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MENTE Y CONCIENCIA EN «LOS PRINCIPIOS DE PSICOLUGIA»: UN DIALUGU CON JAMES, CIEN ANOS DESPUES ‘Angel RIVIERE Facultad de Picola, Unvesidad Avtinoma de Madd Hace cien afios, el paciente editor Henry Holt pudo tener, al fin, encima de su mesa un manuscrito largamente espe- ado: The Principles of Psychology de Wi- liam James. Como es sabido, James ha- bia firmado su contrato para escribir una Psychology para la «American Science Series» de Holt doce aiios antes, en 1878. Holt tuvo que ecperar durante todo ece tiempo, y mantuvo una nutrida y divertida cortespondencia con James (resefiada en parte en el libro lésico de Pesy, 1933) animéndole a cumplir su viejo compromi- so: James perdia contratos, se saltaba constantemente los plazos autoimpuestos y empleaba todas esas sutiles formas de tortura que solemos usar los autores mas desastrados con los editores més com- rensivos. Salia de los momentos mas compro metidos con un ingenio tipicamente «ja- mesiano», pero no sin apuros: «Los edito- ree son unos demonios», decta en una de sus cartas, «cudn insensato es ir contra la sabiduria acumulada de la humanidad, y pensar, solu porque unu de ellos parece Psicothema, 1990, vol. 2, n° 1, pp. 111-133 ISSN: 0214-9915 ser socialmente afable, que se fa roto la gran ley natural y que ese hombre es tam- bién un ser humano en su naturaleza pro- fesional»... y, después de las quejas del sufrido Holt («Mi caracter demoniaco no se desarrollé tanto por obra de los autores que omiten estudiar los contratos y los pierden, como porlo otro... Acabo de ver tun contrato firmado por wated donde 6 compromete a entregarnos ese manuscri- to el 12 de junio de 1880, y sin embargo it, td, td, Brato, me denigras por ser un demonio! De todos modos estoy terrible- mente apenado de que no pueda usted ve- nit por aqui y cenar con nosotros, pero ya lo haremos a su debido tiempo. Suyo siempre H. Holt, Demonio profesio- nal.»), James se arrepentia una vez més: «(Pobre editor, pobre muchacho, pobre ser humano ex demonio! ;Cémo deben haberle hecho sufrir a usted en su vida 50s gusanos de autores para arrancarle la tiradal» (todo ello en pp. 195-196 de Pe- 1ry, edicion espaol de 1973). Y, sin embargo, el resultado conjun- 10 el gemio de James y Ia paciencia de Holt merecié la pena... incluso para el pa- ciente editor: los Principles fueron reim- C " prooe numerorisimas veces por la penpia empresa de Holt y, mas recientemente, por Harvard University Press, Ademés, thy paicee eaists el peligro, por ahora, de «que futuras reediciones se hagan iniitiles. GA qué se debe este éxito? Una de las pri- eras sorpresas que depara el bru de J mes es que sigue, en muy buena parte, vivo. Después de haber sido cl manual por antonomasia para unas cuantas gene- raciones de estudiantes de Psicologia en los Estados Unidos, The Principles of Psy- chology sigue siendo un libro que hace pensar al psiedlogo y le invita a un didlo- go. Es semejante a esas personas de cierta edad que nos sorprenden por su lucidez, energia, vivacidad © independencia. Es ut ibiv que, lefdo deapacio (y 60 un he cho que se ha citado més de lo que se ha leido), parece, como esas personas a las que me retiero, mucho mas Joven Ue 10 ques. ‘Me propongo en estas paginas dialo- gar con los Principles de James, en el con- vencimiento de que el mejor homenaje ‘que podemos hacer al libro (como a los sj6venes de edad>) implica olvidar las di- ferencias de edad. El didlogo al que me refiero ce cefiré a una ce los temas funda- ‘mentales en los Principles y que sigue te- niendo una importancia clara en la Psico- lugia actual: el concepto de mente y con: ciencia. Aunque este tema se ha tratado una y otra vez en las numerosfsimas revi- siones y comentarios de 1a obra de Janie ‘ereo que atin hay cosas mucvas por d en el didlogo con é1, Reconozco que es un dislogo extrafio, porque se realiza a cien aijos de distancia, y desde la doble pers- pectiva del marco de referencia en que se desarrollé el pensamiento de James y el proporcionado por la Psicologia actual. Habra, quiza, quien piense que ésta no es una actitud digna desde el punto de vista de la Historia de la Psicologia: No serfa iiejor situar el libro en st propio marco histérico sin pretender extrapola- ciones al conjunto de problemas de la Psi- cologia actual? {No «deformamos» inevi- tablemente ol bra de Tames cuando to Jeemos desde la lejania de cien afios de Psicologia? La respuesta a estas dudas es cumplcja, tila asimilacién eo deforman te, aunque no necesariamente «mons- truosamente deformante». El «empirismo neutralista», que pretend que la historia puede hacerse prescindiendo de los esque- mas presentes, esta muy lejos de las p respectivas historiogréficas actuales: sin duda, es papel de la historia reconstruir ‘en Jo posible los marcos y contextos de los fenémenos del pasado que estudia. Pero 5 su sino que esa reconstruecién se reali- ee deeds Ioe marcas del presente, de Ins que no podemos prescindir. La actividad del historiador presupone siempre un di Jugy cit el pasado y el presente: un dis logo en que es tan peligroso que el prese te permanezca mudo como que lo esté el pasado, Ian deformante ta suposicion de que historiar es reflejar inmaculadamente el pasado, como la pretensién de histo- riarlo olvidando que sus claves eran otras, diferentes a las actuales, EI paisaie del pasado se transforma cen cada generacion que lo re-construye © interpreta, adquiere una nueva perspecti- va... parece mievo y nunca visto desde la vision de cada nuevo presente. Es mis, cada generacién de historiadores (en el peutide més laxo de la palabra -95 idm) se ve en la ineludible necesidad de hacer un nuevo céleulo de relevancias: fest0, que ViVia aun en toy ativs immediate: ‘mente anteriores, es ahora agua pasada ‘Aquello, que parecia dormitar en la histo- ria, es material de reflexi6n presente. libro de James por ejemplo, que nunca ha dejado de ser relevante para los psiedlo- 08, lo es ahora mas que hace cuarenta o cincuenta afios, cuando un ventisco ope- racionalista y un vendaval conductista ba atin la chojarasea mental de la Psi- cologia y obligaban todavia a ocultar el interés por muchos de los temas de los que trata The Principles of Psychology: elm bito de lo mental, las relaciones entre ese bito y el de los procesos fisioldgicos, la corriente det pensamtento, ta funcion de la conciencia, la conciencia de sf mismo, los fenémenos de atencién, conceptuali- zacién, memoria, imaginacién y razona- miento, la explicacién de las emociones, Jos mecanismos de la voluntad, ete. En cierto sentido, la obra de James hos resul- ta ahora mas contempordnea que nunca. 