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Cartas de Nadiesha Mandesltam

(Traducidas de la edición francesa de Francine Andreieff)


Traducción Hugo Savino (inédita- Por favor no circular)
De Nadiesha Mandelstam a Varlam Shalamov
25 de julio de 1965

Estimado Varlam Tikhnovitch


Yo tampoco tengo ganas de que nuestra conversación se
interrumpa, acabo de recibir su carta y le respondo
enseguida. Su carta tardó cuatro días, es lo habitual en el
cantón. Me gustó su análisis de los sentimientos, cuando
dice que la rabia (la verdadera, la de la juventud) se aloja
bien cerca de los huesos. Brindemos entonces por la
intransigencia. Porque  ella está en el origen de “la rabia
que nos vuelve jóvenes” y que sólo puede ser entendida por
aquellos que saben dónde se aloja y por qué. Pero temo
entrar en la tumba sin haber conocido una edición ni en
Leningrado ni en Voronesh. Pero es algo que ni siquiera me
apena. En realidad, el solo hecho de formularlo, me pone
furiosa.  
Llegaré a Moscú el 12 de agosto, por uno o dos días. ¡No se
olvide! Espero su llamado y su visita. Me hará muy feliz su
llegada a Vereia con Elena Alexaievna y Natacha
Rojanskaia. Ella (Natacha) es maravillosa, pero de una
modestia tan insoportable que debo enojarme. incluso si
eso mismo la hace más encantadora. Su vida es difícil, y su
gran nobleza de alma le impide sentirse más distendida.
Conmigo es de una gentileza y de un apoyo que no se ven a
menudo.
(Elena Alexeievna me gusta también, pero la conozco
menos, apenas desde la partida de nuestra Natacha…)
Me hace muy feliz que le haya confiado sus relatos. Es una
lectora inteligente y atenta. Se lo confieso (pero no se lo
repita, porque es algo que la ofendería y la apenaría): tiene
más fuerza y profundidad que su marido. Pero basta de
hablar de Natacha.
Hablemos de los poemas. O mejor de los relatos primero.
Desde luego que los quiero ardientemente. Tráigalos por
favor, y preferentemente con un índice, para que pueda
saber dónde se ubican, si han encontrado su lugar. Hizo
muy bien en cambiar el título del libro. Lecciones de amor
no estaba muy bien verdaderamente…  Orilla izquierda es
más “geográfico”. 
Como lamento que los libros de poemas se desarmen con
tanta facilidad y que su título haya encontrado su libertad.
Como es siempre el caso para todos… es decir para todos
los libros me gustaría tener en las manos. El libro de Boris
Leonidovich (Boris Pasternak - El doctor Zhivago) apareció
gracias al escándalo que podía llegar a provocar. Por otra
parte el destino de Pasternak es otro: nos acostumbramos
a él… 
Pienso que no hay que quemar los manuales: es un gesto
muy clásico; los autores de manuales sacarían una nueva
edición y quemarían los libros que amamos. No lo
utilicemos, es todo…   
El muchachito que elogiaba a Jlebnikov es uno de mis
amigos más jóvenes, el más inmaduro. Tiene 23, 24 años…
A esa edad, sólo pueden ser unos mocosos. Éste lee y
reflexiona mucho, es difícil decir que saldrá de allí.
Lo que usted escribe sobre Kuzmín tiene mi pleno acuerdo.
Tenía la impresión de que lo defendía en lugar de criticarlo.
Anna Andreievna (Ajmátova) decía también a propósito de
la poesía que, en su juventud, ella no la tenía por tan vivaz.
Una vez más un punto misterioso, que refuta el tema de la
madurez: el poeta, aquel cuyos versos están acuñados con
el sello del destino, se revela desde su juventud, el
verdadero lector igualmente. Detrás de todas las tonterías
propias de los jóvenes, detrás de sus lecturas superfluas,
sus errores, su frivolidad y sus confusiones, sus chifladuras
y la brutalidad con la cual se manifiestan a esa edad sus
rechazos, se perfila igualmente ese hilo de Ariadna, por el
cual el vínculo entre las edades se encuentra justamente
preservado. Tanto Osip Mandelstam como Boros
Leonidovitch (Pasternak) fueron ellos mismos desde su
primer intento. Como todos los otros, incluido Kuzmín. La
poesía (la verdadera) encarna sin duda “la esencia”, en el
sentido filosófico del término. Y los versos no logrados,
siempre numerosos cuando uno es joven, los versos
escolares, que todos han escrito, expresan sin embargo
por una parte “la esencia”, no solamente del ser humano
sino por cierto de la existencia misma. Lo que nos lleva a
preguntarnos sobre la parte de la “esencia” o de la
“existencia” que cada poeta está destinado a expresar.
¿Qué quiere decir entonces esta famosa simplicidad, con la
que jugaba con coquetería Boris Leonidovitch en su época?
No sé. Pienso que es preciso manejar con más prudencia
esta noción. Es “simple” eso a lo que estamos
acostumbrados, lo que ha tocado nuestra conciencia. A la
poesía le hace falta tiempo para que toque nuestra
conciencia, para impregnarla. ¿La pregunta está por otra
parte en la “simplicidad”? ¿No está en la idea moral que
usted evoca (no la de las convenciones sino la de los
valores), no está en la percepción, la visión más alta que el
hombre tiene de sí mismo, para sí mismo? ¿No se la
encuentra en el juramento de Herzen, el que cada poeta
hace suyo, incluso si este juramento puede abarcar los
aspectos más diversos de la vida del hombre? ¿No está en
este vínculo que enlaza las épocas, el único que permite
que la sociedad sea humana, que el hombre sea un
hombre? Esto es por cierto lo esencial: para mí, un poeta
es un hombre. Lo siento con una terrible agudeza, no es
otra cosa que un hombre y cuando los individuos olvidan
que son hombres, el poeta está allí para recordárselos. El
poeta de la novela es un individualista, aunque haya
querido simplificarse. El poeta ordinario es terriblemente
humano, en toda su banalidad, y su destino es de lo más
ordinario para su época. ¿No tengo razón?
Tengo muchas ganas de verlo, No me olvide.
                               

Nadiesha Mandelstam        

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