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"El resto es silencio... lo visto puede ponerse en palabras; lo sentido puede presentarse a algún nivel anterior o
exterior al lenguaje".
(Steiner, 1982:46).
I Introducción1.
tiene que ver con esta noción del cuerpo disociado de la idea de
sujeto (u hombre) formulada por Le Bretón en el dominio de la
medicina académica en la medida en que, de acuerdo a nuestra
forma de entender el tema, el plano de la simbolización involucra
necesariamente al sujeto aún ahí en donde este autor parece no
contemplarlo y en que las distintas concepciones (o
representaciones) de cuerpo tienen consecuencias en la praxis
social llevada adelante por los sujetos.
Pues bien, siendo estos los temas a abordar y fijados los alcances
de los mismos surge ahora una primera pregunta orientada a la
problemática en torno al cuerpo y a su representación. Si desde
algunas teorías se sostiene que el lenguaje no agota el mundo en su
representación6, ¿en qué medida estamos ante la posibilidad de
hablar acerca de representaciones del cuerpo? Más aún, ¿qué es lo
que queda afuera (si es que algo queda afuera) en esta
inagotabilidad del mundo (en este caso el cuerpo)?
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Pensamos básicamente en las propuestas formuladas por Rorty (1996; 1997) y Derrida (1994; 1998).
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Al hablar sobre el problema de la representación del cuerpo lo hacemos no sólo en el sentido restringido de
cuerpo del sujeto sino también de aquello que se inscribe en el orden de lo material. En este sentido, valen dos
aclaraciones: 1) concebimos al cuerpo de sujeto como un elemento más entre todos lo cuerpos (o cosas) que
vienen a poblar el mundo; 2) no por esto, dejamos de lado que al hablar sobre la problemática del cuerpo el
módulo "cuerpos reales, cuerpos virtuales, cuerpos mediáticos" la acotaba al cuerpo del sujeto.
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el medio necesario (¿acaso único?) para dar cuenta de los sujetos en su relación con el mundo exterior (o el
orden de los cuerpos) en tanto y en cuanto sólo porque hay lenguaje estamos en condiciones de decir que hay
sujetos. 2) Con relación a lo anterior, hay autores como Steiner (1982) que sostienen a pesar de que vivimos
dentro del acto del discurso, hay modalidades de la realidad intelectual y sensual que no se fundamentan en el
lenguaje: "Lo inefable está más allá de las fronteras de la palabra" (Steiner, 1982:34). Más aún, son el sentido clásico
y el sentido cristiano del mundo quienes se esfuerzan por ordenar la realidad bajo el régimen del lenguaje.
Tanto la literatura, la filosofía, la sociología, etc., son empresas para encerrar dentro de los límites del discurso
racional la experiencia humana. En consecuencia, se trataría de la "creencia en que toda la verdad y todo lo real
puede alojarse dentro de las paredes del lenguaje" (Steiner, 1982:36). Parafraseando a Wittgenstein a la luz de la
lectura operada por Steiner, ¿puede hablarse de la realidad? O bien, debemos sostener que el lenguaje sólo
puede ocuparse significativamente de un segmento de la realidad particular y restringido. ¿Y lo que resta?
¿Acaso permanece al margen de nuestra experiencia de mundo? En palabras de Steiner, "el resto es silencio... lo
visto puede ponerse en palabras; lo sentido puede presentarse a algún nivel anterior o exterior al lenguaje" (Steiner,
1982:46). O lo que es lo mismo: ¿se puede dar cuenta de experiencias límites propias del ámbito de la afección
que involucran al cuerpo? ¿Se puede hablar del placer y del dolor que atraviesan al cuerpo? Llevando un poco
la problemática del cuerpo a sus límites ¿En qué medida estamos en condiciones de hablar sobre el cuerpo?
Aquí, sin duda, no negamos las posibilidades de hablar sobre el cuerpo ni las distintas representaciones
sociales que existen de él sino más bien apuntamos a mostrar los límites que pueden entrar en juego en este
proceso. Sobre todo, puesto que necesariamente aparece una dimensión ética a la hora de pronunciarnos sobre
problemas que involucran al cuerpo tales como torturas, violaciones, etc. En este sentido, si antes hacíamos
hincapié en las limitaciones del lenguaje para hablar sobre el cuerpo el abordaje de problemas como los que
acabamos de mencionar hace que el nivel del lenguaje quede en un segundo plano puesto que las marcas en el
cuerpo resultan más importantes que todo lo que podamos decir sobre ellas. Para un ejemplo claro de estas
situaciones límites que involucran al cuerpo remitimos a Sarlo (1994).
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Sin duda aquí cobran relevancia las consideraciones que hicimos anteriormente acerca del problema de las
representaciones sociales y de las narrativas que atraviesan el nivel simbólico de todas las sociedades y que
mueven a los sujetos a la acción.
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En este punto hablamos, claro está, a la luz del pensamiento de Peirce. La realidad, como el conocimiento, es
para Peirce la comunidad; más aún, la idea de realidad es un proceso ligado de modo intrínseco al desarrollo
del conocimiento mismo, entendiéndolo como actividad comunitaria. Remitimos aquí a Peirce (1988; 1987).
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Pensemos en la confrontación que desarrolla Le Bretón entre medicina formal y curanderos o bien, entre la
representación del cuerpo de la medicina (impersonal, mecanicista y fuera del tiempo) y la del psicoanálisis de
Freud (con un enfoque biográfico y singular).
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Al hablar de operaciones de desmontaje pensamos básicamente en los trabajos llevados adelante por
Foucault con relación a la locura, la sexualidad, etc. Del mismo modo, cabe señalar que al hablar de procesos
de naturalización de las representaciones lo hacemos a partir de Culler (1979).
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A lo que debemos agregar el auge de las nuevas tecnologías.
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A esta construcción cotidiana hecha por los medios Verón la designa como actualidad (Verón,
1987:II y s.s.).
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Como se desprende de lo señalado en el cuerpo del texto el lugar que ocupan los medios en la actualidad
abre el juego a una problemática bastante compleja que excede los alcances de nuestro trabajo. A pesar de esto,
no queremos dejar de mencionar aquellos autores que nos resultaron más interesantes en la relación entre
medios y cuerpo: hablamos aquí de Kerckhove (1999) y del vínculo corporal que establece con la televisión
(véase sobre todo págs. 36 a 38) y de Bettetini (2001) y el doble proceso ligado a las tecnologías de
comunicación (más precisamente en las tecnologías electrónicas) enunciado como descorporeización o
superación del cuerpo por un lado, y exaltación del cuerpo, por otro (véase sobre todo págs. 108-109 en donde
plantea el problema y señala como antecedentes a Ong y a McLuhan).
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IV Consideraciones finales.
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Lo cual en muchos casos, resulta aceptable, sobre todo en lo que hace a los implantes de órganos y a los
procesos de fertilización asistida. Para mayores consideraciones remitimos a Le Bretón (1995). Véase sobre
todo págs. 218 a 249.
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V Bibliografía.
Virilio, P. (1996) El arte del motor, Manantial, Buenos Aires, págs. 109-142.
White, H. (1992) El contenido de la forma. Narrativa, discurso y
representación histórica, Paidós, Barcelona.