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Universidad Nacional de Córdoba.


Centro de Estudios Avanzados.
Maestría en Sociosemiótica.

Curso: Semiótica de los medios.


Profesor: Luis Alberto Quevedo.
Alumno: Lic. Cristian Cardozo.

Lenguaje y cuerpo: algunas consideraciones referidas al


problema de la representación y simbolización del cuerpo.

"El resto es silencio... lo visto puede ponerse en palabras; lo sentido puede presentarse a algún nivel anterior o
exterior al lenguaje".

(Steiner, 1982:46).

I Introducción1.

En una primera aproximación al tema que elegimos para trabajar,


y atendiendo a su posición en el programa, puede sostenerse que la
problemática que involucra al cuerpo abre a todo un universo de
especulaciones que si bien son afines (en la medida en que habría
un denominador común dado por el cuerpo) marcan recorridos
posibles que resultan diversificados. En este sentido, creemos
pertinente fijar ahora los alcances de nuestro escrito o bien, dicho
de otro modo, a qué apuntamos al hablar acerca del problema de la
representación y de la simbolización del cuerpo2. Al abordar la
1
Para la elaboración de nuestro escrito trabajamos a la luz de la lectura de los autores consignados en la
bibliografía. Dados los intereses en juego que fueron presentándose como consecuencia del tema elegido sólo
recurriremos a aquél material que consideremos pertinente para apoyar nuestra reflexión.
2
Cuando hablamos de simbolización hacemos referencia únicamente a la carga de sentido que aparece
asociada a las diferentes representaciones del cuerpo que pueden funcionar al nivel de imaginario en una
cultura en un momento y lugar dado. Con lo cual, por un lado, nos estamos ubicando en el nivel de la
Terceridad peirceana o de la LEY (si bien Peirce no habla de sentido) y por otro lado, tomamos un poco de
distancia del modo de conceptualizar la simbolización operada por Le Bretón (1995). En este sentido, podemos
leer en él: "Entendemos por símbolo una representación que alcanza al objeto sin reducirlo a lo concreto, una
representación basada en un suplemento de sentido... el signo remite a una realidad identificable, presencia de lo concreto,
representación funcional que busca lo dado puro y simple" (Le Bretón; 1995:203).
2

propuesta de Le Bretón (1995), pudimos observar cómo, en esta


suerte de dicotomía entre cuerpo (sobre el que se operaba todo el
tiempo habida cuenta de su conceptualización en tanto mecanismo
o entramado de piezas) y sujeto 3 aparecía de manera recurrente
una preocupación por el nivel de las representaciones sociales del
cuerpo que pueden atravesar la sociedad. En otros términos:
encontramos una insistencia en torno al nivel de las
representaciones y significaciones asociadas al cuerpo en la medida
en que éstas movían a los sujetos a llevar adelante prácticas
específicas derivadas, claro de está, de los distintos modos de
conceptualizar dicho cuerpo4. Con lo cual nos encontramos, al
menos, con dos elementos que nos resultaron significativos y que
comentaremos brevemente en lo que sigue: hablamos aquí, por un
lado, de las cuestiones referidas a la representación en la medida
en que se sostenía la construcción social del cuerpo sin contemplar
ninguna dimensión conflictiva en este proceso. Vale decir, se daba
por sentado la existencia de distintas maneras de pensar o concebir
el cuerpo5 y no se problematizaba la dimensión del lenguaje que
entra en juego en su configuración, algo así como si lo corporal
fuese transparente al lenguaje y no se perdiera nada en la
representación. Por otro lado, el segundo elemento a considerar,
3
Le Bretón habla de "hombre" opuesto al cuerpo.
4
Sin duda entran en juego aquí los siguientes elementos: 1) en principio, estamos ante la discusión en torno a
las representaciones sociales que atraviesan una sociedad determinada en la medida en que las mismas
organizan en el plano simbólico la percepción y la aprehensión de actualidad en tanto tiempo histórico y en
tanto experiencia colectiva (Ver Verón:1987). 2) por otro lado, aparece también de fondo una noción acuñada
en el dominio de la historiografía más reciente y redefinida en el seno de otras corriente teóricas con autores
como Hayden White, Paul Ricouer (ambos en sede histórica), Jacques Derrida, (Filosofía Política), Jameson
(Teoría Crítica), etc. Hablamos aquí de la noción de narrativa entendida en los términos de aquello que nos
permite conceptualizar el dominio de las prácticas discursivas que confieren cohesión imaginaria a la
experiencia de los agentes sociales como configurando simbólicamente las representaciones colectivas del
pasado lejano/cercano así como las visiones de futuro. Con lo cual, y como consecuencia de lo que acabamos
de señalar, nos encontramos con el hecho de que al hablar de imaginario y de ficción estamos nombrando
dimensiones o niveles de nuestras representaciones que conciernen a la construcción real de lo social y claro
está, al proceso de producción de sentido con el que significamos el mundo. Para una lectura más completa
sobre el problema de las representaciones sociales y de las narrativas, los que sin duda, se encuentran de fondo
a la hora de hablar de las representaciones del cuerpo, remitimos a Hayden White (1992), Mumby (1998),
Kermode (1983), Baczko (1991), Ricouer (1999) y Matto (1999).
5
Con lo cual estamos de acuerdo.
3

