspirador de la Nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil de dicho país (Ley 1/2000), conforme se expresa en la exposición de motivos. En nuestro
medio, la reforma de la Constitución provincial del año 1994 se hizo eco de esta tendencia, asegurando a sus
habitantes -en el artículo 15- una "tutela judicial continua y efectiva" (esta sala, causas N° 46.530, "Mangifesta",
del 18/11/03, N° 47.047, "U.A.M. S.A.C.I.F" del 11/3/04, N° 47.612, "Gancedo", del 19/8/04, entre otras).
Y hemos expresado, también, que "uno de los postulados sobre los que reposa la garantía constitucional
mencionada es el efectivo cumplimiento de la sentencia de condena, ya que de lo contrario el reconocimiento
del derecho resulta meramente formal" (esta sala, causa N° 47.809, del 21/9/04, "Banco Finansur S.A."). En este
mismo fallo, sostuvimos, con cita de Morello, que el cumplimiento de la sentencia es una manifestación efectiva
del proceso justo, postulado este que no se refleja en la situación actual, la cual demuestra -en palabras del
distinguido jurista- que "ejecutar un fallo es una verdadera odisea, una aventura kafkiana". Precisamente, una de
las propuestas concretas que permitirían superar este estado de cosas, se encuentra centrada en lo que este autor
denomina deber de información, el que "integrando el más amplio de cooperación al buen resultado de la
jurisdicción, requiere del deudor que, de buena fe y en tiempo propio, evidencie cuál es su verdadero estado
patrimonial y la situación de libre disponibilidad de los bienes que lo integran" (conf. Morello, "Liquidaciones
Judiciales", ps. 9 y 11, con cita de Morello y Kaminker, "Buena fe de colaboración en el proceso civil, ED,
169-560).
Yendo, en concreto, al caso de autos, se tiene que la demandada incumplió el pago de las sumas que
integraban la sentencia condenatoria en el juicio de daños y perjuicios (que, como se advirtió, contenía un plazo
de diez días para el cumplimiento). Pero, además de ello, la accionada no prestó ninguna clase de colaboración a
efectos de facilitar la normal culminación del proceso; y, como ya lo he anticipado, ante la solicitud de embargo
que formalizó la actora, se limitó a señalar que no poseía inmueble alguno (ver el anterior apartado I, último
párrafo).
2. Y a la apuntada falta de colaboración de la demandada, se suma otro fuerte indicio de su insolvencia, que
emana de su propia manifestación vertida en el juicio de daños y perjuicios, cuando afirmó que no poseía bienes
inmuebles. O sea que el único bien raíz que integraba su patrimonio, lo transmitió en forma gratuita a sus hijas,
lesionando -en forma indudable- el derecho de su acreedora, que había sido reconocido en sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada.
Cabe aquí preguntarse ¿qué otros bienes pudo haber tenido la demandada Acebal, que le permitieran
desvirtuar la presunción de insolvencia que los datos señalados evidencian? Dinero en efectivo o depósitos
bancarios, evidentemente no tendría; pues si hubiera contado con estos recursos, habría honrado sus
compromisos depositando en el juicio de daños y perjuicios los importes que integraban la condena (así lo
exigía el deber de lealtad, probidad y buena fe que, receptado en el art. 34, inc. 5°, d, debe presidir la actuación
procesal de las partes).
La insolvencia se va vislumbrando inequívoca con los indicios apuntados (art. 163, inc. 5° del Código

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Procesal). Y es aquí donde debe recordarse que, a los fines de la acción pauliana, "Estado de insolvencia
significa que el deudor carece de bienes suficientes para hacer frente al pago de la totalidad de sus deudas; en
otros términos que el pasivo del deudor excede a su activo" (SCBA, Ac. y Sent. 1973-I-541, citado en el ya
mencionado Ac. 48.931, del 9/2/93; ver también, Brebbia, "Hechos y actos jurídicos", tomo 2, p. 357).
Y para decirlo con las expresiones de Pizarro y Vallespinos, "Insolvencia es la incapacidad del patrimonio
para soportar todas las deudas que sobre él pesan y se traduce en un estado de desequilibrio patrimonial en el
cual el pasivo supera al activo (Diez Picaso). Para determinar el estado de insolvencia no es necesaria una
investigación exhaustiva, imponiendo de ese modo al acreedor una tarea extremadamente dificultosa, por lo que
puede considerase cumplida esta exigencia cuando, aunque puedan existir otros bienes, no resultan conocidos o
no pueden serlo sin especiales dificultades" ("Instituciones de derecho privado, obligaciones", t. 2, p. 253).
