Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ecce Homo
Ecce Homo
Universidad de Antioquia
Programa Ude@
Taller No. 3
Con base en la obra leída complete la siguiente ficha bibliográfica, que le servirá de base para iniciar la
redacción de la reseña.
Ficha de lectura
Soy, Decadence, filosofía, Zaratustra, existencia, mentira, realidad humana, filosofía, orgullo,
aristocracia, fuerza, poder, debilidad, problemas, cristianismo, oposición, inteligente, obras,
originalidad, superioridad, autodefensa, libertad, idealismo, decadencia, ideal, yo.
Tema
1
Modelo de taller propuesto por María Claudia González Rátiva, docente de la Facultad de Comunicaciones de
la Universidad de Antioquia. Modificado por el grupo de docentes de Lectoescritura en 2014
Breve descripción de la obra (propósito, estrategias narrativas, lenguaje, trama).
2
Ecce homo publicada desde 1889 es una autobiografía de Nietzsche como una crítica profunda a
sus libros anteriores. Nietzsche escribe utilizando un lenguaje dramático y recreando muchos
simbolismos, puesto quiere que el lector que por primera vez coge un libro de Nietzsche y
casualmente sea Ecce homo se interese en leer algo más sobre él, por eso tantas citas y referencia
de sus libros anteriores. De igual manera, este libro contempla en su mayoría una descripción sobre
sí mismo y lo más importante sobre sus libros de manera que sus lectores no mal interpreten sus
demás libros.
Apreciación personal:
En esta obra Nietzsche hace énfasis en sí mismo, en sus virtudes, sus creencias, sus pensamientos,
en general en su vida. Es escrita de forma en la que le permite al lector ser parte de la conciencia de
su autor en ese momento. Sin embargo y aunque Nietzsche tiene una tendencia de ser egocéntrico,
es una obra en la que pone a la vista quien es realmente, sin tapujos.
Las palabras claves son indicadores que ayudan a construir el tema y a ubicar o dar contexto a la
lectura. Las citas textuales coincidirán en su mayoría con el subrayado que se hiciera en el texto;
verifique que lo copiado tenga pleno sentido. Asimismo, el comentario debe relacionarse en su
mayor parte con las glosas realizadas a la lectura. De esta manera, se prepara una lectura de un
texto para su utilización en otras labores académicas.
Párrafo original
El estar libre de resentimiento, el conocer con claridad el resentimiento ¡quién sabe hasta qué punto
también en esto debo yo estar agradecido, en definitiva, a mi larga enfermedad! El problema no es
precisamente sencillo: es necesario haberlo vivido desde la fuerza y desde la debilidad. Si algo hay que
objetar en absoluto al estar enfermo, al estar débil, es que en ese estado se reblandece en el hombre el
auténtico instinto de salud, es decir, el instinto de defensa y de ataque. No sabe uno desembarazarse de
nada, no sabe uno liquidar ningún asunto pendiente, no sabe uno rechazar nada, todo hiere. Personas y
cosas nos importunan molestamente, las vivencias llegan muy hondo, el recuerdo es una herida
purulenta. El propio estar enfermo es una especie de resentimiento. Contra esto el enfermo no tiene más
que un gran remedio: yo lo llamo el fatalismo ruso, aquel fatalismo sin rebelión que hace que un
soldado ruso a quien la campaña le resulta demasiado dura acabe por tenderse en la nieve. No aceptar
ya absolutamente nada, no tomar nada, no acoger nada dentro de sí, no reaccionar ya en absoluto. La
gran razón de este fatalismo, que no siempre es tan sólo el coraje para la muerte, en cuanto conservador
de la vida en las circunstancias más peligrosas para ésta, consiste en reducir el metabolismo, entornarlo
lento, en una especie de voluntad de letargo invernal. Unos cuantos pasos más en esta lógica y tenemos
el faquir, que durante semanas duerme en una tumba. Puesto que nos consumiríamos demasiado pronto
si llegásemos a reaccionar, ya no reaccionamos: ésta es la lógica. Y con ningún fuego se consume uno