tiene que ver con esta noción del cuerpo disociado de la idea de
sujeto (u hombre) formulada por Le Bretón en el dominio de la
medicina académica en la medida en que, de acuerdo a nuestra
forma de entender el tema, el plano de la simbolización involucra
necesariamente al sujeto aún ahí en donde este autor parece no
contemplarlo y en que las distintas concepciones (o
representaciones) de cuerpo tienen consecuencias en la praxis
social llevada adelante por los sujetos.
Pues bien, siendo estos los temas a abordar y fijados los alcances
de los mismos surge ahora una primera pregunta orientada a la
problemática en torno al cuerpo y a su representación. Si desde
algunas teorías se sostiene que el lenguaje no agota el mundo en su
representación6, ¿en qué medida estamos ante la posibilidad de
hablar acerca de representaciones del cuerpo? Más aún, ¿qué es lo
que queda afuera (si es que algo queda afuera) en esta
inagotabilidad del mundo (en este caso el cuerpo)?

II Cuerpos reales-cuerpos sociales7.

En principio puede sostenerse que el lenguaje no agota el mundo


en su representación en la medida en que siempre hay algo que lo
excede. Más aún, hablar de los límites o de los bordes (umbrales)
del lenguaje es sostener que el mismo resulta insuficiente en su
capacidad para aprehender aquello que entendemos como "lo real"
en donde, claro está, ubicamos el orden de los cuerpos. En tanto
sistema compuesto de unidades opositivas que encuentran en tal
relación su valor, cabe preguntarse acerca de cuáles son las

6
Pensamos básicamente en las propuestas formuladas por Rorty (1996; 1997) y Derrida (1994; 1998).
7
Al hablar sobre el problema de la representación del cuerpo lo hacemos no sólo en el sentido restringido de
cuerpo del sujeto sino también de aquello que se inscribe en el orden de lo material. En este sentido, valen dos
aclaraciones: 1) concebimos al cuerpo de sujeto como un elemento más entre todos lo cuerpos (o cosas) que
vienen a poblar el mundo; 2) no por esto, dejamos de lado que al hablar sobre la problemática del cuerpo el
módulo "cuerpos reales, cuerpos virtuales, cuerpos mediáticos" la acotaba al cuerpo del sujeto.
4