Con lo que aconteció en el trámite posterior al dictado de la sentencia, en el juicio de daños y perjuicios,
bien pudo la actora haber arribado a la conclusión de que la demandada se encontraba en estado de insolvencia,
ya que, como apuntan los autores citados, no cabe exigirle al acreedor una investigación exhaustiva. En efecto,
la demandada Acebal había manifestado carecer de bienes inmuebles, y había incumplido la cuantiosa condena
impuesta por la sentencia (que al momento de la liquidación ascendía a la importante suma de $101.413,80);
debiendo esto último entenderse como un dato revelador de su cesación de pagos. Cabe aquí puntualizar que, en
su responde, la demandada ha destacado el considerable monto de la condena, al cual ha rotulado
-prácticamente- como impagable (ver fs. 126 vta., tercer párrafo).
Así debe distinguirse a la insolvencia (conceptualizada supra) de la cesación de pagos, ya que ésta puede
evidenciarse con el incumplimiento por parte del deudor de una o más obligaciones que le son exigibles (doct.
arts. 78 y 79 de la LCQ; ver Zannoni, "Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos", p. 423). Y si bien la cesación
de pagos no es sinónimo de insolvencia, se ha señalado que puede constituir un indicio de tal estado (conf.
Garibotto, ob. cit. p. 249; ver también, Mosset Iturraspe, "Contratos simulados y fraudulentos", tomo II, ps. 213
y 214).
3. Los indicios reveladores del presupuesto previsto en el art. 962, inc. 1° del Código Civil, se van hilando
de un modo irrefutable, a saber: Carencia de bienes inmuebles manifestada por la propia demandada; cuantiosa
deuda que ésta debía afrontar, en virtud de la mencionada sentencia condenatoria (la que elevó su pasivo en un
monto de $101.413,80, al momento de la liquidación); improbabilidad de que la accionada contara con dinero
en efectivo o con depósitos bancarios, atento a la postura procesal que asumió; cesación de pagos de la deudora,
que quedó configurada al haberse incumplido lo ordenado en el pronunciamiento firme recaído en el juicio de
daños y perjuicios.
Pero a todo ello se suma otra circunstancia igualmente relevante, que viene a corroborar la conclusión que
estoy sentando en este voto. En efecto, la accionada Eugenia Esther Acebal ha dado como motivo de la
donación, una grave enfermedad que creía incurable y terminal; sin embargo, no existen pruebas concretas de
esta supuesta afección, ya que sólo se cuenta con la breve historia clínica de fs. 123/125, y con genéricas e
imprecisas declaraciones testimoniales (ver fs. 228, 229, 230 vta., 233/233 vta., 234, 235, 236).
Si la alegada enfermedad se erigía en la razón motivante del acto jurídico atacado, recaía sobre la accionada
una explicación certera acerca de esta situación estrictamente personal, a efectos de cumplir con su deber de
colaboración procesal, y a los fines de esclarecer un extremo fáctico que constituía la justificación de su
proceder. Nada de esto ha sucedido en autos, por lo que los indicios apuntados en los puntos anteriores, cobran
aún mayor vigor (arts. 163, inc. 5°, 375, 384, 456 y concs., del Código Procesal).
4. Por lo demás, no podría refutarse el estado de insolvencia de la demandada, por la sola circunstancia de
que ostentara el usufructo del inmueble objeto de autos, al no haberse probado que la misma obtuviera rentas
derivadas de dicho derecho real (no son aplicables aquí las consideraciones expuestas por la sala I, de la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Santa Fe, en fallo del 13/5/99, publicado en LLLitoral, 2000-633).
Tampoco las demandadas de autos han ejercido la facultad que emerge de la ley (art. 966 del Código Civil),
puesto que, como lo señala Zannoni, "planteada la acción revocatoria, el deudor puede paralizarla demostrando
solvencia o dando garantías suficientes" (ob. cit. p. 425; ver también Garibotto, ob. cit., p. 249).
5. Y todos los elementos probatorios que he venido analizando, se encuentran apuntalados por la conducta
procesal de la demandada (tanto en este proceso como en el anterior de daños y perjuicios), la que, en virtud de
lo antedicho, no ha evidenciado la necesaria actitud colaboracionista que se impone en esta clase de litigios.
