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Lo grave es que en los últimos tiempos se soslayan el orden justo y la verdad y se le exige al
juzgador que otorgue la razón a quien corresponde, pero en un escenario en el cual todos los
actores económicos, políticos, violentos o no violentos, invocan su razón para salir adelante con
sus propósitos, no siempre claros.
Se confunde la razón con el razonamiento individual hecho por quienes son factores de poder y,
entonces, la razón ya no es la identificación entre el sujeto y el objeto, sino entre el sujeto con
poderío y sus particulares intereses. Aquí ya no existe la racionalidad sino todo lo contrario, la
irracionalidad. Es decir, que a los jueces se les pide que sean como una ínsula de razonabilidad en
medio de un mar de irracionalidad.
Afortunadamente, hay un buen número de magistrados y jueces que contra viento y marea
emplean la razón, no para congraciarse con quien tiene el poder, ni para mostrar la aparente pureza
del derecho, ni para mantener los formalismos, sino que hacen uso de los razonamientos en la
defensa del orden justo. Pero por fuera del ámbito judicial, las decisiones de los jueces,
generalmente, se ven en un claroscuro y la labor de la judicatura es calificada con el maniqueísmo
propio de quien sólo está interesado en sacar adelante sus propósitos, sanos o insanos, que en
ocasiones se expresan violentamente. Es por consiguiente una labor peligrosa, en la cual el juez
está a merced de una sociedad injusta, contradictoria y -para colmo de males- mediática.
El imperio de la razón era esgrimido en los albores de la era moderna como algo absoluto. Se
confiaba en un orden racional. El alma de la hermenéutica consiste en que “el otro" puede tener
razón. Esta dimensión de la razón se involucra en el concepto de Estado de derecho, es el aporte
del pensamiento alemán y específicamente de KANT, para quien el Estado de Derecho es un
Estado basado en la razón. Pero el postmodernismo se rebela contra esto y especialmente contra la
ilustración, por haber sido ésta la apoteosis de la racionalidad.
ilustrado sobre el terror de la sinrazón existente, han quedado destruidos los últimos residuos de
confianza esencialmente en la razón". Ha existido una explicable reacción a la confusión de poder
y razón. Esta crítica plantea muchos interrogantes respecto a la justificación racional de la teoría
liberal del derecho y el Estado.
En esa misma época colonial, a mediados de la década de 1780, se impuso una derecho público de
orientación ilustrada; pero luego de la Revolución Francesa vino el temor de que los juristas se
tomaran en serio la racionalidad y. una nueva estructura del Estado y, por orden de la Corona,
también en 1794, se suprimieron las cátedras de derecho público y se asoció la Ilustración con el
regicidio, el ateísmo y el republicanismo que en aquel entonces era estigmatizado.
Los juristas que fueron artífices de nuestra emancipación política, contribuyeron a la creación del
Estado nacional, pero muy pronto quedaron sometidos a lo que habían creado, ello los llevó a ser
sumisos al texto jurídico y tendrían que convertirse en huestes de Estado, como lo califica
acertadamente el investigador JULIO GAITÁN en sus escritos publicados por la Universidad del
Rosario.
En los albores de la República, la enseñanza del derecho fue organizada conforme a un nuevo
modelo. El 3 de octubre de 1826, se expidió un avanzado Plan de Estudios, la Constitución era
texto básico aún en las escuelas, en 1821 se editó el Catecismo político constitucional de JOSÉ
MARÍA GRAU, se seguía a JEREMÍAS BENTHAM, se aceptaban los planteamientos
desarrollados por TRACY en los “Elementos de ideología”; pero luego se consideró a TRACY
inmoral hasta prohibirse en Colombia en 1843; el propio BOLÍVAR, en 1828, ordenó que no se
consultaran los libros de BENTHAM; y las constituciones se convirtieron en botín de los
caudillos, en el siglo XIX.
Además, durante mucho tiempo, por supuesto con respaldo en el método exegético, al jurista se le
exigió un permanente ejercicio de la memoria para conocer fielmente los textos jurídicos. Era la
época de los dictados en las universidades y de la preferencia por el juez y litigante que manejaban
más la memoria que el raciocinio.
la enseñanza se tiene como política aminorar la orientación crítica de docentes y alumnos, porque
se los quiere convertir, mecánicamente, en reproductores del sistema, en peones de un
pensamiento único.
¿De qué vale que la Constitución establezca la libertad de enseñanza si, ideológicamente es
dirigida por el mercado y las universidades se convierten en empresas educativas?
Pero no todo es negativo, los nuevos procesos han permitido la flexibilización curricular y la
ponderación de programas y actividades, y esto apunta de todas maneras a una formación integral.
En cuanto a las necesarias enseñanzas posgraduales, es interesante anotar que la ilustración a los
jueces ya no es para informar ni formar, sino para orientar, lo cual apunta a un juez acrítico.