razones que configuran los límites a dichas unidades o signos. En


principio, tal limitación parece residir en que cercenan el
dinamismo de las cosas, en que se vuelven contra las cosas al
actuar sobre los referentes fijando un único sentido respecto del
hecho que ha fijado su aparición.
A menudo algunos autores hablan (o sobreentienden) acerca de
una transparencia ligada al lenguaje puesto que sostienen una
relación término a término entre el signo (en tanto unidad del
lenguaje) y cosa referida (o significada)8. Hablar, por el contrario,
en los términos de una ilusión de transparencia pone de manifiesto
la inmediatez de un atributo de opacidad vinculado a las palabras.
Si aceptamos que por medio del lenguaje se trazan diferencias para
organizar de esa manera aquello que el sujeto percibe, es decir, que
el lenguaje produce cortes en la continuidad de los estados de
afección al ponerlos en relato, se trata entonces, de una palabra en
discontinuidad que simula un continuo imaginario al configurar una
relación causal entre los fenómenos o las cosas. Con lo cual en
términos de Oscar del Barco "sólo alucinando se lo puede presentar
como totalidad `de facto´, pues en realidad siempre estamos
también en la ausencia de ese lenguaje, ya que es dispersión sin
centro, fuga de trozos, estallido de algo que nunca fue ni presencia
total ni algo, los juegos del lenguaje nos llevan a esta concepción
flotante, no sustancial del lenguaje: no una cadena de significantes
sino el estallido de los significantes... De allí que la realidad sea
fuga, una permanente promesa que excluye como tal toda
realización" (del Barco, 1993:470). ¿A dónde apuntamos con todos
estos reparos? ¿qué tiene que ver todo lo anterior con el cuerpo y
8
Lo cual, sin duda, tiene que ver con una filosofía ortodoxa que sostiene la existencia de una verdad objetiva
que vendría a corresponderse con una realidad igualmente objetiva, exterior y aprehensible por los sujetos. En
este punto se puede pensar en teorías realistas de la verdad como las sostenidas (salvando la especificidad de
cada formulación) por autores tales como Saul Kripke, Michael Dummett, Thomas Nagel, etc. Para una lectura
completa sobre las distintas teorías de la verdad formuladas en el interior de la filosofía como disciplina
remitimos a Alfonso García Suárez. Véase sobre todo págs. 188 y s.s. (García Suárez:1997).
5

sus posibilidades de representación? De lo que acabamos de señalar


se desprenden, en principio, dos elementos significativos que
reaparecen en la problemática de la representación del cuerpo: 1) si
bien es cierto que definimos nuestras subjetividades al interior del
lenguaje, no menos cierto es que el orden de lo material lo excede.
En otras palabras, hay algo del orden de los cuerpos que se pierde o
queda en el camino. 2) Estamos ante una bivalencia asociada al
sistema verbal: al tiempo que el mismo resulta insuficiente para
agotar la representación del "mundo exterior" (o del orden material
de los cuerpos), es la misma opacidad del mundo la que le atribuye
el poder para crear realidades (entre ellas distintas
representaciones del cuerpo) dado que nos viene a hablar desde el
lugar de una ausencia9. Con lo cual a lo que apuntamos es a no
perder de vista que en toda representación del cuerpo hay algo que
se pierde puesto que excede al lenguaje. Junto a esto, no menos
significativo resulta el hecho de que esta pérdida tiene que ver con
algo que hace al lenguaje mismo en su capacidad para definir y
configurar la realidad: al hablar de lenguaje hablamos también de
modos de percibir y de ordenar el mundo. En consecuencia, desde
cada lenguaje el recorte operado sobre lo real va a ser particular, a
punto tal que toda representación del cuerpo puede variar (o varia
necesariamente) de una lengua a otra en la medida en que no puede
permanecer ajena a esto. En definitiva: no todos van a percibir el
cuerpo del mismo modo. En palabras de Le Bretón "hay una
pluralidad de los cuerpos del mismo modo que hay una pluralidad
de las culturas" (Le Bretón; 1995:182)10.
9
Esta posición que sostiene una relación inconciliable entre lenguaje y mundo puede entenderse como una
contrapartida de las teorías realistas de la verdad que mencionamos anteriormente. Nuevamente, reaparecen
aquí autores tales como Derrida, Rorty, etc.
10
En este punto no debemos dejar de lado los siguientes elementos que, si bien exceden los alcances de nuestro
trabajo, resultan significativos en el interior de la problemática que estamos abordando: 1) Si decimos que el
lenguaje no agota el mundo en su representación estamos entonces ante una tensividad entre lenguaje y
cuerpo puesto que no estamos en condiciones de afirmar cuánto del lenguaje define al mundo y del mismo
modo, cuánto del mundo ingresa en el orden semiótico del lenguaje. Esta no resolución de la tensividad que al
mismo tiempo que nos habla de los límites del lenguaje a la hora de representar la realidad, lo presenta como
6