más velozmente que con los afectos de resentimiento. El enojo, la susceptibilidad enfermiza, la
impotencia para vengarse, el placer y la sed de venganza, el mezclar venenos en cualquier sentido para
personas extenuadas es ésta, sin ninguna duda, la forma más perjudicial de reaccionar: ella produce un
rápido desgaste de energía nerviosa, un aumento enfermizo de secreciones nocivas, de bilis en el
estómago, por ejemplo. El resentimiento constituye lo prohibido en sí para el enfermo: su mal, por
desgracia también su tendencia más natural. Esto lo comprendió aquel gran fisiólogo que fue Buda. Su
«religión», a la que sería mejor calificar de higiene, para no mezclarla con casos tan deplorables como
es el cristianismo, hacía depender su eficacia de la victoria sobre el resentimiento: liberar el alma de él,
primer paso para curarse. «No se pone fin a la enemistad con la enemistad, sino con la amistad»; esto
se encuentra al comienzo de la enseñanza de Buda; así no habla la moral, así habla la fisiología. El
resentimiento, nacido de la debilidad, a nadie resulta más per-judicial que al débil mismo. En otro caso,
cuando se trata de una naturaleza rica, constituye un sentimiento superfluo, un sentimiento tal que
dominarlo es casi la demostración de la riqueza. Quien conoce la seriedad con que mi filosofía ha
emprendido la lucha contra los sentimientos de venganza y de rencor, incluida también la doctrina dela
«libertad de la voluntad» –la lucha contra el cristianismo es sólo un caso particular de ello–, entenderá
por qué yo saco a luz, precisamente aquí, mi comportamiento personal, mi seguridad instintiva en la
práctica. En los períodos de décadence yo me prohibía aquellos sentimientos por perjudiciales; tan
pronto como la vida volvió a ser suficientemente rica y orgullosa para ello, me los prohibí por situados
debajo de mí. Aquel fatalismo ruso de que antes he hablado se ha puesto en mí de manifiesto en el
hecho de que durante años me he aferrado tenazmente a situaciones, a lugares, a viviendas y compañías
casi insoportables, una vez que, por azar, estaban dados; esto era mejor que cambiarlos, que sentir que
eran cambiables, que rebelarse contra ellos. El perturbarme en ese fatalismo, el despertarme con
violencia eran cosas que yo entonces tomaba mortalmente a mal: en verdad ello era también siempre
mortalmente peligroso. Tomarse a sí mismo como un fatum [destino], no quererse «distinto», en tales
circunstancias esto constituye la gran razón misma.
4
Nuevo Párrafo
El estar emancipado del rencor, el distinguir con claridad el rencor ¡quién sabe hasta qué punto también
en esto debo yo estar satisfecho, en definitiva, a mi largo padecimiento! El problema no es
precisamente sencillo: es necesario haberlo vivido desde la fortaleza y desde la fragilidad. Si algo hay
que refutar en absoluto al padecer, al estar frágil, es que en ese estado se reblandece en el hombre el
auténtico instinto de salud, es decir, el instinto de protección y de ofensiva. No sabe uno deshacerse de
nada, no sabe uno acabar ningún asunto pendiente, no sabe uno rechazar nada, todo lastima. Personas
y cosas nos incomodan molestamente, las vivencias llegan hasta el fondo, el recuerdo es una herida
letal. El propio estar padeciendo es una especie de rencor. Contra esto la persona que sufre no tiene
más que una solución: yo lo llamo el pesimismo ruso, aquel pesimismo sin rebelión que hace que un
soldado ruso a quien el cuartel le resulta demasiado duro acabe por yacer en la nieve. No admitir ya
absolutamente nada, no tomar nada, no tolerar nada dentro de sí, no responder ya en absoluto. El gran
motivo de este pesimismo, que casi nunca es tan sólo la valentía para la muerte, en cuanto conservador
de la vida en las situaciones más peligrosas para ésta, radica en disminuir el metabolismo, entornarlo
lento, en una tipo de voluntad de aturdimiento invernal. Unos cuantos pasos más en este razonamiento
y tenemos el asceta, que durante semanas descansa en una tumba. Puesto que nos consumiríamos
