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La Religión de los Corruptos

"Hay mucha gente que reza y va a misa, pero en los asuntos más serios de la
vida, no hace lo que Dios quiere"

"La religión tranquiliza la conciencia del tramposo"

Th. José María Castillo


18 de marzo de 2016

Es un hecho que, en España y fuera de


España, abundan los corruptos mucho más
de cuanto podíamos imaginar. Como es un
hecho igualmente que, en España y fuera de
España, abundan también los ciudadanos
que, no sólo son corruptos (comprobados y
documentados), sino que, además y junto a
su corrupción, son ostensiblemente
religiosos. Yo me atrevería a decir que los
corruptos religiosos son (o somos) legión. Lo
estamos viendo todos los días. Y lo vamos a
ver, con incienso de sacristía. Y con lujo y
música de trompetas y tambores, en las
próximas celebraciones de la semana santa.
Individuos que roban, mienten, se quedan
con el dinero de otros y, al mismo tiempo, ahí los tienes, besando "cristos" y
"vírgenes", luciendo túnicas y capirotes de penitencia, asistiendo, tan devotos
ellos, a ceremonias sagradas, etc, etc.

¿Cómo se explica que religión y


corrupción hayan llegado a
ser dos prácticas, dos tradiciones,
dos convicciones tan vinculadas
la una a la otra? ¿No será porque
la una y la otra se necesitan
mutuamente? Más aún, ¿no
ocurrirá este extraño maridaje
porque religión y corrupción se
potencian mutuamente?

La tradición cristiana se ha interesado por este asunto más de lo que algunos


se imaginan. El Evangelio afirma de forma tajante: "No podéis servir a Dios y
al dinero" (Mt 6, 24). Que, en realidad,
viene a decir: "No podéis dar culto a Dios
y al dinero". Dar culto a Dios no es
simplemente rezar o ir a misa. Dar culto
a Dios es hacer lo que Dios quiere. El
problema está en que hay mucha gente
que reza y va a misa, pero, en los
asuntos más serios de la vida, no hace
lo que Dios quiere, sino lo que más le
conviene para sus intereses de dinero y
ganancia. Teniendo en cuenta que la codicia del dinero se canaliza y se
gestiona siempre mediante el poder del que tiene, que usa, abusa y explota
al que no tiene. Por supuesto, varían las formas de hacer esta macabra y
canallesca gestión. Pero, a fin de cuentas, siempre es esto lo que se hace.

Entonces, y en definitiva, ¿en qué consiste la religión de los corruptos?


Consiste en el empeño absurdo por hacer posible lo que es imposible. A
saber, pretender servir a Dios (en el rezo, en la misa, en las devociones...),
siendo al mismo tiempo un corrupto, un tramposo, un embustero, un hipócrita,
que no tiene más remedio que ocultar lo que es y lo que hace. Que no es otra
cosa que pretender la cuadratura del círculo. Servir a Dios, sirviendo al
dinero, aunque eso se haga a costa de quedar con lo que es de otros, con lo
que daña sobre todo a los más indefensos, a los más desamparados.

Naturalmente, para vivir entregado a una


tarea, tan vergonzosa y repugnante, se
necesita astucia y desvergüenza. Pero se
necesita también echarle al asunto una
buena dosis de "religión". Porque la religión
tranquiliza la conciencia del tramposo. Y
ayuda a que semejante individuo tenga
buena imagen. Por esto, ni más ni menos,
ocurre - con tanta frecuencia - que religión y
corrupción se necesitan mutuamente. Y se
potencian la una a la otra. Y si no, ¿por qué ocurre, con tanta frecuencia, que
las gentes y los grupos más corruptos son precisamente los que más
defienden los intereses de la religión? No vendría mal que, en los próximos
días de semana santa, además de rezar y ver santos, dedicásemos algún
tiempo a pensar en serio la dosis de corrupción, que hay en nuestra vida, y
que, no raras veces, ocultamos (ante los demás y ante nosotros mismos)
mediante la excelente tapadera que puede ser la religión.

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