4Oné es lo que da ese caricter tan persistentemente contemporiineo a los Principles de James?, spor qué sigue te~ nicndo sentido dialogar con este libro? Una razén de peso es que, constantemen- te asoma el propio James por encima de lo que dice. No sucede como en otras obras en que el autor desaparece por detrds del frio énunciado de los datos y las leyes de la ciencia, Aqui, Ia busqueda de objetivi- dad no es negacién de la subjetividad sino (en més de un sentido) todo lo contrario. En més de un sentido porque los Princi- ples tienen, como uno de sus temas cen- fraloe of de la eihjotividad Pern también porque la subjetividad de James se intro- duce, como un gnomo, en la obra cada vez {que él lo considera conveniente para al canzar sus. propésitos comunicativos. jNada mas lejano que los Principles de la pedamee y seca erudicion vacfa a la que nos tienen demasiado (mal) acostumbra- dos muchos escritos de Psicologia! Es un lugar comiin decir que los Principles son ‘una obra maestra no sélo por su conteni- do cientifico sino también por su calidad literaria. Y es verdad. La cualidad del es- tilo de James es uno de los aspectos que aiitar no habla ste, facilita el dislngn de tal o cual tema, sino a uno mismo como lector. No s6lo fue uno de los creadores del pragmatisme come movimiento filo séfico, sino un maestro de la pragmética entendida como habilidad comunicativa Pero la claridad y calidad literaria de los Principles no son los tnicos factores que influyen en la impresién de didlogo real que tenemos al leerel libro. Esté tam- Lieu el nculiu de que su leetasa wv no cau sa la sensacién de enfrentarnos a un siste- ma de trabajo, clausurado en sf mismo, sino mas bien a una mente que prensa con entera independencia. James consideraba prematuro cl intento de construir una Psi cologia sistemética y, en todo caso, no te- nia nila paciencia nila decisién necesarias para hacerla, Era decidida y sistematica- mente indeciso y asistemaético. En el pre- facio de los Principles nos lo advierte: «el lector buscard en vano un sistema cerrado en este libro. Consiste principalmente en tuna masa de detalles descriptivos que sur- gen vomo interrogantes, de los que s6lo podria dar cuenta una metatfisica cons- ciente de la gravedad de su tarea. Esto es quiza to que seguira sucediendo durante siglos; y mientras tanto el mejor indice de salud que una ciencia puede mostrar es esa fachada que parece inacabada> (p. 7). Como haa seftalado Brett (1972), James ya habia formulado. en 1890. su oposicién a los sistemas y «estaba dispuesto a ser sis- tematicamente excéntrico» (p. 519). Sin embargo, James no es del todo justo con su obra cuando nos dice que consiste, sobre todo, en una masa de deta- Iles descriptivos. Los wdetalles descripti- ‘vos» estén sometidos, en todo momento, las necesidades del pensamiento. Es to que ese pensamiento ya apunta al ‘marco del peculiar «empirismo radical» que posteriormente desarrollaria James (un intento de volver a la «experiencia pura», disolviendo los entes creados por los suefios de la razsin sustancialista tradi cional en un respetuoso registro de seme- janzas y diferencias relacionales 0 funcio- rales) ¥ que también ce acerca a la pore ‘ie “ pectiva pluralista, tan peculiar de la filoso- fia de James. Pero ni el reclamo de los he- chos ni la acogedora disposicién de James a admitir el diverso pluralismo de lo real en su perspectiva pragmatista (vid., por ejemplo, la conferencia sobre «Lo uno y lo miltiples en Pragmatism: a new name {for some olds ways of thinking de 1907), ya bosquejados en los Principles, signi ‘can uma disminuci6n del rigor de pense miento ni una aceptacién implicita de que «todo vale» en Psicologia. James digicre la masa de datos descriptivos con el apara: to del pensamiento, y no tiene ningtin in- conveniente en ensefiar los dientes de! critico cuando le parece necesario. ‘Ademis, James ¢s, en los Principles, mucho més sistematico de lo que é! mis- mo, y muchos de sus comentadores dicen. Una de las tesis principales de este articu- o-dialogo es precisamente eva; James for- mula, en los Principles, una teoria siste~ matica sobre la mente y la conciencia. La teoria implica: (a) una definicién de fo ‘mental como caracterizado por una nota esencial de finalidad. de teleotogfa. (b) la identificacin de mente y conciencia, (c) la correspondencia de la finalidad con la utilidad adaptativa, (d) la negacién de que exista un plano explicativo significativo entre la conciencia y el sistema nervioso, tal como el que proponen, por ejemplo, los psicoanalistas los psicslogos actuales de tendencia cognitiva Las tesis de James son coherentes y estén defendidas en los Principles de for- ma brillante, aunque en este articule mantendremos la idea de que abocaban @ la Psicologia a una via de dificil salida Son exencialmente las tesis de un filévofo, més que las de un psiedlogo empitico, y resultan semejantes a algunas tesis sobre Jo mentat que detienden ctertos tilosotos actuales como John Searle. La imagen ue se ha ofrecido tradicionalmente de Ja- ‘mes como un espiritu versatil, que revolo- na te6 sucesivamente por la fisiologia, la psi- cologia y la tilosotia es excesivamente su- perficial. James fue, en todo momento, tun fil6sofo, una mente especulativa. Tam- bign en los Principles: el hecho de que tu- vviese un conocimiento extenso y profundo de los fenémenos y datos can que eontaha la psicologia de su tiempo, no debe ocul- tarnos ese hecho esencial En vatias ocasiones reconocié James {que su vocacién no era la paciente acumu- lacién de datos de lnboratorio del psic6lo- ‘go empirico, Incluso cuando tuvo que re viindicar ante Stanley Hall su papel como fundador de la Psicoloaia cientifica nor- teamericana en Harvard (que Stanley Hall habia cuestionado implicitamente al escribir en el American Journal of Psycha- ogy que habian sido discipulos suyos, en John Hopkins y Clark, los fundadores), ‘James devta: «Soy un plufesur de sills, y ‘admito con franqueza mi gran inferiori- ‘dad como maestro ¢ investigador de labo- ratorio. Pero debe prestarse alguna consi- deracién a la buena voluntad con que tra- té de forzar mi naturaleza. v a las cosas cefectivas que he hecho» (Perry, 1973, p. 189). Como seftala Perry, James no se en- tusiasmaba con los valores de detalle, pre- cisién y repeticion propios del laboratorio y, en una ocasién, escribfa: «me parece que los resultados surgids de todo exte trabajo de laboratorio son cada vez ma desalentadores y triviales. Lo que necesi- tamos sobre todo son nuevas ideas. Por cada hombre que tenga una idea, encon- fraremos un centenar de ellos dispuestos a afanarse con paciencia en algin experi- mento carente de importanciae (en una carta 4 Flournoy do 1996, sitado on Perry, op. cit., p. 204), Sin embargo, James era un pensador profundo y original. Capuata con exuraor- dinar facilidad las implicaciones teéricas de la literatura psicol6gica de su tiempo. Los Principles constituyen un repaso de [MeNIE ¥ CUNCIENCIA EN «LOS PRINCIIOS DE FSICOLOGIA® esa literatura y, mas que eso, una elabora- ion ae ela. A pesar de que James era de- masiado sutil como para ser decidido, sus pposiciones sobre temas esenciales—como al del concepto de mente y la naturaleza de la conciencia— eran firmes y estaba dispuesto a defenderlas con tenacidad y ‘con un gran sentido critico. En realidad, los Principles comien- zan por establecer (1) una definicién de la Psicologia