demasiado pronto si llegásemos a responder, ya no responderíamos: éste es el razonamiento. Y con
ningún fuego se consume uno más velozmente que con los afectos del rencor. La rabia, la
susceptibilidad enfermiza, la impotencia para vengarse, el placer y la sed de venganza, el mezclar
venenos en cualquier sentido para personas agotadas es ésta, sin ninguna duda, la forma más nociva de
responder: ella produce un rápido desgaste de energía nerviosa, un aumento enfermizo de secreciones
nocivas, de bilis en el estómago, por ejemplo. El rencor constituye lo prohibido en sí para la persona
que sufre: su mal, por desgracia también su tendencia más natural. Esto lo entendió aquel gran fisiólogo
que fue Buda. Su «religión», a la que sería mejor calificar de higiene, para no combinarla con casos tan
nefastos como es el cristianismo, hacía depender su eficacia de la victoria sobre el rencor: liberar el
alma de él, primer paso para curarse. «No se pone fin a la enemistad con la enemistad, sino con la
amistad»; esto se encuentra al inicio de la enseñanza de Buda; así no habla la moral, así habla la
fisiología. El rencor, nacido de la fragilidad, a nadie resulta más dañino que al frágil mismo. En otro
caso, cuando se trata de una naturaleza rica, constituye un sentimiento innecesario, un sentimiento tal
que controlarlo es casi la demostración de la riqueza. Quien conoce la seriedad con que mi filosofía ha
comenzado la lucha contra los sentimientos de venganza y de rencor, incluida también la doctrina dela
«libertad de la voluntad» –la lucha contra el cristianismo es sólo un caso particular de ello–, entenderá
por qué yo saco a luz, precisamente aquí, mi conducta personal, mi seguridad instintiva en la práctica.
En los períodos de décadence yo me prohibía aquellos sentimientos por nocivos; tan pronto como la
vida volvió a ser suficientemente rica y orgullosa para ello, me los suprimí por situados debajo de mí.
Aquel pesimismo ruso de que antes he hablado se ha puesto en mí de declaración en el hecho de que
durante años me he afianzado tenazmente a situaciones, a lugares, a viviendas y compañías casi
insoportables, una vez que, por azar, estaban dados; esto era mejor que cambiarlos, que sentir que eran
cambiables, que rebelarse contra ellos. El perturbarme en ese pesimismo, el levantarme con violencia
eran cosas que yo entonces tomaba mortalmente a mal: en verdad ello era también siempre
mortalmente arriesgado. Tomarse a sí mismo como un fatum [destino], no quererse «distinto», en tales
circunstancias esto constituye la gran razón misma.
Revista Este trabajo es la primera parte de un ensayo Sobre algunas fuentes para la
Observaciones cuyo propósito es presentar una reflexión en historia en la Segunda
Filosóficas. torno a la historia inspirada en la filosofía de Consideración Intempestiva de
Nietzsche. Aquí se analizan las fuentes de Nietzsche. (n.d.). Retrieved
Sobre algunas fuentes
para la historia en la inspiración más tempranas del filósofo November 17, 2014, from
Segunda alemán en torno a los temas que más tarde http://www.observacionesfiloso
Consideración desarrollará en “Sobre la utilidad y el ficas.net/sobrealgunasfuentes.h
Intempestiva de perjuicio de la historia para la vida.” tm
Nietzsche
Lucia Hernández Soria,
Friedrich Nietzsche: Ecce
FRIEDRICH La autora Lucia Hernández realiza una breve Homo. (n.d.). Retrieved
NIETZCHE: ECCE descripción sobre Ecce homo. En donde November 17, 2014, from
HOMO también nos invita a conocer su propia http://www.elministerio.org.mx
reflexión de esta obra. /blog/2012/01/friedrich-
nietzsche-ecce-homo/
Revise el resumen que presentó en la ficha de lectura y elabore un mapa mental de las ideas allí
presentadas. También es conveniente incluir o relacionar en el esquema, la organización formal de la
obra; es decir, cómo es su estructura. Puede emplear el siguiente recurso digital para diseñar el
organizador gráfico: http://www.mindmeister.com/es
6