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En Alemania, hasta mediados de siglo no se iniciaron construcciones de relevancia, debido a

la Guerra de los Treinta Años, y aún entonces las principales obras fueron encargadas a
arquitectos italianos. Sin embargo, a finales de siglo hubo una eclosión de arquitectos
alemanes de gran valía, que hicieron obras cuyas innovadoras soluciones apuntaban ya al
Rococó: Andreas Schlüter, autor del Palacio Real de Berlín (1698-1706), de influencia
versallesca; Matthäus Daniel Pöppelmann, autor del palacio Zwinger de Dresde (1711-1722);
y Georg Bähr, autor de la Iglesia de Frauenkirche de Dresde (1722-1738).
En Austria destacaron Johann Bernhard Fischer von Erlach, autor de la iglesia de San Carlos
Borromeo en Viena (1715-1725); Johann Lukas von Hildebrandt, autor del palacio
Belvedere de Viena (1713-1723); y Jakob Prandtauer, artífice de la abadía de Melk (1702-
1738). En Suiza cabe nombrar la abadía de Einsiedeln (1691-1735), de Kaspar Moosbrugger;
la iglesia de los jesuitas de Solothurn (1680), de Heinrich Mayer; y la Colegiata de Sankt
Gallen (1721-1770), de Kaspar Moosbrugger, Michael Beer y Peter Thumb.42
En Inglaterra pervivió durante buena parte del siglo XVII un clasicismo renacentista de
influencia palladiana, cuyo máximo representante fue Inigo Jones. Posteriormente se fueron
introduciendo las nuevas formas del continente, aunque reinterpretadas nuevamente con un
sentido de mesura y contención pervivientes de la tradición palladiana. En ese sentido la obra
maestra del período fue la catedral de San Pablo de Londres (1675-1711), de Christopher
Wren. Otras obras de relevancia serían el castillo de Howard (1699-1712) y el palacio de
Blenheim (1705-1725), ambos de John Vanbrugh y Nicholas Hawksmoor.43

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