Dijo este Tribunal, en un caso reciente, que: "Al aludir Morello a la valoración de la conducta asumida por
las partes en el proceso, -lo que, afirma, constituye un campo operatorio que es imprescindible "afinar"-
transcribe un meduloso fallo el que, entre otras muchas reflexiones, señala que "en el proceso, no sólo tienen
eficacia la manifestación de voluntad, sino también las actitudes omisivas, de conformidad con lo que se ha
dado en llamar 'principio de autorresponsabilidad'" (Fenochietto - Arazi, "Código Procesal", t. I, p. 569) "desde
la óptica funcional de la prueba" (conf. Morello, Augusto, ob. cit., "Dificultades de la prueba en procesos

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complejos", p. 79/85, especialmente p. 81)".
Y continuó señalando: "Reiterando estas consideraciones se dijo más recientemente -aunque en aplicación
de la teoría de las cargas probatorias dinámicas- que "es natural que la tramitación de la causa exija de las partes
un mínimo de actividad que compruebe su real interés en demostrar su derecho (deber de colaboración) por
aquel criterio que informa que la lealtad, probidad y buena fe deben presidir la actuación de los contenedores en
el pleito, y que les previene, asimismo, el deber moral de contribuir al esclarecimiento de la verdad y colaborar
con el órgano jurisdiccional..." (CNCom. , sala A, 24/3/2003, "Meiseles, Samuel M. v. Banco Francés S.A.",
voto doctor Peirano, Lexis N° 30011292)".
Para concluir afirmando: "Tan es así que, categóricamente, la Corte Federal ha receptado como coadyuvante
la posibilidad de "valorar la conducta asumida por las partes en el proceso" (CS Fallos 311:73) al considerar que
la demandada "no aportó versión alguna acerca del hecho, limitándose a negarlos" (CS, 6/2/2001, "Galli de
Mazzucchi, Luisa c. Correo, Miguel", JA, 2002-I-407) sin producir prueba suficiente que desvirtuara los
indicios en contra suyo (CS, 11/10/2001, "G. de G. L. y ots. c. Ponce, Juan C. y ots.", LA LEY, 2002-A, 884;
ver Baracat, Edgar, en la reciente obra de Peyrano, Jorge - Lépori White, Inés, "Cargas probatorias dinámicas, p.
273 y sigtes.)". (Esta sala, causas N° 47.191 y 47.192, "Esquerdo y Figueroa", sentencia del 4/11/04, voto del
doctor Galdós).
En suma, todas las anteriores consideraciones conllevan a asignar significativo valor probatorio a la
conducta procesal de la demandada, lo que resulta corroborante de las demás pruebas que se han analizado
supra (art. 384 del Cód. Proc.; art. 163, inc. 5°, segunda parte, del CPCN, aplicado analógicamente).
6. Una última reflexión cabe formular para cerrar este apartado, la que está referida a lo dispuesto en el art.
962, inc. 2° del Código Civil.
Tal como lo destaca Brebbia, "se exige que la insolvencia que, según se ha visto, es la que en definitiva
configura el perjuicio, tenga una relación causal adecuada con el negocio fraudulento; sea porque éste la
provoque, o bien, la agrave, produciendo un daño mayor que se agrega al ya existente" (ob. cit., p. 358). Es
decir que debe haber una relación inmediata y directa entre la celebración del acto y el estado de insolvencia del
deudor (conf. Llambías, "Tratado de derecho civil, parte general", t. II, p. 549).
Este extremo se encuentra claramente reunido en autos, donde surge evidente la incidencia que ha tenido la
donación en la insolvencia de la deudora; puesto que si ésta contara en su patrimonio con el inmueble objeto de
este juicio, la actora podría ver satisfecha (aunque fuere en parte) su acreencia.
VI) En este apartado me ocuparé del extremo exigido por el inc. 3° del art. 962 del Código Civil, esto es,
que el crédito en virtud del cual se intenta la acción, sea de una fecha anterior al acto del deudor.
El juzgador de la anterior instancia ha considerado que este presupuesto no estaría reunido en autos, al
señalar que el crédito de la actora recién nacería con el reconocimiento judicial que se produce con la sentencia
dictada, con fecha 25/8/98, en el juicio de daños y perjuicios, la que recién adquirió firmeza el día 21/5/99. No
comparto esta aseveración del a quo.