Ahora bien, ¿en qué medida el cuerpo es una representación


social? ¿qué implicaciones entran en juego si afirmamos que cuando
hablamos de cuerpo hablamos de una construcción social del
cuerpo? Si esto es así, ¿cuál es lugar de los medios en todo esto?
Vayamos por partes. En principio, nos parece pertinente partir de
un pasaje de Le Bretón. Leemos en él:

El cuerpo es una construcción social y cultural y su 'realidad


última' no está dada. El cuerpo mezcla, desordenadamente, sus
acciones y sus constituyentes con la simbólica social, y sólo puede
comprendérselo en relación con una representación que nunca se
confunde con lo real pero sin lo cual lo real no existiría... Como
todo lo que constituye sentido, el cuerpo es una ficción muy real
que recoge el crédito de una sociedad dada, una representación
unánime o diferencialmente compartida, pero cuya extensión más
allá del grupo plantea dificultades... estas representaciones, estas
creencias, no son fantasías... sino que a partir de ellas los hombres
actúan sobre el mundo y el mundo sobre el hombre (Le Bretón;
1995:182-183)11.

¿Qué consecuencias se desprenden del texto de Le Bretón? Pues


bien, si decimos que el cuerpo es una construcción social esto se

el medio necesario (¿acaso único?) para dar cuenta de los sujetos en su relación con el mundo exterior (o el
orden de los cuerpos) en tanto y en cuanto sólo porque hay lenguaje estamos en condiciones de decir que hay
sujetos. 2) Con relación a lo anterior, hay autores como Steiner (1982) que sostienen a pesar de que vivimos
dentro del acto del discurso, hay modalidades de la realidad intelectual y sensual que no se fundamentan en el
lenguaje: "Lo inefable está más allá de las fronteras de la palabra" (Steiner, 1982:34). Más aún, son el sentido clásico
y el sentido cristiano del mundo quienes se esfuerzan por ordenar la realidad bajo el régimen del lenguaje.
Tanto la literatura, la filosofía, la sociología, etc., son empresas para encerrar dentro de los límites del discurso
racional la experiencia humana. En consecuencia, se trataría de la "creencia en que toda la verdad y todo lo real
puede alojarse dentro de las paredes del lenguaje" (Steiner, 1982:36). Parafraseando a Wittgenstein a la luz de la
lectura operada por Steiner, ¿puede hablarse de la realidad? O bien, debemos sostener que el lenguaje sólo
puede ocuparse significativamente de un segmento de la realidad particular y restringido. ¿Y lo que resta?
¿Acaso permanece al margen de nuestra experiencia de mundo? En palabras de Steiner, "el resto es silencio... lo
visto puede ponerse en palabras; lo sentido puede presentarse a algún nivel anterior o exterior al lenguaje" (Steiner,
1982:46). O lo que es lo mismo: ¿se puede dar cuenta de experiencias límites propias del ámbito de la afección
que involucran al cuerpo? ¿Se puede hablar del placer y del dolor que atraviesan al cuerpo? Llevando un poco
la problemática del cuerpo a sus límites ¿En qué medida estamos en condiciones de hablar sobre el cuerpo?
Aquí, sin duda, no negamos las posibilidades de hablar sobre el cuerpo ni las distintas representaciones
sociales que existen de él sino más bien apuntamos a mostrar los límites que pueden entrar en juego en este
proceso. Sobre todo, puesto que necesariamente aparece una dimensión ética a la hora de pronunciarnos sobre
problemas que involucran al cuerpo tales como torturas, violaciones, etc. En este sentido, si antes hacíamos
hincapié en las limitaciones del lenguaje para hablar sobre el cuerpo el abordaje de problemas como los que
acabamos de mencionar hace que el nivel del lenguaje quede en un segundo plano puesto que las marcas en el
cuerpo resultan más importantes que todo lo que podamos decir sobre ellas. Para un ejemplo claro de estas
situaciones límites que involucran al cuerpo remitimos a Sarlo (1994).
11
Sin duda aquí cobran relevancia las consideraciones que hicimos anteriormente acerca del problema de las
representaciones sociales y de las narrativas que atraviesan el nivel simbólico de todas las sociedades y que
mueven a los sujetos a la acción.
7

