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Tasanteso. 3849 1985, Esa BORNEMANN Clo GUILLERMO SCHAVELZON Y Asoc. AGENCIA LITERARIA info@ schavelzon.com De esta edicidn seg 1996, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara 5.A. Av. Leandro N. Alem 720 (CIOOLAAP) ‘Ciudad de Buenos Aires, Argentina ISBN: 978-987 4M-0224-4 Hecho el depésite que marca la Ley 11,723 Libro de edicidn argentina. Impreso en México, Printed in Mexico. Primera edicién: septiembre de 19% Decimosegunda reimpresidn: ubril de 2006 Segunda edicién: febrero de 2007 Cuarta reimpresion: enero de 2011 Disefio de la coleccién: MANUEL ESTRADA Una editorial del Grupo Santillana que edita en: Espaiia © Argentina * Bolivia + Brasil « Colombia Costa Rica « Chile * Ecuador + El Salvador * EE.UU. Guatemala * Honduras © Wléxico « Panama * Paraguay Perd * Portugal * Puerto Rica * Repiblica Dominicana Uruguay * Veneruela [Boremann, Elsa Isabel Los Grendelines, - 2a ed. ta ceimp. - Buenos Airey + Aguilar, Akea, Taurus, Alfaguara, 201) 72 p. 5 2012 cm, - (Moradal ISBN 978-987-04.0224-4 E. Narvativa Infantil Argentina. 1. Titulo, CDD.A863.928 2 ‘Todos los derechos reservados. Esta publicucidn no puede ser reproducida, ni en todo ei en parte, ni registrada en, o trunsmitida por, un sistema de recuperscion de informacién, en ninguna fornia, ti por ningdin medio, sea mecinica, fotoquimica, electztni mingnético, eleclresptico, por fotocopia. o cunlguier otro, sin el permiso previa por escrito de 1a editorial. A Maria Cielo, fan hermoso anticipo ded tercer milenario gl” Del libro a los oyelectores B, Las canpinteros fabrican muebles, Los constructores levantan casas. Los panaderas amasan pan. Las jardineros cultivan flores. Ustedes... gsaben qué hacen los escritores? jClaro que si! Eseriben libros... camo yo, jER! No se asombren. Yo say el libra y le hablo a todo chico que se me acerca, tomando prestada la voz de la maestra jardinera, de la mama, de la abuela, del hermanito mayor, del papa o de quien lengan a mano que sepa leer, que sepa jugar y se- pa abvir la boca... para dejarme hablar. éY ustedes? Usiedes son los que ahora me oyen con ojos agrandados y sonrisas de qué esta pasando. Sucede que muchos libros no queremos seguir mudos, Y nos hemos propuesto opinar sobre mues- tros padres (los escritaves) y sus trabajos (los cuen- tos). Por suerte, mi mama es genial. Sonriente y rubia, Elsa Bornemann —que asi 8 se llama— no tiene varita magica porque las vart- tas mdgicas ya no exisien. Pero tiene maquina de escribir, imaginacion inagolable y la sabidurta de las hadas buenas. Su mirada clara come una mariana de prima- vera ha descubierlo casi todos los secretos que aleso- ran los chicos. Y por eso puede contarles las histo- rias que encierra y que los hardn volar de sorpresa y de alegria, Bueno, eso de volar quiads esté exagerado, Sin embargo, como Elsa es muy curiosa e inquiela me ha escrito de manera que no resulte un libro para ninos-estatuas, Por lo tanto... jLos invilo a entrar al planeta de los grendeli- nes ~a quienes en seguidita mi autora les presenta- rd-, autorizados a imitar tode lo que ellos hagan! ~Acostar las sillas y sentarse en ellas ast para mirar el cielo como .. siinaeanivvniee wines henneetsa —Sacar & paseay las MAcelas COMO seen —Caminar para atrds COMO... cee aeeeevedl —Rodar igual que una naranja com... ‘ —Gorrer en printas de pie COMO wicccccces —Formar filas indias COMO. (Cuando conozcan los cuentos, ustedes diran como quien). Aunque no todo se acaba en la imitacion. En et cuento “Todo con sombrero” podran actuar de per- sonajes, si presian un poquitin de atencton, pues sabran rapidamente lo que ellos van a decirle a mamd Teresa. Lo misma sucedera en “Bostezos Ce- lestes”: con buena memoria, hablaran en lugar de la maestra. éY qué tal andamos de la fantasia? Si es bien frondosa, en cuanto legue “Zorro volador” padran competir con Ferdinando, que inventa una excusa cada vez que Hega tarde al Jardin de Infantes. En caso de que me preguntaran a mi por qué llego tar- de ala escuela, diria que... se me desordenaron las letras durante la tormenta que soiié a la noche. gLes gusta? Vean qué dice el hijo pequetio de la fa- milia Singular y después... malennos el punto, Como en mi mundo todo puede ser.,, visiten “La casaljibe” y prepdrense a festejar el casamiento de los abuelos o vean qué pasa en “Platos voladores” y dispinganse a darte el puré a papa y la mamade- ra a mama, (zEs cierto que criar padres es maey la- borioso?), jAdelanie! ;Adelante! Esto es tan divertido camo un circoy mejor que la television, que cansa las co- las de tanto estar sentados y hace picar los ojos de tanto tenerlos sin mirar la vida de verdad. Yo sé leer las picardias que Elsa suetia y les ase- guro que trabaja para que al ser hoy grendetines movedizos y habiles no sean manana grandulones almidonadas y torpes. 10 Por la risa y la inieligencia de todos los chicos... elevo mis cuentos grendelineses y con todo mi amor, se los ofrezco. E] libro ee Los grendelines a Aigunos los ven; otros no. cA quiénes ven, unos si y otros no? A los grendelines, No son seres humanos, pero bien podrian serlo,.. porque tienen todo lo que se necesi- ta para ser gente como la gente... Tampoco son duendes, pero bien podrian serlo... porque cuentan con todo lo que hace falta para ser duendes... En realidad, acaso sean personas y duen- des a la vez... spor qué no? Diminutos los grendelines...tanto, que, Grendelia —su planeta- cabria en un dedal. (El planeta entero mas sus siete lunas y su so- litario solcito con el correspondiente ciclo grendelés cabrian en un dedal...) Diminuta Grendelia... Por eso, pocos ad- vierten su existencia... Hay que tener muy despiertos ojos, oidos y coraz6n para descu- 12 brir la presencia de ese minuisculo trompito luminoso que se aparece —de pronto— giran- do aqui o alla.., ¥Y cuando se descubre ese mini-znini mun- do... —jHopa!— jqué maravilla!