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LA MUNICIPALIDAD Y EL COMERCIO CALLEJERO

Una de las pocas experiencias municipales que tuvo el objetivo de la formalización del
comercio callejero, que no se ha difundido con suficiencia, fue la del gobierno municipal
del Alcalde de Lima, Alfonso Barrantes (1984 -1986).

A inicios de su gestión, se conformó la Comisión Integral de Tratamiento de Comercio


Ambulatorio. Esta propuso lo siguiente:

❑ Integrar el comercio ambulatorio a la estructura Urbana en armonía con los distintos


usuarios del cercado.

❑ Apoyar su dignificación y organización.

❑ Delimitar los parámetros espaciales, funcionales y económicos para su


reconocimiento.

❑ Promover la concreción de un estudio integral a nivel metropolitano.

Se dio inicio al proceso de participación de los vendedores ambulantes en el gobierno


municipal, cuyo punto de partida fue la necesidad de dotarlos de un marco legal que les
diese legitimidad, encuadrase las acciones municipales y atendiese sus reivindicaciones
más urgentes. Se convocó a representantes de las organizaciones del cercado y distritos
creándose la Comisión Mixta

Metropolitana de Comercio Ambulatorio.

DESARROLLO ECONOMICO, INTEGRACION DE LA ECONOMIA INFORMAL Y LUCHA


CONTRA LA POBREZA

El fenómeno de la informalidad ha sido una de las principales preocupaciones de la OIT


desde la década de los setenta. Su creciente dinámica y masificación se remota a los
años cincuenta con la migración de campesinos y pequeños agricultores atraídos por las
posibilidades de mejoras de ingresos y calidad de vida de la zonas urbanas, quienes con
bajas calificaciones y carentes de capital se incorporaron a la fuerza laboral urbana en
actividades de baja productividad, ingresos inferiores y fuera del ámbito formal de la
economía. En la última década la mayor parte de los nuevos empleos de los últimos
años se ha creado en la economía Informal: 7 de cada 10 empleos no agrícolas se ha
generado en este sector.

Actualmente en un escenario de globalización y liberalización de mercados,


informalización de la producción y flexibilización de la relaciones laborales se han
sumado a los trabajadores por cuenta propia, los trabajadores y propietarios de
microempresas que se caracterizan por la informalidad de sus trabajadores sin
protección independientemente el tamaño y tipo de empresa a la cual laboral.
Mantienen como característica común que son trabajadores que no están reconocidos
ni protegidos por la ley, que su nivel de vulnerabilidad es elevado y que carecen de
seguridad del mercado laboral del empleo ocupacional en el trabajo, de capacitación, de
ingresos y de representación1, constituyendo ellos la economía informal.

En los ámbitos locales, el comercio ambulatorio y los trabajadores por cuenta propia
que conducen los puestos de los mercados de barrio son expresiones cercanas de la EI.
Con ellos el gobierno local tiene una relación mayoritariamente conflictiva basada en la
regulación y control del espacio público, que limita la exploración del potencial
generador de empleo que tienen estos conglomerados.

Según afirma V.Tokman2 « para la OIT la forma más consistente de analizar la situación
de quienes se encuentran en la economía informal es en términos del déficit de trabajo
decente Ante ello surgen tres mandatos en una estrategia para avanzar hacia el trabajo
decente, en lo inmediato reducir el déficit de trabajo decente en la economía informal,
en el corto y mediano plazo permitir la transición de los informales hacia la formalidad y
en el largo plazo generar las oportunidades de los empleos formales protegidos y
decentes para todos los trabajadores y empleadores».

En el Perú, a partir del proceso de descentralización iniciado hace dos años, se han
impulsado la constitución de los Gobiernos regionales y promovido la formulación de los
Planes Estratégicos Regionales de carácter participativo. Así mismo se ha promovido la
constitución de los Consejos Regionales de Apoyo a la Micro y Pequeña Empresa. Sin
embargo ni en los planes de desarrollo, ni en las instancias consultivas el tema de la
economía informal está presente, lo cual es grave ya que este sector constituye más del
60% de la actividad económica urbana en muchos países.

