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Introducción
Con la caída simbólica del muro de Berlín en 1989 y la reunificación alemana en octubre de
1990, comenzó en Cuba un periodo de crisis económica que alcanzó límites jamás
insospechados ni mucho menos previstos. La desintegración de la Unión Soviética en
diciembre de 1991 provocó un cambio brusco en la correlación de fuerzas a nivel internacional
y en la economía cubana. Aunque había muchos antecedentes de los cambios que se estaban
llevando a cabo en la antigua Unión Soviética, relacionado con las pugnas intestinas en el
partido comunista, y del interés del imperialismo estadounidense y sus aliados capitalistas
europeos para incrementar la contrarrevolución, no dejó de ser una amarga sorpresa. ¿Quién
podía imaginarse entonces que la Unión Soviética se derrumbaría aparatosamente de la noche
a la mañana? El papel desempeñado por el dipsómano Boris Yeltsin y por Mijaíl Gorbachov,
quien, además ha sido condecorado varias veces con múltiples galardones en el mundo
occidental, entre ellos el Premio Nobel de la Paz, el máximo "reconocimiento político” de la
democracia capitalista liberal, fue determinante y decisivo, en los meses previos al colapso.
Pero no sería correcto acusar a estos dos políticos rusos como los únicos culpables de la
debacle de la revolución de Lenin. Ellos, ciertamente, como otros tantos políticos y cuadros de
partido, por el hecho de haber estado en cargos de alta responsabilidad del partido y estatal y
haber gozado de la confianza del pueblo, soportan en sus hombros la carga histórica de la
derrota. Las masas populares tampoco tuvieron capacidad de respuesta para impedir el triunfo
de la contrarrevolución. Al pueblo ruso le pasó lo mismo que a los tres bueyes y el león en la
fábula del viejo Esopo. Las fuerzas enemigas de los pueblos que conformaban la Unión de
Repúblicas Soviéticas Socialistas lograron su victoria sin producirse tan siquiera un solo
disparo. Mijaíl Gorbachov entregó la revolución socialista de octubre en bandeja de oro al
capitalismo.
El proceso revolucionario cubano se encuentra desde hace casi veinte años en una etapa difícil
de desarrollo cualitativo y cuantitativo de las fuerzas productivas y de las relaciones de
producción socialista. Para el observador foráneo, simpatizante, neutral o tendencioso, podría
parecer a primera vista que el inicio de esta dinámica política-social-económica comenzó a
partir de la renuncia del Comandante en Jefe de la Presidencia de Cuba en 2006.
La Alemania reunificada no respetó los contratos comerciales que Alemania del Este había
contraído con el Estado cubano, medidas que no se tomaron con otros países del finiquitado
campo socialista que tenían relaciones comerciales con la República Democrática Alemana,
como Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la misma Rusia. El gobierno conservador alemán de
Helmut Kohl, decidió unilateralmente cancelar todos los convenios vigentes entre Cuba y la
RDA, sin escatimar los agravios y daños económicos que ocasionarían estas medidas
arbitrarias a la débil economía isleña. Muchos eran los convenios firmados con carácter
estratégico para la economía cubana, como la construcción de la planta de níquel de
Camarioca en la provincia oriental de Holguín y la modernización de la industria de los cítricos,
dos sectores importantes de la economía. El suministro de alimentos, como la leche y la
manteca y una variedad de equipos técnicos-industriales, cesó de manera abrupta.
En este escenario crítico y desolador, el gobierno cubano tomó una serie de drásticas medidas
de ahorro en todos los niveles, al mismo tiempo que abrió las puertas al turismo internacional
como fuente de ingreso de divisas. Las calamidades y limitaciones que tuvo que experimentar y
sufrir la sociedad cubana en general, y en especial los niños, pasaron desapercibidas para el
resto de los gobiernos “demócratas” del mundo capitalista, a la vez que los medios de
comunicación al servicio del imperio, informaban al mundo entero de la “hambruna” del pueblo
cubano, la disconformidad social y la quiebra de la economía socialista, como si estos
fenómenos fueran consecuencia directa del fracaso de las relaciones de producción socialista y
del modelo cubano de desarrollo, ocultando cínicamente las causas primarias de la crisis
económica cubana. Y para dar el tiro de gracias a la revolución cubana, el imperialismo
estadounidense endureció más el bloqueo económico contra la isla con la ley Torricelli,
promulgada por George W. Busch padre, en octubre de 1992, pero concebida un año antes, es
decir inmediatamente después de la caída de la Unión Soviética, y la cual consiste en prohibir
las relaciones comerciales de empresas subsidiarias estadounidenses establecidas en terceros
países con Cuba y penalizar a los barcos que entren a puertos cubanos con propósitos
comerciales, vedando la entrada a puertos de Estados Unidos o en territorios continentales o
insulares bajo su influencia durante los 180 días siguientes a la fecha de haber abandonado el
puerto cubano. Prácticamente conforme a esta ley, un aparato médico electrónico holandés
que tuviera un minúsculo diodo, ¡uno sólo!, producido por una empresa suministradora
española, pero con 0,0099 % de capital estadounidense no podía exportarse a Cuba, so pena
de severa multa. Así de criminal y primitivo es el bloqueo del país más poderoso del mundo
contra una pequeña isla caribeña, pobre y con muchas limitaciones. Una nación cuyo producto
interno bruto (PIB) asciende a más de 14 billones de dólares estadounidenses (14x1012 )
contra un pequeño país cuyo PIB es de aproximadamente 0,1 billón de dólares (0,1x1012).