Con la disculpa de que el juez -en los cursos educativos que se le hacen durante el ejercicio de su
cargo- es el principal protagonista del aprendizaje y que el juez debe ser consciente de su
responsabilidad social, se apela al criterio ‘consecuencialista’ y al método estructuralista.
Esa área del saber hacer se traduce en hábitos, habilidades y destrezas, corriente conocida como el
“shill movementfor educación in law", que lleva a una educación más profesional que académica, de
clara influencia norteamericana.
¿Lo anterior significa que también se implantará un sistema jurídico único y, por consiguiente,
habría que adoptar el sistema anglosajón? Se puede responder que no sería extraño que se esté ad
portas de un sistema jurídico excluyente. Salvo, claro está, que se inicie el proceso de
conformación de un sistema jurídico acorde con la historia, la idiosincrasia y el acumulado
jurídico latinoamericano; esto último es lo más sano, porque las profundas raíces culturales,
raciales, religiosas, sociales, no se pueden despreciar.
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“...el derecho latinoamericano sufre hoy una gran envestida por el sistema de derecho inglés o
del Common Law. Dentro del neoliberalismo y la globalización existentes, las formas de
colonización se han transformado. Ahora los países poderosos utilizan la tecnología, los sistemas
computacionales, el ciberespacio para introducir sus productos, lenguaje, inversiones, servicios y
sistemas jurídicos”.
La advertencia del presidente de AFEIDAL es válida en cuanto a la presencia cada vez más fuerte
del sistema anglosajón, como sustento para la expansión del mercado, en una economía
globalizada y con fundamento en el modelo neoliberal. Pero no parece prudente decir que la
panacea sea regresar a posiciones romanistas y canonistas de hace siglos, muchas de las cuales se
desconocen. Además, no se puede hablar de un derecho romano inalterable. El uso del derecho fue
diferente antes y después de JUSTINIANO. Y varios de quienes invocan el derecho romano,
especialmente SAVIGNY, lo hacen a manera de discurso legitimante, con la pretensión de que
solamente exista un derecho, no varios derechos. Además, las universidades norteamericanas están
interesadas en conocer los diferentes sistemas jurídicos y, dentro de su filosofía pragmática, actuar
dentro de ellos para defender sus intereses.
En todo caso, la novedad es que el derecho ya no está a la retaguardia de los acontecimientos, sino
que los derechos, -en plural-, están en el orden del día. Por otro lado, la internacionalización es tan
evidente que existen numerosos organismos internacionales para resolver conflictos jurídicos y,
por supuesto, instrumentos jurídicos transnacionales de indudable cumplimiento (convenios,
tratados) que en muchas situaciones integran la Carta Fundamental (bloque de constitucionalidad).
Por ello, asalta el temor de que una propuesta neoconservadora, aparentemente nacionalista,
consistente en regresar a lo antiguo, converja a corto plazo con la posición neoliberal, porque tanto
la una como la otra apuntan, en última instancia, hacia el fortalecimiento del imperio. Por eso,
surge la necesidad de que Latinoamérica adopte de manera libre su sistema jurídico, ya que si
durante casi cinco siglos no pudo asimilar a plenitud el sistema continental europeo, menos aún
logrará aceptar tranquilamente otro sistema impulsado en menos de dos décadas.
La razón tiene sentido en cuanto logre la identidad del sujeto con el objeto. Tratándose
de la judicatura, el objeto es el orden justo, la garantía de los derechos fundamentales
y, en la medida de lo posible, acercarse a la verdad.
Se confunde la razón con el razonamiento individual hecho por quienes son factores de
Contrarias
poder y, entonces, la razón ya no es Todo
la identificación entre el sujeto
hombre es justoNingún hombreyeseljusto
objeto, sino
entre el sujeto con poderío y sus particulares
C intereses.
Volviendo al tema de la razón o la sinrazón, cada quien alega tenerla. Y esto acontece
en todas las esferas, no solamente dentro
O de los contradictores del sistema sino dentro
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del sistema mismo. En la actualidad* se quiere identificar la supremao razón con el
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modelo globalizador. Es el filósofo HABERMAS quien, al referirse al siglo XX, dice
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que ese siglo “como ningún otro, nos ha ilustrado sobre el terror de la sinrazón existente, n
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existido una explicable reacción a la confusión de poder y razón. Esta crítica plantea
muchos interrogantes respecto a la ^justificación racional de la teoría liberal del
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derecho y el Estado.
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2.-Destaque tres ideas principales sobre el título ¿SE TERGIVERSÓ LA RAZÓN EN LOS
PROGRAMAS EDUCATIVOS EN NUESTRAS REPÚBLICAS? Algún hombre es justoAlgún hombre no es justo