Dice la actora, en un repaso de las fechas relevantes, que: "El accidente acaece el 9/02/95, la demanda se
inicia el 5 de agosto de 1996 y es notificada a la accionada el 17 de septiembre de 1996, y en el mes de octubre
de 1996 se realiza por parte de la accionada la "donación" con reserva de usufructo vitalicio de sus bienes" (fs.
22/22 vta., de estos actuados).
El art. 963 del Código Civil trae una excepción a lo dispuesto en el inciso en análisis, pues está
contemplando la situación de acreedores de fecha posterior al acto impugnado. Sin embargo, el caso de autos no
necesita ser resuelto a título de excepción, pues la que debe computarse como fecha del crédito es la del
accidente que dio nacimiento al mismo (9/2/95), y no la de la sentencia recaída en el juicio de daños y perjuicios
(25/8/98), que sólo implicó un reconocimiento de la acreencia de la actora. Y en base a este razonamiento, surge
indudable que el crédito de ésta es de fecha anterior a la de la donación impugnada (que data del 23/10/96),
quedando, de este modo, perfectamente cumplimentado lo dispuesto en el art. 962, inc. 3° del Código Civil.Así
enseña Mosset Iturraspe, que: "No calificamos como 'acreedores futuros' a aquellos cuyos créditos de fecha
anterior al negocio fraudulento han sido reconocidos con posterioridad a él, sea judicial o extrajudicialmente"
(ob. cit. p. 238; ver también, Garibotto, ob. cit. p. 251; Borda, "Tratado de derecho civil, parte general", t. II, p.
388, N° 1206; Saux-Müller, en "Código Civil" de Bueres-Highton, t. 2B, p. 695).
VII) En suma, todas las consideraciones hasta aquí formuladas, a lo que se suma la circunstancia de que se
está ante un acto jurídico gratuito (de por sí endeble), me afirman en la convicción de que se hallan plenamente
reunidos los requisitos que viabilizan la acción revocatoria o pauliana (arts. 961, 962, 963, 965, 966, 967 y
concs. del Código Civil; arts. 34, inc. 5° d, 163, inc. 5°, 375, 384, 456 y concs. del Código Procesal).
Es por ello que deberá ser revocada la sentencia apelada de fs. 256/258 vta., debiendo darse la siguiente
solución al sub exámine: La demanda incoada deberá prosperar, produciéndose todos los efectos que se derivan

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del éxito de la misma. De allí que el negocio fraudulento que ha sido atacado en autos (donación con reserva de
usufructo del inmueble matrícula N° 25.243 del Partido de Tandil, otorgada mediante escritura N° 286, de fecha
23/10/96), resulta inoponible para la acreedora que ha ejercido la presente acción (conf. Rivera, "Instituciones
de derecho civil, parte general", t. II, p. 909; Zannoni, en "Código Civil" de Belluscio-Zannoni, tomo 4, p. 445;
Brebbia, ob. cit. ps. 368 y 369; Cifuentes, "Negocio jurídico", p. 564; Llambías, ob. cit., ps. 554 y 555).
Por lo demás, como consecuencia del progreso de la acción revocatoria, tanto la usufructuaria como las
nudas propietarias del bien objeto del acto fraudulento, deberán restituir el inmueble a los efectos de que la
acreedora de autos lo ejecute para obtener el cobro de su crédito (art. 971 del Cód. Civil; conf. Brebbia, ob. cit.
p. 376; Zannoni, ob. cit. en párrafo anterior, ps. 453 y 454; Rivera, ob. cit., p. 909). Dicha restitución deberá
hacerse efectiva dentro del plazo de diez días, a contar desde que adquiera firmeza la presente sentencia (arts.
163, inc. 7° y 164 del Cód. Proc.); bajo apercibimiento de concretarlo el Juzgado con el auxilio de la fuerza
pública.
VIII) En la demanda se ha peticionado que el bien se reintegre con todos sus frutos (fs. 23 vta.), por lo que
deberá resolverse este último aspecto. En mi opinión esta solicitud deberá ser desestimada.
Con respecto a las codemandadas Estela Maris Pérez y Mónica Liliana Pérez, se está ante adquirentes de
buena fe, por tratarse de un acto a título gratuito; y, en el plano teórico, su responsabilidad se debe definir en
base a las normas que rigen dicha posesión (ver Brebbia, ob. cit. p. 378, N° 3; Rivera, ob. cit., p. 909). Sin
embargo, en el concreto caso de autos, las adquirentes sólo cuentan con la nuda propiedad, en virtud de haberse
establecido un usufructo vitalicio a favor de Eugenia Esther Acebal (ver certificado de fs. 16/19); y es por ello
que, al no haber contado con el uso y goce del bien, mal podrían responder por los frutos (art. 2807 del Cód.