A partir del año 2000 y fundamentalmente después del intento de golpe de Estado contra el
gobierno de Hugo Chávez Frías en Venezuela, comienza un acelerado acercamiento de la
revolución bolivariana y la revolución cubana, que se expresa en una serie de tratados
bilaterales políticos-comerciales. Cuba, que estaba contra las cuerdas, pero de pie y luchando
por sobrevivir, recibió la ayuda solidaria e incondicional de la revolución venezolana, que sonó
como campana histórica anunciando el cese del round y el comienzo de uno nuevo, ahora bajo
otras condiciones. Cuba ya no estaba sola. Fidel, refiriéndose a Hugo Chávez, expresó lo
siguiente durante su visita al Parlamento venezolano el 27 de octubre del 2000, dos años antes
del intento de golpe de Estado: “…Nunca le he pedido nada. Jamás le solicité que mi Patria,
criminalmente bloqueada desde hace más de 40 años, fuese incluida en el Acuerdo de San
José; por el contrario, le ofrecí siempre la modesta cooperación de Cuba en cualquier área en
que pudiese ser útil a Venezuela. La iniciativa fue totalmente suya. La conocí por primera vez
cuando habló públicamente sobre el tema en una Cumbre de la Asociación de Estados del
Caribe que tuvo lugar en República Dominicana en abril de 1999. Expresó también su deseo de
que fuesen incluidos varios países del Caribe que no eran beneficiados por aquel acuerdo. Él
ha sido puente de unión entre Latinoamérica y los dignos pueblos caribeños, a partir de su
profunda identificación con el pensamiento de Bolívar…”
Resumiendo, podríamos decir que la revolución socialista pasó por dos etapas políticas-
económicas desde la caída de la Unión Soviética hasta 2006. La primera caracterizada por el
periodo económico de guerra (periodo especial) y la segunda, enmarcada en la lenta
recuperación económica a partir del año 1997 y fortalecida con los convenios bilaterales con
Venezuela. El debate interno a nivel político-ideológico-económico, tanto en la sociedad como
en el partido comunista, tuvo su máxima expresión en el famoso discurso de Fidel Castro el 17
de noviembre del 2005. En dicha ocasión Fidel expresó, de manera explícita y en profundidad,
las reflexiones históricas (causas y efectos) de la experiencia fallida de la Unión Soviética y el
campo socialista y las consecuencias y repercusiones en la revolución cubana. Sus palabras
críticas también implicaban el quehacer de la dirigencia revolucionaria histórica y de las nuevas
generaciones en aras de corregir errores, rectificar caminos, fortalecer la unidad del pueblo y
consolidar las relaciones de producción socialista.