y (2) una demarcacién critica de esa misma definicién con relacién a issu perspeetivas de targa tradicion ps\- colégica. Primero, una definicién: «La Psico- Jogia es la Ciencia de la Vida Mental, tan- to de sus fenémenos como de sus condi- ciones. Los fendmenos son cosas del tipo de aquellas a las que llamamos sentimien- tos, deseos, cogniciones, razonamientos, decisiones ¥ cosas por el estilos (p. 15). Lo que dice aqui James podria figurar en la primera pagina de cualquier manual respetable de Privulugta pasado uit siglo, Pero no hubiera sido tan respetable (al menos en los Estados Unidos) cincuenta aftos atras, Fs, por consigurente un buen ejemplo del cambio del paisaje hist6rico al que nos referiamos antes. Por otra par- te, James delimita eriticamente lo que él entiende por una «Ciencia de la Vida Mental». al contraponerla tanto 2 ta posi ci6n sustancialista clasica de la Psicologia del alma y de sus facultades como al enfo- que acosiacioniata del empicismo, Si aceptamos que la Psicologia debe ser la ciencia de la mente, entonces el pri- ‘met paso l6gico para formular unos Prin- Cipios de esa ciencia consistira en determi nar la unidad, autonomfa y naturaleza fundamental de lo mental. Yaqui es don- de James comienza a mostrarse critico. La unidad subvacente a los diversisimos fe- ‘nGmenos (sentimientos, deseos, cognicio- nes, etc.) de que trata la Psicologia se ha entendida, desde la Pricologta ecpiritua Phen. 190 lista de los escoldsticos y del Sentido Co- ‘min, como resultante de una sustancia ac- tiva (el alma) que se manifestarfa a través de facultades diversas. En esta perspecti- va, la unidad sustancial inmaterial seria la fuente de la complejidad de lo psiquico. a contraposicign hietérica a ea posicién habfa adoptado, sobre todo, un lenguaje ‘empirista y asociacionista: en éste, la uni- ficacién del «aos de lo mental» wv se bus- caba en una entidad subyacente sino en las propias leyes asociativas de los ele- mentos de la mente: «tI propio si mismo © ego —dice James refiriéndose a esta perspectiva— ya no se ve como la fuente preexistente de las representaciones, sino mas bien como su producto més complica- do» (p. 16), James no se siente cémodo con nin- guna de estas dos posiciones. La Psicolo- fa del alma y de sus facultades no explica Jos mecanismos por los que se producen los fenémenos mentales, sino que los re- trotrae en un «agente por dedajo del agente» y a una competencia sustancial activa que no se define: «como espiritua- listas podemos tratar de explicar nucstros fallos y errores de memoria por causas se- cundarias, Pero para explicar sus éritas no podemos invocar ninguna clase de facto- tes salvo la existencia de ciertas cosas ob- jetivas a recordar, por una parte, y de huestra facultad de memoria, por otra» (ibidem). La altcruativa avoclaciontsta, anal zada muy licidamente por James, tampo- co es convincente: «La explicacién pura- mente asociacionista de nuestra vida men- tal es casi tan desconcertante como la es- piritualista pura, Esa multitud de ideas. existentes en el absolut, y que atin asi se ‘unen unas con otras y tejen una alfombra sin fin cancign micmnac, cama fichas de do ‘min6 en incesante cambio, o cristalitos de un caleidoscopio —jde donde obtienen ous fantésticas leyes de inteatclaviou y put C vs qué se rela een?» (p. 17), Para explicar el orden de lo mental, el asociacionista tiene que recurrir al or- den del mnnda externa ala danza de tas ideas es una copia, algo mutilada y altera- da, del orden de los fenémenos». Esta po- subest mnan justamente como lo ha- sick y slesestinna el papel or ganizador de la experiencia que tiene el organismo activo. Ha sido una caracteris- ‘ca de algunos de los entoques empiristas en Psicologfa, esa tendencia «gibsoniana» a situar el orden fuera del organismo, 0 fuera del sujeto, que se limitaria a ser un s«recolector» del orden previo de lo real, sin poner apenas nada de su parte. El or- den asociativo de lo mental es un reflejo, desde esta perspectiva, del orden asociati- vo de lo real. Es poco To que be queda pur poner de su parte al organismo en esta concepcién de la Mente-Espejo. Pero las condiciones de los fenéme- nos de la mente a que se referfa James no eran s6lo condiciones del medio externo sino también del organismo: desde las pri- ‘meras paginas de los Principles, James es- tablece tac pret funcionalista y respetuosa con los fend- menos fisiologicos. Recoge la formula de Spencer, segun ta cual fa vida mental nee, en esencia, Ia misma funcién que Ia vvida sin adjetivos, entendida como hecho biol6gico: la adaptacién de las relaciones internas a las relaciones externas. «Esta f6rmula—dice James—es la vaguedad en persona; pero debido a que tiene en cuen- ta el hecho de que las mentes habitan en medios que actiian sobre ellas y sobre los que reaccionan a su vez; debido a que si- ta a a mente, en suma, en el cruce de to- das sus concretas relaciones, es muchisi- mo més fértil que la pasada moda de la “psicologia racional”, que trataba al alma como un existente descarnado y autosuti- ciente» (p. 19) Ta mente es ast funcién de un orea- eae de una ‘pricalogia ns nismo y de un medio, pero no se reduce ni a los principios de la fisiologfa ni al orden impuesto por el mundo externo. Mientras que el mundo y el funcionamiento neural con wcampitecings de abjetns y proceso separables, y admiten definiciones estati- cas, la Mente es fluida, siempre cambian- (ey csemvialicute unitaria, De modo que Ja mente tiene como condiciones al org nismo y al medio, pero no es organismo ni es medio, No se inmuta a retlejar el orden aprioristico de las estructuras nerviosas y ambientales, sino que por el contratio es- tablece sus fines. Es, en un sentido muy esencial, un sistema propositivo. Aunque James reconozca que «la frontera de lo mental es difusa» y no con- viene aclararla arbitrariamente sino dejar que la Psicologia *sea tan vaga como su objeto», define una marca o rasgo profun- do de lo mental, un criterio para conside- rar que en un fenémeno hay mente: «La rosecuci6n de fines futuros y la seleccién de medios para su obtencién son la marca y el criterio de la presencia de mentacién en un fendmeno» (p. 21), Esevidente que acta dofinicién co da de bruces con todaz las dificultades tradicionales de las pers- pectivas explicativas teleolégicas y que eurelaza el concepio de ly mental eon el de lo intencionado y lo intencional pero eso no parece asustar a James. El tiene un interés mayor por atenerse a los fendme- ‘nos y a su escrupulosa definicién expe- riencial que por reducirlos, deforméndo- Jos, para explicarlos con las herramientas conceptuales més cOmodas. Esa atribucién de intencionalidad (en el amplio sentido filosofico de la pala- bra, que se refiere a la cualidad de «ser acerca de algo» de lo mental, i. €. a su apertura hacia objetos) y teleologéa, con que James caracteriza a lo mental, se ana- liza sobre todo en los capitulos VII y IX de los Principles, que James dedica res- pectivamente a «las relaciones de las ‘mentes con otras cosas» y a «La corriente