Si bien es cierto un proceso de promoción DEL, está orientado a la especialización de la


economía, es conveniente que este esfuerzo recoja por un lado la identificación de los
sectores productivos más dinámicos (generadores actuales de mayor empleo, apertura a
la innovación o mejoramiento, articulación o eslabonamiento productivo en el ámbito
local, posibilidades de conquistar nuevos mercados etc.) y los sectores productivos con
potencial de desarrollo, en los cuales es posible encontrar conglomerados o iniciativas
emprendedoras de la economía informal. Por ello, es necesario incorporar en los
enfoques de desarrollo económico local la integración de la economía informal, pues
está en muchos casos no aparece como parte de los procesos DEL. Esta situación
amerita sea contemplada en el marco de la discusión de los nuevos temas DEL pues en
muchas localidades la economía informal es mayoritaria y es paradójico que en los
planes DEL estas no las incorporen como parte de los ejes de desarrollo. Este nuevo
enfoque de los procesos DEL permite combinar la competitividad territorial a los
esfuerzos de lucha contra la pobreza de nuestros pueblos.
Fuente: Rojas, Luis M. (2006). Municipalidad y Promoción del Desarrollo Económico
Local (DEL). En Manual para la Gestión Municipal del Desarrollo Económico Local
(25,53). Lima: OIT.

Comercio informal

De igual manera, el comercio informal es un tema de nunca acabar en la ciudad de la


amistad, son varios años que muchas personas vienen trabajando como vendedores
ambulantes en las céntricas calles de Chiclayo, lo que más preocupa no solo en esta
ciudad sino en todo el Perú y a los países en donde se desarrolla este tipo de comercio,
es que la población ocupada al sector informal este aumentando, considerando que la
informalidad no contribuye con el desarrollo económico del país al no pagar impuestos.
El comercio ilegal o informal que se realiza en las calles de las distintas ciudades del país
además de la afectación económica a las cuentas nacionales genera diversos problemas
en otros ámbitos, como caos vial, clausura de espacios públicos, inseguridad,
corrupción, aumentos de residuos sólidos, daños a la salud y daños arquitectónicos,
también el comercio informal afectan a los comerciantes establecidos formalmente ya
que sus productos los venden a menor precio por no pagar los impuestos que los
mercados formales pagan. Es por eso, que le compete a las municipalidades regular y
controlar el comercio ambulatorio dentro de su jurisdicción, según lo dispone la Ley
Orgánica de Municipalidades, por lo tanto para acabar con el comercio ambulatorio es
necesario que nuestra municipalidad y las organizaciones encargadas deban crear
centros comerciales o mercados a fin de poder trasladar a todos estos comerciantes
informales y puedan trabajar evitando así un gran problema social como es el
desempleo.

Asimismo, prevalecen en este comercio las familias, que trabajan con poco capital y
manejan pequeñas cantidades de mercancías. Este tipo de comercio, paradójicamente,
constituye a menudo un ejemplo de competencia monopolística. Así, factores de
localización, captación de clientela o especialización de las tiendas motivan que
mercancías físicamente idénticas puedan venderse a precios diferentes, lo que sería
imposible en la competencia perfecta, y demuestra que existe un elemento de
monopolio. El resultado de esta competencia monopolística no es que los beneficios
sean grandes, sino que el número de tiendas es mayor que si existiera competencia
perfecta, siendo el consumidor el que paga en la forma de precios más altos los
derroches de este mercado imperfecto.

Es por eso, que si se utiliza la no inscripción en seguridad social, uno de los criterios
esbozados en el reporte para medir el nivel de informalidad, el Perú ostenta más del
35% de informales independientes y más del 40% de informales asalariados; sean éstos
informales por exclusión (los que no tienen posibilidad de inserción en el mercado) o
informales por escape (los que deciden que ser informales es más beneficioso). Estas
cifras generan implicancias tanto a nivel microeconómico como a nivel
macroeconómico. A nivel microeconómico, la informalidad reduce el bienestar de los
agentes económicos involucrados. En el caso de los trabajadores, los salarios se reducen
y se crea un subempleo que no puede ser controlado por el Estado. En el caso de las
firmas, se genera dificultades y restricciones en el acceso al crédito que normalmente
son mayores a las ganancias obtenidas por evasión fiscal. A nivel macroeconómico, los
efectos se perciben en la menor recaudación fiscal y en la menor gobernabilidad. Esto
conlleva a entender la informalidad como un fenómeno complejo que, en países como
el Perú, actúa como “colchón social” ante la pobreza y la desigualdad en el ingreso. Por
ende, debe ser prioridad del gobierno el establecer políticas públicas en el mercado
laboral que generen incentivos para el traslado hacia el sector formal, las cuales
permitan que el sector informal sea incorporado paulatinamente al mercado.