Algunos especialistas en la materia sostienen que la crisis económica global del capitalismo
tiene sus fundamentos en la estructura del sistema y otros afirman que se trata de una crisis
cíclica, típica del sistema capitalista. Personalmente me inclino a pensar que se trata de una
crisis esencialmente estructural. ¿Por qué? Porque la crisis fue global. Tocó tanto a los grandes
centros del poder capitalista desarrollado, como a la periferia. China fue la excepción. Además,
porque una estructura económica-financiera que sólo está orientada a obtener beneficios, ya
sea para los inversionistas o los propietarios del capital, no puede responder a las exigencias
de la sociedad actual. No se trata, pues, en el mundo moderno de que el capital invertido
devengue opíparas ganancias en un breve lapso de tiempo, aumentando los beneficios netos a
costa de reducir los costos variables, sobre todo reduciendo la mano de obra, sino de invertir a
largo plazo en los sectores industriales, agrícolas y de servicios, que garanticen empleo fijo, de
tal manera que la clase trabajadora pueda tener una vida digna y vivir en paz. Una vez más
quedó en evidencia, que el capitalismo altamente desarrollado, vale decir imperialismo, se
encuentra controlado por la gran burguesía financiera. Son los bancos y las instituciones
financieras que van por el mundo ordeñando las economías nacionales. Cuanto más débiles
sean éstas, más dependientes serán de la banca internacional y los fondos monetarios. Por
otra parte, uno de cada seis habitantes del planeta está pasando hambre y lo que el mundo con
urgencia necesita es trabajo, salud, educación y una buena alimentación. ¿Puede el
capitalismo financiero resolver estos problemas existenciales de la humanidad? Definitivamente
no. Porque con la especulación en la bolsa de valores y el agiotaje financiero no se genera
desarrollo social ni económico ni cultural. Con los mecanismos financieros de explotación sólo
se benefician los barones del gran capital.
Al ciudadano de a pie del mundo, solamente le queda esperar y confiar en que los acuerdos de
Basilea III [1], dados a conocer públicamente el 16 de diciembre pasado, se cumplan y
respeten y que los estándares establecidos lleven a evitar mecanismos fraudulentos y
manipuladores de los balances bancarios, como supuestamente sucedió en el caso del banco
estadounidense de inversiones Lehman Brothers, el banco de América y otros más.
Según los voceros gubernamentales, el costo, tanto de los “paquetes de salvación” como los
programas para estimular la demanda (sobre todo de coches) serán asumidos por los
respectivos gobiernos, es decir, el Estado asumirá una deuda a pagar en el futuro. Sabido es
que las deudas del Estado, al fin y al cabo, las paga el pueblo, ya sea con los impuestos, con la
inflación o con la devaluación de la moneda. Y no se trata aquí de peanuts, sino de horrendas
sumas de dinero. Huelga decir que las clases sociales con altos ingresos no se verán afectadas
por el pago de la deuda. El peso financiero caerá sobre los hombros, como siempre, de las
clases sociales más pobres y necesitadas de la sociedad capitalista. Y así pasan los días y el
mundo desesperado pregunta: ¿hasta cuándo?
La reacción cubana
Y, ¿Cuba? ¡Que se la coma el tigre!, pensaron los enemigos de la revolución. Sí algún iluso por
allí pensó que la revolución cubana se iba a quedar de brazos cruzados, esperando ver como
la economía nacional sucumbía a causa de la crisis estructural del capitalismo globalizado, se
equivocó. Muestra de ello son las diferentes reformas económicas que paulatinamente se han
ido incorporando en los últimos años al modelo productivo.
La enfermedad de Fidel y el cese de sus funciones como Presidente de la República en 2006 le
dieron un carácter diferente a esta coyuntura económica. Por todos es conocido el peso
específico y determinante del Comandante en Jefe en la sociedad cubana y la repercusión e
influencia política-ideológica en el proceso revolucionario. En este sentido, el gobierno y la
dirección del partido se vieron enfrentados a una situación nueva en la isla: la ausencia de Fidel
en el día a día político y la incertidumbre del desarrollo de su enfermedad.
En estos cuatro años de ausencia física de Fidel no sucedió lo que los enemigos de la
revolución añoraban: No hubo muestra de luchas antagónicas dentro del partido ni fisuras que
pudieran servir al imperialismo de punto de apoyo para meter la cuña contrarrevolucionaria
como hizo en la Unión Soviética ni manifestaciones masivas en contra del gobierno. Y si hubo
cuadros del partido que pudieron sentirse atraídos por los cantos de sirena del capitalismo,
éstos fueron apartados oportunamente de sus funciones y de sus cargos. El imperialismo
también trató de mostrar por todos los medios de comunicación, que existía una latente o
evidente rivalidad entre Raúl y Fidel.
Para que no hubiera dudas de ninguna índole, el Comandante en Jefe expresó lo siguiente en
el discurso de clausura del V Congreso del Partido Comunista el 10 de octubre de 1997: "...
