En el pasado el ser humano no tenía necesidad de plantearse ningún deber hacia
la naturaleza, pues el alcance de su acción técnica no generaba alteraciones significativas en los ecosistemas. En cambio en la actualidad, la tecnología ha modificado por completo la relación humana con la naturaleza, ya que esta pone en riesgo las condiciones ambientales de la vida humana y de otras especies. La dependencia de la nueva tecnología está pasando de ser una bendición a convertirse en una maldición cuya tendencia a la desmesura hace aguda la amenaza, además su avance propone como hipótesis una especie de poder autónomo de modo que aquellos que hacemos uso de ella, nos volvemos paradójicamente súbditos. En su avance, la tecnología ha transformado los sistemas éticos anteriores, para los cuales el ser humano era el centro de toda consideración moral. Pero ahora, la naturaleza entera, con una nueva imagen vulnerable y estable, surge como un nuevo objeto de consideración ética ante el poder creciente de la tecno-ciencia. Pues, ciertamente existen muchos resultados positivos de la intervención técnica, sin embargo esta no se puede desligar de por completo de los efectos negativos, quizás no intencionados, ni previstos; además las consecuencias se ven reflejadas a nivel mundial, ya que desencadena efectos que son irreversibles y también de carácter acumulativos. Pero, no solo la biosfera se revela como un nuevo objetivo de responsabilidad en la ética, sino también la existencia misma de seres humanos, ya que el potencial destructivo de la tecnología pone en riesgo la supervivencia humana porque puede modificar irreversiblemente su constitución genética o destruir las condiciones mismas de la vida humana en el planeta. Así que es necesaria una ética que este a la altura del poder del poder técnico desplegado, pues las exigencias crecen proporcionalmente al nivel de desarrollo; se necesita una ética que aliente el sentido de responsabilidad para salvar y guardar la esencia y la existencia de la humanidad, siendo conscientes de la vulnerabilidad de la naturaleza, así como los riesgos y peligros creados por la acción de la tecnología. Así Jonás propone una ética que tiene como objeto de responsabilidad el ser mismo del hombre, pero en vista de su supervivencia, y no de su presencia actual, es decir, Una propuesta ética que busca derivar el "Deber ser" del "Ser" a la vez que asigna al hombre el papel de guardián de la naturaleza ante la que debe actuar responsablemente y que son una obligación moral para con las generaciones futuras. Para Jonás estas estas posibilidades plantean una cuestión de orden metafísico, pero, por qué metafísico. Para entender mejor este planteamiento, entendamos mejor aquello de lo que hemos estado hablando desde un principio y es la definición de responsabilidad, según su etimología se refiere a dar respuesta respecto de algo o a alguien. Su significado general remite a un procedimiento judicial cuyo modelo consiste en señalar a la persona las consecuencias de sus actos y en exhortarla a que se defienda al respecto.
Marlon Martínez Ballestas
El concepto de responsabilidad busca así suministrar criterios con base en los cuales imputar a un sujeto una conducta con un propósito práctico: determinar quién debe ser sancionado o premiado por una actuación, con lo que dichos criterios de imputación cumplen el papel de instrumentos para evaluar la actuación humana. El estudio de la responsabilidad se centra en las condiciones subjetivas que permiten adscribirle al individuo una responsabilidad por los actos conscientemente ejecutados. De esta forma, acabarían asociándose estrechamente la autonomía individual y la responsabilidad: sólo puede imputarse responsabilidad a quien conscientemente y mediante una decisión voluntaria actúa y ocasiona determinadas consecuencias. En la edad moderna la autonomía vendrá a ocupar luego un lugar preeminente, por lo que la relación entre libertad y responsabilidad se generalizará hasta el punto de abarcar en Locke y en Kant el concepto mismo de persona. Es definida como sujeto al que sus acciones le son imputables. Algo similar sucedería en la filosofía analítica, en la que los conceptos de persona, libertad y responsabilidad aparecen íntimamente ligados. Hecha alguna claridad sobre el concepto de responsabilidad, observemos ahora más de cerca un concepto íntimamente relacionado, el concepto “culpa” una situación cuyos resultados son determinados decisivamente por nuestra libertad individual sobre la base de lo auténticamente cognoscible, que siempre es algo particular. Es decir la responsabilidad de que algo suceda o deje de suceder es responsabilidad de todos, ya sea de forma pasiva o activa. Jaspers distingue 4 tipos de culpa, pero nos detendremos solo en la última, así entender de manera concreta a Jonás y su fundamento ética en la metafísica. La culpa metafísica hace alusión a nuestra responsabilidad de todo agravio y de toda injusticia que acaecen en el mundo, en virtud del principio de solidaridad existente entre los seres humanos. Según este tipo de culpa, si no actúo, pudiéndolo hacer, para impedir un agravio o injusticia, me hago igualmente responsable. Esta última forma de culpa es la más radical y menos exigible. Dice Jaspers que cada cual es responsable por todos los crímenes que se comenten en el mundo, pero “especialmente por los crímenes que se cometen en su presencia o con su conocimiento. Cuando no hago lo que puedo hacer para evitarlo, soy cómplice” En el planteamiento de Jonás, la ética remite a la metafísica en tanto que la doctrina del ser, y de la idea de hombre forma esencial. En lugar de un estado dado, el ser se ha convertido en un acontecer, en una posibilidad que debe ser realizada siempre en lucha con el “no ser” y la idea es que la humanidad siga siendo posible y eso depende del ser mismo, proyectando nuestra responsabilidad al futuro de modo que las generaciones futuras no deban pagar el precio de la actualidad. Hoy podemos actuar desde nuestra humanidad, podemos vivir y morir pensando que hicimos algo ante una tecnología que lleva un rumbo a la destrucción.