explica en la medida en que todo lenguaje tiene su base en la


sociedad y en que cuando hablamos de la realidad hacemos alusión
a lo real social. En otros términos: lo real se presenta como tal para
una comunidad que lo define y lo recorta a partir de un lenguaje que
comparten quienes la integran12. Por otra parte, al hablar de
representación y de simbólica social no cabe dudas de que los
distintos modos de definir el cuerpo trae aparejado hábitos de
acción diversificados que involucran a los sujetos13. De ahí que
debamos comprender las prácticas que lo involucran a partir de una
determinada representación del cuerpo. Ahora bien, ¿por qué razón
no estamos en condiciones de hablar de una "realidad última" del
cuerpo? ¿qué se encuentra de fondo en esta imposibilidad? Sin
duda, en la medida en que entendemos el cuerpo en tanto
representación social no resulta pertinente pensar en
construcciones cristalizadas sobre las que no se puedan operar
transformaciones, sobre todo puesto que sabemos que en el nivel de
lo simbólico (o de la significación) estamos ante la puja o la lucha
por la imposición de sentidos. Con un agregado más: si bien la
eficacia de toda representación (en este caso del cuerpo), para
mover a la acción pasa por aparecer como aquello que pertenece al
orden de lo dado estos procesos de naturalización de las
representaciones en la actualidad se enfrentan a operaciones de
desmontaje que ponen de manifiesto su carácter configuracional y
los someten a cambios continuos14. El hecho de que podamos
diferenciar entre una corporalidad propia de la modernidad y otra

12
En este punto hablamos, claro está, a la luz del pensamiento de Peirce. La realidad, como el conocimiento, es
para Peirce la comunidad; más aún, la idea de realidad es un proceso ligado de modo intrínseco al desarrollo
del conocimiento mismo, entendiéndolo como actividad comunitaria. Remitimos aquí a Peirce (1988; 1987).
13
Pensemos en la confrontación que desarrolla Le Bretón entre medicina formal y curanderos o bien, entre la
representación del cuerpo de la medicina (impersonal, mecanicista y fuera del tiempo) y la del psicoanálisis de
Freud (con un enfoque biográfico y singular).
14
Al hablar de operaciones de desmontaje pensamos básicamente en los trabajos llevados adelante por
Foucault con relación a la locura, la sexualidad, etc. Del mismo modo, cabe señalar que al hablar de procesos
de naturalización de las representaciones lo hacemos a partir de Culler (1979).
8

propia de la posmodernidad nos habla claramente de esta dinámica


que afecta también a las representaciones del cuerpo. Finalmente,
resta esbozar una respuesta tentativa acerca de cuál es lugar de los
medios en todo esto. Si acordamos con Verón (1987) en que lo real
social en tanto presente como experiencia colectiva para los actores
sociales se construye en los medios (léase, radio, televisión y prensa
escrita15) en la medida en que producen discursos que relatan
cotidianamente lo que ocurre en el mundo 16 no cabe duda del papel
primordial que tienen en esta cultura de fines del siglo XX y de
principios del XXI ya sea en la circulación de representaciones
sociales que no atañen solamente al cuerpo, ya sea en las
modalizaciones de las conductas de los sujetos o en la fijación de
hábitos de acción17.

III Notas acerca de la separación entre cuerpo y sujeto.