Esto se origina en tiempos en que todos los días querían eliminarnos y me querían eliminar a
mí, en primer lugar. Ya desde entonces había la preocupación, en otras circunstancias, de la
cuestión de la continuidad, la garantía de la continuidad de la Revolución, y bien meditado,
realmente, y bien informado y bien convencido de las cualidades de los distintos compañeros,
entonces mencionamos el nombre de Raúl…”
“…La vida nos ha deparado muchas satisfacciones y muchas emociones, mucha suerte, y digo
realmente que ha sido una suerte para nuestro partido, nuestra Revolución y para mí que
hayamos podido disponer de un compañero como Raúl, de cuyos méritos no tengo que hablar,
de cuya experiencia, capacidad y aportes a la Revolución no es necesario hablar. Es conocido
por su actividad infatigable, su trabajo constante y metódico en las fuerzas armadas, en el
Partido. Es una suerte que tengamos eso…”
“…Pero el problema no es Raúl y Fidel…” "…Hay que garantizar cuando no estén ni Fidel, ni
Raúl. Seríamos realmente unos irresponsables imprevisores si no pensáramos en eso…”
Si el VI Congreso del Partido Comunista se celebrará con nueve años de retraso no es por falta
de negligencia del partido ni por vacilaciones o algo por el estilo, simplemente porque en todos
estos años se han ido implementando medidas políticas-económicas de manera paulatina y
dialéctica, de lo simple a lo complejo. El gran Caimán verde nunca duerme, tiene siempre los
ojos en vigilia.
Dice el famoso proverbio que errar es de humanos, rectificar es de sabios. El filósofo idealista
inglés John Locke, afirmaba que el error no se debe a una falla de la capacidad cognitiva, sino
a la valoración o apreciación equivocada de un fenómeno cualquiera. Según Locke existen
cuatro razones que inducen a una valoración o apreciación errada: 1) falta de pruebas; 2) falta
de habilidad en emplearlas; 3) falta de voluntad para usarlas; 4) falsas medidas de la
probabilidad.
La valoración del máximo dirigente de la revolución cubana con respecto a los fenómenos
políticos-ideológicos y económicos que se dieron en su momento en la Unión Soviética y el
campo socialista, antes y después de la debacle, fue acertada y rigurosamente interpretada,
puesto que Fidel negó las cuatro premisas de Locke, como veremos seguidamente.
“…El hecho real tristísimo es que hoy en la Unión Soviética no hay un partido comunista, está
fuera de la ley el partido comunista, ha sido disuelto por decreto. El hecho real es que la URSS
se ha debilitado extraordinariamente y sufre grandes riesgos de desintegración. Esos son los
hechos reales...”
“… ¿Es que podemos suponer que tales hechos reales no influyen en nuestro país? ¿O es que
nosotros vivimos en otro planeta, o es que estamos en la Luna, o es que no vivimos en la
Tierra? ¿Es que acaso se ha desarrollado la Revolución en una urna de cristal, independiente
del resto del mundo y de los problemas del resto del mundo? ¿Es posible que podamos
olvidarnos de eso?...”
“…Si no empezamos por esto, no estaremos enfocando bien los problemas, no estaremos
elaborando bien nuestra estrategia, no estaremos enfocando bien la situación para enfrentarla,
para superarla…”
Acerca de la voluntad para usarlas, dice Fidel:”… Es duro tener que hablar de estos temas, es
mucho más agradable pintar cosas en el aire, hacernos ilusiones, endulzarle la vida a cada cual
trayendo informaciones, noticias superoptimistas, agradables. Creo que nuestro primer deber
como revolucionarios y como comunistas en este congreso, es analizar esas realidades…”
“…Muchas veces por razones diplomáticas, por razones de alta política o porque son temas
que se están discutiendo, no exhibimos públicamente o no brindamos información detallada de
las dificultades o de los problemas; pero creo que aquí, en este congreso, hay que hablar así,
hay que hablar de cuáles son los problemas, cuál es la situación de nuestras relaciones
económicas con la URSS y con los países ex socialistas de Europa en este momento, qué
recibimos y qué no recibimos, cómo se ha comportado el comercio entre nuestros dos países,
cómo se han comportado esas relaciones económicas, aunque no es agradable abordar el
tema. “…Ese no es el problema, el problema es el que está en esta frase, cuál es la situación,
qué hay que hacer para salvar la patria, la Revolución y el socialismo en estas excepcionales
circunstancias…”
“…Nos percatamos de que una parte de los problemas que teníamos era como consecuencia
de la copia de experiencias de los países socialistas, puesto que fueron los primeros y los que
alcanzaron un enorme prestigio, no todo malo ni mucho menos, sería injusto decir eso. Siempre
hay experiencias útiles en muchos campos que pueden utilizarse, pero desgraciadamente en
nuestro país se cayó en una tendencia a la copia mecánica; todo lo que de allí venía era
sagrado, todo lo que venía de allí era incuestionable, todo lo que estaba en un librito era
indiscutible. Esa tendencia se desarrolló con notable fuerza -y lo digo sinceramente no con
poco desagrado- por parte de algunos de nuestros compatriotas…”
Lo diáfano del discurso de Fidel demuestra la preocupación de la máxima dirigencia del partido
con respecto a la dinámica política-social en la Unión Soviética y sus repercusiones en la
revolución cubana. Es evidente que el diagnostico político-ideológico de Fidel que vino
repitiendo en los últimos años demandaba la toma de conciencia y la implementación de
medidas pertinentes para evitar que ocurriera lo mismo que en la URSS. Por eso sus palabras,
reflexiones y preguntas en el aula magna de la Universidad de La Habana en noviembre del
2005 y corroboradas en noviembre de este año, estaban dirigidas a la juventud revolucionaria,
es decir el futuro de la Patria.