dol pensamientas (ade ia eonciencia): ta mente trata sobre objetos que no son ella misma y selecciona tales objetos con una finalidad, con arreglo a una asignacién de relevancia que es funcién de su valor. E ze esto y desecha aquello y toda su funcio- nalidad cognitiva depende de esa tarea de seleccidn, pero a su vez ésta esté sometida a valores y fines que son, en 8i mismos ex- tra-racionales 0 extra-cognitivos. La vida psiquicaes, en esencia, «accion de conser- vvaci6n del individuo» y ha evotncionado por los mecanismos de adaptacion y selec- cidn que dan cuenta de la adaptacién bio- logic, Si la mente es un Srgano finatista, que establece fines, es porque tiene una funcion vital que cumplir. Esa funcion vi- tal se hace evidente en toda la Vida Men- tal, desde las actividades mas explicita- mente propositivas del pensamiento hasta los habitos y los instintos, que casi podria ‘mos decir aue se sittian en esa «frontera difusay de la mente de la que hablaba Ja- ‘mes, all donde el lenguaje de lo mental esté mis cercano al de las funciones orgé- niicas, James dedica el largo capitulo segun- dy de Principles a tay fuucivines Wet vere= bro y el tercero a comentar algunas condi- ciones generates de la actividad cerebral. Tata de los habitos e instintos respectiva- mente en el cuarto capitulo y en uno de 1os tiltimos (el veinticuatro), que habian sido publicados previamente (1887) como articulos en el Popular Science Monthly En ellos, sitia efectivamente a hahitos instintos en el borde de lo mental: los ins- tintos son, en definitiva, habitos innatos, (Dennett, 1988): el len- guaje oramario, que atribuye estades ‘mentales intencionales (descos, pensa- mientos, recuerdos, ete.) al que lo emplea y los que se comunican con él, se basa en una profunda intuiciOn psicoldgica que no ede ser demolida por las teorfas de au- tomatas —por muy computacionales y complejos que tales autématas sean—. La stcoria de la mente», implicita en ese len- guaje ordinario, es més respetuosa con lo real y més profunda que las explicaciones fen terminos de mecanisiios automaticos de los fenémenos mentales. De hecho, ta- les teorias de la mente son, en si mismas, productos evolutivos de’ la necesidad adaptativa de predecir y manipular lacon- ‘nota dle otros miembros de nuestra espe- cie. Elestilo de James es muy compatible con estas propuestas de la «posicién inten- ional ¥ con la del viejo contido comtin: ssi la conciencia es titil nos dice—, tiene {que setlo por su eficacia causal, ya teoria del automata debe sucumbit al sentido co- min, Sea como fuere (y en tanto no con- temos con reconstrucciones. metafisicas sente al arganiema cama car; sia —dice James de arin no logendas). yo no tendleé ningsin in- conveniente en emplear el lenguaje del sentido comiin a lo largo de todo este li- bros (p. 147). Desde la perspectiva del Psicélogo actual sucede, sin embargo, que las teo- Has meutatistas de aulGinataa sui, ke be- cho, explicaciones psicol6gicamente coherentes de los procesos cognitivos. Se plantea, entonces, la necesidad de compa- tibilizar esos modelos con fa teoria de la ‘mente presupuesta en el lenguaje ordina- rio: ,Cmo deben ser modificados los mo- delos actuales de autématas para dar cuenta del papel de los procesos y estados mentales intencionales y conscientes?. hasta qué punto es posible dar cuenta, incluso. de ellos. con el estilo explicativa de la Psicologia Cognitiva contempora- nea? {Qué relacién tienen, por ejemplo, las eualidades de la conciencia con las ex. plicaciones en términos efectivamente au- tométicos de las computaciones sobre re- presentaciones?... probablemente, estas preguntas nos llevan de la Psicologia del pasado a la del futuro, y ya es suficiente con que dialogucmos con James simple~ mente desde el presente. ‘Todas las reflexiones anteriores pue- den haber dejado en el lector una duda importante: James nos dice que los proce- 0s neurofisiol6gicos son condicién de la Vida Mental, pero también afirma que existe un hiato profundo, una sima entre lo fisico y lo mental. Dicen—en un parra- fo que acabamos de citar— que la con- ciencia es una «ayuda externa» que nece- sita.un sistema nerviasa demasiado com- plejo. Dice también que «demasiado complejo para regularse a sf mismo». ;No 3 entonecs la concicneia una propicdad de ese sistema nervioso? Y, si no lo es, {qué es? cy el propio James qué es... un uatista? La pregunta por qué es la conciencia le pareceria a James metafisica y peligro- samente sustancialista FI psiodlagn no puede saber, con sus métodos, si «es» una propiedad de alguna sustancia orgénica 0 espiritural. Es, antes que nada, fendme- no: algo que esté ahi, y que se presenta ademés con un cardcter inmediato mas evidente que ol que pusda pusces cual- quier otra clase de fendmenos. No es, la conciencia, a primera vista sustancia ni cosa. E] mayor peligro del psicologo con- siste precisamente en confundir la con- ciencia de las cosas com las cosas a las que la conciencia apunta. Es, ademas, de al- -guien, pero la posible entidad sustancial de ese alguien no es asunto tampoco de la Psicologfa. James exige del psicdlogo el dificil ejercicio de quedarse en los fend- menos. de nermanecer en ellos, sin dejar- se llevar por los cantos de sirena de meta- fisicas sustancialistas de uno w otro tipo, Entonees, ;se puede sostener una posicién dualista no-sustancialista?: Si, sa es precisamente la de James. El orden de los fenémenos de Ia vom identifica con el orden de los fendmenos del sistema nervioso. O, mejor dicho, el orden quiza st pueda tdenuificarse (esta- bleciendo, como veremos que propone James, una correspondencia estricta entre unos fenémenos y otros). Lo que no se identifica es la naturaleza de esos fenéme- ‘nos: las propiedades que tienen. La conti- nuada actividad de asignacién de signifi- cado y relevancia adaptativa a los objetos de una agencia que se percibe a si misma como propia y personal, con la relacién fisica entre procesos localizados en esa es- teuctura compleja que ex el sistema ner vioso. La tentacién del duatismo esta pre- sente en toda esa larga reflexién unit que, por debajo de la aparente multipi dad y de su cardcter asistemitico, presen- tn tos Principles. Se muestra, sin embar- 0, con especial claridad en el importante capitulo que dedica James ala Mind-Stuff ‘Se ° Theory (la mejor traduccién es quizé «la Teoria de la Mente-desvin», ya que los desvanes son lugares ocultos —como las ideas inconscientes— y llenos de cosas, misceléneas). En ese capitulo, se enfrenta James a un doble frente de problemas: por una parte, a ta «Teorfa do la Monts particula» («Mind-dust»). Por otra, a la idea de inconsciente. El anélisis concep- tual realizado por Jaime en el capitulo e uno de los mas brillantes de todo el libro y, como veremos, uno de los més revela- dores de sus propias y ambiguas posicio- nes sobre el mbito de lo mental y su rela cién con los procesos fisiol6gicos Se ha definido tradicionalmente la posicin de James por su cardcter holista y contrario al elementarismo que predomi= naba en