- se conoce a los grendelines y entonces se sabe que... Oia,., 2¥ ese pomponcito de luz que se nos aproxima? |Por ahi, si, por detras de tu propia espal- da! |Viva! jEs el planeta Grendelia, con todos sus grendelines a upa! {Dale que lo visitamos juntos? Si? Entonces... Alauna... y le sacamos punta al lapiz de di- bujar suetios... A las dos... y le damos cuerda a todas las ganas de imaginar.., A las tres... y aparece un grendelin que nos cuenta una pila de cuentos.., (cuentos grendelineses, claro)... on La familia Singular Fa Grendelia, se acostumbra a bautizar con el nombre de Grendel al primer hijo va- rén de cada familia y a llamar Celeste a la pri- mera mujercita, Por eso, la familia Singular (familia que formaron los grendelines Blas y Teresa a par- tir de su casamiento) le puso Grendel a Grendel -su primer varoncito— y Celeste a Celeste —su primera nena, Los hijitos menores se llaman Ferdinando e Inés, aunque le dicen Inesa. Eso si: todos llevan el apellido Singular, por supuesto. Y pocas veces se encuentra una familia como ésta, a la que el apellido Singu- lar le quede tan bien puesto, jEs que se trata de una familia verdadera- mente “singular”! Veamos si no; por ejem- plo: -tienen una preciosa casa... pero casi po- 14 dria decirse que la usan como ropero, por- que les gusta vivir al aire libre y es poco el tiempo que pasan adentro... -todas las noches —después de cenar- co- locan sus sillas en posicién horizontal y se sientan —entonces— de espadas al suelo y de caritas hacia arriba, para mirar las estrellas... —sacan a pasear a sus macetas tanto como a sus animales domésticos y —ademas— no suelen caminar como los demas grendelines. A cada uno de los Singulares le gusta despla- zarse de manera diferente. El papa va a todas partes caminando para atras. Por eso, siempre lleva un espejito retro- visor ~igual que se usa en los autos— para evi- tar choques, tropezones o caidas, Si no esta apurada, la mama prefiere tras- ladarse haciendo equilibrio sobre las manos y con las piernas derechitas hacia lo alto, co- mo la mejor atleta. (En ese caso, usa pantalo- nes, jja! y —coqueta como es— adorna sus to- billos con bonitas pulseras de cuentas que ella misma enhebra). Los dos hijos mayores —Grendel y Celeste— tienen la costumbre de no apoyar las plantas de los pies y asi se los ve aqui o alla andan- do sobre los talones como si fuera lo mas na- tural del mundo, 16 Ferdinando -el hijo menor- se dirige ha- cia donde quiere.,, jrodando! El dice que rodar no cuesta nada, ya que es bastante gordito y sabe enrollarse perfec- tamente, hasta tomar la forma redonda de una naranja. jAh!, pero la que marcha de una manera realmente dificil de imitar es Inesa, la mas chiquita de la familia singular... Inesa va hacia todos lados corriendo... jy eso no resultaria nada complicado de no ser porque la nena corre... en puntas de pie! Aj; realmente dificil. -:Por qué andan asi?~ les pregunta a los Singulares -de tanto en tanto— algun otro grendelin que los ve por primera vez. -Para divertirnos... ;y divertir a los demas !;Y gratis! -responde la familia. Y vaya si se divierten y divierten a su paso... Un coro de risas alegra las veredas no bien al- guno de los Singulares se echa a andar a tra- vés de las callecitas de Grendclia. (Eso si: cuando estan cansados... todos marchan agachaditos... y cuando se presen- tan en las fiestas de parientes y amigos —bien emperifollados— lo hacen en fila india —de mayor a menor— moviéndose con elegancia desde lo alto de un par de zancos cada uno, 17 -jUna fiesta es una fiestal= dice la mama —Merece nuestras mejores galas.., Y hasta los animalitos se rien entonces. A carcajadas. También...) - Cuento barbudo e, En Grendelia, ningtin grendelin lleva las barbas asi como Blas Singular: él las tiene lar- gas... largas... larguisimas... 19 Coloradas y espesas, le crecen tanto por- que todos los dias las pone —un rato— en re- mojo y—otro rato- las riega, como si en lugar de barbas fueran plantitas. Esta muy orgullo- so de ellas, Y desde la ullima Navidad, orgu- llosisimo y con razén, puesto que sus barbas le sirvieron para algo mas que para sentarle tan bien y compadrear entre sus vecinos, Se estaba realizando un campeonato de bolita para padres -en la plaza mayor de Grendelia— cuando se desaié la tormenta. De pronto, 20 Esa mafiana se habia presentado tan cali- da y soleada que ninguno de los papas habia lievado paraguas, ni piloto, ni botas de goma, ni galochas... Tampoco Blas Singular. 2A quién se le iba a ocurrir que caeria se- mejante chaparron, cuando hasta minutos antes el dia era un pomponcito de sol? A partir del segundo trueno y del tercer relampago, un fuerte viento remolineaba las copas de los arboles haciendo yolar todos los sombreros. También el de Blas. Los grendelines que estaban reunidos en la plaza dispararon —entonces~ hacia sus ca- sas. Blas también y caminando para atras —co- mo es su costumbre~ pero a toda velocidad. El espejito retrovisor —que leva para no chocar, ropezar 0 cacr— se empano a causa de la Iluvia y por eso le pasé lo que le paso: casi pisa a una pareja de zorzales que piaba tristecita sobre las nudosas raices de un om- ba. Por suerte, oy6 los pio pio justito a tiem- po de evitar el pisotén. =jMenos mal! —pensé Blas~ y con lo que le gustan los pajaros y la pena que sintié al en- contrar esos dos lastimados, decidlié ayudarlos. 