Ahora bien, reconocer los errores ajenos a través de un proceso de análisis dialectico, implica
irremediablemente aceptar los propios y rectificar el rumbo. Y esto es precisamente lo que la
dirigencia del partido y las instituciones de gobierno han venido realizando en los últimos años.
El apretamiento de las tuercas en el andamiaje estatal y del partido también tiene una dinámica
dialéctica. Se trata de un proceso de concienciación e interiorización de las medidas
necesarias, políticas-económicas, ideológicas y culturales para dar un salto cualitativo y
cuantitativo hacia el futuro. Esto es, según mi punto de vista, lo que desde hace
aproximadamente 23 años viene ocurriendo en la Isla. Los lineamientos de la política
económica y social que se discutirán transparente y democráticamente en el VI Congreso del
Partido, se enmarcan en este proceso de rectificación en el que se encuentra la revolución y
que tiene como objetivos estratégicos el fortalecimiento del socialismo en Cuba y el
aseguramiento del porvenir de las nuevas generaciones en una sociedad sin clases.
No cabe la menor duda de que en la sociedad cubana aún persisten los testamentarios del
capitalismo, que se reconocen en el trabajo, en la calle y en el barrio por su comportamiento y
actitud ética-moral, que no van de acuerdo con el ideario revolucionario socialista, con
costumbres y valores heredados de la ideología burguesa. ¿Por qué tendría que sorprendernos
que todavía haya ilusos que creen en los cantos de sirena del capitalismo? ¿A qué herencia
jamás renunciará Cuba?
¿Qué quedaría de todo lo que ha hecho nuestro pueblo en estos 123 años? ¿Qué quedaría de
las viviendas y edificios que la Revolución entregó al pueblo, cuando vinieran sus dueños a
reclamarlos? ¿Qué quedaría de las tierras que les dimos a los campesinos individuales, a las
cooperativas o a los obreros de las empresas agrícolas, donde adquirieron su condición de
hombres por primera vez, de tener empleo todo el año, de seres humanos tratados con todos
los derechos, con todas las oportunidades para ellos y, sobre todo, para sus hijos?
¿Qué quedaría de las decenas y decenas de cientos de centros científicos, muchos de ellos de
vanguardia, que hoy nos colocan en un lugar privilegiado en el mundo? ¿A manos de qué
compañía pasarían, para quién tendrían que trabajar todos estos que hoy derrochan su sudor y
talento para ayudar a su pueblo?
¿Qué quedaría de la seguridad social, de la ayuda a cuanta gente está desamparada en este
país, de los limitados físicos, de nuestras escuelas especiales, donde hay casi 60.000
estudiantes de escuelas de sordos, de mudos, de ciegos, de personas con retraso mental y de
inválidos? ¿Qué quedaría de todo eso?
Cuba ha dado al mundo, con su ejemplo, muestra de lo que un pueblo unido es capaz de
realizar, incluso en las circunstancias más adversas. Ahora se trata de perfeccionar las fuerzas
productivas y consolidar las relaciones de producción socialista, porque el socialismo no es la
repartición igualitaria de la pobreza, sino la distribución de la riqueza producida por todo el
pueblo según el principio socialista de a cada cual según su trabajo y capacidades.
No tengo una bola de cristal ni soy Nostradamus, pero tengo la confianza y convicción de que
el pueblo cubano seguirá adelante, conducido por la nueva generación de dirigentes
revolucionarios y combatientes por el socialismo, cuando la dirigencia histórica revolucionaria
ya no esté en el frente de batalla.
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