la psicologia asociacionista de su tiempo. La idea de que a lo largo de toda Ja cscala evolutiva existe una continuidad pareceria exigir la presencia de alguna clase de «materia mental» desde los nive~ les mas elementates de fa materia misma: «sila evolucién trabaja de forma gradual, entonces debe haber estado presente al- guna forma de conciencia desde el origen mismo de las cosas» (p. 152). Este supues- to parecerfa especialmente coherente con las dos proposiciones que James analiza: (1) hay elementos © particulas, stomos ‘mentales, que por agregacion constituyen las formas complejas de conciencia qui dan en el mundo animal, (2) existen diver- sos graddas de conciencta, voespoudicu- tes alos diversos grados de complicacién y agregaci6n de esas particulas mentales primordiales: Tames considera que «la suposicién de que nuestros estados mentales son ‘compuestos en su estructura, constituidos por estados més elementales conjuga- doe... pocee ventajas aparentec que Ia ha. ‘cen casi irresistiblemente atractiva para el intelecto y, ompletainicnte ini advirtiendo que «la mitad de los que escri- ben sobre Psicologia no parecen darse cuenta de esta ininteligibilidads (ibfdem). Por ejemplo, Fick, Taine y Spencer son de los que «no parecen darse cuenta» y defienden la idea de que hay sensaciones complejas que conetituyen compniestos de ‘otras més simples: un tono musical puede descomponerse, como sefiala Spencer, en sonidos que son discriminables como uni dades separadas cuando se presenta a una tasa de 6 por segundo, pongamos por caso, pero se convierten en un tono sin partes diferenciables cuando la tasa es de mas de 16 por segundo, Para Spencer esta es una prueba dela posibitidad de analizar, las percepciones en elementos mentales mas simples de los que no somos cons- cientes. Pero, se pregunta James, {son esos clementos realmente elementos menta les? Ciertamente, la percepcién de cada sonido to es (en la condicién de 6/seg,) yla Gel tono tambien (en la de mas de 16/ seg.), pero ello no quiere decir que al per- cibir el tono integremos mentalmente las sensaciones de los sonidos que lo constitu- yen. {Entonces?... entonces, podria suce der. por ejemplo. aue esa integracién fue- ra un fenémeno puramente fisiol6gico. «Ciertamente, en alguna parte hay una transformacién, reduecién 0 fusién —dice James—. La cuestiGn es, ,dénde?, gen el mundo del nervio 0 en el mundo de la cute?» (p. 157). El supuesty aouviat nista tradicional es que la transformacién se produce en el mundo de lo mental. La de James, que en el mundo de lo tisiol6gi- 0. En suma, una nota esencial del mun- do mental es la de poseer un cardcter unita- rio, no-compuesto. La composicién se da en Inotra cara de la moneda: en el sistema nervioso. Este es un sistema compuesto de unidades con una estructura jerérquica de forma tal quc cada unidad ouperior in tegra aferencias de varias inferiores, y toda esta integracion se realiza por debajo del nivel de conciencia (p. 159), «con arte- glo aesta suposicién, no hay unidades im- perceptibies de materia mental que proce- dan y compongan la conciencia completa. Beta siltima es, an ef miema, un dato pe quico inmediato y guarda una relacién in- mediata con el estado neural que constitu- ye su acompaiante incondicionado» (iby dem). Dejando a parte esta especulacién psico-tistologica, ;por que ice James que Ia teoria de los compuestos mentales es logicamente ininteligible? La explicacion de esta afirmacién, que es central, const tuye una de las partes mas dificiles de los Principles: cuando un conjunto de ele- mentos se agregan o combinan para for- mar un compuesto, tal compuesto (por mucho que posea «propiedades emergen- tes») s6lo tiene un sentido unitatio, i. ¢ sélo tiene entidad propia y diferenciada, en un medio 0 vehtculy que © viotinty las propias unidades o para un observador externo que considera desde fuera el pro- ducto de su combinacién, y no desde 1a perspectiva de las unidades mismas los elementos que se combinan. «No se nos objete que H, y Ose combinan en «agua», y por consiguiente exhiben propiedades nuevas, No las tienen. Fl agiay no es ‘mis que los viejos atomos en una nueva posicién, H-O-H. Las «nuevas propieda- es» 1 so és que sus efectos combina dos, cuando estn en esa posicidn, sobre un medio externo, tal como nuestros 6r- ‘gamos de los sentidos y los diversos reacti- vvos sobre los que el agua ejerce sus pro- piedades» (p. 161). Esto mismo puede decirse de las sen- saciones © Jos sentimientos. «Tome un centenar de allae Rarijelos y apriételos ‘unos contra otros lo més fuerte que pueda (sea lo que sea Jo que esto pueda querer levis), cada uno de ellos cigue ciendo ol mismo sentimiento (la misma sensacién) que tue siempre, encerrado en su propia piel, sin ventanas, ignorante de lo que los ‘otros sentimientos (sensaciones) son y sig- nifican. Habria ciento-un_sentimientos (sensaciones) si, al juntar esa serie 0 gru- po. emereiera una conciencia pertenecien- te al grupo como tal. Y este sentimiento 101 seria un hecho totalmente nuevo: los 100 sentimientos originales, por alguna curiosa ley fisica, constituirfan una sefal de su creacién, al unirse; pero no tendrfan trimguita ideutidad sustanial wou el, ui cl con ellos, ni nadie podria deducir nunca a uno de los otros, o decir (en ninggin senti- do inteligible) que se desarrollo a partit de ellos» (p. 162). Si las ideas de composici6n 0 combi- nacién exigen un medio 0 un observador externo y diferente de los propios elemen- tos combinados (y en cuyo ambito alcan- zan sentido las propiedades emergentes del compuesto), entonces se llega a la cu- rioaa situacién de que la peicologia ele mentarista se vea abocada a una metafisi- ca espiritualista, que afirma que esa «ter- cera entidad, a la que afectan les propic- dades de las combinaciones de ideas, sen- timientos o sensaciones, es el alma. ‘Toda la reflexién anterior de James se basa en el supuesto de que no tiene sen- tido hablar de estados mentales incons- cientes, tales como las sensaciones de so- nido que para Spencer se asociaban en la percepeién de un tona a lot 100 centi- ‘mientos que daban lugar a un 101 cons- ciente. El problema del inconsciente daba vyueltas en larmente de James desde sus primeras relaciones con la literatura psi- col6gica (por ejemplo, con la obra de Ja- net) y no le abandono nunca. tn los Hrin- ciples se revisan cuidadosamente los datos recogidos por Janet sobre supuestos «fe- ‘n6menos inconscientes» en la histeria. En Las variedades de la experiencia religiosa (1901-1009) Tames llega a afirmar lo .