21 5 La tormenta aullaba como un lobo. jQué desgracia! Solamente pudo ayudar a uno de los zorzales: el almita del otro acaba- ba de volar rumbo al cielo de los pajaros... Blas tomé —con suma delicadeza~ el pe- quenisimo cuerpecito alado del que avin es- taba con vida y le susurro: -No tengas miedo, zorzalito.., -Zorzala.., Soy una zorzala.., —pid la pajari- ta -Estaba a punto de poner mis huevitos cuando a nuestro nido se lo tragé el viento... y mi marido... pobrecito... —Aqui tendras tu nuevo nido, sefora zor- zala, y podras poner tus huevitos sin ningun peligro nuevo —le dijo Blas, Entonces, ubicé el avecita entre sus espe- sas barbas y continué la marcha atras rumbo a SU Casa. : Durante los dias siguientes —los necesarios como para que la pajarita empollara los hue- vos que habia puesto en ese nido raro y am- bulante- Blas guard6 el secreto. Ni siquiera a su familia le conté acerea del tesoro viviente que protegian sus barbas... Pensaba darles una hermosa sorpresa, un regalo para la Navidad que se acercaba, un re- galo que nunca antes habian recibido y que 23: -seguramente— nunca volverian a recibir. Por eso, se ocultaba para alimentar a la senio- ra zorzal. j|Cudntos brotecitos tiernos, cudn- tas semillitas fueron a parar a sus barbas! Lleg6 la Nochebuena. La familia Singular -en peno- se ubicé en torno del pine ador- nado en el jardin; era el momento de abrir los regalos, Precisamente en ese instante se abrieron -triquiti tric— uno detras de otro, los cinco huevitos de la senora zorzal. {Tu barba gorjea, papil— se asombraron sus hijos, -|Una barba cantarina! -exclamé la espo- sa, quedandose boquiabierta como los chicos. -Es mi regalo de Navidad —anuncié Blas, mientras la pajarita y sus pichones piaban alegremente y a mas no poder. Salo después de un rato, Blas le conté lo sucedido a su sorprendidisima familia. Fue cuando cinco cabecitas peladas y una bien emplumadita asomaron sus picos a través de las barbas. La familia tuvo ~a partir de esa noche y hasta que los alados inquilinos aprendieron a volar— la mas bella cajita de musica. Gracias al buen corazén de Blas. Y asus barbas, claro. wf Todo con sombrero 1 Doia Teresa —la mama de la familia Sin- gular— cree que todo Je pasa con sombrero, E's decir, que todas las cosas le pasan si tiene su sombrero puesto; que si no, no le pasa na- da: nada comun, nada sorprendente, nada de nada. Por eso, dofa Teresa anda siempre con sombrero. Usa uno de paja, aludo y adornado con cintas. No se desprende de él ni siquiera cuando se va a dormir, -Si me lo saco, capaz que no suefo —dice dona Teresa~ jPor nada del mundo voy a perderme mis suenos! Sdélo muy de vez en cuando se quita su sombrero, algiin dia en el que necesita des- cansar si © si porque se siente al borde de un desmayo, de tan laboriosa que es. Como aquel domingo, por ejemplo: 26 Su marido y sus cuatro hijos habian parti- do de excursién la noche anterior y no iban a volver hasta la hora de la merienda domin- guera, Dona Teresa desayun6, ordena la casa, la- vo y plancho la ropa de la semana, preparé los dibujos que debia entregar para la revista de Grendelia al dia siguiente, le dio de co- mer al ejército de perros y gatos propios y va- gabundos, tom6 un sorbito de jugo de naran- jas mientras leia el diario... y se tendié en su hamaca de hilo, sujeta entre dos arboles del jardin del fondo de la casa. Antes -y con un suspiro— se habia quitado el sombrero y lo habia colgado de una rama. —Ahora ja descansar por fin!— No habia pasado un cuarto de hora de descanso, cuando se le aparecio su vecina, la gorda, —Disculpe la molestia, dona Teresa, aun- que la pesqué remoloneanda, eh? |Qué suerte que tiene usted, que puede es- tar sin hacer nada...! Preciso su batidora. La mia se descompuso y debo terminar una torta para esta misma tarde, Dofia Teresa le dio su batidora y volvié a recostarse en la hamaca, 27 No habia pasado otra media hora, cuando se le aparecié su vecina, la rubia. —Disculpe la molestia, dona Teresa, aun- que la pesqué remoloneando, zeh? Necesito que me preste un par de tijeras con buen filo, Las mias no cortan ni una co- rriente de aire y debo concluir unas guirnal- das de papel para esta misma tarde. Dona Te- resa le dio sus tijeras y volviG a recostarse en la hamaca. No habia pasado una hora cuando se le apareci6 su vecina, la flaca. -Disculpe la molestia, dona Teresa, aun- que la pesqué remoloneando, eh? Estoy desesperada. En medio de un tejido que debo finalizar esta misma tarde, me olvi- dé del punto. Ayvideme, por favor, Donia Teresa volvid a ensenarle a su vecina como tejer ese punto que queria y -después— se recost6 —de nuevo-— en la hamaca. No habjan pasado dos horas, cuando se le aparecio su vecina, la petisa. —Disculpe la molestia, dona Teresa, aun- que la pesqué remoloneando, ;eh? No en- cuentro mi ovillo de hilo y tengo que atar un paquete de regalo que debo obsequiar esta misma tarde. Dojia Teresa le dio su ovillo de hilo de se- 28 da anaranjado y volvid a recostarse en la ha- maca. No habian pasado diez minutos cuando se le aparecié su yecina, la morocha, seguida por su esposo y sus siete hijos, todos Ilenos de tierra hasta las orejas. —Disculpe la molestia, dona Teresa; menos mal que la pescamos remoloneando, eh? Acabadbamos de trasplantar treinta rosales cuando nos cortaron el agua. Debemos bafarnos para ir a una fiesta es- ta misma tarde. zNos permiltiria usar su du- cha? Dona Teresa pensd: —:Qué sucede hoy? z's que todo el mundo anda en dificultades y me toca soluciondrselas a mi? Aj, adios mi descanso.., pero buena como era, no dijo na- day preparé el bano con tados los jabones y toallas necesarios para el batallén de vecinos, En cuanto se fueron, volvi6 a recostarse en la hamaca. Ya atardecia. No habia pasado un minuto cuando soné el teléfono. A punto de un PUAJ de fastidio, Dona Te- re se dirigid a atenderlo, Desde el otro lado de la linea, un vozarr6n la sobresalté: —Dis- culpe que la moleste, Dona Teresa, pero se- guro que la pesqué remoloneando, ¢eh? jLa Te ———— ae 29 vereda de su casa esta repleta de hormigas gi- gantescas! CLIC. -1Ah, no! ¢Hasta las hormigas se han pues- to de acuerdo para no dejarme en paz hoy? -exclam6 la mujer apenas le cortaron la co- municacion, Y salio a la puerta de su casa. ;Qué sorpresa! Ahi estaban sus cuatro hi- jos més su marido, las vecinas, gorda, rubia, flaca, petisa y morocha con sus respectivas fa- milias, En cuanto Dofia Teresa salid, empeza- ron a cantarle: —;}Que los cumplas feliz...! jQue los cumplas feliz! ... ;Dona Teresa no habia recordado que ese dia cumplia treinta anos! Enseguida, su familia y sus vecinos entra- ron y ocuparon el jardin del fondo. 