Por otro lado, casi por definición, las actividades del sector informal se relacionan con el
cumplimiento, o la falta de cumplimiento, de las normas y regulaciones sobre el uso de
la tierra, los contratos laborales, el control de la contaminación, los impuestos de las
empresas, las contribuciones a la seguridad social y muchos otros aspectos. Puede
sostenerse que la extensión del empleo informal es la consecuencia de la excesiva
reglamentación, que hace que a los pequeños empresarios les resulte muy costoso
llevar a cabo actividades económicas formales, es decir el engorroso trámite burocrático
que sufrimos los peruanos para iniciar legalmente un negocio. También puede decirse
que la falta de medios para hacer cumplir las regulaciones existentes promueve
actividades económicas informales como la vena callejera, la recolección y eliminación
de basura y la construcción de barrios en zonas en las que las regulaciones sobre el uso
de la tierra no permiten tales actividades.

Por tanto, los resultados macroeconómicos constituyen otra causa de la extensión de las
actividades el sector informal. En algunos casos, simplemente la falta de crecimiento
económico, junto con una creciente oferta laboral debida a la transición demográfica, se
traduce en una participación cada vez mayor de empleos informales de baja
productividad y bajos salarios. En otros casos, se ha logrado un robusto crecimiento
económico a través de medidas de política sesgadas en contra de la creación de
abundantes empleos de alta productividad. La reducción de impuestos, derechos
aduaneros, tasas de interés real y la inflación, así como el incremento del tipo de cambio
real, han inducido el uso de tecnologías de uso intensivo de capital en los sectores
primario y secundario, y la reasignación de la mano de obra al sector de servicios.
Además, el creciente uso de la tecnología de la información en el sector de servicios
requiere mano de obra altamente capacitada, de manera que los trabajadores
desplazados de otros sectores terminan ocupando empleos de baja productividad en el
sector de servicios.

Respecto al sector informal, se ha intentado a través de los sociólogos de conceptuar la


informalidad y se ha llegado a determinar que es un término ambiguo, así se dice que:
“El concepto de sector informal tenía la dudosa ventaja de permitirnos agrupar tanto al
vendedor de cigarrillos por unidad como al ambulante dedicado a las confecciones, a los
recolectores de botellas y a los que tipean formularios a la entrada de las oficinas
públicas, a los pequeños talleres de reparación y a los que comercializan objetos
robados, a los lustrabotas y a las empleadas domésticas".7 Como bien dice el sociólogo
Romeo Grompone, al sector informal se lo identificará con la escasa o nula tecnología
requerida, la extrema competitividad de estas actividades entre sí, la falta de acceso a
las instituciones financieras, y la ausencia de adiestramiento previo de los trabajadores
en el sistema educativo institucional. Es una definición generosa y a toda prueba. Se
recomienda por igual establecimientos que operan en la producción, como los talleres, y
a niveles de distribución, como la venta ambulante; incluye servicios dirigidos al
consumo, con otros vinculados a la industria y sus modalidades de expansión (por
ejemplo preparación de alimentos, peluqueros, empleadas domésticas y talleres de
reparación), destinados a mercados de altos ingresos (algunos tipos de artesanías y de
confecciones) o a sectores de ingreso más bajos (como la recuperación de objetos
usados). Asimismo, la esfera de lo informal comprende en algunos autores el total del
flujo de transacciones que se realizan al margen del sistema financiero y en otros,
aquellos que evaden el pago de impuestos en su totalidad o en parte. En el primer caso
se integra al campo de estudio, por ejemplo, el crédito por adelanto de mercaderías que
pueden darles una fábrica a talleres de la pequeña y mediana industria, o a las variadas
modalidades de crédito comercial, entre ellas las de las tiendas a sus clientes. En los
evasores de impuestos, el área a considerar atraviesa todas las capas de la sociedad,
desde quienes están comprometidos en distintos negocios delictivos de menor cuantía
hasta empresas o a profesionales que recurren a distintos expedientes para no dar
cuenta del total de ingresos que perciben.}

Fuente: Cotrina, L. (2016) La formalización del comercio ambulatorio como estrategia


para ampliar la base tributaria en el Perú - Período comprendido entre 2015 y 2016
(Tesis de doctorado). Universidad de San Martín de Porres, Lima, Perú.