@ 123 guiente: 0 «re: presentacidn inconsciente» en las explica- ciones psicoldgicas Para él, como para Searle, solamente hay dos planos explica- tivos y no tres: el de la conciencia —el de Ja mente intencional— y el de la fisiolo fa, No hay necesicad de un plano propia- ‘mente psicoldgico (i. ¢. mental) de explica- ion que se situe entre esos dos, Recorde- mos una cita que hacfamos pocas paginas atrés: «La conciencia completa es, en sf misma, un dato psiquico inmediato... y guarda una relacién inmediata con el esta- ‘Ao nonral que canstituye su acompafiante incondicionado» Existe, sin embargo, una diferencia fundamental entre Ia posici6n de James y la de Searle: para éste, hablar del plano mental-intencional y hablar del plano neurofistologley es ihabiar Ue fy misiyy bien que en un caso (el mental) con un lenguajé mas molar, yen otro (el fisiol6gi- co) con un nivel mas molecular de discur- so. James, por el contrario, sugiere més bien una posicién dualista, aunque muy matizada: no se trata de un dualismo en- tre alma y cuerpo, puesto que del alma no hay ninguna manifectacién fenoménica directa y su posible entidad sustancial es, en todo caso, asunto de la metafisica y no Uc la poivulugia, sEl fenémeno desnudo, la cosa inmediatamente conocida que, en el plano mental, se corresponde con 10s procesos cerebrales como un todoes-eles- tado de conciencia y no el alma como tal» (p. 182), nos dice. El dualismo se plantea ‘entonces entre esos procesos cerebrales y ti coniciencia, y se trata de un dualismo paralelista: «debemos preguntarnos — dice— si, después de todo, la indagacién de una correspondencia clara e inmedia- 1a, término a término, entre la sucesi6n de estados de conciencia y la sucesién de pro- ‘ees0s cerebrates globales, nv exe formula psico-fisica més simple, y la tltima pala- bbra de una psicologia que quiera conten- tarse con leyes verificables, que busque s6lo lo claro y evite hip6tesis injustfi das» (ibidem). ‘Tenemos, por tanto, una definicién de los objetos con que trata la psicologia y de los propésitos con que la hace: trata con fendmenas (no con supuestas sustan- cias subyacentes a ellos) mentales y, como tales, cunscienies y referides a un fin, de naturaleza inherentemente teleol6gica. Y trata de conseguir relacionar esos fen6: ‘menos con otra gama de fenomenos cono- cidos: los relacionados con los procesos cerebrales globales, en un intento de esta- blecer una correspondencia término-a- térmno entre unos y otros. Evita atribuir tun sustento sustancialista a unos y otros fenémenos. James evita escrupulosamen te (quiz por causa de sus preocupaciones rvligiosas, siempre proventec, aunque confesase su incapacidad de relacionarse «cde forma viva y personal» con lo divino)., evita, dectamos, hacer cualquier promun ciamiento monista y materialista y no ocul- ta, en ocasiones, su simpatfa personal por posiciones espiritualistas. Pero no pasa de ahi, y tampoco se inclina por situarse en estas itimas. Intenta mantener una sepa- racién rigurosa entre la psicologia como ciencia empirica y los temas metafisicos (que siompre le interecaron enormemen- te). Estas consideraciones se relacionan. de forma natural, con las posiciones de Ja- mes acerca de la mente a la que se refiere la Pricotogia y los métodor de octudio que emplea: «la mente que el psicdlogo estu- dia es la mente de individuos diferencia dos que habitan en porcioues definidas de tun espacio y un tiempo reales. Con cual- quier otra clase de mente, tal como la In- teligencia absoluta, La Mente desencar- nada de un cuerpo particular, o la Mente ‘aue no esté suieta al curso del tiempo. el Psicélogo como tal no tiene nada que ha- cer. La palabra “Mente”, en su boca, es s6lo un nombre colectivo de las mentes» (p. 183). Las mentes son, asf, objetos en tun mundo de otros objetos. Axin cuando se aualiven intivspectivaniente, v€ sidan en un mundo objetivo. El psicélogo estu- dia la mente como objeto. 2Y cémo estudia la Psicologia esos fenémenos mentales que son su objeto de trabaio? James es claro en este punto: en primer lugar, por medio de la introspec- cin, que es para él el método de investi- gacién por antonomacia de la Psicologia: «En primer lugar, y por encima de todo, y siempre, tenemos que basarnos en Ia in: taospeeciény (p. 185). El supuesto de que creemos «sentirnos pensar» (i. e. la con- ciencia de nuestros estados conscientes) y la distinciOn de esa actividad consciente como «una actividad o pasion interna es el mas fundamental de todos los postula- dos de la Psicologia y s6lo puede ser cucs- tionado desde posiciones metafisicas bi- areas. Exo os, on realidad, al supnesta on el que se basa el empleo de Ia introspec- cién como herramienta fundamental del ssluyu. Sin embargo, ta introspeccién es di ficil y falible: James se sia en una posi cion iftermedia entre los que, como Ve- berweg y Brentano, defienden la idea de la infalibiidad de las impresiones inme- diatas sobre los fendmenos mentales y los que. como Comte. niegan toda posibili- dad a la introspeccidn. El psicblogo no trabaja con las impresiones inmediatas y ono corregibloce de la experiencia: «tire nner sentimientos 0 pensamientos en su ‘mero carécter inmediato fuera suficiente, ketonves Tus minus eu la wana se fat pied logos, y psicblogos infalibles. El psicélogo 1no s6io tiene que tener esos estados men- tales en su absoluta autenticidad, sino que tiene que informar y escribir sobre ellos, ue denominarlos. clasificarlos y compa- rarlos, estableciendo sus relaciones con otras cosas. Mientras viven, son libres; s6lo past-martem se convierten en presas del psicdlogo> (p. 189). Este andlisis post- mortem depende de la memoria, de la ca- tegurizacion de tus feugurcuvs urciitales y es, por consiguiemte, falible: « siempre perienecierte tO pertenencia de un alguien. El fendmeno es que la conciencia no es «conciencia en si> sino seonciencia de alguicn, 7 lly e3 ant incluso en los casos (ampliamente comen- tados por James) de conciencia-desengan- hada del «Vo princip. critura automitica, catalepsia en pacientes histéricos, doble personalidad), en que su cede que Hi dario» a ser posible con nombre propi que se asigna la pertenencia inevitable de 505 fenémenos anormales de conciencia, La conciencia esta en constante cambio: fnunca se suceden dos estados iguales de canciencia. Tas estadns de la mente no curren nunca. Lo que ssucede es que pue- ‘den referrse distinas veces a un mismo ob- jeto. pero siendo distintos estadas de com- ciencia: «Una idea permanentemente exis- tente 0 Vorstellung” que hiciera su apar cidn a intervalos periddicos ante las candi lejas de la conciencia, es una entidad tan ritolégica como la sota de espadas» (p. 230), dice James en un pérrafo muy citado, Lo que sucede es que tienden a diferen- arse esas entidades mitol6gicas, como se. Fes permanentes y diseretos, porque se confunden con los objetos a los que se re- fieren. Pero yo no puedo tener dos veces la ‘misma idea, ni el mismo sentimiento, ni el ‘mismo recuerdo, aunque pueda pensar dos veees (con pensamientos inevitable- ‘mente distintos) sobre Ia misma cosa, re- cordar (con recuerdos distintos) la misma situaciGn 0 sentir (con diferentes senti- ‘mientos) en relacién con la misma perso- na. La concieneia no esanscreta sino cont. ‘ua, no es estética sino dinémica, no es es- table aunque configure un mundo de obje- tos estabies, A pesar de ese cardcter versdtil que la con- tiene, también se muestra como ine Gaus: sus CAMDIOS NO (hipnotiome, ex 130 son «saltos» de un vacio a otto, sino grads ciones que no