30 La vecina gorda colocé una deliciosa torta sobre la mesa de hierro forjado... La vecina rubia colg6 coloridas guirnaldas de rama en rama... La vecina flaca la abrig6 con una panoleta tejida a mano... La vecina petisa le entreg6 una caja, pri- morosamente atada y lena de monos de hilo anaranjado.., La vecina morocha adorné el patio, distribu- yendo treinta macetas con bellisimas rosas ... =:Cémo pasaste el dia, mami? -le pregun- taron sus hijos. -Y... bastante agitado... -les dijo Dona Te- resa, muerta de risa —|Menos mal que me ha- bia sacado el sombrero de paja... que si no...! -Hablando de sombreros.,.. -la interrum- pid el marido- ,..aqui te regalamos éste.,, que tanto te hace falta... -y le entregd un paque- tito, Dona Teresa lo abrié —ansiosa— y sacé un precioso gorro de dormir, con pompones y todo. Y esa noche se lo puso y —por fin- pu- do descansar como merecia. (Ah... pero a partir de entonces, se acues- ta con sus dos sombreros puestos: el de dor- mir... y el de paja. ;Por nada del mundo voy a perderme mis suenios! -dice), En todas partes existen personas grandes de feo cardcter, siempre malhumoradas, enojadizas, “chinchudas”, en fin,.., personas grandes a las que —por sobre todo— les mo- lestan los chicos... y las travesuras que hacen los chicos. Pues bien, en Grendelia también existe gente asi. Por ejemplo, don Zapan, el viejo vecino de la familia Singular, un hombre al que nadie ha logrado verle los dientes: jamas sonrie, Don Zapan habla con los labios apretados, frunciéndolos de tal modo que por la abertu- ra que se le forma apenas si podria pasar una cucharita de té de juego de munecas... Don Zapan se despierta quejandose, desa- yuna protestando, hace las compras refunfu- nando, almuerza rezongando, merienda gru- Bes fiendo, cena chillando y se va a dormir ame- nazando. ¢Amenazando a quién? Invariablemente, a Grendel, el hijo mayor de la familia Singular, el mas travieso de los cuatro hermanos pero no para tanto... -Si no le hago nada... -se defiende Gren- del cuando sus padres le dicen que el vecino ha vuelto a quejarse de él. -Don Zapan me tiene entre ojos... Ayer, el escandalo que arm6 don Zapan hi- zo que todos los demas vecinos de la cuadra salieran a la vereda para saber qué estaba pa- sando, ~jGrendel dibujé en mi pared con sus mal- ditas tizas!— Furioso, don Zapan gritaba lo mismo una y otra vez, Se eseapo para la vuelta, jpero yo no me pienso mover de mi umbral! ;Ya va a ver ese demonio! jEn cuan- to regrese a su casa le voy a dar una buena paliza! {Tarde o temprano tendra que volver y entonces...!- y el viejo se qued6 parado en su puerta de calle, golpeando el umbral con una cana y violeta de rabia, Algunos vecinos trataron de calmarlo pero fue initil: don Zapan seguia enojadisimo y dispuesto a castigar a Grendel. Entretanto, su hermanito Ferdinando ha- —_ 33 bia rodado hasta la esquina y dado la vuelta manzana para contarle que su cola corria pe- ligro, —j En cuanto vuelvas a casa, el viejo te va a pegar con una cana asi de gruesa! —le avisd, asustado. —|Mejor que te quedes a vivir aqui! Grendel temblaba de miedo, —:Qué hago para salvarme?— pensaba. De repente, se le ocurrié una idea y —Bsssss Bsssss Bsssss— se la comunico a su her- manito, en el oido. Enseguida, Ferdinando la puso en practica. Fue asi como =al rato— Grendel pudo vol- ver a su casa y entrar en ella lo mas pancho, sin que don Zapan lo viera, La idea: —Oooooh.,, -exclam6 el chiquito en cuan- to regres6 frente a su casa. Y se puso a mirar hacia arriba como si estuviera contemplando un plato volador. De inmediato, algunos vecinos lo rodea- ron y pronto todos —don Zapan incluido— mi- raban hacia arriba en la direccién de la mira- da de Ferdinando, mientras se esforzaban por descubrir “eso” que el chico contemplaba, (En todas partes pasa lo mismo; en Gren- delia también: en cuanto alguien se para en la calle y se pone a mirar hacia arriba, pron- 34 to se encuentra rodeado de gente que lo imi- ta, sin saber de qué diablos se trata...) Y bien. Tan entretenidos estaban los veci- nos —don Zapan incluido- mirando a la par de Ferdinando “eso” que flotaba en las altu- ras, que ninguno se dio cuenta de que Gren- del volvia a su casa y -ligerito— entraba en ella para salvarse del enojo del viejo. Lo mas tranquilo entr6é Grendel y se es- condi entre los brazos de su mama. Lo mas tranquilo... y eso que lo hizo cami- nando sobre los talones, como siempre. Ah... pero no produjo el minimo ruidito con sus pisadas: jllegd en puntas de talones! Shhh... a Bostezos celestes a, Caleste -la hija mayor de Ja familia Sin- gular- es una dormilona. jCémo le cuesta a su mama —todas las ma- Nanas— conseguir que se levante! -jArriba, Celeste; arriba! jYa canto el galli- tol- pero la nena murmura algo que nadie entiende, se tapa la cabeza con las mantas y se acurruca otra vez, dispuesta a seguir dur- miendo. -jArriba, Celeste; arriba! ;Te estamos espe- rando para desayunar!— pero la nena da una vuelta en su cama y vuelve a arrojarse en la falda del sueno. Lo peor es que no slo en la cama se que- da dormida... Celeste anda somnolienta todo el dia y —cada dos por tres— un desperezarse... un lar- go bostezo largo... y ... ZLZZ7... jse durmis! Sentada... en medio de una fiesta... jugando... parada... La nena es capaz de quedarse dormida tal como este, en cual- quier momento del dia. Cuando a Celeste le da un ataque de s fio, no hay quien consiga mantenerla des- pierta. Su largo bostezo largo es una especie de sirena que anuncia el proximo ataque. Por eso, en cuanto Ja ven bostezar, sus padres y sus hermanos saben que —durante un rato— chau Celeste: ella se escapara a babuchas del suefio y se conyertira en una nueva bella dur- miente. Por eso, no la dejan pasear sola: zquién la cuidaria si -de pronto- cae dormi- da en cualquier parte? Una vez tuyieron un susto muy grande: oy Celeste se durmié mientras cruzaba las vias del tren,,, jy el tren se acercaba! Menos mal que e ~entre los tres— pudieron alzarla... En andas, ba en compania de sus hermanos y la transportaron hasta un banco del andén. Pero el susto mas grande fue cuando Ge- leste desaparecio durante un dia entero: La nena estaba en la escuela, Le pidié permiso a la maestra: —:Puedo ir al baiio? —Por supuesto, pero rapidito de vuelta al aula, geh? jeleste salié de la clase, atraveso el patio y ya estaba por llegar a la galeria de los lavato- rios cuando Ja vio: una mariposa tilin aletea- ba del otre lado del cereo del jardin de la es- cuela. Sin pensarlo, Celeste salto el cerco y corrio tras ella. La mariposa se alejaba de la escuela. La nena también, La mariposa lleg6 a un campo de margari- tas y entre ellas se perdid. La nena no. Pero... bostezar si que bostezd, jy como! Su largo bostezo largo fue mas largo que nunca, Ense- guida, el ataque de sueno y Celeste durmien- do profundamente en ¢Sa inesperada cama de margaritas. 