Civ.). Sostiene Mariani de Vidal, que este disfrute de la cosa por parte del usufructuario es amplio, "hasta tal
punto que el propietario toma el nombre de 'nudo propietario', es decir, que la suya es una propiedad desnuda,
vacía de contenido. El usufructuario absorbe toda la utilidad, todo el disfrute del bien. Nada de ello conserva el
nudo propietario, por lo que ha perdido todas las ventajas del dominio. El dominio nada le da" ("Código Civil"
de Bueres-Highton, t. 5, p. 900).
Con relación a la demandada Eugenia Esther Acebal, no puede considerársela alcanzada por el planteo de
fs.23 vta. (atento a los términos en que el mismo se encuentra formulado), a lo que debe adicionarse la carencia
de prueba sobre el particular (art. 375 del CPCC).
Así lo voto.
El doctor Galdós votó en igual sentido.
2ª cuestión.- El doctor Peralta Reyes dijo:
Atento a lo que resulta del tratamiento de la cuestión anterior, se resuelve: 1) Revocar la sentencia apelada
de fs. 256/258 vta. 2) Hacer lugar a la acción revocatoria o pauliana promovida por Claudia Roxana
Benthencourt, declarando inoponible con respecto a la actora de autos, la donación con reserva de usufructo del
inmueble matrícula N° 25.243 del Partido de Tandil, otorgada mediante escritura N° 286, de fecha 23/10/96. 3)
Ordenar la restitución del inmueble por parte de las demandadas, a efectos de que la acreedora de autos lo
ejecute para obtener el cobro de su crédito, lo que deberá hacerse efectivo dentro del plazo de diez días a contar
desde que adquiera firmeza la presente sentencia (arts. 163, inc. 7° y 164 del Código Procesal); bajo
apercibimiento de concretarlo el Juzgado con el auxilio de la fuerza pública. 4) Rechazar la pretensión de
reintegro de frutos inserta en la demanda. 5) Imponer las costas de ambas instancias en un 85% a las
demandadas y en un 15% a la actora, atento al resultado a que se arriba (arts. 71 y 274 del Cód. Proc.), y diferir
la regulación de honorarios para su oportunidad (art. 31 del dec. ley 8904/77).
Así lo voto.
El doctor Galdós votó en igual sentido.
Con lo que terminó el Acuerdo, dictándose la siguiente sentencia:
Por todo lo expuesto, atento lo acordado al tratar las cuestiones anteriores, demás fundamentos del acuerdo,
citas legales, doctrina y jurisprudencia referenciada, y lo dispuesto por los arts. 266, 267 y concs. del CPCC, se
resuelve: 1) Revocar la sentencia apelada de fs. 256/258 vta. 2) Hacer lugar a la acción revocatoria o pauliana
promovida por Claudia Roxana Benthencourt, declarando inoponible con respecto a la actora de autos, la
donación con reserva de usufructo del inmueble matrícula N° 25.243 del Partido de Tandil, otorgada mediante
escritura N° 286, de fecha 23/10/96. 3) Ordenar la restitución del inmueble por parte de las demandadas, a
efectos de que la acreedora de autos lo ejecute para obtener el cobro de su crédito, lo que deberá hacerse
efectivo dentro del plazo de diez días a contar desde que adquiera firmeza la presente sentencia (arts. 163, inc.
7° y 164 del Código Procesal); bajo apercibimiento de concretarlo el Juzgado con el auxilio de la fuerza pública.
4) Rechazar la pretensión de reintegro de frutos inserta en la demanda. 5) Imponer las costas de ambas
instancias en un 85% a las demandadas y en un 15% a la actora, atento al resultado a que se arriba (arts. 71 y

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274 del Cód. Proc.), y diferir la regulación de honorarios para su oportunidad (art. 31 del dec. ley 8904/77).
-Jorge M. Galdós. - Víctor M. Peralta Reyes.

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Citas Legales:
ley nacional 24.522 (Adla, LV-D, 4381) ; leyes provinciales 1 (Adla, LVIII-A, 717) ; 8904 (Adla, XXXVII-D,
4130).
Relaciones al Código Civil y Comercial:

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