son nunca completamente fabruptas. Ademas, aunque puedan aarse claros, 0 «vacios» de conciencia, de carée- ter temporal, ésta se recupera como perte- neciente & 1a misma totatidad unttarla que antes, al mismo «yo», «La conciencia — dice James— no se presenta a sf misma como troceada en elementos. Palabras Jes como “cadena” o “tren” no la descr ben adecuadamente, tal como ella se smuestea ante sf mis en prisueta insta cia, No es que consista en elementos que se conjugan; es que fluye, Las metéforas del "10" y de Ia "eurriente” son Tas que la deseriben de forma més natural» (p. 233) El lujo de esa especie de «coneiencia acusltican de ka que abla James puede, sin ‘embargo, ser rapido y apenas visible o len toyevidente. «Cuando la velocidad eslen- ti somos eomscicites det Ubjetu de ues troppensamiento de una forma estable yre- lativamente tranquila, Cuando es répido, sontus vances Ue wat pasu, un cidn, de una transiciGn desde el objeto, 0 entre él y algo més, Cuando oteamos la Iuatavillusa Witicute Ue uvstra concien cia, lo primero que nos lama la atencién es este diferente ritmo de sus partes. Como fila vida de un pdjaro, parccen alternarse ten ella los momentos de vuelo con aque Hos en que el ave se pose» (p. 236). James Alistinguy aaf cnc les partes oustantivas ylas «partes transitivass de Ia corriente de Los sensistas y los inteloctualistas han colvidado las partes transitivas: ¢s0s mo- ‘mentos en que la conciencia revolotea y ‘busea relaciones sin detenerte en objetos 0 propiedades sustantivas de las cosas. El propio lenguaje, con el que hablamos de la Concioncia, e2 cingularmente incapar dle capturar la naturaleza huidiza de sus esta dos (0, mejor, procesos) transitivos: «De beriamon desir wna coneacién de ci, una sensacidn de pero, yuna sensacion de por, con la misma facilidad con la que decimos fine soneasién de aan! o wna coneacidn de frio. Per’ no lo hacemos: tan inveterado ‘es nuestro habito de reconocer sélo las partes sustantivas que el lenguaje casi se @ 6) ) niega a prestarse a cualquier otro uso» (p. 238) “Aueanas de tos eatauus tensitives, Jar ‘mes habla de los «sentimientos —o sensa- ciones— de tendencia» (un concepto se- fcjanie al Ue las wisnlencias determine tese de los psicslogos de la Escuela de ‘Warzburgo) que se presentan como dispo- siciones actualizadas 0, en cierto modo, ‘como los correlatos conscientes de la pura intencidn de. Tanto éstos como los estados transitives de concioncia pueden datse por medio de diferentes sistemas representa: “cionales¢ incluso con un acompatiamiento representacional oxtremadamente vago: ‘No importa cuél pueda ser la materia mental de este pensamiento, la clase de imégenes de que eo sirve —dice James— [Las dinicas imagenes intrinsecamente im- portantes son las de los puntos de reposo, [i sonclucioner eustantieae, provieianalee © finales, de! pensamiento» (p, 259). Ja ‘mes mantiene asf una concepci6n pluralis- tay multiple de lac reprerontacianas La conciencia es intencional: versa sobre objetos que no son ella misma y alos que Mietingue ‘algunos fildsofos actuales de la mente, la propiedad de aboumness. Essiempre acerca flo algo. Feta racga de ceranceera-de es Ia rafz de la funcién cognitiva que la concien- cia tiene. Antes de ser conciencia de sf rmiema, Io ae de Ine ahjetas Puede o no discriminar entre si misma y los objetos pero, en todo caso, su funcién primaria es ade wmirar as los objetos y n0 la de mirar se as{ misma (lo que resulta muy fécilmen- te explicable en términos del origen adap- tativo que la conciencia tiene). La con- ciencia no se ha desarrollado para que los psicdlogos (profesionales 0 aficionados) Ihagamos introspecciones. sino para que pueda relacionarse con el mundo de sus ‘objetos potencialmente relevantes un or- ‘ganiema que posee un sistema nervioso de tal complejidad que tiene que cargarse de finalidades explicitas para regularse a sf Finalmente, Ia conciencia selecciona, eli- ge. Acentia esto, ignora aquello, mitiga lo ddemés, Esa funcién selectivaesté presente ‘en todos los fendmenos de la conciencia 2s bisica en la sensacién, que en primer li- ‘gar slo registra una gama limitada de los ‘cambios en las energias del medio, y en se- undo lugar constituye «cosas», que «no son més que grupos especiales de cualida- des sensibles, que nos interesan préctica 0 estéticamente. ya las que por consiguiente ‘damos nombres sustantivos, y a las que cexaltamos a su estatuto exclusivo de inde- pendencia y dignidad> (p. 274), Las cosas ‘mismas son un producto de la labor select va de la percepcion, de esa «industria se lectiva» de que habla James, Pero luego sucede que la conciencia selecciona entre unas cosas y otras, realiza constantemente célculos de relevancia ex los procesos de atencién, razonamiento, decisin ética o estética. «La mente es, en todo momento, un teatro de posibilidades simultane... trabaja sobre los datos que recibe de forma muy parecida a como tra- baja un escultor sobre un bloque de pie- ‘dra, En cierto sentido, su estatua estaba allt desde Ia eternidad. Pero habia otras ‘mil diferentes adems de ella, s6lo al es illus ae debe el labes cutreaatany ou €3- cultura del resto» (p. 277). La divisi6n y seleccién de datos que realiza la conciencia comienza por ser una distribucién fundamental del mundo en- tre lo que et yo y lo que no lo ee, lo mito y Jo no-mio. «Todos nosotros —comenta Jamies— realizamos una gran division del Universo entero, partiéndolo en dos mita- des; todos solemos dedicar casi todo nues- tro interés a una de esas dos mitades; pero todos trazamos la linea de division entre cllas en un lugar diferente. Si digo que lla- mamos a esas mitades con los mismos nombres y que esos nombres son “mi” y “no-mt”, se entiende inmediatamente lo ue quiero decir» (p. 278). El analisis de la conciencia de sf mi mo introduce un parémetro Social en la wvitar ob Pricolog(a de James que pormit escollo solipsista al que podria conducir la descripeién puramente fenoménica de la conciencia como pertenieciente a un yo personal. Pues sucede que exe yo, 0 sf mismo, no s6lo es un self espiritual 0 un Ego puro, ni simplemente un cuerpo més 1 menos rodeado de posesiones (un self material), sino también un si mismo so- cial, que se fabrica en la relacién con los otros y, en cierto sentido, a través de la mi- rada de los otros. «Hablando en propie- dad —dice James— un hombre tiene tan- tos “sf mismos” sociales como individuos que le reconocen y se hacen una imagen de él en susmentes Herir a cualquiera de esas imagenes es como herirle a él» (p. 282), Para James, en sentido amplio, el self de un sujeto es la suma de lo que éste pue- de llamar suyo. «No s6lo su cuerpo y sus capacidades psivolbgivas, sino sus 1opan y ‘su casa, su mujer y sus hijos, sus anteceso- res y amigos, su reputacién y su trabajo, sus campos y caballos, y su yate y cuenta corriente» (p. 279). Esta ironia de James plantea dos cuestiones fundamentales: (1) (Hasta qué punto es el self un producto culturalmente condicionado? ,No est demasiado ligada a un pais y a na cierta clase