38 El sol del mediodia era la manta mas tibia. Entretanto, en el aula... ~Celeste tarda demasiado, :Quién va a bus- carla? —dijo la maestra, Y asi salié Maria, a la busqueda de Celeste, Al no encontrarla en la escuela, a Maria se le ocurrié que su companera debia de haber disparado detras de alguna mariposa tilin. Ella hizo lo mismo y asi fue como lego hasta el campo de margaritas, Al encontrar a Celeste, la zamarred. Trataba de despertarla. Celeste abrié apenas sus ojitos, se despere- z6 y lanz6 un largo bostezo largo antes de volver a caer profundamente dormida. Maria se contagié (también... jsemejante bostezo!) y -[PLOP!- se recosté a dormir jun- to a su Companerita, Entretanto, en el aula... —Celeste y Maria tardan demasiado. ¢Quién va a buscarlas? —dijo la maestra. Y asi sali Luciana, en busqueda de Celes- te y de Maria. A Luciana le pasé lo mismo que a Maria y -|PLOP!- se recosté a dormir junto a sus compaiieras. Entretanto, en el aula... —Celeste, Maria y Luciana tardan demasia- 40 do, :Quién va a buscarlas? —dijo la maestra, Y asi sali6 Tomas, en busqueda de Celeste, Maria y Luciana. A Tomas le pasé lo mismo que a Maria ya Luciana y -|PLOP!- se recosté a dormir jun- to a sus companieras. Entretanto, en el aula —Celeste, Maria, Luciana y Tomas tardan demasiado. ;Quién va a buscarlos? —dijo la maestra. ¥ asi salié Ernesto, ala biisqueda de Celes- te, Maria, Luciana y Tomas... y luego salié Ali- cia... y Martina... y Federico... y César... y Leo- nardo,.. y Anita... Unas horas después, todo el grado dormia -profundamente— en el campo de margari- tas. Y también la maestra, porque ~al fin— ha- bia salido ella misma en busca de Celeste y de todos sus alumnos, corriendo igual suerte: encuentro, contagio de bostezo y —;PLOP!— el ataque de sueno. Al atardecer, casi toda Grendelia estaba al- borotada por la misteriosa desaparicién. La directora de la escuela habia recorrido las ca- lles pidiendo socorro, Distintos grupos de grendelines —provistos de linternas y faroles— buscaron aqui y alla y mas alla también. 41 Finalmente, los encontraron. jQué aliviol Abi —en el campo de margaritas— Celeste, los companeros y la maestra seguian durmien- do profundamente y junto a ellos -tras conta- giarse de los bostezos celestes— todos los grendelines se echaron a dormir hasta la ma- Nana siguiente, La luz de las siete lunitas de la mediano- che tendié sobre ellos las mas blanquisimas mantas. a Zorro volador 1 af Pe wy oat ae Ee A Ferdinando -el hijito menor de la fa- milia Singular— le encanta inventar aventuras y contarlas como si le hubieran pasado real- mente, -|Es un mentiroso! —dicen sus hermanos. ~jEs muy fantaseador! —dicen sus padres. -jEs verdad! -se defiende Ferdinando. ¢Mentiras? :Fantasias? ¢Verdades de sus po- cos anos? Lo cierto es que a Ferdinando se le ocurren en todo momento. Si llega tarde al Jardin de Infantes —por ejemplo- se disculpa diciendo: -Me retrasé porque me toco banar a mi dragon después del desayuno... -Sobre la vereda de mi casa llovian sapos y no podia pasar... -Tuve que ayudar a un hada que habia perdido su varita magica... 43 -Me desperté en el fondo de un pozo re- hondo y me costo salir... -Llego tarde porque unos fantasmas me escondieron el pantalon.., Antes de ayer dijo: -Llego tarde porque un zorro pas6é volando encima de la laguna 1 Las risas de sus companeros lo hicieron ca- llar. Uno de ellos canté entonces una copla, y todos se rieron atin mas. La copla afirmaba: -UN ZORRO PASO VOLANDO- ENCIMA DE UNA LAGUNA -Y¥Y LOS PATOS SE ASOMBRARON- DE VERLO VOLAR SIN PLUMAS-— Ferdinando se puso colorado a causa de las burlas y grité: -]Si! |Es verdad! jLos patos se asombraron, pero yo les dije que lo asom- broso no es que un zorro vuele sin plumas, si- no que vuele! :No es cierto, senorita? —De acuerdo, Ferdinando; sy qué mas pa- sé? Entonces, e] nene les conto. Habia salido de su casa bien tempranito, como siempre. Al llegar a la laguna, oyd que los patos chi- llaban, En ese mismo instante lo vio: un zo- rrito paso volando casi a ras del agua. Pronto desaparecio detras de las copas de 44 una arboleda cercana y se perdid de vista. Ferdinando les pregunt6 a los patos si sa- bian hacia donde se habia yolado el zorro, -Volé hacia alla... -le indicaron. Y enton- ces Ferdinando rod6 rumbo al prado que se abria detras de la arboleda, Alli encontré una cabra con anteojos. -:Viste pasar un zorrito volador? —le pre- gunto. -Verlo no lo vi; soy miope... pero escucheé que algo pasaba volando y—por el ruido que hizo- sé que vol6 hacia alla -le indicé la ca- bra. Entonces, Ferdinando rodé rumbo a la ca- bana que se levantaba al pie del montecito. Sobre la veleta de la cabana estaba parado un mirlo blanco; raro, si, pero ni punto de comparacion con el zorro yolador que Ferdi- nando buscaba, Le pregunt6 al pajaro: -jEh; ch! :No viste pasar un zorrito, braceando por el aire? -Si lo vi, no pienso decirtelo -le contest el mirlo blanco, —No soy un sopl6n. El zorri- to es mi amigo; yo mismo le ensené a volar. —Quiero que sea —también— mi amigo. ¢Dénde esta4?, por favor... -le rogé Ferdi- nando. El mirlo lo miré de reojo y le parecié un 46 buen chico. Enseguida, mir6 hacia un extre- mo del techo y hacia arriba y senalé con el pi- co una enorme antena de televisi6n: —Alla, jzonzol, gno te diste cuenta? Colgado de la cola, el zorrito se balancea- ba suavemente, -jTe confundi con un saco de piel secan- dose al sol...! -exclamé Ferdinando. El zorrito vol6é hacia abajo, hasta detener- se sobre el hombro del chico. -gAsi que vas a ser mi amigo? —le pregun- to. -Si, jsi!, jnada me gustaria mas! -Entonces,,, Una promesa... -jYo te prometo lo que quieras! ;Mi papa me ensend que en un amigo se confia con los ojos cerrados! —... que nunca me vas a pedir que aterrice cerca de los grendelines grandes... -Pero.ii -jNi loco! Si los grendelines grandes me atra- pan, seguramente me mandaran a un circo... —Entonces... -Entonces, cuando quieras charlar conmi- go, tendras que venir a visitarme a mi caba- na; como hoy... -Te agradaria almorzar con nosotros? -le pregunté el mirlo. 