Espacios nodales de carácter privado como “nuevos espacios públicos”

La paulatina habilitación de nuevos edificios diseñados para recibir actividades que en


otros tiempos se superponían en lo que constituía la vida pública de calles y plazas
permitirá por otra parte restringir los accesos a dichos espacios, brindando
características de espacio privado a varias actividades que en otros tiempos fueron
propias de un espacio público; por ejemplo, mucha de la actividad comercial, que se
concentraba en plazas y calles bajo el signo del comercio ambulatorio es reubicada y los
nuevos emplazamientos dependerán de su accesibilidad a los diferentes públicos a los
que los negocios se dirigen. Ello va a permitir en la ciudad contemporánea la
segregación socioeconómica en términos de usos del espacio, pues aquellos comercios
dirigidos a sectores sociales con mayores recursos, buscarán ser accesibles al automóvil,
equipándose con importantes zonas de estacionamiento y ubicándose a ejes viales
rápidos e importantes dentro de la trama urbana. Como forma urbana, la plaza estaba
destinada al colectivo en general, por lo que con el desarrollo de las segregaciones de
corte socio-económico este elemento de composición urbana no resultará plenamente
satisfactorio para una vida cotidiana donde se busque favorecer encuentros de
solidaridades sociales parciales o de tipo segmentado. Por otra parte, el parque público
comenzará a experimentar las tensiones entre quienes desean beneficiar de un día de
campo en la ciudad y quienes se preocupan sobre todo por preservar áreas verdes
dentro de la urbe.
Las poblaciones con mayores recursos y con mejores posibilidades de apropiarse de los
recursos que la movilidad ofrece tenderán entonces a dejar de frecuentar los espacios
públicos. Se irán trasladando de la escena pública hacia espacios arquitectónicamente
cerrados (que ofrecen seguridad) y socialmente restringidos a determinadas funciones,
donde la capacidad de consumir organizará la permanencia en los nuevos lugares.

Actores sociales en el espacio público: ¿quiénes son sus usuarios?

El espacio público ofrece en efecto la posibilidad de ejercer ciertas lógicas territoriales,


las que se desarrollarán inevitablemente en tensión con la libertad de otros usuarios.
Llama la atención por ejemplo los procesos de apropiación territorial que desarrollan
ciertos comercios ambulatorios en la ciudad.

La presencia de vendedores o proveedores ocasionales de servicios suelen ser vistos


como indicadores de desorden de la ciudad. Sin embargo, su presencia se remonta a los
tiempos remotos de la ciudad, pues, como se mencionara anteriormente, la propia plaza
fue comprendida antes que nada como lugar de mercado.

Esta ocupación, si bien no se construye como espacio privado, suele considerar una
permanencia en el espacio relativamente importante y delimitaciones territoriales muy
claras con potenciales competidores.

De esta manera, un espacio que se percibe completamente libre y vacío para el


transeúnte o para el usuario lúdico del lugar, puede ser sujeto de delimitaciones
territoriales muy claras sostenidas por usos y costumbres aceptados entre quienes se
dedican a las diferentes actividades de comercio y servicio ambulatorio.

El texto de Sennett ilustra muy bien cómo estos procesos de apropiación eran mal vistos
y hasta condenados por la iglesia católica en tiempos medievales. Sin embargo,
resultaban inevitables en la medida que la oportunidad económica se configura ahí
donde existe aglomeración humana. El comercio ambulatorio forma parte entonces del
paisaje urbano clásico y, si bien para algunos puede resultar sinónimo de desorden,
según la perspectiva tomada, expresan bien la variedad que configura el espacio
público. El problema reside evidentemente cuando la densidad de este comercio resulta
de tales dimensiones, que impiden la posibilidad de desarrollarse otras actividades; en
este caso, la apropiación territorial del comercio resulta invadiendo o imponiéndose a
otras posibilidades de uso.

Fuente: Vega Centeno, P. (2006). El espacio público: la movilidad y la revaloración de la


ciudad. PUCP: Lima, Perú.

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