social esa definicién —que, de todas formas, es un guifio— que James propone dol Self? y, on todo caso, ;n0 tiene que sor necesariamente ast si el self es, en cierto modo, un producto social? La otta cuestién (2) es ayuella a la que, como hemos visto varias veces, Ja- ‘mes no quiso contestar en los Principles: {que entidad es la tuente y el marco de re- ferencia de esos pronomibres posesivos 0 personales? ;,No son més que pronombres © remiten a una sustancia material o espi- ritual? Ya sabemos que la respuesta a esta pregunta no era para James tarea de una Psicologfa que, aunque él consideraba que era tediosamente experimental, no dojaba de querer que fuera abiertamonte empirica, En realidad: ingenuamente em- irica. GC 131 Diego ingenuamente por dos razones: en primer lugar, porque James defendi¢ afectivamente las profundas intuiciones dol contido comin ingenuo on lor Princi ples y ademas trat6 de presentar, antes, que nada, una descripcién de la Mente, a la que idemifive Wom te wrucieucia, tal como es antes de ser sometida a cualquier ‘maniobra reductiva. Su intencién, en oca- stones, no esta muy lejana de la propuesta fenomenoldgica de atenerse a los hechos ‘en su ingenuidad primigenia, como si es- tuvieran recién salidos del homo de la creacién para la mirada de un psicdlogo recién nacido. En ese emperio invirtié Ja- mes el capital que poseia como buen ob- servador de la naturaleza humana y tam- én como auto-observador enormemen. te escrupuloso y, en ocasiones, obsesivo tal como demuestra su biografia y los immumerables dovumentos fauniliates cartas de aquella familia en que no falta- ron otros virtuosos de la ‘como el hermano Henry James—. em este sentido, la lectura de tos Principles nos re- cuerda insistentemente a la de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. No nos engafiemos: la ingenuidad de James era un resultado elaborado de su enorme sutileza introspectiva, como los Principles nos muestran una y otra vez. Pese a ser tuno de los creadores del pragmatismo norteamericano, James trae a la memoria al menos pragmético, mas sutilmente eu- rupeu y mids ubsesivancite intiuspective de los novelistas europeos. {Qué mejor y mis floreciente «yo sociab» que el del se- jor de Charlus 0 fa marquesa de Villepa~ risis?, ,qué descripcién més «jamesiana» de la memoria que el conocido pérrafo de la Magdalena? La de James era, desde luego, una ingenuidad muy sofisticada. Pero se puede hablar también de la ingenuidad de James en un sentido més profundo y, a su vez, menos «ingenuo». Me refiero a Ia ingenuidad de creer que ced sencillamente era posible hacer una Psico- logia cientéfica que aunase (0 mejor, man- tuviese separados pero relacionados) los doz mundos fonoménioos a loc que él co enfrentaba, sin contar con ninguna clase de niveles explicativos intermedios: el muunly Ue lus fenbuneinus sucatales (i €. ‘mas 0 menos conscientes pero no positiva- mente inconscientes) y el de los fenéme- nos del Sistema Nervioso. No esta claro si el abismo que el propio James reconocia entre esos dos mundos es, en realidad un abismo sustancial, y seguimos estando de acuerdo con él en que éste no es quizé un asunto de la Psicologia. Sf esevidente que es un abismo fenoménico y acaso de len- ‘guajes. {Es posible Ia «traduccién» del Tonguaje con quo hablamor d nervioso a aquel con el que «ingenuamen- te» hablamos de la conciencia, sin que haya leuguajes iutermedivs yue la favili- ten? El salto de la neurona a la intencién es excesivo y, prescindiendo de cualquier clase de consideraciones sustancialistas 0 de distribuciones més o menos burocrati cas de las tareas entre psicélogos y fisiélo- ‘205, lo que hoy sabemos es que sf necesi- ‘amos lenguajes intermedios: el del siste- ma nervioso como red de procesamiento. cel de las representaciones mentales subya- centes a lo que vemos en la conciencia y, quiz, el de contenidos mentales incons- cientes positivamente considerados, etc. Lamezcla jamesiana de una posicién intencionalista singeouar, més 0 menos cercana a la de la teorfa de la mente del sentido comtin, y una fisiologia del Siste- ‘ma NNervioso no na sido 1a que na necho avanzar a la Psicologfa por el (no tan) se- guro camino de la ciencia, Hay mucho ‘ds de lo que el psicélogo puede hablar con sentido, en términos estrictamente mentales, y que James no lleg6 a recono- cer como pertinente: las estructuras y pro- cesos de conocimiento subyacentes a rnuestras actividades de pensar, recordar, percibir. etc.: los deseos ¢ impulsos que la conciencia rechaza; los mecanismos y pro- cedimientos mentales que se ponen en jucge on nusstrar actividades cotidianas de relacién con las cosas y las personas. Ello no significa que los Principles no sigaut sic una obia macstra. Pero el arrobamiento acritico no es la mejor acti- ‘tud para apreciar esa clase de obras. El propio James era eritico. En una carta es- rita nada mas terminar su gigantesca obra de doce afios, comenta lo siguiente: «Medida por las “Psicologias” al uso, la mia es buena, pero la psicologia esta en ‘una condicién tan anticientifica, que toda Ja actual generacion de psicologias esta predestinada a transformarse en un viejo trasto medieval ilegible, tan pronto como se logren los primeros vestigios auténticos Ae penoteacidn en ta materia Por mi cuanto més pronto mejor» (En Perry, 1973, p. 203) ‘fortunadamonte, ol libro de James no es atin ni medieval ni, mucho menos atin, ilegible. Sigue siendo uno de los pro- ductos mis elaborados y brillantes produ- cidos por la historia de la Psicologéa. Si gue siendo apasionante dialogar con él cien aitos después de que la pactencia de Holt y el genio de James comenzaran a obtener su merecida recompensa, Brett, G. S. (1972). Historia de la Psicologta. ‘Buenos Alres: Paldos. Dennett, D. C. (1988). Précis of «The Inten- tional Stance». Behavioral and Brain Selenves, £1, 499-36, Freud, S. (1968). Autobiografia. En Obras Completas. Vol. II. Madrid: Biblioteca Nueva (traduecién de L. Léper Balleste- 108). James, W. (1890). The Principles of Psycholo- ‘gy. Nueva York: Holt (citada Is edicin da Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1983), (1902). The Varieres of Religious Experien- ‘ce, Nueva York: Longmans (traduccion es paola de J. F. Yvars: Las variedades de la experiencia veliginsa. Fsnudin do a mamura. {eza humana. Barcelona: Peninsula, 1986) — (1907). Pragmatism: a new name for some hls mays of dking. Nueva ork: Mert dian (traduccién espaiola de L. Rodriguez Aranda: Pragmatismo. Un nuevo nombre pare antigua nodose pena, Benes loue, Orbis, 1985) Perry, R. B. (1935). The Thought and Charac- ter of William James. Cambridge, Mass, Harvard University Press (traducci6n es- pafiola de la version abreviada de E. J Prieto Fl pensamiento y In personalidad de William James. Buenos Aires: Paidos, 1973). Rumelhart, D. E. y McClelland, J. 1. et al (1986). Parallel Distributed Processing. Cambridge, Mass.: The MIT Press. Searle, J. (1985). Mentes, cerebros v ciencia Madrid: Cétedra 133,

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