47 -Si, pero... ;ULA!, jvoy a llegar re-tarde al Jardin de Infantes! -No te preacupes. Yo te llevo -le dijo el zo- rrito. ¥ echandose de bruces a los pies del ne- ne, se dejé montar y salié volando rumbo a la escuela. -Me dejé arriba del tobogdn del patio... -les explicé Ferdinando a sus companeros. —Despueés, rodé a todo lo que daba para no llegar tarde, pero... Las risas de los demas chicos taparon el fi- nal de su explicacion, -jMentiroso! ;Mentiroso! -gritaban. ~jEs muy fantaseador! —dijo la maestra. El caso es que Ferdinando dijo —antes de ayer— la mas pura verdad por primera vez en su vida, pero... zquién le cree que se hizo amigo de un zorro volador? (Yo si —al menos- y para Ferdinando es su- ficiente). iN an Ni in HK" Hh oi Wy, es Cuando Inesa —la hijita menor de la fami- lia Singular— se pelea con sus hermanos Grendel, Geleste y Ferdinando, patalea du- rante unos instantes, se encapricha y ense- guidita se trepa al duraznero del fondo de su casa. Desde alli arriba les hace morisquetas y -de vez en cuando- sacude las ramas para producir una lluviecita de pétalos. Cada uno de los hermanos tiene un arbol propio —que el abuelo planté— pero ninguno lo usa tanto como ella. Es que Inesa no sube al duraznero sola- mente cuando esta enojada; no. A ella le en- canta jugar alli, entre las ramas, bajo ese te- cho de hojas y redeada de paredes transpa- rentes. Una noche de verano, sus papas le dieron permiso para pasarla alli. TT 49 Inesa se llevé una colchoneta, su almoha- da y una sabanita y preparé en el arbol su lu- garcito para dormir. jEstaba tan emocionada que no tenia sueno! Por eso, jse enteré de un fantastico secre- to de las siete lunitas de Grendelia! Todo comenzé cuando —en el silencio de la medianoche- Inesa oy6 un chirrido como de vieja puerta que se abria despacito. Paré la oreja: el chirrido continué duran- te unos instantes. La nena se dio cuenta de que si una puerta se estaba abriendo, esa puerta estaba en el mismisimo duraznero, Miré hacia abajo y vio una tajada de luz que salia del tronco, iluminando el césped del suelo. La tajada de luz se fue haciendo cada vez mas ancha, Cuando Inesa baj6é del arbol, una puerta abierta en la mitad del tronco la invitaba a entrar. KE Inesa entro. Apenas traspuso la pucrta, hallo una esca- lera que conducia hacia las profundidades de la tierra del jardin. Comenz6 a bajarla y entonces oy6 aque- llos murmullos de vocecitas cascabeleras. De pronto —|qué sorpresa!— llegé a una ca- yerna alumbrada por cientos de farolitos an- dariegos. Debajo de cada farolito... un enani- to... una enanita.., otro enanito... otra enani- ta... negros como la tierra. Iban y venian de un lado al otro de la caverna, Fra evidente que estaban por salir de excursion. —2A dénde van? —les pregunté Inesa. 51 —Ja! A recorrer tu jardin, como todas las noches, —Ah... les gusta pasear bajo la luna, come a itl. —*Pasear”... “:Pasear?” {Nada de paseos, ne- na! {Qué seria de las plantas sin nosotros, los terricolines! —Mi papa es un grendelin y las cuida mu- cho: las riega... las poda... las... —jJa! ¢Acaso tiene los pulgares verdes, para ayudarlas a crecer sanas con solo tocarlas? —Dedos verdes, no; pero dedos jardineros si, porque... -iVes? Con estos pulgarcitos nos ocupa- mos de todo el verde de tu jardin... Los terricolines elevaron -entonces— sus pulgares e Inesa comprobé que eran del mis- mo color que las hojas en primavera. También comprobé que todos esos enani- tos juntos eran mas livianos que una pluma... porque volvio a subir la escalera con ellos a cuestas, Inesa subio, con los terricolines prendidos de la cabeza a los pies. Le habian pedido el favor de que los Ilevara hasta el jardin ya ella le parecis una ayuda justa: ya habian perdido bastante tiempo con la charla y debian cum- plir con su trabajo antes del alba. 52 -Si son tan chiquititos, :por qué constru- yeron una puerta y una escalera tan grandes? -les pregunté Inesa, mientras desandaha los escalones corriendo en puntas de pies... -Para que algtin nino —de tanto en tanto— se anime a entrar al arbol y baje a conocer- nos... Porque... en cuanto atravesamos la puerta y pisamos el jardin... ZIP... nos convertimos en invisibles... ¥ asi fue nomas. No bien paso al otro lado de la puerta del tronco, la puerta se cerré con el mismo chirrido que al abrirse, las vo- cecitas cascabeleras se apagaron de golpe e€ Inesa se encontré nuevamente sola, Bueno... “sola” es un decir... porque la ne- na sabia que estaba acompanada por cientos de nuevos amiguitos invisibles... ¥ que eran sus amiguitos, lo supo —con se- guridad- a la manana siguiente: cuando se desperté sobre su colchoneta ubicada entre las ramas del duraznero- Inesa encontro un diminuto farolito colgado de su dedo meni- que... -jUn regalo de los terricolines!