Al pasar al segundo tema, es decir, a este modo de presentar el


cuerpo disociado de la idea de sujeto (u hombre) vale la siguiente
precisión: Le Bretón sostiene que la medicina en tanto dominio
disciplinar olvida que el hombre es un ser de relaciones y de
símbolos y que el enfermo no sólo es un cuerpo al que hay que
arreglar. Con lo cual uno estaría en condiciones de afirmar que este

15
A lo que debemos agregar el auge de las nuevas tecnologías.
16
A esta construcción cotidiana hecha por los medios Verón la designa como actualidad (Verón,
1987:II y s.s.).

17
Como se desprende de lo señalado en el cuerpo del texto el lugar que ocupan los medios en la actualidad
abre el juego a una problemática bastante compleja que excede los alcances de nuestro trabajo. A pesar de esto,
no queremos dejar de mencionar aquellos autores que nos resultaron más interesantes en la relación entre
medios y cuerpo: hablamos aquí de Kerckhove (1999) y del vínculo corporal que establece con la televisión
(véase sobre todo págs. 36 a 38) y de Bettetini (2001) y el doble proceso ligado a las tecnologías de
comunicación (más precisamente en las tecnologías electrónicas) enunciado como descorporeización o
superación del cuerpo por un lado, y exaltación del cuerpo, por otro (véase sobre todo págs. 108-109 en donde
plantea el problema y señala como antecedentes a Ong y a McLuhan).
9

autor no desconoce el plano de la simbolización tal como


sostenemos nosotros desde nuestra lectura, sobre todo habida
cuenta que Le Bretón pone de manifiesto el desconocimiento de la
dimensión antropológica que hace al hombre por parte de la
medicina. Sin embargo, desde nuestra lectura creemos que, y aquí
se juega nuestro disentimiento, la simbolización del cuerpo como
algo separado del hombre involucra necesariamente al sujeto 18 ya
que dicha representación condiciona la práctica social llevada
adelante en el campo de la medicina sobre los cuerpos. En otras
palabras: pese a que pueda sostenerse que el "punto de partida
epistemológico de la medicina está basado en el estudio riguroso
del cuerpo, pero de un cuerpo separado del hombre" (Le Bretón;
1995:178) pensamos que no sólo es difícil desestimar la dimensión
significante tanto del cuerpo (concebido como mecanismo) como la
del sujeto que lo encarna sino que también parecería poco viable
que el sujeto (médico) que opera sobre un cuerpo pueda
desprenderse de su propia dimensión simbólica (o antropológica).
En el caso del sujeto (o paciente) que va en busca de una solución
médica las posibilidades de separarse tan fácilmente del cuerpo
parecen más limitadas: si bien puede sostenerse que en la
actualidad el cuerpo del sujeto se encuentra fraccionado en extremo
(Le Bretón; 1995:179) las prácticas que recaen sobre el propio
cuerpo no pueden ser disociadas del sujeto en la medida en que este
último les otorga sentido. A propósito de esto Le Bretón distingue
entre dos opiniones de la modernidad sobre el cuerpo: una visión
moderna y laica en donde lo corporal es la parte maldita de la
condición humana y otra, que es la que nos interesa recuperar,
según la cual es un medio de salvación que mueve a un culto por el
cuerpo19. Ahora bien, para Le Bretón tanto una como otra implican
18
Al menos al sujeto que opera sobre ese cuerpo que intenta curar.
19
En este sentido leemos en Le Bretón: "El cuerpo es objeto de un mercado floreciente que se desarrolló durante estos
últimos años alrededor de los cosméticos, de los cuidados estéticos, de los gimnasios, de los tratamientos para adelgazar,
10

un cuerpo disociado del hombre al que encarna ya que "se produce


la misma distinción que coloca al hombre en una posición de
exterioridad respecto del propio cuerpo" (Le Bretón; 1995:218). Si
como señalamos anteriormente, las distintas representaciones del
cuerpo canalizan prácticas específicas en los sujetos (quienes a su
vez les otorgan un sentido) creemos que fenómenos tales como los
ligados a los problemas de gordura-bulimia-anorexia tienen que ver
precisamente no sólo con una imposibilidad de separar cuerpo y
sujeto sino también con una representación social del cuerpo ligado
a los valores belleza, delgadez, etc. que mueve a los sujetos a operar
trabajos o cambios sobre los cuerpos para ajustarse a los
estereotipos o patrones de belleza aceptables que circulan en el
ámbito de lo imaginario20.

IV Consideraciones finales.

Al abordar la problemática referida al cuerpo estuvimos movidos


por dos ideas que nos resultaron significativas habida cuenta que
marcaban en uno u otro caso dos líneas de reflexión que, en cierta
medida, venían a poner en sospecha las operaciones que entraban
en juego a la hora de hablar acerca de representaciones sociales del
cuerpo y del nivel de la significación (o plano de lo simbólico en
Peirce) asociado a ellas. En este sentido, como primer movimiento
del mantenimiento de la forma... o del desarrollo de terapias corporales" (Le Bretón; 1995:217).
20
El fenómeno del trasvestismo también se orientaría en esta dirección ya que habla de un querer ser
otro, de una necesidad de cambiar un cuerpo por otro cuerpo a partir del cual haya una auto-aceptación.
Con lo cual, consideramos que tampoco aquí lo corporal pueda separarse tan fácilmente de la dimensión
simbólica y/o antropológica. Apoyándose en Lyotard, Le Bretón sostiene que a estar eliminado el
carácter simbólico del hombre el cuerpo carece también de dimensión axiológica y en consecuencia,
deviene en mercancía (Le Bretón; 1995:218). Hablar del cuerpo en términos de mercancía puede resultar
aceptable pero ¿en qué medida podemos pensar o mejor dicho, significar el cuerpo como mercancía y al
mismo tiempo negar la existencia de la dimensión axiológica? ¿no sería acaso un contrasentido?
11

tratamos de dar cuenta de algunos problemas vinculados al


lenguaje en tanto medio de representación puesto que estábamos
ante maneras diferenciales de concebir el cuerpo y en ningún
momento encontrábamos alguna referencia a la dimensión verbal
como si lo corporal fuese transparente al lenguaje y no se perdiera
nada en la representación. Con lo cual, tal como apuntáramos, nos
enfrentamos con los siguientes elementos a recuperar: 1) el
lenguaje no agota el mundo en su representación y el cuerpo no
permanece al margen de esta imposibilidad de lo verbal; 2) en toda
representación hay algo del orden de los cuerpos que se pierde o
queda en el camino; 3) en la medida en que al hablar de lenguaje
hablamos también de modos de percibir y de ordenar el mundo,
desde cada lenguaje el recorte operado sobre lo real va a ser
particular y consecuentemente con esto, no todos van a percibir el
cuerpo del mismo modo. Más aún, estamos ante una tensión entre
lenguaje/cuerpo: el lenguaje no agota el mundo y al mismo tiempo,
es porque hay lenguaje que el sujeto puede dar cuenta de que
existe y hablarnos de su cuerpo (voz ligada al poder-ser del sujeto y
de su cuerpo y a la memoria de ese poder-ser del sujeto y de su
cuerpo). Por otra parte, el segundo movimiento tuvo que ver con
una toma de distancia con respecto a lo sostenido por Le Bretón en
algunos pasajes de sus textos: básicamente, nos interesaba
sostener, tal como lo hicimos, que el plano de la simbolización
involucra necesariamente al sujeto y que las dificultades de
disociarlo de lo corporal estaban dadas por el hecho de que las
distintas concepciones del cuerpo tienen consecuencias en la
práctica social de los sujetos que los encarnan, sin que esto que
señalamos implique desconocer aquellas concepciones o
representaciones que hacen de lo corporal una mercancía, un
12

objeto de culto, o una sumatoria de órganos funcionales 21. Pues


bien, esperamos haber llegado a buen puerto.

Lic. Cristian Cardozo.

21
Lo cual en muchos casos, resulta aceptable, sobre todo en lo que hace a los implantes de órganos y a los
procesos de fertilización asistida. Para mayores consideraciones remitimos a Le Bretón (1995). Véase sobre
todo págs. 218 a 249.
13

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