— -exclam6, encantada, ¥ desde ese dia lo Heva sujeto a su cadenita del cuello, junto con las medallas que reproducen las siete lunitas de Grendelia. - La casaljibe a, T gular, Y claro: si es papa de Blas, también es abuelo de Grendel, Celeste, Ferdinando e Inesa Singular, zn0? El abuelo Trinchin vive en una casaljibe. (La llaman “casaljibe” porque es una casa instalada dentro de un aljibe, ni mas ni me- nos), La construyo el mismo Trinchin, no bien se jubild después de trabajar muchisimos anos como marinero, Ahora que cumplid cien, no existe quien logre hacerlo salir de la casaljibe para dar un paseo... El abuelo dice: ~—Me pasé casi toda la vida viajando por Gren- delia.., Ya vi todo lo que hay que ver afuera... Ya oi tode lo que hay que oir afuera... Ya me paso todo lo que me tenia que pasar afuera... achin Singular es el papa de Blas Sin- 54 Me encanta quedarme en mi casaljibe... E] que quiera charlar conmigo, que venga de vi- sita. Aqui estoy yo, siempre... Adentro de la casaljibe, el abuelo transcu- rre sus horas muy bien y réquete entretenido: —“muy bien”... porque su rara vivienda le resulta comodisima. (Es bastante amplia y es- ta dividida en dos partes. Abajo, los muebles que usa, Desde los muebles hacia arriba, las paredes redondas cubiertas de estantes don- de Trinchin coloca todo lo que le hace falta). —“Réquete entretenido” porque inyenté la radio en colores y se divierte como loco con los programas. Alrededor de la casaljibe, se abre la precio- sa huerta de Trinchin, que él mismo cultiva para conseguir sus alimentos. Unicamente se lo puede encontrar sobre la tierra cuando esta atareado con sus plantas. Adentro de la casaljibe o alrededor de la casaljibe entonces; ahi siempre esta el abue- lo Trinchin... Por eso, cuando su familia fue a visitarlo aquel sadbado de otono y no lo encontré ni (| | L ill! yh adentro ni afuera... ;qué susto! A aH (hi es Los cuatro nietos habian bajado juntos ox i | (Hi | il | TH sas hasta el fondo de la casaljibe, sentaditos en el MA ! itt l 7 4 1h (3s enorme balde que papa y mama Singular ma- 56 nejaban con las sogas desde la superficie. -jE] abuelo desaparecis! —gritaron los chi- cos, apenas llegaron abajo. Enseguida, el papa recogio el balde vacio: -Nin, flan, fiin, fan... Un momento de espera y —otra vez— el nin, fan, fin, han de la roldana con el balde en descenso. Era la mama la que descendia. Teresa Singular revis6 entonces abajo de la cama y adentro del ropero, creyendo que el abuelo les habia hecho la broma de escon- derse, Pero no. Trinchin no estaba en la casalji- be. | Qué susto! ~jQueremos subir, Blas! —le grit6 entonces a su marido, Otra vez, el fin fan nin fan de la rolda- na... y otra vez mas... y otra mas... Al ratito, todos estaban de vuelta arriba, al- rededor de la casaljibe, preocupadisimos por Ja ausencia del abuelo... E] papa cerré nuevamente la entrada, co- locando la tapa con su letrero a la vista: “Bienvenidos los que llegan a la casaljibe de Trinchin”. De inmediato, empezo a retorcer- se las barbas. (Blas Singular se retuerce las barbas cuando esta muuuy nervioso...). La mama comenzé a rascarse las rodillas. 57 (Teresa Singular se rasca las rodillas cuan- do esta muuuy nerviosa...). Grendel, Celeste y Ferdinando moridisquea- ban pastito como si fuera goma de mascar, (Los tres hermanos mayores hacen eso cuando estén muuuy nerviosos...). Inesa -la mas chiquita—TIloraba y chillaba a mas no poder. (Ella llora y chilla asi cuando esta muuuy nerviosa...). Aquella tarde chill; ~jSe nos perdi el abuelito! jSe nos perdio el abuelito Trinchin! Inesa seguia chillando cuando -de pron- to- la gran sorpresa; A través de un sendero de girasoles, se les aparecié el abuelo, lo mas campante... jy del brazo de una adorable vie- jecita desconocida! -jEh!, ¢qué les -les dijo, entre risas. Durante un buen rato, besos, abrazos y alegria, Después, la explicaci6n del abuelo: —Sali a sucede? jescandalosos! buscar novia y —por suerte— la encon tré, Acabo de casarme con ella. Les presento a mi esposa Kimera. La adorable viejecita desconocida que ha- bia Hegado hasta alli del brazo de Trinchin, salud6 entonces a uno por uno de sus nuevos parientes. 58 Luego -levantando a Inesa a upa- los invi- t6.a bajar a la casaljibe. —[Bienvenidos a nues- tra fiesta de bodas!— les dijo, contentisima. Y contentisimos como ella descendieron todos —fin fan fin nan- y celebraron hasta la madrugada del dia siguiente. A partir de entonces, el abuelo Singular ya no vive solo y los chicos tienen una nueva abuelita. jQué suerte! A partir de entonces, sobre la tapa de la entrada puede leerse: Bienvenidos los que Negan a la casaljibe de Trinchin y Kimera, La peste verde ‘1, (Giomo ya sabemos, la fiesta de bodas del abuelo Trinchin Singular con Kimera —la adorable viejecita— duré hasta la madrugada del dia siguiente. En la casaljibe, todo fue risa y brindis du- rante aquella noche de casamiento, La familia Singular en pleno (desde los abuelos a los nietos) recién se fue a dormir cuando los gallos empezaron a kikirikear. El papa Blas fue el primero en despertar- se, cerca de la hora de la siesta. Enseguida, desperté por turno a su esposa Teresa y a sus hijitos. Casi en un susurro =para no molestar a los abuelos- le dijo a cada uno, al ofdo: Arriba! | Vamos a dar una vuelta por el cam- po! El papa Blas no deseaba interrumpir el sueno feliz de Trinchin y Kimera... (aunque 60 -a decir verdad— para qué interrumpirlo, si el abuelo no ibaa querer moverse de la casal- jibe por nada del mundo... jy menos ahora, que habia encontrado tan adorable compa- nia como Kimera!),. Por eso, solo desperté a los chicos y su mama, Uno tras otro, fueron pasando al bano para layarse la cara. Ni siquiera encendieron una vela, Lo hi- cieron todo a oscuras, para que los abuelos siguieran durmiendo tranquilos. Y tranquilos siguieron los dos viejitos, a pesar de que el balde subio y baja... y subié y bajo... y subia y baja... y subié y bajé... y subié y bajé y subis. ~A los abuelos, el han de la roldana les debe parecer la musica de los angelitos de las buenas noches... —dijo Inesa, la tiltima en sa- lir de la casaljibe. Y asi debia de ser nomas, porque Trinchin y Kimera continuaban dur- miendo placidamente cuando el papa Blas cerro la casaljibe con su correspondiente ta- pa, dispuesto a dar una vuelta con su mujer y los chicos. ~Antes del paseo, vamos a desayunar al bar de la estaci6n aunque sea la hora de la sies- la... -dijo la mama. -(Bien, mami! —dijeron —a coro- Grendel, Celeste y Ferdinando, que tenian hambre, Inesa no dijo ni mu. Estaba boquiabierta, 61 asombradisima... Miraba las caras de todos y cada vez se ponia mas boquiabierta y asom- bradisima. Entonces —clare- todos la miraron a ella atentamente. -jAj, tiene la cara de color verde! -excla- maron. —jUstedes, las caras verdes! —grit6 la mas chiquita, quebrando su silencio y a punto de ponerse a llorar y chillar. Recién en ese momento, los seis se con- templaron con atencién. Era cierto: todos tenian la cara de color ver- de: un verdoso aguachento pero verde al fin. -jAl hospital, rapide; estamos enyenena- dos! -grité Grendel. -jMe duelen hasta las pestanas! —agrego Geleste, impresionada por las palabras de su hermano mayor. Ferdinando se abraz6 a las piernas de la mamma y la mama cayé desmayada en los bra- zos de Blas que -a esta altura— no sabia qué hacer, (Por mas papd que fuera, jél tambien estaba espantado por las caras verdes!). Entretanto.., Inesa lloraba y chillaba a mas no poder (como siempre que se pone muuny nerviosa). Menos mal.,, Porque fueron su llanto y sus 62 chillidos los que despertaron a los abuelos. Fue asi como ~tras lavarse las caras— Trin- chin y Kimera subieron ripidamente —fin flan nin han~ para enterarse de lo que esta- ba pasando en la huerta. iAy, qué horror! j|ENos también tenfan las caras verdes! —|Estamos fritos! -volvié a gritar Grendel al ver a los abuelos -[Todos enyenenados! Al rato, la familia Singular entera estaba en el hospital frente a la estaci6n de trenes. Fl médico unico iba y venia, revisando cuida- dosamente a uno por uno. De repente, dijo: —No sé lo que tienen, Lo que sé es que les veo las caras verdes, pero a mi me parecen sanos. No sé,,, se trata- " puede ser contagio- ra de una peste nueva. sa... Regresen a la casal se muevan de ahi. Voy a llamar -con urgen- cia- a un montén de médicos amigos y -con urgencia— iremos para alld a curarlos. El montén de médicos llegé a la casaljibe y -fin nan fin han- pronto bajaron todos hasta el fondo. La familia Singular los esperaba ansiosa. -Nos lavamos las manos y —-con urgencia— los atendemos —dijo el doctor del hospital de la estacion, ibe, acuéstense y no 64 Uno detras del otro, el mont6n de médicos se lavé las manos en el bafio de la casaljibe. Cuando salieron... jtodos tenian las manos verdes! La peste verde los contagio! jEstamos [ri- tos! —grito Grendel al verlos. Los padres, Ferdinando y Celeste tragaron saliva, Inesa seguia Horando y chillando a mas no poder. Kimera observaba callada. -La peste verde... -murmuré el abuelo Trinchin=- la peste verde... como las toallas nuevas... En ese instante las carcajadas de la abuela formaron muchas arruguitas mas en su ado- rable cara verdaosa... -{Las toallas! ;Las toallas nuevas! -repetia, divertida. Y al final feliz final, la casaljibe se sacudio durante un buen rato debido a las carcajadas de la totalidad de los presentes. Fue cuando Kimera —a duras penas—logré calmar su propia risa y les cont6: -Hoy estrenamos toallas verdes... Un rega- lo de bodas... que yo misma nos hice... ja... ja... Toallas verdes... Destineron,.. Eso es todo... Y eso era todo, a Platos voladores 1, Cuando en el cielo de Grendelia apare- cen platos voladores, los grendelines no se sorprenden ni se asustan. No se sorprenden, porque hace atios que se visitan con los seres de Sinkina, el planeta vecino... No se asustan, porque los conocen bien y se han hecho muy amigos. Sin embargo, de vez en cuando suceden cosas muy raras cuando las naves extragren- delianas planean en el cielo —de vuelta a Sin- kina- y dejan caer ese finisimo polvillo lumi- noso, Digame si no: Habjia finalizado la fiesta in- terplanetaria en el gran valle de Grendelia. Los sinkineses ya volaban en los platos, rum- bo a su planeta. Desde el valle, miles de gren- delines los despedian con la mirada, Entre 66 ellos, la familia Singular, que no se pierde ninguna de estas fiestas. Mi relato acabaria aqui si no fuera porque -de repente- el abuelo Trinchin pidid pres- tado un pafuelo. Estaba por estornudar a causa del polvillo, Si; el abuelo en el gran valle y no en la ca- saljibe: a una fiesta interplanetaria no falta ja- mas. Acaso, nadie se hubiera dado cuenta de lo que comenzaba a ocurrir si Trinchin no hu- biese necesitado un panuelo, jEs que todos los grendelines tenian los ojos fijos en las es- trellas, entre las que se alejaban los platos vo- ladores! Celeste le dio su panuelito al abue- lo. Apenas silo miré de perfil, pero fue sufi- ciente como para que se le escapara una ex- clamaci6n: -jOh! y otra: -;Ah! Y otra mas: -jUh! Ya iba a avisarles a sus padres que algo ex- tranisimo le estaba sucediendo a Trinchin, cuando vio que a ellos también, Entonces: -jAh! ;Oh! |Uh!-y esta vez tuvo un sobresalto. Sus hermanos seguian distraidos de lo que estaba pasando a su alrededor. Sus ojos, pegados al cielo como los de to- dos los demas grendelines. 67 Los demas grendelines... Para observarlos, Celeste gird su cabeza ha- cia los costados y miré hacia atras... y hacia las gradas donde se sentaba parte de la multitud. Oh... Ah... Uh... Todos los grendelines mayores, todos los grandes, se habian transformado del mismo modo que sus padres y los abuelos. jEl caso es que no quedaba ningun gren- delin adulto, a lo largo y alo ancho del gran valle! Entonces, Celeste se alarmé, Y mucho, Tanto como para dar unos gritos que casi sonaron como aullidos: —jChicos! ;Chicos! jMiren! Miraron. Todos los chicos. jOh...! jAh...! (Uh... Padres, abuelos, tios... gente grande en general... cada grendelin adulto, se habia convertido en un bebé gateador. Habia que verlo a Trinchin, reclamando su mamadera... Ya papa Blas, berreando porque se habia hecho pis encima... ¥a mama Teresa, sin dientes... Ya la abuela Kimera, diciendo ajé ajo... jOh! ;Ah! jUh! Todos los grendelines grandes eran —en esos Momentos= pequenitos, pequenitos co- mo habian sido al principio de la infancia. ~Y ahora qué hacemos- gimié Celeste, ~{Eso! ¢Qué hacemos? -gimieron todos los otros grendelines que eran verdaderamente ninos. Sdlo el eco les respondia: “|/€M0s ...emos” Al fin, Celeste y sus hermanos cargaron en

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